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E P I F A N Í A D E<br />
U N A S O T A N A<br />
ORGULLO<br />
P O R W A R R E N G O N Z Á L E Z<br />
F A L L A S<br />
C O M U N I C A D O R Y P R O F E S O R U N I V E R S I T A R I O<br />
E L F I N A L<br />
La noche, antes de irme, pasé mi mano por<br />
cada una de las ásperas paredes, para que<br />
no se me olvidara nunca lo que sentí. Después<br />
me dije que a partir de ese día nunca<br />
me volvería a traicionar de esa manera. Hoy<br />
me siento libre.<br />
I G L E S I A<br />
tal vez ignorándome. Algunos días vi cosas que no<br />
entendía. Sospechaba de situaciones. Compañeros<br />
que se esfumaban en la hora recreativa nocturna,<br />
otros que dormían solos en el baño, otros que se<br />
iban juntos los fines de semana.<br />
Todo esto nunca tuvo sentido para mí, era estúpidamente<br />
inocente. Hasta que fuera de ahí, un<br />
excompañero me contó todo y me ayudó a atar<br />
cabos.<br />
Llegué como un refugiado, como cuando en<br />
Acosta llueve mucho y uno busca un techo,<br />
para escampar. No podría decir que me metí<br />
para ocultarme.<br />
Llegué porque lo necesitaba. Me quedé donde<br />
nadie se burlaba de mí. En Acosta donde no<br />
hay nada que hacer un sábado en la noche,<br />
alabar al señor se hace la mejor atracción.<br />
Me involucré tanto, dirigí la catequesis de confirma<br />
y fui parte de la pastoral juvenil. Después<br />
sentí un llamado, una vocación sacerdotal.<br />
En estos años yo no era consciente de ser<br />
homosexual.<br />
E P I F A N Í A<br />
Un sacerdote gordo y rojo nos hizo unos ejercicios<br />
espirituales, un fin de semana de setiembre. Era<br />
psicólogo y nos dijo que hablaríamos de nuestra<br />
dimensión humana, de la homosexualidad. Habló<br />
mucho de eso. Acribillador. Me asustaba.<br />
Este día nos puso a hacer un ejercicio, con una<br />
guía de preguntas que le ayudaban a uno a definir<br />
desde el color favorito, hasta el sonido del<br />
violoncello, la textura de la corteza de un árbol,<br />
el silencio y el frío de las cinco de la mañana y<br />
vino claro a mi mente, los hombres. Me gustaban<br />
los hombres.<br />
S E M I N A R I O<br />
Me llamó una secretaria, en noviembre, para<br />
decirme que había sido aceptado. Dejé todo<br />
y me fui. Fueron nueve meses. En el seminario,<br />
estuve concentrado en lo que había que<br />
hacer. Leí muchos libros de espiritualidad y<br />
hasta el catecismo. Mi mente estaba en eso,<br />
Salí del clóset conmigo mismo ese día. Sentado<br />
debajo de un eucalipto, como a las diez de la<br />
mañana, con una hoja de papel en la mano, en<br />
el seminario, tuve la epifanía de que estaba en el<br />
lugar indicado hasta ese momento.<br />
Me gustaban los hombres. Quería continuar<br />
estudiando en la UCR. Me declaré<br />
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