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HISTORIAS DE QUERÉTARO SIGLOS XVI-XIX

2018

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HISTORIAS DE QUERÉTARO

SIGLOS XVI-XIX

José Martín Hurtado Galves


Directorio

MVZ. Francisco Domínguez Servién, Gobernador Constitucional del

Estado de Querétaro

Lic. José Alfredo Botello Montes, Secretario de Educación

Lic. René Rentería Contreras, Director de Educación

Lic. Jesús Hernández Briseño, Director de la Escuela Normal Superior

de Querétaro

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la

autorización expresa de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

D.R. © 2018 Escuela Normal Superior de Querétaro (por la presente

edición)

D.R. © 2018 José Martín Hurtado Galves

Colón 14, Centro Histórico, C.P. 76000

TEL: 2144941

Querétaro, Qro.

Primera edición: Octubre 2018

Impreso en México

Printed in Mexico


A Conchita,

la mitad de mi historia



ÍNDICE

Presentación -------------------------------------------------------------------------- 7

Sobre la fundación de Querétaro ------------------------------------------------ 9

Sobre los trajes profanos, afeites, escotados, y culpables ornatos.

Querétaro, 1691 -------------------------------------------------------------------- 13

Sermón sobre la muerte. el caso del Fraile Franciscano Andrés Leonardo.

Querétaro, 1717 -------------------------------------------------------------------- 20

Milicias Cívicas, celadores de policía, y cuarteles numerados en

Querétaro (1824-1838) ----------------------------------------------------------- 27

Epidemia de Viruela en Querétaro, 1839-1840 ----------------------------- 37

Sobre la ejecución del Cucho Montes, Querétaro 1840 ------------------- 51

Los guarda serenos en Querétaro en 1849 ---------------------------------- 61

Problemas de guarda cuarteles y ayudantes de manzana en Querétaro,

1848-1849 --------------------------------------------------------------------------- 69

Sobre la fecha de nacimiento de Ezequiel Montes ------------------------- 87

Leonarda Martínez, La Carambada -------------------------------------------- 93

La Aprehensión de Chucho el Roto en Querétaro ------------------------- 103



PRESENTACIÓN

La investigación es parte fundamental de cualquier institución de

educación superior (IES). De ahí que la Escuela Normal Superior de

Querétaro (ENSQ) ponga tanto empeño en fomentarla y darla a conocer.

Con tal motivo la Dirección de la ENSQ lanzó una convocatoria, en

el 2018. La respuesta fue favorable por parte de varios de nuestros

académicos. La convocatoria invitaba a publicar investigaciones (avances

y productos) y textos de carácter literario.

Este libro es resultado de dicha convocatoria, en el ámbito de la

investigación. Ahora bien, al igual que los demás libros en este rubro,

su valor es doble: por un lado da a conocer los resultados de las

investigaciones de nuestros académicos (en este caso las que ha realizado

el Dr. José Martín Hurtado Galves, en el campo de la historia); por otro

lado, muestra que los docentes deben ser ejemplo de lo que solicitan

a sus estudiantes: que realicen investigaciones. Con ello buscamos que

nuestros docentes sean académicos reconocidos; es decir que no se

conformen solamente con ser docentes (dar clases), sino que, como

parte de su ejercicio profesional, lleven a cabo investigaciones que sean

ejemplo para sus propios estudiantes normalistas.

Lo anterior cobra mayor importancia si se toma en cuenta que sólo once

profesores-investigadores de la ENSQ, tienen plaza, y los demás son

de tiempo libre. Además hay que considerar que la ENSQ tiene apenas

treinta y cinco años de existencia y sus recursos no son suficientes.

Sin embargo, ello no es obstáculo para ejercer con profesionalismo

nuestro quehacer docente y académico. Nos mueve y fortalece el firme

compromiso que tenemos con la educación en Querétaro y en el país.

Con base en lo anterior, cabe mencionar que los docentes que atienden

a estas convocatorias muestran no sólo sus investigaciones y producción

literaria, sino también su compromiso con la institución y la educación

7


en general. Al respecto, cabe mencionar que el autor de este libro, el

Dr. Hurtado Galves ha ingresado recientemente al Sistema Nacional de

Investigadores (SNI).

Atrás quedaron los años en que se creía que en las Escuelas Normales

no se hace investigación. A partir de que se les ha reconocido como

IES, su labor se ha ampliado. Ahora tienen tres tareas sustantivas:

docencia, investigación y divulgación. Por eso, entre los objetivos

que se enmarcaron en la convocatoria destacan: 1) dar a conocer las

investigaciones que realizan los docentes de la ENSQ; y 2) coadyuvar a

la investigación que realizan las IES en el Estado de Querétaro.

No quiero terminar esta presentación sin mencionar que debido a que

todos estos libros fueron escritos por docentes de nivel superior, no se

llevó a cabo corrección gramatical ni de estilo. Cada libro es publicado

tal y como lo ha entregado su autor.

La ENSQ está comprometida en coadyuvar en la producción de

conocimiento, así como en el fomento a la lectura. Al respecto es

importante mencionar que ambas cosas las hacemos profesionalmente

con gusto y convicción.

Lic. Jesús Hernández Briseño

Director de la ENSQ

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SOBRE LA FUNDACIÓN DE QUERÉTARO

Las leyendas sobre la fundación de las ciudades tienen mucho que ver

con sus tradiciones e identidad local. A partir de la idea de cómo fue el

inicio de la ciudad se tejen muchas creencias, las cuales dan sentido a

fiestas y tradiciones populares. En Querétaro la leyenda de su fundación

está representada en su escudo oficial, y en la versión que corre entre

los queretanos. Se dice que en 1531 se fraguó una batalla entre

chichimecas, otomíes y españoles en el cerro Sangremal, apareciéndose

en medio de dicha batalla una cruz y santo Santiago, quien blandiendo

su espada montaba un caballo blanco. Pero ¿qué tanto de verdad tiene

esta leyenda?, ¿qué dice el relato más antiguo?, ¿qué resultados han

arrojado las recientes investigaciones al respecto?.

La fuente más antigua que relata la fundación de Querétaro es la Relación

geográfica de Querétaro por el escribano público de la provincia de

Jilotepec Francisco Ramos de Cárdenas, en 1582 (publicada en la

colección de documentos para la historia de San Luis Potosí. Archivo

Histórico del estado, 1985).

En este texto el autor afirma que Querétaro fue poblado por un indio

otomí llamado Conin, el cual convocó a siete hermanos y hermanas, así

como a otros deudos y amigos que en total eran treinta con sus mujeres

e hijos para que se asentaran en una cañada. A ese lugar llegó Hernán

Pérez de Bocanegra, encomendero del pueblo de Acámbaro, provincia

de Michoacán. Con él venían indios de aquél lugar los cuales llamaron

a estas tierras “querenda”, que en su lengua tarasca significa peña.

Posteriormente le añadieron “ro” para quedar como “querendaro”, que

significa pueblo de peñas. Los españoles –dice Ramos de Cárdenas–

corrompieron el vocablo al llamarlo querétaro. Después el indio Conin

fue bautizado como Hernando de Tapia.

“El Hernán Pérez de Bocanegra y su criado llamado Juan Sánchez de

Alaniz, que después fue sacerdote, […] y el don Fernando de Tapia

[aquí le llama Fernando en vez de Hernando] de la dicha cañada,

9


para poblarse acordaron que pues había gente en abundancia y

de cada día acudía más a la nueva fertilidad de la dicha tierra de

fundar un muy buen pueblo y así le fundaron”.

Como podemos observar, en ningún momento se menciona que la

fundación de Querétaro haya sido por medio de una batalla, antes bien

se dice que el poblamiento del lugar se dio de manera pacífica.

Siglos después la versión cambiaría. En 1746 fray Isidro Félix de Espinosa,

predicador y misionero apostólico, escribió sobre la fundación de

Querétaro en su Crónica apostólica y seráfica de todos los colegios de

propaganda fide de esta Nueva España (publicado por el Gobierno del

estado de Querétaro en 1997). Este autor dice que Fernando de Tapia

se valió de uno de los caciques para solicitarles a los que se habían

refugiado entre las malezas y los breñales así como a los “bárbaros

chichimecas” que poblaban los “contornos montuosos del sitio” que

aceptaran la paz que les proponía. La respuesta de aquellos fue que

“no disintiendo de aceptar las paces que les proponía deseaban

se hiciese un alarde de esforzada valentía, batallando de una y otra

parte, cuerpo a cuerpo, sin más armas que sus naturales esfuerzos,

midiendo los brazos en una lucha, que no podía dejar de retener sus

visos de sangrienta”. Ante tal petición y consultando con sus “cabos

subalternos”, y sabiendo que el número fijo de combatientes “que no

pudo ser tan crecido como escribió alguno”, pusieron otros tantos en

campaña para el día remplazado del conflicto.

Poco después, al salir el sol, se enfrentaron ambos grupos, los cuales

“fueron puestos en fila con orden numérico”. Se trabó de una y otra

parte una lucha reñida, “peleando sin armas, a brazo partido, y sin dejar

de herirse a puño cerrado, cuerpo a cuerpo. Resonaban entre tanto las

cajas y clarines, y disparaban los que quedaron a la vista a carga cerrada

los fusiles a lo alto, pues sin armas se había pactado el conflicto”.

En el siguiente capítulo, Félix de Espinosa refiere la aparición de la

cruz. “Quiso el cielo prevenir el trono de esta cruz milagrosa, cuando

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en medio de la densa oscuridad que observaron, no sólo los que venían

de conquistadores, sino los mismos gentiles [indios] al tiempo de la

refriega, vieron todos una claridad tan activa que les robó las atenciones,

y en el centro una cruz refulgente, como de cuatro varas, entre blanca y

roja, suspensa en el aire, y a su lado una imagen que les representaba

al patrón de las Españas señor Santiago, casi perpendicularmente sobre

el centro donde se colocó después la cruz de piedra. Con este prodigio

cesó por fin la refriega, y causó en todos aquellos reverente admiración,

que haciéndolos verter muchas lágrimas produjo los deseados efectos

de pacificarse los gentiles y admitir gustosos la luz del santo evangelio”.

Como podemos observar la lucha no fue real, sólo se simuló una batalla.

Félix de Espinosa refiere la fecha y aparición de la cruz de la siguiente

manera. “Sucedió esto a veinticinco de julio de mil quinientos treinta

y uno, día del apóstol Santiago, y se tomó posesión de este sitio en

nombre de la majestad católica. Pidieron los gentiles [indios] por señal

de las paces que pactaban, les plantasen una cruz en este cerrillo en

que se habían de congregar, y el día veintiséis, que solemniza la Iglesia

a la Señora Santa Ana, se colocó una cruz de madera”. Posteriormente,

a petición de los indios esta cruz fue reemplazada por una de cantera.

Una pregunta que nos hacíamos al inicio de este artículo es ¿qué

resultados han arrojado las recientes investigaciones al respecto? Pues

bien, el acucioso historiador David Wright afirma en su libro Querétaro

en el siglo XVI. Fuentes documentales primarias (publicado por el

gobierno de Querétaro en 1989), que “hacia 1540, aproximadamente,

llegó al asentamiento otomí de Andamaxei el encomendero de

Acámbaro, Hernán Pérez de Bocanegra […] Pérez de Bocanegra fue por

un fraile franciscano de la provincia de Michoacán, éste bautizó a Conni,

dándole el nombre cristiano de Hernando de Tapia […] Poco después

del bautizo de Hernando de Tapia, se fundó el pueblo en el valle”.

Como podemos ver, la fecha no corresponde a la que comúnmente

se dice en la tradición. El mismo historiador nos dice que “la fecha

más probable para la fundación de Querétaro es hacia 1540”. Además

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dice que “desde hace más de dos siglos se ha fijado la fecha de la

fundación de Querétaro en 1531, confundiendo la mitológica batalla sin

armas inventada en la Relación de Nicolás de San Luis con el verdadero

poblamiento del lugar por Conni”. Dice que esta fecha errónea fue

propuesta por fary Isidro Félix de Espinosa.

Por su parte la historiadora Lourdes Somohano Martínez en su libro La

versión histórica de la conquista y la organización política del pueblo

de indios de Querétaro (publicado por el Tecnológico de Monterrey

en 2003), afirma que en 1531 Nuño de Guzmán, después de haber

concluido la conquista de Nueva Galicia, envió a varios capitanes hacia

distintos lugares para ampliar y consolidar sus nuevas adquisiciones.

Uno de ellos era el capitán Maximiliano de Angulo, quien llevaba la

orden de tomar las estancias por donde pasara “y pusiese cruces en

ellas tomando la posesión por la dicha villa”. En el camino se encontró

con indios que le hicieron guerra en lo que hoy es Querétaro. Los

conquistadores les anunciaron a los indios principales que esas tierras

ahora pertenecían a Nuño de Guzmán. Uno de los indios, Nanacach,

“principal otomí radicado en Querétaro desde 1528”, ofreció toda su

ayuda a los españoles. Hubo un encuentro bélico, pero Nanacach no

participó en la batalla, antes bien, huyó y posteriormente los españoles

tomaron el pueblo de Tlachco en nombre de Nuño de Guzmán.

Respecto a la cruz, Lourdes Somohano afirma que “el solar donde se

colocó la cruz, sobre el cerro Sangremal, pertenecía a la casa de uno

de los principales otomíes, Nanaccach, o Conni”. Esta cruz era usada –

según investigaciones de la historiadora– “además de un signo visible de

pertenencia, significó un límite, una mojonera para dividir los términos

entre la Nueva Galicia y la Nueva España”.

Como podemos ver, Conin, Conni, Nanacach, Hernando o Fernando

de Tapia fue el iniciador del poblamiento de Queréndaro, Tlachco,

Andamaxei o Querétaro. La fecha –entre otras cosas– está en discusión.

La leyenda que corre de boca en boca, y de generación en generación,

es sin lugar a dudas una forma más de mantener la creencia en un suceso

histórico por demás fantástico.

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SOBRE LOS TRAJES PROFANOS, AFEITES, ESCOTADOS, Y

CULPABLES ORNATOS. QUERÉTARO, 1691

Voces del dolor, nacidas de la multitud de pecados que se cometen por

los trajes profanos, afeites, escotados y culpables ornatos, que en estos

miserables tiempos y en los anteriores ha introducido el infernal Dragón

para destruir y acabar con las almas, que con su preciosísima sangre

redimió nuestro amantísimo Jesús. Así se llama el texto que escribió

el fraile Antonio de Ezcaray, predicador de su Majestad, y Apostólico

del Colegio, y Misión de Propaganda Fide de las Indias Occidentales,

de la ciudad de Santiago de Querétaro, publicado en 1691. Este texto

sirvió de sermón para orientar a los católicos queretanos del siglo XVII.

Como decía su mimo autor, refiriéndose a sus feligreses. “Tenemos

los religiosos de la Cruz muchos títulos para mirar vuestras almas, os

debemos mucho, nos dais de comer, os quitáis el bocado de la boca

para que no nos falte, y aun la capa para que nos vistamos. Y como

no podemos pagar tantos beneficios, sino cuidando de nuestras almas,

incesantemente estamos a la vista, porque esta común bestia, e infernal

Dragón no os despedace”.

La base con la que fray Antonio de Ezcaray sustenta su texto es que

“cuando es pública la culpa, pública debe ser la reprehensión”. Además,

el fraile Alonso Guerrero de Zúñiga, Lector Jubilado, Cronista, Exvice-

Comisario General, y Padre más antiguo de la Provincia de Michoacán

dice sobre la obra de Ezcaray que se debía a su tanto celo y “a favor de

las almas, se quite lo profano de galas y vestidos que usan las mujeres

en sus trajes, con peligro constante de su vida, y nota escandalosa de

su honor”.

Pero, ¿a qué tipo de ropa se refiere?, ¿por qué corrían peligro sus almas

y daba nota escandalosa en su honor? Veamos, Ezcaray afirma que las

mujeres tienen “permitido el adorno decente”, pero advierte que “es

en exceso, tan demasiado en los hombres, que no pueden las mujeres

adornarse si no es tocando en el extremo”.

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Por ello el autor afirma tener dos motivos para escribir el libro: primero,

honrar a Dios, hacer bien al prójimo, a su conciencia, y vengarse del

Dragón que por tantos caminos lo perseguía; segundo, que supieran

que lo que predicaba, hablaba, aconsejaba y reprendía no era por

cuestiones voluntariosas, sino “fundadas razonablemente en las

Sagradas Escrituras, así como en los Concilios, los Santos Padres, los

autores timoratos, las Revelaciones, las historias verídicas, las vidas de

los santos ejemplos y otros graves fundamentos”. Al parecer estaba

bien armado para fundamentar sus razonamientos.

Fray Antonio de Ezcaray no sólo predicaba en contra de mantos y

puntas, sino en contra de todo lo que era considerado culpable de

ornato. Decía que en Querétaro algunas señoras le habían dicho que

predicara en contra de los mantos, pues además de ser muy caros (el

corte valía 25 pesos), le decían que “las puntas son un infierno porque

enseñamos ya el pecho, ya las espaldas, se ve la cabeza, el chiqueador

(nido del demonio), las rosas, cintas, rizos, y todo lo demás profano que

traemos; y con el manto de gloria van más denudas que si no llevaran

manto”. También le hacían saber que las principales mujeres que se

resistían a despojarse de sus mantos eran las de edad avanzada, ya que

con las puntas disimulaban los años, y “las viejas llenas de hoyos parecen

niñas, y les sirven las puntas para hacer señas y chiqueos, enseñando los

dedos y las manos, y más si son blancas”.

Dice que si las universidades de Salamanca y Alcalá prohíben las pinturas

deshonestas, con más razón debe prohibirse los “culpables ornatos que

provocan la lujuria”. Otro elemento que toma para sustentar su censura

se basa en Antonio de Nebrija quien afirma que la palabra profanidad

se deriva del verbo profano, profanas [sic] que significa ensuciar la cosa

sagrada. Así, dice entender a la palabra en tanto su sentido remite a lo

impío y lo malo, relacionándolo con los vestidos de las mujeres porque

“por medio de ellos es que las mujeres se oponen a la voluntad de

Dios”. Aclara que el vocabulario eclesiástico dice que esta palabra no

siempre es “mala” ya que también es usada para referirse a los profanos,

es decir a los no consagrados.

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Pero, ¿cuál voluntad de Dios? Al respecto aclara que en lo que respecta

a lo decente y lo honesto hay tres cosas que se deben tomar en cuenta

en dichos ornatos; primero, la forma, ya que tanto hombres como

mujeres con esos vestidos parecen un día flamencos, otro alemanes, uno

más franceses, otro griegos, otro armenios, es decir pierden la forma y

figura de lo que son; segundo, la cualidad, que consiste en la molicie y

suavidad de la materia y en su “delicioso uso”; tercero, la preciosidad

y superfluidad, pues estos vestidos y ornatos de “cuatro cabezas” le

pertenecen al demonio por lo que deben prohibirse y condenarse.

Dice que con esos trajes se provoca lujuria en quien los mira, fomentando

con ello lascivia; se inquieta la carne de quien los trae puestos, por ser

de materia delicada y blanda, provocando soberbia y vanidad, por lo

que vienen muchos pecados.

Por lo anterior pregunta lo siguiente: “¿puede llegar el traje a más

desorden que al que ha llegado en estos tiempos?, ¿qué más incentivo

de lujuria que ver a las mujeres con una saya abierta por delante?, ¿qué

más incentivo que ver a los hombres con unos calzones tan ajustados?.

La idea de Satanás está presente en sus reflexiones, por eso inquiere lo

siguiente: “¿No acaso a vuestros mantos de infierno llamáis mantos de

humo?, pues cuando sale por las calles una de estas mujeres con manto

de humo, es señal que hay dentro de ella gran fuego, y está como una

casa, que cuando el humo arroja por fuera, se está ardiendo en llamas

por dentro. Qué mayor infierno que unos zapatos de polevi o palillo,

con tanta profanidad que los adornan en tafetán, cairelados y cosidos

con hilo de oro y seda?”.

También critica los anillos, las pulseras y las joyas en las mujeres que

acostumbran llevar escotados la espalda y el pecho, así como el cabello

rizado, con tocado y listones, sobre todo cuando el pelo que llevaban

era postizo.

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Es interesante observar que su crítica está relacionada con el concepto

que tenía de la masculinidad española. Por eso dice que los hombres

“con tanta vileza para la nación española se han quitado el bigote y

el pelo, poniéndose cabelleras postizas”. Comparaba su tiempo con

otros anteriores “cuando la nación española se hacía temer y respetar”.

Recordaba con cierta nostalgia la época en que “le daba a un hombre

la vuelta con el bigote a la oreja, y se ataba el extremo de la barba a la

pretina, y más miedo causaban con echar la mano a la barba que hoy

con sacar la espada”.

Es curioso notar que parte de la culpa la adjudica al chocolate. “Desde

que hay chocolate en España se afeminaron los hombres, se deslizaron

las mujeres, y aún lo más perfecto empezó a relajarse”. Por eso cuenta

que un médico confundió a un paciente con una paciente, debido al

exceso de listones que traía.

Aunado a lo anterior critica que muchos maridos tuvieran que empeñar

sus cosas para comprar los vestidos y adornos de sus esposas. Dice

que ambos cometen pecado y que en los “culpables ornatos” se hallan

todos los vicios capitales. La vanidad y soberbia, porque toda su ansia es

que las celebren por hermosas; la envidia, porque se carcomen de otras

que las aventajan o igualan; la ira, porque fácilmente se enojan con los

de su casa, y con las más sobresalientes en hermosura y gala; la avaricia,

porque para mantener la gala guardan con demasía lo que tienen, y

codician lo que no tienen; la gula, porque para conciliar la hermosura

atienden con demasía al regalo; la lujuria, porque el traje profano es su

nido, y porque la castidad no se cría entre esas pajas, sino entre espinas;

la pereza, porque, como dijo San Agustín, las que son muy diligentes

en los adornos del cuerpo, suelen ser negligentes en cuidar del bien de

sus almas, y gastando muchas horas en componerse, se les hace muy

larga una misa de media hora. Acompañadas a estos pecados también

están, dice fray Antonio de Ezcaray, la vanagloria, la superfluidad, la

impudicia, la provocación a la lujuria, el desprecio del prójimo, la falta

de misericordia con los pobres, el desperdicio del tiempo, y la sordera

a las inspiraciones de Dios y a las voces de sus ministros.

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Su censura también la hace desde los diez mandamientos. El primero,

que manda amar al prójimo como a sí mismo, porque no puede amarlo

quien escandaliza y da mal ejemplo; el segundo, porque muchas

mujeres juran que se componen para sus maridos, cuando la verdad

es que lo hacen para ser vistas; el tercero, porque no oyen misa con

devoción, por llegar tarde por culpa de estar componiéndose; el cuarto,

porque desprecian al prójimo; el quinto, porque se carcomen y mueren

de envidia que haya otras mujeres más bien vestidas y más hermosas,

llegando incluso a tener odio mortal; el sexto, porque la profanidad

es leña con que se conserva, arde, y fomenta el fuego infernal de la

lujuria; el séptimo, porque hurtan a los pobres lo que les habían de dar

de limosna; el octavo, porque dicen muchas mentiras, el noveno y el

décimo (sic), porque para componerse apetecen los bienes ajenos.

Menciona que incluso en los templos, la gente murmuraba y volteaba

a ver a esas mujeres provocando con ello que no atendieran la misa. La

preocupación de fray Antonio de Ezcaray radicaba también en el peligro

que corrían los hombres. Dice: “la mujer mala es como red barredora

que todo lo coge. En esta red cae el muchacho, el viejo, el estudiante,

el literato, el artífice, el soldado, el eclesiástico y el secular”. También

está conciente de que las pulquerías son causa de tanto mal, sobre todo

porque ahí asisten tanto hombres como mujeres. De nada sirve, dice,

que afirmen que se hermosean sin el fin de enamorar a los hombres, por

eso propone que volviendo el rostro a la calavera se diga:

[¿] De qué te sirve mujer

Estas galas, y escotados,

Si te han de comer gusanos?

Critica que las mujeres traten de mejorar la creación de Dios, al retocar

su rostro. Dice que si son feas, pues así las hizo Dios y no tienen por qué

querer mejorar su obra, ya que pretender hacerlo es pecado mortal.

Menciona que Dios hizo el rostro para que “por él se reconozcan las

personas, y sirve no sólo para que los principales sentidos se ejerciten,

sino para mostrar los afectos del corazón, la ira, la tristeza, y la alegría”.

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Pero reconoce que los confesores también pueden ser causa del desvío

de las mujeres, ya que de manera irresponsable, en vez de orientarlas,

algunos les dan la absolución. Esto lo ilustra con la siguiente narración.

“Un religioso estando en oración vio que en la iglesia entraba una mujer

desnuda de todo el cuerpo, pero en los pies unos zapatos, o chapines,

acompañándola dos lobos, los cuales no entraban con ella en la iglesia,

sino que en la puerta se quedaban esperándola. Le preguntó el religioso

¿quién eres y por qué vas desnuda? Respondió: yo soy una mujer que

fui muy amiga de ir adornada con galas, pero dejándolas todas me

confesé e hice penitencia por haberlas llevado, y el Señor me da ahora

el Purgatorio de que aparezca desnuda delante de todos, especialmente

en las iglesias, en donde di ocasión con mis adornos para que pecaran

los hombres; aunque en los pies no traigo casi pena, en recompensa de

que cuando me convertí a hacer penitencia, di de limosna a los pobres

el calzado con que me adornaba los pies. Los dos lobos que vez son

dos confesores que tuve, porque no me negaron la absolución cuando

me confesaba con ellos, viendo que no me enmendaba en aliñarme,

padecen gravísimas penas, y con razón, pues yo conozco, que mucho

antes me hubiera enmendado, y muchísimas se enmendaran, y se

salvaran, si fuesen de sus confesores reprehendidas, y si les negaran la

absolución, dejaran sus trajes y adornos”.

Es interesante notar que también censura a las mujeres que se perforan

las orejas para ponerse aretes. Dice: “¿qué más pervertirse y destruirse

la naturaleza que hacerse una mujer una llaga en las orejas para colgar

las arracadas?”.

Por eso les recomienda a las mujeres que hilen y borden no tanto por

la necesidad sino para mantener la virtud y para no estar de ociosas, así

como para mantener la honestidad y el recogimiento.

Un elemento que llama la atención en su censura es la relación que hace

del pecado con la política. Así, advierte del daño que las mujeres que

se visten impúdicamente le hacen al reino y a la república, pues se corre

18


el riesgo de que todas las mujeres sean consideradas como prostitutas.

El extranjero podría preguntar, dice, “¿en esta tierra todas son mujeres

públicas?”. Por eso dice que sólo las mujeres públicas tienen permiso,

según la ley, de usar jubones y escotados, pues por ello son reconocidas.

Por su parte, a los predicadores que como él orientan a sus feligreses –

dice– que sean llevados como grano puro; y a las mujeres que continúan

pecando, que las frieguen y quiten la vida y sean arrojadas a las llamas

del infierno. Pero preocupado porque las pecadoras enmienden sus

acciones, trata de convencerlas de actuar correctamente; para ello hace

uso de amenazas revestidas de alegorías infernales. A continuación un

ejemplo de ello.

“Se apareció una mujer condenada a un religioso, caballera [sic] en

un Dragón, rodeada de llamas infernales, a los dos lados venían dos

demonios que la traían presa con dos cadenas de fuego, cuyos remates

le penetraban las entrañas. Sus cabellos eran culebras que le roían los

sesos; sus ojos picaban dos fieros escorpiones y por arracadas traía

dos encendidos ratones; por collarejos traía en la garganta dos fueras

serpientes que no la dejaban respirar, y con las bocas le despedazaban

los pechos; en los dedos traían unos sortijones de fuego, y tenía los pies

atados al vientre de Dragón en que venía”.

Con esto podemos darnos una idea de la manera de pensar de algunos

religiosos franciscanos de finales del siglo XVII. Su celo por cuidar su

rebaño los llevaba a escribir sermones como este que, si bien hoy nos

pudiera parecer exagerado, en aquellos tiempos no era tan difícil de

aceptar. Cómo dice fray Antonio de Ezcaray ¿cuándo levantará los ojos

al cielo el que tiene por gloria la seda? Y afirma “Querétaro aunque

eres grande en moradores, eres mayor en culpas y pecados”, y tratando

de que las mujeres enmienden su conducta dedica un capítulo de su

sermón, “sin usar latín ninguno” a los castigos que pueden tener si

persisten en pecar. Entre esos castigos sobresalía siempre el infierno.

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“Entonces vinieron dos demonios con lanzas de fuego, y la trasladaron

y metieron en una grande olla de plomo ardiente y derretido”.

Fuente consultada

Fray Antonio de Ezcaray, predicador de su Majestad, y Apostólico del

Colegio, y Misión de Propaganda Fide de las indias Occidentales de

la ciudad de Santiago de Querétaro. Voces del dolor, nacidas de la

multitud de pecados que se cometen por los trajes profanos, afeites,

escotados y culpables ornatos, que en estos miserables tiempos y en los

anteriores ha introducido el infernal Dragón para destruir y acabar con

las almas, que con su preciosísima sangre redimió nuestro amantísimo

Jesús. 1691.

SERMÓN SOBRE LA MUERTE. EL CASO DEL FRAILE FRANCISCANO

ANDRÉS LEONARDO. QUERÉTARO, 1717

En 1717 murió en Querétaro el fraile franciscano Andrés Leonardo, de la

iglesia de Santa Anna. Por ello el fraile Juan Antonio Tirado, de la misma

orden, dijo un sermón funeral en el Real Convento de Santa Clara de

Jesús. El sermón se divide en dos partes: la primera, es una apología

de la muerte, utilizando para ello al oro como elemento simbólico; la

segunda, es una exaltación de la vida de fray Andrés Leonardo, a partir

de acciones anormales de éste.

Varios altos jerarcas religiosos dieron su anuencia para la publicación

del sermón. Uno de ellos fue el R. P. Juan Ignacio de Uribe, Profeso de

cuarto voto de la Sagrada Compañía de Jesús, Catedrático de Prima

que fue en el Colegio Máximo de S. Pedro y S. Pablo, y Procurador

General para Roma, por su Provincia de Nueva España. Dijo: “Que se

hagan a la luz pública para nuestra edificación y ejemplo, y para la gloria

de Dios, sin que estas voces anticipen más crédito que el que lleva de

suyo la opinión humana siempre falible y como no hay nada que pueda

parecer opuesto a los dogmas de nuestra santa fe, y ejemplo de las

buenas costumbres, doy licencia para su publicación”.

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El sermón advierte que los católicos no deben quejarse de la muerte.

Al respecto dice lo siguiente: “Lamentable desventura la de la tierra,

pues cuanto presto la enriquece la Omnipotencia, con espíritus tan

excelentes y grandes, que parecen ángeles, más que hombres, le quita

la muerte cruel, tan rica, y tan apetecible posesión. Pero no es dictamen

católico dar quejas contra la muerte tirana, sí lo es alabar la providencia

divina. No es la potestad de la muerte tan grande, que pueda ejecutar

lo que quiere, sin que la sabia providencia se lo mande, y aunque por

imposible la muerte sola nos quitara la feliz posesión de los justos, que

son las prendas que más amamos, no por esto debíamos quejarnos

de la muerte, antes bien agradecerle como favor, lo que nos parece

crueldad, y si no lo quieren creer, atiendan mi razón”.

Por eso, porque no es dictamen católico, recrimina a los que se quejan

de la muerte. Les dice que no es posible que una tierra pueda ser tan

villana. Les pregunta por qué no se muestran agradecidos. Les habla de

que Querétaro, al ser “vista por el cielo”, está obligada a comportarse

de acuerdo a la religión. Por ello les pregunta: “¿No haz de corresponder

tanta bizarría con una dádiva siquiera?”. Y les pide dar oro: “Ofrece al

cielo de tus metales el más rico, dale oro, que es el más rico de tus

metales”.

Aclara que no son los justos en la estimación de Dios tosco barro, sino

oro puro; así, –dice– “dando la tierra racional este metal precioso al

cielo, no padecerá la fea nota de ingrata, ni habrá tan poca lengua que

diga que no paga mucho con la bizarría que el cielo obliga”.

Pero ¿quién tiene oro?, ¿quién puede ser el portador de este riquísimo

metal?, ¿quién ha de llevar ese oro al cielo?, se pregunta, y al instante

contesta que es la muerte. “La muerte que lo ha llevado hasta lo

presente, lo llevará también en adelante. Luego, siendo la muerte la que

desempeña a la tierra, llevando al cielo esta dádiva preciosa, con que

agradecida le paga, debe la tierra agradecer a la muerte esta fineza”.

Dice que cuando la muerte saca a los justos de entre los vivos, debemos

21


agradecerle, como favor, lo que nos parece crueldad. Afirma que no

debemos darle tristes quejas, sino rendirle alegres gracias, porque si la

muerte no nos “desempeñara”, no habíamos de hallar quien lo hiciera.

Por eso advierte que cuando se vea a algún hombre que no comete

pecado grave, no debe decirse que es polvo inmundo, sino oro limpio; si

no comete pecado venial, debe llamársele oro más puro que el primero;

y si careciese, por especialísima gracia, de la habitual desordenada

concupiscencia del apetito sensitivo, efecto del primer pecado, se le

debe llamar el oro más puro de cuantos ha “criado” el cielo. Pero deja

en claro que esta gloriosísima alabanza solamente se canta de la siempre

Virgen María, “aquella gran Señora que dio el oro más fino y puro”.

Es interesante notar su aseveración de que el sufrimiento es necesario

para distinguir a los virtuosos de los que no lo son. Y dicho sufrimiento,

lo concibe, como una prueba que Dios les pone a los justos, de igual

forma que el oro se prueba con el fuego.

“¿En qué el hombre se hace conocible al oro? ¿En qué lo distingue de la

escoria? Bien los conoce Dios desde el averno, pero como los hombres

no pueden discernir al uno del otro, quiere Dios que conozcan cuál

de los dos es el virtuoso. Vayan los dos al fuego de la tribulación y del

martirio. Véanlos ahora, el que tolera el fuego con paciencia, y mientras

más arde, está más limpio, sin irse en nada de los pestilentes humos de

impaciencias, ese es el elegido por Dios para su gloria”.

Por ello el justo es probado por Dios como el oro. Fray Juan Antonio

Tirado dice que así como dan y quitan las llamas al oro, dan y quitan

las tribulaciones al justo. Les pide ver con claridad a los católicos. Les

pide observar que lo primero que hace el voracísimo incendio en este

metal precioso, es quitarle aquella escoria y la demás inmundicia que

lo desluce y lo afea, dejándolo tan limpio, puro y claro que “deleita y

enamora a quien lo mira”. Oh, –dice fray Juan Antonio Tirado– “cuánto

es lo que debe el oro al fuego, nada menos que los brillantes lucimientos

con que se lleva los ojos. Pues esto mismo deben a las tribulaciones

22


los justos, porque éstas les hacen escupir por la confesión las escorias

abominables de las culpas más leves, dejándolos tan limpios, tan lucidos,

y tan hermosos que deleitan en ellos los ojos divinos”.

La segunda parte del sermón funeral, como dijimos en líneas anteriores,

es una exaltación de la vida de fray Andrés Leonardo. Sobre él escribió

que por no cometer un leve pecado, deseaba perder el entendimiento,

y prefería morir en muerte venial. Por ello le dijo a su confesor lo

siguiente: “Ahora fuera bueno pedir a Dios y a María Santísima, que mi

juicio se acabara, porque un hermanito loco, aunque no puede merecer,

tampoco puede, ni venialmente pecar”. Al siguiente día “amaneció

sin juicio”. Decía que lo que más deseaba en vida era salir de esta

vida. Este estar fuera de la razón provocó que hiciera cosas anormales,

entre ellas el mismo fraile Juan Antonio Tirado escribió varios casos. A

continuación tres de ellos:

Primer caso. “Había un pobre mendigo en Querétaro que tenía una

hinchazón o tumor, de donde por una fístula despedía tan asquerosas

y pestilentes podres [pus] que aún en notable distancia no se podía

tolerar el mal olor. Aun así [fray Andrés Leonardo] acercaba su boca a la

fístula y le quitaba las costras con la lengua y succionaba toda la podre

hasta que la hinchazón quedaba enjuta”.

Segundo caso. “A otro pobre que tenía un dedo de un pie podrido

y sobre manera hediondo, limpiaba con su lengua la podre inmunda,

postrado en tierra. Lo mismo hizo con muchos otros, no sin maravillosos

efectos”.

Tercer caso. “Rompiendo en una ocasión un cirujano una hinchazón

que tenía un enfermo religioso, sacó de ella tal porción de sangre y

podre, que se llenó una escudilla muy grande; entró en esta ocasión el

V. P. de Santa Anna a visitar al paciente, como lo tenía por costumbre,

llevado de su caridad admirable, lo lastimó mucho su enfermedad y

dolor, y deseoso de padecer el mismo tormento que su hermano, tomó

la escudilla como pudo y aplicando a ella la boca con gran trabajo se

bebió toda la podre”.

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Estas actitudes de fray Andrés Leonardo si bien fueron tomadas en

cuenta como martirio de Dios para purificar su alma, y convertirlas en

oro puro, no fueron tan extrañas a su anterior comportamiento, ya que

continuamente “hacía patente la mortificación de su carne”. Además,

una vez que lo halló el enfermero sacando la podre hedionda de un

enfermo, fray Andrés Leonardo, al ser descubierto, le rogó al enfermero

que no lo denunciara; es decir, al parecer se daba cuenta de que lo que

hacía podría merecer alguna sanción.

De hecho los demás frailes sabían que “graves y vehementes eran los

dolores, muchas y tremendas las angustias, que padecía el padre V.

P. de Santa Anna pero aun así buscaba ansioso más penalidades que

gustar y tormentos que beber”. En el sermón fúnebre se escribió que

“nunca faltaba de su memoria la muerte y pasión dolorosa de la muy

amada vida de su alma”. Quizá por eso cuando hablaba acostumbraba

“mentar los clavos agudos de que pendió en el sagrado madero nuestro

redentor Jesucristo, otras veces lo que citaba eran otros instrumentos

y los azotes que le dieron”. Además, “a quien no traía el santísimo

Rosario al cuello reprendía con tan fervoroso celo, y santo enojo, que lo

dejaba atemorizado y compungido”. Sobre el comportamiento de fray

Andrés Leonardo, podemos decir entonces, en palabras de fray Juan

Antonio Tirado, “¿acaso estaba muy en sí nuestro difunto?”.

Al publicar este sermón funeral la iglesia mostró un acendrado interés

por orientar religiosamente a los católicos en Querétaro, a principios

del siglo XVIII. Asociando la idea de la muerte con la del martirio, y

resaltando actitudes como la de fray Andrés Leonardo, a pesar de ser

vistas como propias de una persona falta de razón, fueron utilizadas

como parte del sermón fúnebre para exaltar que “todo el mundo es un

horno, los justos son oro, y las tribulaciones un fuego”.

24


Fuente consultada

Fr. Juan Antonio Tirado. Oro purificado y encendido. Sermón Funeral,

que en honras del venerable padre Fr. Andrés Leonardo, de Santa Anna,

religioso de N. S. P. S. Francisco, hijo de la Santa Provincia de los GG.

AAp. S. Pedro y S. Pablo de Michoacán, Predicador, Maestro; que fue

de Sagrada Teología y de Novicios del Convento de S. Buenaventura de

Valladolid. Celebradas en el Real Convento de Santa Clara de Jesús, de

la ciudad de Querétaro, por su M. V. Y Santa Comunidad. Predicó el P. Fr.

Juan Antonio Tirado, Predicador Jubilado, hijo de la sobredicha Santa

Provincia, 1717. Biblioteca del H. Congreso del Estado de Querétaro

Arteaga.

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MILICIAS CÍVICAS, CELADORES DE POLICÍA, Y CUARTELES

NUMERADOS EN QUERÉTARO (1824-1838)

Milicias cívicas

Una vez lograda la Independencia nacional se hizo necesario reorganizar

al país en muchos aspectos, uno de ellos fue la tranquilidad social. En

Querétaro, de 1824 a 1838, se dieron varias formas de organización.

Desde las propuestas por el gobierno general, para defender a la

nación, hasta la creación de cuarteles numerados, para mantener la paz

en las calles de la ciudad.

El 4 de marzo de 1824 el Congreso Constituyente de Querétaro

decretó el establecimiento de la Milicia Nacional en todo el estado.

Ésta conforme a las disposiciones del gobierno general. El reglamento

de dicha milicia había sido sancionado por el Soberano Congreso en

México el 3 de agosto de 1822, y repetido el 8 de abril de 1823.

Posteriormente el 13 de marzo de 1824 se dio en Querétaro la orden

para que el ciudadano Felipe Codillos, “comandante accidental de la

Milicia Activa” llevara a cabo el alistamiento de la gente voluntaria para

conformar dicha milicia, y tomando en consideración de que no se diera

el número suficiente para conformarla, el Congreso decretó el 6 de

mayo que se llevaría a cabo un sorteo, de acuerdo al decreto de 1767,

quedando exentos de participar en él –entre otros– los trabajadores de

las minas, los de labor, y los de ciencias y artes. Se decía que entrarían al

sorteo los que no tuvieran ocupación útil personal por no saber oficio o

por no tener en qué ejercitarlo, así como que las personas privilegiadas

en el gobierno anterior “y que vulgarmente se les llamaba decentes,

con abuso de la ley” serían parte del sorteo. También se informaba, por

decreto del 3 de junio, que el “ponerse” en actual servicio en la milicia

activa del estado no causaría vacante de los empleos municipales, pero

sí una excepción temporal mientras se estuviera sirviendo con las armas.

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Es interesante observar que el 27 de agosto el Congreso dio la orden

de que la asignación del “cupo” a las municipalidades no se haría

conforme al censo del año 1793, sino según el número de la población

del año 1824; además, que el número de ciudadanos que se hubieran

inscrito voluntariamente en la milicia activa no serían estimados como

parte del cupo de la municipalidad de que fueran vecinos.

Posteriormente se facultaría al Gobierno para que dictara las providencias

convenientes para “colectar el cupo de hombres para reemplazos del

ejército”. Esto porque el Gobierno de Querétaro tenía que “entregarle”

dichos hombres el 31 de octubre al Comandante General del estado, de

acuerdo al “celo y patriotismo” del gobernador. En el mismo documento

se informaba que el gobernador debería promover activamente la

aprehensión de desertores. Con esto, el 27 de agosto, el Congreso del

estado de Querétaro facultaba al Gobierno del estado para que éste

creara la Milicia Activa.

Lo anterior no significaba que el Gobierno del estado estuviera a

cargo de todas las acciones, ya que los jefes políticos y los alcaldes

constitucionales deberían resolver las dudas que se suscitaran sobre los

posibles exentos de participar en el sorteo. Esto de acuerdo al decreto

del 27 de octubre del mismo año de 1824. En éste se mencionaba que

estaban exentos todos los estudiantes aunque no estuvieran matriculados

en los colegios y los conventos del estado, así como los individuos

dedicados a las ciencias que se encontraran en esos establecimientos

seis meses antes de la publicación del sorteo. También se informaba

que estaban exentos los fabricantes de lana y algodón.

Cuatro años después, el 29 de diciembre de 1827, el Gobierno del

estado de Querétaro publicó la Ley sobre arreglo de la Milicia Nacional

Local sancionada por las Cortes Generales. Esta ley le fue comunicada

al gobernador por medio del Ministerio de Relaciones. En ella se

afirmaban –entre otras cosas– que todo mexicano estaba obligado a

concurrir a la defensa de la Patria, cuando fuera llamado por la ley;

que dichos individuos conformaban la Milicia Nacional Local; que dicha

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milicia estaba sujeta respectivamente a los gobernadores de los estados

y al presidente de la República; que la milicia estaba obligada a sostener

la Independencia nacional y la Constitución de la República, así como a

escoltar los reos y los caudales de públicos de la federación en donde

no hubiera tropa permanente o activa sobre las armas, hasta el punto

donde hubiere guarnición. Se decía que esta milicia estaba formada por

infantería, artillería y caballería. También se decía que cuando hubiera

fiestas nacionales la Milicia Local ocuparía el puesto siguiente a la milicia

permanente, prefiriéndose ésta cuando llevara estandarte y la primera

no.

A pesar de que esta ley era general para todo el país, cada estado

podía hacer los cambios que considerara necesarios y que no alteraran

el sentido de dicha ley. En el caso de Querétaro se hicieron algunos

cambios. Así, por decreto del 1º de septiembre de 1829, se dijo que no

se admitirían en la milicia cívica a los empleados del estado, aún cuando

ellos quisieran unirse a ésta voluntariamente. En el mes siguiente, el 29

de octubre de 1829, el gobierno de Querétaro publicó las Adicciones

y reformas hechas al reglamento de 4 de octubre de 1828. Entre otras

cosas se decía que todo queretano de la edad de diez y seis años hasta

de cincuenta estaba obligado a servir a la milicia nacional local, por lo que

debería tomar las armas cuando lo llamara el Estado. Se mencionaban

las penas a que se harían acreedores por faltas. Un ejemplo es el que los

oficiales, sargentos y cabos que toleraran en el cuartel “juegos y otros

desórdenes” sufrirían hasta quince días de arresto.

Posteriormente, el 18 de marzo de 1830, el Congreso de Querétaro

por medio de un decreto derogó las reformas del reglamento de milicia

cívica del 4 de octubre de 1828, con lo que el gobernador, conforme

a la población de cada distrito, designaría la fuerza y arma que le

correspondería, subdividiéndola en la misma proporción entre sus

municipalidades. A su vez el ayuntamiento de cada municipalidad, con

asistencia del prefecto respectivo, procedería a sortear los individuos

de su cupo. No se admitirían voluntarios al servicio de la milicia local,

29


y los que estuvieran en esa situación serían reemplazados en un nuevo

sorteo. En otro decreto, del 20 de marzo de 1830, se declararon nulos los

nombramientos de jefes, oficiales, sargentos y cabos de la milicia cívica

verificados sin las formalidades que se requerían para tal efecto en 1828.

Días después, el 23 de marzo de 1830, también por decreto, se dijo que

el gobierno de Querétaro pagaría de los fondos del estado la milicia

cívica que estimara conveniente poner sobre las armas en servicio activo.

En otro decreto, del 24 de mayo del mismo año, el Congreso autorizó al

gobierno para que gastara la cantidad de seiscientos cincuenta pesos

en la recomposición de armas para la milicia cívica. Esto es interesante si

tomamos en cuenta que el 11 de junio el mismo Congreso decretó que

el gobierno podía gastar seiscientos setenta pesos en la construcción de

instrumentos de seguridad, y utensilios necesarios para que se hiciera

efectiva la pena de los sentenciados al servicio de obras públicas. Es

decir, se asignaba más dinero a la protección interna del estado.

Para el 10 de agosto de 1830 el Congreso del estado dejaría claro los

demás cambios que se darían en Querétaro con respecto a la Milicia

Cívica. Dijo que la Milicia Local del estado se compondría de un batallón

de infantería, dos escuadrones de caballería y una compañía de artillería.

También que la fuerza que correspondiera a cada municipalidad sería

según su población, y sería organizada por los ayuntamientos por uno

de los métodos siguientes: primero, el de orden alfabético en nombres

y apellidos; segundo, por orden de mayoría de edad; tercero, por el que

mandaba el reglamento de milicia del 4 de octubre de 1828. Se decía

que además de los exentos de participar en dicha milicia, quedaban

también excluidos los siguientes: 1) el hijo que mantuviere a su padre

sexagenario o impedido, o madre viuda; 2) los que no ganaran más

de dos reales diarios; y 3) los sirvientes asalariados que no pasaran de

cuatro pesos mensuales, sin incluir la ración.

Celadores de policía

Con el fin de mantener la paz en la ciudad, el Congreso de Querétaro

creó por decreto el 29 de marzo de 1830 un cuerpo de celadores de

policía en la capital del estado. El número de la fuerza podía ser de

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hasta doscientos cincuenta hombres. Los celadores eran nombrados por

el Ayuntamiento y aprobados por el Gobierno. La obligación que tenía

dicho cuerpo era auxiliar a las autoridades encargadas de conservar

el orden y la tranquilidad pública. Los miembros que lo conformaban

eran ciudadanos y vecinos de la capital en ejercicio de sus derechos.

En el decreto se decía que los milicianos cívicos y los exceptuados para

tal misión no estaban obligados al servicio de celadores. El tiempo de

servicio que duraba el cuerpo era de un año, renovándose cada seis

meses.

Posteriormente, el 28 de julio del mismo año, el Congreso decretó

crear un cuerpo de celadores de policía montados por ocho meses.

Este cuerpo se componía de un cabo primero, y hasta cuarenta y ocho

celadores, según estimara conveniente el Gobierno.

El primero cobraba un sueldo de treinta pesos mensuales, el segundo,

veinticinco, y cada celador cuatro reales diarios, siendo de su cuenta el

costo del caballo, su manutención y montura, para lo cual se abonaba a

cada uno cuatro pesos mensuales.

Respecto a las armas el decreto menciona que se habilitaba a los

cabos y celadores de sables y carabinas pudiendo llevar pistolas el

que quisiera. Las obligaciones que tenían consistían en perseguir a los

ladrones dentro y fuera de la capital, así como cuidar de la seguridad

y la tranquilidad pública de la calle. Los celadores podían aprehender

a los ladrones y “perturbadores” de la tranquilidad pública, haciendo

uso de las armas si era necesario, no sólo para su defensa personal sino

también para perseguir a los delincuentes.

El decreto describe que los vecinos deberían pagar el costo del cuerpo.

También menciona que abriría una “suscripción voluntaria entre los

vecinos pudientes” de la capital para que contribuyeran con lo que les

dictara “su patriotismo”.

31


Es interesante mencionar que los celadores de policía estaban exentos

de las cargas municipales y del servicio de la milicia cívica, además

dependiendo de su “buen porte”, o buen desempeño, serían tomados

en cuenta para “obtener destino”, o carrera profesional en el estado.

Los celadores de policía usaron chaqueta de color azul celeste, con

vueltas y collarín verde y vivos encarnados. El uniforme era costeado a

sus expensas.

Cuarteles numerados

Años después, en 1837, el Congreso de Querétaro por medio de

decreto dividió a la población en cuarteles numerados, y cada cuartel

en calles. Los regidores se repartían el cuidado de uno o más cuarteles

según el número de cada uno. Advertía que en los puntos en donde

no había ayuntamiento serían los jueces de paz los responsables de

cumplir el reglamento.

La organización de los cuarteles era de la siguiente manera. Cada

cuartel tenía dos vigilantes, que eran vecinos del lugar, los cuales eran

nombrados por el regidor y posteriormente los aprobaba el prefecto.

Cada uno se encargaba de la vigilancia de la mitad del cuartel.

En cada cuartel había un ayudante nombrado por el vigilante del cuartel,

el cual estaba subordinado a éste, quien tenía que ser aprobado por el

regidor o juez de paz. Y podían ser relevados de su cargo a juicio del

regidor, juez, prefecto, o subprefecto sin que hubiera “expresión de

causa”.

Es interesante notar que para realizar tales nombramientos se tomaba

en cuenta que la elección cayera en personas de “conocida aptitud”.

El regidor o juez se entendía únicamente con el vigilante del cuartel, y

éste con los ayudantes de sus calles.

Las obligaciones del ayudante de calle eran las siguientes: primera,

tomar cada seis meses, o cuando el subprefecto lo dispusiera, “una

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noticia circunstanciada de todas las personas que vivían en su calle, su

nombre, edad, estado civil, sexo, y oficio”; segunda, estar pendiente de

cualquier novedad que ocurriera en la calle, y participar inmediatamente

al vigilante del cuartel; tercera, “tener gran cuidado de las personas

que se muden de su calle”, dando parte en el acto al ayudante de la

calle a donde se muden, “con expresión de su nombre, edad, sexo,

modo de vivir, y muy principalmente la conducta que guardaron en el

tiempo en que vivieron en la calle de su cargo”, y para que esto se

llevara a cabo, las personas de una calle no se podían mudar si no

avisaban antes al ayudante a donde se iban a ir a vivir; cuarta, dar parte

de los que se mudaran a su calle al vigilante del cuartel, con los datos

antes mencionados, para que esto se llevara a cabo, los dueños de las

casas, cada vez que las arrendaran, tenían la “estrecha obligación” de

participar al ayudante de la calle a quien la habían arrendado, para que

quedara asentado en el padrón. Cada vecino, por su parte, debía dar

parte de las personas que recibiera en su casa y que permanecieran en

ella por más de cinco días, avisando el mismo día en que salieran de ésta,

de no hacerlo eran considerados responsables de cualquier daño que

sobreviniera a causa de no haber avisado a tiempo; quinta, participar

al vigilante de cuartel si en su calle había “sujetos sospechosos, vagos,

o si se reunían en algún punto gran número de personas, en alguna

casa, todos los días, o durante algunos de la semana”, estas partes

debían darse cada semana, los días lunes, al prefecto o subprefecto, o

cuando éstos lo pidieran; sexta, dar cuantas noticias se pidieran sobre

los particulares de su obligación.

Había obligaciones que compartían tanto los vigilantes de cuartel como

los ayudantes de calle, estas eran las siguientes: primera, aprehender en

el acto a todo malhechor, poniéndolo a disposición del juez competente,

y en caso de heridas, robo, o de otro accidente grave, cuidarían de que

los pacientes fueran atendidos física y espiritualmente; segunda, cuidar

con gran atención de que se observaran en sus cuarteles y calles, los

bandos o comunicados de policía que se promulgaran.

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Por su parte, el vigilante de cuartel tenía la obligación de informar al

regidor o al juez las “ocurrencias de su cuartel”. A su vez, el regidor o

juez debía informar al prefecto o subprefecto de lo que le informara el

vigilante. Por último, el prefecto comunicaba al gobierno lo sucedido.

Como podemos observar, tanto las milicias cívicas, como los celadores

de policía, y los cuarteles numerados cumplieron un papel significativo

en Querétaro. Los tres fueron producto de formas de organización para

mantener la paz y el orden necesarios en un país que acababa de nacer

a la vida independiente, así como en una ciudad que buscaba seguir

manteniendo la paz y el desarrollo que le eran característicos. Cada

uno sirvió en su momento para que a nivel externo como interno en

Querétaro se diera un clima de paz relativo, pues las distintas guerras,

así como las asonadas y pronunciamientos tenían en constante jaque a

la población y a sus gobernantes.

Fuentes consultadas

Colección de los Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente del

Estado de Querétaro. Desde el día de su instalación en 17 de febrero

del año 1824 hasta 23 de agosto de 1825 en que cesó. Año de 1826.

Oficina del ciudadano Rafael Escandón.

Colección de Decretos y Órdenes del segundo Congreso constitucional

del Estado Libre y Soberano de Querétaro, desde 15 de agosto de

1827, hasta 8 del propio mes del año de 1829. Méjico: 1832. Imprenta

de Galván a cargo de Mariano Arévalo calle de Cadena núm. 2.

Ley sobre el arreglo de la Milicia Nacional Local sancionada por las

Cortes Generales en 29 de diciembre de 1827. Reimpresa en Querétaro

de orden del Gobierno del Estado. Año de 1828.

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Adicciones y Reformas hechas al Reglamento de 4 de octubre de 1828.

Mandadas observar para la organización de Milicia Cívica en el Estado

Libre y Soberano de Querétaro. Impresas de orden del Gobierno en la

oficina del c. Rafael Escandón. 1833.

Reglamento provisional para la seguridad del Departamento. Querétaro.

Imprenta del ciudadano Agustín Escandón. 1837.

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EPIDEMIA DE VIRUELA EN QUERÉTARO, 1839-1840

Conocer algunos problemas de salud social a los que se enfrentaron los

queretanos en la primera mitad del siglo XIX, nos permite comprender

sus ideas y acciones así como su manera de ser y entender el mundo

en el que vivían a través de acciones concretas. También nos acercamos

históricamente a su cotidianidad a través del lenguaje que usaban para

describir sus necesidades e intereses. Es por ello que este artículo trata

sobre la epidemia de viruela que hizo estragos en nuestra ciudad entre

1839 y 1840.

En reunión de cabildo, de fecha 7 de enero de 1839, se acordó propagar

la vacuna a pesar de que se había “desvirtuado el pus vacuno”. El

señor Covarrubias dijo que su padre tenía en cristales un poco de pus

y que cuando se había tomado de él había surtido muy buen efecto,

por lo que iba a suplicarle que franqueara un poco para ministrarlo en

los brazos de los niños. Se aceptó su oferta dándole las gracias por

su buena disposición, y se acordó que con base en el decreto del 13

de abril de 1832, que se le asignaría un sueldo para que conservara y

propagara la vacuna.

Días después, el 10 de enero, se leyó en cabildo un decreto del gobierno

general de la República. Decía que cuando hubiera alguna epidemia en

alguno de los pueblos de los Departamentos, y los recursos del fondo

de los Ayuntamientos fueran insuficientes para “evitar el mal”, deberían

avisarle inmediatamente al gobernador para que en unión de la Junta

Departamental calculara la cantidad suficiente para aliviar a los pueblos

atacados, evitando así su propagación.

Los queretanos no se imaginaban el grado al que llegaría la epidemia

de viruela en Querétaro. El 11 de febrero el señor Remigio Montañés,

encargado de la propagación de la vacuna, informaba las causas que

habían impedido que la vacuna “prendiera”, por lo que suplicaba que

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no siendo culpa suya el que se perdiera el “fluido” en su poder, se le

relevara de reponerlo de su cuenta. Se le contestó que el sueldo que

se le pagaba era para la propagación y conservación del pus, según

lo determinaba expresamente el decreto que hablaba del sueldo del

encargado de la vacuna y, por tal motivo, el Ayuntamiento no podía

disponer otra cosa sino lo que estuviera acordado. Advirtiéndole que se

había mandado traer el pues a la ciudad de Celaya y que según el costo

que tuviera se le avisaría para que lo pagara. Por su parte el Sr. Rojas,

que era un barbero, ofreció presentar unos “buenos granos” de donde

se podía tomar el pus.

El 21 de febrero, el Sr. Rojas informó que había enviado tres niños a

la ciudad de Celaya para que fueran vacunados y condujeran el virus

a Querétaro. Posteriormente, el 11 de abril del mismo año, el señor

Corona informaba a los miembros del cabildo que se había “conducido”

[aplicado] la vacuna en el brazo de una criatura traída desde San José

Casas Viejas, y que “el carácter del párvulo había reconocido”, es decir

que la vacuna le había hecho bien. Por lo cual pedía que se le gratificara

a la madre del niño que había tenido el trabajo de llevarlo y traerlo. Se

acordó que se le dieran doce pesos, cuyo libramiento económico se

mandó extender al Sr. Corona.

Así transcurrió el resto del año 1839. Parecía que la viruela había sido

controlada. Pero, a inicios del año siguiente, el 7 de enero de 1840, el

Sr. Raso informó en reunión de cabildo que la peste de viruela estaba

haciendo estragos entre la juventud en el Departamento de Oaxaca, por

lo que invitaba al Ilustre Ayuntamiento de Querétaro para que tomara

las medidas necesarias para libertar del contagio al “recomendable

vecindario”. Al respecto, el Sr. Covarrubias dijo que en su concepto

la primera providencia que se debía tomar era anunciar a la Junta

de caridad pues ya se había empezado a experimentar la peste de

viruelas en Querétaro, por lo que dicha junta debería tomar las medidas

precautorias que fueran convenientes; pero que también era necesario

un informe por parte de los facultativos de si existía realmente la peste

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en Querétaro, ya que era necesario contar con datos positivos en qué

fundarse, por lo que hacía las siguientes proposiciones:

1. Se dirigiera oficio a la Junta de caridad para que se reúna

inmediatamente a providenciar conforme a sus atribuciones lo que

estime conveniente para contener la epidemia de las viruelas y socorrer

a los atacados por ellas.

2. Se dirigirá oficio precisamente el día de mañana a todos los

facultativos de esta capital para que informen si en efecto ha aparecido

ya la epidemia, y ordenándoles participar su principio si a su juicio no

ha comenzado todavía.

3. Se nombrará una comisión de dos o más facultativos para examinar si

el pus vacuno que hoy se ministra, está o no desvirtuado.

4. En caso de que esté, se acordará su pronta posición a todo costo a

reserva de exigirle al facultativo encargado de aquél, la responsabilidad

por haberlo dejado perder.

Después de discutir estas propuestas, se acordó aprobar las tres

primeras. Además se acordó que se aplicase en “términos muy breves”

el pus vacuno, ya que se sabía que sí había “prendido” en varios la

vacuna, y siendo el único antídoto contra las viruelas, debía usarse

hasta saber si realmente estaba desvirtuado. Además se dijo que no

se podía asegurar que el pus vacuno se hallara desvirtuado, pero que

no se desconocía que a veces se había tenido que reponer dicho pus

ya que se había desvirtuado, por lo que se había dejado de vacunar a

muchos niños y jóvenes.

Respecto a los facultativos que deberían encargarse del asunto, se

decidió que éstos serían los señores Ramón Covarrubias y Cayetano

Muñoz, y que a los demás que había en la ciudad se les dirigiría un

oficio del que se habla en la segunda proposición.

39


Al siguiente día, el 8 de enero, se les envió el mencionado oficio a

los señores Covarrubias y Muñoz. Y para el 9 de enero se recibió su

contestación. Decían que el fluido vacuno que se estaba ministrando

era bueno, con probabilidad de cuatro a uno. También se recibieron las

contestaciones de los otros facultativos a los que se les había enviado

oficio para consultarlos. Éstos eran los señores Vidcente Naveda, Calixto

Rojas, Abundio Corona, y Antonio Pérez. La respuesta, por lo general,

fue que “en la ciudad hay algunos virulentos pero no se experimenta una

peste reinante”; sin embargo, recomendaban “acudir con el remedio”

porque temían un incremento debido a la estación que estaba por

llegar, es decir la primavera. El señor Raso dijo que en el supuesto de

que indudablemente se halla un grano bueno, de éste se debe vacunar,

y de todos los demás que se califiquen como buenos, para que a la

vuelta de uno o dos períodos haya pus suficiente para ministrarlo en

todas las parroquias, cuarteles y parajes, tal y como se hizo en el año

de 1830. También se acordó que sólo podrían vacunar las personas que

estuvieran facultadas para ello.

El 16 de enero el señor Rizo informaba en cabildo de los resultados que

había tenido la aplicación de la vacuna. Dijo que todos los niños que les

presentó a los señores Covarrubias y Muñoz tuvieron “granos de muy

buena calidad”, por lo que el preservativo de la viruela en la ciudad

estaba en buen estado, y que el día anterior se habían vacunado más

de trescientos niños. Por su parte el señor Remigio Montañés informó

por oficio que debido a los muchos enfermos que había en Querétaro,

no dudaba que ya existiera la aparición de la peste de viruelas.

Ante tal situación el cabildo decidió poner en práctica el plan que

habían utilizado en 1830, pero con algunas modificaciones. Después de

discutir, al final, el Cabildo acordó seguir la siguiente estrategia.

1ª.Se hará por los regidores de los cuarteles el censo de almas de los

niños que no están vacunados, el cual se verificará dentro de cinco días.

40


2ª Ofíciese a los señores facultativos invitando su celo filantrópico a

efecto de que se presenten a vacunar en la forma del artículo siguiente.

3ª Teniendo el censo y la anuencia de los facultativos, la vacuna se

ministrará por cuarteles del primero al último, poniéndose de acuerdo

con el respectivo facultativo para el día y hora en que debe ministrarse

el pus, a cuya operación a de presentarse el expresado regidor, y llevará

un orden de todos los que se vacunen, siendo de su peculiar cuidado

que todos los niños de sus cuarteles queden vacunados, y que el fluido

les prenda; para lo que tomarán todas las medidas que les acomode su

prudencia.

4ª Se fijarán rotulones en las esquinas avisando al público que la vacuna

se ministrará en la capital por cuarteles según están divididos, sin

perjuicio de que los padres de los niños puedan ocurrir al gabinete

de lectura pública a donde estará de asiento un facultativo que la

propague, siendo de la obligación del regidor avisar a su turno en el

que le corresponda el día, hora y local en que deba verificarse.

A pesar de estas medidas, la situación se presentaba grave. El señor

Eulogio Sámano informó el 21 de enero que a la academia sólo habían

asistido dos niños ya curados, ya que los demás, al parecer, estaban

enfermos de viruela. Decía también que estaba en la mejor disposición

de servir al público en la sección que se le asignase para aplicar la

vacuna. Ante esta situación el Cabildo decidió dividir la municipalidad en

cinco secciones, uniendo cuarteles en cada una de ellas, quedando de

la siguiente manera: Cuarteles 1 y 2, el señor Rojas para que ministrara

la vacuna en el gabinete de lectura pública; 3 y 4, el señor Montañés en

la portería de San Agustín; 5 y 6, el señor Pérez en la portería de San

Felipe; 7 y 8, el señor Corona en la portería de la parroquia de Santiago;

9 y 10, el señor Muñoz en la parroquia de San Sebastián. Se acordó que

todos los niños deberían ser enviados para ser vacunados, y que el día

último de la vacunación sería el viernes 24 del mismo mes. También se

dijo que se instruiría a la población por medio de rotulones que serían

41


fijados en la víspera para que los padres de los niños ocurrieran con

ellos a los locales señalados.

El 13 de febrero se informaron los resultados. Éstos no eran nada

halagüeños, decían que “la peste de viruelas va haciendo progresos en

esta población”. Entonces se mandó reservar la participación de otros

facultativos, por si alguno de éstos lo anunciase, para tomar providencias.

En la misma reunión se informó que en el Pueblito la peste de viruelas

estaba atacando fuertemente, pero no se discutió más sobre ello.

Posteriormente se discutió sobre los recursos que había dejado la

señora Josefa Vergara en caso de que hubiera epidemias, pero ya todo

parecía inútil, la peste de viruelas avanzaba con fuerza en Querétaro. Los

señores Covarrubias y Vértiz informaban que la calidad de la “vacuna

pus” era mala y que crecía el número de virulentos en sus respectivos

cuarteles.

Entonces se les pidió a los párrocos de la capital del estado que

informaran los miércoles de cada semana sobre el estado de la epidemia.

Debían dar a conocer por sexos aquellos que murieran a causa de las

viruelas (la parroquia del Espíritu Santo fue incluida a la de Santa Ana,

ya que la primera estaba considerada como “agregada” de la segunda).

El primer informe que remitieron los párrocos reveló que el problema

era mayúsculo.

DÍA EN QUE

SE INFORMÓ

FEBRERO 20

PARROQUIA

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

Muertes causadas por viruelas

Querétaro 1840 (primer informe)

HOMBRES

MUERTES

MUJERES

TOTAL

12 6 18

10 4 14

3 2 5

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

8 6 14

33 18 51

42


Ante esto don José Antonio del Raso, presidente de la Junta de Caridad,

propuso lo siguiente:

1ª. Que se propague la vacuna cuanto más sea posible para embarazar

(sic) los estragos de las viruelas que ya han invadido la ciudad.

2ª. Que se forme un método curativo por los señores Cayetano Muñoz

y Remigio Montañés, claro y sencillo que esté al alcance de los no

inteligentes (sic) para que todos puedan llevarlo a cabo.

3ª. Que para auxiliar a los virulentos necesitados, se formen las juntas

de caridad que produjeron tantas ventajas en el año de 1830. Si hubiera

a bien adoptarlas la ilustre corporación, o que determine lo que crea

más conveniente para el cuidado y socorro de los niños pobres.

Al respecto, el señor Cortés dijo que no encontrándose mejor pus

debería ministrarse el actual, escogiéndose los granos que presentaran

“mejor carácter”. También informó que había dicho al facultativo que

las viruelas habían sido benignas entre los atacados, pero que en su

concepto el pus estaba ahora desvirtuado, por lo que era de opinión

que se arbitrara un modo para que se eligiera el mejor grano para

vacunar, puesto que, según se informaba, entre los mismos vacunados

se encontraban granos buenos y granos malos.

Al final se acordó en cabildo lo siguiente:

1ª. Para que se propague la vacuna con la celeridad que se dice, la

Junta de caridad, invitará a los facultativos para que formen una junta el

día de mañana [21 de febrero] según ha propuesto el señor Muñoz, con

el objeto de que trate sobre el método de escoger los mejores granos,

y que de ellos se extraiga el pus que se considere con toda la energía

necesaria a fin de que surta el mejor efecto.

2ª. Se oficiará a los señores D. Cayetano Muñoz y D. Remigio Montañés,

recomendándoles la pronta formación de un método curativo para las

43


viruelas, que sea muy claro, sencillo, y que esté al alcance de los no

inteligentes, para que todos puedan llevarlo a efecto.

3ª. El método que presenten dichos señores se imprimirá para repartirlo

a los señores curas y a los presidentes de las Juntas de caridad de que

se habla en el artículo siguiente.

4ª. Se formarán juntas de caridad por curatos según el plan de 1830, para

que se encarguen del socorro de los niños pobres que sean atacados

de las viruelas.

Posteriormente, el 25 de febrero, en reunión de cabildo se dio cuenta

de un oficio de la parroquia de Santiago. En éste se recomendaba,

con base en lo practicado en la capital de la República, la creación

de establecimientos llamados lazaretos para evitar el contagio de las

viruelas; pero como esta medida se oponía al reglamento del año

1830, el cual había sido adoptado, y considerando que la Junta no

tenía facultades para formar estos establecimientos, ni tampoco “para

compeler como ha de ser necesario a los epidemiados (sic) para que

vayan a ellos”, se acordó que el tema sería posteriormente discutido.

El 27 de febrero se retomó la discusión y se argumentó a favor y en

contra de que se creasen los llamados lazaretos. Entre los argumentos

en contra estaba el que la mayoría de los afectados por las viruelas

eran niños en edad de lactancia, por lo que sería imposible separarlos

de sus madres para llevarlos a los lugares de reclusión. Respecto a los

argumentos a favor estaba la ventaja de que los lazaretos estaban en un

solo lugar, cosa que no tenían las juntas de caridad. En los lazaretos un

solo facultativo podría asistir a los enfermos. En la reunión también se

mencionó que el único alimento que se les podía dar era atole.

Mientras esto sucedía en cabildo, los párrocos seguían informando de

las muertes en sus congregaciones.

44


Muertes causadas por viruelas

Querétaro 1840 (segundo informe)

DÍA EN QUE

SE INFORMÓ

FEBRERO 27

PARROQUIA

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

SANTAANA, Y

ESPÍRITU SANTO

MUERTES

HOMBRES MUJERES TOTAL

10 8 18

1 5 6

0 4 4

10 9 19

21 26 47

El día 5 de marzo se recibió un oficio en el que se informaba que el censo

de la parroquia de San Sebastián arrojaba un resultado de 1,429 niños,

de los cuales 367 estaban vacunados, quedando sin vacunar 1,062.

También se informó que todos eran “insolventes” económicamente y

que tenían necesidad de socorro los enfermos.

Posteriormente, el 12 de marzo, el señor Legorreta informó que la mayor

parte de los 500 ejemplares del método curativo que se habían mandado

imprimir, para curar las viruelas, los había puesto en la secretaría con

el objeto de que se mandasen repartir. Se acordó verificar tal reparto,

vigilando que llegara a las juntas de caridad un número suficiente para

que sirviera al público.

En la misma reunión también se dio cuenta de la petición de varios

vecinos acerca del traslado de Ma Sma. del Pueblito con el objeto de

que se le hiciera un novenario impetrando por su intercesión poderosa

para que los alcanzara el de su Smo. Hijo y les diera el remedio contra

la peste que los afligía. Y vaya que era grave el estado de aflicción en el

que se encontraban. He aquí el tercer informe de las parroquias.

45


Muertes causadas por viruelas

Querétaro 1840 (informes siguientes)

DÍA EN QUE

SE INFORMÓ

MARZO 20

MARZO 25

ABRIL 09

PARROQUIA

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

HOMBRES

MUERTES

MUJERES

TOTAL

15 15 30

13 11 24

3 5 8

15 25 40

46 56 102

11 11 22

10 17 27

11 9 20

17 22 39

49 59 108

18 6 24

18 11 29

9 7 16

25 19 44

70 43 113

NO SE MENCIONA NO SE MENCIONA 26

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

ESTA CIFRA APARECE

UNIDA A LA PARROQUIA

DE SANTIAGO.

ABRIL 16

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

34

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

21

TOTALES

81

46


SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

NO SE MENCIONA NO SE MENCIONA 26

NO SE MENCIONA NO SE MENCIONA

ABRIL 23

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

29

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

12

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

67

4 3

7

63

9

ABRIL 30

SAN

SEBASTIÁN

8 15

23

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

12 5

17

TOTALES

30

26

56

De manera inesperada en la sesión de cabildo del 30 de abril de 1840,

sin dar ninguna explicación, “se juzgó concluida la epidemia de viruela”.

Por lo que los siguientes informes fueron considerados como prueba de

que al bajar el número de muertes por la viruela, ésta había dejado de

ser considerada como peste en la ciudad.

Muertes causadas por viruelas

Querétaro 1840 (informes con los que probaban que ya no había peste)

DÍA EN QUE

SE INFORMÓ

PARROQUIA

HOMBRES

MUERTES

MUJERES

TOTAL

SANTIAGO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

3

DIVINA

PASTORA

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

8

MAYO 07

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

22

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

3

TOTALES

36

47


MAYO 14

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

SAN

SEBASTIÁN

1 2 3

3 1 4

7 5 12

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO ENTREGÓ EL

INFORME

NO ENTREGÓ EL

INFORME

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

11 8 19

0 1 1

0 2 2

MAYO 21

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

TOTALES

SANTIAGO

DIVINA

PASTORA

0 3 3

0

2

2

0

2

2

MAYO 29

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

TOTALES

0

4

4

SANTIAGO

4

1

5

DIVINA

PASTORA

0

1 1

JUNIO 19

SAN

SEBASTIÁN

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

SANTA ANA, Y

ESPÍRITU SANTO

NO SE MENCIONA

NO SE MENCIONA

TOTALES

4

2

6

Como podemos observar, entre el 20 de febrero y el 30 de abril de 1840,

-poco menos de dos meses y medio-, las parroquias de la ciudad de

Querétaro informaron al cabildo que hubo 625 muertos (249 hombres,

228 mujeres, y 148 que no se especificó su sexo).

48


Extrañamente, a partir de que se “juzgara concluida la epidemia”, los

reportes que entregaban los párrocos fueron incompletos, además de

que no todas las parroquias entregaron sus informes. Aún así podemos

ver que en el primero de ellos el número de muertos aún es elevado

(36), y desciende considerablemente. Los resultados son efectivamente

menores. Del 7 de mayo al 19 de junio, -casi un mes y medio-, las

muertes por viruela suman un total de 68 personas (15 hombres, 17

mujeres, y 36 sin especificar su sexo). Al final, en casi cuatro meses la

viruela le había arrancado la vida a 693 queretanos, en su mayoría niños

y niñas.

No sabemos las causas por las que descendió el número de muertes,

no está registrado en las actas de cabildo. Pero lo que sí sabemos es

que la peste de viruela que azotó a Querétaro entre 1839 y 1840 casi

había desaparecido en los siguientes años, ya que así lo demuestra la

estadística de 1846. En ésta se registró un solo “párvulo” enfermo de

viruela, y no se mencionaron muertes por esta terrible enfermedad.

FUENTES CONSULTADAS

Actas de Cabildo. Años 1839-1840. Archivo Histórico del Municipio de

Querétaro.

Estadística del Departamento de Querétaro relativa a la población. Año

de 1846. Imprenta de Francisco Frías. Biblioteca del H. Congreso del

Estado de Querétaro Arteaga.

49



SOBRE LA EJECUCIÓN DEL CUCHO MONTES, QUERÉTARO 1840

En 1840 se llevó a cabo en la ciudad de Querétaro la ejecución de

Macedonio Montes, alias el cucho Montes. Este individuo era muy

conocido en aquel entonces debido a las fechorías que cometió. Incluso

el autor del libro La Carambada habló de él, y aunque afirma que la

Carambada perteneció a su gavilla, lo cual no pudo haber sido cierto

pues cuando él fue ajusticiado ella era apenas una niña, o incluso no

había nacido; aun así el que lo haya sido mencionado en dicho libro nos

da la idea de que el tal cucho Montes era muy conocido.

Se le llamaba “cucho” porque tenía una deformidad en el labio. En un

artículo de la revista queretana Vértice de 1944, en la que no aparece

el nombre de quien lo escribió, se dice que con base en las crónicas

de sus contemporáneos, el cucho Montes jamás mató ni vejó a nadie,

y que “si encontraba a un locero que, como acostumbraban, llevara su

carga a cuestas, le quebraba a caballazos todos los trastos y luego le

pagaba a peso de oro, anunciándole que si volvía a encontrarlo cargado

como bestia le costaría caro”, pero que nunca lo cumplía, antes bien, les

daba para que compraran un animal de carga. Dice la misma revista que

“a los pobres mendigos, verdaderamente imposibilitados, los socorría

con largueza, pero a los que mendigaban por flojera les daba buenos

sustos”.

Después de llevar una vida de bandolero, llegó con su gavilla hasta el

pueblo de Huimilpan y ahí robó el curato. Pocos días después fue apresado

en una fiesta en la Cañada. Se le condenó a la horca. Al interrogársele

sobre sus compañeros, el cucho no denunció a nadie y él solo soportó

el peso de la ley. Se cuenta que cuando estaba “encapillado”, pasó

por ahí el obispo Barajas a quien mandó llamar para que lo auxiliase.

El religioso no sólo lo ayudó espiritualmente sino que lo acompaño en

la capilla, y el día en que salió al patíbulo, le fueron concedidas por el

obispo muchas indulgencias por cada paso, concediéndole la gracia de

ir al paso que quisiese. Por fin llegó al suplicio y cuando el pregonero

terminó su oficio, el verdugo “le dio garrote al estar rezando con mucho

fervor el Símbolo”.

51


Mucho tiempo después “aún se veneraba por los indios de la Cañada

una escultura de medio cuerpo, la cual era llamada La ánima de cucho

Montes”. Para quitar dicha práctica el cura D. J. Guadalupe Jaime les

escondió, en 1878, aquella escultura, porque “ya aquello rayaba en

idolatría”.

A continuación transcribo completo el bando en el que se informa de

su ejecución. Lo hago así debido al posible interés histórico que pueda

tener, así como al estado de deterioro en que se encuentra.

EJECUCIÓN DE JUSTICIA EN LA PERSONA DE MACEDONIO

MONTES

QUERETANOS: la justicia, esa deidad a quien los hombres deben tributar

todo el homenaje y respeto que se merece, va a descargar el día 17, del

corriente, su espada vengadora, sobre el cuello de Macedonio Montes,

quien por sus crímenes va a satisfacer con su vida, a la vindicta pública

altamente ultrajada por este hombre desgraciado, que pudo en tiempo,

ser miembro útil a la sociedad a que ha pertenecido. Este espectáculo

doloroso, que vais a presenciar os dará una lección interesante que

no deberéis olvidar, y para que así sea ved en compendio lo que ha

motivado tal ejecución.

Macedonio Montes [vulgo el cucho] originario de San Pedro Tolimán,

soltero y de cuarenta años de edad, conocido por ladrón en gavilla

y salteador de caminos, cuya fama llamó tantota atención de las

Autoridades de este Departamento, por varios robos que ejecutó en

las inmediaciones de esta Capital, siendo los más notables, el que

verificó en el llano del Cazadero el 14 de mayo de 1838 a unos arrieros

que conducían carga de ropa y mercería; el otro, en la Hacienda de

la Estancia de las vacas, al hijo del Sr. Gral. Parres, el 1º de Julio del

mismo año; y el último [que ha dado lugar a este espectáculo] en el

pueblo de Huimilpan el 19 de Julio del propio. Entre cuatro y cinco de

la tarde de ese día, Montes, en unión de su gavilla compuesta de quince

hombres montados y armados, asaltó al referido pueblo, dirigiéndose

52


primeramente al curato en donde encerró en una pieza de la casa a

las personas que en ella había, robó toda la ropa que encontró; cinco

caballos de aquel señor cura; trescientos pesos en reales; unas mangas

azules con muzeta de terciopelo carmesí, adornadas con galón de plata;

y no hallando otro objeto que saciara su avaricia, se dirigió a la Iglesia, a

la que también robó el pie de la custodia, la corona de Jesús Nazareno;

y dos ampolletas, una de ellas con Santos oleos. En seguida se dirigió

a los particulares de aquel vecindario, los maltrató demasiado, les robó

cuanto pudo, encerrándolos previamente en un cuarto de una casa que

al efecto estaba preparada, con el objeto de que no los conociesen,

por cuyo motivo la primer orden que daba, era que ninguno levantase

los ojos a mirarle. Mas la Divina Providencia, le tenía señalado el

término a este hombre desgraciado que por mil títulos, se ha hecho

temible en la sociedad por sus hechos depravados, ya, con el incauto e

inocente caminante que transportando sus haberes se los arrebata en

despoblado, ya también con el pacífico ciudadano, a quien sorprendía

con el propio objeto, aún dentro de su mismo hogar; al efecto para

castigarlo aquella divinidad, permitió que al día siguiente del robo

de Huimilpan, [merced a la vigilancia de nuestras autoridades] fuera

aprehendido el referido Montes, por una partida de Infantería al mando

del Teniente D. Francisco Ramírez en el Pueblo de S. Pedro de la Cañada

en un baile que casualmente había la noche del 20, con la circunstancia

de haberse aprehendido junto con aquel, las mangas pertenecientes

al cura de Huimilpan; una espada de las del robo del Cazadero; y

finalmente, un par de pistolas fulminantes, de la propiedad del hijo del

Gral Parres. Se formó la causa según los trámites legales¸ y aunque en

compañía de Montes se aprehendieron a otros varios, no resultando

nada en su contra, fueron puestos por lo mismo en libertad, y prosiguió

el proceso, sólo por aquél; en estado de sentencia, fue condenado en

16 de Octubre de 1838 por el Alcalde Primero Constitucional previa

consulta de asesor, a la pena del último suplicio, la que notificada,

apeló para ante el Superior Tribunal de segunda instancia: elevada la

causa a esta Superioridad, y habiéndole tocado su conocimiento a la

Ecsma. Segunda sala, substanciado el recurso en la forma ordinaria, y

en estado de vista [a cuya relación concurrió Montes, por haberlo así

53


solicitado] fue confirmada en todas sus partes, la sentencia del inferior,

el 25 de Julio del corriente año; notificando al reo este fallo superior,

impetró su defensor la gracia de indulto, del Supremo Gobierno: mas

desgraciadamente le fue denegada.

Ved pues en esta sencilla narración, lo que obligó a los que administran

justicia a imponer el castigo bien merecido, a un hombre de funesta

celebridad en la República. Los buenos, aunque con sentimiento verán

desagraviada ala justicia; y los perversos, retrocederán de la senda del

vicio, a la de la virtud. ¡Plegue al Cielo que así sea, y que la sangre de

Montes esparcida en el patíbulo, produzca respeto debido, a la Moral y

a las Leyes! / Querétaro Diciembre 14 de 1840.

Antes morir, el cucho Montes escribió su testamento. A continuación

dicho documento:

TESTAMENTO

En el nombre de Dios Nuestro Señor Todopoderoso, y de la Soberana

Virgen de los Ángeles María Santísima Señora Nuestra Concebida en

gracia desde el instante primero de su anunciación sagrada. Amén Yo

Macedonio Montes, sentenciado a muerte por la autoridad judicial,

y puesto ya en la Capilla donde se celebra el Santo Sacrificio de la

Misa, recibiendo en ella los auxilios espirituales para la salvación de

mi alma, originario de la hacienda de Acuchitlán el grande de esta

jurisdicción, hijo legítimo de D. José Antonio Montes y de Da. María

Luisa Reséndiz, difuntos; hallándome en mi entero acuerdo, cumplida

memoria y entendimiento natural; creyendo como firmemente creo en el

Ministerio Inefable de la Santísima e individua Trinidad, Dios Padre, Dios

Hijo, Y Dios Espíritu Santo, Tres Personas distintas y una sola divinidad

esencia y en todos los demás que tiene, cree y confiesa, predica y

enseña nuestra Madre la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana,

bajo cuyos sagrados Dogmas he vivido, vivo y viviré hasta la muerte, y

estando ésta próxima deseando el descargo de mi conciencia otorgo mi

testamento de la manera que sigue.----- Primeramente encomiendo mi

54


Alma a Dios que la crió y redimió con los méritos infinitos de su sangre,

sangre preciosísima, vida, pasión y muerte en el Santo Árbol de la Cruz

y mi cuerpo lo mandó a la tierra de que fue formado, el cual hecho

cadáver, se sepulta por medio de la piedad del V. O. de Ntro. Seráfico

Padre Sr. San Francisco en la forma que acostumbran con los de mi

clase.----- Declaro ser libre de estado, y por mis bienes tres yuntas de

bueyes aperadas que dejé a cargo del Capitán D. Francisco González,

vecino del rancho del Tecolote: que una deuda importante tres mil

novecientos doce pesos de que me es responsable D. Hernando Patria

extranjero cuya residencia y comercio lo ha tenido en Salvatierra, queda

a cargo de mi albacea, para que la cobre y recaude en los términos que

mejor le convengan; advirtiendo que de esta cantidad deben deducirse

doscientos cuarenta pesos valor de dos caballos que el propio extranjero

me cambió por medio de José María Romero; y aunque tenía yo algunos

otros mueblecitos de campo, éstos se han extraviado y perdido con

motivo de mi detención.----- Nombro por Albacea testamentario fide

y comisiono comisario tenedor de mis bienes, al Sr. Dr. D. José Miguel

Zurita, Juez Ecco. Y Cura propio de la Parroquia de Santiago de esta

ciudad, para que después de mi muerte entre en cuantos me pertenezcan

y cumpla mis disposiciones en el término dispuesto por derecho, o en el

mas que hubiere menester pues se lo prorrogo en bastante forme----- Y

en el remanente que quedare de los expresados mis bienes, dros. [sic]

acciones y futuras sucesiones que en cualquiera manera me toquen y

pertenezcan, instituyo, dejo y nombro por mi universal heredera a mi

Alma en los términos que dejo comunicados a mi albacea, para que lo

que así fuere lo haya y goce con la bendición de Dios; arreglándose la

cuota o cantidad que fuere de necesidad señalar a las mandas forzosas,

por dho. [sic] Señor mi albacea en la forma que a bien tuviere.----- Y por

el presente revoco, anulo, doy por de ningún valor ni efecto, cualquiera

testamentos, poderes, memorias y otras disposiciones que antes de esta

hubiere hecho y otorgado, por escrito, de palabra o en otra forma, para

que no valgan ni hagan fe en juicio ni fuera de él, salvo el presente que

quiero se guarde, cumpla y ejecute por mi última deliberada voluntad,

o por aquella vía y forma que más haya lugar en derecho y el otorgante,

a quien yo el Escribano Público Nacional de los de este número Doy fe

55


conocer y de estar según manifiesta con natural uso de sus potencias

por lo bien concertado de sus razones. Así lo otorgó y firmó en esta

ciudad de Santiago de Querétaro Capital de su Departamento a diez y

seis de Diciembre de mil ochocientos cuarenta, de que fueron testigos

los C. C. Tiburcio Guillén, Francisco Alfaro y Andrés Altamirano de esta

vecindad.----- Macedonio Montes-----Tiburcio Guillén-----Francisco

Alfaro-----Andrés Altamirano-----Ante mí José Domº Vallejo

------------------------------------------------------

Hasta aquí podemos darnos una idea del bandolero llamado cucho

Montes, pero ¿cuál era la situación de la policía en Querétaro en esos

años?, ¿fueron sus crímenes tan severos como para que haya sido

ajusticiado con la pena máxima? Veamos, cuando el alcalde de cárceles

o sotalcaide Ignacio Pérez hizo un reclamo en 1839, por medio de un

“memorial”, de por qué le quitaban cinco pesos de su sueldo, el Cabildo

le contestó que “no es aumento de sueldo el que se le dio […] sino para

utensilios del servicio de la cárcel”. Sobre este mismo asunto, el del

aumento de sueldo a los guardias de policía, el Sr. Cayetano Muñoz,

vocal del Ayuntamiento, pidió por medio de oficio se le explicara “por

qué motivo se pretendió en noviembre del año pasado [1838] aumento

de sueldo al policía 2º”. Como respuesta se le dio el acta de cabildo de

22 de noviembre de 1838 en la que, por dictamen de la comisión de

policía, se decía que “los guardas de policía de esta ciudad no están

sujetos a reglamento alguno”, por lo que el Ayuntamiento no llevaba

rigurosa escala [sic] de esos de esos dependientes. En la misma reunión,

el Presidente de Cabildo informó que “del medio real que dejan en

fondo los serenos diariamente les ha mandado hacer un vestuario para

que lo estrenen el día 16 del corriente, que con la mayor economía

se ha procurado se haga ese gasto correspondiendo a nueve pesos

dos reales por cada sereno”. Por su parte el Sr. Tinajero dijo que el Sr.

Camerino Hurtado servía de Meritorio desde hacía algún tiempo, y que

se había desempeñado bien en el puesto a pesar de no tener asignación

alguna del fondo de propios, por lo que suplicaba al Ayuntamiento que

“teniendo en cuenta los servicio de Hurtado y lo odioso que de por sí

56


es este destino, y más cuando no porta distintivo alguno en su traje,

no puede ser respetado y sí muy expuesto a que le falten como ya ha

sucedido”, se le hiciera un vestido de paño para uniformarlo con los

demás guardas, sacando el costo de dicho traje de los gastos de la

procuraduría. Sólo uno de los asistentes votó en contra. Después de

un año de servicio, aún no cobraba salario alguno el Sr. Hurtado, al

respecto el Sr. Covarrubias, miembro del Cabildo dijo que no se le podía

pagar porque aunque “compadece la situación del meritorio, y oye con

gusto sus buenos servicios encuentra arbitrario para gratificarlo, porque

el Ayuntamiento no tiene facultad para pagar en cosa alguna que no

sea lo presupuestado […] porque no debe hacerse todo lo que es justo

o equitativo, sino sólo lo que puede hacerse sin el obstáculo de que lo

impida alguna ley”. Al parecer el problema de aumento de sueldos era

común en este ramo, pues otro caso parecido era el de Alejandro Jordán,

guarda mayor de los serenos, a quien no le autorizaban aumento a pesar

de que reconocían que era “muy mal trabajo, además de que se le había

aumentado el número de roles”. La causa decían en Cabildo era que

“está faltando dinero para el sueldo de los serenos y otros gastos del

ramo”. La situación económica de los encargados del orden en la ciudad

no era nada fácil, incluso cuando estaban enfermos tenían que prestar

su caballo a quien los reemplazara mientras durara su enfermedad. Y

para finales de 1840 se discutía si se les podía dar, a los serenos, parte

de su sueldo cuando estuvieran enfermos. Posteriormente el prefecto

invitó a los regidores para que fueran ellos quienes nombraran a los

agentes de policía en sus respectivos cuarteles.

Además de los problemas económicos por los que pasaba la policía,

estaba el de la difícil situación de la cárcel. Al respecto en acta de

cabildo se registró que “el local es demasiado estrecho y tiene ya más

reos de los que puede contar y si se le aumentan más quedan expuestos

evidentemente a que con el foco de tantos humores reunidos en un

recinto tan corto, se engendre una fiebre de tifo que ya se empieza a

desarrollar […] y para que en arreglo al Art. 153 de la ley de 20 de marzo

de 1837, nombre el SS., un local que lleve el nombre de cárcel para que

allí se pongan los que se hallen cursos en la causa de libelos infamatorios;

57


pues de lo contrario queda expuesta la población al contagio”

Después de que se llevó a cabo una ”detenida discusión meditando el

lugar que se ha de señalar que lleve el nombre de cárcel”, se propusieron

dos lugares. El primero fue el Colegio de la Santa Cruz, pues era idóneo

para castigar delincuentes, ya que contaba con algunas piezas abajo que

podrían dedicarse a tal efecto y, además de ser cómodas habitaciones,

se aseguraría a los reos debido a que estaba acuartelado dicho colegio,

y por ello se podía controlarlos.

Otro lugar que se propuso fue el cuarte de la esquina de Sto. Domingo,

pues se hallaba vacío y sus aposentos eran cómodos y seguros; en

cuanto a la seguridad puede proponerse –decían– a los reos que vayan

a él, “que contribuyan con alguna cantidad para poder levantar ocho o

diez gendarmes más de los que hay, con el objeto de que custodien”.

En caso de que los presos no aceptaran se les propondría la disyuntiva

de irse a la cárcel nacional, donde seguramente rehusarían ir debido a

que se les alejaría de sus familias.

También se propuso “la pieza alta que ocupa el Alcalde de la cárcel”. Al

respecto salió una comisión “a imponerse de la capacidad de la referida

pieza”, para ver si podían caber catorce personas, que era el número

de presos que entonces tenían. Al regreso de la comisión, ésta informó

que “no está útil la pieza porque es demasiado pequeña, pero siendo

ya dados los tres cuartos para las diez de la noche, se tomó por última

providencia que los presos pasasen al referido cuarto alto del Alcalde

por ahora”.

Al final se acordó que se les cobraría a los presos por estar en la cárcel,

en el cuarto de arriba. El dinero se repartiría entre el Presidente y los

calaboceros que cuidaban el orden interior de la cárcel. Se mandó fijar

una copia de la orden en la puerta del calabozo, pero ésta fue arrancada

por los mismos presos que “por este medio han dado a entender que

no les agrada la disposición acordada”.

58


A lo anterior hay que sumar que los reos cuidaban a los reos. Veamos al

respecto el siguiente informe que se dio en reunión de cabildo. “El reo

único que de ruego y encargo cuidaba de noche el calabozo, me acaba

de decir que ya no sigue cuidando, esta renuncia y el haber herido

de gravedad al presidente da idea por la experiencia que tengo de

hacer una fuga decidida a costa de cualquier sacrificio. Eso lo conjetura

porque el señor presidente de la visita me acaba de decir que doble mi

vigilancia; yo no puedo hacer más que lo que un solo hombre puede

hacer, pues si estrecho al sotalcaide que se esté adentro, no hay quien

cubra los deberes de éste afuera, y juzgo que en este caso se irá”.

El alcalde de cárceles dio parte al prefecto de haber mandado al Sr.

Alcalde 1º Constitucional tres reos: uno por robo de reses, y dos por

ebrios escandalosos. Al Sr. Alcalde 2º Constitucional mandó cuatro

reos: dos por robo, otro porque golpeó a su mujer, otro por [ilegible]

y otro por incestuoso. Al Sr. Alcalde 3º Constitucional dos reos: uno

por heridas, y el otro porque se cobraba comisión, y cuatro mujeres

presas, una por pegarle a la madre otra detenida, otra porque se huyó

de sus padres, y la otra amancebada. Los gendarmes trajeron dos reos

por sospechas de robo. Los serenos apresaron cuatro reos, uno por

ebrio, y tres por pleito. En la noche se perdieron unas calzoneras y unos

calzoncillos, hallábanse en el calabozo y no han aparecido a pesar de

haber registrado […] Hoy día domingo hubo misa en la cárcel, no ocurre

más novedad”.

En esta situación renunció a la comisión de cárcel el señor Larráinzar,

por lo que dicha comisión quedó acéfala. Después se encargaron de la

comisión los señores Covarrubias y Vértiz, pero el primero dijo que su

compañero no había concurrido en comisión. Aunque tiempo después

el señor Vértiz informó al Cabildo que la cárcel requería de varias

composturas, entre ellas la de mandara hacer una nuevas llaves para las

bartolinas, ya que las que tienen “las falsean con facilidad los presos”,

también picar y blanquear los calabozos, pues de ese modo se destruiría

su fetidez insoportable, y se aminoraría el exceso de chinches “de que

59


casi están cubiertas sus paredes”. Se pedía también que se hiciera “un

plan bajo el cual se regularice el modo con que deben instruirse los

presos de los dogmas de nuestra religión y otras cosas tan útiles como

necesarias”.

Como podemos observar entre los años 1839 y 1840 lo referente a

policías y cárceles pasaba por un período crítico, ya por la falta de

recursos económicos para solventar los sueldos de los primeros, ya

por la falta de un lugar en donde poner a los reos. El caso es que no

había tantos presos, y el cucho Montes hubiera sido uno más de los

que ocuparon la habitación alta del sotalcaide de cárceles, pero no, su

fechoría no tenía perdón, pues como dice el bando que da cuenta de

su ejecución, el “que ha dado lugar a este espectáculo” fue el haber

robado al curato de Huimilpan. Así, el 17 de diciembre de 1840, en el

costado norte de la Alameda, la horca cerró definitivamente los ojos del

bandolero queretano que se hizo leyenda.

Sólo nos resta mencionar que conocer de la ejecución del cucho

Montes no sólo nos remite a su vida, sino también a la forma en que el

pueblo queretano asumía la religiosidad en aquella época, no se podía

perdonar la delincuencia en contra de la Iglesia.

Fuentes consultadas

Archivo Histórico del Municipio de Querétaro. Actas de Cabildo, 1839,

f 108 v, 125v-126, 135 v, 136, 141, 155-155v, 157, 192 v-193, 227 v,

248, 287 v, 291-291v, 299, 306 v,

Biblioteca del H. Congreso del Estado de Querétaro Arteaga. Bando de

ejecución de justicia en la persona de Macedonio Montes, y documento

paleografiado de su testamento.

Revista Vértice. Publicación quincenal. Querétaro, Qro., 1º de noviembre

de 1944, p. 7.

60


LOS GUARDA SERENOS EN QUERÉTARO EN 1849

Querétaro en el siglo XIX, como cualquier otra ciudad, era vigilada

durante las noches por los guardas serenos, conocidos comúnmente sólo

como serenos. Estos eran los policías que habían sido designados para

recorrer las calles, encender los faroles, cuidar el orden y, en general,

vigilar que todo estuviera en debida calma. Hoy los recordamos por

aquella conocida frase que acostumbraban decir: “las ooonce [o la hora

que fuera] y sereeeno”.

Estaban distribuidos en los diez cuarteles en que se encontraba

dividida la ciudad para su seguridad. Sus puestos eran designados

por el Ayuntamiento en sesión de cabildo. Los guarda cuarteles eran

personas con probada integridad moral; al menos así se pretendía. En

caso de que se descubriera y probara alguna anomalía eran despedidos

inmediatamente.

En sesión ordinaria del 23 de agosto de 1849, se informó que “a

trueque de no estar haciendo composturas a las escaleras que sirven a

los serenos, pues arrimadas a la pared las tiran los animales que pasan

cargados, y también cuando hace aire fuerte”, se mandó construir 30

alcayatas para colgar las escaleras haciendo responsables a los serenos

para que cuiden de que no se las robaran. Al final se dijo que se aprobó

“esta providencia”.

Era un trabajo en el que los sueldos eran bajos y no siempre se les

pagaba a tiempo, incluso había casos en que después de haber

trabajado tenían que solicitar por escrito su sueldo, pues éste no era

pagado de manera inmediata. Un caso de esta índole es el que se

verificó en sesión ordinaria de Cabildo, el 7 de septiembre de 1848, en

la que el sereno Arana pidió su sueldo. Como respuesta se acordó que

se le abonaría en virtud de que había suplido a un hombre de apellido

Pastrana. Por ello se decidió que se le daría su “haber” o sueldo, que le

correspondía desde el 1º del mes en que desempeñaba el servicio de

la policía, hasta tanto se cubriera la vacante. Es decir, por un lado, se

61


reconocía que debía pagársele desde el primer día de la semana que

llevaba trabajando; pero, por otro, se decía que se le pagaría mientras

se cubriera la vacante. Con ello podemos observar que el trabajo de

sereno a veces era asumido por personas del pueblo sin que hubieran

sido designados por el Cabildo, y aunque éste reconocía su trabajo, no

eximía su responsabilidad de designar a quien llevaría la titularidad del

trabajo.

Un segundo ejemplo es el que se dio en sesión ordinaria de 22 de marzo

de 1849, se vio un ocurso del guarda sereno Modesto Ramos en que se

quejaba de los gravámenes que sufría con “la recepción de su sueldo

en moneda de jabón”, por lo que suplicaba por sí, y a nombre de sus

compañeros, se pusiera remedio. Se envió a la comisión de alumbrado.

Otro caso es el que se dio a conocer en sesión ordinaria de Cabildo,

el 15 de junio de 1849. El ciudadano Francisco Pérez Cano solicitó al

Ilustre Ayuntamiento “un certificado del buen manejo que observó en

18 días que sirvió interinamente gratis el destino de Guarda Mayor se

Serenos”. Sobre esto hubo una detenida discusión por lo que el Sr.

Güémez pidió y quedó acordado, se proveyera aquella solicitud con

el decreto siguiente: “Devuélvase al interesado su solicitud con los

certificados diciéndole que el Ayuntamiento no le expide el que solicita

por no haber servido en el alumbrado con conocimiento del mismo

Ilustre Cuerpo”. Posteriormente se mandó pasar a la comisión de

alumbrado para que se agregara a su cuenta un recibo por el importe

de dos reales que satisfizo el Sr. Alcalde 2º D. Francisco Truchuelo al C.

Apolonio Rodríguez “por hechura de una linterna que sirvió al sereno

número 7”. Como podemos observar no se le pagó a Francisco Pérez

Cano por la razón de que el Cabildo desconocía que aquel estuviera

realizando dicho trabajo. Esto aunque es inconcebible, nos permite ver

la falta de trabajo que había en la ciudad, pues si alguien se atrevía

a realizar un trabajo aún sin ser nombrado para tal efecto, esperando

solamente a ser reconocido por su trabajo, es que las cosas no estaban

tan bien que digamos.

Este tipo de problemas laborales, que afectaban el servicio de la

62


población, era común. Obedecía sobre todo a los derechos que exigían

los queretanos por ocupar los puestos que decían les correspondía;

además, los que tenían tiempo trabajando en el cuerpo de policías

también exigían determinados puestos. Un ejemplo de esto es el que

se dio en la sesión ordinaria de 9 de octubre de 1848, donde el cabo de

serenos, ciudadano Vicente Ruiz, manifestó que le correspondía obtener

la plaza de primer cabo del ramo de serenos, “y no a un individuo de

fuera”. Como resultado el Cabildo decidió enviar su asunto a la comisión

de alumbrado.

Un asunto más que tenía que ver con los serenos era el del vestuario.

Al respecto, en sesión ordinaria de 23 de noviembre de 1848, el señor

Arana pidió que se liberaran quinientos setenta y un pesos y siete

reales, lo cual quedó acordado, que importaba el fondo que habían

dejado los veinticinco serenos para su vestuario a medio real diario

cada uno en los 366 días de ese año. Día después el mismo señor

Arana, en sesión ordinaria de 7 de diciembre de 1848, informó que el

fondo de alumbrado no tenía ningún dinero para cubrir el libramiento

de quinientos setenta y un pesos siete reales que le había expedido

ese Ilustre Cuerpo por el medio real que habían dejado los serenos

para su vestuario en ese año. Ante eso, y con la posibilidad de tomar

el dinero del fondo de propios para atender esa urgencia, el secretario

informó que existía un decreto expedido por el Excmo. Sr. Gobernador

del Estado, Francisco Berdusco, el 11 de septiembre de 1846, el cual

en su artículo 4º prohibía tal acción. Por ello se nombró al mismo señor

Arana, junto con el señor Salazar, para que se acercaran a S. E. [su

excelencia] el Sr. Gobernador y le patentizaran el caso urgente en que

se encontraba el Cabildo, manifestándole el referido decreto para ver

“qué providencia les dictaba en la materia”.

Pero el problema que tenía mayor trascendencia era su desempeño

laboral. Sabemos que había quejas del trabajo de los serenos, quizá

porque se esperaba mucho más de lo que tenían que hacer. Al menos

así lo podemos leer en el informe que se leyó en sesión ordinaria de

cabildo, de primero de febrero de 1849. En esta el señor Salazar dijo que

63


varias noches al pasar por una calle había observado que el sereno no se

movía de lugar, “debiendo recorrer todo su ramo”; también mencionó

que había advertido en “los agentes de servicio de alumbrado” tal

insubordinación y falta de respeto a todos los miembros de ese Ilustre

Cuerpo, por lo que era necesario hacerles entender que él y los demás

miembros del Cabildo eran sus superiores, por lo que proponía que

la comisión de alumbrado debería exigir al Guarda Mayor del Cuerpo

de Serenos se presentara diariamente a recibir sus órdenes en todo lo

concerniente al ramo. Al respecto podemos observar que aunque los

serenos tenían un jefe inmediato, se les exigía mostrar una especie de

sumisión hacia los integrantes del Ayuntamiento.

Pero también existían las quejas por parte de los serenos. Así se dio a

conocer en sesión ordinaria de cabildo, el 22 de febrero de 1849. El

sereno Pablo Rodríguez se dirigió al Ayuntamiento para quejarse “de

los malos tratamientos” que le daba su cabo, el ciudadano Vicente Ruiz,

así como de otras arbitrariedades que se cometían. No sabemos que

consecuencias tuvo dicha queja, pero al parecer, por otras que se hacían

en ese mismo sentido, debió haber sido turnada y resuelta conforme a

lo que estipulaba el reglamento.

En esa misma reunión de cabildo, también se dio lectura al dictamen

de la comisión de alumbrado, la cual terminaba con las proposiciones

siguientes:

1ª Previo permiso del Honorable Congreso se aumentará el número de

faroles que únicamente sea necesario para cubrir los huecos donde falta

la luz, sin extenderse por hoy a más.

2ª Como incompetentes el actual número de serenos, se aumentarán al

de 35 para el mejor servicio.

3ª El costo de los faroles se hará por esta vez del fondo de propios, por

no tener suficiente el de alumbrado.

Se aprobó la primera y por consiguiente las demás. Y se fijaron estas

otras:

64


1ª Excítese el celo de la comisión de alumbrado para que obligue a los

Serenos a la puntual observación del reglamento, particularmente en la

obligación 1ª del artículo 70.

2ª Iníciese al Honorable Congreso pidiéndole la facultad de pagar

dos reales diarios de sueldo a un mozo que se dedique a repartir el

combustible para los faroles del alumbrado.

Con dispensa de trámites fueron aprobados. Se le pidió al Sr. Salazar

que nombrara a un sereno de su confianza para que repartiera el

combustible “a su presencia”, es decir, personalmente, mientras resolvía

lo conducente el H. Congreso. Se trataba de ahorrar lo más que se

pudiera; por ello, en sesión ordinaria del 23 de julio de 1849, se dijo

que con la cantidad presupuestada para el número de los faroles, “aún

[podía] soporta el combustible para otros 15 faroles más”.

¿Podemos imaginar a la ciudad de Querétaro con 35 serenos? Al

parecer el número que había antes de esta cifra no era suficiente.

¿Cómo sería caminar por esas calles en donde el número de faroles

era el “necesario para cubrir los huecos donde faltaba la luz, donde

las sombras se habrían perdido fácilmente con la noche? Al respecto

es importante mencionar que las casas particulares acostumbraban

alumbrar las puertas de entrada de sus casas, pero como no eran todas,

ni todas las noches, podemos decir que la ciudad no contaba con la

luz suficiente para asegurar la integridad de sus habitantes durante las

noches. Quizá por ello había también renuncias por parte de algunos

policías que preferían seguir siendo serenos. En sesión ordinaria de

primero de marzo de 1849, el Cabildo recibió un oficio del guarda de

policía Antonio Luna, pidiendo que se le admitiera la renuncia de “ese

destino”, y se le vuelva a continuar de sereno.

Pero no todo era fácil para los serenos, el reparto del combustible para

los faroles no les correspondía, sin embargo tenían que hacerlo pues

no había quien lo hiciera. Sin embargo el Cabildo hacía lo posible para

65


subsanar esa falta, por ello le pidió al H. Congreso permiso para gastar

dos reales diarios en un mozo que repartiera el combustible de los

faroles.

Hubo casos en que los serenos se enfermaron y el Cabildo no supo

qué hacer para cubrir su plaza, o bien, para realizar el pago a quien lo

sustituyera, por ello, en sesión ordinaria de 22 de abril de 1849, se dio

lectura al dictamen de comisión de alumbrado, la cual terminaba con

las proposiciones siguientes:

1ª En caso de enfermedad del guarda mayor, o cabo, cubrirá su falta el

sereno más antiguo, o aquel que por su honradez y buen comportamiento

merezca la confianza del Sr. Prefecto y la Comisión.

2ª El ramo del sereno que pase a ejercer las funciones de cabo, lo

sustituirá un meritorio por turno cada noche, sin estipendio alguno.

3ª Si la enfermedad del guarda o cabo se alargase a tanto que pase

del término de 20 días en el año, que están concedidos por la ley, para

pasarles sueldo desde el día siguiente en que se cumpla este término.

Disfrutará el sereno el sueldo de 2º cabo, y el meritorio el del sereno

propietario mientras se provee la plaza.

4ª Estos tres artículos se tendrán como excepcionales para que sirvan

únicamente en el riguroso caso de enfermedad justificada; pues para

casos accidentales, uno u otro deberán cubrirse sus faltas. Fue aprobada.

Como consecuencia, en sesión ordinaria de 26 de julio de 1849, a

petición del señor Vega se dispuso que al sereno Modesto Ramos “le

corra el sueldo hasta por 20 días que concede la ley a los empleados

que se separan de sus destinos, para que se auxilie en su enfermedad”.

Posteriormente, en sesión ordinaria del 21 de mayo de 1849, quedó

acordado fijar la convocatoria “para el destino de Guarda Mayor de

Serenos”, fijando el término de seis días contados a partir del día

siguiente.

66


Fuentes consultadas

Actas de Cabildo de Querétaro. Años 1848 y 1849. Archivo Histórico

del Municipio de Querétaro.

Notas Estadísticas del Departamento de Querétaro por la Asamblea

Constitucional del mismo y remitidas al Supremo Gobierno, en

cumplimiento de la Parte Primera del Artículo 135 de las Bases Orgánicas.

Año de 1845. Publicado en 1848. Biblioteca del H. Congreso del Estado

de Querétaro Arteaga.

67


68


PROBLEMAS DE GUARDA CUARTELES Y AYUDANTES DE

MANZANA EN QUERÉTARO, 1848-1849

La capital del Departamento de Querétaro contaba para su seguridad,

en 1845, con veinte gendarmes, de cien que estaban repartidos en

las cabeceras de los cinco distritos (villa de San Juan del Río, villa de

Cadereyta, Santa María Amealco, San Pedro Tolimán, Santiago de Jalpan)

que junto con el de Querétaro se conformaba dicho Departamento. La

ciudad también contaba con 25 vigilantes y 23 serenos. Pocos años

después, en 1848, a diez de que el Congreso de Querétaro hubiera

dividido (en 1837) a la población en cuarteles numerados, y cada cuartel

en calles, hubo algunos cambios significativos que muestran que los

civiles rechazaban ocupar cargos o funciones policiales.

En 1848, en sesión ordinaria de 10 de agosto, el Sr. Salazar, miembro del

Ilustre Cuerpo del Ayuntamiento, llamó la atención de éste acerca de

los abusos que se cometían en el nombramiento de guarda cuarteles y

ayudantes de manzanas con infracción del documento de 17 de octubre

de 1833, ya que siendo aquella elección privativa del I. Cuerpo según

los artículos 2º y 3º de la mencionada ley, pidió que se “cortara tal

inobservancia”, por lo que hizo la siguiente proposición: “La Secretaría

de este I. Cuerpo, no extenderá nombramientos de guarda cuarteles y

ayudantes de manzanas sin previo acuerdo del H. Ayuntamiento que

recaerá al informe que den los señores capitulares”. En dispensa de

trámites fue aprobada.

Se buscaba no sólo mantener la paz y el orden en la ciudad, sino

mejorar la actitud de los responsables designados por el Ayuntamiento;

por ello, en sesión ordinaria de 31 de agosto de 1848, respecto al

comportamiento impropio de un guarda se dijo que “siendo ebrio

consuetudinario no debía permanecer en el destino”. Esta actitud nos

muestra que no se toleraban acciones que demeritaran la imagen que

pretendían tener como servidores públicos. Pero –como veremos más

adelante– les costaba mucho trabajo, pues tanto los guarda cuarteles,

o responsables del cuartel numerado, como los ayudantes de manzana

casi no duraban en estos puestos.

69


El número de guarda cuarteles y ayudantes de manzana quedó establecida

en sesión ordinaria de 7 de septiembre de 1848, a proposición del señor

Saldivar. De los primeros, se acordó que la ciudad se dividiría en diez;

y de los segundos, se dispuso que dependiera de las necesidades de

cada cuartel. Pero los puestos estaban continuamente vacantes, o bien,

los relevos eran muy seguidos. A continuación un cuadro con los diez

cuarteles en que se dividía la municipalidad de Querétaro, en el que

podemos apreciar esta situación.

No. DE

CUARTELES

1

2

3

4

ENCARGADO DEL CUARTEL

SR. HERRERA

SR. AGUILAR

SR. JUAN DE DIOS MIGUEL

REVELO

SR. CLEMENTE URIBE

SR. REFUGIO OLVERA

SR. LÓPEZ

SR. JOSÉ MARÍA FUENTES

SR. BORJA

SR. HERRERA

SR. AGUILAR

SR. JUAN SANTOYO

SR. ANTONIO MARTÍNEZ

NO SE ENCONTRÓ EL NOMBRE

70

FECHAS

TENÍA EL CARGO EL 11 DE ENERO

DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 22 DE MARZO

DE 1849

SE LE NOMBRÓ EL 15 DE JUNIO

DE 1849

SUSTITUYÓ A JUAN DE DIOS

MIGUEL REVELO EL MISMO 15 DE

JUNIO DE 1849

A PARTIR DEL 28 DE JUNIO

DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 11 DE ENERO

DE 1849

SE LE EXONERÓ DEL CARGO EL

1 DE MARZO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 9 DE

OCTUBRE DE 1848

TENÍA EL CARGO EL 11 DE ENERO

DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 22 DE MARZO

1849

EL 31 DE MAYO DE 1849 PIDIÓ

QUE SE LE EXONERARA DEL CARGO

SE NOMBRÓ EL 2 DE AGOSTO

DE 1849

EL 16 DE AGOSTO DE 1849 SE

NOMBRÓ OTRO GUARDA CUARTEL


5

6

7

8

SR. ARCAUTE

SR. GÓMEZ

SR. GÜÉMEZ

SR. GÓMEZ

SR. MARCELINO SILVA

NO SE ENCONTRÓ

SU NOMBRE

SR. GÓMEZ

SR. ARCAUTE

SR. HERNÁNDEZ

SR. HIDALGO

SR. ANSELMO TINAJERO

SR. JUAN PÉREZ

SR. ARANA

SR. VEGA

SR. SALAZAR

SR. GÜÉMEZ

SR. REFUGIO FERRARA

TENÍA EL CARGO EL 15 DE

SEPTIEMBRE DE 1848

TENÍA EL CARGO EL 11

DE ENERO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 18 DE

ENERO 1849

TENÍA EL CARGO EL 16 DE

FEBRERO DE 1849

PIDE SU RENUNCIA AL CARGO EL

22 DE FEBRERO DE 1849. SE

ADMITE SU RENUNCIA EL 8 DE

MARZO DEL MISMO AÑO

EL 12 DE MARZO DE 1849

EL SEÑOR GÓMEZ PROPUSO

UN NUEVO GUARDA CUARTEL

TENÍA EL CARGO EL 22 DE

MARZO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 7 DE

DICIEMBRE DE 1848

TENÍA EL CARGO EL 11 DE

ENERO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 12 DE

MARZO DE 1849

A PARTIR DEL 15 DE

JUNIO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 9 DE

OCTUBRE DE 1848

TENÍA EL CARGO EL 11 DE

ENERO DE 1849

QUEDA ENCARGADO DEL PUESTO

EL 12 DE MARZO DE 1849

QUEDA ENCARGADO DEL PUESTO

EL 12 DE MARZO DE 1849

TENÍA EL CARGO EL 11 DE

ENERO DE 1849

EL 8 DE MARZO DE 1849 PIDIÓ

QUE SE LE EXONERARA DEL

CARGO. SE ACEPTÓ SU

RENUNCIA EL DÍA 29 DE MARZO

DEL MISMO AÑO

71


9

10

SR. SALDIVAR

SR. RICARDO GARCÍA

TENÍA EL CARGO EL 15 DE

SEPTIEMBRE DE 1848

TENÍA EL CARGO EL 11 DE ENERO

DE 1849

En el caso de los cuarteles 3 y 9 no se pudo encontrar los nombres

de quienes estuvieron a su cargo. Solamente se encontró que el Sr.

Siurob fue guarda cuartel de uno de ellos, pero se ignora de cuál de

los dos. Aún así, podemos observar que los encargados duraban poco,

en algunos casos hasta una semana. O incluso sólo el mismo día en

que eran nombrados, ya que al rechazar tal disposición los tenían que

cambiar inmediatamente; no obstante, es necesario aclarar que no

siempre se les aceptaba tal rechazo.

Por su parte el Ilustre Cuerpo del Ayuntamiento les pedía cumplir

con su deber, pero eran pocos los que cumplían a cabalidad con su

encomienda. Por ejemplo, en la sesión ordinaria del 15 de septiembre

de 1848, solamente el Sr. Saldivar presentó el padrón de su cuartel

número 10.

Aun así, sucedía algo poco común, a pesar de que los encargados

no duraban mucho en los puestos, había no pocas solicitudes para

ocuparlos en cuanto quedaban vacantes. Así dio cuenta el secretario de

11 solicitudes “de otros tantos ciudadanos que pretendían la plaza de

guarda de policía en virtud de la convocatoria que se había mandado

fijar”, por lo que se acordó que pasaran aquellos documentos a la

comisaría de policía para que presentaran una terna al Ayuntamiento.

Pero además de las solicitudes, por lo regular eran los miembros de éste

quienes proponían tanto guarda cuarteles, como ayudantes de manzana.

A continuación una tabla en la que se muestran las proposiciones que

se hicieron para guarda cuarteles o para ayudantes de manzana.

72


PROPONE

PERSONAS QUE

SE PROPONEN

CARGO PARA EL

QUE SE PROPONE

FECHA

SR.ARCAUTE

SR.ESPINOSA

AYUDANTE DEL

CUARTEL NO. 5

15 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

SR.SANDOVAL

TEMA DE CIUDADANOS:

PRISCILIANO, MUÑOZ,

PABLO LÓPEZ Y

PEDRO TINAJERO

GUARDA DE POLICÍA

15 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

SR.SANDOVALJ UAN PASTRANA GUARDA DE POLICÍA

28 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

SR.BORJAJ

UAN PÉREZ

GUARDA DEL CUARTEL

NO.7

28 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

SR.ARCAUTE

ANTONIO

GONZÁLEZ

AYUDANTE DE

MANZANA

9 DE OCTUBRE DE

1848

POR ESCRUTINIO

SECRETO MEDIANTE

CÉDULAS

SR.BORJA

GUARDA DEL

CUARTEL NO.4

9 DE OCTUBRE DE

1848

SR.SALDIVAR

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTE DE

SU CUARTEL

9 DE OCTUBRE DE

1848

SR.HERRERA

VARIOS

INDIVIDUOS

AGENTES DE POLICÍA

PARA SUS CUARTELES

23 DE NOVIEMBRE

DE 1848

LOS SEÑORES

ARCAUTE Y BORJA

VARIOS

INDIVIDUOS

AGENTES DE POLICÍA

PARA SUS CUARTELES

7 DE DICIEMBRE

DE 1848

SR.GÜÉMEZ

ONCE

INDIVIDUOS

AGENTES DE POLICÍA

PARA SUS CUARTELES

7 DE DICIEMBRE

DE 1849

LOS SEÑORES

REGIDORES QUE

TIENEN A SU CARGO

LOS CUARTELES

NÚMERO 2, 7, 8 Y 10

VARIOS

INDIVIDUOS

AGENTES

DE POLICÍA

1 DE FEBRERO DE

DE 1849

LOS SEÑORES

AGUILAR E HIDALGO

VARIOS

INDIVIDUOS

AGENTES DE POLICÍA

PARA SUS CUARTELES

22 DE FEBRERO DE

1849

SR.HERNÁNDEZ

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DE SU

CUARTEL NO. 3

12 DE MARZO DE

1849

SR.GÓMEZ

VARIOS

INDIVIDUOS

GUARDA CUARTEL Y

UN AYUDANTE PARA

EL CUARTEL NO.5

12 DE MARZO DE

1849

SR.GÜÉMEZ

SR.VEGA

GUARDA DEL

CUARTEL NO. 7

12 DE MARZO DE

1849

SR.HIDALGO

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DEL

CUARTEL NO. 6

22 DE MARZO DE

1849

73


SR.AGUILAR

UN

INDIVIDUO

AYUDANTE PARA EL

CUARTEL NO.4

22 DE MARZO DE

1849

SR.AGUILAR

DOS

INDIVIDUOS

AYUDANTE PARA EL

CUARTEL NO.1

3 DE MAYO DE

1849

SR.AGUILAR

UN

INDIVIDUO

AYUDANTE DEL

CUARTEL NO.10

3 DE MAYO DE

1849

SR.SALAZAR

UN

INDIVIDUO

VIGILANTE DE LA

CALLE DE FRIJOMIL

3 DE MAYO DE

1849

SR.HIDALGO

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DE SU

CUARTEL

6 DE MAYO DE

1849

SR.GÜÉMEZ

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DE SU

CUARTEL

6 DE MAYO DE

1849

SR.VEGA

SR. JUAN DE DIOS

REVELO

GUARDA DEL

CUARTEL NO.1

15 DE JUNIO DE

1849

SR.VEGA

SR. ANSELMO

TINAJERO

GUARDA DEL

CUARTEL NO.6

15 DE JUNIO DE

1849

SR.ARANA

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DE SU

CUARTEL

15 DE JUNIO DE

1849

SR. REFUGIO

OLVERA

GUARDA DEL

CUARTEL NO.1

28 DE JUNIO DE

1849

SR.GÜÉMEZ

SRES. JUAN FLORES

Y MAGDALENO SILVA

AYUDANTES DE

MANZANA DEL CUARTEL

NO.8

5 DE JULIO DE

1849

SRES. CAPITULARES

DE LOS CUARTELES

NÚMERO 1, 4, 6 Y 7

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES DE SUS

CUARTEL

2 DE AGOSTO DE

1849

SR.HERNÁNDEZ

UN

INDIVIDUO

AYUDANTE DE SU

CUARTEL

2 DE AGOSTO DE

1849

SR.CHINCHÓN

UN

INDIVIDUO

GUARDA DEL

CUARTEL NO.4

16 DE AGOSTO DE

1849

SR.HIDALGO

VARIOS

INDIVIDUOS

AYUDANTES PARA

SU CUARTEL NO.6

6 DE SEPTIEMBRE

DE 1849

Pero eran más las personas que buscaban quedar exentas del cargo

que les encomendaba el Ayuntamiento. A continuación una tabla en la

que se muestra esta situación que, por su continuidad, resultaba ser un

problema para la ciudad.

74


PERSONA QUE

SOLICITA

C.LUIS ARTEAGA

CARGO DEL QUE SE

PRETENDE QUEDAR

EXONERADO

AYUDANTE DE LA

PLAZUELA DE SAN

FRANCISCO DEL

CUARTEL NO.1

FECHA EN QUE LO

SOLICITA

21 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

FECHA EN QUE SE

LE CONTESTA

28 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

RESPUESTA

QUE DA EL

AYUNTAMIENTO

SE APROBÓ

C.JOSÉ MARÍA

NÚÑEZ

AUXILIAR DE LA

MANZANA NÚMERO

17 DEL CUARTEL

NO.3

15 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

28 DE SEPTIEMBRE

DE 1848

SE APROBÓ

C.MIGUEL

ESPINOSA

AYUDANTE DE

MANZANA DEL

CUARTEL NO.5

9 DE OCTUBRE

DE 1848

9 DE OCTUBRE

DE 1848

SE APROBÓ PORQUE

EL SOLICITANTE HABÍA

CAMBIADO DE

DOMICILIO

C.RAMÓN

MENDOZA

AYUDANTE DE

MANZANA DEL

CUARTEL NO.1

NO SE ENCONTRÓ

3 DE NOVIEMBRE

DE 1848

NO SE ADMITE LA

EXCUSA POR NO SER

SUFICIENTES LAS

CAUSALES QUE SE

EXPONEN PARA ELLOS

C.RICARDO

GARCÍA

GUARDA CUARTEL

NO.10

NO SE ENCONTRÓ

11 DE ENERO

DE 1849

NO SE ENCONTRÓ

C.ESTANISLAO

PÉREZ

AYUDANTE EN EL

CUARTEL NO.5

25 DE ENERO

DE 1849

1 DE FEBRERO

DE 1849

SE APROBÓ POR

HALLARSE ENFERMO

EL SOLICITANTE

C.MARCELINO

SILVA

GUARDA CUARTEL

NO.5

22 DE FEBRERO

DE 1849

NO SE ENCONTRÓ

NO SE ENCONTRÓ

CC. JESÚS SANDOVAL

Y PEDRO QUINTANA

AYUDANTES DE

MANZANA DEL

CUARTEL NO.2

22 DE FEBRERO

DE 1849

12 DE MARZO

DE 1849

SE APROBÓ

C.LIBERATO

LEDESMA

AYUDANTE DE

MANZANA DEL

CUARTEL NO.2

22 DE FEBRERO

DE 1849

12 DE MARZO

DE 1849

NO SE APROBÓ

C.JORGE

PIÑA

AYUDANTE DE

MANZANA DEL

CUARTEL NO.2

NO SE ENCONTRÓ

12 DE MARZO

DE 1849

NO SE APROBÓ

C.JOSÉ MARÍA

FUENTES

GUARDA

CUARTEL NO.2

NO SE ENCONTRÓ

1 DE MARZO

DE 1849

SE APROBÓ

C.JOAQUÍN

ZÚÑIGA

AYUDANTE DEL

CUARTEL NO.2

NO SE ENCONTRÓ

1 DE MARZO

DE 1849

SE APROBÓ

75


C.MACELINO

SILVA

GUARDA

CUARTEL NO.5

NO SE ENCONTRÓ

8 DE MARZO

DE 1849

NO SE

ENCONTRÓ

C.REFUGIO

FERRARA

GUARDA

CUARTEL NO.8

8 DE MARZO

DE 1849

29 DE MARZO

DE 1849

SE APROBÓ

C.SÓSTENES OLVERA

PIDE SE EXCEPTÚE

A SU DEPENDIENTE

ARCADIO MORALES

AYUDANTE DE LA

MANZANA NO.9, DEL

CUARTEL NO.1

22 DE MARZO

DE 1849

29 DE MARZO

DE 1849

SE APROBÓ POR

CAUSA DE LA EDAD

DEL SOLICITANTE

PARA DESEMPEÑAR

EL PUESTO

C.APOLONIO

RAMÍREZ

AYUDANTE EN

EL CUARTEL NO.4

NO SE

ENCONTRÓ

22 DE MARZO

DE 1849

NO SE

ENCONTRÓ

C.JOSÉ MARÍA

VELÁSQUEZ

GUARDA DE

POLICÍA

22 DE ABRIL

DE 1849

NO SE

ENCONTRÓ

NO SE

ENCONTRÓ

C.JUAN

SANTOYA

GUARDA DE

CUARTELES NO.4

31 DE MAYO

DE 1849

NO SE

ENCONTRÓ

NO SE

ENCONTRÓ

C.JUAN DE

DIOS MIGUEL

REBELO

GUARDA DE

CUARTELES NO.1

15 DE JUNIO

DE 1849

15 DE JUNIO

DE 1849

SE APROBÓ

C.MIGUEL

ESPINOSA

AYUDANTE NO

MANZANA DEL

CUARTEL NO.5

NO SE

ENCONTRÓ

2 DE AGOSTO

DE 1849

NO SE

ENCONTRÓ

NO SE MENCIONA

SU NOMBRE

GUARDA CUARTEL

NO.4

NO SE

ENCONTRÓ

2 DE AGOSTO

DE 1849

SE APROBÓ

Ahora bien, ¿qué motivos provocaban tal desinterés por ocupar dichos

puestos? Al parecer eran muchos. Algunas veces se debía al mal estado

de salud de la persona que era propuesta para ocupar el cargo, como

lo mostró en sesión ordinaria de 22 de marzo de 1849, el C. Apolonio

Ramírez, por medio de un “certificado facultativo”, es decir del médico,

por el que pedía se le exonerara del puesto de ayudante del Cuartel

No. 4. el caso era que por lo regular se presentaban excusas que, como

ya se mencionó, en su mayoría eran aceptadas por el Ayuntamiento.

76


Aunque al respecto es interesante mencionar que también había casos

en que los designados para ocupar dichos puestos optaban simplemente

por esconderse. Así fue referido, en sesión ordinaria, el 22 de abril de

1849. “A moción del Sr. Salazar quedó acordado se oficie al Sr. Prefecto

para que se sirva mandar u obligar a que sirvan en la Guardia Nacional

a los individuos que no se presten a verificarlo de Guarda Cuarteles

o Ayudantes de Manzana, como por ejemplo los tres individuos del

cuartel del Sr. Vega que acaban de esconderse”.

Había dos formas para ocupar los puestos vacantes; la primera –como

hemos visto– era por medio de las propuestas que hacían los señores

capitulares del Ayuntamiento en sesión de cabildo; la segunda, se

daba por medio de solicitudes de quienes aspiraban a tales puestos.

Los documentos que se recibían como anexos a las solicitudes eran

revisados, regresándoselos posteriormente a los interesados.

Al respecto, en sesión ordinaria de 8 de marzo de 1849, el señor Salazar

dio a conocer una lista de los ciudadanos que se habían presentado al

Ayuntamiento solicitando plazas de guarda cuarteles de policía. Estos

eran los siguientes: Juan Barrera (1º), Juan Barrera (2º), Félix Leiva,

Crescencio Mendoza, Marcelino Puente, José María Remedios, Luis

Altamirano y Antonio Sopena. Se informó que los seis primeros a más

de ser hombres de bien, eran “propios para la clase de maniobras a

que se les iba a destinar”, pero que los dos últimos, “aunque eran muy

honrados”, no eran adecuados para el servicio solicitado, por lo que

quedaron electos los seis primeros, faltando dos que se nombrarían

después; cuyo sueldo les correría a partir de que se les avisara que

habían sido dado de alta. Por último, el señor prefecto “se sirvió admitir

por invitación” que se le hizo el encargo para la compra de armas de

dichos guardas.

Otro caso de solicitud, es el de Joaquín Frías y Vergara quien pidió en

propiedad el destino de guarda carros, así se dio a conocer en sesión

ordinaria de 4 de enero de 1849.

77


Hasta aquí podemos observar dos cosas; primero, que los puestos

públicos para guardar el orden en la ciudad no eran muy bien aceptados,

pero que también no se les daban a los que no consideraban adecuados;

segundo, que en la mayoría de los casos el Ayuntamiento autorizaba la

renuncia al puesto, lo cual traía como consecuencia que éstos estuvieran

continuamente acéfalos.

Pero no eran solamente los puestos de guarda cuarteles y ayudantes

de manzana los que quedaban en esta situación, ya que en los cargos

de mayor rango también sucedían cosas de esta índole. Un ejemplo de

ello es lo que se informó el 15 de septiembre de 1848, fecha en que

el señor procurador menos antiguo informó que Pilar Hurtado, padre

del guarda de este ramo, se había ido a radicar a la ciudad de México.

Se dijo que debido a lo anterior, debía proveerse también esa vacante,

pues lo había hecho sin permiso del Cabildo. Esto es interesante ya

que, como podemos apreciar, se tenía que pedir permiso para irse a

vivir a otra ciudad, al menos cuando se ocupaba uno de estos puestos.

Por otra parte, se trataba de aprovechar el número total de solicitudes

para cubrir las plazas vacantes. Así sucedió el 15 de septiembre de

1848, fecha en que el señor Salazar, miembro del Cabildo, opinó que

se compusiera la terna de los serenos Prisciliano Hernández y Felipe

Ortega, así como la del celador Manuel Barrera. En vista de ello el señor

Sandoval dijo que se adoptaba, y que siendo dos plazas de guardas las

que iban a proveerse, se podía entresacar de los solicitantes uno que

ocupara la vacante que había dejado Pilar Hurtado. Así se llevó a cabo,

quedando electo el C. Antonio Luna para la vacante de Pastrana, y al

procederse a la elección del individuo que debía ocupar la que dejaba

Pilar Hurtado, se acordó que los tres debían entrar al escrutinio ya que

eran iguales en mérito. El puesto lo ocupó finalmente Manuel Barrera.

Posteriormente, en sesión ordinaria de 9 de octubre de 1848, se leyó

el documento en que los ciudadanos Manuel Barrera y Antonio Luna

daban oficialmente las gracias al Ayuntamiento “por los destinos de

guardas de la policía” que se les había conferido”.

78


Pero aún así, el señor prefecto manifestó, en sesión ordinaria de 26 de

octubre de 1848, que había una “multitud de calles sin ayudantes que

vigilen del orden común”, por lo que esperaba que en la semana que

atravesaban quedaran nombrados esos agentes “que tanto urgen para

la recaudación del impuesto de la Guardia Nacional”.

Y es que los guarda cuarteles tampoco rendían oportunamente los

informes solicitados de su demarcación. Así se comentó en sesión

ordinaria de 23 de noviembre de 1848, pues solamente se presentaron

dos noticias de solares baldíos y desamparados en los cuarteles 9º

y 10º, a cargo de los Sres. López y Saldivar, por lo que se tuvo que

mandar reservar para cuando los demás señores capitulares rindieran las

suyas. Posteriormente, en sesión ordinaria de 7 de diciembre de 1848,

los señores Siurob y Herrera informaron que por lo que respectaba a

sus cuarteles, no presentaban noticia de terrenos baldíos porque no

los había. Lo mismo dijo el señor Arcaute en cuanto al cuartel No. 6,

del que estaba encargado. Para el 11 de enero de 1849, se informó

que aún faltaban por rendir padrones los cuarteles 1, 2 y 6, los cuales

estaban a cargo de los señores Herrera, López y Hernández. También se

mencionó que solamente los señores regidores que fueron encargados

de los cuarteles 6, 9 y 10 rindieron en el año pasado sus noticias sobre

terrenos baldíos y que los encargados de los números 2 y 3 habían

dicho que no había terrenos con esas características, y que aún faltaban

por manifestar los cuarteles 4, 5, 7 y 8, a cargo de los señores Herrera,

Gómez, Arana y Güémez. Posteriormente, en sesión ordinaria de 16 de

febrero de 1849, el señor Gómez informó acerca de los terrenos baldíos

que existían en su cuartel No. 5, y se mandó agregar a los demás.

Pero los problemas también se daban en el terreno de las insatisfacciones

laborales. El C. Bartolo Servín pidió al Ayuntamiento, por medio de

un memorial, que se le restituyera a su destino de segundo cobrador

de plazas, pues éste le había sido quitado por el señor procurador

menos antiguo, habiéndosele destinado a servir en una de las plazas

de guarda de policía. Al respecto el procurador aludido informó de

“los justos motivos que tuvo para removerlo”, ya que lo acusaba de

79


cometer varias faltas, mismas que estaba “pronto a probarlas”, pues

–dijo– su objeto no era otro sino el de evitar males en el servicio de

esos empleados y que cumplieran mejor su trabajo. El resultado de

este problema fue que, en sesión ordinaria de 28 de diciembre de

1848, el señor Arcaute dictaminando sobre la solicitud del C. Bartolo

Servín, concluyó con la proposición siguiente: “Única. Llévese a efecto

lo dispuesto por el Sr. Procurador menos antiguo sobre haber destinado

al guarda D. Bartolo Servín al arreglo de plazas en vez del cobro a

que antes estaba destinado”. Con dispensa de trámites se aprobó,

quedando nombrado en propiedad de segundo cobrador de plazas el

C. Vicente Martínez. Respecto al señor Bartolo, se acordó extendérsele

un certificado en el que se dijera del buen comportamiento que tuvo en

el destino de segundo cobrador de plazas. Un caso más sobre este tipo

de problemas fue manifestado en sesión ordinaria de 22 de febrero de

1849. En esta reunión, el Sr. López, alcalde 6º en turno, informó sobre

las arbitrariedades que cometía el guarda cuartel No. 5 Marcelino Silva,

pidiendo por ello se le destituyera del cargo.

Pero también había quien solicitaba un certificado de buen

comportamiento. Así lo hizo D. Hipólito Maciel, quien por medio de

ocurso pidió un certificado del buen comportamiento que observó

cuando obtuvo el destino de guarda mayor de serenos.

Otro problema era que no se contaba con personas que sustituyeran

a los trabajadores que se enfermaban. Un ejemplo de esto es que el

señor Salazar informó, también en sesión ordinaria de 28 de diciembre

de 1848, que habiéndose enfermado los guardas de policía Fernando

Hurtado y Bartolo Servín, se iba a “sufrir un gran retraso el servicio de

aquellos y que no se podía suplir su falta con otros individuos por no

estar el Ilustre Ayuntamiento autorizado para esperar ese sueldo”.

Aun así el señor Güémez, al ser nombrado primer comisionado para la

visita de Esperanza, dijo, en sesión ordinaria de 12 de marzo de 1849,

80


que mientras durara en su nueva misión dejaba encargados para sus

distintas comisiones; a la de Alhóndiga, al Sr. López; a la de instrucción

pública, al Sr. Chinchón; y en su Cuartel No. 8, dejaba a cargo el señor

Salazar. Por su parte el señor Arana dijo, como segundo comisionado

para la misma visita, que dejaba encargado al Sr. Vega en sus dos

funciones, la comisión de plazas y el Cuartel No. 7. Al respecto es

interesante mencionar que, en sesión ordinaria del 15 de junio de 1849,

a moción del señor Vega quedó acordado que los meritorios, por orden

de antigüedad y honradez, cubrieran las vacantes de los propietarios.

Un problema más eran las multas atrasadas. En sesión ordinaria de

dieciocho de enero de 1849, el Sr. Chinchón dio a conocer una serie de

multas atrasadas que le habían mandado cobrar a uno de los agentes

de su cuartel. Se acordó que las obligaciones de los agentes de los

diez cuarteles y que debían respetarse estaban constituidas por los

decretos de 17 de octubre de 1833. Además, en sesión ordinaria de 25

de enero de 1849, se trató sobre los infractores del bando de policía,

quedando acordado que los guarda cuarteles debían dirigirse al Sr.

regidor respectivo de sus cuartel para que “providenciara” el pago de

las multas por medio de la autoridad judicial.

Al respecto de este decreto de 1833, las multas no eran ajenas a la

población, ya que las autoridades estaban al tanto de que se cumpliera

con las órdenes como la de barrer los frentes de sus casas. Así, en

sesión ordinaria de primero de febrero de 1849, el señor Salazar leyó los

expresados artículos del bando de policía en lo conducente al barrido.

A lo que el Sr. Chinchón informó que en su cuartel sólo habían quedado,

el día anterior, dos casas sin barrer porque estaban vacías, pero que esa

“operación” se había hecho en la tarde. Por su parte, el señor Gómez

expuso que ese día iba a exigir una multa a un individuo de su cuartel

por falta de barrido.

Respecto al salario que recibían, éste era de dos reales diarios. Así lo

manifestó en sesión ordinaria de 22 de marzo de 1849, el señor Salazar,

quien presentó una lista de los nuevos guardas de policía “nombrados

81


para el mejor desempeño de este ramo, con expresión de sus nombres

y fechas en que tienen derecho a percibir el sueldo de dos reales diarios,

acompañando su respectivas solicitudes y fianzas; cuyos nombres y

tiempo en que se han dado de alta consta de la manera siguiente”:

A continuación informó que Máximo Reséndiz había estado enfermo

durante dos días; y como estos guardas obtenían su salario por día, o

como en ese entonces se decía, “sacaban su haber diario”, consultó si

ese “dependiente” debería percibir su haber en aquel corto tiempo. Al

respecto se tuvo presente el Decreto del 9 de febrero de 1828, en el

que se decía que en estos casos los empleados contaban con el derecho

de 20 días de licencia con todo su haber, por cada año de trabajo. Por

lo tanto se acordó que al Depositario de propios se le ordenara abonar

a Reséndiz el sueldo de los dos días que había estado enfermo, así

como que en lo sucesivo “tomara razón” de los empleados enfermos

a quienes se les estaba pagando su sueldo, para contarles el tiempo

conforme a los días que señalaba el citado decreto.

82


No sabemos si este decreto regía para todos los empleados del

Ayuntamiento, pues cuando el regidor D. Amado Herrera, informó por

oficio que su enfermedad había “tomado más incremento”, solicitando

por ello un mes de licencia, se le concedió “ante las razones que

alega”, procediéndose en consecuencia a nombrar otro regidor que lo

sustituyera en su encargo de la comisión de Fiel Ejecutoria, así como la

del Cuartel No. 1. La persona en quien recayó el puesto, por escrutinio

secreto mediante cédulas, fue el señor Aguilar, con cinco votos contra

cuatro que obtuvo el señor Hidalgo.

Pero el salario también era otorgado de acuerdo a los resultados que

se tuvieran del desempeño laboral; así, en sesión ordinaria de 18 de

octubre de 1849, se vio un ocurso del guarda de policía C. Juan Barrera,

pidiendo aumento de sueldo por tener más atenciones que los de

su clase. Por su parte, en sesión ordinaria del 13 de septiembre de

1849, a solicitud del guarda mayor de policía, C. Fernando Hurtado, se

concluyó con las siguientes proposiciones que fueron aprobadas: 1ª,

se le aumenta al guarda Fernando Hurtado ochenta y nueve pesos al

sueldo que hoy disfruta; 2ª, iníciese al H. Congreso para poder abonarlo

a dicho Hurtado la cantidad que expresa el artículo anterior.

Ahora bien, los miembros del Ayuntamiento eran fácilmente reconocibles,

al menos en los actos públicos, pues con base en el Decreto número

129, y en sesión ordinaria del 12 de mayo de 1849, al respecto se dijo

lo siguiente: “los Capitulares del Ayuntamiento de esta capital usarán

en las asistencias públicas sombrero redondo, traje, pantalón y chaleco

negro, corbata blanca y banda del mismo color, con el escudo dorado

en que están grabadas las armas de la ciudad”. Pero en el caso de las

casas de los guarda cuarteles no era así, ya que es sesión ordinaria

del 31 de mayo de 1849, el señor Pérez dijo que costando gran

dificultad para dar con las casas de los guarda cuarteles y ayudantes de

manzanas, “opina por que pongan en las frentes de aquellas el letrero

de tales nombramientos a costa de un pequeño blanqueo que baste a

contenerlo”.

83


El caso es que había carencia de policía. Así lo afirmó el señor Pérez,

quien dijo: “es mucha la falta de policía que se advierte respecto del

agua que corre por las calles; que los señores capitulares encargados

de sus cuarteles no pueden por sus muchas ocupaciones vigilar como

quisieran en ese punto de policía”, por lo que suplicó se le recomendara

al Sr. Prefecto hacer que los guarda cuarteles y ayudantes de manzana

cumplieran con sus obligaciones.

Pero además de la vigilancia y buen orden de la ciudad, el Ayuntamiento

también necesitaba de personas que fungieran como empadronadores

en los cuarteles, por ello, en sesión ordinaria de 12 de marzo de 1849, se

nombraron a las siguientes personas para dicho trabajo: para el Cuartel

No. 2, a D. Desiderio Luna y D. Mauricio Reynoso; para el No 3, a D. José

Bernardo Jiménez y D. Pedro Bustos; para el No 4, a D. Felipe Yáñez y

D. José Méndez; para el No 5, a D. Joaquín González y D. Jesús Vega;

para el No 7, a D. Ramón Granados y D. Crescencio Elías; para el No.

8, a D. Alejo González y D. Luis Sandoval; para el No. 9, a D. Anastasio

Contreras y D. Vicente González; y para el No. 10, a D. Antonio Silva y

D. Agustín Merino. No se nombraron en los cuarteles números 1 y 6. El

primero, porque el señor D. Amado Herrera, quien estaba a cargo, no

concurrió a la sesión por estar enfermo; y el segundo, a cargo del Sr.

Hidalgo, por su ausencia, sin especificar el motivo de ello.

En este mismo sentido se acordó que al oficiar a los comisionados para

que empadronaran, se les debía decir que se pusieran de acuerdo con

su respectivo compañero, así como señalarles el área del cuartel de su

competencia, fijándoles como fecha para informar los resultados del

padrón el miércoles 28 del mismo mes.

Y al igual que en el caso de los que se excusaban para desempeñar el

cargo de guarda cuarteles y ayudantes de manzana, en el caso de los

empadronadores, también había quien se buscaba pretextos para no

concurrir a sus labores. Un ejemplo de ello es el que se expuso el 22 de

marzo de 1849. Se leyó lo siguiente: “otro ocurso en que D. Desiderio

Luna suplica se le exonere de empadronar en el Cuartel No. 2 por tener

84


el encargo de sacar el ángel del viernes santo, señalando el gremio de

los artesanos en sastrería, y de conformidad se accedió a su pedido”.

Otro ejemplo en este mismo sentido es el de los CC Joaquín González

y Jesús Vega quienes suplicaron se les exonerara de empadronar en

el Cuartel No. 5 “interponiendo” ambos que no podían verificarlo por

sus enfermedades. Al respecto se recomendó al Sr. Gómez, encargado

del Cuartel No 5, propusiera a otros sujetos capaces de desempeñar el

puesto. Igual recomendación se hizo a los señores regidores que tenían

vacantes en sus empadronadores por causa de enfermedades.

Como podemos observar, los problemas se repetían. Unos que no

aceptaban los nombramientos, y otros que aceptaban las excusas pero

nombraban a otros que suplieran a los primeros. En fin, casi a mediados

del siglo XIX, Querétaro vivía parte del proceso de estabilidad social

con los problemas que ello conllevaba, pero, aún así, nuestra ciudad

mantuvo la paz y el orden necesarios durante esa época.

Fuentes consultadas:

Actas de Cabildo de Querétaro. Años 1848 y 1849. Archivo Histórico

del Municipio de Querétaro.

Notas Estadísticas del Departamento de Querétaro por la Asamblea

Constitucional del mismo y remitidas al Supremo Gobierno, en

cumplimiento de la Parte Primera del Artículo 135 de las Bases Orgánicas.

Año de 1845. Publicado en 1848. Biblioteca del H. Congreso del Estado

de Querétaro Arteaga.

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SOBRE LA FECHA DE NACIMIENTO DE EZEQUIEL MONTES

Querétaro ha contado con excelentes ciudadanos; uno de ellos es, sin

lugar a dudas, el Lic. Ezequiel Montes. Su nombre completo era José

María Trinidad Ezequiel de Jesús Montes Ledesma.

Este ilustre queretano del siglo XIX ocupó en el gobierno mexicano los

siguientes cargos: Oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores

durante el gobierno de Juan Álvarez, en 1855. Ministro de Relaciones

(junto con Luis de la Rosa), y de Justicia, Negocios Eclesiásticos e

Instrucción Pública, durante el gobierno interino de Ignacio Comonfort,

del 13 de diciembre de 1855 al 9 de diciembre de 1856. Fue Enviado

extraordinario y Ministro plenipotenciario ante la Santa Sede, en 1857.

Diputado por el Distrito de Zumpango, Estado de México, en 1861.

Ministro plenipotenciario para celebrar un tratado de amistad, comercio

y navegación entre México y Bélgica, en 1861. Se le desterró a Francia

durante la invasión francesa. En su ausencia fue electo propietario al

Congreso Federal por el Distrito de Tolimán, Querétaro, y durante la

primera reunión del Cuarto Congreso Constitucional se le nombró

presidente por aclamación. También fue nombrado cuarto magistrado

de la Suprema Corte de Justicia, pero prefirió seguir ocupando el

cargo de diputado. También fue diputado federal por los distritos de

Dolores, Hidalgo; el estado de Guanajuato; y Huichapan, Hidalgo, de

1869 a 1871. Durante la presidencia de Manuel González ocupó el

cargo de Ministro y Secretario de Justicia e Instrucción Pública, del 1º

de diciembre de 1880 al 30 de abril de 1882. La Sombra de Arteaga

publicó el 18 de enero de 1883, con motivo del anuncio de su muerte

(5 de enero de 1883), que –entre otros puestos– había sido candidato

para la presidencia de la República.

Posteriormente, a pocos años de que hubiera fallecido, ya existía

controversia sobre el lugar de su nacimiento. Así lo publicó La Sombra

de Arteaga, el 7 de marzo de 1891: “Muchas veces se ha dicho que

Montes nació en cierto lugar que para el caso a que nos vamos a referir,

basta decir que lleva el nombre de Baños de Taxhidó. Este error tiene su

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origen en la índole apasionada de Montes a quien perteneció por algún

tiempo ese lugar cuyas fuentes, a juzgar por su propietario, poseían

maravillosas virtudes medicinales. Y tal era la confianza que tuviera en

la extraordinaria eficacia de aquellas aguas prodigiosas, que según lo

que él mismo refería, sólo por haberlas tomado reconquistó alguna

vez como por encanto, lo mucho que le hiciera perder de salud una

penosa enfermedad”. En el mismo periódico se dice que su fecha de

nacimiento fue el 26 de noviembre de 1820, en Cadereyta, Querétaro.

En 1966, la Secretaría de Educación Pública publicó un libro con la

biografía de Ezequiel Montes (González, 1966: 8). En ella se da la misma

información acerca del lugar y fecha de nacimiento de Ezequiel Montes:

Cadereyta, Qro., noviembre 26 de 1820.

Recientemente, en el libro de la historia del municipio de Cadereyta

(Buenaventura, 1997: 102), se repite como fecha del nacimiento

de Ezequiel Montes el 26 de noviembre de 1820. Para sustentar su

información la cronista incluye la trascripción de la fe de bautismo, en

la que se dice que fue bautizado el día 27 de noviembre de 1820, a los

dos días de nacido.

Lo anterior no tendría nada de particular, si no fuera porque existe una

carta escrita por Ezequiel Montes en la que él mismo dice que la fecha

de su nacimiento fue el 23 de noviembre de 1820.

La carta es propiedad de la familia González Vega, específicamente de

las señoritas Alicia Vega González y María Vega González, que viven en

Vizarrón, Cadereyta. El facsímile de la carta me fue proporcionado por mi

amigo el M. en C. Fernando González Aguilar, investigador del CIIDET

en la ciudad de Querétaro. Está dirigida a Don Apolinar González, jefe

político de Vizarrón en 1871, bisabuelo del Ing. Fernando González

Aguilar. He aquí la carta.

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A continuación la carta paleografiada.

Señor Don Apolinar González

Vizarrón

México, Mayo 4 de 1871

6. calle de la Moneda

Apreciable Señor:

Oportunamente vino a mis manos la carta de U[d]. de 18 de Abril

último; pero hasta hoy me fue posible un conducto seguro para enviar

al Ayuntamiento de que es U[d]. digno miembro, y por su apreciable

conducto un ejemplar de la “Colección de tales disposiciones de policía

y reglamentos municipales de administración del Distrito Federal

formada por Don José Ma del Castillo Velasco” En esta otra hallará U[d].

las anteriores ordenanzas municipales de la ciudad de México, que se

convierten vigentes y hallará también otras muchas disposiciones que

podrán ser útiles al propósito que considere el ayuntamiento de formar

sus ordenanzas municipales.

Los hombres no escogen el lugar de su nacimiento, ni a sus padres;

por respeto a la verdad; y no por otra causa tengo que decir Sr. que

mis padres estaban avecindados en el pueblo de Bernal, en el año de

1820; y que habiendo sido invitados para asistir al matrimonio de D.

Rafael Ledesma, hermano de mi madre, y de Dña Rafaela Nieto, que

se celebró en la villa de Cadereyta, el primero de Noviembre del año

citado poco antes, vinieron en efecto a esta población; y allí nací el

día 23 de Noviembre del mismo año de 1820; está U[d]. en un error

al creer que el lugar de mi nacimiento es el pueblo de Vizarrón. Esta

circunstancia no disminuye en nada el afecto sincero que profeso

á esa población, porque en ella pasé mi infancia; y porque allí están

sepultados los huesos de Doña María Josefa Nieto, mi abuela materna

á quien siempre reputé como mi segunda madre.

Hecha esta rectificación, me será grato saber que ha sido de alguna

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utilidad al Ayuntamiento y a U[d]. la obra que pondrá en sus manos mi

amigo el Sr. Don José Ma Reyes, que recomiendo muy especialmente

á la benevolencia del cuerpo municipal y de todo el vecindario de

Vizarrón.

Deseando que U[d]. goce de buena salud, me suscribo

S. S. S.

E. Montes [rúbrica]

Fuentes consultadas:

Buenaventura Olvera, María. Municipio de Cadereyta. Colección

Querétaro, visión de sus cronistas. Gobierno del Estado de Querétaro,

H. Ayuntamiento de Cadereyta. Cultura en Querétaro. Querétaro. 1997.

Carta de Ezequiel Montes a Don Apolinar González (1871), facsímile.

Propiedad de la familia González Vega.

La Sombra de Arteaga, Enero 18 de 1883, y Marzo 7 de 1891. AHQ.

González de Cossío, Francisco. Ezequiel Montes queretano esclarecido.

Cuadernos de lectura popular, No. 36. Serie: La victoria de la República.

SEP. México. 1966.

Hernández Rodríguez, Rosaura. Ignacio Comonfort. Trayectoria política.

Documentos. UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas. México.

1967.

Titulares de la SEP. http://www.sep.gob.mx/wb2/sep/sep_582_titulares_

de_la_sep (fecha de revisión: 5 de diciembre de 205).

Villalpando, José Manuel & Rosas, Alejandro. Historia de México a

través de sus gobernantes. Planeta. 2001.

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LEONARDA MARTÍNEZ, LA CARAMBADA

La leyenda de Leonarda Martínez alias la Carambada es muy conocida

en nuestro país, sobre todo porque corre el rumor popular de que

la muerte de Benito Juárez se debió a una hierba conocida como la

veintiunilla que ella le dio. Su historia se ha basado a partir de lo que

cuenta en su libro La Carambada. Realidad Mexicana el escritor Joel

Verdeja Soussa.

En dicho libro hay varios errores históricos. En el capítulo III, “Primeras

correrías”, dice que el Cucho Montes (sobrenombre debido a una

deformidad que tenía en el labio) formaba parte de la gavilla a la que

pertenecía la Carambada. Habla de un diálogo entre ambos en el que

mencionan la pérdida de más del territorio mexicano después de la

guerra con los norteamericanos. El error está en que el Cucho Montes

murió ajusticiado el 17 de diciembre de 1840, en el patíbulo que se

encontraba frente a la fuente llamada de los Ahorcados en el costado

norte de la Alameda, según nos cuenta Manuel Septién y Septién. Este

historiador nos presenta incluso el testamento de dicho delincuente.

Como podemos observar cuando México perdió más de la mitad de su

territorio el Cucho Montes ya había fallecido.

También se ha dicho que la Carambada era jefa de la gavilla a la que

pertenecía. El mismo Verdeja Soussa menciona la forma en que ella

llegó a ocupar ese puesto, y aunque no dice el año, sí menciona en ese

episodio al Cucho Montes. Esto no puede ser tampoco cierto ya que,

como mostraremos más adelante, para 1884 ella fue aprehendida en

Querétaro junto con su amante Víctor Medina, José Romero o Morán y

León Vázquez. En el interrogatorio confesó que el jefe de la banda era

Guillermo Rodríguez alias el amito. Como podemos ver, cuando murió

el Cucho Montes, la Carambada era probablemente una niña, o incluso

aún no había nacido. ¿Cómo pudo haber sido la jefa entonces? Sabemos

que sí llegó a ser la jefa de la gavilla. Eso lo podemos constatar en el

corrido queretano que incluimos al final; pero al menos en 1884 el jefe

era el tal amito.

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Como en todas las leyendas, la de la Carambada ha llegado a formar parte

de las versiones populares. El pueblo hace suyos a los personajes que

van siendo parte de su historia local o regional. En Querétaro, no cabe

duda, la Carimbada es una leyenda. Una que se ha tejido de generación

en generación con datos cada vez más difusos. Por ello a continuación

presentamos el informe que rindió el prefecto del distrito del centro

C. Rómulo Alonzo al gobierno del estado en 1884. En él dice de la

detención de la Carambada y de los otros tres bandoleros. Incluimos el

informe completo pues creemos que bien vale la pena debido a que es

un documento histórico, además de que muchas personas que leen esta

revista son viajeros y muy difícilmente dedicarían tiempo a investigar en

archivos acerca de este significativo personaje de Querétaro.

Al final del artículo presentamos un corrido, como se mencionó

anteriormente, que era común a finales del siglo XIX en Querétaro. Es

interesante observar que el año de la muerte de la Carambada que nos

cuenta el corrido ocurrió en 1886; es decir, dos años después de que

fue aprehendida en nuestra ciudad.

Estado de Querétaro.- Prefectura del distrito del Centro.- No. 148.-

El Jefe de policía, C. Rómulo Alonzo, aprehendió a León Vázquez, a

José Romero o Morán, a Leonarda Martínez, alias la Carambada, y

a Víctor Medina amasio de ésta, complicados en el delito de plagio

que pretendían cometer en la persona de uno de los hacendados de

las inmediaciones de esta ciudad; parece que el jefe de esta banda

de plagiarios es Guillermo Rodríguez, alias el amito, cuyas órdenes

obedecían en el caso los indicados. Estando esta gavilla lo mismo que

Rodríguez avecindados en jurisdicción de Celaya, desde cuyo punto

organizaban sus asaltos.

Como León Vázquez y José Morán estaban en relaciones con Leonarda

Martínez y Víctor Medina, y de noche venían a la casa de aquella a

deshoras y a caballo, como lo observó el guarda-cuartel núm.8, habiendo

la circunstancia de que la citada Leonarda por exhortos anteriores

remitidos al juzgado de letras de esta ciudad, aparecía complicada en

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los plagios de San Román en Celaya, de Ramos, Barrera y Durán, Dr.

Ortega, Ignacio Azanza y Pantaleón N., mayordomo del Puerto de Nieto,

vecinos del estado de Guanajuato; y de D. José Cosío, D. Crescencio

Mena, D. Domingo Vargas y D. Mariano Martínez en Apapátaro de este

estado; y como León Vázquez, según los antecedentes que tenía la

misma policía, parecía complicado también en muchos de los plagios

referidos, hasta asegurarse que venía de Toluca prófugo a resultas de

uno que había verificado allí, esta prefectura, previa opinión del C.

gobernador del estado, y hecha como lo estaba la aprehensión, se

dirigió al C. prefecto de Celaya preguntándole: si le remitía dichos

presos, siempre que existieran datos de su complicidad en el plagio de

San Román, y como la respuesta fue pidiendo la remisión, se determinó

ésta, ocurriendo al efecto al C. gobernador del estado, pidiéndole una

fuerza de rurales que escoltara los presos hasta Apaseo.

Por parte del mismo C. gobernador se puso también telegrama al de

Guanajuato tratando de la misma remisión; y obteniendo por respuesta,

que desde luego enviaba una fuerza del cuarto de caballería por dichos

presos, la que se alojó en el mesón de la Luz el 4 del corriente en la

tarde, pues llegó aquí por no haber encontrado en el camino ni a los

presos ni a la escolta.

Establecidos los pormenores que precedieron a la remisión de los

plagiarios, se ve que éstos estaban en relaciones y formaban parte de

la gavilla del amito quien merodea en el partido de Celaya no obstante

el empeño del gobierno de aprehenderlo, y que estaban complicados

todos los presos en plagios cometidos en dicho estado, siendo los más

notables en Celaya; y atentas estas consideraciones se pusieron los

telegramas para que la autoridad competente, que en derecho criminal

es la del lugar en que se comete el delito, juzgará a los presuntos reos.

Esto supuesto, en la mañana temprana del día cuatro la escolta del

cuerpo de rurales, según informe de la alcaldía segunda, sacó a los presos

de la detención conduciéndolos en dirección de Apaseo, ignorando el

informante el número de individuos que compusieron dicha escolta.

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Además, el día tres en la noche, entre las once y las doce, un grupo de

hombres desconocidos armados y montados, se presentó en terrenos

de la comunidad pasando antes según se dijo, por la arboleda de fresnos

a la izquierda de la garita de esta ciudad que conduce para Celaya, y

a poco dispararon sus armas oyéndose los tiros en toda la población,

pero especialmente por los hacendados inmediatos, por el guardavía

situado a la encrucijada de la comunidad, por los asistentes a un velorio

que hubo esa noche en la casa inmediata a la misma garita, en el último

fresno, sin que se pueda nombrar a las personas concurrentes por no

conocerlas, y por último, que también los serenos número 11 y meritorio

del 17 alarmados con los tiros fueron informados por la concurrencia

del velorio, que los habían disparado los hombres de a caballo que

habían pasado por los fresnos. Así me lo informó pocos momentos

después el primer cabo de la policía nocturna; y yo mismo estando en

la esquina de la Alameda a esa hora con mi familia en espera del tren oí

esos disparos en número como de treinta, sin que pudiera saber a qué

atribuirlos, sino a la función de la Cruz en las congregaciones de Santa

María, Carrillo o contiguas; pues también al mismo tiempo se hacían

disparos de cámaras y cohetes en la Cruz del Cerrito.

Respecto de los hechos que tuvieron lugar entre la escolta y los presos,

que como llevo dicho salieron a las tres de la mañana, he remitido

originales al C. juez de lo criminal las comunicaciones que los explican

y en que aparece, que en terrenos de la misma comunidad una porción

de hombres armados y montados atacó la escolta, la que tuvo que

defenderse y que hacer fuego sobre los presos que huían, hechos cuya

verdad averigua actualmente el mismo C. juez a quien inmediatamente

los consigné, con los cadáveres de los presos, exceptuando a Leonarda

Martínez que estaba herida, remitidos todos al hospital; enviando así

mismo a dicho juez las comunicaciones cerradas que se remitían a

Apaseo y un telegrama original; habiendo tenido órdenes terminantes

el jefe de rurales, que recibió original el otro telegrama del gobernador

de Guanajuato, de que dichos presos fueron puestos en poder de la

autoridad política de Apaseo, o de la fuerza del 4º si se encontraba con

ella antes.

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En copia, acompaño a Ud. Los telegramas de Celaya a que me he referido;

no haciéndolo con el indicado del C. gobernador de Guanajuato;

porque según orden superior, quedó en poder del C. teniente coronel,

jefe del cuerpo de rurales.

Posteriormente se ha dicho que Leonarda Martínez confesó en el

hospital su participación con León Vázquez, José Morán y Víctor Medina,

en el plagio del C. Cirilo Vásquez y sus hijos, reconociendo como jefe

al amito, y como cómplices a otras personas; pero como estos datos

no son oficiales, debo limitarme a lo que me consta como autoridad

aunque haya llegado a mi noticia a última hora; debiendo refutarse una

verdad, que la citada Leonarda Martínez y sus socios ponían en práctica

el plagio de que se trata; y que lo comprueban documentos y testigos

que presentaron los interesados; siendo indudable que los plagiarios

obedecían las órdenes de Guillermo Rodríguez el amito; que trataban

por ese medio infame de robar ocho o diez mil pesos, sirviendo de

agente principal Leonarda Martínez; y que tal delito se frustró por la

eficacia de la policía, y por circunstancias independientes de la voluntad

de los malhechores.

Siendo esto, C. secretario, lo que tengo que informar a Ud. Sobre

los sucesos ocurridos en el plagio a que me he referido en esta nota,

suplicándole ponga todo lo expuesto en conocimiento del C. gobernador

del estado para los fines consiguientes.

Libertad y Constitución. Querétaro. Mayo 6 de 1884.- Lic. Felipe

Hernández.- C. secretario del gobierno.

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CORRIDO DE LEONARDA MARTÍNEZ, LA CARAMBADA

El año de ochenta y seis

cierto día a la madrugada

fusilaron a Leonarda

la famosa Carambada.

Bailaba con una copa

de licor en la cabeza

no tiraba ni una gota

ni se mojaba la trenza.

Y también en los tobillitos

cuando el Jarabe bailaba

se amarraba dos cuchillos

pero nunca se cortaba.

Le pagaban los catrines

como a buena bailadora

doña Leonarda Martínez

también era jugadora.

Hacía bailes en su casa

que duraban todo el día

seguían hasta por la noche

con muchísima alegría.

A las ocho de la noche

sin cambiar sus intenciones

les decía a sus invitados:

hínquense a rezar ca... nijos.

Y la gente obedecía

la música no tocaba

y al decir Ave María

todito el mundo se hincaba.

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Y después seguía la fiesta

la música y las canciones

los jarabes zapateados

de todos sus valedores.

Leonarda La Carambada

le daba a su gente vino

y a la mera madrugada

salía a robar al Camino.

En la mera Cuesta China

paraba la Diligencia

robaba todo el pasaje

con sus hombres de experiencia.

Sombrero y puro encendido

a los órganos ponía

imitando a su gavilla

pero ni un hombre traía.

Tenía mucha inteligencia

Leonarda La Carambada

paraba la Diligencia

salía de hombre disfrazada.

Sacudiéndose las tetas

decía luego que robaba:

miren con lo que perdieron

jijos de la re... tostada.

Una vez en San Juanico

se metió a pedir dinero

allí la cogieron presa

y ala Cárcel la trajeron.

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Y después que la juzgaron

por andar de bandolera

la fueron a fusilar

a la misma Carretera.

La sacaron de mañana

con muchos soldados rasos

al Camino de Celaya

y allí le dieron balazos.

Cerca de los Cuatro Surcos

fusilaron a Leonarda

el año de ochenta y seis

en abrileña mañana.

Atravesada en un palo

Al Hospital la mandaron

y al ir subiendo las gradas

una nalga le pincharon.

Allí tuvo buena muerte

Leonarda La Carambada

pidió perdón a las gentes

y murió muy consolada.

Ya con esta me despido

con una flor de granada

aquí termina el Corrido

de la pobre Carambada.

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Fuentes consultadas

La Sombra de Arteaga. Querétaro. Mayo 10 de 1884. AHQ

Muñoz-Ledo y Mena, Manuel. Folk-lore, Literatura y Música de

Querétaro. Apuntes. Edición provisional. Querétaro, 1942. Biblioteca

del H. Congreso del Estado de Querétaro Arteaga.

Septién y Septién, Manuel. Artículos históricos sobre Querétaro.

Obras de Manuel Septién y Septién. Tomo IV. Gobierno del Estado de

Querétaro. 1999.

Verdeja Soussa, Joel. La Carimbada. Realidad Mexicana. Ediciones

Cimatario. Cuarta Edición. Querétaro, Qro. 1994.

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LA APREHENSIÓN DE CHUCHO EL ROTO EN QUERÉTARO

La Sombra de Arteaga, periódico oficial de Querétaro, publicó el 8 de

noviembre de 1885 que había muerto en Veracruz el criminal, tristemente

célebre, Chucho el roto. Un año antes, el 31 de mayo de 1884, el mismo

periódico había sacado a la luz algunos pormenores de la aprehensión

de este bandido. Publicó que la captura de Jesús Arriaga, alias el Roto,

la hizo la policía queretana, en la ciudad de Querétaro, en la calle de las

Maravillas (hoy cuarta calle de Pino Suárez poniente).

Se dijo que Arriaga habitaba en Querétaro desde hacía tiempo, adonde

“no era conocido”. Situación que le permitía concurrir al teatro, estación

del ferrocarril y realizar paseos públicos con “inaudito descaro”. Hasta

que la policía, para la que era sospechoso, lo capturó, con beneplácito

de la sociedad honrada, para la que Arriaga, al que se creía en Bruselas,

sería siempre un constante amago. La Sombra de Arteaga publicó con

orgullo “esa aprehensión honra a la policía local dirigida hábilmente

por su comandante Rómulo Alonso, que no es la primera vez que da

pruebas de eficacia y actividad en el cumplimiento de sus deberes”.

Sobre esto el periódico El Nacional publicó la siguiente nota.

“Ya nos extrañaba que el famoso Chucho el Roto estuviese en Bruselas

cuidando de la educación de su hija, como lo dijeron varios periódicos;

sin embargo, era posible que el amor de su hija lo hubiese regenerado.

Mas no ha sido así, ni ha habido tal viaje, ni el Roto ha pensado salir de

la República. La policía que tenía la seguridad de que el Roto estaba en

México, se dio a buscarlo y por fin pudo averiguar que el famoso ladrón

se hallaba viviendo en Querétaro, con un nombre supuesto. Ayer, dos

agentes de policía marcharon a la ciudad de los Camotes y lograron la

aprehensión del prófugo de Belén. Hoy en la noche es posible que lo

conduzcan a esta capital”.

Como podemos ver, adjudicaban la aprehensión de Chucho el roto a dos

agentes de policía de la capital del país. Esto no era cierto pues, como

103


veremos a continuación, la captura se debió a la policía del estado. Por

ello los queretanos contestaron lo siguiente:

“Es notorio que el bandido Arriaga fue capturado por la policía de

Querétaro sin auxilio de la de México. Verdad es que han llegado a

Querétaro no dos sino cinco agentes de policía de México con su jefe

respectivo por el prófugo; pero eso fue en virtud del aviso de la autoridad

del estado a la de México que hacía tiempo lo tenía exhortado por todo

el país. El Roto al entrar en prensa este semanario permanece aún en

prisión, de la que será acaso hoy mismo conducido a México por los

policías del Distrito Federal que lo reciben de los de Querétaro. Conste

así”.

Sustentando lo anterior, La Sombra de Arteaga había informado desde

el 7 de junio de 1884 con el título Instrumentos para el crimen los objetos

que habían encontrado en la casa de Chucho el roto.

“En el juzgado de lo criminal existen los que en una de las casas de

Jesús Arriaga alias Roto, encontró la policía. Consisten en llaves

maestras, berbiquí, una larga escala de cáñamo, que tiene en una de

sus extremidades dos garfios de fierro y está formada con escalones

de madera forrados de tela, unas tablas con agujeros, cuyo objeto se

ignora y algunos otros raros instrumentos que, si no se comprende su

especial mecanismo, es seguro que por pertenecer al famoso bandido,

estuvieron destinados para ejercer su reprobada y criminal industria”.

Una semana después, el 14 de junio de 1884, La Sombra de Arteaga

reprodujo una nota del periódico de la capital de la república El Hijo

del Trabajo.

“CHCUCHO EL ROTO. Se haya ya alojado en la cárcel de Belén, a

donde lo pusieron a disposición del juez respectivo. La aprehensión

de Arriaga acredita una vez más la incansable actividad del jefe de la

policía queretana, y en México se necesita otro Alonso”.

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Como podemos observar, en este periódico se decía que la aprehensión

de Chucho el roto la había realizado la policía queretana, y no la de la

capital, como había publicado El Nacional. Incluso se decía que era

necesario “otro Alonso” en la capital del país, reconociendo así la

eficacia del jefe de policía queretano.

Aún así, siguieron los ataques a Querétaro por parte de varios periódicos

de la capital del país. Al respecto La Sombra de Arteaga publicó el 28

de junio, la siguiente nota:

“CARGOS INJUSTOS. Estamos verdaderamente sorprendidos. No

podemos, no, convenir en que El Foro y otros colegas respetables por

las hábiles personas que los dirigen, y por la misión que ejercen, se

hayan hecho eco de consejas verdaderamente inconvenientes, como lo

son sin duda las contenidas en el siguiente suelto.

Chucho el roto y María Bermeo.- Sobre estas dos personas, El Foro de

ayer se expresa así.

Al verificarse en Querétaro la aprehensión de Jesús Arriaga, conocido

con el alias de Chucho el roto, encargado por haberse fugado de la

cárcel de Belén, fue también aprehendida su esposa María Bermeo y

asegurados todos los vestidos de ambos, unos botones formados con

piezas de oro, cuyo valor es de 18 pesos que usaba Arriaga, y tres

billetes por valor de cinco pesos de la propiedad de éste.

María Bermeo y los bienes asegurados no fueron enviados a esta capital,

la primera, acaso porque se le cree culpable de algún delito cometido

en el mismo estado de Querétaro; la ropa que le pertenece, porque

estará guardada para entregársela cuando el juez lo determine; pero la

ropa, botones y brillantes que pertenecen a Arriaga, ¿por qué existen

en poder o a disposición de la autoridad que ordenó la aprehensión del

mismo Arriaga y de la Bermeo?

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Este procedimiento es muy extraño y esperamos que sea explicado

satisfactoriamente, para que la integridad de las autoridades queretanas

no sea puesta en duda.

Estamos informados de que a la esposa de Arriaga se la sujeta a un

trato inquisitorial, que sólo puede compararse con el que en tiempo del

Sr. Ramón Fernández sufrieron aquí los asaltantes de la receptoría de

rentas de Tacubaya.

¡Ojala y nuestras noticias no sean exactas a este respecto, como lo

son respecto de la ropa y objetos de Arriaga! La humanidad, la ley, el

respeto al sexo, demandan que cesen los tormentos de la infeliz mujer

que unió su suerte a Jesús Arriaga; el respeto a la propiedad demanda,

exige, la remisión de lo que al mismo Arriaga pertenece.

Atentos seguiremos las peripecias de este asunto, que afecta al buen

nombre y decoro de la justicia del país”.

Ante estos ataques, en donde se ponía en tela de juicio la honorabilidad

de la policía queretana. Los queretanos respondieron con la siguiente

nota:

“El Foro y los colegas que han insertado lo anterior, saben bien que los

objetos que aparecen en poder de los delincuentes, no es justo que

se les devuelvan, sino precede a esa circunstancia, la de inventariarlos

y después a juicio de la autoridad depositarlos, o entregarlos, según

lo requiera la secuela de la sumaria respectiva, los antecedentes del

reo, las responsabilidades a que está sujeto y las pruebas de propiedad

legal de aquellos objetos.

Sepan pues, los colegas, que los objetos recogidos a Jesús Arriaga están

escrupulosamente inventariados por la autoridad correspondiente; que

con mando escrito de la autoridad judicial se procedió al cateo de las

casas de aquel bandido, cumpliendo así con todos los requisitos que la

ley exige.

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Sepan, que en el juzgado de lo criminal existen los objetos secuestrados

a Arriaga inventariados; que el Sr. juez Lic. Fausto Olvera al imponerse

del artículo de nuestro colega, pidió en el acto al Superior Tribunal de

Justicia una visita extraordinaria que dio los más satisfactorios resultados.

Sepan, que a la esposa de Arriaga no se le trata tiránicamente en la

prisión porque si está sujeta al reglamento allí vigente en nada es

contrario a la humanidad ni a las leyes constitucionales.

No comprendemos, pues, por qué El Foro puede aseverar lo contrario,

si no es que sus informes erróneos le hayan servido de base para

lanzar sobre las autoridades del estado una sospecha tan injusta, como

gratuita.

Arriaga es un delincuente que Querétaro reclamará más tarde o más

temprano, y en tanto las autoridades de esta entidad federativa han

estado y están en su perfecto derecho para proceder como lo han hecho

con él y con sus cómplices.

A Arriaga no por su audacia cínica sino por la triste celebridad de que

goza se debía excepcionar de tratarlo como a todos los reos, y eso no

obstante, la verdad es que obtuvo consideraciones en su desgraciada

situación de prisionero, que no fueron bastantes empero, para evitar

que las autoridades queretanas sean hoy zaheridas, acusándolas de

abusos que no han cometido ni podían cometer porque son bastante

honrados y caballeros los funcionarios y empleados de Querétaro para

obrar de manera indigna.

Nada, pues, como desea nuestro colega tienen que temer las autoridades

locales al ser calificada su integridad. Ellas están a suficiente altura en el

ejercicio de sus deberes”.

En la misma nota, La Sombra de Arteaga publicó el informe del Prefecto

respecto al arresto de Arriaga y su esposa. En esta ocasión menciona los

números de las casas de Jesús Arriaga, así como en la que fue arrestado.

“La ciudad toda, sabe que en la prisión de Chucho el roto, de María

Bermeo y de Guadalupe Fernández intervino la autoridad judicial

105


competente, que se formó un inventario, conforme lo manda la ley,

de todos los objetos recogidos en las casas número 7 de Maravillas

[hoy Pino Suárez poniente, entre Ocampo y Ezequiel Montes] y 4 de

la [callejón de la]Penitencia [hoy andador Vergara sur] indistintamente

habitadas por esos malhechores; que se entregó a la Bermeo la ropa

de uso y muebles encontrados también, de que es depositaria en su

prisión misma; y que la Bermeo en ese lugar no sufre ninguna molestia,

mucho menos tratamiento inquisitorial, aunque está sujeta como las

demás presas a los reglamentos respectivos”.

Al mes siguiente, julio 19 de 1884, volvió a insistir en el tema. En esta

ocasión indicó el lugar en el que se tuvo preso a Jesús Arriaga, alias el

roto.

“Arriaga estuvo durante su prisión perfectamente atendido en una de

las piezas bajas del palacio del gobierno, y la Bermeo, su esposa, está

aún en la cárcel”.

Ante la insistencia de los periódicos de la capital, el periódico queretano

publicó, el 9 de agosto de 1884, la lista de objetos que fueron recogidos

en el cateo a la casa de Jesús Arriaga.

“He aquí la lista de objetos recogidos por la policía en la casa habitación

de Jesús Arriaga, alias el Roto, en el cateo practicado el 24 del pasado

julio.

Tres prendedores de oro para retrato, con fotografía. Una cruz oro

grande. Tres cruces oro chicas. Ocho cruces de oro chicas y coral. Dos

pares de aretes de oro. Tres pares de aretes de oro y ónix. Dos ternos

de oro y prendedor ónix y oro. Catorce anillos de oro chicos. Uno de

oro para montar tres piedras. Tres dijes de oro para reloj. Una cajita

conteniendo varias piezas sueltas. Once relojes de plata. Dos relojes

de níkel. Un reloj de oro. Un reloj de oro para pared y despertador. Una

talega mecatillo, conteniendo $120. Dos cajas de puros, conteniendo

herramienta y tornillos. Una caja de madera, conteniendo herramienta.

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Un tornillo grande. Un estuche de viaje, conteniendo un cuchillo, una

cachucha y un tenedor. Una caja de puros, conteniendo quince hilos de

corales pequeños, y algunos corales sueltos. Un peso falso. Una caja

con siete pañuelos blancos. Una petaca de lienzo, conteniendo varias

piezas de ropa de uso”.

Posteriormente, el 30 de agosto del mismo año, se publicó la siguiente

nota respecto a las alhajas recogidas.

“Encontradas fueron en poder de Jesús Arriaga alias el Roto, las que

robó al Sr. Alday. Ojala que de igual suerte disfrute en las subsecuentes

investigaciones, el honrado y laborioso comerciante José González, que

víctima fue también de un robo audaz y de cuantía en su establecimiento

mercantil, hace algún tiempo; robo que también se atribuye a Arriaga

con fundados motivos”.

Como hemos podido observar fue la policía queretana, a cargo de

Rómulo Alonso, quien capturó en Querétaro a Jesús Arriaga, alias el

roto. Es interesante observar que este mismo Rómulo Alonso fue quien

también capturó a Leonarda Martínez, alias la Carambada.

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La presente edición de Historias de Querétaro. Siglos XVI-XIX, de José

Martín Hurtado Galves, es el número 1 de la Colección Historia; y tiene

como propósito fomentar la lectura. La maquetación y el cuidado de la

edición estuvieron a cargo del autor. El tiro fue de 500 ejemplares. Se

terminó de imprimir en el mes de octubre de 2018 en Querétaro, Qro.,

México.

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