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Tocados por la luna

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agónico; porque pareciera decirnos Dalí que no nos atrevemos a

ver otra vez ese rostro de frente, pues en nuestra cobardía somos

sus crucificadores y siempre que tenemos oportunidad continuamos

crucificando a nuestros semejantes.

Él se consideraba un médium: era capaz de comprender

las cosas esenciales. ¿Qué oculta la naturaleza?, parece preguntarle

Dalí a Heráclito, quien afirmó: “A la naturaleza le agrada ocultarse”,

y el pintor busca develar el pudor de Natura con sus pinturas

alucinantes.

Ser comprendido no era un problema para Dalí; sino más

bien sorprender al espectador al mostrarle otra realidad sólo posible

de captar sensiblemente. ¿Qué es el mundo?, se preguntaba,

y como única respuesta le daba forma a esa problemática con su

incansable trabajo diario, con el que expresaba las contradicciones

y armonías de su tiempo. La clave de su pintura posiblemente esté

en esa obra titulada Filosofía iluminada por la luz de la luna y el

sol poniente (1939).

Dalí, estudioso de Freud, supo de la interpretación que

éste hizo de la obra de Leonardo da Vinci: Santa Ana, la Virgen y

el niño (1510), en la que el médico vienés observó en la silueta de

la túnica verdiazul de la Virgen el perfil de un buitre, imagen que

obsesionaba al artista florentino... El buitre, como representación

de la madre agresiva (Tovar, 1988, p. 164). Dalí usó de manera

consciente este tipo de imágenes dobles, casi hasta el agotamiento,

al proponer el objeto invisible, o las imágenes superpuestas

que nos sorprenden; o el lienzo bidimensional. También aspira a

la búsqueda de la tercera dimensión con sus figuras ambivalentes;

y sugiere la técnica del cuadro dentro del cuadro, de la misma

manera como intenta las figuras ambiguas en la propuesta de la

obra abierta que libere al espectador de la mirada rígida. De esto

son testigos sus obras: Cisnes reflejando elefantes (1937), y Cráneo

humano compuesto de siete cuerpos desnudos (1951). También

sabía pintar, con toda la ternura que le era posible, y con el realismo

más profundo, elementos que amaba desde su infancia y

lo expresa en su pintura: Cesta de pan (1945); el mejor trozo de

pan jamás pintado, como si fuese el mismo que tocara Jesús en la

multiplicación.

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