Edición 24 de mayo de 2022
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
8 Martes 24 de mayo de 2022
Opinión
Diario Co Latino
Ética y Política
El mundo del trabajo
José M. Tojeira
Director Presidente:
Francisco Elías Valencia
Vicepresidente:
Nelson López
Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
La semana pasada el
gobierno actual ratificó
una serie de convenios
de la OIT. Evidentemente,
en un país como el nuestro,
donde los trabajadores y trabajadoras
sufren muy diversos problemas
en el campo de sus derechos,
el avanzar en sus derechos es positivo.
Sin embargo los avances en el
respeto al trabajo no hay que verlos
como un regalo gubernamental,
sino como el acceso a derechos muy
claros, pero muy largamente retenidos
y limitados por un sistema que
continúa en muchos aspectos maltratando
a un buen número de trabajadores.
El mismo gobierno que ratificó
estos convenios omitió ratificar el
189, que defiende los derechos de
las trabajadoras del hogar. El desprecio
machista de la mujer y del
trabajo en el hogar continúa con el
mismo vigor con que lo mantenían
los llamados “los mismos de siempre”,
que con nuevas caras de pequeños
burgueses continúan en el
poder. Ya en el Informe de Derechos
Humanos del Idhuca de 2018
se insistía en la “revisión inclusiva
del sistema de pensiones, orientada
a la universalización del sistema
y con énfasis en corregir la
desigualdad que sufren los más
pobres y las mujeres en general”.
Nada se ha hecho al respecto.
El tema del trabajo es un
asunto en deuda en El Salvador.
El trabajo informal ocupa a casi la
mitad de la población económicamente
activa salvadoreña. Y no se ve
un mayor esfuerzo de formalización
del trabajo. El hecho de que el Seguro
Social solamente cubra a un 25%
de los trabajadores es una muestra
clara de la irresponsabilidad de todos
los gobiernos desde el fin de la
guerra civil hasta el presente. Por supuesto
sin excluir al gobierno actual.
Los trabajadores además aportan
más al impuesto sobre la renta que la
mayoría de las grandes empresas. No
solo en cifras globales, sino incluso
en la relación a la propia ganancia.
La información proveniente del
propio gobierno es concluyente: “Según
los últimos datos que estuvieron
disponibles (2018), la tasa efectiva
del Impuesto sobre la Renta pagada
por el 10% de empresas con mayores
ingresos fue del 2.75%.
La tasa efectiva de personas naturales
asalariadas fue de 10.6%, en promedio”,
resaltaba un informe reciente.
Si se respetara el trabajo de los
salvadoreños, ningún funcionario
público debería ganar más de 10 salarios
mínimos. Cantidad ya de por
sí exagerada, pero que supondría un
freno a la desvergüenza actual y de
los años anteriores, en el que los altos
funcionarios pueden ganar en algunas
ocasiones cerca de los 20 salarios
mínimos. Así mismo, y hablando
de salario mínimo, el dividir los
salarios mínimos según el tipo de
trabajo no es más que una medida
despectiva y desvalorativa de los trabajos
más duros, especialmente en el
campo.
Más del 90% de quienes habitamos
hoy en El Salvador hemos tenido
algún antepasado campesino.
Pero la identidad nacional no pesa
en la configuración del salario mínimo.
Mientras la productividad de
los trabajadores salvadoreños ha aumentado
en el decenio 2010-2019,
ello no ha redundado en una mejoría
del desempeño del mercado laboral.
Desde el pensamiento social
de la Iglesia Católica, defendido por
todos los Papas a lo largo del siglo
XX y el actual, se afirma que el trabajo
es más importante que el capital.
No hay capital sin trabajo previo.
Sin embargo, en nuestro país,
no hay coherencia entre una fe cristiana
mayoritaria y la Doctrina Social
de la Iglesia, que insiste en el
principio básico del “destino universal
de los bienes”, basado en el
trabajo decente y en el salario justo,
que debe además ser familiar. Entre
nosotros el “destino universal de los
bienes” tiende a concentrarse en demasiados
pocos, mientras lo que se
universaliza es el trabajo precario y
la injusticia social. Si un país como
el nuestro produce lo suficiente para
que no haya pobreza, es injusto que
la haya.
La apropiación demasiado individualizada
de los beneficios del trabajo
por parte de un grupo relativamente
pequeño de la población,
nos deja muy claro que el mundo
del trabajo tiene todavía demasiadas
cosas que corregir. Pensar en un El
Salvador más justo y equitativo en
el terreno del trabajo, y diseñar medidas
que conduzcan a la justicia social,
es una tarea indispensable para
la construcción de un mejor país. La
aprobación de los convenios de la
OIT, aunque buenos, son pasos demasiado
pequeños como para pensar
que hemos iniciado el rumbo
positivo que deberíamos tener.