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Esmeralda 11 (ESPAÑOL) - Web

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EDITORIAL

Si el año pasado estábamos haciendo

un análisis de lo complejo y

agotador que resultó para el sector el

cierre transitorio de la cadena logística

internacional producto de la crisis

sanitaria mundial, en esta ocasión

los resultados de 2021 muestran un

crecimiento significativo de exportaciones

de esmeraldas, que no debe

leerse solo como un factor de optimismo,

sino que debe convertirse en

una de las lecciones más importantes

para el gremio en su historia reciente:

hacer una profunda reflexión sobre

la sostenibilidad de nuestra industria

en el corto y largo plazo.

Vale la pena preguntarnos sobre la

visión local y reducida que tenemos

en el país sobre el negocio en general,

en especial si miramos el avance

en esta materia en otras realidades y

el papel de los nuevos actores en la

industria de piedras preciosas y otros

metales que tienen una oferta con

trazabilidad, incluso “verde” y con

denominación de origen. Todavía

hay en nuestro sector una retórica

–casi romántica e irreal– de que la

minería se debe aferrar a las costumbres

artesanales de antaño, con las

comunidades y de manera informal,

sin tomar en cuenta que la extracción

y comercialización han tenido un

cambio significativo en los últimos

tiempos: el desarrollo normativo, de

reglamentación y formalización y de

medidas medioambientales en los territorios,

por nombrar solo algunos

aspectos. Y obliga a las compañías a

tomar medidas serias y urgentes para

poder explotar un título minero con

sostenibilidad y sin obstáculos legales,

y luego comercializar con éxito

el producto en los mercados más importantes

del planeta.

Las firmas multinacionales que están

entrando a la zona esmeraldífera

en el occidente del departamento de

Boyacá –que hoy aportan unos 2.100

empleos directos– y a otros sitios del

país en términos de inversión minera,

son conscientes de que deben implementar

todos estos planes de empleo

digno, del cuidado del medioambiente

y ejecutar la reglamentación de los

códigos, que se han venido imponiendo

desde el Ministerio de Minas

para la industria.

Esta nueva realidad en las regiones

mineras nos hace preguntarnos también

por el real impacto de la renta

minera en el país como motor de la

economía. ¿Cómo se desarrollan los

departamentos si no hay empleo formal,

si se vive en la informalidad, si

no se pagan impuestos? Por ejemplo,

cuando una empresa minera aterriza

en la zona ellos empiezan a pagar

impuestos como el de industria y comercio;

y eso les sirve a las alcaldías

locales para poder ejecutar proyectos

de impacto; se aumenta de inmediato

el pago de regalías para que se hagan

obras de infraestructura.

Entonces, lo que llamamos “renta

minera” debe ser un punto de reflexión

para mirar el tipo de país que

queremos en el futuro. En este sentido,

la minería informal no puede ser

la que hable sobre la visión de sostenibilidad

en las regiones, sino que

una minería seria y responsable debe

ser la que entregue el valor a las comunidades

y al país. Nosotros, desde

nuestro sector, debemos empezar a

pensar en si queremos un desarrollo

integral y social y que este tiene que

ir de la mano con el desarrollo industrial

y formal del sector.

Algo anecdótico que nos pasó hace

poco tiempo –se hicieron presentes

la informalidad y los altos niveles de

resistencia a estos cambios– fue en

plena pandemia cuando no pudieron

llegar a toda la población los programas

de ayuda gubernamentales. Ante

la emergencia, el gremio destinó

unos subsidios a la gente de la zona

(160.000 pesos a cada habitante),

pero fue imposible entregarlos a toda

la población objetiva, porque las autoridades

fueron claras en los requisitos.

“Los mineros son los que están

escritos en el Rucom. Si usted le va a

enviar un subsidio a otras personas,

no se puede”, nos decían.

Resulta fundamental entender que

no es un capricho sectorial el llamado

a la formalización y a desarrollar

el sector a nivel industrial que deriva

en un mejoramiento social. Por más

que en algunos casos exista poca

aprobación y vientos para apagar la

dinámica de esta renta minera (y petrolera)

como motor de desarrollo

en las regiones, es el momento en

que el sector debe tomar en serio

este cambio para mirar con optimismo

la sostenibilidad de las esmeraldas

colombianas.

Por Óscar Baquero

Presidente de Fedesmeraldas

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ESMERALDA

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