N°279: Culto al arte regional | Enfoque de Oriente
Culto al arte regional es la compilación de narrativas alrededor del arte y la cultura en clave a las identidades territoriales.
Culto al arte regional es la compilación de narrativas alrededor del arte y la cultura en clave a las identidades territoriales.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
enfoque de oriente
2
#editorial
Culto al arte regional
Cuando hablamos de culto nos referimos aquí a la importancia de
congregar manifestaciones de una comunidad cuyo propósito es la de
expresarse por medio de diferentes formas de creación, para este caso
artísticas y culturales; esto lleva una identificación directa con el territorio
habitado, participando así de una construcción conjunta cuyo propósito
es generar una lectura colectiva de las formas de ser, de cómo habitamos,
coexistimos y a su vez, de cómo trazamos y conspiramos una autonomía
popular en clave de nuestras experiencias, talentos y expresiones, contando
con total derecho a transformarnos, construirnos y deconstruirnos.
No necesitaríamos más que este pedazo de tierra si supiéramos que todo lo
que atañe una canción, un camino o una trova está en el cañón. Esta tierra
parece sin fin en sus lontananzas azules, como el caminito y esa paradoja
de sentirnos y entonces no estar lejos del nido; el reconocernos en aquel
resguardo para la memoria y en aquellos rasgos de los rostros indígenas, de
los cuerpos que nunca encontramos, en los que nos identificamos con sus
nombres perdidos. Esta tierra de libertadoras, de artistas, de músicos, de
cantos y cuentos, de indígenas y campesinos, de teatreras y bailarines, de
pintores y escultoras, de juventudes y mujeres, de disidencias y resistencias
se ha contado entre carnavales y festejos aún cuando las balas se cruzaban
de un lado a otro, entreviéndose por los arbustos, de montaña a cerro.
Rendir este culto al arte significa volver a creer en la palabra en tiempos de
palabras incumplidas, de diálogos desechados, de actos inconclusos con
la excusa de que nunca las palabras terminan por definirnos, ni la poesía,
ni el canto, ni la pintura, ni las imágenes, aunque sea cierto que son todas
estas las expresiones más cercanas a esta búsqueda incansable por saber
quiénes somos, a dónde carajo vamos. Esta sigue siendo una insistencia
por leer y abrazar el territorio de manera colectiva, comunitaria, desde las
aptitudes conquistadas, los talentos que nos bendicen y el arraigo que nos
completa; es una insistencia concreta por la paz territorial, por la idea de que
una región pueda decidir por encima de la vertiginosa fuerza cardiaca de
la ciudad, de las maquinarias, de las imposiciones, de los carteles y muros
que amenazan e intimidan; palabras, relatos, historias, pinturas, imágenes,
caminos, proyectos que permitan enfrentar el constante latir que agota a las
personas, a los bienes comunes, a la memoria, a las distintas formas de ser, a
las culturas en las distancias.
En esta edición contada y narrada por diferentes lugares separados por apenas
montañas, riachuelos, y nubes repletas de agua, se configura una identidad,
unas identidades, todas tan mutables y cambiantes como la obra del artista que
cambia una y otra vez hasta nunca ser suficiente. Reconocerse en la amalgama
de este sincretismo de sonidos, sabores, colores, texturas, sensaciones, nos
invita a reconocernos en el otro, en la otra, en aquella que es también aire, en
aquello que es también tierra.
Y entonces, nos resulta importante insistir que este ejercicio de rendir un
culto al arte regional no entiende ni siquiera de determinismos demográficos.
Sabemos que las palabras no nos alcanzan y por ello son infinitas como la
posibilidad de encontrarnos para contarnos. Lo que queremos decir es que
esta edición no se trata de entender la región desde el regionalismo, como
aquella idea de la Antioquia Federal que se independiza, pero olvida su postura
colonial y expansionista (por no decir imperialista), la misma que ha generado
despojo y olvido de costumbre y formas de vida que bien pudieron identificarse
como otras regiones. Esta es una apertura y posibilidad de comprendernos en
las cosmogonías dadas alrededor del arte y de las manifestaciones culturales,
así como la capacidad que tenemos como comunidades para transformar
todo lo que pasa por nuestras manos; el arte lo deja claro y la mutación de las
culturas igualmente. Es el despertar de la conciencia en lectura y defensa del
territorio la que permite que las identidades se transformen en beneficio y
urgencia no solo de la historia, de la memoria, también de las comunidades.
Confrontar lo que nos hace daño es generar la fractura necesaria que nos hace
humanamente vulnerables, y a su vez, humanamente responsables de lo que
nos sucede. Este es un culto al arte, al territorio, a quienes le habitan y resisten
para beneficio de todxs; un culto y reconocimiento a los y las artistas que creen
y caminan por otros mundos posibles, los del ensueño y la vida tangible. EO.
Proyecto ganador de la convocatoria
Comparte lo que somos 2020
del Ministerio de Cultura
Directora:
Mariana Álvarez López
direccion@enfoquedeoriente.com
Contacto: 3226693229
Colaboradores y colaboradoras en esta edición:
Lucas Rendón Muñoz.
Luisa María Gallo.
Yeison Cardona Sánchez.
Natalia Montoya.
J. Andrés Gómez Patiño.
Diana Londoño.
Edwin Arley Echeverri.
Alejandro Trujillo Moreno.
Juan José Rendón Guapacha.
John Gómez Giraldo.
Fabián Gil Osorio.
César Álvarez R.
Valentina Hincapié Martínez.
Yuliana Miranda Gómez.
Alexánder Arboleda Bedoya.
Portada: Ilustración: Maribel González Berrio.
Diseñadoras: Enfoque de Oriente
Editora general:
Manuela Betancur Pérez
info@enfoquedeoriente.com
Facebook: Enfoque de Oriente
Twitter: @EnfoqueOriente
Instagram: @enfoquedeoriente
info@enfoquedeoriente.com
www.enfoquedeoriente.com
Enfoque de Oriente es el espacio para la visibilización
de los textos que se publican; sin embargo, quien los
escribe es total responsable de lo que allí se dice.
enfoque de oriente 3
La paciencia de la artesana
#CULTURA
Por: Luisa María Gallo G.
El 3 de septiembre de 2020 el Consejo Nacional de Patrimonio
Cultural de Colombia aprobó la postulación de la cerámica carmelitana
para ser incluida en la lista Representativa del Patrimonio Cultural
Inmaterial. Esta crónica de oficio busca darle vida a lo que ocurre en su
proceso de fabricación.
Sus manos están húmedas. Está sentada, su espalda está recta, sus
piernas forman un ángulo de 90°. Frente a ella está el torno de alfarero.
El sonido que este emite es casi imperceptible, hay que acercarse para notarlo.
Gira de manera constante y es el pie derecho de Brigit, posado sobre el pedal,
el que le da la intensidad. Tras él hay ubicadas, de manera organizada, bolitas
de arcilla de 150 gramos, amasadas y pesadas, que esperan pasar por el torno
para convertirse en un plato.
Lentamente y midiendo la fuerza, Brigit va posando sus manos sobre el
barro, dándole forma. Sus diez dedos juntos buscan el centro. Controladamente
y casi sin tocarla logra que esa bola se vaya extendiendo sobre el círculo de
madera que se incrusta en el torno. Sobre la arcilla se dibuja una espiral
resultado de la fuerza que se dirige siempre hacia el centro.
Brigit Gómez Franco hace parte de los artesanos que han mantenido a
fuerza de bregas la cerámica carmelitana, que se ha constituido como tradición
a lo largo de los últimos 100 años y que, según la investigación El jardín
llevado a la loza, se instaló allí por dos razones: la abundancia de recursos
hídricos que movilizaban la maquinaria para la producción y la disponibilidad
de arcillas, tanto en El Carmen de Viboral como en La Unión y Rionegro.
El paisaje rural de El Carmen de Viboral, ubicado en el Valle de San
Nicolás, está colmado de verde y de flores. Fue este paisaje el que motivó las
exploraciones para darle color a la cerámica aproximadamente en la década
del 50, un componente estético que permite que estas piezas tengan un valor
artístico. Sobre las cerámicas reposan pájaros y flores, que conforman algunas
pintas tradicionales como Cartago, Mayoral o Florelba.
Con el paso de los años y con el fin de mantener esta expresión, se
conformó en el 2013 la Asociación de Ceramistas Aproloza, en la que están
reunidos varios talleres del Municipio. Algunas de las medidas que buscan
salvaguardar la tradición son el sello de denominación de origen y la reciente
admisión de la postulación ante el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de
Colombia que busca que la cerámica carmelitana sea considerada Patrimonio
Cultural Inmaterial.
“Este oficio implica el uso de los sentidos y otros detalles técnicos”,
asegura Brigit, “porque exige ser muy impecable, si yo me equivoco pintando,
4 enfoque de oriente
Fotografías: Brigit Gómez Franco.
prácticamente ya perdí la pieza. Porque a veces se puede ocultar o algunos
pigmentos permiten borrar un poquito, pero en general no pasa”.
Sobre el oficio de la cerámica suele insinuarse que se trata de una tradición
que se transmite en las familias y, aunque sucede, el caso de Brigit no se
corresponde con esta experiencia. Su intención era estudiar Comunicación
Social pero, en el 2009, los procesos de regionalización de la Universidad
de Antioquia abrieron en la Seccional Oriente el programa Tecnología en
Artesanías y su motivación cambió.
Desde el 2014 construyó en casa de sus padres su espacio de trabajo:
hecho de bambú, con piso de tierra y entrada de luz natural que, gracias a las
amplias ventanas, inundan la mirada de verde. Allí tiene el torno, un lugar
para la decoración a mano y el área de cocción donde está el horno eléctrico.
En Grietas Taller, ubicado en la vereda Rivera del municipio, acompañada del
canto de los pájaros crea sus piezas.
Ser ceramista implica ser paciente. Ninguno de los procesos es
rápido, además no se puede tener control sobre ellos. Muchas veces
están ligados a la parte emocional, por ejemplo, cuando está ofuscada siente
que no le va a dar y le toca parar porque está moldeando el barro con mucha
fuerza, haciendo que pierda estructura. De acuerdo con sus palabras, en esta
labor “es el barro el que lleva el mando, a veces uno quiere hacer un trabajo en
un día, y el barro simplemente no se presta. A veces está muy seco y no se deja
moldear, entonces toca parar para hidratarlo con agua y empezar a amasar
para que se suavice”.
Una pieza cerámica bajo la técnica bajo esmalte pasa por dos quemas.
Cada una puede durar aproximadamente 8 horas y se realiza usualmente a
1200°C. La manera en que se ubican las cerámicas en el horno también es
notable. “Es como jugar tetris”, dice Brigit, “para optimizar los espacios, poner
una cerámica aquí, un pocillo a este lado y usar los huequitos para poner otras
piezas como las aretas”. En el horno el barro se va cociendo paulatinamente.
Si se intentara acelerar el proceso la cerámica podría partirse y como el barro
tiene memoria, así quiera arreglarse una fractura e intente remendarse, tarde
o temprano volverá a partirse en la misma grieta.
Luego de la primera quema se realiza la decoración a mano, que puede
hacerse con pigmentos industriales o naturales elaborados por ella. Con
unas pinzas, las piezas son sumergidas en un balde que tiene una mezcla de
vidrio molido, que después de fundirse les da un reflejo vidrioso y elimina
su porosidad para que puedan contener líquidos. Cubiertas de blanco ya no
es posible ver la decoración. Estará oculta hasta que termine el proceso de la
segunda quema, cuando llega el momento de descubrirse ante los ojos de
Brigit que esperan ansiosos por su resultado.
Cuando las quemas terminan no se puede abrir el horno sino después
de pasadas 24 horas, porque el cambio de temperatura podría fracturar la
cerámica y el trabajo de más de un mes. A veces pasa. La transformación de la
cerámica tiene procesos y puntos de quiebre que hacen que sea una cuestión
mágica, “es un proceso alquímico” dice Brigit.
El aspecto suave de esta alfarera encaja con su labor en el torno que no
se la lleva bien con el afán. También con la decoración que a pesar de parecer
rápida, no es imprecisa. Implica claridad y seguridad en su trazo. Tiene una
mirada limpia y sabe mirar a los ojos. Es de hablar pausado, evidenciando
que piensa antes de hacerlo. Dice que la cerámica ha transformado su vida y
la forma de habitar el mundo porque le ha dado enseñanzas. De ese modo
explica lo que para ella es trascendental en su oficio: El barro es maleable, es
similar al ser humano. Pasa por varios estados, se usa el agua constantemente
para hidratarlo y lograr moldearlo. Pasa por el fuego para transformarse y, sin
embargo, al salir del horno, tras haber obtenido la rigidez y la fuerza, se vuelve
vulnerable.
enfoque de oriente 5
Grupo musical Los Lomar.
Fotografía: Cortesía Los Comunes.
La conquista de “Los Comunes”,
construcción del campo artístico en
La Ceja: de la tutela religiosa a la
autonomía modernista
Por: Yeison Cardona Sánchez.
Para empezar, es innegable el relevante papel que jugó la Iglesia
Católica en el desarrollo sociocultural de la población cejeña, al
menos desde su fundación hasta muy entrada la mitad del siglo
XX. El dominio cuasi único y significativo que la Iglesia Católica ejerció en
la orientación de la subjetividad de la población debido no sólo a su gran
“Capital simbólico”, del que ha gozado históricamente sobre la humanidad
en general, sino, y, sobre todo, por la particularidad de su extensa
ocupación física en el territorio, ya que este municipio fue epicentro de
seminarios y congregaciones adscritas que se asentaron desde muy
a comienzos de su fundación. Éstas han y siguen ocupando (hoy en día
en menor cantidad) gran parte de su territorio. no es en vano que La Ceja
sea conocida como el “vaticanito”. De igual forma las condiciones bajo las
cuál la orientación sensible, encaminada a la formación artística, estaba
marcada por la supeditación religiosa, reflejada luego en los contenidos de
las primeras manifestaciones artísticas tales como la literatura, el teatro y la
música; casi que la totalidad de estas manifestaciones obedecían y estaban
orientadas bajo preceptos religiosos encaminados a formar buenos
cristianos, pero, también, a impulsar la educación cívica de los cejeños.
Por ejemplo, en el campo de la música, que se convierte en uno
de los grandes referentes artísticos y culturales de la Ceja, iniciaría por
intermediación del sacerdote Jesús Piedrahita quién fuera el benefactor
en los estudios de música y se convirtiera en el gran organista y primer
director de la banda parroquial, Samuel Bernal. En adelante empezarían a
emerger muchos músicos, entre ellos los López y lo Toros, que, generación
tras generación, irían relevando los puestos de las bandas parroquiales
pero que también posteriormente se proyectaría en otros ámbitos, fuera
de lo religioso, tal como era la escena del folclor popular musical para
entonces en el municipio.
En el teatro y la literatura tendría sus inicios a partir de la enseñanza
que impartirían los Hermanos Lasallistas, éstos eran una congragación de
laicos al servicio de la Iglesia Católica que arribaron a La Ceja a principios
del siglo pasado, que, aprovechando su posición de educadores, influyeron
en la formación artística de muchos de sus alumnos; aunque bien aún
bajo los preceptos religiosos, o al menos los necesarios para mantener y
fortalecer la fe cristiana, sí, de allí nacerían grupos de oratoria, escritura
y también teatro, aun así, el panorama de lo artístico fue muy incipiente
durante mucho tiempo en el espacio social del municipio. En una
monografía escrita en 1960 por Aurelio Patiño (Monografía de la Ceja;
1960), donde se hace referencia un sin número de personalidades cejeñas
que lograron sobresalir por sus distintas labores; ninguno es destacado en
aspectos artísticos; razón por la cual se da a entender la poca preocupación
o desarrollo en la consolidación de un espacio artístico visible para la
época.
6 enfoque de oriente
Pareciera ser que la precondición a la formación del campo artístico
sería el cambio en la economía cejeña, particularmente en el modo
de producción, al pasar de una economía, en su mayoría, de vocación
campesina, a la inserción de la agroindustria por medios de las floristerías
que arribaron por allá a principios de los años 70. Este cambio traería
consigo una serie de transformaciones sociales y culturales; uno de estos
cambios de gran repercusión para la conciencia y sensibilidad artística
sería la demanda por la educación pública que propició la apertura y
masificación a las clases populares antes excluidas, pero, sobre todo,
porque dicha educación ya tendría una fuerte connotación secular con
respecto a la enseñanza religiosa que hasta el momento primaba.
Las influencias culturales no se hicieron esperar, con una nueva
clase social más propicia a la movilidad social y un pueblo con una gran
inmigración de personas de diferentes lugares del país, poco a poco La
Ceja fue permeada por todo tipo de influencias propias de un momento
histórico convulso, entre estas las de carácter cultural, artístico y político
como la revolución cultural y política de mayo del 68, el movimiento
Hippie en EEUU y la revolución cubana empezaban a permear la
conciencia, sobre todo de los jóvenes parroquianos cejeños que sólo para
entonces empezaban a vivir y sentir estas convulsiones sociales que se
venían irrigando por toda América.
Uno de los acontecimientos de gran repercusión e influencia de
índole artística y cultural fue el primer festival Ancón de 1971 realizado
en la Estrella Antioquia y que era una copia del festival Woodstock
realizado en los Estados Unidos en el año 69 y que básicamente era
una manifestación contracultural bajo un concierto que por varios días
congregó a miles de personas alrededor del rock and roll y alguno que
otro estimulante, pero que su importancia representa el momento
histórico de grandes cambios culturales que venía sucediendo alrededor
del mundo, pero en particular, en América Latina. Muchas de las personas
que participaron de esta réplica al mejor estilo criollo, entre ellos
extranjeros nómadas, alcanzaron arribar a aquel pueblito, que bajo las
sotanas de la fe pareciera dormir en un letargo apacible, lograron generar
una curiosidad y fascinación que terminó por cautivar a muchos jóvenes
pueblerinos, pero, sobre todo, porque propició un acercamiento a nuevas
formas de pensar y de hacer que, hasta el momento, en el ámbito artístico
y cultural, no era muy clara para éstos.
Procesión Semana Santa.
Fotografía: Cortesía Los Comunes.
enfoque de oriente
75
Ya desde el año 77, con el primer paro cívico del 12 de
mayo, se expresaba un gran cambio en el carácter cejeño,
principalmente su vinculación a la vida política. Muchos de
los jóvenes que allí se manifestaron son los héroes de esta historia,
encargados de iniciar y crear más adelante el grupo artístico llamado
Los Comunes, este nombre en base al primer levantamiento popular
contra el gobierno español en 1781 y, que, por analogía, para el
contexto cejeño, representaba el alzamiento de una nueva conciencia
frente a la tradición. Al estilo propio de la vanguardia artística, este
grupo de intrépidos y curiosos jóvenes logran zanjar las bases que
habrían de dar apertura a la formación de un “campo” artístico que
hasta el momento era casi imposible para aquel pueblito parroquial
y conservador, fuertemente anclado a los dogmas culturales de una
tradición religiosa arraigada en la conciencia colectiva de los cejeños.
Grupo musical de los López y Toros. Fotografía: Cortesía Los Comunes.
Durante la década de los 80 hasta principios de los 90 del siglo pasado
estos jóvenes, haciendo una buena lectura de su momento histórico,
lograron sentar las bases de un espacio artístico de ideas modernistas y
de ésta forma, aún por encima de la adversidad cultural de su momento,
se abrieron paso con expresiones artísticas de vanguardia en el teatro, la
música, la poesía entre otras pero, además, crearon la primera revista de
contenido artístico y cultural que empezaban a reflejar todo ese espíritu
rebelde y romántico. Con esto lograron irrumpir como un estruendo,
expandiendo y proyectando así en el espacio social cejeño y
por fuera de éste, lo que serpia el inicio de un “campo” artístico
autónomo, nacido como una iniciativa contestataria frente al status quo
artístico dependiente del clero y que, además, era una clara respuesta
de las clases populares en su camino de encontrar su propia identidad.
Según para el Sociólogo francés Pierre Bourdieu, es precisamente bajo
esta autonomía o “autonomía relativa” en la que realmente se pueden
constituir los diferentes Campos sociales, para nuestro caso, el Campo
Artístico cejeño que, si bien, ya tenía una trayectoria artística, como Campo
específico no se había consolidado debido al estrecho vínculo con la
Iglesia Católica de la que tenía una fuerte dependencia y por tanto una
precaria o nula autonomía.
8 enfoque de oriente
El Carmen de Viboral, entre
valientes, artistas, víctimas
y verdugos
Por: Natalia Montoya.
"Contra la muerte, coros de alegría".
- Porfirio Barba Jacob.
Fotografía de Fabián Rendón. Carnavalito, 2018.
El Carmen de Viboral se envolvió en una obra de trágica
comedia a mediados de los años 90s, las escenas varían entre el
plomo y la fiesta, donde existen varios personajes con un discurso
vehemente y apasionado por el arte; no lograron ser silenciados por el
asedio de encapuchados que los amenazaban por ser diferentes, por ser
homosexuales abiertos, por ser artistas; simplemente deseaban matar la
mirada con voluntad. Cuando el gatillo juega a la ruleta rusa se da de baja a
un campesino o a una mujer que llora y su lágrima queda sumergida en un
baile singular o en el llanto de un velorio sin titular.
Javier Naranjo, un hombre que ama la lectura, está con la cara llena de
pliegues, los ojos brillantes, diferentes… un poco resfriado, carraspeando,
pero esto no le impide mostrar sus buenos modales que no vienen de la
etiqueta, vienen del tacto con el común. El exdirector de la Casa de la cultura
El Carmen de Viboral, se sigue quejando de su gripa que lo tiene “llevado” y
saluda dando un buen día a un par de colegialas que pasan cantando en esa
casa, que pasó de ser un colegio de normas a una escuela de la vida. No sabe
de fechas, habla de la época del 95, donde hubo varios años de violencia
reiterada en esta zona marcada entre combates de los paramilitares y la
guerrilla, y la comunidad en el medio, menciona, con voz sujeta al clima
frío, que “esta situación no nos impidió nunca continuar, hacer cosas
que teníamos que hacer”.
Recuerda con pensamiento elevado sobre sus ojos como si tuviera que
buscar un álbum de fotografías y se topa con la imagen indicada, encuentra
el Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana, evento que enaltece los
sonidos prehispánicos. Piensa y continúa. “Se hacía en el patio central de
esta casa de la cultura, colocábamos antorchas en el piso para que la gente
bailara, caminara, y no solo se hacía en este lugar. Una de las tradiciones era
que salíamos con los grupos artísticos en coches de caballo, haciendo fiestas
por todas las partes del pueblo, grupos de Perú y Bolivia que por falta de
recursos se venían por carretera”.
Pero, por lo general en ese tiempo la música y la muerte se besaban, se
acariciaban, pues veían normal que se expusieran 6 o 7 carteles de difuntos
en la Iglesia Nuestra Señora de El Carmen.
“Hubo un tiempo en que llegaron grupos para el Carnavalito, y la noche
anterior habían matado 6 personas y estábamos pensando qué hacer,
decidimos salir montados con los grupos andinos en coches de caballo
por las calles y parar una cuadra antes, una cuadra después donde habían
velorios, allí se encontraban hombres borrachos con sus camisas abiertas
y las mujeres con lágrimas negras bañadas por pestañina, los llantos
desgarradores, pero mientras recorrimos el pueblo haciendo música, había
fiesta y alegría, porque la vida es alegría, y la vida seguía en medio de los
otros, recuerda.
No se podían entregar al dolor así fueran cuestionados, pues
acompañaban a quienes estaban dolidos por la muerte de los seres
queridos y respetaban ese dolor, un dolor que estaba acompañado por
el espíritu del jolgorio y del velorio. Y entre muertos que alzaban la voz y
vivos que bailaban entre ruanas y charangos, iban tarareando…
enfoque de oriente 9
“En un pueblo olvidado no sé por qué
Y su danza de moreno lo hace mover
En el pueblo lo llamaban Negro José
Amigo Negro José.
Con amor candombea el Negro José
Tiene el color de la noche sobre la piel
Es muy feliz candombeando dichoso él
Amigo Negro José…”
Ahora el Negro José, pareciera que se trasladaba con su alma difunta
a continuar la parranda del carnavalito en el parque del glorioso “Simón
Bolívar” al que parecía que se trasnochaba echando ojo para ver cuál de
los que se pasaba por el parque se podría dar un paseo definitivo por el
cementerio, además de desvelarse porque los grupos de aquel carnaval no
se iban a dormir, ellos cogían su charango, su bombo y sus flautas, para
seguir cantando y bailando con las almas desfallecidas.
***
Y como quererse y morirse no tiene horario, ni fecha en el calendario,
Javier, cuenta con voz desconsoladora y tratando de buscar en el aire
la imagen de Helí Gómez, el Personero de “Verdad” y amante de la
cultura.
“Era un 26 de noviembre de 1996, mientras en mi oficina se organizaban
las Fiestas de la loza, con algunos funcionarios de la Alcaldía , conversando
de las actividades que se iban a realizar… Y… de pronto se oyeron unos
disparos y… yo salí, interrumpimos la reunión, salí a la puerta de la casa de
la cultura y estaba pasando un personaje, el personaje que había matado al
personero Helí Gómez Osorio ‘la voz de los que no tenían voz’, me amenazó
con un revólver y me dijo: Para adentro, hijueputa.
Entonces yo cerré la puerta, les conté a los compañeros quienes ya se
habían parado de la mesa por lo que había a acabado de suceder y les dije
que algo había pasado, que había visto a este personaje corriendo; después
de eso yo me paré yo fui a ver qué había sucedido y a media cuadra, estaba
Helí en el suelo. Fue una conmoción impresionante”, dice que era un
ser noble, un ser libre, un ser transparente, en ese entonces y reflexiona
diciendo: “creo que ni hoy se puede ser demasiado libre, demasiado
transparente, ni noble”.
La apuesta de Helí y de mucha gente, era develar la alianza
entre políticos y ‘paras’, y lo que había atrás de esos asesinatos que
indagaba, pues eso, le generó lamentablemente su muerte a los 33
años. Hay muchas personas interesadas en silenciar esto.
***
Continúa Naranjo haciendo un viaje al pasado, donde el arte sería unos
de los mediadores para ayudar ante tanto dolor.
“Íbamos a veredas y se nos aparecían estos personajes: los guerrilleros,
a averiguar qué estábamos haciendo, hacíamos talleres a la comunidad, no
nos lo impidieron, por fortuna nadie fue tocado o lastimado”.
Habla con cierta duda sin saber discernir si eran amenazas o sugerencias.
“Hubo algunas amenazas a los muchachos: córtese el pelo, esos peludos
de la Casa de la Cultura, eh…, pero nadie lo hizo, nadie se cortó el pelo,
ni paramos nuestra actividad. Y cómo no imaginarse que se afectó la ida a
ciertas veredas porque estaban tomadas por los actores armados y en franca
guerra, hacer eso no era prudente, una cosa es llevar la vida que tenés y otra
cosa es ir a zona de guerra a buscar la muerte u otros problemas. No era una
imposición era una sugerencia”, reitera.
La cultura estaba en un movimiento interesante, se había
ganado posicionamiento. El pueblo ya decía que muchas de las fiestas
se las tomaba, ya no eran las fiestas de la Casa de la Cultura, si no las fiestas
del pueblo, si le preguntas a un carmelitano, ¿qué fiestas siguen? Responde
con voz de fandango: Las de loza, El carnavalito, El Gesto Noble, esto los fue
defendiendo hasta de los actores armados.
A continuación, Javier un poco cansado de su habla y sin agua que
tomar, dijo como de la nada:
Javier Naranjo, Poeta y ex Director de
La Casa de la cultura “Sixto Arango Gallo”
El Carmen de Viboral.
Fotografía: Fabián Rendón.
10 enfoque de oriente
“‘Chiruza’, un hombre que quería ser mujer, con las cejas tatuadas
mal logradas y al su caminar lo acompañaban faldas de vivos colores; lo
mataron porque era distinto, en esas cosas terribles de limpieza social.
‘Chiruza’ era gay, era una persona divertida.
Él no le hacía daño a nadie, se declaró abiertamente homosexual y
este pueblo supremamente conservador… Aunque hemos cambiado
lentamente porque la diversidad es riqueza, se admitió lentamente por
el trabajo cultural a los diversos, a los distintos, al teatro, a los peludos,
al del tatuaje, al de los aros, ya convivimos; ello tiene que ver a medida
con el trabajo cultural, generando sensibilidades desde lo heterogéneo y
enriqueciéndonos mutuamente”
Pero todas estas muertes no se podían aguantar a palo seco, por
lo menos para acabar con la pesadilla era necesario una dosis de
divertimiento, el “Carnavalito” cogió alas y en medio del vuelo la gente
era asustada por la parca ebria, feliz por la fiesta. Retoma Naranjo, “era un
ambiente de música ancestral, era una cosa bella de hermandad,
de cercanía, de complicidad, de paz, nunca hubo un problema,
no faltaba el borrachito, pero el asombro era muy conmovedor, ir en
esos coches de caballos y explicarles a la gente que venían desde Cali, la
costa, Bolivia o Perú lo que habían sucedido. Recuerdo una chirimía con
su canción:
"Taba la tortuga bajo del agua bajo del agua
bajo del agua… haciendo su ruido como cosa mala
Taba la tortuga bajo del agua bajo del agua
bajo del agua… haciendo su ruido como cosa mala
Taba la tortuga bajo del agua,
taba la tortuga de corazón…
Una fiesta lindísima donde le decíamos a los asombrados:
Miren, hay que parar, porque anoche hubo 6 muertos en el pueblo”.
que todos los domingos se reunían a las 11 de la mañana unos gomosos de
la música andina y el lugar de encuentro era por los tanques del acueducto
municipal. Ese era nuestro ritual todos los domingos a tocar, a enseñar,
a compartir: Jaime Baena, el que toca guitarra en Querques, Fredy ex
integrante de Teatro Tespys, y Nelson Zuluaga que es el tornero “Moresco”.
Formamos el grupo Montañas”.
En 1996 entre guerras, matanzas y parrandas, nace la iniciativa
de un evento musical entre Jaime Baena músico, Kamber, teatrero y
Mario Acevedo “Mario Piña”, retoma Lucas, no sé si en medio de tragos,
y se preguntaron “¿por qué no hacemos un festival de música andina?
Invitamos grupos y a Javier Naranjo, no le gustaba mucho esa música, pero
le echamos el cuento y así como a regañadientes dijo: hágale, organícelo.
Y empezaron a organizarlo, a convocar gente, a buscar grupos de música
andina y se creó el primer carnavalito; tocó el grupo Montañas, Tierra de
los Andes, un grupo de Marinilla que causó mucho impacto que se llamó
Madre arcilla, estábamos en época de conflicto. Pero una cosa nos llevaba
a la otra, en 1998 andábamos haciendo tomas culturales porque en ese
tiempo, empezó a agudizarse la violencia, mientras los paramilitares y la
guerrilla hacían tomas armadas, nosotros hacíamos tomas culturales, nos
metíamos a sitios muy malucos”. Comienza Lucas a hablar de pormenores
El Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana es un evento que se realiza desde el año
1996, esta primera versión se realizó el 12 de octubre en conmemoración del Día de la raza;
la inquietud de generar este tipo de eventos surge de dos gestores culturales:
Carlos Mario Betancur (Kamber) y Jaime Baena.
***
En este momento, rayan las tres de la tarde, el sol comienza a
despedirse, entro a la casa del gestor, Lucas Rodas, me encuentro con la
sala y de milagro no está el cuadro del sagrado corazón con una quena en
su boca, elaborada por este lutier de instrumentos prehispánicos.
Me saluda amablemente con sus ojos achinados y comenzamos una
conversación en medio de su taller.
Comenta que 1988 empezó bailando y tocando tambores, “empecé
a enamorarme de la música porque mis hermanas pusieron
un casete de canciones andinas, no sé porque, pero a mí se me
alimentó algo, yo había escuchado antes a peruanos y bolivianos
que venían a recoger dinero en los parques, pero justo ese casete me
despertó todo lo que pasó. Yo hice parte del grupo Teatro Tespys, y en
1992 hicimos una obra que se llamaba América libre, en conmemoración
de los 500 años de este continente, toda la banda sonora era de música
andina esto me hizo sentir más tocado ya escuchaba este tipo de músicas.
Como seguía consumado por las melodías, tuve relación con el grupo
Tierra de los Andes y no solo era tierra, también era montañas recuerda
enfoque de oriente 11
Helí Gómez, Personero
de El Carmen de Viboral,
amante a la cultura y un
hombre altruista que
luchó por los derechos
de los más vulnerables.
Fotografía: cortesía
Corporación Jurídica
Libertad.
de esa época:
“Era muy fácil llegar a la escuela de la vereda y ponerse a jugar
fútbol o básquetbol con los guerrilleros que transitaban porque eso
era parte de la vida cotidiana, desde las 4:00 p.m hasta 5:30, soltaban
sus armas las ponían al lado de la cancha y nos poníamos a jugar todos.
Ese era el panorama, esa era la atmósfera de guerra y arte en los cañones
inermes de El Porvenir».
Pero la práctica de hacer difuntos no se acababa, había que hacer limpieza
social, y el objetivo militar era los expendedores de marihuana o los que
vendían marihuana —dice Lucas con voz apacible—, porque no podían fumar
en la calle, después de las 10 de la noche no podía haber nadie afuera.
Aunque no hallé registros fotográficos de estos encuentros entre el arte
y la violencia, se cree que fue algo normal durante esta época. Era obvio
suponer que las veredas más alejadas de El Carmen de Viboral, estaban
habitadas por sus campesinos, pero también por actores armados hasta
los dientes. Si, tal vez el juego en la cancha fue lo único que los hizo ver
iguales, así uno de estos combatientes haya quitado la vida a uno de sus
seres queridos. Pero no se trataba, de un sueño, se trataba de una pesadilla
real, de situaciones muy confusas, relacionado con el impacto de la guerra
en la cultura, en los territorios, en la naturaleza, en la vida misma.
Expresa Rodas, “A mí me pasó en 1997, eran las 10 de la noche yo estaba
llegando aquí a mi casa, justo yo tenía mi cabello tapado con un gorra de
una chompa porque estaba haciendo mucho frío y justo aquí en la esquina
del callejón , vi una camioneta y aceleraba, allí venía gente del F2 “Los feos”,
llega la camioneta, acelera , yo en reacción lo que hice fue destaparme la
cabeza saqué las llaves tranquilamente y en ese momento por la ventanilla
sacaron un fusil y me apuntaron en la cabeza , yo actué naturalmente porque
yo no había hecho nada, yo no debía nada, yo no fui marihuano, no le vendí
marihuana a nadie, saqué las llaves abrí la puerta y alguien dentro del carro
dijo: ‘este no es’, pero el hombre ya tenía su fusil en mi cabeza y su dedo en
el gatillo, era si no disparar y darme la bienvenida al cementerio”.
Menciona que lo más terrible era escuchar el sonido de una camioneta,
que era aterrador, cuando entró a su casa, lo primero que hizo fue cerrar la
puerta en la casa a esa escena aterradora, que inmediatamente sus rodillas
se pusieron blandas y dijo: casi me matan.
Pero aun así la señora guerra no daba la espalda, además no dormía
por vigilar quien andaba con quien, un día le dio por mirar a quienes
transportaban en el pueblo, los ‘chiveros’ tenían carros Toyota y Nissan, “Allí
trasladábamos los sistemas de sonido, el vestuario de teatro, los músicos,
aparte de que transportaban artistas, también tenían que acarrear por su
oficio en algún momento determinado a paramilitares o guerrilleros, porque
los chiveros viajaban por todas las veredas, entonces cuando los paraban en
una vereda de callejones estrechos, una tropa de paramilitares les decían
“Ahhh… usted estuvo transportando guerrilleros, cierto, no era necesario
que el conductor respondiera para traspasarle la carne con un balazo”.
Estos señores conductores sufrieron mucho —dice Lucas— sin embargo,
esto nunca nos frenó para que la Casa de la cultura siguiera con su labor
de llevarles a la gente teatro, música, a que vieran una estudiantina, anexa
con gran elocuencia “nuestras mejores armas eran las artes”, lo dice con una
sonrisa.
En El Carmen de Viboral, en medio de ese hervidero de violencia,
nació una semilla que floreció, donde cada noche, los poetas,
teatreros y músicos realizaron sus manifestaciones culturales
sobreviviendo después de la caída, caída que fue sanada con la unión
de varios «mechudos» que a través de sus expresiones lograron encontrar
focos culturales para iluminar espacios que el terror había apagado, así
renace El Carmen de Viboral entre memoria y fiesta.
12 enfoque de oriente
Etnohistóricas
de la vereda
Lejos del Nido
Por: J. Andrés Gómez Patiño
Fotografías: J. Andrés Gómez Patiño.
Lejos del Nido es una vereda ubicada en el municipio de El Retiro
aproximadamente a unos 2.100 metros sobre el nivel del mar y con
una población cercana a los 490 habitantes. Esta vereda es un referente
importante del municipio, ya que muchas personas recuerdan el famoso
libro —llevado también a la televisión — llamado “Lejos del Nido” escrito por
el rionegrero Juan José Botero, lo que hizo que esta vereda fuera conocida
y recordada no sólo en Antioquia, sino también en distintos lugares de
Colombia.
Este trabajo no se centró únicamente en la recopilación de datos
históricos, también nos interesaron las problemáticas actuales de los
habitantes del sector y por ello, es un estudio etnográfico, palabra que nos
referencia el uso de métodos de investigación traídos de la antropología y a la
que hace alusión el título de este artículo. La etnohistoria analiza el devenir del
ser humano a partir de fuentes documentales y etnográficas, empleando como
marco teórico los conceptos de la antropología. Este texto es, entonces, el
rescate de la historia contada por los mismos habitantes de la vereda
en una investigación realizada en el 2012. Este trabajo contó con el
apoyo de la Acción Comunal de Lejos del Nido, la cual muy amablemente nos
brindó su apoyo y especialmente su presidente de entonces, Jorge Blandón;
también agradecemos a la Institución Educativa Rural Lejos del Nido y a su
profesora, Dora Inés Pedroza Cardona por su apoyo. Por último, agradecemos a
la asociación ambiental “Madremonte” por su importante acompañamiento.
La vereda Lejos del Nido está ubicada al suroriente del municipio, limita
con las veredas Pantanillo y El Chuscal. Se llega a ella por una vía destapada,
desde la vía principal hacia el municipio de La Ceja hay unos 30 minutos
caminando hasta el centro urbano, donde se encuentra además la Institución
Educativa Rural Lejos del Nido, fundada en 1964 por las misiones religiosas
que visitaban la región en esa época. La escuela ha servido como centro
veredal: allí se reúne la JAC, se ofician misas, se realizan actos culturales y
deportivos; en la vereda cuentan que en la escuela: “Se casó un señor y se
bautizaron dos niños”. Otros lugares importantes de la vereda son los sectores
llamados Palermo arriba, El Hueco, La Floristería, La Esperanza.
Lo cierto es que la vereda Lejos del Nido tiene un excelente
clima, tierras fértiles, gran riqueza ambiental principalmente por
sus recursos hídricos y forestales, que han permitido que se desarrollen
diversos proyectos productivos cómo granjas, huertas, floristerías, galpones,
entre otros. En la actualidad, hay muchas fincas de veraneo que generan
empleos en la vereda de mayordomía, pero que también están causando
problemas sociales por la falta de espacios para la vida campesina y rural
que caracterizó a sus habitantes tradicionales, así lo concluyó el antropólogo
estadounidense Robert Dover y sus alumnos en una visita realizada con
la Universidad de Antioquia en el año 2011, en la cual encontraron que
las fincas de recreo y parcelaciones estaban encerrando a la comunidad y
desplazándola de sus espacios de esparcimiento, lo que estaba generando
problemas sociales como la endogamia y de identidad dentro de la vereda.
Cuentan los habitantes de la vereda que esta, se iba a llamar por primera
vez “EL VALLE DE MARIA” pero el padre Tarsicio Milán propone el nombre
de “Lejos del Nido”. Aunque muchos otros dicen que el nombre procede del
pasado étnico de los habitantes de la vereda, al respecto dice Dani Andrés
Vallejo, Director del Museo municipal:
enfoque de oriente
13
“Conviene anotar que tres resguardos indígenas habían sido creados
por la corona española en el Oriente de la Provincia de Antioquia: El
Peñol, San Antonio de Pereira y Sabaletas. La comunidad de Lejos del Nido es
descendiente del pueblo indígena de San Antonio de Pereira. Su historia data de
1873, año en el cual son trasladados a El Chuscal”.
De este traslado surgiría el nombre de Lejos del Nido, por el desplazamiento
al que son sometidos. Aunque el pasado étnico de los habitantes de la
vereda aún es causa de discusiones y controversias, lo cierto es que aunque
en la actualidad hay es un mestizaje en la región con mayor presencia de
campesinado, aún se pueden notar rasgos indígenas y costumbres asociadas
con un pasado muy particular de esa comunidad.
Otra hipótesis del origen del nombre de la vereda me la contó la maestra
Dora Inés Pedroza que afirma “El nombre de Lejos del Nido, tengo entendido,
que es por lo del Libro de José Botero. Pues el dice que la niña creció lejos del
nido, refiriéndose lejos del hogar”.
Según la maestra:“Los apellidos predominantes de los estudiantes y
padres son de origen indígena como Buriticá, Blandón, Villada Suaza, Román,
Flórez“.
Vuelvo a la historia contada por los
“
“El nombre de Lejos del Nido, tengo
entendido, que es por lo del Libro de José
Botero. Pues el dice que la niña creció lejos
del nido, refiriéndose lejos del hogar”.
Según la maestra:“Los apellidos
predominantes de los estudiantes y padres
son de origen indígena como Buriticá,
Blandón, Villada Suaza, Román, Flórez“.
propios habitantes. La tradición oral de
la vereda habla de sus costumbres así:
Formas de vestir: Las mujeres
vestían faldas largas, pañuelo en
la cabeza para el frío, los hombres
usaban pantalón, hasta que cumplían
la mayoría de edad, camiseta o camisa,
unos usaban alpargatas y otros eran
“a pie limpio”. Comida: Sancocho con
Maravilla —vegetal silvestre relacionado
con la papa— fríjoles petacos con coles y
sidra, también hacían arepas de “maíz
pelao” y mazamorra molida en piedra;
las arepas las asaban en callanas(Vasija
tosca que usan los indios americanos para tostar maíz o trigo), sopa de bolo,
chicha, sopa de aguacate, yuyos. El Chachafruto, maracuyá y el mortiño son otros
alimentos tradicionales de la región.
Bailes: Eran con música de cuerda y los instrumentos que utilizaban eran la
guitarra, la lira y el tiple.
Juegos: Trompo, pares y nones, golosa, cauchera, valero, yoyo, zancos,
montar a caballo de palo, montar en cartones, pisingaña, charrascales, gallina
ciega.
Don Manuel Villada, líder local y uno de los más antiguos habitantes de
Lejos del Nidol habla del tema indígena sin incomodarse y con mucha madurez,
no niega que muchos de los habitantes tuvieron formas de vida muy
similares a las de los indígenas, pero no le da mayor importancia a la
influencia de esas manifestaciones étnicas en la vida de su comunidad, ni antes
y mucho menos ahora.
Don Manuel Villada recuerda las épocas de guerra en las cuales los nativos
hacían túneles y se enterraban para esconderse de colonos, en la finca de los
Gutiérrez -dice don Manuel- que quedan algunos de esos túneles.
En esos tiempos lavaban las ropas en las quebradas, se alumbraban con
velas, lámparas de petróleo y caperuzas. Molían guarapo, sacaba cabuya,
cargaban mucha leña, vivían en ranchos de paja y cargaban el agua. No había
entonces ni electricidad, agua ni carreteras, la gente caminaba por los montes.
También recuerda las chozas de paja: con helechos o macana. Se hacían
cuatro esquineros de fique seco y los unían-amarraban con baritas de madera y
entre las jaulas que se formaban se vaciaban barros, pantanos y boñigas. Habla
de la “Maravilla” como una planta con flor hermosa y recuerda anécdotas dónde
antiguos parientes se iban a la Pintada y se quedaban varios meses trabajando:
“Llegaban flacos -nos dice Don Manuel- hoy día, en cambio, se trabaja mucho en
las fincas cercanas”.
Don Manuel recuerda que empezó a trabajar por la comunidad por
los años cincuenta del siglo XX, trabajaba en vacaciones para atender
la acción comunal. En la administración de León Cartagena se llevó energía a
Lejos del Nido, recuerda reuniones con el querido y hoy ausente Carlos Mauro
Hoyos y Bernardo Guerra, quienes ayudaron con la construcción de la escuela.
En la administración de Héctor Escobar se adelantaron trabajos del acueducto.
Esa tarde y acompañados de una aguapanela ofrecida en el corredor de su casa
ubicada, en un altico del poblado de Lejos del Nido, se venía la tarde-noche
y Don Manuel nos seguía hablando de
categorías clasificatorias como “Buriticaes”,
“Guasimales”, “Alticos” y “Dragos”;
haciendo alusión a la forma como se
denominaban ciertos grupos de personas,
nos habló de líderes comunitarios
como Tiberio Villada quien ayudó con
el mejoramiento de caminos y de casas.
Finalmente, nos cuenta de tiempos en que
se iluminaban los caminos con vela de
parafina (higuerilla) o “a tizón voliado.”
En la actualidad la Junta de Acción
Comunal es liderada por Jorge Blandón
un joven atento y que trabaja mucho por
la comunidad, con un fuerte liderazgo, él menciona problemas como la falta
de presión del agua de las tuberías lo que hace que llegue a veces en pocas
cantidades; de la vivienda, donde hay un déficit de residencias habitacionales,
algunas necesitan mejoramientos y hay casas sin luz. A estas problemáticas
se le suma la necesidad de legalizar los predios de algunos habitantes
de Lejos del Nido. Otro tema que le interesa a la comunidad es la
conformación de escuelas de danzas, coros y artes en general.
Es de anotar que en la vereda Lejos del Nido hay mucho potencial para la
cultura y el arte, cuando los visitamos en Octubre del 2012 algunos alumnos
hicieron bailes representando a los indígenas y otros más del folclor antioqueño,
también hubo danzas modernas como el break dance, además nos contaron la
historia de la vereda por medio de una trova interpretada por el joven Ricardo y
su compañero Juan Diego, que decían así:
Hoy vamos a rescatar/ Una historia que pasó/
Hace unos sesenta años/ En esta bella región
Dicen que son descendientes/
De un cacique Pipinta/ Que era perteneciente/
A los nativos de ahorita.
“
14 enfoque de oriente
Vivían los Tahamíes/
Y el grupo de los Quiramas/
Es la tradición oral/
Que hoy a todos nos llama.
Las viviendas son humildes/ Sencillas y muy pequeñas/ Ahora están rodeadas/
De fincas grandes y buenas (…)
Finalmente, hablaremos del libro “Lejos del Nido” del escritor antioqueño Juan
José Botero (Rionegro, 1840 – 1926), novela que ha sido muy ligada a la historia
de la vereda. La novela ha sido muy leída en nuestras instituciones educativas y en
distintos territorios del país. Desde su primera edición en 1924, han salido impresas
por lo menos otras cuatro ediciones, sin contar con las miles de versiones piratas
del libro que hoy día siguen circulando por las librerías del país. Obra fundamental
del costumbrismo y de la novela indígena la cual ha sido analizada no sólo por
sus descripciones históricas, sino también por los prejuicios étnicos que en ella
abundan y que son evidencia de las mentalidades de la época, la forma como se
pensaba al indígena en los comienzos del siglo XX, Juan Carlos Orrego, en su texto
Prejuicios del nido, plantea:
«Es preciso reconocer que el libro [Lejos del nido], ensamblado con las
válvulas y palancas del folletín decimonónico, se deja leer con facilidad,
produciendo aquella sensación de insaciable apetito deseada por cualquier
lector. Pero en seguida saltan a la vista sus horribles baches. Prejuiciada
como lo estaban las cabezas de los patricios de aquella época, la novela
resulta ser otra más de las columnas que sostienen el siniestro edificio
del desprecio nacional contra el indígena. Azotados por los impuestos
ordenados por el “amo” Bolívar y reducidos por obra de las iniciativas de
Rafael Uribe Uribe, ahora los pueblos amerindios se ven retratados con una
desconsideración que, de lo demente, resulta inimaginable».
Pero el libro ha tenido importantes críticas literarias a su favor, entre quienes
resaltan el valor estético de la novela y equiparan a Botero con los autores más
representativos del siglo XIX en Antioquia como Tomás Carrasquilla están, Samuel
Velásquez y Pacho Rendón, destacando así su importancia histórica en la literatura
regional.
Aunque más allá de los análisis literarios nos importa aquí analizar las
implicaciones sociales que tuvo la representación indígena de la novela en los
habitantes de la vereda. En la actualidad es evidente que se ha formado en la
vereda un tabú en torno al tema indígena. Ya hemos visto como hay costumbres,
manifestaciones y otras pistas que nos muestran que un grueso de la población
tiene ascendencia indígena pero en la actualidad no hay un autorreconocimiento de
dicho pasado y se puede considerar algo ofensivo denominar a los habitantes de
Lejos del Nido en una categoría indígena.
Lo cierto es que actualmente la población tiene modos de vida más cercanas
a la población campesina en general y su estilo de vida es más cercano a la
cultura occidental por los avatares de la globalización y la modernidad, todo esto
ha causado un crisis identitaria en sus habitantes, donde se hace necesario una
reivindicación y un fortalecimiento de su cultura; para saber hacia dónde dirigirse
y de qué modo afrontar la modernidad sin generar desestabilización social y poder
planificar mejor su futuro y su vida como comunidad.
La historia de Lejos del Nido sigue teniendo una fascinación especial por las
múltiples variables que se pueden analizar, esperamos que este texto sirva no sólo
como un breve compendio histórico sino como plataforma para abrir la reflexión
acerca la manera cómo viven y se ven los habitantes de esta “Caja de
Pandora” ubicada en las verdes tierras guarceñas.
enfoque de oriente 15
Casita Rural:
educación que pasa
por el corazón
Fotografías: Casita rural.
Por: Diana Londoño, Directora Casita Rural.
Los recuerdos de la infancia se encargan de irnos esculpiendo, somos
amasijos que van tomando la forma y las marcas del tiempo y de las
personas que nos tocan. Una de las memorias que me acompaña desde
niña es la del momento previo a los partos de las cerdas en mi casa, recuerdo
que sentía una emoción rara que ahora no logro definir, porque la ternura de
ver y contar a los recién nacidos se cubría con una especie de niebla cada vez
que miraba a la cerda acostada en la paridera. Los cerditos buscaban el calor de
la madre, inocentes de que podrían ser aplastados por ella; algunos eran ágiles
y se lograban pegar primero de alguno de los pezones, otros en cambio se
quedaban adormilados, como si les pesara la vida desde el nacimiento o como
si presintieran los pasos del carnicero. A esas colitas, así se les llama a las crías
rezagadas, las recogía para tratar de calentarlas contra mi pecho y alimentarlas
con un tetero; quería hacerles su estancia más amable, aunque supiera que
algunos no tendrían ningún chance de fortalecerse con la leche cansada de su
madre. Las marcas que llevo impresas en mi cuerpo y en mi memoria hacen que
hoy prefiera no comer carne de cerdo.
Es extraño, pero cuando pienso en lo que hago en Casita Rural me descubro
vagando otra vez en el recuerdo de la marranera y en esa intención de
acompañar y de hacer más bella la vida. Eso es en principio lo que hacemos en
la biblioteca y en las escuelas a las que llegamos: acompañar y tratar de que
nadie se vaya quedando atrás. Mientras hacemos eso, que es nuestra base, nos
vamos metiendo en la música, en la danza, en el teatro, en la escritura, en la
fotografía y en lo audiovisual; exploramos los sentidos mientras desarrollamos
lenguajes que nos permitan mirar al otro desde la curiosidad y la fascinación, no
desde la competencia. Usamos el arte como un lugar más de encuentro y como
un medio para expresar lo que nos cuesta nombrar.
Los niños que más dificultades tienen en la escuela son los que vienen de
madres que también han sido confinadas en sus silencios, los abandonados, los
que un día tuvieron que salir corriendo, los que no comen, los que no duermen,
los hacinados, los que tienen en su familia algún asesinado, los que crecen solos
porque sus madres tienen que trabajar turnos dobles para comprar el mercado,
los de padres ausentes. En vez de ser un refugio para ellos, la escuela se les
convierte con frecuencia en un suplicio porque a ellos todo les cuesta mucho
y su esfuerzo no es reconocido. Estos niños, que nacen y crecen en desventaja
respecto a otros, aprenden pronto a sentirse incapaces del logro más pequeño.
En nuestro proyecto los acogemos especialmente a ellos para hacerles saber con
nuestra presencia decidida que no están solos, porque cualquier cosa que les
pase tarde o temprano terminará pasándonos a todos.
No es cuestión de endilgarnos culpas mutuas, porque al fin y al cabo
todos somos piezas de un engranaje que parece estar diseñado para que nos
demos codazos para poder avanzar dos pasos. Nuestra propuesta consiste en
atravesarle un palo en la rueda a esa máquina que nos arrastra por inercia para
que así tengamos tiempo de mirarnos y de apreciar lo que tenemos a nuestro
alrededor y lo que los demás hacen por nosotros sin que lo notemos. Queremos
enriquecer el lenguaje de los niños a través del arte y levantar bibliotecas,
escuelas y comunidades dándole fuerza a todo lo que nos produce emociones
bonitas que se nos notan en los ojos y en la sonrisa. Trabajamos por una
educación que se construya a partir de emociones y recuerdos bellos, por una
educación que pasa siempre por el corazón.
16 enfoque de oriente
cuna del arte
Por: Edwin Arley Echeverri.
Fotografía cortesía: Edwin Arley Echeverri - Obra: Juan Manuel Guiral.
Acaso no tiene arte el labrar la tierra, mirar el atardecer y disfrutar de un
buen café, acaso no tiene la embera en su rostro arte, con pigmentos
minerales que posa en sus mejillas para representar su historia y
tradición. El arte en mi concepción del mundo eleva al alma, trastoca los sentidos,
transborda la mente a otro tiempo, otro espacio donde habita la obra y el sujeto.
¿Qué fuese del mundo si no existieran campesinos, amantes y profetas?; ¿qué
fuera de nosotros?, no tendríamos la oportunidad de contemplar el dorado de los
campos del trigo y el verde del aguacate, no sentiríamos la necesidad de escribir
a la amada o componer canciones desesperadas al amor, ¿qué fuese de nuestro
existir sin esos profetas llamados artistas?, viajeros del tiempo que plasman su
mensaje en lienzos, muros, madera, instrumentos y hojas, viajeros que dejan un
fragmento de ellos para ser compartido al mundo, déjeme decirle amigo artista
que usted se arma de empatía y coraje, para compartir una parte de su ser.
Entre montañas, en una ciudad llamada Rionegro (Antioquia) catalogada
como la cuna de la libertad, nacen semillas que han formado raíces, raíces que
dan vida a la tierra, tierra que nos provee de un sinfín de frutos, frutos que salen
de tallos fértiles, tallos que sostienen nidos donde reposa la golondrina y anida
el barranquero, barranquero que deslumbra con su cola, cola que mueve como
péndulo y detiene al observador lo introduce en un trance, soltándolo en su
aleteo.
En esta tierra, iluminada por los rayos del Oriente, nacen orquídeas, jazmines
y aves del paraíso, nacen artistas plásticos como Juan Manuel Guiral, que con
materiales metálicos realiza un homenaje a los zapateros, este homenaje se
encuentra ubicada a una cuadra del parque de Rionegro, por la calle de la
zapatería con carrera 50, nacen también grandes caricaturistas como lo es el
maestro Ricardo Rendón Bravo y Luis Fernando Hincapié que nos proporcionaron
aproximadamente 202 obras en estos tiempos de pandemia, pintores como Luis
Fernando Zapata y su amor por la historia que se refleja en sus pinturas, además
de esto, en mi ciudad nace un colectivo llamado buena siembra, un grupo de
personas, del cual, tengo la fortuna de conversar con uno de sus participantes,
Andrés Felipe Ospina, quien nos cuenta sobre la obra “Micelios” y la importancias
de los símbolos con el territorio, esta obra se encuentra ubicada por la zona
industrial de Rionegro, y cuenta con un recorrido de 850 metros cuadrados,
en mi parecer estas obras muestran el desarrollo cultural del municipio de
Rionegro, llenando las escuelas, parques, calles y esquinas de buen arte, arte que
se fortalece de horas de estudio y trabajo, trabajo que refleja un gran amor por
la vida, salvaje, silvestre y natural. Recordar quisiera para terminar, que el arte
debe ser apoyado desde todas las entidades estatales y en todos sus ámbitos
de manifestación, si deseamos que nuestra ciudad tenga un verdadero cambio,
necesitamos invertir en la cultura, pensando en los niños, jóvenes y adultos, para
que en vez de armas de fuego puedan empuñar lápices, pinceles e instrumentos
musicales.
enfoque de oriente 17
Por: Alejandro Trujillo Moreno.
Las prácticas y saberes de las comunidades rurales representan un
entramado comunitario que logra tejer diferentes generaciones, son
una clara representación de lo que significa la vida en comunidad y de
la relación que se establece en el territorio, en las maneras de habitarlo y en los
valores de identidad que se construyen de manera colectiva.
Por esto al referirnos a las prácticas y saberes de las comunidades rurales
de El Carmen de Viboral, estamos preguntándonos al mismo tiempo por las
narrativas del territorio que las comunidades han construido históricamente.
Estos elementos no solo generan un reconocimiento, valoración y defensa del
lugar que se habita, sino que al mismo tiempo permite dar continuidad a ese
entramado cultural y natural que es el territorio.
Es así como en el año 2015 inicia un proceso de formación musical con
los niños de la escuela de la vereda El Porvenir, del cañón del Río Melcocho,
que años más tarde daría un primer fruto de este proceso, alrededor de la
investigación “Entre el río y la montaña los hombres cantan para espantar
la guerra: Caminando por las trochas de las músicas campesinas de El
Carmen de Viboral, Antioquia”. Este trabajo indagó por las funciones de
la música en el Cañón del río Melcocho de El Carmen de Viboral, generando
reconocimiento, valoración y revitalización de estas músicas de carácter
rural como parte del patrimonio local y regional y en la que se expresa una
cosmovisión del “ser campesino” de las montañas de Antioquia, entendiendo la
música como una narrativa viva de la memoria colectiva de estos territorios.
Así, para el año 2018 como iniciativa de la Corporación cultural Nybram
en alianza con la Junta de Acción Comunal de la vereda El Porvenir y los
procesos de formación musical “Guitarras para educar”, nace “El festival de
la montaña: Saberes y prácticas de las comunidades rurales de El Carmen de
Viboral Antioquia”, un encuentro comunitario para el intercambio de saberes, el
reconocimiento de las prácticas comunitarias como aspectos vitales del territorio
y la celebración de la vida en comunidad desde la ruralidad. La música, la cocina,
la agricultura, las festividades son algunas de las manifestaciones culturales que
se quieren dinamizar desde el núcleo mismo de las comunidades, incluyendo
dimensiones de formación, circulación, investigación y procesos de memoria,
defensa y protección del territorio y el patrimonio natural.
Las dos primeras versiones del festival contaron con la participación de
comunidades rurales de las veredas La Cristalina, Santa Rita, El Roblal, El Retiro,
El Cocuyo, entre otras, a través del desarrollo de diferentes talleres y encuentros
comunitarios en los que se tejieron narrativas principalmente alrededor de
la música y la cocina. Si bien el festival se concibe desde una sede principal
en la Vereda El Porvenir Cañón del Río Melcocho, también se propone una
actividad itinerante denominada “A lomo de mula por otras veredas”, que
teja espacios para el intercambio de saberes, experiencias y un reconocimiento
de la diversidad cultural que habita otros territorios rurales, creando vínculos
comunitarios entre diferentes veredas de esta localidad.
Esta tercera versión que se realizará de manera virtual, presenta diferentes
invitados que nos narran “Las trochas del maíz” desde el Cañón del río
Melcocho, las veredas invitadas como la Palma, Camargo, Viboral, San José y
algunas historias que habitan nuestras zonas urbanas pero cuya memoria es
rural. Reconociendo en estos caminos la vocación agrícola de El Carmen de
Viboral y su relación histórica con este alimento ancestral.
Los contenidos audiovisuales son realizados por la Corporación cultural
Nybram y otros por la Junta de acción comunal vereda El Porvenir, en un diálogo
de saberes y una construcción colectiva presentada durante 5 días de emisión
(26 al 30 de octubre) en los que nos acercaremos a los saberes y prácticas del
maíz, maíz que se pila al ritmo de la música campesina y de sonoridades que
cuentan la montaña y que podremos conocer a través de las redes sociales del
festival y el canal local Viboral tv.
Este ecosistema de saberes “Las trochas del maíz” se presenta desde 5
componentes:
Enjalmando la memoria: Este componentereflexiona sobre aspectos de la
memoria y la identidad campesina desde diferentes miradas. Acá se escuchará la
voz de algunos invitados que compartirán su mirada, su experiencia y su saber.
Desde este lugar se proyecta consolidar procesos de investigación desde la
ruralidad.
Serenatas montañeras: Las narrativas musicales son memoria viva de
las comunidades rurales. Así en este espacio se presentan historias de vida
de músicos campesinos, intervenciones musicales de grupos que habitan la
ruralidad o que construyen su narrativa desde este lugar. Además de escuchar el
18 enfoque de oriente
Fotografía cortesía: Alejandro Trujillo Moreno.
cantar de los niños campesinos y sus nuevas formas de contar el territorio.
Sabores de la montaña: La memoria de las comunidades rurales está en
el alimento y en los conocimientos y saberes alrededor de la cocina campesina.
La relación con la tierra parte de este principio vital que sustenta la vida. Este
año conoceremos la memoria del maíz: sus preparaciones y sabores que son
herencias antiguas de nuestro territorio.
Cultivando un saber: Cultivar los saberes y prácticas rurales para que la
memoria esté viva en las nuevas generaciones. Aprender un oficio, distinguir
un saber, recordar una práctica, es parte de lo que significa habitar un territorio
rural. Esta versión nos conectará al tiple desde su fabricación, acercándonos a
este ancestral instrumento que ha sonado en estas montañas durante más de un
siglo.
En esta versión además, se incluirán narrativas del territorio rural desde las
percepciones y vivencias de los niños en los que nos contarán ¿Qué significa el
maíz?, ¿qué recuerdos tienen del maíz en la vereda?, ¿qué significado le da a la
música campesina?, ¿qué le gusta de vivir en el campo?
Las palabras de la montaña: La lectura en voz alta de poemas, mitos,
cuentos es un ejercicio vital en la promoción de lectura y en la recuperación
de la tradición oral. Encontrar las voces de la montaña, sus múltiples acentos
e historias de la más antigua a la más reciente. Esta versión retoma aquellas
poéticas del maíz para hacer memoria y agradecer su siembra. Además, de
los contenidos anteriores el festival propone de nuevo la actividad «A lomo de
mula».
Finalmente, y como parte de la interacción con otras miradas, se crea el
primer concurso de fotografía “La siembra”, con este espacio se busca invitar a
la comunidad a contar desde su mirada lo que significa sembrar, permitiendo
crear así una historia contada por muchos que nos invite a conectar de nuevo
con nuestras prácticas de agricultura y el cuidado de la naturaleza como fuente y
madre del alimento.
Hablamos del Festival de la montaña como un encuentro comunitario
que invita a reconocemos desde las expresiones culturales de la ruralidad.
Entendemos que la ruralidad no está separada de la vida urbana y que es justo
en esta relación que podemos tejer nuevas posibilidades de vida.
Reconocemos que la identidad está ligada a los procesos de
territorialización, memoria y que es preciso crear nuevas perspectivas
para nuestras comunidades rurales, advertir otras formas de habitar
los campos desde una mirada ecosistémica en equilibrio con la naturaleza
y recordar que ser campesino es una historia que debemos transitar para
comprender lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Celebramos y
sembramos la montaña, cultivamos los saberes que la habitan, agradecemos
su alimento. Que canten los pájaros y que el río nos cuente sus historias, que la
tierra florecida nos enseñe la bondad del alimento y que las manos del labriego
nos recuerden el origen. La voz del labriego, la historia del monte, la
palabra y el canto serán las huellas de otros tiempos.
Este festival 2020 fue ganador de la CONVOCATORIA DE APOYO A ENCUENTROS Y ESTIVALES ARTÍSTICOS Y CULTURALES DEL DEPARTAMENTO DE ANTIOQUIA 2020 del Instituto de cultura y
Patrimonio de Antioquia. Además es apoyado por la Administración municipal de El Carmen de Viboral y el Instituto de cultura de El Carmen de Viboral.
Es un tejido comunitario apoyado además por diferentes instituciones públicas y privadas y diferentes colectivos y espacios del municipio que se suman a estos andares en “Las trochas del
maíz”: Viboral Tv, Carmelina parrilla, Carmelina Beer bar, Café teatro, Bohemia Café Bistro, La casa de Vero, Café Vivo Bar, El Barqueadero, Caffe Media Luna, Café Provincia, Corporación cultural
Tespys,Estanquillo Licomás, Un desastre llamado Julia, Aleteos, Scuilo, Colectivo Antorcha, La píldora, Evolution, Hojarasca, Soul Rebe, Licomás, Enfoque de Oriente.
Nuestra gratitud a todos los invitados que alimentan esta narrativa del maíz: familias participantes de la vereda El Porvenir Cañón del Río Melcocho, Casa Carrataplan Isaias Arcila, Granja los
abuelos Doña Orfilia Velazquez, Raíces escuela Agrosocial, Jorge Gómez, María Judith Valencia, Ana Carmona, Fabián Giraldo, Nilton García, Buenaventura Granja Escuela, Israel Osorio, Granja
Renacer Carlos Osorio, Empanadas bailables Reinaldo Álvarez, Casa Luthier Velazquez Obdulio Velásquez y Edwin Villa, Felix Trujillo, Robinson López, Niños de la vereda El Porvenir, Tradición
Melcocheña y músicos Lucelida Martínez, Aldemar Hernández, Uriel Valencia, Odulio Patiño, Juan Gabriel Martinez, Arbey Martínez.
enfoque de oriente 19 17
Inobservancia
de lo observado
Por: Juan José Rendón Guapacha.
La construcción de una identidad territorial
tiene como eje fundamental la realidad,
desde esta se construye una identidad
acorde a la vivencia de las personas con su
territorio. El cuento Inobservancia de lo observado
es un aporte a la identidad del territorio porque a
través de su narrativa, expone personas, lugares
y vivencias de una cotidianidad olvidada por
muchos Rionegreros y forasteros que suelen
visitar nuestro territorio (en este caso San
Antonio) teniendo en cuenta que los aspectos
del cuento marcan una diferencia con lo que hoy
es el lugar. Resaltó también que los grupos del
territorio son los que marcan la identidad al igual
que los fenómenos percibidos, y el cuento destaca
el valor de esos grupos y/o fenómenos que son
olvidados por formas impuestas de vivir, es decir,
se ve a San Antonio como un lugar turístico para ir
a comer, tomar o “turistear”, pero no observamos
el otro lado, se podría decir, la anticultura o lo
borrado del mapa. Esta identidad está enfocada
en la cultura y los comportamientos habituales
de los ciudadanos en dicho territorio, donde se
rescata a esas personas y situaciones del día a
día para darles un plano principal en todo este
acontecer histórico.
En conclusión, Inobservancia de lo observado
aporta a la identidad del territorio porque realza
la realidad que hace peculiar este lugar, siendo
deber de nosotros valorar e incluir a esos grupos
y/o fenómenos en las cosas bellas que tiene el
territorio.
Ilustración: Mariana Rendón Cardona.
20
enfoque de oriente
Es sábado y nadie descansa. En la placita están dos comerciantes,
vacilando sobre cosas comunes de una persona corriente, divagando. Los
fulanos llegan con mucha frecuencia a la placita embaldosada de manera
rústica, antigua; en sus alrededores acompañan aquellos palos fuertes
históricos, adornando con su belleza silenciosa. Junto a ellos la fuente donde
las monedas no quedan, no porque metan la mano para sacarlas, sino por
el hecho de no tener agua y sería poco placentero arrojar una moneda sin el
*plop* para pedir un deseo; y en la mitad, el Libertador, con su sombrero de
hace un siglo, postura rígida, erguida, testigo de todas las borrascas de los
lugareños en tiempo de fiestas (de las empanadas) o de cada primer domingo
del mes.
El día taoscuro tocayo, ¿no le parece? Sí ome, pero no es nada, si supiera
de Tulito, el hombre ahora no tiene casa, y anda buscando un arriendito, y
nada. A veces buscamos en donde no es o ni miramos. No le entiendo tocayo.
Es decir, las personas tienden a ser ciegas aunque tengan la mejor vista, por
aquí pasan miles de fulanos a ojear las carpitas, pasando el tiempo, sin ver,
debe padecer lo mismo el Tulito, es
más, dígale que yo tengo un conocido
arrendando una habitación, como en
doscientos mil, baratico, y que deje
de mirar donde no es. Hágale tocayito
que yo le comento. Lo dejo pues
tocayo que vinieron a ojear.
La tarde cayó, suave, con sol al
principio pero con ganas de volverse
desolada, oscura y en aquel parque
los fulanos sin cesar, buscando qué
ojear para preguntar sin compromiso.
En la silla al frente del Libertador, se
encontraba el hombre escuchando
la conversación de los comerciantes,
atento a los detalles, mirando para
todos lados, descansando. Al principio
sudaba, venía a sentarse en la placita
empedrada con sus baldosas hacia
un lado, geometría particular y unas
“
Aquí nadie repara, ni
distingue lo que se encuentra
a sus ojos, habitan siempre
al azar y no ven lo verdadero,
sincero o singular. Lo cotidiano
observado sin interés, está ahí,
unos plantados, con más de cien
años y una altura que nadie se
imagina...
piedritas marcando la separación entre una baldosa de otra, nadie las miraba,
igual que el guayacán (los guayacanes) o al mismo Libertador.
Las personas aquí llegan como por momentos, la mayoría del tiempo todo
está ocupado menos la fuente y el Libertador, es como si nadie los pudiera
ver, alrededor solo fulanos, pero aquí está todo, un guayacán amarillo,
gigante; a la izquierda mía una palma Payanesa hermosa; atrás de Córdova,
un Tulipán africano, peludo, verde; y atrás de la fuente un árbol de familia
Anacardiácea, la mayoría con sus letreros dañados, sin poder visibilizar el
nombre; ahí están, dando aire, esperando un poco de atención, que los
fulanos en uno de sus días acelerados puedan parar a observarlos-pensaba
el hombre mientras abría un empaque de ponqué y se acomodaba la camisa,
sudorosa.
“
Amoldando su cuerpo a la silla, dejando a un lado sus pensamientos
inquietantes, motivándose a ir más allá y tocar fondo de por qué los fulanos
no observaban las cosas bellas de la placita. Se notaba en él su figura congoja
y unos ojos sin esplendor, así y todo, una que otra mujer lo miraban, quizá
por estar sentado solo sin expectativas, asustado de tanta gente ciega y
desmembrada de algún sentimiento para la placita generadora de respeto para
él.
Un pueblo recordado por su iglesia colonial mirada por los fulanos
de reojo, dándose la bendición o esperando algún taxi, bus y en los días
de fiesta, un “pirata”, eso sí, la belleza que desde su terminación en 1775
hasta hoy sigue intacta, un lugar perfecto para las palomas antes del primer
campanazo del día. ¿Por qué se hacen a la derecha las palomitas? Él en medio
de su pensar, observando a los fulanos, sudando, con las piernas temblando,
casi tambaleando para sentarse y descansar; observó un grupo de jóvenes
quejambrosos de los precios de algún lugar del país para ir en vacaciones, no
caían en la cuenta del lugar que pisaban, inconscientes niñatos.
Camisas de todo tipo, personas variadas, montando bicicleta o en bicicleta
con ruedas para no caer, tratando de aprender a
frenar, ¡ojo con la gente, frene con los dos, con los
dos! -Le decía el abuelo a su nieto-. Justo al lado
del hombre, disimuló entre aquel anciano, el niño
y el grupo de jóvenes hablando de viajes y sitios
costosísimos, ¿Lo podes creer?- fanfarroneaban-. Al
mismo tiempo, cruzó miradas con una muchacha
curiosa de ver al hombre ahí solitario, él volvió
a su sitio, desencadenando una de sus muchas
angustias, hasta que diagonal a él, un grupo de
inmigrantes exasperados por no tener comida,
por tener un litro de aceite y un kilo de arroz. Pero
mira, solo tenemos esto, es tu culpa. ¿Mí culpa?
qué va. Tratando de leer los labios, el hombre no
percibió nada, solo dio con un niño paseando
por el tulipán africano, inocente sin saber qué le
depararía su vida, alejado de aquella discusión;
nadie de la placita los ve ni escucha, no existen.
La tarde caía, adornando el cuadrado de
la plaza había ojeadores, unos enlazan mano,
otros en familia y algunos después de misa. Nubes azules con un tinte negro
despejado en la mitad del cielo se postraban a la luz de todos, los fulanos
sabían lo que vendría. Aquí nadie repara, ni distingue lo que se encuentra a
sus ojos, habitan siempre al azar y no ven lo verdadero, sincero o singular. Lo
cotidiano observado sin interés, está ahí, unos plantados, con más de cien años
y una altura que nadie se imagina; una estatua rígida, mirando los guayacanes;
una iglesia colonial, pecaminosa; una fuente sin agua, vaya a saber por qué;
las señoras de las fresas con chocolates de mil quinientos; el bailarín de break
dance disfrazado de spiderman para muchos sinónimo de humor, con una
historia atrás que pocos saben, nadie, solo él, ¿quién será?, ahí está, bailando
con fervor, en confianza y otros están discutiendo por falta de comida, nadie los
ve.
enfoque de oriente 21
La oscuridad es inminente como la ida de las personas, en el cielo se ve la
tristeza del sol y la alegría de la noche, expectante. Tocayo, nos va a echar esta
lluvia. ¿Será? Siéndole sincero hermano, ya no hay fulanos, vea el Libertador
nadie lo mira. Pues tiene razón, el que es sabio es sabio, sino mire el señor
que viene allá. A lo lejos, mientras el hombre sentado en la silla oteaba al
bailarín en su tempo y la iglesia con sus palomas, venía un viejecillo, parecía ya
jubilado, con historias infinitas, unos ojos grandes, cara arrugada, acompañado
de un perro blanco olfateando. Aquellos personajes honorables de la frase: “el
perro es el mejor amigo del hombre”. A las tres del hombre de la silla, quedó
postrado aquel viejecillo, sin gesto alguno, con canas que denotan sabiduría.
Ahí están el viejecillo atisbando, enfocado no sé sabe en qué, esperando la
noche que caía/ el viento que venía /las palabras que no decía.
A los quince minutos, el primer campanazo alejó las palomas de la iglesia
después de la llegada del viejecillo, y de inmediato, como por arte de magia,
los fulanos por todos lados. Entraban por la fuente, por la carpa de los dos
comerciantes, preguntando, ojeando y hasta por el lado de los “inconscientes
niñatos”. Los fulanos iban a disfrutar un poquito, antes del sirimiri, casi que por
no faltarle al campanazo. Las palomas volaron, el viejecillo cruzó sus piernas
y caminaban por caminar, ojeadores sin cesar. El hombre se percató de la
situación, entraban hasta por el cielo, unos sentados un rato en el Libertador y
otros como robots, ojeando.
Al lado del viejecillo, dos mujeres con batas blancas salpicadas de chocolate
y un señor de acento extraño hablaban como conocidos de toda la vida,
preguntando por un barrio. Ramosas, no, no así no es, Remiendos, menos,
comienza con re... ¡Remansos! Yo vivo por allá, - se oyó una voz cálida-. Eso,
eso, Remansos, es que yo soy nuevo por acá, vengo de Cali. Yo viví allá hace
mucho tiempo, la ciudad de Cali, el barrio obrero, San Antonio. Sí, la loma es
muy buena, tiene una vista envidiable, apenas para una tarde como esta ¿no le
parece? No me quejo, en mis tiempos era diferente, tenía más energía, ahora
descanso y observo, nunca tuve tiempo para eso, por cierto, la avenida sexta
es buena para caminar, esa si sería para estos momentos. Claro, ahora ya no,
redujeron la vía peatonal, y ampliaron eso gigante para los carros -hablando
muy duro, parecía un cuentero-. Cuando la conversación no tenía nada de jugo,
el cuasi cuentero, casi saltando: La tarde está cómo fría. Sí, igual que toda esta
plaza.
Las palomas otra vez al lado derecho de la iglesia, moviendo muy rápido
la cabeza, algunas como si tuvieran pulgas picoteaban, las demás ahí, quietas,
igual al viejecillo. El hombre de la silla escuchó una conversación inesperada,
al menos oyó la voz del señor que volvía a cruzar sus piernas, mientras le
señalaba a su perro que fuera hacia el frente y el perro, en un acto de rebeldía
se quedaba ahí junto a él, en un acto de confianza y adoración. Ahora el grupo
de jóvenes, se veía atrás por el tulipán africano, hablando quién sabe de
cuál lugar, menos ella, volvía a cruzar miradas con el hombre y esta vez, él la
observó, tratando de penetrar sus ojos, ¿Le parezco raro? ¿Qué tiene de malo
que esté aquí solo? – doblando el empaque del ponqué devorado-.
De la nada, entre el cruce de miradas, una presencia se tornaba en aquella
plaza, nadie la sintió, los fulanos caminaban después del campanazo y ni
notaron aquella mujer acaeciendo por medio de todos los ojeadores, perdida,
cavilando, sin modular ni hacer un solo gesto, la mano derecha en medio de su
pecho sosteniendo una bata azul acompañando su vestido negro, paseando,
quizá su vida no tenía sentido o andar por ahí mirando lo más extraño y
particular era su hobbie, su vida. El hombre de la silla quedó muy intrigado
por la mujer del vestido negro, quién sabe a dónde iba, sin prisa, acompañada
del cielo con sus gotas próximas para mal del comerciante y bien del viejecillo
conteniendo un frío, el frío.
El frío estaba llegando, el hombre sentado en la madera con metal dura,
respondiendo a sus cuestiones tratando de llegar a una síntesis del día: la
plaza, un cúmulo de inobservancia, los fulanos ven pero no le dan su lugar
a lo cotidiano, a la plaza; luchas incansables, pensamientos de personas
extrañas, con vidas alborotadas paseando por aquí donde sus historias tienen
receptores seguros- los altos y silenciosos árboles, la fuente, el Libertador; la
iglesia colonial con sus palomas, lo cotidiano -. Sonó el celular del hombre de
la silla, despertando al viejecillo que junto a su perro se levantó y salió a dar la
última vuelta, quizá para volver a su hogar en Remansos, a descansar. Los dos
comerciantes seguían sus conversaciones intermitentes, ahora sobre lugares.
Pereira. No, no, Doradal es más caliente -se oía por el guayacán amarillo, la
plaza estaba un poco deshabitada, y los de siempre ahí, de testigos.
El segundo campanazo llegó, los fulanos ojeadores - no observadores de la
señora desdeñada, el viejecillo y su perro, el spiderman bailando o aquel niño
del tulipán africano- se habían ido y la plaza empedrada quedaba de nuevo
sola, esperando al próximo día para la omisión de lo cotidiano. El hombre
se levantó un poco más sereno después de lo visto, con algunas respuestas
inconclusas, con unas respuestas a medias pero con satisfacción y tranquilidad.
Al fondo estaba el bailarín disfrazado en su tempo esperando alguna mirada
sincera como la placita, lo cotidiano que la rodea y los testigos. Después de
unos metros recorridos por el hombre, lejos de la plaza, volvió a ver a la señora
desdeñada con la mano en el pecho sosteniendo la bata azul admirando la
única paloma blanca de la placita, inobservada por el hombre.
22 enfoque de oriente
Un viaje sonoro
por Colombia
Los puertos del Caribe colombiano vieron llegar en el siglo XIX los acordeones de las músicas
populares europeas. Los poetas de las sabanas del río Magdalena los convertirían luego en sus más fieles
compañeros, creando así una nueva tradición: El Vallenato. Aquí comienza nuestro viaje. Como a los juglares
vallenatos, escuchamos a Viento Sur ensamble, un cuarteto de músicos del oriente antioqueño, que toma
los instrumentos de cuerdas frotadas, durante siglos asociados al repertorio clásico europeo, y explora su
límites para crear la sonoridad de “Mi presidio”, un paseo vallenato en un formato de cuarteto de cuerdas
frotadas. El pizzicato del violonchelo suena a guitarra, y la caja de los violines, acostumbrada a resonar
la melodía de las cuerdas, se convierte en caja vallenata para invitarnos a bailar al son del paseo.
Por: John S. Gómez Giraldo.
Corporación Licania.
Nuestra siguiente parada es San Basilio de Palenque, donde la bulla de los tambores de
origen africano de los esclavos escapados del puerto de Cartagena, le dan vida al bullerengue
que celebra la conquistada libertad. Inspirados en esta base rítmica, De Chonta, un ensamble
de Jazz del municipio del Retiro, interpreta “Sendero”, composición de Santiago Bedoya,
baterista del grupo, en la que la percusión transita por diferentes ritmos de origen africano.
Inicia con las tamboras del bullerengue, pero más tarde nos recuerda la clave del son antillano
y llega a convertirse en el timbal de la salsa. El piano y el bajo, siguiendo estas bases rítmicas,
improvisan progresiones de acordes cromáticos, a veces un poco disonantes, característicos
del Jazz, estilo nacido también en el seno de las comunidades negras de Nueva Orleans
en Estados Unidos.
enfoque de oriente 23
Fotografía: Santiago Acevedo Castro, integrante del cuarteto Viento Sur.
Tomada por: Juan Pablo Gómez Giraldo.
Desde las costas del Atlántico, atravesamos el Tapón del Darién hasta
llegar a las costas pacíficas, más precisamente al Chocó, y con el ensamble
de jazz De Chonta escuchamos un aguabajo que lleva el mismo nombre de
la agrupación. La base es un ritmo festivo marcado por el redoblante y un
piano que quiere ser marimba para sonar a la chonta de la selva húmeda
del Pacífico. El saxofón soprano improvisa melodías que inventan un nuevo
folclore, una música inacabada que reencarna en una nueva forma cada vez
que es interpretada.
Adentrándonos por el valle del río Cauca llegamos a las laderas de la
cordillera de los Andes y subimos al cerro de Pacandé donde “vienen muchos
descendientes de antiguas tribus guerreras” como canta la voz de la maestra
Mildred Perafán, acompañante del ensamble Viento Sur en Tambores de
Pacandé. Este sanjuanero, heredero de las tradiciones de las comunidades
indígenas de estas montañas, nos recuerda las fiestas y el baile que se forma
en torno a las tamboras y las flautas. Una tambora acompaña al cuarteto y
su ritmo marca el sanjuanero, mientras los músicos con sus voces cantan la
algarabía de una fiesta milenaria.
Después de atravesar los bosques de la cordillera de los Andes,
descendemos a los llanos orientales, a orillas del río Orinoco. Desde allí
Viento Sur se atreve a tocar un pajarillo, uno de los ritmos más exigentes
del joropo. En arreglo del maestro Santiago Acevedo, violinista del cuarteto,
escuchamos Colombia del “Cholo” Valderrama. Los arcos zapatean las cuerdas
del violín en un ritmo sincopado. El violonchelo marca los bajos del arpa, y el
violista imita el hábil rasgueo de un cuatrero. Las cuerdas marcan un corte y
se hace un silencio. La voz caucana de Mildréd Perafán llena el aire con unas
coplas improvisadas, una tonada de notas largas que nos acompaña durante
las
labores del campo llanero. Vuelve entonces el alegre
zapateo sobre las cuerdas, y los versos continúan
dibujando a Colombia:
… en la costa esta la cumbia y el mapalé arrullador
el currulao cadencioso bailado a golpe e’tambor
y en sabanas vallenatas, está el mágico acordeón
la caja, la guacharaca, la puya merengue y son
y en las cúspides andinas, el bambuco es el señor
pasillos y torbellinos llenos de paz y fulgor
derrochando melodías en un tiple arrullador
del llano brota una copla tejida en prima y bordón
y un arpa que en su delirio, retoza con el sabor
junto a un cuatro bullanguero y un capacho retozón
afinando la garganta de un llanero cantador.
Hay todavía una pausa hasta que el camarógrafo anuncia el final de la
grabación. Entonces se escucha un efusivo aplauso entre los pocos miembros
de la producción. Resuena el eco de los pasos al caminar sobre el escenario.
Estamos frente a 700 sillas vacías, en el Teatro Regional Valerio Antonio
Jiménez de Marinilla y acabamos de escuchar a dos de las ocho agrupaciones
musicales que pasaron por “Licania: Sala de Conciertos Digital”. Desde el jazz
y las cuerdas frotadas, dos formatos musicales tradicionalmente asociados a
la academia y a las élites, los músicos del oriente establecen un diálogo con
unas tradiciones que llegan a nuestro territorio después de largos viajes por la
geografía y la historia. Los sonidos de nuestra región fueron laboriosamente
tallados por las manos artesanas de nuestras montañas, pero también
llegaron de este viaje por los puertos, envueltos en finos estuches unos, en las
infernales galeras de los barcos negreros otros. Los artistas del oriente, toman
estos antiquísimos sonidos, los llenan de vida y los invitan a emprender
nuevos viajes que los llevarán a puertos desconocidos. Las luces del teatro se
apagan. Solo queda esperar que esta sala digital se llene de una audiencia sin
lugar ni tiempo para realizar este viaje sonoro a través de nuestro territorio y
nuestra historia.
24 enfoque de oriente
N.NPor: Fabián Gil Osorio.
En palabras de Alfredo Molano “el camino que recorre un muerto N.N.
hasta convertirse en cenizas anónimas, lo convierte muy probablemente
en habitante anónimo”. Las siglas N.N. refieren a nomen nescio o ningún
nombre; En medicina legal los cuerpos que no son reconocidos son nombrados de
esta manera.
La configuración de la presente obra, se da en un proceso de investigación durante
varios meses, revisando archivos de los registros fotográficos de los N.N., dibujando
y acompañando los análisis forenses de diferentes cuerpos en medicina legal del
municipio de Rionegro Antioquia. Se inicia indagando sobre el lugar de origen de
muchos de estos, los cuales aparecen registrados presuntamente como procedentes
de las disputas territoriales en la cordillera central, entre los municipios de Toledo,
Ituango, Yarumal, Briceño y San Andrés de Cuerquia en el departamento de Antioquia,
en los cuales participan diferentes grupos armados, siendo este uno de los corredores
más estratégicos en la geografía colombiana para el transporte de droga y negocios
ilícitos.
En esta cordillera se realizaron recorridos etnográficos registrando por medio de
fotografías, relatos y dibujos, algunas de las memorias de los cuerpos desaparecidos
en el territorio; como trabajo de campo, se transitó por una montaña boscosa conocida
en la zona por los lugareños como un lugar de fosas comunes, realizando muestreos
de tierra y cenizas de algunas quemas durante los meses abril y agosto de 2018.
Las cenizas se toman como metáfora del cuerpo y su condición etérea, al igual que
se relacionan con el paso del tiempo en medicina legal, donde el cuerpo es transitado
de diferentes formas desde la limpieza, hasta la preparación e investigación,
buscando que este no sea registrado directamente como un nomen nescio.
Como referencia directa de medicina legal se toma una pesa, que carga en si
misma sus implicaciones simbólicas, utilitarias, históricas, culturales y políticas, para
hacer una reinvención creativa, en la cual los órganos humanos son remplazados por
cenizas de la montaña, material etéreo perteneciente al paisaje natural que aún se
encuentra en disputa territorial; además de dos relojes que se mueven en ambos
sentidos, estos presentan el tiempo como material constituyente del pasado y del
presente; de esta manera se disponen dos tiempos simultáneos que refieren a la
historia de nuestro país y la transición de los cuerpos sin nombre por dos contextos,
medicina legal y los campos de disputa en el conflicto armado colombiano.
Esta composición simbólica invita a detener la mirada en el pasado y en
el presente, sobre los acontecimientos violentos del territorio, las formas de
relacionarnos en él y la cultura de la muerte que se ha instaurado, no como un
imaginario colectivo sino desde una realidad que nos transita a todos.
Es pertinente revisarnos como sociedad y preguntarnos ¿qué nos pasó para hacer
de nuestro paisaje una geografía del dolor?, como también es importante reconocer
que cuando se hace presente un cuerpo que fue nombrado y que ahora transita los
espacios sin nombre, genera una fractura simbólica en la identidad de un pueblo y de
una comunidad.
enfoque de oriente
25
LúdicaPor: César Álvarez.
En el 2015, cuando en una muestra de arte los adultos se paseaban
por el salón con su copa de vino en la mano mientras comentaban
las obras y departían con el artista, los hijos de algunos se sentaban
en la pequeña sala de recepción con sus tablets y los celulares que sus
padres les habían entregado para que se quedaran quietos y tranquilos. Este
comportamiento me inquietó y preocupó como artista, fue el motivo que me
inspiró a comenzar a pintar los juegos de mi infancia y/o mis memorias. De
allí nació la serie Lúdica: niños jugando sin tecnología, con carritos de plástico
o madera, elevando cometas, saltando la golosa o rayuela, trompos, canicas,
encostalados. Finalmente, en el año 2016 presenté estas obras al público.
El primer escenario fue la biblioteca pública del pueblo en el que residí por
más de 12 años, ubicada a tan solo unos pasos frente a la escuela primaria
a la que asistía mi hijo. En la inauguración, asistieron amigos y vecinos de
la comunidad, padres de familia de niños que frecuentan la biblioteca, y de
manera especial, esta vez, los niños se involucraron e interesaron por aquellas
pinturas de vibrantes colores, mientras los padres comentaban entre sonrisas
los recuerdos de su propia infancia.
Soy César Álvarez, nacido en Rionegro, Antioquia, con más de 30 años
de experiencia en las artes plásticas. He incursionado en diferentes estilos;
desnudos, retratos, paisajes, bodegones, y en cada tema y técnica he dejado,
no solo mi firma y huella, sino mi alma, porque como dicen todos los artistas:
cada obra es un hijo, y muchas personas se acercan al artista esperando que
con su pincel pueda dejar plasmada para la eternidad fotografías de algún
momento memorable.
Son muchas las satisfacciones que el arte deja, exhibiciones, premios,
viajes, pero sin lugar a dudas, hay una serie con la que me he sentido muy
agradecido y esta es «Lúdica y Ternura».
Esta obra fue una misión cumplida, con ella quise rescatar los juegos que
en otrora nos reunían en las calles, o en un jardín y no requerirán de una
pantalla y una conexión de internet, pero era tarea de los padres incentivar
a sus hijos a jugarlos y hasta explicar de qué se trataban. Sentí que había
cumplido mi parte: mover las fibras de la memoria de los adultos, recordarles
su niñez y lo felices que fueron en esas épocas en que se hacían amigos
mirándose a la cara, riendo, ejercitándose y rogando por cinco minutos más.
Desde entonces, en mis exhibiciones siempre hay alguna obra nueva de
esta serie y el público se me acerca y me reconoce como «el artista que pinta
niños».
26 enfoque de oriente
¡Nos tejemos
en el cerro!
Por: Valentina Hincapié Martínez
“Proteger la vida [ del cerro] para que el agua no se
contamine, para que la tierra no quede desierta… Proteger la
vida [ del cerro] para nosotros, para los pájaros y para todas las
especies aledañas” (…) Que no se explote el cerro para que
nadie más muera de sed (…) No más minería”.
Palmirita una comunidad campesina situada en el Centro Zonal Los
Cedros del Municipio de Cocorná (Ant) no está dispuesta a sumar en su
historia de vida comunitaria, un nuevo desplazamiento; ni material
ni simbólicamente hablando Palmirita está dispuesta a destejerse,
a desunirse y menos, cuando quién amenaza es el monstruo del
extractivismo. Por esta razón, en un acto de co-creación, nos propusimos
hacer un telar para tejer las historias que vinculan material y simbólicamente a
esta comunidad con el cerro El Chaquiro. Es de vital importancia tener en cuenta
que cuando nombramos la experiencia de defensa del cerro El Chaquiro por
parte de los campesinos y campesinas de Palmirita, lo hacemos justamente
porque consideramos que es un ejemplo de juntanza y resistencia comunitaria,
así mismo como un ejemplo fáctico de las posibilidades de construir vidas
inseparables de su forma. Sin embargo, esto no quiere decir que estos
campesinos y campesinas tengan, a nivel individual y comunitario, todos sus
problemas resueltos; se trata de una comunidad que sufrió los embates del
conflicto armado colombiano y hasta nuestros días se encuentran en un proceso
de recuperación material y simbólico – individual y colectiva -de los daños
que ocasionó en ellos la violencia. Así mismo, por motivo del desplazamiento
forzado que vivieron, muchos de ellos se vieron obligados, para poder regresar
a su tierra, a hacer préstamos con entidades bancarias que hasta el día de hoy
no han podido saldar; muchos perdieron la mayor parte de sus tierras, de sus
cultivos y de sus animales. Aunado a este problema se encuentra, por ejemplo,
el panorama incierto de la reparación a víctimas que debido a la negligencia
estatal, parece sumergir a las víctimas en un círculo de re victimizaciones, más
que en un proceso real de reparación material y simbólica. Todo esto para decir
que las experiencias que nombramos con mayor insistencia de Palmirita son
una muestra de devenir comunitario a pesar de los estragos que ha dejado
sobre sus cuerpos y sus territorios la violencia. Palmirita es una comunidad que
se recrea constantemente, en este caso, en contra del extractivismo y del sin
fin de violencias que están dirigidas sistemáticamente hacia los campesinos y
campesinas.
En el ir y venir de las madejas de lana que simulaban los colores y las
texturas de la tierra y que nos iban vinculando a nosotros con las historias
de otros, y a todos con la propia historia del cerro, nos dimos cuenta que los
fines –por llamarlo de algún modo– que tiene la comunidad en vínculo con
el cerro, son más bien unos medios sin fin (Agamben,2017,p 57), esto quiere
decir, un contacto no utilitario, un contacto que rompe con el ciclo de muerte
de la economía porque pone de manifiesto la importancia de la vida- del cerro
mismo y de todos los vivientes que dependen de él- más allá de lo que de
él pueda ser explotado y producido. Se trata de un contacto que desde una
óptica marxista sí concierne a una noción de valor de uso ya que es explícita
la necesidad que los campesinos y campesinas tienen del agua que nace en el
cerro, pero esta necesidad exhibe un uso que es especial, pues los campesinos
no buscan hacer del agua un objeto privativo porque la reconocen como bien
común, bien común a todos los vivientes.
Comenzamos por preguntanos por la historia del cerro y entre todas las
palabras que afloraron, se hicieron comunes aquellas que referían, por un lado,
el miedo ante el riesgo de la pérdida del cerro y del agua, y por el otro, los
propósitos de juntarse en comunidad para propagar su defensa y con ello, su
vida.
enfoque de oriente
26
Los campesinos y campesinas, al igual que el resto de vidas animales y
vegetales de la zona, se nutren del agua que nace en el cerro, por ello,
tanto el agua como el cerro tienen un valor de uso fundamental:
nutrir la vida. Y esto nos hace pensar que los campesinos y campesinas le
apuestan, como si se tratara de una apología de la inmanencia de las cosas, a
una concepción del agua como bien común que está desprovisto de propiedad;
al mismo tiempo en que es una propiedad de todos, disponible para todos los
vivientes que es necesario preservar para que su ciclo nutritivo no acabe y se
multiplique.
Es paradójico que los proyectos de extracción minera tengan una concepción
del tiempo a corto tiempo, pues estos llegan a los territorios, construyen sus
plantaciones de monocultivo, sus microcentrales, producen el dinero que mueve
sus deseos por un tiempo que bursátilmente ya está calculado y en cuanto se
van, la vida de los lugares ha sido completamente socavada, casi que yace
irrecuperable sin posibilidad de multiplicación de su ciclo nutritivo.
Quizás esto tenga que ver con que los contactos con la tierra, mediados por
el valor de uso que implica inegablemente su preservación, su cuidado, su
defensa, se encuentran inmersos en el ritmo propio de la naturaleza, mientras
que aquellas relaciones que se establecen con la tierra a partir de la usurpación
económica – valor de cambio, valorización del valor- se mueven justo bajo el
influjo del tiempo lineal de la economía capitalista.
Este medio sin fin que exhibe el contacto de los vivientes con el cerro,
también podría ser nombrado, apelando a Walter Bejamin (2001), como un
medio puro. Pues la vida y su importancia no son desplazadas por ningún fin;
más bien lo que se procura es que el contacto con este cerro –mediado por el
valor de uso simbólico y material– no tenga fin; el contacto entre estos vivientes
exhibe la nutrición que es propia de todo contacto de cuidado en donde la
vida se conjuga para procurarse entre sí y seguir viviendo como unidad vital
fundamental.
Si comparamos este valor simbólico y de uso común que tiene la comunidad
del cerro, con la finalidad mercantil y privativa que tiene el Estado y las distintas
instituciones que avalan los proyectos extractivos, nos damos cuenta que estos
últimos representan el poder soberano de la máquina antropológica, pues
operan económicamente utilizando la vida en sentido técnico y sólo en aras
de la producción de plus valor –el dinero–, extendiendo el desierto, haciendo
de la vida una nuda vida, imposibilitando su nutrición y su permanencia en el
mundo.
Esto nos lleva a pensar que una de las maneras en que la vida
inseparable de su forma emerge cuando los modos de agenciarla no
la desplazan del centro ni la usan ni la definen en sentido técnico o
como algo expuesto a un fin económico. Tal vez una de las potencias vitales
de los campesinos y campesinas de Palmirita que los aboca a la juntanza en
pro del cuidado y la defensa del cerro, de sus vidas y de otros vivientes que lo
habitan, tenga que ver con que justamente allí donde el poder soberano ha
desplegado su fuerza destructora desnudando las vidas ( nuda vida), la vida
emerge desviando el poder destructor, conteniéndolo con el poder erótico de
la creación, la nutrición y la multiplicación. En torno a este horizonte podríamos
asentir que las identidades campesinas del Oriente a esta altura de la historia
de precarizaciones que han vivido sus habitantes, se están co-creando,
tejiendo y retejiendo para no tener que abandonar nunca más sus territorios
ni sus modos de vida campesinos, para desactivar los efectos destructores de
la violencia soberana, para construir escenarios de digna rebeldía en los cuales
el lenguaje son los gestos en tanto actos creadores de vida inscritos en una
identidad polifónica y contextual que hoy se reviste de resistencia y lucha en
contra de la minería.
28 enfoque de oriente
Los caminos y el monte
Por: Yuliana Miranda Gómez.
Desde hace unos años mi mirada ha deambulado por los paisajes
del Oriente antioqueño, y a partir de los apuntes gráficos, pictóricos
y fotográficos, he llegado a unas reflexiones, donde también
el caminar, ha sido materia para desarrollar mi trabajo plástico, siempre
evocando un romanticismo en la mudanza del paisaje, y esbozando con
ello, la sublimidad de la tierra en la que yacemos. Pienso que ese mirar se
ha dado en una función generalmente panorámica y ha estado dirigida por
los caminos ya establecidos, pues siempre estuvieron enmarcados en los
recorridos frecuentes de mi desplazamiento. Estas rutas, las carreteras para
ser más precisos, han sido creadas por unas necesidades de trasladarse de
un punto X a un punto Y, conservando, a veces un poco de su composición
original, y por la otra parte creando un paisaje nuevo que es sometido a
diseños que desvirtúan completamente su naturaleza. He creído que el paisaje
es una construcción humana, que solo existe en la medida que es observado,
presenciado o advertido por los sentidos, pues este no tiene una conciencia
propia de saberse paisaje.
Cada uno desde sus intereses y ayudado por el entorno, va habituando los
sentidos para percibir lo necesario para sí. Entonces, la mirada se va volviendo
más específica siempre en busca de lo que nos afana e incumbe, negando así
la otredad. Algo así sucedía con las indagaciones acerca del paisaje que iba
transformándose y a su vez edificándose; había limitado los ojos, poniendo
un visor en frente. Había dejado de ver. Y eso ya me había desgastado; sin
embargo, la práctica de caminar que siempre ha sido mi manera de recolectar,
estaba (y está) vigente, pues ya lo decía David Le Breton, caminar es un
método tranquilo de reencantamiento del tiempo y el espacio, caminar es
una apertura al mundo. Caminar se vuelve ritual e implica una desaceleración
del tiempo, es un detenerse y una hendidura a la contemplación. Y ya que
el cuerpo está todo dispuesto para ello, “… el verdadero y gran milagro
empieza donde se detiene la mirada” (Maetertlink, 2014, 73) y los otros
sentidos, pero la mirada prima en el aprehender de las formas y los colores.
Me encontraba entonces desbordando los caminos, saliendo de su ribera,
adentrándome al monte, entre la mal llamada maleza y las chamizas y los
matorrales, mirando inquisitivamente, reconociendo un paisaje que había
ignorado. Columbrar es vislumbrar e intuir. Columbro entonces el misterio
y enigma de los matorrales, uno que no nos es revelado, porque pertenece
a su propia naturaleza, unos secretos que, con el tiempo, como hijos de esta
tierra, poseíamos, pero que hemos ido olvidando y de la que nos hemos ido
desvinculando por buscar sublimarnos en banalidades.
En asuntos estéticos, las visiones sociales, comerciales y estructurales
nos han sugerido, o casi que instaurado, unos valores con los que
aceptamos consensuadamente unos elementos y acciones, porque
dichos valores proponen una armonía y la garantía de la experiencia de la
belleza, tratando de mantener un orden y unos parámetros que nos llevan
finalmente a consumir. Esto hace que la vista, y si se quiere los demás
sentidos, estén siempre enfocados en los objetos que cumplen con este
fin o en los que se ajustan a esas valoraciones, perdiendo de vista las otras
caras del espacio habitado. Esto, aplicado en todo lo que pueda despertar el
interés de unos oriundos y sujetos extranjeros sobre un territorio.
La distribución espacial de una región nos determina el desplazamiento
y así la disposición de los sentidos. Estás rutas están trazadas con la idea
arriba expuesta, en función de asuntos comerciales que les dan forma a
esas estructuras. Se vuelven vías principales, porque son más directas a
esos centros urbanos, y que, por ello, seguramente son las que con más
frecuencia utilizamos. Se hacen familiares y reconocibles estos caminos.
enfoque de oriente
29
Y como lo familiar es más cercano y en estos casos, más fácil, evitamos
desviarnos, lo que genera entonces, ignorar otras rutas, y que suceda
que los sentidos no estén siempre alertas y despiertos, sino siempre
acostumbrados, cosa que no significa que no sea buena, pues cuando
ese camino se hace rutina, ante más mínimo cambio, reacciona nuestra
percepción. Estos caminos menos usuales, que no están tan formados
desde lo urbano, muchas veces están bordeados por rastrojos, matorrales
y todavía, algunas masas de monte, que guardan un poco de una vida
campesina, acaso agrícola y la evidencia de la variedad de plantas. Es válido
aclarar que el ejercicio del andar está muchas veces supeditado a aquellos
que quieren detener su tiempo de las correrías del trabajo. Andar es un
lujo, que a veces pareciera escasear.
¿Y para qué se camina? Para crecer, conocer, expandirse y como
ejercicio espiritual. Andar es un descubrir y reconocer, permite trazar, así
como la comisión corográfica permitió hacer la cartografía a la vez que un
tipo de inventario de país, recogiendo también, por medio de apuntes, la
riqueza paisajística, geográfica y cultural, ese que de alguna manera ha
determinado nuestro clima interior como lo decía Fernando Gonzales en
su viaje a pie; además de nuestro clima y formas corporales, porque no
es el mismo quien nace entre montañas y que quien nace en las llanuras
y sabanas. Caminar,
presupone pues,
una idea de
nuestra
geografía, nos ubica en el mundo, y vuelvo y cito a Le Breton: “Caminar
reduce la inmensidad del mundo a las proporciones del cuerpo” es decir, que
nos permite aprehender nuestro territorio en una relación más íntima. Los
caminos conducen, hacen las veces de una vertiente que contiene los códigos
de las historias y vestigios de cómo se fundaron los pueblos con nuestros
antepasados. Son la apertura, el umbral, que une un lugar con otro, lo que
permite un constante intercambio cultural, formas de hacer, de pensar y de
saberes.
Este territorio del Oriente antioqueño es rico en montes y matorrales, aún
podemos reconocer un sinfín de caminos de herraduras, y de los que también
se desprenden bifurcaciones que se hacen para acortar los recorridos, caminos
llenos de la historia de la región. Pareciera que todos los municipios se
comunican por estas vías, que juegan a ser las terminaciones nerviosas de esta
tierra. No obstante, el acelerado crecimiento demográfico y el perfilamiento
de la región por su riqueza geográfica y demás, la han convertido en un
punto señalado y atractivo para el desplazamiento poblacional y comercial
desde las grandes urbes, provocando la pérdida o re- “organización” de estos
caminos. Aún entre nuestros ocupantes, hay algunos que se aferran a la
naturaleza de esta tierra, a la conservación de los verdes de los montes, del
matorral, del paisaje, el agua, muy a pesar del gris progreso que desde hace
años ha llegado arrasando las vistas del territorio, desviando y enmarcando
las miradas con muros verticales. Son muchos, los que, como esbozaba antes,
aman recorrer y se identifican con este gran pedazo de tierra, se dejan seducir
bellamente por los montes, y las chamizas enigmáticamente entrecruzadas
del matorral.
La región compuesta por los municipios Rionegro, El Carmen,
Marinilla, Guarne, El Retiro, La Unión y otros, son desde mi visión, un
solo territorio, no existen fronteras, tanto por la cercanía, como por el
compartir, y las redes que se han fraguado entorno a las diferentes
manifestaciones artísticas y culturales: las colectividades, los
festivales, la juntanza por causas específicas. Desde las divisiones
geográficas que se establecen entre un municipio y otro, las
fronteras parecen desdibujarse en los caminos veredales y
zonas rurales. Los caminos que se comunican entre veredas
a otros municipios, lo que están por fuera de las vías
comunes, parecieran no tener como tal una pertenencia a
un municipio particular. Desde San Antonio de Pereira de
Rionegro, cruzando por Ojo de Agua, se llega a Cristo Rey y
otras bifurcaciones que pertenecen al Carmen; desde Guarne,
por las veredas la Ranchería, hacia Las Cuchillas, San José,
Fontibón, para llegar al centro de Rionegro; esto solo por
nombrar un par de caminos laberínticos del Oriente Antioqueño.
Las características de estás rutas son muy similares, los bordes
atiborrados de casas campesinas algunas, de cultivos, de matorrales
y montes.
La mejor manera de vivir el territorio está en el ejercicio de
caminar.
30 enfoque de oriente
Tríptico de
vida y muerte.
Sobre y de repente… La noche
(2015), de Juan Gabriel Medina
Gómez
Por : Alexánder Arboleda Bedoya.
Uno de los hallazgos más interesantes que se hacen cuando se lee
la poesía de Juan Gabriel, es el hecho de que revela una infinidad
de lecturas, encuentros, canciones y clases que el autor felizmente
ha compartido en su vida. Es una trampa directa al recuerdo, encuentros que
llegan como cuando se organiza una biblioteca: notas ya agrietadas por el
tiempo y el olvido, una flor seca entre páginas hace mucho no hojeadas. Leer
a Medina es leer una biblioteca mediante la cual su poseedor se desenvuelve
como solamente lo permite la poesía.
Juan Gabriel fue docente de lengua castellana, y fue la primera persona
que me hizo ver la literatura con ese cariño que acompaña a las cosas eternas,
como el amor por la madre. Como profesor, siempre fue un tipo serio e
ingenioso; a veces era difícil entender sus juegos de palabras. Luego, a partir
de la amistad que él compartía con mi padre, pude conocerlo un poco más y
comprender de una manera más cercana el mundo que nos proponía desde
sus clases. Todo se trataba de leer, y si era poesía, mucho mejor.
Medina es un personaje importante en el municipio de La Ceja, porque
ha impactado a varias generaciones desde las aulas y desde el amor por la
poesía. En sus cátedras hablaba de Quevedo y Jattin, y se sorprendía por
la indiferencia de los adolescentes hacia la poesía de Epifanio Mejía. Su
experiencia de lectura la intentó transmitir por medio de sus clases, y muchos
de quienes fuimos sus estudiantes estamos agradecidos por ello.
En ese sentido, felizmente fuimos testigos de una obra que es importante
en nuestro territorio porque revalida la condición inherente de nuestras
tribulaciones humanas con la búsqueda de lo poético. Es así como se publica
el libro Y de repente… La noche, ganador de los Estímulos al Talento Creativo
2015, de la Gobernación de Antioquia. A manera de tríptico, el autor divide su
libro en 3 momentos claves en su existentica.
El primero, llamado El alorenzamiento de la vida, es una celebración feliz
de la primigenia, de la vida concebida y asombrosa. Encontramos a un Juan
Gabriel padre, totalmente asombrado y contemplativo ante el hecho de ser
creador y a la vez creado por la vida: Lorenza, vas a inventarte una vida, / pues
voy a nacer en tu alumbramiento.
El segundo momento aún no ha terminado. El autor lo encasilla queriendo
contenerlo, pero sabiendo que eso es imposible. Titulado Vita Brevis, es todo
aquello que sucede entre el principio y el fin. Siempre asoma el amor en su
versión más transparente –el desamor-, pero también el tedio, la cotidianidad,
la bohemia, la docencia, la vida misma de Juan Gabriel. Chavela Vargas le
ayudó, sin duda, a escribir estos versos: Nadie más será su propia tumba,
Amor. / Tu eterno instante no volverá a pasar.
El tercer momento tiene la fuerza desbordada del final. Titulado Stabant
filii dolorosi, es el espejo del dolor de hijo tras la muerte de su madre. El
mundo lloró la muerte de doña Gabriela, quien trajo al mundo a Juan Gabriel
para que le escribiera esos versos. Su poesía la busca con desespero y con
calma, con ese vacío mutable que bien sabe dejar la muerte. La busca por
medio de la poesía clásica. Toda la tercera parte son sonetos a su muerte luego
de la madre: ¡Es que duele, Señor, mi Madre ausente! / Sin antorchas, sin paz,
busco su frente / para un beso final a su memoria.
La poesía de Juan Gabriel tiene un valor significativo: en un tiempo de
verso libre, él prefiere la composición clásica. Traslada su admiración hacia las
formas poéticas a sus propias creaciones. En un tiempo en el cual la lectura
poética es más que necesaria, casi como un bálsamo, el autor crea un sinfín de
mundos a partir de sus experiencias más vívidas y sus clases más profundas.
Tal vez, si tuviera que decir cuál ha sido el mayor aporte de Medina, fue que
nos enseñó -a quienes nos interesaba- a leer poesía. Que es casi como vivir.
Y de repente… La noche, Quiasimodo nombró así este poemario.