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Revista Comunidad Lanus 5784

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IEJEZKEL

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VISIÓN Y EXILIO

Iejezkel ben Buzi (Ezequiel) fue un profeta

que vivió entre los años 622 a.e.c. y 571 a.e.c.,

en la zona de Iehudá. Profetizó en el último

período del Primer Templo y después de su

destrucción; también estuvo activo en

Babilonia, junto con los exiliados. Fue llevado

cautivo junto al rey Joaquim de Judá. Cinco

años después, recibió el llamado Divino.

Su nombre viene de la raíz hebrea jazak, por

lo que significa “Dios fortalecerá”. Es descrito

como “Hijo de Buzi, el Cohen”, por lo que se

entiende era de linaje sacerdotal. Vivió en la

misma época que Irmiahu.

En su profecía se distinguen dos etapas, pre y

post exilio.

Al inicio, sus profecías advirtieron de la

destrucción inminente, por la impiedad y el

accionar de la nación:

“Y me llevó al atrio de adentro de la casa de

D´s; y he aquí junto a la entrada del templo,

entre la entrada y el altar, como veinticinco

varones, sus espaldas vueltas al templo de

D´s y sus rostros hacia el oriente, y adoraban

al sol, postrándose hacia el oriente.Y me dijo:

¿No has visto, hijo de hombre? ¿Es cosa

liviana para la casa de Judá hacer las

abominaciones que hacen aquí? Después

que han llenado de maldad la tierra, se

volvieron a mí para irritarme…” (Ezequiel, cap 8).

Luego, post destrucción, pregonó la condena a

las naciones extranjeras y la restauración de Israel.

Con la caída de Jerusalem y la destrucción del

Templo, muchos habían perdido la fe. Por lo

que su misión consistió en dar consuelo. De

forma especial, buscó hacer comprender a la

gente las verdaderas causas del desastre,

llamar al arrepentimiento y advertir sobre la

asimilación a las costumbres babilónicas.

Además, prepararla para la obra de reedificación

futura, a la que habrían de dedicarse los repatriados.

Anuncia dicha esperanza, con el conmovedor

mensaje Divino:

“Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré

de todas las tierras, y os traeré a vuestro país.

Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis

limpiados…de todos vuestros ídolos…. Os daré

corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo

dentro de vosotros; y quitaré de vuestra

carne el corazón de piedra, y os daré un

corazón de carne… Y pondré dentro de

vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis

estatutos, y guardéis mis preceptos, y los

pongáis por obra.” (Iejezkel 36, 24-27)

Las profecías de Ezequiel se caracterizan por

la riqueza en alegorías, imágenes y acciones

simbólicas; están repletas de visiones y

enfatizan que lo convoca “la mano” de Ad-nai

y Su Espíritu.

La más conocida de estas visiones es el

“Maasé Merkabá”, que podría traducirse

como carruaje celestial y describe de modo

esotérico la revelación de D´s y Su gloria. Esta

visión inaugura el Libro de Ezequiel en su

primer capítulo.

La visión consiste en un vehículo de cuatro

ruedas conducido por cuatro querubines,

cada uno con cuatro alas y cuatro rostros: de

hombre, león, buey y águila.

El sabio Abarbanel, explicando a Radak, lo

interpreta a modo de parábola con un

mensaje para el profeta. El hombre simboliza

la iluminación, el león simboliza el heroísmo,

el buey simboliza el dinero y el águila

simboliza el honor. Así, Dios quiso dar a entender

a Ezequiel que el profeta no se enaltecería

con heroísmo, riqueza, honor ni nada de lo

anterior, sino con el conocimiento de Dios.

Otra visión bien conocida es la de los Huesos

Secos (Atzamot haiebeshot), en el capítulo 37,

que describe la Redención del pueblo judío y

Tejiat hametim.

En esta visión, Ezequiel se ve a sí mismo de

pie en un valle lleno de huesos secos. Se le

ordena profetizar: frente sus ojos, los tejidos

de los tendones, la carne y la piel se elevan

sobre los huesos. Entonces, un ángel de Dios

le revela que estos son los Israelitas en el exilio

y le ordena soplar espíritu en ellos. Así vivirían

nuevamente y serían conducidos a la Tierra

de Israel.

“Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos

huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos

dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció

nuestra esperanza, y somos del todo

destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha

dicho Ad’nai: He aquí yo abro vuestros

sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de

vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de

Israel….” (Cap 37, 11).

Ezequiel, que también era sacerdote, incluye

visiones sacerdotales detalladas y

meticulosas en sus profecías,

particularmente en su última sección donde

profetiza sobre el Templo porvenir.

En muchas de sus profecías, describe a Dios

llamándolo “Ben adam” (ser humano).

Para concluir, Iejezkel cumplió fielmente su

misión, pronunciando en ocasiones duras

reprensiones, pero también dando aliento

con palabras de gracia.

Se dice que en su persona conviven el profeta

y el sacerdote, el hombre contemplativo y el

de acción, el poeta y el razonador, el

anunciador de males y el heraldo de

salvación. Tal riqueza de personalidad se

revela en su mensaje profético, igualmente

rico y complejo, de estilo personal y original.

Ezequiel, S III. Mural excavaciones

Sinagoga Dura Europos, Siria.

SHANÁ TOVÁ

LES DESEA

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