27.04.2019 Views

Conversaciones con Fellini- Giovanni Grazzini

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

El creador de La Dolce Vita en estado puro. Un diálogo íntimo con el genial director sobre
política, terrorismo, sexo, el amor y las mujeres. Un Federico Fellini auténtico. En estas
conversaciones con Giovanni Grazzini, uno de los más renombrados críticos
cinematográficos de Italia, el director de Amarcord nos desvela sus secretos más privados
y recónditos. Directo y sincero, en este libro Fellini no sólo nos brinda sus pareceres sobre
el séptimo arte sino que, además, nos acerca a sus opiniones sobre el paso del tiempo, su
manera de comprender el mundo y, sobre todo, nos desvela a un ser humano original y
auténtico, capaz de opinar sobre los temas más diversos y actuales, lo que lo confirma
como una de las figuras emblemáticas de nuestro tiempo. Fellini nació en Rimini en 1920 y
fue en sus orígenes dibujante y colaborador de varias revistas italianas. Entró en el mundo
del cine de la mano de Rossellini, como escenógrafo en Roma cittá aperta, y a partir de
ese momento pasó a dirigir películas que el público y la crítica mundial han aclamado
unánimemente. Falleció en Italia en 1993.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

fascismo, la iglesia, el liceo, el cine norteamericano y que durante el verano iba al mar donde<br />

estaban las alemanas en traje de baño? No tengo grandes recuerdos y los que <strong>con</strong>servaba los volqué<br />

en mis películas. Al entregar mis recuerdos al público los borré y ahora ya no sé distinguir aquello<br />

que realmente sucedió de aquello que inventé. Y abriéndose paso a empujones entre los personajes<br />

de mi adolescencia en Rímini, aparecen los actores o los otros personajes que los interpretaron en<br />

las re<strong>con</strong>strucciones escenográficas de mis películas. Agoté el álbum de mis recuerdos de entonces.<br />

Dame un poco de tiempo e inventaré nuevos. Hace cinco o seis años que los norteamericanos insisten<br />

para que haga el Amarcord N° 2.<br />

—Rímini…<br />

—En el verano, un enorme resplandor de sol, en el invierno la niebla que hacía desaparecer todo.<br />

La niebla es una gran experiencia existencial. En invierno, Rímini ya no existía. Desaparece la plaza,<br />

desaparece el palacio comunal. Y el Templo de Malatesta, ¿dónde fue a parar? La niebla te es<strong>con</strong>de<br />

de los demás, te coloca en la clandestinidad más alienante, te tornas el hombre invisible, no te ven y<br />

por <strong>con</strong>siguiente no estás ahí. Este hecho me embriagaba al punto de estremecerme hasta la raíz de<br />

los cabellos. Los recuerdos más intensos de mi adolescencia están asociados en gran parte a hechos<br />

naturales de los que me agradaba muchísimo ser espectador y que algunas veces me gustaba<br />

provocar.<br />

Creo que siempre tuve una cierta tendencia a interpretar las cosas de un modo fantasioso, un poco<br />

visionario. La desaparición de la Catedral, tragada por la niebla, me llenaba de gran emoción. En<br />

verano, otro espectáculo que me fascinaba era la gran sombra del teatro Vittorio Emanuele que<br />

cortaba en diagonal la plaza Cavour. O quizá quería dejarme fascinar para ser diferente de mis<br />

compañeros de escuela que no comprendían por qué yo hablaba largo y tendido de esta historia de la<br />

sombra que dividía la plaza en dos fetas. El instinto de la representación me atrapaba siempre. Hacía<br />

una mezcla de colores para disfrazarme, y cuando era una criatura el día en que una prima mayor que<br />

yo llegó de Bolonia, no tuve paz hasta que no le robé el colorete y me encerré en el baño para<br />

embadurnarme.<br />

—¿Cuándo comenzaste a hacerte preguntas?<br />

—Nunca me las hice, tampoco hoy me las hago y no comprendo por qué me las haces tú. Como<br />

no sé responderme, no veo por qué tendría que molestarme <strong>con</strong> preguntas de carácter general. De las<br />

lecciones de filosofía en el liceo sólo recuerdo al profesor. Se llamaba Dell’Amore, era de Avelino.<br />

Escribía poesías al estilo de D’Annunzio, muy sensuales, y una vez por mes nos las leía <strong>con</strong> su linda<br />

cara de meridional, ojos relampagueantes, cabello largo (como los que se ven a menudo en las<br />

comisarías), agujeros en las medias, el cutis un poco picado de viruela, labios gruesos sobre los que<br />

pasaba su gran lengua roja. A mí me caía muy simpático pero en la clase estaba un tal Timbracci<br />

Duilio, hijo de un tremendo santurrón que en las procesiones, vestido como un fantasma, llevaba la<br />

Cruz y cantaba <strong>con</strong> el entrecejo fruncido, cargado de amenazas. Y fue precisamente durante una<br />

procesión que el pobre hombre casi se desmayó y rodó <strong>con</strong> la cruz destrozando el escaparate de un<br />

comercio. Y su hijo le fue a alcahuetear al rector que el profesor Dell’Amore leía en clase poesías<br />

licenciosas durante la hora de filosofía. Desde ese momento, cuando le pedíamos que nos declamara<br />

sus poesías, Dell’Amore, halagado pero triste, se negaba, nos rogaba que no insistiéramos y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!