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VIII. salvador dalí
(1904-1989)
La vida como una obra de arte
Su cuerpo era el lienzo en el que daba forma a su excéntrica
vida. Esa rara conducta que esgrimía frente al público con
ese opulento yo, aparentemente nada humilde, no era más que la
expresión de un ser extravagante que en su interior enfrentaba una
lucha cromática y de formas que invadían todas sus moléculas de
hombre sensible.
Es el pintor que hace visible lo invisible. Arte era toda su
vida: diseñaba su ropa, sus muebles y logró construir su museo particular.
Escribía de su diario hacer, y como cineasta dio vida y movimiento
a ciertas imágenes imposibles en la película Un perro andaluz.
Construyó su propio mito y fue el héroe; Gala era la heroína que
lo hacía alucinar.
André Breton, el padre del surrealismo, lo apodó “Avida Dollar”,
para cuestionar su excesivo gusto por el dinero; moneda que el
pintor consideraba una bendición fútil y a la cual no le rindió culto. El
dinero era para Dalí una de esas falsas abstracciones sin valor estético,
como todas las formas de la vacía sociedad de consumo. Justamente
por saber que el dinero –como el poder– proviene de Plutón, de los
infiernos más profundos del ser, de donde nos es dado el placer y el
castigo, jamás se dejó obnubilar por el oro. El pintor murió pobre y
se sabe que en su vida sólo amó a Dios, a Gala y a Dalí.
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