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La fortuna de los Rougon - Emile Zola

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes. ÉMILE ZOLA

Historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. Y el primer episodio, La fortuna de los Rougon, debe llamarse con su título científico: Los orígenes.
ÉMILE ZOLA

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Los chicos y chicas <strong>de</strong>l pueblo, que se casarán un día, y a quienes no les<br />

molesta besarse antes un poco, no saben dón<strong>de</strong> refugiarse para<br />

intercambiar besos a sus anchas, sin exponerse <strong>de</strong>masiado a <strong>los</strong><br />

chismorreos. En la ciudad, aunque sus padres <strong>los</strong> <strong>de</strong>jen en entera libertad,<br />

si alquilasen una habitación, si se encontraran a solas, serían, al día<br />

siguiente, el escándalo <strong>de</strong> la región; por otra parte, no tienen tiempo, todas<br />

las tar<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> llegar a las soleda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l campo. Entonces han elegido un<br />

término medio; recorren <strong>los</strong> arrabales, <strong>los</strong> baldíos, <strong>los</strong> sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> las<br />

carreteras, todos <strong>los</strong> parajes don<strong>de</strong> hay pocos transeúntes y muchos<br />

rincones oscuros. Y para mayor pru<strong>de</strong>ncia, como todos <strong>los</strong> habitantes se<br />

conocen, tienen buen cuidado <strong>de</strong> volverse irreconocibles hundiéndose en<br />

una <strong>de</strong> esas gran<strong>de</strong>s capas, que albergarían a una familia entera. Los<br />

padres toleran esas correrías en plenas tinieblas; la rígida moral<br />

provinciana no parece alarmarse; se da por sentado que <strong>los</strong> enamorados<br />

no se <strong>de</strong>tienen nunca en <strong>los</strong> rincones ni se sientan en el fondo <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

terrenos, y eso basta para calmar <strong>los</strong> alarmados pudores. Sólo pue<strong>de</strong>n<br />

besarse mientras caminan. A veces, sin embargo, una chica se echa a<br />

per<strong>de</strong>r: <strong>los</strong> amantes se han sentado.<br />

Nada más encantador, en verdad, que esos paseos <strong>de</strong> amor. <strong>La</strong><br />

imaginación mimosa e inventiva <strong>de</strong>l sur está toda en el<strong>los</strong>. Se trata <strong>de</strong> una<br />

verda<strong>de</strong>ra mascarada, fértil en pequeñas felicida<strong>de</strong>s, y al alcance <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

pobres. <strong>La</strong> enamorada no tiene más que abrir su prenda, tiene un asilo<br />

listo para su enamorado; lo escon<strong>de</strong> sobre su corazón, en la tibieza <strong>de</strong> sus<br />

ropas, al igual que las pequeñas burguesas ocultan a sus galanes <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> la cama o en <strong>los</strong> armarios. El fruto prohibido adquiere aquí un sabor<br />

especialmente dulce: se come al aire libre, en medio <strong>de</strong> <strong>los</strong> indiferentes, a<br />

lo largo <strong>de</strong> <strong>los</strong> caminos. Y lo que tiene <strong>de</strong> más exquisito, lo que da una<br />

penetrante voluptuosidad a <strong>los</strong> besos intercambiados, <strong>de</strong>be ser la<br />

certidumbre <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r besarse impunemente <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la gente, <strong>de</strong> estar<br />

por las noches en público uno en brazos <strong>de</strong>l otro, sin correr el peligro <strong>de</strong><br />

ser reconocidos y señalados con el <strong>de</strong>do. Una pareja no es sino un bulto<br />

pardo, se parece a otra pareja. Para el paseante rezagado, que ve<br />

moverse vagamente esos bultos, es el amor que pasa, sin más; el amor<br />

sin nombre, el amor que se adivina y que se ignora. Los amantes se saben<br />

bien escondidos; charlan en voz baja, están en su casa; muy a menudo no<br />

se dicen nada, caminan durante horas, al azar, felices <strong>de</strong> sentirse<br />

apretados juntos en el mismo trozo <strong>de</strong> indiana. Eso es muy voluptuoso y<br />

muy virginal a la vez. El clima es el gran culpable; sólo él <strong>de</strong>bió <strong>de</strong> invitar al<br />

principio a <strong>los</strong> amantes a elegir <strong>los</strong> rincones <strong>de</strong> <strong>los</strong> arrabales como retiros.<br />

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