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La Sirena Varada: Año II, Número 14

El decimocuarto número de "La Sirena Varada: Revista literaria"

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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />

<strong>La</strong> sirena varada<br />

R E V I S T A L I T E R A R I A<br />

es una publicación de<br />

EDITORIAL DREAMERS<br />

libros digitales, gratuitos y legales<br />

LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />

<strong>Año</strong> 2, N° <strong>14</strong>, noviembre 2018 es una publicación mensual<br />

editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />

Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />

Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />

www.editorialdreamers.com<br />

Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />

Ilustración de portada: utako068<br />

Ilustraciones: The British Library’s collections<br />

<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />

reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />

editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />

en esta revista.<br />

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />

parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />

Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />

S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />

© 2018<br />

DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />

FOR MASTERFUL EDITING AND<br />

RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />

todos los derechos reservados<br />

SOBRE<br />

ESTE<br />

NÚMERO<br />

Han pasado un par de meses para<br />

que este número saliera a la luz,<br />

pero ese retraso ha valido la pena<br />

pues, con mucho esfuerzo, estamos aspirando<br />

a ofrecer una experiencia fresca<br />

para los lectores y para los autores<br />

nóveles que están allá afuera y que, de<br />

alguna forma, se interesan en nosotros.<br />

Para comenzar, tengo que decir que<br />

esta revista, y en particular este número,<br />

han sufrido muchos cambios. Hemos<br />

retirado las novelas por entregas<br />

que se publicaban aquí para dar paso a<br />

un nuevo proyecto, una revista literaria<br />

(sí, otra) que lleva por nombre El Estanque;<br />

en esa revista se publicarán todas<br />

las novelas que publiquemos como<br />

editorial, de esta forma los autores ya<br />

no estarán limitados solo a tres géneros,<br />

como sucede con esta revista, y se<br />

podrá publicar novelas de ficción de<br />

cualquier género, excepto autoayuda.<br />

Considero que es un proyecto muy<br />

ambicioso porque, en nuestros tiempos,<br />

los proyectos colaborativos y los<br />

productos por entregas, ya sean cómics,<br />

series, novelas y similares, son<br />

cada vez menores, ya que el mercado<br />

exige que los productos sean entregados<br />

lo más rápido posible, para que el<br />

consumidor o usuario final los consuma<br />

(valga la redundancia) de una sola<br />

sentada; la mentalidad detrás de este<br />

particular hábito de consumo recae en<br />

la idea de que mientras más rápido sea


consumido un producto, más rapido se<br />

consumirán los demás.<br />

En cuanto a <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong> <strong>Varada</strong>, y particularmente<br />

a partir de la siguiente convocatoria,<br />

es que retiraremos la categoría<br />

de ensayo, porque realmente es<br />

muy poca la participacíón que se tiene<br />

en esa categoría y me es más sencillo<br />

invitar a los autores que quieran participar<br />

con ensayos o artículos a esperar<br />

que participen en una convocatoria.<br />

Este número no contiene como tal<br />

ningún ensayo, y eso es debido a que<br />

en la convocatoria correspondiente<br />

a este número solo llegaron siete ensayos,<br />

y los dos ensayos que estaban<br />

asignados a este número no cumplían<br />

los requisitos, pues uno de ellos rebasaba<br />

la cantidad de caracteres permitidos<br />

y el otro era una entrada vieja del<br />

blog del autor (que, por cierto, no tuvo<br />

ni siquiera la decencia de quitar la palabra<br />

blog del texto, por lo menos para<br />

disimular). Por lo tanto, será más sencillo<br />

invitar a todos aquellos que deseen<br />

colaborar, lo cual informaremos en las<br />

páginas de este número y los demás.<br />

Como en cada número, desde hace<br />

ya casi tres años, quiero agradecer a<br />

todos nuestros lectores y autores por<br />

hacer posible esta revista, ya que sin<br />

ustedes, ninguno de los esfuerzos que<br />

el equipo editorial y yo realizamos para<br />

ayudar a difundir a los autores nóveles<br />

y no tan nóveles valdría la pena.


¡YA está DISPONIBLE!<br />

EL ESTANQUE<br />

REVISTA LITERARIA<br />

una revista quincenal<br />

dedicada exclusivamente<br />

a la publicación de<br />

novelas por entregas<br />

descárgala gratis<br />

desde nuestro sitio web


EN BOCA<br />

CERRADA NO<br />

ENTRAN MOSCAS<br />

Por Beatriz Márquez Gutiérrez<br />

6


¿Por qué a las personas no les agradan<br />

las moscas? <strong>La</strong>s consideran, sucias y fastidiosas.<br />

Solo se preocupan en cómo eliminarlas,<br />

no les importa las funciones<br />

que tienen estos animales en la naturaleza,<br />

en nuestras propias vidas.<br />

Existen alrededor de 160,000 especies,<br />

son los únicos insectos que solo<br />

tienen dos alas, se alimentan de frutas,<br />

sangre y cosas muertas.<br />

Por ejemplo, las moscas comunes<br />

vuelan alrededor de nosotros o de la<br />

comida porque sienten el calor y olor,<br />

que les indica que es algo potencialmente<br />

comestible; mira el plato de lo<br />

que no te has comido en días, hasta<br />

gusanos tiene.<br />

A ti te pican muchos los mosquitos<br />

por lo que puedo ver en tu delicada epidermis.<br />

¿Sabes por qué? Les atrae el dióxido<br />

de carbono que exhalamos al respirar,<br />

otras lo interpretan como lo que<br />

emiten los desperdicios o los cadáveres.<br />

Espero no haberte confundido. Bueno<br />

déjame presentarme: Forense del Departamento<br />

de policía, egresado de la Universidad<br />

Estatal, tengo varios artículos<br />

publicados y próximamente un libro. Mi<br />

trabajo es recolectar evidencia de cuerpos<br />

de homicidios y los insectos son un<br />

aliado increíble, en especial las moscas,<br />

ya que su ciclo de vida nos ayuda a conocer<br />

el tiempo que lleva la persona muerta<br />

y a saber de qué murió cuando la causa<br />

no es tan evidente, como en los casos<br />

de envenenamientos. Sé que esta no es<br />

una clase, de hecho no soy muy bueno<br />

hablando en público, pero me gusta ser<br />

cortés con mis invitados, y sobre todo<br />

que te des cuenta de lo vital que estés<br />

aquí. Serás parte de mi libro.<br />

Me gustan las ciencias forenses desde<br />

que en la facultad hicimos una práctica:<br />

matar un cerdo, investigar y contabilizar<br />

los insectos que estaban en<br />

cada etapa mortuoria, las cuales son<br />

cuatro. Gastamos mil quinientos en el<br />

cerdo, con ese dinero y un buen matancero<br />

hubiéramos hecho carnitas y chicharrón,<br />

pero pues ni modo. Los órganos<br />

de los cerdos tienen casi la misma<br />

masa que los de los humanos, por eso<br />

fue el animal más apropiado.<br />

Fuimos a una granja por él, lo llevamos<br />

al desierto con un pañuelo lleno<br />

de cloroformo amarrado a su hocico<br />

para que estuviera tranquilo durante<br />

el camino; para cuando llegamos a las<br />

afueras de la ciudad, yo lo iba a matar<br />

con la famosa cuchillada debajo de la<br />

pata izquierda, pero ya había muerto<br />

de sobredosis. Me frustró un poco el no<br />

haber sido yo quien lo matara, en fin.<br />

Creímos que ese químico en su sistema<br />

alejaría los insectos, pero no.<br />

Fuimos cada dos días a observar y<br />

colectar muestras. Era verano, más de<br />

treinta y cuatro grados centígrados;<br />

las fases fueron más cortas por el calor,<br />

el cuerpo se estaba pudriendo tan<br />

rápido: inflado y morado a los dos días,<br />

podrido y con las vísceras de fuera a los<br />

cuatro, jamás olvidaré el olor de la carne<br />

podrida. Para el sexto día había de<br />

todo: larvas, moscas, escarabajos, hormigas<br />

y le faltaba una pata. Pensamos<br />

que un coyote o perro lo rondaba y tuvimos<br />

la brillante idea de amarrarlo. Al<br />

décimo día, cuando regresamos, ya no<br />

había cerdo, solo una mancha de grasa<br />

en la tierra con su forma.<br />

Nunca me había emocionado tanto<br />

con una práctica de investigación de<br />

una materia, así que la convertí en mi<br />

tema de tesis, solo que yo ya podía matar<br />

a los cerdos con mis propias manos.<br />

<strong>La</strong> tesis fue mi primer artículo publicado.<br />

Tuvo mucho impacto y seguí con<br />

7


esa misma línea de investigación hasta<br />

el doctorado. El mismo gobierno me pidió<br />

que trabajara para la policía.<br />

<strong>La</strong> mayoría de los cadáveres que veo<br />

ahora son ocasionados por impactos<br />

de balas, arma blanca o sobredosis, y<br />

aunque nada de eso detiene a los insectos<br />

acercarse al festín, no puedo<br />

experimentar o jugar con los factores,<br />

porque hay que entregar rápido los<br />

cuerpos a sus familiares, y eso, la verdad,<br />

es muy aburrido.<br />

Pero… ¡No te duermas! Estoy contándote<br />

algo importante para mí, importante<br />

para todos, ya que será para<br />

las ciencias y para mí un logro supremo.<br />

Iré al grano, ya que me pusiste de malas.<br />

Estudio el comportamiento de las<br />

moscas en diferentes tipos de ambientes<br />

y cadáveres. No se comportan igual<br />

en un vagabundo de cincuenta años que<br />

murió por congestión alcohólica; en un<br />

ama de casa, madre de tres hijos, quien<br />

sale a correr todas las noches, que falleció<br />

por traumatismo craneoencefálico;<br />

o un hombre obeso con diabetes que<br />

sufrió un paro cardiaco, esa fue mi peor<br />

idea de sujeto de investigación, fue un<br />

fastidio limpiar y deshacerse del cuerpo.<br />

Dicen que el asesino perfecto es<br />

aquel al que no le encuentran el cadáver.<br />

Cuando trabajas para el gobierno<br />

tienes acceso a información, bases de<br />

datos para modificarla, para no levantar<br />

sospechas o inculpar a otros y sustancias<br />

químicas ilimitadas.<br />

Y hoy veremos cómo se comportan<br />

las moscas contigo.<br />

Sujeto de prueba #36:<br />

Sexo femenino. 17 años. Caucásica.<br />

Cabello rojo, 57 kilogramos. 1.65 metros.<br />

Causa de la muerte: ahogamiento.<br />

8


LIBROS<br />

GRATIS<br />

www.editorialdreamers.com<br />

9


10<br />

¿QUÉ FUE<br />

DEL MIEDO?<br />

Por Ricardo Sánchez Mejorada


Miedo… en que vulgar y corriente<br />

palabra se ha convertido una de<br />

las más grandes motivaciones<br />

que ha tenido la humanidad, no importa<br />

la época, no importa el contexto social<br />

o cultural, tampoco interesa el sexo<br />

o la anatomía; el miedo era ese sentimiento<br />

capaz de hacer arder pueblos,<br />

ciudades o países enteros por su mera<br />

presencia. Y aquí estamos, sumidos en<br />

un interminable bucle de vergonzoso<br />

desprestigio. Aun así, la literatura<br />

siempre había velado gratamente mi<br />

existencia, propagándola con la eterna<br />

eficacia atada a los símbolos que me<br />

describían. Y en algún punto, un desconocido<br />

escritor fue capaz de identificar<br />

cual era el origen de tan aberrante sensación,<br />

solo él fue capaz de, en su momento,<br />

permitirse ver un poco más allá<br />

de su nariz, la propuesta recibió críticas<br />

de todo tipo, ciegos ante la gran verdad<br />

que se había revelado ante su primitiva<br />

conciencia, la frase decía: «El hombre<br />

solo le teme a dos cosas: a lo que desconoce<br />

y a lo que no puede controlar.»<br />

¡Brillantes palabras! Cuanta verdad<br />

contenida en un sencillo párrafo, después<br />

de tal revelación se pudieron demostrar<br />

con facilidad dos teorías. <strong>La</strong><br />

primera: Los seres humanos son capaces<br />

de ignorar la verdad, aun teniéndola<br />

delante. Y segundo: aún antes de tener<br />

la receta para imponer la voluntad<br />

de quien fuera mi aliado, rápidamente<br />

se me encontraron un uso, me volví un<br />

arma… y una más común de lo que<br />

fueron capaces de ver en su momento.<br />

Era un arma que se utilizaba con poca<br />

eficiencia, de forma burda y con poco<br />

alcance, digna de los pequeños que les<br />

gastan bromas a sus padres cuando<br />

estos volvían de sus caserías, o en todo<br />

caso, de aquellos que eran capaces de<br />

propiciar temor dentro de los corazones<br />

de una aldea más débil que la suya.<br />

Luego los tiempos cambiaron, y también<br />

cambió el uso esta herramienta, volviéndome<br />

más preciso y refinado, todo<br />

esto se retomó como si se tratara de un<br />

puñal escondido en una cena de gala,<br />

en algún reino rico, y deseado gracias a<br />

su misma riqueza, no fue sino el miedo<br />

la herramienta que se utilizó para que<br />

aquella cena terminara con un nuevo rey<br />

portando la corona, y la cabeza de un antiguo<br />

gobernante incrustada en una horquilla.<br />

El nuevo rey ahora debía de cuidar<br />

su cuello de gente como el, disfrutando<br />

todo lo que pudiera antes de que la edad<br />

o las condiciones lo llevaran al mismo<br />

sendero de su predecesor. Sin saber así,<br />

que se había vuelto víctima de su propia<br />

arma, cayó ante ella como el soldado<br />

que se tropieza con su propia espada.<br />

Aún con esta irónica caída, y para consuelo<br />

de los pobres, se puede decir que<br />

murió con la corona aún en su cabeza.<br />

Y llegamos al momento de presentar a<br />

una compañera de un incalculable valor<br />

dentro de mi esparcimiento a través de<br />

los corazones de la humanidad, tan necesaria<br />

para mí como lo es el agua a un<br />

pez, la tantas veces adorada y solicitada<br />

Muerte, aquella que es tan bien recibida<br />

por muchos, y tan eludida por otros, cada<br />

uno decidiendo cómo prefería acompañarla,<br />

ya que la violencia y la tranquilidad<br />

eran herramientas que maneja a la<br />

perfección. Sin ella, el más grande miedo<br />

existente no se podría catalizar; pues,<br />

aunque como individuos se puede tener<br />

un más que amplio abanico de temores,<br />

y ni qué decir de una sociedad, de uno<br />

solo de ellos no hay retorno, arreglo o tratamiento.<br />

Y como un desierto dispuesto<br />

a tomar cada gota de esencia, mi querida<br />

compañera y yo nos vimos prostituidos<br />

11


al servicio de cualquiera que fuera capaz<br />

de intimidar, asombrar, o interrumpir indefinidamente<br />

la respiración de alguien<br />

más. Llego entonces a ser algo más que<br />

mi acompañante, tal vez el decir amante<br />

sea muy empalagoso de mi parte, pero<br />

es el acercamiento más próximo al cómo<br />

me sentía respecto a ella, y pese a todo<br />

me veía incapaz de evitar su sufrimiento,<br />

víctima de las laceraciones cotidianas de<br />

nuestros creadores.<br />

Con todo esto dicho: ¿Qué es lo que<br />

realmente debería pasar? ¿Los servicios<br />

del miedo y la muerte deberían ser<br />

una herramienta exclusiva de las elites,<br />

al servicio de la raza que les dio nombre<br />

y forma? ¿O aceptar nuestro lugar<br />

como viles casualidades dentro de la<br />

historia de una raza tosca y autodestructiva?<br />

¡Nos negamos! Somos mucho<br />

más que eso, somos una fusión de todo<br />

lo que podría destruir a una persona,<br />

12


no físicamente, no mentalmente, ni siquiera<br />

espiritualmente, somos capaces<br />

negar su existencia ante el mundo, y<br />

salir airosos como quien pelea con una<br />

planta de campo.<br />

Con esto en mente tomamos una<br />

decisión, la humanidad ha ingrata y<br />

desagradecida, ha perdido nuestro<br />

favor, pero no podemos simplemente<br />

desaparecer, así que de cara al mundo<br />

presentamos esta oferta. Enfréntenos,<br />

niéguenos la entrada a sus hogares, a<br />

sus hijos, a sus vidas, porque tengan<br />

por hecho que los visitaremos, a todos<br />

los que respiran en este momento, negándoles<br />

cualquier descanso, inclusive<br />

el último de ellos. Esperen el mismo<br />

trato que nos dieron, resígnense con<br />

encontrarse cara a cara con la desesperación,<br />

y por sobre todo…<br />

Diviértanse, al fin y al cabo, no pueden<br />

morir. ¿Cierto?<br />

13


<strong>14</strong><br />

LA SANGRE<br />

EN EL CILICIO<br />

Por Jesús Guillén Luna


Desde la pequeña ventana de mi<br />

habitación veo al sol entregarse<br />

al ocaso detrás de la oscura silueta<br />

del campanario. Ocho campanadas<br />

replican en el incómodo silencio y parecieran<br />

marcar el ritmo con el que una<br />

de las monjas limpia el patio. No importa<br />

si la hermana ha hecho un gran<br />

trabajo, la sangre siempre será difícil<br />

de limpiar, pero aunque logre borrarla<br />

por completo, quedará en el subconsciente<br />

una especie de sombra carmesí<br />

como estela en el lugar donde una vida<br />

fue arrebatada con violencia.<br />

Esta mañana fue encontrado el cadáver<br />

de otro monje del convento, el<br />

sexto en lo que va del mes. Todos los<br />

cuerpos han sido encontrados en diferentes<br />

lugares, pero comparten las<br />

mismas características: piel desnuda<br />

develando las profundas heridas que<br />

parecieran hechas con cadenas, y una<br />

horripilante marca en el pecho en forma<br />

de cruz como estocada final. Nadie<br />

en el convento sabe qué ocurre. <strong>La</strong><br />

policía no tiene ni una sola pista y el<br />

miedo asfixia el ambiente. Imagino a<br />

las víctimas: los gritos, los llantos, los<br />

rostros de agonía y pavor; me desgarra<br />

el alma y me hace temblar.<br />

<strong>La</strong> monja se persigna ante la escena<br />

del crimen antes de retirarse del patio.<br />

A los pocos segundos, los monjes que<br />

conforman el coro comienzan a tomar<br />

sus posiciones para su práctica de la<br />

noche. Ésa es mi señal para preparar<br />

mi flagelación. Me adentro en mi austera<br />

habitación, guiado por las tenues<br />

flamas de las veladoras, intentando<br />

ignorar mi reflejo en el espejo de la<br />

pared a mi derecha, intentando ignorar<br />

las manchas de sangre en la pared<br />

a mi izquierda —no puedo recordar si<br />

aquellas manchas fueron causadas por<br />

mi propia sangre después de flagelarme…<br />

o son de alguien más—. Tomo el<br />

flagrum del cajón junto a mi cama una<br />

vez más y un nudo se forma en mi garganta.<br />

Doy media vuelta, suspiro y entrego<br />

mi alma al castigo.<br />

Mi pálido y débil cuerpo queda al<br />

descubierto al quitarme la túnica. Finos<br />

hilillos carmesí se dibujan en la piel<br />

de mi pierna izquierda, desde el muslo<br />

hasta el talón, causados por el cilicio<br />

que me castiga. Es difícil quitármelo,<br />

no recuerdo desde cuándo está ahí<br />

pero da la impresión de que el inmisericorde<br />

acero se estaba volviendo uno<br />

con la carne. El dolor es insoportable y<br />

caigo sobre mis rodillas.<br />

Frente al crucifijo que me observa<br />

y, haciendo un inhumano esfuerzo por<br />

respirar, espero a que los cantos inicien<br />

para fustigarme. Si mi perspicacia me es<br />

fiel, esta noche el coro entonará el Confiteor,<br />

como lo han hecho desde que los<br />

asesinatos se desataron. Pero la espera<br />

empieza a hacerse pesada e insoportable<br />

a medida que el frío se intensifica.<br />

In nomine Patris… <strong>La</strong>s luces de las<br />

veladoras se apagan.<br />

…et Filii… El dolor en la herida del<br />

Cilicio palpita, desatando un escalofrío<br />

que eriza la piel de mi espalda hasta mi<br />

nuca, ahoga un grito de dolor y desemboca<br />

en llanto.<br />

…et Spiritus Sancti… <strong>La</strong>s lágrimas se<br />

confunden con el sudor y con el rabillo<br />

del ojo puedo ver mi oscura silueta en<br />

el espejo. Estoy encorvado, mal trecho,<br />

irreconocible. Está ocurriendo.<br />

…Amen. El dolor cesa, el coro de voces<br />

graves comienza a cantar, y la pesada<br />

caricia del flagrum recorre la piel de<br />

mi espalda.<br />

Confíteor Deo, omnipoténti… Uno,<br />

dos, tres latigazos. Mis ojos se tornan vi-<br />

15


driosos, pero no sé si sea por el dolor o<br />

por la emoción de escuchar los cánticos.<br />

…beatae Mariae, semper Virgini…<br />

Siento un cálido y espeso líquido lamiendo<br />

la piel de mi espalda; es sangre,<br />

estoy seguro, y ese ardor tan familiar<br />

que me recuerda que sólo vivo para<br />

entregarme a Dios y mi dolor expiará<br />

mis culpas para merecer su glorioso<br />

perdón y divina misericordia. Cuatro,<br />

cinco, seis latigazos más que de hecho<br />

comienzan a… gustarme.<br />

…beato Michaeli Archángelo… Un<br />

parpadeo basta para verme diferente<br />

en el espejo. Mi complexión, mi sonrisa,<br />

el brillo en mis ojos que se tiñe de<br />

carmesí. El sonido de mi respiración se<br />

asemeja al de una bestia abominable<br />

desesperado por desatarse. Mi corazón<br />

oscila entre el horror y la emoción… y<br />

lo segundo predomina cada vez más.<br />

El coro sigue cantando y, a su ritmo,<br />

los recuerdos se esclarecen. Reconozco<br />

esas imágenes, esta sensación, esas<br />

manchas de sangre en la pared y mi<br />

cuerpo se deja llevar gustoso por el ritmo<br />

del coro afuera.<br />

…sanctis Apóstolis… Siete, ocho,<br />

nueve latigazos. Suelto una carcajada y<br />

su eco replica en las paredes. Cualquiera<br />

que me escuchase se estremecería,<br />

pero yo sólo puedo seguir riendo.<br />

…ómnibus Sanctis… Diez, once, doce<br />

latigazos. Una punzada en cada uno<br />

de mis dedos y veo mis uñas creciendo<br />

desmesuradamente, gotea sangre des-<br />

16


de mi boca y siento mis colmillos más<br />

grandes y afilados. Suena irónico que la<br />

oscuridad más malévola aclare mis ojos.<br />

…mea culpa… Me vuelvo uno con las<br />

sombras, me entrego de lleno a mis deseos<br />

más terribles. Sé quién soy, sé qué<br />

ha ocurrido aquí…mea culpa… ¡Mea<br />

máxima culpa! ¡Despierta el vestiglo<br />

que duerme en mí!<br />

Y entonces: silencio. Los coros han<br />

callado, la flagelación ha terminado.<br />

Mi sed de muerte pide a gritos ser saciada.<br />

Mi deseo de salir y conquistar la<br />

noche arrebatando el aliento de las almas<br />

de quienes yacen aquí es insoportable,<br />

y yo no pensaré dos veces en hacer<br />

caso a las voces de mis apetitos. Antes de<br />

salir de la habitación, encuentro el cilicio<br />

ensangrentado a mis pies. Lo tomo entre<br />

mis largos y decrépitos dedos. Mi anormal<br />

olfato me ayuda a darme cuenta de<br />

algo: esta no es mi sangre. Mi sangre huele<br />

a agrio vinagre, a podredumbre, esto<br />

huele a pureza, a inocencia, a la monja<br />

que asesiné hace seis noches, al monje<br />

que asesiné anoche. Guardo el cilicio<br />

conmigo para ponérmelo en cuanto mi<br />

festín de la noche acabe ¿quién podría<br />

imaginar que la sangre en él no es la mía?<br />

Salgo de la habitación adoptando la<br />

penumbra en mi piel. Me escondo en<br />

el silencio de los pasillos y espero con<br />

ansias. Por fin, una silueta se dibuja<br />

desde el otro lado del corredor y mi<br />

verdadero yo se prepara para volver a<br />

retar a Dios en su propia casa.<br />

17


18<br />

UNA BREVE<br />

DECONSTRUCCIÓN<br />

DE MI MUNDO<br />

Por Hugo Eduardo Quiroz Marín


Es siempre típico que mi amigo, su<br />

mascota humana y yo nos metamos<br />

en aprietos tan recurrentemente<br />

graciosos mientras revisamos,<br />

analizamos y presentamos las ideas<br />

más jocosas de la indumentaria caótica<br />

del universo multifacético. Como aquella<br />

vez que viajamos al encuentro destinado<br />

de la existencia de uno de los tres y<br />

lo impedimos pensando en las repercusiones<br />

lineales que aquello podía ocasionar<br />

para la paradójica lógica espacial<br />

y temporal de la determinación cuántica<br />

bilateral. El resultado fue el esperado,<br />

sin embargo esa historia ahora no tiene<br />

la menor importancia… Por cierto que<br />

mi amigo es un chango, y su mascota<br />

humana es un tipejo que nos acompaña<br />

y de vez en cuando habla conmigo,<br />

preguntando, aclamando y recitando<br />

verbalizaciones sobre libros novelescos<br />

que nada me importan.<br />

Una historia graciosa que quiero<br />

contar sucedió aquella vez que me encontraba<br />

resolviendo una ecuación bino-diferencial,<br />

cuando ellos llegaron a<br />

mi casa preguntando por mis asuntos<br />

de manera beligerante. Yo les respondí<br />

que me encontraba en la más amplia<br />

de las realidades contraídas buscando<br />

una forma de hacerla más minúscula<br />

y que por ello me sentía liberado y<br />

expandido, cuando de repente, como<br />

caído del cielo, vino a mí la más hermosa<br />

secuencia de números que pudo<br />

haber expresado jamás algún ordenador.<br />

Entendí enseguida que aquello era<br />

algo extrañamente inentendible y que<br />

por ello solamente el mundo podía<br />

acabar, así que de la nada y despedido<br />

como bala comencé a trascribir todo<br />

aquello que refleja el sentimentalismo<br />

pictográfico de la manifestación cognoscente<br />

al que apelan los pomposos<br />

que apoteósicamente rememoran los<br />

desvaríos de los que antaño y ahora<br />

se jactan de mostrarse hábiles en el<br />

intelectualismo numerológico de estos<br />

tiempos confusos.<br />

No fue hasta que llené todos los pizarrones,<br />

todas las hojas y todas las paredes<br />

de donde yo estaba que vi, con<br />

todos mis ojos, la desgracia de mi tragedia,<br />

la risa de mi comedia, la incompleta<br />

y aun así interminable cadena de<br />

eventos que se desenvuelven y avanzan<br />

por el tiempo y el espacio sin llegar<br />

a ningún lado pero que conforman el<br />

total melodrama. Mi melodrama. Y fue<br />

así que, rápido pero inseguro, comencé<br />

a redesorganizar todos los números y<br />

todas las vidas.<br />

<strong>La</strong> misma construcción de números<br />

secuenciales me hizo dar cuenta que la<br />

vida deja de ser vida en el momento de<br />

la verdadera existencia. Pues no es posible<br />

saber que dentro de los euclídeos,<br />

los primos, los pares, los nones, los naturales,<br />

los cuadráticos y los decimales<br />

se encuentran los verdaderos causantes<br />

del caos cósmico, representados<br />

meramente como el mínimo exponente<br />

del exponencial de Pi.<br />

Fue durante mi avance, analítico y<br />

lisérgico, para comenzar a comprender<br />

el todo que, de pronto, noté que me encontraba<br />

ya en la nada y en la nada vi el<br />

todo y el todo no era nada comparado<br />

con la nada, y avancé y me detuve y me<br />

moví sin caminar hasta que mis ojos vieron<br />

lo que no estaba en lo que estaba, y<br />

sin sentir comprendí que estaba sintiendo<br />

estar en donde no estaba y en donde<br />

estaba sentía que no sentía nada.<br />

Así comencé siendo dentro de la nada<br />

y el todo, donde, justo al empezar desde<br />

todos los vectores que abarcan la nada,<br />

pese a que todos piensen que la nada no<br />

19


presenta un inicio o un final a diferencia<br />

del todo, del cual un maestro ya expuso su<br />

totalidad en una simbolización hexagonal<br />

literaria, todo el inicio de la nada comienza<br />

en el medio del todo. Pero desvarío.<br />

Pues al terminar de comenzar de ser lo<br />

que debía ser, concluí que ya había sido y<br />

por lo tanto era y sería lo que al principio<br />

ya dejaría de ser, porque inevitable al final<br />

dejé de ser lo que era para ser lo que fui en<br />

el ahora. Y entonces construí y destruí lo<br />

que debe ser hecho y no hecho y en lo hecho<br />

noté que lo creado se caía y en lo no<br />

hecho todo permanecía de píe en la nada.<br />

Y de la nada broté, esta vez como un todo,<br />

y el todo me vio y yo lo vi y en la nada los<br />

dos existimos y dejamos de ser algo para<br />

ser nada en la nada.<br />

Y vivimos en la nada apretados, estrujados,<br />

contraídos, exprimidos, contenidos,<br />

porque la nada solamente ocupa<br />

mucho espacio. Y prisionero de mi propio<br />

todo me busqué, me encontré y me<br />

vi esta vez conmigo mismo y me dije<br />

aquello que yo no quería escuchar y al<br />

escucharme deje de ser mi todo y me volví<br />

nada y dejé a mi todo en mi nada para<br />

volver y contarles todo esto y nada más.<br />

FIN<br />

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22<br />

EL CHARCO<br />

Por Esperanza Angeles Soto


Hace un charco que te amo, María.<br />

Antes de tu llegada, el zacate dorado<br />

estaba tirado sobre las tierras<br />

secas. Y tú que no venías.<br />

Ay, María, cómo te extrañaba. Lo sé,<br />

ni nos conocíamos, pero se preparaba,<br />

se barbechaba el ambiente para el siguiente<br />

ciclo de fertilidad, de nueva<br />

vida, de tu misteriosa llegada.<br />

Pensaba en hacer rituales para tu venida.<br />

Agradecer por anticipado lo que<br />

está por entrar a mi vida. Pero ya lo hacían<br />

los hombres del campo. <strong>La</strong>braban<br />

la tierra para esparcir después sus semillas.<br />

<strong>La</strong>s plegarias de sus cantos se elevaban<br />

como haciendo uno con el viento.<br />

Entonces ascendían, eran escuchadas,<br />

procesadas y sólo esperaban para ser<br />

regresadas en el momento preciso, en<br />

el instante necesario y en las condiciones<br />

adecuadas para su acción. <strong>La</strong> Tierra<br />

entendía de este sacrificio por sus hijos.<br />

Un poco de deformación para después<br />

llenarlos de sus frutos para su sustento.<br />

Por las noches, me sentaba fuera de<br />

la casa, contemplando el campo, el trabajo<br />

del día. <strong>La</strong>s lucecitas del cielo y de<br />

la tierra, hablaban de ti.<br />

En marzo, sus vientos salvajes, no<br />

domesticados, me murmuraban tu venida.<br />

Te sentía más cerca, mi vida.<br />

Existía una armonía entre la iluminación<br />

nocturna del suelo y aquella<br />

proveniente de lejanos mundos. Una<br />

de esas noches, solicité tu compañía al<br />

cielo. Aun así, de cualquier forma llegarías,<br />

conmigo o sin mí. El presagio de tu<br />

llegada fueron las luciérnagas, con las<br />

primeras lluvias. Los espíritus del vaho<br />

que desprendía la tierra mojada, únicamente<br />

a mí me mostraban tu silueta, tu<br />

belleza femenina.<br />

El suelo húmedo permitía la comunión<br />

para la penetración, depositar la<br />

semilla en este acto de amor. Por donde<br />

miraba, florecían todos los colores de<br />

esperanza, que se esparcían por doquier.<br />

Estaba por impacientarme. Sin embargo,<br />

recordé de mis labores del campo<br />

y de los mismos tiempos que se<br />

toman las mujeres para llegar, como la<br />

mismísima Tierra que se prepara para<br />

seducir con sólo mirarla.<br />

Llovió alguna noche, más que de<br />

costumbre. Vendavales agitaban los<br />

árboles, las casas, mi casa, mi corazón.<br />

Me sentí perturbado. Y dudé conocerte.<br />

Pero al amanecer de aquella noche tempestuosa,<br />

olí tu presencia, a minerales<br />

remojados del suelo que se evaporan,<br />

algo así como la frescura de la Tierra.<br />

El sauce llorón de la casa, ése que<br />

guardaba su rocío, junto al camino, con<br />

los aires dejó caer sus lágrimas cuando<br />

descansaba debajo de él. Miraba hacia<br />

abajo, mejor dicho, al charquito del rocío<br />

que crecía ante mí. Veía las simpáticas<br />

ondas que se producían con el soplo<br />

de la Tierra, con el aire en movimiento.<br />

De repente, allí estabas en el reflejo<br />

del agua. Alcé la vista y tú, preciosa.<br />

Ay María, como ansiaba conocerte.<br />

Tu voz tímida dijo:<br />

—Buenas tardes, ¿éste es el pueblo<br />

de San Juan?<br />

Entonces supe que te quedarías y me<br />

arrebaté empezar a amarte. Así pasaron<br />

los meses y sabíamos de nosotros.<br />

Húmeda y tersa era tu piel que se regocijaba,<br />

con abrirse poco a poco a los<br />

actos de amor, entregados en jugosos<br />

manjares al pie de nuestro árbol.<br />

Con junio, y la fiesta del pueblo, te<br />

invité a la feria.<br />

¡Ay, María, qué día tan desgraciado!<br />

Nos cruzamos en el camino y no nos<br />

vimos. Un aguacero se dejó caer. Sólo<br />

llegaste al sauce llorón para cubrirte.<br />

23


24<br />

¿Por qué no te alojaste en la casa, María?<br />

Te faltaba poco, mi amor, para protegerte.<br />

Te atravesó un rayo.<br />

Algo de mí se quebró. Y la idea de la<br />

cordura se desvaneció con mi llanto, que<br />

no encontró consuelo ni pronto ni lejos.<br />

Entonces decidí darte en ofrenda a la<br />

Tierra. Donde te conocí, bajo el sauce<br />

llorón, coloqué tu cuerpo de pie, con la<br />

cabeza hacia afuera. Cuidé el agua del<br />

charco. Le coloqué sal para que cristalizara<br />

tu bella cara. Cuando desapareció<br />

la carne, quedó tu reflejo en aquel tipo<br />

de salmuera improvisada.<br />

Dorado es tu recuerdo, que poco a<br />

poco se desvanece.<br />

Mis ojos empiezan a voltear hacia<br />

una muchacha que me ha acompañado.<br />

Ella se muestra triste, porque vengo<br />

al charco. No me dice nada. Pero cuando<br />

hablamos, sus ojos sacan chispitas y<br />

me sonríe a cada rato.<br />

¡Ay, María! Ya casi acaba el otoño y tu<br />

charco se está secando.


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26<br />

ÉL<br />

Por Martín Sepúlveda B.


Desde la ventana se ve la torre de<br />

la iglesia. Pinos altos a los lados,<br />

verde oscuro, serios y ancianos.<br />

No tiene idea de cuánto rato lleva mirándolos,<br />

porque sus ojos apuntan hacia<br />

esa dirección, pero en realidad no<br />

ve nada. Quiere mover la cabeza, pero<br />

no puede. O no quiere. No está seguro.<br />

No recuerda haber llegado a su casa<br />

la noche anterior, pero ahí está, en su<br />

cama. Un cosquilleo en las manos logra<br />

quitar la atención de los árboles.<br />

Parpadea fuerte y siente los ojos como<br />

lijas. Se mira los dedos, que están dormidos,<br />

pero se mueven sin dificultad.<br />

Trata de rascarlos pero el cosquilleo<br />

viene desde adentro, más abajo de la<br />

piel y la carne. Más abajo de los huesos.<br />

Levantarse cuesta, pero lo logra.<br />

Sabe que hace un frío insoportable,<br />

pero no lo siente. De todas maneras se<br />

abriga, se pone varias capas, pero tampoco<br />

siente calor. Solo hormigueo, en<br />

la unión de los dedos, detrás de los nudillos,<br />

en las muñecas. Se rasca con el<br />

interior de las mangas del chaleco. No<br />

sirve de nada. Solo le enrojece la piel.<br />

Sale de la pieza y su compañero de<br />

casa ya está en la mesa. Toma café,<br />

come huevos con cuchara. Se saludan<br />

con un gesto. Se va a servir café, pero no<br />

quiere. No hay hambre. Solo manos que<br />

pican y ojos que raspan. De todas maneras<br />

se sienta en la mesa, es ritual. <strong>La</strong><br />

compañía es ritual, la soledad es trágica.<br />

El compañero lo mira y le dice que<br />

se ve mal. Le pregunta cómo se siente,<br />

que está pálido y tiene los ojos muy rojos.<br />

Él le dice que parece que se resfrió,<br />

o que tomó mucho. El compañero le recuerda<br />

que el día anterior no salió, que<br />

estuvo toda la noche acostado. Trata<br />

de acordarse de los sucesos y es cierto,<br />

no salió, por eso no recuerda haber<br />

llegado. Debiese sentirse confundido,<br />

pero no lo hace. <strong>La</strong>s confusiones y pensamientos<br />

profundos lo evaden desde<br />

que amaneció mirando los pinos. <strong>La</strong><br />

picazón y la irritación lo persiguen.<br />

Los pinos siguen ahí afuera. Cuidando<br />

la torre que vigila a los santos y los<br />

pecadores. No se había fijado en que<br />

los estaba mirando. No sabe bien qué<br />

hora es. Sabe que es la mañana. No la<br />

misma mañana en la que estaba hace<br />

un rato, es otra. <strong>La</strong> siguiente. Tal vez<br />

una tercera. <strong>La</strong> sangre seca en las sábanas<br />

es una pista. Han pasado al menos<br />

dos días. Desde que no se quiso tomar<br />

el café. Desde que se rascó las manos<br />

hasta romperse la piel.<br />

En el velador hay un vaso de agua.<br />

Cuando lo levanta ve sus dedos carcomidos.<br />

Cuando lo vuelve a dejar ve la<br />

sangre de sus labios marcada en el borde.<br />

Siente hinchazones. Siente las bacterias<br />

alojarse en los nuevos espacios<br />

que ha abierto en su carne. No siente<br />

dolor. Ni el frío todavía. Abre la ventana,<br />

se apoya. <strong>La</strong> torre le intenta decir<br />

algo, pero los pinos no la dejan. Les<br />

quiere preguntar, pero la puerta suena.<br />

Te quiero llevar al mar. O a la montaña.<br />

Él no quiere salir de la pieza, pero su<br />

compañero está decidido. Le dice que<br />

está deprimido, que un cambio de aire<br />

le va a ayudar. Él ya no siente el aire,<br />

no puede llenar sus pulmones porque<br />

están llenos de agujeros. Te vas a hacer<br />

daño, le dice el compañero mirándole<br />

las manos. Se te va a podrir el corazón,<br />

le dice algo más que no está ahí.<br />

Siente el pecho negro. Siente el olor<br />

pesado del musgo. Está entre sus huesos<br />

y debajo de su piel. Pica menos, es viscoso.<br />

Su compañero intenta tomarlo pero<br />

la piel se estira y resbala como teflón.<br />

Se miran, uno pestañea perdido, el otro<br />

27


pestañea con ojos de lija, la córnea no<br />

aguanta mucho más. Necesito que salgas<br />

de esta pieza. Necesitamos que mires<br />

por la ventana. Son voces vetustas las de<br />

afuera, las que tapan el sonido de la torre<br />

santa. Es una voz joven la que le ofrece<br />

ayuda. Una voz aguda. Insoportable.<br />

<strong>La</strong> piel ya no le molesta. Se cayó al<br />

piso. Resbaló. Es un saco que se vuelve<br />

sólido y blando a la vez. El aroma espeso<br />

viene del cuerpo del compañero.<br />

Pero él ya no tiene olfato. No le molestan<br />

los olores ni las picazones. Los párpados<br />

se los arrancó con un pedazo de<br />

vidrio. Ya no hay lija. Ya no hay ventanas.<br />

<strong>La</strong>s sábanas son negras y duras, como<br />

las voces de los pinos, que le cuentan<br />

una historia más antigua que todas las<br />

campanas. Una historia que pasa bajo<br />

la tierra y más arriba de los cielos. Una<br />

historia microscópica, llena de gigantes.<br />

Una que no empieza ni termina. Una<br />

historia que solo se puede contar al revés.<br />

Él ya no mira. Ya no escucha. <strong>La</strong> historia<br />

la siente. Es suya. Él es la historia.<br />

Y nadie puede quitársela. Nadie puede<br />

salvarlo. Porque él ya se quitó los ojos,<br />

pero es el mundo el que no lo puede ver.<br />

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30<br />

UN PASEO<br />

PERTURBADOR<br />

Por Jose G. Mejia


De paseo con sus hijas otra vez. No<br />

he conocido a alguien que disfrute<br />

tanto de pasear con sus hijas. Quizá<br />

el huevón de Mario debería aprender<br />

algo de su vecino, no ha hecho más que<br />

quejarse desde que nos mudamos, pensó<br />

Diana, al asomarse una vez más por<br />

la ventana del salón que daba a la calle.<br />

—El vecino está de paseo de nueva<br />

cuenta. Míralo, disfrutando el atardecer<br />

mientras empuja con suavidad la<br />

carriola donde van sus hijas.<br />

Mario miró a su mujer con ojos inquisidores<br />

mientras, sentado sobre el<br />

sofá, deshacía el nudo de las agujetas<br />

que ataban sus zapatos. ¡Esos zapatos<br />

le pulverizaban los pies! Sentía un gran<br />

alivio poder quitárselos al llegar a casa.<br />

Elevó un suspiro de alivio al sentir la alfombra<br />

bajo sus pies y dijo:<br />

—Déjale en paz. ¡Por Dios!<br />

—¡Estoy aburrida! A duras penas puedo<br />

levantarme de la cama y ver lo que<br />

pasa por la ventana. Sólo veo al vecino<br />

caminando con sus hijas, disfrutando<br />

el paseo —y comenzaron los sollozos<br />

de Diana mientras jalaba la cortina un<br />

poco a la derecha para continuar viendo<br />

por la ventana.<br />

Mario, descalzo, se dirigió a la nevera.<br />

Tomó algunos hielos y los dejó caer con<br />

suavidad dentro del vaso de base ancha.<br />

Destapó una botella de whisky y vertió<br />

un chorro sobre los hielos para escucharles<br />

crujir. Sorbió un poco y refrescó<br />

la garganta. Era un fastidio llegar a casa,<br />

pero amaba a su mujer y a su hija en camino,<br />

por ello procuraba expresarse con<br />

la mayor afabilidad posible.<br />

—Mi amor, sabes que ha sido instrucción<br />

del médico —se acercó a ella y le<br />

abrazó por detrás con ternura, tentando<br />

el vientre de casi siete meses de embarazo,<br />

consiguiendo se separase de la ventana.<br />

Le dio un tierno beso en la frente y<br />

regresó por el vaso para llevarlo a la sala<br />

y sentarse un momento. Diana se sentó<br />

junto a él y se apoyó sobre su hombro.<br />

Hacía poco más de dos semanas que<br />

se habían mudado a la colonia y tenían<br />

aun empacadas muchas cosas. El salón<br />

donde dejaron los sillones de forma<br />

provisional, aquel que asomaba a la<br />

calle, estaba lleno de cajas cerradas en<br />

su parte posterior. ¡Dos semanas! Aún<br />

comían comida enlatada o empaquetada.<br />

Dormían en la recamara principal<br />

donde sólo estaba el colchón, eso sí,<br />

acomodado siempre con sábanas, cobijas<br />

y cómodas almohadas.<br />

El lugar al que se mudaron era en<br />

realidad muy lindo; una colonia cerrada<br />

y algo alejada del bullicio de la ciudad.<br />

Un conjunto nuevo, con tan sólo<br />

catorce casas bien distribuidas en línea<br />

recta hasta desembocar en un semicírculo<br />

de pavimento, rodeando un bello<br />

jardín con algunas bancas y juegos infantiles,<br />

alberca y un salón de eventos.<br />

El lugar perfecto para criar a un hijo,<br />

pensaban de forma constante.<br />

Tomaron la decisión de cambiar de<br />

casa para comenzar, como dice la frase<br />

coloquial, desde ceros. Con una hija en<br />

camino y un reciente ascenso en el trabajo<br />

de Mario, se dieron la oportunidad de<br />

mudarse a un mejor lugar. Mayor seguridad,<br />

mejores vecinos y más tranquilidad.<br />

Aquella noche se fueron a la cama<br />

sin cenar, estaban realmente agotados.<br />

A la mañana siguiente, Mario se levantó<br />

de la cama algo temprano. Los<br />

sábados eran de lavar el auto. Asomó<br />

por la ventana para ver las nubes, quería<br />

cerciorarse ante la posibilidad de<br />

lluvia. Entonces le vio caminando frente<br />

a la casa, con la carriola de dos espacios<br />

y sus hijas abordo<br />

31


¿No tendrá algo más que hacer?, pensó.<br />

¿En qué momento trabajará? ¿Su<br />

esposa llevará las cuentas en la casa?<br />

Le pareció haber visto a la esposa del<br />

vecino sólo un par de veces desde que llegaron<br />

ahí; una mujer alta, de tez blanca y<br />

cabellos negros, con muy bonitas curvas,<br />

inconfundibles al andar. Llevó a la cochera<br />

lo necesario para lavar el auto…<br />

—¡Vecino! ¡vecino! ¡Buenas!<br />

—¡Buenas tardes! —Mario volvió la vista<br />

de soslayo, mientras contestaba al saludo.<br />

—Soy Carlos, vivo a unas cuatro casas<br />

de la suya, en la acera de enfrente —sudaba<br />

bastante en ese momento, caminar<br />

era toda una odisea para ese cuerpo<br />

regordete. No parecía que caminara<br />

de forma constante.<br />

—Mario, mucho gusto —y extendió la<br />

palma de su mano para recibir el saludo<br />

sudoroso.<br />

—¡Bienvenidos! No había tenido oportunidad<br />

de saludarle personalmente.<br />

—No se preocupe, aún tenemos poco<br />

tiempo de haber llegado —Mario hizo<br />

una pausa y continuó—. Es en realidad<br />

un lugar muy lindo.<br />

—Sí que lo es —Carlos se acercó a él, tomándole<br />

suavemente del hombro e inclinándose<br />

para bajar la voz, continuó—: Ya<br />

sé que no preguntaste, pero vivo con mi<br />

esposa y mis hijas, tengo ya algunos años<br />

sin empleo, pero nos las arreglamos con un<br />

pequeño negocio que montamos mi esposa<br />

y yo, y últimamente ha ido viento en popa.<br />

Pronto mis hijas se harán cargo del negocio.<br />

32


—Eso debe ser bueno, además veo<br />

que las niñas disfrutan la compañía de<br />

su padre —e inquiriendo más por chisme<br />

que por interés, preguntó—: ¿Qué<br />

es lo que venden?<br />

—Verá —y volvió a bajar la voz—, si<br />

usted se siente solo alguna vez y quiere,<br />

digamos, tener compañía y pasarlo bien,<br />

pues me llama —colocó en su mano un<br />

trozo de papel mientras lo estrechaba, y<br />

continuó—: Me dice a qué hora y la duración,<br />

y yo me salgo de casa a pasear a<br />

mis niñas y usted solo entra a la casa, y<br />

así sin más, mi esposa le estará esperando<br />

dentro. ¿Qué le parece?<br />

Mario no pudo más que separarse de<br />

él de forma súbita. Su rostro expresaba<br />

incredulidad, frunció el entrecejo y entró<br />

en la casa sin despedirse de Carlos.<br />

Se dirigió a la cocina y tomó un vaso de<br />

la alacena, sirvió whisky y lo bebió de<br />

un solo trago. Directo a la garganta.<br />

—¿Con quién hablabas afuera? —gritó<br />

Diana, mientras bajaba los escalones<br />

en forma pausada.<br />

—¡Con el vecino! ¡El de las niñas! —<br />

dejó la botella y el vaso sobre el fregadero,<br />

y continuó en voz baja—. Tu vecino,<br />

el de las niñas; quienes pasean por<br />

una perturbadora senda de ingenuidades,<br />

y cuyos lamentos no serán escuchados<br />

hasta que sea muy tarde. Debo<br />

ayudarlas, alguien debe ayudarlas —se<br />

recargó sobre el fregadero y esbozó<br />

una mueca de tristeza, sacó el papel de<br />

su bolsillo y tomó el teléfono.<br />

33


34<br />

VAMPIROS<br />

DEL ADN<br />

Por Miguel Cobeñas Pasiguán


Muy temprano, agentes de la Policía<br />

Nacional del Perú (PNP) intervinieron<br />

el hogar del aún en<br />

pijama Félix Martínez, un acomodado<br />

surfista de asidua actividad en las costas<br />

de Pico Alto, Lima —con olas de más de<br />

10 m de altura—. Eran cuatro personas,<br />

de las cuales uno no estaba armado; este,<br />

supuestamente, era el fiscal, quien al saludarlo<br />

en voz baja le comunicó que estaba<br />

requisitoriado. <strong>La</strong> encendida madre<br />

del detenido, que todavía dormitaba en<br />

el segundo piso del inmueble, se enteró<br />

después; pero si vio el expeditivo arresto<br />

un único vecino dadas las 5:37 a.m. que<br />

eran. <strong>La</strong>s calles del barrio estaban oscurecidas,<br />

húmedas y acostadas siquiera<br />

y solo escucharon pasar el raudo motor<br />

del auto Nissan, desprovisto de las marcas<br />

oficiales de la policía.<br />

Días antes, Félix inició su plan curativo<br />

en la Clínica Dental Planeta, que lo<br />

llevaría a colocarse tres implantes de<br />

titanio en su bien pulcra dentadura. Él<br />

no podía contradecir su obsesión por<br />

mostrar su blanca sonrisa, la que desde<br />

niño supo aprovechar, y fue el anzuelo<br />

para cimentar su embarazosa fama de<br />

«El Don Juan de Miraflores», un barrio<br />

ostentoso. <strong>La</strong> práctica odontológica<br />

actualmente se regula con dispositivos<br />

legales que obligan a los dentistas<br />

a enviar reportes biológicos de sus<br />

pacientes, siendo así que los datos de<br />

las secreciones bucales del deportista<br />

fueron remitidos por internet al Banco<br />

Nacional del ADN, este rasgo autosómico<br />

biológico estuvo en la saliva que<br />

él escupió en un lector óptico durante<br />

los procedimientos dentales con ácido<br />

tranexámico en la clínica.<br />

⁂<br />

En los años ochenta se jugaban atrozmente<br />

los carnavales en las calles de los<br />

barrios populosos de Lima, jolgorio sazonado<br />

con agua de caño en globos o baldazo<br />

limpio, serpentinas multicolores, harto<br />

betún y meloso talco blanco que a la vez<br />

que refrescaba a los que huían de los<br />

treinta y ocho grados de calor, era motivo<br />

para comer, bailar y consumir en especial,<br />

cerveza, por lo que eran jornadas dominicales<br />

que al llegar la noche encontraba a<br />

hombres y mujeres alegremente empapados<br />

en alcohol. Fue un domingo siete<br />

de febrero de mil novecientos ochenta y<br />

ocho que la policía allanó un burdel en el<br />

centro limeño en donde había una occisa.<br />

Los informantes dijeron a los investigadores<br />

de la PNP que ella tuvo varios clientes<br />

durante el día y que era imposible saber<br />

quién la había asfixiado con el talco blanco<br />

que se utiliza para jugar.<br />

Esa noche hubo redada en el prostíbulo<br />

y se cumplieron los protocolos<br />

policiacos de rigor para levantar evidencias,<br />

entre estas, a varios clientes<br />

y lolitas que estaban azorados de vergüenza<br />

al saber que sus nombres se<br />

publicarían como sospechosos en los<br />

diarios por el crimen ocurrido en ese<br />

lenocinio que fue clausurado eventualmente,<br />

hasta que un manoseado habeas<br />

corpus lo volvió a abrir.<br />

<strong>La</strong> policía no pudo identificar al asesino<br />

en esa época, las huellas en el<br />

cuerpo del delito no dieron luz para la<br />

identificación y homologación dactilar<br />

en sus archivos; pero por más que la familia<br />

de la chica y la prensa reclamaron<br />

y presionaron a la PNP, el caso quedo<br />

en espera de… ¡nada! Sin embargo,<br />

parte de la rutina de investigación detectivesca<br />

que era absorber con hisopos<br />

estériles las secreciones vaginales<br />

y de sudor, al igual que la sangre y los<br />

35


dientes molares de la víctima, fueron<br />

pistas que permanecieron archivadas<br />

en el laboratorio del crimen peruano.<br />

⁂<br />

<strong>La</strong>s chicas y chicos del Buró de Inteligencia<br />

Forense (BIF) que eran especialistas<br />

en criminalística científica, no pertenecían<br />

a la policía, pero prestaban servicios<br />

a la PNP dado que el estado peruano les<br />

había encomendado el proyecto de aperturar<br />

y administrar el Banco Nacional de<br />

ADN, institución adscrita al Registro Nacional<br />

de Identificación del Estado Civil.<br />

Sabido es que los glóbulos blancos de<br />

la sangre —que es la predilecta de los forenses<br />

por poseer núcleo, de ahí el mote<br />

de «Vampiros del ADN»—, tiene una fiabilidad<br />

muy superior a otros fluidos humanos<br />

para la identificación adénica, sin<br />

embargo, a falta de ésta, es válido utilizar<br />

la saliva y otras secreciones indubitadas.<br />

Al BIF llega información biológica de fuentes<br />

peruanas de toda índole: salud pública<br />

y privada, nacimientos, defunciones,<br />

deportes, policiales, civiles, municipales,<br />

laborales, consumo masivo, estudiantiles,<br />

legales, investigaciones históricas<br />

y demás que emplea un software veloz<br />

para examinarla —mil trillones de bytes<br />

por segundo, un número con 18 ceros—,<br />

siendo otra de las bondades del BIF, que<br />

ya cuenta con archivos de hechos ocurridos<br />

y reportados desde mil novecientos<br />

ochenta y cinco, y han ayudado a resol-<br />

36


ver casos judiciales de difícil solución<br />

como son asesinatos insólitos, filiación<br />

familiar dudosa, patrimonio hurtado de<br />

los incas, violaciones de seguridad de<br />

datos de la gente, fraudes financieros,<br />

negligencia médica, corruptela política,<br />

exportación de cocaína, terrorismo armado,<br />

repatriación de soldados muertos<br />

en la Guerra del Pacífico…<br />

Fue así que el perfil genético de Félix<br />

Martínez fue identificado certeramente<br />

como el asesino según la base de datos<br />

del BIF, tras homologarse las secreciones<br />

salivales enviadas por la Clínica<br />

Dental y las células epiteliales de saliva<br />

de mordisco —conservadas en bolsas<br />

de papel en criminalística desde<br />

1988—, hallada en los senos de Dalia, la<br />

escort que fue asfixiada por el enamorado<br />

surfista en el Centro limeño.<br />

Teresa, la ardorosa madre de Félix,<br />

que fue en minifalda roja a la audiencia<br />

judicial, dijo al Juez delante de todos y<br />

después de leída la sentencia a su hijo,<br />

que apelará el dictamen de veinticinco<br />

años de prisión porque según ella «habían<br />

utilizado un procedimiento basado<br />

en computadoras en lugar del raciocinio<br />

legal humano», incluso dejó claro,<br />

en su perorata ante el tribunal, que<br />

acudiría a la Corte Interamericana de<br />

Derechos Humanos si en Perú no obtenía<br />

real justicia para su noble apellido.<br />

Han pasado casi veinte años y al fin<br />

la familia de la víctima ya tiene la tranquilidad<br />

largamente esperada.<br />

37


38<br />

LA ENTIDAD<br />

Por Zárate Bruno León


—Hay un fantasma en la casa —me reveló<br />

la mujer, seria y sin titubear.<br />

—¿Cómo que hay un fantasma? —pregunté,<br />

haciéndome el desentendido,<br />

queriendo creer que todo lo dicho por<br />

ella había sido una broma de mal gusto.<br />

—Es como te dije —replicó, taciturna—.<br />

Los registros me lo dicen. En tu<br />

casa hay un alma en pena que no ha logrado<br />

ascender al siguiente plano. Está<br />

«estancada» —me expuso, sin cambiar<br />

el tono de su voz—. <strong>La</strong> presencia que tu<br />

hermana ve, esa que, en sus palabras,<br />

se manifiesta como una sombra en una<br />

esquina de su cuarto, no es producto<br />

de una parálisis de sueño— explicó,<br />

con una tranquilidad que aterraba—. O<br />

por lo menos eso es lo que pude leer en<br />

sus registros.<br />

Pese a encontrarme en el patio trasero<br />

de mi propia casa, en un día soleado,<br />

sentí como un escalofrío repentino recorrió<br />

todo mi cuerpo, de pies a cabeza. En<br />

ese instante, la sola idea de enfocar mis<br />

ojos en el único ventanal que manifestaba<br />

la pieza de Verónica, habitación que<br />

se hallaba en el primer piso de nuestro<br />

hogar, iba a significar un cruce de miradas<br />

con aquello a lo que tanto temía.<br />

—¿Hay algo que puedas decirme<br />

acerca del espectro? —quise saber, luego<br />

de tragar saliva y reunir algo de coraje<br />

necesario.<br />

<strong>La</strong> dama que se encontraba del otro<br />

lado de la línea me era desconocida. No<br />

sabía cómo era su aspecto ni su nombre.<br />

Si había dado con ella, se debió gracias<br />

a una amiga, la cual, luego de contarle<br />

los tormentos que había estado viviendo<br />

en estos últimos tiempos, me dio el<br />

número de esta supuesta «médium». Lo<br />

que más me había llamado la atención<br />

era que mi conocida daba mucho crédito<br />

al trabajo que la mujer hacía.<br />

—Te puedo decir que el hombre, porque<br />

es un varón, murió en los tiempos en que<br />

tu casa no era tal cosa, sino más bien un<br />

galpón —comenzó a contarme—. El sujeto<br />

fue asesinado —reveló, calmada—. Su<br />

muerte estuvo colmada de mucha angustia,<br />

dolor, miedo y tristeza.<br />

<strong>La</strong> señora efectuó una pausa para<br />

inhalar un poco de aire… supongo que<br />

también lo hizo para que yo pudiera ir<br />

asimilando de a poco todo lo que me<br />

estaba diciendo.<br />

—Él ha estado esperando por muchos<br />

años para dar con alguien como tu hermana.<br />

Ella tiene un don especial; un tipo<br />

de sensibilidad que le permite conectarse<br />

con cosas del otro mundo. Es por eso<br />

que trata de comunicarse con ella, y no<br />

con los demás integrantes de la familia.<br />

—¿Qué puedo hacer para que ascienda?<br />

—pregunté, decidido a hacer hasta<br />

lo imposible con tal de que Verónica dejara<br />

de tener tales horribles experiencias.<br />

—Sólo reza —respondió, tajante—. Pídele<br />

a Dios que le permita el paso. Implora<br />

para que él pueda alcanzar la paz eterna.<br />

—¿Y si no funciona? —quise saber, con<br />

algo de temor correspondido.<br />

—En tal caso, llámame —contestó,<br />

para así efectuar una segunda y última<br />

pausa—. Aunque, con toda sinceridad,<br />

desearía que eso nunca pasara.<br />

Los días transcurrieron y, con ellos,<br />

las plegarias.<br />

Para nuestra desgracia, la situación<br />

había empeorado, con resultados aterradores:<br />

ahora la presencia no se limitaba<br />

a aparecérsele a mi hermana. No,<br />

ahora yo también lo veía, en las esquinas<br />

oscuras donde la luz no llegaba, o<br />

por detrás de algún mueble o puerta.<br />

Por si fuera poco, había veces donde<br />

ambos despertábamos con rasguños<br />

o mordidas, o éramos victimas de ho-<br />

39


ibles pesadillas en las que un ser prominente,<br />

demoniaco y dantesco, de<br />

largos dedos, se presentaba ante nosotros,<br />

clamando tomar nuestras almas.<br />

—¿Cuál es el siguiente plan? —le pregunté<br />

a la mujer, días después, dejando de<br />

lado cualquier saludo o presentación. Había<br />

miedo en mis palabras. Ella no tardó<br />

mucho en comprender la situación y me<br />

explicó lo próximo que debíamos hacer.<br />

Fue que con mi hermana esperáramos<br />

a estar solos en la casa.<br />

Estábamos por iniciar un ritual. No<br />

uno convencional, como la güija o el juego<br />

de la copa… no, éste era mucho más<br />

arcaico y desconocido, uno del cual no se<br />

encontrarían casos en internet y del que<br />

sólo la médium poseía conocimientos.<br />

Todo tenía que estar en su perfecto<br />

lugar. Nada de lo que dispusimos en la<br />

enorme mesa del comedor podía estar<br />

fuera de posición: las velas despachadas<br />

a una distancia milimétricamente puntual,<br />

los textos religiosos en una esquina<br />

en especial… hasta la luna debía de encontrarse<br />

en una fase en particular y la<br />

hora debía ser exacta. Fue que cuando se<br />

hicieron las 03:33hs., el rito dio inicio.<br />

40


Para nuestro asombro y horror, entendimos<br />

al instante que íbamos por buen<br />

camino, puesto que al segundo de comenzar,<br />

todas las luces de nuestro alrededor<br />

se apagaron, dejando únicamente<br />

la llama que desprendían las cuatro velas.<br />

Si bien ambos teníamos miedo, el<br />

verdadero horror inició cuando pisadas<br />

estruendosas comenzaron a sonar en la<br />

habitación de mi hermana. Tan fuertes<br />

eran que por un momento creímos que<br />

iban a romper el entrepiso de madera.<br />

Entonces, cuando parecía que ahora<br />

los pasos comenzaban a desplazarse a<br />

las escaleras, como si algún ser titánico<br />

estuviera bajando por los escalones,<br />

Verónica no pudo más y gritó, clamando<br />

que nos dejaran en paz.<br />

El ruido se detuvo; paró en seco.<br />

Fue así que una voz, procedente de<br />

dicha ubicación, y con miedo y preocupación,<br />

se hizo presente.<br />

—¡El ritual no era para redimirme!<br />

¡Tiene la función de liberar a un demonio<br />

antiguo! —clamó la entidad, preocupadísimo<br />

y con terror—. ¡Salgan de ahí<br />

mismo! ¡El demonio se encuentra debajo<br />

de su mesa! ¡Debajo de su mesa!<br />

41


42<br />

NO ABRAS<br />

LA PUERTA<br />

Por Stefany Cisneros


I<br />

Todo estaba listo. Elena había pedido<br />

dos pizzas grandes mexicanas. El paquete<br />

incluía una orden de spaguetti y<br />

un refresco de dos litros. A Elena no le<br />

gustaba cocinar. Se justificaba diciendo<br />

que por eso se esforzaba tanto en su trabajo,<br />

para poder pagar servicios como<br />

la pizza y ser holgazanamente feliz.<br />

Alberto era distinto, le encantaba la<br />

comida hecha en casa pero hacía tiempo<br />

se había resignado a que el máximo<br />

esfuerzo de Elena en la cocina, se<br />

limitaba a hacer té y jícama rayada con<br />

chamoy y miguelito. Aun así la amaba,<br />

y estaba dispuesto a soportar eso, así<br />

como sus repentinos berrinches, cambios<br />

de humor y amor por los gatos<br />

aunque fuera alérgico a ellos.<br />

<strong>II</strong><br />

<strong>La</strong>s palomitas ya estaban hechas y la<br />

película esperaba por ser el botón de<br />

play para comenzar. De pronto, Elena<br />

recordó que Alberto no hablaba ni entendía<br />

inglés así que tendrían que ver<br />

Leon: the profesional, doblada al español.<br />

A Elena no le importaba mucho, de<br />

hecho, le agradaba el doblaje hecho al<br />

personaje de Jean Reno.<br />

A veces Elena pensaba demasiado,<br />

procuraba evitarlo porque se deprimía,<br />

pero al estar sola era difícil. De repente<br />

le daban ganas de meter a sus gatos a<br />

las transportadoras, armar una maleta<br />

práctica e irse a Guadalajara o Guanajuato,<br />

a donde fuera siempre y cuando<br />

estuviera lejos de Alberto. Por momentos,<br />

podía desesperarla de veras. No<br />

quería hacer un recuento de los errores<br />

de Alberto pero su mente ya había comenzado<br />

a divagar.<br />

Recordó la primera vez que trató de<br />

terminar con él. Fue en un café del Centro<br />

Histórico, le dijo que necesitaban<br />

darse un tiempo, que no le gustaba que<br />

fuera tan condescendiente. Apenas<br />

había comenzado a hablar cuando Alberto<br />

ya estaba llorando como si le hubieran<br />

dado la noticia de una muerte<br />

muy cercana. A Elena no le quedó más<br />

remedio que decirle que estaba bien,<br />

que lo del tiempo no era necesario.<br />

<strong>II</strong>I<br />

Era el cumpleaños de Elena y la jefa de<br />

Alberto, Marcia, le había prometido a<br />

éste dejarlo salir temprano.<br />

Marcia y Elena se conocieron en la<br />

cena de Navidad del 20<strong>14</strong>. <strong>La</strong>s dos<br />

quedaron encantadas con la otra.<br />

Coincidieron en que Ángeles Mastreta<br />

era una buena narradora y potencial<br />

poeta, a pesar de las críticas negativas<br />

que recibía de los fanfarronamente<br />

especializados en Belcebú sabe qué,<br />

literatura decían.<br />

<strong>La</strong>s dos llegaron a intimar tanto entre<br />

copa y copa que Elena confesó a<br />

Marcia que había días en que Alberto la<br />

estresaba demasiado. Se ponía celoso<br />

de todo mundo, podría ser que incluso<br />

esa noche, le reclamara por haber estado<br />

con su jefa y no con él. Marcia le preguntó<br />

por qué no lo dejaba pero Elena<br />

desvió la conversación.<br />

Ya eran casi las cuatro y Alberto aun<br />

no tenía el pase de salida. Comenzaba<br />

a ponerse muy irritable. Fue al cuarto<br />

para las cinco cuando Marcia le dijo<br />

«puedes irte». Una sonrisa de alivio<br />

iluminó el rostro de Alberto y salió literalmente<br />

corriendo. Marcia decidió<br />

que llamaría a Elena para felicitarla en<br />

cuanto terminara las labores del día.<br />

43


IV<br />

<strong>La</strong>s lágrimas habían estropeado su maquillaje.<br />

Había tenido una poderosa revelación:<br />

no quería a Alberto, ya no más.<br />

Detestaba su condescendencia, su inseguridad<br />

y esa estúpida necesidad de<br />

amor que ella nunca podría satisfacer,<br />

maldijo el día en que decidió vivir con<br />

él. Era mejor estar sola. Ese día cumplía<br />

treinta años y se sentía miserable, Alberto<br />

no era el hombre que quería porque<br />

Elena no quería ningún hombre, había<br />

soñado con conocer sola hasta el último<br />

rincón oculto de México y Cuba, pero había<br />

cambiado sus sueños por esa estúpida<br />

y maldita vida de hogar para la que<br />

no había nacido.<br />

<strong>La</strong>s manos de Elena temblaban. Se<br />

decidió a largarse de una vez por todas.<br />

En un ataque de nervios tomó a sus gatos<br />

y los metió en la transportadora, no<br />

le importó que la rasguñaran y mordieran.<br />

El dolor físico era nada comparado<br />

con la impotencia de estar ahí desperdiciando<br />

su vida. Le mandó un mensaje<br />

a Marcia, le dijo que se había decidido<br />

a abandonarlo. De pronto se dio cuenta<br />

que ya ni siquiera tenía otras amigas.<br />

Alberto la había apartado del mundo,<br />

la había hecho literalmente suya, como<br />

se hacen las mesas o los libros.<br />

Marcia vio el mensaje y le marcó. Elena<br />

apenas pudo responder, le dijo que<br />

por favor no tratara de convencerla de<br />

lo contrario, Marcia le dijo que no pretendía<br />

hacer algo así, que se calmara<br />

y ella pasaría por ella, que juntas enfrentarían<br />

a Alberto, solo le suplicaba<br />

que no lo hiciera sola, que no abriera<br />

la puerta porque no sabía de qué sería<br />

capaz al recibir esa noticia.<br />

44


V<br />

Alberto había pasado a la ideal a comprar<br />

un pie de queso. Sabía que Elena se pondría<br />

feliz. De repente, por alguna razón<br />

recordó que hacía una semana encontró<br />

a un hombre frente a las escaleras del departamento<br />

viendo hacía la ventana que<br />

daba a la zotehuela. Le gritó qué hacía y<br />

el sujeto se volteó y le dijo: «buenas noches,<br />

so-solo aquí». Alberto no se tragó<br />

la respuesta pero lo dejó pasar porque<br />

estaba cansado. Cuando entró al departamento<br />

saludó a los gatos, Elena no había<br />

llegado aún, así que decidió revisar la<br />

casa. Cuando entró a la zotehuela se dio<br />

cuenta de que la ropa interior de Elena<br />

estaba tendida, entonces comprendió<br />

qué era lo que aquél sujeto veía. ¿Elena lo<br />

conocería? ¿Sería su amante o algún exnovio?<br />

No lo sabía pero estaba dispuesto<br />

a averiguarlo. A partir de ese recuerdo, la<br />

ira de Alberto creció silenciosamente.<br />

Estaba formado en la fila para pagar<br />

cuando recibió el mensaje: «Esta noche me<br />

voy, por favor no me busques, no quiero volver<br />

a verte». Alberto azotó el pie en el suelo<br />

y quiso ir al departamento de inmediato.<br />

El policía de la entrada trató de detenerlo<br />

para que pagara el pie, pero Alberto le dio<br />

un puñetazo que lo tiró al suelo. <strong>La</strong> gente de<br />

la panadería se quedó muda y él pudo irse.<br />

Estaba a veinte minutos de la casa.<br />

VI<br />

Elena escuchó unos pasos cercanos a<br />

la puerta, en un arranque de desesperación<br />

botó el seguro y giró la perilla.<br />

De repente pasó saliva en un largo trago<br />

y recordó las palabras de Marcia:<br />

—No abras la puerta.<br />

45


46<br />

INFESTACIÓN<br />

Por Víctor Andrés Parra Avellaneda


I<br />

Revista de Virología Recombinante<br />

Vol. 6 No. 2 <strong>Año</strong> 9.<br />

Artículo de revisión<br />

Coevolución de virus endógenos en<br />

diversos grupos de mamíferos<br />

Rafael Picadilli P.; Ernesto <strong>La</strong>timeria<br />

C.; Benedicto González R. y Ramón<br />

Licuado. 1<br />

1. Departamento de patología molecular del<br />

Hospital Civil de Huitzilintlán<br />

Resumen<br />

Los virus son complejos supramacromoleculares<br />

que parasitan células vivas,<br />

interactúan con sus receptores de<br />

membrana para después inducir un<br />

cambio conformacional que permitirá<br />

depositar el material genético en el<br />

interior y utilizar la maquinaria metabólica<br />

del huésped para sintetizar proteínas<br />

codificadas por el genoma invasor,<br />

dando como resultado la síntesis<br />

de los componentes que conformarán<br />

nuevos virus replicados en demasía al<br />

punto de saturar el interior de la célula,<br />

lisándola, y liberando los nuevos virus<br />

al entorno extracelular, donde tendrá<br />

potencial de infestar a nuevas células y<br />

repetir este proceso.<br />

Unos de los más fascinantes y aterradores<br />

son los Lentivirus, pertenecientes<br />

a la familia Retroviridae, quienes<br />

tienen la peculiaridad de poseer RNA<br />

como portador de su material genético,<br />

el cual es transformado en DNA gracias<br />

a la enzima transcriptasa inversa, y a su<br />

vez es introducido en el genoma celular<br />

por medio de la enzima integrasa, con<br />

lo que el virus se infiltra y permanece<br />

latente, multiplicándose con cada división<br />

celular y expresándose cuando las<br />

condiciones son propicias.<br />

Los lentivirus tienen una serie de<br />

genes que comparten y que han sido<br />

encontrados en el genoma de distintos<br />

mamíferos. Se les ha llamado virus endógenos<br />

y comprenden aquellos que ya<br />

no se expresan pero que han quedado<br />

como remanentes de infecciones en un<br />

remoto pasado. Para entender la magnitud<br />

de esto, basta con saber que el 10%<br />

del genoma humano es de origen viral.<br />

<strong>II</strong><br />

Después de terminar de leer el fragmento<br />

de este artículo científico, el<br />

psicólogo fue paralizado por una súbita<br />

revelación que le hizo expresar en<br />

leves y débiles susurros:<br />

—Soy 90% humano, y 10% viral —dijo<br />

el psicólogo.<br />

Días después, el hombre de la ciencia<br />

del comportamiento del ser humano,<br />

o lo que los biólogos podrían<br />

nombrar como «Etología humana a<br />

medias», concluyó que muchos de los<br />

comportamientos patológicos y violentos<br />

de la especie humana son obra de<br />

una entidad psicológica a la que nombró<br />

«virus endógeno psicológico».<br />

Tal como hay virus biológicos, también<br />

podría haber virus psicológicos<br />

que dominan nuestra conducta cuando<br />

las condiciones son propicias. Alguna<br />

idea o comportamiento de lo más<br />

simple puede ser altamente infeccioso<br />

y perjudicial para nosotros, como por<br />

ejemplo la autodestrucción personal,<br />

la crítica acérrima a los congéneres, la<br />

envidia o la hipocresía; entidades que<br />

tienen propiedades víricas, pues lograban<br />

burlar las barreras mentales que<br />

nos protegen de la locura; sin embargo,<br />

al entrar en nuestra psique, dichos virus<br />

psicológicos se replican, haciendo<br />

47


explotar la cordura, el sentido común<br />

y la sensatez (que vendrían siendo los<br />

análogos de la célula).<br />

Como el herpes que emerge cuando el<br />

sistema inmune se deprime por el estrés,<br />

los virus mentales pueden permanecer<br />

adormilados hasta emerger súbitamente<br />

desde las tinieblas, expresándose y tomando<br />

el control cuando alguna situación nos<br />

toma por sorpresa o el ambiente propicia<br />

una atmósfera oscura y llena de mil formas<br />

de violencia emocional o inseguridad.<br />

El instinto humano es encontrar una<br />

entidad virgen, la cual es invadida, degradada<br />

(o parasitada), abandonada y sustituida<br />

por otra entidad virgen. ¿No pasa<br />

eso acaso con las guerras, con las relaciones<br />

sociales, con los juegos de poder?<br />

<strong>II</strong>I<br />

Revista de Medicina<br />

Molecular Experimental<br />

Vol. 1 Núm.7 <strong>Año</strong> 0<br />

Artículo de investigación<br />

Efectos clínicos a varios tipos de<br />

estrés en Mus musculus<br />

Dámaso Nuño A 1 .; Catalina Alcázar P. 1 ;<br />

Renata Nuremberg A. 2 ; y Aurora Torres P. 2<br />

1. Departamento de Estudios Nutricionales, Universidad<br />

Nacional de Tehuantepec.<br />

2. Departamento de Epigenética y Metaboleómica,<br />

Universidad Nacional de Cataluña.<br />

Resumen<br />

Se inocularon cuatro grupos de ratones<br />

con Herpes simplex, los cuales fueron<br />

expuestos a distintos factores generadores<br />

de estrés. El primer grupo fue sometido<br />

a dosis concentradas de cortisol;<br />

el segundo a estrés oxidativo vía dieta<br />

rica en lípidos y pobre en proteínas; el<br />

tercero puesto en un entorno de convivencia<br />

con un depredador y el cuarto<br />

fue el grupo control Los resultados indican<br />

que los tres factores causantes de<br />

48


estrés generan una inmunodepresión<br />

que propicia la sobreexpresión y proliferación<br />

patológica de Herpes simplex.<br />

Con ello se verifica el delicado equilibrio<br />

del sistema inmune ante un ambiente<br />

no sano. Esto sin duda debe ser pauta<br />

para mejorar nuestro estilo de vida y<br />

tomar medidas para limitar los factores<br />

estresantes que esta implica.<br />

IV<br />

Como si se estuviese citando a la Metamorfosis<br />

de Kafka, el hombre de<br />

negocios, la mujer desesperada, el<br />

empresario en aprietos, el médico desquiciado,<br />

el escritor frustrado, la artista<br />

fracasada, el periodista amenazado de<br />

muerte, el político bajo la mira de la<br />

justicia y miles de personas agobiadas<br />

por el mundo moderno despertaron<br />

convertidas en gigantescos virus. <strong>La</strong><br />

hipótesis más acertada para explicar<br />

este inverosímil suceso fue la relación<br />

estrés-inmunodepresión y la subsecuente<br />

expresión conjunta de todos<br />

los virus endógenos presentes en el<br />

genoma humano que se expresaron en<br />

una época caracterizada por un ridículamente<br />

alto estrés.<br />

Nadie lo sabía, pero la finalidad última<br />

de los virus, era pasar inalterados<br />

como fósiles químicos, para terminar,<br />

expresándose en conjunto como un virus<br />

colonial y macroscópico.<br />

El mecanismo específico de esta transmutación<br />

humano-virus estaba basado<br />

en una serie de polimorfismos y genes<br />

virales pleiotrópicos que afectaban a distintos<br />

genes hox de los seres humanos,<br />

con lo que las distintas extremidades<br />

fueron sustituidas por amplificaciones<br />

de estructuras virales. Por este descubrimiento<br />

Wlatzen Tiyhg, Adanselmo de Esturión<br />

y Rigoberto Yetattori recibieron en<br />

2048 el premio Nobel de Química.<br />

49


50<br />

EL PRECIO DE LA<br />

INDEPENDENCIA<br />

Por Raúl Elvio Fantín


Alfredo y Martín ese domingo pasaron<br />

toda la mañana buscando un<br />

departamento para alquilar, era<br />

hora de independizarse, de llevar una<br />

vida plagada de placeres y aventuras,<br />

pero lo que ganaban como cadete y notero<br />

en el diario local no alcanzaba para<br />

gran cosa, nada habían conseguido accesible<br />

para sus deterioradas economías.<br />

Luego de tres largas semanas, al fin<br />

encontraron una pequeña casa pero<br />

confortable y muy barata, ya que la<br />

misma se encontraba amueblada, el<br />

único inconveniente era la lejanía con<br />

sus trabajos.<br />

Ya firmado el contrato de arriendo<br />

la curiosidad llevó a Alfredo a preguntarle<br />

al empleado de la inmobiliaria el<br />

motivo del bajo costo del alquiler de la<br />

vivienda, el que le contestó que se hacía<br />

difícil arrendarla por el mal estado<br />

de la casa lindante, que la gente decía<br />

pavadas de esa vieja casona, las tonteras<br />

de siempre, historias de fantasmas<br />

y muertes lejanas en el tiempo que nadie<br />

puede corroborar y que solo sirven<br />

para arruinar el barrio.<br />

En todo caso una vieja casa deshabitada<br />

no era un problema para ellos.<br />

No había mucho que mudar, excepto<br />

la ropa y algún que otro recuerdo, el<br />

lunes por la mañana salieron juntos<br />

hacia el trabajo después de quedar de<br />

acuerdo en que el desayuno lo haría un<br />

día cada uno.<br />

Al regresar esa nochecita tormentosa<br />

de junio recién se percataron de lo<br />

poco iluminado de estas calles suburbanas,<br />

pero dos hombres juntos no tendrían<br />

temor por un poco de oscuridad.<br />

Mientras caminaban, Martín le recordó<br />

a Alfredo que a las once saldrían a festejar<br />

la nueva vida, que había quedado<br />

con dos amigas para encontrarse en un<br />

pub, actividad con la que Alfredo estaba<br />

totalmente de acuerdo y entusiasmado.<br />

Ingresaban a la casa cuando a Alfredo<br />

le pareció ver una tenue luz moverse<br />

dentro de la vieja casa vecina, pero<br />

no le dijo nada a su compañero.<br />

Martín se fue al cuarto a preparar en<br />

su laptop la nota que tendría que presentar<br />

al día siguiente y le informó que<br />

luego se ducharía.<br />

Alfredo se desparramó en el confortable<br />

sillón que había en el living, esto<br />

es vida se dijo a sí mismo, trató de dejar<br />

un momento su mente en blanco,<br />

pero no lo conseguía esa lucecita en la<br />

casona lo tenía inquieto.<br />

Ya no soportó más, tomó la linterna<br />

que estaba sobre la heladera y salió sin<br />

dar aviso.<br />

Al llegar a la verja que rodeaba la roída<br />

casona vio que la reja de entrada no<br />

tenía candado, la empujó suavemente<br />

y el óxido hizo rechinar sus bisagras,<br />

aún llevaba su linterna apagada, miró<br />

hacia adentro desde la ventana donde<br />

le pareció haber visto la luz, pero nada<br />

pudo observar, solo paredes descascaradas<br />

y llenas de humedad, la curiosidad<br />

de Alfredo lo llevó hasta la puerta<br />

de ingreso que estaba muy carcomida<br />

por la intemperie, trato de abrirla, pero<br />

la humedad había hinchado la madera<br />

y no podía lograrlo, tomó un poco de<br />

aire y con un empellón de su hombro, la<br />

puerta al fin abrió, dio un par de pasos<br />

dentro de la casa y se llevó por delante<br />

una gran telaraña que se pegoteo a su<br />

rostro incomodándolo, encendió la linterna<br />

para no tener otra sorpresa desagradable,<br />

camino muy sigilosamente,<br />

no quería hacer ruido, pero a cada<br />

paso que daba el resquebrajado piso<br />

de madera contestaba con una queja,<br />

realmente era un lugar tenebroso, para<br />

51


colmo se sintieron un par de truenos y<br />

la lluvia comenzó a caer, algunas goteras<br />

demostraron el mal estado de<br />

los techos, pero pudo más su curiosidad,<br />

siguió avanzando muy despacio,<br />

delante de él tenía un largo pasillo, al<br />

final del mismo un marco sin puertas<br />

mostraba una pared, que seguramente<br />

sería otro corredor que llevaría a distintas<br />

habitaciones, la adrenalina invadía<br />

su cuerpo, no podía controlar el temor<br />

que le causaba esta casa, de pronto le<br />

pareció ver pasar fugazmente algo flotando<br />

en el pasillo final, se le paralizó el<br />

corazón, el miedo lo dejó tieso, cuando<br />

iba a seguir adelante, antes de dar un<br />

solo paso, una mano se le apoyó con<br />

firmeza en el hombro, las piernas se le<br />

aflojaron y lanzó un ahogado grito, volteó<br />

su mirada y era Martín, que le hacía<br />

seña con el dedo en los labios, que<br />

se callara y siguiera caminando, iba a<br />

alumbrar cuando se dio cuenta que la<br />

única luz de la calle entraba a la casa<br />

y sus dos sombras se proyectaban en<br />

la pared final como si fuesen dos marionetas<br />

de sombras chinescas. Un<br />

par de pasos y de pronto las sombras<br />

fueron tres, no podía articular palabra,<br />

el terror definitivamente se apoderó<br />

de Alfredo cuando la tercer sombra se<br />

agigantó alzando un hacha, detrás de<br />

él sintió un ruido seco, y algo que caía<br />

pesadamente al piso, se dio vuelta y el<br />

52


cuerpo sin cabeza de Martín lo manchó<br />

con su sangre que salía a borbotones<br />

de su seccionado cuello, el horror se<br />

dibujó en su rostro y solo atinó a salir<br />

corriendo, olvidando la linterna y el<br />

desbaratado cuerpo de su amigo. Apenas<br />

puso un pie fuera de la casa, patinó<br />

en el barro y cayó a un gran charco, se<br />

levantó más rápido que el rayo resonante<br />

en ese instante en algún lugar<br />

cercano, volvió a trastabillar en la calle<br />

y sin poder contener el llanto entró a la<br />

casa, colocó una silla trabando la puerta,<br />

no recordaba donde había dejado<br />

su celular, desesperado lanzaba por<br />

el aire almohadones y cosas en busca<br />

de su teléfono, cuando una voz desde<br />

dentro de la casa lo llamó por su nombre:<br />

Alfredo.<br />

Este se quedó quieto, inmóvil, no<br />

pudo contenerse y temblando como<br />

una hoja mecida por un gélido viento,<br />

mojó sus pantalones.<br />

Abruptamente se abrió la puerta del<br />

baño y con un toallón en la cintura y<br />

una pequeña toalla secando su cabello<br />

Martín le dice alegremente<br />

—Apúrate, nos tenemos que encontrar<br />

con las chicas, mira la mugre que<br />

tienes. Me voy a cambiar.<br />

Alfredo miró sus ropas mojadas y llenas<br />

de barro, pero para su asombro ni un<br />

solo rastro de sangre, se dejó caer arrodillado<br />

y se largó a llorar y reír a la vez.<br />

53


54<br />

OJALÁ NO<br />

NOS TUVIERAMOS<br />

QUE IR<br />

Por Pablo Caputo Bogliolo


Con Solana nunca nos peleamos.<br />

Desde que somos chicas compartimos<br />

todos los juguetes, todas las<br />

muñecas, todos los vestidos. ¿Cómo no<br />

hacerlo, cuando de hecho hemos compartido<br />

el vientre de nuestra madre?<br />

Yo soy las más rubia de las dos, me<br />

llamo Julia y aunque nunca fui tan expresiva<br />

como Solana, también lo supe<br />

desde muy pequeña. Me refiero a nuestro<br />

destino. Porque Solana siempre lo<br />

utilizó como herramienta: Cuando éramos<br />

chiquitas, para fascinar a todos los<br />

familiares y ser el centro de atención.<br />

En la escuela, para ser la preferida de<br />

las maestras. Y ya en la adolescencia,<br />

para coquetear con los chicos. A todos<br />

les decía que ella creía en la existencia<br />

de un destino prefijado por el simple<br />

motivo de que ella conocía el suyo.<br />

Creo que por eso, siempre fue la más<br />

caprichosa de las dos. El primer recuerdo<br />

es el día que fuimos a la kermesse<br />

del pueblo y había una señora con un<br />

canasto de mimbre regalando cachorros.<br />

Por más que insistió, pataleó, lloró<br />

y se tiró repetidas veces al suelo como<br />

señal de protesta, papá estaba muy firme<br />

en su decisión de no comprarnos<br />

un perro. Ese día volvió todo el viaje<br />

en el auto con la misma cara de enojo<br />

de nena caprichosa. Ella repetía y repetía<br />

que no era justo que no nos dieran<br />

todos los gustos desde chiquitas, que<br />

años más tarde cuando fuéramos grandes<br />

se iban a arrepentir.<br />

En la escuela primaria yo muchas veces<br />

lloraba durante días enteros, pero<br />

Solana siempre estaba de buen humor<br />

para consolarme. A pesar de haber ido<br />

a muchos psicólogos y especialistas,<br />

ninguno pudo darme la tranquilidad<br />

que me daba verla a Solana sonreírme<br />

y decirme que no me preocupara, que<br />

todo iba a estar bien. Si bien éramos<br />

mellizas, siempre fue como una hermana<br />

mayor para mí.<br />

Hace ya tres años, cuando comenzamos<br />

la escuela secundaria, nos separaron<br />

de curso. Al principio pensé que iba a<br />

ser mucho más difícil no tenerla a mi lado<br />

todas las mañanas, pero con el paso de<br />

los meses cada cual fue teniendo amigas<br />

distintas. Incluso el año pasado, durante<br />

el tercer año, cada una consiguió novio.<br />

Solana empezó a salir con Germán<br />

apenas una semana después de que yo<br />

contara en la mesa, bordó de vergüenza,<br />

que me había dado un beso Damián. Por<br />

supuesto que Germán era un deportista<br />

carismático, popular en la escuela y estudiante<br />

de teatro y Damián era un poco<br />

gordito, excelente compañero y estudiante.<br />

Cada una sin dudas buscó una persona<br />

acorde a su particular forma de ser.<br />

Cuando se acercaba este verano y<br />

nos comentaron los planes de vacacionar<br />

en familia en la casa de Costa del<br />

Este, las dos nos pusimos muy tristes y<br />

les dijimos a mamá y papá que no queríamos<br />

ir. Estábamos en lo mejor de<br />

nuestras vidas, nos iba muy bien en la<br />

escuela y las dos nos llevábamos muy<br />

bien con nuestros novios. En nuestros<br />

ratos libres ayudábamos con la planificación<br />

del viaje de egresados del año<br />

siguiente y, si bien desde hace mucho<br />

tiempo sabíamos cómo iban a ser las<br />

cosas, nos permitíamos nuestros pequeños<br />

berrinches y actos de rebeldía.<br />

Los últimos días previos al viaje los<br />

pasamos mayormente en silencio. Damián<br />

y Germán, que nunca coincidían<br />

en nada, se pusieron de acuerdo en<br />

decir que ambas estábamos muy raras.<br />

Solana y yo, que siempre estábamos de<br />

acuerdo en todo, les dijimos que el problema<br />

era que no los queríamos más.<br />

55


Damián lo tomó de forma muy madura.<br />

Germán lloró. Ambas intercambiamos<br />

nuestras sensaciones mientras armábamos<br />

las valijas para el viaje.<br />

El día de la salida papá inició la misma<br />

rutina de todos los años: Se levantó<br />

muy temprano y se fue solo con el<br />

auto a la estación de servicio a cargar<br />

nafta, revisar las ruedas, el agua y el<br />

aceite. Mamá realizó el recorrido por<br />

toda la casa chequeando no olvidarse<br />

nada. Nosotras nos levantamos aún<br />

dormidas a desayunar. Casi al mismo<br />

momento en que el sol asomaba, toda<br />

la familia se dispuso para salir a la ruta.<br />

Una repetición del desayuno a la altura<br />

de Chascomús y a seguir viaje. Papá se<br />

entretenía mirando las funciones nuevas<br />

del GPS y mamá cebaba mate cuando<br />

se nos cruzó el caballo.<br />

Una frenada repentina, el auto pierde<br />

estabilidad y papá tira el volantazo. <strong>La</strong>s<br />

ruedas se despegan del suelo a más de<br />

130km/h y el horizonte se da vuelta en el<br />

parabrisas. Escucho el grito desesperado<br />

de mamá. Papá intenta agarrar fuerte<br />

el volante, pero se golpea la cabeza<br />

contra el parante de la puerta. <strong>La</strong> miro<br />

a Solana. En su cara no veo siquiera un<br />

atisbo de pánico. Tiene la misma cara<br />

de caprichosa que le vi en la kermesse el<br />

día de los cachorritos. Me agarra fuertemente<br />

del brazo y me dice «ojalá nunca<br />

nos tuviéramos que ir».<br />

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58<br />

QUÉDATE<br />

CONMIGO<br />

Por Elías Romero


A<br />

Guillermo no le dejaron ver el cadáver<br />

de Teresa en el tanatorio.<br />

Sus padres estaban convencidos<br />

de que la impresión sería demasiado<br />

fuerte para un niño de trece años; ya<br />

había sufrido demasiado con la enfermedad<br />

de su hermana gemela, se<br />

justificaban, como para tener que enfrentarse<br />

a la espantosa imagen de su<br />

cuerpo amortajado dentro de un féretro.<br />

Un sacerdote amigo de la familia<br />

trató de convencerles de la conveniencia<br />

de que le permitiesen verla:<br />

—Necesita despedirse de ella ―afirmó,<br />

con esa autoridad inapelable que tienen los<br />

sacerdotes para los asuntos de la muerte.<br />

Pero los padres se reafirmaron en su<br />

decisión y el sacerdote comprendió que<br />

no debía añadir un motivo más de aflicción<br />

a su desolado estado de ánimo.<br />

A partir de ese día Guillermo empezó<br />

a tener sueños en los que Teresa le<br />

llamaba. En ocasiones la sensación era<br />

tan real que parecía que estaba a su<br />

lado. No dijo nada a sus padres para<br />

evitar que pensaran que el dolor le<br />

había hecho enloquecer, pero él sabía<br />

que era su voz y que se trataba de algo<br />

real. Le estaba llamando.<br />

Y él quería ir con ella.<br />

Esa noche la luna llena esparcía su rocío<br />

de plata sobre los monumentos funerarios.<br />

<strong>La</strong> claridad nocturna le ayudaba<br />

a seguir sin extraviarse el camino que<br />

llevaba hacia los panteones, entre filas<br />

de tumbas y bloques de nichos. El viento<br />

soplaba entre los árboles, haciéndoles<br />

emitir susurros misteriosos. En cualquier<br />

otra ocasión, la idea de estar solo en ese<br />

mismo lugar, en plena noche, rodeado<br />

de cruces y esculturas funerarias, le hubiese<br />

espantado. Pero esa noche avanzaba<br />

con la determinación de un enamorado<br />

al encuentro de su amada.<br />

Solo quería despedirse de ella. Sería<br />

tan solo un instante: un beso en las mejillas,<br />

contemplar su rostro amado por<br />

última vez, decirle adiós tal y como había<br />

sugerido el cura en el tanatorio. Solo eso.<br />

El panteón familiar era el monumento<br />

más vistoso del camposanto. Todos<br />

los antepasados de Guillermo estaban<br />

enterrados allí, junto a Teresa. Se trataba<br />

de un mausoleo de estilo neoclásico,<br />

con cuatro columnas dóricas en el frente,<br />

sobre cuyos capiteles se apoyaba<br />

un tímpano en el que los apellidos de<br />

la familia. Una robusta puerta de hierro<br />

con adornos de forja dorados protegía<br />

el descanso eterno de los muertos.<br />

Flexionó los dedos y los pasó alrededor<br />

del mango de la maza que había sustraído<br />

del almacén de herramientas de<br />

su padre. Sin pensárselo dos veces, la<br />

levantó por encima de su cabeza y la<br />

dejó caer con violencia contra la puerta,<br />

a la altura del cerrojo que protegía la<br />

entrada. <strong>La</strong> cabeza de acero de la maza<br />

hizo saltar el cerrojo y las dos pesadas<br />

hojas retrocedieron chirriando sobre<br />

sus goznes.<br />

En el interior del panteón las sepulturas<br />

de mármol resplandecían bajo el<br />

efecto de la luz de la luna que se filtraba<br />

a través de un tragaluz abierto en el<br />

muro. Miró a su alrededor, valorando<br />

las distintas posibilidades de destrucción<br />

que tenía a su alcance. Tenía que<br />

conseguir que su incursión nocturna<br />

pareciera una profanación. Primero<br />

lanzó un furioso golpe de maza contra<br />

un crucifijo blanco de medio metro, cuyos<br />

fragmentos cayeron con un ruido<br />

seco bajo sus pies. Después, sin vacilar,<br />

empezó a descargar golpes rápidos y<br />

precisos contra todos los objetos que<br />

encontró a su paso: medallones, jarrones,<br />

lápidas, imágenes. Los fragmentos<br />

59


de mármol y granito saltaban por los<br />

aires envueltos en una nube de esquirlas<br />

blanquecina.<br />

Cuando llegó al lugar en el que habían<br />

enterrado a Teresa, apoyó un instante<br />

la maza en el suelo para intentar<br />

recuperar el resuello. Estaba enterrada<br />

en una de las tumbas del suelo, bajo<br />

una sencilla lápida con su nombre y las<br />

fechas que señalaban su breve periodo<br />

entre los vivos.<br />

Juntó ambas piernas, volvió a levantar<br />

la maza y la dejó caer sobre la<br />

lápida. El impacto abrió una grieta de<br />

lado a lado en el granito gris, y algunos<br />

pedazos se desmoronaron y cayeron<br />

hacia dentro, golpeando con un ruido<br />

sordo sobre la tapa del ataúd. Guillermo<br />

se asomó al hueco. El féretro se<br />

encontraba a un par de metros por debajo<br />

del nivel del suelo. Sin pensárselo,<br />

saltó dentro de la tumba y cayó de pie<br />

encima de la caja. Se agachó y buscó<br />

las manijas de la tapa del ataúd en el<br />

lateral, y al encontrarlas se hizo a un<br />

lado y tiró con fuerza hacia arriba, consiguiendo<br />

que se abriera fácilmente.<br />

Se sentó a horcajadas sobre el cuerpo<br />

de Teresa. Su rostro era un círculo de<br />

una palidez extraordinaria en la semioscuridad<br />

de la tumba. No se apreciaba<br />

ningún rastro de descomposición; estaba<br />

tal y como la recordaba, incluso más<br />

bella que los últimos días, en los que los<br />

60


signos visibles de la enfermedad habían<br />

transformado sus facciones en una máscara<br />

inerte. Había vuelto el color a sus<br />

mejillas y tenía una expresión serena<br />

y dulce. Su cabello rubio brillaba sano.<br />

De rodillas sobre el cuerpo envuelto en<br />

el sudario blanco marfil, se inclinó para<br />

besarla en los labios.<br />

Fue entonces cuando se dio cuenta<br />

de que los ojos estaban abiertos y le miraban.<br />

Al descubrirlo, Guillermo soltó un<br />

chillido agudo. Sintió bajo sus piernas<br />

que el cuerpo de Teresa se agitaba en la<br />

mortaja, y su garganta emitía un balbuceo<br />

gorgoteante. Estaba intentando decirle<br />

algo, pero no podía hacerlo porque<br />

le habían cosido los labios.<br />

―¡Estás viva! ―exclamó Guillermo,<br />

con un hilillo de voz histérico―. ¡Gracias<br />

a Dios, estás viva!<br />

Trató de desgarrar la mortaja que la<br />

envolvía, y al hacerlo algo le aferró por<br />

la espalda y tiró hacia abajo con fuerza,<br />

apresándolo contra el cuerpo de Teresa.<br />

Le envolvió una insoportable fetidez.<br />

«Quédate conmigo», aulló una voz<br />

horrorosa. El abrazo se hizo más fuerte.<br />

Guillermo intentó zafarse, pero no<br />

pudo moverse. <strong>La</strong> tumba se oscureció<br />

completamente.<br />

«Quédate conmigo», repitió la misma voz.<br />

Y aunque Guillermo amaba a su hermana,<br />

se le heló la sangre al pensar en<br />

la eternidad que le esperaba junto a ella.<br />

61


62<br />

LA ERA DE<br />

LA CILUBINA<br />

Por Lemis Tarajano Noya


3 de enero del 2079<br />

Es difícil no encontrar sentido en la<br />

idea de Andiono de que nuestro tiempo<br />

pasó como el de muchas especies<br />

antes de nosotros. Antes de la era del<br />

hombre, cuando los dinosaurios poblaron<br />

la tierra, el mundo era imposible<br />

con carros y maquinas, lo que<br />

llamamos inteligencia era un concepto<br />

en el mejor de los casos imposible.<br />

Durante nuestra era, el concepto de<br />

Cilubinas era acaso igual de inusitado.<br />

Lo que poseen estos nuevos seres que<br />

nacen mientras nosotros desaparecemos<br />

es incomprensible. Le hemos denominado<br />

Cilubinas por razones que<br />

desconozco y que desconoce el propio<br />

Andiono, el mejor científico de España<br />

y líder de nuestra aldea. Posiblemente<br />

la última aldea en Europa, con seguridad<br />

la última en España.<br />

Hemos aceptado nuestro destino y<br />

sin muchas batallas que nos queden<br />

por ganar hemos escogido quedarnos<br />

tranquilos en este espacio de tierra,<br />

darnos la mejor vida posible, enterrar<br />

a nuestros muertos en paz y no tratar<br />

de entender el mundo. Al menos eso<br />

hacen la mayoría, la resignación los<br />

mantiene tranquilos. Andiono y yo<br />

hemos estado haciendo lo contrario,<br />

cada noche especulamos, escribimos,<br />

enviamos señales de radio y planeamos<br />

expediciones a Madrid, a lo que<br />

solía ser Madrid, que ahora está poblado<br />

de Cilubinas, de las más extrañas,<br />

las que son de humo, les llamamos<br />

Los Alientos, porque son tibias, húmedas<br />

y huelen a algo parecido al café.<br />

Hubo quienes les llamaron Los Fantasmas,<br />

Los Espantos, Fuegos Fatuos,<br />

pero esos ya están muertos, ahora solo<br />

quedamos los de nuestra aldea y nosotros<br />

les llamamos Los Alientos. Son<br />

formas echas de un aire oscuro, por lo<br />

general delgadas, rectas, siempre en<br />

posición vertical y pegadas a la tierra.<br />

Se mueven rápido, a veces se mezclan<br />

por unas horas y cuando se separan se<br />

duplican o triplican en número. Aunque<br />

Los Alientos nunca nos hicieron<br />

ningún daño a los humanos Madrid<br />

fue la primera ciudad de España en ser<br />

evacuada y fue por pánico, una terrible<br />

decisión porque sus alrededores si estaban<br />

poblados por Cilubinas toxicas<br />

y fatales para los humanos. Quizás en<br />

Madrid aún se pueda vivir.<br />

Que quede claro que pertenezco a la<br />

escuela de pensamiento que dice que<br />

no son las Cilubinas las que están acabando<br />

con los humanos directamente,<br />

nuestros problemas empezaron mucho<br />

antes y fueron de naturaleza ambiental.<br />

Andiono ha escrito mucho al<br />

respecto y en sus investigaciones está<br />

sustentada la teoría de que las Cilubinas<br />

son producto de cambios químicos<br />

en nuestro planeta, los mismos<br />

cambios que han ido acabando con los<br />

habitantes de nuestra aldea. <strong>La</strong>s Cilubinas<br />

vinieron después y solo aceleran<br />

el proceso de extinción.<br />

Hace cinco años éramos setecientos<br />

cuarenta y cuatro y hoy somos quinientos<br />

treinta y cinco en nuestra aldea. Me<br />

alegro de haber documentado la vida<br />

de todos los habitantes en este diario,<br />

guardo la esperanza pueril de ser leído<br />

dentro de mil o diez mil años cuando se<br />

estudien nuestras vidas. Escribo cada<br />

noche después de regresar de casa de<br />

Andiono, de conversar sobre la posibilidad<br />

de sobrevivir, de detener la muerte,<br />

de volver a poblar la tierra.<br />

Pocas veces me detengo a pensar en<br />

lo que creo y espero. Cuando lo hago<br />

63


siempre me arrepiento pues sé que<br />

nuestra situación es terminal, desesperanzadora.<br />

<strong>La</strong> expedición a Madrid<br />

es utópica. No hay manera de que podamos<br />

cruzar doscientos kilómetros<br />

de especies de Cilubinas que nunca<br />

hemos visto, que nos puedan matar<br />

con solo mirarlas. Nuestros planes y<br />

conversaciones no tienen ningún sentido.<br />

Pero la verdad es que quiero vivir,<br />

quiero que María viva y que viva nuestro<br />

hijo Alexis. Quiero morir dentro de<br />

treinta y cinco años y que los quinientos<br />

treinta y cinco nos encontremos<br />

convertidos en cinco mil, que estemos<br />

repoblando España, que Andiono haya<br />

sido nuestro líder y que estemos ya en<br />

contacto con ciudades florecientes en<br />

Francia, Inglaterra, Marruecos. Pienso<br />

en esto y sigo trabajando.<br />

5 de enero del 2079<br />

Acabo de verla, ha crecido la primera<br />

Cilubina en nuestra aldea. <strong>La</strong> he visto<br />

mientras caminaba de regreso a mi<br />

casa, después de una larga noche de<br />

planes con Andiono. No creo que nadie<br />

64


más la haya visto. Es pequeña, pero no<br />

tardará en tomar fuerza.<br />

Es una de las peores, una de las que<br />

crecieron en China. <strong>La</strong> recuerdo en las<br />

noticias hace más de siete años, llegan<br />

a ser del tamaño de una montaña pequeña,<br />

salen de la tierra como un árbol<br />

o como una mandrágora, tienen una especie<br />

de cuerpo de oveja o camello, se<br />

retuercen cada segundo como un animal<br />

asustado, sus piernas son delgadas,<br />

están enterradas como tuberías de madera<br />

dorada, sus cuerpos están cubiertos<br />

de trozos de una materia cremosa<br />

que parece algodón y que brota de todas<br />

sus partes como verrugas. En China<br />

no quedó un solo sobreviviente después<br />

de un mes de la primera aparición.<br />

Cuando la vi regresé instintivamente<br />

a casa de Andiono a avisarle pero me<br />

detuve en su puerta y regrese a mi casa,<br />

decidí escribir esto en mi diario y meterme<br />

en la cama con mi mujer e hijo que<br />

duermen ya tranquilos. Mañana hablare<br />

con Andiono, quizás escondamos la<br />

Cilubina, le echemos tierra para que nadie<br />

la vea, quizás decidamos evacuar la<br />

aldea y buscar un paso seguro a Madrid.<br />

65


66<br />

EL MESÍAS<br />

Por Jesús Guerra Medina


Se miraron sorprendidos en medio<br />

de la multitud.<br />

Eran idénticos en todos los aspectos,<br />

como gotas de agua, limpios, sucios,<br />

rugosos, ideales, irregulares, más que<br />

gemelos, como espejos, eran sus propios<br />

reflejos. <strong>La</strong> gente a su alrededor los<br />

miró, señalándolos; ellos callaron, se<br />

palparon con la mirada. Jesús, con su<br />

manto manchado de polvo y sus pies<br />

descalzos de tanto caminar, preguntó<br />

«¿Quién eres?», y Jesús, con su túnica<br />

ligeramente pálida y sucia, respondió,<br />

«Soy Jesús». «¡Jesucristo, el mesías!»,<br />

gritó un apóstol en medio de la turba y<br />

los demás vitorearon contentos. «¿Jesús?»,<br />

preguntó Jesús, y Jesús asintió<br />

con un ligero movimiento de cabeza.<br />

Por allá, un soldado romano gritó, por<br />

acá otro respondió y un burro rebuznó<br />

a lo lejos. El sol ardía en medio del mundo<br />

y el viento soplaba, tibio y seco a lo<br />

largo del cielo raso. «No», dijo Jesús, «yo<br />

soy Jesús», y Jesús, con los ojos abiertos<br />

como platos, respondió, «Yo soy Jesús,<br />

hijo de Dios». A su alrededor todos<br />

callaron, preguntándose si acaso aquel<br />

encuentro era un milagro; uno más de<br />

Jesús, el Salvador, el Mesías.<br />

Mientras tanto, en las afueras del<br />

pueblo, entre las rocas, sobre una<br />

loma, junto a cavernas en cuyas sucias<br />

entrañas leprosos dormitaban, sudando<br />

enfermedad y pecado, el Científico,<br />

con sus prismáticos digitales, bailoteó<br />

de felicidad y dijo, apretando el botón<br />

de su grabadora de sonido de cinco canales<br />

de resolución, cuidando que nadie<br />

lo viera: «<strong>La</strong> clonación fue un éxito,<br />

espécimen 0003, ha hecho contacto». Y<br />

en los audífonos en sus orejas, como<br />

chinches de metal brillando al sol, una<br />

voz contestó ronca: «Muy bien, ahora<br />

regresa». El científico guardó sus extraños<br />

objetos futurísticos en una capsula<br />

que luego se encogió y guardo en su<br />

bolsillo y apretó una válvula en su reloj<br />

encarnado en su antebrazo izquierdo,<br />

y en ese instante un agujero se abrió,<br />

cual portal, en medio de la nada y entró<br />

en él. Acto seguido, desapareció<br />

para siempre de esta historia dejando<br />

tras de sí una estela de polvo y la curiosidad<br />

despierta de un pequeño pastor,<br />

(cuya descendencia inventaría siglos<br />

después la primera máquina del tiempo),<br />

que, recostado entre hierba seca,<br />

lo vio desaparecer como un espejismo<br />

mientras arreaba sus ovejas.<br />

Jesús, entre tanto, discutía con Jesús<br />

por saber quién era Jesús, el Mesías.<br />

<strong>La</strong> gente se conglomeró gritando y<br />

llorando y sonriendo, alimentados por<br />

el morbo de la situación de aquel encuentro<br />

imposible de dos idénticos, y<br />

más pronto que tarde, soldados romanos<br />

con sus espadas en mano y látigos<br />

en enrollados en sus cinturas, los arrestaron<br />

a ambos. A Jesús y a Jesús. Doble<br />

crimen, confesaría uno de ellos tiempo<br />

después a Poncio Pilato, por asegurar<br />

ser hijos de Dios. Condenados, azotados<br />

y torturados, cada quien cargó una<br />

cruz a cuestas hasta la cima del monte<br />

Calvario, en donde, junto a dos ladrones,<br />

fueron insultados y crucificados<br />

hasta morir. Los cuerpos fueron enterrados,<br />

llorados y alabados, al tiempo<br />

que los leprosos eran curados y los<br />

pecados lavados del mundo; tres largos<br />

días pasaron, y cuando la sombra<br />

del perverso luto se abalanzaba como<br />

nube o como tormenta de arena, densa,<br />

inmensa sobre la faz, los apóstoles,<br />

los once que quedaban, descubrieron<br />

a Jesús, quien resucitó de la muerte,<br />

fuera de la tumba en donde encerraron<br />

su cadáver. Tenía una extraña mancha<br />

67


estampada en su brazo izquierdo y la<br />

piel maltrata como si se estuviese desintegrando<br />

en el aire, además de golpes<br />

en la cara, signos de una violenta<br />

pelea, pero nadie dijo nada conmocionados<br />

por la aparición.<br />

Jesús, entonces, les habló por última<br />

vez y poco después ascendió al cielo, al<br />

trono junto a Dios, su padre, entre ovaciones<br />

y lágrimas; del otro Jesús no se<br />

supo nada; su cuerpo quedó enterrado<br />

y la gente, admirando la resurrección<br />

de Jesús, se olvidó por completo de<br />

él… hasta que cinco mil siglos después,<br />

cuando las clonaciones eran reveladas<br />

al público y las máquinas para viajar<br />

en el tiempo cosa común en la vida<br />

cotidiana, científicos descubrieron el<br />

cuerpo de Jesús flotando en un cubo<br />

de hielo, en donde antes fue Jerusalén.<br />

El cuerpo de Jesús fue clonado a partir<br />

de sus propios despojos, alterado<br />

genéticamente para poseer la capacitad<br />

de levitación —sabrá Dios con qué fin—,<br />

y llevado al pasado… el Científico y Jesús<br />

(espécimen 0004), viajaron por separado<br />

en capsulas en forma de burbujas,<br />

entre destellos luminosos, cegados<br />

por luces fugaces, por centellas y llamaradas<br />

fluorescentes que revoloteaban<br />

en espirales a su alrededor; retrocedieron,<br />

girando y girando, deslizándose en<br />

68


espacios muertos y resquicios oxidados<br />

de la historia del mundo humano; viajaron,<br />

aleteando como veletas al viento, y<br />

callaron y gritaron y entonces, luego de<br />

cuatro suspiros que a Jesús parecieron<br />

una eternidad, se vieron arrojados en<br />

una extraña y lejana tierra…<br />

Jesús, salió de su capsula desorientado<br />

y recorrió lentamente aquellos<br />

extraños parajes de tierra, entre polvo<br />

y gritos y olores que no pudo descifrar;<br />

caminó despacio, tomándose su tiempo<br />

para contemplar pretéritas memorias<br />

de lo que fue, de lo que era, de lo que<br />

sería; se sentía confuso, ajeno a todo lo<br />

que se le presentaba, le dolía la cabeza<br />

y un hormigueo se escurría por su brazo<br />

izquierdo en donde una extraño símbolo<br />

se ensombrecía sobre su piel.<br />

Una turba de pronto se escuchó a lo lejos<br />

y Jesús, como atraído por un imán, se<br />

acercó a ellos, despacio, arrastrando los<br />

pies; su túnica se había ensuciado por el<br />

polvo que soplaba sin dirección y los pies<br />

se le habían agrietado por la piedras del<br />

camino dejando un pequeño rastro de<br />

sangre que lo seguía, lo seguía, lo seguía.<br />

Jesús dobló en una esquina, pestañeó un<br />

par de veces para quitarse el polvo de los<br />

ojos y entonces lo vio:<br />

…Se miraron sorprendidos en medio<br />

de la multitud…<br />

69


70<br />

ADVERTENCIA<br />

CUMPLIDA<br />

Por Carlos T Yes


Eran casi las dos de la madrugada<br />

cuando llegó Yurima a casa de su tía<br />

Gladys, traía la cara y los brazos llenos<br />

de moretones. <strong>La</strong> tía le abrió la puerta<br />

bostezando y con los ojos pegados. Medio<br />

dormida, la mandó a pasar sin saludarla.<br />

<strong>La</strong> sobrina se tiró de lado en el sofá, mirando<br />

al respaldo. Gladys la observó y se<br />

encogió de hombros. Enseguida se fue a<br />

su cuarto y se volvió a acostar al lado de<br />

su hija Tamara, quien balbuceó:<br />

—¿Quién era?<br />

—Tu prima, con la misma tragedia de<br />

siempre.<br />

—No sé qué piensa pa’ mandar pa’l<br />

carajo a ese comepinga.<br />

Se durmieron de nuevo.<br />

Eran cerca de las diez de la mañana<br />

cuando la tía la sacudió por el hombro,<br />

pensando que estaba dormida,<br />

pero Yurima se volteó bocarriba y le<br />

preguntó:<br />

—¿Qué pasa?<br />

—Que vino a buscarte la policía —contestó<br />

la tía preocupada—. ¿Qué pasó,<br />

qué hiciste?<br />

Gladys, al ver que su sobrina se mostraba<br />

indiferente, volvió a salir al portal.<br />

Yurima se incorporó y se sentó con<br />

calma, como si no le importara. Con los<br />

pies buscó las sandalias en el piso, se<br />

las calzó y fue al baño. Salió enseguida<br />

y caminó hasta el portal, donde había<br />

tres hombres, dos de ellos vestidos de<br />

civil. El uniformado conversaba con la<br />

tía y la prima, que lloraban. Yurima las<br />

observó con indiferencia.<br />

El hombre que traía unos papeles en<br />

la mano se identificó y le preguntó si<br />

ella era Yurima… Contestó que sí, y extendió<br />

las manos cuando el oficial sacó<br />

las esposas. <strong>La</strong> condujeron a un carro<br />

«Operativo de Búsqueda y Captura»<br />

parqueado a la entrada.<br />

Otro similar, con su chofer, permanecía<br />

situado unos diez metros delante.<br />

Se había formado un grupo de vecinos<br />

y curiosos alrededor de las mujeres. Poco<br />

después los carros partieron. Al doblar la<br />

esquina Yurima miró por la ventanilla y<br />

levantó las manos para despedirse del<br />

grupo que la seguía con la vista.<br />

Tamara y su madre entraron sin hablar<br />

con nadie, ni siquiera con los que<br />

les preguntaron el motivo del arresto.<br />

Gladys se tiró en el sofá donde había<br />

dormido su sobrina y le pidió a su hija los<br />

medicamentos que ya conocía. Inmediatamente<br />

se los trajo con un vaso de agua.<br />

—Vístete, que vamos ahora mismo pa’<br />

Marianao a averiguar lo que sucedió<br />

realmente —dijo la madre.<br />

Media hora después salieron y cogieron<br />

una guagua en la calle Zapata<br />

que las dejó a pocas cuadras de la casa<br />

del padrastro y los tres hermanos de<br />

Yurima. <strong>La</strong>s recibieron con llanto y las<br />

acosaron con preguntas: «¿<strong>La</strong> fueron a<br />

buscar a tu casa? ¿Se entregó sin resistencia?<br />

¿Estaba herida?...».<br />

<strong>La</strong>s mujeres se sentaron. Gladys respondió<br />

las preguntas y luego interrogó<br />

al padrastro de Yurima:<br />

—Bueno, dinos qué fue lo que pasó,<br />

porque el policía nada más nos dijo<br />

que había matado al marido, pero no<br />

nos especificó de qué manera. Los motivos<br />

los sabemos de sobra. Bastante<br />

aguantó, la pobre.<br />

El padrastro de Yurima mandó a salir<br />

a los niños, que no le hicieron caso, y<br />

relató lo que conocía de los sucesos de<br />

la noche anterior:<br />

«Nosotros sabíamos que había ido<br />

para tu casa, como hacía siempre que<br />

tenían discusiones y él la golpeaba», le<br />

dijo el padrastro a Gladys y continuó:<br />

«Por eso se lo dijimos a la policía, para<br />

71


que no creyeran que se había dado a la<br />

fuga, como decían».<br />

»Hoy por la mañana fui al solar, allí<br />

estaban todavía la policía y unos peritos<br />

de los bomberos analizando aquello.<br />

»Según me dijeron los vecinos, la cosa<br />

empezó como a las once de la noche. El<br />

marido había llegado borracho y drogado<br />

y discutieron porque él le había robado<br />

el dinero que ella estaba reuniendo<br />

para comprar un televisor. Dicen que en<br />

la discusión salió a relucir lo que Yurima<br />

siempre le decía, «que ya estaba cansada<br />

de que la humillara, la explotara y la<br />

hiciera jinetear para que el muy sinvergüenza<br />

se lo gastara en bebida y drogas<br />

con otras mujeres». Eso oyeron los vecinos<br />

y después, como siempre, la paliza,<br />

los gritos y las amenazas de ella: «Tú me<br />

las vas a pagar».<br />

»Pero esta vez sí se las pagó todas de<br />

verdad. Supe que después de la bronca<br />

Yurima esperó que él se durmiera. Lo<br />

roció con alcohol y luzbrillante de los<br />

que usaba para cocinar, prendió un fósforo,<br />

se lo tiró y salió del cuarto. Cerró<br />

la puerta por fuera con candado.<br />

»Al parecer el tipo murió sin despertarse<br />

porque, los vecinos que la vieron<br />

salir del solar, no lo sintieron gritar.<br />

Luego fue cuando se formó el alboroto.<br />

Dicen que aquello fue del carajo. El<br />

humo, las llamas y el corre-corre… Tuvieron<br />

que lanzar cubos de agua como<br />

pudieron para aplacar el fuego y que<br />

no se quemara el solar completo, hasta<br />

que vinieron los bomberos.<br />

»Lo sacaron hecho un chicharrón.<br />

»<strong>La</strong> pobre Yurima, que tanto ha sufrido<br />

en su vida desde que perdió a su<br />

madre y tuvo que ayudarme a criar a sus<br />

hermanos… Y ahora, apenas acaba de<br />

cumplir diecisiete, y mira lo que le pasa.<br />

»Tendrá que estar más de quince<br />

años presa, pero la visitaremos y nos<br />

ocuparemos de ella el tiempo que sea.<br />

Se lo merece, porque siempre ha sido<br />

muy noble y se ha ocupado de todos.<br />

»Eso sí, ya ese cabrón, que en paz<br />

descanse, no la jode más».<br />

72


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74<br />

REENCUENTRO<br />

Por José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas


<strong>La</strong> explanada de grava rojiza se encontraba<br />

desierta y no tuve problemas<br />

para aparcar frente a la puerta<br />

de la cafetería. Nos quedamos dentro<br />

del auto hasta que ella terminó de fumar.<br />

Luego subimos los gastados escalones<br />

roídos por el salitre y nos sentamos<br />

a una mesa junto al mirador que<br />

daba al mar.<br />

A aquella hora de la mañana éramos<br />

los únicos clientes. Afuera, el viento<br />

otoñal soplaba con ráfagas violentas<br />

que arrojaban puñados de arena contra<br />

los cristales. El cielo, cargado de<br />

nubes compactas, se curvaba a punto<br />

de desplomarse sobre un océano verde<br />

grisáceo, ondulante y espumoso.<br />

Me acerqué a la barra a pedir dos cafés.<br />

Mientras la camarera los preparaba<br />

con desgana, aproveché para echar<br />

una ojeada discreta a Julia. Durante<br />

el trayecto apenas habíamos cruzado<br />

un par de miradas; debía atender a la<br />

carretera y, además, frente a frente era<br />

incapaz de fijar la vista en ella sin ponerme<br />

enseguida nervioso.<br />

Ahora me daba la espalda y pude<br />

contemplarla con más detenimiento.<br />

Llevaba un jersey holgado de lana azul,<br />

vaqueros gastados que la sentaban de<br />

maravilla y se había teñido el pelo a<br />

mechas. <strong>La</strong> verdad, no parecía que hubiesen<br />

pasado esos diez años por ella.<br />

Volví a la mesa con las tazas y un brioche<br />

que había descubierto en el último<br />

momento tras la vitrina del mostrador.<br />

—Todavía te acuerdas ¬—sonrió<br />

mientras cortaba un pedacito de bollo<br />

que masticó ayudada de un sorbo de<br />

café con leche—. Parece que fue ayer…<br />

cuando hicieron esta porquería rancia,<br />

quiero decir.<br />

Dejó de comer y apuró la taza. Vista<br />

más de cerca podía advertir las finas<br />

arrugas bajo los ojos y junto a las comisuras<br />

de los labios; la piel había perdido<br />

brillo, pero el rostro se mantenía<br />

firme y terso. Igual de firme y terso que<br />

su carácter. Sin embargo, había algo,<br />

no sé qué, que la volvía diferente.<br />

—Gracias por el detalle de venir a buscarme,<br />

Jorge; sigues tan cielo como siempre.<br />

—No tiene importancia —hice un gesto<br />

con la mano como apartando una<br />

mosca—, pensé que era lo menos que<br />

podía hacer por ti.<br />

Rebuscó en el bolso y sacó un papel<br />

arrugado con una dirección. Me preguntó<br />

si después podía acercarla allí.<br />

Asentí en silencio. Tenía la mente en<br />

blanco y no se me ocurría ningún tema<br />

de conversación. Señalé con la cabeza<br />

el paisaje, a ver si a ella le daba por<br />

hablar del tiempo, y comencé a contar<br />

mentalmente: «Uno, dos, tres…».<br />

Cuando iba por el cuarenta y dos, Julia<br />

dijo que necesitaba fumar.<br />

Descendimos a la playa. Hice pantalla<br />

contra el viento para ayudarla a<br />

encender el pitillo y comenzamos a pasear<br />

por el borde de la orilla.<br />

—¿Cómo está Pablo? —daba caladas<br />

cortas y nerviosas, el flequillo tapándole<br />

los ojos.<br />

—Bien, bien. Bueno, ya es todo un<br />

adolescente. Un extraño para mí, vamos.<br />

Sospecho que le gusta una chica,<br />

por lo que tarda en arreglarse y lo raro<br />

que está. Lo normal.<br />

—¿Pregunta por mí?<br />

—No, nunca —mentí.<br />

—Y tú, ¿me has echado en falta? —buscaba<br />

mi mirada.<br />

—Tampoco —pensaba en ella cada<br />

día, casi cada hora.<br />

Nos sentamos en la arena fría, de<br />

cara a las olas. Encendió otro cigarrillo<br />

con la colilla del anterior. Se tumbó es-<br />

75


tirándose como un gato juguetón, exhalando<br />

el humo con fuerza.<br />

—Anoche soñé que volvía a Manderley…<br />

Me mordí los labios obligándome a callar;<br />

no quería iniciar una discusión, pero<br />

ella debía saber que su vuelta a casa era<br />

impensable. Cómo podía siquiera sugerirlo,<br />

seguía tan loca como siempre. Aspiré<br />

profundamente el aire acuoso, y estornudé.<br />

Ah, ahora caía. <strong>La</strong> diferencia que me<br />

intrigaba no era algo, sino su ausencia:<br />

Julia no llevaba perfume. Y eso la volvía<br />

perturbadoramente cercana, como<br />

si se hubiera eliminado una barrera.<br />

Cercana… Pasé la mano por encima<br />

de mi ropa, desde la pelvis hasta la axila<br />

izquierda, recorriendo el meandro en relieve<br />

de la vieja cicatriz. Sentí un escalofrío<br />

y me puse en pie sacudiendo los pantalones<br />

a palmetazos, un poco teatralmente.<br />

—Vamos, te llevo, no se vaya a hacer<br />

tarde –balbuceé.<br />

Pero se había dado cuenta, olía el<br />

miedo. Sonrió, traviesa y dominante.<br />

Encadenó sus ojos con los míos —ya no<br />

había posibilidad de evitarlos— y acercó<br />

los labios hasta rozarme la mejilla.<br />

—<strong>La</strong> próxima vez no fallaré. Lo sabes,<br />

¿verdad?<br />

Había caído una neblina que difuminaba<br />

los bordes de las cosas. Mientras<br />

nos dirigíamos al coche pensaba en<br />

que Julia podía ser lo que fuese, pero<br />

nunca, jamás, había dicho una mentira.<br />

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78<br />

DESFILE<br />

DE MUERTOS<br />

Por José Luis Pérez Ramírez


Sentía José Jesús que los muros<br />

de los túneles de la estación Balderas<br />

iban a emparedarlo; con<br />

su mochila en la espalda, aceleraba el<br />

paso para cambiar de andén y enrumbar<br />

con dirección a Observatorio. <strong>La</strong><br />

multitud de personas dejaba escapar<br />

un vaho de fatiga y, en eso, los acordes<br />

de una guitarra le hicieron levantar la<br />

cabeza y esgrimir una sonrisa.<br />

—Hola, Rockdrigo —dijo y dejó unas<br />

monedas en el sombrero recostado en<br />

el piso.<br />

«Cuando yo era niño, tú ya estabas<br />

aquí », pensó.<br />

—Gracias, carnal.<br />

«Hace cuatro años que a mi novia<br />

perdí…» <strong>La</strong> canción se perdía entre<br />

los rumores de los pasos de los caminantes<br />

de Balderas. Un haz de luz roja<br />

separaba el pasillo en dos vías, una<br />

para mujeres y niños y la otra, en sentido<br />

contrario, para varones. José Jesús<br />

miró su reloj y concluyó que llegaría a<br />

tiempo a la cita con su novia (Rocío)<br />

que lo esperaba en la localidad de Cuajimalpa,<br />

a unos once kilómetros de la<br />

estación Observatorio, para ultimar<br />

los detalles de las indumentarias que<br />

usarían, al día siguiente, en el desfile<br />

de El día de muertos, un homenaje a<br />

los muertos que desde hacía veintidós<br />

años se llevaba a cabo en el centro de<br />

la Ciudad de México. Se conocieron en<br />

Cuajimalpa, en un festival de cetrería y<br />

exposición de aves de presa. Rocío obtuvo<br />

un premio con un hermoso búho<br />

blanco que lo criaba en su casa.<br />

«Sáquese de aquí, señor operador…»,<br />

continuaba la canción en los chasquidos<br />

de José Jesús, no obstante que ya<br />

no era visible el trovador. «Gracias a tu<br />

presencia, Rockdrigo —susurró—, la<br />

muchedumbre no me va a aplastar».<br />

—¡Jotajota, eres un hijo de la chingada!<br />

—escuchó de pronto un bramido<br />

que según él podría despertar a los caminantes<br />

de Balderas.<br />

Era una voz femenina. «!Jotajota,<br />

eres un hijo de la chingada!», retumbó<br />

en su mente. Tenía que ser de alguien<br />

que conocía, una amiga. Trató de encontrar<br />

miradas de desconcierto, pero<br />

la callada avalancha humana continuaba<br />

en movimiento.<br />

Pese al grito destemplado, creyó reconocer<br />

a la responsable del escándalo. «No,<br />

no puede ser —pensó—, ella está muerta».<br />

Y las luces de la estación parpadearon<br />

cuando sintió que el acero frío de un puñal<br />

le penetró en el pecho; trató en vano de detener<br />

con sus manos la sangre que abandonaba<br />

su cuerpo. Y la agresora, que tenía<br />

el aspecto de un ave rapaz, con sus garras,<br />

trataba de arrancarle la mochila. Pero no lo<br />

consiguió. «Embarrado estoy en el piso del<br />

andén, en la puerta del convoy, embarrado<br />

mi corazón…, embarrado estoy…».<br />

Agobiada lloraba la sirena de la ambulancia<br />

para despejar los vehículos de<br />

la avenida Cuauhtémoc; agobiada porque<br />

era urgente llegar a un centro médico<br />

para los primeros auxilios. Lloraba<br />

la sirena con la borrasca.<br />

En el quirófano, después de que trataron<br />

sin éxito de sacarle la mochila, el médico<br />

de emergencia, Lucas Mejía, mirando<br />

el monitor, manipulaba los delicados<br />

instrumentos quirúrgicos y medicamentos<br />

para disolver el coágulo de sangre<br />

que, incrustado en una arteria coronaria,<br />

obstruía el normal flujo sanguíneo.<br />

—Lo siento mucho —dijo el médico,<br />

quitándose los guantes de látex—. Nos<br />

tocó un trombo de piedra.<br />

E instruyó que el parte médico señalara<br />

que la causa de la muerte era una<br />

trombosis coronaria.<br />

79


—Está diluviando —comentó la enfermera<br />

sin que le prestaran atención—. El<br />

paciente decía que le habían apuñalado.<br />

Estaba delirando, el pobre.<br />

Antes de salir del quirófano, el médico<br />

quiso averiguar por qué no pudieron<br />

quitarle la mochila al paciente. Y él, sin<br />

ninguna dificultad, extrajo la mochila y<br />

la abrió.<br />

—¿Qué es esto? —dijo—. Esto parece<br />

una mortaja. Si es una mortaja con<br />

restos humanos, huesos humanos, una<br />

calavera. Me lleva… ¡Una catrina! ¡Una<br />

catrina real y completa!<br />

—¡Ajá! Veo que abriste la mochila —<br />

dijo la catrina. Lucía un sombrero de<br />

charro bordeado con flores azules, un<br />

vestido fucsia y un collar de garbanzos<br />

que bajaba hasta la cintura—. Di sin<br />

temor alguno si no soy hermosa… Mi<br />

lindo sombrero italiano verdoso en reflejarse<br />

en mis ojos no vacila.<br />

«Pero si no tiene ojos», pensó el doctor.<br />

—Te asustas —continuó la catrina— porque<br />

eres nada. Perteneces a la vida efímera;<br />

te acabas eternamente como una gota de<br />

manantial. Ocultas tus huesos con pompas<br />

fugaces, tus miedos con desafíos osados.<br />

Imitas burdamente a la muerte. ¡Ah!, pero si<br />

no te veo en la marcha, te prometo que de<br />

un soplo te retornaré al lugar de todos.<br />

«Vaya con la calaca —se dijo el médico—.<br />

No entiendo por qué me amenaza si<br />

yo no hice nada malo. Hice todo lo posible<br />

para salvar al muchacho, es mi trabajo;<br />

pero el paro cardiaco fue fulminante».<br />

—Esqueletos de verdad —comentó la<br />

enfermera— desfilarán por Reforma y el<br />

80


Zócalo en El día de muertos. Calaveritas de<br />

azúcar y disfrazados de muertos, muy poco.<br />

El primero de noviembre, después de<br />

que escampara, los muertos marchaban<br />

por el Paseo de la Reforma con rutilantes<br />

sonrisas que saludaban el advenimiento<br />

del día de los muertos, con mariachis<br />

que hacían bailar a las osamentas.<br />

Lucas Mejía, en El Ángel de la independencia,<br />

se hallaba entre el gentío<br />

que observaba el desfile; con su móvil<br />

filmaba lo más sobresaliente, aunque<br />

en realidad buscaba ser visto por la catrina,<br />

que el día anterior le había hecho<br />

una advertencia que lo desconcertó.<br />

«En algún momento tiene que pasar<br />

por aquí».<br />

Sintió que alguien le saludaba. Era<br />

ella, con su vestido fucsia y su sombrero<br />

de flores azules y plumas blancas<br />

de búho que no ocultaba su cabellera<br />

rubia de flores de cempasúchil. «Está<br />

hermosa, divina», pensó, sin evitar que<br />

se le saliera una sonrisa. Y se percató<br />

de que ella iba del brazo de un acompañante<br />

quien, con la cara blanca y<br />

enjuta, vestido con frac oscuro; camisa,<br />

puños y guantes blancos; sombrero de<br />

charro negro con bordados dorados,<br />

emitía gemidos de espanto.<br />

—¿Y ese petimetre? —se preguntó<br />

Lucas— ¡Carajo! Pero si es el chavo del<br />

paro cardiaco.<br />

Y la catrina siguiendo la procesión se<br />

despidió de Lucas meneando la mano.<br />

—Adiós, Rocío —dijo Lucas.<br />

«Y ¿de cómo sé su nombre?», se sorprendió<br />

Lucas.<br />

81


82<br />

UN BUEN SUSTO<br />

EN TEHERÁN<br />

Por Mario López Espinosa


De repente me surgió la certeza de<br />

que esa noche podría ser la de<br />

mi último día. Me temblaron las<br />

piernas. Se me hizo un hueco en el estómago.<br />

El brusco ruido de las cortinas<br />

de cuentas, abriéndose para dar paso<br />

a aquel hombre con mirada diabólica y<br />

apariencia de rufián no presagiaba nada<br />

bueno. Aquellos ojos, como dardos, se<br />

clavaron de inmediato en la mujer que<br />

estaba sentada junta a mi en la barra de<br />

aquel bar misterioso y extravagante, y<br />

con la que recién había cruzado algunas<br />

palabras. Mi gran amigo que me acompañaba,<br />

el pequeño Fernando, que no<br />

medía más de 1.65, que era un poco<br />

obeso y que usaba lentes muy gruesos,<br />

también se había percatado del peligro,<br />

y lo manifestó con un suspiro reprimido.<br />

Dos hombres grandes, con barba muy<br />

negra y rostro de corsarios malditos,<br />

escoltaban aquel hombre al dirigirse<br />

pausadamente hacia mi vecina de banco.<br />

Busqué apresuradamente a Amir<br />

Asahampaná, el guía e interprete que<br />

se nos había designado durante nuestra<br />

visita a Teherán, la que comenzaba a<br />

tornarse memorable. Amir era además<br />

un espléndido protector, pues habiendo<br />

sido campeón de box de Medio Oriente<br />

lo conocían y respetaban prácticamente<br />

todos los persas con los que tuvimos<br />

contacto. Me arrepentía de haberle<br />

pedido a nuestro interprete y ya buen<br />

amigo, que nos llevara a conocer algunos<br />

lugares interesantes de la Capital de<br />

Irán donde los únicos forasteros fuéramos<br />

nosotros dos. El atlético guardaespaldas<br />

había tenido la ocurrencia de ir<br />

al baño justo en el momento más inoportuno.<br />

Aquel personaje maléfico se<br />

acercó despacio, con altanería y cautela,<br />

como un animal de presa, y comenzó a<br />

gritarle a la mujer, en persa obviamente,<br />

moviendo los brazos con brusquedad<br />

amenazadora. Se detuvo la música. Me<br />

di la vuelta, previendo cualquier cosa<br />

y recargué mi espalda en la barra con<br />

fingida tranquilidad. Era obvio que se<br />

refería a mi, pues el hombre me señalaba<br />

continuamente. Mi amigo Fernando<br />

se agarró de mi saco y con una mirada<br />

asustadiza y levantando las cejas me señaló<br />

el arma que aquel cobarde llevaba<br />

fajada en la cintura. Mi temor aumentaba,<br />

cuando a lo lejos divisé al esperado<br />

Amir, que salía del baño con toda calma<br />

y se detenía a platicar con el primer grupo<br />

con que se topó. De repente el protagonista<br />

principal de aquella pesadilla<br />

le dio tremendo bofetón a la mujer que<br />

casi la tira del banco. Me armé de valor y<br />

con la cara descompuesta lancé un grito<br />

destemplado, en español por supuesto:<br />

—¡Hijo de la gran puta. ¿Pero cómo te<br />

atreves a golpear a una mujer que está<br />

a mi lado? Miserable, infeliz, cretino,<br />

mequetrefe, desgraciado. ¡Eres un Gilipollas!<br />

—este último insulto lo inferí sin<br />

estar muy seguro del significado pues recién<br />

lo había aprendido unos días antes<br />

en Madrid y me pareció muy expresivo,<br />

aunque no sabía si era adecuado para<br />

aquel momento. Es claro que mi única intención<br />

era la de que Amir me escuchara<br />

y viniera rápidamente en nuestro auxilio.<br />

Al darme cuenta de que Amir Asahampaná<br />

se había detenido a conversar<br />

alegremente con un segundo grupo<br />

y que no se percataba del escándalo, di<br />

un terrible golpe en la barra, que derramó<br />

el licor de los vasos cercanos, y<br />

grité aún más fuerte, lo más fuerte que<br />

era capaz:<br />

—Maldito persa de mierda. Te atreves<br />

a volver a tocarla y te mato, te juro que<br />

te mato, cabrón —se lo dije, señalándolo<br />

en la frente con mi dedo índice.<br />

83


Mi amigo Fernando, aterrado, con los<br />

ojos desorbitados, me jaloneaba del saco<br />

haciendo pucheros y reclamándome:<br />

—¿Te has vuelto loco, imbécil? ¡Te has<br />

vuelto loco! ¿Cómo te atreves? ¡Idiota,<br />

irresponsable, suicida?<br />

<strong>La</strong> mujer nos miraba asustadísima y<br />

con los ojos también muy abiertos. El<br />

villano estaba claramente desconcertado,<br />

al igual que sus guardaespaldas.<br />

No entendían mis palabras en español,<br />

se miraban entre sí, seguramente no<br />

podían creerlo.<br />

Asahampaná había escuchado finalmente<br />

el alboroto e identificado aquellas<br />

palabras en castellano, que eran<br />

sus favoritas, se acercó muy lentamente,<br />

como si la sorpresa le fuera connatural,<br />

y finalmente llegó, para mi tranquilidad<br />

y consuelo, pero sobre todo la de mi<br />

amigo Fernando, que llorando me insultaba<br />

y juraba que se las iba a pagar.<br />

Amir se dedicó claramente a regañar a<br />

gritos a los otros tres persas, quienes<br />

de manera evidente se disculpaban. Di<br />

un gran suspiro y me bebí de un golpe<br />

la nueva copa que alguien me había<br />

servido. Yo era muy joven, en la primera<br />

mitad de los veinte, y nunca había conversado<br />

tan de cerca con la muerte.<br />

Después de quince minutos de gritos<br />

extraños, Amir me dijo que Mehrak,<br />

que así se llamaba aquel hombre, quería<br />

ofrecerme una disculpa e invitarnos<br />

una copa. Le acepté la disculpa, pero<br />

no la copa, y todavía con fuerzas para<br />

un último desplante, le dije que era yo<br />

quien les invitaba la copa y esperaba<br />

que aceptaran. Mi amigo Fernando gritaba<br />

que él sí la aceptaba y que les estaba<br />

muy, muy agradecido. Discutieron<br />

otro poco con Amir pero finalmente<br />

aceptaron mi invitación y comenzó así<br />

una de mis mejores veladas en Teherán.<br />

Mi amigo Fernando se emborrachó esa<br />

noche, lo tuvimos que llevar cargando,<br />

primero al auto y después hasta la habitación<br />

del hotel.<br />

84


YA DISPONIBLE<br />

ANTOLOGÍA<br />

mar crepuscular<br />

veinticuatro cuentos de terror, ciencia ficción y<br />

policíacos de grandes autores hispanoamericanos<br />

descárgala gratis<br />

en google books<br />

85


MIENTRAS<br />

TANTO, EN<br />

GOOGLE<br />

BOOKS...<br />

Por Aurora Ceres<br />

86<br />

Normalmente, si no estoy haciendo<br />

algo importante con mi tiempo,<br />

estoy leyendo; y más que leer<br />

los viejos clásicos o los nuevos clásicos,<br />

que ealmente podría recitar ya de memoria<br />

algunos, dedico mis horas de<br />

lectura a perderme en todos los libros<br />

gratuitos que Play Books ofrece.<br />

Debo confesar que prefiero los libros<br />

gratuitos a los libros de pago porque<br />

así no me arrepiento de haber pagado<br />

por algo que no me gustó, además de<br />

que entre estos libros se pueden encontrar<br />

a grandes autores y grandes<br />

historias que en la mayoría de los casos<br />

no cuentan con el dinero necesario<br />

para una buena publicidad ni con el<br />

respaldo de una editorial.<br />

Así que, uno de esos días, perdída<br />

entre los libros gratuitos, se me ocurrió<br />

hacer una breve, muy breve, reseña de<br />

aquellos libros sobre los cuales vale la<br />

pena hablar; claro que no solo vale la<br />

pena hablar de los libros buenos, sino<br />

también de los libros que son pésimos<br />

y de aquellos que, aunque son malos,<br />

tienen potencial para destacar de entre<br />

los demás.<br />

EL BUENO<br />

Cronotrone 01: Escritores del tiempo,<br />

de Jean Carlo <strong>La</strong>ines, es un libro muy<br />

interesante que, a pesar de desarrollar<br />

una idea tan trillada como lo son los<br />

viajes en el tiempo, cuenta con una<br />

premisa que permite un desarrollo sencillo<br />

pero a la vez ágil y constante.<br />

Eso si, como pasa con la mayoría de<br />

los escritores menores de treinta años,<br />

cae en diversos lugares comunes que<br />

son innecesarios, principalmente con<br />

el desarrollo de los presonajes.<br />

A pesar de esto, Cronotrone es un libro<br />

que puede disfrutarse plenamente<br />

y que reseñaré más adelante, cuando<br />

termine de leer la saga completa


EL FEO<br />

Corazón asesino, de Reny Maurier, es<br />

una novela muy muy corta, o un cuento<br />

muy largo, que podría usarse para<br />

ejemplificar todo los errores que pueden<br />

cometerse al escribir algo debido<br />

a lo acartonado de sus personajes y<br />

a lo poco imaginativo de la narración.<br />

Es como una de las películas que The<br />

Asylum produce, pero sin ese encanto<br />

que el cine de serie B posee.<br />

Pero, dentro de todo lo malo, la idea<br />

principal que esta historia desarrolla<br />

tiene mucho potencial; solamente<br />

sería cosa de que el autor le dedique<br />

tiempo y más esfuerzo para desarrollarla<br />

de una forma correcta.<br />

EL MALO<br />

YOSHIO Volumen 1 al 3, del autor (o autora,<br />

no estoy segura) KuroKami-Sensei,<br />

es uno de esos libros que, desde que ves<br />

la portada, sabes que pertenece a una<br />

de esas páginas de Fanfics o a las secciones<br />

más oscuras de Wattpad. No solo<br />

está lleno de esas expresiones que solo<br />

un baka gaijín usaría en la vida diaria,<br />

como Onii-chan, sino que cada volumen<br />

es solo un capítulo de la historia.<br />

Con una pobre redacción, una historia<br />

llena de los clichés más comunes de<br />

cualquier anime genérico y una presentación<br />

que da horror, puedo asegurar<br />

que no se perderán nada si lo dejan ahí<br />

sin descargar.<br />

87


88


NUESTROS<br />

ARTÍCULOS<br />

89


90


EL CLICHÉ<br />

QUE TODOS<br />

AMAMOS<br />

Por Carolina Alpuche<br />

Siempre he sido de la idea de que<br />

cualquier persona puede escribir,<br />

pero pocos son los que tienen la capacidad<br />

de transmitir correctamente las<br />

ideas a través de las palabras; no es precisamente<br />

que sea tampoco muy complicado,<br />

pues cualquier persona, con la<br />

práctica adecuada, puede ser capaz de<br />

lograrlo. Al igual que todo en la vida, el<br />

«arte» de escribir exige un proceso de<br />

aprendizaje constante que, infortunadamente,<br />

muchos no toman en cuenta.<br />

Este aprendizaje es esencial para<br />

poder desarrollar con maestría ciertos<br />

géneros literarios, y podemos tomar<br />

como ejemplo la poesía; no cualquiera<br />

escribe buena poesía, y todos podemos<br />

notarlo con los poemas que encontramos<br />

día a día, pocos —muy, pero<br />

muy pocos— son los que valen la pena<br />

en estos tiempos. Y algo similar pasa<br />

con los microrrelatos.<br />

Imagino que ya saben por dónde voy.<br />

Calculo que tengo que leer, por lo menos,<br />

trescientos microrrelatos en cada<br />

convocatoria que se organiza para publicar<br />

esta revista, y cada vez me cuesta<br />

más trabajo seleccionar a los que se<br />

publicarán. Esto es, principalmente, debido<br />

a dos razones que se contraponen:<br />

<strong>La</strong> primera razón, y hasta cierto punto<br />

una que estoy segura de compartir<br />

con más personas que se dedican a<br />

esta misma actividad, es mi sentimentalismo.<br />

Siempre que leo un microrrelato,<br />

o cualquier texto en general, pienso<br />

en la persona que lo escribió: ¿Estará<br />

dando sus primeros pininos en el fascinante(?)<br />

mundo de la literatura? ¿Será<br />

un niño o un adulto? ¿Será una mujer<br />

o un hombre? ¿Qué le habrá llevado a<br />

escribir sobre ese tema? ¿Qué tanto le<br />

afectará si no selecciono su microrrelato?<br />

(…) Vaya, comienzo a sentir que el<br />

estómago se me revuelve como si fuera<br />

yo la que está participando. Algunos<br />

91


podrían llamarle a esto empatía; yo, en<br />

mi situación, lo llamo pendejez, porque<br />

solo me complico la vida pensando<br />

en cosas que no deberían interesarme.<br />

Contraponiéndose a la razón anterior,<br />

está una razón de mayor peso: la calidad<br />

literaria. Este es un tema que, normal y<br />

supuestamente, se considera subjetivo<br />

debido a que depende de los gustos y<br />

aficiones de la persona, de su moral y sus<br />

valores, de las tendencias y la moda que<br />

rigen los círculos literarios contemporáneos…<br />

Pero eso es, regularmente, lo que<br />

las personas que no han pasado por el<br />

proceso de aprendizaje literario se dicen<br />

para no sentirse tan mal por sus creaciones,<br />

derivando en la creación de grupos<br />

que siguen la misma línea y que solo están<br />

juntos para echarse porras los unos a los<br />

otros, algo así como los changuitos que se<br />

quitan las pulgas los unos a los otros.<br />

Volviendo al tema principal, comentaba<br />

que siempre le doy peso a la calidad<br />

del microrrelato; y esta calidad<br />

la defino con un método muy sencillo<br />

que estoy segura de que cualquier persona<br />

puede seguir.<br />

Lo primero, y lo más importante, es<br />

no tomar en cuenta la ortografía, pero<br />

valorar la gramática casi por encima de<br />

todo. Sería muy sencillo para mí descartar<br />

los microrrelatos por los errores<br />

ortográficos que estos poseen, pero me<br />

perdería de la oportunidad de encontrar<br />

un diamante en bruto, y también le quitaría<br />

trabajo al editor, quien finalmente<br />

se encarga de hacer las correcciones correspondientes<br />

a todos los textos, incluyendo<br />

este, por supuesto.<br />

Lo siguiente es identificar que el microrrelato<br />

no caiga en uno de los clichés<br />

típicos de este tipo de literatura,<br />

siendo el más destacado de estos el<br />

cliché del ente paranormal:<br />

Entonces, sudorosa, desperté de<br />

mi sueño y miré el reloj, eran las<br />

tres de la mañana, el frío calaba<br />

mis huesos y helaba mi sangre; de<br />

pronto, como cada noche, escuché<br />

los débiles golpes en la ventana de<br />

mi recamara. Esta vez fueron dos.<br />

Volví a mirar el reloj, aún eran las<br />

tres de la mañana. Escuché el tercer<br />

golpe en el espejo…<br />

El tema más común y trillado que uno<br />

puede encontrar en los microrrelatos<br />

es aquel en el que el protagonista se<br />

ve torturado, asesinado, capturado,<br />

molestado o farfullado por un ente<br />

supuestamente maligno. <strong>La</strong>s variantes<br />

son muchas: puede ser que el ente<br />

toque las puertas, o las ventanas, o los<br />

espejos; puede que se aparezca en una<br />

esquina y muestre una linda sonrisa<br />

con unos dientes que solo asustarían a<br />

un dentista, o que mire a nuestro protagonista<br />

con unos terribles ojos rojos,<br />

supongo que de tanto fumar; o que toque<br />

alguna parte del cuerpo de nuestro<br />

héroe con sus miembros paranormales.<br />

Siempre es la misma trama aunque<br />

cambien los detalles, y el desenlace<br />

92


también es el mismo, pues se da a entender<br />

que nuestro personaje muere.<br />

Este tema tiene una variante igual de<br />

común:<br />

Entonces, sudorosa, desperté de<br />

mi sueño y miré el reloj, eran las<br />

tres de la mañana, el frío calaba<br />

mis huesos y helaba mi sangre; de<br />

pronto, como cada noche, sentí la<br />

calidez que mi perro me brindaba<br />

al recostarse a mis pies… Después,<br />

como una reacción casi involuntaria,<br />

lo llamé por su nombre, solo<br />

para sentir como mi perro lamía<br />

mi mano a un costado de la cama,<br />

mientras que aquel bulto seguía<br />

brindándome calor…<br />

Es exactamente la misma situación,<br />

pero usando a la mascota y un ente<br />

sustituyéndola de alguna forma. Puede<br />

ser un perro, un gato, un caballo, lo<br />

que el autor guste y mande; el destino<br />

de la mascota puede variar, ya sea que<br />

haya muerto hace no sé cuántos días, y<br />

nuestro héroe sea lo suficientemente<br />

despistado como para no recordarlo,<br />

o que el ente desplace a la mascota de<br />

sus lugares predilectos para reposar.<br />

Funciona también con niños y con la<br />

pareja, pero es menos común.<br />

El siguiente cliché, tan común y trillado<br />

como el anterior, es aquel en el<br />

que nuestro personaje se tiene que<br />

enfrentar al fantasma de uno de sus<br />

seres queridos, o de uno de sus rivales,<br />

siendo que este fantasma no alcanza a<br />

comprender que está muerto:<br />

Entonces, sudorosa, desperté de<br />

mi sueño y miré el reloj, eran las<br />

tres de la mañana, el frío calaba<br />

mis huesos y helaba mi sangre; de<br />

pronto, como cada noche, escuché<br />

cómo mi bebé lloraba desde<br />

su cuna. Me levanté adormilada y<br />

tratando de no despertar a mi esposo,<br />

quien cambió de posición al<br />

sentir que me levanté. Caminé a<br />

la cuna, con el rosario en la mano,<br />

para pedirle a mi bebé, al cual había<br />

enterrado tres días antes, que<br />

me dejara dormir porque debía ir a<br />

trabajar. Después tendré que hacer<br />

lo mismo con mi esposo…<br />

Aquí, aunque es esencialmente la misma<br />

situación, se presta para cambiar<br />

el entorno de muchas formas. Puede<br />

ser una niña en un parque, puede ser<br />

una enfermera en la ronda de la noche,<br />

puede ser un mecánico en el taller<br />

de afinación y balanceo, pero siempre<br />

debe ignorar el hecho de que está<br />

muerto y debe hacerle la vida imposible<br />

a su pariente, amigo o enemigo<br />

más cercano. ¿Por qué? Pues es lo que<br />

parece que hacen los fantasmas en todos<br />

los microrrelatos.<br />

Por alguna extraña razón estos dos<br />

son los clichés más utilizados por los<br />

autores que participan en la revista, y<br />

no solo aquí, sucede lo mismo en cual-<br />

93


quier plataforma que acepte y publique<br />

microrrelatos, pero no son los únicos,<br />

como verán a continuación:<br />

Entonces, sudorosa, desperté de<br />

mi sueño y miré el reloj, eran las<br />

tres de la mañana, el frío calaba<br />

mis huesos y helaba mi sangre; de<br />

pronto, como cada noche, abrí los<br />

ojos y lo entendí, me levanté, asustada,<br />

miré a mi alrededor, arriba,<br />

abajo, dentro y fuera; supe lo que<br />

debía hacer…<br />

¿Entendieron algo? Así me sucede más<br />

seguido de lo que quisiera. Hay muchos<br />

autores que creen que un texto se vuelve<br />

profundo y reflexivo si escriben algo<br />

que no tiene pies ni cabeza; porque es<br />

muy vanguardista, porque es muy moderno,<br />

porque si no lo entiendes es que<br />

no eres una persona de cultura y solo<br />

lees El sensacional de luchas o El Pásala.<br />

Me he dado cuenta de que, normalmente,<br />

estos son los autores que presumen<br />

de tener un currículum literario muy extenso,<br />

pero son solo son libros autopublicados<br />

en Amazon, que de igual forma<br />

no tienen pies ni cabeza pero tratan de<br />

vender en todos los rincones posibles<br />

que las redes sociales ofrecen.<br />

Entonces, sudorosa, desperté de<br />

mi sueño y miré el reloj, eran las<br />

tres de la mañana, el frío calaba<br />

mis huesos y helaba mi sangre;<br />

de pronto, miré la sangre en mis<br />

manos: brillante, roja, pegajosa,<br />

excitante… Miré al otro lado de la<br />

cama y vi su rostro, desencajado,<br />

sin vida, sin esa vida que yo le había<br />

arrancado hacía algunas horas,<br />

esa vida que me pertenecía a mí y<br />

a nadie más...<br />

A últimas fechas es muy común que los<br />

autores utilicen la primera persona como<br />

si principal método de narración —además<br />

del clásico «disculpen, me presento,<br />

soy Fulanito de Tal…», pero eso es más<br />

común en los relatos más largos, incluso<br />

en las novelas— y también es muy común<br />

que pongan a nuestro protagonista<br />

como el culpable de lo que sea que pasó<br />

o pasará en el microrrelato. Es un recurso<br />

tan común como aburrido, y tiene muchas<br />

variantes como aquella en la que<br />

nuestro personaje principal está narrando<br />

todo desde el psiquiátrico, la prisión,<br />

la fiesta de tres años de su sobrino o incluso<br />

desde el más allá.<br />

Considero a este como el cliché más<br />

fastidioso, me hace pensar que el autor<br />

no se esfuerza para nada en darle algún<br />

matiz de originalidad a su relato, pero,<br />

y aquí es donde entra la pendejez de la<br />

que estábamos hablando antes, también<br />

me hace pensar que este autor<br />

apenas está desarrollando su técnica y<br />

es muy ingenuo, o no ha leído lo suficiente,<br />

como para tratar de abordar su<br />

idea desde una perspectiva diferente.<br />

Hay muchísimos clichés más que podría<br />

ejemplificar, y no solo consideran-<br />

94


do los microrrelatos de terror, también<br />

la ciencia ficción y la literatura policíaca<br />

tiene sus clichés, pero no me gustaría<br />

extenderme de más pues creo que<br />

ya comprendieron la idea, y mi tortura<br />

cada convocatoria.<br />

Ahora, ya que identifiqué que el microrrelato<br />

no cae dentro de ningún cliché,<br />

el siguiente paso es identificar que<br />

cuente con todos los elementos que<br />

debe tener para poder considerarlo un<br />

relato: planteamiento, nudo y desenlace.<br />

Estos tres elementos no son imperativos,<br />

pues hay microrrelatos tan<br />

brillantes que no necesitan de un desenlace,<br />

o de un planteamiento, ya que<br />

invitan al lector a usar su imaginación<br />

y completar la información necesaria;<br />

sin embargo, lo que todos los microrrelatos<br />

necesitan sí o sí es el nudo.<br />

Un microrrelato no puede ser interesante<br />

sin una problemática que se deba<br />

resolver, no importa si no conocemos el<br />

contexto o lo que pasará después, pero,<br />

para intrigar al lector, debemos conocer<br />

siempre cual es el problema que nuestro<br />

protagonista debe afrontar, eso es lo<br />

que genera el interés del lector. Existen<br />

excepciones, pues muchas veces lo único<br />

que se nos muestra es el final y nada<br />

más, pero son contados los microrrelatos<br />

que destacan de esa forma, pues<br />

normalmente caen en algún cliché.<br />

Entonces, para finalizar, si el microrrelato<br />

no cae en ningún cliché y posee<br />

un nudo interesante, entra en la revista<br />

siempre y cuando no haya alguno<br />

mejor. Eso sucede mucho; encuentro<br />

un microrrelato capaz de moverme las<br />

entrañas, pero después llega uno mejor,<br />

pues lástima, no se publica, porque<br />

hay que dar espacio a los mejores autores,<br />

según mis consideraciones.<br />

Podrán creer que soy sol una esnob<br />

que cree que tiene la última palabra,<br />

pero es que sí tengo la última palabra<br />

al momento de decidir qué se publica<br />

y qué no en las páginas de esta revista,<br />

pero lo hago con la intención de ofrecer<br />

lo mejor a nuestros lectores; los lectores,<br />

en muchos casos, son peores que<br />

yo, pues ellos no se van a tentar el corazón<br />

ni se van a poner a pensar en los<br />

sentimientos de los autores al momento<br />

de leer algo: si algo les gusta lo van a<br />

aplaudir y si no les gusta puede ser que<br />

hasta hablen pestes de ello.<br />

Y eso no nos conviene ni a ustedes<br />

como autores, ni a nosotros como revista.<br />

Lo último que quiero decir es que, a<br />

pesar de estas palabras que podrían<br />

ser consideradas como hirientes para<br />

el ego de cualquier escritor, es realmente<br />

una expresión de mi pendejez,<br />

mencionada anteriormente, que quiere<br />

que los autores salgan de todos esos<br />

lugares comunes y se esfuercen más<br />

a la hora de escribir cualquier cosa.<br />

No se brinquen el proceso de aprendizaje<br />

literario y sepan aceptar las<br />

críticas, aunque estas tengan malas<br />

intenciones.<br />

En pocas palabras, no se conviertan<br />

en un cliché.<br />

95


96


SOCIEDAD EN<br />

DECADENCIA<br />

Por Yureli Elizabeth Rosas Torres<br />

Siglo XXI. Grandes avances médicos,<br />

tecnológicos, sociales… Sin<br />

embargo, muchas veces nos concentramos<br />

en ver lo positivo de la sociedad,<br />

y es válido, necesitamos hacerlo<br />

para sobrellevar el día a día, por otro<br />

lado también es necesario observar los<br />

errores, sino, ¿cómo es que podemos<br />

mejorar? Analizar nuestras fallas, conocer<br />

más a fondo nuestros defectos y ver<br />

cómo podemos convertirnos en mejores<br />

ciudadanos con simples acciones<br />

que casi nadie lleva a cabo. Destruimos<br />

a la sociedad poco a poco en sentido<br />

espiritual sin darnos cuenta. <strong>La</strong> esencia<br />

de cada país se pierde o se enriquece<br />

con las decisiones de sus ciudadanos.<br />

Pequeñas acciones hacen la diferencia<br />

y demuestran cuál es el país que queremos<br />

que México sea, incontables veces<br />

hemos tenido la oportunidad de la hacerlo,<br />

pero por muy insignificantes que<br />

sean las excusas, hacemos uso de ellas.<br />

Evidentemente ya no somos el país de<br />

hace cincuenta años en cualquier aspecto<br />

que lo analicemos, siendo positiva o<br />

negativa la consecuencia que ha generado<br />

el desarrollo de la tecnología.<br />

Nuestros antepasados hubieran<br />

muerto de un infarto con el simple<br />

hecho de pensar en viajar en avión, o<br />

hubieran lanzado nuestros teléfonos<br />

celulares al imaginar que son artefactos<br />

alienígenas.<br />

El desarrollo en diferentes ámbitos<br />

ha venido a reformar a la sociedad,<br />

nos facilita diversas labores, hace que<br />

nuestra vida sea más sencilla, pero,<br />

muchas veces, nos encargamos de tergiversar<br />

su objetivo, logrando que nos<br />

impacte de una manera negativa.<br />

El pilar de la sociedad se encuentra<br />

en el hogar, en el núcleo familiar, que<br />

es en donde se inculcan los valores que<br />

nos definen o caracterizan en cualquier<br />

lugar en el que estamos presentes. Con-<br />

97


forme han pasado los años, estos se han<br />

deteriorado en gran manera; pareciera<br />

que ya no son prioridad, a tal grado que<br />

las personas se portan de manera despectiva<br />

con este tema de suma importancia.<br />

Diversos problemas de la sociedad<br />

surgen a raíz de la falta de valores,<br />

como inseguridad, narcotráfico, adicciones,<br />

abandono social, maltrato, entre<br />

otros. Siendo así una adversidad en<br />

el mundo, a la cual se le debe tratar con<br />

relevancia, tomando decisiones que<br />

ayuden a erradicar esta cadena de defectos<br />

que nos perjudican directamente.<br />

Cuando los valores están bien cimentados<br />

en el hogar, se vuelve verdaderamente<br />

difícil poder corromper y<br />

hacer cambiar de pensamientos a una<br />

persona, puesto que lo ha aprendido<br />

desde pequeño, ya se ha vuelto parte<br />

de su modo de vida. Por lo general son<br />

las madres quienes enseñan a sus hijos,<br />

sin embargo no siempre es así, a veces<br />

los padres tienen que tomar el rol de la<br />

madre, o la abuela, las circunstancias<br />

de cada familia son totalmente diferentes,<br />

y se pueden adaptar para lograr que<br />

cada uno de sus hijos aprendan los valores<br />

necesarios que se requieren para<br />

desenvolverse en la sociedad. El hecho<br />

de que los roles cambien en algunos<br />

hogares, no es pretexto para que estos<br />

no se enseñen, puesto que la principal<br />

forma de inculcarlos es con el ejemplo.<br />

Se nos ha denominado la generación<br />

posmilenial, de la era digital, y por supuesto<br />

que tenemos suerte de serlo,<br />

los avances tecnológicos son impresionantes,<br />

tenemos un futuro prometedor<br />

con cada herramienta que se nos brinda.<br />

Nos estamos comiendo el mundo<br />

de un solo bocado. Transportémonos<br />

a la realidad, verdaderamente nos lo<br />

estamos comiendo, estamos acabando<br />

98<br />

con él, nos estamos terminando los recursos<br />

de la madre Tierra. Derrochamos<br />

cada uno de ellos sin pensar en las consecuencias,<br />

decenas de especies han<br />

desaparecido por negligencia de los<br />

humanos, creo que hasta que no esté a<br />

punto de desaparecer el hombre es que<br />

tomaremos conciencia de nuestra falta<br />

de respeto por el lugar que nos da las<br />

condiciones necesarias para poder vivir.<br />

Nos centramos en el aquí y el ahora,<br />

olvidando el futuro y preguntas como:<br />

«¿Qué consecuencias tendrá? ¿Dañaré<br />

a alguien? ¿Qué herencia les dejaré a<br />

las siguientes generaciones?». Quizás<br />

es porque el mundo ahora sólo se centra<br />

en el egoísmo, ha dejado de lado<br />

valores vitales que logran obtener una<br />

armoniosa convivencia. Pensar en los<br />

demás no es algo que suelan hacer la<br />

mayoría de las personas, buscamos el<br />

bienestar propio y de aquellos a quienes<br />

apreciamos, por otro lado, siempre<br />

habrá una minoría, esos individuos<br />

que hacen la diferencia con simples acciones,<br />

son una luz en un mundo vacío,<br />

donde lo que importa son las cosas de<br />

valor, todo aquello que a la larga no te<br />

da satisfacción alguna y que termina<br />

destrozándote, te lleva a un pozo profundo<br />

de lamentos y reflexión en el que<br />

ya nada se puede hacer.<br />

Y no es porque piense que el dinero o<br />

las cosas de valor sean algo a lo que no<br />

podemos aspirar, todos podemos superarnos<br />

y triunfar en ese ámbito, pero<br />

muchas veces lo ponemos por encima<br />

de lo que realmente importa, como lo<br />

es la familia o la salud, se pierden valores<br />

como la humildad, el amor, la honestidad,<br />

entre otros. Queremos tener<br />

más y más, que a veces si el medio por<br />

el cual lo conseguimos no es lícito, deja<br />

de tener importancia, pareciera que la


línea que divide lo bueno y lo malo desaparece<br />

de nuestra mente. México está<br />

pasando por una situación sumamente<br />

difícil, todos los días las noticias nos<br />

comunican desgracias: secuestros, robos,<br />

narcotráfico, homicidios, enfrentamientos<br />

armados entre delincuentes,<br />

y muchas más.<br />

Hay un viejo dicho popular que dice:<br />

«El que mal empieza, mal termina», y<br />

no podría ser más certero, es totalmente<br />

ilógico pensar que si hacen cosas<br />

ilícitas, triunfen y tengan una vida estable,<br />

tranquila y sin preocupaciones;<br />

muchos viven con el riesgo de morir<br />

cada día. Incontables delincuentes hacen<br />

daño a decenas de personas que<br />

no tendrían por qué sufrir, no piensan<br />

en que ellos también tienen familia y<br />

podrían estar en su lugar.<br />

Desde otro ángulo, al mexicano se le<br />

ha caracterizado por tener diversos hábitos,<br />

de los cuales la mayoría no son<br />

como para sentirse orgullosos. Típico<br />

mexicano irresponsable, deja todo<br />

para última hora, miles de personas hacemos<br />

esto siempre, y debería cambiar,<br />

podríamos moldear una buena imagen<br />

de nosotros, del país, demostrar que<br />

no somos como todos piensan, unos<br />

mediocres, porque así nos consideran,<br />

unos conformistas a la mayoría de los<br />

ciudadanos, nos etiquetan como flojos<br />

y viéndolo en la realidad, muchas veces<br />

los que no queremos progresar somos<br />

nosotros, el gobierno por medio de<br />

ciertos programas apoya a las personas<br />

que más lo necesitan, sin embargo no<br />

aprovechamos estas oportunidades, si<br />

el apoyo es en sentido económico, vemos<br />

a cientos de personas malgastarlo<br />

en tan poco tiempo, no lo administran<br />

de la manera correcta, se crea una situación<br />

de confort que se transforma<br />

99


en mediocridad, no deberían pensar<br />

que los funcionarios públicos llegarán<br />

a su rescate en cualquier momento<br />

de crisis económica, somos millones<br />

de mexicanos, y hay muchos que de<br />

verdad lo necesitan, que quieren progresar,<br />

volverse productivos e independientes.<br />

Hay gran cantidad de familias<br />

numerosas, y muchas veces no hacen<br />

conciencia de que deberían de planificar<br />

a cada uno de sus hijos, y no es que<br />

haya una contrariedad con respecto a<br />

la natalidad, sino que el problema es<br />

poder darle una vida digna a cada uno<br />

de sus hijos, ellos merecen tenerla. <strong>La</strong><br />

ignorancia en este tema quedó atrás,<br />

puesto que la mayoría tiene acceso a<br />

métodos anticonceptivos. Debemos de<br />

ser responsables con cada acción en<br />

nuestras vidas, ya que no solo nos afecta<br />

a nosotros, podemos dañar a quienes<br />

nos rodean, tenemos la elección de<br />

hacer la diferencia y quitar esa etiqueta<br />

con la que nos tienen a cada mexicano.<br />

El mundo es inestable, sin embargo<br />

nos encargamos de que lo sea aún más,<br />

y después lo único que hacemos es quejarnos<br />

de los problemas colectivos y<br />

culpamos al mal gobierno, a los demás<br />

países, a los antepasados y demás, sin<br />

ver que nosotros mismos podríamos ser<br />

los causantes de dichos problemas.<br />

Es muy lamentable ver cómo es que<br />

la falta de valores nos afecta negativamente<br />

en diferentes aspectos, una de<br />

las situaciones más desoladoras es el<br />

maltrato intrafamiliar. Padres golpeando<br />

a sus hijos o viceversa, son casos<br />

cada vez más frecuentes, se vuelve una<br />

cadena, en la que si un padre maltrata<br />

a sus hijos, estos lo harán con los suyos<br />

e irá de generación en generación, lo<br />

verán como algo normal. Hace ciento<br />

cincuenta años era totalmente normal<br />

que solo los hombres pudieran opinar,<br />

y tenían dominio sobre sus esposas e<br />

hijos como si fueran de su propiedad,<br />

hoy todo eso ha quedado atrás, hombres<br />

y mujeres somos iguales, tenemos<br />

los mismos derechos y ambos decidimos<br />

a donde queremos llegar. No<br />

tendría por qué existir el machismo, ni<br />

un movimiento como el feminismo, si<br />

todos nos respetáramos. Desgraciadamente<br />

no es así, y se han estereotipado<br />

las labores que puede desempeñar<br />

cada sexo, pero tanto hombres como<br />

mujeres han demostrado que tienen<br />

la capacidad de desarrollar cualidades<br />

y actividades que se creía que no eran<br />

para ellos. <strong>La</strong> igualdad es un tema prioritario<br />

en esta época, ya que ambos sexos<br />

tienen los mismos derechos y obligaciones,<br />

representa un gran avance<br />

como sociedad civilizada.<br />

En contraste a todo lo anterior, México<br />

también ha sacado lo mejor de sí, un<br />

claro ejemplo es el terremoto del 2017,<br />

cientos de familias fueron afectadas en<br />

diferentes aspectos: muerte, hambre,<br />

miseria, heridos, entre otros. Decenas de<br />

mexicanos salieron a apoyar a los afectados,<br />

dando de su tiempo, dinero y esfuerzo<br />

para ayudar a aquellos que lo habían<br />

100


perdido todo. Se demostró que podemos<br />

ser un país solidario, lleno de empatía y<br />

amor hacía los demás, las donaciones<br />

se dieron con el corazón y con el único<br />

deseo de que las personas pudieran salir<br />

adelante ante tan catastrófico fenómeno.<br />

Pese a todo el buen deseo con el que<br />

se daba la ayuda, no necesariamente<br />

tendría que pasar una desgracia de tal<br />

magnitud para que pudiéramos ser solidarios,<br />

en un día cualquiera también<br />

podemos hacerlo, sin que nos lo pidan,<br />

esta experiencia será completamente<br />

gratificante para ambas partes.<br />

En un análisis retroalimentativo, a los<br />

ciudadanos mexicanos nos han caracterizado<br />

con ciertos defectos, que nosotros<br />

mismos hemos llevado a cabo para<br />

que nos puedan identificar así.<br />

Hagamos la diferencia, demostremos<br />

que somos capaces de triunfar, de<br />

progresar, que no somos conformistas,<br />

ni mucho menos mediocres, tenemos<br />

todas las herramientas para salir<br />

adelante, no debemos detenernos en<br />

el camino por muy duro que parezca,<br />

siempre habrá una salida. Muchas veces<br />

el que parece más fácil es el que<br />

menos te conviene, o el que te llevará<br />

a cometer delitos, procuremos siempre<br />

tomar el más adecuado, el que sabemos<br />

que es el correcto, así sea el más<br />

difícil que haya. Cada esfuerzo obtiene<br />

su recompensa.<br />

No nos dejemos cautivar por lo que<br />

no importa a largo plazo, las cosas materiales<br />

no son fijas, y las podemos perder<br />

en cuestión de segundos. No vendamos<br />

nuestra libertad y tranquilidad<br />

a los cazadores que pretenden hacer<br />

tesoros mediante nosotros.<br />

En razón de lo expuesto, los problemas<br />

ya mencionados surgen a causa de<br />

la falta de valores, la casa es tu primer<br />

escuela en la que se te enseña a cómo<br />

comportarte en la vida, los padres son<br />

tus primeros maestros, y si ellos logran<br />

que tengas un aprendizaje significativo<br />

por medio del ejemplo y del dialogo,<br />

siempre serás de esa manera, será más<br />

difícil que te hagan cambiar de ideas.<br />

Es sumamente preocupante todo lo<br />

que pasa a nuestro alrededor, los delitos<br />

cometidos, los malos hábitos, la<br />

falta de respeto, el conformismo, la<br />

desigualdad, la contaminación que generamos,<br />

y son muchos más, solo que<br />

no le damos importancia si es que no<br />

nos afecta, no esperemos a que haya<br />

consecuencias irreversibles, no dejemos<br />

que esta sociedad en decadencia<br />

caiga aún más, practiquemos los valores,<br />

hagamos que respeten nuestros<br />

derechos y los de los demás, no permitamos<br />

que la delincuencia crezca.<br />

Pongamos en alto el nombre de México,<br />

hagamos esa pequeña diferencia<br />

y sintámonos orgullosos de nuestra nacionalidad<br />

y de poder decir que no vivimos<br />

quizás en el país más desarrollado,<br />

pero sí nos esforzamos por cambiarlo<br />

día a día con cada decisión que tomamos<br />

para ser esa luz en un lúgubre día<br />

de primavera.<br />

101


102


MÍSTICA Y<br />

LITERATURA<br />

Por Marcos David Silva Castañeda<br />

<strong>La</strong> literatura, como la mística, para<br />

expresarse, requieren del ser —en<br />

ambos casos no hacer resulta indispensable.<br />

El ser surge de la espontaneidad,<br />

el hacer de la artificialidad. <strong>La</strong><br />

artificialidad —según Heidegger— es<br />

el principal óbice de la vida moderna.<br />

<strong>La</strong> literatura no surge cuando si se<br />

leen 100 o 1000 páginas. No surge del<br />

número de posgrados cursados. <strong>La</strong><br />

mística como la literatura no resultan<br />

de un acto premeditarlo por crearles.<br />

<strong>La</strong> intención por crear algo que ya ha<br />

sido creado es la artificialidad. <strong>La</strong> vida<br />

no consiste en tener noción minuciosa<br />

del tiempo vivido. Quien se acerca a la<br />

literatura sumando a su lista de libros<br />

leídos se pierde de la literatura e impide<br />

que ésta se exprese. <strong>La</strong> artificialidad<br />

ata a lo falso. Hace de lo quimérico una<br />

forma de vida que, paradójicamente,<br />

además de irreal es insatisfactoria. Somos<br />

nosotros mismos —cuando buscamos<br />

intencionalmente la artificialidad—<br />

quienes se sumergen —a sí mismos— en<br />

formas falsas. Nuestro tiempo es la sociedad<br />

de las apariencias, es el tiempo<br />

de la artificialidad. Como la sociedad<br />

líquida de Baumann o la hipermodernidad<br />

de Lipovetsky es asfixiante en la<br />

medida que permite crear escenografías<br />

irreales: imágenes de uno mismo que<br />

no corresponde con la vida pero que<br />

crea una burbuja de aparente libertad<br />

que nos torna dependientes de la red<br />

para poder reconocernos. En ese sentido,<br />

esta distinción entre autenticidad y<br />

espontaneidad resulta —en la modernidad—<br />

lejana, compleja y paradójica. <strong>La</strong><br />

artificialidad impide acceder a la literatura<br />

porque ésta surge de la vida y aquella<br />

del ser. Vida y ser se unifican —como<br />

apunta Panikkar— en una unidad. Pero<br />

también, ese binomio —que en realidad<br />

es una moneda de dos caras que se manifiestan<br />

unitariamente— expresa el<br />

103


sentido, como experiencia, de la mística.<br />

<strong>La</strong> literatura no surge de una acción<br />

premeditada. <strong>La</strong> literatura se basta a sí<br />

misma. <strong>La</strong> literatura no se crea, existe;<br />

no tiene un inicio como un origen: el<br />

ser. Vida y ser se manifiestan —paralela<br />

e interdependientemente— ahí donde<br />

mora la literatura. <strong>La</strong> literatura —como<br />

la mística— recuerdan a la Ley Moral<br />

de Immanuel Kant: están ahí para ser<br />

descubiertas. Con Kant asistimos al<br />

gran milagro de la filosofía moderna:<br />

el entendimiento que cada persona se<br />

puede dar a sí misma su propia Ley Moral.<br />

No se necesita más que de sí mismo<br />

para darnos —a nosotros mismos—<br />

como nuestros propios legisladores<br />

la conducta a realizar. Kant permite<br />

confirmar —como ocurre en la experiencia<br />

literaria o mística— que lo que<br />

uno mismo es suficiente y basto para el<br />

descubrimiento de la Ley Moral kantiana.<br />

Esta ley es convergente, a un punto<br />

de encuentro: el mundo interior —que<br />

expresa el ser. Esto plantea una paradoja:<br />

nos realizamos, cotidianamente,<br />

en el mundo exterior, tangible, pero<br />

dependemos, para su entendimiento<br />

del mundo interior, personal, íntimo y<br />

que, eventualmente, si tendemos a la<br />

artificialidad, al hacer en ligar del ser,<br />

podemos extraviarlo, aún cuando sea<br />

lo más próximo que tenemos a nuestro<br />

alcance. En su libro De la mística Raimon<br />

Panikkar lo escribe de esta forma:<br />

El gran obstáculo para que surja<br />

espontáneamente en nosotros la<br />

experiencia de Vida es nuestra preocupación<br />

por el hacer a expensas<br />

del ser, del vivir.<br />

<strong>La</strong> distinción entre ser y hacer vincula<br />

la experiencia mística con la experien-<br />

104<br />

cia literaria. <strong>La</strong> mística —como la literatura—<br />

por su naturaleza y exigencia<br />

compartida expresan la vida. Cuando<br />

buscamos la literatura interrumpimos<br />

su manifestación. <strong>La</strong> mística no se reúne<br />

en una idea —y por tanto de un<br />

pensamiento— como de un estar —en<br />

completitud. Esto implica que para vivir<br />

la literatura todo propósito por encontrarle<br />

resultará vano. <strong>La</strong> mística puede<br />

no ser experimentada —en toda una<br />

vida. Incluso, en caso de una vida dedicada<br />

a la literatura, puede estar marcada<br />

por la ausencia de la experiencia<br />

literaria. Así como, también, la vida de<br />

una persona puede estar signada por el<br />

desconocimiento de la experiencia mística.<br />

El sentido místico, como el literario,<br />

exigen, para su expresión, ser en el acto,<br />

más que el resultado de una acción o de<br />

un hacer premeditado en búsqueda de<br />

un resultado. Pakkinar diría que vivimos<br />

interrumpidamente la experiencia mística<br />

lo que lleva a su desconocimiento.<br />

Como en el Bhagavad-gītā, la literatura,<br />

no son palabras como una experiencia<br />

a la espera de ser vivida. En el Bhagavad-gītā<br />

podemos leer:<br />

Quienes no tienen sabiduría ignoran<br />

de dónde viene y a dónde va el<br />

hombre. Ellos conocen tan solo su<br />

paso por el mundo (…).<br />

(…) Es por atadura al acto que los<br />

ignorantes actúan. El sabio debe<br />

actuar de forma uniforme, pero sin<br />

atadura, solo orientándose a la integridad<br />

del universo (…)<br />

<strong>La</strong> relación entre ser y vida se unifican<br />

cuando pasamos del hacer al ser. En<br />

el hacer estamos atados al acto. Los<br />

actos se programan, se planean, se dirigen,<br />

tienen una intención. Donde hay


intención mora la voluntad. <strong>La</strong> voluntad<br />

limita la vida rodeándola de artificialidad.<br />

En la intención hay un dejo de<br />

artificialidad. <strong>La</strong> vida surge cuando se<br />

pierde todo tipo de intención. Es como<br />

percibir una flor de plástico y comparar<br />

la experiencia con una real. <strong>La</strong>s flores<br />

de plástico son artificiales —aún si imitan<br />

exitosamente la realidad— porque<br />

una flor real tiene un componente determinante<br />

que no tiene la artificial:<br />

vida. En muchos sentidos, la muerte,<br />

como antónimo de la vida, es el corolario<br />

de los actos artificiales. Muchas<br />

veces la artificialidad que rodea al ser<br />

humano moderno es tan dominante<br />

que, en realidad, deberíamos hablar<br />

de una muerte en vida por la evidente<br />

artificialidad y falsedad de los actos. Es,<br />

como la flor de plástico, una falsedad.<br />

Hay un ser de la flor que sí es flor, que<br />

sí es real, que tiene vida que le da un<br />

contenido basto en sí mismo. En tal sentido,<br />

también, cuando leemos literatura,<br />

podemos tener un acertamiento falso.<br />

Con esa intención, ese acto intencional<br />

de «encontrar» la literatura provoca que,<br />

en realidad, la ocultemos y que impidamos<br />

su realización. <strong>La</strong> literatura no es<br />

artificialidad, surge de la vida misma, y,<br />

por tanto, del ser. No es necesario hacer<br />

nada para vivir la literatura. <strong>La</strong> literatura,<br />

como la mística recuerdan, en mucho,<br />

al pueblo catalán de Port-Bou —que colige<br />

el mar con las montañas— Port-Bou<br />

se relaciona con dos océanos: el océano<br />

del universo, representada por las alturas<br />

de sus montañas, con el océano de<br />

la tierra: el mar y sus profundidades. <strong>La</strong><br />

literatura es un océano que te absorbe<br />

íntegramente. En muchos sentidos, la literatura<br />

te obliga a desintegrarte, a fragmentarte<br />

es una forma de muerte que,<br />

paradójicamente, te permite realizarte<br />

105


106<br />

en una dimensión antes desconocida y<br />

que da a la vida de un sentido que, paradójicamente,<br />

también, está más allá<br />

de las palabras, esto es, está dentro de<br />

la mística. Esto implica que la literatura<br />

misma es vida y, en ese sentido, manifestaciones<br />

puras y paralelas del ser.<br />

<strong>La</strong> literatura es ficta pero no vanílocua,<br />

paralelamente, no le es dada a personas<br />

pigras. Juan de Mena, en torno del<br />

<strong>14</strong>40, para pensar en el amor, ubicaba,<br />

por el contrario, esas tres características;<br />

para Mena el amor implicaba la<br />

ensoñación, o sea, la manifestación<br />

clara de la ficción, pero una ficción<br />

voluntaria, en la que la persona enamorada<br />

elige, para sí, elementos de la<br />

realidad que no corresponden más que<br />

con sus propias ensoñaciones y retoma<br />

de aquella todo lo que confirme a las<br />

últimas aún si es una «evidencia» muy<br />

pobre le resulta suficiente para recrearse<br />

en tal falsedad. También, para Mena,<br />

el amor consistía, esencialmente de<br />

palabras, digamos sin acciones que le<br />

respalden, eso lleva a la tercera cualidad<br />

del amor, según Mena, sus tendencias<br />

pigras.<br />

Bajo la óptica de Mena el amor tiende<br />

a ser perezoso. Empero, en Mena,<br />

parece aludir no al amor como al desamor.<br />

Se da ese traspié de no entender<br />

que no se está entendiendo equivalente<br />

a la confusión entre literatura como<br />

acción y literatura como experiencia.<br />

Tanto en el pesimismo como en el desamor<br />

comparten un rasgo convergente<br />

de aquellos que moran en ese estado:<br />

el pesimismo. El pesimismo es una<br />

forma de negación, consistente, de la<br />

realidad. Expresa, en ese sentido, una<br />

interrupción abrupta de la vida. El cinismo<br />

se articula con el pesimismo en<br />

la medida que para llegar a la última


se requiere pasar por el primero y el<br />

primero surge por la suma continua de<br />

frustraciones: el cínico en el amor es el<br />

más conspicuo de los creyentes en el<br />

amor de Ovidio, pero termina expresando<br />

el amor de Yago en Otelo de Shakespeare.<br />

Yago, ese personaje de Otelo<br />

amargo, sin amor, incapaz de confiar,<br />

con abierta maledicencia, y que produce<br />

la expresión más clara de lo funesto<br />

y que, en un plano amplio, más amplio,<br />

es un ignorante de lo que hacía —porque<br />

según el filósofo fundador de la<br />

Academia, Platón, ningún ser humano<br />

se hace daño a sí mismo, por lo que<br />

quien hace el mal ignora lo que está<br />

haciendo en realidad— expresó a Ludovico<br />

cuando éste inquiere sobre Otelo<br />

tratando de revertir, sutilmente, la<br />

opinión del primero sobre el segundo:<br />

¡Ay, ay!<br />

No sería honrado de mi parte hablar<br />

sobre aquello que he visto y he sabido.<br />

Lo observaréis vos mismo y sus acciones<br />

dárenle a conocer de tal manera<br />

que las palabras sobran.<br />

Seguidle y observad en lo que para.<br />

Lo que torna perverso a Yago —y no solamente<br />

en un ser humano incapaz de<br />

dar y recibir afecto, que sufre por desamor,<br />

y que lo expresa a través de su<br />

cinismo sobre el mundo humano— es<br />

la simulación de espontaneidad y libertad,<br />

que aparenta seguir los claros imperativos<br />

categóricos kantianos, que<br />

muestra una honestidad ficticia que<br />

supone la evidencia a partir de la «la<br />

realidad» —en una falsa realización de<br />

transparencia— cuando Yago le dice a<br />

Ludovico: «Lo observaréis vos mismo y<br />

sus acciones dárenle a conocer de tal<br />

manera que las palabras sobran». Lo<br />

mismo ocurre con la literatura, la literatura<br />

está más allá de las palabras y<br />

cuando el objeto son las palabras nos<br />

tornamos como Yago: en un ser humano<br />

artificial que pretende, falsamente,<br />

ser espontáneo. Sin que sea una regla<br />

universal, pero sí una posibilidad, la<br />

artificialidad que nos anime en nuestro<br />

acercamiento a la literatura, a la<br />

mística o al amor, es que puede llevarnos<br />

a todo aquello que no es literatura,<br />

mística ni amor y, como Yago, aún<br />

si pretendemos realizar la honradez al<br />

hablar cometeremos yerros que solamente<br />

reflejarán el estado frágil y poco<br />

estructurado de nuestra personalidad<br />

evidenciándose, en síntesis, la incapacidad<br />

de vincularnos a un Universo<br />

que demanda de los seres humanos<br />

la renuncia por controlar y dirigir una<br />

suma de antes que son, fundamentalmente,<br />

libres y, esencialmente, auténticos.<br />

Esto es cuando nos acercamos a<br />

la literatura con una intención, cuando<br />

nuestra acción nos aproxima al hacer y<br />

nos aleja del ser, lo que buscamos en<br />

realidad es controlar perdemos la espontaneidad<br />

y, a través de ella, la literatura,<br />

la mística o el amor.<br />

107


108


MICRO<br />

CUENTOS<br />

109


Cuando la policía llegó pasadas las doce,<br />

el cuerpo desnudo estaba sin vida.<br />

—Señor, es nuestro hombre, el violador<br />

de media noche —al terminar le<br />

entregó la nota hallada sobre el abdomen<br />

de la víctima—. Fue asesinado por<br />

una mujer —volvió a intervenir el oficial<br />

mientras señalaba enterrado en el<br />

pecho, un filoso accesorio de madera<br />

utilizado para sujetar los cabellos.<br />

—Pues sí, soldado, hasta los mal nacidos<br />

como él terminan enamorándose y<br />

cometiendo errores de confesión.<br />

Ken Jact Fernández León<br />

110<br />

Los neones inundaban de luz el pequeño<br />

asteroide. Un hipermercado del<br />

sexo ofreciendo sus servicios en medio<br />

de la nada.<br />

—Bienvenido al Planeta del Amor, el<br />

universo de los sentidos —tuteaba a los<br />

visitantes una voz más monótona que<br />

sugerente―. Por favor, si deseas una<br />

visita realmente exclusiva utiliza nuestros<br />

puntos de atención personalizada.<br />

―Varón, blanco, cincuenta y dos años —fui<br />

siguiendo el cuestionario―. Cabina individual.<br />

Morena, menos de veinte, nacional.<br />

Esperé hasta que se encendió la luz<br />

al otro lado del cristal.<br />

Gregorio Vega Cuesta


Percy Shelley escuchaba horrorizado<br />

la radio: El cuerpo de Mary Shelley fue<br />

encontrado despedazado, en el baño.<br />

A su lado, Frankestein gritaba que<br />

solo quería que ella supiera lo que es<br />

tener un destino hecho de retazos.<br />

William Alexander Romero Díaz<br />

El hada madrina se enojó con el niño<br />

por su manía de no comerse todo lo<br />

servido y desperdiciar la comida, algo<br />

inaceptable por las condiciones de<br />

pobreza en el pueblo y que a él no le<br />

importaba por ser el hijo del alcalde.<br />

Entonces le cambio los conductos del<br />

estómago y del esófago y conectó al estomago<br />

con la nariz para que se llenara<br />

de aire y los pulmones con la boca para<br />

que se llenaran de comida…<br />

Omar Cabrales Salazar<br />

111


Mientras un escuadrón abatía la puerta<br />

delantera, otro se abrió paso por una<br />

ventana del lado opuesto, entre una<br />

cascada de vidrios y astillas de madera.<br />

Cuarenta y cinco hombres armados<br />

hasta los dientes y con capuchas negras<br />

en la cabeza irrumpieron en la sala.<br />

Sentado en aquél sillón, lo que helaría<br />

la sangre a cualquiera, era su aparente<br />

serenidad y su diminuto destello de<br />

inocencia. Siempre quiso ser el enemigo<br />

público número uno. Ésta era la forma<br />

de hacerle saber que lo había logrado.<br />

Gilberto Arvizu Morales<br />

Hace meses que Zarena aguarda un<br />

turno en el hospital. El primer día le<br />

dicen que el pediatra está en cirugía.<br />

El segundo, que hay casos más graves,<br />

que lo suyo no es urgencia. El tercero,<br />

que vuelva la semana que viene. Y así,<br />

pasan 69 días, cada uno con una excusa<br />

distinta pero similar. El día 70, Zarena<br />

vuelve a casa derrotada. Después de<br />

tanto esfuerzo inútil, decide rendirse.<br />

Por primera vez desde que empezó el<br />

calvario, duerme profundamente. Ningún<br />

llanto la despierta en la noche.<br />

Paulo Neo<br />

112


Tomás pintó durante toda la noche hasta<br />

que el último trazo se secó y su mano<br />

quedó de palma abierta. Rojísimo el<br />

cuadro: ningún ojo supo ver después,<br />

por espanto, los extraños dibujos que la<br />

sangre fue delineando en las baldosas<br />

de aquel frío y oscuro patio solitario.<br />

Lucía Borsani García<br />

Ambos llevan años planeando una máquina<br />

del tiempo.<br />

Recapitularon su progreso, faltaban<br />

arreglos y escribir un libro por completo.<br />

Uno se encargaría de aquella maquina<br />

mágica; otro rescribiría Ana Frank.<br />

No era simplemente papel, cualquier<br />

texto podría rebobinar el tiempo donde<br />

fue escrito por primera vez.<br />

Terminaron y emocionados arrojaron<br />

el libro de Ana, ambos se desintegraron.<br />

El error, escribir la palabra<br />

jabón sin acento, causa de la rapidez<br />

de la reinterpretación del texto. Ni una<br />

máquina del tiempo los salvará de un<br />

error ortográfico.<br />

Alan Fernando Mondragón Corona<br />

113


Lo encontraron sin sangre, ni ojos, ni<br />

uñas. Encontraron el cuerpo a la deriva,<br />

flotaba directo a la nave. Encontraron<br />

el traje rasgado, sin guantes, y el casco<br />

roto. Lo encontraron cuando ya eran<br />

visibles las estrellas. Lo encontraron<br />

cuando él ya se había marchado. Él no<br />

sabía que estaban ahí. Fue hasta que<br />

se quedaron sin sangre, ni ojos, ni uñas,<br />

cuando lo encontraron.<br />

Rebeca Jazmín Jiménez Urióstegui<br />

1<strong>14</strong><br />

Trabajar en la morgue es muy diferente<br />

a lo que muchos piensan. El ambiente es<br />

tranquilo, y lo que está muerto, muerto<br />

se queda. O eso creía. Una noche mientras<br />

aseaba a una mujer recién llegada,<br />

tuve que salir un momento.<br />

—Ya regreso, señorita —le dije al cadáver<br />

como un juego.<br />

—Te espero —respondió.<br />

Me volví para mirarla. <strong>La</strong> cabeza<br />

inclinada hacia mí permitía que sus<br />

ojos me persiguieran. Secuestró mis<br />

latidos. Me acerqué pensando que era<br />

una ilusión, pero entonces la mano de<br />

la mujer sujetó mi brazo y con el rostro<br />

desencajado y una sonrisa venenosa,<br />

se evaporizó.<br />

Kim Pantaleón


De entre las claridades, tú apareces.<br />

Tan clara que no te veo, pura y santa<br />

que ya no creo.<br />

Dejo huellas en tierra, que el viento<br />

las supo borrar, mas el tiempo sabrá si<br />

reaparecen o se van.<br />

De entre la oscuridad te escondes,<br />

para mañana aparecer, como sirena varada<br />

en altamar, esperando por quizás<br />

quién, escuchando el ruido del mar o<br />

un galeón que estrelló contra roquerio<br />

perdido, hundido y deshecho una vez<br />

en lo profundo.<br />

Tu canto se oye a lo lejos, tu risa y los<br />

mil lamentos, que muchos hombres hechizas,<br />

pero que ninguno supo reconocer.<br />

Felipe Andrés Vergara Unda<br />

Muchas moscas verdes revoloteando alrededor,<br />

la tarántula aún plegada dentro<br />

de la boca del bebé, lista para capturarlas.<br />

<strong>La</strong> madre palideció. Rompió el papel<br />

y le ordenó a su hija que mejor dibuje a<br />

un elefante balanceándose.<br />

—Pero, ¿cómo voy a dibujarlo? Si nunca<br />

he visto a un elefante haciendo eso.<br />

<strong>La</strong> madre palideció nuevamente.<br />

Jose Gabriel Mier<br />

115


<strong>La</strong> lluvia no deja de caer. No sabe el porqué.<br />

Lo hace sin parar. <strong>La</strong> carretera está<br />

vacía, sin nadie que la auxilie. Cada paso<br />

que daba le ardía las piernas. Su cuerpo<br />

sudado junto con la tempestad reacciona<br />

con su agitación. Los brazos dejan de<br />

balancearse. No soporta más. Está perdiendo<br />

velocidad. En su mente solo esta<br />

una idea clara: No dejes de correr.<br />

Tropieza y va a dar hacia una roca espinada.<br />

Pone las manos, siendo terriblemente<br />

lastimadas. El rostro queda intacto.<br />

Gracias a eso pudo ver cómo <strong>La</strong> Bestia<br />

le arranca las piernas de su cuerpo.<br />

Frank Cruz<br />

Cerró los ojos con fuerza con la imagen<br />

brillando en su cerebro en colores fluorescentes.<br />

Se pasó la mano por la cara<br />

para limpiarse el sudor. Cuando despegó<br />

los párpados una gran interrogación<br />

se le reflejó en la cara.<br />

¿Dónde estaba?<br />

Tenía manchas de sangre en las manos.<br />

En la ropa, también. <strong>La</strong> imagen era<br />

nítida en su cabeza. Un disparo certero<br />

en el pecho.<br />

¿A dónde había ido a parar su muerto?<br />

El niño suspiró con la esperanza de<br />

haber errado su primer tiro. Llevaba<br />

años diciéndole a su padre que él no<br />

quería ser cazador de hombres.<br />

116<br />

Aurora Rapún Mombiela


Estaba en la habitación. Tendida sobre<br />

la cama. Monitorizada. Con los ojos cerrados.<br />

De su cuello salía el respirador y<br />

de debajo de las sábanas, cables y sondas.<br />

Un ruido mecánico hacía los coros<br />

al silencio.<br />

Me acerqué. Me miró con los párpados<br />

apagados y me trasmitió su pesar.<br />

—Ayúdame.<br />

—Tranquila. O mejoras o te vienes<br />

conmigo —le contesté en voz alta, respuesta<br />

que solo oyó ella.<br />

—Eres una bestia.<br />

—Pero realista.<br />

—Vete —dos lágrimas escaparon de<br />

sus ojos y estallaron contra la almohada.<br />

Salí entre la gente que había en la<br />

habitación sin que nadie me viera.<br />

Manuel Serrano<br />

<strong>La</strong>s ansias de besar a una sirena viven<br />

en el alma de cada marinero. Se oyen<br />

cantar entre la marejada, ellas soprano<br />

y la tormenta tenor. <strong>La</strong>s busco entre las<br />

olas, en mar abierto, anhelando labios<br />

de espuma y cabellos fluyendo a sotavento.<br />

Me gritan mis camaradas desde<br />

atrás: «¡Cuidado con la borda!», y me<br />

veo caer por la amura de estribor. Me<br />

atrapan las sirenas, me endulzan con<br />

su voz mientras la tormenta canta de<br />

contratiempo. Dejo que me lleven, lejos<br />

de mi barco, donde habré de reposar<br />

eternamente.<br />

Enrique Herrera Arévalo<br />

117


En la estación de policía interrogan a<br />

un hombre que se entregó tras asesinar<br />

a su esposa durante el «N» pleito conyugal<br />

en el que ambos se golpeaban, él le<br />

hundió un cuchillo de cocina en medio<br />

del pecho, no presentaba ninguna herida<br />

defensiva, el policía se extrañó hasta<br />

que en su declaración el marido llegó a:<br />

«...y entonces ella me retó: ¡A que no te<br />

atreves, mamarracho!».<br />

Jorge Daniel Garcia Carregha<br />

Notaron un tono verdoso en las uñitas<br />

de la beba. Pronto fueron de un verde<br />

brillante y más gruesas. Un botánico<br />

lo confirmó: no era tejido queratinoso<br />

sino vegetal. De los dedos de Margarita<br />

brotaban enredaderas que recortaba<br />

en invierno, cuando las hojas caían y<br />

los zarcillos se secaban. En verano, los<br />

enroscaba alrededor de dedos y tobillos.<br />

<strong>La</strong>s pulseras verdes, a veces florecidas,<br />

se lucían en sus muñecas. Aprendió a<br />

vivir con sus uñas-plantas pero debía<br />

evitar escarbar la tierra con las manos<br />

desnudas o andar descalza en la huerta,<br />

pues los zarcillos echaban raíces.<br />

Sonia Concari<br />

118


—Es tarde, cariño. Ven a dormir.<br />

Detuvo su lectura en seco y se volvió<br />

hacia ella. Se le veía cansada pero no<br />

dejaba de sonreírle amorosamente.<br />

—En un momento, cielo —sus palabras<br />

fueron casi un susurro.<br />

Ella se dio la media vuelta y se alejó,<br />

perdiéndose en la oscuridad del corredor<br />

mientras él no podía contener un<br />

llanto silencioso.<br />

Debía decírselo pero no tenía corazón<br />

para hacerlo, ¿cómo decirle que hacía<br />

ya siete días que la había sepultado?<br />

Jesús Ayón Vargas<br />

Nos reunimos siempre en el mismo lugar,<br />

en aquella vieja parada de autobús en la<br />

que solíamos esperar el transporte que<br />

nos llevaría a la escuela… Han pasado<br />

ya muchos años de aquellos tiempos.<br />

Ahora solo nos sentamos ahí, mirándonos<br />

a los ojos por horas, sin decirnos una<br />

sola palabra. ¿Sabrá ella que está muerta?<br />

¿O seré yo quien está muerto? Aún no<br />

lo sé; ambos somos lo suficientemente<br />

cobardes como para preguntarnos qué<br />

fue lo que realmente sucedió.<br />

Aurora Ceres<br />

119


120


CONOCE A<br />

LOS AUTORES<br />

QUE COMPONEN<br />

ESTE NÚMERO<br />

121


Beatriz Márquez Gutiérrez<br />

Es bióloga de profesión. Trabaja como<br />

consultor ambiental. Gusta por la lectura<br />

desde primaria. Fanática de los géneros<br />

de terror, suspenso, ciencia ficción. Apasionada<br />

también por los insectos y la cultura<br />

egipcia. Pertenece al taller de creación<br />

literaria Ctrl+Alt+Del de José Juan<br />

Aboytia. Una de las 25 ganadoras de la<br />

primera antología de cuentos por Escritoras<br />

Mexicanas y la Editorial Nido del Fénix.<br />

Ricardo Sánchez Mejorada<br />

Jugador, lector y pseudo escritor mexicano,<br />

nacido el 21 de Marzo de 1998<br />

en Toluca, Estado de México. Desde<br />

pequeño tuve o un libro o una consola<br />

entre mis manos, y siempre de acompañante<br />

una buena canción.<br />

Esperanza Angeles Soto<br />

Nació en el Estado de México. Es química<br />

farmacéutica bióloga, egresada<br />

de la UAEMex, y tiene una publicación,<br />

como coautor, de índole científico, derivada<br />

de su tesis de licenciatura que<br />

realizó en el CINVESTAV, en el área de<br />

Toxicología. Escribe poemas infantiles,<br />

poemas eróticos y poesía personal,<br />

cuentos de fantasía y novela.<br />

Martín Sepúlveda B.<br />

Escritor chileno. Co-creador de Fanzinombre<br />

y Fanzina, plataformas de<br />

registro de literatura e ilustración. Ha<br />

escrito guiones para cine y televisión.<br />

Ha sido árbitro de futbolín, instructor<br />

de tiro con arco, carpintero, jardinero,<br />

actor, atendido tiendas de licores y restaurantes<br />

árabes, etc. Dicen que haría<br />

lo que sea por dinero.<br />

122


Jesús Guillén Luna<br />

Oriundo del Estado de México, comenzó<br />

escribiendo canciones para bandas<br />

musicales, pasando por artículos para<br />

páginas de internet enfocándose en reseñas<br />

de cine y cómics, lo que le ayudó<br />

a practicar y pulirse. En agosto de 2018,<br />

quedó finalista del Quinto Premio a<br />

Cuento Corto de Editorial Endira, y su<br />

cuento será publicado en noviembre<br />

del mismo año. Actualmente, se encuentra<br />

trabajando en el manuscrito<br />

de su primera novela.<br />

Hugo Eduardo Quiroz Marín<br />

Nacido el 4 de Marzo de 1993, en Toluca,<br />

Edo. De México, conocido por el<br />

seudónimo de Elmer Homero, cursó la<br />

licenciatura de sociología en la UAEM,<br />

con especialidad en estudios de sociología<br />

de la tecnociencia y actualmente<br />

se encuentra desempleado.<br />

Jose G. Mejia<br />

Potosino. <strong>La</strong>s circunstancias lo arrojaron<br />

a estudiar Administración pero su<br />

corazón lo encamino hace algunos años<br />

a estudiar psicología. Ama escribir y<br />

se dio cuenta de ello cuando comenzó<br />

a conocerse y cayó en cuenta de que<br />

podía crear, podía hacer arte y le gustaría<br />

hacerlo no sólo en mis momentos libres.<br />

Miguel Cobeñas Pasiguán<br />

Estudió Ingeniería Industrial en la Universidad<br />

de San Marcos de Lima, siendo<br />

su profesión desde 1985. Alternativamente<br />

ejerce la escritura de relatos<br />

y poesías. Tiene publicados: Élida Bhor,<br />

digitalizada en México; Gina y sus rosas<br />

estrujadas, finalista en Barcelona-España;<br />

AGOSTARIO, publicada en Argentina;<br />

LITERATO Vr.7.13, y demás.<br />

123


Zárate Bruno León<br />

Fue premiado por S.A.D.E Central en<br />

el concurso de la antología por los 90<br />

<strong>Año</strong>s de la Sociedad Argentina de Escritores.<br />

Obtuvo una mención de honor<br />

en el concurso para ser parte de la antología<br />

internacional Ensamblando Palabras<br />

2018. Logró el primer lugar en el<br />

IV premio internacional de poesía, soneto<br />

y microrrelato: Malvinas Ayer, Hoy<br />

y Siempre.<br />

Stefany Cisneros<br />

Nació en la Ciudad de México en 1995.<br />

Es estudiante de la licenciatura en Estudios<br />

<strong>La</strong>tinoamericanos en la UNAM.<br />

Desde el 2015 forma parte del proyecto<br />

de Narrativa Fantástica y Poesía dirigido<br />

por el escritor H. Pascal. Fue parte de la<br />

revista estudiantil Horizontes (2016-<br />

2017) y desde el 2017 a la fecha es becaria<br />

en la revista México Desconocido.<br />

Pablo Caputo Bogliolo<br />

Pablo Caputo Bogliolo es un autor argentino<br />

nacido durante el invierno de<br />

1980. En 2016 lanzó Es verdad, era mentira<br />

su primer libro de cuentos editado<br />

luego de la realización casera de varias<br />

compilaciones de historias. En Septiembre<br />

de 2018 lanzó su segundo libro Trenes<br />

en el cielo. Actualmente dirige su colectivo<br />

creativo literario llamado EVEM<br />

donde mezcla música, literatura y cine<br />

bajo el concepto de la creatividad lo-fi.<br />

Lemis Tarajano Noya<br />

Es escritor, ha publicado historias breves<br />

en las antologías Caminos de <strong>La</strong><br />

Libertad (México), I am Cuban (Italia y<br />

EEUU) y en revistas como el Camino Del<br />

Pueblo (Cuba). Es ganador de los concursos<br />

de ensayo del Instituto Político<br />

para la Libertad (Perú) y Caminos de la<br />

Libertad (México). Mantiene un blog de<br />

historias breves con el cual se comunica<br />

con facilidad con sus lectores.<br />

124


Víctor Andrés Parra Avellaneda<br />

Tepic, Nayarit, México. 1998 . Estudiante<br />

de Biología en el Centro Universitario<br />

de Ciencias Biológicas y Agropecuarias<br />

(CUCBA) en la Universidad de Guadalajara<br />

(U de G). Colabora en el no. 6 y no.<br />

8 de la Revista Literaria <strong>La</strong> <strong>Sirena</strong> <strong>Varada</strong>,<br />

en el no. 4 de la Revista Awen y en<br />

el no.3 de la Revista Literaria íbidem.<br />

Raúl Elvio Fantín<br />

Integrante del Taller Literario Oscar Herrera<br />

de la Ciudad de <strong>La</strong>s Rosas, de Argentina,<br />

de profesión Profesor de Tenis. 58 años.<br />

Carlos T Yes<br />

Carlos Téllez Rodríguez: nació en Sibanicú,<br />

provincia de Camagüey, el 6 de<br />

junio de 1948. Junto a su familia reside<br />

en <strong>La</strong> Habana desde el año 1953. Cursó<br />

estudios en la carrera de Filología en la<br />

Universidad de <strong>La</strong> Habana. En el año<br />

2008 decide dedicarse a la literatura<br />

y hasta la fecha ha escrito más de 200<br />

cuentos y microrrelatos distribuidos en<br />

cinco libros que aún no ha publicado.<br />

José Ignacio Ceberio Sainz de Rozas<br />

Nacido en Bilbao, hecho que sobrelleva<br />

con la mayor de las humildades, es<br />

autor del libro de relatos Zumo de Ciprés,<br />

la novela El chico de los recados,<br />

y ganador, entre otros premios, del I<br />

Certamen Internacional de Microrrelatos<br />

Grupo Prisa. Dueño de infinidad<br />

de dudas y rehén de contadas certezas,<br />

intenta cada día comprender los mecanismos<br />

de un mundo inverosímil.<br />

125


Yureli Elizabeth Rosas Torres<br />

Nació el 17 de noviembre del 2000 en<br />

el estado de Morelos, es la tercera hija<br />

de Armando Rosas Bonilla y Alejandra<br />

Torres Marín. Sus hermanas son Daisy e<br />

Ibet Yamili, a quienes es muy apegada.<br />

Actualmente está por culminar la preparatoria<br />

y radica en el Estado de México.<br />

Carolina Alpuche<br />

Estudiante de Ingeniería Química en la<br />

Universidad Autónoma Metropolitana y<br />

CEO de Editorial Dreamers. Lectora empedernida,<br />

amante del café y de Les Luthiers.<br />

José Luis Pérez Ramírez<br />

Boliviano, estudió en México cuando<br />

circulaban camiones de la Ruta 100 y<br />

en Italia, a medias. En el momento, tiene<br />

publicado en Amazon tres novelas y<br />

una colección de cuentos, algunos de<br />

ellos difundidos en España, Colombia y<br />

Estados Unidos.<br />

Jesús Guerra Medina<br />

De México, Jesús, es licenciado en psicología.<br />

Tiene 23 años y ha publicado su<br />

relato Cavernario en el primer numero<br />

digital de la revista Líneas de cambio<br />

(2018); Mutador S. A. en el primer número<br />

de la Revista Digital Ibídem (2018); su<br />

cuento Ame, reptilius en la Antología Mar<br />

crepuscular (2018). Su microcuento Desconcierto<br />

en el número especial Microrelatos<br />

y otras pocas palabras de la Revista<br />

Digital Ibídem (2018).<br />

126


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