Versión pdf DM 316 - Misioneros de La Consolata

Dimensión Misionera de la Realidad
¿Hay en el Mundo una
conspiración sistémica
contra los pobres?
Por Oscar Eduardo Ruiz Fernández,
Estudiante de Ciencias de la Educación
Los informes y estadísticas que nos llegan, en este principio de año, de los diferentes institutos y
organismos que miden el bienestar de los pueblos, me crean la sospecha de la existencia de una
verdadera conspiración sistémica contra los pobres. Basta hacer una lectura de las distintas crisis que
padece la humanidad y concretamente los pueblos de América Latina y del Caribe para creer que realmente
hay fuerzas e intereses que empobrecen a mucha gente y a los mismos pueblos. Les presento
la lectura que hace el teólogo Paulo Suess de las crisis que padece la humanidad en el mundo de hoy
y en el que la Iglesia comunica la Buena Noticia del Reino de Dios, a hombres y mujeres empobrecidos
que son los destinatarios del mandato misionero y de la misión continental que adelanta la Iglesia de
América Latina y del Caribe.
Empecemos por formular la manera
como Paulo Suess formula las
crisis:
La crisis causada por la
polarización económica de
la sociedad mundial emerge
en un contexto de una competencia
feroz, que subordina
todos los valores al valor
hegemónico del precio. Nos
transformamos en una sociedad
de competencia sin
lealtad.
La crisis del paradigma de
la producción fue durante
algún tiempo el paradigma
de las esperanzas transfor-
madoras. Hoy asistimos a la
precarización de ese paradigma,
basado en tecnologías
sofisticadas que necesitan
cada vez menos trabajadores.
La crisis ecológica - social
acompaña una crisis socioecológica
amplia, causada
por la explotación irracional
que afecta no sólo a nuestro
hermano pobre, migrante
o indígena, sino también a
nuestra hermana naturaleza.
La devastación de las selvas,
de los bosques y de la biodiversidad,
"pone en peligro
la vida de millones de personas",
en especial la vida de
"los campesinos e indígenas,
quienes son expulsados hacia
las tierras de ladera y a las
grandes ciudades para vivir
hacinados en los cinturones
de miserias" (DA 473).
La crisis cultural se manifiesta
como crisis de sentido
y como fundamentalismo. La
disolución del sentido de la
historia humana en una mera
historia natural y la afirmación
del sentido único como
negación del reconocimiento
del otro y del pensamiento
diferente, que recibe apenas
un estatuto de hecho, pero
no de derecho, o viceversa,
representan un potencial
permanente de violencia.
La crisis política de la gestión
democrática: Después
de haber hecho guerras para
la implantación de la democracia,
hoy esa democracia
liberal se encuentra en una
profunda crisis estructural.
Por causa del apadrinamiento
del gran capital, esa
democracia no permite la
participación satisfactoria
del pueblo, sobre todo de
los pobres y excluidos. Los
que tienen el poder económico
consiguieron reducir el
Estado a un Estado mínimo,
que no interfiere en sus intereses.
Ese Estado mínimo no
consigue ni quiere controlar
la acumulación del capital
en manos de unos pocos, ni
la corrupción, y tampoco a
los medios de comunicación
que divulgan la ideología del
"costo-beneficio" como si
fuese el primer mandamiento
de un código éticamente
correcto.
El poder judicial de nuestros
países defiende una justicia
formal, envuelta en los
intereses hegemónicos del
capital, lenta y carísima, que
actúa, muchas veces, lejos de
los lugares donde acontecen
las injusticias y que no permite
a los pobres alcanzar
sus derechos fundamentales.
Inclusión, redistribución,
integración social por el trabajo
y participación en las
ganancias, se convirtieron
como derechos humanos, en
nuevos desafíos para un poder
judicial independiente.
Frente a esas crisis, la sociedad, el
Estado y los gobiernos necesitan
asumir tareas que se conviertan en
Dimensión Misionera de la Realidad
una lucha clara y tenaz para que
otro mundo mejor sea posible. Es
apenas natural que nuestra Iglesia
se una a esa lucha que se constituye
para ella en práctica misionera.
Suess resume las tareas de la lucha
en cinco formulaciones:
Crear o sustentar un cierto
bienestar económico (material)
de todos los ciudadanos.
Promover la cohesión y solidaridad
social interna, que
es atropellada por la sociedad
competitiva, incapaz de
integrar a los ciudadanos.
Garantizar el reconocimiento
cultural del otro, teniendo
en cuenta las diferencias étnicas,
religiosas, de género,
de edad, que tienen su base
no sólo en los hechos, sino
en los derechos y en la dignidad
humana, que precede al
derecho positivo.
Vigilar cuidadosamente por
la libertad y la participación
política de todos en un
sistema democrático, cuyo
funcionamiento no depende
del tráfico de influencias del
gran capital.
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Finalmente, es preciso ins-
5talar un sistema judicial que
garantice la aplicación de la
ley para todos y que dificulte
la corrupción en todas las
instancias, inclusive en el
propio aparato de justicia. dm
Me pregunto si los que somos discípulos misioneros de
Jesúcristo en medio de las gentes, reflexionamos y actuamos
con Él en esta lucha que sin duda fue motivación de su
entrega y sacrificio personal.