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Valencia Escribe. Número 8.b

Número 8 de la Revista Digital Valencia Escribe, con más de cien páginas de relatos, micros, poesía, crítica literaria y una sección para los más pequeños.

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El paseo estaba lleno de gente que<br />

paseaba con los niños, padres y abuelos<br />

y, a pesar de que faltaba poco para entrar<br />

en verano, ese día hacia mucho calor. El<br />

sol lucía espléndido aquella tarde de final<br />

de mayo. Los padres de ambos, Teresa y<br />

Paco, los miraban divertidos. Sergio dio la<br />

señal:<br />

—Preparados… listos… ¡Ya!<br />

Los hermanos se enzarzaron en una<br />

carrera frenética. Toni salió primero,<br />

mirando de reojo a su hermano con las<br />

manos apretadas para coger más impulso.<br />

El corazón le bombeaba muy rápido y las<br />

pequeñas gotitas de sudor empezaron a<br />

rodarle por la frente y a caerle por la sien.<br />

Sergio gritaba —¡Te ganaré, enano —.<br />

Con grandes zancadas alcanzó en segundos<br />

colocarse al lado de Toni y consiguió<br />

sobrepasarle El griterío de los padres animando<br />

la carrera motivó a Toni a un sobreesfuerzo.<br />

Notó un ligero mareo visual a<br />

la vez que veía borrosa la figura de Sergio,<br />

que llegaba hasta la meta. Fue aligerando<br />

la carrera y se desplomó en los adoquines<br />

ardientes y arenosos que olían a una mezcla<br />

de azufre y sal. Lo ultimo que oyó fue<br />

el grito victorioso de Sergio.<br />

—¡Te gané enano! Jajaja ¡Te gané!<br />

Sergio se giró con los brazos en alto en<br />

señal de victoria y dando saltos. El grito<br />

ahogado de la madre lo dejó clavado.<br />

—¡¡Toniiii!! —Corría hacia él.<br />

Sergio no podía moverse. Los pies parecían<br />

haberse clavado al suelo. Inmóvil y<br />

con la boca abierta veía a sus padres correr<br />

a socorrer al pequeño que yacía en el<br />

suelo. La imagen de sus padres arropando<br />

al hijo y pidiendo ayuda se mezclaba con<br />

los graznidos de las gaviotas que merodeaban<br />

la playa. Las lágrimas de Sergio le<br />

llegaron hasta los labios dejando en ellos<br />

un sabor salado y amargo. El brazo de la<br />

señora Carmen lo rodeó por los hombros,<br />

y ella, con su pequeño delantal, limpió las<br />

lágrimas con sabor a vainilla y turrón.<br />

La lluvia caía más densa. Sergio volvió<br />

a la realidad y con los ojos llorosos dejó<br />

entrar el olor de tierra mojada que se unía<br />

con vainilla y gotas con sabor a sal.<br />

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