Gen Multicolor número 5 - octubre 2021
R E S I S T E N C I A B I S E X U A L : d i b u j a r l o sm a p a s . U n a c o n v e r s a c i ó n c o n E l i s aC o l l .E N T R E V I S T AP O R C r i s t i n a A r r o j oCómo transitar en la disidencia cuando estaviene siendo borrada sistemática yestructuralmente? ¿Es posible construirrelatos que desestigmaticen la bisexualidady la reconozcan como lugar propio? LaResistencia Bisexual que plantea Elisa Collsupone dibujar los mapas para unadisidencia habitable, es decir: formularrupturas con la heteronorma parahabitarnos bisexuales, reconocernosbisexuales, concebirnos bisexuales.[ 21 ]No puedo recordar cuándo empecé anombrarme bisexual. Sí recuerdo el largotiempo en que no podía nombrarme como tal y,en consecuencia, habitaba un limbo identitarioen el que mi modelo relacional eran lasexperiencias heteronormativas que siempresuponían la represión de una amplia y diversaparte de mi deseo -que nunca fue binarioaunque lo desarrollase en esos términos-.Recorrer el camino de la identidad que seconstruye desde fuera de la pauta muchasveces supone no saber que se estáconstruyendo desde ahí, es decir, estar enel armario sin saber que lo estás, no ponerlenombre, no reconocerlo. Nunca estuve cómoda con la etiqueta hetero, de alguna forma sabía queyo no estaba ahí; pero tampoco sabía dónde estaba, puesto que no soy lesbiana. Mucho tiempoestuve creyendo que mi identidad habría de desarrollarse dentro de esos binarismos, sin másopciones: hetero/homo, mujer/hombre, bueno/malo…, muchos años en los que “ni soy hetero, ni soylesbiana”, impostora de los espacios y las relaciones porque no me sé reconocer en ellas. Hay unmomento en que le pongo nombre: soy bisexual. Ahora sí me reconozco, aunque no sé bien todavíaqué significa ser bisexual. Hay quien me dice que lo que soy es heterocuriosa. Hay quien me diceque ya se me pasará. Hay quien me recrimina que “mucha bisexualidad pero solo has estado contíos”.Esto es una campaña contra la LGTBIfobia
Hay quien cree que lo que soy es transitorio, producto de la confusión y las ganas de experimentar,y que al final solo será una etapa de mi vida previa al asentamiento definitivo -casarme, comprarmeuna casa, tener hijes-. Un día cualquiera descubro que Elisa Coll ha escrito un libro al que hallamado Resistencia Bisexual: mapas para una disidencia habitable y siento una irreflenablenecesidad de leerlo: ver sobre el papel esos mapas, pensar las posibilidades de habitacionalidad deesta identidad que ahora reconozco como propia, darle palabras, crear relato:Cuando se piensa la experiencia bisexual como una combinación de laexperiencia homosexual y la heterosexual se le niega el reconocimiento deser una vivencia en sí misma, distinta y única. Incluso cuando pensaba que yoera heterosexual, mi vivencia era bisexual, porque convivía con la bifobiainteriorizada, con las dudas y la negación. No me convertí en bisexual pornombrarme como tal. Mi vivencia ya era la de una persona bisexual, porque eltiempo dentro del armario cuenta (vaya si cuenta) y dentro del armario sepuede estar de forma más o menos consciente. [pág.42]El libro de Elisa Coll viene como un jarro de agua fresca que, al caer sobre la tierra, permite que lasflores crezcan coloridas. Resistencia Bisexual es un texto-conversación en el que los “mapas parauna disidencia habitable” que dibuja Elisa constituyen precisamente eso: un nombre, una identidadpropia que es disidencia y, como tal, cuestiona el régimen político de la heterosexualidad [1] desdeuna alternativa bisexual que no acepta la sexualidad normativizada. Resistencia Bisexual: mapaspara una disidencia habitable salió a la venta este lunes 1 de febrero bajo el sello Melusina y, apropósito de su publicación, le sugerí a Elisa mantener una charla acerca de las cuestiones queaborda el libro. Cuando empezamos a hablar le cuento que tengo el libro subrayado por todaspartes, con anotaciones al margen, corazones dibujados al lado de aquellos párrafos que más metocan, que son muchos porque, como ella y como tantas otras, también busco las maneras dehabitar la disidencia.Narro esto en primera persona porque no estamos hablando aquí de teorías ni objetos de estudio,sino de experiencias corporales propias. Elisa se reconoce como sujeto situado dentro de esaResistencia Bisexual y la narra desde el cuerpo-escritura. Hay un poner-el-cuerpo en la escritura deeste libro, que es personal pero también colectivo. Hablando con ella acerca de las referencias queutiliza como soporte para el texto aparece la Fenomenología Queer de Sara Ahmed, lasBisexualidades Feministas editado por Madreselva y una fuente que utilizamos de maneraconstante pero pocas veces la mencionamos: las amigas. Las conversaciones con aquellas conlas que compartimos las experiencias de búsqueda y encuentro y que tanto nos ayudan aclarificar ideas, a nombrarlas y a sentirnos seguras. Aquí es donde entiendo el cuerpocolectivo como herramienta política de construcción de alianzas.[1] Diferenciamos aquí entre heterosexualidad como opción sexoafectiva y heterosexualidad como régimen político de control de los afectos y deseos, deordenación de las relaciones y de imposición de modelos y estructuras del habitar el mundo que generan opresiones y violencias sobre aquellas identidades quelas disienten. Hacemos referencia a este último concepto, al que también nos referimos como “heteronorma”.[ 22 ]
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Hay quien cree que lo que soy es transitorio, producto de la confusión y las ganas de experimentar,
y que al final solo será una etapa de mi vida previa al asentamiento definitivo -casarme, comprarme
una casa, tener hijes-. Un día cualquiera descubro que Elisa Coll ha escrito un libro al que ha
llamado Resistencia Bisexual: mapas para una disidencia habitable y siento una irreflenable
necesidad de leerlo: ver sobre el papel esos mapas, pensar las posibilidades de habitacionalidad de
esta identidad que ahora reconozco como propia, darle palabras, crear relato:
Cuando se piensa la experiencia bisexual como una combinación de la
experiencia homosexual y la heterosexual se le niega el reconocimiento de
ser una vivencia en sí misma, distinta y única. Incluso cuando pensaba que yo
era heterosexual, mi vivencia era bisexual, porque convivía con la bifobia
interiorizada, con las dudas y la negación. No me convertí en bisexual por
nombrarme como tal. Mi vivencia ya era la de una persona bisexual, porque el
tiempo dentro del armario cuenta (vaya si cuenta) y dentro del armario se
puede estar de forma más o menos consciente. [pág.42]
El libro de Elisa Coll viene como un jarro de agua fresca que, al caer sobre la tierra, permite que las
flores crezcan coloridas. Resistencia Bisexual es un texto-conversación en el que los “mapas para
una disidencia habitable” que dibuja Elisa constituyen precisamente eso: un nombre, una identidad
propia que es disidencia y, como tal, cuestiona el régimen político de la heterosexualidad [1] desde
una alternativa bisexual que no acepta la sexualidad normativizada. Resistencia Bisexual: mapas
para una disidencia habitable salió a la venta este lunes 1 de febrero bajo el sello Melusina y, a
propósito de su publicación, le sugerí a Elisa mantener una charla acerca de las cuestiones que
aborda el libro. Cuando empezamos a hablar le cuento que tengo el libro subrayado por todas
partes, con anotaciones al margen, corazones dibujados al lado de aquellos párrafos que más me
tocan, que son muchos porque, como ella y como tantas otras, también busco las maneras de
habitar la disidencia.
Narro esto en primera persona porque no estamos hablando aquí de teorías ni objetos de estudio,
sino de experiencias corporales propias. Elisa se reconoce como sujeto situado dentro de esa
Resistencia Bisexual y la narra desde el cuerpo-escritura. Hay un poner-el-cuerpo en la escritura de
este libro, que es personal pero también colectivo. Hablando con ella acerca de las referencias que
utiliza como soporte para el texto aparece la Fenomenología Queer de Sara Ahmed, las
Bisexualidades Feministas editado por Madreselva y una fuente que utilizamos de manera
constante pero pocas veces la mencionamos: las amigas. Las conversaciones con aquellas con
las que compartimos las experiencias de búsqueda y encuentro y que tanto nos ayudan a
clarificar ideas, a nombrarlas y a sentirnos seguras. Aquí es donde entiendo el cuerpo
colectivo como herramienta política de construcción de alianzas.
[1] Diferenciamos aquí entre heterosexualidad como opción sexoafectiva y heterosexualidad como régimen político de control de los afectos y deseos, de
ordenación de las relaciones y de imposición de modelos y estructuras del habitar el mundo que generan opresiones y violencias sobre aquellas identidades que
las disienten. Hacemos referencia a este último concepto, al que también nos referimos como “heteronorma”.
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