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Expocultur #84

Revista Expocultur - Viajes & Cultura. Número 84

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Pasear por El Rabal, dejar que su encanto se vaya apoderando

de uno, poco a poco; subir al castillo y disfrutar de las

espectaculares vistas… Lugares y sensaciones que dan sentido,

precisamente, al hecho de viajar. Pero no siempre fue así,

porque el Rabal es también un gran ejemplo de puesta en

valor de un barrio, casi abandonado, que gracias a sus vecinos

ha conseguido recuperar un legado invaluable de la historia de

la ciudad. Un proceso que requirió mucho esfuerzo y dedicación,

y que tuvo entre sus acciones más importantes la celebración

de diferentes fiestas que rescatan la rica historia del

lugar, entre ellas, desde luego, las Fiestas del Medievo.

A principios del mes de marzo, de cada año y desde hace

casi dos décadas, Villena se traslada en el tiempo hasta la época

medieval gracias a uno de sus festejos más reconocidos –junto al

de Moros y Cristianos y el Festival Leyendas del Rock–, las Fiestas

del Medievo. La ciudad, y sobre todo El Rabal, se transforma: en

sus calles y plazas comienzan a aparecer músicos, malabaristas,

exhibiciones de cetrería, magos, traga-fuegos, maestros del ajedrez,

cuentacuentos, teatro callejero… más de un centenar actividades

para públicos de todas las edades y, sobre todo, para

disfrutar en familia, dan lugar a un maravilloso viaje al pasado.

La celebración comienza con una recreación histórica de la

visita de los Reyes Católicos a Villena en el año 1488, en la que

participa tanto el grupo de teatro de la localidad como miembros

de la corporación municipal. A ello le sigue el pregón, a

cargo de personas que han destacado en el plano local, cuyo

siempre emotivo discurso es seguido por cientos de personas

en la Plaza de Biar. Así inicia este viaje a la época de los castillos,

los trovadores y las batallas feudales; batallas que, por cierto, son

recreadas a base de “lechugazos” en una de las actividades más

divertidas y seguidas por villenenses y visitantes: La Lechuguina.

Otro de los momentos que destacan dentro de este abanico

de actividades es la Boda Medieval. Cada año, una pareja

decide realizar su boda de una forma muy diferente a la

habitual, en la que los contrayentes e invitados van ataviados

con trajes de época y reciben las alianzas de un halcón que

desciende de la Torre del Homenaje hasta la explanada de la

fortaleza, donde se realiza el enlace. La ceremonia comienza

cuando la prometida sale de su casa y es acompañada hasta

el Castillo por la comitiva, formada por vecinos engalanados

con trajes de época, turistas y curiosos. ¡Una fiesta única!

También lo es la Procesión de las Antorchas, cuyo objetivo

es liberar a la ciudad de brujas y malos espíritus. Durante el

recorrido, que transcurre por El Rabal y termina en el Castillo

de la Atalaya, los participantes se deleitan con la música de

diferentes bandas y con la escasa luz que desprenden sus

antorchas para espantar a los malos espíritus. El recorrido finaliza

en el castillo con fuegos artificiales y un concierto, que

cada año cambia de estilo musical.

Una pieza clave de este viaje al pasado es, por supuesto,

el Mercado, en el que participan más de 200 puestos de artesanía

y gastronomía. Esta última subraya el carácter fronterizo

de Villena, nexo de unión entre la Meseta y el Mediterráneo. La

cocina villenense se caracteriza por las influencias de estas dos

grandes tradiciones culinarias, que han dado origen a un hacer

tradicional muy vinculado a la gente del campo, teniendo

como resultado platos tan sencillos y populares como exquisitos,

como la Gachamiga.

De la cocina manchega se adoptan los platos más consistentes,

que ayudan a combatir el frío invierno villenense, como

el tradicional Gazpacho de Villena, como las Pelotas de

Relleno, el Arroz y Pata, los caracoles, las habas, el Triguico…

Platos contundentes que ofrecen, con su sabor, un viaje a otras

épocas. Y en el apartado de los duces, la tradición árabe aflora

en pastas, como los sequillos, los rollicos de vino, los almendrados

o las toñas. Tampoco hay que olvidar las tortas que se

venden en un puesto junto a la Ermita de San José, cuyos

beneficios se utilizan para obras benéficas.

Además, en paralelo al Mercado se organizan numerosas

actividades, incluyendo la teatralización histórica del

Desencuentro del Cid en Villena, varias exhibiciones de vuelo

de aves rapaces, así como numerosos talleres infantiles en los

que se enseña a los más pequeños a realizar malabares, a diseñar

un caballo medieval o elaborar pan, entre otras opciones.

Todo ello aderezado por los tradicionales pasacalles, espectáculos

de saltimbanquis, magia medieval, danza árabe, andalusí

y clásica, música celta, cantos gregorianos…

En todo caso, la música, la gastronomía, la artesanía y la cultura

se funden, durante todo el fin de semana, en un casco histórico

único, dando lugar a una auténtica fiesta –declarada de

Interés Turístico Autonómico por la Generalitat Valenciana– que

año tras año supera su número de visitantes. Un momento

mágico que recupera la identidad y pone de relieve la historia

de este maravilloso destino, Villena.

Más información en: www.turismovillena.com

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