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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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grupo, estos niños suelen presentar problemas cognitivos en el aprendizaje, ser

agresivos e impopulares entre sus compañeros (poco debe sorprendernos, pues,

que la dureza con la que la familia trata al niño antes de que éste ingrese en el

mundo escolar sea un predictor adecuado de cuál será su futuro), más proclives a

la depresión y, cuando adultos, más proclives a tener problemas con la ley y a

cometer más delitos violentos. A veces—por no decir casi siempre— esta falta de

empatía se transmite de generación en generación, de modo tal que los hijos que

fueron maltratados en su infancia por sus propios padres terminan convirtiéndose

en padres que maltratan a sus hijos. Esto contrasta drásticamente con la empatía

que suelen presentar los hijos de aquellos padres que han sido nutricios, padres

que han alentado la preocupación de sus hijos por los demás y que les han hecho

comprender lo mal que se puede encontrar otro niño. Y si los niños no reciben

este tipo de adiestramiento de la empatía en el seno de la familia, parece que no

pueden aprenderlo de otro modo.

Lo que tal vez resulte más inquietante en este sentido es lo pronto que los niños

maltratados parecen aprender a comportarse como si fueran versiones en

miniatura de su propios padres.

Pero esto no debería sorprendemos si tenemos en cuenta que estos niños

recibieron una dosis diaria de esta amarga medicina.

Recordemos que es precisamente en los momentos en que las pasiones se

disparan o en medio de una crisis cuando las tendencias mas primitivas de los

centros del cerebro límbico desempeñan un papel más preponderante. En tales

momentos, los hábitos que hay a aprendido el cerebro emocional serán, para

mejor o para peor, los que predominarán.

Si nos damos cuenta de la forma en que la crueldad —o el amor— modela el

funcionamiento mismo del cerebro, comprenderemos que la infancia constituy e

una ocasión que no debiéramos desaprovechar para impartir las lecciones

emocionales fundamentales. Los niños maltratados han tenido que recibir una

lección constante y muy temprana de traumas. Tal vez debiéramos admitir y a

que este tipo de traumas constituy e un terrible aprendizaje emocional que deja

una impronta muy profunda en el cerebro de los niños maltratados, y buscar la

forma más adecuada de resolver este problema.

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