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La Placeta nº 85 septiembre 2021

Septiembre empieza con un doble privilegio: el de poder decir que este año tendremos feria (eso sí, con prudencia); y el privilegio de contar con una pintura especial del pintor lorquino José Antonio Ruiz 'Izma' para estrenar temporada. Dedicamos esta Placeta al programa de feria que, aunque no es el habitual, ¡menos da una piedra! Hay música, espectáculos infantiles, atracciones y ganas...recuerden que el bicho sigue estando y sean responsables. Al margen de las pñaginas de feria, incluimos en este número el arte de Marta, una joven pianista que aspira a ser concertista, y también de Almudena Chuecos, que nos presenta su primera colección de moda. No acaba la cosa ahí. Con Vicente Ruiz rendimos tributo al Abrigo del Mojao y con el navarro Albert Sesmas descubrimos diferentes 'Atmósferas'. Estrenamos, con la vuelta al cole, una nueva sección dedicada a la educación y a todos los que forman parte de ella. Nuestras secciones habituales y por supuestos nuestros colaboradores que regresan con sus secciones. Bienvenidoa de nuevo a este lugar, a esta placeta.

Septiembre empieza con un doble privilegio: el de poder decir que este año tendremos feria (eso sí, con prudencia); y el privilegio de contar con una pintura especial del pintor lorquino José Antonio Ruiz 'Izma' para estrenar temporada. Dedicamos esta Placeta al programa de feria que, aunque no es el habitual, ¡menos da una piedra! Hay música, espectáculos infantiles, atracciones y ganas...recuerden que el bicho sigue estando y sean responsables. Al margen de las pñaginas de feria, incluimos en este número el arte de Marta, una joven pianista que aspira a ser concertista, y también de Almudena Chuecos, que nos presenta su primera colección de moda. No acaba la cosa ahí. Con Vicente Ruiz rendimos tributo al Abrigo del Mojao y con el navarro Albert Sesmas descubrimos diferentes 'Atmósferas'. Estrenamos, con la vuelta al cole, una nueva sección dedicada a la educación y a todos los que forman parte de ella. Nuestras secciones habituales y por supuestos nuestros colaboradores que regresan con sus secciones. Bienvenidoa de nuevo a este lugar, a esta placeta.

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con tres nudos que simbolizan los votos de pobreza, castidad y

obediencia, expresión de su consagración total a Dios. Como otras

órdenes religiosas mendicantes los franciscanos centraron sus esfuerzos

en la predicación y en la difusión de un modo de vida marcado

por la pobreza y la entrega generosa a los demás.

Los franciscanos se establecieron en Lorca en el siglo XV en el

convento de las Huertas, erigido sobre una antigua almunia (finca

de recreo musulmana), y desde entonces desarrollaron una importante

labor evangelizadora, atendiendo a las necesidades espirituales

y sociales de la gente. En Lorca también fundaron casa los

mercedarios en época medieval, y, a mediados del siglo XVI, los

franciscanos observantes en la Puerta de Nogalte y los dominicos

en su convento de Nuestra Señora de la Piedad, Santo Domingo,

próximo a la puerta de la Palma. De aquella misma centuria también

datan las órdenes femeninas de Madre de Dios de la

Consolación (mercedarias) y Santa Ana y Magdalena (clarisas). En

el XVII se instalaron en San Diego los franciscanos alcantarinos y

en el XVIII los carmelitas descalzos.

El santuario de Nuestra Señora la Virgen de las Huertas siempre

ha ejercido fuerte atracción para los lorquinos. En primer

lugar, porque el interior de su iglesia ha albergado la imagen de

Nuestra Señora la Real de la Huertas, efigie que, según la tradición,

fue traída por el infante don Alfonso ‒luego rey Alfonso X

el Sabio‒ cuando en 1244 vino a la conquista de la ciudad y

asentó su campamento en el aquel lugar. Desde entonces, la vinculación

y particular devoción hacia esta imagen mariana se manifestó

en muchas ocasiones, lo que culminó en el siglo XIX con

su nombramiento como patrona de Lorca. Aquel sitio próximo,

ameno y apacible donde se construyó el convento fue además un

importante foco comercial pues en sus inmediaciones se celebraba

la feria de la ciudad. Esta tenía lugar en noviembre, en

torno al día de san Martín, pero en el siglo XVII comenzó a desarrollarse

a partir del 8 de septiembre, día de la festividad de la

Virgen, y durante quince días más.

El convento fue un importante centro religioso y cultural, y

desde el siglo XVIII acogió estudios de teología. Los franciscanos

Alonso de Vargas y Pedro Morote escribieron en 1625 y 1741, respectivamente,

dos libros dedicados a la Virgen de las Huertas que

vinculaban la historia y el pasado de la ciudad con la protección

de la imagen ‒de lo que se ocupará también la literatura romántica

del siglo XIX‒, que reforzó los lazos y la devoción de los lorquinos

hacia esta advocación. El concejo lorquino, como patrono, contribuía

mediante limosnas a las necesidades del templo, como la

construcción de camarín y tabernáculo, funciones religiosas con

motivo de su festividad, amén de otras urgencias y gastos. En 1740

se colocó una escultura de Nuestra Señora de las Huertas en el

nicho de la puerta de la carnicería que se había reedificado en la

plaza de San Ginés, y en tiempos de calamidades públicas (sequías,

plagas, epidemias, terremotos, etc.) se hacían populares rogativas

para impetrar de la soberana imagen protección y auxilio. Sabemos

que en San Patricio había una cofradía de Pastores y Labradores

autorizada por el extinguido Consejo de Castilla en 1827 para dar

culto a Nuestra Señora de las Huertas y en 1865 se señala la existencia

en el convento de una hermandad de Nuestra Señora de las

Huertas. Los documentos también dan cuenta de que a finales del

XIX la Virgen se subía al castillo en la festividad del patrón, San

Clemente. El Ayuntamiento siguió ayudando al mantenimiento del

templo: en 1877 llevó a cabo la reparación y modificación de la escalinata

del atrio y en 1920 sufragó la terminación de la torre de

la iglesia, que se había derrumbado en 1901, «que contendrá reloj

para señalar a los huertanos la hora en que han de empezar o terminar

sus riegos».

La difícil situación que viven hoy día las órdenes religiosas,

con escasas vocaciones, ha provocado la marcha reciente de los

frailes franciscanos del santuario de las Huertas tras siglos de presencia

y estrecha relación espiritual y apostólica con el pueblo de

Lorca. Una despedida, sin duda, que ha causado pena profunda en

el corazón de los lorquinos.

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