17.10.2022 Views

La Bocina N° 410 - Octubre 2022

  • No tags were found...

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Octubre 2022

/ -/ - *-/=-;.$5 _ * *-/=/ - *-/=-;. _ * EL CUADERNO . /. / - - - - * __ - - -_ . / - *

Leña de sangre

27

La humanidad había llegado a una nueva extinción. Las guerras no solo

habían inundado de radiación el planeta, sino que además habían disminuido

la población mundial a menos de la mitad y en menos de diez

años. Por otro lado, las grandes empresas y mega compañías productoras

de energía, combustibles y comida, estaban destruídas por los bombardeos

estratégicos e intencionados de sus oponentes. Ya sean países,

políticos, grupos rebeldes, grupos humanistas, grupos ultra-religiosos, o

muchos etcéteras más. Cada uno tuvo su propio y mezquino interés en

la tragicomedia final. El mundo llegó a un punto que parecía que había

alcanzado su equilibrio. Pero no. Una nueva y catastrófica pandemia

desatada adrede para beneficio de las farmacéuticas, y como prueba

piloto para futuros patógenos pandémicos, fue instalada a través de un

terrible e infeccioso virus nuevo, modificado genéticamente para ser

como fue: terriblemente virulento, horriblemente mortal, tremendamente

contagioso y devastadoramente mundial. No hubo rincón del

planeta al que sus pegajosas proteínas mejoradas para el anclaje humano,

no llegaran. El virus no solo mató y contagió su virulencia por el

mundo, sino que hundió financieramente a todos los que debieron

cumplir una cuarentena utópica, esperando indefinidamente el pico

pandémico. Al final la gente mataba por comida en las calles, comían

perros, gatos y cualquier animal que pudieran cazar con rudimentarias

armas caseras. Algunos pocos iluminados compraron armas y municiones

antes de que se declarara la cuarentena general y obligatoria que

instalaron país tras país, a medida que el virus avanzaba. Pero las balas

se acabaron, las armas se rompieron y volvieron al arco y a las flechas.

Al garrote y a la hondera. A las picas y a las cachiporras. A los puños y a

los palazos. Volvimos a la época de las cavernas.

Los gobiernos en cambio, todavía tenían recursos, así que ellos comenzaron

pequeñas batallas limítrofes, mientras su pueblo se mataba por

comida, agua o medicamentos. Algunos países sucumbieron a las

armas letales extranjeras, que llegaron y atacaron grandes centros

urbanos. Pero los países europeos, con más armamento y recursos militares,

comenzaron represalias. Atacaban y diezmaban milicias extranjeras,

que tomaban pequeños países en nombre de la libertad y de los

derechos humanos de ese país. De a poco, esos países fueron sucumbiendo

a sus salvadores, que terminaron siendo sus nuevos opresores,

esclavos de la miseria y el despotismo. La mitad del planeta ya estaba

en ruinas, a esa altura de los hechos. Los salvadores y los salvados ya

no podían mantener a raya a sus enemigos, los recursos escaseaban y

se redirigían a la clase alta: dirigentes políticos, reyes y príncipes, millonarios

y billonarios, y a las fuerzas militares que aún eran manejados y

pagados por éstas clases. Debían obedecer órdenes. Debían matar a

sus compatriotas en nombre de la pacificación social. Con la panza

llena se obedece mejor. Algunos comenzaron a darse cuenta de que

eso estaba mal. Matar compatriotas para defender mansiones abarrotadas

de comida y lujos. Se formaron los primeros grupos rebeldes.

Ahora mataban y robaban a la clase alta para darle al pueblo. En el

mundo cada vez había menos gente y recursos. Ya nadie producía energía,

ni comida, ni medicamentos, ni dinero, ni nada. ¿Para qué? No

había lugar en el planeta que no estuviera devastado. ¿Quién pagaría?.

No, así no se hacen los negocios, dijeron los pocos empresarios que

quedaron vivos y se atrincheraron en montañas y en islas privadas.

Junto con políticos amigos y militares, ahora mercenarios a sueldo y

comida. Las poblaciones comenzaron en franco retroceso cuantitativo.

Las muertes se daban en las grandes urbes de todas las formas posibles:

enfermedades, asesinatos, violaciones, tortura, esclavizaciones,

de frío, de calor, de sed, de hambre, de nostalgia, de depresión, suicidio,

de amor y de odio. Los animales y la vegetación comenzaron a

tomar las ciudades. Los sobrevivientes comenzaron a tomar los bosques

y selvas. La energía era un principio fundamental ahora. Un valor

por sí solo, un bien por el cual pelear. Volver a pelear. Un gen que el

ser humano lleva arraigado en sus entrañas. La única energía disponible

para los sobrevivientes provenía de la leña. La leña estaba en los

bosques y en las selvas. En lo salvaje. Hubo que volver al inicio.

Nómades a la caza y la pesca. Las tribus comenzaron su propia nueva

expansión. Las chozas tenían colores, tenían nuevas banderas. Tenían

nuevos adeptos. Nuevas reglas sociales. Quedaban muy pocos en el

mundo. Las tribus ahora no se mataban tanto, y hacían pactos. Pactos

por los recursos, por el trabajo, por la mano de obra, por los conocimientos.

Los territorios comenzaron a tener nuevos nombres. Igual que

sus tribus. Los que se habían escapado a la montaña o a sus islas privadas,

fueron desapareciendo. Generación tras generación, consumieron

todos los recursos de su isla, de su espacio privado alejado de los bosques

y de las selvas. Donde estaba la leña, donde estaba la energía. Y

perecieron. El futuro ya no contó con ellos. A los que no los mató el

hambre o sus propios guardianes, murieron de frío e inanición. Ya no

había a quién pagarle para comprar un recurso, para comprar una

voluntad, para comprar una vida. El dinero era lo único que les sobraba,

pero ya no tenía ningún valor. Lo terminaron usando como combustible,

al calor de los dólares fueron consumiendo sus reservas. El papel

entrega mucha menos energía que la madera. Pero ya no tenían más

leña, ni quién la cortara. No quedó nada de ellos. Su descendencia no

pudo con el nuevo mundo. Las tribus, de a poco, a través de pactos y

treguas, comenzaron un lento y nuevo despertar. La leña la cortaban

en común acuerdo y con restricciones de cantidad, ahora. No se sembrarán

los suficientes árboles como para ir reemplazando a los talados.

Y comenzaron nuevas discordias. Disconformidades porque una tribu

llevaba más leña que la otra. Porque una tribu usaba la leña para hacer

casas, y otros usaban paja para sus chozas. Entonces todos querían

usar leña para sus casas. Y si no los dejaban, traficaban con leña clandestina,

cortada por los nuevos inescrupulosos que talaban sin control

y sin restricciones y solo respondían a sus intereses. Se pagaba con

comida, con armas de manufactura casera y con promesas maritales,

incluso. Los inescrupulosos crecían en número. Entonces, las tribus

tuvieron que formar grupos de custodia de bosques y árboles. Y

comenzaron algunas trifulcas. Controlables al principio. Hasta que apareció

el primer muerto. Pero los custodios no quisieron decir nada, se

cuidaban entre ellos. Hicieron pactos de silencio. Y el segundo muerto

apareció entre la leña. Robaba leña dijeron, así lo encontramos, ya

estaba muerto cuando hacíamos la ronda. Y apareció un tercer, un

cuarto y un quinto muerto. Y la humanidad, tal y como la conocemos,

comenzó de nuevo…

Todos los días de 17 a 18

Martín Tous

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!