La Placeta nº 85 septiembre 2021

Septiembre empieza con un doble privilegio: el de poder decir que este año tendremos feria (eso sí, con prudencia); y el privilegio de contar con una pintura especial del pintor lorquino José Antonio Ruiz 'Izma' para estrenar temporada. Dedicamos esta Placeta al programa de feria que, aunque no es el habitual, ¡menos da una piedra! Hay música, espectáculos infantiles, atracciones y ganas...recuerden que el bicho sigue estando y sean responsables. Al margen de las pñaginas de feria, incluimos en este número el arte de Marta, una joven pianista que aspira a ser concertista, y también de Almudena Chuecos, que nos presenta su primera colección de moda. No acaba la cosa ahí. Con Vicente Ruiz rendimos tributo al Abrigo del Mojao y con el navarro Albert Sesmas descubrimos diferentes 'Atmósferas'. Estrenamos, con la vuelta al cole, una nueva sección dedicada a la educación y a todos los que forman parte de ella. Nuestras secciones habituales y por supuestos nuestros colaboradores que regresan con sus secciones. Bienvenidoa de nuevo a este lugar, a esta placeta. Septiembre empieza con un doble privilegio: el de poder decir que este año tendremos feria (eso sí, con prudencia); y el privilegio de contar con una pintura especial del pintor lorquino José Antonio Ruiz 'Izma' para estrenar temporada. Dedicamos esta Placeta al programa de feria que, aunque no es el habitual, ¡menos da una piedra! Hay música, espectáculos infantiles, atracciones y ganas...recuerden que el bicho sigue estando y sean responsables. Al margen de las pñaginas de feria, incluimos en este número el arte de Marta, una joven pianista que aspira a ser concertista, y también de Almudena Chuecos, que nos presenta su primera colección de moda. No acaba la cosa ahí. Con Vicente Ruiz rendimos tributo al Abrigo del Mojao y con el navarro Albert Sesmas descubrimos diferentes 'Atmósferas'. Estrenamos, con la vuelta al cole, una nueva sección dedicada a la educación y a todos los que forman parte de ella. Nuestras secciones habituales y por supuestos nuestros colaboradores que regresan con sus secciones. Bienvenidoa de nuevo a este lugar, a esta placeta.

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62Ventana al ayerTexto: PapagenoComunidad franciscana. José Rodrigo, h. 1896Archivo Municipal de Lorca. Fondo fotográfico Menchón-Rodrigo18 frailes franciscanos posan para el fotógrafo José Rodrigo en elclaustro del convento de la Virgen de las Huertas, siete sentados delantey los demás de pie. Es un día importante para esta comunidadque ha vuelto a habitar el monasterio después de años de alejamientotras los procesos desamortizadores de las primeras décadasdel siglo XIX que acabaron con la supresión de conventos y su exclaustración.En 1896, en tiempos del obispo Bryan Livermore, trasla adquisición del edificio por particulares, los franciscanos regresarona su convento de la Virgen de las Huertas después de más de50 años de ausencia, hecho que contó con el apoyo de importantespersonalidades de la sociedad lorquina, como el sacerdoteBartolomé Ortiz, el conde de San Julián, Eulogio Saavedra Pérez deMeca y Francisco Cánovas Cobeño. Como vemos, todos visten elhábito de su congregación, esto es, túnica marrón y cordón blanco

63con tres nudos que simbolizan los votos de pobreza, castidad yobediencia, expresión de su consagración total a Dios. Como otrasórdenes religiosas mendicantes los franciscanos centraron sus esfuerzosen la predicación y en la difusión de un modo de vida marcadopor la pobreza y la entrega generosa a los demás.Los franciscanos se establecieron en Lorca en el siglo XV en elconvento de las Huertas, erigido sobre una antigua almunia (fincade recreo musulmana), y desde entonces desarrollaron una importantelabor evangelizadora, atendiendo a las necesidades espiritualesy sociales de la gente. En Lorca también fundaron casa losmercedarios en época medieval, y, a mediados del siglo XVI, losfranciscanos observantes en la Puerta de Nogalte y los dominicosen su convento de Nuestra Señora de la Piedad, Santo Domingo,próximo a la puerta de la Palma. De aquella misma centuria tambiéndatan las órdenes femeninas de Madre de Dios de laConsolación (mercedarias) y Santa Ana y Magdalena (clarisas). Enel XVII se instalaron en San Diego los franciscanos alcantarinos yen el XVIII los carmelitas descalzos.El santuario de Nuestra Señora la Virgen de las Huertas siempreha ejercido fuerte atracción para los lorquinos. En primerlugar, porque el interior de su iglesia ha albergado la imagen deNuestra Señora la Real de la Huertas, efigie que, según la tradición,fue traída por el infante don Alfonso ‒luego rey Alfonso Xel Sabio‒ cuando en 1244 vino a la conquista de la ciudad yasentó su campamento en el aquel lugar. Desde entonces, la vinculacióny particular devoción hacia esta imagen mariana se manifestóen muchas ocasiones, lo que culminó en el siglo XIX consu nombramiento como patrona de Lorca. Aquel sitio próximo,ameno y apacible donde se construyó el convento fue además unimportante foco comercial pues en sus inmediaciones se celebrabala feria de la ciudad. Esta tenía lugar en noviembre, entorno al día de san Martín, pero en el siglo XVII comenzó a desarrollarsea partir del 8 de septiembre, día de la festividad de laVirgen, y durante quince días más.El convento fue un importante centro religioso y cultural, ydesde el siglo XVIII acogió estudios de teología. Los franciscanosAlonso de Vargas y Pedro Morote escribieron en 1625 y 1741, respectivamente,dos libros dedicados a la Virgen de las Huertas quevinculaban la historia y el pasado de la ciudad con la protecciónde la imagen ‒de lo que se ocupará también la literatura románticadel siglo XIX‒, que reforzó los lazos y la devoción de los lorquinoshacia esta advocación. El concejo lorquino, como patrono, contribuíamediante limosnas a las necesidades del templo, como laconstrucción de camarín y tabernáculo, funciones religiosas conmotivo de su festividad, amén de otras urgencias y gastos. En 1740se colocó una escultura de Nuestra Señora de las Huertas en elnicho de la puerta de la carnicería que se había reedificado en laplaza de San Ginés, y en tiempos de calamidades públicas (sequías,plagas, epidemias, terremotos, etc.) se hacían populares rogativaspara impetrar de la soberana imagen protección y auxilio. Sabemosque en San Patricio había una cofradía de Pastores y Labradoresautorizada por el extinguido Consejo de Castilla en 1827 para darculto a Nuestra Señora de las Huertas y en 1865 se señala la existenciaen el convento de una hermandad de Nuestra Señora de lasHuertas. Los documentos también dan cuenta de que a finales delXIX la Virgen se subía al castillo en la festividad del patrón, SanClemente. El Ayuntamiento siguió ayudando al mantenimiento deltemplo: en 1877 llevó a cabo la reparación y modificación de la escalinatadel atrio y en 1920 sufragó la terminación de la torre dela iglesia, que se había derrumbado en 1901, «que contendrá relojpara señalar a los huertanos la hora en que han de empezar o terminarsus riegos».La difícil situación que viven hoy día las órdenes religiosas,con escasas vocaciones, ha provocado la marcha reciente de losfrailes franciscanos del santuario de las Huertas tras siglos de presenciay estrecha relación espiritual y apostólica con el pueblo deLorca. Una despedida, sin duda, que ha causado pena profunda enel corazón de los lorquinos.

62Ventana al ayer

Texto: Papageno

Comunidad franciscana. José Rodrigo, h. 1896

Archivo Municipal de Lorca. Fondo fotográfico Menchón-Rodrigo

18 frailes franciscanos posan para el fotógrafo José Rodrigo en el

claustro del convento de la Virgen de las Huertas, siete sentados delante

y los demás de pie. Es un día importante para esta comunidad

que ha vuelto a habitar el monasterio después de años de alejamiento

tras los procesos desamortizadores de las primeras décadas

del siglo XIX que acabaron con la supresión de conventos y su exclaustración.

En 1896, en tiempos del obispo Bryan Livermore, tras

la adquisición del edificio por particulares, los franciscanos regresaron

a su convento de la Virgen de las Huertas después de más de

50 años de ausencia, hecho que contó con el apoyo de importantes

personalidades de la sociedad lorquina, como el sacerdote

Bartolomé Ortiz, el conde de San Julián, Eulogio Saavedra Pérez de

Meca y Francisco Cánovas Cobeño. Como vemos, todos visten el

hábito de su congregación, esto es, túnica marrón y cordón blanco

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