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Filosofía

Libro de Tercer Semestre Bachillerato UANL

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Angustia, desesperación y vértigo<br />

Kierkegaard utiliza la metáfora de<br />

un hombre al borde del precipicio<br />

para explicar el concepto de<br />

angustia y vértigo.<br />

De acuerdo con Kierkegaard,<br />

todo en la vida está hecho de<br />

elecciones, la elección más<br />

importante y difícil del hombre es<br />

elegirse a sí mismo enmarcado<br />

en la fe.<br />

Para Kierkegaard, la vida está hecha de elecciones, pues es a través de éstas<br />

como se desarrolla nuestra existencia. Elegir es la única opción que tenemos,<br />

pues inclusive el no hacer nada es una elección al encontrarnos ante una encrucijada.<br />

Muchas de estas decisiones tienen un carácter moral. El<br />

paso del estadio estético al ético está marcado por la elección entre<br />

lo justo y lo que nos da placer. Sin embargo, para Kierkegaard, las<br />

condiciones en las que elegimos dependen únicamente de nosotros,<br />

y no de nadie más ni del contexto. Todo es responsabilidad<br />

nuestra, y es ante esta responsabilidad que surge principalmente la<br />

angustia.<br />

Con el seudónimo de Vigilius Huafniensis, Kierkegaard escribió<br />

de la angustia como un temor poco definido. Usa como ejemplo un<br />

hombre al borde de un edificio que siente un miedo a caer, pero que<br />

al mismo tiempo siente el impulso de lanzarse, la angustia está en la<br />

libertad de elegir si se arroja al precipicio o no.<br />

El simple hecho de tener abiertas todas las opciones dispara grandes temores.<br />

Kierkegaard elabora aún más este concepto centrándose en el pecado<br />

original, al decir que Adán fue el primer hombre en sentir angustia al no saber<br />

si debía o no comer el fruto prohibido; como Adán no sabía qué era el bien y el<br />

mal, pues eso sólo lo sabía dios, sólo tenía la fe como guía, pues Dios le había<br />

dicho que no comiera del árbol, sin decirle que era malo. Su elección lo llevó<br />

al pecado o a la desesperación.<br />

Sin embargo, Kierkegaard dice que la angustia es la clave para nuestra<br />

salvación; ésta nos ayuda a informarnos sobre nuestras opciones y nos conduce<br />

de un estado de autoconciencia inmediata a uno de autoconciencia de<br />

reflexión.<br />

Volviendo al ejemplo del hombre al borde del precipicio, Kierkegaard<br />

dice que sentir el peso constante de la libertad provoca en nosotros un vértigo<br />

existencial ante la idea de que no hay nada que nos separe del vacío. La<br />

incertidumbre hace que nos parezca que todo se puede echar<br />

a perder.<br />

Por su parte, la desesperación es un momento en el que sentimos<br />

un vértigo de nuestra libertad, pero que nos lleva a elegirnos<br />

a nosotros mismos, pues en Kierkegaard no es complicado conocerse<br />

a sí mismo, lo complicado es elegirse a uno mismo por sí<br />

mismo. A esto sólo podemos llegar a través de la desesperación.<br />

La desesperación, entonces, comienza cuando el hombre no<br />

acepta su verdadero yo, es decir, cuando no acepta su condición<br />

humana de criatura fundada en el dios. Esto provoca una enfermedad<br />

que se remedia transformándose en súbdito de la fe.<br />

Según el filósofo existen dos tipos básicos de desesperación:<br />

1. Desesperadamente no querer ser sí mismo.<br />

2. Desesperadamente querer ser sí mismo.<br />

Ambas están relacionadas, pues la segunda se reduce a la primera porque<br />

en realidad: querer ser sí mismo de forma desesperada significa rechazar la<br />

fundamentación última del individuo en dios.<br />

Un ser desesperado no puede ser el yo autónomo e independiente que<br />

quiere ser, ni puede dejar de ser, para toda la eternidad, el yo heterónomo y<br />

dependiente que es. En este sentido, la desesperación obstinada es una rebelión<br />

contra dios, una pretensión vana de que el ser humano se crea a sí mismo,<br />

negando por completo a la divinidad, una ilusión de autocreación. El individuo<br />

es un ser singular, en devenir, que debe sintetizar los elementos dialécticos<br />

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Etapa 4. La filosofía contemporánea

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