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LA GUERRA DE LAS MUJERES

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

A la acción, intriga y rapidez descriptiva se suma el amor, con su inevitable acompañamiento de celos y rivalidad femenina, pues las dos protagonistas de esta excelente novela se enamorarán del mismo hombre. Dumas recrea una estampa de la guerra de La Fronda, con dos personajes que quieren ser los equivalentes femeninos de sus célebres mosqueteros: la astuta y encendida amante del duque Epernón, Nanón de Lartigues, y la rubia y valerosa Claire de Cambes.

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el error de la naturaleza, y durante un viaje del señor de Canolles… ¿lo<br />

comprendéis ahora?<br />

—Sí, pero, ¿cómo habéis guardado para tan tarde esa amistad hacia el<br />

señor de Canolles?<br />

—Porque hasta la muerte de mi padre no he sabido el lazo que nos unía,<br />

porque este secreto estaba consignado en una carta que el barón mismo me ha<br />

entregado, llamándome hermana.<br />

—¿Y dónde está esa carta? —preguntó el duque.<br />

—¿Habéis olvidado ya el incendio que devoró en mi casa mis primorosas<br />

alhajas y mis papeles más secretos?<br />

—Es cierto —dijo el duque.<br />

—Veinte veces he querido contaros esta historia, bien segura de que haríais<br />

todo lo posible por el hombre a quien yo le llamo en secreto hermano mío;<br />

pero me ha contenido siempre, rogándome y suplicándome no destruyese la<br />

reputación de su madre, que aún vive. Y yo, que he comprendido sus<br />

escrúpulos, los he respetado.<br />

—¡Ah! ¡Verdaderamente! —dijo el duque enternecido—. ¡Pobre Canolles!<br />

—Y no obstante —continuó Nanón—, lo que él rehusaba era su fortuna.<br />

—Eso es propio de un alma delicada —repuso el duque—; y hasta esos<br />

escrúpulos le honran.<br />

—Había hecho más. Había jurado no revelar jamás este secreto a nadie en<br />

el mundo; pero vuestras sospechas le han hecho desbordarse al vaso.<br />

¡Desgraciada de mí! ¡He olvidado mi juramento! ¡He vendido el secreto de mi<br />

hermano! ¡Desgraciada de mí!<br />

Y Nanón se deshacía en lágrimas.<br />

El duque se arrojó a sus plantas y besó sus lindas manos, que ella le<br />

abandonaba con abatimiento, mientras que sus ojos elevados al cielo, parecían<br />

pedir a Dios perdón de su perjurio.<br />

—¡Por qué os llamáis desgraciada! —exclamó el duque—, decid más bien,<br />

¡felices todos! Yo quiero que ese apreciable Canolles repare todo el tiempo<br />

perdido.<br />

—No le conozco aún, pero lo deseo; me lo presentaréis, y le amaré como a<br />

un hijo.<br />

—Decid como a un hermano —repuso Nanón sonriendo.<br />

Después, pasando a otra idea.

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