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MINERVA 35

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VILAPLANA

cuestión de confiaa


minerva sumario 35

Antonio Saura: mentira y sueño de Franco 5

Mentira y sueño de Franco Eduardo Arroyo • Bartolomé Benassar 6

La memoria no es un asunto del pasado Almudena Grandes • Valerio Rocco 11

¿Culpables de ser inocentes?

Abstracción, dictadura y democracia Manuel Fontán del Junco 16

El nuevo cine gallego, diez años después Andrea Morán Ferrés 22

Vicente Ameztoy: el final de la Arcadia Déborah García Sánchez-Marín 28

Fugas | Futuros 33

Más allá (y más acá) de géneros y generaciones

conversación con Elizabeth Duval y Ernesto Castro Aitor Marcos Basagoiti 34

Rupturas en tiempos de pandemia

Reflexiones sobre la catástrofe desde la «nueva normalidad» Gerard Serralabós 40

No es una guerra, es una catástrofe Nantu Arroyo 41

Un tiempo extraño: fenomenología

de la vivencia postapocalíptica Gonzalo Velasco Arias 45

Una nueva fotografía para un Japón postimperial Bruno Galindo 51

«La lengua es el patrimonio inmaterial más importante

que tenemos». Entrevista con Guadi Galego Nuria M. Deaño 56

Dieciséis clics por la teoría de la arquitectura Rodrigo de la O 60

Biodiversidad y comunicación 65

«La bioperversidad está en expansión» Manuel Rivas 66

El consumo como arma

Coloquio Brenda Chávez

Laura Villadiego • Rafa Ruiz 71

Un campo diverso, feminista y sostenible

conversación con María Sánchez César Javier Palacios 77

De la dominación a la convivencia.

El espacio de lo salvaje en el siglo XXI Andreu Escrivà 82

Lo que no se ve ni se oye

entrevista con Javier Paxariño Sonia Frías 86

En vez de resistir, ejercer una resistencia.

Reflexión en torno a la actualidad de las propuestas

de El sueño imperativo Nicolás Combarro • Marta Ramos-Yzquierdo 89

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minerva

dirección

Carolina del Olmo

redacción

Miguel Balbuena (fotografía)

Nuria Martínez Deaño (redacción y edición)

dirección de arte

Joaquín Gallego

diseño y maquetación

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del Ministerio de Cultura y Deporte en 2020

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tratando desde la transversalidad

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ANTONIO sAURA

MENTIRA Y SUEÑO

DE FRANCO

Tras la muerte de Antonio Saura en 1998, al desmontar su estudio parisino, su

hija Marina Saura encontró en uno de sus cajones un paquete envuelto en papel

de estraza, «donde guardaba la serie Mentira y sueño de Franco, con el subtítulo

Una parábola moderna. Acompañando los cuarenta y un dibujos estaba la

lista mecanografiada con sus títulos, que corresponden a las frases que se pueden

leer manuscritas en las pinturas», explica la hija del pintor. «La sorpresa y la

emoción admirativa que nos produjo el hallazgo fueron enormes. Las pinturas tienen

una fuerza, una inmediatez y una irreverencia descomunales. Es difícil de explicar

qué se siente cuando se abre un paquete que lleva muchos años cerrado y

que al abrirse revela una obra que corta el aliento. Desde el primer momento supimos

que su divulgación debía cuidarse al máximo y por ello buscamos autores

que ayudasen a situar históricamente las escenas y los hechos representados y

al mismo tiempo se sintieran libres de interpretar unos títulos, en ocasiones, tan

enigmáticos. Los elegidos fueron el historiador Bartolomé Bennassar y el pintor

y escritor Eduardo Arroyo». Extractos de los textos de ambos autores acompañan

en las páginas siguientes una selección de esos cuarenta y un dibujos que conformaron

la exposición Antonio Saura: Mentira y sueño de Franco, inaugurada en

el CBA en febrero de 2020.

Con motivo de dicha exposición, y para hablar acerca de las relaciones entre arte

y política en el contexto de la España de Franco y la Transición, se invitó a Manuel

Fontán del Junco y a Almudena Grandes, que intervino vía streaming, pues ya había

empezado el confinamiento.

EXPOSICIÓN Antonio Saura: Mentira y sueño de Franco

19.02.20 > 17.05.20

ComISariadO Archives Antonio sAura

OrgaNIza CBA

LOS LUNES, AL CÍRCULO

CONferENCIa Manuel Fontán del Junco: «¿Culpables de ser inocentes? Abstracción, dictadura y

democracia»

02.03.20

CONferENCIa Almudena Grandes: «La difícil memoria de una guerra»

30.03.20

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6 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

En estas páginas reproducimos una selección de las pinturas de la serie

de Antonio Saura Mentira y sueño de Franco, acompañadas de extractos de los textos

firmados por el historiador Bartolomé Bennassar y el pintor y escritor Eduardo Arroyo,

publicados en el libro homónimo.

ANTONIO SAURA. MENTIRA Y SUEÑO DE FRANCO

IMÁGENES © SUCCESSION ANTONIO SAURA / WWW.ANTONIOSAURA.ORG / A+V AGENCIA DE CREADORES VISUALES 2020. TEXTOS © SUS AUTORES

[TEXTOS EXTRAÍDOS DEL LIBRO MENTIRA Y SUEÑO DE FRANCO, GEORG ÉDITEUR Y ARCHIVES ANTONIO SAURA, GINEBRA, 2017]

«Cuando, de 1958 a 1962, Antonio Saura concibe y realiza

una serie de cuarenta y un dibujos «satíricos» (según su propia

definición) que titula Mentira y sueño de Franco: Una parábola

moderna, se sitúa de lleno en la tradición del panfleto

político del cual Goya dio el primer gran ejemplo con Los desastres

de la guerra y que Picasso ilustró también con un título

casi idéntico al de Saura: Sueño y mentira de Franco. […]

Los dibujos que componen esta suite se realizaron mediante

técnicas mixtas sobre un mismo tipo de papel, todos de idéntico

formato que asocia casi siempre al aguado, la tinta china

y la mina de plomo. […] Todos se crearon en un mismo momento,

uno tras otro. […] Todos ellos tienen la particularidad

de referirse a un acontecimiento, una anécdota o una persona

vinculados directamente al advenimiento del franquismo, a

la Guerra Civil o a la persona de Franco».

Bartolomé Bennassar

Volverá a reír la primavera, manchado deseo de verano, 1962,

técnica mixta sobre papel, 49,7 x 64,4 cm

¡Viva la muerte!, 1962, técnica mixta sobre papel, 64,4 x 49,7cm

«[…] los primeros dibujos se refieren a la Guerra Civil: por ejemplo, el

dibujo n.º 2 [Volverá a reír la primavera, manchado deseo de verano] que

muestra a Franco subido en la torreta de un carro de combate […], o los

n.º s 4 y 6 ¡A ti la Legión! y ¡Viva la muerte!, que aluden al papel fundamental

de la Legión (el Tercio) en las primeras semanas de la Guerra Civil. Se reconoce

al coronel Millán-Astray, autor del famoso ¡Viva la muerte!, quien

favoreció el ascenso de Franco a dicho mando y a quien se representa en

el dibujo n.º 6 con sus medallas y galones y su ojo tuerto».

Bartolomé Bennassar

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 7

«Los once primeros dibujos, o sea la cuarta

parte de la serie, versan sobre la Guerra Civil

que termina con el silencio de las sepulturas.

Realmente, no se puede hablar de cementerios,

pues estos suponen de ordinario el conocimiento

de la identidad de los muertos, la

participación de las familias y el homenaje que

se rinde a los desaparecidos. Se trata aquí de

muertos anónimos, víctimas de todas las formas

de guerra y a menudo enterrados deprisa

y corriendo, colectivamente y sin cruz alguna

tras el furor de la masacre. Tales son Campos

de soledad, mustio collado […] que significan la

conclusión de la guerra. La expresión procede

del poema de Rodrigo Caro, autor de principios

del siglo xvii, A las ruinas de Itálica, que

Saura sabe de memoria:

Campos de soledad, mustio collado n.º 1, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,6 x 64,4 cm

Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora

campos de soledad, mustio collado

fueron un tiempo Itálica famosa […]».

Bartolomé Bennassar

«Estos tres dibujos de Antonio Saura evocan

mejor que una fotografía las capas geológicas

de las víctimas. He contado, como simple aproximación

al desastre, más de cincuenta cuerpos

de asesinados que descansan –según la

expresión consagrada– amontonados, apilados

en una obscuridad impenetrable, en una

noche sin luz.

Antonio Saura los dibujó uno a uno con dolor,

con rabia, y nos los entrega despedazados.

Adivinamos entonces cada una de aquellas miradas

fijas y sin vida, aquellos ojos que ninguna

mano cerró, allá al fondo, de un paisaje después

de una batalla, irrisorio Waterloo en medio

del siglo xx».

Campos de soledad, mustio collado n.º 2, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,6 x 64,4 cm

Eduardo Arroyo

Campos de soledad, mustio collado n.º 3, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,8 x 64,5 cm

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8 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

El señor de las moscas, 1962, técnica mixta sobre papel, 64,5 x 50 cm

«A pesar del caos y de la invención, mirando con atención

los retratos de Antonio Saura uno se entera de que se parecen

siempre al modelo: el perro de Goya al perro de Goya, Brigitte

Bardot a Brigitte Bardot y Francisco Franco a Francisco

Franco con su gorro cuartelero, su ros. Dicho sea de paso, así

se llama académicamente esta prenda de uniforme porque

la inventó un militar llamado Ros de Olano. Ese sombrero

puntiagudo mira al cielo y con su borla que danza por encima

de la frente –auténtico badajo de las campanas de iglesias y

catedrales– además sirve para ahuyentar a las moscas que

todavía no se han posado sobre la casaca del uniforme ni

se han concentrado en el lugar de las condecoraciones.

El Señor de las Moscas es el propietario indiscutible de

todas las moscas españolas nacidas y por nacer, es el dueño

de la finca España –del paraíso de las moscas, según el nombre

que le puse a la península ibérica–».

Eduardo Arroyo

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 9

«Antonio Saura delinea, repite y calca una

fotografía de Robert Capa de 1937, tomada

en el Cerro Espejo (Córdoba) […] El pintor

dibuja con intensidad ráfagas de ametralladora

evocadoras: primero posa la mancha

sobre el papel, luego imprime velocidad al

trazo: la velocidad de tiros disparados casi

a bocajarro.

Esta fotografía, y muchas más, hicieron

que la revista Life, que la publicó, redactara

que «si los vivos rehúyen mirar a los muertos,

la muerte de estos ha sido vana». Con

sus dibujos, Antonio Saura no rehúye mirar

a los muertos porque sabe que, si no los

mira, si no los dibuja, si no los recuerda, si

no los impone, la muerte para aquellos habrá

sido vana, aun a sabiendas de que “estamos

condenados de antemano y sin embargo

continuaremos una lucha feroz”, como escribía

Arturo Barea en su estremecedora trilogía

La forja de un rebelde».

Eduardo Arroyo

Temblor del instante: Capa viendo al miliciano de la camisa blanca, 1962,

técnica mixta sobre papel, 50 x 64,5 cm

Democracia orgánica y sindicato vertical, educación y descanso de la mirada, 1962,

técnica mixta sobre papel, 49,9 x 65 cm

«Me tocó vivir ese cóctel explosivo que

amargó mi infancia y mi adolescencia; este

siniestro petardeo inútil le apenó mucho

más a Antonio Saura por mayor de siete

años. Compartimos aquel enorme plato de

lentejas caducadas, malolientes y sin bendiciones

que nos manchó salpicándonos.

Sobre el papel dibujado por el pintor, la explosión

se desparrama y todo salta por los

aires. Cuarenta años. Cuarenta años. En las

enciclopedias, se explica que la voz “cesarismo”

es un término tomado de la historia

del Imperio romano que alude a una dictadura

que, teniendo orígenes militares, se

sirve del poder civil para consolidar su liderazgo

dentro del aparato militar».

Eduardo Arroyo

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10 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

«Ese negro español inextricable bajo un sol plomizo es el natural decorado del Llanto por Ignacio

Sánchez Mejías, un matador de toros herido de muerte que asoma la cabeza por el burladero antes

de caer de bruces sobre la arena… “¡Oh, blanco muro de España! ¡Oh, negro toro de pena!”».

Eduardo Arroyo

Blanco muro de cal, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,7 x 64, 3 cm

Blanco muro de cal, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,7 x 64, 4 cm

«Francisco de Goya encarnando a Francisco de Goya ante un público desgastado y triste de ibéricos

perdidos en la nada, derechos como muñecos del pim pam pum, salidos de los dibujos de

Antonio Saura cuando decide perpetuar a Españoles, apretujados unos contra otros, hundidos

en butacas desvencijadas color púrpura. Son todos mudos espectadores de un drama sin fin

que se muerde la cola, de una obra mil veces ensayada y mil veces representada. A esas hojas

llenas de Españoles, Saura las titula Detrás, en la esperanza. ¿Qué esperanza?».

Eduardo Arroyo

Detrás, en la esperanza, 1962, técnica mixta sobre papel, 49,8 x 64,4 cm

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 11

La escritora Almudena Grandes y Valerio Rocco, director del CBA, conversan, al hilo

de la exposición Antonio Saura: Mentira y sueño de Franco, sobre la difícil memoria de una guerra

en El Círculo en Casa, la versión online de Los lunes, al Círculo durante los meses

de confinamiento. La autora de la serie «Episodios de una guerra interminable», cuyo último

título publicado es La madre de Frankestein, reivindica la necesidad de crear un discurso

unificado sobre el franquismo y la Guerra Civil y también el papel de Galdós como referente

de la tradición democrática española.

“LA MEMORIA NO ES UN ASUNTO DEL PASADO”

ALMUDENA GRANDES

CONVERSACIÓN VALERIO ROCCO

IMÁGENES DE LA EDICIÓN ILUSTRADA POR MESTRES Y SALA DE EL EQUIPAJE DEL REY JOSÉ,

EPISODIOS NACIONALES, BENITO PÉREZ GALDÓS, LA GUIRNALDA, 1875

Valerio Rocco

Me gustaría empezar preguntándote acerca

de una cuestión actual: ¿qué opinas sobre el

discurso belicista con el que los responsables

políticos están contando a la población

la situación por la que estamos atravesando,

empleando términos como vencer, enemigo,

batalla o estado de excepción para generar

cohesión y compromiso cívico? ¿Piensas

que la situación que vivimos es comparable

a una guerra? Me gustaría que me contestaras

tanto desde un punto de vista histórico

como de relato, de «estilo literario»,

si prefieres. Y también me gustaría que me

dijeras si piensas que, como sociedad, vamos

a salir cohesionados o fortalecidos de

esta pandemia.

Comprendo la tentación de los profesionales

y del Gobierno de apelar a la ética y a la

épica para reforzar el sentido de responsabilidad

de la población y provocar una

respuesta positiva frente al confinamiento,

pero ha habido momentos en los que ese

discurso me ha parecido desmedido. Tengo

la impresión de que al Gobierno también

se lo ha parecido, porque lo ha moderado

en los últimos días. En cualquier caso,

España es un país con una profunda crisis

sistémica en muchos aspectos, un país

con la autoestima muy baja y con un problema

fundamental de identidad que revela

la falta de identificación por parte de

millones de españoles con los símbolos de

la nación. Parece que solo somos un país

normal cuando hay un Mundial de fútbol y

Almudena Grandes

Desde que empezó la crisis del COVID-19,

no hago más que pensar en esta pregunta

que me haces, en qué consecuencias va a

tener todo esto en un país tan complicado

como España. Hasta qué punto el enemigo

común que representa este virus puede ser

un factor de unidad en un país en crisis territorial

permanente. Hasta qué punto la

militarización de ciertos servicios básicos,

la presencia del ejército en las calles

y su actividad en distintos procesos sanitarios

va a modificar la percepción que tenemos

en España sobre las Fuerzas Armadas.

En principio, pienso que la lucha contra el

virus tiene elementos en común con una

guerra: una guerra de invasión, en la que

hay un enemigo invisible y diminuto que

nos amenaza a todos. Pero confieso que,

por momentos, me ha parecido excesivo.

© Fundación Cajasol, CC BY-NC-ND 2.0

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12 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

todo el mundo apoya a la selección. Cómo

puede afectar esta crisis a estos aspectos

es algo muy interesante que vamos a tener

que analizar en el futuro inmediato, porque,

como diría un epidemiólogo, es demasiado

pronto para aventurar respuestas.

Valerio Rocco

Como sabes, los dibujos de Antonio Saura

que exponemos en el Círculo no se hicieron

públicos en vida. Son muchas las razones

que explican por qué no se ha expuesto hasta

hoy la serie completa, pero una parte de ellas

tienen que ver con las relaciones que ha tenido

España con su propia memoria, con su

historia. La relación de España con su pasado

dictatorial y con su Guerra Civil es muy

distinta a la de otros países europeos; en

concreto, Francia e Italia, que son los ejemplos

que mejor conozco. Allí sí se ha podido

construir un relato único sobre lo que ocurrió,

sobre la memoria, sobre la guerra y sobre

las «veleidades» –que en muchos casos

son bastante más que veleidades– dictatoriales

de los dos países. En España, en cambio,

tantos años después siguen existiendo

dos discursos enfrentados. ¿Piensas que

tiene sentido aceptar esta excepcionalidad

española, normalizar que deben existir

dos relatos independientes? ¿Cómo

crees que afecta esa visión sobre la Guerra

Civil y el franquismo a la sociedad actual?

Almudena Grandes

La memoria no es un asunto del pasado.

La memoria es un ingrediente esencial en

la construcción de la identidad de las personas,

de las sociedades y de los países. Y

tiene que ver con el presente y, sobre todo,

con el futuro. Si no tenemos en cuenta de

dónde venimos, no podemos saber a quién

queremos parecernos ni qué errores queremos

evitar repetir. Esta es la anomalía

básica de la democracia española. Ha conseguido

logros indudables que la han homologado

con otras democracias europeas

en muchos sentidos, pero arrastra hasta hoy

un pecado original, un problema que se ha

ido agravando con los años y que tiene que

ver con el relato del pasado y con la imagen

de la propia democracia española. Al

principio de la Segunda Guerra Mundial,

a los excombatientes del Ejército Popular

de la República que se integraron en la Resistencia

francesa les escandalizaba que se

ejecutara sistemáticamente a los prisioneros,

porque, en efecto, esa era la norma de

la Resistencia: no hacer prisioneros y ejecutar

a todos los enemigos que cayeran en

sus manos. Sin embargo, nadie ha visto jamás

una imagen de un miembro francés,

italiano, holandés o griego de la Resistencia

pegándole un tiro en la sien a un soldado

de reemplazo alemán. Lo sabemos por los

testimonios de quienes estaban allí, pero

nunca lo hemos visto porque en esos países

se elaboró un relato de la contienda que tenía

que servir como elemento fundacional y

estabilizador de la democracia que se acababa

de crear, y se evitaba incorporar elementos

que pudieran perturbar o poner en

entredicho esa nueva realidad.

Siempre se dice que hay que tener en

cuenta que la Guerra Civil fue una guerra entre

españoles, pero lo cierto es que en la inmensa

mayoría de los países europeos la

Segunda Guerra Mundial terminó en contiendas

civiles, conflictos armados y ajustes

de cuentas entre antifascistas y colaboracionistas

que produjeron muertes muy violentas

y, en algunos países, muy numerosas. Sin

embargo, esas democracias construyeron un

relato sólido en el que no se niega que estas

cosas hubieran ocurrido, pero no se ponen

de relieve porque no son elementos que

consoliden la democracia creada. En España

no ha sucedido nada semejante.

El relato que se construyó en la Transición

presentaba la llegada a la democracia

como el fruto de un acuerdo entre las élites

del país, cuando no es cierto. En ese relato

se omite sistemáticamente el trabajo,

la lucha, el sacrificio y la resistencia de los

antifranquistas, hombres y mujeres que se

jugaron la vida durante treinta y siete años

y cuya presencia fue fundamental para que

la Transición tuviera lugar de una forma

tan incruenta y tan aparentemente admirable.

Ahora bien, ese proceso que asombró

al mundo ha caducado y creo que las instituciones

españolas no son muy conscientes.

Yo nunca he atacado frontalmente la

Transición porque tengo memoria; no puedo

reivindicar la memoria sin tener memoria.

Recuerdo perfectamente los muertos de

aquel momento, recuerdo aquella semana de

enero de 1977 en la que la extrema derecha

liquidó a dos estudiantes y a cinco abogados

laboralistas, recuerdo el ruido de sables, la

amenaza del golpe de Estado, y estoy dispuesta

a admitir que la Transición fue la obra

de una generación de españoles que hicieron

honestamente lo que creían que tenían

que hacer. Lo que me parece inadmisible es

que esa generación bloqueara la posibilidad

de que generaciones sucesivas hicieran

lo que creían que tenían que hacer. Probablemente

en 1978 no se podía haber hecho

más porque la situación era muy precaria,

pero a partir de 1982, cuando el PSOE obtuvo

esa mayoría tan aplastante, se debería

haber afrontado esa realidad.

Me parece muy grave que haya gente que

asuma que es normal que en España coexistan

dos relatos. España parece ser el único

país del mundo donde tras una guerra entre

fascistas y demócratas todavía no está claro

quiénes eran los buenos y quiénes los malos.

Es una profunda anomalía que incide,

como decía, en la autoestima nacional y en

los problemas de identidad de este país.

Tenemos la sensación de que la democracia

española se fundó en el aire, sin raíces,

gracias al talento y la habilidad de unas pocas

personas. Existe una especie de culto a la

personalidad de la Constitución de 1978. En

democracias igual o más consolidadas que la

nuestra, la Constitución se reforma cuando

hace falta, mientras que aquí hay una especie

de pánico a tocar cualquier elemento del

consenso de 1978. Sin embargo, España ha

cambiado mucho en cuarenta años y los resortes

que movían a la sociedad de entonces

no tienen nada que ver con los que la mueven

ahora, como tampoco tiene nada que ver

el concepto del país que tenía la gente en

1978 con el de ahora. Haría falta invertir en

dignidad democrática, habría que refundar

la democracia española para que seamos un

país normal en el que no haya tantos millones

de ciudadanos que al ver la bandera nacional

piensen que están viendo la bandera

del enemigo. Y todo eso tiene que ver con

relatos que coexisten en el tiempo sin que,

al parecer, a nadie le preocupe demasiado.

Valerio Rocco

Esta reflexión me lleva de nuevo a la exposición

de Saura. En sus dibujos sobre Franco,

Saura no solo criticó al caudillo: para él estaba

muy claro que Franco no era solo una

persona, sino una entera estructura de poder.

¿Qué queda en la España de hoy del

dictador, de las estructuras que le apoyaron

y le dieron tanta fuerza, si es que crees

que queda algo?

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 13

Almudena Grandes

El franquismo pervive más como una sombra

que como un cuerpo, más como un conjunto

de temores y de prejuicios que como

una realidad. Es verdad que hay instituciones

que, a lo largo del tiempo, se han democratizado

mucho más deprisa que otras. Salvo

esta reaparición nostálgica del franquismo en

partidos como Vox, que sí practica la nostalgia

sistemática de la dictadura y el culto al dictador,

creo que el franquismo pervive más en

los miedos. Cuando era adolescente –estoy

hablando de 1976, 1977–, todos los días nos

decían: «no hagáis nada, que es peor, que no

se puede…» Se insistía constantemente en

que era el momento de la democracia, no el

del feminismo; no el de la república; no el de

la justicia social… Esa sensación de miedo,

que ya no tiene un fundamento real, ha persistido

hasta hace muy poco y sigue viva en

algunos sectores de la sociedad.

Es verdad que la crisis económica de

2008 puso de manifiesto muchas otras crisis

en este país. España atraviesa varias crisis

combinadas, aparte de la del coronavirus:

una crisis territorial, una crisis de desafección

de la ciudadanía, de desconfianza hacia

la clase política, una crisis moral, porque

no se puede soportar una corrupción como

esta sin dejar de desconfiar en el sistema, y

en estos últimos años también hemos vivido

una crisis institucional en la que instituciones

que parecían intocables o incontrovertibles,

como la justicia o la monarquía, se

han convertido en elementos sobre los que

la gente se atreve a opinar, aunque a veces

tenga que pagar una multa por hacerlo. La

ciudadanía ha perdido el miedo a determinadas

verdades sagradas que nos acompañaban

desde la Transición. Sin embargo, en

las instituciones, en los grandes partidos y

en amplios sectores de la sociedad, el franquismo

pervive bajo la forma de un miedo,

no se sabe muy bien a qué, profundamente

reaccionario. Yo diría que esa es la principal

herencia del franquismo hoy en día.

Valerio Rocco

Pues hablemos del miedo en la creación artística.

En el caso de Saura, su decisión de

no hacer públicos sus dibujos de Mentira y

sueño de Franco ni durante la dictadura ni

después nos lleva a preguntarnos por los

mecanismos de censura y autocensura que

existían entonces. ¿Crees que hay procesos

de censura o de autocensura que siguen

operando en los mecanismos de creación

literaria, artística o ensayística y que pueden

refrenar la libertad de creación? ¿Sigue

habiendo censura o autocensura en

España? Y si es así, ¿alguna vez tú te has

sentido coartada por este tipo de mecanismos

o de estructuras?

Almudena Grandes

La autocensura como tal ha cambiado mucho.

El factor principal que impone limitaciones

hoy a la creatividad de muchos artistas

es el miedo a perder cuota de mercado,

miedo a tocar temas que puedan restarles

popularidad y limitar el éxito comercial de

sus obras. Cuando publiqué El corazón helado,

en 2007, mucha gente me dijo que tuviera

cuidado porque iba a perder lectores.

Yo dije: «Algunos perderé y otros ganaré».

Curiosamente, a partir de ese libro empecé

a tener lectores masculinos; comprobé

así que es verdad que la ficción interesa

más a las mujeres, mientras que la memoria

histórica interesa más a los hombres.

Es verdad que la industria editorial es

mucho más libre que la audiovisual, en la

que hay mucho más miedo en torno a los temas

políticos y, entre ellos, los relacionados

con la memoria. Pero hay mucha gente que

se autocensura por miedo a perder prestigio,

a pasar a ser considerado un indeseable

para los medios o para la crítica, y

procura tratar temas muy contemporáneos

más o menos inocuos. En suma, la autocensura

existe hoy principalmente como una

forma de salvaguardar el impacto comercial

de las obras, lo cual es bastante triste.

Valerio Rocco

Hay una frase muy hermosa de Bertolt Brecht

que dice que el arte no es un espejo para reflejar

la realidad, sino un martillo para darle

forma. ¿Crees que esto se aplica a todo el

arte, a toda la literatura ? ¿Cuánto hay en tu

obra de espejo del pasado y cuánto de martillo

del presente?

Almudena Grandes

Las dos partes de esa frase, que es brillante,

encierran una verdad. El arte refleja la realidad

y, gracias a esa capacidad de reflejar la

realidad, se convierte en un martillo con el

que darle forma. Cuando hablamos del compromiso

del intelectual, del escritor o del

artista, solemos equivocarnos pensando

que se trata de una elección del artista o

del escritor, cuando no es así. El compromiso

es inherente a la creación artística

porque crear es mirar el mundo y elaborar

esa mirada, contar lo que uno ve. Cada

persona, ni siquiera cada creador, mira el

mundo con sus propios ojos y su mirada

está impregnada de los ingredientes de su

identidad. Al crear reflejamos nuestra idea

del bien y del mal, lo que nos gusta y lo que

no, y no solo nuestros conceptos estéticos,

sino también los éticos. Lo que entendemos

por artista comprometido es simplemente

un artista que reconoce de manera explícita

ese compromiso, pero incluso el trabajo

de los artistas que intentan abstraerse

y crear al margen de la realidad que les rodea

es un producto ideológico. Estoy convencida

de que toda obra artística, al ser una

mirada sobre el mundo, refleja una ideología.

En cuanto a mí, me considero una escritora

comprometida, incluso en el sentido

equivocado del término, ya que reconozco

explícitamente ese compromiso.

Respecto a mi último proyecto, la serie

«Episodios de una guerra interminable» –

en la que pretendo recorrer veinticinco años

de la dictadura de Franco, de 1939 a 1964,

desde el punto de vista de los resistentes, de

los españoles que dijeron que no, que no se

rindieron–, mi posición está alineada con

esa frase de Brecht.

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14 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

Y esto me lleva a lo que dijimos antes: la memoria no tiene

que ver con el pasado. Yo no pretendo reescribir el pasado ni corregirlo

ni iluminarlo. Lo que pretendo es presentar a un lector

español una realidad que no conoce, contarle que hace muchos

años en este país vivieron unos señores y unas señoras que se jugaron

la vida para que los españoles de hoy tuviéramos derechos

y libertades. No pretendo ajustar cuentas con el pasado, sino con

el presente, y no miro hacia el pasado, sino hacia el futuro. Creo

que eso es lo que se entiende por el compromiso del intelectual.

Para mí un intelectual no debe ser nunca el gurú que señala con

el dedo hacia dónde tiene que ir la gente; en las causas que apoyamos

podemos funcionar como portavoz, amplificándolas desde

los artículos que publicamos, los libros que escribimos, nuestras

intervenciones públicas, etc., pero nunca al revés.

Respecto a si el arte tiene capacidad real para funcionar como

un martillo sobre la realidad, pienso que los libros que nos gustan

mucho nos cambian para siempre. Somos personas distintas

antes y después de leer determinados libros, de ver determinadas

películas, de experimentar determinadas sensaciones que nos

obligan a replantearnos nuestra mirada sobre la realidad. Y en la

medida en que puede incidir en la imagen individual del mundo

de cada lector, de cada espectador, creo que el arte sí tiene esa capacidad

de ser un martillo de la realidad; en principio no es una

herramienta masiva, pero sí puede llegar a serlo si se consigue la

suma de muchas experiencias individuales.

Valerio Rocco

Ahora que hablamos de artistas y escritores comprometidos, y

también de españoles que se la jugaron, te pregunto de galdosiano

a galdosiana: ¿qué Galdós crees que se ha recuperado y qué faceta

del genial escritor canario faltaría por recuperar?

Almudena Grandes

Efectivamente, yo soy galdosiana; me defino así desde hace mucho

tiempo. Galdós ha sido un escritor fundamental para mí. Mi

idea de este país y mi mirada sobre él tienen mucho que ver con

Galdós. Para empezar, porque fundó una manera de mirar a España.

Es el otro gran narrador de la literatura española de todos los

tiempos, un maestro de la narrativa del que yo he aprendido muchísimo.

Concretamente en los Episodios nacionales, nos enseñó

a contar la historia desde abajo, nos enseñó que la vida privada de

las personas corrientes, de las personas pequeñas, sirve para contar

la historia pública de las naciones. Y, como decía antes, fundó

una manera de mirar España, una mirada escéptica, permanentemente

preocupada, pero cargada de amor y de fe en el pueblo

español, en los pequeños individuos que padecían, y siguen padeciendo,

las decisiones que toman los poderosos. Además de ser

un maestro de la narrativa, Galdós es el fundador de muchas cosas:

para empezar, de la ciudad en la que estamos. Y estoy satisfecha

porque, aunque muchas veces los centenarios se quedan en nada,

en un par de artículos de periódico, este ha hecho bastante ruido.

¿Qué creo que falta por reivindicar? Se ha empezado por reivindicar

lo más obvio, que es su fortaleza como escritor, su calidad

literaria, su influencia en la narrativa española, pero sería

muy deseable que, más allá de abrir el mercado a los lectores de

Galdós, algo que afortunadamente está pasando, este centenario

sirviera para que los españoles nos acercáramos al siglo xix, que

es un siglo perpetuamente mal conocido en la historia de España,

un eterno ausente sin el que no se puede entender el siglo xx.

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 15

Se debería aprovechar este homenaje a Galdós para homenajear

a la tradición de los liberales españoles y reivindicar la tradición

democrática de este país, que parece que no existe. Mucha gente

cree que los demócratas en España surgieron como las setas después

de la lluvia, tras la dictadura de 1931, y luego volvieron a surgir

de la misma manera en 1975, pero es mentira. Hay toda una tradición

democrática que reivindicar y Galdós es un punto de partida

espléndido para hacerlo. Así se reivindicaría su posición política

de escritor comprometidísimo –su compromiso le costó el premio

Nobel y le valió una cantidad innumerable de ataques–. Y eso

también sería un elemento fundamental para destruir esa imagen

que se forjó en los años sesenta y setenta de Galdós como un escritor

polvoriento, anquilosado, cochambroso, costumbrista, cuando

realmente fue el referente progresista de la España del siglo xix.

Valerio Rocco

Recuerdo la descripción que hace Galdós de la gran epidemia de

cólera de 1834, de la que se responsabilizó a los jesuitas, en Un

faccioso más y algunos frailes menos. Hay una frase magnífica que

dice: «el mejor antídoto contra el mal es el valor y el desprecio

del mal mismo». ¿Crees que la lectura de Galdós puede ser

especialmente importante en plena pandemia del coronavirus?

¿Qué nos puede aportar?

Almudena Grandes

Los Episodios nacionales abordan muchísimas situaciones, encrucijadas

y conflictos que tienen un espejo en el presente; aquellas

viejas crisis nos sirven para comprender el presente. La crisis del

coronavirus, que todavía no sabemos cuándo va a terminar, que

es nueva y que no tiene que ver con nada de lo que hayamos vivido,

puede parecer distinta y alejada de la que cuenta Galdós en

Un faccioso más y algunos frailes menos. Pero, en general, toda la epopeya

de los Episodios nacionales tiene una enseñanza que darnos. La

idea de que lo mejor para combatir una epidemia es el valor y el desprecio

del mal mismo puede aplicarse al papel que está representando

la información en esta crisis; la cantidad de fake news, bulos

y mentiras que pretenden aterrorizarnos, engañarnos o desmoralizarnos

tienen que ver también con nuestro miedo. Cuanto menos

miedo tengamos, más fuertes seremos frente a la amenaza de esos

bulos. En este sentido, creo que sí podemos apreciar que el valor y

el desprecio del miedo pueden ayudarnos, un desprecio del miedo

que no tiene nada que ver con la dejación de responsabilidades o el

hacer caso omiso a las recomendaciones sanitarias, por supuesto.

Desde luego, recomiendo vivamente la lectura de los Episodios nacionales,

una lectura fundamental para encontrar valor y sentido a

lo que nos pasa, para descubrir que en España existió un patriotismo

progresista fundado en valores que perseguían el progreso

de la comunidad y para construir un modelo de España diferente.

© Almudena Grandes y Valerio Rocco, 2020. CC BY-NC-SA 4.0

Caricatura de Benito Pérez Galdós, por Joaquín Moya, publicada en la revista Madrid Cómico, en 1898

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16 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

Manuel Fontán del Junco, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March,

del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca y del Museu Fundación Juan March de

Palma, reelabora en este texto la conferencia que pronunció en torno al papel de los artistas

españoles durante la dictadura de Franco, arrojando nueva luz sobre conceptos tan manidos

como el de artista comprometido.

¿CULPABLES DE SER INOCENTES?

ABSTRACCIÓN, DICTADURA Y DEMOCRACIA

MANUEL FONTÁN DEL JUNCO

«[…] I have no claim to speak as an expert in any

of the studies involved, and merely put forward the

reflections which have arisen in my own mind and have

seemed to me (perhaps wrongly) to be helpful. They

are all submitted to the correction of wiser heads».

C. S. Lewis, The World’s Last Night (1952)

Las ideas que plantea este texto, que proviene de una conferencia

pronunciada bajo el mismo título en el CBA el pasado marzo,

están aún en estado de larva, entre la intuición y la tesis beligerante;

ya veremos si de la larva acaba saliendo un organismo

argumental sano o una especie sin capacidad de engendrar y multiplicarse.

Esto, en cualquier caso, han de juzgarlo sus lectores y

quienes más saben.

La conferencia debía ocuparse, a petición de sus organizadores,

de las relaciones entre el arte y la política, en general y en el

caso de la España de la dictadura y la transición a la democracia,

en el contexto de la exposición Antonio Saura: Mentira y sueño de

Franco. Hablar sobre las relaciones entre arte y política en nuestro

contexto significa hablar de España entre 1936 y hoy; es decir,

de la preguerra y la Guerra Civil, la posguerra, la subsiguiente

dictadura militar (con su falta de libertades, censura y autocensura),

la transición democrática desde 1975 y también su reciente

revisionismo –el debate en torno a la llamada «CT» (la «cultura

de la Transición») o lo que Jordi Costa ha llamado «el gusto socialdemócrata»,

el imperante, según él, en la cultura española de

los últimos treinta años–.

Por su parte, la exposición presentaba –decía su texto introductorio–

«por vez primera cuarenta y un dibujos centrados en

la figura del general Franco y en la Guerra Civil española. Concebidos

entre 1958 y 1962, nunca han sido presentados como un

único conjunto. Por motivos obvios, el artista nunca pudo ver estas

obras expuestas». Los de Mentira y sueño de Franco –seguía diciendo

ese texto, que parafrasea la nota del editor del catálogo–,

son dibujos «[…] que Saura decidió no divulgar en vida. Dibujos

simplemente “satíricos”, según él; dibujos que atacan, pues, y se

burlan, a veces ferozmente, de la persona del general Franco, de

su régimen y de la Iglesia católica».

Del texto del propio Saura publicado en el catálogo sabemos que

se publicó en 2009 en el volumen Saura por sí mismo, pero desconocemos

la fecha en la que lo escribió. En todo caso, dice así:

Estas series de dibujos satíricos parecen contradecir mi convicción,

sin duda por tratarse, en mi trabajo, precisamente de

una actitud paralela, en cierto modo marginal; de la crítica de

una situación específica, es decir, de un arte contra y no pro. El

franquismo fue ciertamente un fenómeno monstruoso que era

preciso combatir –yo lo hice en la medida de mis posibilidades,

casi siempre al margen de mi pintura–mientras que el arte, al menos

para mí, consiste precisamente en la plasmación de lo fenomenológico-intemporal

mediante una técnica subjetiva que

atañe por igual plasticidad y fantasma, es decir, en la aparición

de una belleza monstruosa y fatal bien alejada de todo condicionamiento

circunstancial.

Mis cursivas marcan lo que percibo como una cierta incomodidad

de quien escribe. ¿Qué es lo que le produce incomodidad a Saura

cuando viene a decir que, en lo que toca a la resistencia política

al franquismo, hizo lo que pudo, y casi siempre al margen de su

pintura? Lo que podía hacer en términos de combate político público

no ya Antonio Saura, sino cualquiera que viviera en España

durante la dictadura, no era mucho, claro. Con todo, creo que esta

incomodidad de Saura no solo se debe a que, según él y contra su

norma, mezclara en este caso crítica política con práctica artística

(esta, por otra parte, no está precisamente carente de caricaturas

y dibujos grotescos); también parece plausible pensar que

Saura tampoco se siente cómodo con el hecho de que esos dibujos

de fuerte carga política permanecieran en el ámbito privado.

«Esta serie de dibujos –escribe Olivier Weber-Caflish en la nota

del editor citada, después de mencionar Sueño y mentira de Franco,

de Picasso– se inscribe en la estela de Los desastres de la guerra de

Goya y abunda en la nutrida producción de obras sobre papel que

Saura consagró a la guerra y a las calamidades que engendra».

Así es, sin duda, pero hay una diferencia: Goya y Picasso (uno

en España y otro desde París) hicieron públicas sus obras; Saura

no. Por eso, aunque el texto de la presentación que he mencionado

asevera que, «por motivos obvios», el artista «nunca pudo

ver sus obras expuestas», podría decir igualmente –y no sería

injusto– que «el artista nunca quiso ver estas obras expuestas»

y no solo porque mezclaran lo político con lo artístico, sino porque

constituyen un ataque político directo cuya publicación en

1962 hubiera tenido como efecto, por lo menos, que Antonio

Saura se hubiera debido marchar del país en el que siguió viviendo

hasta su muerte en 1998.

Este tipo de incomodidad política no afecta solo a Saura, cuyas

convicciones de izquierda eran, por otra parte, conocidas. Es

típica del artista abstracto en tiempos revueltos, del artista cuya

obra no es ni inmediata ni directamente política. El de Saura no

es, por tanto, un caso aislado, y de esa cierta «incomodidad política»

más o menos generalizada y de la responsabilidad que le

es aneja –y de cómo ha afectado, a mi juicio, al modo habitual de

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 17

¿Se puede decir que en la historia reciente de las

relaciones entre el poder político y el arte en nuestro

país algunos artistas han sido culpabilizados por

su inocencia; es decir, por su aparente inacción

política, por la omisión (aparente o real), de sus

responsabilidades (o incluso de sus obligaciones)

con la libertad, la justicia y la democracia?

historiar la abstracción y el informalismo

durante la dictadura franquista– quisiera

ocuparme a continuación.

Adelantaré ya la idea que ocupa el centro

de estas reflexiones: que, en la ecuación entre

arte y política habitualmente empleada por la

crítica y la historiografía al uso sobre nuestro

asunto, el término política se ha entendido

casi siempre y casi exclusivamente de modo

unidimensional. Política significa en esas historias

siempre y solo compromiso político,

adscripción partidista, activismo, agit-prop,

conciencia comprometida ideológicamente,

toma de postura –la conciencia y la actividad

política son en esos relatos, en suma,

lo que encaja en la dialéctica «amigo-enemigo»,

que es según Carl Schmitt la esencia

de la política–. No hay en esas historias

al uso apenas espacio para otros significados

de la práctica y la responsabilidad políticas.

Si tengo razón en esto, ello explicaría –y

llego a mi título– cómo de esa forma de narrar

se han derivado para algunos artistas

de las décadas de los cincuenta a finales de

los setenta en España ciertas asignaciones

de culpabilidad por omisión política (explícitas

e implícitas) que perduran hasta hoy e

impiden el prestigio también político con

el que esos artistas deberían contar –y del

que no disfrutan–.

A mi juicio, en fin, la narrativa habitual

de cómo se articularon en España el arte

–especialmente el abstracto– y la política

gubernamental desde el final de la Guerra

Civil hasta la llegada de la democracia adolece

de una especie de carencia interpretativa.

Esa falta impregna incluso las monumentales

revisiones históricas emprendidas por

diversos historiadores y colectivos de historiadores

durante los últimos quince años,

lastra casi sin excepción a todas ellas (por

lo demás admirables) y ha producido una

especie de ángulo muerto. Un punto ciego.

Pero, antes de rastrear las causas de esa

carencia, de identificar ese punto ciego y

de ejemplificarlo con el caso quizá más flagrante

de realidad durmiente en ese ángulo

muerto de la historia reciente, ¿qué

significa «culpables de ser inocentes»? El

oxímoron lo usó Harold Rosenberg en un

artículo en la revista Dissent en 1957, recogido

después en su tan citado como escasamente

leído The Tradition of the New de 1962

(hay traducción al español, de 1969). Rosenberg

se refiere así a lo que podría denominarse

«culpabilidad por omisión» y, en

concreto, por omisión del compromiso político

debido y exigible. Serían culpables de

ser inocentes quienes han practicado en un

momento histórico dado una especie de cómodo

«liberalismo de sofá» («Couch Liberalism

and the Guilty Past» es el título

de su ensayo); es decir, una posición política

descomprometida que acarrearía cierta

responsabilidad por omisión y convertiría

en culpable el, en apariencia, inocente pasado

de su protagonista.

Por supuesto, la culpabilidad más evidente

es la que se produce por comisión: si

hay testigos o documentos de un hecho, lo

que uno hizo está claro; lo que no está tan

claro es qué es aquello que uno debió hacer,

que incluso le era exigible, pero no hizo. En

mi opinión, en el texto citado antes, Antonio

Saura no es ajeno a la posibilidad de haber

hecho entonces menos de lo que debía

(«yo lo hice en la medida de mis posibilidades,

casi siempre al margen de mi pintura»),

porque, en general, toda persona

honesta y con claridad de juicio es permeable

a esa posibilidad, y a culpabilizarse por

ello. Dicho lo cual, ¿se puede decir que en

la historia reciente de las relaciones entre

el poder político y el arte en nuestro país algunos

artistas han sido culpabilizados por

su inocencia; es decir, por su aparente inacción

política, por la omisión (ya veremos

si aparente o real), de sus responsabilidades

(o incluso de sus obligaciones) con la libertad,

la justicia y la democracia? ¿De sus

obligaciones políticas, en suma?

Mi respuesta es que sí. Lo han sido algunos

artistas activos desde finales de la década

de 1950, y lo han sido hasta hoy. Diría,

en general, que los culpabilizados por su

inocencia –digámoslo ya: los que carecen

del prestigio político del que gozan otros–

han sido sobre todo aquellos que practicaban

la abstracción y no ejercieron, como

artistas, una resistencia antifranquista directa,

activa, de partido, ya fuera esta más o

menos pública (es decir, ya estuviera su protagonista

más o menos dentro o fuera de las

fronteras del país) o estuviera más o menos

relacionada con su práctica artística. Muchos

de ellos –más allá de su mayor o menor

valor como artistas– carecen hoy, por esa

«culpabilidad», del justo y merecido reconocimiento

político y social, el adecuado al

sentido histórico y la importancia política

que tuvo, y aún tiene, lo que hicieron, que

es, al fin y al cabo, lo que concede un lugar

a alguien en el relato histórico general, más

allá de la mera historia del arte.

Mi tesis es que la historia de esos artistas

no se ha contado bien o, al menos, no se

ha contado completamente. Que el defecto

de perspectiva al que me he referido ha generado

un punto ciego sobre algunas decisiones,

iniciativas y actos cuya naturaleza fue

profundamente política, aunque no fueran

directamente reconocibles como tal. Esas

iniciativas no obedecieron, como las de muchos

otros entonces, a consignas políticas o a

disciplina de partido alguno, pero fueron actos

con verdadera significación política, ejercidos

por algunos artistas que o no tenían una

agenda política o, si la tenían, seguían el precepto

de Ad Reinhardt: «el arte es el arte, y

todo lo demás es todo lo demás».

Desde el déficit hermenéutico que detallaré

a continuación, la contribución política

y social de esos artistas es casi invisible,

aunque hayan sido más o menos valorados

en términos exclusivamente formales (lo

que, al final, viene a ser lo mismo). Como

consecuencia, esos artistas no comparecen

como debieran en la historia de las relaciones

entre la política y el arte, mientras que

la historia ha abierto desmesuradamente

los ojos ante otros casos de compromiso

político en el arte y en la vida más vinculados

a la acción directa, sí, pero mucho menos

relevantes e influyentes en la reciente

historia española.

«Prohibido pintar bajo multa de…».

Aquella vieja frase impresa en paredes y

muros para protegerlos era, en la España

de Franco, literal. Entonces vigía, por supuesto,

una absoluta prohibición de «pintar»

en público mensajes políticos directos,

ya que estaba prohibido expresarse libremente.

Esto llevó al exilio a algunos artistas;

otros fueron represaliados o encarcelados.

Otros navegaron por esa falta de libertad

usando un lenguaje indirecto (según Borges,

por cierto, ese es siempre el lenguaje

propio del arte). Esa prohibición afectaba

sobre todo a aquellos que querían tener

con su arte eficacia social y política, e indirecto

fue, desde luego, el lenguaje pictórico

de los figurativos y social-realistas que

se quedaron: en la tradición de Estampa Popular,

colectivos como el Equipo Realidad

y, en menor medida, los más bien semióticos

y políticamente menos agudos como el

Equipo Crónica. La prohibición, como es

obvio, no afectaba por igual a quienes no

usaban un lenguaje icónico directo, semióticamente

legible; es decir, a los abstractos.

Por otra parte, entre los abstractos hubo, por

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18 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

El entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga admirando

una obra de Tàpies en la inauguración del Parador de Aiguablava (1966),

Archivo de Paradores de Turismo

supuesto, de todo: ninguno ejercía la crítica política directamente

con su arte; su adscripción política, desde luego mayoritariamente

democrática, era en muchos casos de izquierda y contraria al régimen;

en otros, prefirieron ser apolíticos.

En todo caso, también en este campo del arte y la vida se cumplía

entonces aquello de que «Spain is different». Efectivamente,

convivían bajo el mismo sol una pintura informal y libre y un régimen

dictatorial. Todos respiraban un mismo aire, confuso y ambiguo,

que lo mismo se puede caracterizar como un ambiente de

parasitismo y simbiosis mutuamente productiva entre autoridades

políticas, altos funcionarios, galeristas y artistas que como tibieza

política por parte de unos y connivencia de facto con el statu

quo por la de los otros.

En el interior del país acaso no haya mejor metáfora de esa

convivencia (en el exterior lo fueron las Bienales de São Paulo,

Venecia y Alejandría y algunas exposiciones míticas de los años

sesenta en Nueva York y Londres), que lo que se podría llamar la

Gesamtkunstwerk Fraga: el grandioso plan de recuperación de edificios

históricos para convertirlos en Paradores Nacionales, en los

que el viejo estilo castellano e imperial fue sustituido con gran naturalidad

por el arte abstracto, nuevo, moderno e internacional.

En estos últimos quince años prácticamente no ha quedado ningún

resquicio por estudiar en lo que toca a esas décadas. Pero la

lectura de la extensa bibliografía sobre el arte y sus relaciones con

la sociedad en la España desde los años sesenta hasta hoy –incluyendo

esa especie de siete sacramentos sobre el arte, la política y

la sociedad de la España reciente que son los siete volúmenes del

proyecto Desacuerdos y hasta el monumental Arte en España (1939-

2015): Ideas, prácticas y políticas, publicado en 2015 por Patricia

Mayayo y Jorge Luis Marzo– no despeja, en mi opinión, nuestro

punto ciego, ni tratado ni esclarecido.

Sigue habiendo ausencias entre tantas páginas, las de historias

que no han sido contadas en clave política y social porque no

han sido vistas e interpretadas como lo que fueron: actuaciones

políticas con enorme influencia social. No de artistas que usaran

su arte como herramienta política, sino de artistas que dejaron el

arte a un lado y usaron su libertad y sus posibilidades para hacer

política. ¿Qué política? En concreto, esa política que después nos

hemos acostumbrado a llamar «política cultural», «política educativa»

o incluso «política social». Si hay artistas que hicieron

ese tipo de política durante esos años, viven, desde entonces, en

una especie de limbo historiográfico sobre el que reinan el desconocimiento

y la indiferencia.

Por supuesto, parte de los estudios publicados al respecto constituyen

un tipo de investigaciones –el origen de muchas es una tesis

doctoral– a las que falta la tradicional habilidad anglosajona para

escribir historias como si fueran novelas. Otros adolecen de referencias

de comparatismo con el contexto internacional. Es habitual

en muchos de ellos, además, el desinterés por lo sucedido en

la periferia y fuera de los grandes centros (Madrid o Barcelona).

Y, por último, la atención en ellos a la «exportación» internacional

del arte abstracto durante el franquismo ha interesado mucho

más que el análisis de lo que sucedía en el interior del país,

sobre todo si ello sucedía más que a la contra de la cultura oficial

del franquismo y sus políticas, al margen de ella.

Esta última es, en mi opinión, una de las motas en el ojo de la

historia reciente, porque esa inflacionaria atención al triunfo internacional

del formalismo ha distraído al análisis histórico del problema

político real, que no era la invisibilidad del arte español en

el exterior (con su fascinante baile de connivencias), sino su invisibilidad

en el interior; es decir, la ignorancia acerca del arte moderno

y contemporáneo por parte de los ciudadanos de nuestro país.

Para solventar este problema sabemos lo que hizo políticamente

el régimen: muy poco, casi nada, nada. Pero cabe preguntar:

ante el problema de la morrocotuda ignorancia del ciudadano

respecto al arte contemporáneo, frente al que el régimen no hizo

nada o casi nada, porque no tuvo políticas activas, ¿alguien hizo

algo? ¿Hicieron algo críticos, académicos, escritores, historiadores,

directores y conservadores de museos? Y en concreto, ¿hicieron

algo los artistas (al menos, algunos) para resolverlo? Quiero

decir: ¿hicieron algunos de estos últimos algo «en la medida de

sus posibilidades», como dice Saura, más allá de su trabajo como

artistas, estuviera este politizado o no?

Como la mayor parte de los ciudadanos, muy pocos hicieron

algo. Y en parte se entiende: en un contexto de inacción pública

por parte de un régimen dictatorial era difícil hacer nada; si se

hacía denuncia política directa, cabía esperar la poco bonancible

reacción del régimen; y si se hacía por vía indirecta, cabía exponerse

a la acusación de colaboracionismo o, al menos, de connivencia

con el régimen. O de una indulgencia por parte de este

cercana a la complicidad.

La atención desmesurada al contexto internacional y a los centros

del país más que a la periferia, por parte de la historiografía,

son dos de las causas de la perpetuación de nuestro punto ciego,

pero hay una más que es necesario abordar para identificarlo: se

trata de una traba metodológica que ha sido superada en otros

campos científicos, pero se sigue echando en falta en la historia

del arte, también de ese periodo. A saber: la historia del arte y su

relación con el resto de la historia se ha contado dando una preponderancia

casi total al punto de vista artístico y apenas desde el

punto de vista que podríamos llamar «estético». Y su resultado

no es nunca una historia de la estética; es decir, de la recepción

del arte: es siempre una historia de los artistas, de la producción del

arte narrada desde el punto de vista de lo que los artistas hacen y

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 19

nunca, o casi nunca, desde el punto de vista

de lo que el público recibe. Es como si no se

hubiera dado eso que en historia de la literatura

se llama Rezeptionsästhetik, la «estética

de la recepción», que académicos como

Wolfgang Iser o Hans-Robert Jauss propusieron

hace años desde Alemania para narrar

una historia de la literatura no desde el

punto de vista de quien la escribía (el autor),

sino desde el punto de vista de quien

la leía (el lector).

Lo que los artistas hacen lo sabemos a

través de estudios, críticas, noticias, catálogos,

exposiciones, archivos de galerías y

museos; es decir, a través de las terminales

del contacto de los artistas con el público.

Así las cosas, ¿no deberíamos contar esa

historia también desde el punto de vista del

público que recibía el trabajo de los artistas?

Quizá debamos porque, si no, faltarán en

esas historias los dos sujetos políticos que

aún no ha sido llamados a declarar conjuntamente

en el juicio histórico y, por tanto,

se han quedado en un ángulo muerto para

la historia: el público del arte bajo las condiciones

de un sistema dictatorial y lo que

los artistas, más allá de su práctica artística,

pudieron hacer (y algunos hicieron y otros

no) por ese público.

En casi todos esos libros, el relato de

las relaciones entre arte y poder en la España

de los años sesenta y setenta se produce

como en las novelas de Dostoievski:

hay tal cantidad de personajes actuando de

manera tan vertiginosa en tantos escenarios

que se necesita un índice y un cronograma;

hay decenas de bienales de Venecia

y São Paulo y una muchedumbre de artistas,

galeristas, técnicos de la administración,

ensayistas, periodistas, tecnócratas,

coleccionistas, directores generales, literatos,

críticos, ministros, comisarios, políticos,

jerarcas falangistas, socialdemócratas,

democristianos, socialcristianos, socialistas,

comunistas, anarquistas, sindicalistas,

estudiantes, policías, obreros, profesores,

semiólogos, altos funcionarios, críticos…

¿Quién falta en esas historias? ¿De quiénes

son los intereses que se han menoscabado

en este relato? Por supuesto, lo que falta

en esta historia es el público, aquel lector

de Iser y Jauss, la ciudadanía de entonces.

Nosotros, en definitiva.

Dicho de otro modo, el punto ciego de

esas historias del arte es el del valor político

de lo que hacen los artistas cuando piensan

en su público. Por supuesto, cuando los

artistas hacen arte no deberían pensar en

su público (porque esa es la mejor manera

de hacer mal arte). Pero hay otros aspectos

de su hacer en los que sí queda patente la

responsabilidad política de esos ciudadanos

que, además, eran artistas (y viceversa)

y a los que, como a todos, afectaba eso que

Mijail Bajtín llamó el «no tener coartadas

para la existencia», algo que incluye como

ingrediente un cierto sentido de la responsabilidad

que es –como, según Kant, lo es

el entusiasmo– un sentimiento político. Al

final, lo importante no es solo lo que los artistas

hacen políticamente con su arte o su

implicación personal y directa en la política,

más allá de su arte (con un compromiso

político y una actuación más o menos

clandestinos). También lo es que algunos

tomaran, más allá de esas dos posibilidades,

decisiones de carácter político.

¿Qué decisiones? Tradicionalmente, una

de las cosas que con más frecuencia han hecho

los artistas cuando no están ocupados

en su obra ha sido inventar y fundar espacios

distintos y diversos a los existentes, y

hay ejemplos históricos de que algunos de

esos espacios fueron, concretamente, museos.

Y aquí viene al caso mi ejemplo, paradigmático

y relacionado, entre otros artistas,

con Antonio Saura. Es un ejemplo que en

las casi mil páginas de la monumental y fabulosa

historia de Patricia Mayayo y Jorge

Luis Marzo recibe exactamente un párrafo

en una columna de una página (la 172, no

exenta, por otra parte, de afirmaciones más

que discutibles). Un espacio llamativamente

limitado en un proyecto como el de ese libro,

que se plantea «[…] abordar […] por

supuesto también las propias prácticas de

los creadores […], las prácticas que, ocultando

en parte su disposición artística, anhelan

una directa incidencia política y social

y, en general, toda una serie de manifestaciones

periféricas, marginales y contrahegemónicas

que nos hablan de un panorama

mucho más plural y complejo de lo que ha

querido reconocerse habitualmente».

Mi ejemplo es el de una iniciativa de

artistas que tuvo lugar en uno de los lugares

más inesperados para ello: en la periférica,

marginal, contrahegemónica y, me

atrevo a decir, heterotópica ciudad encantada

de Cuenca durante los años sesenta. La

creación entonces del Museo de Arte Abstracto

Español en 1966, en las casas colgadas

de Cuenca, por una serie de artistas es

un hecho conocido por muchos; pero, en un

sentido preciso –el político–, me parece

un caso eminente del punto ciego del que

vengo hablando, porque su historia no se

ha entendido como lo que fue: un acto de

naturaleza política. Porque crear un museo,

en los años sesenta en este país, como un

espacio de artistas independiente, al margen

de la política cultural y las instituciones

del franquismo, ¿qué otra cosa es sino

una acción política?

Aquel museo se abrió al público en España

en un momento en el que, en la mayoría

de los países de nuestro entorno, la cultura

en general y el arte moderno y contemporáneo

en particular formaban parte, con tanto

derecho como la sanidad o la educación, de

las políticas propias del Estado del bienestar

y de los objetivos políticos del sistema de

economía social de mercado. A finales de la

década de 1960 la cultura ya era una «función

pública» en casi toda la Europa libre,

pero no en España. La creación de aquel museo

se produce aún en una España culturalmente

semidesértica en lo que se refiere a la

(in)existencia de colecciones, instituciones

Vista de la sala grande del Museo de Arte Abstracto Español. A la derecha Brigitte Bardot (1959),

de Antonio Saura. Archivo Fundación Juan March. Foto: Dolores Iglesias

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20 ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO MINERVA 35.20

Un joven contempla la escultura El viento (1963), de Martín Chirino, en el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (c. 1970)

e infraestructuras dedicadas al arte contemporáneo. Hoy, más de

cincuenta años después, intentar imaginarse un país como el de

entonces, carente de las instituciones que hoy dedica el Estado a

la conservación, el fomento y la difusión del arte, constituye un

verdadero ejercicio de «cultura ficción»: todo o casi todo aquello

cuya existencia nos parece hoy normal, obvia e irrenunciable,

simplemente no existió en España hasta bien entrados los años

ochenta y noventa, que es cuando se inicia esa cadena de acontecimientos

que todos identificamos como acciones típicamente

políticas y que ha hecho que el público de nuestro país ya cuente

con las necesarias instituciones que encarnan la «política» cultural

y la educativa.

Por supuesto, aquello no fue una acción política contra el régimen

–pero tampoco con él–. Se trató de una iniciativa completamente

autónoma e independiente. Hace poco le hacían a Nekane Aramburu

la siguiente pregunta en una entrevista en un diario nacional:

«¿qué deberíamos entender por independiente en el amplio

campo de las artes visuales? ¿Todo lo que no es institucional?».

Y respondía: «[…] La asamblea de los Encuentros de 1995 llegó

a una definición consensuada, útil aún: “es aquella entidad privada

autogestionada y autónoma, no dependiente de instituciones

y sin fines lucrativos que desarrolla de forma regular programaciones

de arte actual que se caracterizan por su espíritu innovador

y experimental”». Exactamente eso fue en 1966 el museo creado

por Fernando Zóbel, ayudado sobre todo por Gustavo Torner, Gerardo

Rueda, Antonio Lorenzo, Eusebio Sempere, Jordi Teixidor

y José María Yturralde, entre otros. Además de ser un raro artículo

(pero de primera necesidad) cultural para el público de entonces,

lo «mágico» de lo que sucedió Cuenca en 1966 consiste

en el hecho simple de que quienes hicieron aquel museo fueron…

unos artistas. Cuenca ha sido, con diez años de anticipación, una

de las primeras iniciativas hoy conocidas como «Artist’s run spaces».

El más conocido de todos quizá sea la neoyorquina Printed

Matter, solo que en el caso de Cuenca la iniciativa no era una alternativa

institucional a la crisis del museo moderno durante los

sesenta, sino una respuesta a la inexistencia de cualquier museo.

Cuenca fue un espacio soñado, imaginado, deseado, pensado,

fundado, sostenido, financiado, organizado y dirigido por artistas.

No por gestores o por políticos, ni por coleccionistas o por historiadores

o mecenas o académicos, no. Exclusivamente por artistas

que de manera privada, independiente, autónoma, «pintaron» por

su cuenta un episodio ineludible para la historia reciente en las paredes,

vacías de instituciones, de un país que vivía bajo un régimen

militar no democrático. Y en esa misma medida fue el de Cuenca

un gesto político, de los que el país no estaba sobrado: el gesto de

crear un museo que es una de las cunas de una cierta revolución,

la por tantas causas benéfica revolución cultural que este país ha

vivido desde su transición democrática. Su historia no es, seguramente,

la única de las pequeñas historias que forman parte de la

historia reciente del país que aún no se ha contado con exactitud.

Creo que el valor político que tiene lo que los artistas hacen para

el público –en este caso, crear un museo– es incluso mayor que el de

muchas acciones políticas directas, porque supone querer cambiar

al público no con el arte, sino con su contemplación crítica, con la

educación. (Se podría decir, parafraseando a Ortega, que, cuando

se es artista, o se hace la revolución, o se hace educación, o se calla

uno). Supone querer, a la larga, cambiar el gusto del público,

crear el gusto y el juicio con el que los artistas desean ser enjuiciados.

Los que hicieron aquel museo en Cuenca no se comprometieron

menos que quienes apostaron por el realismo social o la

acción política directa. Lo que allí sucedió para la pequeña historia

del arte en España fue una especie de tercera vía muy relevante,

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CBA ANTONIO SAURA: MENTIRA y SUEÑO DE FRANCO 21

posibilista, sí, pero es que la política es también, como sabía Bismarck

(y no Schmitt), el arte de lo posible.

Diría que el factor más determinante para que casos como el de

Cuenca –hay otros– tengan menos relevancia de la debida en el relato

de las relaciones entre los artistas y la realidad social de la España

de los últimos veinticinco años del siglo xx, ha sido un exceso

de peso de cierta conciencia política sobre la conciencia histórica.

Ese sobrepeso desequilibra esos relatos, con cierta ignorancia

«culpable», a favor del artista políticamente comprometido sobre

el que prefirió distinguir entre su arte y su compromiso político

o simplemente renunció a la acción política directa, lo que hizo

muy real la posibilidad de que se le tenga por un «culpable de ser

inocente», incluso si alguna de sus iniciativas solo puede entenderse

como política en toda la literalidad y dignidad de esa palabra.

Si la perspectiva historiográfica sobre el arte y sus relaciones

con la realidad social y cultural del tardofranquismo y de las primeras

décadas de nuestra democracia no se cuenta también desde

el punto de vista del público y lo que este recibe, iniciativas como

la de Cuenca se quedan en un ángulo más bien muerto. Y esto es

grave, porque, a fin de cuentas, esa es la política que importa: Antonio

Saura, en ese mismo texto citado al principio, se consolaba

de la intrascendencia e inoperancia política de su Mentira y sueño

de Franco afirmando que «ni Los desastres de la guerra de Goya ni el

Sueño y mentira de Franco de Picasso ayudaron efectivamente a la

Nuestro incómodo pasado reclama

que se cuente su historia desde

el punto de vista de lo que los artistas

hicieron al margen de su arte,

de la cultura oficial del momento

y con sus medios, para un público

que estaba ayuno de modernidad y

libertad. El Museo de Arte Abstracto

Español de Cuenca fue esencialmente

un museo de artistas y un museo

democrático, el primero del país.

caída del despotismo». No tiene razón Saura, porque sí que ayudaron,

aunque no lo hicieran tan inmediatamente como lo consigue,

en ocasiones, la acción política directa. Pero, al fin y al cabo,

¿no es mayor, a la larga, el valor del conocimiento y la transformación

que este ejerce en la historia a través del tempo lento que la

educación y la capacidad de juzgar imprimen en los ojos de las generaciones

que van llegando con cada ola de la historia? ¿Y si, entonces,

los culpables de ser políticamente inocentes son inocentes

y, en cambio, algunos eximios y presuntos inocentes se merecieran

ser culpabilizados por omisión?

Nuestro incómodo pasado reclama que se cuente su historia

desde el punto de vista de lo que los artistas hicieron al margen de

su arte, de la cultura oficial del momento y con sus medios, para

un público que estaba ayuno de modernidad y libertad. El Museo

de Arte Abstracto Español de Cuenca fue esencialmente un museo

de artistas y un museo democrático, el primero del país, que

se adelantó veinte años a la democracia que advendría a partir de

1975. Enseguida, por cierto, los artistas del museo completarían esa

especie de democratización de lo contemporáneo del que el museo

era exponente, poniendo en marcha un ambicioso programa

de producción de obra gráfica: libros de artista, carpetas de grabados

y serigrafías, además de carteles y postales del museo, y sus

obras comenzaron a «multiplicar» la originalidad de las obras de

arte y del trabajo de los artistas y a difundirlas por el resto del país.

La obra gráfica reduplicó el aliento democrático del museo, produciendo

una especie de museo sin muros, itinerante, que llegaba

allí donde llegaban aquellas obras de arte multiplicadas. En fin,

¿no hace falta, junto a la historia del arte con nombres que cuenta

lo que los artistas hacen, una historia del arte que narre también

con nombres lo que los artistas hacen por su público y complete la

historia política de algunos de ellos en nuestro país?

En 1963, Ad Reinhardt, artista del dogma «El arte es el arte y

todo lo demás es todo lo demás», publicó en Dissent (la misma revista

en la que Rosenberg había publicado un año antes el ensayo

citado al principio) una réplica a una carta firmada por la comunidad

artística americana en la que esta protestaba por el encarcelamiento

de David Alfaro Siqueiros tras su participación en el

asesinato de Trotsky. Es una dura y explícita declaración de separación

entre arte y política por parte de un socialista liberal como

Reinhardt, una réplica que lo tiene todo (como probablemente este

artículo), para incomodar a casi todos. Reinhardt mantiene en ese

texto beligerante que un artista que es un criminal no está revestido

de especiales privilegios por ser un artista:

¿Qué son los crímenes de los artistas en tanto que artistas? ¿Qué

artistas están a favor del crimen? […] ¿Quién ignora […] qué

no harán los artistas para vender sus pinturas, ganar precios y

hacerse con encargos y publicitar sus personalidades artísticas

y su carrera? […] El año pasado, en la convención del College

Art Association, en un simposio sobre «El contexto del artista»,

hice una sugerencia relativa a este problema particular: que habría

que prever, en el nuevo proyecto de edificio del Museum of

Modern Art, un espacio para una prisión de artistas, que se haría

cargo de todos los artistas que son culpables de no ser «meros

artistas», sino «mitos vivientes» de una clase u otra.

No una prisión para artistas e historiadores, desde luego; pero

quizá a una parte de la metodología historiográfica que sirve de

base al relato histórico de las relaciones entre arte y política durante

la dictadura y nuestra democracia sí le venga bien, ahora

que una epidemia aguza la reflexión, una cierta cuarentena interpretativa.

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Fotogramas de las películas (de arriba abajo): Lúa Vermella (2019), de Lois Patiño; Trinta Lumes (2017), de Diana Toucedo, O que arde (2019) y Mimosas (2016), de Óliver Laxe, y Longa noite (2019), de Eloy Enciso

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CBA EL NUEVO CINE GALLEGO 23

Desde que en 2010 la película de Óliver Laxe Todos vós sodes capitáns se proyectara en Cannes,

el Novo Cinema Galego se ha consolidado como una nueva corriente ecléctica, de autores

multidisciplinares con intereses por otros ámbitos artísticos, como la fotografía, las artes

plásticas o la historia, que ha conseguido logros incuestionables en el ámbito internacional.

EL NUEVO CINE GALLEGO, DIEZ AÑOS DESPUÉS

ANDREA MORÁN FERRÉS

En 2010 Todos vós sodes capitáns, de Óliver Laxe, fue la primera

producción gallega seleccionada por la Quincena de Realizadores

en el Festival de Cannes y también la primera en obtener el

Premio FRIPESCI que concede la Federación Internacional de

la Prensa Cinematográfica. La película, rodada en Marruecos y a

medio camino entre la ficción y el documental, puede considerarse

la piedra angular de lo que muy poco antes se había bautizado

como el Novo Cinema Galego (NCG), con la figura de Óliver

Laxe como mito fundacional. Un año antes, en 2009, la Xunta había

destinado 400.000 euros a las ayudas de creación y desarrollo

del talento audiovisual, de los cuales 30.000 recayeron en la producción

de Laxe. Diez años después, en 2019, el cineasta recibía

el Premio Especial del Jurado en la sección «Una cierta mirada»

de Cannes, esta vez por su tercer largometraje, O que arde, con un

presupuesto de un millón de euros. En el contexto nacional, la

película terminó nominada a cuatro Premios Goya y obtuvo dos

de ellos: mejor fotografía, para Mauro Herce, y mejor actriz revelación,

para Benedicta Sánchez. La década que ha transcurrido

entre un hito y otro nos invita a valorar la evolución de esta corriente

cuya escasa homogeneidad en cuanto a rasgos estilísticos

siempre ha sido rebatida, pero cuyos logros son incuestionables.

El 2 enero de 2010, en el Xornal de Galicia, Martin Pawley publicaba

un artículo anunciando una profecía: «Digámoslo al principio:

2010 será el año más importante en la historia del audiovisual

gallego» 1 . El crítico, que ya había podido ver un primer corte de

Todos vós sodes capitáns, intuía que en esa temporada iba a acontecer

la explosión de varios autores que ya estaban despuntando:

además del caso de Laxe, que todavía no estaba seleccionado por

Cannes en aquellas fechas, Eloy Enciso estaba preparando su ópera

prima, Arraianos (seleccionada finalmente en el Festival de Locarno),

Xurxo Chirro estrenaría Vikingland en el FID Marseille, la

cineasta de animación Peque Varela preparaba su nuevo trabajo tras

1977 (corto que había sido proyectado en el Festival de Sundance) y

Ángel Santos acababa de rodar su primer largometraje, Dos fragmentos

/ Eva. Es decir, las cosas se estaban moviendo, y Pawley, junto a

Xurxo Chirro y José Manuel Sande, detectaron las primeras señales

lanzadas por una generación de creadores que «se expresan libremente

fuera de las convenciones industriales y conectan con debates

y colectivos […] Estamos hablando de un grupo de cineastas

que “no llegan tarde”, que experimentan las modas y usos audiovisuales

mientras se manifiestan en el resto del planeta». La idea

de que Galicia por fin se sintiera sincronizada con lo que estaba

sucediendo en la esfera internacional animó a estos tres críticos a

nombrar esa posible corriente. «Fue todo muy deliberado. Queríamos

inventarnos una etiqueta para convertirla en paraguas de

todo lo que estaba surgiendo y buscar espacios que se fueran retroalimentando»,

afirma Pawley 2 . «No sabíamos todo lo que iba

a dar de sí, pero sí éramos conscientes de que ese movimiento necesitaba

de algunas hormiguitas empujando detrás». El nombre

de marras terminó siendo Nuevo Cine Gallego (hay que recordar

que esos también eran los años del Nuevo Cine Argentino, el Nuevo

Cine Rumano, e incluso en el contexto nacional se hablaba del Otro

Cine Español), un sello que voluntariamente invitaba a cuestionar

cada una de sus partes porque, como dice la productora Beli Martínez:

«¿Es nuevo?, ¿es cine?, ¿es gallego?» 3 .

La primera palabra nos retrotrae al significado de las nuevas olas

surgidas en los años sesenta, como la Nouvelle Vague o el Free Cinema,

movimientos igual de eclécticos que aparecieron como respuesta

al cine centralizado y oficial que dominaba por entonces

el panorama francés o británico. Algo de ese sentimiento de respuesta

y oposición también se encuentra dentro del NCG, aunque

no le falta razón al crítico Carlos Losilla cuando dice que «un

“nuevo” cine gallego implica el enfrentamiento con un “viejo”

cine gallego, y no creo que sea el caso». 4 Al margen de nombres

puntuales, como el de Miguel Castelo en los años setenta o el de

Antón Reixa en los ochenta, no había una generación de cineastas

gallegos preexistente con la que romper. Sí había, en cambio,

una desavenencia con el estilo homogeneizado y los esquemas narrativos

impuestos por la producción televisiva y el rígido marco

institucional. El reto del NCG consistía en encontrar y reivindicar

un espacio de supervivencia al margen de esas constricciones.

Preguntarse si las obras producidas son «cine» también resulta

pertinente si tenemos en cuenta la irrupción digital que estaba

aconteciendo en el cambio de década y que, obviamente, provocó

un abaratamiento de los costes muy beneficioso para estos autores

emergentes. El cine deja de estar necesariamente asociado al soporte

fotoquímico y, de hecho, muchos de los autores del NCG pueden

vincularse al cine expandido o a la videocreación, como Adrián

Canoura. Al mismo tiempo, estamos hablando de autores multidisciplinares

que aúnan intereses por otros ámbitos artísticos, como la

fotografía, las artes plásticas o la historia. Costaría entender el pensamiento

visual que se esconde tras las películas de Lois Patiño sin

tener en cuenta la influencia de su padre como pintor, o desvincular

los cortometrajes de Tono Mejuto de sus estudios de arquitectura.

Y, por supuesto, el último punto de interés es esa denominación

1 Martin Pawley, «2010, o ano do Novo Cinema Galego», 2010. Artículo reproducido en Acto de Primavera: http://actodeprimavera.blogspot.com/2010/01/2010-o-ano-donovo-cinema-galego.html

2 Entrevista personal con el autor.

3 María Isabel Martínez, «Revisión de la etiqueta “Novo Cinema Galego”. Testimonios de autor» en Vanesa Fernández Guerra (ed.), Revisitando el cine documental: de Flaherty

al webdoc, CAC, Cuadernos Artesanos de Comunicación, 2015, n.º 83, p. 131.

4 Carlos Losilla en O cine de non ficción no Novo Cinema Galego (2006-2012): Conceptualización, contextos e singularidades, tesis doctoral de María Isabel Martínez (Universidad de

Vigo, 2015).

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24 EL NUEVO CINE GALLEGO MINERVA 35.20

de origen tan marcada por el lugar

geográfico: ¿por qué este cine

es gallego? ¿Nos referimos al origen

de su director? ¿A la procedencia

del presupuesto? ¿Acaso

lo único que cuenta es la localización

del rodaje? Mientras que los

sistemas literarios están irremediablemente

asociados a la lengua,

en el cine carece de sentido definir

identidades a partir del idioma

hablado. «Éramos conscientes de

ello, pero con ese nombre queríamos

generar debate en torno a la cuestión lingüística, que en Galicia

sigue siendo muy poderosa, a veces de forma innecesaria»,

recuerda Pawley. El ejemplo más claro sería un título tan emblemático

como Todos vós sodes capitáns, película con producción gallega,

título en gallego y hablada en árabe la mayor parte, una situación

que se repetiría con Mimosas, segundo largo de Laxe.

Pese a esa laxitud epistemológica, con los años se ha demostrado la

funcionalidad más pragmática del sello, su capacidad para generar

un capital simbólico que se traduce, por un lado, en una valiosa promoción

cultural para la región gallega y, por otro, en un sentimiento

de pertenencia, aunque se estén replicando modelos pasados en un

mundo totalmente distinto, como dice el cineasta Alberto Gracia,

que se encuentra realizando la localización de su próximo proyecto:

«La etiquetas culturales hacen su servicio: despiertan interés, seducen

y tratan de construir la imagen de un sentimiento común, una

topología que llame la atención y pueda aumentar las probabilidades

de éxito en el campo que fuere. Pero creo que todas ellas, sobre

todo a partir de los años sesenta, se quedan desfasadas en el mismo

momento que se conceptualizan» 5 . Aun así, si pasados diez años se

puede afirmar que la fórmula ha sido un éxito en su proyección internacional,

cabe preguntarse por qué otras regiones no están ensayando

esa misma ecuación, que tiene como un pilar fundamental

la línea de ayudas que la Xunta implantó a raíz del cambio de gobierno

en 2005. Tras las elecciones de aquel año, el PSOE y el BNG

llegaron a un acuerdo para formar un gobierno de coalición. En esos

cuatro años de bipartito se emprendieron importantes medidas

El director y guionista Lois Patiño

No había una generación

de cineastas gallegos preexistente

con la que romper, pero sí una

desavenencia con el estilo

homogeneizado y los esquemas

narrativos impuestos por

la producción televisiva y el rígido

marco institucional.

relacionadas con el audiovisual,

empezando por la creación de

una agencia ideada para velar por

los intereses del sector y reforzar

su vínculo con el idioma gallego.

Manolo González, su máximo responsable,

fue también el principal

autor de ese paquete de ayudas,

cuya característica más importante

es que podían recaer en personas

físicas; es decir, los creadores dejaban

de depender de las productoras

de televisión que entendían

el documental desde el discurso más canónico y podían ser los beneficiarios

directos, sin estar obligados a nada más que entregar

una copia final. Las cantidades concedidas están en función de la

modalidad: 5.000 euros para la escritura de guiones, 6.000 para

la realización de cortometrajes y 30.000 para los largometrajes.

En palabras de González, se trataba de «abrir un espacio para que

los cineastas salieran de su zona de confort» 6 . Pronto esas ayudas

empezaron a dar sus frutos: Lois Patiño fue premiado como mejor

director emergente en Locarno 2013 con Costa da Morte; ese mismo

año, la ópera prima de Alberto Gracia, El quinto evangelio de Gaspar

Hause, obtuvo el Premio de la Crítica del Festival de Rotterdam; Xacio

Baño triunfó en el Festival de Cortometrajes de Clermont Ferrand

en 2015 con Ser e Voltar; Laxe consiguió con Mimosas el Premio

de la Semana de la Crítica de 2016… En tiempo récord, Galicia existía

en el mapa de los festivales internacionales más prestigiosos.

Ahora bien, ¿de dónde procedían todos estos autores? Una de las

cuestiones más llamativas al enfrentarnos al análisis del NCG es

que este fenómeno se produce en una tierra sin escuelas. Más allá

de los grados de audiovisuales de algunas universidades, no hay

un centro especializado en el que estudiar cine como podría ser la

ECAM de Madrid o la ESCAC de Barcelona. De ahí que muchos de

estos creadores se hayan formado fuera para luego regresar con las

cámaras o a través de las imágenes: Peque Varela está afincada en

Londres, Alberto Gracia no vive en Galicia desde hace años, varias

de las películas de Eloy Domínguez Serén fueron rodadas mientras

vivía en Suecia… También los nombres más jóvenes continúan por

esta senda, como Aldara Pagán, que actualmente está cursando el

posgrado de Creación en la Elías Querejeta Zine Eskola de San Sebastián.

«Hemos estudiado fuera, nos hemos empapado de nuevas

corrientes y de una historia del cine más autoral, que luego

hemos sabido reinterpretar y rediseñar bajo nuestras necesidades»,

afirma Diana Toucedo, que habitualmente reside en Barcelona

y que, en su ópera prima, Trinta Lumes, quiso plasmar el lado

más mitológico y ancestral de la tierra gallega: «Es justo a través

de nuestras obras que regresamos allí. Para mí es una especie de

ancla que siempre he tenido en mi vida y muchos de mis trabajos

están unidos a esa región. Los veo como un espacio de diálogo

constante, una forma de seguir averiguando quién soy a partir del

vínculo con aquello a lo que hipotéticamente pertenezco» 7 .

Una de esas nuevas tendencias que menciona Toucedo es la constante

hibridación entre la ficción y el documental y, en general,

la experimentación con los géneros cinematográficos. Tratando

de acotar las características formales del NCG –una tarea nada

sencilla–, Isabel Martínez y María Gallego han llegado a definirlo

como un «cine de frontera» 8 , tanto a nivel narrativo como

5 Entrevista personal con el autor.

6 Manolo González, «Más allá de la zona de confort», Play-Doc, 2013. Disponible en: http://play-doc.com/old/web2013/es/cine-gallego.html

7 Entrevista personal con la autora.

8 María Isabel Martínez y María Gallego, «El Novo Cinema Galego, propuesta de definición y clasificación», en Revista Comunicación, n.º 10, vol. 1, 2012, pp. 264-275.

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CBA EL NUEVO CINE GALLEGO 25

también en lo espacial. Es frecuente la referencia

a lo «periférico» al hablar de Galicia

por la contraposición al centralismo

de Madrid, pero también por las expresiones

autorales de este cine, realizado al

margen de la producción industrial. Para

Xurxo González, uno de los fundadores de

la etiqueta, «este entorno hace que la emergencia

gallega sea doblemente interesante,

ya que las posiciones y los riesgos creativos

son de mayor profundidad intentando

establecer un diálogo fecundo entre referentes

artísticos contemporáneos, entre la

identidad gallega y la libertad creativa» 9 .

Probablemente ese posicionamiento «al

margen de» puede ser el vínculo más fuerte

que encontremos entre los diferentes autores.

Es, sin duda, la libertad creativa la

que guía el trabajo de desdramatización llevado

a cabo por Eloy Enciso en Arraianos y

en Longa noite; o el retrato punk y deslavazado

que hace Alberto Gracia del cantante

Rober Perdut en La estrella errante; también

la mezcla tan sugerente entre clasicismo y

anarratividad que se da en O que arde, una

película que termina donde generalmente

empezarían todas las demás; o incluso ese

documental fantasmagórico, casi de ciencia

ficción, que es Dead Slow Ahead, de Mauro

Herce, una figura que también nos serviría

para ilustrar esa red de colaboraciones que

se ha ido tejiendo con los años 10 . Junto a

ellos, hay también un entramado más experimental

compuesto por nombres como los

de Helena Girón y Samuel Delgado, Carla

Andrade, Jaione Camborda o el ya mencionado

Adrián Canoura, un cine aún más ligado

al régimen de autoproducción y en el

que el rodaje también se entiende como un

proceso de búsqueda.

Pensando en la conexión con el público, el

puente más directo entre estas obras y los

espectadores han sido los festivales locales,

que progresivamente fueron incorporando

en sus programaciones a toda esta generación.

Con unos 2,7 millones de habitantes,

Galicia cuenta con una importante red de

festivales, empezando por Cineuropa, y siguiendo

por Play-Doc, Curtocircuito, Novos

Cinemas o el (S8) Mostra Cinema Periférico,

que echaba a andar justo cuando el sello

empezaba a forjarse y diseñó la sección

«Sinais en curto» [Señales en corto] como

uno de sus buques insignia para mostrar los

trabajos de creadores emergentes gallegos.

«Consideramos el cine algo global» 11 ,

afirman sus directores Ana Domínguez y

Ángel Rueda, «nos parece de vital importancia

no generar espacios herméticos y no

Fotograma de la película de Eloy Enciso Longa noite, 2019

Los protagonistas de Trinta lumes, de Diana Toucedo, Alba Arias y Samuel Vilariño

distanciar lo local de una programación internacional».

Ese propósito de equiparación

también está muy presente en el ideario

de Numax, sala de cine y también distribuidora,

abierta en 2015 por una cooperativa de

trabajo entre cuyos objetivos se incluye la

visibilidad del cine hecho en Galicia: «Nos

gusta situar los estrenos de cine gallego a

la misma altura que los internacionales; es

decir, no crear un espacio de protección,

sino que acompañen en cartelera al resto

de estrenos», asegura Xan Gómez, uno de

sus fundadores. «De esa manera creo que

se opera una cierta normalización del cine

hecho en Galicia y en gallego, no como una

excepción sino como un gesto natural». Numax

se encargó de la distribución de O que

arde en las salas comerciales, el éxito más

rotundo del NCG, con más de 100.000 espectadores.

«Una de las claves fue que ha

llegado a un público poco o nada cinéfilo.

Gente del rural o de pueblos medianos y pequeños

que habitualmente no van al cine se

han sentido apelados por esta obra».

Precisamente llegar hasta el público generalista

es uno de los grandes retos del

NCG, pero hay más. La Axencia Audiovisual

Galega fue sustituida por la Axencia

Galega das Industrias Culturais y, con los

distintos cambios de gobierno, estas ayudas

se han visto afectadas. En 2012 incluso

quedaron sin efecto y, a través de repetidas

movilizaciones, se han ido resucitando

sus distintas modalidades. Relacionado con

estas limitaciones presupuestarias, la cineasta

Diana Toucedo, que ha recibido una

de estas ayudas para su segundo largometraje,

Porto desexado, percibe en la etiqueta

9 Xurxo González, «Crónica primaveral do Novo Cinema Galego», 2020. Disponible en: http://actodeprimavera.blogspot.com/2020/10/cronica-primaveral-do-novo-cinema-galego.html

10 Herce ha participado como director de fotografía en rodajes de Eloy Enciso, Alberto Gracia u Óliver Laxe, entre otros.

11 Entrevista personal con los directores.

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26 EL NUEVO CINE GALLEGO MINERVA 35.20

del NCG una posible forma de resistencia: «Es una cuestión política, de poner sobre la

mesa que autores con muy poco hemos sabido hacer mucho, pero no debemos conformarnos

con ese poco ni con la precariedad». Junto a estos riesgos de la financiación,

también aparece el desafío del relevo generacional, ahora que se cumple una década de

esos primeros pasos. Cuando Pablo Cayuela y Xan Gómez estrenaron Fóra, el sello precisamente

se estaba creando «y en ese momento tuvo su utilidad», dice Gómez, «sobre

todo para lograr una especie de marca que se hiciese fuerte en festivales. A día de

hoy tengo más dudas al respecto, pues esa generación inicial en la mayoría de los casos

se encuentra en su segundo o tercer largo y la verdadera nueva generación seguramente

tiene ya otras características y medios de encuentro y difusión. En todo caso, y

más allá de nombres o sellos, creo que el impulso colectivo es una de las claves» 12 . Sobre

este mismo asunto se pregunta Martin Pawley porque «han pasado diez años, pero

los grandes siguen siendo los mismos que estaban localizados en 2010, lo cual, por una

parte, tiene algo de preocupante. Dicho esto, para mí la etiqueta siempre ha funcionado

como una especie de marquesina bajo la que guarecerse de la lluvia. En lugar de estar

a la intemperie, el NCG es casi un lugar de protección y de adscripción propia, mutua:

cado uno se puede meter ahí debajo cuando le parezca».

Cartel de Trinta lumes, documental dirigido y producido por Diana Toucedo

12 Entrevista personal con el autor.

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CBA EL NUEVO CINE GALLEGO 27

Por encima de posibles relevos o de la idea de que, en algún momento, la etiqueta se

tenga que ver superada, el gran enemigo del NCG ahora mismo son las enormes dificultades

a las se que enfrenta la exhibición cinematográfica. La frágil situación en la que se

encuentran las salas de cine debido a la pandemia provoca que la estructura de festivales

corra peligro y, por tanto, también el modelo de ayudas a la producción para este tipo

de películas. Si bien ha sido importante en su difusión, Internet puede ser una ventana

bastante hostil para este tipo de cine que, tanto por su tempo narrativo como por su personalidad

visual, parece necesitar la pantalla grande y la disposición con la que el espectador

entra a una sala. Todo indica que estos cineastas podrán sobrevivir solo si hay

espacios en los que puedan mostrar sus trabajos y, en este sentido, el estreno comercial

a finales de octubre de Lúa Vermella, la nueva película de Lois Patiño, puede ser la prueba

de fuego para saber si este cine periférico supera su décimo aniversario y puede seguir

mirando hacia el futuro.

© Andrea Morán Ferrés, 2020. CC BY-NC-SA 4.0

Estreno o que arde

Director óliver Laxe

11.10.19

Organiza CBA

Estreno Longa Noite

Director Eloy Enciso

05.12.19

Organiza CBA

O que arde, de Óliver Laxe, ha sido el éxito más rotundo del NCG, con más de 100.000 espectadores

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28 vicente ameztoy MINERva 35.20

VICENTE AMEZTOY

EL FINAL DE LA ARCADIA

DÉBORAH GARCÍA SÁNCHEZ-MARÍN

Sin título, 1974. Óleo sobre lienzo, 195 x 130 cm. Colección particular

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CBA vicente ameztoy 29

Déborah García Sánchez-Marín, historiadora y crítica de la cultura y la imagen, autora

de España es esto y todo lo contrario (Temas de hoy, 2020), repasa la obra del pintor donostiarra

Vicente Ameztoy (San Sebastián 1946-2001) a propósito de la retrospectiva del CBA:

una revisión completa de la obra del pintor vasco a través de treinta y seis obras que

son «un canto a esa hermandad perdida entre la tierra y las personas».

La primera vez que vi una obra de Vicente

Ameztoy fue en el pueblo de mi abuelo, en

Labastida (Álava). Me refiero a las pinturas

que realizó en la capilla de Nuestra Señora

de Remelluri. Allí me topé con un artista

vasco genuino que había apostado por lo figurativo

cuando gran parte de la vanguardia

vasca se había refugiado en el lenguaje

abstracto, tan propio y reconocible en la generación

de artistas inmediatamente anteriores

a él. Casi se podría decir que la obra

de Ameztoy supuso una renovación del arte

vasco en la década de 1970 y un nuevo interés

por la subjetividad y lo misterioso.

En los trabajos de la capilla de Remelluri

no solo pude descubrir a un artista rara avis,

sino también la contundente técnica y los

referentes tan sólidos en los que se asentaba

su imaginario. En aquellas pinturas descubrí

su gusto por las obras del Quattrocento

italiano. Y es que, a pesar de lo comentada

que es su gran influencia del surrealismo

de René Magritte, también están presentes

en sus obras las suaves formas de la pintura

prerrafaelita, el collage, el mundo de la fotografía

y el cine, como veremos, además de

un interés muy marcado por la naturaleza en

un sentido político y reivindicativo. Todas

estas cuestiones se dan la mano en su obra,

filtradas siempre por una gran sofisticación

estilística y marcadas por lo sorpresivo. A

diferencia de otras personalidades de su generación,

Vicente Ameztoy no forma parte

de los grandes relatos de la historia del arte,

su nombre no aparece entre aquellos que

decidieron abandonar lo abstracto y se volcaron

con la figuración y lo matérico. De ahí

la necesidad de exponer, dar a conocer y reivindicar

la pintura de Ameztoy, que no debe

hacernos olvidar, no obstante, que no solo

fue un gran pintor, sino que también destacó

como dibujante ejemplar y como grafista.

Sus primeros dibujos conversan de manera

locuaz con sus trabajos de pintura, paisajes

que se reflejan a su vez en otros paisajes, en

los que penetran grandes elementos geométricos

que generan en la persona que mira

sensaciones de extrañeza.

Hasta la exposición en el CBA, solo había

habido una única muestra retrospectiva

de su trabajo, en 1990 en Donostia. Esta

exposición funcionaba a modo de archivo,

como una compilación de sus obras más importantes

pintadas durante el periodo que

enmarcan las décadas de 1970 y 1980. Entrado

ya el siglo xxi, varias veces se ha podido

disfrutar de la obra de Ameztoy en el País

Vasco: en San Sebastián en el año 2000 y

en el Artium de Gasteiz en 2003. Pero ha

habido que esperar hasta 2019, hasta la exposición

del Círculo de Bellas Artes (coorganizada

con el Museo de Bellas Artes de

Bilbao), para contemplar en Madrid una retrospectiva

de Vicente Ameztoy, pintor del

que las instituciones públicas madrileñas,

como bien recuerda la comisaria Miriam Alzuri,

no tienen ninguna obra en catálogo.

Que haya sido el Círculo la primera institución

madrileña en acoger una retrospectiva

de Ameztoy tiene un significado especial, ya

que la primera vez que expuso en Madrid,

con menos de veinte años, fue en la muestra

de apertura de la galería Juana Mordó,

una de las más influyentes del ámbito madrileño

en aquellos años, cuyo legado custodia

precisamente el Círculo de Bellas Artes.

Y es que Ameztoy empezó a exponer

muy joven. Miembro de una generación a

la que también pertenecen Andrés Nagel,

Marta Cárdenas o José Luis Goenaga, entre

otros, y a pesar de haber desafiado con su

obra el estereotipo abstracto desarrollado

por Eduardo Chillida y Jorge Oteiza, su primera

exposición colectiva, con tan solo trece

años, fue precisamente en compañía de artistas

vascos de esa generación anterior a

él, como Néstor Basterretxea o José Antonio

Sistiaga. También comenzó a pintar muy

pronto; el propio Ameztoy cuenta como su

primera obra la pintó con apenas cinco años.

Pese a que estudió algunos meses en la

Escuela de Bellas Artes de San Fernando,

en Madrid, siempre se consideró a sí mismo

como un pintor prácticamente autodidacta.

De su paso por Madrid, lo más reseñable es

la influencia de Antonio López, pintor al que

conoció durante aquellos años y que fue fundamental

para su trayectoria. De hecho, en

la retrospectiva madrileña del Círculo pudo

verse una obra en la que se percibe claramente

la influencia de López: unas frutas,

quizá unos membrillos, flotan en un paisaje

atravesado por una figura humana. Y es que,

aunque a menudo Vicente Ameztoy ha sido

considerado un pintor surrealista, y aunque

es cierto que emplea elementos procedentes

La boca, 1979. Óleo sobre lienzo, 132 x 164 cm

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30 vicente ameztoy MINERva 35.20

de la literatura surrealista, su imaginario no se adscribe por completo

a este movimiento, como iremos viendo.

Ameztoy nació en San Sebastián en 1946 y vivió en su juventud

cerca del mar, en una casa próxima a la bahía. Sin embargo, en su

producción apenas encontramos pinturas en las que el mar sea

protagonista. Tal vez el traslado al caserío familiar, cerca de Villabona

(Guipúzcoa), en 1970, cuando el paisaje del mar dio paso

a la hierba verde, pueda contribuir a explicar por qué en la obra

de Ameztoy cuesta encontrar marinas, mientras que es extraordinariamente

sencillo establecer un binomio indisoluble entre

Ameztoy y lo vegetal. El verde hierba, el verde pasto, el verde del

paisaje vasco. En Ameztoy los brazos son ramas y las cabezas, hojarasca.

Sin embargo, en ese paisaje tan primordial que él pintaba

incansablemente encontramos siempre una especie de arcadia que

va a dejar de serlo. En aquellos tumultuosos años setenta, Ameztoy

quizá presentía el conflicto político y ecológico que apuntaba y se

intuía en el corazón de la sociedad vasca. Un conflicto que no le fue

en absoluto ajeno: me viene a la memoria Lemoiz gelditu, el mural

antinuclear que Ameztoy pintó junto a José Luis Zumeta y Carlos

Zabala Arrastalu en contra de la construcción de una central nuclear

prevista en la localidad costera vizcaína.

El paisaje, generalmente el paisaje de la tierra vasca, es prominente

en su obra. Un paisaje húmedo que emerge entre las nieblas

y que, en ocasiones, se torna violento y desasosegante. Tras

su exposición individual en 1973 en Bilbao, Ameztoy se consagra

como uno de los grandes pintores vascos. Los cuadros de aquellos

años se caracterizan por un uso muy peculiar del color verde.

En su obra, el paisaje aparece atravesado, en el lienzo irrumpen

Santa Eulalia, 1999. Óleo sobre tabla, 110 x 70 cm

Sin título, c. 1972. Óleo sobre lienzo, 195 x 114 cm.

Museo de Bellas Artes de Bilbao

agujeros, extraños fenómenos atmosféricos y físicos se muestran

en el cuadro y penetran en la imagen, huecos que conectan diferentes

espacios, paisajes que se van difuminando poco a poco. La tierra

ocupa el lugar del cielo y el cielo no es sino la réplica del mundo

anterior, y ambos espacios conviven en el lienzo evocando el misterio.

Destacan los elementos y objetos provenientes del mundo

rural vasco, como los almiares, metas en vasco, ese montón de paja

o hierba que los campesinos recogían al final del verano para alimentar

al ganado durante el año, que aparecen en la obra del artista

de manera recurrente y cada vez de manera más sobrecogedora. En

algunas de sus obras aparecen suspendidos en el aire, de ellos parecen

desprenderse briznas o hierbas, hilos que descienden hacia

la tierra rompiendo la tradicional quietud del paisaje vasco. En

otros cuadros de la misma época y de la misma temática, los almiares

van tomando formas cada vez más humanas, parecen rostros

o incluso calaveras. La clave la vuelven a dar los dibujos que

realizó también en aquellos mismos años, en los que figuras antropomórficas

o humanoides comienzan a colonizar los campos.

Al contemplar la obra de Ameztoy, las referencias se multiplican.

Pienso en su trabajo como un gran bazar de variedades,

donde el cómic, la música, el cine y la literatura de ciencia ficción

se dan cita para imbricarse con objetos y paisajes tan seminalmente

unidos a la tierra vasca y conformar, poco a poco, su universo,

un corpus estilístico que aparece ante nuestros ojos como

si fuera algo nuevo.

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CBA vicente ameztoy 31

El cine forma parte de la vida de Ameztoy desde muy temprano,

y durante su larga trayectoria colaboró con cineastas de culto como

Iván Zulueta y posteriormente con Julio Medem. Zulueta rodó en

Villabona dos de sus cortometrajes: Tea for Two y La fortuna de los

Irureta. En este último, un corto mudo en súper-8, los protagonistas

fueron Vicente Ameztoy y Virginia Montenegro. La pieza comienza

con unos fotogramas de los cuadros del artista y luego la

cámara se desplaza siguiendo al pintor por un paseo en el monte

donde se encuentra con una misteriosa dama de negro. La segunda

parte se desarrolla en el interior de la casa: mientras la esposa se

levanta y prepara el desayuno, el pintor se viste de mujer con ropas

negras y comienza a insinuarse de forma provocativa. Parece

el trabajo típico de Zulueta, donde la filmación se va improvisando

y los elementos van tomando forma, durante la misma grabación.

No hay montaje, no hay nada premeditado, todo parece un ejercicio

de automatismo.

Una pintura de ciencia ficción

Hacia los años setenta las figuras de Ameztoy comienzan a tomar

protagonismo en los cuadros, pero no son ya esos cuerpos musculados

y pétreos de las generaciones anteriores de pintores vascos:

son figuras antropomorfas, mezcla de elementos naturales

y miembros humanos. Tronco de hierba y paja, piernas de carne y

hueso. Estas figuras humanoides van a ir ocupando más y más terreno

en su pintura. Las familias de figuras van sucediéndose casi

genealógicamente. En este sentido, una de sus obras más importantes

es conocida popularmente como La familia, aunque Ameztoy

la dejó sin título. Está fechada en 1975 y pertenece al catálogo del

Museo Artium de Vitoria. Esta obra tiene como origen una vieja

fotografía de la familia del pintor en la que aparece su abuelo. En

ella podemos observar una estampa clásica: una familia sentada

en las escaleras de lo que parece ser el caserío de la familia en San

Juan de Luz, llamado Etxe-Ondo. Las mujeres adultas llevan la ropa

tradicional de las mujeres vascas de la zona y ellos visten la clásica

ropa de una familia burguesa. Sin embargo, Ameztoy rompe

esa tradición insertando elementos irónicos, como las gafas de

sol que pinta sobre la cara de varios personajes. De esta forma, la

obra adquiere un tono más pop, que la acerca al mundo del rock

o a la ciencia ficción. Un halo de misterio recorre toda la obra:

como afirmó el exdirector del Museo Artium, Daniel Castillejo,

las figuras «miran al mundo desde su mundo, que es el universo

complejo de Vicente Ameztoy». En este cuadro Ameztoy recurre

a la técnica del vaciado de las figuras, más común quizá en la

escultura y el collage, convirtiendo los cuerpos en contenedores,

en recipientes, que rellena con pedazos de firmamento, como si

sintiese que en esos cuerpos del pasado descansara ya el mundo

mismo. El resto de los familiares que aún percibimos como formas

humanas son una hibridación entre lo natural y lo humano,

cabezas de arbustos que sostienen sobre sus manos a veces carne

y hueso y otras veces ramas y hojas o elementos típicos de la cultura

vasca, como la cesta punta.

Muchos de sus cuadros comparten elementos; por eso, a veces

su obra parece una work in progress, en la que una pintura conversa

de manera locuaz con la siguiente, de manera que el sentido

y los significados se multiplican y proyectan hacia el futuro. Entre

esos elementos comunes a muchas de sus obras quiero recordar

el xirimiri, esa lluvia suave, casi imperceptible pero que moja, y

la niebla que deja a su paso. También el color verde de su vegetación

y una transparencia que extrañamente puede verse en otros

artistas. Al contemplar los cuadros de Ameztoy, quizá no veamos

el xirimiri pero podemos sentirlo, quizá no veamos la hierba recién

cortada pero somos casi capaces de olerla, el aire no somos

Paraíso, 1997-2001. Óleo sobre tabla, 142 x 213 cm

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32 vicente ameztoy MINERva 35.20

capaces de verlo tampoco, pero las figuras parecen levitar en él,

ingrávidas, como si se moviesen a cámara lenta.

Ahora volvamos al cuadro sin título de 1975 en el que pintó a

su familia: allí, en el centro, entre todos ellos, aparecía un pequeño

cedro del Sinaí plantado por algún familiar de los Ameztoy.

Ese árbol representa un motivo central en toda la obra de Vicente

Ameztoy, algo que me resulta genuinamente contemporáneo

y que lo sitúa como un adelantado a su tiempo: la relación

de los seres humanos con su entorno. Muchas veces se ha leído

la obra del pintor donostiarra en términos de surrealismo y de

misterio, pero si miramos con detenimiento sus cuadros, podemos

ver cuestiones que apelan a problemáticas que hoy están

a la orden del día. En ese sentido, Ameztoy fue un pintor

antimoderno, un pintor que escapó a los estilos y las modas de

su época para situarse en un punto completamente distinto de

lectura de la realidad. En su obra, el paisaje aparece ya intervenido:

los cuerpos humanos son una mezcla de tierra y huesos, hay

fenómenos extraños que agujerean y hieren la tierra y cambian

radicalmente su aspecto tradicional. Y en todo ello, yo percibo

una advertencia, una especie de memento mori que nos recuerda

lo íntimamente ligados que estamos a la tierra y a sus procesos, y

cómo su desintegración es la nuestra. Cuando Vicente Ameztoy

pintaba estos cuadros en las décadas de 1970 y 1980, el paisaje

vasco ya estaba salpicado por el negro de las fábricas y la intervención

violenta de los hombres sobre el entorno. Sus cuadros

son un canto a esa hermandad perdida entre la tierra y las

personas, y también proponen algo muy actual y radical: el valor

de los cuidados. Ameztoy puso en el centro de sus obras la

vida misma, ese pequeño cedro del Sinaí, pintado en medio de

los miembros de una generación anterior a él, es ese mismo árbol

que va emborronándose en cuadros posteriores. Ameztoy

no solo nos recuerda que somos tierra y hierba, también interpela

nuestro actuar como responsables directos del cuidado de

la tierra que pisamos.

EXPOSICIÓN Vicente Ameztoy

17.10.19 > 26.01.20

ComISariadO Javier Viar • Miriam Alzuri

OrgaNIza CBA • Museo de Bellas Artes de Bilbao

© Déborah García Sánchez-Marín, 2020. CC BY-NC-SA 4.0

Sin título, 1975. Óleo sobre lienzo, 130 x 162 cm. Artium de Álava, Vitoria-Gasteiz

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fugas | futurOs

El CBA alojó en septiembre el congreso Fugas, éxodos y rupturas. Descifrando la

Europa actual, organizado por un grupo de estudiantes de la Alianza 4 Universidades.

En él se dieron cita ponentes del mundo académico y cultural para poner en

común sus análisis y propuestas acerca de las fallas que agrietan nuestro mundo,

agravando su deterioro o quizá revelando posibilidades de escape. En estas páginas

recogemos las ponencias inaugurales de los filósofos Nantu Arroyo y Gonzalo

Velasco Arias, introducidas por un texto de Gerard Serralabós, y la conversación

entre el filósofo Ernesto Castro y la escritora Elizabeth Duval acerca de la estética

y la ironía como fugas propias de la generación milenial.

Ilustrando estos textos, publicamos una selección de las imágenes de cuatro de

los cinco fotógrafos españoles seleccionados por PHotoEspaña para la plataforma

Futures, que agrupa a un centenar de artistas, así como diversos festivales, museos

y editoriales dedicados a la fotografía y artes visuales en Europa. Las fotos

que aquí publicamos pudieron verse en el CBA en el marco de la exposición Futures

Photography 2020. Cada uno de los fotógrafos seleccionados se aproxima a

la fotografía desde una perspectiva diferente, con proyectos que muestran el gran

potencial de la fotografía más reciente en España y de su capacidad para experimentar

y ampliar nuevas narrativas. Mar Sáez retrata en Gabriel la transición física

de Gabriel, arropada por paisajes que han sido testigos de ella durante seis

años. En Bestiae, Ruth Montiel Arias reflexiona sobre la dominación animal a través

de la caza, un proyecto de gran fuerza visual entre lo poético y lo documental.

Bernardita Morello se recrea en Roma en la poética de lo sencillo, de lo cotidiano,

donde se acaba encontrando la felicidad. Por último, Jon Gorospe presenta, en la

investigación Polished Cities en torno al arquetipo de la ciudad contemporánea,

una humanidad tan anhelada que acaba perdiéndose y diluyéndose.

CONGRESO FUGAS, ÉXODOS Y RUPTURAS. DESCIFRANDO LA EUROPA ACTUAL

24.09.20 > 27.09.20

ORGaniza Alianza 4 universidades (Universidad Autónoma de Madrid • Universidad Carlos III

de Madrid • Universidad Pompeu Fabra • Universidad Autónoma de Barcelona)

ColabORa CBA

EXPOSICIÓN FUTURES PHOTOGRAPHY 2020

17.09.20 > 24.01.20

ORGANiza PHOTOESPAÑA

COPRODUCE PROGRAMA «EUROPA CREATIVA» DE LA UNIÓN EUROPEA

COlabORa CBA


34 fugas | futuros minervA 35.20

Ernesto Castro, profesor de filosofía y autor, entre otros libros, de El Trap. Filosofía

millennial para la crisis en España (Errata Naturae, 2019) y la escritora Elizabeth Duval,

aclamada y jovencísima autora de Reina (Caballo de Troya, 2020), debaten, guiados

por las preguntas de Aitor Marcos Basagoiti –uno de los estudiantes organizadores

del congreso Fugas, éxodos y rupturas–, sobre temas como el concepto de generación,

el sufrimiento personal en la literatura del yo, la idea de autoría o algunas polémicas

recientes en el seno del feminismo.

MÁS ALLÁ [Y MÁS ACÁ] DE GÉNEROS Y GENERACIONES

CONVERSACIÓN ERNESTO CASTRO

ELIZABETH DUVAL

AITOR MARCOS BASAGOITI

Ruth Montiel Arias, Bestiae, 2017-2018 © Ruth Montiel Arias

Aitor Marcos BasAGoiti

Con esta charla lo que buscamos es cartografiar

la relevancia de la estética y la ironía en

el consumo de productos culturales y en la

comunicación de lo político, como una primera

aproximación que nos permita orientarnos

acerca de las fuerzas de producción

del capitalismo global y de nuestras condiciones

de existencia reales, lo que sería el

objetivo de una política cultural de izquierdas

según Jameson. Comencemos hablando

de generaciones: Ernesto nació en 1990 y

es puramente milenial, mientras que Elizabeth,

que nació en el año 2000 quizá se

escape ya de esa etiqueta de la que me gustaría

saber qué pensáis.

Ernesto Castro

La idea de generación es una idea que atraviesa

toda la historia de la filosofía oriental

y occidental, pero su concreción filosófica y

sociológica más importante se da en España

en la obra de Ortega y Gasset, que establece

una distinción interesante entre los contemporáneos

y los coetáneos. No todas las

personas que viven en el mismo periodo y

han nacido en la misma época son coetáneos,

pues lo central no es tanto el rango

de fechas, sino el compartir una cierta cultura

o unos intereses, una serie de proyectos

vitales, de horizontes de expectativas, etcétera.

En una época global como la nuestra,

podríamos pensar que todo el globo es coetáneo.

Sin embargo, lo cierto es que sigue

habiendo subculturas y no como supervivencias

del pasado: de hecho, Internet no

ha traído una cultura homogénea y global


CBA fugas | futuros 35

para todos, sino que ha supuesto la multiplicación

de pequeños nichos cada vez más

circunscritos; son lo que se conoce como las

cámaras de eco de la red.

Sea como sea, la teoría de las generaciones

debe ser complementada por una problematización

del concepto de género que está

en su raíz. De hecho, creo que puede haber

generaciones distintas en función de

los géneros de los que estemos hablando:

cada género tiene su velocidad y sus ritmos,

acelerados en el género de la tecnología,

más lentos cuando se trata de géneros

literarios, sexuales, biológicos…

En cuanto a los milenials, el término proviene

de una teoría muy loca, elaborada por

Neil Howe y William Strauss a partir de una

visión mitológica y circular de la Historia,

que dice que hay cuatro arquetipos en la historia

de Estados Unidos: el héroe, el soldado,

el profeta y el nómada. Según esa clasificación,

los milenials serían los héroes, que

serán sustituidos por los nómadas de la generación

Z. Lo gracioso es que este intento de

analizar la ideología o la personalidad de los

milenials dio lugar a diagnósticos opuestos:

antes de la emergencia de los smartphones y

de la crisis de 2008 se decía que los milenials

eran cooperativos, colectivistas, cariñosos,

empáticos, próximos a sus padres…

Después de la crisis económica y de la explosión

de las redes sociales, se empezó a hablar

de la generación del yo, del egotismo o de la

falta de compromiso político, temas tan viejos

como la filosofía o como el famoso texto

de David Foster Wallace sobre la nueva sinceridad

al que sin duda volveremos.

añadido dentro de lo que es el marco del sistema

capitalista. Yo no me encuentro cómoda

etiquetada dentro de esa Generación Z porque

todavía no tiene rasgos definitorios, aún

no está conformada. Si yo soy de la Generación

Z es simplemente porque vengo un poco

después de toda esta oleada de escritores que

empiezan a despuntar en la década de 2010.

Aitor Marcos BasAGoiti

A pesar de la creciente tematización e información

sobre salud mental en el ámbito

cultural, es más probable que un joven consiga

aliviar su ansiedad creando y compartiendo

memes en Internet que accediendo

a un tratamiento psicológico en la sanidad

pública. ¿Debería ser la salud mental uno de

los ejes de la reactivación del discurso político

de izquierdas? ¿Consideráis la salud

mental y su privatización un pathos artístico

a explotar ideológicamente?

Ernesto Castro

El problema de la salud mental no es meramente

mental, es un problema social, de

salud pública, de sociofobia, que decía César

Rendueles, y se debe tratar con mecanismos

públicos y sociales. En mi opinión,

el problema de la salud mental tiene que ver

con la soledad mediada tecnológicamente y

con todos los efectos que ello genera: la ansiedad,

la depresión, etcétera. El discurso

de la nueva sinceridad de David Foster Wallace

que he citado antes es el que se suele

ofrecer como alternativa a la ironía. E Unibus

Pluram es el título de ese famoso texto,

una inversión del lema de Estados Unidos

E pluribus unum [De lo plural, lo uno], un

lema federalista que habla de la unidad de

Estados Unidos a pesar de su división en

estados federados. Lo que viene a sostener

Foster Wallace mediante esa inversión es

que, si tradicionalmente los estados son

la unión de lo múltiple, hoy en día el sujeto

posmoderno es lo uno que se multiplica;

es decir, que hay una identidad que

se fragmenta y se diferencia en múltiples

añicos. A Foster Wallace le interesaba mucho

el mal surgido de ese desorden y ese

caos, y por eso le gustaba tanto David Lynch,

en cuya obra se abordan diversas cuestiones

morales sin el punto de vista de la

culpa, la responsabilidad o la decisión. En

sus películas el malo no es un monstruo y

los crímenes que se cometen suelen estar

asociados a la volatilidad de la identidad.

El discurso de la nueva sinceridad que

plantea Foster Wallace es relativamente de

derechas –Foster Wallace tenía cierta simpatía

hacia el partido republicano y entendía

la nueva sinceridad como una superación

de la ideología de la espontaneidad y de la

Mar Sáez, Gabriel, 2012-2018 © Mar Sáez

Elizabeth Duval

Hace poco recordaba un pasaje de Las leyes

de Platón en el que se habla contra las novedades

artísticas. Platón, que sentía predilección

por el arte egipcio, escribe que si

nos paramos a analizar las artes que están

haciendo los jóvenes en Egipto descubriremos

que, en realidad, tienen las mismas

técnicas de hace mil años, no porque no haya

progreso o cambio, sino porque es aquello

que se aproxima a lo bello. Lo que quiero dar

a entender con esto es que quizá esa teoría

cíclica con cuatro arquetipos que se suceden

en las generaciones de Estados Unidos

no sea tan descabellada, porque lo cierto es

que podemos encontrar algo muy similar a

esta ciclicidad en la filosofía griega.

En cualquier caso, yo tengo una visión

bastante cínica del concepto de generación

porque, en multitud de ocasiones, se me ha

catalogado como la primera voz de la Generación

Z. Creo, pues, que la generación no

tiene una función social distinta que ser llana

y simplemente un instrumento de marketing

para convertir a una persona o a un colectivo

en una marca vendible y otorgarle un valor


36 fugas | futuros minervA 35.20

emancipación del 68–. En ese sentido, y por establecer un paralelismo

entre dos autores que despuntan en la misma época, Foster

Wallace está más cerca de Michel Houllebecq de lo que pensamos.

¿A qué se refiere Foster Wallace con la nueva sinceridad? Él

cree que existen una serie de instituciones que permiten salir de

la trampa de la ironía, de ese momento en el que eres consciente

de que no te gusta lo que haces y, sin embargo, lo sigues haciendo,

pero distanciándote de tus propios actos por medio de un

discurso paródico. Foster Wallace creía en instituciones tipo Alcohólicos

Anónimos o en entidades o clubes deportivo. También

César Rendueles, cuando planteaba cómo gestionar la cultura en

los orígenes de Podemos, defendía el deporte como modelo para

la cultura, al ser un ámbito en el que se da cierta armonía o concordancia

entre la competición y la cooperación.

Pero volviendo a la pregunta, creo que el discurso de la salud

mental se puede recuperar para la izquierda, aun teniendo en cuenta

el problema fundamental del amoralismo histórico de la izquierda.

Para Marx el capitalismo es autodestructivo pero no es injusto, porque

construye su propio discurso ideológico –el utilitarismo, el funcionalismo,

el pragmatismo– que, desde cierta lógica, convierte en

justo lo que sucede en el mercado. Un amoralismo que, a partir de

los años sesenta, se ha complementado con una especie de freudismo

expresivo bajo la forma de la espontaneidad: sé tú mismo,

llega a ser el que eres, libérate de las clases opresoras, de los prejuicios

de género, etcétera. Naturalmente, el problema es que ese

discurso no es capaz de dar cuenta de que el sufrimiento es una condición

humana universal, algo que sí han entendido las religiones,

construidas a partir de la evidencia de que todo el mundo sufre en

mayor o menor medida. Por eso la derecha, que ha hegemonizado

el ámbito religioso, tiene ahí una gran ventaja frente a la izquierda.

Elizabeth Duval

Yo no estoy muy de acuerdo con esa noción del amoralismo histórico

de la izquierda heredado de Marx del que habla Ernesto.

Basta con recordar esa acusación tan común que se dirige a la

izquierda de superioridad moral, algo que han analizado diversos

ensayos, con mayor o menor tino, y que sería incompatible

con esa idea de amoralismo. Además, creo que gran parte de la

izquierda, al menos la de inclinación socialista, tiene un fuerte

componente de herencia del catolicismo, con todo lo que ello

conlleva en cuanto a moralidad.

En cuanto a la posibilidad de reconciliación desde la izquierda

con el concepto de salud mental, yo creo que es algo que ya está en

marcha. La conciencia del sufrimiento es una parte muy potente

del discurso de la izquierda. Y ya que Ernesto mencionaba a Michel

Houellebecq, me gustaría recordar lo que plantea en sus novelas,

sobre todo en la primera: Ampliación del campo de batalla. Y

es la idea de cómo el neoliberalismo, con el avance del libre mercado,

ha traído consigo un libre mercado sexual en el que también

hay ganadores y perdedores, a imagen y semejanza del mercado laboral

o económico. El protagonista de esa novela de Houllebecq

se define como ganador dentro de la escala del capitalismo y como

perdedor en la escala sexual, porque no consigue tener acceso a

una mujer «a la altura» de su deseo, lo cual también causa sufrimiento

–aunque sea un sufrimiento subjetivo, ya que parte de la

hipótesis de que ese hombre tiene derecho al cuerpo de las mujeres–.

Diría que, en general, en la literatura de los últimos años

el discurso del sufrimiento está muy presente. Y lo digo muy a mi

pesar porque a mí me gusta mucho más la literatura del placer. El

tema de la «happycracia» lo problematiza Ana Pachecho en Listas,

guapas, limpias (2019), una novela muy ligada a la literatura del

yo, de la hipersubjetividad, donde el sufrimiento no es ni siquiera

el sufrimiento propio, sino el de sus padres, pertenecientes a una

clase media empobrecida. En una parte de la literatura actual hay

una estetización del sufrimiento, se está creando literatura a partir

de ese dolor, romantizando no solo las condiciones de vida de

la clase obrera, sino incluso su sufrimiento. La novela de Pacheco

encierra también ese sentimiento de raíz tan cristiana por el cual

este valle de lágrimas nos hace sentir que merecemos una vida

mejor. Algo parecido puede apreciarse en Panza de burro, de Andrea

Abreu y, en general, en muchas de las novelas milenials exitosas.

Hay un panorama de literatura del sufrimiento, del dolor,

que es la que más vende, en la que a los milenials les encanta ser

autocompasivos y vivir con esa culpa de clase media frustrada en

parte por ese sentimiento de que otrora fuimos más proletarios…

Una de las cosas que más me enfadaron durante la promoción

de Reina fue que algunos lectores me decían que esperaban

que contase lo mucho que había sufrido por ser trans y que

se decepcionaron al no encontrarlo. Y pienso que esto se debe

a que la salud mental y el sufrimiento difícilmente podrían estar

más presentes, en tanto que material de explotación artística

en la literatura y también en tanto que cuestión ideológica

para la izquierda.

Jon Gorospe, Polished Cities, 2019-2020 © Jon Gorospe

La arquitectura contemporánea propone ciudades des-conflictivizadas, en cuyo diseño se impone

la verdad de una morfología perfecta ante la complejidad humana. De esta manera los espacios

pulidos ponen en práctica el control sobre la ciudadanía con el más mínimo gesto. Por otro

lado, la población mundial se está concentrando en centros urbanos. En la actualidad, el 54 % de

la población mundial vive en zonas urbanas y está estimado que para el 2050 esta cifra alcance el

66 %, según datos de la ONU. Esas megaciudades acogen en conjunto a 453 millones de personas.

Como es de esperar, ante la concentración de personas en espacios de convivencia cada vez

más reducidos, la creación de escenarios pulcros que favorecen el tránsito y eviten la confrontación

ciudadana es obligatorio para que la experiencia diaria no sufra ni sea dañada. Naciendo

así la idea de la arquitectura de lo pulido.

Las imágenes de este trabajo funcionan como fragmentos que completan el mapa sesgado de una

ciudad, su arquitectura y lo que la rodea, como la representación contemporánea del arquetipo

de ciudad moderna.

www.jongorospe.com


CBA fugas | futuros 37

Jon Gorospe, Polished Cities, 2019-2020 © Jon Gorospe

Aitor Marcos BasAGoiti

Cristina Morales, Premio Nacional de Narrativa, aboga por una

desmitificación de la figura del autor como ungido por la clarividencia

y cercano a la verdad, e invita a ironizar sobre el acto de la

escritura como algo sagrado de búsqueda de la verdad. ¿Los discursos

sobre la superación de las nociones de autoría ilustrada tienen

un alcance transformador en la manera de consumir cultura?

¿Qué potencial material podría tener este discurso?

Ernesto Castro

Sobre el tema de la muerte del autor se lleva hablando toda la vida,

pero yo diría que en estos momentos no hay una muerte del autor

sino una reafirmación, con la sustitución de la reseña por la entrevista.

El autor está más vivo que nunca, diría incluso que hay

un fetichismo del autor, que se ve muy bien en la emergencia de

los streamers, que viven del culto a la personalidad. Creo que incluso

aquellas autoras que quieren deconstruir la idea del autor lo

que han hecho ha sido rehabilitar la idea del personaje. Es lo que

ha sucedido con Lectura fácil, de Cristina Morales, por ejemplo.

Elizabeth Duval

Creo que esa capacidad del mercado para construir personajes

o marcas no tiene ningún potencial material, y Reina es un buen

ejemplo: no tiene pretensiones de cambiar nada del mercado editorial,

critica desde la literatura del yo la literatura del yo y, en ese

sentido, es un fracaso porque no va a conseguir nada. De todos

modos, los libros no sirven para nada, nadie lee.

Aitor Marcos BasAGoiti

La absorción mercantil de la producción cultural conlleva la creación

de extensos nichos de mercado en los que proliferan productos

contraculturales o subversivos, al menos en sus pretensiones.

En un artículo publicado en Vice, Elizabeth se posicionaba frente

a esta absorción en nichos de mercado de las narrativas queer, defendiendo

que las voces queer debían superar esos nichos que restringen

su alcance y asaltar el canon narrativo universal. ¿Pensáis

que evitar los nichos de mercado que utilicen el valor estetizante

de sentimientos identitarios de minorías debe ser parte de la política

cultural de izquierdas? ¿Nuestro objetivo ha de ser cambiar las

pautas de consumo cultural o simplemente valernos de ellas y dejar

que nos llamen «el filósofo del trap» y «la poeta transactivista»?

Elizabeth Duval

No sé cuánto hay de fantasía de elección y cuánto de elección real.

Yo me paso día tras día contestando en entrevistas que no me dedico

al activismo, pidiendo que, por favor, dejen de preguntarme

por estas cosas, pero es evidente que no van a parar jamás. Así pues,

si tienes una oportunidad de conseguir colar un determinado discurso,

de obtener cierta influencia, especialmente en las condiciones

en las que estamos, no te queda otra que aprovecharla. Por lo

demás, creo que no hay que culpar al consumidor de lo que consume

ni pedirle que no consuma productos que se sumen a lógicas identitarias

o que evite consumir productos encajados en el nicho de lo

queer, porque son productos que pueden estar muy bien. El cambio

individual del consumo –y más aún en el caso del consumo editorial,

que me parece poco importante– no conduce al cambio social.


38 fugas | futuros minervA 35.20

Ernesto Castro

Yo diría que sin prejuicios no hay juicios. Si no te prejuzgan y establecen

una serie de esquemas sobre quién puedes ser, nunca te

van a llegar a conocer. De hecho, creo que en el espacio que hay

entre el prejuicio y el juicio es donde uno puede crearse una opinión

propia. Personalmente, yo no he huido del prejuicio, sino

que he intentado jugar con él. Siempre he buscado lo inverso a

lo mainstream, ¿y qué es lo mainstream hoy? Tratar un tema serio

frívolamente, mezclando alta y baja cultura.

Respecto a los nichos de mercado, en la actualidad las redes

sociales han sustituido todos los productos culturales. No sirven

como cadena de transmisión de esos productos, sino que

son ellas mismas el producto cultural que se consume. De ahí lo

absurdo de buscar promoción en las redes sociales cuando esa

promoción se va a convertir en el objeto promocionado. Cristina

Morales va a ser recordada por las declaraciones sobre la

quema de contenedores en Barcelona, no por su libro. Y a mí

se me recordará por la polémica con Yung Beef, pero no por lo

que digo en el libro [El trapero Yung Beef denunció a la editorial

Bernardita Morello, Roma, 2017-2020 © Bernardita Morello

Roma es una historia más, como cualquier otra, que cuenta algo que existió. Cuando comenzó todo era

burbujas reventando por todos lados, era grandes olas que rompían fuerte contra las rocas, era ebriedad.

Comencé a fotografiar en ese momento, cuando todo era volátil y para siempre y continué cuando

ganó más peso, me fui aferrando a mi entorno más cercano, mi hijo y su papá, por miedo a perderlo,

por percibir la fragilidad en el aire. Fotografié sus cuerpos, el nacimiento, la piel, los cambios, lo ordinario.

Quiero hacer de esta historia un amuleto protector, la estampita de un santo, hacerla inmortal.

www.bernarditamorello.com


CBA fugas | futuros 39

Errata Naturae por la ilustración que aparecía en la cubierta del

libro de Ernesto Castro, El Trap. Filosofía millennial para la crisis

en España]. Es inevitable que te encajonen y forma parte de

tu libre arbitrio el sentirte más o menos cómodo con la categoría

que te han asignado. Los discursos a los que me opongo con

más vehemencia son los de la plena identificación y el pleno rechazo.

Y creo que lo que alimenta el prejuicio es esa resistencia

constante a ser categorizado. Por lo demás, es inevitable emerger

desde un contexto local o de nicho para, a partir de ahí, saltar

a lo universal. Me parece importante recuperar un discurso

ilustrado, genérico, universal, que no se dirija solo a los nuestros,

pero siempre desde una posición propia.

Aitor Marcos BasAGoiti

Hablemos de los debates sobre feminismo: en España se ha producido

una polarización entre las vertientes feministas radicales

y las que abogan por la performativización de género. ¿Peca

el feminismo radical de un extremado moralismo en cuanto a las

formas de comunicación estetizantes? ¿La exigencia de claridad

en el discurso feminista se debe considerar una cuestión generacional

o debe el feminismo performativo sentirse apelado en

la elaboración de un discurso más claro y menos estetizable, con

menos neologismos, más adaptable al discurso de los derechos?

Elizabeth Duval

Lo primero, no creo que exista un feminismo performativo. Lo

segundo, creo que es equivocado categorizar al feminismo radical

como necesariamente transexcluyente. En el ensayo Después

de lo trans. Disputaciones y disquisiciones desde la apatía, que publicará

La Caja Books el próximo mes de marzo, trato este tema y

dedico unas páginas a dialogar con ese feminismo filosófico que,

supuestamente, es el sustento teórico de buena parte del feminismo

radical que campa en una red social como Twitter: Celia

Amorós, Amelia Valcárcel, Ana de Miguel, Luisa Posada Kubissa…

Ana de Miguel, por ejemplo, entendiendo mal la noción de lo performativo,

escribe: «En esta cuestión tenemos un desacuerdo

profundo con las corrientes del feminismo que mantienen que

al sistema de poder patriarcal se le desafía cambiando la forma

de vestir, la forma de peinarse, cualquier elemento relacionado

con lo que denominan performance: la reiterada representación

gestual de ser una mujer». Este error procede de una equivocación

entre lo que es performativo y lo que es performático como

derivado de performance, algo que Judith Butler intenta aclarar

constantemente, insistiendo en que no puede leerse El género en

disputa o Cuerpos que importan como si estuviera confundiendo lo

performativo con lo drag. De hecho, se ha arrepentido de haber

utilizado lo drag como ejemplo, porque es lo que ha propiciado

de algún modo este error. Para Butler, el género es performativo

porque construye la misma realidad que representa cada vez que

participa de él a través de una iteración.

Por su parte, Luisa Posada Kubissa escribe que «aun aceptando

que nadie nace con una identidad dada que determine sus necesidades

y que, por tanto, toda identidad está marcada por el contexto,

la posición y el poder, cabe plantear una política feminista

que, aliada con otros movimientos sociales, mantenga sus señas

de identidad en torno a una identidad estratégica ‘mujeres’». Y en

relación a la abolición del género –que parece ser la otra enorme

discrepancia que tienen algunas feministas radicales con lo queer–,

Amelia Valcárcel, la principal referente teórica para el feminismo

transexcluyente, sostiene: «Imaginemos un mundo en el que ser

varón o ser mujer solo es pertinente en el orden reproductivo. Eso

es posible pensarlo. Pero ese no es el problema sino este otro:

la teoría feminista debe renunciar no solo a este par sino a las

enantiologías en general […] porque la raíz de la distinción por

pares es la propia distinción de los sexos. Aquí se plantea la última

cuestión filosófica: ¿la máquina de pensar es capaz de hacer

algo si no funciona con pares de opuestos? Me parece que no».

En suma, el feminismo filosófico, que supuestamente sirve de

sustento teórico para el feminismo radical transexcluyente de las

redes, se articula en torno a una idea de «mujer» en tanto que

identidad estratégica, admitiendo que no se nace con esa identidad

innata y conservando buena parte de la noción de relacionalidad

propuesta por Butler. Además, se considera la abolición del

género como una posibilidad harto improbable a causa de la total

impronta del orden dual en el lenguaje. Y se percibe violencia

incluso en la propia interrogación por el género. En definitiva, al

final, en un giro irónico de los acontecimientos, es el propio feminismo

filosófico el que va a resultar transfeminista y posmoqueer.

Lo demás son muñecos de paja. Todo esto revela que esta cuestión

no va de feminismo radical contra feminismo performativo,

sino de una pugna generacional por el poder y la hegemonía en el

feminismo entre el PSOE y Podemos, encarnizada después de la

llegada de Irene Montero al Ministerio de Igualdad.

Ernesto Castro

En la cuestión del feminismo se concede mucha importancia al

discurso, al género, pero yo, como buen materialista que soy,

pienso que se pueden analizar las sucesivas oleadas del feminismo

o del protofeminismo atendiendo a las transformaciones

y modulaciones del concepto de familia. Familia viene del latín

famulus, que significa esclavo, y tiene la misma raíz etimológica

del hambre. La familia son básicamente las bocas que uno tiene

que alimentar. Con el capitalismo y la llegada de la familia nuclear,

se produce la disolución de esa familia extensa gracias a

dos realidades fundamentalmente tecnológicas: por un lado los

electrodomésticos, que aligeran bastante el trabajo reproductivo,

y las dos guerras mundiales, que obligan a incorporar a la mujer

al mercado de trabajo, y por otro lado la píldora anticonceptiva

junto con los demás procedimientos de control de natalidad.

Esto es lo que desarticula la idea de familia tradicional, al tiempo

que desvincula por completo el sexo de la reproducción y produce

todos estos debates acerca de la idea de género. A partir de ahí,

creo que el debate entre el transfeminismo y el feminismo radical

transexcluyente tiene que ver con la importancia o no de la sexualidad

o de los atributos sexuales vinculados con la reproducción

en el mundo actual. La vinculación de la opresión de la mujer

con la capacidad reproductiva es un asunto que parece haberse

quedado ya desfasado, del que apenas se habla y, sin embargo,

creo que es central. Y pienso que con este enfoque más general se

puede pasar un poco por encima de ese barullo discursivo, terminológico

e ideológico que a veces tiene algo de pelea de sofistas.

Elizabeth Duval

No quiero convertir esto en un debate sobre el género, pero no

creo que el sustento de esa parte del feminismo radical transexcluyente

esté ligado a la capacidad reproductiva. Lo que tú

mencionas tiene una importancia histórica y seguramente pueda

explicar el origen del debate e incluso sea una condición necesaria

para que ese debate esté vivo en la actualidad, pero no creo que

sea ahora mismo un punto central porque deja de lado la componente

política que, insisto, a mi juicio es la principal. Creo que

todo esto tiene mucho que ver con las posiciones institucionales

cercanas al PSOE que ha asumido el feminismo filosófico, y

con la vinculación con la teoría queer o el transfeminismo de la

izquierda alternativa que está más a la izquierda del PSOE, que

por primera vez ha asumido cargos en el feminismo institucional.

© Aitor Marcos Basagoiti, Ernesto Castro y Elizabeth Duval, 2020. CC BY-NC-SA 4.0


40 fugas | futuros minervA 35.20

RUPTURAS EN TIEMPOS DE PANDEMIA:

REFLEXIONES SOBRE LA CATÁSTROFE DESDE

LA “NUEVA NORMALIDAD”

¿Cuál ha sido el impacto social, político y cultural de la crisis del COVID-19? ¿Qué puede

aportar la filosofía a la intelección de la pandemia? Nantu Arroyo, investigadora en el

departamento de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, y Gonzalo Velasco,

profesor en el departamento de Humanidades de la Universidad Carlos III de Madrid y

analista político en la Cadena SER, ya participaron en el Glosario de la Pandemia, la iniciativa

del CBA para pensar la situación sanitaria con sosiego a partir de conceptos como

interdependencia, azar, guerra y contagio, así como en el volumen colectivo Covidosofía: Reflexiones

filosóficas para el mundo pospandemia, coordinado por Dulcinea Tomás Cámara.

Hoy queremos seguir este hilo, participando así del incipiente género filosofía de la pandemia,

que es como se ha llamado a la cantidad de textos que filósofas y filósofos publicaron

a un ritmo frenético: a finales de marzo, el filósofo esloveno Žižek ya había publicado

su ensayo Pandemic! y el volumen Sopa de Wuhan recogía las aportaciones que pensadoras

y pensadores de la talla de Paul B. Preciado, Judith Butler o Giorgio Agamben habían

publicado en reconocidos medios de comunicación. Algunos de estos apresurados textos

han recibido duras críticas por su desatino al sobredimensionar las sombras de la cueva o

simplemente por la previsibilidad de sus diagnósticos. Por tratar de hacernos ver la luz,

de liberarnos de la caverna para encontrar un deseo de ver cumplir la propia teoría en la

realidad. Otras voces, al preguntarse sobre la labor de la filosofía en tiempos de pandemia

–una catástrofe tan radical, tan reciente– apelan a la prudencia, a la espera: como la

lechuza de Minerva, dicen, la filosofía levanta el vuelo al anochecer.

A medio camino entre el saber absoluto que espera y la crítica radical que se apresura,

consideramos que esta charla pone de relieve una actitud filosófica que duda, que

es escéptica, pero que a la vez es consciente de la emergencia sanitaria y de la excepcionalidad.

Una actitud que mantiene la distancia social, como estamos haciendo hoy aquí,

pero que se muestra crítica frente a los discursos del poder que exigen esfuerzo y sacrificio

mientras caricaturizan al personal sanitario como héroes. Una actitud que examina

críticamente conceptos como guerra –porque, como escribe Nantu Arroyo, «ceci n’est

pas une guerre»–, catástrofe –tan presente en el mundo de la ficción– y nueva normalidad,

a la vez que entiende este momento excepcional, la suspensión de la vieja normalidad,

como «una oportunidad para construir nuevas necesidades, reordenar las jerarquías

y cimentar nuevas condiciones para el vínculo social», en palabras de Gonzalo Velasco.

Se trata, en definitiva, de una actitud filosófica que reflexiona sobre qué estamos siendo,

una pregunta que resuena de manera insoportable en tiempos de pandemia, ahora que

somos víctimas, actores y espectadores al mismo tiempo. Ahora que, como escribió Diego

Garrocho, la actualidad mediática y atencional del mundo está casi unívocamente dirigida

a un mismo acontecimiento: un acontecimiento pan-démico. Una convergencia universal

de la experiencia que tal vez lo que nos recuerde cada día es que no somos iguales: la

brecha socioeconómica, de género, la racial, la brecha de edad, etc. se han visibilizado

aún más en estos tiempos.

Hoy miraremos con retrospectiva el estallido de la pandemia mientras estamos plenamente

inmersos en lo que parece ser una segunda ola, hecho que suscita aún más preguntas:

¿se mantiene actualmente el discurso bélico?, ¿de la militarización mental del

«todos somos soldados en esta guerra» 1 hemos pasado a «los ciudadanos vais a poder

elegir qué ser: virus o vacuna»? ¿Qué posibilidades existen de construir nuevas necesidades,

reordenar las jerarquías y cimentar nuevas condiciones para el vínculo social? En definitiva,

¿qué puede aportar la filosofía a la intelección de la pandemia?

Gerard Serralabós

1 El Jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, se pronunciaba así el día 20 de marzo,

en la habitual rueda de prensa posterior a la reunión del Comité de Gestión Técnica del Coronavirus.

© Gerard Serralabós, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0


CBA fugas | futuros 41

NO ES UNA GUERRA, ES UNA CATÁSTROFE 1

NANTU ARROYO

Cuando las estudiantes del grado de filosofía, política y economía

de la Alianza 4 Universidades se propusieron reprogramar su congreso

anual de pensamiento interdisciplinar, que había sido pospuesto

por el confinamiento, pensaron que no podían dejar de lado

la situación global de crisis sanitaria provocada por la emergencia

del COVID-19. Para discutir públicamente algunas de las reflexiones

para un mundo pospandemia en las que habíamos trabajado

previamente tanto Gonzalo Velasco, como yo misma, se dispuso

una nueva mesa inaugural titulada «Reflexiones sobre la catástrofe

desde la nueva normalidad».

Uno de los puntos en común de la mesa fue la consideración de

la pandemia como una catástrofe natural. No hay discurso inocente.

Por eso cuando, a partir del pasado mes de marzo, los titulares de

prensa y las declaraciones de los distintos jefes de Estado se articularon

en términos bélicos y se cerraron filas en torno a un discurso

de guerra contra el virus, me pareció importante pensar en

las ventajas y desventajas políticas y sociales que este discurso implicaba.

La apelación a un estado de guerra contra el virus permitía

corresponsabilizar a la sociedad civil en términos de cumplimiento

de un compromiso patriótico. Los efectos de la aplicación de la metáfora

bélica al terreno de la crisis sanitaria se dejaban sentir en los

discursos de los distintos gobiernos cuando reclamaban «disciplina»,

«espíritu de servicio» y «moral de victoria» a la ciudadanía,

valores destacables de la ética militar. Al mismo tiempo, otra

de las «ventajas políticas» del uso de la metáfora bélica consistía

en la posibilidad de ampliar la exigencia de cumplimiento de las leyes

públicas a todo un entramado de reglas y normas sociales que

multiplican exponencialmente el control policial de la población.

En este sentido no puedo estar más de acuerdo con Marina Garcés,

cuando el pasado mes de abril afirmaba que uno de los efectos secundarios

de la pandemia del coronavirus sería, sin duda, el control

social de la población 2 . No es de extrañar que, si cedemos información

personal sin siquiera pensarlo, con tal de utilizar una nueva

aplicación para nuestro smartphone, qué información no ofreceremos

con tal de no volver a ser confinados. La justificación última

de todas las medidas que se toman, con tinte excepcional y aparentemente

transitorio, en tiempo de crisis, siempre será el casus necessitatis,

es decir, el caso de fuerza mayor; en este caso, se trata de

la protección de la salud pública, motivo legitimador por antonomasia.

Todo medio queda justificado cuando la vida de la sociedad

está en riesgo. Solo bajo esta proclama de protección de la salud pública

pudo ser discutida en varias ocasiones la posibilidad de hacer

portar a la ciudadanía, con carácter obligatorio, una cartilla COVID,

en la que figurase el historial médico y sanitario relacionado directamente

con la enfermedad vírica por parte del portador cada vez

que se pusiese un pie en la vía pública. Aunque no llegara a aprobarse,

esta medida discutía la posibilidad de llevar un paso más

allá el Sistema de Enfermedades de Declaración Obligatoria (EDO).

Dentro de esta misma lógica de la metáfora bélica, la clase política

pudo exigir a la población civil, diariamente, a través de los

medios de comunicación, «esfuerzo y sacrificio», en lugar de

compromiso, solidaridad y cooperación. Las medidas de distanciamiento

social remitían con más frecuencia a un ejercicio de

disciplina militar por parte de la ciudadanía que a un ejercicio de

cuidado mutuo entre conciudadanos, en virtud de una existencia

social compartida que nos inserta, queramos o no, en múltiples

relaciones de interdependencia. No creo ser la única persona que

durante el confinamiento se puso en el lugar de las personas mayores,

de nuestros abuelos y abuelas, de personas con movilidad

reducida, para las cuales su día a día no había cambiado mucho.

En momentos en los que el debate tramposo se plantea como una

aparente disyuntiva entre libertad y seguridad hay que preguntarse:

¿libertad?, la de quién; ¿seguridad?, la de quiénes.

Héroes y parias

La relación entre las palabras y las cosas importa, nos determina.

Por eso, cuando el pasado mes de marzo se instaló en el debate público

un discurso sobre la labor y entrega del personal sanitario, articulado

en términos de heroicidad, me pareció esencial denunciar

la lógica sacrificial que estaba allí implícita. Se llamaba «héroes»

al conjunto del personal sanitario, mientras la falta de previsión en

la producción y el aprovisionamiento de equipos de protección individual

(EPIS) aumentaba sus probabilidades de contagio. El personal

sanitario, el personal de cuidados, el personal de limpieza y

Bernardita Morello, Roma, 2017-2020 © Bernardita Morello

1 «No es una guerra, es una catástrofe. Para esta batalla no se necesitan soldados sino

ciudadanos; y esos aún están por hacer. La catástrofe es una oportunidad para “fabricarlos”»,

así comenzaban Yayo Herrero y Santiago Alba Rico un artículo conjunto

que titulaban «¿Estamos en guerra?», publicado en CTXT el 22 de marzo de 2020,

https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31465/catastrofe-coronavirus-guerracuidados-ciudadanos-ejercito-alba-rico-yayo-herrero.htm

2 https://catalunyaplural.cat/es/marina-garces-el-control-social-sera-uno-delos-grandes-ganadores-de-la-pandemia/


42 fugas | futuros minervA 35.20

el resto de servicios esenciales –se nos decía– eran nuestros soldados

en primera línea de batalla. En este caso, la retórica bélica

invocada desde los medios de comunicación, pero principalmente

en los discursos grandilocuentes de las distintas jefaturas de Estado

de naciones europeas, estaba destinada a justificar medidas

excepcionales en tiempos de crisis. La excepcionalidad de la crisis

sanitaria producida por la irrupción del virus del COVID-19 y su

elevación a la categoría de pandemia global pudo ser tratada de un

modo diferente. Estrictamente hablando, lo que estaba en juego, y

sigue estándolo, es la gestión de una situación de emergencia sanitaria

con consecuencias económicas y sociales sin precedentes.

Sabemos bien que las crisis sacan a la luz normalidades invisibilizadas,

que, dada la nueva situación excepcional, lo invisible se vuelve

visible e incluso intolerable. Por ejemplo, la sobrecarga del personal

sanitario que, en circunstancias normales, suele ocuparse de

un elevado número de pacientes y que, en situación de pandemia,

ante el aluvión de ingresos hospitalarios, se ha visto desbordado

y obligado a trabajar en unas condiciones altamente estresantes

que disminuyen la calidad del servicio ofrecido a los pacientes, así

como la propia calidad de vida de los trabajadores. Excepcionalmente

faltaban EPIS, pero la falta de personal sanitario y, en muchos

casos, la precariedad de sus contratos no era una excepción,

era parte de una situación normal que el colapso sanitario volvió

insostenible. Lo mismo ocurrió con buena parte de los llamados,

a partir de entonces, «servicios esenciales». Sin embargo, tan rápido

como se aplaudía el espíritu de servicio de todas estas profesiones

y estos puestos de trabajo, se empezó a señalar, repudiar y

discriminar a todas estas personas que, por la exposición social implicada

en sus respectivos trabajos, eran consideradas, al mismo

tiempo, como focos de contagio. Muchas de estas personas encontraron

notas desagradables, insultantes e incluso violentas en las

puertas de sus domicilios, invitándolos a abandonar sus casas para

«proteger» mejor a sus vecinos. Simultáneamente héroes y parias,

etiquetas sociales ambas que les fueron impuestas desde fuera

a las personas por el mero hecho de realizar su trabajo, la misma

labor que realizaban antes de que nos preocupáramos por el famoso

virus. Por un lado, se esperaba que estas personas continuasen

desempeñando sus funciones, exponiéndose a una mayor tasa

de contagio, para que los demás pudiéramos seguir disfrutando de

servicios de primera necesidad; pero, por otro lado, no se podía tolerar

que su alta exposición social nos salpicase. De nuevo, hay que

reconocer, tal como señala también Marina Garcés, que esta crisis

sanitaria ha exacerbado los movimientos clasistas y excluyentes.

Epidemia racista

Además de favorecer una mayor polarización social, otra de las derivas

que adoptaron estos movimientos clasistas y excluyentes fue

Ruth Montiel Arias, Bestiae, 2017-2018 © Ruth Montiel Arias

Bestiae es un trabajo sobre la dominación animal a través de la caza, dialogando entre lo poético y lo documental. Tras acompañar y convivir con varios

grupos de cazadores por todo el estado español, reflexiono sobre el asesinato animal y la «animalidad» del propio acto dialogando entre lo real

y simbólico, herencia e intelecto, cultura y tradición. Con un lenguaje en el que conviven imagen propia con imagen manipulada, propongo un ensayo

en el que se analiza la dominación masculina sobre el animal, y cómo esta se relaciona a través del género, el arte, la guerra y la enfermedad partiendo

de una fusión personal entre poética visual y lenguaje documental.

En el silencio del bosque, un disparo.

www.ruthmontielarias.com


CBA fugas | futuros 43

el auge del racismo. Incluso se acuñó un término

para la discriminación motivada por

el miedo al contagio: se empezó a utilizar el

término de «racismo vírico» o «epidemiológico»

para designar la actitud de desconfianza

y rechazo hacia los principales núcleos

urbanos, considerados focos de infección y

centros de contagio desde los cuales se extendería

el virus. Las grandes ciudades fueron

señaladas por su alta densidad demográfica

y su mayor movilidad urbana. El ejemplo de

Italia es especialmente llamativo por invertir

la tradicional relación entre el norte industrializado

y el sur campesino. La ubicación de

la considerada zona cero en las regiones de

Lombardía, Piamonte y el Véneto provocó, a

principios del mes de marzo, el primer éxodo

«en sentido opuesto a las agujas del reloj de

la historia» 3 . Mientras, tradicionalmente el

destino de la inmigración nacional italiana

han sido ciudades como Milán o Turín, en

esta ocasión la «migración» pandémica tenía

lugar hacia las casas familiares y segundas

residencias de los trabajadores del norte,

ubicadas en el sur. Las imágenes de los vecinos

de pequeñas localidades del sur de Italia,

oponiendo resistencia a la entrada de «vecinos»

del norte se difundían en los medios de

comunicación reavivando la «cuestión meridional»

o «cuestión del Mezzogiorno»,

teorizada por Antonio Gramsci en los años

treinta del siglo pasado, según la cual las zonas

meridionales, incluidas las islas italianas,

fueron colonizadas y explotadas por la

burguesía septentrional tras la Gran Guerra.

Pensando en las posibles comparaciones

que podemos establecer con el caso italiano,

creo que de la situación en España se podría

decir algo parecido a lo que apuntaba

el historiador Giovanni Luna: «la pandemia

ha hecho emerger una Italia profunda,

enterrada. Como sucedió después de la Segunda

Guerra Mundial». En nuestro caso,

quizá la referencia sería, más bien, la de la

España salida de la Guerra Civil.

El ejemplo de Italia es ilustrativo, precisamente,

porque gracias a esta nueva dirección

de la flecha de las migraciones

interiores, aunque en la gran mayoría de

los casos se trate de un desplazamiento provisional

y transitorio, se puede haber habilitado

un nuevo punto de vista, una nueva

perspectiva con la distancia crítica necesaria

para cuestionar el modelo de gestión social y

política de las regiones del norte. De nuevo

la ocasión excepcional puede llevarnos a replantear

lo que considerábamos normal y

hasta hacernos imaginar lo que consideraremos

deseable. Puede llevarnos incluso

a tumbar mitos, como afirma el politólogo

Piero Ignazi, según el cual «el mito de Lombardía

ha colapsado». El norte ni es autónomo,

ni es, de por sí, proveedor.

Curiosa, una vez más, es la capacidad

de arraigo de estos discursos excluyentes,

clasistas y discriminadores, cuya raíz común

es la lógica inmunitaria que se deriva

de un discurso articulado en términos de

guerra contra un otro. Curiosa, también, es

la fuerza expansiva de la discriminación entre

territorios y la escasez de propuestas de

soluciones federalistas de salida a la crisis.

Una vez más, en este caso con ocasión de

la primera crisis sanitaria elevada a situación

de pandemia en condiciones de globalización

avanzada, se vuelve a poner sobre

la mesa la necesidad de replantear la cuestión

de las fronteras: ¿podríamos pensarlas,

como viene haciéndolo desde hace tiempo

Félix Duque, como membranas? 4

Normalidad y excepcionalidad

Considerada desde la excepcionalidad, la

normalidad nos brinda nuevas posibilidades

para la reflexión, como afirmaba Andrea

Kallmeyer, cardióloga, en su voz normalidad

para el Glosario de la pandemia del CBA: «lo

recordado como una pérdida o una ausencia

nos recuerda la normalidad perdida» 5 y, al

mismo tiempo, debería permitirnos cuestionar

lo «normal» y recordarnos también que

«las circunstancias históricas influyen en

lo que se considera socialmente como normal».

De esta crisis saldremos recordando,

junto a las vidas arrebatadas antes de tiempo,

las medidas excepcionales que se llevaron

a cabo para intentar refrenar la curva de

contagios y el número de muertes por CO-

VID-19, algunas de ellas sin precedentes en

3 https://elpais.com/internacional/2020-04-21/elvirus-invierte-los-papeles-historicos-del-nortey-el-sur-en-italia.html

4 https://elpais.com/diario/2003/05/21/cultura/

1053468003_850215.html

5 https://www.circulobellasartes.com/edicionesaudiovisuales/glosario-pandemia/

Jon Gorospe, Polished Cities, 2019-2020 © Jon Gorospe


44 fugas | futuros minervA 35.20

tiempos de normalidad democrática: el confinamiento, el toque de

queda, el cierre de comercios considerados no esenciales, restricciones

a la movilidad y de aforo, etc. Junto a todas ellas, también

se puso sobre la mesa la necesidad de regular y mejorar las condiciones

de los trabajadores esenciales, migrantes y sin papeles,

tan necesarios para sostener nuestra producción y ciclo productivo;

la necesidad de mejorar la conciliación laborar y fomentar

el teletrabajo en los casos en los que sea posible. Hemos empezado

a plantearnos preguntas necesarias para el bien común: ¿es

normal que estemos a la cola de Europa en conciliación laboral?

¿Es normal que las personas mayores vivan solas y que muchas de

las que habitan en residencias no reciban la atención que merecen?

¿Son normales las condiciones laborales en las que trabaja

el personal de limpieza o el personal sanitario? ¿Es normal que

existan pisos sin luz natural con menos de treinta metros cuadrados

que no bajen de los 700 euros de alquiler en el centro de

Madrid? Me parece que habría que revisar todas esas excepciones

que podemos llegar a tolerar en ciertos momentos (excepcionales),

pero que tienen el peligro de poder volverse normalidades.

Esta crisis se ha cobrado, y se seguirá cobrando, muchas pérdidas,

pero como en toda crisis habrá también vencedores; el

control social es uno de ellos, la gestión política del mismo, una

asignatura pendiente. A nuestro favor, la toma de conciencia del

hecho de que nuestra normalidad se funda y se sostiene sobre la

desigualdad y la violencia social. El trabajo de transformar nuestra

normalidad está por hacer.

© Nantu Arroyo, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0

Mar Sáez, Gabriel, 2012-2018 © Mar Sáez


CBA fugas | futuros 45

UN TIEMPO EXTRAÑO:

FENOMENOLOGÍA DE LA VIVENCIA POSTAPOCALÍPTICA

GONZALO VELASCO ARIAS

Y de repente, lo inimaginable. Quién no

se ha recreado en el ejercicio nostálgico

de recordar sus gestos perdidos, los planes

quebrados y los hábitos cotidianos que

tras el pasado mes de marzo se convirtieron

en transgresión. Quién no ha viajado

atrás en el tiempo para recordar lo imposible

que era prever una situación como la

actual, con la intención de desnaturalizar

esta vida profiláctica que ha sido bautizada

como «nueva normalidad». Quién no se

consuela en la afirmación de lo súbito, de lo

repentino e irreparable de esta crisis que,

al menos, permite conjurar el fantasma de

la responsabilidad que sí nos acosó en crisis

precedentes como la de 2008.

Y sin embargo, esa estructura temporal

no debiera resultarnos ajena. Algo adviene

sin previo aviso, y el mundo ya no es

el que era. La experiencia previa no permitía

generar expectativas prudenciales sobre

una catástrofe de esta dimensión. El cataclismo

acaece y ya solo queda conformarse

y habitar la nueva normalidad con virtudes

también nuevas. Es la estructura temporal

de las ficciones postapocalípticas, que

aquí haremos equivaler a las distópicas,

pese a que, en rigor, refieran a subgéneros

no del todo coincidentes. Desde el renacimiento

literario de lo distópico que representó

1984 de Orwell (1949), pasando por

precursoras cinematográficas como Mad

Max (Miller y Ogilvi, 1979) o Blade Runner

(Scott, 1982) hasta las muy comerciales

Matrix (Wachowski, 1999), The Hunger

Games (Collins, 2008), Divergent (Roth,

2011) o The Walking Dead (2010), sin obviar

apuestas más especulativas como Black Mirror

(Brooker 2011), Westworld (Nolan y Joy

2016), Years and Years (Davies, 2019), la proliferación

de ficciones distópicas es un rasgo

sintomático de la cultura tardomoderna.

Sería uno de esos negligentes ejercicios

de narcisismo filosófico sentenciar que

nuestra nueva normalidad es ya uno de esos

escenarios que suceden al acontecimiento

apocalíptico. Sin embargo, que apliquemos

ese mismo esquema temporal y narrativo

para representar nuestra situación

pandémica justifica que nos preguntemos

por el significado, la función y la estructura

interna de ese género de distopías críticas

que tanto éxito intelectual y comercial ha tenido

en los últimos años.

Descartada la explicación premonitoria,

una primera posibilidad sería interpretar

este modo de representar el futuro como

ejercicios preventivos que nos prepararían

para un mal por venir. Abusando de un cierto

arcaísmo filosófico, puede ser útil recordar

que para ciertas escuelas helenísticas, seguridad

era el nombre de la serenidad subjetiva

que el sabio alcanzaba a través del ejercicio

sistemático de la anticipación del mal, ya

fuera en el plano de los acontecimientos,

accidentes y giros catastróficos; o bien en el

plano del deseo, las pasiones y la acción 1 . En

sentencia de Epicteto, filosofar consiste en

prepararse para los acontecimientos 2 . Mediante

la premeditación representativa de

los males por venir, el sabio nunca vería alterada

su firmeza ante el advenimiento de lo

catastrófico 3 , que, por tanto, se revela como

una proyección desde el pasado o mediante

la certeza de los males presentes, diferidos

representativamente en el futuro. Desde un

punto de vista fenomenológico, la experiencia

del tiempo se juega en la tensión que, en

el mismo gesto, proyecta y contiene la certidumbre

de la catástrofe: es probable que vaya

a acontecer, pero su previsión representativa

aspira a neutralizar sus efectos.

La segunda opción sería interpretar esta

tendencia cultural a representar lo póstumo

como una consecuencia del descreimiento

hacia esta estructura temporal de la

modernidad. Tras la bien conocida «crisis

de los metarrelatos» anunciada por Lyotard,

la temporalidad tardomoderna se

distinguiría por la imposible relación entre

la experiencia (del pasado) y la expectativa,

que es tensión hacia el futuro.

Resulta así que, frente a la concepción moderna

del porvenir entendido como el desarrollo

racional de las pautas del pasado

(el progreso), el futuro pasa a imaginarse

Ruth Montiel Arias, Bestiae, 2017-2018 © Ruth Montiel Arias

1 Michel Foucault, La hermenéutica del sujeto. Curso del

Collège de France (1982), Madrid, Akal, 2005, «Clase

del 24 de marzo», pp. 430 y ss.

2 «Mas, el filosofar, ¿qué es? ¿No es prepararse para

lo que acontezca?», Epicteto, Pláticas, III, X, 6.

3 «El sabio se acostumbra a los males venideros; los

sufrimientos que otros hacen leves con una larga

paciencia, él los hace leves con una larga reflexión.

Escuchamos a veces este lamento de los ignorantes:

«sabía que me aguardaba este infortunio». El sabio

sabe que le aguarda toda clase de infortunios. Ante

cualquier accidente exclama: “lo sabía”», Séneca,

Epístolas morales a Lucilio, v. I, X, 76, 35. En la misma

línea, Plutarco reprocha: «“Pero –dirá alguno– yo no

esperaba ni suponía que me iban suceder estas cosas”.

Mas era necesario que tú lo supusieras y que te hubieras

convencido antes de la incertidumbre y de la nulidad

de las cosas humanas, y ahora no habrías sido sorprendido,

sin estar preparado, como si te hubieran atacado

de repente los enemigos», Plutarco, «Escrito de consolación

a Apolonio», Obras morales y de costumbres

(Moralia), II, Madrid, Gredos, 1986, §21, C-D, p. 86.


Mar Sáez, Gabriel, 2012-2018 © Mar Sáez

El proyecto Gabriel es un retrato visual de la transición de Gabriel a lo largo de seis años. Las fotografías de su transición física están arropadas por

paisajes que han sido testigos de sus cambios, de su revelación y por frases extraídas de sus diarios y de entrevistas realizadas al propio Gabriel que

ayudan a entender la evolución de sus sentimientos.

El trabajo también recoge imágenes de archivo de su infancia, cuando aún respondía al nombre de Isabel, e incluye selfies que el protagonista ha compartido

en sus redes sociales de 2012 a 2018, los años clave de su viaje.

www.marsaez.com


CBA fugas | futuros 47

como la posibilidad de que acontezca algo Otro, radicalmente

imprevisible e ingobernable. No es casualidad que Blade Runner,

una de las películas precursoras de lo postapocalíptico contemporáneo,

sea categorizada como un ejemplo del ciberpunk,

siendo precisamente la subcultura punk una de las primeras en

explotar artísticamente el malestar ante la implosión del futuro,

tal como la cantaron los Sex Pistols en su mítico tema God Save

the Queen («And there’s no future / In England’s dreaming»).

Experiencia de la crisis: entre lo súbito y lo procesual

¿Podemos entonces entender el tiempo que nos está tocando vivir

como el advenimiento material de un género de catástrofe imaginada?

La pregunta también se puede desglosar en la siguiente

alternativa: o bien entendemos lo que nos pasa como algo efectivamente

súbito e irreparable, imprevisible y contingente, o bien

como desencadenante de un proceso que ya estaba operativo aunque

quizás no hubiera sido traído a conciencia.

Hay una idea extendida de crisis como acontecimiento definitivo,

imprevisible, incontrolable, que escapa a la comprensión de

las personas o de los personajes implicados, pues de otro modo

no habrían transigido, antes o después se habrían dado cuenta

de lo que les iba a pasar. Además, consuela pensar que no hubo

alternativa, que el fenómeno disruptivo sobrevino y ya solo toca

adaptarse y gestionarlo con resiliencia. Alivia pensarlo así porque

exonera de toda responsabilidad: el mal advino y ya de poco

sirve pensar en qué pudo haberse hecho para evitarlo. Ese carácter

inmemorable del acontecimiento fatal es común en las tramas

postapocalípticas en las que rara vez se explica el desencadenante

de la gran transformación. La alternativa, como mencionaba, sería

pensar esa fatal transformación no como el resultado de un

cataclismo, sino de un proceso: la normalidad se enrareció sin

dejar de ser nunca la misma normalidad 4 .

Esa dialéctica entre lo súbito y lo procesual anida en el corazón

semántico de los dos términos antes empleados: crisis y catástrofe.

Crisis alude a una temporalidad de la inminencia, del

punto de inflexión y del carácter definitivo de la decisión. Pero

esa instantaneidad se da tras un tiempo que ha conducido a ese

callejón sin salida en el que ya no queda tiempo. Ha habido un

proceso que ahora se decanta y quedará diluido en la nueva situación,

pero esta no ha advenido sola. Del mismo modo, para

la tragedia griega, catástrofe significaba literalmente la inversión

de los acontecimientos «hacia abajo» (a peor). Pero ese momento

catastrófico, experimentado subjetivamente por los espectadores

como catarsis, no era fruto del mero azar ni caía en

las tramas áticas como un meteorito venido del exterior. La necesidad

de la catástrofe se venía gestando en la vida inatendida

por el héroe (Edipo y Yocasta), por lo que la manifestación de su

destino se da siempre como conciencia fatal del significado real

de las vivencias previas.

Nuestro presente aún no es distópico ni la ruptura impide la

continuidad, por más que sea modulada por la extrañeza, y lo

más cotidiano y familiar resulte ahora un tanto inhóspito. Por

eso, me gustaría sugerir que lo que hace peculiar este periodo,

tan difícil de aferrar y de analizar por comparación, es que tiene

la consistencia de lo irrepresentable, de ese antes de la catástrofe

que rara vez es representado por la ficción, salvo por flashbacks

parciales u oportunistas precuelas. El cuento de la criada es

Pierre Dardot y Christian Laval

han recordado recientemente

que los «servicios públicos»

no son concesiones del poder

estatal que emanen de la soberanía,

sino límites a ese poder basados

en la solidaridad social.

el ejemplo de esta técnica, y una excepción en el género porque

permite ligar el pasado «normal» con el futuro distópico. Mediante

flashbacks, el relato devuelve al lector/espectador a un

pasado de nimiedades cotidianas, de atisbos normalizados de lo

intolerable, de señales no atendidas que el espectador conoce ya

como hechos consumados, y que dan cuenta de que la fatalidad

no fue el resultado de un cataclismo, sino de un proceso. Pues

bien, habitamos el tiempo del flashback, de la precuela, de lo que

normalmente no se rememora en los relatos postapocalípticos,

de lo que no es ya lo viejo, pero tampoco lo nuevo, lo cual torna

tan complicada nuestra disposición afectiva ante la situación 5 .

Confianza y organización de la interdependencia

Lo novedoso de esta crisis es que sabemos que lo es y contemplamos

su desarrollo a la vez como víctimas y espectadores, siguiendo

las noticias minuto a minuto, tratando de poner nombres

o de compararla con otros periodos críticos que, mientras fueron

vividos, aún no tenían la resonancia histórica que acumularon

después (el crac del 29, el Plan Marshall, los Pactos de la

Moncloa, por aludir a algunas de las referencias al pasado más

recurrentes en el discurso político español). En crisis históricas

precedentes, los sujetos que las vivieron no conocían su alcance.

En cambio, y pese a la incertidumbre, el alcance que va a cobrar

la crisis desencadenada por la pandemia del COVID-19 es una de

Bernardita Morello, Roma, 2017-2020 © Bernardita Morello

4 Eduardo Maura, «Síntoma», en Glosario de la pandemia, CBA, https://www.circulobellasartes.com/ediciones-audiovisuales/glosario-pandemia/,

consultado el

29 de abril de 2020 [https://www.youtube.com/watch?v=HFvyDHczH-g].

5 Gonzalo Velasco, «Mientras dura la catástrofe. Notas para un escepticismo constructivo»,

en D. Cámara, Covidosofía. Reflexiones filosóficas para un mundo pospandemia,

Barcelona, Paidós, 2020, pp. 391-405.


48 fugas | futuros minervA 35.20

nuestras pocas certezas. Sabemos que esto

es historia, que se está haciendo historia, y

esto es algo raro, único, que permite conjugar

la necesidad de los acontecimientos

con la libertad de quienes los estamos experimentando.

Los periodos de excepción son espacios

de intervención normalmente no conscientes

que, por ello, solo son aprovechados por

las estructuras de poder preexistentes. La

protección de los límites se debilita, lo necesario

se vuelve contingente y se abre una

oportunidad para la redefinición creativa

de las estructuras sociales. Lo que resulta

imposible en periodos de normalidad (a veces

con el marcador moral de lo intolerable)

se torna posible por un tiempo en principio

acotado y justificado. Lo que es más,

esa excepción acaba haciéndose cuerpo: en

el jurídico, mediante normas que se hacen

permanentes, y en el personal, a través de

hábitos, gestos, imaginarios no intencionales

que pasan a estructurar las posibilidades

de acción y de representación de los

agentes. En ese sentido, ¿puede el dramático

espectáculo de la crisis generada por

la pandemia suponer una posibilidad para

democratizar la excepción y la maleabilidad

histórica a la que dan lugar? La singularidad

de la crisis del COVID-19 consiste en que

somos víctimas y, al mismo tiempo, actores

y espectadores de lo que (nos) pasa. Nuestra

responsabilidad, por tanto, puede pasar

por identificar en la suspensión de la vieja

normalidad una oportunidad para construir

nuevas necesidades, reordenar las jerarquías

y cimentar nuevas condiciones para

el vínculo social. Este ethos activo ante una

catástrofe que normalmente prescribe pasividad,

permitiría aprovechar la ocasión

de este «futuro pasado» en el que aún estamos

a tiempo para intervenir.

Ese papel activo que todavía estamos en

condiciones de adjudicarnos podría pasar

por la reconstrucción de los vínculos

de confianza. La confianza es una emoción

atípica en lo que se refiere a su fenomenología

y a su dinámica porque, a diferencia

de emociones más conocidas, como la indignación

o la alegría, solo se expresa en

los momentos en que su presencia se hace

necesaria para controlar la acción. La confianza

no es consciente salvo cuando alguna

incertidumbre dispara la ansiedad que rápidamente

es corregida, precisamente por

un sentido de confianza. Como cuando nos

tranquilizamos tras el sobresalto de una

turbulencia en un viaje aéreo, la confianza

en la tecnología que sostiene el avión estaba

ahí, pero solo se hace consciente ante

su aparente crisis.

Autores como Russell Hardin 6 y Bernard

Williams 7 han distinguido entre confianza y

confiabilidad. Mientras que la confianza es

una reacción local y simultánea, la confiabilidad

denota una disposición estable de

personas, grupos, instituciones y sistemas

sociales. Podríamos decir que la confiabilidad

es una virtud que se manifiesta en ser

ocasionales receptores de confianza. Así,

cuando se producen grandes crisis, como lo

fue la económica de 2008, las instituciones

bancarias y financieras, al igual que las estatales

e internacionales, sufrieron un más

que explicable desgaste de la confianza ciudadana

en ellas. Algo similar ocurre con las

instituciones democráticas como los sistemas

de representación, los partidos y parlamentos.

En realidad, el desgaste se produce

no en la confianza sino en la confiabilidad.

Aunque parecen reversos de la misma

moneda, la confianza y la confiabilidad

pueden darse simultáneamente o por separado.

Puede ocurrir que instituciones o

agentes colectivos sufran una crisis de confiabilidad,

pero que ello no desencadene

una crisis de confianza de manera inmediata.

Del mismo modo, puede ocurrir que

la confianza se vea deteriorada pese a que los

destinatarios de la misma sean objetivamente

confiables. Puede haber crisis objetivas

que no desencadenan crisis subjetivas

y a la inversa.

El origen filosófico de esta distinción

proviene de la análoga entre alienación

objetiva y subjetiva en la tradición hegeliano-marxista.

Para Hegel, el mundo social

moderno es aquel en el que no se da

alienación objetiva, pero sí subjetiva. Las

instituciones del mundo moderno permiten

al sujeto autorrealizarse como miembro

de una familia, agente económico y,

sobre todo, ciudadano. Sin embargo, Hegel

constata que los individuos no siempre

lo perciben así, hasta el punto de sentirse

enajenados o, incluso, rechazar conscientemente

las instituciones de ese mundo

social moderno, resultando una «alienación

subjetiva pura». Para el autor de la

6 Russell Hardin, Trust and Trustworthiness, Nueva

York, Russell Sage Foundation, 2002.

7 Bernard Williams, Verdad y veracidad, Barcelona, Tusquets,

2002.

Ruth Montiel Arias, Bestiae, 2017-2018 © Ruth Montiel Arias


CBA fugas | futuros 49

Fenomenología, por tanto, la libertad en el

mundo moderno se lograría por la vía de la

reconciliación entre sujeto e instituciones,

es decir, mediante el reconocimiento por

parte del sujeto de que puede confiar en lo

que es confiable. En el esquema marxista,

en cambio, la alienación objetiva y la subjetiva

coinciden, de modo que la emancipación

no se da por la vía de la reconciliación,

sino de la transformación de las instituciones

estructurales. Y sin embargo, la forma

específica de la alienación de la tardomodernidad

es aquella en la que se da una alienación

objetiva (como precariedad o como

secuestro de las condiciones para el autodesarrollo),

pero no subjetiva. Dicho de

otro modo, las institucionews (económicas

o representativas) no son confiables,

pero aun así seguimos confiando. Este diagnóstico

fue realizado por primera vez por

los autores de la Escuela de Frankfurt. Para

Herbert Marcuse, por ejemplo, los individuos

en el capitalismo avanzado parecen

ser felices en sus relaciones disfuncionales,

pues se identifican con las circunstancias

que les «extrañan» y «cosifican» 8 .

Podemos preguntarnos, así, si la actual

es una crisis de confianza o de confiabilidad.

A mi entender, antes del desencadenante

COVID había una crisis objetiva que

no se manifestaba como crisis subjetiva

porque la estructura básica de la confiabilidad

institucional se mantenía en pie. Una

vez se ha hecho evidente la crisis de confiabilidad,

la confianza ciudadana y popular

busca un nuevo destinatario. Ese lapso

no puede durar, o derivará en otro tipo de

pasiones más negativas y corrosivas, como

La manifestación del destino del héroe griego

se da siempre como conciencia fatal del significado

real de las vivencias previas.

el resentimiento. Es necesario que surjan

nuevos motivos para la confianza, estructuras

impersonales no manchadas por la

crisis de confiabilidad generalizada. La reordenación

del mapa de la confianza, ahora

que estamos ansiosos por depositarla, es la

tarea política y cultural más relevante de

nuestro tiempo. No en vano la emergencia

de hiperliderazgos políticos y proteccionismos

económicos puede interpretarse como

reconducción de la confianza hacia nuevas

formas de paternalismo. Muy al contrario,

la reconfiguración democrática de la confianza

a la que nos vemos abocados por la

actual crisis de confiabilidad no debe ser

delegada ni externalizada. En su sugerente

entrada para el Glosario de la pandemia del

CBA 9 , Alberto Toscano recordaba el lema de

los Black Panthers «Revolution for Survival»

como invitación a reparar en la urgencia

de recuperar la autonomía en relación

a cuestiones básicas para la vida como el

acceso a la vivienda o el derecho a la salud.

En una línea parecida, Pierre Dardot

y Christian Laval han recordado recientemente

que los «servicios públicos» no son

concesiones del poder estatal que emanen

de la soberanía, sino, al contrario, límites a

ese poder basados en la solidaridad social 10 .

Lo que quiero concluir a través de estas referencias

es que la recuperación de la confianza

no debe significar un recordatorio

tranquilizador del buen funcionamiento de

la Administración, de la ciencia, del mercado.

No se trata de reconciliarnos con el

sofisticado funcionamiento del avión. La

tarea, pues, requiere nuestra implicación

activa: es reapropiarse de esos servicios públicos

como algo que deriva de vínculos de

corresponsabilidad y solidaridad mutua,

para hacerlos merecedores de confianza.

Para que nuestra vulnerabilidad constitutiva

no derive en dependencia, sino en interdependencia

organizada.

Desde lo cotidiano a lo institucional, este

debe ser el objetivo y la oportunidad en este

extraño tiempo que antecede a lo póstumo.

Porque entender la catástrofe como un proceso,

como he sugerido, significa que aún

hay tiempo.

© Gonzalo Velasco, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0

8 Herbert Marcuse, El hombre unidimensional. Ensayo

sobre la ideología en la sociedad industrial avanzada,

Barcelona, Seix Barral, 1965.

9 Alberto Toscano, «Estado», en Glosario de la pandemia,

CBA, https://www.circulobellasartes.com/

ediciones-audiovisuales/glosario-pandemia/, consultado

el 29 de abril de 2020 [https://www.youtube.

com/watch?v=LaIAehkpjjg].

10 Dardot, P., Laval, C., «L’épreuve politique de la pandémie,

Mediapart, 19 de marzo de 2020 [trad.esp. en

https://gedisaeditorial.wordpress.com/2020/05/16/

dardot-y-laval-la-prueba-politica-de-la-pandemia/,

recuperado el 3 diciembre de 2020].

Jon Gorospe, Polished Cities, 2019-2020 © Jon Gorospe


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CBA UNA NUEVA FOTOGRAFÍA PARA UN JAPÓN POSTIMPERIAL 51

El escritor Bruno Galindo traza un recorrido por la fotografía japonesa de la segunda mitad

del siglo XX a partir de la exposición colectiva La mirada de las cosas. Fotografía japonesa

en torno a Provoke, una de las tres muestras que acogió el CBA en la última edición

e PHotoEspaña. La exposición reunió fotografías de distintos autores publicadas en la

revista experimental Provoke (1968-1970), que aglutinó a toda una generación de fotógrafos

del Japón moderno. Esas imágenes forman parte de los fondos de la Colección Per Amor

a l’Art, de Bombas Gens, la colección más importante de fotografía japonesa del periodo

1957-1972 en manos privadas fuera de Japón.

PHOTOESPAÑA 2020

UNA NUEVA FOTOGRAFÍA

PARA UN JAPÓN POSTIMPERIAL BRUNO GALINDO

El pudor ante la derrota, la vergüenza ante el poder caído, la ruina

atómica. La genuflexión ante el enemigo y la imposibilidad de denunciar

por genocidio a la nación del Enola Gay, porque los vencidos

siempre pierden derecho sobre el relato y porque esta vez

son, además de vencidos –y esto lo saben bien sus vecinos coreanos

y chinos–, tiranos. Estos son los sinsabores que tiene que

tragar el viejo Japón, vencido y humillado, cuando se rinde el 2 de

septiembre de 1945 y pasa a ser ocupado y tutelado por los aliados

–con la presencia predominante de Estados Unidos– hasta 1952.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el país entra en tiempo de

posguerra o Sengo ( 戦 後 ) y con este, en una crisis de identidad

de la que habrá de salir la nueva personalidad nacional. Convertido

en estado postimperial, democrático, no absolutista,

sin ejército y ajusticiado en el Juicio de Tokio el banquillo de

Toyoko Tokiwa, Oroku bailando / Dancing Oroku, 1954-1956, Museum of Yokohoma Urban History © Toyoko Tokiwa

05minv35_provoke.indd 51 17/12/20 14:39


52 UNA NUEVA FOTOGRAFÍA PARA UN JAPÓN POSTIMPERIAL MINERVA 35.20

Daidō Moriyama, Eros, Provoke n.º 2, 1969,

Colección Per Amor a l’Art © Daidō Moriyama Photo Foundation

Takuma Nakahira, Circulación: fecha, lugar, eventos / Circulation: Date, Place, Events, 1971,

Colección Per Amor a l’Art © Gen Nakahira

los culpables, el país del sol naciente se ve

obligado a reinventarse dejando atrás los

«grandes errores» y también sus viejas estructuras

tradicionales. Igual que en Europa

hará Alemania, con esa misma esperanza

de los arruinados, Japón reconstruirá su

autoestima creando a pulso una industria

tecnológica que –brazos e inteligencia de

millones de japoneses mediante– cambiará

el mundo. El Gran Salto Económico requerirá

pisar el acelerador durante tres décadas,

desde los años sesenta a los ochenta.

Así, Japón llegará a ser el tercer país exportador

más importante del mundo, después

de Estados Unidos y Alemania Occidental,

y el quinto en importaciones. Pero vamos

paso a paso: aún falta para el nacimiento de

la gran potencia nipona, para que las marcas

Sony, Sanyo y Toshiba formen parte de

la vida de todos.

Asoma un nuevo Japón, ¿cuál es?

Siempre es el arte el encargado de narrar

el espíritu de los tiempos, sobre todo

su parte menos tangible. Lo hace la literatura

(desde el genio del escritor shogun Yukio

Mishima al protopop violento de Ryu

Murakami). Lo hace la música: la clásica de

corte occidental, que cobra un papel central

en la educación musical del país, y la

moderna que nace en los sesenta con géneros

anglófilos, inspirada por Beatles y Rolling

Stones, con resultados locales como

The Tigers y The Spiders. Lo hace el cine,

con la nueva ola local o noveru vagu, y directores

de la talla de Nagisa Oshima (autor

de El imperio de los sentidos), o Shohei

Imamura y Hiroshi Teshigahara, laureados

en el Festival de Cannes, sin olvidar a Konn

Ichikawa, autor del documental Las Olimpiadas

de Tokio (Tokyo Orimpikku), realizado

alrededor del macroevento deportivo que

el país acogió en 1964.

Y lo hace la mirada, indiscreta o no –curiosa

desde luego que sí– de una generación

de fotógrafos dispuestos a indagar en

el trauma nacional para sanar el alma y la

piel de un país, pero sobre todo para saber

cuál es este. Los nombres se reúnen en una

lista quizá ignota para nosotros, pero clave

para viajar en el tiempo al archipiélago nipón

de hace medio siglo largo: Eikoh Hosoe,

Shōmei Tōmatsu, Kikuji Kawada, Akira

Satō, Ikkō Narahara, Akira Tanno, Tadahiko

Hayashi, Toyoko Tokiwa… Algunos de ellos

forman parte de la exposición de 1957 The

Eyes of Ten [Los ojos de diez], muestra a

cargo de una decena de autores que documentan

el momento con una mirada afilada

como un cuchillo. Otros son parte del

efímero colectivo VIVO (1959-1961), una

suerte de agencia Magnum nipona enfocada

a la fotografía crítica, subjetiva, de conceptos

claros y composiciones meticulosas,

abstracta y abierta a la experimentación.

Otros forman parte de Provoke (1968-1970),

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CBA UNA NUEVA FOTOGRAFÍA PARA UN JAPÓN POSTIMPERIAL 53

la revista experimental fundada por los fotógrafos Yutaka Takanashi y Takuma Nakahira,

el crítico Koji Taki y el escritor Takahiko Okada, oportunamente subtitulada Shisō no

tame no chōhatsuteki shiryō, o lo que es lo mismo: «Material provocativo para pensar».

Prokove hace propio un estilo basado en el arte del are-bure-boke [grano, barrido, desenfoque],

y se centra en subvertir las relaciones entre lenguaje y fotografía, y entre arte y

resistencia política, y entre cuerpo y alma, pues, en su concepción del género. Se trata,

según sus principios fundacionales, de fotografiar «prestando el cuerpo al mundo».

Todos ellos proponen un nuevo imaginario fotográfico alejado de la hagiografía pictorialista

de una patria ideal y abocado a la realidad, sea la que esta sea. Son vanguardistas,

existencialistas, a veces surrealistas, y llevan a cabo con su trabajo una incómoda

denuncia. Son hijos del imperialismo a la fuerza y buscan una nueva esencia en la que

nunca pierden de vista la modernidad ni el pasado.

No es caprichosa la importancia de la fotografía japonesa de posguerra: es un periodo

de apertura que relajó la libertad de prensa y trajo nuevas revistas. Además, es un momento

en que se desarrollan nuevas técnicas de impresión. El público, por fin, puede

y quiere ver el mundo –aún el suyo, humeante pero ya libre de propaganda militar–; es

el momento idóneo para ello.

¿Y cuál es el punto de arranque? Es imposible determinar cuál es la primera foto, pero

sí consta en la historia de la fotografía que una de las series expuestas que determina la

nueva mirada es la titulada Tierra humana; en japonés, Ningen no tochi (1955), del genio

del blanco y negro Ikkō Narahara. Este –abogado e historiador del arte de formación–

acaba de incorporarse al grupo artístico Jitsuzaisha (voz japonesa para «Existencia verdadera»),

y va a volver a agitar al público con su segunda exposición Okoku [Dominios],

en la que, por un lado, enfoca su cámara sobre los monjes de un monasterio de la isla de

Hokkaido y, por otro, retrata a una galería de mujeres presas en la cárcel de Wakayama.

Shōmei Tōmatsu, El viaje / The Trip, 1959, Colección Per Amor a l’Art © Shōmei Tōmatsu - INTERFACE

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MINERVA 35.20

Tamiko Nishimura, Shikishima, 1970-1971,

Colección Per Amor a l’Art © Tamiko Nishimura

La ocupación estadounidense, anatema para las generaciones

mayores y objeto de seductora curiosidad para las más jóvenes,

también es un tema recurrente en la fotografía de la época. Hecho

cultural de enorme calado, supone el choque de la Coca-cola

contra el país del sake, por decirlo mal y pronto. El asunto genera

subtemas. Uno de estos, no asociado en exclusividad pero

sí próximo: la prostitución. Ahí la fotógrafa Toyoko Tokiwa –

salida del colectivo amateur femenino Shirayuri Camera Club y

debutante con su exposición Working Woman [Mujeres trabajadoras]

en el Tokio de 1956– es la brillante especialista en deslizarse

por ese mundo que une, desde un lugar turbio y lábil, a

soldados y trabajadoras sexuales: ocupantes y ocupadas. Tokiwa

es una de las escasas mujeres en un panorama tradicionalmente

masculino, donde también va a encontrar su lugar otra valiosa

fotógrafa, Tamiko Nishimura, tan magnífica retratista del gesto

humano como poética y espiritual paisajista.

Eikoh Hosoe, otro de los miembros brillantes de esta generación

graduada en los años cincuenta, retoma el tema del cuerpo,

pero lo trabaja desde otro lugar, concediéndole importancia a

la pureza expresiva y poética, a veces desde el barroquismo y el

drama, a veces desde la zona surrealista. Ejemplo de esto último

son sus sorprendentes retratos a Yukio Mishima, talento colosal

del Japón de estos tiempos, si bien militante de una melancolía

decadente que lleva hasta sus últimas consecuencias suicidándose

según el ritual samurái del seppuku o harakiri. Barakei [Calvario

de rosas] es el nombre del trabajo en colaboración entre

el escritor militar y el rompedor fotógrafo. Y Navel and A-Bomb

[Ombligo y bomba atómica], el de otro trabajo filmado, esta vez

en cine documental, poniendo su mirada en ese otro tema ineludible:

el de los ataques nucleares de 1945.

A través de su proyecto de publicación Chizu, Kikuji Kawada es

uno de los máximos exponentes en trabajos fotográficos referidos

a las masacres de Hiroshima y Nagasaki. Los exhibe con gran impacto

en el Fuji Salon Photo de Tokio en 1961, y en libro, en 1965.

Vemos con él la fatalidad del Lucky Strike, que es como la jerga militar

denominó irrespetuosamente al impacto de la bomba.

Un nombre que no puede faltar en un informe sobre la fotografía

de la época es el de Akira Satō, otro miembro de The

Eyes of Ten, acaso el más avedoniano de su generación. A caballo

entre lo documental y lo artístico, Satō obtiene algunos de

sus mejores resultados en sus instantáneas sobre las revueltas

estudiantiles, reflejo del disgusto juvenil por la presencia

estadounidense en suelo nipón. Otro gran cronista de ese fenómeno

es Takashi Hamaguchi. Suyo es el volumen de 1970 Daigaku

Todo Nanaju-nen Ampo E [Revuelta universitaria contra el

Tratado de Seguridad entre los Estados Unidos y Japón], y también

Sanrizuka Struggle [Revuelta de Sanrizuka]. Y uno más es

Hiroshi Hamaya, que cubrió la revuelta contra la renovación del

Tratado de Seguridad entre los Estados Unidos y Japón, produciendo

las impactantes imágenes recogidas en su libro antológico

Ikkō Narahara, Dominios / Domains, 1956-1958, Colección Per Amor a l’Art © Ikkō Narahara

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Yutaka Takanashi, Tokiotas 1978-1983 / Tokyoites 1978-1983, 1983, Colección Per Amor a l’Art © Yutaka Takanashi

Ikari to kanashimi no kiroku [Una crónica de dolor y rabia]. Tal eco generó este trabajo

que le supuso a Hamaya la oportunidad de convertirse en el primer fotógrafo asiático

de la agencia Magnum. Ellos y otros fotógrafos comprometidos, que están allí en ese

momento, nos recuerdan que son tiempos convulsos a pesar de todo, no solo en París

o Berkeley, sino en ese Tokio compuesto y encuadrado no tanto para documentar

como para expresar una experiencia que indaga en la psicología humana, en ese registro

es donde la visión de estos fotógrafos escapa a las categorías convencionales.

De Takuma Nakahira, cofundador de Provoke junto al crítico Koji Taki, destaca, aparte

de esta revista, el libro de 1970 Kitarubeki kotoba no tame ni [Por un lenguaje por venir],

previo a su participación del año siguiente en la VII Bienal de París con Circulation: Date,

Place, Events [Circulación: fecha, lugar, acontecimientos]. Esta última es una instalación

a base de fotografías tomadas en la ciudad francesa el día anterior y esparcidas al día siguiente

por el suelo, algo poco visto hasta el momento. Desengañado por la experiencia

editorial de Provoke, y acaso por lo frustrante del hecho artístico frente al consumismo que

a esas alturas caracteriza al mercado del arte, Nakahira quema todo su archivo en 1973.

Bien distinta es la experiencia de otro de los pioneros de Provoke, Yutaka Takanashi,

graduado en la prestigiosa Escuela de Diseño Kuwasawa en 1961. Su punto fuerte está

en la observación del espacio urbano; la impronta de su personalidad, en cómo su ojo

captura la naturaleza del cambio. Tokio es su tema; sabe contarlo, a través de sus personajes

anónimos, en su trabajo de 1966 para la revista Camera Mainichi titulado Tokyo-jin

[Tokiotas], y años después en su libro Toshi-e [Hacia la ciudad], obra de 1974 que muchos

consideran el broche que cierra Provoke. Pocos trabajos retratan tan fielmente ese

punto de separación (o unión) entre el Tokio moderno y alienado que apunta al futuro

y el del pasado que ya nunca volverá.

Un último genio: Shōmei Tōmatsu, fotógrafo nacido en Nagoya en 1930, quien emigra

a Okinawa, en las islas tropicales de la región sur, el Kyu-shu, para, más allá de las

bases estadounidenses, encontrar uno de sus escenarios predilectos, quizá porque en

esta zona rural el mundo sigue siendo como antes o, al menos, no cambia a la misma velocidad.

Estas señas distinguen su trabajo Taiyo no Enpitsu [El lápiz del sol]. Adepto a la

sensibilidad social, en sus fotos es fácil dilucidar la crítica de la pérdida de valores del

Japón de posguerra bajo el influjo americano.

EXPOSICIÓN PHe20: La mirada de las cosas. Fotografía japonesa en torno a Provoke

22.07.20 > 25.10.20

COMISARIADO NURIA ENGUITA • VICENT TODOLÍ

ORGANIZA Bombas gens centre d’ART • FUNDACIÓ PER AMOR A L’ART • CBA • PHOTOESPAÑA

© Bruno Galindo, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0

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Una inmersión en siete lenguas peninsulares, en diferentes sensibilidades, registros y voces,

a través de once versiones de temas pertenecientes a sus tres últimos discos –Lúas de

outubro e agosto (2014), O mundo está parado (2016) y Bola de cristal (2018)– con las

que huye de toda etiqueta. Esa es la propuesta de Guadi Galego en Inmersión, su quinto

álbum, grabado junto a otros dieciocho músicos y cantantes, que le ha valido el Premio a la

Promoción de la Realidad Plurilingüe del Estado 2019, recibido en el CBA el pasado mes

de febrero dentro del Día Internacional de la Lengua Materna.

“LA LENGUA ES EL PATRIMONIO INMATERIAL

MÁS IMPORTANTE QUE TENEMOS”

ENTREVISTA CON GAUDI GALEGO

NURIA M. DEAÑO

FOTOGRAFÍA © CARLOS ABAL

Foto Carlos Abal

06minv35_guadi_galego.indd 56 17/12/20 14:40


CBA GAUDI GALEGO 57

El pasado mes de febrero Guadi Galego recogía en el CBA el Premio

a la Promoción de la Realidad Plurilingüe del Estado 2019

que otorgan los gobiernos autonómicos de Cataluña, Euskadi, Galicia,

Valencia, Navarra e Islas Baleares, por su disco Inmersión,

«un disco de catarsis donde la clave es inspirar emoción sea en

la lengua que sea». El álbum incluye once temas de su trilogía y

uno inédito, que canta junto a artistas como Vega, el cantautor

vasco Mikel Urdangarin, Alidé Sans, que canta en aranés, el coro

gallego Sisters in the House, compuesto íntegramente por mujeres,

la portuguesa Ana Bacalhau o los pianistas Abe Rábade y

Javier Otero, entre otros. Un total de dieciocho músicos que hacen

suyos los temas de Guadi y los llevan a sus lenguas maternas:

castellano, portugués, catalán, aranés, gallego, asturiano

y euskera. Minerva la entrevista en Cedeira (A Coruña), el lugar

donde nació y que da título a uno de sus temas más emblemáticos,

incluido en Inmersión, donde lo canta a dúo con Iván Ferreiro.

Enhorabuena por el premio. Desde su primera edición en 2008

es la primera vez que se lo otorgan a una persona particular.

¿Qué ha supuesto para ti este galardón?

Para mí ha supuesto el reconocimiento a un trabajo cultural y

social. Mi música tiene una carga social importante y que seis gobiernos

distintos, de sensibilidades distintas, con circunstancias

sociopolíticas distintas, hayan decidido que este trabajo se

merece un premio importante me da esperanzas de que no todo

sea para el capital. Me explico: en la edición anterior se lo dieron

a Microsoft, y antes a Eroski, que son empresas potentes, con

peso económico mientras que nosotros no tenemos un duro (risas).

El que se lo hayan dado a unos trabajadores de la cultura me

hace pensar que todavía tenemos esperanzas.

Estamos en Cedeira, un pueblo con una gran tradición musical.

De hecho, tu padre era músico. Fue él quien te introdujo de

niña en la música tradicional, la música portuguesa, la música

clásica… Luego estudiaste piano y gaita en el conservatorio.

Sí, yo me crie musicalmente en Cedeira. Mi padre era músico aficionado,

tocaba en una orquesta de pueblo, lo que se llamaba antes

las «orquestillas». Él tocaba el trombón de varas, no debía de

ser muy bueno (risas), pero él tocaba; era su manera de juntarse.

Siempre quiso que aprendiéramos música. Fui al conservatorio

de Ferrol, pero donde más aprendí fue en el ámbito autodidáctico,

al irme formando con músicas alternativas y escuchando sonidos

distintos. Me llegó la profesionalidad muy temprano y eso

me curtió, no me quedó más remedio.

Entraste por la puerta grande, en la banda folk Berrogüeto,

donde empezaste tocando la gaita y el piano. En esa época,

no pensabas ser vocalista.

Entré en el dream team directamente. Berro era una de las bandas

punteras de aquí en ese momento, lo que se llamaba el «boom del

Nuestros padres estaban dispuestos

a negarnos algo que era suyo, que

era propio, algo que habían adquirido:

su lengua y su identidad. Y estaban

dispuestos a negárnoslo porque era

lo mejor para nosotros. Pero nosotros

no somos quien para negárselo

a los que vengan.

folk», a finales de los noventa. Esos años fueron la bomba. Tocábamos

mogollón, hacíamos muchísimas giras… Entré con la

condición de que tenía que cantar algo, porque buscaban un multiinstrumentista

que también cantase, pero yo no era cantante ni

era mi objetivo serlo. Empecé cantando tres o cuatro temas, además

de tocar el piano y la gaita. Al principio fue complicado, porque

yo era solvente tocando gaita, con el piano me defendía más

o menos y lo de cantar ya era más complicado. Pero así empecé y

estuve diez años, de 1997 a 2007.

En 2009 grabaste Benzón, tu primer disco en solitario.

Sí, decidí grabarlo para reconciliarme con la parte más musical.

Necesitaba descansar de Berrogüeto. Es un disco muy bonito, le

tengo mucho cariño, pero es un disco de tránsito. Decidí no tocarlo,

hice solo dos conciertos.

A Benzón le sigue Luás…, el primer disco de la trilogía de la

que está hecho Inmersión. Según Lara López, de Radio3, con

esos tres discos has puesto la música gallega en el planeta.

Tendemos a etiquetarlo todo, a encasillarlo… Cuando me libero

de todas las etiquetas, de las marcas y los géneros musicales y me

asumo como soy –es decir, soy gallega, canto en gallego, soy mujer,

hablo de las mujeres, y hago la música que me da la gana, con

la estética que me da la gana– es cuando realmente me siento bien

y la gente lo entiende. Rompo con la idea que se tiene de la música

gallega, que se asociaba a estéticas más antiguas, y al romper

y asumirme como soy, encuentro mi voz, mi forma de sentir y de

expresarme desde esta esquina con influencias.

Inmersión es un disco complejo por la cantidad de intérpretes

que incluye, por la diversidad lingüística que acoge y hace

visible… Imagino que la producción del disco también debió

de ser compleja.

Fue muy complicado, me hizo sufrir bastante. Pensé primero en

hacerlo en mi casa, llamando a la gente por separado… Luego me

di cuenta de que hacía falta una producción conjunta porque, si

no, iba a ser demasiado difícil. Fui a grabar a Portugal, otros grabaron

en Galicia, muchas cosas las grabamos en Cataluña, los asturianos

vinieron aquí, Andrés vino a tocar a mi casa… Fue una

locura. Se puede hacer un disco de estos de cada diez años, antes

de eso no creo que pueda tener ganas de volver a empezar. El estudio

de base estaba en Cataluña, un estudio muy pequeño, Olivera

Estudi, con una visión muy moderna de la música, pero también

muy cool. Yo quería algo sofisticado, pero no comercial ni artificioso.

Por ejemplo, toda la parte electrónica tenía que sonar electrónica,

pero a la vez tenía que sonar orgánica, tenía que tener vida;

es decir, yo tenía claro cuál era la estética, pero me costó encontrar

a esta gente. Funcionó bien, pero sufrimos.

También es compleja y sorprendente tu idea de partida: versionarte

a ti misma en todas las lenguas oficiales del Estado,

incluyendo el asturiano y el aranés, que es lengua oficial en

Cataluña…

Inmersión es un disco tan de verdad, tan sincero… Lo fácil hubiera

sido seleccionar temas tradicionales en cada una de esas lenguas,

traerlos a mi estilo y hacerlos míos. Pero pensé que lo que tenía

mérito era adaptar mis propios temas, porque a nadie se le ocurriría

adaptar un tema de una lengua minoritaria, o minorizada, a

otras lenguas; algunas universales, como el portugués y el castellano,

y otras más pequeñas. Pensé: «voy a marcarme una ida de

olla y voy a llamar a gente que son grandes músicos, grandes autores

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58 GAUDI GALEGO MINERVA 35.20

o grandes intérpretes, algunos muy conocidos, otros menos, y voy

ponerlos a todos en la misma bolsa y que cada uno ponga su impronta,

su manera de entender desde su esquina, desde su sitio».

¿Qué criterios utilizaste a la hora de hacer la selección? ¿Son

músicos a los que admiras, con los que tenías una relación

previa…?

Hay un poco de todo. Unos eran gente a la que admiraba y no conocía,

como las catalanas [Judit Neddermann, Clara Peya]; otros

eran amigos, como los asturianos [Silvia Quesada y Alfredo González]

o Iván [Ferreiro]; a Andrés [Suárez Otero] no lo conocía,

pero vive en Pantín, al lado de Cedeira; Vega es amiga mía…

¿Qué han aportado estos músicos a tus temas?

Su esencia, desde luego. Cada uno aportó su estética, su manera

de entender la música. Ese era el trato: una colaboración en la que

cada músico dejara su impronta, y cada cantante, su forma de entender.

Por ejemplo, ese piano de Alfredo [González] en «Cantar

pa ver», la canción en asturiano, que parece que te traslada a ese

mundo de allí… O el piano de Abe Rábade, que es un piano de jazz,

pero que está tratado por los catalanes en el estudio… Javi Otero

hizo los arreglos de los pianos de «Tribua» y «Vas entà naut»,

la canción en aranés.

Con Iván Ferreiro cantas en gallego «Cedeira», aunque no es

la lengua materna de Ferreiro.

Yo le dije que me gustaría que cantase en gallego y él también

quiso hacerlo así. De hecho, lo hace superbién porque aunque

no es su lengua materna es otra de sus lenguas. No es la lengua

en la que se ha criado, pero la lleva dentro. La versión de «Cedeira»

me encanta.

Es un tema precioso en las dos versiones, la primera de O

mundo está parado y esta con Ferreiro. Incluyes en el disco

otros dos temas emblemáticos: «Tribua», también de O

mundo…, que cantas con Mikel Urdangarin y que habla de

problemas de la tribu humana, como la guerra, la emigración

o los refugiados, y «Matriarcas», que cantas con Ana Bacalhau,

un tema que se convirtió en un himno pop.

En esa versión de «Matriarcas» arriesgamos lo que no está escrito,

por el piano de jazz de Abe Rábade, que hace una versión

muy oscura, porque yo quería quitarle ese rollo de himno pop.

«Matriarcas» fue muy polémico por las críticas de ciertos sectores

feministas que te acusaban de dar una visión patriarcal

de la maternidad.

Antes de que saliese, lo tenía claro. No me molestó que hubiese

polémica, es más, soy de las que creo que la polémica y el debate

son necesarios siempre: permiten seguir avanzando y cuestionarnos

a nosotras mismas. Si no, seguiríamos embarcadas en

la segunda ola, por decirlo de alguna manera. Al final es como

todo, yo tengo unas determinadas ideas del feminismo, pero

luego hablo con una mujer de veinte años y se me caen por los

suelos… Cuando hago «Matriarcas» tengo claro que solo el título

ya va a generar polémica. Y sabía que al salir dando teta en

el vídeo me iban a dar por todos lados. Pero me daba igual lo que

dijeran, era mi manera de expresar lo que yo sentía en ese momento.

Así es el arte, es lo que cada una expresa y cómo lo expresa,

y puede reflejar lo que es para mí el activismo de la vida

cotidiana y lo que es para otra gente…

¿Crees que trabajos como Inmersión ayudan a normalizar la

realidad plurinacional de este país, a verla desde los ojos del

otro, en este caso, desde la lengua del otro?

Solo a gente con sensibilidad para ciertas cosas. Para la gente

que no tiene dos lenguas es muy complicado entender según qué.

Los que tenemos dos lenguas lo entendemos todo mucho mejor,

porque tenemos esa sensibilidad hacia las dos lenguas. Y entendemos

que un pueblo puede tener varias lenguas y puede tener

una lengua materna aunque no la hable, como el gallego, que es

la lengua materna de prácticamente el cien por cien de la gente

de aquí, y todos lo saben hablar aunque no todos lo usen. Está dentro

de cada uno de nosotros porque la hemos oído desde que hemos

nacido. Y nuestras abuelas han hablado gallego y nuestras

madres, aunque a nosotros se dirigiesen en castellano, hablaban

gallego…

Es cierto que en Galicia durante décadas ha estado mal visto

hablar gallego porque se asociaba a las clases bajas.

Eso siempre fue así. El gallego es la lengua de los campesinos, de

los marineros, no de la burguesía. Cuando querías prosperar, ascender

en la escala social, no había otra. Ibas al médico, al farmacéutico,

al juzgado, al abogado e intentabas hablar en castellano.

De repente decías: «¿dónde voy a mandar a mi hija hablando gallego?

Yo lo que quiero es que sea alguien». Al final es como todo,

volver a encontrarnos con eso y volver a negárselo a nuestros hijos

es renegar de lo que eres, de lo que hemos mamado. La lengua es

el patrimonio. A nadie se le ocurriría tirar la catedral de Santiago,

¿no? Pues la lengua es el patrimonio inmaterial más importante

que tenemos. Sin embargo, asumo que el gallego va a caer, que le

quedarán unos cien años de normalidad y luego acabará siendo

algo académico. Se conocerá la lengua, pero no la hablará nadie.

Decías en la entrega del premio que «las lenguas son bienes

que se reciben y que se transmiten y que no se deben negar

a las generaciones que vienen».

Claro, ese es el problema: lo que nuestros padres estaban dispuestos

a negarnos, algo que era suyo, que era propio, algo que habían

adquirido, que era su lengua y su identidad y que estaban dispuestos

a negarnos porque era lo mejor para nosotros. Pero nosotros

no somos quien para negárselo a los que vengan.

¿Estás trabajando en algún proyecto nuevo?

En septiembre acabé de grabar un disco, se titula Costuras; sale en

diciembre. Todo el mundo me dice que si lo saco ahora me voy a

comer el disco con patatas, pero me da igual. Es mi momento creativo,

estoy a tope con esto y me niego a que me pare el coronavirus.

La gente tiene que seguir alimentándose de música, tiene que

seguir escuchando y quieren cosas nuevas y yo estoy en este momento

en el que, artísticamente, quiero sacar este disco. Si lo retraso

y lo saco dentro de un año, ya no sería el mismo disco. ¿Qué

voy a hacer, esperar que el mercado paute mi trabajo?

© Nuria M. Deaño, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0

Premio a la Promoción de la Realidad Plurilingüe del Estado

20.02.20

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60 teoría de la arquitectura MINERVA 35.20

Después de los atlas conceptuales dedicados a Walter Benjamin, a Pessoa o a la idea de

Revolución, en 2019 el CBA sumó a su repositorio online un nuevo atlas de alto voltaje teórico:

http://teoriasdearquitectura.com. En esta ocasión, el tema era la teoría de la arquitectura, y la

plataforma online formaba parte de la exposición Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura. Rodrigo

de la O, comisario de la muestra y coordinador y compilador de los textos que conforman esta

herramienta conceptual digital, ha seleccionado para Minerva dieciséis conceptos relacionados

con el arte de construir. Más allá de la idea de conceptos unívocos, esta lectura abierta,

más poética que académica, ofrece polivalencias y contradicciones, mostrando cómo los

significados varían con el tiempo y bajo diferentes contextos.

RODRIGO DE LA O

DIECISÉIS CLICS POR LA TEORÍA DE LA ARQUITECTURA

Fotografía Imagen Subliminal

Desde la aparición de la imprenta, arquitectos y no arquitectos se

han preguntado con cierta naturalidad cómo se práctica y cómo

debe entenderse el arte de construir. Esta tarea, que equivale a

reflexionar sobre qué es la arquitectura, no ha fijado en ningún

caso una relación causal con la propia producción arquitectónica

sino, más bien, dialéctica: podría afirmarse que producción y

reflexión se enriquecen mutuamente. Después de un periodo reciente

que ha cuestionado el valor de la teoría arquitectónica, esta

parece estar de nuevo en auge, impulsada, quizás, por la necesidad

de dar una respuesta crítica a los retos globales.

La imagen y (no solo) la palabra han sido tradicionalmente –y continúan

siendo– los medios preferentes para la teoría arquitectónica.

El particular manejo de ambos medios le ha permitido elaborar

un corpus de conocimiento de naturaleza múltiple y creativa, tal

como ha examinado Atlas de Teoría(s) de la Arquitectura (Círculo

de Bellas Artes, 2019). La preeminencia de las imágenes como

forma de conocimiento para la arquitectura fue explorada en una

exposición que, regresando a los orígenes del atlas visual, propuso

una cámara de maravillas. Un segundo atlas toma la forma

de una plataforma online por la que navegar entre una colección

de textos enlazados por hipervínculos: 1.500 fragmentos seleccionados

entre unos 280 textos fundamentales de teoría de la arquitectura,

escritos por más de 150 autores y unidos entre sí por

más de 200 conceptos.

En estas páginas se presenta un recorrido casual –un divertimento–

por este atlas, saltando de concepto en concepto, en dieciséis clics.

Se trata de aproximaciones encadenadas a las ideas de cabaña, origen,

creación, representación, objeto, idea, placer, espacio, equilibrio,

imagen, transformación, significado, percepción, composición, abstracción

y principio –podrían haber sido otras–, pero no entendidas

como definiciones, sino como polivalencias y contradicciones entre

significados que varían con el tiempo y bajo diferentes contextos.

Plantear, por ejemplo, una aproximación al concepto de representación

en un salto desde los Problemas de estilo, formulados por Alois

Riegl a finales del siglo xix, a las actuales ideas de Peter Zumthor

sobre cómo Pensar la arquitectura, debe entenderse como una acción

lúdica, más poética que académica. Clicando de concepto en

concepto, de concepto en autor, de autor en obra, de obra en autor,

de autor en concepto, y así sucesivamente, se captura la condición

de multiplicidad inherente a las teorías de la arquitectura.

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CBA teoría de la arquitectura 61

CABAÑA

Qué duda cabe de que las primeras sociedades humanas, antes de levantar templos

a sus divinidades y construir palacios para sus reyes, pensaron primero

en asegurarse un abrigo contra las intemperies de las estaciones. Además se ha

destacado con razón que esas sociedades se componían de pastores, de agricultores

o de cazadores. Los pastores llevaban una existencia nómada y conducían

sus rebaños por los valles más fértiles. Por consiguiente, les interesaba construirse

alojamientos móviles que pudieran transportar en sus frecuentes peregrinajes.

Se les atribuye así la invención de la tienda. Las familias dedicadas a la

agricultura habitaban las llanuras y las orillas de los ríos y sin duda construyeron

cabañas. En cuanto a los cazadores, empujados hacia las zonas de bosques y

montañas, y los ictiófagos, apostados a orillas del mar, es probable que se refugiaran

en cavernas y cavaran grutas en los flancos de las rocas. Esta variedad de

viviendas ha dado, a su vez, lugar a varios sistemas de construcción. Las fábricas

chinas y japonesas son una imitación exacta de la tienda; los templos de la India

y de Nubia tienen estrechas concomitancias con las cavernas de los pueblos

trogloditas; por último, la cabaña lleva en germen toda la arquitectura griega y

romana… Las diversas construcciones que acabamos de señalar contenían en

germen todos esos templos y palacios que se encuentran en las diversas regiones

del mundo, las cuales, simples y toscas en la infancia de las civilizaciones, se

han modificado poco a poco bajo el influjo de causas físicas, necesidades morales

y progreso de las ciencias, terminando por alejarse tanto de su origen que no

se les puede relacionar con este más que por conjeturas más o menos probables.

Louis Batissier,

Historia del arte monumental

(1845)

Origen

Cuando la mano del hombre interviene en su entorno real, ordenándolo y dándole

forma, esto supone la satisfacción de una necesidad profundamente interna;

pero la necesidad de su procedimiento nos viene a la conciencia solo cuando vemos

cómo nace de lo más profundo de nuestro organismo. […] Cualquier creación

espacial parte en origen de la envolvente de un sujeto. Por ello se distingue

esencialmente la arquitectura como arte humano frente a todas las pretensiones

de las artes aplicadas. El creador y el usufructuario son inicialmente el mismo y,

por ello, el punto de partida de nuestra explicación genética. […] La creación espacial

es, en cierto modo, una irradiación del hombre contemporáneo, una proyección

desde el interior del sujeto, independientemente de si se encuentra en

persona allí dentro o se traslada espiritualmente.

August Schmarsow,

La esencia de la creación

arquitectónica (1893)

Creación

Para modelar sencilla y lealmente un animal en barro húmedo no se necesitó,

una vez despierto en el hombre el sentido imitativo, ninguna función posterior

del ingenio humano, puesto que el modelo –el animal viviente– existía ya dispuesto

en la naturaleza. Pero dibujar, pintar o rayar por vez primera el mismo

animal sobre una superficie exigió una actividad francamente creadora, pues no

era en este caso el cuerpo lo que se copiaba, sino la silueta, el contorno, que no

existe en la realidad y que hubo de inventar libremente el hombre. Desde este

momento, el arte avanza en su infinita capacidad de representación. Al abandonar

la corporeidad y contentarse con la apariencia, se libera la fantasía de la severa

observancia de las formas de la naturaleza, dando paso a un trato y a unas

combinaciones menos serviles de aquellas.

Alois Riegl,

Problemas de estilo:

fundamentos para una

historia de la ornamentación

(1893)

RepresentACIón

Si el realismo y el virtuosismo gráfico devienen demasiado grandes en una representación

arquitectónica, si esa representación no deja ya ningún «lugar

abierto» donde nosotros podamos entrar con nuestra imaginación y que haga

surgir en nosotros la curiosidad por la realidad del objeto representado, entonces

la propia representación se convierte en el objeto deseado. Palidece el

deseo del objeto real, y, poco o nada apunta hacia lo presuntamente real, lo real

que está fuera de la representación. La representación ya no contiene ninguna

promesa, se refiere a sí misma.

Peter Zumthor,

Pensar la arquitectura (1998)

Objeto

¿Esto nos autoriza a afirmar la posibilidad de un arte que sea pura invención?

Para poder, lícitamente, aventurar esta pretendida posibilidad, habría que probar

que los hombres pueden concebir imágenes que no tengan ninguna relación

con los objetos de la naturaleza. Sin embargo, es indudable que no hay idea que

no emane de la naturaleza.

Étienne-Louis Boullée,

Ensayo sobre el arte

(1781-1793)

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62 teoría de la arquitectura MINERVA 35.20

IdeA

Puesto que todos los placeres de la inteligencia surgen de la asociación de ideas,

cuanto más se multiplique el material de la asociación tanto más amplia será la

esfera de tales placeres. Para una mente bien equipada, casi cualquier objeto de

la naturaleza o del arte que se ofrezca a los sentidos será motivo de estimulación

de nuevas series y combinaciones de ideas o vivificará y fortalecerá las ya

existentes, de tal modo que el recuerdo realzará el disfrute y el disfrute iluminará

el recuerdo.

Richard Payne Knight,

Indagación analítica sobre los

principios del gusto (1805)

Placer

EspACIO

Así como el erotismo implica un doble placer que involucra construcciones mentales

y sensualidad, la resolución de la paradoja arquitectónica requiere conceptos

arquitectónicos y, al mismo tiempo, la experiencia inmediata del espacio. La

arquitectura tiene el mismo estatus, la misma función y el mismo significado que

el erotismo. En la unión posible/imposible de conceptos y experiencias, la arquitectura

aparece como la imagen de dos mundos: personal y universal. El erotismo

no es diferente: para alguien cuyo concepto conduce al placer (exceso),

el erotismo es «personal» por naturaleza. Y por naturaleza también es «universal».

Así, por un lado, hay placer sensual, el otro y el yo; por otro, la investigación

histórica y la racionalidad última. La arquitectura es el último «objeto»

erótico, porque un acto arquitectónico, llevado al nivel de exceso, es la única

manera de revelar tanto las huellas de la historia como su propia verdad experiencial

inmediata.

El fundamento de todas estas formas de representación es la unidad del espacio.

Si suponemos que los límites se alejan o se ensanchan, entonces se extiende el

espacio más allá de sus límites primitivos. No es que se agregue un nuevo trozo.

También este espacio ensanchado es una unidad. Y es la misma unidad que el

espacio anterior más estrechamente limitado, solo que menos estrechamente

limitado. Por consiguiente, el espacio tiene la capacidad o la fuerza de ensancharse

o de extenderse. Y contra esta fuerza obra la limitación como una fuerza

contraria. Y en el mutuo juego y equilibrio de estas fuerzas consiste el espacio,

así como en el mutuo juego del obrar hacia el exterior y de la concentración en

sí mismo tiene o encuentra el individuo humano su propio ser.

Bernard Tschumi,

Arquitectura y transgresión

(1975)

Theodor Lipps,

Los fundamentos de la estética

(1923)

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CBA teoría de la arquitectura 63

Equilibrio

Imagen

Transformación

Significado

Prestamos la imagen de nosotros mismos a todos los fenómenos. Lo que conocemos

como condiciones de nuestro bienestar, cada cosa debe poseerlo. No es

que reclamemos la apariencia del ser humano en las formas de la naturaleza inorgánica,

sino que entendemos el mundo corpóreo con las categorías, por así

decirlo, que tenemos en común con él. Y de acuerdo con esto, la aptitud para la

expresión de estas formas externas está determinada. Ellas solo pueden comunicarnos

lo que nosotros somos capaces de interpretar con sus propias cualidades.

Aquí, muchos serán escépticos y no estarán seguros de qué tipo de similitud o

incluso qué órgano de expresión compartimos con la piedra inerte. En resumen,

son las relaciones de gravedad, equilibrio, dureza, etc., de relaciones fuertes las

que poseen para nosotros un valor de expresión. La esencia humana en su integridad,

naturalmente, no puede más que expresarse a través de la forma humana;

la arquitectura no puede más que dar expresión a afectos que se expresan a través

de órganos específicos. Su objeto sigue siendo el gran sentimiento de existencia

[Daseingefühl], el Stimmung que asume un estado persistente y estable del cuerpo.

Diré sencillamente que considero la forma como un signo preciso que se coloca

en la realidad y que da la medida de un proceso de transformación. Así, la forma

arquitectónica es algo cerrado y completo, una vez más vinculado estrechamente

a un enunciado lógico. En este sentido, creo que forma y signo son, por ejemplo,

los acueductos romanos, que precisamente modifican un determinado tipo de

realidad y definen la imagen que tenemos de aquella realidad.

Es válido enfocar el problema de la tradición en arquitectura como el estudio de

una disciplina arquitectónica autónoma: una disciplina que incorpora dentro

de sí un conjunto de normas estéticas y resulta de la acumulación histórica y

cultural, de la cual toma su significado. Pero estos valores estéticos ya no se pueden

ver como constituyentes de un sistema cerrado de reglas o representantes

de una ley natural fija y universal. […] Si los arquitectos de hoy tienden hacia

la investigación de las condiciones materiales de la producción artística del pasado,

deben de ser conscientes de la transformación de la tradición ocasionada

por dichas condiciones.

Al revelar los límites de la razón matemática, la fenomenología ha indicado que

la teoría tecnológica por sí sola no puede llegar a un acuerdo con los problemas

fundamentales de la arquitectura. La arquitectura contemporánea, desilusionada

con las utopías racionales, se esfuerza ahora por ir más allá de los prejuicios

positivistas para encontrar una nueva justificación metafísica en el mundo

humano; su punto de partida es, una vez más, la esfera de la percepción, el origen

último del significado existencial.

Heinrich Wölfflin,

Fundamentos psicológicos

(1886)

Aldo Rossi,

Arquitectura para los museos

(1966)

Alan Colquhoun,

Tres clases de historicismo

(1983)

Alberto Pérez-Gómez,

Architecture and The Crisis

of Modern Science (1983)

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64 teoría de la arquitectura MINERVA 35.20

Percepción

Es sin duda gratificante el percibir que la motivación primordial en una obra

de arte, por lejana que esté de su punto de origen, invade la composición como

un tema musical. Ciertamente, una concepción clara y nítida es muy de desear

en un trabajo artístico, pues así nos aseguramos contra lo arbitrario y lo banal, y

es incluso una norma válida para la invención. Lo nuevo se engarza con lo viejo

sin ser su copia, y se libera del vano influjo de la moda. Para ilustrar esto, concédaseme

suministrar un ejemplo de la fuerte influencia que una forma primitiva

puede ejercer sobre el desarrollo de las artes.

Gottfried Semper,

Ciencia, industria y arte (1852)

Composición

Es evidente que ninguna de las reglas de composición están fijadas por razonamientos

a priori, y que tampoco pueden considerarse como conclusiones abstractas

del entendimiento a partir de la comparación de tendencias o relaciones

de ideas que sean fijas e inmutables. Su fundamento es el mismo que el de todas

las ciencias prácticas: la experiencia. Y no son más que observaciones generales

respecto a lo que universalmente se ha visto que complace en todos los países

y en todas las épocas.

David Hume,

La norma del gusto (1757)

Abstracción

Vitruvio inventa el principio de la transposición, pero su aplicación a la tectónica

en la piedra como una transposición de la madera es solo un paso dentro de

la tabla general de Semper. La arquitectura emerge en el paso de una tecnología a

otra. Por lo tanto, los textiles serían hoy el procedimiento abstracto emergente

en el proceso de transposición que nos llevará de las telas primitivas a las técnicas

de modulación contemporáneas, mientras emulamos continuamente acabados

de mosaico, paneles de madera y metal repujado. Las artes técnicas son una

memoria que se encoge en oposición a un engrama.

Bernard Cache,

Digital Semper (1999)

Principio

Fedro: Construirle ¿sería pues crear por principios separados?

Sócrates: Sí; lo propio del hombre es crear en dos tiempos, uno de los cuales

fluye en el dominio del puro posible, en el seno de la substancia sutil que puede

imitar las cosas todas, y entre sí hasta el infinito combinarlas. El otro tiempo es

el de la naturaleza. Contiene, en cierto modo, al primero, y, de otro modo, contenido

está en él. Nuestros actos participan de los dos. El proyecto, bien separado

está del acto; y este del resultado.

Paul Valéry,

Eupalinos o el Arquitecto (1921)

Exposición Atlas de teoría(s) de la arquitectura

14.02.19 > 26.05.19

Comisario Rodrigo de la O

diseño dous studio

investigación david escudero • nicolás mariné • pablo neila

Organiza CBA

Colabora Centre Canadien d’Architecture • Biblioteca de la Escuela de Arquitectura

de la Universidad Politécnica de Madrid

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Biodiversidad

y comunicación

El XIII Congreso de Periodismo Ambiental, organizado por la Asociación de Periodistas

de Información Ambiental (APIA), congregó en noviembre del pasado año en el

CBA a periodistas, divulgadores ambientales y científicos para, entre otras cosas,

hacer balance del desarrollo del periodismo ambiental en España durante los 25

años de vida de la asociación. Bajo el lema «Comunicar diversidad. La emergencia

del siglo xxi» se debatieron cuestiones que marcan el día a día de la información

medioambiental, una poderosa herramienta que, en palabras de los organizadores,

«pueda enarbolarse contra la contaminación, la sobreexplotación, el aumento

de temperatura planetaria o la invasión de especies foráneas».

Minerva recoge en estas páginas las charlas inaugurales de las dos sesiones del

congreso, que corrieron a cargo de los escritores Manuel Rivas y María Sánchez,

que mantuvo una conversación sobre el mundo rural con el periodista y miembro

de APIA César Javier Palacios, y el coloquio entre las periodistas y activistas de

Carro de Combate Brenda Chávez y Laura Villadiego y el periodista y miembro fundador

de APIA Rafa Ruiz en torno al consumo. Por último, publicamos un artículo

firmado por el experto en biodiversidad Andreu Escrivá sobre las consecuencias

de la pérdida de la biodiversidad en el que reivindica la resilvestración o rewilding.

XIII CONGRESO NACIONAL DE PERIODISMO AMBIENTAL

27.11.19 > 28.11.19

ORGANIZA ASOCIACIÓN DE PERIODISTAS DE INFORMACIÓN AMBIENTAL (APIA)

COLABORA CBA

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66 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

Escritor, periodista y activista ambiental, Manuel Rivas formó parte de la creación

de Greenpeace en España y fue portavoz de la plataforma Nunca Máis creada tras la marea

negra que generó el Prestige. Rivas inauguró el XIII Congreso Nacional de Periodismo Ambiental

con la conferencia que transcribimos en estas páginas, en la que recuerda la importancia

del conservacionismo también en el uso de las palabras: «la necesidad de una ecología del

lenguaje que preserve el sentido de las palabras frente a la intoxicación, la producción

de eufemismos contaminantes y la estrategia del blanqueo de la bioperversidad».

“LA BIOPERVERSIDAD ESTÁ EN EXPANSIÓN”

MANUEL RIVAS

Fotografía Santos Díez (Ollo de Vidro-ACAB), CC BY-SA 3.0

En el Apocalipsis de San Juan, un ángel dice:

«Toma este librito, cómetelo». El maestro ateo

se lo comió. El Pórtico de la Gloria es el resultado

de esa sublime digestión apocalíptica en

el siglo xii. Ahí está todo, también el colapso

ecológico por la codicia. En la parte de abajo

del Pórtico, que es la de los monstruos, la de

los negacionistas, entre otros orondos rostros

maliciosamente alegres está el de Trump. Y la

expresión de ese Trump que yo localicé allí, en

el Pórtico de la Gloria, es la de quien ha llegado

al poder, como bien retrata Emilio Santiago

Muiño, con «el mandato de apurar la copa

de la era de los combustibles fósiles hasta las

heces». Yo no soy apocalípitico; aunque sobran

las razones para serlo, a mí no me sale. Me sucede

como al poeta Antón Tovar, que cuando

veía pasar un entierro gritaba: «¡No estoy de

acuerdo!». Pues yo tampoco estoy de acuerdo.

El primer sermón dirigido expresamente a

los gallegos, pensado para ese espacio que podemos

psicogeográficamente situar entre el río

Limia —el «río del olvido» lo llamaban los romanos,

que no querían cruzarlo porque decían

que se perdía la memoria— y el fin de la tierra,

el antiguo Finis Terrae, se titula De correctione

rusticorum, que podemos traducir, libremente,

como «Convertir a estos tercos». Trataba de

contrarrestar la herencia del priscilianismo,

que era una mezcla de cristianismo y panteísmo.

La descripción que hace de cómo había enraizado

el panteísmo parece la de los comienzos

del movimiento hippy en las playas de California:

había mujeres sacerdotes, las misas eran

una celebración erótica, comulgaban productos

naturales… La esencia de lo que dice De correctione

rusticorum es: «No es verdad que hablen

las fuentes, no es verdad que hablen las piedras,

no es verdad que hablen los árboles». La gente,

yo creo que para no disgustar al autor, se quedó

en silencio hasta que, en el siglo xii, se abrieron

otra vez las bocas en la explosión poética de los

Cancioneiros galaicoportugueses. Lo que hacen

estos trovadores y trovadoras —hoy se conocen

el nombre y la obra de más de trescientos

y, posiblemente, muchas de esas voces eran femeninas,

aunque los nombres que figuran son

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CBA Biodiversidad y comunicación 67

masculinos— es interpelar a la naturaleza, que es donde está la

información esencial. Por ejemplo, en las Ondas do mar (Cantigas

de amigo, siglo xiii) le pregunta al mar por el amado: «Ondas

do mar de Vigo, se vistes meu amigo? […] Ondas do mar levado,

se vistes meu amado?». Habla con el mar, buscando la información

esencial. La naturaleza aparece constantemente en esa poética

que la busca como interlocutora. La memoria de esa poesía

despareció durante siglos hasta que reapareció en el siglo xix, en

la Biblioteca Vaticana o en la Biblioteca de Lisboa, en pergaminos

que se utilizaron para encuadernar libros posteriores.

En el siglo xv vuelve el silencio. Comienza la Contrarreforma,

lo que llamamos los siglos oscuros. Se mantienen las voces bajas,

los murmullos, pero la relación con la naturaleza desaparece

de la expresión literaria culta. No obstante, ahí está la paciencia

estratégica de la naturaleza, que estalla en el Romanticismo, esa

revolución cultural que mira hacia dentro y hacia fuera. En Galicia

el estallido de este movimiento se da sobre todo en la poesía

con la generación del «Rexurdimento», en la que destacan Rosalía

de Castro, Curros Enríquez y Eduardo Pondal. Después del

De correctione rusticorum, Rosalía vuelve a la naturaleza, retoma esa

paciencia estratégica y escribe poemas en los que existe una relación

muy íntima con lo natural, como entre iguales, como cohabitantes:

«Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los

pájaros / Ni la ola con sus rumores ni con su fulgir los astros, / Lo

dicen, pero no es cierto». Pondal escribe el poema «Os pinos»,

una interrogación a la naturaleza en la que pregunta a los árboles,

a las estrellas, al cosmos: «Que din os rumorosos / Na costa

verdecente / Ao raio transparente/ Do prácido luar?»; es decir,

¿qué le dicen los árboles a la luna? Y continúa encadenando preguntas.

Por cierto, este poema constituye la letra de lo que va a

ser el himno gallego, el único himno en el mundo que es una sucesión

de preguntas, porque normalmente los himnos preguntan

poco. Suelen ser bastante afirmativos, incluso intimidatorios.

Recuerdo la primera manifestación de Nunca Máis el 1 de diciembre

de 2002: ciento y pico mil personas reaccionando contra

aquella tragedia, y lo que hacíamos era mirar hacia el cielo y preguntar

«Que din os rumorosos?», a ver si nos daban alguna explicación

porque aquello no tenía explicación ninguna.

Vuelve otra vez el silencio, vuelve la larga noche de piedra de

la dictadura. También vuelve a mantenerse en voz baja la relación

con la naturaleza, hasta que se retoma la paciencia estratégica y

aparecen poetas como Luis Pimentel, extraordinario, que dice en

referencia al bosque: «¿No te has dado cuenta de que se movió

el silencio?». El periodismo ambiental tiene y ha tenido esa tarea,

más o menos intensa, de mover el silencio y creo que lo está

consiguiendo en cierta forma.

Yo nunca me presenté como periodista ambiental ni como periodista

ecologista. Tampoco tuve páginas o secciones especiales

en las que aparecía ese epígrafe, aunque escribí mucho en esas

secciones cuando se fueron creando. Empecé en el periodismo

a los quince años como meritorio, que era como llamaban a los

aprendices, en un diario modesto a pesar de su nombre: El Ideal

Gallego. Allí había cronistas políticos, cronista municipal, de sucesos

y, sobre todo, un buen equipo de periodistas deportivos.

Siempre admiré con orgullo cómo el resto se presentaba como

periodista o como cronista, mientras que el periodista deportivo

se presentaba como «periodista deportivo». En aquellos tiempos

discutíamos sobre el compromiso del periodista, si debía o no ser

un activista. Los que más combatían esa idea eran los periodistas

deportivos, que comenzaban sus crónicas diciendo: «Hemos

ganado». A mí me parecía un activismo bastante comprometido.

Aunque es verdad que, cuando perdían, escribían con igual activismo:

«El Deportivo perdió ayer en un partido para el olvido».

Uno de mis primeros trabajos fue hacer lo que se llama el tráfico

marítimo, la relación de entradas y salidas de barcos. Me entraron

Ya no es una excepción que una

noticia ambiental salte de la orilla

a la primera página, de lo subalterno a

la primicia. Antes solo ocurría cuando

se producía una catástrofe

o algo exótico. En El Ideal Gallego,

en concreto, cuando aparecía

una vaca con tres cabezas.

ganas de hacerme una tarjeta de visita que dijera: «Manuel Rivas,

periodista portuario». Ahora me encantaría tenerla y que apareciese

en Wikipedia; lo intenté, pero no me hicieron caso. Recuerdo

un verano —en verano desaparecían los periodistas y los aprendices

se encargaban de todo— en el que tuve que hacer la sección

de horóscopo. Fue el encargo más difícil de mi carrera. Me decían

que no era nada, que copiara el de hace dos meses, pero yo

no era capaz. Me sentaba y me preguntaba: «¿Qué le va a pasar

a Piscis?». Fue entonces cuando comprendí lo que era el periodismo

comprometido, porque vivía cada situación. Por ejemplo,

a Escorpio le decían que tuviera cuidado con los semáforos, y yo

decía: «Pero ¿cómo voy a poner esto? ¿Y si lo atropellan?». Lo

pasé fatal haciendo el horóscopo, me llevaba todo el día.

De lo que más orgulloso estaba es de lo primero que publiqué

en aquel periódico: fue un poco como mis credenciales, con

lo que me presenté allí, con el libro de notas y unos poemas. Uno

de ellos se titulaba «A negra terra». Comenzaba así: «De hablar,

hablaré con la tierra / la tierra negra / donde prende la raíz

/ […] La tierra que se prende y que se clava / Ese enorme lienzo

donde el hombre se pierde y se revuelve en sus sombras / donde

el hombre dibuja su capricho / La negra tierra / Esa puta vieja con

dientes amarillos de tabaco, / con ojeras negras de tan azules / De

hablar, solo hablaré con ella / Y hablaré con las manos / Dulcemente

con las uñas / Con la pasión de un amante / Como hablan

cuando otean la muerte los jabalines heridos. / La tierra / La negra

tierra / De hablar, hablaré con ella, / que escupe, como sangre

del pecho, primaveras».

Pero el periodismo ambiental tiene un origen muy concreto,

muy localizado en la memoria, y es anterior a este trabajo de meritorio.

Cuando hacía los deberes en casa, en la mesa de la cocina,

estaba todo lleno de ropa puesta a secar para aprovechar el calor

de la cocina económica. La Biblia dice que el diluvio universal

duró cuarenta días y cuarenta noches, pero cuando en la iglesia,

allí en Galicia, el cura leía esto, la gente se miraba y decía: «Bo…,

eso non é nada». Mi padre trabajaba en la construcción y no había

forma de que secara su ropa. Entonces, un día, mi madre me

miró mientras hacía los deberes y me dijo una frase que era todo un

compromiso histórico: «Búscate un trabajo donde no te mojes».

Y ahí empecé en el periodismo, en el periodismo ambiental, claro.

El periodismo ambiental ocupa uno de los ejes dentro del paisaje

informativo. Ya no es una excepción que una noticia ambiental

salte de la orilla a la primera página, de lo subalterno a la primicia,

de lo marginal a lo más visto. Antes solo ocurría cuando se producía

una catástrofe o algo exótico. En El Ideal Gallego, en concreto,

cuando aparecía una vaca con tres cabezas o algo por el estilo. El

periodismo ambiental se ha ido moviendo desde lo excéntrico hacia

ese lugar principal donde se disputa la conversación: el marco o

el frame, la agenda, las tendencias. Ocupa más páginas en el periodismo

tradicional, es un componente decisivo en la identidad de los

medios con voluntad alternativa, han germinado más publicaciones

y más programas radiofónicos de un periodismo que fermenta

la información con una voluntad ecologista y también activista.

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68 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

Manuel Rivas en una manifestación de Nunca Máis durante el juicio del Prestige, octubre de 2012. Fotografía Elisardojm, CC BY-SA 3.0

El activismo es un debate permanente que se ha dado en todos

los lugares, pero ¿qué significa activismo? Parece que cuando hablamos

de activismo es sinónimo de partidismo, de sectarismo.

Frente a este prejuicio, el periodista que combate esa idea del activismo

periodístico, como los periodistas deportivos de El Ideal

Gallego, se presenta como neutro. Pero el supuesto periodismo

neutro, puro, intocado, también compromete. Miguel Torga, un

gran conservacionista, decía que el primer compromiso del periodista

sería escribir sin olvidar que todo lo que escribes compromete.

Podemos poner incluso algún ejemplo cómico. Por ejemplo,

cuando pienso en el compromiso comprometido, pienso en el

¡Hola!, en el Lecturas, o en algunos digitales innombrables… Eso

sí que compromete, ¿no? Está claro que en el periodismo ha cambiado

el medio ambiente sobre el medio ambiente, y es más verdad

todavía que la inquietud, la angustia, la conciencia, la protesta

medioambiental han contribuido de forma considerable —y eso

pocas veces se reconoce—, a la desextinción y a atenuar la insuficiencia

respiratoria en un periodismo tradicional que, en muchas

ocasiones, es arrastrado a la fosilización por la tendencia que podríamos

denominar, precisamente, «capitalismo fósil» o «capitalismo

impaciente», esa suma de codicia y velocidad que ha

perjudicado tanto al periodismo.

En las Historias naturales de Jules Renard, aparece una cabra

que todos los días se apresura a consultar la hoja del diario oficial

expuesta en el muro del ayuntamiento, que a nadie más parece

interesar. En la precisa descripción, la cabra se alza sobre sus

patas traseras, pone las delanteras sobre el edicto, a la altura de

la firma y mueve la cabeza como si fuera, dice Renard, «una vieja

que estuviera leyendo». Al final, la cabra se come la hoja de papel.

Yo pensaba que era una historia literaria hasta que, en los años

noventa, estuve en los campamentos de refugiados saharauis de

Tindouf. En aquellos campamentos del pedregal sahariano, entre

otros medios de subsistencia, los desterrados han levantado

corrales con chatarra bélica y latas de bidón humanitario cosidos

con alambres. Tienen una forma circular y desde lejos parecen

carcasas de grandes relojes desprendidos del cosmos. Se trata de

aprovechar la sombra, que es el único perdón que el sol expide.

Me acordé de esa historia de Renard la primera vez que estuve allí

y vi que las cabras, en aquellos corrales herrumbrosos, lo que comían

era sombra porque no había nada más.

¿A qué sabe la sombra? A memoria de hierba. Cuando me

arrimé al cierre, las cabras, con rapidez y habilidad de supervivientes

carteristas, me birlaron los periódicos que llevaba debajo

del brazo y se los comieron. Me quedé pasmado, mirándolas comer

con avidez hoja tras hoja. Se lo tragaron todo: la política internacional,

los sucesos, el suplemento de economía, todo… Y

viendo cómo lo comían las cabras, sin discriminar, comprendí

que todo el periodismo, sea de guerra, de sucesos o trate de enfermedades,

alimentación o violencia de género, es periodismo

potencialmente ambiental.

Recordando mis experiencias periodísticas, pienso que buena

parte de los reportajes que escribí eran periodismo ambiental

aunque no llevaran ese rótulo. Uno de los primeros se publicó en

1976 en el semanario Teima, que cerró al año siguiente. Dijeron

que fue un fracaso, pero yo creo que no hay fracasos en el periodismo.

Duró un año y fue un milagro. Cuando íbamos a pedir publicidad

llamaban a la Policía, era terrible el medio ambiente que

había. Ese primer reportaje se titula «O asalto das Encrobas».

Era una historia tremenda que me cambió la vida y el sentido de

la mirada. Lo que hice fue contar casi minuto a minuto lo que iba

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CBA Biodiversidad y comunicación 69

pasando. Se estaba produciendo violencia catastral y violencia sobre

las personas. Por cierto que el concepto de «violencia catastral»

es muy interesante y habría que retomarlo: es la violencia

que se ejerce sobre la tierra cuando hay guerra, y hoy en día está

especialmente activa en la guerra contra la naturaleza. En As Encrobas

(La Coruña) estaban tratando de expulsar a toda la población

campesina para explotar a cielo abierto un gran yacimiento

de lignito, que alimentó desde finales de los años setenta la central

térmica de Meirama, cerrada recientemente. ¿Qué pasó en

Meirama después de esa historia? Se cierra la central porque es

ya inservible, inviable, contaminante. Los campesinos han desparecido

de allí y lo que queda es un hueco enorme, un deslugar,

un vacío donde anuncian, con mucha publicidad, que se va a hacer

un lago para la navegación de kayaks y embarcaciones de recreo.

En 1981 participé en una expedición en un pequeño barco llamado

Xurelo, el primer barco que llegó a la Fosa Ibérica, a 300

millas de Finisterre, donde había un cementerio de residuos radioactivos.

Después se supo que había ochenta cementerios radioactivos

en el mundo, pero ese entonces era desconocido. Llevaban

desde 1964 echando residuos radioactivos al mar. Era muy arriesgado

para el patrón y la tripulación de un barco sumarse a una misión

de este tipo. Se sabía que había dos mercantes tirando la carga

de bidones radioactivos, pero era como buscar una aguja en un pajar.

Al patrón, Ánxel Vila, le avisaron por radio desde Marina que

si iba perdería la licencia. Vila era un hombre del pueblo, una persona

que nunca se definiría como activista y nunca había estado en

una manifestación, pero era una persona de las más comprometidas.

Manejando el sextante y con la carta marítima, viajando en

espiral, fue el que dio con aquel lugar, algo que parecía imposible.

Recuerdo que en el momento en el que intentamos interponernos

en la descarga de los barriles, saltó un caldeirón, un cetáceo;

fue algo extraordinario. Aunque todo el mundo estaba mareado,

prácticamente no había comida y aquello parecía un viaje hacia

el abismo, Ánxel Vila mantenía el tipo y el buen humor. Y mientras

todos hacíamos bajar a los santos del cielo con maldiciones y

blasfemias, él nunca soltó un taco ni una maldición. Aquello me

tenía intrigado. Le pregunté al cocinero, que era un chaval joven,

si ese hombre nunca blasfemaba y me dijo: «¡Es que él es protestante!».

Y efectivamente, todos los demás éramos católicos.

Ánxel Vila fue una de las personas que me habló de esa psicogeografía

en la que el mar aparece como espacio de subsistencia,

pero también de información y de memoria. En esa cultura tradicional

subsistían, y todavía subsisten, dos espacios contrapuestos:

por un lado, está la marca del miedo, el lugar deshabitado, esquilmado,

quizá por la memoria de la dinamita o del veneno de la contaminación

química o petrolífera –se dice que los peces no tienen

memoria, pero, desde luego, a esos «lugares de Tánatos» no van–.

Por otro lado, como contrapunto psicogeográfico, está el lugar del

cortejo, de la cría, el lugar de la vida, un lugar protegido, un paraíso

inquieto, con sus cuevas y praderas al que los marineros llaman el

almeiro. Suena a lugar de almas —la traducción sería el cardume—,

pero es, en rigor, un lugar limpio de miedo. En este sentido, Albert

Camus contraponía el partido de la vida al partido de la historia,

entendida como un museo incesante de taxidermia, como

una maquinaria pesada apisonadora de la vida. Podemos asociar

el almeiro al partido de la vida y la marca del miedo al partido de

la historia. Desde la marca del miedo no es conveniente hablar

del almeiro como tal, si acaso se lo contempla como un potencial

lugar de depredación. Pero desde el almeiro es obligado hablar de

la marca del miedo, detectarla y conocerla en toda su extensión y

profundidad, con sus recovecos y sus secretos. En esta marca del

miedo habita hoy la bioperversidad del negacionismo en contraposición

con la biodiversidad.

Para lo que se avecina, tenemos que limpiar de miedo el periodismo

y decir lo que no se puede decir, una tarea que tiene que ver,

por lo tanto, con la ecología del lenguaje. Elias Canetti decía que

la tarea del periodismo y de la literatura en tiempos de preguerra

era custodiar y mantener el sentido de las palabras. Sabemos que

las palabras son detectoras del calentamiento global, de la contaminación,

como los seres menudos, que corren especial peligro:

las luciérnagas, las ranas, los grillos, las libélulas, las abejas…

Ellos son los primeros que acusan la guerra contra la naturaleza.

También las palabras sufren de esa contaminación, de esa usurpación

de sentido. De tal manera que, cuando hablamos de ecología

de las palabras, de periodismo ambiental, una de las tareas

que me parece prioritaria en estos momentos es detectar cuándo

la bioperversidad utiliza la máscara de la biodiversidad.

Para lo que se avecina, tenemos

que limpiar de miedo el periodismo

y decir lo que no se puede decir, una

tarea que tiene que ver, por lo tanto,

con la ecología del lenguaje.

«Otro mundo es posible» era la consigna del movimiento altermundista

que agitó con optimismo el comienzo de siglo y que

se puso en evidencia en encuentros como el Foro Social Mundial

de Porto Alegre, en 2001. El contrapunto sería el sarao liberal de

Davos, donde se jalea la globalización como una locomotora imparable.

Lo de «locomotora» lo asocio con la idea de Walter Benjamin

cuando decía que la revolución ya no era la locomotora de

la historia, sino tirar del freno de emergencia. La palabra común

hoy frente a ese momento que de esperanza o de excitación liberal

podría ser justamente la de colapso. Del ilusionante «otro mundo

Las palabras son detectoras

del calentamiento global,

de la contaminación, como los seres

menudos, que corren especial peligro.

También las palabras sufren

de esa contaminación, de esa

usurpación de sentido. Cuando

hablamos de ecología de las palabras,

de periodismo ambiental, es prioritario

detectar cuándo la bioperversidad

utiliza la máscara de la biodiversidad.

es posible» hemos pasado al pretraumático «otro fin del mundo

es posible», como afirman, con ironía punzante, los colapsonautas

franceses. Estos pensadores, que se definen «in-Tierra-dependientes»,

frente al «prêt-à-penser» están desarrollando la

colapsosofía, el estudio de las catástrofes medioambientales y su

dependencia mundial, un saber para vivir frente al colapso, porque

la posición frente a esta lenta violencia progresiva, cada vez

menos lenta, no puede ser la mera supervivencia.

El proceso de emergencia climática está llegando también

al lenguaje y está afectando al carácter de las personas, fomentando

el egoísmo y los desafectos, levantando muros de antipatía

frente a la empatía. Si no hay respuestas solidarias convincentes

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70 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

e instituciones democráticas y movimientos sociales y cooperativos, si no hay una cultura

que permita aprender a pensar en esta otra realidad donde será necesaria la renuncia a lo

innecesario, una cultura de la escucha y la ayuda mutua que recupere los espacios comunes

y la esperanza, si no cunde esa cultura de biodiversidad, el vacío se llenará de malas

hierbas y será aprovechado por el destropopulismo de hoy para ensayar nuevos totalitarismos.

Lo que cabe esperar si esto sucede es una política de externalización del daño, con

fórmulas de apartheid ecológico, como está anticipando el tratamiento a los refugiados,

que afectaría a la gente y a los territorios más vulnerables. Es una bioperversidad que está

en expansión. Y convendría tener en cuenta también el tema de la culpa. Todos queremos

ser consumidores, todos queremos ser ricos, transmitiendo así el pecado original. El periodismo

ambiental tiene ante sí la tarea fundamental de buscar las causas y los porqués.

Hace unos años hubo un debate interesante entre dos grandes mentes: Umberto Eco y

Antonio Tabucchi. Eco había dicho que cuando se produce un incendio lo que tienen que

hacer los intelectuales, los periodistas, y el resto de personas del ámbito cultural es llamar

a los bomberos. Tabucchi, con rigor y vehemencia, contestó que no estaba de acuerdo, en

primer lugar, porque no siempre acuden los bomberos y, en segundo lugar, porque hay

una tarea o misión fundamental, que obedece a un imperativo categórico, y que es el de

preguntarnos de dónde viene el fuego. Con esta pregunta les dejo.

Un voluntario limpia la playa de chapapote en una imagen del corto documental Historias del chapapote, de Stéphane M. Grueso, 2003. CC BY-SA 2.0

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CBA Biodiversidad y comunicación 71

Rafa Ruiz, periodista y miembro fundador de APIA, debate con las periodistas especializadas

en sostenibilidad Laura Villadiego y Brenda Chávez sobre los impactos de nuestro consumo

cotidiano en el medio ambiente, la desigualdad planetaria y los derechos humanos. Tanto

Laura Villadiego como Brenda Chávez forman parte del colectivo femenino de periodismo

de investigación Carro de Combate. En su discurso, abogan por la necesidad de exigir

transparencia a las empresas acerca de sus formas de producción y muestran vías

alternativas para un consumo más consciente.

EL CONSUMO COMO ARMA

COLOQUIO BRENDA CHÁVEZ

LAURA VILLADIEGO

RAFA RUIZ

Rafa Ruiz: Antes de entrar

en el debate, quiero que me

habléis de lo que hacíais en

vuestra anterior etapa como

periodistas. Laura, tú has

estado mucho tiempo trabajando

en Asia. ¿Qué hacías

allí?

Laura Villadiego: Volví

hace unos meses de Asia,

donde he vivido diez años.

Llegué a Camboya en 2009 con la loca idea

de ser periodista freelance. Tuve mucha

suerte y empecé a trabajar para Efe. Enseguida

me interesé por temas relacionados

con las cadenas de producción y comencé

a investigar acercar de cómo se produce lo

que se consume en países como el nuestro.

En Camboya, la textil es una de las principales

industrias del país, pero también se

están desarrollando otros sectores, como

el agrícola, con unos impactos ambientales

brutales. En estos diez años, he hecho investigaciones

sobre industrias varias: pesca,

soja, aceite de palma, textil, electrónica, y

sobre los impactos de lo que nosotros consumimos

cada día.

Rafa Ruiz: En 2012 creaste, junto a Nazaret

Castro y Aurora Moreno Alcojor, Carro

de Combate. ¿Nos puedes contar qué es?

Laura Villadiego: Carro de Combate es un

proyecto que nace de esas investigaciones.

Coincidí con Nazaret Castro en una formación.

Ella estaba cubriendo los mismos temas,

pero en Brasil. Nos dimos cuenta de

que no se hablaba de estas dinámicas de las

industrias de forma global y pensamos que

era necesario que los consumidores pudieran

acceder a ese tipo de información acerca

de cómo se ha producido aquello que van a

consumir cada día.

Rafa Ruiz: Háblanos de los temas que has

investigado.

Laura Villadiego: Uno de los más recientes

es sobre la trazabilidad en la industria

pesquera en el Sudeste Asiático,

concretamente en Filipinas. Son sistemas

pensados inicialmente para mejorar el manejo

de los recursos pesqueros en esa zona,

pero que están salvando la vida de muchos

pequeños pescadores que ahora pueden estar

conectados continuamente a los sistemas

de rescate y a sus familias.

Rafa Ruiz: Y acabas de publicar

un libro, junto con

las cofundadoras de Carro

de Combate titulado

Los monocultivos que conquistaron

el mundo. Impactos

socioambientales de la

caña de azúcar, la soja y la

palma aceitera (Foca, 2019),

un asunto que encaja con la

pérdida de biodiversidad, el

tema de nuestro congreso.

Laura Villadiego: El libro nace de las

diferentes investigaciones en profundidad

que hemos hecho en Carro de Combate.

La primera fue sobre la industria

del azúcar. Visitamos comunidades en

Tailandia, Brasil, Argentina, Camboya…

para documentar cuáles eran los impactos

sociales y medioambientales de esta industria,

entre ellos, los impactos en la biodiversidad.

A esta investigación le siguió

otra, aún con mayor profundidad, sobre el

aceite de palma en la que incluimos trabajo

de campo en África. Esa industria tiene

un impacto sobre la biodiversidad mayor

aún que la de la caña de azúcar. Después

investigamos la soja e hicimos el combo

de lo que para nosotras son los tres grandes

monocultivos que se han expandido

durante las últimas décadas y conforman

la industria agroalimentaria que nos provee

hoy en día y que determina lo que estamos

comiendo.

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72 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

Rafa Ruiz: Brenda Chávez es quizá una reencarnación de una

Brenda Chávez anterior que yo conocí cuando trabajaba en El País

Semanal. Brenda, háblanos de tu vida profesional anterior para

saber de dónde vienes.

Brenda Chávez: Yo no tengo un pasado tan interesante ni tan limpio

como el de Laura, yo vengo, digamos, del mal. De hecho, durante

mucho tiempo ni siquiera consideré que estuviera haciendo

periodismo. Ocupé tres años el puesto de redactora jefe en Vogue y

cuatro años y medio el de subdirectora en Cosmopolitan. Yo era periodista

de cultura y me interesaba especialmente por los procesos

de creación desde el boceto hasta la realidad. Fue este interés por

los procesos creativos y productivos el que me llevó a preocuparme

por los impactos sociales y medioambientales de los productos de

consumo. Empecé a documentarme, a investigar y a formarme en

sostenibilidad para ver si esos procesos se podían mejorar. En paralelo,

por mis puestos en revistas femeninas, tenía que tratar con

muchos anunciantes: en Vogue, con empresas del sector del lujo y

de la moda y en Cosmopolitan, con empresas mainstream: Nestlè,

Coca-Cola…, grandes industrias alimentarias y muchas multinacionales

importantes. Como soy muy formal a la hora de prepararme

las reuniones, en mis búsquedas iba encontrando toda una

serie de abusos que se repetían multinacional tras multinacional,

sector tras sector. Me di cuenta de que no eran algo tan anecdótico

como se nos hacía ver, sino que se trataba de algo sistémico.

Las búsquedas se hicieron más profesionales, más rigurosas y fui

viendo que esas corporaciones tenían un modus operandi parecido:

el expolio de los recursos y de las personas en según qué zonas y

sectores. Tenía tanta información sobre abusos y sobre las posibles

Brenda Chávez. Fotografía de Silvia de la Fuente

alternativas que preparé un proyecto de libro. Cuando lo aceptaron,

me despedí de mi trabajo y empecé esta vida de ahora.

Rafa Ruiz: ¿Hubo algún caso especialmente sangrante que te hicieran

abandonar ese mundo cool del que vienes?

Brenda Chávez: Fue más un proceso en el que me fui dando

cuenta de que no me dedicaba al periodismo, sino al marketing,

que trabajaba para unos clientes que eran los anunciantes. En Vogue

acabé desarrollando una reacción como consumidora que me

llevó a dejar de comprar muchas marcas de moda. Después se fue

extendiendo a otros sectores.

Rafa Ruiz: ¿Puedes decir alguna de esas marcas?

Brenda Chávez: Si tuviéramos tiempo podría decirlas todas,

desde H&M a Inditex, Primark… En 2013, en Bangladés, se produjo

el accidente más grave de la historia de la moda cuando se

derrumbó el Rana Plaza: murieron 1.134 mujeres y hubo 2.000

heridas. Allí estaban produciendo Mango, Auchan, Carrefour,

Primark, Benetton… A Benetton, que tiene esa publicidad multirracial,

tuvieron que exigirle que pagase porque se negaba a hacerlo.

Eso en el sector del low cost, pero también en el sector del

lujo, a partir de los noventa, se ha deslocalizado la producción. Ambos

sectores están produciendo con distintas calidades y materiales,

pero en los mismos lugares. Al final, los vaqueros de H&M se

hacen en el mismo sitio que los de Gucci. Por ejemplo, en la producción

de pantalones vaqueros se está intentando ahora eliminar

el sandblasting, una técnica de desgastado de la tela vaquera que

produce una enfermedad en los trabajadores similar a la silicosis

y que reduce muchísimo la esperanza de vida. También ocurre

en las tenerías. En Túnez, por ejemplo, existen instalaciones para

teñir la ropa, que no son más que agujeros llenos de tinte donde

se sumergen los chavales hasta la cintura. Ese contacto diario con

el cromo y el plomo hace que su expectativa de vida sea muy baja.

Rafa Ruiz: Eduardo Galeano dice: «Mucha gente pequeña, en

lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el

mundo». Esa es la filosofía de tu primer libro, Tu consumo puede

cambiar el mundo (Debate, 2017). El libro está estructurado en dos

partes: en la primera, criticas todos estos abusos y en la segunda

das opciones alternativas. ¿Realmente existen alternativas para

vivir de otra manera, para consumir de otra manera?

Brenda Chávez: Nada es perfecto, pero existen alternativas en

todos los sectores, aunque en el tecnológico, debido a la complejidad

de todos los aparatos, hay menos. El libro recoge información

sobre qué estamos consumiendo tanto en alimentación como en

moda, energía o banca. ¿A quién le damos nuestro dinero? ¿Qué

modelo productivo estamos favoreciendo? El actual modelo productivo

neoliberal está consumiendo 1,7 tierras en recursos cada

año; es decir, estamos consumiendo y produciendo muy por encima

de la capacidad del planeta para renovarse. En 2020 serán

dos tierras, y se prevé que llegue a tres en 2050.

Yo he llegado a los abusos corporativos documentándome como

periodista, pero a las alternativas frente a las disfunciones del sistema

he llegado como consumidora: antes de ponerme a escribir

sobre estos temas, empecé a pensar: «Yo a estos no les doy mi dinero».

Me cambié a cooperativas de renovables, a la banca ética,

a consumir otro tipo de moda… Muchas de las alternativas que

salen en el libro las conocía porque yo misma las había probado.

Rafa Ruiz: Desde Carro de Combate también intentáis que la

gente sea consciente de lo que consume y buscar otras opciones,

otras alternativas.

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CBA Biodiversidad y comunicación 73

Laura Villadiego: Sí, esa es la base del

proyecto, dar información sobre cuáles

son los impactos sociales y medioambientales

de algunos productos y sobre cuáles

son las alternativas. Nuestro mensaje es que

los consumidores tienen una herramienta

muy potente para transmitir un mensaje sobre

qué tipo de sociedad quieren. No decimos

que todo dependa de la elección diaria

del consumidor, porque lo importante es

que cambie la estructura del sistema productivo,

pero sí es el arma que tenemos en

tanto que consumidores. Nuestro logo es un

carrito de la compra con ruedas de tanque.

Brenda Chávez: El consumo puede ser

una herramienta de transformación social

y medioambiental. Cualquiera puede decidir

si comprar en Primark o en tiendas de

segunda mano. Son dos opciones de consumo

con dos impactos absolutamente diferentes,

y las dos están ahí.

Rafa Ruiz: ¿Hay algún sector en el que se

esté dando una mayor transformación?

Laura VILLadIEGo: Hay alternativas interesantes

en prácticamente todos los sectores.

Como decía Brenda, el electrónico es

más complicado, porque tener una cadena

de producción sostenible en productos tan

complejos es difícil. Los pioneros fueron los

del comercio justo: el café, el azúcar, etcétera.

En el campo de la moda, al principio

las opciones se centraban en crear condiciones

justas en la confección, y ahora se

está profundizando más en la cadena y en

que los materiales que se utilizan sean también

sostenibles.

BREnda CháVEz: En general, las multinacionales

suelen reaccionar cuando los escándalos

han llegado a un punto extremo.

Por ejemplo, Carro de Combate fue pionero

en investigar el impacto del aceite de

palma, que pasó luego a ser un fenómeno

mainstream. Ahora está pasando algo parecido

con la moda.

de ser cool, sí que están intentando reaccionar.

Es verdad que muchas de sus estrategias

no son creíbles, son solo greenwashing * ,

como ocurre también en el sector de la alimentación,

que fue el primero en mostrar

cierta reacción hacia lo ecológico, con muchas

multinacionales dedicadas al puro

greenwashing. Por ejemplo, se ha creado la

Mesa Redonda de Aceite de Palma Sostenible

(RSPO, por sus siglas en inglés), cuando

es algo bastante insostenible…

Rafa Ruiz: El greenwashing nos interesa

mucho a los periodistas; seguro que vosotras

conoceréis casos flagrantes.

Laura Villadiego: Un caso claro es el que

comentaba Brenda de la RSPO, que nace en

2004 como respuesta a la polémica en torno

a la gran deforestación asociada a la industria

del aceite de palma y sus efectos sobre especies

icónicas como el orangután. La industria

y algunas ONG, en concreto WWF, se aliaron

y sacaron un sello con unos estándares

determinados que permitirían a las empresas

obtener una certificación que la UE y muchas

empresas de Estados Unidos están utilizando

como justificación para poder seguir

usando el aceite de palma en sus productos y

decir: «Sí, utilizamos aceite de palma, pero

con certificado de producción sostenible».

¿Cuál es el problema? Primero, que este sello

está controlado por la industria. Es uno

de esos sellos llamados multi-stakeholder, en

los que hay varias partes implicadas en los

siete pasos de la cadena, y donde intervienen

Laura Villadiego. Fotografía de Antolín Avezuela

mayoritariamente las industrias alimentaria

y de energía, porque la palma se utiliza para

los agrocombustibles. Y son estas industrias

las que ponen las reglas del juego. Además, el

85% del aceite de palma se produce en Indonesia

y en Asia, en países en los que no existe

ningún tipo de exigencia a la hora de rendir

cuentas y donde hay una gran corrupción; por

ejemplo, con los auditores que tienen que ir

a las plantaciones para verificar si se están

cumpliendo o no los estándares. En 2015 The

Wall Street Journal denunció que la empresa

Felda, uno de los principales productores de

aceite de palma del mundo –que, además, es

propiedad del Gobierno de Malasia– estaba

utilizando trabajo esclavo, reteniendo a inmigrantes

en las plantaciones y obligándoles

a trabajar jornadas infinitas, sin salario.

Brenda Chávez: En la moda, las multinacionales

hacen un greenwashing tras

otro. Por ejemplo, H&M anuncia una colección

sostenible que utiliza piñatex [tejido

de cuero vegetal a base de fibras de

hojas de piña, otro subproducto de los desechos

agrícolas], algo aparentemente positivo.

Y sí, está muy bien, pero cuando una

multinacional de ese tamaño empieza a usar

piñatex de manera ocasional para una colección

cápsula, lo que hace es generar una

demanda brutal en ese mercado y, cuando

esta demanda cae, quiebra el mercado. Por

otra parte, la colección está hecha en Camboya

donde, al igual que en Bangladés, las

multinacionales están pagando sueldos

de entre 30 y 60 euros al mes, cuando las

Rafa Ruiz: Pero ¿están haciendo algo las

multinacionales de la moda o solo esperan

a que esto pase?

Brenda Chávez: Según el informe que

consultes, la moda es el segundo o el tercer

sector más contaminante del mundo. En la

Unión Europea es el cuarto sector con mayor

impacto ambiental según la Agencia Europea

de Medio Ambiente (AEMA). Como están

continuamente en el foco y tienen ganas

* Literalmente, «lavado verde». Este término se utiliza para definir las malas prácticas que algunas empresas realizan cuando presentan un producto o cualquier propuesta

como respetuoso con el medio ambiente aunque en realidad no lo sea.

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74 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

entidades que monitorean esas zonas dicen

que un salario digno está entre 250 y 280 euros.

La sostenibilidad, como bien sabemos,

tiene tres pilares: social, medioambiental

y económico. Si a cualquier empresa, actividad,

acción, colección cápsula, llámalo

como quieras, le falta uno de esos tres pilares,

no es sostenible. También Nestlé ha

cometido un caso flagrante de greenwashing

anunciando un chocolate sostenible, cuando

sus cultivos están en Costa de Marfil, donde

abunda el trabajo infantil. Gracias a los medios

de comunicación, esta información es

cada vez más de dominio público.

Rafa Ruiz: ¿Cuál es la responsabilidad de

los periodistas en todo esto? Porque lo cierto

es que la mayoría de los medios están presos

de la publicidad de esas grandes marcas.

Brenda Chávez: Yo he trabajado en medios

en los que mis anunciantes eran esas

grandes marcas. No podría haber escrito Tu

consumo puede cambiar el mundo en una revista

femenina ni en según qué medios. Tuve

que ser independiente para escribir lo que

quería. Es más, el libro pasó siete meses en

el departamento jurídico de la editorial pues

había que estudiar posibles denuncias. En

este momento, las corporaciones, las industrias

tienen mucho poder. En el periodismo

hay autocensura y miedo por parte

de quien te encarga el trabajo. Pero no sé

hasta qué punto somos responsables, porque

muchas veces no sabemos, ni como profesionales

ni como ciudadanos, lo que está

ocurriendo en la producción de los bienes

que estamos consumiendo.

Un agricultor inspecciona el suelo recién quemado antes de prepararlo

para plantar aceite de palma en Indonesia

Laura Villadiego: Sí, es un tema muy

complejo, ya que la mayor parte de los

medios dependen de la publicidad. Nosotras

tenemos un proyecto independiente

que se financia fundamentalmente a partir

de mecenas, pero también es complicado

que los lectores se involucren y te financien

para que puedas hacer periodismo independiente.

Y creo que, en parte, se debe

a que la gente no se cree lo que les estamos

contando, no se termina de fiar. Pero

también hay un problema, en general, de

marco legal con respecto a la transparencia.

Nosotras, por ejemplo, hicimos un informe

sobre comedores escolares para el que tuvimos

que solicitar información pública y

fue un dolor. No te dan nada. Y es información

a la que, supuestamente, deberías

tener acceso. Lo primero que te dicen es

no: a partir de ahí tienes que recurrirlo,

insistir… Los gobiernos deberían obligar

a las Administraciones públicas a dar acceso

a la información que manejan y a las

empresas a que desvelen lo que ocurre en

sus cadenas de producción.

Brenda Chávez: A esto se añade que este

tipo de periodismo requiere tiempo y dinero,

recursos que no suelen estar disponibles.

Por eso no sé si se trata tanto de la

responsabilidad de los periodistas. En Carro

de Combate, gracias a los mecenas, podemos

dedicarnos a investigar esas cuestiones.

Nosotras nos hemos dedicado a estas vías a

costa de nuestro riesgo profesional, de hacernos

freelance y autofinanciarnos. Tu consumo

puede cambiar el mundo me iba a llevar

un año y medio y al final fueron tres años.

Es complicado.

Rafa Ruiz: Lo primero que te pregunté

cuando te entrevisté por ese libro es si no

os habían puesto demandas.

Brenda Chávez: No, a las multinacionales

muchs veces no les interesa poner demandas,

están pasando a otra fase: ahora

intentan seducirte.

Rafa Ruiz: Una última pregunta, ¿un buen

etiquetado no ayudaría a solucionar esto?

Laura Villadiego: En parte sí, pero también

hay que saber leer el etiquetado: muchas

veces es un etiquetado complicado,

diseñado para que la gente no se entere. Por

lo demás, las informaciones referidas a sostenibilidad

son, de hecho, muy complejas

como para resumirlas en una etiqueta. ¿Qué

pones: color verde, naranja y rojo? Muchas

veces, en cuestiones de sostenibilidad e

incluso sociales, tienes pros y contras. Hay

cosas que son muy evidentes y muy fáciles,

pero siempre hay conflictos. Y eso, ¿cómo

lo señalas? ¿Con un color? No es sencillo.

PREGUNTAS DEL PÚBLICO

PREGUNTA 1: Además de las dificultades

que ponen tiendas y supermercados para el

consumo responsable, a veces tengo la impresión

de que el propio consumidor, que

de cara a la galería está muy comprometido y

es consciente de que existe un problema de

sostenibilidad que invita a una acción suya

particular, a la hora de la verdad no está dispuesto

a renunciar a una parte de su comodidad

o de su calidad de vida.

Brenda Chávez: Quiero tender una lanza a

favor del consumidor. Las empresas se gastan

en marketing 400.000 millones de euros

al año, una cifra que supera cualquier

presupuesto de Naciones Unidas. Es dinero

destinado a intentar seducirnos desde los

medios de comunicación y desde el móvil,

desde que te levantas hasta que te acuestas.

La maquinaria de la sociedad de consumo es

tan potente que nos cuesta desprogramarnos

de esas lógicas de mercado. Tenemos muy

dentro esa imagen de la felicidad asociada a

vernos cargados con bolsas de grandes marcas

o con bolsas de la compra. No creo que

seamos enteramente responsables los consumidores.

Y además, hay que lidiar con el

problema que supone que las alternativas no

estén a la mano. Nosotras hacemos el trabajo

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CBA Biodiversidad y comunicación 75

de investigar y denunciar, pero también el de

visibilizar esas alternativas que muchas veces

no se conocen. Cambiar sin conocer las

alternativas es imposible. Y, una vez que las

conoces, los procesos de transición y cambio

son lentos. Yo no me levanté un día, me

di un golpe en la ducha y empecé a consumir

todo sostenible. Fue un proceso que llevó un

tiempo. La moda es más fácil, pero la alimentación,

por ejemplo, es un proceso complejo,

porque hay muchos productos.

Rafa Ruiz: De hecho, Brenda, tú acabas

de sacar otro libro, Al borde de un ataque de

compras. 73 claves para un consumo consciente

(Debate, 2019), en el que adviertes de que

no hay que agobiarse intentando cambiarlo

todo de repente.

BREnda CháVEz: Sí, ahí propongo hacer

un cambio al mes, que sea algo progresivo y

consistente. De hecho, este libro nació después

de dos años dando conferencias tras

la publicación del primero, porque siempre

surgían las mismas cuestiones: que si es más

caro, que si es inaccesible, que si la gente de

determinados países va a dejar de fabricar

ropa y entonces se va a morir de hambre…

Todas las respuestas las recogí en este libro,

ofreciendo las alternativas de una forma

concisa para que cualquiera pueda verlo fácilmente

y tomar sus decisiones.

Laura Villadiego: Una de las ideas más

poderosas del marketing es esta de que si

no consumimos nos morimos todos porque

nadie va a tener trabajo y va a ser imposible

que la economía se mueva. Cuando preguntas

a una persona si realmente necesita todo

lo que compra, porque muchas cosas van a

acabar en el fondo del armario e igual vienen

de Bangladés, con huella importante,

encuentras resistencia. Te contestan que

están favoreciendo la economía, pero ni

siquiera suele ser la local, sino la de Inditex.

Hay que luchar contra esa idea que sostienen

también muchas organizaciones de

economía solidaria, de economía vehicular,

etcétera. Debemos reestructurar nuestras

ideas sobre los sistemas económicos y sobre

cómo funcionan. No creo que nos vayamos

a morir todos mañana por pararnos

a pensar antes de consumir.

Brenda Chávez: Sobre todo, porque esa

idea de que estamos generando riqueza no

responde a dónde o cómo la estamos generando.

Por ejemplo, en Camboya o en

Bangladés no se están generando por la vía

laboral, porque los salarios son muy precarios,

ni por la vía fiscal, porque todas esas

multinacionales tienen grandes exenciones

o están fabricando en zonas francas, además

de tener su propia ingeniería fiscal. Hay que

desmontar estas falacias, porque son, junto

con no conocer las alternativas, lo que a los

consumidores nos tiene cautivos.

PREGUNTA 2: Como periodista, veo que lo

que vosotras estáis haciendo es casi activismo.

¿Qué papel nos queda a los periodistas

que vamos a las ruedas de prensa, a

los que tratan con las casas de moda? Es

muy difícil informar sobre los temas de los

que habláis sin dedicarte a la investigación

o al activismo.

Brenda Chávez: Entiendo la reflexión.

A mí muchas veces me llaman activista. Yo

puedo hacer activismo en mi vida ciudadana,

pero como periodista hago periodismo. No

entiendo la equidistancia del periodismo

cuando estamos hablando de abusos de derechos

humanos. Ahí siempre me voy a posicionar

en un sitio que es en el que creo que

se tiene que posicionar el periodismo independiente.

Si me etiquetan de activista, lo

llevaré con orgullo, pero en el periodismo no

ejerzo como activista, sino como periodista.

Siempre intentamos ir al dato, dar con las

fuentes para ir más allá del dato, tener una

visión lo más amplia posible de las perspectivas

y eso te lleva a investigar.

Rafa Ruiz: Lo decía Manuel Rivas en la

conferencia de apertura del congreso: este

es periodismo comprometido, periodismo

con conciencia, no periodismo activista.

Laura VILLadiego: Yo ni siquiera creo que

sea periodismo comprometido. Voy adonde

están pasando las cosas y cuento lo que veo.

Trabajadoras en una planta de procesado de gambas en Vietnam

Y como periodista, primero entrevisto al

trabajador, al campesino, etcétera. También

a la industria, si me quieren responder,

que generalmente no quieren, y a los

gobiernos. Si eso no es periodismo, no sé

lo que es…

Rafa Ruiz: Lo que ocurre es que se ha abusado

del término activismo para desacreditar

el periodismo ambiental. ¿Y el que

escribe de moda? Eso sí que es activismo.

BREnda CháVEz: Es marketing. Era lo

que sentía yo cuando trabajaba en Vogue y

en Cosmopolitan. Me gusta dar cifras, algo

que también hacía cuando trabaja en esas

revistas. Recuerdo que, en una ocasión, mi

directora me dijo que no diera ciertas cifras

de Louis Vuitton, que no me pusiera «espesita»,

que yo no entendía que estábamos

allí para vender ropa. Le dije que la que no

entendía era ella, que para vender ropa me

iba a Zara, que yo estaba allí para hacer periodismo.

En esos medios no se hace periodismo,

tampoco en las revistas masculinas

o en las semanales. Si coges una de esas revistas

y empiezas a arrancar todas las páginas

en las que se hace apología del consumo,

pagadas por anunciantes o con intereses comerciales

detrás, no te quedas ni con una

decena de páginas libres de «culpa».

PREGUNTA 3: ¿Qué estrategias y qué maneras

de comunicar son más efectivas para

llegar a esa otra gente que, a priori, no está

mentalizada para consumir de otra manera

y que constituye el mayor desafío?

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76 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

Laura Villadiego: Nosotras, como vamos al terreno y entrevistamos a mucha gente, hemos

intentado utilizar el enfoque humano, contar cuáles son los problemas a través de

la historia de personas concretas. Eso nos suele funcionar bastante bien porque facilita la

identificación, crea empatía. Generalmente, hemos tenido mala aceptación cuando las

historias son excesivamente negativas. Las historias funcionan mejor cuando existe el

factor positivo y se muestra que hay gente que está cambiando las cosas, incluso comunidades

muy pequeñas, como las que en Indonesia están reforestando bosques primarios,

otras que limpian mares o una iniciativa de replantación de corales también en el

Sudeste Asiático, por ejemplo.

Brenda Chávez: Lo curioso es que, al lado de cada una de estas historias tremendas con

las que te encuentras, hay alguien que está paliando ese problema que tú estás cubriendo.

Creo que combinar el contar una situación crítica con la historia de la gente que está luchando

para revertir esa situación es la combinación perfecta. Necesitamos algo de luz,

necesitamos que nos digan lo que está mal, pero también necesitamos pensar que otro

modelo es posible. Y lo es.

Una jornalera en un cañaveral en Tailandia durante la época de recogida de la caña de azúcar

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CBA Biodiversidad y comunicación 77

Recién llegada de la trashumancia, la poeta, escritora y veterinaria de campo María Sánchez,

autora del aclamado e inclasificable Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019), abrió,

en conversación con el periodista ambiental César Javier Palacios, la segunda jornada

del XIII Congreso de APIA con un testimonio sobre la importancia de las historias

y del lenguaje para la preservación y reivindicación del medio rural.

UN CAMPO DIVERSO, FEMINISTA Y SOSTENIBLE

CONVERSACIÓN CON MARÍA SÁNCHEZ

CÉSAR JAVIER PALACIOS

FOTOGRAFÍA MARÍA SÁNCHEZ

César Javier Palacios: Comencemos acudiendo a los orígenes

de la comunicación, que son las conversaciones al calor de la

hoguera, e imaginemos que estamos alrededor de un fuego, porque

vamos a hablar con María, una grandísima comunicadora que,

sobre todo, sabe contar historias. Nacida en Córdoba en 1989, es

poeta, escritora, bloguera y «veterinaria de campo», como ella

siempre destaca. Tercera veterinaria de una saga de veterinarios

y la primera mujer, es feminista, activista y quiero pensar que

también ecofeminista. En su libro Tierra de mujeres, un cuaderno

de bitácora delicioso, cuenta lo difícil que es para una mujer, aun

dentro de una familia de veterinarios, hacer carrera en el mundo

rural. Su anterior libro, Cuaderno de campo (2017), es un poemario

donde recoge historias familiares.

En su blog, María destaca una frase de Alana Portero que dice:

«Somos emoción, conocimiento y narrativas. Lo que otra mujer

me cuenta me construye», y añade María: «Todos tenemos voz,

una voz propia y única, una voz para contar nuestra historia». Y

luego continúa, citando a Donna Haraway: «Importa qué historias

contamos para contar otras historias». Eso es de lo que quiero

que nos hables: ¿cómo contamos esas historias?

María Sánchez: Me ha gustado mucho tu imagen de la lumbre.

Los que me conocéis sabéis que me encanta recuperar palabras

del medio rural y, alrededor de la hoguera, en León, hay precisamente

una palabra preciosa que habría que propagar por todo el

territorio: filandón, que describe el momento en el que se contaban

historias mientras ellas hilaban y ellos trabajaban con las manos.

Aquí podemos hacer un filandón, y ya sabéis que yo siempre

escribo sobre lo mío, que es el campo, el territorio, la ganadería

extensiva y su cultura y la biodiversidad que conlleva.

También podemos pensar este encuentro como una majada,

que es el lugar donde descansan las ovejas por la noche cuando

están trashumando por la montaña, el refugio donde se alimentan

y donde se hace el corral. En ese corral, el suelo queda fertilizado

por la presencia de las ovejas que solo pasan allí una noche, por

lo que no hay un problema de carga ganadera. Estos encuentros

tienen que servir como majada: que salgamos de aquí con nuevas

ideas, con nuevas semillas.

Muchas veces no somos conscientes de que estamos rodeados

de historias. Me pasa-ba a mí en mi propia casa. Mi abuelo paterno

era veterinario, por lo que mi familia por parte de padre no

era humilde, pero sí lo era la materna: a mi madre, que nació en

el año 1960, la quitaron del colegio a los catorce años para recoger

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78 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

aceituna. Muchos miembros de su familia

se tuvieron que marchar a Cataluña a trabajar

en la SEAT, a limpiar casas… Mi abuelo

se pasó seis años en Suiza trabajando, aunque

volvía para la aceituna. Sin embargo, aun

siendo tan distintas las dos familias, les unía

lo mismo: no me contaban cosas del campo

ni tampoco las historias familiares. En cambio,

cuando vieron que publicaba Cuaderno

de campo, mi primer libro, y que tenía éxito,

comenzaron a contarme historias, que me

han permitido descubrir cosas preciosas de

mi familia en relación con los animales, con

los árboles... Y yo me pregunto: qué habría

pasado si yo no hubiera creado esta especie

de cobijo, si no hubiera puesto en palabras

Cuaderno de campo, que es un libro de

poemas en el que hablo de qué significa ser

mujer en una familia de hombres, ser la primera

veterinaria, despedirme de mis abuelos,

la memoria del agro, de lo pastoril, lo

que es vivir en un pueblo, esa ligazón con los

animales… Si yo no hubiera sido escritora,

¿adónde habrían ido esas historias?

Ya sé que ahora nos estamos quitando ese

sentimiento, pero es que ha pesado mucho

el ser de pueblo, el ser pastor, el trabajar

con las manos, esas manos duras de labrar la

tierra, de ser campesino. Es hora de reivindicar

la palabra campesino. A mí me duele

saber –los que habéis leído Tierra de mujeres

lo habréis visto– que hay historias a las

que he llegado, pero hay muchas otras historias,

y mujeres que están detrás de esas historias,

de las que no sé absolutamente nada.

¿Dónde está nuestra genealogía?

Es curioso, pero yo tengo una obsesión

brutal por los árboles, no lo puedo evitar.

En mi campo, en nuestra pequeña finca,

tenemos alcornoques de doscientos y trescientos

años y cuando voy allí, voy a verlos

a todos: los que se están ya muriendo por la

edad, los que tienen nidos… Me gusta ver la

vida que hay en esos árboles. O el limonero

que hay en casa de mi abuelo, que mi padre

siempre me dice que por qué tengo esa fijación

con ese árbol si es un limonero cualquiera,

y yo siempre le contesto que no es un

limonero cualquiera, que le ha visto nacer a

él, que ha visto casarse a sus padres, tener a

sus hijos, formar una familia, que ha asistido

a todas sus historias, a todas las cenas

que han hecho en el patio, que me ha visto a

mí nacer. Siempre que voy a casa, voy a ese

limonero y le hago fotos, cojo los limones,

observo a los pájaros, a los insectos, porque

forma parte de mi familia. También me

pasa con los olivos de mi familia materna. Yo

pensaba que era la única que tenía esa fijación

con los árboles hasta que hace un año y

medio, cuando estaba acabando de escribir

Tierra de mujeres, mi padre me contó la historia

de mi tatarabuela Pepa. Era una mujer

muy independiente para la época en la

que le tocó nacer: era ella quien llevaba las

cosas del campo, todos los hijos tenían que

rendirle cuentas por la noche de lo que habían

y no habían hecho ese día en el campo,

incluso cuando ya estaban casados y vivían

en sus propias casas. Pues resulta que Pepa

también tenía una fijación por los árboles.

Ya estaba muy mayor y su alcornoque favorito

tendría unos trescientos años, y ese verano

tocaba sacar el corcho. Ella sabía que ni

el alcornoque ni ella estarían en la siguiente

saca, pues el corcho se saca cada nueve años.

Aunque no podía andar, porque estaba muy

enferma, pidió que la llevaran a ver sacar

el corcho de ese alcornoque por última vez.

No sé cómo la llevarían hasta allí, pero a mí

me resulta tan poética esa imagen de mi

tatarabuela sentada viendo cómo desnudan

al árbol. No sé si habéis visto cómo se

saca el corcho, pero si se hace bien, es algo

primitivo: el ruido de las hachas, la conexión

que existe entre las cuadrillas, el modo

de hacerlo para no dejar heridas al árbol…

Cuando pienso en ello, me pregunto cuántas

imágenes como la de mi tatarabuela Pepa

nos estaremos perdiendo.

César Javier Palacios: Además de la

imagen de tu tatarabuela viendo cómo hacen

la saca, me llega tu olor a jara y a hoguera,

porque acabas de llegar de la trashumancia.

De ese viaje que para cualquiera de nosotros

sería iniciático, inolvidable, que hiciste

sin móvil, desconectada, acompañando a un

grupo de pastores por el paso desde Jaén a la

Sierra Morena, he visto en tus redes una fotografía

que me lo dijo todo. Háblanos de ella.

María Sánchez: Siempre he acompañado

a pastores trashumantes, pero solo una

jornada, y tenía el gusanillo de pasar más

tiempo. Me hubiera encantado estar las cuatro

semanas, pero solo pude hacer el último

tramo: desde Gualadaviar de Teruel, en Ciudad

Real, hasta Vilches, en Jaén, un camino

que los pastores llevan haciendo con las ovejas

desde hace décadas. De hecho, uno de

ellos, un hombre de setenta años, me contó

que lo había hecho por primera vez a los catorce

años. En esta ocasión, bajaban tres rebaños,

dos mil quinientas ovejas en total, e

iban dos pastores con el rebaño y dos hateros,

que son los que llevan los boches.

La Facultad de Veterinaria de Zaragoza

organiza unos acompañamientos que permiten

que cada semana vaya un grupo de

alumnos con dos profesores: me parece una

invitación perfecta para acercarse al medio

rural y no podéis imaginar la emoción de

estos alumnos de veterinaria. Yo tengo la

suerte de haber crecido en un pueblo, de tener

cabras, una quesería… Pero hay gente

que no tiene esa suerte y es una oportunidad

el que se sientan pastores por unos días, que

acompañen al rebaño, preparen la comida,

el campamento, aprendan cómo encender

una lumbre y mantenerla con vida o cómo se

prepara un puchero o unas migas de pastor.

Los alumnos alucinaron, como le ocurriría

a cualquiera que tuviera esa oportunidad.

Tampoco quiero idealizarlo porque es

muy duro, la verdad. He estado una semana

sin ducharme, hace muchísimo frío, por la

mañana la cremallera de las tiendas de campaña

no se podía abrir por la escarcha, a las

seis de la tarde es de noche… Como no te

vas a meter a esa hora en la tienda, ahí es

cuando nacen las historias: encendíamos la

lumbre, hacíamos la comida, charlábamos,

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CBA Biodiversidad y comunicación 79

salían canciones... Mira que a mí me gusta caminar y acompañar

al rebaño, pero me ha gustado aún más acompañar a los hateros,

el cuidar, el preparar el campamento, la comida, encender la lumbre,

estar pendiente de los demás… Me gusta verlos como la mano

que cuida. El primer día que fui hatera, que me tocó a mí preparar

el fuego, estaba con Problemas, que era el nombre del burro

[risas], y lo primero que hizo fue acercarse al fuego, porque nos

habían tocado dos días de mucha lluvia, no paraba de llover. Me

quedo con esa imagen de que llovía sin parar y la lumbre seguía

encendida. Cuando dejó de llover y vimos las estrellas, no nos importaba

nada más: ya no llovía, se nos había secado la ropa, porque

llevábamos solo una muda o dos, e íbamos a poder caminar

seco. Esa era la felicidad.

César Javier Palacios: Toda la información que hay detrás de

este relato en el que hablas de trashumancia, de mundo ganadero,

de mundo rural, queda condensada en esa imagen. Al hablar de

cómo los periodistas tenemos que acercarnos a la gente que nos

sigue o cómo hacer llegar nuestras informaciones, nos das cuenta

de que una sola imagen no vale más que mil palabras, ¡vale más

que mil reportajes!

María Sánchez: Cuando empecé a escribir, me decían: «Muy

de campo no serás si usas Twitter». ¡A ver! ¡Que aunque estemos

en el campo, tenemos cobertura y sabemos usar WhatsApp!

Poco a poco se va rompiendo esa imagen tan horrible que tiene

mucha gente de lo que es el campo. A la trashumancia llevé conmigo

un cuaderno en el que escribí solo una palabra, porque me

parecía perder el tiempo ponerme a escribir con todo lo que me

estaban contando. A la escritora portuguesa Gabriela Llansol, una

mujer contracorriente en su época a la que ahora están empezando

a reconocer en su país, le encantaba trabajar en su jardín

con sus manos y decía que esa era su «narrativa invisible». A

mí me pasa lo mismo: cuando voy al campo con los pastores, estoy

escribiendo. Aunque no esté escribiendo con las manos, algo

se activa en mi cabeza. Y me gusta lanzar a las redes sociales una

palabra o una foto. Me gusta llamarlas destellos o semillas. A lo

mejor hay alguien que no sabe lo que es la trashumancia y googlea

la palabra, o no sabe qué

es la cañada conquense

y se pregunta dónde

está. Me gusta provocar

un pellizco, despertar

atención. Lo que persigo,

y si lo consiguiera

ya me doy con un canto

en los dientes, es que

la gente se sienta reconocida,

que sepa que

puede formar parte de

esto. Seamos de ciudad

o de pueblo, los medios

rurales son cultura y patrimonio

de todos, ya

vivamos en Madrid, en

Barcelona o en las Navas

de la Concepción,

que es mi pueblo.

César Javier Palacios:

Antes de dar voz a quienes

nos rodean en esta

lumbre virtual, háblanos

de tu proyecto Almáciga.

María Sánchez: Almáciga es el sitio donde haces germinar las

hortalizas y dejas que crezcan y cojan fuerza antes de trasplantarlas

definitivamente al huerto. En un determinado momento, trabajando

como veterinaria en el campo, y también con mi propia

familia, caí en la cuenta de que hablábamos idiomas distintos. Mi

abuela, por ejemplo, usaba palabras que yo siempre había oído,

pero empecé a escucharlas de manera diferente. Entonces me di

cuenta de que no sabía qué palabras usaban mi abuela, mi padre,

los pastores o las cabreras con las que trabajaba. Las busqué en

el diccionario de la Real Academia y vi que esas palabras no existían

o, si aparecían, figuraban con el significado no originario del

rural. Por eso decidí llamar al proyecto Almáciga, por ser un refugio

donde cobijar todas las palabras del rural —no solo del castellano,

sino de todas las lenguas del territorio—, darles fuerza y

soltarlas en los encuentros. Cuando voy a una presentación o a

una charla, echo unas poquitas y siempre llevo un cuaderno para

que la gente me regale otras palabras que trae y las compartamos.

Estamos trabajando en un libro ilustrado y también en una página

web, porque no quiero que sea un proyecto cerrado, quiero

que siempre esté creciendo, que la gente siga aportando sus palabras.

Tenemos una cultura viva brutal y no quiero que se pierda.

Si queréis, puedo soltar algunas: brétema es una palabra gallega

que significa niebla. Alpararia es una palabra de la trashumancia

que define el sistema de organización del rebaño de

ovejas en fila de dos cuando la cañada o el camino se estrechan.

Gazuza es hambre. O una de mis favoritas, galiana, que es un camino

menor de la trashumancia. Aculliar, recoger aceituna. Abar,

del euskera, la rama más fina y delgada de los árboles que se usa

para encender la lumbre. Otra es auzolan, que es la forma de trabajo

colectivo entre vecinos por el beneficio común.

En todas las lenguas del territorio, oficiales y no oficiales, existen

palabras para nombrar los trabajos comunales: creo que debemos

recuperar ese sentido de vivir en comunidad, el cuidarnos

los unos a los otros, ese ecofeminismo que has nombrado antes,

y que supone poner la vida en el centro. Hemos dejado de usar

estas palabras y de darle la importancia que tienen. Auzolan en

León se dice facendera; en Aragón o en catalán, zofra; en la huerta

valenciana se llama tornallom y significa ese ayudar al vecino, del

hoy por ti y mañana por

mí, ese intercambio de

tareas que yo siempre

reivindico, esas puertas

abiertas de los pueblos,

esos zaguanes con las

luces encendidas… En

la comunicación debemos

usar estas imágenes

de cobijo, de refugio, en

las que la gente se sienta

reconocida.

César Javier Palacios:

A pesar de todas las diferencias,

¿pueden las

redes sociales también

servir de refugio?

María Sánchez: Yo he

tenido malas experiencias

en redes, pero me

quedocon lo bueno. Gracias

a las redes he conocido

a un montón de gente

con proyectos interesantísimos

muy diversos: de

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80 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

comunicación, de recuperación de fauna autóctona, de lucha contra

la despoblación en su pueblo, o para parar macrogranjas… Ese

tejido que se crea me parece precioso.

Volviendo a la trashumancia, en este encuentro estamos hablando

de lanzar imágenes o ideas que funcionen como esas semillas que

se enganchan en los lomos de las ovejas trashumantes y germinan

a miles de kilómetros: también la comunicación puede sembrar y

transportar esas semillas, llevarlas a otros sitios donde germinen

para contar otras historias.

César Javier Palacios: El amor del hortelano se llama esa semilla

que se engancha en todas partes y que seguro que ha brotado

ya en todos los que nos están escuchando.

PREGUNTAS DEL PÚBLICO

Pregunta 1: Trabajo como periodista en contacto permanente

con el medio rural y me doy cuenta de que existe una fractura cada

vez mayor entre este y el medio urbano. En el medio rural existe

un fuerte sentido de inferioridad y el medio urbano va demasiado

rápido como para pararse a pensar. ¿Cómo se salva esa fractura?

María Sánchez: Hasta hace muy poco se hablaba del medio rural

desde el clasismo, desde el paternalismo, desde el machismo.

Siempre éramos la misma postal, simple y plana. Pensad en esos

titulares que publican los grandes

medios: «Terror rural en Galicia

por el asesinato de…». No

hay que idealizar el medio rural,

porque allí pasan cosas malas y

cosas buenas, como en todas partes,

pero ¿habéis leído alguna vez

«Terror urbano en Madrid por el

asesinato de…». No, no lo hemos

leído nunca ni lo leeremos. Creo

que va siendo hora de que nos sentemos

al mismo nivel y hablemos el mismo idioma, y para eso es

fundamental poner de las dos partes, porque también existe en

el medio rural ese paternalismo que dice: «Ah, este que viene de

la ciudad no tiene ni idea, aquí se va a morir de hambre». Hay

que quitarse esos prejuicios y ver que somos hermanos, la gente

del campo necesita a la gente de la ciudad y la gente de la ciudad

necesita a la gente del campo. Para eso es muy importante conocer

y valorar. En Tierra de mujeres pongo el ejemplo de un estudio

que hace la revista Science con niños de Inglaterra de entre tres y

once años. El estudio consiste en mostrarles cuarenta tarjetas con

Pokemon y cuarenta tarjetas con árboles, animales y plantas de

su tierra. El 80% de los niños se sabía todos los nombres de los

Pokemon, pero no llegaba ni al 30% quienes conocían las cosas

que los rodeaban. ¿Cómo vamos a cuidar, valorar, querer y proteger

lo que no conocemos?

La educación desde niños es fundamental. Yo no quiero caer en

culpabilizar a la gente de la ciudad. En mis presentaciones llevo

queso de cabra, cuento historias y alucinan; no conocen el medio

rural pero no porque no hayan querido, sino porque no han

podido. Y los que tenemos ese privilegio tenemos que contárselo

con palabras, con imágenes que puedan acercárselo. Hay que poner

desde ambos lados las ganas y la disposición para hablar, por

fin, una lengua común.

PREGUNTA 2: Muchas gracias por compartir esta lumbre. Me he

quedado con la curiosidad de saber qué palabra escribiste en tu

cuaderno durante la trashumancia. Y también quería que me dijeras

si tienes la sensación de que empieza a haber un poco de

Ha pesado mucho el ser de pueblo,

el ser pastor, el trabajar con las manos,

esas manos duras de labrar la

tierra, de ser campesino. Es hora de

reivindicar la palabra campesino.

orgullo a la hora de afirmar nuestra procedencia de campo. Mi

familia paterna es de un pueblo de León y siempre han sentido

complejo por ello. No sé si ahora ese complejo se va superando…

María Sánchez: La palabra que escribí es falsa, que es como

se llama en aragonés al desván donde se guardan las cosas del

huerto, de la tierra, de los aparejos de los animales y demás. La

apunté porque en Aragón hay muchas leyendas que cuentan que

hay duendes en la falsa, y cuando se oyen ruidos, se dice que son

los duendes de la falsa que están buscando comida. Me lo contó

el pastor mientras caminábamos con las ovejas.

Respecto a la segunda parte de la pregunta, yo soy optimista, la

gente está peleando por lo suyo. Y aunque ahora está de moda hablar

de los pueblos y del medio rural, creo que ese orgullo siempre

ha existido. Parece que esto está sobre la mesa solo desde

hace dos años, pero «Teruel existe», por ejemplo, lleva más

de veinte años luchando por su territorio. Ahora bien, es fundamental

sentirse reconocido. El regalo más bonito que me ha

traído Tierra de mujeres, que he presentado por muchos pueblos

muy diferentes al mío y ante mujeres y hombres muy diferentes

a mi familia o mis amigos, ha sido el que vengan mujeres a

decirme que ese libro lo podían haber escrito ellas, que era su

vida. Por fin se han sentido reconocidas en un libro. Y eso es

fundamental: cuando te sientes reconocida, te das cuenta de que

lo que haces importa y te sientes cobijada. Yo con eso ya me doy

por satisfecha. Esas mujeres tienen tanto que contar, tienen historias

y una cultura y un conocimiento

que llevan en las manos…

Yo he ido a la universidad, he estudiado

una carrera, pero no soy

capaz de preparar el huerto como

lo prepara mi abuela: ella guardaba

las semillas de un año a otro,

las sigue guardando, sabe perfectamente

cómo hay que preparar la

tierra y muchas cosas más. A todo

ese conocimiento que tienen escrito

en la cabeza, no en un libro, tenemos que darle valor y devolverles

así la dignidad a ellos también.

Pregunta 3: ¿Cómo explicamos a la gente la importancia de mantener

la población rural?

María Sánchez: Ahora que tanto nos preocupamos por lo que

comemos, y que está el cambio climático en boca de todos y sabemos

que hay que conservar la naturaleza, la respuesta está más

clara que nunca. Se lo digo mucho a los alumnos y las alumnas que

vienen conmigo de prácticas cuando les gusta una dehesa, cuando

se fijan en los alcornoques o ven al pastor pastoreando: eso no

está ahí porque salió de la noche al día, sino porque generaciones

y generaciones han tenido ese apego y ese cuidado a la tierra.

No sé qué vida queréis vosotros, pero yo tengo treinta años y una

vida precaria, me gustaría ser madre y no puedo por el sueldo que

tengo… Tengo la suerte de que me voy a poder ir a vivir a una aldea

de Galicia, pero tengo amigos que tienen ya cuarenta años y

se tiran el día en la oficina, perdiendo una hora o más en ir a trabajar

y comiendo mierda. La comida que comemos nos enferma.

Creo que la solución está en nuestros pueblos, en recuperar esa

forma de vida, esa colectividad, los trabajos comunales… De algún

modo lo estamos replicando en las ciudades con los grupos

de consumo, los huertos urbanos, esa iniciativa tan bonita que ha

surgido en Madrid de conocer y a los vecinos de tu escalera. Todo

eso ya existe en los pueblos y podemos aprender de ahí.

Yo también lanzaría la pregunta: «¿creéis que hay que conservar

Notre Dame o el Museo del Prado?». Pues el campo también

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CBA Biodiversidad y comunicación 81

es cultura y patrimonio de todos: no podemos dejar que se eche

a perder. Ahora, ¿qué campo queremos? Yo lo tengo muy claro:

quiero un campo diverso, feminista, sostenible. Ahora más que

nunca hay gente luchando y trabajando por algo así. Siempre que

me preguntan por proyectos más radicales e innovadores, pienso

en el campo y pienso en mujeres: mujeres recuperando razas autóctonas,

como la veterinaria Anna Gomar, en Valencia, que está

recuperando la oveja guirra y poniendo en valor su lana, que ahora

se tira aunque es de buenísima calidad. Pienso en las veterinarias

de Aragón parando las macrogranjas. ¿De verdad queréis un

campo industrializado con granjas de 24.000 vacas donde se rompe

por completo la unión territorio-animal-persona? ¿Esa es la comida

que queremos? En Andalucía, en El Ejido o en Huelva, hay

inmigrantes explotados trabajando en la fresa, sin las mínimas

condiciones decentes, en una situación horrible, y lo estamos permitiendo.

¿Esa es la despensa que queremos? ¿Queremos comer

eso? Más que nunca hay que reivindicar un medio rural vivo,

pero no cualquier medio rural, sino un medio rural sostenible,

diverso, feminista y respetuoso con la tierra. Yo veo cómo comía

mi abuela, esa autosuficiencia, ese respeto, ese cuidado a la tierra…

Tenemos unas herramientas que no tenían nuestras abuelas

ni nuestros abuelos, y tenemos el territorio, un territorio que

es la envidia de otros países de la UE, pero aquí no se hace nada.

En Francia sí se puede: tengo un amigo en los Pirineos franceses

que está recuperando una granja antigua, con treinta vacas, y va

a ser vaquero y a vivir de esas treinta vacas. ¿Aquí es posible vivir

de treinta vacas? No, aquí no. Nos tenemos que concienciar

y también los de arriba tienen que hacer las tareas. Hay que dar

facilidades y ayudar desde la Administración. No os imagináis el

maltrato que sufre y los papeles que tiene que hacer un ganadero

de extensivo para seguir adelante. Le exigen lo mismo que a una

quesería industrial, y eso es maltrato y abandono. Siempre recurro

a una frase de Paco Casero, fundador del Sindicato de Obreros del

Campo (SOC) en Andalucía, que dice que con las leyes que se hacen

parece que nos quieren echar del campo. Tenemos que hacer

leyes que tengan en cuenta a la gente del campo. Lo tenemos difícil,

es una pelea dura, pero hay muchísima gente que resiste: la

gente con la que trabajo, o los pastores, que a pesar de lo jodidos

que están y de lo que les obligan a hacer, siguen porque creen necesario

y fundamental lo que hacen. Esos pastores con los que me

fui de trashumancia no tenían por qué pasarse un mes andando,

podían haber metido a las ovejas en un camión, pero es que están

reivindicando unas cañadas que son públicas, que son caminos de

todos y no se puede permitir que se cierren con una alambrada.

Pregunta 4: Aquí estamos tres euskaldunes y ninguno conocíamos

ese sentido de la palabra abar. No tenemos apego al mundo rural,

a la naturaleza, a los que, sin embargo, tan apegado está el euskera.

Es curioso porque abar la utilizamos todos los días en el sentido de

etcétera, y no sabíamos su sentido originario, el de rama más fina y

delgada del árbol que se usa para hacer la hoguera…

María Sánchez: A mí me encanta Bernardo Atxaga y uso una

frase suya en Tierra de mujeres: «Un día estuvimos vivos aquí, estuvimos

aquí». O sea, que aunque no estemos nosotros quedaran

las marcas en el paisaje, en el territorio. El origen de los parques

naturales se debe a los rebaños trashumantes y a esos ganaderos

extensivos y pastores que ayudaron a mantener esa diversidad, a

conservar el paisaje y el territorio. Casualmente, el día antes de

empezar la trashumancia, estaba leyendo una compilación de artículos

de Atxaga en la que contaba que, en euskera, a Venus, que

es la señal para los pastores para volver a casa por la noche, se la

llama Artizaga, «la estrella de las ovejas». Soy del sur, pero siento

estas palabras muy mías.

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82 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

La defensa de un modelo económico «ineficiente, criminal, caníbal y desigual» y la miopía

con la que nos relacionamos con el planeta nos ha llevado a alterar el 75% de la superficie

terrestre. Las consecuencias de esta alteración son, entre otras, los casos de zoonosis, como

el COVID-19. Andreu Escrivà, doctor en biodiversidad y autor de los libros Aún no es tarde:

claves para entender y frenar el cambio climático (PUV, 2018) y Y ahora yo qué hago: cómo

evitar la culpa climática y pasar a la acción (Capitán Swing, 2020), aboga en este artículo

por devolver a la vida salvaje los espacios que le hemos robado.

DE LA DOMINACIÓN A LA CONVIVENCIA:

EL ESPACIO DE LO SALVAJE EN EL SIGLO XXI

ANDREU ESCRIVÀ

«Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra

semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar

y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra y

todos los animales que se arrastran por el suelo».

Génesis 1:26

Zona de exclusión de Chernóbil, Ucrania. Fotografía Artic Cynda, 2019, CC BY-SA 4.0

Leyendo esta cita de la Biblia se puede apreciar que no hemos cambiado

tanto en los últimos miles de años, ¿no? Seguimos usando a

los animales –y también las plantas, algo que se le olvidó mencionar

a Dios– para nuestro disfrute. Los sometemos sin piedad, convencidos

de una superioridad otorgada por la divinidad. Como en

1997 sintetizaron el ecólogo Peter M. Vitousek y sus colaboradores

en uno de los artículos más famosos de la ecología, «La dominación

humana de los ecosistemas terrestres», resulta evidente que

vivimos en un planeta bajo el yugo del Homo sapiens. Ya entonces

los principales indicadores así lo apuntaban: se fijaba más nitrógeno

debido a la actividad humana que a procesos naturales; entre

el 33 y el 50% de la superficie terrestre había sido transformada

por la acción humana; usábamos más de la mitad del agua dulce

accesible. Esos, entre otros síntomas. Veinticinco años después

de que se compilasen esos datos los superamos con creces. Hemos

pasado de 280 a 415 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono

en la atmósfera (tal vez parezca poco, pero es muchísimo: la

concentración era de 362 ppm cuando se escribió ese artículo). La

alteración humana ha llegado ya al 75% de la superficie terrestre,

lo que quiere decir que perturbamos sitios en los que ni siquiera

hemos estado. Si pusiéramos en una báscula gigantesca a todos los

mamíferos del planeta, los seres humanos y el ganado, nosotros

y los habitantes de nuestras granjas sumaríamos el 96% del peso

total: los mamíferos salvajes solo representan hoy el 4% de la biomasa.

El 70% de las aves que existen hoy en día tienen una única

función: servirnos de alimento. Nos comemos 60.000.000.000

de pollos al año. Sí, has leído bien: sesenta mil millones.

Quizás te has mareado un poco con tantas cifras. No te preocupes,

porque a mí me pasa lo mismo. Te las resumo en una frase

y un número: estamos devorando el planeta y el espacio vital de

cuantos seres lo habitan. El número es el 6, porque hemos provocado

(ya está en marcha) la sexta extinción masiva de la historia

de la vida, que abarca centenares de millones de años. Las tasas

de extinción son actualmente entre cien y mil veces superiores a

las normales en los periodos de estabilidad. Y no es un proceso

que esté sucediendo solo en una parte del mundo, es síncrono y

global. ¿Cómo lo estamos haciendo? O bien los expulsamos de

su casa, o se la llenamos de contaminantes, o nos los comemos, o

los esclavizamos, o los matamos porque pensamos que nos perjudican.

Estamos actuando como si nuestra civilización pudiese

mantenerse en el vacío. Como un equilibrista que quiere hacer

un truco con la cuerda y para ello la corta, sin darse cuenta de que

caerá irremediablemente a una pista sin red.

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CBA Biodiversidad y comunicación 83

Hablamos mucho de cambio climático, y debemos hacerlo,

pero este es solo el síntoma de una civilización grotescamente

glotona, de un sistema económico ineficiente, criminal, caníbal

y desigual, de la miopía galopante con la que miramos aquello que

nos mantiene en pie. La pérdida de biodiversidad es quizás la mejor

muestra de ello. Durante demasiado tiempo hemos confundido

ecosistema con territorio más o menos verde; especie valiosa con

peluche en las tiendas y programa de televisión propio; protección

con pintar un mapa de verde; conectividad con infraestructura, y

contaminación con progreso. Y mientras, confundidos, seguíamos

dando bocados a la biosfera, excretábamos únicamente un desierto

gris. No niego el progreso material, cultural y social de la humanidad;

al contrario, lo celebro. Pero esto va de que seamos capaces

de darnos cuenta de que las recetas que nos han traído hasta aquí

ya no valen. Que la magnitud de los cambios es tan descomunal

que está deformando la geografía de la vida y constriñendo las posibilidades

de futuro. Por ello le hemos dado un nuevo nombre a

esta época, tan abruptamente diferenciada de aquellas en las que

los humanos no habíamos colonizado el planeta. La hemos llamado

Antropoceno, la época humana. Ya no estamos en el Holoceno,

con sus apacibles temperaturas de periodo interglacial,

sino en terra incognita. Las balizas que la marcan son la subida de

temperaturas, el plástico, las pruebas nucleares..., e incluso los

huesos de pollo, los más abundantes del mundo y que permanecerán

durante mucho tiempo en el registro fósil. Nos hace falta,

ahora más que nunca, una brújula.

La naturaleza necesita espacio, pero no cualquier espacio. «No

es lo mismo conducir que conducir», decía un famoso anuncio de

coches de hace años. No vale que esté emponzoñado, que lo cortemos

a cuchillo y fragmentemos, que desarrollemos actividades

extractivas para las que nos molesta la fauna autóctona.

¿Que ya no existe naturaleza prístina? Queda poca, es cierto.

Muy, muy poca en la Península ibérica, de hecho. Algo más en algunas

partes remotas del mundo. Pero ¿acaso eso debería ser una

excusa para no pensar en devolverle parte del espacio que le hemos

robado? ¿Acaso la historia de la vida y de los paisajes no va mucho

más allá de los doce mil años del Holoceno? Sorprende siempre

la voluntad más tradicionalista que conservacionista de algunos

gestores ambientales, más preocupados por mantener cotos de

poder y relevancia que en pensar cómo debe ser la realidad biológica

y territorial del siglo más crucial de nuestra historia. La naturaleza

no tiene tradiciones, tampoco una espina dorsal trazada

con escuadra y cartabón. Segmentar la realidad en parcelas cuadriculadas

siempre conduce a la incomprensión, porque la vida

es dúctil, permeable e imprevisible.

Quienes se rebelan frente a esta visión de retornar espacios a

la vida salvaje, que cristaliza en la llamada resalvajización o rewilding,

suelen tener una visión extractivista de la naturaleza o bien

albergan una concepción bucólica y distorsionada de la relación

entre nuestra especie y su entorno, lo suficiente como para no entender

la necesidad de hacer las cosas de otra forma. Al más puro

estilo utilitarista de la tradición judeocristiana, para muchos de

ellos la palabra sostenibilidad solo incluye la vertiente de poder seguir

extrayendo recursos de forma sostenida; en qué estado quede

el entorno es secundario. Con afán paternalista (¡la naturaleza nos

necesita!), claman por la gestión como única forma de preservar la

biodiversidad, incapaces de entender los mecanismos subyacentes

a la realidad ecológica; no digamos ya de maravillarse ante ellos.

Llegan incluso a plantear el absurdo lógico de que la agricultura

–¡o la caza!– mejora el ecosistema. Cierto: hay formas de cultivar

que disminuyen su impacto en el entorno. Y sí, somos muchos y

debemos comer, así que la agricultura es necesaria; eso nadie lo

pone en duda. Pero no vendamos como victoria aquello que es,

simplemente, una pérdida menor, aunque necesaria.

La visión del Génesis, inserta en casi todas las épocas y sociedades

–incluso en la URSS, decidida a realizar enormes proyectos

de transformación de su propia geografía–, se apoya en un error de

base fundamental. No existe un «nosotros y la naturaleza»; es nosotros,

la naturaleza. La excepcionalidad humana es un espejismo.

Los seres humanos nacemos, vivimos y morimos en sistemas ecológicos

interdependientes, aunque seamos capaces de mantener

la ilusión de que ya no necesitamos nada de la naturaleza, más allá

de cosechar sus frutos. Aunque parezca una obviedad de parvulario,

conviene recordar que necesitamos respirar, beber, comer y

eliminar desechos, aunque hoy en día muchos urbanitas asuman

que la comida se materializa en los supermercados y la basura se

Caballos salvajes en la Zona de exclusión de Chernóbil. Fotografía Solar Olga, 2016, CC BY-SA 4.0

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84 Biodiversidad y comunicación MINERVA 35.20

vaporiza en los contenedores. O empezamos

a funcionar como un todo o seguiremos recorriendo

el camino del colapso.

La pandemia de la COVID-19 nos ha

mostrado, con dolorosa claridad, qué pasa

cuando nos olvidamos de todo esto. Cuando

pensamos que basta con preservar algunos

parches dispersos de bosques o marjales.

Cuando cortamos con hacha las redes tróficas

que sustentan la vida salvaje. Cuando

vamos quitando tornillos al coche que estamos

conduciendo. Uno, no pasa nada. Dos,

tampoco. Al tercero se oye un traqueteo. Y

al vigésimo se rompe la suspensión y tenemos

un accidente. ¿Era ese tornillo la pieza

fundamental que mantenía unido el vehículo?

No, por supuesto: sencillamente habíamos

quitado ya diecinueve tornillos y,

como no pasaba nada, hemos seguido haciéndolo.

En la realidad física y biológica del

planeta existen límites, umbrales que si se

sobrepasan producen cambios no lineales.

Por eso es crucial mantener a raya el calentamiento

global y que no pase de 1,5º C. Y por

eso debemos evitar que los ecosistemas colapsen

y sobrepasen puntos de no retorno.

Porque, una vez lo hagan, ya no sabemos volver

atrás. ¿En qué congelador gigante ponemos

a Groenlandia si se funde? ¿Con qué

manguera kilométrica regamos el Amazonas

si se transforma en un bosque seco a causa

de la subida de las temperaturas? Como las

puertas de salida de los aeropuertos, que no

permiten volver atrás, los cambios profundos

de nuestro planeta son irreversibles en

tiempo humano, algo que debemos ser capaces

de entender para actuar ya.

Y para evitar futuros apocalípticos no hay,

claro está, receta mágica. Pero sí una premisa

fundamental: la vida salvaje está embutida

en un cuarto terriblemente estrecho,

sin luz y sin alimento. Tenemos que abrir

la puerta y ofrecerle más espacio de la casa

común que es la Tierra. Debemos cambiar

nuestra presencia en el territorio, replegándonos

allí donde sea posible. Tendremos debates

encendidos sobre la intensificación

de procesos industriales y agrícolas –lo que

se ha venido a llamar ecomodernismo–, sobre

si debemos o no prepararnos para el colapso

o la adaptación profunda, o adónde nos

lleva la transición ecológica que, al fin y al

cabo, es solo eso: un tránsito de un sitio a

otro del cual aún desconocemos el destino

final. Pero todo ello deberá hacerse con la

consciencia irrevocable de que la época de

expansión sin límites ha terminado. De que

quitarle espacio a la vida salvaje es quitárnoslo

a nosotros, además de jugar a una peligrosa

lotería, la de las zoonosis como el

coronavirus actual.

Hace apenas unas semanas el mundo

se sorprendía ante la posibilidad de vida

en Venus, supuestamente detectada a través

de compuestos químicos de su atmósfera.

Pruebas parciales y muy débiles, pero

que llenaron portadas. Y es que el descubrimiento,

de confirmarse, sería un hallazgo

fenomenal que quedaría para siempre en los

libros de historia. Al fin y al cabo, no conocemos

otra vida que la que nos acompaña

en esta nave espacial que llamamos Tierra.

Es por ello que deberíamos recuperar la capacidad

de maravillarnos y asombrarnos,

como predicaba Rachel Carson. La historia

de la vida es fascinante, una apabullante

cornucopia de formas y seres, de ramificaciones

y calles sin salidas, de triples saltos

mortales de la evolución. Nos ha tocado la

lotería cósmica de estar aquí y ahora, de ser

y compartir espacio con la más maravillosa

de las casualidades de la termodinámica y la

química orgánica. Aprendamos a entender y

amar la vida que nos rodea, porque solo así

la dejaremos respirar.

He empezado este artículo con una cita de

la Biblia. Me gustaría acabarlo con otra de

Carl Sagan, quizás el mejor divulgador científico

del siglo pasado. Sagan, a diferencia

de Stephen Hawking, tenía muy claro que

nuestro planeta es irreemplazable. Frente

a las profecías de ciencia ficción del astrofísico,

que fantaseaba con la colonización

de Marte en el corto plazo, Sagan proclamó

la belleza y la singularidad de la Tierra, el

único sitio con vida del universo conocido.

Mira de nuevo ese punto. Eso es aquí.

Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros.

En él todos a quienes amas, todos de

quienes alguna vez oíste hablar, todos

los seres humanos que alguna vez fueron,

vivieron sus vidas. […] No hay quizás

mejor demostración de la locura de

la arrogancia humana que esta distante

imagen de nuestro minúsculo mundo.

Para mí, subraya nuestra responsabilidad

de tratarnos mejor los unos a los

otros, y de preservar y querer ese punto

azul pálido, el único hogar que jamás

hemos conocido.

Señal de peligro de radiación en la Zona de exclusión de Chernóbil, Ucrania. Fotografía Artic Cynda, 2019, CC BY-SA 4.0

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C C C

C C C

HUMANIDADES

DIGITALES

RETOS DE LA COMUNICACIÓN

INNOVACIÓN SOCIAL DESDE LAS ARTES Y HUMANIDADES

PATRIMONIO Y TURISMO

ARTES Y HUMANIDADES + SALUD

ARTES Y HUMANIDADES + EMPRESA

CIENCIA Y ARTE

CÍRCULO DE BELLAS ARTES 20 MAYO 2021

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86 javier paxariño MINERVA 35.20

La de Javier Paxariño (Granada, 1953) es una trayectoria amplia y versátil. Miembro fundador

de Radio Tarifa, entre otros proyectos con músicos nacionales e internacionales, es el director

del ciclo Cartografías sonoras que se ha celebrado por segundo año consecutivo en el CBA. Su

objetivo: reducir la distancia entre el escenario y el patio de butacas al mostrar «una de las

partes más ocultas y también más íntimas de los músicos: sus procesos de creación».

LO QUE NO SE VE NI SE OYE

ENTREVISTA CON JAVIER PAXARIÑO

SONIA FRÍAS

Germán Díaz, fotogramas de su vídeo Método cardiofónico

El ciclo Cartografías sonoras nació en 2019 con la

intención de reducir esa distancia entre el escenario

y el patio de butacas que es, en ocasiones,

abismal. Para el público, intentar aproximarse a las

técnicas, las inspiraciones y los diseños artísticos

de los músicos implica un complejo ejercicio intuitivo

motivado por la curiosidad. En cada sesión de

este ciclo coordinado por Javier Paxariño, los músicos

comparten con los asistentes su trabajo diario

en el estudio y la elaboración de los mapas sonoros

que constituyen sus signos de identidad. Y donde

también muestran, mediante ejemplos musicales,

las principales técnicas e instrumentos que emplean.

Y, todo ello, en un contexto interactivo en

el que los asistentes pueden consultar sus dudas

acerca de los temas tratados.

Minerva ha estado conversando con Paxariño,

cuya obra bien podría constituir, a su vez, una cartografía

sonora, como cabe deducir de la leyenda

que aparece en su reciente Raíces y alas (2019),

álbum con el que conmemora sus treinta años de

carrera musical: «durante toda mi carrera he tratado

de configurar un universo sonoro para compartirlo

con los demás». Saxofonista y especialista en instrumentos

de viento, pionero de la música de fusión

y estudioso de las tradiciones mediterránea y peninsular,

Paxariño ha dedicado gran parte de su carrera

a componer música inspirada en fuentes de raíz ibérica,

volcando su creatividad en la fusión y el mestizaje

en clave de jazz. En su repertorio, encontramos

música de las tres culturas, ráfagas balcánicas, ritmos

arrebatadores entre el funk y la psicodelia, bulerías,

tanguillos…, todo ello interpretado con la

sabiduría de uno de los grandes músicos de España.

Su trayectoria es amplia y versátil, con multitud

de colaboraciones con artistas del panorama nacional

e internacional. Entre otros muchos proyectos,

ha sido miembro fundador de Radio Tarifa y ha

colaborado con Kevin Ayers, Miguel Ríos o Joaquín

Sabina. Destaca también su colaboración con el

compositor Alberto Iglesias para las bandas sonoras

de las películas Vacas, El jardinero fiel y Cometas

en el cielo (las dos últimas nominadas al Oscar a

la mejor banda sonora), su música para Exodus, de

Ridley Scott, y para Katmandú, de Icíar Bollaín; esta

última, junto al compositor francés Pascal Gaigne.

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CBA javier paxariño 87

¿Cómo se plantea la próxima edición de Cartografías sonoras?

La intención es recoger lo aprendido en todas las experiencias

que hemos tenido y, con ese bagaje, explorar nuevas cartografías

sonoras. Pretendemos conocer artistas que realmente hayan desarrollado

un trabajo interesante en sus carreras musicales. En

general, se mantendrá el formato habitual, que es de conciertoconferencia,

donde el artista habla de su mundo sonoro, de su

mundo artístico. Es una manera de entrar en el taller creativo y

en el taller mental del artista, de saber por qué hace lo que está

haciendo y de escucharle hablar de su trayectoria, de cómo ha llegado

a configurar esa cartografía sonora personal.

Por el ciclo han pasado artistas tan

peculiares como Fátima Miranda,

Germán Díaz o Marcelo Moguilevsky,

que son tres espíritus creativos

completamente distintos, pero que

entran en ese esquema de la creación

y el formato que queríamos explorar.

Se trata de entrar en el lado más íntimo del artista.

Justamente. Averiguar qué aspectos son los que le han inspirado.

Exponer, sencillamente, cómo se ha hecho una composición, qué

es lo que hay detrás de lo que se escucha. El formato interactivo facilita

esto, porque el público, en cualquier momento, puede hacer

preguntas. Es un encuentro con el oyente que quiere ir un poco

más allá del producto final de un artista, que desea entender por

dónde navega a la hora de ir creando. Tengo que decir que los asistentes

han sido excepcionales durante todas las sesiones, siempre

absolutamente respetuosos, escuchando al artista e interviniendo

con preguntas adecuadas e interesantes.

Otra de las claves de Cartografías es la variedad de músicos,

su ausencia de límites.

Por el ciclo han pasado artistas tan peculiares como Fátima Miranda,

Germán Díaz o Marcelo Moguilevsky, que son tres espíritus

creativos completamente distintos, pero que entran en ese

esquema de la creación y el formato que queríamos explorar. El

mismo concepto de cartografía es bastante abierto. Porque realmente

lo que ellos vienen a explicar es su línea de sombra, para

decir justo lo que no se ve, y eso es lo importante. El resultado es

equivalente a hacer una fotografía 3D del artista. De modo que,

al ser el objetivo de Cartografías el de indagar en su trabajo, cabe

cualquier tipo de estilo. Eso sí, los criterios de selección de los

intervinientes siempre han sido escrupulosos. Hasta ahora han

venido artistas que tienen una trayectoria a sus espaldas, que despiertan

grandes expectativas y cuyo discurso artístico musical nos

ha parecido interesante.

¿Tenemos ya alguien confirmado para esta edición?

Este año, sobre el planteamiento que tenemos, queremos combinar

nuevos creadores muy activos en las redes con gente de trayectoria

más dilatada. Además, este año la novedad es que vamos

a poner en valor a artistas que, en principio, habitan un mundo

un poco más asequible dentro de la creación artística. Por hablar

de nombres concretos, probablemente tengamos de invitado a

un músico de gran prestigio y calidad como es Javier Ruibal, que

cuenta con una trayectoria extensa y tiene mucho que decir, ya

que ha sido una persona reivindicativa tanto en el plano artístico

como socialmente. También tenemos intención de recuperar

una sesión que quedó pendiente en la anterior edición debido

al confinamiento. Se trata de Efrén López, un gran virtuoso y conocedor

de las músicas del Mediterráneo, especialmente de sus

instrumentos de cuerda.

sonora y eso te acerca de manera especial al talento creador

de los músicos invitados. ¿Qué te aporta a ti, en tanto que

músico, Cartografías sonoras?

Siempre me ha preocupado lo que hay detrás de lo aparente. Eso

es un concepto ampliable a cualquier aspecto de la vida, pero en

el caso del arte me parece especialmente interesante. Qué hay detrás

del creador que está haciendo lo que yo estoy percibiendo. Se

trata, pues, de intentar ir más allá, de que el artista revele el mapa

que nos permita entender con más precisión quién es. A mí, como

artista, es algo que me encantaría mostrar, exponer cuáles eran

las fuentes y el objetivo del jardín sonoro que construí en su momento.

Así pues, me parece un lujo el tener la oportunidad de ayudar

a desvelar todo eso durante cada sesión de este ciclo.

Además de un halago, ¿no? Porque los músicos creáis productos

sonoros que todos consumimos y nos alegran momentos, pero

solo os vemos a través de lo que son vuestros productos, incluso

en el escenario. Desgraciadamente no se suele ir más allá.

Es verdad. Cuando el público mira al artista en escena, lo que ve

es la imagen que cada uno construimos de él. Hay una parte de interpretación

muy subjetiva en cada oyente. El arte sugiere más que

cuenta y, por eso es tan interesante hacer esa exégesis del artista.

Es también una oportunidad para ambos, el poder dar lugar a ese

descubrimiento. Y eso es lo que hacemos en Cartografías sonoras.

Cuando investigas un poco a los músicos que te interesan, puedes

averiguar con quién ha hecho tal cosa, si ha colaborado con

alguien e incluso detalles de su vida personal, pero sobre su manera

de crear se sabe muy poco. Es una de las partes más ocultas

y también más íntimas de los músicos. Me imagino que también

de otros artistas, pero quizá especialmente de los músicos, por esa

tendencia que tenemos los amantes de la música de hacer nuestras

Fátima Miranda durante una actuación en el CBA

Eres, desde el inicio, el coordinador y moderador de las sesiones

de Cartografías sonoras. Sin duda, tu condición de

músico genera una cercanía y una afinidad que enriquecen

cada sesión, ya que tú también tienes tu propia cartografía

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88 javier paxariño MINERVA 35.20

las canciones que nos emocionan y situarlas en nuestras vivencias personales, más allá

de la inspiración del compositor. Es una perspectiva muy generosa de la obra musical.

Por otro lado, me parece muy importante destacar que en Cartografías sonoras siempre

hemos tenido músicos que son autores de su propia obra y no intérpretes de obra

ajena. No queremos hacer simples semblanzas de intérpretes más o menos excelentes.

Sin desmerecer a nadie, por supuesto, pero para el ciclo creemos que es más interesante

un artista que tiene un mundo creativo propio, que tenga vocación de compartir el arte

que genera. Yo, como músico, creo en el arte compartido y no puedo hacer una composición

y meterla en un cajón. Realmente soy poco amigo de consumir la música, entendido

de manera literal el concepto de consumo, porque para mí el arte no puede tratarse

como un consumible, ya que tiene ciertos componentes espirituales que tienen más que

ver con las emociones, con un mundo interno que tenemos cada persona. Cuando compras

un disco, lo que estás comprando en realidad es un momento de felicidad, un momento

de ensoñación, y cada uno tendrá su propia lectura.

Como músico, también pienso que es un privilegio poder hacer una actividad

como Cartografías sonoras en un sitio como el Círculo de Bellas Artes; realmente no

hay muchas actividades que se le parezcan. En ocasiones se hacen monográficos sobre

un artista, pero no se ofrece esta oportunidad ni se enfocan desde este mismo

punto de vista, sino que muchas veces se usa más lo anecdótico. Nosotros no descartamos

la anécdota porque también queremos que sean unas sesiones amenas,

pero vamos mucho más allá, procurando conectar con algo más esencial del artista.

© Sonia Frías, 2020. CC-BY-NC-SA 4.0

Ciclo Cartografías Sonoras I y II

06.03.19 > 27.03.19

Participantes Ismael Peña • Fátima Miranda • Luis Delgado • Germán Díaz

04.03.20 > 25.03.20

Participantes Suso Saiz • Marcelo Moguilevsky

DireCCión Javier Paxariño

Organiza CBA

Marcelo Moguilevsky acompañado por Javier Paxariño en el ciclo Cartografías sonoras

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CBA EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA 89

Nicolás Combarro, artista visual y cineasta, y Marta Ramos-Yzquierdo, comisaria

independiente, profesores ambos en la Escuela SUR de Profesiones Artísticas, revisan,

casi treinta años después de su celebración, una de las exposiciones más especiales

que han tenido lugar en el CBA: El sueño imperativo.

EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA

REFLEXIÓN EN TORNO A LA ACTUALIDAD

DE LAS PROPUESTAS DE EL SUEÑO IMPERATIVO

NICOLÁS COMBARRO • MARTA RAMOS-YZQUIERDO

Del 22 de enero al 3 de marzo de 1991 prácticamente

todos los espacios del Círculo de

Bellas Artes de Madrid se vieron afectados

por una operación que quería desplazar de

manera crítica sus significados en relación

a su contexto: sus espacios, su arquitectura,

pero también su realidad como sede de una

institución situada en una ciudad que respondía

a determinadas políticas culturales,

económicas y sociales. La exposición

El sueño imperativo, comisariada por Mar

Villaespesa y con BNV Producciones como

colaboradores, convocó a doce artistas en

esta labor de reflexión a través de sus prácticas

formalizadas en sendas intervenciones.

Francesc Abad, Terry Berkowitz, Chris

Burden, Kevin Carter, Chema Cobo, Thomas

Lawson, Rogelio López Cuenca, Juan Luis

Moraza, Pedro G. Romero, Nancy Spero,

Francesc Torres y Krysztof Wodiczko formaban

este grupo heterogéneo al que unía una

forma de plantear obras desde una «ética de

la resistencia», como se denomina en el catálogo

de la muestra.

su capacidad de ser territorio para el desarrollo

de un «ojo con conciencia». En palabras

de Richard Sennett en el texto que

abre el catálogo, «el poder de la palabra o

el poder del ojo están en función de una

facultad crítica. (…) entender cómo puede

adquirirse la experiencia de complejidad

dentro del medio urbano mediante el poder

de interpretación visual…».

¿Cuál era este contexto? La España de 1991

se enfrentaba a una situación que Villaespesa

anunciaba en el artículo «Síndrome de

mayoría absoluta», publicado en la revista

Arena Internacional 1 (1989). En él analizaba

la asunción eufórica de la democracia como

una verdad universal e incuestionable (no

como concepto, pero sí en sus formas) que

evitaba una visión crítica y, por ello, minaba

la capacidad de diálogo constructivo con la

historia pasada y la realidad contemporánea.

El mito de lo internacional como valor

de éxito adoptado en varios campos, fundamentalmente

el cultural, hizo que durante

la década de 1980 los modelos copiados no

respondían a las necesidades de un país

que intentaba estar a la altura de las vivencias

posmodernas. España ni siquiera había

sido moderna, truncadas todas las vanguardias

por la Guerra Civil y la dictadura: los

Nancy Spero durante la preparación de Minerva, Sky Goddess, Madrid, en la azotea del CBA.

El sueño imperativo, 1991. Fotografía Miquel Bargalló

«Todas las obras (…) están fundamentadas

en cuestiones, en preguntas» que plantean

las contradicciones y abren el diálogo a diversas

posibilidades de ideas de cambio, un

cambio que se presentaba, y aún lo hace,

como imprescindible. Se puede reconocer

en las prácticas allí reunidas –artísticas,

pero también curatoriales, de edición, programación

y producción– una búsqueda

del resquicio como lugar para la acción y

la provocación, para poder insertar dentro

del sistema (el del arte, pero sobre todo

su extensión como parte del «alto capitalismo»

de aquellos días) las preocupaciones

por un contexto en el que se diluía la

condición del otro, la urbe como escenario

social, la historia, su memoria y, por tanto,

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90 EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA MINERVA 35.20

intelectuales, o murieron o se exiliaron o

fueron acallados, negándose y persiguiéndose

la posibilidad colectiva de cualquier

pensamiento crítico dialéctico, como bien

describen Jorge Luis Marzo y Patricia Mayayo

en Arte en España 1939-2015. Ideas, prácticas,

políticas (Cátedra, 2015). En relación

al arte, el modelo de éxito, como sinónimo

de aquello que produce una imagen exportable,

debía encajar en los criterios de mercado/institucionalidad

hegemónica exterior

y, para ello, se revestía de una apariencia

formal y estética internacional, convirtiéndose

sobre todo en una herramienta de gran

utilidad para los nuevos gobiernos democráticos.

Esta situación, ya a finales de la

década, empezaba a vislumbrarse como un

espejismo. Es el fenómeno que, en su artículo,

Villaespesa plantea como el fin del

«síndrome de mayoría absoluta» en lo político,

en referencia a las formas y políticas

del PSOE, partido ganador sin cuestionamientos

desde las elecciones de 1982, y su

versión análoga, el «síndrome de ser descubierto»

en lo artístico, con artistas que no

conseguían articular una escena que cuestionara

esta realidad ni unas políticas culturales

que permitieran tejer una escena con

posibilidad real de acción.

La necesidad de repensar la relación entre

el arte y la sociedad española contemporánea,

así como el papel del artista desde un

punto de vista crítico y una fuerte presencia

teórica en sus planteamientos, estuvo

presente en otras iniciativas expositivas de

esos años: Fuera de formato, en el Centro

Cultural de la Villa, en 1983, las exposiciones

de José Luis Brea Antes y después del entusiasmo

1972-1992 (Feria Internacional de

Arte de Holanda, Ámsterdam, 1989), Iluminaciones

profanas (Arteleku, San Sebastián,

1993) y El punto ciego. Arte español en los

años 90 (Kunstraum Insbruck, 1998-1999)

o la muestra comisariada en 1990 por Javier

Maderuelo Madrid. Espacio de interferencias,

en el propio Círculo de Bellas Artes, entre

otras. Su importancia ha sido ya tratada

en las revisiones realizadas en el CGAC de

Santiago de Compostela en [Ex]posicións críticas.

Discursos críticos na arte española 1975-

1995 (2017), o A través de la arena, en Azkuna

Zentroa, Bilbao, Artium, Vitoria, y Centro

Centro Madrid (2019-2020). También se

han analizado en los textos teóricos de Jorge

L. Marzo y Patricia Mayayo Arte en España

(1939-2015)…, Disputas sobre lo contemporáneo.

Arte español entre el antifranquismo y

la postmodernidad, de Juan Albarrán (Producciones

de Arte y Pensamiento / PROAP,

2019), en la revista Concreta #06 (otoño

2015) o en el Simposio Internacional de

Comisariado «El ensayo de la exposición

(1977-2017)», organizado por Bulegoa Z/B y

Azkuna Zentroa en 2019, entre otros foros.

El sueño imperativo se plantea como una respuesta

a la coyuntura del Estado español

con seis retos principales: evitar esteticismos

inocuos, evitar el seguimiento de modelos

culturales ajenos, trabajar desde el

concepto de memoria colectiva como motor

para un cambio social, discutir la viabilidad

de una obra crítica en una sociedad

capitalista y las posibles actitudes de los artistas,

tanto ante la crisis ideológica como

ante las «estrategias domesticadas» por

el sistema. Para ello se establecieron una

serie de diálogos.

El primero, con seis artistas extranjeros

pertenecientes a la escena neoyorquina.

Se buscaba ir al «corazón de la bestia», la

ciudad referente del modelo de mercado

impuesto por Estados Unidos después de

la Segunda Guerra Mundial. Estos artistas

no estaban llamados únicamente a crear un

marco para un paisaje, sino que respondían

a las discusiones del contexto crítico

que, desde allí, cuestionaban las formas de

producción y distribución del arte. Por ello,

la invitación conllevaba una investigación

y un análisis para la realización de nuevas

intervenciones, excepto en el caso de Burden,

que fue la única obra no creada exprofeso

para el Círculo.

En segundo lugar, la selección era intergeneracional,

fomentando la conversación

entre contextos pensados también

como tiempos y no solo como espacios

(procedencias geográficas). Villaespesa los

agrupa en cuatro generaciones que realizan

un arco temporal desde ideas trabajadas

a partir de los años sesenta hasta aquel

momento, pasando por un expresionismo

entendido como acción (Spero), la experimentación

como método y la experiencia

como discurso (Burden, Berkowitz, Torres,

Abad y Wodiczko), la iconoclastia lúdica

(Lawson y Cobo) hasta la deconstrucción

de la realidad (Moraza) o la relectura del

«agit-prop» (López Cuenca, Carter o Pedro

G. Romero).

Otra de las preocupaciones que concernían

a todos los involucrados en el proyecto era

la capacidad del arte para formalizar «la

articulación o visualización de modo metafórico

de la fragmentación, de la disolución

del sujeto, del intento de búsqueda o

señalización del Otro». En todas las obras

se implementan estrategias que se oponen

a los límites que el poder impone; un control

que, entre otras finalidades, tiene la

marginalización de lo que no se pliega a

sus parámetros, de la alteridad, desde una

concepción etnocéntrica del mundo (y

nada global, muy propia de concepciones

nacionalistas). De esta forma, a diferencia

de las acciones realizadas en la década de

los setenta, en las que se quería colocar el

arte como un lenguaje al margen, estos artistas

no buscan «estar fuera», sino poner

la atención en lo marginal desde dentro del

sistema. Resaltar la diferencia se convertía

en una tentativa de «desar-ticular las

estructuras de poder que moldean nuestra

y vida nuestra percepción del mundo».

En los meses previos y justo durante la inauguración,

la agenda nacional e internacional

se centraba en los sucesos de lo que

sería la primera Guerra del Golfo. Y estas

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CBA EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA 91

noticias, por la propia naturaleza de la propuesta, se filtraron

en la inauguración y en las actividades de encuentro y debate en

torno a ella. Wodizcko pidió añadir unas imágenes a su proyección

sobre el Arco de la Victoria, al final de la calle Princesa, y

dibujos, eslóganes y pequeñas intervenciones se añadieron en

los muros con mensajes antibélicos. Era una acción como reacción

a un giro de la actualidad, al mismo tiempo totalmente

relacionado con la concepción de la idea de progreso y de historia

que se compartía en El sueño imperativo: la historia ni es

estática ni es legitimadora; por tanto, el presente se debe reevaluar

continuamente.

La posibilidad que esta exposición brindó a los artistas fue la de

introducirse y atravesar la arquitectura de la institución que los

acogía. Tanto en sentido metafórico como físico, las intervenciones

de cada autor buscaban cuestionar y activar espacios expositivos

y, por tanto, públicos, y espacios privados, ya fuesen centros

de decisión o de funcionamiento interno. Ejemplos de ello fueron

la intervención de Pedro G. Romero, que ubicó una bandera

de España, a modo de cortina, flanqueando la entrada del ascensor

reservado a los socios, o el aura postiza que añadió a los retratos

institucionales del rey Juan Carlos. La propuesta de Juan Luis

Moraza abrió por primera vez al público la Sala de Juntas, con un

Chris Burden, Samson, instalación en el vestíbulo del CBA para El sueño imperativo, 1991. Cortesía de Mar Villaespesa. Fotografía Miquel Bargalló

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92 EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA MINERVA 35.20

conjunto en el que reflexionaba sobre la idea de compromiso y su modelo patrón (normativizado):

entre otros elementos, uno de los puestos de la mesa era sustituido por una

escultura de plata, platino e iridio (mismos materiales que la barra de metro patrón),

además de activarse una alarma ante la proximidad de alguien que pretendiese sentarse.

Samson, la pieza de Chris Burden, creada originalmente en 1985, estaba pensada para el

edificio de un museo, pero era adaptable a cualquier institución artística. Consistía en

un gato gigante de cien toneladas conectado a una caja de cambios y a un torniquete. El

gato empujaba dos grandes maderas contra los muros de carga del edificio. Cada visitante

debía pasar por el torniquete para poder ver la exposición, expandiendo ligeramente el

gato. En última instancia, si un número suficiente de personas visitaba la muestra, Samson

podía teóricamente derruir los pilares del edificio. Así, de manera inversamente proporcional,

el éxito de visitantes podría significar la destrucción de la institución.

La tensión producida en su propia paradoja convertía la obra de Burden en una imagen

metafórica de las relaciones activadas en los diferentes campos de acción en los que

trabajó El sueño imperativo. Más que la aparatosidad de la máquina o la angustia ante un

resquebrajamiento en el estuco decorativo de los muros, esta instalación reflejaba la necesidad

de la negociación a la hora de establecer diálogos: para quien entraba, teniendo

que amoldar su cuerpo al mecanismo; para la producción y la curadoría, con la dirección

de la institución; para el galerista, en el compromiso con el artista y su defensa en la

Pedro G. Romero, Rey del sueño, 1991. Cortesía del artista y de la Galería Alarcón Criado

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CBA EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA 93

ejecución de la obra y durante los debates que suscitó. Estos movimientos

se convirtieron en el hilo conductor de todos los niveles

involucrados en el proceso.

Las conversaciones no se dieron únicamente entre los artistas en

el periodo de convivencia durante el largo montaje de la muestra

–más de veinte días–, que recuerdan como especialmente significativo.

El proyecto también tomaba forma durante el proceso de

conocimiento del contexto que debían abordar. Ejemplo de ello

fue la serie de entrevistas con varias figuras claves que solicitó

Wodizcko para comprender desde diferentes ámbitos políticos,

culturales, económicos o legales el contexto en el que tenía que

trabajar. Así, entre otros, se organizaron encuentros con Manuela

Carmena, por entonces jueza, o con Juan Trías, profesor de pensamiento

político de la Universidad Complutense.

También el intercambio con el equipo de producción y montaje

resultó especialmente fructífero debido a la comprometida naturaleza

del colectivo encargado de esta tarea: BNV producciones

(Joaquín Vázquez y Miguel Benlloch). Fue la primera colaboración

expositiva entre BNV y Mar Villaespesa y marcó el principio

de una relación que llega hasta nuestros días. Esta confluencia

fue el germen de una nueva forma de entender el trabajo de producción

artística no como un elemento ejecutor, sino como una

labor de acompañamiento al artista que permite situar la obra en

un contexto, desde una posición horizontal y propositiva, articulando

coherentemente contenidos, formas, afectos y haceres.

La última instancia de palabra al vivo que se propuso se dio en el

espacio de documentación montado en la sala Goya del Círculo,

en la que se dispusieron tanto materiales documentales de los

procesos de construcción del proyecto (cartas, documentos, bocetos,

dibujos, etc.) como acciones posteriores, incluyendo las

de los propios artistas a raíz de la entrada de España en la primera

Guerra del Golfo. Ese espacio sirvió también como centro

para una serie de diálogos entre los participantes y otros invitados

(otros artistas, teóricos, galeristas, etcétera).

El proyecto también abrió una vía de intervención de los artistas

a través de la escritura, en el catálogo de la muestra. El uso de

este medio no se pensó para que el artista describiera o explicara,

sino para abrir los campos de propuesta junto con otras voces.

Nuevamente, ni la selección de autores ni la dinámica del proyecto

buscaban una comunión entre los participantes, sino más

bien un espacio más de encuentro imprescindible para completar

el proyecto. Superando la labor informativa/recolectora del

catálogo clásico, la publicación ocupa un destacado lugar como

herramienta de reflexión. Además de los consabidos textos de la

institución y el patrocinador, que trasladan un compromiso con

el proyecto, aparece con fuerza el texto vertebrador de Mar Villaespesa

que nos traslada a la realidad artística y política que el

proyecto aborda. La contextualización viene dada también en los

textos de los colaboradores, con notables análisis del filósofo Richard

Sennett, el crítico y comisario José María Parreño, la teórica

y también crítica África Vidal o el escritor y activista Manuel

Vázquez Montalbán. Por ello, es imprescindible la aportación de

los artistas que, lejos de acometer una labor descriptiva de sus

proyectos, emplean el texto como un elemento más de sus intervenciones.

Por ejemplo, en el caso de Francesc Torres, la publicación

reproduce la batería de preguntas abiertas al público a

través de los medios de comunicación y que conforma el eje de

su propuesta, expandiendo el espacio de la muestra al propio catálogo;

en el caso de Moraza, lo emplea como tribuna para acercarnos

las preocupaciones desde las que construye el discurso en

un contexto determinado.

Las intervenciones de cada autor

buscaban cuestionar y activar espacios

expositivos, ya fuesen centros de

decisión o de funcionamiento interno.

Ejemplos de ello fueron la intervención

de Pedro G. Romero, que ubicó

una bandera de España, a modo

de cortina, flanqueando la entrada del

ascensor reservado a los socios, o el

aura postiza que añadió a los retratos

institucionales del rey Juan Carlos.

Por tanto, el texto y la palabra se convierten también en herramientas

de intervención y completan una labor de desarrollo práctico

y teórico que inundó el Círculo de Bellas Artes, poniendo

de manifiesto la potencialidad de un proyecto que busca explotar

dentro de la institución y también las contradicciones del propio

sistema, desde el cuestionamiento de premisas a día de hoy no

resueltas, como la confrontación entre idea y realidad, la posibilidad

o imposibilidad (o necesidad) de un arte comprometido o

la legitimación de la institución.

El espacio de encuentro, o espacio dialogante, es quizá la clave que

nos permite entender mejor la importancia del trabajo específico

(site-specific), al generar un camino de ida y vuelta con el entorno

de intervención: con la propia arquitectura, tanto en elementos

estructurales como simbólicos, o con la apertura e invitación al

recorrido y la ruptura de la frontera público-privado, generando

una expansión del espacio expositivo hacia una mayor convivencia

con la obra y con la institución.

Esta circunstancia nos invita a reflexionar sobre el uso

de los espacios institucionales, la potencial flexibilidad

de sus límites a través de la práctica artística o el cuestionamiento

de los roles preestablecidos del sistema expositivo. La producción,

la instalación, la reflexión, el comisariado, trabajados con permeabilidad,

permitiendo que todo se impregne y se contamine,

creciendo en fuerza a la hora de ocupar los espacios para plantear

cuestiones comunes. En la actualidad, el espacio institucional

abarca la mayor parte del espectro expositivo en España, ya sea

público o privado, y por lo tanto es imprescindible que cada proyecto

lo analice de manera crítica. La importancia de un proyecto

consciente del lugar en el que se desarrolla es la de lograr manifestarse

dentro y fuera de él, trascender y comunicar. Es en el diálogo

donde el impacto de un proyecto expositivo puede crecer. Romper

el aislamiento tanto en el espacio físico como en el reflexivo.

Casi treinta años después, pareciera que las preguntas de El sueño

imperativo continúan vigentes. Seguimos cuestionando cuáles pueden

ser los modos en que los artistas y su obra, así como las personas

involucradas en los procesos para que se hagan públicas,

aporten una base de discusión crítica con la audiencia con la que

se relacionan y en el contexto socioeconómico en el que suceden.

El análisis que Villaespesa planteaba en Arena sobre las políticas

culturales que se estaban proponiendo en la década de los ochenta

continúa siendo pertinente. Estas políticas, en lo que atañe al arte,

pueden resumirse en tres variables: la falta de una internalización

o mirada hacia la historia y las necesidades locales, el deseo

de internacionalización y la utilización del arte para la creación de

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94 EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA MINERVA 35.20

una imagen de país y la valoración del arte únicamente por su condición mercantil y valor

rentabilizador. En gran medida, su implementación continuó hasta la crisis de 2008,

con la consecuente parálisis que añadió precariedad a todo el sistema, tanto a las instituciones

como a los artistas y trabajadores del arte.

Curiosamente, esa crisis, de origen económico, no sirvió para cambiar las posiciones desde

el sistema del arte, que más bien lo que hizo fue adaptarse para sobrevivir. El mercado ha

continuado siendo la forma hegemónica dentro del sistema, dejando por el camino iniciativas

más sensibles, horizontales y, como se ha visto, frágiles, que eran generalmente

las que más diversidad aportaban. Las políticas culturales no reaccionaron para activar

y proteger un tejido que ya era endeble y las instituciones recortaron sus medios sin encontrar

la manera de dar vehículo a otro tipo de iniciativas. A partir de entonces, los artistas

quizá se han acercado más entre ellos ante la paradoja de un sistema competitivo

pero absolutamente precarizado. Muchos se han reunido en espacios de trabajo comunes

y, por tanto, tienen más contacto, pero, por desgracia, eso no ha cambiado las prácticas

respecto al sistema del arte o las instituciones. Siguen faltando una posición política

y un compromiso real, tanto a nivel personal como profesional, con otras formas de hacer,

de dialogar y de generar pensamiento.

Los modos de pensar y de hacer de los involucrados en El sueño imperativo –artistas, comisaria

y productores– han continuado, pero quizá como excepciones y como prácticas

que surgen desde la autogestión y/o alternativas, también como lo fueron en su día. La

realización de este tipo de proyectos de raíz crítica ha sido posible por el empeño de quienes

los proponen, junto al de los equipos que trabajan en instituciones muy concretas

y en momentos muy determinados. Esta circunstancia crucial pone de relieve cómo de

necesaria es la negociación para llevarlas a cabo, siendo la propia institución un agente

interno e imprescindible de este diálogo crítico del arte. Son estas acciones colectivas,

pero desgraciadamente muchas veces efímeras, las que fomentan una resistencia. En esta

dificultad se pone de relieve la falta de una articulación en políticas para la cultura que

creen unas condiciones favorables para que proyectos con una mirada cuestionadora no

solo sucedan, sino que lo hagan de manera perdurable.

Juan Luis Moraza, Mapa cualitativo de un conflicto original, 1991.

Imagen del catálogo El sueño imperativo (CBA, 1991, p. 156)

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CBA EN VEZ DE RESISTIR, EJERCER UNA RESISTENCIA 95

Es manifiesta la necesidad de crear una red que sea suficientemente

fuerte para poder experimentar y proponer desde el campo

del arte y en la sociedad. Sin embargo, la sensación de desconexión

entre el ámbito gubernamental y el artístico está muy presente.

Una desconexión que también se siente en los diálogos

entre artistas, comisarios, programadores, instituciones y públicos,

en parte también consecuencia de la ausencia de entendimiento

de la capacidad crítica del hacer artístico, como modos

de pensamiento y no como propaganda de ideologías o programas

para el espectáculo.

La intervención como acción no solo se circunscribe a su formalización,

a la obra final, sino que su fuerza reside en su capacidad

de activar algo. Para ello precisa de un conocimiento consciente

de las condiciones físicas, sociales y económicas en las que se insiere

para, desde ahí, elaborar preguntas críticas. Son dos pasos

para llegar a una experimentación conjunta desde el pensamiento,

la palabra, el cuerpo o la imagen.

Como ya señalamos antes, en su texto del catálogo, Mar Villaespesa

resaltaba el potencial de los artistas invitados para «desarticular

estructuras de poder que moldean nuestra vida y nuestra

capacidad de percepción». Quizás el reto sigue residiendo ahí, en

entender cómo funciona la percepción y cómo incide en nuestra

capacidad de establecer relaciones con los otros y el entorno. Pequeños

gestos que pueden abrir conciencia, y que nada tienen que

ver con la desafección actual de este sistema del arte sin anclaje

en lo político como categoría, más preocupado por lo internacional

y por su valor económico y simbólico de mercado. Pequeños

cambios planteados desde la reflexión producida en sus efectos

y afectos que aumentan nuestra capacidad de establecer relaciones

y la posibilidad transformadora del arte.

© Nicolás Combarro y Marta Ramos-Yzquierdo, CC BY-NC-SA 4.0 Agradecemos sus conocimientos, tiempo y buena disposición a Mar Villaespesa,

Joaquín Vázquez, Juan Luis Moraza y Pedro G. Romero, que nos han permitido

profundizar en la experiencia que supuso El sueño imperativo.

Entrevista entre Krzysztof Wodidczko y Manuela Carmena durante la preparación de El sueño imperativo. Cortesía de Mar Villaespesa.

Fotografía Enrique Castellano

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