SEPTIEMBRE BOLETÍN
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En cuanto al modo en que ha sido interpretada, como una danza de
cortejo, comenta que “no todos” quieren bailarla con este fin. “Hay
muchas instancias para relacionarse a través suyo, como la empatía
de compartir con otro, de sentirse bien con esa persona a partir de
la alegría, el amor, el cariño o la picardía. Si bien es cierto que en
términos formales muchos planteamientos hablan de que sirve de
conquista, hay múltiples formas de mirarla, en especial hoy”.
“NO PODEMOS VIVIR SOLOS”
Respecto al papel que juega este baile en el contexto actual de
pandemia, Rebolledo recuerda que como cada país, en el nuestro
su población también tiene sus propias formas de vincularse entre
sí. “Tal y como cualquier actividad artístico cultural, permite que
quienes estamos encerrados podamos salir, volar, olvidar (…) (se
convierte en) un espacio que nos hace sentido, nos comunica entre
personas de una misma comunidad. Nos hace entender que esto
no sólo implica aprender a bailar, sino su sentido, sentirnos
acompañados por profesores, alumnos, gente que quiere la cueca”.
De ahí que sostenga lo siguiente: “La contingencia ha demostrado
que no podemos vivir solos, debemos estar conectados con
nuestros pares. El patrimonio, la historia y la tradición, son
fundamentales para que ello se pueda llevar a cabo de mejor
forma”.
Sobre qué sería importante destacar en el contexto folclórico
presente, considerando que en meses como éste la cueca suele
concentrar la atención mayoritaria, el coreógrafo comienza por
recalcar la diversidad de la realidad nacional. “El folclore no sólo es
baile; implica tradiciones como la comida, ritos, artesanía, leyendas,
acciones propias de una comunidad. Hay muchas otras
expresiones folclóricas que no se visibilizan, o esto se hace muy
poco”, advierte.
Además explica que aprender sobre la cueca conlleva comprender
la relación con “el entorno de la comunidad” a la cual pertenece.
Por lo mismo, recuerda que esta danza tiene diferentes variantes,
dependiendo de la zona de la que proviene.
Por tanto, Rebolledo sugiere no poner el foco en un solo elemento.
“Debemos tener una mirada de mayor amplitud, más que (dar
importancia a) una danza por sobre la otra. Por ejemplo, gran parte
de las danzas existentes en la zona central están en extinción y
solamente las ocupan los grupos folclóricos de proyección y los
ballets folclóricos (…) Aparecen más entre los grupos encargados
de mantener viva esa cultura, que siendo empleadas por el
pueblo”.
Ahora bien, consultado sobre el rol del Ballet Folclórico Municipal
de Rancagua en la promoción del folclore nacional actual, explica
que apunta a “entregar armas para que sus integrantes se
empoderen y comprendan el sentido de lo que danzan o tocan en
el escenario (…) Esto los lleva a vivir el folclore desde una
perspectiva importante”.
Igualmente recuerda que sus cuadros no son los bailes originales.
“Hay una estética diferente, una mirada. Nosotros tomamos
elementos del folclore y los ponemos en escena. El proceso
artístico se desarrolla como una propuesta escénica que permita
mirar desde una perspectiva particular”. Agrega que no sólo
efectúan un trabajo de rescate a nivel regional, en cuanto a “la
forma en que el ballet se relaciona con su entorno y cómo lo hace
visible. De ahí que recuerde la obra ‘Rancagua: historia, música y
danza’, donde aparecían las chamanteras, la tragedia del humo y
los promaucaes (el pueblo mapuche de la zona)”.
Por último, Rebolledo cuenta que él y otros profesores asesoran a
sus alumnos en investigaciones. Previo a sus presentaciones
realizarán talleres, abordando los orígenes de las danzas
mostradas, su futuro, entre otros temas, además de abordar sus
indagatorias. El objetivo es “fortalecer la relación con la
comunidad, el patrimonio y la tradición”, remata.