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Robert McGinnis

Reportaje sobre el ilustrador Robert McGinnis para la revista VISUAL

Reportaje sobre el ilustrador Robert McGinnis para la revista VISUAL

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<strong>Robert</strong> Mcginnis:Pauta viasual 2 columnas 04/05/11 13:56 Página 44<br />

<strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong>.<br />

Seduciendo con la ilustración<br />

Hubo un tiempo en que la ilustración era el arma más poderosa para seducir al público. No en vano,<br />

los estudios de Hollywood recurrían a carteles espectaculares para anunciar sus películas y las editoriales<br />

de New York soñaban con portadas sugerentes para vender más libros. En los años 50 y 60, <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong><br />

fue el ilustrador más solicitado en ambos campos y, sin pretenderlo, se convirtió en un referente de la cultura<br />

popular del siglo XX. Como sucede con los grandes artistas, su vida es una historia fascinante repleta<br />

de viajes, sueños y personajes míticos. Bienvenidos al mundo del espectáculo, acompañados<br />

por uno de sus protagonistas.<br />

Texto: David Moreu<br />

Imágenes: Archivo & Thomas Nixdorf Collection<br />

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Toda leyenda tiene un inicio y la de <strong>Robert</strong><br />

<strong>McGinnis</strong> se remonta a 1926 en Cincinnati,<br />

una ciudad del medio este norteamericano.<br />

Como la mayoría de niños, tenía un carácter<br />

muy competitivo y mostraba un gran interés<br />

por los deportes, aunque sus padres no<br />

dudaron en inculcarle el valor del arte y le<br />

animaron a que dejara volar su imaginación<br />

haciendo dibujos. “Después de la cena, me<br />

sentaba con mi padre y me ayudaba a dibujar<br />

los personajes del cómic de Popeye”, rememora<br />

<strong>McGinnis</strong>. “Más tarde, cuando cumplí<br />

once años, mi madre me obligó a ir a las clases<br />

de arte que organizaban en el Cincinnati<br />

Art Museum los sábados por la mañana. Yo<br />

quería jugar en la calle con mis amigos, pero<br />

ella me convenció. Lo pasé genial e incluso<br />

gané varios premios”. Su afición por el dibujo<br />

se consolidó plenamente en el instituto,<br />

donde los profesores quedaban sorprendidos<br />

por su habilidad con los pinceles y le<br />

encargaban proyectos extraescolares.<br />

Después de graduarse, su tutor decidió<br />

mandar una carta a los Estudios Disney,<br />

recomendándolo como alumno de prácticas,<br />

aunque el aspirante a artista no confiaba en<br />

recibir contestación. Un día llegó la esperada<br />

carta, comunicándole que aceptaban su<br />

solicitud, y <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong> no dudó en<br />

hacer la maleta, despedirse de sus padres y<br />

hacer autostop rumbo a California. El único<br />

sitio donde los sueños podían hacerse realidad<br />

o, con un poco de suerte, convertirse en<br />

película.<br />

Era la primera vez que <strong>McGinnis</strong> dejaba<br />

atrás su ciudad natal para emprender una<br />

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aventura hacia lo desconocido. Aunque no<br />

se consideraba un rebelde ni simpatizaba<br />

con los ideales de la generación beat, deseaba<br />

ser libre y vivir intensamente todas las<br />

experiencias posibles. Asimismo, tenía claro<br />

que quería dedicarse al mundo del arte y la<br />

primera parada de su viaje le llevaba directamente<br />

a la meca del cine. “Los Estudios<br />

Disney estaban formados por cinco o seis edificios<br />

y cada uno tenía una función distinta:<br />

animación, storyboards, fondos, entintado y<br />

coloreado, fotografía y almacenamiento”,<br />

explica <strong>McGinnis</strong> gesticulando con las<br />

manos. “Como aprendices, nuestra tarea consistía<br />

en llevar cosas de un edificio a otro.<br />

Entre recado y recado, un instructor nos<br />

enseñaba a dibujar los personajes de Disney<br />

y nos preparaba para el siguiente eslabón<br />

profesional”. Aquellos años de esplendor<br />

marcaron la era dorada del cine de animación,<br />

con títulos tan populares como Pinocho,<br />

Fantasía, Dumbo y Bambi. El mundo entero<br />

admiraba aquellos personajes entrañables y<br />

disfrutaba con sus historias propias de cuento<br />

de hadas, pero nadie imaginaba que el<br />

proceso de producción de las películas también<br />

fuera una gran diversión. “En Disney<br />

había un ambiente muy informal y todos nos<br />

conocíamos por el nombre de pila. Cuando<br />

me cruzaba con Walt Disney en el pasillo, él<br />

me decía Hola Bob y yo le respondía Hola<br />

Walt con toda tranquilidad”, comenta<br />

<strong>McGinnis</strong> con una sonrisa. “En Disney había<br />

mucha creatividad y lo pasábamos en grande.<br />

Créeme, Walt era un hombre extraordinario,<br />

un verdadero genio”.<br />

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Sin embargo ese sueño dorado tenía<br />

fecha de caducidad. En diciembre de 1941,<br />

las tropas japonesas atacaron la base naval<br />

de Pearl Harbor y los Estados Unidos entraron<br />

en la Segunda Guerra Mundial.<br />

Entonces, el gobierno estadounidense pidió<br />

a los Estudios Disney que aparcara sus fantasías<br />

de animación y produjera películas de<br />

propaganda militar. <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong> no<br />

tuvo más opción que regresar a Cincinnati y<br />

matricularse en la Ohio State University para<br />

continuar estudiando arte. Allí aprendió las<br />

grandes técnicas de ilustración y empezó a<br />

jugar a fútbol americano, su otra gran pasión.<br />

“Un día, Coby Whitmore y Al Dorne vinieron<br />

adar una conferencia sobre ‘Famous artists<br />

schools’, los populares cursos de arte por<br />

correspondencia”, recuerda <strong>McGinnis</strong>. “Ver<br />

las obras originales de Whitmore me animó a<br />

marcharme a New York e intentar ganarme la<br />

vida como ilustrador. Una vez allí, empecé a<br />

trabajar en los Chaite Studios, donde compartí<br />

experiencias con otros treinta artistas y fue<br />

un período que me inspiró mucho”. No en<br />

vano, la Gran Manzana se había convertido<br />

en el sitio de peregrinaje favorito para todos<br />

los diseñadores, artistas e ilustradores que<br />

querían abrirse camino en el mundo de la<br />

publicidad o exponer en sus famosas galerías.<br />

Como sucede en las grandes historias, las<br />

casualidades también jugaron un papel destacado<br />

en la carrera de <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong>. Un<br />

día conoció a un agente literario y éste mostró<br />

su colección de bocetos a Dell<br />

Publishing, una editorial que triunfaba con<br />

sus novelas policíacas, los relatos románticos<br />

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choso del destino, le llegó la gran oportunidad<br />

que siempre había deseado. La meca del<br />

cine volvía a cruzarse en su camino, esta vez<br />

con el encargo de ilustrar los carteles de<br />

varias películas. “No lo recuerdo con exactitud,<br />

pero creo que Desayuno con diamantes<br />

fue mi primer póster para una película”,<br />

comenta esbozando una sonrisa. “Es el cartel<br />

más famoso que he hecho y también es el que<br />

ha tenido una mayor difusión. Es un verdadero<br />

homenaje al atractivo de Audrey Hepburn”.<br />

Entonces no se hacían anuncios de televiy,<br />

sobretodo, las historietas de crímenes<br />

conocidas como pulp fiction. Así fue como<br />

<strong>McGinnis</strong> inició una fructífera carrera como<br />

ilustrador de portadas de libros, aportando<br />

su estilo personal y definiendo la estética de<br />

aquellos géneros con sus mujeres exuberantes,<br />

sus detectives imperturbables y los paisajes<br />

más exóticos que el lector podía imaginar.<br />

“Las editoriales distribuían informes bastante<br />

detallados para que nos familiarizáramos<br />

con el contenido de los libros”, explica el<br />

artista. “Aquellos resúmenes describían la<br />

época, el género y los personajes, ayudando<br />

así al proceso de promoción de cada título.<br />

Aunque, de vez en cuando, leía los libros para<br />

ser fiel a su contenido cuando realizara las<br />

ilustraciones de las portadas”.<br />

A finales de la década de los 50, <strong>Robert</strong><br />

<strong>McGinnis</strong> ya gozaba de cierta reputación<br />

como ilustrador y decidió empezar a trabajar<br />

por su cuenta. El mundo editorial y las revistas<br />

representaban una gran fuente de ingresos,<br />

pero él quería afrontar nuevos retos y<br />

experimentar con su arte. En un giro capri-<br />

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Fonda para la imagen promocional de<br />

Barbarella”. A pesar de que ilustró decenas<br />

de carteles, <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong> siempre será<br />

recordado por los pósters originales de la<br />

saga de James Bond, cuando Sean Connery<br />

y, más tarde, Roger Moore se convirtieron<br />

en el espía con licencia para matar más célebre<br />

del mundo. De la mesa de su estudio surgieron<br />

las imágenes icónicas de Diamantes<br />

para la eternidad, Vive y deja morir, Casino<br />

Royale y 007 al servicio de su Majestad. Así<br />

mismo, contó con la inestimable colaborasión,<br />

por este motivo los estudios de<br />

Hollywood necesitaban ilustradores que se<br />

dedicaran, en cuerpo y alma, a la creación de<br />

los carteles de los largometrajes. Unas imágenes<br />

que cobraban vida en las páginas de<br />

las revistas y en las marquesinas de Sunset<br />

Boulevard. Aquellos pósters tenían la misión<br />

de condensar la esencia de las películas en<br />

una única viñeta, además de despertar el<br />

interés del público para que comprara su<br />

entrada. Pero <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong> demostró<br />

que también había espacio para crear obras<br />

de arte. Títulos tan emblemáticos como La<br />

vida privada de Sherlock Holmes, A Fistful of<br />

dynamite, Arabesque y Cotton comes to harlem<br />

posicionaron a su creador como uno de<br />

los máximos referentes de la ilustración de<br />

carteles cinematográficos, aunque nunca<br />

dejó de experimentar con nuevos formatos.<br />

“El póster de La Extraña Pareja me permitió<br />

utilizar libremente la exageración típica de los<br />

dibujos animados”, explica el artista. “Y nunca<br />

me había atrevido con la ciencia ficción, hasta<br />

que me encargaron un dibujo enorme de Jane<br />

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ción de Frank McCarthy para la creación de<br />

los carteles de Operación trueno y Sólo se vive<br />

dos veces. Aunque las películas del Agente<br />

007 tuvieron mucho éxito y su estilo fue imitado<br />

con descaro, el trabajo de ambos artistas<br />

siempre permaneció al margen del glamour<br />

de las estrellas. “Una vez, Frank<br />

McCarthy y yo viajamos a Inglaterra con los<br />

ejecutivos de United Artists para ver el rodaje<br />

de una de las películas, que tenía lugar en una<br />

hermosa casa señorial”, recuerda <strong>Robert</strong><br />

<strong>McGinnis</strong>. “Mientras estábamos comiendo en<br />

el salón principal, Sean Connery entró vestido<br />

de negro, acompañado de dos mujeres preciosas,<br />

y se sentaron en la mesa contigua a la<br />

nuestra. Todos nos quedamos en silencio.<br />

Connery nos saludó y sonrió. Eso es lo más<br />

cerca que he estado del gran James Bond”.<br />

En 1993, después de cuatro décadas<br />

dedicadas al arte, <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong> fue elegido<br />

como miembro del Society of Illustrators<br />

Hall of Fame, un honor al alcance de muy<br />

pocos artistas. Este reconocimiento volvió a<br />

despertar el interés por su extensa obra y una<br />

editorial decidió publicar un par de libros que<br />

recopilaban sus mejores ilustraciones, las<br />

portadas de libros y sus carteles de películas.<br />

Una manera perfecta para llegar a las nuevas<br />

generaciones que no vivieron la era dorada<br />

de Hollywood ni el fenómeno de la novela<br />

negra. No en vano, la obra de <strong>Robert</strong><br />

<strong>McGinnis</strong> se ha convertido en un referente y<br />

sus retratos de mujeres han creado tendencia,<br />

gracias a su imagen elegante, provocativa<br />

y misteriosa. “Los artistas estamos expuestos<br />

a todos los estilos que han existido a lo largo<br />

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de la historia y nos influyen, sobretodo, las<br />

cosas que admiramos”, afirma con voz seria.<br />

“Sin pretenderlo, siempre acabamos encontrando<br />

nuestro estilo personal, porque éste<br />

únicamente depende de nuestras experiencias,<br />

de nuestro conocimiento y, en última instancia,<br />

de nuestro don artístico”.<br />

En los últimos años, <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong><br />

ha permanecido alejado de la escena comercial<br />

y ha seguido pintando con total libertad<br />

creativa, exponiendo sus paisajes en numerosas<br />

galerías de arte. Aunque no ha dudado en<br />

coger de nuevo los pinceles para hacer el póster<br />

de la película japonesa K-20, crear la carátula<br />

de Los Increíbles e ilustrar los carteles<br />

publicitarios de Stella Artois, una popular cerveza<br />

belga. Curiosamente, las ventas de esta<br />

marca aumentaron gracias a la campaña de<br />

aire retro que creó, en la que recuperaba su<br />

inconfundible estilo de los años 60 y lo trasladaba<br />

a la Riviera francesa. Durante décadas, la<br />

obra de <strong>McGinnis</strong> ha estado muy demandada<br />

por coleccionistas de arte, sin embargo,<br />

seguir la pista a sus ilustraciones se ha convertido<br />

en un reto de proporciones épicas, no<br />

sólo por el volumen de su producción, sino<br />

porque muchas de sus creaciones no están firmadas.<br />

Aunque eso parece preocupar bien<br />

poco al artista, que sigue viviendo su profesión<br />

con la pasión del primer día. “El arte<br />

puede cambiar el mundo, puesto que embellece<br />

nuestra existencia y nos aporta paz y tranquilidad”,<br />

se sincera <strong>Robert</strong> <strong>McGinnis</strong>.<br />

“Contemplar cosas hermosas permite evadirnos<br />

de la rutina de nuestras vidas, aunque sólo<br />

sea momentáneamente”. ß<br />

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