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<strong>Un</strong><br />

<strong>solo</strong><br />

<strong>rumbo</strong><br />

cuentos para aprender a caminar juntos


UN SOLO RUMBO<br />

CUENTOS PARA APRENDER A CAMINAR JUNTOS<br />

Elaborado por:<br />

Manthra Comunicación<br />

Creación literaria: Leonor Bravo<br />

Ilustración: Cristina Yépez y Claudia Hernández<br />

Edición: Jerónimo Villarreal<br />

Este producto forma parte de la Campaña para la eliminación de todas las formas de discriminación que lleva a cabo el Ministerio<br />

de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana.<br />

Este producto ha sido elaborado en el marco del programa SI-Frontera/ Frontera Norte: Territorio de Desarrollo y Paz,<br />

<br />

Quito, Ecuador<br />

2020


Índice<br />

Mi<br />

amigo<br />

Pancho<br />

4<br />

8<br />

Mecaen<br />

mal<br />

Miel<br />

de abejas<br />

tristes<br />

12<br />

16<br />

<strong>Un</strong>a<br />

oportunidad<br />

La<br />

niña<br />

nueva<br />

20


4<br />

UN SOLO RUMBO<br />

Mi<br />

amigo<br />

Pancho<br />

Aquí el único amigo que tengo es un loro que nos regaló una señora<br />

que vive al lado. Nos lo dio porque ella está muy viejita y ya no lo puede<br />

atender, y además porque me vio a mí conversando con él. Mi mamá no<br />

quiso saber nada al principio, se enojó mucho. “¡Otro trabajo más para<br />

mí, chica. No y no!”. Pero yo ya me había enamorado de él, lloré, hice<br />

berrinche, le rogué, hasta que me dejó quedármelo.<br />

Se llama Pancho, es todo verde y tiene unos ojos vivarachos. Lo que<br />

más me gusta de él es que me escucha y a veces repite lo que yo digo,<br />

como para hacerme saber que me entendió. Además se ríe, eso es lo<br />

más gracioso. Claro que también es una responsabilidad, ensucia todo y<br />

tengo que limpiar, además darle de comer, porque si no mi mamá me<br />

lo bota.<br />

—Oye Pancho, extraño mi país —le digo—. Y él repite paííís, paííís.<br />

—Allá todo era chévere y como hacía calor me ponía mis blusitas de<br />

tirantes, aquí con este frío no puedo, tengo que andar tapada. —Yo me<br />

río y Pancho se ríe conmigo, haciendo escándalo.


5<br />

—Oye Pancho —le digo otro día— allá todo estaba mal, por eso nos vinimos<br />

para acá. No había comida, nos moríamos del hambre, a veces <strong>solo</strong><br />

comíamos migajas, y todo estaba caro. No había luz ni aire acondicionado.<br />

No lo vas a creer pero había días en que ni agua teníamos. Acá, aunque no<br />

tengo amigas, por lo menos hay comida.<br />

En días como este, cuando le cuento esas cosas, lloro; Pancho me oye y<br />

llora conmigo, entonces me da risa.<br />

—Oye Pancho —le cuento otro día—, en nuestro patio había flores, de<br />

todos los colores y mi abuela me las ponía en el pelo para que me viera<br />

bonita. Ella no pudo venir con nosotras porque tiene las piernas débiles;<br />

no hubiera podido caminar tanto. Me da pena de ella, allá solita. Claro que<br />

ahora que mi mamá ya consiguió trabajo le estamos enviando algo de<br />

plata. Ojalá que no le roben, porque allá a todo el mundo le hace falta.<br />

Recuerdo a mi abuela y lloro tapada con la almohada, porque si Pancho<br />

me oye, me imita y me hace reír.


6<br />

UN SOLO RUMBO<br />

<strong>Un</strong> día dije en el colegio que yo hablaba con el loro, que él era mi<br />

confidente. No sé por qué lo hice, tal vez porque me parecía gracioso, o<br />

porque quería que se rieran. Desde ese día, me dicen “lora”, entre otros<br />

apodos, y yo me siento mal, aunque hago como si no me importara.<br />

Además imitan muy feo mi forma de hablar, se burlan de mí; los chicos<br />

me acorralan y las chicas me detestan. Lo peor es que se ríen de mi<br />

país. No sé si hicimos bien en venirnos para acá. Allá éramos pobres,<br />

pero eso era nuestro, esto no. Siento que siempre seré considerada<br />

extranjera.


A veces sueño con irme de aquí, con volver a mi país para comer mi<br />

comida, hablar como yo quiera y respirar mi aire. Irme volando contigo<br />

Pancho. Pero mi mami me dice que tenga paciencia, que ella ya tiene<br />

amigas que la aprecian y la tratan bien. Que yo también voy a conseguir<br />

sentirme bien aquí, que seguro yo también voy a tener amigas que me<br />

van a aceptar y a querer como soy.<br />

7


8<br />

UN SOLO RUMBO<br />

Mecaen<br />

mal<br />

—Me cansa esta gente con su música a todo volumen y su escándalo.<br />

No sé por qué no se quedan en su país y vienen a molestar a otros.<br />

Ramón está furioso. A su barrio de toda la vida, han llegado algunas<br />

familias de extranjeros que, según él, están cambiando la cultura<br />

tradicional de ese lugar.<br />

Es domingo y como es el cumpleaños de su madre, la familia se ha<br />

reunido para el almuerzo.<br />

—No seas exagerado mijo, tú no sabes por todo lo que habrá<br />

pasado esa gente para venir hasta acá. No es fácil dejar lo de uno<br />

—dice Rosalía, su madre.<br />

—Pero, mire el escándalo que meten, oigan cómo se ríen, por<br />

lo menos si se quedaran callados —vuelve a intervenir Ramón.<br />

—¿Te imaginas cuánto tiempo habrán estado sin reírse?<br />

Recuerda que vinieron a pie de su país, cargando su vida<br />

en una maleta. Ya olvídate de ellos y disfruta de la rica<br />

comida que ha hecho tu suegra —dice Vicente,<br />

su padre.


9<br />

—Y a propósito de gente de otra parte, les quiero contar algo —dice la señora<br />

Jacinta, suegra de Ramón—, cuando llegó la sequía a Manabí, que duró<br />

treinta años, mucha gente tuvo que salir de allá. A nosotros se nos murieron<br />

las vaquitas, se nos secó todo el maíz y mi familia se vino para acá. No fue<br />

fácil, siendo del mismo país, se reían de nosotros, de cómo hablábamos,<br />

de lo escandalosos que éramos. Sufrimos bastante, no creas. Hasta que se<br />

acostumbraron a nosotros y nos llegaron a querer.<br />

—¿A querer? ¡Si todos los del barrio andaban detrás de ella! Pero creo que yo<br />

tenía más méritos que los demás y me escogió a mí —dice Lucho, jactándose<br />

y dándole un beso a su esposa.<br />

—¡Eras el que más me perseguía! Luego poco a poco con sus atenciones y<br />

cariño me fue enamorando —dice Jacinta con una carcajada. Todos se ríen<br />

con ella. Ramón, todavía molesto, no vuelve a decir nada.<br />

Días después, Ramón llega del trabajo, es tarde, pero no hay nadie en la casa.<br />

Espera un rato y luego, preocupado, sale a preguntar a una vecina.


10<br />

UN SOLO RUMBO<br />

—¡Huy vecino!, ¿no sabe lo que pasó? —le dice alterada doña Josefa—, su<br />

niño se cayó de uno de esos árboles, parece que se rompió el brazo, pero<br />

Kendri y Yenifer acompañaron a la pobre Rocío al Hospital del Sur.<br />

—¿Kendri y Yenifer?, ¿quiénes son ellos?<br />

—Esa familia que vive en la esquina, los extranjeros. Como usted no<br />

contestaba el celular y al niño le dolía mucho, se fue con ellos.<br />

Ramón encuentra a su esposa en la sala de espera junto a una pareja<br />

desconocida. Después de las presentaciones se entera que son las<br />

personas de las cuales había despotricado tanto: los extranjeros de la<br />

esquina. Ramón los saluda, les agradece, pero no habla más y mira<br />

en silencio a Rocío, con el ceño fruncido. Al poco rato una<br />

enfermera sale con el niño que tiene un yeso en el brazo y<br />

varias curaciones en la cabeza.<br />

En la casa, luego de acostar al niño, Ramón le reclama<br />

a su esposa por haber ido al hospital con esos<br />

desconocidos.<br />

—Para mí no son desconocidos, son buenas personas<br />

con las cuales deberías estar agradecido. No sabes<br />

cuánto me ayudaron con el niño, hasta pagaron<br />

el taxi, en sus pobrezas, porque yo no tenía un<br />

centavo.<br />

—Bueno, les agradezco, ya les voy a pagar<br />

lo del taxi, pero me caen mal, no quiero que<br />

andes con esa gente —le dice molesto—.<br />

—¡Oye más respeto! Para que sepas Yenifer<br />

me está enseñando a coser, con eso<br />

puedo ayudarme un poco hasta que<br />

consiga algo más.


11<br />

Y déjate ya de tanta tontería, ayudan a tu familia y tú sigues<br />

atacándolos. Deberías reflexionar en tu actitud. Te desconozco.<br />

Esa noche no se hablan más. Ramón se siente mal, no entiende por<br />

qué se comporta así, en el trabajo todos hablan mal de los muchos<br />

extranjeros que han venido al país y él, el que más les critica ¿por<br />

qué? Tal vez es el miedo de que les quiten el trabajo, o tal vez es pura<br />

tontería. Es difícil aceptar a los extraños.<br />

Al día siguiente, triste por haber discutido con su esposa, Ramón le<br />

pide disculpas.<br />

—Si quieres que te disculpe, ahora mismo vas a agradecer a los vecinos<br />

por su ayuda y generosidad. ¿Y te digo algo? Más bien deberías hacerte<br />

amigo del marido, que es mecánico y nos puede ayudar a arreglar ese<br />

motor que te regaló tu papá.<br />

Ramón no sabe si podrá hacerse amigo de ellos, pero sí sabe que debe<br />

agradecerles por su ayuda y solidaridad.


12<br />

UN SOLO RUMBO<br />

Miel<br />

de abejas<br />

tristes<br />

La reina de las abejas doradas estaba muy triste, en su pequeño país<br />

habían desaparecido las flores; no había flores en los árboles, no había<br />

flores en los arbustos, ni siquiera en el pasto.<br />

—Hermanas —dijo a las abejas de su colmena—, tenemos que irnos<br />

de aquí, tenemos que buscar otro lugar o vamos a morir, sin flores no<br />

tenemos ni polen ni néctar para alimentarnos.<br />

Las abejas doradas se prepararon, casi todas echaron unas lagrimitas,<br />

les daba mucha pena dejar su panal, dejar el árbol donde habían vivido<br />

ellas, sus madres y sus abuelas. Pero sabían que ese ya no era un buen<br />

lugar para vivir.<br />

Volaron durante mucho tiempo, durante el día y la noche hasta que<br />

llegaron a un campo lleno de hermosas flores. Estaban ya todas listas<br />

para armar el nuevo panal cuando la reina, que había llegado antes que<br />

las demás, dijo:


13<br />

—No podemos quedarnos aquí, estas flores tienen demasiados<br />

pesticidas y podemos intoxicarnos. Debemos seguir buscando.<br />

Las abejas doradas volvieron a empacar sus cosas y emprendieron el<br />

vuelo en busca de otro sitio para vivir.<br />

Después de un largo vuelo llegaron cerca de una ciudad a un lugar con<br />

gran variedad de flores. La reina se alegró, por fin habían encontrado<br />

un buen sitio para ellas. Sin embargo había un pequeño problema, en el<br />

lugar había ya otro panal de abejas.<br />

—No se acerquen a nuestras flores—dijo la reina del panal amarillo—,<br />

nosotros hemos llegado primero, así que este lugar es nuestro.<br />

—Pero hay sitio para todas —dijeron las recién llegadas—, este lugar<br />

es enorme y tiene muchas flores. ¡Por favor estamos muy cansadas y<br />

tenemos mucha hambre, déjennos quedar!<br />

La reina amarilla <strong>solo</strong> hizo una mueca y se marchó con su corte. Como<br />

no dijo ni sí ni no, el grupo de abejas doradas se quedó. Armaron la<br />

colmena y antes de descansar salieron a recolectar néctar y polen pues<br />

tenían mucha hambre.


14<br />

UN SOLO RUMBO<br />

Y aunque allí todo era hermoso, no era fácil vivir en ese lugar, las<br />

abejas amarillas las molestaban, les decían que no volaban bien, que<br />

su zumbido era horrible, que a las flores les molestaba su presencia.<br />

—¿Por qué no se regresan a su tierra?, ¿por qué no se marchan a otro<br />

sitio? Aquí no hay lugar para ustedes.<br />

Para no molestar a las amarillas, las abejas doradas recogían el polen<br />

y el néctar un poco antes del anochecer, cuando muchas de las<br />

flores se empezaban a cerrar, todas estaban flaquitas y tristes y su<br />

miel ya no era tan dulce como antes.


15<br />

Pero ocurrió un día en que la antigua reina amarilla murió y una joven<br />

reina tomó su lugar. Ella había visto como las abejas doradas sufrían y<br />

sabía que no tenían otro lugar a donde ir.<br />

—Desde ahora en adelante vamos a compartir el territorio —dijo, en<br />

una gran asamblea—, hay suficientes flores, polen y néctar para todas.<br />

Allá, al norte está el cholán con sus flores amarillas, al sur el perfumado<br />

campo violeta de las flores de lavanda, al este hay margaritas y las<br />

hierbas de olor y al oeste rosas, geranios, girasoles y árboles frutales.<br />

No todas las abejas amarillas estuvieron de acuerdo, algunas<br />

refunfuñaron, pero todas aceptaron y muchas de buena gana. Así que<br />

cuando se encontraban en el vuelo se sonreían y saludaban, y las flores,<br />

que estaban cansadas del enojo de las unas y la tristeza de las otras,<br />

también se sintieron mejor, su néctar era cada día mejor y la miel<br />

de los dos panales, cada vez más dulce y deliciosa.


16<br />

UN SOLO RUMBO<br />

<strong>Un</strong>a<br />

oportunidad<br />

—¡Silencio todos! ¡Ya Gerardo, deje de molestar! —dice la profesora<br />

molesta. Ha llegado tarde y todos los jóvenes, la mayoría fuera de su<br />

lugar, conversan entre ellos.<br />

—Pero profe, si yo… —responde el muchacho sonriendo, mientras los<br />

demás estudiantes lo miran.<br />

—Ningún pero, y a mí no me diga profe, para los estudiantes soy<br />

Licenciada Erazo, y ya siéntese, haga silencio. Cuide su nota de<br />

conducta.<br />

Los demás cuchichean entre ellos, algunos se ríen y se burlan<br />

del joven.<br />

—Se fregó el chamo, la profe le tiene pica—dice uno.<br />

—Ya tiene perdido el año, y lo peor es que es en Mate —dice<br />

otro—, yo de él me retiraría.<br />

—Por mí, que lo acabe, hecho el ojiverde nos baja a todas<br />

las peladas —se queja otro.<br />

—Pero es buenazo para básquet, con él podemos ganar<br />

este año.


La clase continúa y Gerardo se siente mal, ¿por qué si todos<br />

conversaban <strong>solo</strong> le llama la atención a él?<br />

Más tarde, a la salida del colegio, Gerardo camina lentamente. Se siente<br />

<strong>solo</strong> en este país extraño al que se tuvo que venir con su familia porque<br />

en el suyo la vida era muy difícil. No tiene ninguna prisa, a esa hora no<br />

hay nadie en su casa, su mamá estará en el trabajo y llegará tarde<br />

a la casa.<br />

A la noche tiene una discusión con su madre.<br />

—No quiero volver al colegio, me siento mal allí, además quiero<br />

ayudarte, tú trabajas demasiado. Puedo ir a la mecánica de ese señor<br />

que conocí el otro día, él ha ofrecido pagarme algo.<br />

—Yo quiero que estudies, que no te quedes como yo, que tengo que<br />

aceptar cualquier trabajo porque no tengo profesión. Con lo que<br />

yo gano nos basta, no tenemos lujos, pero comida, que es lo<br />

importante, hay.<br />

—Además, las profesoras se me cargan, sobre todo una, que ni<br />

bien me ve, me grita.<br />

—Aguante mijo, pase este año, tal vez el próximo<br />

no le toque con la misma.<br />

Al otro día Gerardo se levanta temprano. La<br />

madre no ha cedido en el asunto del colegio,<br />

y no ha descansado hasta que le ha<br />

prometido seguir en clases. Pero él tiene<br />

tomada su decisión, toma el camino<br />

del colegio y en cuanto puede se<br />

desvía hacia la mecánica.<br />

A la hora del recreo, en el<br />

comedor de maestros, Carmen<br />

conversa con Luzmila Erazo.


18<br />

UN SOLO RUMBO<br />

—¿Cómo te va con el<br />

nuevo alumno? —pregunta<br />

Carmen.<br />

—Faltó hoy día y me alegro. Esta<br />

gente viene a indisciplinar a los<br />

demás.<br />

—Oye, te desconozco, ¿qué te pasó?,<br />

nuestra misión como docentes es guiar a<br />

los jóvenes, ayudarlos a encaminar sus vidas.<br />

—Es que ya se me acabó la paciencia, con ellos<br />

los demás aprenden malas costumbres.<br />

—Pero qué malas costumbres, si recién llegó, no lo<br />

conoces, dale un chance. Además de estar en una<br />

edad difícil, a lo que hay que sumar todos los cambios<br />

que ha sufrido. Dejar su país, sus amigos, su familia. <strong>Un</strong>a<br />

prima suya, Zulay, está conmigo y es una chica inteligente y<br />

muy despierta —dice Carmen.<br />

—Allá tú, pero yo, entre menos chicos extranjeros tenga, mejor.<br />

Si con los nuestros, que los conocemos, es difícil, con ellos es un<br />

tormento, porque son muy diferentes—, dice la licenciada Erazo.<br />

—No son tan diferentes, todos los jóvenes están buscando su lugar<br />

en el mundo y buscándose a sí mismos. No te entiendo —El recreo<br />

ha terminado y Carmen se levanta molesta.<br />

Pasa una semana y Gerardo no vuelve, los estudiantes comentan y<br />

Carmen, enterada, empieza a averiguar sobre su paradero. <strong>Un</strong>a tarde,<br />

acompañada de Zulay, su prima, van a buscarlo a la mecánica, donde lo<br />

encuentran todo sucio de grasa.<br />

—¿Y cuánto te van a pagar aquí? —pregunta Carmen, luego de que él,<br />

les cuenta lo que está haciendo.<br />

—Todavía no me van a pagar, porque estoy aprendiendo, dice que esto<br />

es una oportunidad para mí —se ríe con tristeza Gerardo.


19<br />

—¿Tú estás loco? —se enoja Zulay—, esto es un abuso. Deberías regresar<br />

al colegio, sin el título de bachiller no puedes hacer nada. Además, tú<br />

eres menor de edad —dice Carmen—, no debes trabajar sino estudiar. ¿Tu<br />

mamá sabes que estás aquí?<br />

—No, ella no sabe nada, y que ni se entere, porque me mata. Ella ya<br />

ha sufrido bastante para darle otro problema más —dice Gerardo,<br />

asustado—. Así le puedo ayudar a ganar algo, porque trabaja demasiado.<br />

—Pero si no te pagan, ¿no te das cuenta que te están viendo la cara de<br />

bobo? —dice Zulay.<br />

—En el colegio tampoco estoy bien, la profe me trata mal, estará feliz de<br />

que yo no vaya a clases —dice Gerardo.<br />

El dueño de la mecánica, alertado por uno de los empleados, sale a ver<br />

qué pasa. Zulay le increpa molesta y Carmen le llama la atención sobre<br />

la situación del muchacho.<br />

—Yo no le he dicho que venga, él se vino a meter aquí, yo no tengo<br />

nada que ver. ¡Ya, te me vas en este rato, no quiero verte por aquí!<br />

—grita enfurecido.<br />

En la Junta de profesores del colegio, tratan el caso de Gerardo<br />

y la rectora decide amonestar a la maestra.<br />

—Gerardo se merece una oportunidad —dice el profesor<br />

de deportes—, lo he visto y es bueno para básquet, con él<br />

ganamos este año el campeonato.<br />

—Lo siento licenciada Erazo —<br />

dice la rectora—, pero debo<br />

enviar este caso al Distrito<br />

Educativo para que lo<br />

investiguen. Y aténgase a<br />

las consecuencias.


20<br />

UN SOLO RUMBO<br />

La<br />

niña<br />

nueva<br />

Ha llegado una niña nueva a mi escuela, todos nos extrañamos un poco<br />

porque estamos en la mitad del año escolar. Es muy alegre, se ríe de<br />

todo y habla muy alto. Casi siempre sabe lo que la maestra pregunta,<br />

seguro que en su otra escuela era muy aplicada, a veces canta en los<br />

recreos.<br />

A mí me parece simpática, se llama Yonaima, es un nombre raro, un<br />

poco chistoso. Es bonita pero no parece engreída.<br />

<strong>Un</strong> día me acerqué a ella y conversamos, me contó que venía de otro<br />

país, que en el mapa parecería que está cerca, pero que cuando se viene<br />

a pie y en bus, está muy lejos; que vivía frente a un hermoso mar azul<br />

y que allá todos tocan unas guitarritas pequeñas que <strong>solo</strong> tienen cuatro<br />

cuerdas.<br />

Nos hicimos amigas, compartíamos lo que traíamos en la lonchera y<br />

a mí me gustaba porque su mamá le mandaba cosas ricas, pero no<br />

siempre traía, entonces yo le daba un poco de lo mío.<br />

Al principio todos querían ser sus amigos, pero poco a poco se fueron<br />

alejando de ella y algunos empezaron a decir cosas de Yonaima.


21<br />

—No es de aquí. Habla diferente a nosotros.<br />

—Ellos tienen otras costumbres, comen cosas diferentes.<br />

—Mi papá dice que deberían quedarse en su país, que vienen a<br />

quitarnos el trabajo.<br />

—No sabemos quiénes son, ni sabemos qué han venido a hacer acá.<br />

—Se ríe demasiado, mi mamá dice que <strong>solo</strong> los tontos se ríen tanto.<br />

Y empezaron a inventarse cosas de ella, a decir que peleaba, que tenía<br />

malas costumbres, que les quería quitar lo que tenían en la lonchera,<br />

que era una pesada y que se hacía la que sabe mucho. Y como yo era<br />

su amiga también empezaron a tratarme mal a mí.<br />

<strong>Un</strong> día nos peleamos, no fue nada grave, pero como yo tenía miedo<br />

de que los demás me siguieran tratando mal, no volví a salir con ella al<br />

recreo, ni a hablarle en clase, ni a invitarla a mi casa.<br />

Yo la veía de lejos y me daba un poco de pena, pero mis amigas me<br />

jalaban para otro lado. Y veía que Yonaima había empezado a cambiar,<br />

cada vez se reía menos, dejó de responder a las preguntas de la maestra<br />

y ya nunca más cantó en los recreos porque andaba sola.


22<br />

UN SOLO RUMBO<br />

Pero un día vi que conversaba con alguien y volvía a sonreír, además<br />

parecía que jugaba con otra persona, ¡pero no había nadie! Los demás<br />

dijeron que estaba loca y, en la clase se sentaron lejos de ella. Y yo me<br />

enojé, porque sabía que no estaba loca, que nadie se vuelve loca, así de<br />

pronto.<br />

Y, a pesar de que ya había pasado un tiempo que no conversaba con<br />

ella, me le acerqué.<br />

—¿Con quién hablas? —le pregunté, pero hizo como que no me oía y<br />

siguió jugando. Solo después de un rato me miró.<br />

—Este es un amigo que <strong>solo</strong> veo yo, y que es de allá, de mi tierra, casi<br />

vecino mío, habla como yo y hasta sabe las mismas canciones—dijo y<br />

salió corriendo.<br />

A mí me sorprendió mucho su respuesta, y a la noche se lo comenté a<br />

mis papás.<br />

—Me parece que Yonaima es una chica inteligente —dijo mi papá—,<br />

y para no sentirse tan sola, se ha inventado un amigo imaginario, tú<br />

también tenías una cuando eras pequeñita


23<br />

—¿Yo?, ¿yo también me reía sola? —pregunté asustada.<br />

—También —dijo mi mamá—, y no <strong>solo</strong> eso, compartías con ella tus<br />

dulces, porque tu amiga era una niña a la que llamabas Clarita.<br />

—Y nunca pensamos que estabas loca, sino que como no tenías un<br />

hermanito necesitabas a alguien de tu edad para jugar.<br />

De noche casi no pude dormir, pensé mucho, mucho. Entonces decidí<br />

que estaba bien que Yonaima tuviera un amigo imaginario que le<br />

recordara su tierra, pero si ahora estaba aquí, necesitaba una amiga que<br />

fuera de aquí. Y también pensé que no me importaba lo que dijeran los<br />

demás, porque ya me tenían cansada de sus tonterías y mentiras.


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UN SOLO RUMBO

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