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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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y por vez primera carecía de seguro de enfermedad. Aquella inestabilidad la

hacía sentirse tan angustiada que no tardó en descubrirse teniendo pensamientos

sombríos sobre su salud, convencida de que su dolor de cabeza era el síntoma de

un tumor cerebral e imaginando que iba a sufrir un accidente cada vez que

tomaba el coche. Muchas veces se descubría completamente perdida en una

interminable secuencia de preocupaciones que la envolvían como una especie de

neblina. Como ella misma decía, sus obsesiones habían acabado convirtiéndose

en una especie de adicción.

Borkovec también menciona otra ventaja adicional de la preocupación, ya

que, mientras la persona se halla inmersa en sus pensamientos obsesivos, no

parece reparar en las sensaciones subjetivas de ansiedad (el aumento del ritmo

cardíaco, la sudoración, los temblores, etcétera) suscitadas por esos mismos

pensamientos. Así pues, la persistencia de la preocupación parece silenciar esa

ansiedad, al menos en lo que respecta al ritmo cardíaco. Al parecer, la secuencia

de la preocupación es la siguiente: la persona comienza adviniendo algo que

suscita la idea de alguna amenaza o un peligro potencial, una catástrofe

imaginaria que, a su vez, desencadena un ataque moderado de ansiedad: luego el

aprensivo se sumerge en una serie de pensamientos de angustia, cada uno de los

cuales desata nuevas preocupaciones. Mientras la atención permanezca

circunscrita a este ámbito obsesivo y se mantenga focalizada en este tipo de

pensamientos, conseguirá apartar de su mente la imagen original catastrófica que

disparó la ansiedad. Como descubrió Borkovec, las imágenes son más poderosas

que los pensamientos a la hora de activar la ansiedad fisiológica. Es por esto por

lo que la inmersión en los pensamientos y la exclusión de las imágenes

catastróficas es capaz de aliviar parcialmente la angustia. Y, en ese sentido, la

preocupación se ve reforzada porque constituye una suerte de antídoto parcial de

la angustia.

Pero la preocupación crónica también resulta frustrante porque se constituye

una secuencia de ideas obsesivas y estereotipadas que no aportan ninguna

solución creativa que contribuy a realmente a resolver el problema. Esta rigidez

no sólo se manifiesta en el contenido mismo del pensamiento obsesivo —que

simplemente se limita a repetir la misma idea una y otra vez— sino también a

nivel neurológico, en donde parece presentarse una cierta inflexibilidad cortical y

una incapacidad del cerebro emocional para adaptarse a las circunstancias

cambiantes. En resumen, pues, aunque la preocupación crónica funcione en

ciertos sentidos, no lo hace en otros aspectos mucho más importantes. Tal vez

pueda disipar parcialmente la ansiedad, pero jamás contribuirá a aportar la

solución a un determinado problema.

En cualquier caso, no hay nada más difícil para un aprensivo crónico que

seguir el consejo que más frecuentemente se le brinda: « deja de preocuparte»

(o peor todavía: « no te preocupes; se feliz» ). No olvidemos el papel que

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