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CALIFICACIONES EN LA SELVA

En la selva se inició un sistema de calificación que consistía en determinar la puntuación de cada habitante por medio de un algoritmo. Se desarrollaron bases de datos con el objetivo de recopilar toda clase de información de cada residente de la selva, desde los más básicos, tales como el nombre, el peso, la altura, las huellas, el color de piel entre otros. El soberano deseaba premiar o penalizar el comportamiento individual implementando un sistema de calificación basado en la confiabilidad. El proyecto determinaría que lugares podían frecuentar, abrevaderos para ir, madrigueras que podrían adquirir, alimentos que debían comer. El algoritmo, analizaba las calificaciones sociales, políticas, legales, financieras y crediticias de cada uno, y el sistema era capaz de determinar si un animal actuaba o no apropiadamente. En caso de que la plataforma señalara que el animal no era de fiar, tendría una baja puntuación y no podría aprovechar los mismos beneficios sociales que el resto, pudiendo ser penalizado con baja calificación que impediría desplazarse por la selva a su antojo, beber agua o defecar donde deseara. Las puntuaciones influían a la hora de alquilar o comprar una madriguera, u obtener beneficios en la sanidad pública de la selva. Quienes hubieran difundido información falsa sobre los integrantes de la manada, o las reservas de comida que tuvieran serían amonestados. Cada año los animales se debían someter a una revisión de la calificación, para determinar si se levantaba la sanción impuesta, o se prorrogaba. Todos los habitantes de la selva eran valorados por su comportamiento social e individual. Los que lograron un mayor puntaje se encontraban en la cima de la pirámide social, por lo que podían ser admirados y envidiados. Mientras que aquellos con peores calificaciones se les menospreciaba y discriminaba. Algunos habitantes protestaron por el uso de los avances tecnológicos que afectaban su privacidad, pero fueron acallados, porque el rey león no aceptaba críticas. Las valoraciones influyeron en la manera como los animales se percibían unos a otros y, establecieron los lugares donde podían vivir, las actividades que podían desarrollar y la manera como debían actuar. Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

En la selva se inició un sistema de calificación que consistía en determinar la puntuación de cada habitante por medio de un algoritmo.
Se desarrollaron bases de datos con el objetivo de recopilar toda clase de información de cada residente de la selva, desde los más básicos, tales como el nombre, el peso, la altura, las huellas, el color de piel entre otros.
El soberano deseaba premiar o penalizar el comportamiento individual implementando un sistema de calificación basado en la confiabilidad.
El proyecto determinaría que lugares podían frecuentar, abrevaderos para ir, madrigueras que podrían adquirir, alimentos que debían comer.
El algoritmo, analizaba las calificaciones sociales, políticas, legales, financieras y crediticias de cada uno, y el sistema era capaz de determinar si un animal actuaba o no apropiadamente.
En caso de que la plataforma señalara que el animal no era de fiar, tendría una baja puntuación y no podría aprovechar los mismos beneficios sociales que el resto, pudiendo ser penalizado con baja calificación que impediría desplazarse por la selva a su antojo, beber agua o defecar donde deseara.
Las puntuaciones influían a la hora de alquilar o comprar una madriguera, u obtener beneficios en la sanidad pública de la selva.
Quienes hubieran difundido información falsa sobre los integrantes de la manada, o las reservas de comida que tuvieran serían amonestados.
Cada año los animales se debían someter a una revisión de la calificación, para determinar si se levantaba la sanción impuesta, o se prorrogaba.
Todos los habitantes de la selva eran valorados por su comportamiento social e individual.
Los que lograron un mayor puntaje se encontraban en la cima de la pirámide social, por lo que podían ser admirados y envidiados. Mientras que aquellos con peores calificaciones se les menospreciaba y discriminaba.
Algunos habitantes protestaron por el uso de los avances tecnológicos que afectaban su privacidad, pero fueron acallados, porque el rey león no aceptaba críticas.
Las valoraciones influyeron en la manera como los animales se percibían unos a otros y, establecieron los lugares donde podían vivir, las actividades que podían desarrollar y la manera como debían actuar.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

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David Francisco Camargo Hernández. Nacionalidad Colombiano.

Escritor, humanista y economista con especialización, maestría y

doctorado. Artista plástico. Inventor. Guionista. Becario de

universidades europeas. Director Fundación Sueños de Escritor y

ediciones Dafra. Premios literarios y académicos en los años 2001-

2005-2008-2010-2016-2017 en eventos internacionales. Profesor de

posgrado. Investigador CVLAC Colciencias. Conferencista

internacional basando los temas en sus propios libros. Propende

por una economía «más humana, más igualitaria, capaz de

contribuir a mejorar la calidad de vida de la comunidad». En 2010

algunas de sus publicaciones fueron traducidas a varios idiomas.

Una de las más destacadas se titula: “cómo regionalizar el país”. Y

por «su sobresaliente trayectoria literaria y pensamiento

comprometido con los problemas de la cotidianidad».

En la selva se inició un sistema de calificación que consistía en determinar la puntuación

de cada habitante por medio de un algoritmo.

Se desarrollaron bases de datos con el objetivo de recopilar toda clase de información

de cada residente de la selva, desde los más básicos, tales como el nombre, el peso, la

altura, las huellas, el color de piel entre otros.

El soberano deseaba premiar o penalizar el comportamiento individual implementando

un sistema de calificación basado en la confiabilidad.

El proyecto determinaría que lugares podían frecuentar, abrevaderos para ir,

madrigueras que podrían adquirir, alimentos que debían comer.

El algoritmo, analizaba las calificaciones sociales, políticas, legales, financieras y

crediticias de cada uno, y el sistema era capaz de determinar si un animal actuaba o no

apropiadamente.

En caso de que la plataforma señalara que el animal no era de fiar, tendría una baja

puntuación y no podría aprovechar los mismos beneficios sociales que el resto,

pudiendo ser penalizado con baja calificación que impediría desplazarse por la selva a su

antojo, beber agua o defecar donde deseara.

Las puntuaciones influían a la hora de alquilar o comprar una madriguera, u obtener

beneficios en la sanidad pública de la selva.

Quienes hubieran difundido información falsa sobre los integrantes de la manada, o las

reservas de comida que tuvieran serían amonestados.

Cada año los animales se debían someter a una revisión de la calificación, para

determinar si se levantaba la sanción impuesta, o se prorrogaba.

Todos los habitantes de la selva eran valorados por su comportamiento social e

individual.

Los que lograron un mayor puntaje se encontraban en la cima de la pirámide social, por

lo que podían ser admirados y envidiados. Mientras que aquellos con peores

calificaciones se les menospreciaba y discriminaba.

Algunos habitantes protestaron por el uso de los avances tecnológicos que afectaban su

privacidad, pero fueron acallados, porque el rey león no aceptaba críticas.

Las valoraciones influyeron en la manera como los animales se percibían unos a otros y,

establecieron los lugares donde podían vivir, las actividades que podían desarrollar y la

manera como debían actuar.

Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento

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