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21.Aprenda optimismo Haga de la vida una experiencia gratificante

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unos patitos que lo seguían a todas partes después de haberse familiarizado con él.

Los patitos seguían a Lorenz por todas partes porque se habían identificado tanto con

su presencia que lo tomaban por su madre. Sus cuidadosas observaciones de la

naturaleza no tardaron en pasar a la observación sistemática de las personas.

Gabriele se había graduado bajo la tutoría de dos grandes discípulos de Lorenz. Yo

sabía para entonces que Gabriele había llevado a cabo infinidad de minuciosas

observaciones en aulas llenas de niños, pero no por ello sentí menos temor cuando

me dijo que se proponía trabajar en los bares de ambos sectores de Berlín.

«No se me ocurre otra cosa para lograr un apoyo adecuado para mis

descubrimientos con la técnica CAVE —me escribió—. Tendré que dirigirme a

Berlín oriental y efectuar un riguroso recuento de todas las señales de desazón que

encuentre para luego compararlas con sus equivalentes de Berlín occidental. Y,

como no quiero despertar sospechas en la policía, he decidido recorrer los bares.»

Ni más ni menos, eso fue lo que hizo. Durante el invierno de 1985 estuvo

visitando nada menos que treinta y un bares de zonas industriales. Eligió catorce en

el sector occidental y diecisiete en el Este. Esos bares, a los que denominan

Kneipen, son los más frecuentados por los obreros para beber una copa después del

trabajo. Dichos establecimientos funcionaban a ambos lados del Muro, a escasa

distancia entre sí. Para recorrerlos, Ele empleó los días laborables de una semana,

cinco en total.

Su técnica consistía en entrar en un bar para sentarse en un rincón alejado de la

puerta, tratando de que nadie reparase en ella. Una vez instalada, dedicaba su

atención a grupos de parroquianos y llevaba la cuenta de lo que cada grupo hacía en

cinco minutos. Anotó todo lo observable que, según la literatura especializada, se

consideraba relacionado con la depresión: sonrisas, carcajadas, posturas, agitación

de brazos y manos, y movimientos casi imperceptibles, como el de comerse las uñas.

Los berlineses del Este, medidos de esa forma, una vez más resultaron ser más

depresivos que los del Oeste. Un 69 por 100 de los berlineses occidentales sonreía,

en tanto que únicamente lo hizo un 23 por 100 de los orientales. La mitad de los

berlineses occidentales se sentaba correctamente, en tanto que apenas el 4 por 100

(!) de los orientales lo hacía. En cuanto a posturas respectivas, los occidentales

adoptaban las más abiertas y francas frente a otros ocupantes de la misma mesa en

una proporción del 80 por 100, en tanto que sólo el 7 por 100 (!) de los orientales

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