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Nº4 Alegraos Peques SEMANA SANTA (Abril 2019)

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Alegraos Peques

Mt 26, 36-41

Lc 22, 39-46

Terminada la Cena, Jesús sale al Huerto de

los Olivos a rezar. Aquí empieza a angustiarse, hasta

tal punto que pronuncia expresiones como “Me muero

de tristeza…” (Mc 14,34). Tan mal lo pasa que llega a

sudar sangre, quedando claro lo profundo que era el

dolor que sentía Jesús.

Cristo, igual a nosotros en todo menos en el

pecado, también experimentó las tentaciones del

demonio, que cobraron en esta ocasión una fuerza

desmedida. Como “león rugiente buscando a quien

devorar” (1 Pe 5,8), Satanás pretende ante todo y

por encima de todo una cosa: apartar a Cristo del

camino que Dios quiere para Él.

El demonio enseñará a Jesús los sufrimientos

que le esperan esa noche y al día siguiente: golpes,

escupitajos, desprecios, latigazos, corona de

espinas… Cruz… y le insinúa que huya de todo eso. ¡Es

Dios, es todopoderoso! Que se aleje de allí… Pero

Jesús repetirá con firmeza en medio de la angustia:

“El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo he de

beber?”

Ante el abandono de los apóstoles, que yacen

dormidos, Dios Padre envía un ángel de consuelo. El

ángel mostraría al Señor las vidas de los santos: sí

iba a haber muchas personas que iban a responder,

que desgastarían su vida por amor a Dios y a las

almas… Jesús se pone en pie, y la tentación es

vencida una vez más: “Padre, si es posible pase de

Mí este cáliz… pero no se haga mi voluntad, sino

la tuya” (Lc 22,42).

Acompañemos, niños, a Jesús en el Huerto de

los Olivos… En el Rosario, en la Visita, después de

recibir la Comunión… Consolémosle, agradezcámosle

lo que ha hecho por nosotros… en la oración, y

también con nuestras obras:

“Jesús, ¡ojalá yo te sirva de consuelo en

Getsemaní! Que mi vida de solo alegrías a ti y a tu

Madre… y que como Tú, y como María, repita muchas

veces a Dios Padre: “¡hágase tu Voluntad!””.

Vencido en la primera tentación, el demonio

daría otra vuelta de tuerca, y lo que le presenta a

Jesús es mucho peor que los tormentos físicos: el

pecado… los pecados de todos los hombres, del

primero al último… ¿Cómo no iba a sudar sangre el

Señor, ante tanta inmundicia? ¿Cómo no iba a querer

salir huyendo de todo esto?

Y por último, vería Jesús el desprecio de

tantas personas ante su Redención: personas que

vivirían indiferentes, ajenas a que Cristo diera su

vida por ellas, sin responder al amor de Dios, que más

evidente ya no podía mostrarse…


Alegraos Peques

Los santos y la Pasión de Cristo

No hay santo que haya llegado a

serlo sin haber meditado frecuentemente

la Pasión del Señor.

Muchos de ellos atribuyen a la

meditación de la Pasión su conversión, su

firme decisión de entregarse del todo a

Dios.

Una y otra vez encontramos en sus

escritos la recomendación de meditar con

frecuencia en la Pasión de Nuestro

Señor, asegurando avanzar así más hacia

la santidad que a través de cualquier

otro medio.

Los Sacramentos, canales de la

Gracia, son frutos preciosísimos de la

Pasión de Cristo, y los recibiremos

mejor

presente.

teniéndola

"No hay ejercicio más a

propósito para

santificar tu alma que

la meditación de los

padecimientos de

Jesucristo".

“A Ti te escupieron, te insultaron, te

“En la meditación, la Pasión

de Cristo se presenta

delante de los ojos, terrible,

agobiadora, cruel, .

sangrante, llena de Amor...

Y se siente que el pecado no

se reduce a una pequeña

"falta de ortografía": es

crucificar, desgarrar a

martillazos las manos y los

pies del Hijo de Dios, y

hacerle saltar el corazón”.

San Francisco

de Asís

azotaron, te clavaron en un madero, y siendo

Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te

ofrecías... ¡Qué podrá decir yo de tu Pasión!

Más vale que nada diga y que allá adentro de

mi corazón medite en esas cosas que el

hombre no puede llegar jamás a comprender".

San José María Escrivá

“Lloro los dolores e ignominias

de mi Señor, y lo que más me

hace llorar es que los hombres

no se acuerdan de quien tanto

padeció por ellos…”.

San Alfonso Mª de Ligorio

San Rafael Arnaiz


“He ahí a tu Madre”

Eran las 12 de la mañana cuando lo crucificaron. Y “junto a

la Cruz de Jesús estaba su Madre”. Jesús se dirige a ella, y a

continuación al apóstol San Juan, en quien estábamos todos

representados: “He ahí a tu Madre”.

Jesús, a punto de morir, nos deja lo más precioso que

podría dejarnos: a su Madre. No dudemos en acudir a ella como

verdaderos hijos.

Acudamos a ella en nuestras necesidades y temores, pues

ella misma nos lo pide: “¿No estoy yo aquí, que soy tu

Madre?” “Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el

camino que te conducirá a Dios”.

Tengamos muy presente a María en nuestro día a día: con el

escapulario, rezando el Santo Rosario, sin olvidar ninguna

noche las 3 Ave Marías… .

Que todos los momentos de nuestra vida transcurran en presencia de nuestra Madre.

Revista de evangelización de

Misión Trinitaria Seglar

Juveniles

Plaza de la Libertad, 4.

28862 Belvis de Jarama (Madrid)

608-945-931

misiontrinitariaseglar@gmail.com

Dirección y Maquetación: D. MORA HUERTA.

Imágenes: A.L. CAMPOS SEGOVIA,

G. ROLDÁN CARRASCO y C. HERREROS RAMOS.

Colaboran: A.L. CAMPOS SEGOVIA, S. MADRID COCO,

A. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ Y REV. D.J.M. CABEZAS CAÑAVATE.

Este número de Alegraos Peques quiere ser una ayuda para vivir bien la Semana Santa, época que no puede

pasar desapercibida para un cristiano.

Ayudados del libro con imágenes, en el que también aparecen las citas para poder localizar los pasajes

en la Biblia y meditarlos reposadamente, acompañaremos al Señor en estos días tan importantes, en los que va a

quedar bien patente que nos “amó hasta el extremo” (Jn 13, 1-15).

Muchas fueron las personas cercanas a Jesús, que sin embargo no le acompañaron en la Pasión: casi

todos los apóstoles huyen asustados; dos de ellos -¡dos de sus amigos más íntimos!- le traicionan; multitud de

personas seguramente presentes en algunos milagros y predicaciones, se suman al grito “¡Crucifícale!”, sin valor

para actuar de forma distinta a como lo hacía la mayoría…

No hagamos esto. Pidámosle a la Virgen María que nos lleve de su mano, para acompañar desde muy

cerca a su Hijo en estos momentos en los que tanto sufrió. Con María, digámosle al Corazón de Jesús:

. “Aunque todos te abandonen… ¡yo no te abandonaré!” (Mt 26,33).

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