La Placeta de Lorca nº88 - Diciembre 2021

El valor de la amistad y Luci Bermúdez
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Por Lile González
En este tiempo de Navidad cuando los valores cobran el mayor protagonismo
del año he querido enviar estas letras, escritas este verano,
que muchos lectores de esta revista compartirán. La víspera
del Día de la Virgen de agosto, uno de los más emblemáticos del año,
cuando recibimos la noticia de la muerte de Luci Bermúdez nadie la
dimos por válida. Era imposible que Luci pudiera morirse, vital hasta
la médula, nos quedábamos huérfanos de una gran amiga.
Luci Bermúdez trabajó en diversos destinos donde dejó su impronta
personal. De carácter constructivo y optimista, jamás la oí
hablar mal de nadie. Dejó su huella personal en todo lo que realizaba:
locutora de radio, agente de seguros, banquera. Ganó las oposiciones
de Magisterio acabando como directora del colegio público
Virgen de las Huertas, que junto a un grupo de compañeros puso en
marcha, y del que se sentía muy orgullosa. También desplegó una
gran labor social en varias instituciones y asociaciones, recibiendo
propuestas para presidirlas que delegó con elegancia para no ver
mermada su libertad, que era esencial para ella. Viajera nata.
Organizaba y participaba en grupos diversos de viaje. Tuve la suerte
de recorrer parte de Asia junto a ella.
Hija ejemplar, y madre de bandera junto a Miguel Rodríguez
Bastida, compañero y esposo. Fruto de ese matrimonio sus tres hijos
y nietos a los que me sigue uniendo una gran amistad. Y es ahí donde
quería llegar, Luci era muchas cosas pero sobre todo amiga de sus
amigos. Se le llenaba la boca cuando decía: “ese es mi amigo, esa es
mi amiga”.
Era amiga de la CULTURA. Siempre que nos comunicábamos me
decía: “hablamos el mismo idioma”. Ambas teníamos la quimera de
que con educación y cultura las personas podían mejorar y cambiar.
Creamos un pequeño grupo de WhatsApp, el Año del Libro subíamos
novedades literarias, ella más de redes sociales y yo de papel,
artículos mañaneros de distintos periódicos, sin crispación, sólo libros
y cultura, a veces se colocaba algún chiste de cervezas que nadie
como ella sabía contar. Hoy el grupo está sin palabras, sus amigos y
amigas la lloramos.
Tengo la esperanza de que Miguel, con su mirada esmeralda, la
esté esperando allá arriba con los brazos abiertos.