Gen Multicolor número 5 - octubre 2021
Y cuando hablamos de bisexualidad resulta fundamental construir ese cuerpo colectivo contra elestigma y la invisibilización [2]. Comprender que la bisexualidad carga sobre ella el peso de loinvisible es una tarea complicada incluso para quienes la habitamos. Desde el imaginariocolectivo, se entiende la bisexualidad como una tierra de nadie [3] que no es un lugar propio,sino un punto intermedio entre la heterosexualidad y la homosexualidad: una suerte de lugarde paso que en ningún momento es concebido como un lugar que habitar, un lugar-casa. Esa ideade “estar-en-medio” parte de filtrar la experiencia bisexual a través de otros discursos identitarios ysupone entender el deseo a través de lo lineal (lo hetero -lo bi- lo homo). Si podemos pensar fuerade esta lógica binaria de la línea, expandirla y des-simplificar las potencialidades del deseo y loscuerpos, entonces hablamos de mapas: las identidades se construyen en la amplitud de losespacios, que no se configuran solamente en torno a los deseos. Cuando le pregunto a Elisa sobreesta idea, me la explica así: “mi casa está aquí y aquí es solo una zona del mapa, y puedo pasearpor otras zonas y mi casa no deja de estar aquí porque esa casa no está definida únicamente por mideseo o mis prácticas afectivo-sexuales, también la definen todas las violencias que la atraviesan”.Me encanta la metáfora de la línea y el mapa porque al salir de la lógica recta -straight- podemospensar en los desvíos, en plural. Y al no definirnos solo a través del deseo, podemos tambiénpensarnos desde algunos de los interrogantes de la disidencia sexual: cómo permea el deseo ennuestra vida, qué relación tenemos con sus distintas partes, de qué manera incorporamos elgénero y otras opresiones que nos atraviesan y sobre todo – y esto es lo que me parece másdefinitorio – qué vivencias y violencias concretas derivan de todo esto. [pág. 52]Cuando le pregunto a Elisa acerca de los modos enque podemos construir relato, establecergenealogías, formar un argumentario para visibilizarlas violencias bífobas cuando aún no tenemos lasherramientas para que sean reconocidas como tal;ella me habla de un capítulo de Girls en el que elpersonaje de Elijah le dice a Marnie que “losbisexuales son el único grupo de gente del quetodavía está permitido reírse”. Me impacta bastanteesa sentencia y la realidad material que traeconsigo. Elisa dice que esa frase le parece queresume el problema nuclear de la bifobia: si puedesreírte de ello es porque no te lo estás tomando enserio, y si no te lo tomas en serio es porque no loreconoces como violencia. Y, entonces, como nohay un reconocimiento de la violencia, tampoco lohay de la opresión ni de los individuos opresores.Mi casa está aquí y aquí essolo una zona del mapa, ypuedo pasear por otraszonas y mi casa no deja deestar aquí porque esa casano está definidaúnicamente por mi deseo omis prácticas afectivosexuales,también ladefinen todas las violenciasque la atraviesan.[ 23 ][2] https://www.elsaltodiario.com/revolutionontheroad/donde-estan-nuestras-amigas-bisexuales[3] https://www.elsaltodiario.com/revolutionontheroad/mujeres-bisexuales-tierra-de-nadieEsto es una campaña contra la LGTBIfobia
“Para mí, una de las bases más fuertes de la bifobia es la invisibilización no ya de la bisexualidad,sino de la propia bifobia: pensar que no nos atraviesa ninguna violencia concreta. Eso es lo que yocreo que nos deja sin recursos, sin redes y sin reconocimiento, que son las principales herramientaspara defendernos de una violencia. (…) Vivimos violencias muy fuertes, que repercuten y se ven enestudios sobre salud mental en personas bisexuales -la violencia sexual, la discriminación- y no solotenemos que pensar en ellas, sino también en cómo interseccionan con otras violencias como la degénero, la racialización, la clase social, etc. Desdeñar una violencia significa dejarnos sinrecursos para enfrentarla.”En el libro Bisexualidades Feministas -escrito por varias autoras y publicado por Madreselva en2019-, Alejandra Sardá habla de la sexualidad como el “lugar de mayor vulnerabilidad humana,donde rozamos la muerte y la desnudez, donde el lenguaje adulto nos es insuficiente y dondeconstruimos las mayores rigideces, los imperativos más tiranos”. Me resulta muy significativa estaidea porque creo en las insuficiencias del lenguaje como fracturas que condicionan y marcan lapauta. Desde hace varios meses vengo leyendo acerca de esto mismo: cómo nombrar aquello queno está recogido bajo los códigos de la comunicación lingüística, dónde ubicar esos conceptos queconviven con nuestrxs cuerpxs pero que no tienen nombre, cuáles pueden ser algunas estrategiasde reparación del lenguaje y reinvención de los signos… Y aunque este sea un tema que no atañeespecíficamente a la bisexualidad, sí tiene que ver con ella y con esta ausencia de recursos de laque habla Elisa: si no podemos cifrar un lenguaje propio, no podemos asumir unas violenciaspropias. Resistencia Bisexual habla de esto en términos de búsqueda de los lugares propios,que actualmente responden con los códigos de otras luchas. Se asume que, en el caso de lasmujeres bisexuales, si se nos lee como lesbianas sufrimos violencias lesbófobas, mientras que sisomos leídas desde la heterosexualidad aceptamos el privilegio de la norma. La realidad es quenuestra identidad -y, por tanto, las violencias que trae consigo- no la define la pareja sexual quedetermina nuestra lectura en uno u otro lado de la línea:Esta forma de (no) concebir la bisexualidad proyecta en el pensamiento colectivo laidea de que somos las únicas personas que pueden saltar libremente a un lado u otrode la línea que separa la heterosexualidad de homosexualidad, norma y disidencia,algo imposible, dado que estos son conceptos opuestos y excluyentes. [pág. 43].Detrás de todo el análisisestructural y sistémicoestán los cuerpos sobre losque cae.No obstante, este texto-cuerpo de Elisa no solo partede la necesidad de reconocimiento de las violencias ydeseos bisexuales: sabe que, para ello, necesitamoscogernos de las manos unas a otras, construircomunidad, establecer alianzas. Es decir: detrás detodo el análisis estructural y sistémico están loscuerpos sobre los que cae. Y esos cuerpos son losnuestros, claro, pero también los de muchas otras.[ 24 ]
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“Para mí, una de las bases más fuertes de la bifobia es la invisibilización no ya de la bisexualidad,
sino de la propia bifobia: pensar que no nos atraviesa ninguna violencia concreta. Eso es lo que yo
creo que nos deja sin recursos, sin redes y sin reconocimiento, que son las principales herramientas
para defendernos de una violencia. (…) Vivimos violencias muy fuertes, que repercuten y se ven en
estudios sobre salud mental en personas bisexuales -la violencia sexual, la discriminación- y no solo
tenemos que pensar en ellas, sino también en cómo interseccionan con otras violencias como la de
género, la racialización, la clase social, etc. Desdeñar una violencia significa dejarnos sin
recursos para enfrentarla.”
En el libro Bisexualidades Feministas -escrito por varias autoras y publicado por Madreselva en
2019-, Alejandra Sardá habla de la sexualidad como el “lugar de mayor vulnerabilidad humana,
donde rozamos la muerte y la desnudez, donde el lenguaje adulto nos es insuficiente y donde
construimos las mayores rigideces, los imperativos más tiranos”. Me resulta muy significativa esta
idea porque creo en las insuficiencias del lenguaje como fracturas que condicionan y marcan la
pauta. Desde hace varios meses vengo leyendo acerca de esto mismo: cómo nombrar aquello que
no está recogido bajo los códigos de la comunicación lingüística, dónde ubicar esos conceptos que
conviven con nuestrxs cuerpxs pero que no tienen nombre, cuáles pueden ser algunas estrategias
de reparación del lenguaje y reinvención de los signos… Y aunque este sea un tema que no atañe
específicamente a la bisexualidad, sí tiene que ver con ella y con esta ausencia de recursos de la
que habla Elisa: si no podemos cifrar un lenguaje propio, no podemos asumir unas violencias
propias. Resistencia Bisexual habla de esto en términos de búsqueda de los lugares propios,
que actualmente responden con los códigos de otras luchas. Se asume que, en el caso de las
mujeres bisexuales, si se nos lee como lesbianas sufrimos violencias lesbófobas, mientras que si
somos leídas desde la heterosexualidad aceptamos el privilegio de la norma. La realidad es que
nuestra identidad -y, por tanto, las violencias que trae consigo- no la define la pareja sexual que
determina nuestra lectura en uno u otro lado de la línea:
Esta forma de (no) concebir la bisexualidad proyecta en el pensamiento colectivo la
idea de que somos las únicas personas que pueden saltar libremente a un lado u otro
de la línea que separa la heterosexualidad de homosexualidad, norma y disidencia,
algo imposible, dado que estos son conceptos opuestos y excluyentes. [pág. 43].
Detrás de todo el análisis
estructural y sistémico
están los cuerpos sobre los
que cae.
No obstante, este texto-cuerpo de Elisa no solo parte
de la necesidad de reconocimiento de las violencias y
deseos bisexuales: sabe que, para ello, necesitamos
cogernos de las manos unas a otras, construir
comunidad, establecer alianzas. Es decir: detrás de
todo el análisis estructural y sistémico están los
cuerpos sobre los que cae. Y esos cuerpos son los
nuestros, claro, pero también los de muchas otras.
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