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Rock Bottom Magazine Numero 13 Noviembre 2019

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Recuerdo perfectamente salir del cine allá por 1982 completamente ensimismado con lo que acababa de presenciar, una obra donde la

épica y la fantasía se daban la mano gracias la imaginación sin límites de sus creadores, Jim Henson y Frank Oz. Un universo mágico

en el que unas marionetas cobraban vida alrededor de un mundo fantástico en el que todo estaba hecho con la delicadeza de lo

artesanal, pero llevado a un nivel nunca visto hasta entonces. La película, quién sabe por qué, no tuvo el éxito que sin duda se merecía

(tuvo un éxito moderado, en todo caso) y Henson tuvo que resarcirse con otro proyecto, igualmente personal, pero mucho menos

ambicioso, como fue “Dentro del laberinto” con el añorado David Bowie al frente junto a una jovencísima y preciosa Jeniffer Connelly.

En todo caso yo, como niño de apenas 8

años, quedé completamente atrapado por

el universo de aquel “El Cristal Oscuro”. Mi

fascinación por el trabajo de Jim Henson

nunca se ha circunscrito únicamente a los

Muppets, que por supuesto siempre he

adorado. Todo lo que hizo Henson (Muppets,

Fragels, Sesame Street…) y a la vez su

mano derecha Frank Oz (fundamental en

el desarrollo de personajes de Star Wars,

especialmente dando vida a Yoda) fue sin

duda sublime. Pero “El Cristal Oscuro” supuso

algo más. Una película aparentemente

destinada para niños pero cuyo desarrollo

no encajaba en el típico producto que se

venía confeccionando para infantes. La

complejidad de su puesta en escena (gótica,

oscura y aterradora a veces); el gusto por el

detalle, exquisito; la delicadeza ilimitada de

los personajes; la belleza de la monstruosidad

de los Skekses (una especie de buitres

putrefactos y terroríficos); la complejidad de

las marionetas y los decorados; lo excelso

de un trabajo artesanal llevado al límite; la

propia historia, tan deudora de Tolkien…

Todo ello hacía de la película un algo que

solo se podía definir con conceptos como

magia, fantasía, “imaginación desbordante…

Una obra maestra absoluta en definitiva.

De esta forma “El Cristal Oscuro” quedó

como una de esas películas casi de culto

de principios de los 80 que van perdiéndose

lentamente en el imaginario colectivo, como

si el paso del tiempo hubiera ido dejando

caer sobre su recuerdo una pátina de polvo

parecida a la que debían estar cogiendo

los muñecos de Aughra, Jen, Kira o los

benévolos místicos en los almacenes de la

productora. Años en los que lo artesanal ha

ido perdiendo peso frente a las posibilidades

de la tecnología, tan infinitas que demasiadas

veces terminan devorando a personajes,

historia, guion… facturando productos tan

enrevesados como fríos.

Jim Henson fallecería en 1990 pero su

productora, con los hijos al frente, siguió

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