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IEJEZKEL
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VISIÓN Y EXILIO
Iejezkel ben Buzi (Ezequiel) fue un profeta
que vivió entre los años 622 a.e.c. y 571 a.e.c.,
en la zona de Iehudá. Profetizó en el último
período del Primer Templo y después de su
destrucción; también estuvo activo en
Babilonia, junto con los exiliados. Fue llevado
cautivo junto al rey Joaquim de Judá. Cinco
años después, recibió el llamado Divino.
Su nombre viene de la raíz hebrea jazak, por
lo que significa “Dios fortalecerá”. Es descrito
como “Hijo de Buzi, el Cohen”, por lo que se
entiende era de linaje sacerdotal. Vivió en la
misma época que Irmiahu.
En su profecía se distinguen dos etapas, pre y
post exilio.
Al inicio, sus profecías advirtieron de la
destrucción inminente, por la impiedad y el
accionar de la nación:
“Y me llevó al atrio de adentro de la casa de
D´s; y he aquí junto a la entrada del templo,
entre la entrada y el altar, como veinticinco
varones, sus espaldas vueltas al templo de
D´s y sus rostros hacia el oriente, y adoraban
al sol, postrándose hacia el oriente.Y me dijo:
¿No has visto, hijo de hombre? ¿Es cosa
liviana para la casa de Judá hacer las
abominaciones que hacen aquí? Después
que han llenado de maldad la tierra, se
volvieron a mí para irritarme…” (Ezequiel, cap 8).
Luego, post destrucción, pregonó la condena a
las naciones extranjeras y la restauración de Israel.
Con la caída de Jerusalem y la destrucción del
Templo, muchos habían perdido la fe. Por lo
que su misión consistió en dar consuelo. De
forma especial, buscó hacer comprender a la
gente las verdaderas causas del desastre,
llamar al arrepentimiento y advertir sobre la
asimilación a las costumbres babilónicas.
Además, prepararla para la obra de reedificación
futura, a la que habrían de dedicarse los repatriados.
Anuncia dicha esperanza, con el conmovedor
mensaje Divino:
“Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré
de todas las tierras, y os traeré a vuestro país.
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis
limpiados…de todos vuestros ídolos…. Os daré
corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo
dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un
corazón de carne… Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los
pongáis por obra.” (Iejezkel 36, 24-27)
Las profecías de Ezequiel se caracterizan por
la riqueza en alegorías, imágenes y acciones
simbólicas; están repletas de visiones y
enfatizan que lo convoca “la mano” de Ad-nai
y Su Espíritu.
La más conocida de estas visiones es el
“Maasé Merkabá”, que podría traducirse
como carruaje celestial y describe de modo
esotérico la revelación de D´s y Su gloria. Esta
visión inaugura el Libro de Ezequiel en su
primer capítulo.
La visión consiste en un vehículo de cuatro
ruedas conducido por cuatro querubines,
cada uno con cuatro alas y cuatro rostros: de
hombre, león, buey y águila.
El sabio Abarbanel, explicando a Radak, lo
interpreta a modo de parábola con un
mensaje para el profeta. El hombre simboliza
la iluminación, el león simboliza el heroísmo,
el buey simboliza el dinero y el águila
simboliza el honor. Así, Dios quiso dar a entender
a Ezequiel que el profeta no se enaltecería
con heroísmo, riqueza, honor ni nada de lo
anterior, sino con el conocimiento de Dios.
Otra visión bien conocida es la de los Huesos
Secos (Atzamot haiebeshot), en el capítulo 37,
que describe la Redención del pueblo judío y
Tejiat hametim.
En esta visión, Ezequiel se ve a sí mismo de
pie en un valle lleno de huesos secos. Se le
ordena profetizar: frente sus ojos, los tejidos
de los tendones, la carne y la piel se elevan
sobre los huesos. Entonces, un ángel de Dios
le revela que estos son los Israelitas en el exilio
y le ordena soplar espíritu en ellos. Así vivirían
nuevamente y serían conducidos a la Tierra
de Israel.
“Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos
huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos
dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció
nuestra esperanza, y somos del todo
destruidos. Por tanto, profetiza, y diles: Así ha
dicho Ad’nai: He aquí yo abro vuestros
sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de
vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de
Israel….” (Cap 37, 11).
Ezequiel, que también era sacerdote, incluye
visiones sacerdotales detalladas y
meticulosas en sus profecías,
particularmente en su última sección donde
profetiza sobre el Templo porvenir.
En muchas de sus profecías, describe a Dios
llamándolo “Ben adam” (ser humano).
Para concluir, Iejezkel cumplió fielmente su
misión, pronunciando en ocasiones duras
reprensiones, pero también dando aliento
con palabras de gracia.
Se dice que en su persona conviven el profeta
y el sacerdote, el hombre contemplativo y el
de acción, el poeta y el razonador, el
anunciador de males y el heraldo de
salvación. Tal riqueza de personalidad se
revela en su mensaje profético, igualmente
rico y complejo, de estilo personal y original.
Ezequiel, S III. Mural excavaciones
Sinagoga Dura Europos, Siria.
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