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BLANCHOT Maurice - El Paso (no) Mas Alla

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Y el juego no está destinado a nadie en particular. El que

tiene la suerte no la tiene, ni la tiene por sí mismo ni en

función de sí mismo. El «sin ti» de la suerte libera, con el

tuteo, para el anonimato.

• La suerte no es más que otro nombre para el azar.

Buena, mala, aún es suerte y, siempre, buena suerte. Lo

mismo ocurre con la gracia que, a veces, es desgracia sin

renunciar a la extrema buena gracia que debe a su «trascendencia».

«Tengo suerte» quiere, por lo tanto, decir:

«Tengo azar» o, con más precisión, entre «mí» y la necesidad

de una ley existe esa relación de entredicho que,

con seguridad, procede de la ley, pero que ya siempre se

ha dado la vuelta hasta entredecir esta última, provocando

así un nexo de ruptura. El entredicho golpea a la ley.

Se trata aquí de un acontecimiento escandaloso. La ley se

aplica a sí misma el entredicho, y así, del modo más astuto

(la augusta astucia de la ley), restaura otra ley, más

elevada, es decir, más distinta, en relación más decisiva

con la alteridad de la que se supone, entonces, que procede

la interdicción. El azar —o la suerte o la gracia que

pone la ley entre paréntesis, de acuerdo con el tiempo

fuera de tiempo— es reintroducido de esta forma bajo la

jurisdicción de otra ley, hasta que ésta a su vez —y, a su

vez... Queda por determinar en qué relación ni legal ni

fortuita estaría el movimiento que siempre plantearía, a

partir de la transgresión, otra ley, distinta, lo mismo que,

a partir de la ley y como su otro, la transgresión, movimiento

de alteridad, sin ley, sin azar, movimiento que no

nombramos en modo alguno con lo negativo de dichas

palabras.

«Tengo suerte.» Fórmula tan fuerte como descarada,

pues la suerte desposee y desapropia. Lo cual, ¡jugador

que pretendes hablar en nombre del juego!, vendría a decir:

poseo lo que desposee, siendo la relación de desposesión.

Lo que viene a decir que no hay suerte para la suerte

y que la única suerte residiría en esa relación anónima

que, a su vez, no podría ser llamada suerte o sólo aquella

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