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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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durante su desarrollo son especialmente vulnerables ante las fuerzas

disgregadoras y los devastadores efectos del divorcio, la pobreza y el desempleo.

El estatus de las familias y los niños estadounidenses es más inquietante que

nunca […] Estamos privando a millones de niños de sus capacidades y de sus

aptitudes morales» .

Pero no se trata de un fenómeno exclusivamente norteamericano sino de una

situación global, puesto que el mercado mundial busca abaratar los costes

laborales y termina haciendo mella sobre la familia. La nuestra es una época en

la que las familias se ven acosadas, en la que ambos padres deben trabajar

muchas horas y se ven obligados a dejar a los niños abandonados a su propia

suerte o, como mucho, al cuidado del televisor; una época en la que muchos

niños crecen en condiciones de extrema pobreza; una época en la que cada vez

hay más familias con un solo responsable; una época, en suma, en la que la

atención cotidiana que reciben los más jóvenes raya en la negligencia. Todo esto

supone, aun en el caso de que los padres alberguen las mejores intenciones, el

menoscabo de los pequeños, innumerables y sustanciosos intercambios

familiares que van cimentando el desarrollo de las facultades emocionales.

¿Qué podemos hacer, pues, si la familia y a no cumple adecuadamente con su

función de preparar a los hijos para la vida?

Un análisis más detenido de los mecanismos que suby acen cada uno de estos

problemas concretos nos ayudará a comprender la importancia de las

habilidades sociales y emocionales, y arrojará luz sobre las medidas preventivas

o correctivas más eficaces para encauzar a los niños en una dirección más

adecuada.

EL CONTROL DE LA AGRESIVIDAD

El chico duro de mi escuela primaria se llamaba Jimmy, un niño que estaba

en cuarto curso cuando yo todavía me hallaba en primero. Jimmy era capaz de

robarte el dinero para el almuerzo, coger tu bicicleta o darte un golpe para llamar

tu atención; era, en suma, el clásico gamberro que no necesitaba la menor

provocación para enzarzarse en una pelea. Todos albergábamos una mezcla de

odio y temor hacia Jimmy, tratábamos de mantenernos a distancia de él y,

cuando se desplazaba por el patio del recreo, era como si una especie de

guardaespaldas invisible mantuviera al resto de los niños alejados de su camino.

Es evidente que los niños como Jimmy tienen muchos problemas pero lo que

no todo el mundo sabe es que una conducta tan agresiva constituye un claro

predictor de un futuro igual de problemático. De hecho, cuando cumplió los

dieciséis años Jimmy estaba en la cárcel condenado por atraco.

Hay muchos estudios que corroboran la persistencia de la agresividad infantil

en chicos como Jimmy. Como y a hemos visto en otro lugar, los padres de los

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