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Malanga la novela

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

Novela costarricense posmoderna, fragmentaria sobre una república imaginaria que dice ser un paraíso, pero tiene los conflictos ordinarios de toda sociedad del siglo XXI: doble moral, facilismo, droga, violencia, autoestima y, acaso, el narcoestado. Es una novela pastiche que procura hablar sobre el ser contemporáneo. Su correlato habla de un mundillo literario plagado de oportunistas y tramposos y reflexiona sobre la escritura. La novela está escrita en clave de humor negro.

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Un coche de medio ver pasa por él y el chofer le chifla, y

ya sabe que sale el negocio. Mora se trepa al carro de

inmediato, con un saludo de cofradía que el narrador no

sabe describir, porque se ataranta de tanta payasada.

En la oficina del abogado — esta vez, no es el tal Pablo

— sólo está la secretaria que le muestra una escritura y la

seña en la línea donde debe firmar. Además, le muestra

un sobrecito con dinero que le motiva a no hacer

preguntas y de inmediato cumple. Entretanto, la señora

rubio-canosa que hace la limpieza, le saca una fotocopia

a su identificación.

El día del interrogatorio no aporta mucho, porque no

conviene. Capaz que le dan de palos, o algo peor, por

complicar las cosas. Aparte, nota el desgano del

interrogador al buscar información. Cree entender que no

quiere problemas. Eso pasa mucho en las oficinas: nadie

quiere saber de más, para no comerse broncas. Así es

como las jefaturas toman entre ojos a los que son

dedicados, pues se meten donde no caben. No saben que

permanecer es el arte de dejar pasar.

Incluso de trepar.

Tuvo que dormir, esa vez, en la calle. Generalmente

guarda tres mil pesos para meterse en una cuartería y a

cambio le dan una colchoneta de espuma mugrosa. Es un

poquito más seguro que la calle, donde lo pueden asaltar

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