Korpus Volumen 3, número 9

Volumen 3, núm. 9
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Korpus 21
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Tabla de Contenidos
Table of Contents
Sección temática
Henio Millán Valenzuela
Presentación
Presentation
Juan Pablo Navarrete Vela
El liderazgo carismático de AMLO
y su influencia en la Cuarta Transformación (4T)
AMLO’s charismatic leadership
and its influence in the Fourth Transformation (4T)
Rogelio Hernández Rodríguez
Los desequilibrios institucionales en la democracia mexicana
Institutional imbalances in Mexican democracy
César Morales Oyarvide
El lado malo de los chicos buenos.
Notas críticas sobre anti-populismo y democracia
The bad side of good guys.
Critical notes on anti-populism and democracy
Gustavo Abel Guerrero-Rodríguez
y María de Lourdes Alejandra Ángeles Morales
Democracia, autorregulación y autonomía:
los grandes desafíos del Centro Toluqueño de Escritores
Democracy, self-regulation and autonomy:
the great challenges of the Toluqueño Writers Center
Marco César Ojeda Castro
Fortalezas y debilidades de los referéndums
en el auge de la democracia directa en México
Strengths and weaknesses of referendums
in the rise of direct democracy in Mexico
Scott Mainwaring & Aníbal Pérez-Liñán
Democratic Decay in Mexico and Latin America
La decadencia democrática en México y América Latina
IX
353
371
387
405
429
445

Héctor Tejera Gaona
Más de veinte años de democracia fluctuante en Ciudad de México
More than twenty years of fluctuating democracy in Mexico City
Amalia Pulido Gómez
El sistema de partidos en México
y la variación de sus configuraciones
The party system in Mexico
and the variation of its configurations
461
475
Sección general
Francisco Javier Rosas Ferrusca y Viridiana Rodríguez Sánchez
Gobernanza Territorial: medición regional en el Estado de México
Territorial Governance: regional measurement in the State of Mexico
Miguel Pastrana Flores
El nacimiento de Huitzilopochtli en el Códice Florentino.
Tonalli, guerra y dominio entre los mexicas
The birth of Huitzilopochtli in the Florentine Codex.
Tonalli, war and domination among the Mexica
493
505
Ensayo
Gibrán Ramírez Reyes
El fin de la democracia moderna ya pasó. Ensayo de una hipótesis
Modern democracy has already ended. Essay on a hypothesis
523
Reseña
Tatiana Pérez Ramírez
Atlacomulco en el escenario político nacional
Atlacomulco
537

SECCIÓN TEMÁTICA

Presentación
LA DEMOCRACIA EN MÉXICO
Por decir lo menos, la democracia está en
vilo. De ser en el pasado reciente un valor universal,
sobre todo en occidente, hoy sufre embates
que, aunque pueden provenir de ámbitos
diferentes, activan el descontento desde una
misma trinchera: la representatividad de sus
gobernantes. Es decir, la capacidad de los dirigentes
para actuar en nombre y beneficio de los
gobernados.
Desde hace tiempo, el pensamiento cercano
a elección racional planteó que el problema central
de la democracia podía ser enmarcado en la
teoría del agente-principal. De la misma manera
que los accionistas (o el dueño) de una empresa
delegan en un director o gerente (CEO) la
autoridad para que la dirija libremente, sujeto a
un conjunto explícito de restricciones, los ciudadanos
eligen a sus representantes y delegan en
ellos la autoridad que originalmente les pertenece
en su calidad de principal. Y en ambos casos
lo hacen para que los agentes promuevan sus
intereses (ganancias y bienestar social, respectivamente).
En las dos situaciones se presenta
un problema: ¿cómo evitar que el agente actúe
en ese sentido y no en favor de sus propios intereses,
cuando los resultados de la gestión se
desvían de los esperados y, además, no aportan
suficiente evidencia de las verdaderas motivaciones
del agente, porque existen otros factores
que escapan de su control?
Así, de la misma forma que el gerente puede
argumentar que no se obtuvieron las ganancias
o el valor de la acción prometidos porque fallaron
los proveedores, el gobernante puede esgrimir
un pretexto como la crisis mundial, la guerra
en Ucrania, la caída de los ingresos públicos,
etcétera. Todos ellos son causas incontrolables
que impidieron el impulso al bienestar social.
Esta forma de ver las cosas puede ser criticada
por varias razones; pero, en esencia, es un buen
esquema para visualizar los aspectos medulares
de la insatisfacción con la democracia. En primer
lugar, está el problema de la representatividad.
Esta significa que los gobernantes entienden
como yo el funcionamiento del mundo que me
rodea y que, además, deben actuar como yo lo
haría. Una posible desviación justificada es la
pluralidad, propia de sociedades democráticas.
Generalmente es usada para legitimar una conducta
diferente a la que yo propongo, en aras
del bien común. Para saber qué es, se apela a
otro concepto espinoso: la mayoría. Sin embargo,
la paradoja de Condorcet nos advierte que,
aun cuando las preferencias individuales sean
racionales (completas y transitivas), es posible
que existan varias mayorías —y no sólo una— en
cualquier conglomerado conformado por tres o
más personas (Shepsle y Boncheck, 1997). Por
ejemplo, en un conjunto de tres ciudadanos {A,
B, C} existen cuatro: la unánime y las que pueden
conformar A y B, A y C y B y C.
En el primer caso, un componente de las sociedades
modernas —la pluralidad— está conjurado.
Prevalece el pensamiento único y, en los
hechos, no hay necesidad de partidos ideológicamente
distinguibles. Las elecciones tienen
sólo un fin: averiguar cuál de ellos representa
más fielmente la voluntad y los intereses de la
sociedad. Es decir, aun en tal escenario la representatividad
electa es necesaria.
Las otras situaciones reflejan combinaciones
de mayorías parciales con minorías determina-
IX

PRESENTACIÓN
das. La democracia liberal prescribe el liberalismo
constitucional con el propósito de salvaguardar
la autonomía y la dignidad de los individuos
por medio de la ley (Zakaria, 1997). Así, las minorías
quedan protegidas no sólo de un eventual
abuso estatal, sino de las propias mayorías (preocupación
obsesiva de Madison). Sin embargo,
la situación social puede devenir inestable, sin
un representante electo que tome decisiones
que se respetan porque se adoptan y ejecutan
en nombre y en beneficio de los ciudadanos. Típicamente,
esto sucede cuando se debe de llegar
a un acuerdo distributivo y se opta por la
regla de la mayoría, aplicada en forma directa
(Shepsle, 2016). La corrección política aconsejaría
repartir novecientos pesos en tres tercios
iguales entre tres personas: {A: 300, B: 300, C:
300}. Sin embargo, en una sociedad moderna
en la que se pretende lograr la cohesión social
mediante la búsqueda del interés personal (Durkheim,
2012; Smith, 1776/1958), A tiene incentivos
para proponerle al señor B el siguiente arreglo
distributivo: A: 450, B: 450, C: 0}. Es claro
que el arreglo es democrático porque se logra
con la mayoría A-B. Sin embargo, en este caso
la democracia lleva a la inestabilidad: el señor C
tiene incentivos para formar una nueva mayoría
“B-C” y lograr un acuerdo distinto que derrumbe
el anterior: {A:0, B: 600, C:300}. El proceso continúa
de forma indefinida y la sociedad es incapaz
de encontrar el equilibrio —cualquiera— que
permita la consecución de un orden —cualquiera—
necesario para la convivencia social. Por eso
es necesario un poder que represente al conjunto
social; o mejor: la voluntad general, al estilo
Rousseau.
Más allá de los argumentos tradicionales sobre
las dificultades de operar la democracia directa
en poblaciones grandes y dispersas, las reflexiones
anteriores sobre la mayoría dan cuenta
del carácter indisoluble de la diada mayoría-representatividad.
La democracia es una forma de
expresarla; pero no la única; mucho menos, la liberal.
Los regímenes autoritarios, como China y
otros países donde las elecciones no son libres,
la rechazan con el argumento de que se finca en
valores que pretenden ser universales, cuando
en realidad emergen de la cultura noroccidental.
Su promoción, que condena a los que no se rigen
por sus normas, constituye una forma velada de
intervencionismo e imperialismo simbólicos, que
pretende imponer modelos ajenos a las culturas
vernáculas y de negar, en los hechos, la pluralidad
y la diversidad, tanto nacionales como étnicas.
Un oxímoron.
La negativa de aceptar la democracia como
un valor universal es el marco en el que se inscribe
el escrito de Gibrán Ramírez: “El fin de la democracia
moderna ya pasó. Ensayo de una hipótesis”.
Sin inclinarse a las posturas autoritarias, el
autor opta por un ensayo académico, y como tal,
propone asumir las tribulaciones recientes de la
democracia como objeto de estudio. Ello demanda
un cambio de perspectiva que consiste
en ver la democracia contemporánea no como
una forma de representación en crisis, como
normalmente se piensa, sino en su fase terminal.
La representación —nos dice— continuará, pero
la democracia, no.
La segunda trinchera desde la que se disparan
misiles contra la democracia es la democracia
misma. Y el misil más potente es el populismo
contemporáneo, como quiera que se le
defina. En esta batalla, la insurrección reclama a
las democracias modernas que contengan componentes
liberales, protegidos legalmente. Son
estos —imperio de ley, contrapesos al poder,
justica imparcial, laicidad, etcétera— los que posibilitan,
legitiman y disfrazan la adulteración de
la representatividad; es decir, el sentido último
de la democracia. Para seguir con el parangón
de elección racional: en la democracia liberal, el
agente (el gobierno) traiciona la fuente original
de su poder al subordinar los intereses del principal
(los ciudadanos o el pueblo) a sus propios
intereses; es decir, al guiar sus acciones hacia los
beneficios particulares, pero con el cuidado de
justificar la falta de resultados, sobre todo aquellos
que fueron esgrimidos durante las campañas.
De la misma manera que en la pieza teórica
“agente-principal”, tal justificación se consigue
cuando se cumplen dos condiciones: invocación
de circunstancias determinantes fuera de control
y cumplimiento de la institucionalidad formal,
que restringe la gestión.
De ahí se van a agarrar los populismos contemporáneos.
La primera tarea es conjurar la idea
de traición. Ello se logra mediate la construcción
de una ficción: la identificación plena entre gobernantes
y pueblo. No son gemelos; son la cara
de una misma moneda. El corolario: uno puede
traicionar a los demás, pero no a sí mismo. Por
X

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, IX-XII
lo menos de manera voluntaria y consciente. La
construcción es posible gracias a una traducción
tramposa y espuria del mensaje de las urnas y
del posterior mantenimiento de altos niveles de
popularidad: el dirigente y su gobierno ostentan
el monopolio de la representatividad popular.
Por tal motivo, los populistas invocan una
democracia auténtica; para serlo, tiene que ser
iliberal (Zakaria, 1997): gobiernos emanados de
elecciones libres, pero legitimados para vulnerar
la institucionalidad vigente, incluida la asociada
al constitucionalismo liberal. De la misma forma
que el agente (el director) de una empresa
puede alegar que las reglas (la institucionalidad)
restringen excesivamente su gestión y que ésta
es una de las causas del fracaso empresarial,
los populistas suelen — a veces con razón — argüir
que las instituciones fueron impuestas por
las élites dominantes para promover sus intereses
(North, 1993; Acemoglu y Robinson, 2012).
Como tales, deben ser removidas para conseguir
el bienestar popular. Pero en el camino aprovechan
para desmantelar las prescripciones del
constitucionalismo liberal, que protege a los individuos.
De esta manera se emprende una ruta
de menoscabo de los derechos de las minorías.
Resurge el temor de Madison (Hamilton, Madison
y Jay, 1788). Y aquí entra en escena otra
traducción tramposa: la transmutación de la minoría
en élites opositoras y éstas en enemigas
del proyecto popular. De esta forma, se justifica
cualquier embate, por más bajo que sea, contra
los disidentes.
El artículo de Scott Mainwaring y Aníbal Pérez-Liñán,
“Democratic Decay in Mexico and Latin
America”, estudia varias experiencias nacionales
que, en algún tiempo, han apostado por
la democracia; les permite clasificarlas en tres
categorías: estancamiento, ausencia de profundización
y decadencia democráticas. Lo ocurrido
recientemente ubica a México en esta última.
Las relaciones entre democracia y populismo
son el tema de reflexión de la mayoría de
los artículos de este número. En “El liderazgo
carismático de AMLO y su influencia en la Cuarta
Transformación (4T)”, Juan Pablo Navarrete
Vela reflexiona sobre el carácter carismático de
López Obrador, que sin duda ha sido un factor
de primer orden en la configuración de una
nueva hegemonía en México, similar en muchos
aspectos al viejo priismo, pero también distinta
precisamente en sus aspectos caudillistas,
que derivan del carisma del líder morenista. Es
este carisma el que ha permitido la identificación
“pueblo/gobernante” y, por esta vía, la reconcentración
del poder, perdida durante las
administraciones de la alternancia. La nueva hegemonía
abarca no sólo la expansión acelerada
del dominio morenista sobre el territorio nacional
—y, por tanto, de su líder indiscutible—, sino
también la subordinación del Legislativo. Como
bien apunta el artículo de Rogelio Hernández,
“Los desequilibrios institucionales en la democracia
mexicana”, esta subordinación emula la
que prevaleció en los mejores tiempos priistas
y es la base para el desmantelamiento institucional:
la senda más corta hacia la recuperación
del autoritarismo perdido con el arribo de la alternancia
En el marco de esta discusión, César Morales
aborda en “El lado malo de los chicos buenos.
Notas críticas sobre antipopulismo y democracia”
un aspecto novedoso de la nueva circunstancia
democrática: el anti-populismo. Poco
estudiado, representa una reacción frente a la
avanzada populista que, al decir del autor, redefine
cada vez más los términos de la contienda
electoral. Y, al hacerlo, evoca a otro aspecto que
no se ha mencionado en estas líneas: la polarización.
No se puede ser indiferente frente al populismo.
Se está a favor o se está en contra. Y esto
es uno de sus grandes logros políticos: trasladar
la tradicional confrontación entre las élites políticas
a una permanente conflagración entre los
actores sociales. Se trata de un clivaje artificial,
que deviene estructural gracias a la ambición de
quienes luchan por el poder.
El resto de los autores aborda temas ajenos
o tangenciales a la relación entre democracia y
populismo; pero no por ello, menos importantes.
Marco César Ojeda Castro revisa en “Fortalezas
y debilidades de los referéndums en el auge de
la democracia directa en México” las prácticas
del referéndum en dos casos regionales: Sinaloa
y Jalisco. Como él mismo nos advierte, el artículo
puede servir para introducir mejoras en la
legislación que promueva la participación ciudadana.
A su vez, Amalia Pulido Gómez investiga
y reflexiona sobre el sistema de partidos, ingrediente
indispensable de la vida democrática. Lo
hace para las elecciones federales de 2018 de
presidente y senadores, bajo dos perspectivas:
XI

PRESENTACIÓN
la sociológica y la institucionalista. Concluye que
la proporcionalidad de las reglas electorales es
determinante para el número de partidos y que
el contexto social puede influir decisivamente
cuando esas normas son permisivas.
Por su parte, Gustavo Abel Guerrero Rodríguez
y María de Lourdes Alejandra Ángeles Morales
focalizan su trabajo en un ambiente más local
pero no por ello menos importante: el Centro
Toluqueño de Escritores. Para ello, realizan un
revisionismo histórico de este organismo a fin de
analizar su democracia, autorregulación y autonomía.
Por último, Héctor Tejeda dedica su artículo
“Más de veinte años de democracia fluctuante
en Ciudad de México” al análisis de la democracia
—que él llama fluctuante— en la capital del
país. El caso es de por sí interesante, en la medida
en que fue la primera entidad en la que la
alternancia democrática recayó en un partido de
izquierda. Sus reflexiones le llevan a la idea de
que este partido (el PRD) no fue capaz de construir
lealtades institucionales, sino las simpatías
y adhesiones que despertó estaban tejidas por
liderazgos personales. La estructura que tales liderazgos
ha conformado es motor de tensiones
y conflictos con Morena. En 2021, tales tensiones
derivaron en pérdidas de alcaldías, gracias a que
las clases medias inclinaron la balanza en contra
del partido oficial.
En resumen, el número que hoy se presenta a
los lectores aborda las congojas de la democracia,
señaladamente las que provienen del embate
populista. La variedad de artículos arroja no
sólo un panorama de tales preocupaciones, sino
también una profundización en las reflexiones
que suelen hacerse sobre el tema.
Fuentes consultadas
Acemoglu, Daron y Robinson, James A. (2012), Why
Nations Fail. The Origins of Power, Prosperity,
and Poverty, Nueva York, Crown Publisher.
Durkheim, Émile (2012), La división del trabajo social,
Madrid, Siglo XXI.
Hamilton, Alexander; Madison, James y Jay, John
(1788/2001), El Federalista, Ciudad de México,
FCE.
North, Douglas (1993), Instituciones, cambio institucional
y desempeño económico, Ciudad de México,
FCE.
Shepsle, Kenneth y Bonchek, Mark (1997), Analyzing
Politics. Rationality, Behavior, and Institutions,
Nueva York, McMillan.
Shepsle, Kenneth (2016), Analizar la política. Comportamiento,
instituciones y racionalidad, Ciudad
de México, CIDE.
Smith, Adam (1776/1958), Investigación sobre la naturaleza
y causa de la riqueza de las naciones,
Ciudad de México, FCE.
Zakaria, Fareed (1997), “The Rise of Illiberal Democracy”,
Foreign Affairs, 76 (6), pp. 22-43.
Henio Millán Valenzuela
El Colegio Mexiquense, A.C.
XII

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212023137
EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
AMLO’S CHARISMATIC LEADERSHIP
AND ITS INFLUENCE IN THE FOURTH TRANSFORMATION (4T)
Juan Pablo Navarrete Vela
orcid.org/0000-0003-2454-9543
Universidad de La Ciénega
del Estado de Michoacán de Ocampo
México
jpnavarrete@ucemich.edu.mx
Abstract
This article analyzes the influence of the charismatic leadership of Andres Manuel
López Obrador (AMLO) and examines the construction of his political offer. Through
the comparison, AMLO’s actions are examined through categories such as charismaticdominant
leader or charismatic-integrative/pragmatic leader with different political
actors. The type of confrontation is organized with the leaders of the opposition parties,
with the social movements, businessmen and members of their own party. Finally, the
article delves into the effects of territorial progress in the field of governors, which is
measured through electoral efficiency in contested and won elections.
Keywords: Morena; AMLO; Charismatic Leadership; Elections; Confrontation.
Resumen
El artículo analiza la influencia del liderazgo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO)
y la construcción de su oferta política. Por medio de la comparación se examinan las
acciones de AMLO por medio de categorías como líder carismático-dominante o líder
carismático-integrador/pragmático con diferentes actores políticos. Se organiza
el tipo de confrontación con los dirigentes de los partidos de oposición, con los movimientos
sociales, empresarios y miembros de su propio partido. Finalmente, profundiza
en los efectos del avance territorial en el ámbito de los gobernadores, lo cual se
mide a través de la eficiencia electoral en comicios disputados y ganados.
Palabras clave: Morena; AMLO; Liderazgo carismático; Elecciones; Confrontación.
353

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
Introducción
La competencia democrática en México se ha
modificado con mayor fuerza en las últimas
dos décadas, desde el proceso de transición en
2000, en donde se han presentado tres diferentes
alternancias en el Poder Ejecutivo, la llegada
del Partido Acción Nacional (PAN) en el periodo
2000-2012, el retorno del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) de 2012-2018 y el arribo
de Morena en 2018 a la fecha (2023). Esa pluralidad
también ha generado diferentes formas de
procesar acuerdos político-legislativos como el
Pacto por México al inicio del sexenio de Enrique
Peña Nieto en 2012, así como la acción tránsfuga
de legisladores de otros partidos a Morena
al comienzo de la administración de Andrés Manuel
López Obrador.
En ese contexto de cambio político también
se ha reconfigurado la captación de votos de
los principales partidos; por lo tanto, el tripartidismo
imperante en los últimos treinta años
cambió con la victoria de Morena. Por lo anterior,
nos preguntamos lo siguiente: ¿cómo se ha
desarrollado el liderazgo carismático de AMLO?
¿Cuáles han sido las etapas de formación y desarrollo
de Morena? ¿Cómo se ha comportado el
liderazgo carismático con los diferentes actores
políticos? En este trabajo se presenta una revisión
de la literatura especializada, pero además
analiza la coyuntura política, por lo cual es una
investigación actual que propone diferentes clasificaciones
analíticas.
La construcción del líder
El liderazgo político es una pieza importante de
la competencia por el poder en el plano democrático;
por lo tanto, en este primer apartado
presentamos una revisión de la literatura, en la
cual encontramos trabajos recientes que proponen
algunas tipologías acerca del impacto de
hombres y mujeres en la política, en donde se
destacan los nexos familiares y la posición gubernamental
(Baker y Palmieri, 2023: 122). En
ese sentido, es por demás interesante que los
estudios estén considerando cómo analizar el
papel que han jugado las mujeres en altos puestos
políticos, sobre todo porque en la vida política
en América Latina han arribado al Poder
Ejecutivo en las últimas dos décadas: en Honduras,
Xiomara Castro (2022); en Bolivia, Jeanine
Añez (2019-2020); en Brasil, Dilma Roussef
(2011-2016); en Argentina, Cristina Fernández
(2007-2015); en Chile, Michelle Bachelet (2006-
2010, 2014-2018). En el caso mexicano está latente
la posibilidad de que una mujer gane por
primera vez la presidencia de la república. Nos
referimos a las aspiraciones de la jefa de gobierno
de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum,
quien podría lograrlo si accede a la candidatura
presidencial de Morena para 2024, ya que entre
los interesados al interior de su propio partido
se encuentra en el primer lugar de las preferencias
internas (Claudia Sheinbaum con el 47.5%;
Marcelo Ebrard suma el 29.4%; Adán Augusto
López cuenta con el 10.8% y Ricardo Monreal
apenas con el 8.6%) (Demoscopia Digital, 2023).
Otros trabajos como el de Krcmaric, Nelson
y Roberts (2020: 133) versan sobre recuperar el
análisis de los líderes en el plano individual, así
como la ruta de la conformación de las élites,
es decir, un énfasis sobre aspectos biográficos
como la educación y los procesos de selección
y reclutamiento. Esto es pertinente porque se
pueden ubicar las trayectorias de los funcionarios
que acompañan al líder y su compromiso
con algunos actores políticos y sociales. Con
este tipo de estudios se identifica el tipo de experiencia,
los ascensos o retrocesos en las carreras
políticas, o su exclusión. Esto puede ayudar a
precisar dónde han estado los miembros actuales
del gobierno, por ejemplo, si comenzaron en
Morena como asociación civil.
Eitan Hersh (2023), por su parte, examina el
papel que cumplen los líderes empresariales en
la democracia, en ese caso, revela la influencia
que pueden ejercer a favor o en contra del gobierno.
Sostiene que la influencia puede ser incluso
desproporcionada (Hersh, 2023: 1). Por lo
anterior, en gobiernos como el de Andrés Manuel
López Obrador, se puede detallar quiénes
están recibiendo contratos y quiénes asumen
una posición de confrontación. Por ejemplo, en
el sexenio del priista Enrique Peña Nieto, algunos
empresarios fueron los privilegiados, como
Grupo Higa y OHL, pero en la administración de
López Obrador fueron desplazados por otros
como “Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, y Miguel
Arredondo de Biopappel [quienes] sobresalen
como los hombres de negocios en sus primeros
años de gobierno” (Sánchez, 2020).
354

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
Otras investigaciones como la de Michel et al.
(2020), versan sobre la relación directa o no, entre
un líder carismático y el éxito electoral, por lo
cual los autores señalan algunas variables que se
deben considerar como “la apreciación, evaluación
y los efectos del líder” (Michel et al., 2020:
273). En este sentido, es relevante si ocurre una
influencia directa o no del líder carismático en
los votantes. A las variables habría que sumarle
lo que ocurre en el caso mexicano referente a
la política asistencial implementada por López
Obrador, ya que si bien un presidente puede estar
bien evaluado esto no garantiza que los electores
voten por él; no obstante, si existe un intercambio
monetario (transferencias de apoyos
directos como las pensiones y becas), puede
darse idealmente una probabilidad de un voto
por el apoyo recibido.
Otros estudios como los de Powers y Renshon
(2021) se enfocan en la influencia internacional
sobre los líderes políticos, es decir, si las
acciones que emprenden los miembros del gabinete
en el plano internacional afectan o reducen
la aprobación presidencial; en otras palabras, el
estatus en el plano global (Powers y Renshon,
2021: 1). En ese caso, es claro el activismo mexicano
en algunos temas como en las vacunas
contra la COVID-19 y la postura de México, quien
busca recuperar un liderazgo y protagonismo en
el exterior. Una muestra fue “la posición de México
en la Organización de Estados Americanos
(OEA) en donde llamó a la creación de un frente
de izquierdas” (Marcial Pérez, 2022). Una pieza
de ese protagonismo internacional ha sido el excanciller
Marcelo Ebrard Casaubón, quien desde
la Secretaría de Relaciones Exteriores construyó
una eventual candidatura presidencial en 2024,
en franca competencia con Claudia Sheinbaum.
López Obrador se puede considerar como uno
de los líderes referente en los países de la región, no
sólo por la popularidad, sino por su compromiso de
generar mejores condiciones sociales para sus ciudadanos,
así que podríamos ubicarlo entre líderes
de izquierda como José Mujica y Tabaré Vázquez
(Uruguay), Evo Morales (Bolivia) y Michelle Bachelet
(Chile), quienes han implementado políticas
sociales, algunas más progresistas que otras. Por
ejemplo, en el marco de la celebración de la Comunidad
de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(CELAC) en 2021, López Obrador hizo un llamado
a la integración de los 33 países de la región.
Una vez que hemos visto una mirada reciente
del liderazgo, veamos cómo éste se involucra en
la competencia política. En ella, destacan todo
tipo de perfiles, desde los que tienen capacidad
de administrar las estructuras partidarias, hasta
los que pueden desarrollar esa influencia, pero
además utilizan el carisma y el arrastre de las
masas. En estos últimos dos aspectos, algunos
líderes apelan a las “emociones, valores, identidades
y esperanzas de sus seguidores” (Shamir
et al., 1994: 25). En ese sentido, este tipo de líderes
intentan sobresalir en una campaña electoral,
pero una vez que logran acceder al poder
como líderes gobernantes, apuestan a conectar
con los electores desde una perspectiva de promesas
de apoyos sociales y una vez que logran
ganar, entonces disponen de una política gubernamental
de estado de bienestar.
Ahora bien, en los procesos electorales no todos
los candidatos pueden desarrollar o poseen
dichas cualidades; por ejemplo, en la última contienda
presidencial en 2018, entre los candidatos
se encontraba José Antonio Meade, del Partido
Revolucionario Institucional (PRI); Ricardo
Anaya, de la coalición Partido Acción Nacional
(PAN) y Partido de la Revolución Democrática
(PRD); Jaime Rodríguez Calderón (conocido coloquialmente
como el Bronco) como candidato
independiente y Andrés Manuel López Obrador
por Morena; este último, el único personaje con
características carismáticas y popularidad entre
un sector de los ciudadanos.
Para Angelo Panebianco (2009: 83) un líder,
aunque posea carisma no cuenta con la capacidad
de influir en todas las decisiones del partido,
ya que, según la concepción del italiano,
en la parte más alta se constituye una coalición
dominante, en la cual se procesan diferentes
acuerdos, tanto formales como informales. Es
un hecho que un líder carismático y que además
es fundador de una organización política como
AMLO, se presenta como la cabeza más visible
del partido, pero también hay otros personajes
que integran dicha coalición, algunos más cercanos
que otros al líder, pero que participan en
la construcción de acuerdos. Entre esos personajes
de la coalición dominante se encuentran
los miembros del gabinete federal, los gobernadores
en funciones, los líderes parlamentarios,
entre otros. Además de lo anterior, de ganar Morena
la elección presidencial en 2024, se agre-
355

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
garía una dimensión adicional, la de un expresidente
de la república (AMLO) conviviendo al
mismo tiempo con un presidente de la república
en funciones.
En la literatura también se refieren cualidades
importantes en torno al liderazgo como la “capacidad
institucional” (Smylie, 1994: 3), es decir,
aquí lo que está en juego es la cohesión y estabilidad
en el plano interno, en otras palabras, la
habilidad de negociar y consensuar con las diversas
fracciones del partido, las cuales según
Sartori (2005) difieren en su “estructura, motivación,
actitud, posición, composición y papel”
(Sartori, 2005: 199). En el plano externo, esta
capacidad subsiste si el líder está generando resultados
electorales. Por lo anterior, la capacidad
institucional en los partidos políticos se relaciona
con la oportunidad de desarrollo de sus
miembros (procesos como el reclutamiento y
ascenso político, así como mediar con la inconformidad
y salida de algunos militantes). Es importante
mencionar que la llegada de los outsiders
(políticos que no pertenecen formalmente
a Morena) muestran dos efectos, uno positivo,
en donde pueden llegar a ocupar candidaturas,
pero vienen acompañados con sus estructuras
político-organizativas, lo cual garantiza un cierto
nivel de competitividad y, eventualmente,
propiciar una victoria. El efecto negativo es que
no se fomenta la formación de cuadros profesionales
propios, por lo cual miembros leales e
ideológicos del partido no encuentran posibilidades
de ascenso en la organización. Desde la
formación de Morena se ha mantenido una estrategia
política recurrente de recibir personajes
externos, quienes se han integrado a candidaturas
y a posiciones en el gabinete presidencial.
El liderazgo en los partidos también es eficiente
cuando hay probabilidades ideales y materiales
de retribución, es decir, como señalan
tanto Panebianco (2009) como Ware (1992), el
papel de los “incentivos de solidaridad, lealtad,
incluso el hábito” (Ware, 1992: 71) son vitales y
necesarios. En ese caso, entre mayor movimiento
de apoyos a los miembros, mayor lealtad se
presentará. Los premios, apoyos o incentivos se
pueden identificar en tres planos: 1. En la estructura
partidaria; 2. En la estructura gubernamental
en algún nivel (federal, estatal o municipal);
3. En candidaturas a cargos de elección, ya sea
de mayoría, de representación proporcional, o
bien, como representante del partido en algún
espacio de índole electoral. En otras palabras,
como lo define Meltsner (2003: 383), se presentan
condiciones de “cooperación política e intercambio
de recursos”, que, en el caso de un partido
como Morena, se han incrementado, no sólo
con la llegada a la presidencia de la república,
que incluye las secretarías del gabinete, direcciones
de paraestatales, además de la estructura
gubernamental de las 21 gubernaturas y 332
victorias en ayuntamientos en el país durante el
periodo 2018-2022. 1
El líder también puede actuar de manera
pragmática, porque idealmente le permite ser
más competitivo, ampliar su base de electores
y jugar con el espectro ideológico como un factor
de adaptación en el ambiente del sistema de
partidos. En ese sentido, una posición de rentabilidad
como la definen tanto Kirchheimer (1980)
como Downs (2007), hace viable alcanzar más
victorias, pero no todos los partidos nacen con
una postura de rentabilidad. El caso de Morena
es un ejemplo, ya que durante su primera etapa
de vida partidaria apostó por una postura ideológica-rígida
sin coaliciones, aunque sin mucho
éxito, por lo cual, en un segundo momento
adaptó su estrategia a una posición más flexible
y de mayor captación de votos.
Algunos líderes políticos destacan en la arena
electoral porque desarrollan cualidades que
otros no, o sea se desempeñan como un “auténtico
líder […] capaz de conectar y comunicar con
sus seguidores” (Collado Campaña et al., 2016:
60). En ese sentido, es capaz de recibir apoyo en
momentos de cambio político y despuntan como
opositores cuando se presenta una desafección
hacia el partido gobernante. En otras palabras,
un líder con carisma aprovecha el contexto a su
favor para competir por el poder en esa primera
etapa. En un momento posterior, el líder y su partido
se pueden convertir en partido gobernante,
y el carisma es aprovechado para mantenerse en
el poder, que es el caso de Morena.
Con base en lo anterior, el liderazgo carismático
se desarrolla en diferentes momentos y además
por medio de algunas variables; por tanto,
1 La suma total de victorias en los municipios en el periodo
2018-2022 fue de 332, las cuales están distribuidas de la siguiente
manera: 131 victorias en 2018; 10 en 2019; 8 en 2020,
163 en 2021 y 20 en 2022. Fuente: elaboración propia con
base en los Programa de Resultados Electorales Preliminares
de cada estado.
356

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
en este artículo presentamos una propuesta de
un liderazgo carismático en el plano democrático,
orientado al caso de AMLO. Para Weber
(1964), el liderazgo carismático puede encajar a
través de tres tipos de dominación puros: racional,
tradicional o carismática (Weber, 1964: 16),
aunque en términos generales, el reto es analizar
un liderazgo carismático no revolucionario, sino
uno que compite en elecciones democráticas, sin
apelar a destruir el estatus quo del régimen político.
Por lo anterior, operacionalizamos algunos
atributos y con ello, diferenciamos la actuación
del líder de acuerdo con la coyuntura política.
De Murphy (1958) retomamos que un líder
puede ser un “líder integrador, espontáneo y
flexible, quien descubre objetivos comunes,
mientras el líder dominador impone su voluntad”
(Murphy, 1958: 113). De Katz (1973) identificamos
que los líderes “están obligados a consensuar,
ya que no poseen el control absoluto
en las decisiones” (Katz, 1973: 203). En ese sentido,
construimos las categorías de líder carismático-integrador,
líder carismático-dominante
y líder carismático-moderado como un puente
intermedio entre las dos. Con los aportes de
Downs (2007) y de De Sousa et al. (2020: 1)
sostenemos que un líder puede ser evaluado a
partir de los resultados, tanto en victorias o derrotas
electorales, así como por el desempeño
del gobierno. En ese caso, estamos hablando de
un líder carismático-pragmático, que en esencia
se enfoca en conseguir votos y victorias. En la
siguiente sección, presentamos la tipología del
liderazgo que explica los diferentes momentos
de López Obrador durante su sexenio.
Una tipología del liderazgo carismático
en AMLO
En el sistema político mexicano se han gestado
diferentes líderes políticos como aquellos que
se han convertido en presidentes de la república.
En la era del PRI —fundado en 1946—, hasta
2000 este partido vio pasar nueve presidentes,
desde Miguel Alemán Valdés hasta el último, Ernesto
Zedillo Ponce de León, en ese periodo. El
presidente número diez fue Enrique Peña Nieto
(2012-2018). Es interesante mencionar que ninguno
de ellos desarrolló cualidades carismáticas,
aunque sí control político del gobierno y de
su propio partido.
Lázaro Cárdenas del Río fue el último personaje
con este tipo de características carismáticas
en la época del Partido de la Revolución Mexicana
(PRM), quien reunía cualidades carismáticas-populistas,
las cuales incluyeron una fuerte
política social, educativa y la expropiación petrolera
como una muestra del nacionalismo. “El
liderazgo de Cárdenas representó una forma de
gobierno en mayor sintonía con la efervescencia
social y política posrevolucionaria, y heredó recursos
simbólicos que han sido fundamentales
en la representación y expresión de demandas
subsecuentes de justicia social e inclusión política
y económica de los sectores populares”
(Amezcua Yépiz, 2019: 159). Fue una época de
reacomodo de los presidentes militares, quienes
se encontraban en la fase final para ceder el poder
a los presidentes civiles a partir de 1946 con
la creación del PRI.
Después del general Lázaro Cárdenas, los
presidentes mexicanos no desarrollaron cualidades
de movilización de las masas o conectar
con el pueblo al nivel del carisma, y no fue hasta
que su hijo, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano, heredero de los ideales de la revolución
social. Fue destacado priista, formado en la
máxima casa de estudios, la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), quien comenzó
a conectar con las masas.
En su perfil y trayectoria, Cárdenas Solórzano
fue senador de la república (1976-1980) y gobernador
de Michoacán (1980-1986), ambos por
el PRI. Fue el principal precursor de un grupo
disidente al interior del priismo en la Corriente
Democrática (CD), la cual buscaba mayor
apertura, espacios y candidaturas. Entre 1987 y
1988, la inconformidad en la toma de decisiones
al interior del partido gobernante fue la razón
de su renuncia y que buscara ser postulado por
la oposición, en ese momento congregada en
el Frente Democrático Nacional (FDN), la cual
aglutinó a diversos políticos del PRI, sectores de
izquierda y organizaciones de oposición. Sobre
el carisma de Cuauhtémoc Cárdenas, Adriana
Borjas (2005) señala su “liderazgo, fortalecido
por la gratitud de las masas, así como por el prodigio
que significaba la popularidad y convergencia
de esfuerzos en torno a su candidatura”
(Borjas Benavente, 2005: 108). Además, Cárdenas
fue dirigente del PRD entre 1989-1993, y fue
el primer jefe de gobierno del Distrito Federal en
357

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
1997, y candidato presidencial en tres ocasiones:
1988, 1994 y 2000.
Después de Cárdenas, podemos identificar el
liderazgo carismático de Andrés Manuel López
Obrador, el cual surge desde lo local en el estado
de Tabasco en su militancia en el PRI, aunque
llegó a su clímax como miembro del perredismo.
Fue presidente nacional del partido del sol
azteca durante el periodo 1996-1999, siendo ese
lapso de tiempo el de mayor éxito en términos
electorales, pues el partido pasó de cero gubernaturas
a cuatro al final de su gestión, nos referimos
a los triunfos en la capital del país en 1997
con Cuauhtémoc Cárdenas; Alfonso Sánchez
Anaya ganó la gubernatura en Tlaxcala en 1998;
Ricardo Monreal triunfó en Zacatecas en 1998 y
Leonel Cota Montaño ganó el gobierno estatal
en Baja California en 1999. Estos logros fueron
posibles porque postularon candidatos expriistas
en cada uno de esos estados. Así que la
estrategia pragmática de AMLO como dirigente
dio resultados al postular candidatos rentables
o como lo expresaría Yolanda Meyenberg Leycegy
(2004), el perredismo se presentó como
operación franquicia.
El auge del liderazgo carismático de AMLO
se desarrollaría en todo su esplendor como jefe
de gobierno del Distrito Federal (2000-2005),
en donde comenzó políticas sociales populistas
con la introducción de la pensión a los adultos
mayores, seguro de desempleo, becas a estudiantes,
entre otros programas en la capital del
país. La simpatía hacia la política social fue uno
de los puntos más importantes en la elección
presidencial de 2006, aunque con contratiempos
políticos como los videoescándalos de corrupción
y el proceso de desafuero en su contra.
A pesar de ello, llegó como uno de los principales
contendientes en dicha elección, aunque
perdió, y después emprendió diferentes movimientos
de presión política, como el mega plantón
en Paseo de la Reforma y el Movimiento en
defensa del petróleo.
Entre 2006 y 2012 su liderazgo carismático
entraría en un proceso de recomposición, sobre
todo después de 2008, cuando la fracción Nueva
Izquierda asumiría el control de la dirección
nacional del partido con Jesús Ortega y después
con Jesús Zambrano. En la recta final de la definición
de la candidatura presidencial para 2012,
el dilema del partido fue si respaldar a Marcelo
Ebrard (Jefe de gobierno del Distrito Federal,
2006-2012) o apostar nuevamente por el tabasqueño.
La candidatura se decidió a través de diferentes
encuestas para ver cuál de los dos estaba
mejor posicionado ante los electores. Para
evitar una ruptura en el partido, Ebrard aceptó
que López Obrador había ganado parcialmente
en tres de las cinco encuestas, las cuales fueron
realizadas por “las empresas Covarrubias y Asociados
(elegida por AMLO) y Nodo Investigación
+ Estrategia (preferida por Ebrard)” (Animal
Político, 2011). Después del resultado, se dio
un apoyo temporal de todo el perredismo hacia
la candidatura, pero dicho respaldo terminó
después de la segunda derrota de AMLO.
A partir de 2012 y hasta 2018 se daría una etapa
de definiciones muy importante. Por un lado,
la dirigencia perredista encabezada por Jesús
Zambrano estableció negociaciones con el dirigente
del PRI y el presidente electo, Enrique
Peña Nieto, para participar en el Pacto por México,
acuerdo que también incluía a la dirigencia
del PAN. El perredismo se estableció como
un partido cooperativo, pro-gobierno, en una
posición de partido cartel, categoría propuesta
por Katz y Mair (2007: 112), para los partidos
que establecen negociaciones constantes con el
partido gobernante. Esa cercanía provocó que
AMLO renunciara al partido del sol azteca en
septiembre de 2012.
La otra definición fue la carrera política que
AMLO relanzaría desde una trinchera política
fuera del perredismo. Desde septiembre de 2012
inició la etapa del Movimiento Regeneración
Nacional, A.C. En un primer momento, funcionó
como un movimiento político, pero con claras
intenciones de convertirse en un partido político.
Por lo anterior, “el 1 de octubre de 2012 en
asamblea participaron 265 delegados de todo el
país en donde se votó que Morena buscara por
la vía legal convertirse en partido político (Alberto,
2012). En ese sentido, se delineó el rumbo
a seguir y se realizó un plan para reunir los requisitos
formales para solicitar ante el Instituto
Nacional Electoral (INE) el registro oficial. En julio
de 2014 el instituto otorgó su registro como
partido político nacional, el cual comenzaría a
participar en las elecciones federales y subnacionales
a partir de 2015.
El liderazgo de AMLO en Morena como partido
político comenzó en 2014 y se afianzó nue-
358

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
vamente en la escena política entre 2014-2018.
Fue un proceso de un nuevo ciclo político carismático.
Este ciclo contempla un inicio, clímax y
descenso del liderazgo, esto fue muy claro en el
PRD, pero el ciclo se terminó cuando renunció a
esta organización. El tabasqueño inició un nuevo
ciclo en Morena. El inicio lo podemos ubicar
entre los años 2014-2018, el clímax con su victoria
en la presidencia de la república y con las 21
victorias en diferentes gubernaturas. El proceso
de descenso está todavía por verse, por lo menos
no en 2023.
A partir de lo anterior, entendemos que el liderazgo
carismático pasa por diferentes procesos
de adaptación, es decir, no es estático, pero
tampoco es permanente y tiene momentos de
mayor influencia en los electores. Hablamos de
un tipo de liderazgo carismático que no apela
a la revolución como medio del cambio social,
sino que compite en los canales institucionales
de la democracia por medio de las elecciones;
en ese sentido, es un liderazgo carismático que
juega en un ambiente democrático. Como mencionamos
en el apartado anterior, aun el liderazgo
carismático se adapta de acuerdo con las
condiciones políticas de la coyuntura: por ello,
operacionalizamos la siguiente clasificación:
Cuadro 1
Etapas de construcción y adaptación del
liderazgo carismático de AMLO (2018-2023)
Periodo Principales acciones y estrategias Tipo de liderazgo Dimensión
Relación de
gobernadores
de Morena
con AMLO
Estilo personal (motivaciones)
Comportamiento político institucional
(toma de decisiones,
agenda, recursos)
2018-2021
*Logra atraer a miembros de
otros partidos.
*No se enfrenta con Enrique
Peña Nieto como expresidente.
*El discurso político integrador
se combina con el pragmatismo
y la rentabilidad.
*Apoya a nominación de los
candidatos a gobernadores.
*De Movimiento Regeneración
Nacional A.C. a Morena.
*Impone agenda.
*Candidato único.
*Logra mediar con un sector de
los empresarios.
*Equipo de campaña plural en
JHH.
*Desempeño aceptable en los
debates.
Carismático
Integrador
+ pragmatismo
Electoral del
partido Morena
Disciplinada
Estilo personal (motivaciones)
2018-2023
*Enfrentamiento con los expresidentes
Vicente Fox y
Felipe Calderón.
*Enfrentamiento con los gobernadores
de oposición.
*Relación de fricción con los
medios.
*Impone las estrategias de comunicación
(conferencias mañaneras).
*Utiliza a su favor las facultades
constitucionales para proponer
magistrados cercanos a su gobierno.
Comportamiento político institucional
(toma de decisiones,
agenda, recursos)
*Política de gasto en programas
sociales.
*No condonar deudas de impuestos
a los empresarios.
*Impone su agenda.
*Su partido y su mayoría apoya
las iniciativas en el Congreso.
*Cambios en el gabinete por
desacuerdos ideológicos y operativos.
Carismáticodominante
Política del
presidente de
la república
Disciplinada
Fuente: elaboración propia con base en Navarrete Vela (2023: 188-190).
A partir de lo que se expone en el cuadro, podemos ver dos dimensiones paralelas de funcionamiento.
La primera, el tipo de liderazgo carismático-integrador/pragmático en su relación con el
partido Morena. Es decir, en ésta actúa más abierto, dispuesto a ceder un poco el margen de maniobra
con los miembros del partido, lo cual le permite de manera informal estar de acuerdo con los
candidatos a gobernadores, muchos de ellos exmiembros de otros partidos (operación franquicia
morenista).
359

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
La relación con los gobernadores de Morena
no es la misma que con los de la oposición, con
quienes entró en una posición de resistencia y
de cierta fricción con los titulares de los estados
de Jalisco, Enrique Alfaro, y de Michoacán, Silvano
Aureoles. Uno de los momentos de mayor
polémica fue la petición de audiencia personal
del gobernador de Michoacán afuera de Palacio
Nacional, aunque el presidente López Obrador
no lo recibió (Infobae, 2021). En el caso de Alfaro
el tema de confrontación fue por la Guardia
Nacional en tareas de seguridad en el estado.
Con respecto a la relación de los gobernadores
morenistas con López Obrador, ésta ha sido
disciplinada y de apoyo a las políticas gubernamentales
del presidente en temas como la reforma
eléctrica y, en efecto, a principios de febrero
de 2022, 17 gobernadores y la jefa de gobierno
de la CDMX respaldaron al presidente en ese
asunto (Animal Político, 2022).
En la segunda dimensión, el tipo de liderazgo
carismático se convierte en dominante desde
su esfera como presidente de la república
con los demás actores políticos. López Obrador
es quien hace eco como la principal voz de la
Cuarta Transformación (4T). Es también la figura
que confronta a sus adversarios a través de
las conferencias mañaneras, en donde utiliza el
discurso político-simbólico del combate a la corrupción,
la austeridad republicana y la pobreza
franciscana. En otras palabras, impone su agenda.
Ese mismo escenario se ha convertido en un
espacio de denuncia constante contra un sector
de los periodistas, quienes le cuestionan la libertad
de expresión, entre ellos, “Carlos Loret de
Mola, Brozo, López-Dóriga, y Ciro Gómez Leyva,
a quienes ha tachado de conservadores” (Dina
Dina, 2021).
De la confrontación a la imposición
de la agenda política
Una faceta del liderazgo carismático del presidente
Andrés Manuel López Obrador es el tipo
de relación con diferentes actores, lo cual nos
permite identificar si se trata de consenso o de
confrontación. Para ese propósito clasificamos
dos variables: momento y líneas de acción, lo
cual produce cuatro efectos y cuatro posibilidades,
como se muestra a continuación:
Cuadro 2
Tipo de relación de AMLO con sus seguidores y opositores
Efectos
Variable
Con el pueblo
Con los actores
políticos
Con los empresarios
Con los legisladores
Morena
Posibilidades de la
confrontación
Momento
El líder carismático que
conecta con el pueblo.
El líder carismático que es
rechazado por otro sector
de la población.
El líder carismático
que se enfrenta con
los opositores (partidos,
organizaciones,
colectivos).
El líder carismático
que se enfrenta con
los empresarios y con
un sector de los medios
de comunicación.
La relación del presidente
es casi disciplinada,
excepto
por desacuerdos con
algunos diputados y
senadores.
Ideológica
Operativa
Simbólica
Desacuerdos políticos
Línea de
Acción
Lo confirma su aprobación
gubernamental.
Obtiene resultados electorales
competitivos.
Los programas sociales
a través del populismo
selectivo.
Los dirigentes del
PRI, PAN y PRD
cuestionan su forma
de hacer política.
Frente Nacional Anti-AMLO
(FRENAA).
Movimiento feminista.
Los medios de comunicación.
Enfrentamiento con la
Coparmex.
Consejo Mexicano de
Hombres de Negocios.
Consejo Coordinador
Empresarial (CCE).
Con el INE.
Fuente: elaboración propia con base en Navarrete Vela (2023: 188-190).
Diferencias con Porfirio
Muñoz Ledo,
Tatiana Clouthier en la
Cámara de diputados
y con Ricardo Monreal
en el Senado.
Diferencias con Germán
Martínez, Lily
Téllez y Ricardo Monreal
en el Senado
Salidas de miembros
del gabinete.
Ideológica
Operativa
Simbólica
Desacuerdos políticos
La relación de mayor aceptación se presenta con un sector de la población, sobre todo al cierre
de 2022, de los 7,703,477 de adultos mayores que reciben una pensión de parte del gobierno de la
360

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
4T. La aprobación hacia el presidente a finales
de 2022 quedó en 55% (Moreno, 2022), aunque
también hay algunos sectores que cuestionan el
uso de los programas con clientelismo electoral,
incluso lo llaman populismo, quien dentro de sus
características populistas “justifica sus cambios,
confronta y divide” (Sodi, 2022). AMLO se puede
considerar carismático y además populista
con la implementación de una política social que
beneficia al 2023 a casi 11 millones de adultos
mayores que reciben la pensión del bienestar,
quien además se comprometió al aumento del
monto al finalizar su administración. Pero no
se trata de un populismo generalizado que beneficie
a toda la población, sino un populismo
selectivo que atiende a segmentos específicos
que son beneficiados porque el gobierno ve un
potencial de caudal de preferencias electorales.
En ese sentido, desde una visión downsoniana,
transferencias monetarias a cambio de votos.
Los adultos mayores han sido una prioridad para
la 4T, no sólo con las pensiones, sino en medio
de la pandemia de la COVID-19 como receptores
primarios de las vacunas.
Ahora bien, si Morena gana la elección presidencial
de 2024 , ya sea Claudia Sheinbaum o
Marcelo Ebrard (actuales aspirantes punteros),
el próximo titular del Ejecutivo mantendría una
tendencia a mantener acciones populistas, pero
sin el elemento carismático, o bien podría desarrollarlo.
En ese sentido, un líder político no necesariamente
posee ambas cualidades al mismo
tiempo, pero en el caso de AMLO sí.
Además de las pensiones también hay otro
tipo de apoyos para el mejoramiento urbano;
apoyos para la producción del bienestar: pequeños
y medianos productores (caña de azúcar,
café, productores indígenas); Programa Nacional
de Reconstrucción; Jóvenes construyendo
el futuro; Jóvenes escribiendo el futuro; Becas
para el bienestar “Benito Juárez” de educación
básica; Sembrando vida. En suma, las pensiones
y los diferentes tipos de apoyos representan
cerca de 15 millones de beneficiarios (Navarrete
Vela y Rosiles Salas, 2020: 127-128), que son un
potencial de votos.
La relación de AMLO con ciertos actores
políticos ha representado un ambiente de tensión,
ya que las conferencias mañaneras se han
convertido en un espacio de confrontación con
diversos personajes de la vida política. Desde
declaraciones en contra de los expresidentes Vicente
Fox y Felipe Calderón en torno a eliminar
sus pensiones, hasta cuestionamientos sobre el
rumbo del gobierno.
Otras situaciones refieren una crítica hacia
los dirigentes de los partidos políticos (PRI, PAN
y PRD), a quienes ha catalogado como conservadores,
en específico por no aprobar las reformas
constitucionales en puntos como la reforma
eléctrica, la guardia nacional y la reforma electoral,
iniciativas que no consiguieron mayoría
calificada.
El gobierno de AMLO también ha enfrentado
divergencias con movimientos y organizaciones
como el Frente Nacional Anti AMLO (FRENAA),
quienes realizaron una serie de manifestaciones
en su contra, como marchar en autos, un plantón
con casas de campaña en el Zócalo de la capital
del país, entre otras. A esto también deben sumarse
las protestas y marchas del movimiento
feminista, pues a pesar de que el gobierno federal
no ha reprimido sus expresiones, el colectivo
tampoco ha hecho mucho eco en la política gubernamental
del presidente.
En torno a los medios de comunicación la
relación ha sido ríspida, que ha provocado un
intercambio de descalificaciones. Es pertinente
señalar que la publicidad gubernamental en
diferentes medios de comunicación, televisión,
prensa y redes sociales disminuyó en comparación
con el sexenio anterior; por ejemplo, de
“9,632 millones de pesos con Enrique Peña Nieto
a 3,245 millones de pesos con AMLO” (Infobae,
2020).
Una confrontación adicional se presentó con
el INE desde el inicio del sexenio de AMLO, específicamente
con dos consejeros electorales,
Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, lo cual trajo
un ambiente de tensión en aspectos como los altos
salarios y prestaciones a los funcionarios del
Instituto. También hubo declaraciones en torno
al presupuesto limitado para la realización de la
consulta en la revocación de mandato, ya que el
INE solicitó mayor presupuesto, pero el gobierno
federal (Secretaría de Hacienda) no autorizó
otorgar más. El punto de mayor conflicto fue la
propuesta reforma electoral de parte del presidente
López Obrador, en la cual se modificaría
sustancialmente la operatividad del Instituto.
La relación del presidente con los empresarios
ha ocurrido en dos vías: los que han con-
361

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
seguido contratos y licitaciones y aquellos que
abiertamente se organizan para presionar al
gobierno y que, además, han apoyado abiertamente
la construcción de un frente electoral
para derrotar a Morena. Uno de ellos es Claudio
X. González, quien de hecho propone siete puntos
clave para vencer al partido del presidente:
“1. Mantener unidad del PAN/PRI/PRD; 2. Sumar
a Movimiento Ciudadano (MC); 3. Triunfos
en Edomex y Coahuila; 4. Método participativo
para elegir al candidato (a) a la presidencia; 5.
Propuesta que recoja causas ciudadanas; 6. Defender
al INE; 7. Sacar el voto de clases medias
y jóvenes” (Ochoa, 2023).
Finalmente, en la clasificación también identificamos
momentos de diferencias entre el presidente
de la república con algunos sectores en
su propio partido político. Si bien Morena es el
partido gobernante, se han manifestado momentos
de discrepancia con algunos miembros;
por lo tanto, la disciplina ha presentado algunos
puntos de resistencia. Entre las más representativas
se encuentran la posición de algunos legisladores
en la Cámara de Diputados a lo largo
del sexenio, una de ellas, las declaraciones de
Porfirio Muñoz Ledo, quien realizó críticas por
la posición de México ante Estados Unidos en
temas como la migración y la Guardia Nacional,
mismos argumentos de la diputada Tatiana
Clouthier.
En tanto que en el Senado se presentó la posición
de Ricardo Monreal al manifestar que las
iniciativas aprobadas por los diputados no pasarían
fast track en la Cámara alta. El legislador
justificó su postura: “pensar distinto a AMLO no
es estar en contra él, dice Monreal a diputados”
(Gamboa, 2023). También se desarrollaron críticas
en el Senado de dos legisladores que iniciaron
en Morena, pero que después renunciaron al
partido: Lily Téllez y Germán Martínez Cázares,
quienes han sido activos críticos en diferentes
temas sobre la actuación de la 4T.
En otro orden de ideas, también se encuentran
las discordias de miembros del gabinete,
quienes dejaron su encargo. Una forma de analizar
dichas salidas es identificar por qué se fueron.
Por ello, las clasificamos como salidas: ideológicas,
operativas, personales o de reacomodo
político. Por ejemplo, una salida de reacomodo
político ocurrió cuando Olga Sánchez Cordero,
secretaria de Gobernación, dejó la Secretaría
para reincorporarse a su escaño en el Senado.
Carlos Urzúa renunció a la Secretaría de Hacienda
por motivos ideológicos: diferencias de apreciación
en el diseño del Plan Nacional de Desarrollo.
Por motivos personales renunció Josefa
González Blanco como secretaria de Medio Ambiente
y Recursos Naturales, aunque como telón
de fondo estaba un escándalo por el retraso de
un vuelo en mayo de 2019.
Como se puede observar, el liderazgo del
presidente va más allá de la dimensión electoral
y se extiende a otros actores, con quienes
puede conectar con mayor facilidad, pero también
el efecto contrario de tensiones en diferente
nivel. En el cuadro previo, encontramos las
posibilidades de confrontación, las cuales van
desde una postura ideológica, operativa, simbólica
o desacuerdos políticos. Por ello, en un
momento de coyuntura, el liderazgo carismático
del presidente puede ser dominante ante los
medios, pero integrador en la negociación de las
candidaturas a gobernadores. Es por ello que es
pertinente no sólo describir los hechos, sino clasificarlos
por su grado de importancia. No es lo
mismo confrontarse con legisladores de otros
partidos que con los miembros de su propia
fracción parlamentaria. Finalmente, podemos
sostener que en Morena la disciplina hacia el
presidente, si bien en la mayoría de los casos
es constante, también se han presentado situaciones
de cuestionamientos, lo cual generó disidencias
y salidas de la estructura del gobierno.
El efecto del liderazgo de AMLO
en el avance territorial de Morena
Desde la llegada de Morena a la competencia
electoral, es un hecho que el sistema de partidos
ha cambiado de manera muy importante. Como
antecedente, el partido de izquierda más influyente
desde 1989 había sido el PRD, de hecho,
desde un año antes de su fundación, la izquierda
había competido unida en el Frente Democrático
Nacional (FDN). En ese proyecto confluyeron
actores políticos y organizaciones sociales para
enfrentar al PRI y su candidato Carlos Salinas de
Gortari. En 1994, el partido compitió solo, pero
en las siguientes tres elecciones presidenciales,
la del 2000, 2006 y 2012, el PRD fue la cabeza de
coaliciones electorales con aliados de izquierda
como el PT y Convergencia por la Democracia,
362

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
quien después se refundaría como Movimiento
Ciudadano.
Además de lo anterior, también se sumaron
nuevos partidos identificados con ese sector
ideológico. En 2000 se formó la Alianza por
México, que congregó al PRD, Convergencia, el
Partido Acción Social (PAS) y el Partido de la
Sociedad Nacionalista (PSN). En 2006 se procesó
la Coalición por el Bien de Todos, que incluyó
al PRD, al PT y a Convergencia. En 2012 se integró
el Movimiento Progresista con el PRD, PT y
el refundado MC.
Con la salida de AMLO en 2012 después de
su segunda derrota, el partido del sol azteca comenzaría
a establecer alianzas con mayor frecuencia
con el PAN a nivel de las gubernaturas
y por primera vez, en las elecciones presidenciales
en 2018. En ese año ya no se conformó una
coalición de izquierda, sino que el perredismo
se agregó al PAN y MC, pero el candidato fue el
panista Ricardo Anaya Cortés.
Con base en lo anterior, la renuncia de López
Obrador generó en el perredismo la ausencia de
un candidato propio, al carecer de un líder con
carisma como lo fuera en su momento Cárdenas
Solórzano y el propio López Obrador. A diferencia
de las tres candidaturas entre 2000 y 2012,
en donde el protagonista fue el Partido de la Revolución
Democrática, en 2018 quedó como un
espectador a nivel federal.
Para ir cerrando con el tema del liderazgo
carismático de López Obrador, lo podemos ubicar
en cinco etapas y la operacionalización de
seis variables, las cuales van desde el periodo,
los resultados, la postura ideológica, el tipo de
liderazgo carismático de AMLO en cada periodo
y, por último, el objetivo del partido, como se
pueden observar a continuación:
Cuadro 3
Etapas del rendimiento político-electoral de Morena: 2012-2023
Periodo
Ganancia política
Estrategia
ideológica
Aliados
electorales
Efecto del
liderazgo
Objetivo del partido
2012-2014
Reunir los requisitos para obtener
su registro como partido.
Rígida
Ninguno
Carismáticomoderado
Sobrevivir como partido-movimiento.
2014-2017
Entrar a la competencia en el sistema
de partidos.
Rígida
Ninguno
Carismáticodominante
Convertirse en uno de los cinco partidos
importantes.
Ganó la presidencia de la república.
2018-2019
Ganó cinco gubernaturas en 2018.
Mayoría en el Congreso.
PES
PT
Pragmáticarentable
Carismáticointegrador/
pragmático
Llegar al Poder Ejecutivo y comenzar
a disputar el ámbito subnacional.
Ganó dos gubernaturas en 2019.
Ganó once gubernaturas en 2021.
2021-2022
Ganó cuatro gubernaturas en 2022
PVEM
PT
Pragmáticarentable
Carismáticointegrador/
pragmático
Ejercicio del poder y ampliar su
presencia en gobiernos estatales
2023 Ganó Edomex y disputó Coahuila
PVEM
PT
Pragmáticarentable
Carismáticointegrador/
pragmático
Comenzar estrategia para extender
un gobierno transexenal.
Fuente: elaboración propia.
La primera etapa abarca el periodo 2012-
2014, la cual fue el momento formativo de Morena
A.C., a partir de la salida de AMLO del PRD.
En ese tiempo la ganancia política fue conformar
el movimiento como un partido político,
es decir, formalmente no era un partido, pero
la estructura organizativa se acomodó con un
presidente nacional y secretarías (tal como un
partido, pero sin serlo). El primer presidente nacional
de Morena A.C. fue el experredista Martí
Batres Guadarrama, quien estuvo al frente del
movimiento del 20 de noviembre de 2012 al 20
de noviembre de 2015. Como dirigente fue el encargado
de reunir los requisitos formales para
solicitar el registro ante el INE.
La influencia de López Obrador quedó visible
y formal porque fue el presidente del Consejo
Nacional (CN) (una figura que tienen los partidos
políticos con registro y que Morena A.C.
también utilizó al igual que la del Comité Ejecutivo
Nacional (CEN), aunque Morena era una
asociación civil).
Es muy interesante ubicar a ciertos personajes
fundadores junto con AMLO en el primer
363

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
CEN; por ejemplo, Jesús Ramírez Cuevas, quien
actualmente es el Coordinador General de Comunicación
Social y Vocero del Gobierno de la
República. Alfredo Ramírez Bedolla es el actual
gobernador de Michoacán para el periodo 2021-
2027. Clara Brugada fue parte de ese primer CEN
y actualmente funge como alcaldesa de Iztapalapa
por Morena (2021-2024). El escritor Paco
Ignacio Taibo II también fue parte del primer comité,
y ahora es director del Fondo de Cultura
Económica. Juan Carlos Loera es delegado de
los programas del bienestar en Chihuahua. Con
base en lo anterior, podemos identificar la trayectoria
de estos personajes con el presidente
AMLO y cómo han trascendido en posiciones
gubernamentales en la 4T.
La estrategia del partido en ese lapso fue una
ideología rígida de no cooperación con ningún
partido, mucho menos con el PRD. De hecho, la
apuesta de López Obrador fue diferenciarse de
la izquierda enarbolada por el sol azteca. Por tal
motivo, no se procesaron acuerdos ni coincidencias
entre los partidos de izquierda que en ese
momento se encontraban en el sistema de partidos,
nos referimos al PRD y al PT.
El tipo de liderazgo en ese momento lo podemos
catalogar como carismático-moderado,
pues no contaba con la fuerza suficiente todavía
para convertir el apoyo en votos. Una de
las razones es porque simplemente no eran un
partido, sino asociación civil. A pesar de que la
postura de Morena A.C. era de crítica hacia el
gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, no
había restricciones del gobierno federal para impedir
que el tabasqueño utilizara la ruta institucional
para crear un nuevo partido. El objetivo
del movimiento era persistir en la competencia
política y posicionarse ante la ciudadanía como
una eventual fuerza política.
La segunda etapa se presentó en el periodo
2014-2017, que fue el proceso de aprendizaje
electoral ya como partido político con registro
nacional y subnacional. La ganancia política fue
integrarse de lleno al sistema de partidos y disputar
la renovación de la Cámara de Diputados,
las gubernaturas y los ayuntamientos en el país.
Se dio el relevo en la dirigencia de Morena (ya
sin las siglas de asociación civil, sino con nombre
propio según sus propios estatutos). El segundo
presidente nacional fue el propio AMLO, del
20 de noviembre de 2015 al 20 de noviembre
de 2017. Fue el responsable de dar rumbo a la
creciente votación, aunque todavía insuficientes
para derrotar al PRI y al PAN.
El acomodo del segundo CEN (ya formalmente)
arrojó a personajes cercanos que todavía
se encuentran en el actual gobierno de la 4T,
por ejemplo, Alejandro Esquer es el secretario
particular del presidente AMLO; César Yáñez
Centeno es Subsecretario de Desarrollo Democrático,
Participación Social y Asuntos Religiosos
en la Secretaría de Gobernación. Mauricio
Hernández Núñez, encargado de los Programas
del bienestar en Guanajuato. Gabriel García Hernández
es Senador, 2018-2024, igual que Héctor
Enrique Vasconcelos también en el Senado,
así como Yeidckol Polevsky, diputada federal
(2021-2024). Todos ellos fueron parte del segundo
Comité Ejecutivo Nacional.
La ganancia política fue conseguir el registro
como partido, pero en términos de victorias en
las gubernaturas los resultados no fueron muy
alentadores, pues no obtuvo ninguna victoria en
24 elecciones disputadas. En tres años perdió
todas, en 2015 perdió en 12, en 2016 perdió en
las nueve, mientras que, en 2017, tampoco pudo
ganar en las tres gubernaturas en disputa. A pesar
de obtener mejores resultados en términos
de votos, el partido siguió con una estrategia rígida
de no participar en coaliciones. En ese sentido,
evaluado a partir de resultados, AMLO tuvo
un desempeño apenas aceptable.
El tipo de liderazgo pasó de moderado a dominante,
pues no se realizaron acercamientos
con otros partidos, pero el aprendizaje fue que
era necesario mandar una señal de integración
para las elecciones de 2018. En ese periodo,
López Obrador aprovechó su posición de dirigente
nacional para visitar estados, municipios,
a título de presidente del partido, además de salir
en los spots de Morena, lo cual fue una base
importante en el proceso de la construcción de
su primera candidatura en Morena y su tercera
campaña disputando la presidencia. El objetivo
fue posicionarse como uno de los primeros cinco
partidos en captación de votos y, de hecho,
se colocó en la cuarta posición en 2015 y llegó al
2017 como el tercero después del PRI y el PAN,
desplazando al PRD como el principal partido
de izquierda.
Antes de finalizar 2017 se presentó la renovación
de la dirigencia nacional y llegó al rele-
364

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
los cargos de elección popular. En otras palabras,
no hay una preocupación por defender la
ideología; por ello, es que un líder integrador recibe
miembros de otros partidos, empresarios,
activistas, incluso deportistas sin experiencia
política.
La cuarta etapa se presentó durante el periodo
2021-2022. En ésta se mantuvo la tendencia
a participar en coaliciones, pero los aliados
cambiaron desde 2019, pues ante la pérdida de
registro del PES, se mantuvo el PT y se sumó
el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
Anteriormente se llamaba Juntos Haremos Historia
y se reformuló a Juntos Hacemos Historia.
También se debe precisar que, en ambos años,
en algunos estados Morena compitió solo, como
en Querétaro, Guerrero y San Luis Potosí en
2021, así como en Aguascalientes en 2022. En
otros casos, se agregó a la coalición el Partido
Nueva Alianza (Panal), quien mantiene registro
como partido subnacional.
Respecto de la composición del Comité Ejecutivo
Nacional, por problemas entre las fracciones
en el interior del partido, y las diferencias entre
Polevnsky y Alfonso Ramírez Cuéllar, se nombró
un presidente interino para el periodo del 20 de
enero al 20 de noviembre de 2020. El responsable
fue Ramírez Cuéllar, quien apostó a la estabilidad
en el acomodo de las secretarías. Los
resultados electorales en 2020 fueron el primer
retroceso en captación electoral en Hidalgo y
Coahuila, aunque no se renovaron gubernaturas.
Después de un proceso de renovación que
incluyó impugnaciones entre los aspirantes, el
ejercicio final de una encuesta para elegir al nuevo
dirigente recayó en el INE, y por ello, después
de los resultados, llegó al cargo Mario Delgado
Carrillo el 20 de noviembre de 2020 hasta la actualidad
(febrero de 2023, ya que el periodo se
extendió hasta después de las elecciones de junio
de 2024).
En el acomodo del actual CEN se encuentra
Mario Delgado Carrillo, que antes de ser dirigente
fue diputado federal en la LXIV Legislatura;
Citlalli Hernández actual senadora, 2018-2024;
Janix Castro, diputada local en Veracruz, 2021-
2024; Isaac Martín Montoya, diputado local en
el Estado de México, 2021-2024; Edi Margarita
Soriano Barrera, diputada local en Morelos,
2021-2024; Carlos Alberto Evangelista Aniceto,
diputado federal: 2021-2024. Los demás miemvo
Yeidckol Polevnsky para el periodo del 11 de
diciembre de 2017 al 26 de enero del 2020. En
el acomodo del tercer CEN no se presentaron
muchos cambios, sino que fue un Comité con
mucha estabilidad, pues la mayoría de los miembros
del CEN siguió en el cargo. A la dirigente
le tocó encarar las elecciones federales de 2018,
además de las subnacionales.
La tercera fase del partido ocurrió entre
2018-2019, en donde el partido cambió de estrategia
y además se conformó la primera coalición
en la historia de Morena. En ese sentido se
formaron dos: un histórico aliado como el PT y
un partido de corte religioso (cristiano-protestante)
como el Partido Encuentro Social (PES),
lo cual dio muestras de pragmatismo electoral.
La ganancia fue muy exitosa, pues por primera
vez un partido nuevo y del sector ideológico
de la izquierda ganaba el Poder Ejecutivo con
el 53.19% de los votos, además ganaban cinco
de nueve gubernaturas, mayoría en las cámaras
de diputados y senadores. En otras palabras, los
mejores resultados en la historia para un partido
de reciente creación. Polevnsky fue la encargada
de ver resultados ganadores a diferencia de
Batres y Obrador. En suma, fue la dirigencia más
exitosa hasta ese momento.
El tipo de liderazgo de López Obrador se
modificó, pues pasó de dominante a integrador/
pragmático, ya que no sólo ganó espacios con
aliados ideológicamente opuestos, sino que recibió
candidatos de diferentes vías, por ejemplo
del sector deportivo como Ana Gabriela Guevara
y el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco (candidato
a gobernador en Morelos); del ámbito minero,
al dirigente sindical Napoleón Gómez Urrutia, y
recibió a ex panistas como Germán Martínez y
Gabriela Cuevas; del sector de las autodefensas,
Nestora Salgado en Guerrero y José Manuel Mireles
en Michoacán, entre otros, lo cual permitió
que el liderazgo de AMLO fuera más integrador.
El objetivo de Morena era llegar al poder,
transformarse de un partido opositor a un partido
gobernante y seguir con las victorias en 2019,
lo cual se consiguió con dos gubernaturas más.
Así que el impulso del liderazgo carismático-integrador
de López Obrador se mantuvo durante
un año más. Es pertinente precisar que la cualidad
integradora se enfoca en la dimensión electoral
y gubernamental, es decir, esa flexibilidad
para postular personajes externos (outsiders) a
365

JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
bros de las carteras del partido se encuentran en
manos de quienes poseen experiencia administrativa
en el partido, ya sea a nivel local o estatal.
En este CEN no vemos que algunos tengan
duplicidad de cargos en el gobierno federal y al
interior del partido.
La ganancia política mantuvo el paso ganador,
pues en 2021 el partido obtuvo once gubernaturas
más, mientras en 2022 consiguió otras
cuatro. En total, en este periodo obtuvo 15 victorias
de 21 posibles. El tipo de liderazgo se mantuvo
como carismático integrador/pragmático,
y Morena se afianzó como partido gobernante,
tanto a nivel federal como estatal, al contar con
20 gobernadores de 32 posibles (el gobierno de
Morelos se le cuenta al PES).
El objetivo del partido se enfocó en ampliar la
base de poder subnacional, además de ser mayoría
en 18 de los 32 Congresos locales, aunque
en algunos casos se encuentra un gobierno dividido,
en donde el gobernador morenista no tiene
mayoría como en Quintana Roo. En estados
como Aguascalientes, Coahuila, Durango, Guanajuato,
Jalisco, Yucatán, San Luis Potosí, Nuevo
León, Querétaro, Morena no tiene mucho peso
en el Congreso local, mientras que en el Estado
de México y Chihuahua, gobernados por el PRI y
el PAN respectivamente, Morena es parte de un
gobierno dividido.
La quinta etapa la consideramos como el
cierre del sexenio de AMLO, es el tramo de dos
años electorales, 2023 y 2024. Estuvieron en
disputa dos gubernaturas en 2023: Estado de
México y Coahuila, y nueve elecciones en 2024,
en Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco,
Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán,
además de la renovación de las cámaras
de diputados y senadores, y la presidencia de la
república.
Reflexión final
El liderazgo es un tema que nos permite analizar
la influencia de personajes de alta importancia
en la toma de decisiones. La revisión de la
literatura arroja que alrededor del liderazgo hay
variables como los lazos familiares, los procesos
de reclutamiento y su relación con los empresarios
(a favor o en contra). También encontramos
que el líder puede ser evaluado a partir de los
resultados que obtiene y que el desempeño gubernamental
afecta la aprobación en los planos
interno y externo.
Como la categoría de liderazgo carismático
es muy amplia, en este artículo se propuso una
clasificación que nos permite ordenar por etapas
el desarrollo del ciclo político carismático
desde su salida del PRD, la formación de Morena
A.C. y la integración de Morena al sistema de
partidos. La tipología incluye categorías como
liderazgo carismático-moderado, liderazgo carismático-dominante
y liderazgo carismático integrador/pragmático.
Estas cambian a lo largo
del tiempo de acuerdo con la coyuntura política,
pero todo en el plano democrático del marco
institucional de la competencia electoral.
En el caso mexicano los últimos tres personajes
con características carismáticas fueron el
general Lázaro Cárdenas del Río, Cuauhtémoc
Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López
Obrador, políticos distintos de aquellos que sólo
desarrollan el control administrativo del gobierno,
pero sin llegar a despuntar con el arrastre de
las masas y el uso de un discurso de una política
social de bienestar para la población más vulnerable.
El liderazgo de AMLO proviene de 30
años de experiencia política, la cual se ha gestado
a través de tres partidos políticos distintos, el
PRI, el PRD y ahora en Morena.
En Morena el liderazgo carismático de AMLO
ha pasado por dos momentos muy visibles, la
primera de aprendizaje sin mucho éxito electoral
y la segunda, la llegada al poder y su crecimiento
constante en las gubernaturas. También
podemos observar dos dimensiones de funcionamiento
paralelo; por un lado, el liderazgo carismático-integrador/pragmático
en el funcionamiento
de Morena en el ámbito electoral y en
el acomodo de algunos funcionarios del gabinete
sin que éstos sean militantes de Morena (outsiders),
y el otro, un liderazgo carismático-dominante
con los sectores de oposición. En ese
sentido, su liderazgo es claramente influyente
para imponer la agenda política, la cual incluso
ha generado ciertas diferencias con legisladores
de su propio partido, la salida de secretarios del
gabinete y tensión con algunos gobernadores
de oposición. La relación presidente-gobernadores
de Morena es de apoyo y disciplinada.
El liderazgo carismático-dominante se ha visto
muy claro con algunos actores políticos, por
ejemplo, con los dirigentes del PRI, PAN y PRD,
366

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 353-370
a quienes ha señalado como conservadores y
con quienes no pudo negociar reformas como
la eléctrica, la Guardia Nacional y la electoral en
términos de mayoría constitucional (mayoría
calificada de 2/3 partes en las cámaras de diputados
y senadores). En este tipo de liderazgo
también imperan movimientos de protesta hacia
su gobierno, tales como FRENAA, un sector de
los medios de comunicación y la disputa con el
INE. A esta confrontación se debe de sumar un
sector de los empresarios comandado por Claudio
X. González, quien ha manifestado incluso
algunos puntos para derrotar a Morena en 2023
y 2024.
El efecto del liderazgo carismático-integrador/pragmático
del presidente AMLO se ha hecho
patente en el avance territorial de Morena,
pues en el periodo 2015-2017 después de disputar
24 gubernaturas, no ganó ninguna, por lo
tanto, su eficiencia electoral fue nula. En contraste,
durante el periodo 2018-2022 conquistó
22 victorias de 32 elecciones disputadas, lo cual
generó una eficiencia electoral del 68%. Esto
hizo posible que el partido no sólo gobierne la
presidencia de la república desde 2018, sino que
gobierne dos terceras partes de los estados.
El liderazgo carismático de AMLO hizo posible
dos candidaturas presidenciales en el PRD
y que éstas superaran el 30% de la votación, en
2006 y 2012, pues a pesar de perder quedó en
segundo lugar. Como efecto de su salida del perredismo
en 2018, este partido por primera vez
no postuló un candidato propio (el candidato
fue Ricardo Anaya, del PAN) y se procesó la primera
coalición presidencial PRD-PAN, pero con
candidato del blanquiazul. El escenario rumbo al
2024 es similar, pues el perredismo irá nuevamente
en coalición con el PAN (y también con
el PRI), pero al parecer el candidato no emanará
del sol azteca, aunque se han registrado como
aspirantes al Frente Amplio por México Silvano
Aureoles, exgobernador de Michoacán, y el senador
Miguel Ángel Mancera.
Morena se encuentra con mejores preferencias
electorales rumbo al 2024, tanto en intenciones
individuales como en coalición con el PT
y el PVEM como aliados. Al interior, la coalición
dominante del partido es amplia, pues a pesar
de que AMLO es la principal figura, la creciente
presencia de los gobernadores hace una coalición
más extensa y de ganar nuevamente la
presidencia de la república se enfrentará a un
escenario inédito, un expresidente de la república
(AMLO) y un presidente en funciones (el
candidato o candidata que gane por Morena), lo
cual será motivo de análisis para otro momento.
Fuentes consultadas
Alberto, René (2012), “Delegados de Morena en Tabasco,
en favor de crear un partido político”, La
Jornada, 1 de octubre, Ciudad de México, Demos,
Política, p. 14, , 30 de marzo de 2023.
Amezcua Yépiz, Melissa (2019), “Construcción del líder
populista: dos episodios mexicanos paradigmáticos,
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Juan Pablo Navarrete Vela
Es doctor en Estudios Sociales (Procesos Políticos)
por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
Actualmente se desempeña como
Profesor Investigador Titular B, TC en la Universidad
de La Ciénega del Estado de Michoacán
de Ocampo. Es miembro del Sistema Nacional
de Investigadores, nivel I, así como Perfil Deseable
del PRODEP. Sus líneas de investigación
son: partidos políticos, elecciones y democracia.
Entre sus más recientes publicaciones destacan,
como autor: El Partido de la Revolución Democrática,
a treinta años: desarrollo y balance electoral,
Sahuayo, Ucemich (2021); Morena en la
elección presidencial de 2018: el arribo al poder,
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JUAN PABLO NAVARRETE VELA, EL LIDERAZGO CARISMÁTICO DE AMLO
Y SU INFLUENCIA EN LA CUARTA TRANSFORMACIÓN (4T)
370

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212023146
LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES
EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
INSTITUTIONAL IMBALANCES
IN MEXICAN DEMOCRACY
Rogelio Hernández Rodríguez
orcid.org/0000-0003-1268-7439
El Colegio de México, A.C.
México
rhernan@colmex.mx
Abstract
The institutions that make up the functioning of the Mexican political system were
not transformed in the process of political change that led to alternation. The original
design, which dates from 1917, created a strong executive in the governmental milieu
but politically dependent on the legislature; only when the president’s party also
controls Congress can it impose constitutional changes. This weakness of the system,
which characterized authoritarianism, has endured and during the alternation limited
the first three governments because none had legislative control, but in AMLO’s it has
allowed an arbitrary process of institutional dismantling.
Keywords: Political Institutions; Democracy; Mexican Political System; Institutional Dismantling.
Resumen
Las instituciones que configuran el funcionamiento del sistema político mexicano no
fueron transformadas en el proceso de cambio político que derivó en la alternancia. El
diseño original, que data de 1917, creó un Ejecutivo fuerte en el medio gubernamental
pero dependiente políticamente del Legislativo; sólo cuando el partido del presidente
controla también al Congreso, puede imponer cambios constitucionales. Esta debilidad
del sistema, que caracterizó al autoritarismo, ha perdurado y durante la alternancia limitó
los tres primeros gobiernos debido a que ninguno tuvo el control legislativo, pero
en el de AMLO ha permitido un arbitrario proceso de desmantelamiento institucional.
Palabras clave: Instituciones políticas; Democracia; Sistema Político Mexicano;
Desmantelamiento institucional.
371

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
Introducción
El largo dominio del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) en el país generó críticas a su
desempeño y malas prácticas políticas, pero
también permitió que se desarrollara la idea de
que el funcionamiento que hasta entonces había
tenido el sistema y sus instituciones derivaba
solamente de la manera particular en la que
ese partido y sus políticos actuaban. Sin mucha
evidencia, se supuso que institucionalmente el
sistema no tenía desequilibrios ni fallas, al menos
no sustantivas, y que al expulsar al PRI del
poder no sólo se haría realidad la democracia,
sino que la política recuperaría su calidad natural
y el sistema funcionaría correctamente. La
mayor muestra de este tácito convencimiento
fue la crítica al presidencialismo, considerado
casi siempre como excesivo, que si bien para
algunos observadores tenía fundamento constitucional,
procedía fundamentalmente de los
excesos del autoritarismo. El Ejecutivo, y su encarnación
en el presidente de la república, no
actuaban de acuerdo con el diseño institucional
del sistema, sino de acuerdo con el poder omnímodo
que la homogeneidad priista le concedía
y que, desde luego, se originaba en la falta de
democracia, en las inexistentes condiciones de
competencia equitativa, de tal manera que si se
lograba alcanzarla, el PRI perdería el poder, la
democracia sería una realidad y se restablecería
el equilibrio entre los poderes. (Cosío Villegas,
1972).
Con independencia de la fecha en que quiera
establecerse el origen del cambio político en
México, lo relevante es que las medidas que se
tomaron para alcanzarlo se centraron en reformar
el sistema electoral, de tal manera que se
garantizara la competencia equitativa y el respeto
al voto, con lo cual se fortalecerían tanto
los partidos como se reivindicaría la autoridad
y derecho de los ciudadanos a elegir libremente
a sus gobernantes (Merino, 2003). Ese largo
proceso, que se concentra en los años ochenta
del siglo pasado, logró su cometido al introducir
diversos y variados cambios electorales hasta
conseguir la instalación del árbitro electoral (el
ahora Instituto Nacional Electoral), que dio las
garantías para que el ciudadano confiara en las
urnas y eligiera libremente al partido y candidatos
que deseara. Estas reformas dieron resultado
y poco a poco lograron que los partidos de
oposición vencieran al PRI, primero en los estados
(lo mismo en los congresos locales que en
ayuntamientos y gubernaturas), hasta alcanzar
la alternancia en la presidencia en 2000. Ya fuera
por la urgencia política por alcanzar la democracia,
por la insistencia en derrotar al PRI o,
más delicado, porque se asumiera la premisa de
que el sistema estaba bien diseñado, todas las
propuestas estuvieron dirigidas a instalar un sistema
electoral competitivo y equitativo, de tal
manera que el propósito electoral se consiguió
pero dejó intactos los fundamentos institucionales
del sistema político, un sistema que data de
principios de siglo y que fue funcional no tanto
por estar bien construido sino porque el dominio
priista ocultaba los desequilibrios.
El cambio democrático se consiguió, pero
el sistema, contra todas las expectativas, no ha
funcionado de mejor manera que en el pasado
priista y, por el contrario, ha tenido una clara
tendencia al conflicto entre poderes que ha paralizado
en repetidas veces al Ejecutivo o, como
ha ocurrido a partir de 2018, ha restablecido la
arbitrariedad presidencial. El tan criticado predominio,
prácticamente sin control, que el priismo
le concedió al Ejecutivo en el siglo pasado,
dio paso con la alternancia a tres consecutivos
gobiernos, dos surgidos del Partido Acción Nacional
(PAN) y uno priista, en los cuales la Presidencia
mostró una debilidad hasta entonces
impensable. Los presidentes de aquellos gobiernos
no lograron desarrollar reformas sustantivas
básicamente porque, a diferencia de la era
priista, el partido del presidente no consiguió
nunca la mayoría constitucional en el congreso
federal. El anhelado pluralismo mostró, contra lo
que antes se pensaba, que el Poder Legislativo
contaba con facultades suficientes para controlar
al Ejecutivo e imponerle condiciones para desarrollar
sus programas. El gobierno de Enrique
Peña Nieto (2012-2018), a diferencia de sus dos
antecesores panistas, sí logró iniciar reformas
estructurales, pero no porque el PRI dominara el
congreso, sino porque estableció intensas negociaciones
con los partidos de oposición.
Dicho de otra manera, la alternancia y el pluralismo
que lo sustenta, probaron ser capaces
de hacer a un lado el autoritarismo, pero no probaron
que podían reorientar el funcionamiento
del sistema. De hecho, la alternancia ha mostra-
372

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
do que más allá de la competencia equitativa,
el diseño institucional del sistema político tiene
desequilibrios estructurales que, con plena independencia
del partido gobernante, condicionan
el funcionamiento de los poderes y, concretamente,
pueden obstaculizar la operación gubernamental.
Por un lado, esos desequilibrios
pueden paralizar gobiernos (como ocurrió del
2000 al 2018), pero, por otro, pueden alentar la
arbitrariedad de los mandatarios (como lo demuestra
Andrés Manuel López Obrador), debido
a que el azar electoral les concede la homogeneidad
partidaria en los poderes Ejecutivo y Legislativo.
El gobierno de López Obrador, que ha polarizado
a la sociedad y se ha propuesto abiertamente
desmantelar instituciones para eliminar
controles al Ejecutivo, no responde solamente al
perfil y trayectoria política del mandatario ni a
sus posiciones ideológicas, sino a una arraigada
tradición política que ve al presidente como un
líder destinado a actuar por encima de cualquier
restricción con tal de favorecer a los más necesitados
o, en el mejor de los casos, a la sociedad
en su conjunto. Pero lo relevante es que, al
margen de la personalidad del mandatario, hay
una base institucional en el diseño del sistema
político que hace posible que esa tendencia autoritaria
se desarrolle. De hecho, la manera arbitraria,
sin respeto a los límites institucionales o
constitucionales, que se ha visto en el gobierno
de López Obrador, tiene el mismo fundamento
político que caracterizó a los gobiernos priistas
y del que, por contraste, carecieron los tres
primeros de la alternancia: la homogeneidad
partidaria tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo
y que no se asienta en las facultades
constitucionales, sino en las decisiones ciudadanas
ante las urnas.
El desequilibrio estructural
Las facultades de los poderes Ejecutivo y Legislativo
están claramente expuestas en la Constitución,
que data de 1917. Si bien esto es conocido,
casi nunca se tiene presente que esa distribución
de facultades no ha sufrido cambios sustanciales
desde entonces y que cuando ha experimentado
alguno, como ha sucedido con la creación de
los organismos autónomos, se ha encaminado a
controlar o disminuir la intervención del Ejecutivo
federal. Y ese diseño, en términos generales,
fue el que sustentó el funcionamiento tanto de
los gobiernos priistas del autoritarismo como los
de alternancia a partir de 2000.
La Constitución de 1917, contra la opinión de
muchos autores, no concede grandes atribuciones
al Ejecutivo ni, por ende, limita ni subordina
al Legislativo. Este supuesto, que en buena
medida surgió del comportamiento de los gobiernos
priistas y en particular de algunos mandatarios
(Cosío Villegas, 1974), se asentó de tal
manera que por décadas impidió estudios que,
en los hechos, probaran su existencia. El primer
análisis serio sobre el tema fue desarrollado
por Jorge Carpizo en 1979 (Carpizo McGregor,
1979). No sólo tiene el mérito de ser un trabajo
meticuloso, sino que fue preparado por un distinguido
constitucionalista que no creyó en la
supuesta subordinación jurídica del Legislativo.
Una revisión detenida de las atribuciones
concedidas al Congreso, tal como la hizo Carpizo,
revela que puede legislar sobre muy variados
y decisivos aspectos, como son los asuntos
hacendarios, fiscales, monetarios y financieros,
de seguridad pública, educación en todos los
niveles, energía (petróleo y electricidad), vías
generales de comunicación, administración pública
(lo que incluye la facultad para convocar
a los secretarios de Estado y directores de organismos
paraestatales y descentralizados para
obtener información sobre sus tareas), y asuntos
internacionales, incluido el nombramiento
de buena parte de su cuerpo diplomático. Al
igual que muchos otros países con sistemas semejantes
(el de Estados Unidos en primer lugar),
al Congreso le corresponde revisar y, en su caso,
modificar el presupuesto federal que, si bien supone
en principio el ejercicio del gasto y con él
el desarrollo de programas tanto de infraestructura
como de gasto social, también comprende
la aprobación o el diseño del ingreso público,
incluida la determinación de impuestos, en número
y cantidad.
El Ejecutivo tiene la facultad de preparar
y presentar la iniciativa sobre el presupuesto,
pero le corresponde al Congreso su aprobación,
que puede ser sin condiciones o con las modificaciones
que estime adecuadas, lo mismo en
cuanto a montos o, lo más importante, su destino.
La atribución, que no puede ser vetada por
el Ejecutivo toda vez que la Constitución lo pro-
373

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
híbe cuando se trata de resoluciones de una sola
cámara, significa que a él solamente le corresponde
la aplicación y desarrollo de los recursos
públicos, pero a la representación popular y federal
la decisión de cómo y dónde aplicarlo. Estas
facultades, que claramente están dirigidas a
vigilar y controlar los recursos económicos, demuestran
que el Ejecutivo no puede actuar independientemente,
no puede decidir por sí solo
cómo gobernar, sino que requiere del respaldo
legislativo. Además de estas importantes facultades,
la Constitución señala que el Congreso
puede legislar sobre todos los campos que el
mismo poder considere necesarios para cumplir
con sus funciones de representación popular, lo
que supone una facultad auto concedida para
extender su influencia sobre la actuación del
Ejecutivo.
A las atribuciones legislativas que, esencialmente,
definen la función del Congreso, la
Constitución le añade funciones de vigilancia y
control político sobre el Ejecutivo mediante la
representación federal en el Senado. A la Cámara
Alta le corresponde revisar la política diplomática,
que incluye conocer los acuerdos internacionales,
resolver diferencias políticas entre
estados y de estos con la federación. 1 entre ellas,
la designación de gobernadores interinos o sustitutos
en caso de la polémica desaparición de
poderes. También corresponde al Senado ratificar
oficiales de las fuerzas armadas, embajadores,
algunos cónsules, subsecretarios de Hacienda
y, lo más relevante, toda vez que supone una
intervención directa en la autoridad del Ejecutivo,
al fiscal general de la República, al gobernador
y vicegobernadores del Banco de México, y
al resto de titulares de organismos autónomos
del ámbito administrativo o social, con la única
excepción de los consejeros del INE, que son
nombrados por la Cámara de Diputados. La intervención
del Congreso, que en estos casos no
es para nada legislativa sino claramente política,
también se extiende al Poder Judicial porque
aprueba a los ministros de la Suprema Corte de
Justicia.
En contraste, el Ejecutivo apenas cuenta con
algunas facultades, todas ellas dirigidas a fortalecer
su función administrativa, es decir, la pro-
1 La ambigüedad de políticas se debe a que las diferencias de
orden jurídico deben ser atendidas por la Suprema Corte de
Justicia, es decir, el Poder Judicial.
piamente de gobierno, y por ello la Constitución
le reconoce la facultad exclusiva para designar
y destituir a sus colaboradores inmediatos, los
miembros de su gabinete. Sus facultades legislativas
son limitadas porque si bien puede presentar
iniciativas de ley, esa atribución es compartida
con el Congreso federal y los estatales lo
que, como se verá adelante, limita seriamente su
capacidad para enfrentar conflictos o la abierta
oposición del Congreso. A cambio de estas restricciones
el Ejecutivo cuenta con veto parcial y
total que, aunque parece muy poderoso, es en
extremo limitado porque sólo es aplicable cuando
el Congreso tome medidas que disgusten al
Ejecutivo. En ese sentido, el veto, no importa su
alcance legislativo, es reactivo y, por lo tanto,
no puede ser un recurso útil para iniciar ningún
cambio.
Como es posible observar, el Legislativo no
es un poder subordinado ni menos aún sometido
constitucionalmente al Ejecutivo, sino todo
lo contrario, es una instancia con facultades decisivas
que, en la práctica, lo condicionan políticamente.
Su capacidad para modificar o, en
general, influir en el gasto y el ingreso, así como
para legislar sobre los recursos energéticos que,
en esencia, lo mismo aportan financiamiento
que permiten la aplicación de programas de fomento
y desarrollo, implica que, en la práctica,
el Congreso puede influir decisivamente en la
gobernabilidad en su sentido más puro, es decir,
en la capacidad del Ejecutivo para gobernar.
Es por ello que un Congreso que no simpatice
con el Ejecutivo puede entorpecer sustantiva y
eficazmente la conducción y los objetivos del
gobierno.
Gobierno fuerte, Ejecutivo débil
La frase anterior no es un juego de palabras sino
la descripción del diseño del poder Ejecutivo en
sus dos vertientes: la estrictamente administrativa
y la política, una como responsable del desarrollo
y bienestar social, y la otra como conductor
del sistema político. El constituyente de 1917
dio respuesta plenamente a los dilemas estructurales
del siglo XIX mexicano al resolver tanto
la tendencia recurrente al despotismo como la
inoperancia del Ejecutivo que caracterizó aquellos
turbulentos años. Ese dilema, que provocó
los conflictos políticos, la elaboración de varias
374

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
constituciones, la pérdida de territorio nacional,
las intervenciones extranjeras y, finalmente, la
dictadura de Porfirio Díaz, también tuvo como
una de sus consecuencias la Revolución y sus objetivos
económicos y sociales, que configurarían,
precisamente, el diseño constitucional de 1917.
Como lo señalara en su oportunidad Emilio
Rabasa, los conflictos durante el siglo XIX no
permitieron diseñar una constitución que construyera
un gobierno fuerte, unitario, dotado de
los recursos administrativos y económicos suficientes
para imponer la paz social y la estabilidad
política, pero tampoco para promover el
desarrollo (Rabasa, 1956). Esa incapacidad, limitada
también por las ambiciones políticas, permitieron
dictaduras (Santa Anna, Juárez, más
tarde Díaz), que violaban la ley en nombre de
la autoridad política. Díaz fue la solución después
de décadas de conflictos al asumir personalmente
el poder, eliminar a los adversarios y
promover el desarrollo económico, todo ello sin
eliminar formalmente la Constitución de 1856. La
Revolución terminaría con la personalización del
poder y los abusos de la dictadura, pero también
diseñaría un nuevo marco constitucional
que, por un lado, diera paso al necesario gobierno
fuerte y, por otro, dotara al Congreso de los
recursos para controlar y vigilar políticamente
al Ejecutivo, de tal manera que permitiera por
fin un gobierno eficaz y se previniera cualquier
tentación dictatorial (Córdova, 1975). Adicionalmente,
la Constitución plasmó las responsabilidades
del nuevo Estado, desde luego, provenientes
de la lucha armada: beneficios sociales a
la población y desarrollo económico dirigido por
el Estado. La Constitución es clara en cuanto a
esta configuración del Ejecutivo. Si, como se ha
visto en las páginas anteriores, el Ejecutivo no
puede actuar políticamente sin el consentimiento
del Congreso, sí puede plenamente encargarse
de los programas gubernamentales y por eso,
tal como lo señala el artículo 27 constitucional,
el Ejecutivo es el representante último de la nación,
dueña de los bienes del país y, en ese sentido,
el encargado de administrarlos a nombre y
beneficio de la sociedad o, más informalmente,
el pueblo (Córdova, 1989).
Si bien el diseño institucional de México tiene
condiciones históricas que lo determinan, el presidencialismo
limitado no es único en el mundo
contemporáneo. Los sistemas presidenciales tienen
como principio básico conceder al Ejecutivo
el control prácticamente absoluto del gobierno,
que en los sistemas parlamentarios depende de
las mayorías en las asambleas. A partir de este
principio, los presidencialismos pueden contar
con poderes constitucionales que consisten en
atribuciones legislativas específicas para enfrentar
a congresos hostiles y que se agrupan en
tres: exclusividad para presentar iniciativas de
ley, legislación por decreto y plebiscito o referéndum.
Con ellos, el Ejecutivo puede gobernar
a pesar de que no goce del respaldo legislativo
y, por ende, puede desarrollar sus programas y
proyectos sin contratiempos. Pero también existe
un presidencialismo cuya fuerza solamente
depende de los llamados poderes político-partidarios
que se resumen en que el partido del
presidente consiga la mayoría necesaria para
controlar el Congreso y lo alinee políticamente
con sus objetivos. Esta posibilidad depende por
completo del azar electoral, de que un solo partido
convenza al electorado de elegirlo en ambos
poderes y por ese medio le dé la homogeneidad
partidaria. Un Ejecutivo que cuenta con
poderes constitucionales siempre estará en condiciones
de gobernar con independencia de los
apoyos legislativos, pero si sólo dispone de los
político-electorales estará sujeto a las eventualidades
de los comicios (Shugart y Carey, 1992).
México fue considerado tradicionalmente
como un presidencialismo excesivo. Y algunos
observadores incluso lo atribuyeron a facultades
constitucionales que deliberadamente sobreponían
al Ejecutivo sobre el Legislativo; sin
embargo, esa fue una apreciación sin sustento
porque el diseño mexicano no le concede ninguna
de las tres facultades legislativas al Ejecutivo.
Ese poder no tiene la exclusividad para
presentar iniciativas de ley porque la comparte
también con los legisladores, y menos aún tiene
atribuciones para legislar por decreto o para
convocar a referéndum o plebiscito. La única
exclusividad legislativa que le concede la Carta
Magna es para presentar las iniciativas de ingresos
y egresos, pero es limitada porque, como
ya se ha advertido, las cámaras, en sus ámbitos,
pueden modificarlas a su arbitrio. La legislación
por decreto está restringida a situaciones de
emergencia sanitaria y aunque la Constitución le
concede al presidente la posibilidad de declarar
una situación de emergencia nacional, que
375

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
le permitiría actuar como legislador sin restricciones,
el reconocimiento de tal circunstancia le
corresponde por completo al Congreso. En rigor,
el Ejecutivo carece de poder para legislar.
Si durante el autoritarismo fue común que las
iniciativas aprobadas por el Congreso fuesen en
su gran mayoría presentadas por el Ejecutivo,
se debió a la anuencia tácita de los legisladores
priistas que, al ser mayoría, aprobaban sin condiciones
al presidente en turno.
La idea del presidencialismo excesivo estuvo
fundada, desde luego, en los años del autoritarismo,
cuando el PRI dominaba por completo la
política nacional y controlaba los poderes, federal
y estatales. Con esa homogeneidad, en buena
medida fundada en un sistema electoral que
no permitía la competencia y, por consecuencia,
aseguraba su predominio, el PRI fue esencial
para fortalecer al Ejecutivo. Su control en el
Congreso anuló en la práctica su autonomía, al
renunciar tácitamente a ejercer sus facultades,
lo mismo para intervenir mediante la legislación
que, sobre todo, para anular los recursos a fin de
controlar los excesos políticos del jefe del Ejecutivo.
No tuvo ningún fundamento constitucional
sino el simple control político y electoral (Carpizo
McGregor, 1979; Casar, 1996; Hernández
Rodríguez, 2010). Como ya se había adelantado,
la Constitución de 1917, que establece las facultades
entre poderes, lo mismo enmarcó legalmente
a los gobiernos priistas del siglo pasado
que a los de la alternancia, a partir de 2000. En
los primeros se desarrolló un presidencialismo
unitario gracias a la subordinación política del
Congreso, pero en los segundos, el pluralismo
fue tan profundo que eliminó la homogeneidad
y fragmentó la representación legislativa, de tal
manera que dio paso a los gobiernos sin mayorías.
En cualquiera de las dos circunstancias, el
fundamento fue el mismo: la original distribución
de facultades entre poderes, una base estructural
que el proceso de cambio político ha
mantenido intacta.
No hubo ningún cambio constitucional que
reconfigurara las atribuciones entre los poderes,
simplemente el pluralismo permitió que los
poderes Legislativo y Ejecutivo recuperaran sus
verdaderas capacidades. De ahí que, desde la
llegada de la alternancia (símbolo primordial de
la democracia), el presidencialismo mexicano se
ha mostrado débil, incapaz de gobernar y vulnerable
a los enfrentamientos legislativos. Como se
observa en el cuadro 1, durante el siglo pasado el
PRI retuvo la Presidencia, pero también el Congreso,
con la necesaria mayoría constitucional
para aprobar sin condiciones cualquier medida
del Ejecutivo, incluidas las eventuales reformas
estructurales que requirieran modificaciones
a la Constitución. Pero desde 1997 y hasta el
2018, ningún partido en el gobierno consiguió
el control del Congreso, si acaso el PRI mantuvo
la mayoría simple, insuficiente para respaldar
los proyectos gubernamentales. De ahí que las
administraciones de la alternancia, con plena independencia
de los partidos y sus ideologías, e
incluso de la personalidad de los mandatarios,
no hayan sido capaces de controlar por completo
sus programas ni mucho menos conseguir el
apoyo legislativo para impulsar cambios estructurales
que proporcionaran más recursos al gobierno
y con ello promovieran el desarrollo.
El cambio político en México ha conseguido
la democracia, y con ella la alternancia, una
competencia irrestricta y el respeto a las decisiones
ciudadanas, pero no se acompañó de reformas
institucionales que modificaran el diseño
y facultades de los poderes. Para decirlo de otra
manera, el sistema político es el mismo del pasado
autoritario, que funcionaba bajo condiciones
de homogeneidad política, pero ahora, en medio
del pluralismo, la competencia y la alternancia
hacen poco probable la homogeneidad. Bajo esa
condición, solamente cuando un partido consiga
convencer al electorado y logre un gobierno
unificado, podrá desarrollar una administración
sin contratiempos, de lo contrario, habrá gobiernos
legítimos democráticamente, pero paralizados,
sin ninguna autoridad para desarrollar sus
responsabilidades. Lo verdaderamente delicado
es que la otra opción no es necesariamente mejor,
porque la homogeneidad puede alentar las
tentaciones autoritarias, la arbitrariedad de un
mandatario que, como ha ocurrido desde 2018,
se asuma como el salvador de la patria e intente
gobernar al margen de la Constitución y de las
instituciones. El respaldo legislativo, resultado
de la homogeneidad política, no es útil en esas
circunstancias para construir gobiernos responsables,
sino para sostener la arbitrariedad de
mandatarios voluntaristas que, al margen de su
ideología y supuestos compromisos con el pueblo,
desmantelan las instituciones del sistema.
376

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
Los condicionamientos del cambio
Sin ánimo alguno de discutir el sentido del cambio
político en México, es necesario hacer algunas
consideraciones para contextualizar apropiadamente
las medidas de la administración
de López Obrador. La primera observación, ya
señalada antes, se refiere al camino exclusivamente
electoral que tomaron los actores políticos
y que dejó intacta la estructura institucional
del sistema. Las distorsiones que se encuentran
en la relación del Ejecutivo y el Legislativo no
fueron determinantes en el pasado autoritario
debido al dominio de un solo partido, que logró
imponer el control institucional mediante la homogeneidad
política e ideológica. Como lo advirtió
Carpizo McGregor (1979), las instituciones
se orientaron más por mecanismos informales
que resultaban de la coincidencia partidaria que
por medios jurídicos o normativos. El cambio democrático
terminó con el dominio del PRI, pero
no avanzó en la institucionalización de controles
y, acaso, en la revisión de las facultades y
la operación de los poderes que condicionan el
funcionamiento gubernamental.
A esta circunstancia se suma otra, particularmente
delicada, que es la histórica coincidencia
de las transiciones con las crisis económicas que
llevaron a rectificar los modelos de crecimiento
a finales del siglo pasado (Oxhorn y Starr, 1999;
Dornbusch y Edwards, 1991). La caída de los
autoritarismos, en especial en América Latina,
coincidió con graves crisis económicas que llevaron
a las severas correcciones impuestas por
el convencionalmente llamado neoliberalismo,
mediante el control presupuestal y la racionalidad
en el gasto público, sobre todo el dirigido a
las áreas sociales.
El delicado manejo de las correcciones económicas,
que tuvieron graves costos sociales,
puso a prueba la capacidad política pero también
las habilidades para conducir gobiernos de
las nuevas élites democráticas (Nelson, 1990 y
1994). Por un lado, las economías fueron integradas
crecientemente a la lógica de los mercados
internacionales, cada vez más rigurosos, que
redujeron los márgenes de maniobra política de
los gobernantes, y por otro, en especial en las
economías menos desarrolladas, a rendimientos
sociales decrecientes: mayor desigualdad y
menores beneficios sociales, que polarizaron a
las sociedades y los ofrecimientos partidarios.
Como lo prueba la alternancia mexicana, las medidas
económicas de las tres administraciones
(lo mismo del PAN que del PRI), reafirmaron la
racionalidad presupuestal y alimentaron la crítica
al neoliberalismo, la desatención de los pobres
y, desde luego, la necesidad de rectificar
el rumbo político y económico. Un discurso que
ponga el énfasis en la corrección económica en
beneficio del pueblo conlleva naturalmente el
propósito de eliminar los obstáculos estructurales
que fueron creados por el neoliberalismo
para garantizar su continuidad.
En términos institucionales, la rectificación
supone voluntad y decisión del Ejecutivo, pero
también la utilización de las condiciones formales
que lo permitan. Como se verá adelante,
López Obrador logró convencer al electorado
en 2018 para conseguir el control del Legislativo
y, con él, la homogeneidad necesaria para modificar
las condiciones económicas y políticas previas,
pero también para eliminar las limitaciones
institucionales.
El desmantelamiento institucional
En 2018 López Obrador ganó las elecciones presidenciales
con 53.19% de la votación. De suyo,
esta cifra es significativa porque sus antecesores
en el periodo de la alternancia apenas obtuvieron
entre 32% y 42% de los votos, a pesar de
representar en su momento cambios largamente
esperados, incluido el primer presidente no
priista (Vicente Fox obtuvo solamente 42.52%),
pero lo más importante de los comicios de 2018
es que, contra la tendencia que el electorado había
marcado desde 1997, de no concederle todo
el poder al presidente, esta vez Morena, el partido
de López Obrador, obtuvo el 50.4% de la Cámara
de Diputados que, junto con sus partidos
aliados (del Trabajo, Encuentro Social y Verde,
que suman en conjunto 16%), superó con creces
la mayoría constitucional (cuadro 1). Lo mismo
ocurrió en el Senado, donde Morena, por sí solo,
obtuvo el 47.7% que, sumado a las curules de
sus aliados (11.7%), le conceden el 59.4% de la
Cámara Alta Congreso de la Unión). 2
2 Mientras la Cámara de Diputados se renueva cada tres años,
el Senado lo hace sexenalmente, lo que crea una relación más
compleja para respaldar los proyectos presidenciales. Como
se verá adelante, esta circunstancia ha sido determinante en
377

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
No hay una sola explicación para este resultado,
sino una variedad de ellas: la personalidad
del candidato; su tenacidad al buscar la Presidencia
por tercera vez; su larga trayectoria
como crítico de los sexenios de alternancia; su
discurso izquierdista y populista, etcétera, pero
también está presente el fracaso de las anteriores
administraciones para desarrollar al país y
mejorar las condiciones de vida de la población,
y la ostensible parálisis política y operativa que
los dos gobiernos panistas y la priista, mostraron
para promover cambios que se tradujeran
en beneficios comprobables.
Para López Obrador, los magros resultados
económicos de los tres periodos se deben a la
corrupción, la ideología contraria al interés general,
pero también a un sistema de controles
que tuvieron por cometido asegurar la continuidad
de un proyecto económico deliberadamente
perverso que, más ideológica que sustantivamente,
ha denominado neoliberalismo. Para el
nuevo mandatario es indispensable introducir
cambios que reviertan la tendencia a favorecer
a los grupos de mayor ingreso para beneficiar
al pueblo, largamente relegado. Su proyecto es
ambicioso, no sólo porque recuperaría los auténticos
propósitos sociales de la Revolución, sino
porque debe enfrentar las medidas económicas,
administrativas, legales e institucionales que se
fueron creando en el pasado con el propósito de
preservar ese modelo. En su propuesta, el Ejecutivo
y, con más precisión, el presidente, enfrentan
limitaciones institucionales que fueron
creadas con el deliberado propósito de impedir
su actuación.
Esos organismos, ya sean electorales (INE),
sociales (Derechos Humanos, Derecho a la Información)
o económicos (Energía, Competencia
Económica), no responden a ningún propósito
democrático sino que buscan maniatar al Ejecutivo
para que, obligatoriamente, continúe con
aquel proyecto neoliberal. En su perspectiva,
el regreso al pueblo debe considerar lo mismo
una política de gasto social que reivindique a los
necesitados, que la eliminación de los obstáculos
institucionales que limitan al Ejecutivo. Los
efectos de la propuesta de López Obrador no
habrían sido tan dañinos si en 2018 el electorado
cuanto a la supervivencia y funcionamiento de los organismos
autónomos porque al Senado le corresponde la mayoría
de las designaciones de sus consejeros y dirigentes.
no hubiera reinstalado los gobiernos unificados
que caracterizaron al priismo del siglo pasado.
El proyecto de López Obrador solamente tenía
viabilidad si contaba con la homogeneidad partidaria,
política e ideológica, que el diseño estructural
del sistema ha mantenido latente durante
todo el periodo democrático.
En la primera mitad del sexenio, Morena hizo
posible la sumisión del Congreso a la voluntad
presidencial, de la misma manera que lo hizo el
priismo durante el siglo pasado, pero después
de tres años de desmantelar el sistema, el electorado
lo castigó electoralmente y desde 2021
ha perdido la mayoría constitucional (cuadro 1).
Con ese resultado, el sistema ha regresado a la
parálisis legislativa que caracterizó a los primeros
gobiernos de alternancia, pero López Obrador,
a diferencia de sus antecesores, ha elegido
pasar por encima de las limitaciones con medidas
que abiertamente violan la Constitución o
que, aun acatándola, buscan impedir el funcionamiento
institucional. Ante la oposición del Congreso,
López Obrador ha insistido en eliminar o
paralizar a las instituciones que considera como
obstáculos, en primer lugar, a los organismos
autónomos, pero también al Poder Judicial, que
le ha impedido imponer legislaciones contra la
Constitución. Hay una evidente definición política
e ideológica en López Obrador para proceder
de esta manera, pero lo que no debe perderse
de vista es que ese voluntarismo está sostenido
por una falla estructural del sistema que puede
convertir al jefe del Ejecutivo en un líder todopoderoso,
capaz de imponer cualquier capricho si
el electorado le da el control del Congreso. Esa
falla, como ha sido evidente desde 2018, no sólo
somete al Congreso, sino que crea un presidencialismo,
más que excesivo, arbitrario.
No es casual que López Obrador haya identificado
a los organismos autónomos como indeseables
porque, como se adelantó en las primeras
páginas, si bien la Constitución ha mantenido
sustantivamente la distribución histórica de facultades
entre poderes, las pocas modificaciones
que se han introducido han afectado directamente
al Ejecutivo y beneficiado al Legislativo.
Vale la pena detenerse en este proceso, así sea
en una breve revisión, para entender el alcance
democrático de los organismos autónomos y
por qué con su desaparición regresa el sistema
mexicano a principios del siglo XX.
378

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
Los controles administrativos
y políticos del Ejecutivo
Quizá no haya un mejor ejemplo de las intenciones
de López Obrador que sus ataques abiertos
a los organismos autónomos. 3 Su idea de favorecer
al pueblo supone completa libertad lo mismo
para manejar el gasto público a su arbitrio
(lo que finalmente puede conseguir con un congreso
subordinado porque le basta la mayoría
simple), que fortaleciendo al Ejecutivo al liberarlo
de la vigilancia que los organismos autónomos
ejercen sobre sus decisiones y que, contra
la visión de López Obrador, que los ve como una
medida neoliberal y, por ende, perversa, fueron
resultado del mismo proceso de cambio democrático
que no sólo abrió mayores espacios
a la participación ciudadana, sino instaló organismos
para mejorar la administración pública
mediante la especialización técnica. En rigor, los
organismos autónomos tienen una bien ganada
legitimidad en el mundo contemporáneo porque
privilegian las decisiones técnicas por encima de
los intereses políticos que, naturalmente, pueden
distorsionar los objetivos racionales de las
políticas gubernamentales (Warren, 1999; Bohman
y Rehg, 1999). No pierden nunca su carácter
de organismos de Estado, pero, a diferencia
de las entidades dependientes directamente del
Ejecutivo, pueden corregir y mejorar la aplicación
de los programas públicos.
Los organismos autónomos tienen antecedentes
en México muy anteriores al cambio democrático
o a los gobiernos tecnocráticos y se
encuentran en las entidades descentralizadas,
ampliamente desarrolladas en los años setenta
del siglo pasado. El gobierno federal mantuvo
el control centralizado sobre el diseño y aplicación
de las políticas y programas públicos, pero
a medida que aumentaron las responsabilidades
del Estado para atender las necesidades sociales
fue creando desde los años sesenta organismos
descentralizados que si bien se mantuvieron
bajo la supervisión de las secretarías de Estado
y preservaron la autoridad central de acuerdo
con las áreas de actividad, económica o social,
gozaron de diversos grados de autonomía para
3 En este trabajo solamente se hace referencia a los organismos
autónomos más importantes, pero son mucho más
los que han sufrido las limitaciones del gobierno de López
Obrador.
manejar programas específicos (Pardo, 1991). De
hecho, algunas de las más importantes entidades
hoy autónomas, como el INE, la CNDH o la
Comisión Reguladora de Energía (CRE), fueron
direcciones generales u organismos descentralizados
de secretarías (Gobernación y Energía, en
estos casos) que nacieron para atender asuntos
técnicos específicos que cobraron creciente importancia
dentro de alguna secretaría de Estado,
pero que más tarde consiguieron constituirse
como autónomos.
Su autonomía respecto del Ejecutivo es lo
que, al lado de la especialización de sus integrantes,
proporciona legitimidad a los organismos y
confirma su cercanía con el pluralismo y la participación
ciudadana. Muchos de los organismos,
en la práctica la gran mayoría, están dirigidos
a los asuntos económicos, pero otros buscan
proteger a la sociedad de posibles abusos del
Ejecutivo, ya sea en lo social o lo electoral. Por
eso, mientras que para la sociedad son garantes
de un correcto comportamiento gubernamental,
para el Ejecutivo usualmente son instrumentos
que limitan su actividad y, como en el caso del
gobierno de López Obrador, su capacidad para
introducir reformas que, a su juicio, son indispensables
y que son obstaculizados por intereses
creados. No son recursos democráticos para
evitar arbitrariedades sino controles del cambio.
No es del todo extraño que se asocie a los
organismos autónomos al período llamado neoliberal
porque, aunque su existencia en las democracias
desarrolladas es muy antigua, en los
países atrasados y concretamente en América
Latina, coincide con las correcciones económicas
y administrativas que se introdujeron a fines
del siglo pasado precisamente para resolver las
crisis provocadas por políticas poco racionales
que pusieron en práctica gobiernos muy afectos
a la expansión del gasto. Hacia fines del siglo
pasado, en América Latina estaba en marcha
no sólo el cambio democrático sino también la
llamada reforma del Estado, que buscaba regresarlo
a desempeñar las tareas que estructuralmente
le corresponden, de tal manera que
se corrigieran las distorsiones que su actuación
poco responsable introducía en los mercados y,
como consecuencia, mejorara la eficiencia técnica
de los programas gubernamentales (Ballinas
Valdés, 2011). Esa asociación, entre mercado y
eficiencia técnica, es lo que irrita a gobernantes
379

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
populistas que no pueden ver al Estado de otra
manera que no sea como un instrumento destinado
a beneficiar al pueblo, sin consideraciones
técnicas o económicas.
La creación de los organismos autónomos no
está exenta de críticas. Como se ha señalado,
mientras en las democracias desarrolladas tienen
una larga tradición, en México y otros países
de menor crecimiento, están asociados a la rectificación
económica del llamado neoliberalismo.
Si bien a estas entidades se les reconoce especialización
y conocimiento técnico, también se
les considera mecanismos que aseguran la permanencia
del modelo racionalista. Para muchos
gobernantes esos organismos son obstáculos
que impiden al Ejecutivo la reorientación económica
para beneficiar a la sociedad. De hecho, varios
organismos están claramente dirigidos a la
operación económica y, en ese sentido, pueden
considerarse garantes del modelo económico,
pero otros no, como los electorales, de derechos
humanos o acceso a la información, que fomentan
la participación ciudadana y sirven para evitar
arbitrariedades gubernamentales.
No se necesita mucha evidencia para comprobar
que las correcciones económicas en
México, iniciadas durante los años ochenta del
siglo pasado, llevaron directamente a favorecer
la creación de organismos autónomos porque
mejorarían el desempeño público y abrirían espacios
de vigilancia a las posibles arbitrariedades.
Por eso, si bien muchos organismos fueron
de naturaleza económica, otros fueron sociales
y claramente políticos. Como se observa en el
cuadro 2, la formación de organismos autónomos
data de los años noventa del siglo pasado
y se profundiza con la alternancia política a
partir de 2000. Es un proceso que claramente
muestra la expansión democrática, el pluralismo
y la idea de que la sociedad, mediante un poder
establecido, puede contener los excesos del
Ejecutivo. De los ocho organismos autónomos,
cuatro están dirigidos a la política económica y
concretamente a la energética y la competencia
en los mercados; tres a las áreas sociales,
para garantizar el respeto a los ciudadanos, su
derecho a la información gubernamental y evaluar
los efectos de las políticas sociales, y uno,
el INE, a garantizar la equidad, transparencia y
contabilización de los votos, es decir, a sostener
la democracia.
Si el cometido de los organismos autónomos
es controlar al Ejecutivo, es natural que sea otro
poder el que designe a sus integrantes que, por
lo demás, se constituyen en instancias colegiadas
de tal manera que no sea solamente un individuo
el que tome las decisiones. De las ocho
entidades, en seis es el Senado de la República
el que por mayoría calificada nombra a los funcionarios,
pero siempre a propuesta del Ejecutivo,
aspecto relevante porque es el medio por el
cual la Constitución reconoce no sólo el carácter
público de los organismos sino su estrecha
colaboración con las tareas gubernamentales,
asignadas por completo al Ejecutivo. Los organismos
autónomos, en consecuencia, no son entidades
enfrentadas u opuestas al presidente y
al gobierno, sino complementarias. Este aspecto
es más claro al observar que en el caso del INE,
toda vez que su función es electoral y compromete
tanto a los ciudadanos como a los partidos
políticos, la designación de los consejeros siempre
ha estado a cargo de los diputados quienes,
con variantes, seleccionan a los candidatos y eligen
a los responsables. 4
Las áreas en las que operan los organismos
autónomos evidentemente imponen limitaciones
al Ejecutivo, que no puede, si se apega a la
normatividad, tomar decisiones arbitrarias y que
cuando incurra en ellas, sea sancionado. Esa es
la razón por la cual mandatarios como López
Obrador los consideren obstáculos a sus proyectos,
organismos diseñados deliberadamente
para preservar privilegios o defender intereses
privados. Es por ello también que ha intentado
desaparecerlos o, lo que ha sido más frecuente
conforme ha cambiado la composición del Congreso,
anularlos por la vía de los nombramientos.
La participación destacada de las cámaras
legislativas como principio doctrinario del equilibrio
de poderes solamente es una salvaguardia
frente a la arbitrariedad del Ejecutivo si en ellas
hay un real pluralismo y el partido del presidente
no cuenta con la mayoría necesaria para complacerlo.
De nuevo, como ha sido señalado en
las páginas anteriores, el control legislativo sola-
4 Aunque es discutible la ausencia del Ejecutivo en un órgano
de esta importancia, ella deriva del propio principio que
hizo autónomo al instituto: la histórica sospecha de que el
Ejecutivo, antes en manos del PRI, manipulaba las elecciones.
Desde su origen, se ha buscado que no haya la menor intervención
de ese poder con consejeros supuestamente ajenos
a los partidos y que sean los diputados, como representantes
de los ciudadanos, quienes los elijan.
380

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
mente es posible a condición de que los electores
no permitan la homogeneidad política o partidaria.
Un congreso plural no necesariamente
debe oponerse al Ejecutivo, pero sí puede impedir
cualquier tentación autoritaria que sacrifique
la capacidad, tareas y, sobre todo, salvaguardia
de los organismos autónomos que la Constitución
les concede. Las atribuciones del Congreso
para corregir al Ejecutivo solamente son posibles
si los legisladores no están dispuestos a someterse
al presidente en turno y eso no depende
de la conciencia de los legisladores sino del
dominio de un partido.
Esta advertencia cobra relevancia porque ha
sido el medio que el gobierno de López Obrador
ha empleado para anular a los organismos
autónomos. De hecho, no ha logrado eliminar
a ninguno (porque para ello necesitaría el absoluto
control de ambas cámaras y desde las
elecciones de 2021 su partido perdió la mayoría
en la de diputados), pero sí los ha sometido
al designar funcionarios leales, muchos de ellos
sin experiencia o preparación para desempeñar
las tareas. Los casos más notorios han sido las
sucesiones en el INE, el Banco de México —organismo
autónomo que data de principios del
siglo pasado— y la Suprema Corte de Justicia,
que si bien no es una entidad semejante, sino un
poder de la Unión, comparte la misma condición
manipulable en sus nombramientos y que se ha
convertido en objeto del encono presidencial al
evitar arbitrariedades legislativas del Ejecutivo
cuando no abiertas violaciones constitucionales,
algunas de ellas dirigidas precisamente contra
los organismos autónomos.
El presidente y su partido intentaron una reforma
constitucional que hubiera limitado sustancialmente
las funciones y la estructura del
instituto electoral y que no fue posible porque
Morena perdió la mayoría calificada en las elecciones
de 2021. Ante la imposibilidad de conseguir
la reforma constitucional, han intentado los
cambios mediante legislaciones secundarias que
violan la Carta Magna y que están en proceso de
revisión en la Corte. Finalmente, López Obrador
buscó someter al INE mediante la designación de
cuatro consejeros, incluido su presidente, que le
den la mayoría necesaria para someter al árbitro
electoral, lo que parcialmente consiguió debido
a que, como ya se ha señalado, la designación de
los consejeros está por completo en manos de
los diputados, cuya mayoría tiene Morena y sus
aliados. 5 La insistencia en controlar al INE tiene
mayor relevancia porque de ese organismo no
sólo depende la organización sino la vigilancia
en la competencia y la contabilización de los votos
que en las elecciones de 2024 decidirán la
continuidad de Morena en el poder. El propósito,
nada oculto, de someter al INE es recuperar
el control que el Ejecutivo federal tuvo sobre las
elecciones durante los años de dominio priista
y que se convirtió en la principal demanda de
cambio por ciudadanos y partidos. Gracias a la
creación del entonces Instituto Federal Electoral
en 1990 y su completa separación del Ejecutivo
seis años más tarde, el cambio democrático fue
posible porque aseguró la validez del voto ciudadano.
Pero un órgano autónomo, destinado
a garantizar el sentido del voto, también puede
declarar al triunfador, lo que es esencial para un
proyecto como el de López Obrador, que intenta
sostenerlo permanentemente.
El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso
a la Información y Protección de Datos
Personales (INAI) ha sido objeto de un agresivo
ataque que se ha centrado en evitar el nombramiento
de tres de sus comisionados, desde
principios de 2023. El propósito, declarado tanto
por el presidente como por su secretario de
Gobernación, es desaparecer el organismo bajo
el argumento de que sus funciones no son necesarias,
pero como Morena no tiene la mayoría
suficiente para lograrlo, ha impedido la designación
de los miembros faltantes, con lo cual
ha impedido en la práctica su funcionamiento.
A pesar de las impugnaciones, incluso judiciales,
la mayoría en el Senado ha seguido las recomendaciones
presidenciales para evitarlo. De
nuevo, la arbitrariedad presidencial se sustenta
en el apoyo incondicional de los legisladores del
partido mayoritario que, aun sin contar con la
5 El proceso para designar a los consejeros muestra claramente
el efecto de no contar con la mayoría calificada en las
cámaras. Morena no cuenta ya con esa mayoría y no pudo
imponer a sus cuatro candidatos porque la oposición votó
en contra; ante ello, tal como lo permite la normatividad, los
legisladores tuvieron que recurrir a la insaculación que, dada
su naturaleza azarosa, impidió que Morena y el presidente
impusieran a sus candidatos ideales. Dos de los cuatro elegidos,
incluida a la presidenta consejera (Guadalupe Taddei
Zavala y Jorge Montaño Ventura, los otros dos seleccionados
son Rita Bell López Vences y Arturo Castillo Loza) están
vinculados al partido de López Obrador. Además de que
no consiguieron imponer a los cuatro, los perfiles de los dos
simpatizantes del Ejecutivo no son los que el oficialismo deseaba.
381

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
mayoría constitucional, tienen la representación
suficiente para impedir el funcionamiento de
una de las instituciones más importantes para
vigilar las acciones del Ejecutivo.
El Banco de México y la Suprema Corte de
Justicia han sido dos entidades cuya relevancia,
especializada pero también política, han sido
esenciales en la historia del país y determinantes
en los proyectos del Ejecutivo. Ambos, a
pesar de su esencia y principios institucionales,
fueron organismos sometidos a la política priista,
impuesta por los presidentes. El Banco de
México, desde su nacimiento en 1925, ha sido la
única entidad responsable de la política monetaria
pero no contaba con autonomía y, por el
contrario, estaba sometido directamente al Ejecutivo
federal, quien personalmente nombraba
a su entonces director general que, por ende, se
convertía en la práctica en un funcionario más
del gabinete económico que, pese a su trascendencia,
más de una vez estuvo subordinado al
secretario de Hacienda y, desde luego, respaldaba
sin objeciones la política económica que
seguía el gobierno en turno.
En 1994, poco antes de concluir la administración
de Carlos Salinas, le fue concedida su
autonomía en buena medida para evitar que los
siguientes mandatarios, por más tentaciones
populistas que pudieran tener, lograran imponer
su voluntad en la política monetaria y, por
extensión, en la económica. Desde entonces, el
Banco de México es conducido por un gobernador
y cuatro subgobernadores que integran
la Junta de Gobierno, que es la única instancia
responsable de las decisiones. Como en el resto
de los organismos autónomos, el presidente
de la república propone a sus integrantes y es
el Senado el que los nombra, con lo cual se reproduce
el principio básico de control, en tanto
otro poder supervisa la correspondencia entre
las tareas especializadas de la institución y
la preparación y trayectoria de los candidatos
propuestos. Pero, como es previsible, el supuesto
se puede fácilmente evadir si el Senado es
dominado por seguidores del presidente. Y esto
es lo que López Obrador ha conseguido en su
administración al proponer a cinco integrantes
(Victoria Rodríguez Ceja —gobernadora—, Galia
Borja, Gerardo Esquivel, Jonathan Heath y Omar
Mejía Castelazo) que, al margen de su preparación
como economistas, no tienen la experiencia
ni trayectoria indispensables para desempeñarse
en el cargo y, posiblemente, garantizar la autonomía
del banco.
La Suprema Corte de Justicia y, en general, el
Poder Judicial, fueron reformados a finales de los
años noventa para fortalecer su independencia,
lo que incluyó un delicado proceso de nombramiento
de ministros, magistrados y jueces que,
siguiendo el principio de control entre poderes,
faculta al presidente de la república a proponer
ternas para cada vacante de ministros en la
Corte, y al Senado a elegir entre ellos mediante
el voto calificado de sus dos terceras partes. Al
presidente López Obrador le ha correspondido
proponer el relevo de cuatro de los once ministros
que integran el pleno (Juan Luis Gutiérrez
Alcántara, Yasmín Esquivel Mossa, Ana Margarita
Ríos y Loretta Ortiz). Los procesos han sido
accidentados porque en todos los casos ha sido
evidente la cercanía de los candidatos a la Presidencia
y, por consecuencia, el propósito de
alinear a la Corte con sus proyectos. Si las sucesiones
han sido difíciles, la elección del nuevo
presidente de la Corte a principios de 2023, que
recayó en la ministra Norma Lucía Piña Hernández,
ha sido objeto de múltiples ataques y descalificaciones
de López Obrador porque no le
garantiza los apoyos que necesita para violentar
la ley, en especial aquellas medidas que se dirigen
a fortalecer su poder y que en el caso de la
Corte resultan esenciales porque la elección de
Piña Hernández se extenderá hasta diciembre
de 2026, más allá de la terminación del gobierno
de López Obrador. Al igual que con el INE, las
sucesiones en la Corte cobran mayor relevancia
porque afectan los intereses y expectativas de
una administración presidencial que ha hecho
del desmantelamiento institucional un objetivo
de su proyecto de largo plazo.
Arbitrariedad con sustento
institucional
El presidencialismo mexicano siempre fue objeto
de críticas por los excesos que los presidentes
cometieron durante los años del autoritarismo.
La mayoría de los analistas siempre subrayaron
la amplia capacidad que tenía el Ejecutivo para
intervenir en el resto de las instituciones, incluidos
los otros poderes de la Unión, y que podía
llegar a excesos dependiendo de la personali-
382

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
dad de los mandatarios. La evidencia histórica
parecía sustentar las críticas y, lo más delicado,
hacer irrelevante la falta de estudios que mostraran
las razones y orígenes de tal comportamiento.
Peor aún, se dio por cierto que ese poder
excesivo era consecuencia de un deliberado
propósito constitucional que le había concedido
facultades en exceso al Ejecutivo y, por consecuencia,
sometido al Legislativo.
Tendrían que pasar varias décadas y, en particular,
exhibirse las limitaciones del Ejecutivo
para enfrentar los crecientes conflictos políticos
y económicos que comenzaron en la década de
los años sesenta y se agudizaron en los dos siguientes,
para que las ideas preconcebidas sobre
el presidencialismo se revisaran, no sólo con
miradas más cuidadosas sobre la Constitución,
sino a la luz de estudios comparativos que pusieran
en contexto internacional el diseño mexicano
(Shugart y Carey, 1992; Mainwaring y Shugart,
1977; Hernández Rodríguez, 2005). Fue así
que pudo observarse que lejos del poder excesivo
que siempre se atribuyó al Ejecutivo, el presidencialismo
en México es dependiente de una
variable por completo ajena a la Constitución
como es la competencia electoral y la fortaleza
de los partidos.
El poder del Ejecutivo depende de que los
partidos dominen al Legislativo y así anulen las
atribuciones con las cuales pueden controlar los
posibles excesos presidenciales. Como lo demostrara
Carpizo por primera vez en los años
setenta del siglo pasado, el Ejecutivo apenas
tiene facultades para ejercer plenamente sus
funciones de gobierno, pero es el Congreso el
que impone límites a su conducción política.
Sólo mediante la homogeneidad partidaria el
presidente resulta poderoso, capaz de imponer
su voluntad y proyectos por más riesgosos que
sean. Esta fue la circunstancia política que estuvo
presente durante casi todo el siglo pasado y
que dependió del dominio absoluto que el PRI
tuvo sobre todos los cargos políticos en el país.
Pero sin el dominio de un partido, el Congreso
(y, por extensión, el resto de poderes e instituciones),
puede recuperar su autonomía y hacer
efectivas sus atribuciones legislativas, pero también
de control sobre el Ejecutivo. Como era
natural esperar, la alternancia largamente desarrollada
desde los años ochenta, se fortaleció al
perder el PRI, por primera vez, la Presidencia de
la República en 2000. Sin homogeneidad partidaria
ninguno de los tres primeros mandatarios
pudo gobernar sin acuerdos con legislaturas
siempre plurales. Y como lo muestra la evidencia
histórica, esos acuerdos no fueron la característica
de esos años sino todo lo contrario: los partidos
constantemente aplicaron las atribuciones
constitucionales para entorpecer los proyectos
gubernamentales.
La situación política cambió en 2018 cuando
el electorado decidió reinstalar la homogeneidad
del siglo pasado. Si el diseño institucional
permite al Ejecutivo convertirse en un poder decisivo,
la personalidad del mandatario puede ser
particularmente peligrosa cuando se propone
desarrollar un proyecto político que implica desmantelar
los controles que le impiden funcionar
libremente. No hay ninguna duda de que en la
historia nacional han gobernado presidentes arbitrarios
que, con independencia de sus buenas
intenciones e ideología, han cometido abusos,
pero solamente López Obrador se ha propuesto
desmantelar las instituciones del sistema político
para crear una presidencia autoritaria. Los
demás simplemente aprovecharon las ventajas
de contar con la sumisión del Congreso, pero no
intentaron desaparecer las instituciones ni aumentar
sus atribuciones. Por el contrario, como
se mostró en páginas anteriores, fueron tanto
presidentes priistas como panistas los que aceptaron
la creación de organismos autónomos, o la
promovieron en entidades existentes, como fue
en el Banco de México.
Con independencia de la personalidad y aun
la ideología de López Obrador, lo importante es
que dos circunstancias estructurales han favorecido
sus agresivas medidas contra las instituciones.
La primera es la condición constitucional
que sujeta políticamente al poder Ejecutivo al
control del Congreso, y la segunda es que Morena
ha logrado restaurar la homogeneidad política
que anula en la práctica cualquier medida
formal de vigilancia. 6 La condición estructural,
tal como sucedió en el siglo pasado, puede subsanarse
con el dominio de un solo partido y por
eso, como lo hizo el PRI, ahora lo hace Morena,
con la significativa diferencia en cuanto al respeto
a las instituciones.
6 El proceso electoral que dio paso a este dominio escapa
a los propósitos de este trabajo, pero el lector interesado
puede encontrar su análisis en Alarcón Olguín (2020) y
Prud’homme (2020).
383

ROGELIO HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, LOS DESEQUILIBRIOS INSTITUCIONALES EN LA DEMOCRACIA MEXICANA
El diseño constitucional, que data de 1917, si
bien responde a una tradición histórica determinante,
también responde a una tensión doctrinaria
que parece irresoluble en cuanto a la
normatividad jurídica que limita en la práctica la
irrestricta libertad de los ciudadanos que, teóricamente,
debe garantizar la democracia. 7 Más
allá de la discusión teórica, las condicionantes
constitucionales del Ejecutivo parecen conducir
inevitablemente a gobiernos débiles o fuertes
y potencialmente arbitrarios, dependiendo de
la suerte electoral de sus partidos. Las posibles
correcciones son polémicas, pero algunas ideas
ya han sido sugeridas por la experiencia política.
La primera es institucional y se sintetiza en
la posibilidad de proveer al Ejecutivo mexicano
de facultades legislativas que le permitan
enfrentar a una asamblea opositora. Como lo
han expresado los especialistas (Shugart y Carey,
1992), la utilidad de las medidas no radica
en su aplicación necesariamente sino en la potencial
amenaza de hacerlo, que en la práctica
obliga a la oposición a negociar. La segunda es
más delicada porque depende por completo de
la profesionalización de las élites gobernantes.
La larga experiencia estadounidense, en la que
han prevalecido los gobiernos divididos desde
los años cuarenta, revela que su existencia no
conduce inevitablemente al conflicto ni a la parálisis
gubernamental. Se trata tan sólo de una
posibilidad que puede evitarse si se cuenta con
una élite política profesional, experimentada y
convencida de anteponer los intereses institucionales
y, por ende, la preservación de la democracia,
a los particulares (Mayhew, 1991). Es,
en esencia, el valor de la negociación para disminuir
los conflictos, propia de élites comprometidas
con la colaboración institucional, pero
que necesitan de un importante complemento.
Como lo advierte Weatherford (2009), la élite
es necesaria, pero también se requiere de un auténtico
liderazgo presidencial que haga posible
la construcción de acuerdos a pesar de las diferencias.
Parece obvio que México está muy lejos
de contar con estas tres condiciones.
El particular diseño institucional del sistema
político mexicano, que concede al Congreso la
7 Tensión entre la política y el derecho, pero que se origina
en la que existe entre la igualdad y la libertad. Temas imposibles
de desarrollar aquí pero que pueden encontrarse en
Tocqueville (2019) y Gargarella (2015).
vigilancia y control del Ejecutivo, solamente es
posible si existe pluralismo y sensatez de los partidos
y madurez de los legisladores para utilizar
las facultades a su disposición para colaborar
críticamente y no bloquear al Ejecutivo. Si esto
no ocurre, como lo muestran los sexenios de
2000 a 2018, el resultado es una administración
incompetente, pero si el electorado crea la homogeneidad,
el resultado puede ser un gobierno
arbitrario que, como el de López Obrador, asuma
como tarea fundamental, la destrucción de
las instituciones para gobernar sin limitaciones y
por tiempo indefinido.
Cuadro 1
Cámara de Diputados
1964-2024
Porcentajes
Legislatura PRI PAN PRD Morena 1 Otros Total
1964-1994 75.0 11.9 6.0 2 11.8 330 3
1994-1997 60.0 23.8 14.2 2.0 500
1997-2000 47.8 24.4 25.0 2.8 500
2000-2003 42.2 41.4 10.2 6.2 500
2003-2006 44.8 30.2 19.4 5.6 500
2006-2009 21.2 41.4 25.4 13.0 500
2009-2012 47.4 28.6 14.2 9.8 500
2012-2015 42.6 22.8 20.2 14.4 500
2015-2018 41.6 21.8 12.0 24.6 500
2018-2021 9.8 15.8 2.4 50.4 21.6 500
2021-2024 13.8 22.8 3.0 40.2 20.2 500
Fuente: Cámara de Diputados (2023).
1. Morena (Movimiento Regeneración Nacional) fue fundado
en 2011 como una escisión del PRD y aunque participó en la
elección previa obtuvo votaciones mínimas. En 2015 apenas
consiguió 9.4% de asientos en la cámara.
2. El PRD fue formalmente fundado en 1989 pero se considera
su nacimiento en 1988 porque fue entonces que por primera
vez se creó una amplia alianza de la que saldría la nueva
organización de izquierda. El promedio de 6% corresponde
solamente a las legislaturas de 1988 a 1994, por eso no coincide
el total de la línea.
3. Durante esos treinta años el número de curules fue variable
(entre 210 y 237, de 1964 a 1979; 400, de 1979 a 1988, y a
partir de 1988 han sido 500). La cifra del total es el promedio.
384

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 371-386
Cuadro 2
Organismos Autónomos
Organismo Fecha creación Responsabilidad Designación integrantes
Instituto Nacional Electoral (INE) 1990-2014 Electoral Cámara de Diputados
Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH)
Comisión Reguladora de Energía
(CRE)
Instituto Nacional de Transparencia,
Acceso a la Información y Protección
de Datos Personales (INAI)
Consejo Nacional para la Evaluación
de la Política de Desarrollo Social
(Coneval)
Comisión Nacional de Hidrocarburos
(CNH)
Comisión Federal de Competencia
Económica (Cofece)
Instituto Nacional de Telecomunicaciones
(IFT)
Fuentes: páginas oficiales de los organismos.
1992 Social Cámara de Senadores
1993 Economía Cámara de Senadores
2003-2015 Social Cámara de Senadores
2005 Social Cámara de Diputados
2008 Economía Cámara de Senadores
2013 Economía Cámara de Senadores
2013 Economía Cámara de Senadores
Notas: 1. Solamente en el INE no interviene el Ejecutivo en el proceso de elección, en el resto de organismos es el que propone
a los candidatos y las cámaras seleccionan a los integrantes por mayoría calificada.
2. El Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática (INEGI) fue creado en 1983 y en 2008 fue reconocido como
responsable del sistema nacional de información. Por su antigüedad, se le excluye de este listado.
Agradecimientos
El autor agradece las observaciones y sugerencias de los
dictaminadores anónimos que evaluaron este artículo.
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mexicano y el proceso electoral: ¿nueva era o
regreso al pasado?”, en Esperanza Palma y Sergio
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Recibido: 14 de abril de 2023.
Aceptado: 3 de julio de 2023.
Publicado: 4 de septiembre de 2023.
Rogelio Hernández Rodríguez
Es doctor en Ciencia Política por la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional Autónoma de México. Actualmente se
desempeña como docente investigador en El
Colegio de México, A.C. Sus líneas de investigación
son: Sistema político, cambio institucional y
élite política en México. Entre sus más recientes
publicaciones destacan, como autor: El oficio
político. La élite gobernante en México (1946-
2020), Ciudad de México, El Colegio de México,
A.C. (2021); Historia mínima del PRI, Ciudad de
México, El Colegio de México, A.C. (2016); Presidencialismo
y hombres fuertes en México. La sucesión
presidencial de 1958, Ciudad de México,
El Colegio de México, A.C. (2015).
Prud’homme, Jean-Francois, (2020), “Partidos y sistema
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212023145
EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO
Y DEMOCRACIA
THE BAD SIDE OF GOOD GUYS
CRITICAL NOTES ON ANTI-POPULISM AND DEMOCRACY
César Morales Oyarvide
orcid.org/0009-0003-7138-5681
El Colegio de México, A.C.
México
morales.oyarvide@gmail.com
Abstract
Anti-populism is an understudied political phenomenon. Howe ver, it is perhaps the
most widespread political style in the world. Building from a de finition of anti-populism
as a form of political discourse and praxis in reaction to po pulism, this paper seeks
to offer a characterization of this phenomenon that breaks with normative conceptions
and to problematize its relationship with democracy. This article is devoted
to analyzing the main rhetorical tropes used in anti-populism: consensus, rationality,
normality and nostalgia. The paper argues that the divide between populism and anti-populism
has become an articula ting axis of political competition in contemporary
democracies.
Keywords: Populism; Anti-populism; Democracy; Discourse.
Resumen
El anti-populismo es un fenómeno poco estudiado, aunque es el estilo político más
extendido actualmente, una forma de discurso y praxis política reactiva al populismo.
El artículo caracteriza al fenómeno más allá de concepciones normativas y
problematiza su relación con la democracia a través de un análisis crítico de las principales
retóricas que lo caracterizan: el consenso, la racionalidad, la normalidad y la
nostalgia. Finalmente, plantea que la división entre populismo y anti-populismo se
ha convertido en un eje articulador de la competencia electoral en las democracias
contemporáneas.
Palabras clave: Populismo; Anti-populismo; Democracia; Discurso.
387

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
Introducción
Si la retórica populista, citada aisladamente, suena
melodramática, es importante recordar que una retórica
igualmente incendiaria prevaleció en el otro lado.
Richard Hofstadter (1969)
En toda ciudad hay dos humores contrapuestos, el
del pueblo y el de los grandes, y todas las leyes que
preservan la libertad nacen de un desacuerdo entre
ellos.
Nicolás Maquiavelo (1993)
En un artículo de noviembre de 2021 en el diario
Reforma, Jesús Silva-Herzog llamaba la atención
sobre los dilemas de la oposición al gobierno de
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México.
Para este analista, el principal problema de
los opositores radicaba en el contagio que habían
sufrido de los males populistas que combatían,
la misma “lógica maniquea, su mismo
impulso persecutorio, su brutal simplificación
política” (Silva-Herzog, 2021). El texto era víctima
de esa inercia amlocéntrica que impide a
nuestra conversación pública salir de la órbita
del presidente. Sin embargo, tenía la virtud de
haber sido uno de los primeros intelectuales públicos
mexicanos en señalar algunos de los problemas
del anti-populismo contemporáneo, un
estilo de hacer política que, pese a su extensión
alrededor del mundo, ha sido poco estudiado
vis à vis sus adversarios populistas. El objetivo
de este trabajo es ofrecer una caracterización
del fenómeno político al que hace referencia
Silva-Herzog, el anti-populismo, y problematizar
su relación con la democracia a través de un
análisis crítico de los principales elementos que,
dentro de su diversidad, comparten los discursos
anti-populistas contemporáneos.
Durante los últimos años, el populismo ha
vuelto al candelero. Los políticos y gobiernos
populistas ocupan una posición prominente tanto
en la competencia electoral como en los medios
y la discusión académica. Como señaló con
precisión hace unos años Cas Mudde (2004),
uno de los mayores expertos en el fenómeno,
el mundo vive desde hace tiempo un “Zeitgeist
populista”.
En el centro de este interés por el populismo
está su relación con la democracia liberal, frente
a la que suele vérsele al mismo tiempo como un
correctivo y una amenaza (Rovira Kaltwasser,
2012). A diferencia del populismo, el ascenso del
anti-populismo —su opuesto— ha despertado
un interés mediático y académico más modesto,
pese a que constituye el discurso y la manera
de hacer política probablemente más extendida
hoy en el mundo (Moffitt, 2020b). Aunque se
trata de una posición compartida por políticos
de todo el espectro ideológico —de Hillary Clinton
y Joe Biden en Estados Unidos a Silvio Berlusconi
y Emmanuel Macron en Italia y Francia,
pasando por la oposición al gobierno de AMLO
del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el
Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de
la Revolución Democrática (PRD) en México— el
anti-populismo ha recibido apenas atención. A la
sombra de sus adversarios más controvertidos,
que acaparan noticias y conversaciones con sus
declaraciones o propuestas, pareciera que los
planteamientos de los anti-populistas son de
simple sentido común y, como tales, no necesitan
ser interrogados ni criticados. Este trabajo
busca contribuir a llenar este vacío, realizando
una aportación al estudio del anti-populismo, de
sus principales elementos retóricos y de las dinámicas
de competencia política de las que forma
parte en las democracias contemporáneas.
La primera sección del texto está dedicada
a la tarea de ofrecer una definición del populismo
y el anti-populismo, a partir de un enfoque
discursivo-performativo. Propongo definir
como anti-populista a un estilo de hacer política
compartido por un conjunto heterogéneo (en
términos tanto ideológicos como de clase) de
actores que se oponen radicalmente al populismo,
lo encuadran en términos peyorativos como
una amenaza a la democracia y buscan desacreditar
como autoritarios o irresponsables tanto
a los líderes populistas como a sus seguidores.
En el centro de este estilo político están ideas
que, a simple vista, parecen de sentido común:
una forma de comportarse basada en lo apropiado,
la respetabilidad, la técnica y el cuidado
por los procedimientos. Como un movimiento
reactivo, el propósito del anti-populismo es eminentemente
restauracionista y, como tal, busca
regresar a una forma de hacer política vinculada
al establishment y al orden establecido antes de
la irrupción populista.
A partir de esta labor de conceptualización,
la segunda sección del texto está dedicada al
388

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
estudio de la retórica del anti-populismo. A pesar
de que el anti-populismo se plantea como
una defensa de las instituciones democráticas,
lo que argumento es que varios de los elementos
centrales de su discurso —tales como (1) la
insistencia en una política basada en el consenso
frente al conflicto y la división, (2) en la racionalidad
frente a la irrupción de las emociones y los
afectos en la vida pública, (3) en el énfasis en
cierta idea de normalidad política y (4) ciertos
usos de la nostalgia— llevan consigo una serie
de sesgos elitistas y tienen una relación problemática
con la democracia, a la que limitan a una
versión liberal.
La tercera sección del texto plantea que la división
entre populismo y anti-populismo se ha
convertido en un eje articulador de la competencia
política contemporánea tanto o más importante
que la división tradicional entre izquierda
y derecha. Este proceso, visible en contextos tan
diversos como Europa y América Latina, se ha
profundizado de la mano de fenómenos concomitantes
como el de la polarización afectiva y la
construcción de identidades negativas (más allá
de los partidos políticos) en torno a liderazgos
carismáticos. Este apartado termina advirtiendo
de los riesgos de que esta fractura adopte cada
vez más tintes morales y normativos. Finalmente,
se presentan unas conclusiones recapitulando
las aportaciones del trabajo.
El presente artículo es, hasta mi conocimiento,
una de las pocas investigaciones publicadas
en México dedicadas a analizar al anti-populismo
contemporáneo como fenómeno, a diseccionar
su retórica y a plantear que, junto con el populismo,
articula una nueva fractura en la política.
Para hacerlo, privilegiaré el uso de referencias al
momento mexicano actual, aunque incluyo también
ejemplos de actores y discursos populistas
y anti-populistas de otros países, considerando
la diversidad del fenómeno.
Hacia una conceptualización
del populismo y el anti-populismo
Desde sus conferencias matutinas, el presidente
López Obrador suele afirmar que “vivimos tiempos
de definiciones”. Se esté o no de acuerdo
con esta lectura del presente, la frase del político
que mejor encarna el estilo populista en México
sirve para introducir una tarea tan compleja
como necesaria: la de definir al populismo y al
anti-populismo.
El populismo
Hace casi dos décadas, Francisco Panizza
(2005) señalaba que, al escribir sobre populismo,
comenzar lamentando la falta de claridad
sobre el concepto y poniendo en duda su utilidad
analítica se había vuelto una especie de
cliché dentro de la literatura. Las cosas no han
cambiado mucho desde entonces. 1 El populismo
sigue siendo un concepto disputado, tanto en la
academia como fuera de ella. Lo es, en primer lugar,
porque se trata de un término con una larga
historia, que se expande por tres siglos —desde
los naródniki rusos del siglo XIX a Hugo Chávez
y Donald Trump, pasando por Roosevelt, Lázaro
Cárdenas o Juan Domingo Perón— y cuyas encarnaciones
son muy diversas. En segundo lugar,
porque se trata de una etiqueta que suele llevar
atada una importante carga de valor, generalmente
peyorativa. Más que los propios populistas,
son sus críticos los que hacen un uso más
frecuente del término (su invocación suele tener,
paradójicamente, una connotación anti-populista).
Con todo, pese a no haber un acuerdo entre
el significado del populismo entre los especialistas,
sí hay un consenso entre sus principales
características y los enfoques que han buscado
definirlo.
El rasgo central de todas las definiciones de
populismo es la división y el enfrentamiento que
este fenómeno plantea entre el pueblo y la élite.
Para el populismo, el espacio de lo político está
atravesado por esta fractura, que suele adoptar
rasgos morales (el pueblo es “bueno”, mientras
que la élite es “corrupta”) y le da a las sociedades
una composición antagónica. 2
En lo que no existe acuerdo es en qué tipo de
fenómeno es el populismo (Moffitt, 2020a: 11).
Es decir, los especialistas no han logrado dejar
claro si el populismo es una ideología, una estrategia,
un discurso o una forma de hacer política.
De este desacuerdo han surgido los principales
enfoques para definirlo: el ideacional, el estra-
1 En un texto en The Guardian de 2017, Cass Mudde plantea
que el populismo “se había convertido en la buzzword del
año en buena medida por estar pobremente definida y ser
mal utilizada”.
2 Vallespín y Martínez Bascuñán (2017) le llaman “dualismo
maniqueo”.
389

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
tégico y el discursivo-performativo. Los defino
brevemente a partir del trabajo de Benjamin Moffitt
(2014: 383-390 y 2020a: 10-31):
El enfoque ideacional, representado por los
trabajos de Cas Mudde y Cristóbal Rovira, es
probablemente la aproximación más utilizada
hoy para definir al populismo desde la ciencia
política. Este enfoque concibe al populismo
como una ideología, es decir, como un conjunto
de ideas y una visión del mundo. En su trabajo,
Mudde y Rovira (2017: 6) definen al populismo
como una ideología que considera a la sociedad
como separada entre dos grupos homogéneos
y antagónicos, “el pueblo puro” y “la élite corrupta”
y que plantea que la política debe ser
la expresión de la volonté general (en francés
en el original). Un rasgo característico de esta
aproximación es que ve al populismo como una
ideología de “centro tenue” (thin centered), lo
que la diferencia de otras visiones del mundo
más comprehensivas (thick), tales como el socialismo,
el fascismo o el liberalismo, con las que
suele cohabitar.
Si el enfoque ideacional define al populismo
como algo que puede ser un atributo que un actor
político (partido, gobernante o ciudadano)
puede poseer, las otras dos aproximaciones lo
entienden fundamentalmente como algo que se
puede hacer.
El segundo enfoque para definir al populismo
es el estratégico, ejemplificado por el trabajo de
Kurt Weyland, para quien el populismo es “una
estrategia política a través de la que un líder
personalista busca o ejerce el poder basado en
el apoyo directo, sin intermediarios y no institucionalizado
de un número amplio de seguidores
mayormente no organizados” (Weyland, 2001:
14). Si bien este enfoque tiene la virtud de incorporar
la variable del liderazgo a la definición del
populismo y ha sido utilizada ampliamente en el
estudio de los populistas latinoamericanos, omite
a uno de los referentes clave del populismo:
el pueblo.
Por último, el tercer enfoque entiende al populismo
más como un estilo de hacer política.
Para esta aproximación, la clave para entender
este fenómeno son sus rasgos performativos,
discursivos y relacionales, desde el lenguaje que
utilizan los populistas hasta su forma de tomar
decisiones. Un referente fundamental para quienes
estudian el populismo desde esta aproximación
es el trabajo de Ernesto Laclau, quien
tanto en su obra individual (2005) como en la
que desarrolló con su compañera y co-autora
Chantal Mouffe (1987) plantea que el populismo
es una lógica por medio de la cual las identidades
colectivas antagónicas de pueblo y la élite
se construyen a través de “significantes vacíos”.
El énfasis en la dimensión socio-cultural del populismo
y en el papel que en el populismo tienen
los procesos de representación y formación de
identidades son algunas de las características
de este enfoque que lo distinguen de los otros
dos. Esta aproximación es la que siguen los principales
autores que han contribuido al estudio
del anti-populismo y es en la que se inspira este
trabajo.
El anti-populismo
Ahora bien, ¿qué es el anti-populismo? Si entendemos
al populismo eminentemente como
un estilo de hacer política, se sigue que éste no
puede ser comparado ni contrastado con ideologías
como el liberalismo, el socialismo o el conservadurismo.
Los otros del populismo están en
otra parte. Como señala Andy Knott (2020: 20),
los opuestos al populismo son el “no-populismo”
y el “anti-populismo”. Por “no-populismo” se entiende
el estilo de hacer política que florece en
tiempos de “calma hegemónica”, antes de una
“erupción populista”; por su parte, se entiende
como “anti-populismo” a la reacción directa
contra dicha erupción.
Concebir al anti-populismo, en primer lugar,
como una reacción al populismo resulta especialmente
útil porque contribuye a superar
el principal obstáculo a la hora de definirlo: su
pesada carga normativa. La mayoría de los estudios
sobre populismo oponen este fenómeno
a ideologías o valores como el liberalismo, la
tolerancia, la diversidad y el pluralismo (Moffitt,
2018: 4). Lejos de ser neutral u objetiva, esta
oposición implica ya un posicionamiento, pues
identifica al populismo como un fenómeno eminentemente
perjudicial para la política democrática.
Desde esta perspectiva, el anti-populismo
no es simplemente una reacción en un sentido
mecánico, sino la solución a un problema, una
respuesta a la que no es necesario interrogar:
son “los chicos buenos”. 3
3 No olvido que, tal y como advierte Hirschman (1991:18-20),
390

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
Aunque los trabajos que buscan alejarse de
esta interpretación normativa y analizan críticamente
la reacción anti-populista como fenómeno
están lejos de ser moneda corriente dentro de
la ciencia política, en los últimos años se ha formado
una literatura incipiente al respecto, tanto
teórica como empírica. En ella destacan los trabajos
de Yannis Stavrakakis y el grupo POPULIS-
MUS en Grecia (2014, 2017, 2018, 2019), Pierre
Ostiguy (2009), Brandon Van Dyck (2019) y el
propio Benjamin Moffitt (2018). Un precursor de
este enfoque es el historiador Alan Knight, quien
en un texto sobre el populismo latinoamericano,
señala que “si el populismo es, en cierto modo,
un fenómeno discernible y útil, es lógico buscar
su contraparte elitista, el ‘anti-populismo’, es decir,
un discurso/ideología/estilo que deplora el
carácter tosco, irresponsable y degenerado del
pueblo” (Knight, 1998: 239).
Continuando la búsqueda de esta “contraparte
elitista” del populismo planteada por Knight,
propongo caracterizar al anti-populismo como
un estilo de hacer política definido por las siguientes
características:
1. Se trata de una reacción antagónica al populismo.
El anti-populismo no sólo critica sino
que se opone radicalmente a los discursos, estilos
y actores que designa como populistas de
forma peyorativa, aunque los imite en la medida
en que plantea una visión dicotómica y conflictiva
de la política. Como explica Stavrakakis (2014:
509), si en el caso del populismo el pueblo es
un “significante vacío” con connotaciones positivas,
en el discurso del anti-populismo el significante
vacío es el populismo mismo, sólo que con
una connotación negativa y operando como una
sinécdoque que condensa “un mal omnipresente
asociado con la irresponsabilidad, la demagogia,
la inmoralidad, la corrupción, la destrucción y la
irracionalidad”. 4
2. Si bien el populismo adopta una lógica antagónica,
busca el restablecimiento de un mundo
el término reacción corre el riesgo de tener atado un juicio de
valor en sentido contrario: como algo eminentemente negativo.
Aquí entiendo por reacción simplemente un contra-impulso
que se opone a una acción determinada.
4 Como argumenta el propio Stavrakakis (2014: 506), aunque
la retórica anti-populista tiene en la mira al populismo, la
“demonización” de este último acaba por incorporar también
toda referencia al pueblo. El anti-populismo termina así por
marginar al pueblo y a sus demandas de la política. En un
caso extremo, legitima soluciones elitistas para “gobernar sin
el pueblo” (Stravakakis et al., 2017: 12)
pre-populista, caracterizado por la antítesis del
conflicto: el consenso. De igual modo, pretende
restaurar una forma de hacer política que hace
énfasis en su dimensión administrativa y tecnocrática,
el business as usual y la normalidad. Para
Galanopoulos (2020), el anti-populismo busca
“la defensa del orden, la preservación del statu
quo, y la normal e ininterrumpida reproducción
del establishment”.
3. En términos socioculturales y sociopolíticos,
el anti-populismo se caracterizado por
lo que Ostiguy (2009) define como una forma
“elevada” de hacer política, 5 que enfatiza los
“buenos modales”, la pulcritud, el cosmopolitismo,
así como el institucionalismo, el respeto a
los procedimientos y el legalismo. Frente a los
outsiders populistas, el anti-populismo destaca
la forma “apropiada” de actuar en el mundo político
del insider (Moffitt y Tormey, 2014; Moffit,
2018).
4. El anti-populismo tiene un carácter heterogéneo.
Como plantea Van Dyck (2019: 362),
dado que los “populistas exitosos desacreditan
un amplio espectro de las elites y organizaciones,
los anti-populistas son heterogéneos en
términos tanto ideológicos como de clase”. Esta
heterogeneidad implica que el anti-populismo
es, por definición, transideológico (Enríquez
Arévalo, 2021: 6), capaz de incluir sectores de
izquierda y derecha, a las élites y a sectores medios
asociadas a ellas en coaliciones temporales
y más o menos formales.
5. Finalmente, el anti-populismo se presenta
como una defensa de una visión particular de
la democracia frente a lo que se considera una
amenaza autoritaria. En la concepción anti-populista
de la democracia, lo que predomina es su
componente liberal y elementos como el Estado
de Derecho, la protección de las minorías y el
sistema de frenos y contrapesos de este régimen
(Moffitt, 2018: 9-10).
Retóricas del anti-populismo:
consenso, racionalidad, normalidad
y nostalgia
En Retóricas de la instransigencia, Albert O. Hirschman
(1991) destacaba algunos de los principa-
5 Para un tratamiento más extenso de lo que Ostiguy considera
el eje “alto-bajo” de la política, véase la siguiente sección
de este texto.
391

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
les argumentos que se habían esgrimido frente a
lo que el célebre economista veía como los “movimientos
progresistas” a lo largo de la historia.
Mi propósito es hacer lo propio con la reacción
anti-populista. Como un estilo de hacer política,
el anti-populismo posee una serie de discursos,
muchos de ellos con un carácter problemático
en su relación con la democracia. En esta sección
analizo cuatro de ellos: las apelaciones al
consenso, a la racionalidad, y a la normalidad,
así como los usos anti-populistas de la nostalgia.
La retórica del consenso
El primer elemento central dentro de la retórica
anti-populista es el énfasis que se le da al consenso,
contrapuesto a la lógica antagónica que
caracteriza a sus rivales, acusados de hacer de
la polarización su estrategia central. Los anti-populistas
imaginan una política protagonizada
por partidos de centro y moderados, basada en
discusiones civilizadas que se dirimen con argumentos
técnicos, respaldados por opiniones expertas.
Más que el conflicto, los símbolos de la
democracia anti-populista son los acuerdos y los
compromisos.
Como apunta Benjamin Moffitt (2020b), esta
visión consensual de la política genera diversos
interrogantes: ¿qué se entiende por consenso?
¿Quiénes son los que lo conforman? ¿A quiénes
benefician los acuerdos así construidos? Históricamente,
el problema de la mayoría de los consensos
políticos es que no han incluido a todos
y todas. Tampoco han trabajado para las mayorías,
sino para la clase política y un conjunto de
intereses privados. Se ha tratado, paradójicamente,
de consensos basados en la exclusión. 6
No resulta extraño que una de las propuestas
más exitosas del populismo sea la inclusión (simbólica
y/o material) en la comunidad política de
las poblaciones excluidas de estos arreglos históricos.
Algo similar puede argumentarse en torno a
la idea de moderación. Como ha explicado Kenneth
Roberts (2021: 2), el populismo no suele
aparecer en sistemas políticos con alta polarización
programática —entendida como la distancia
ideológica entre los principales partidos
6 Un caso singular es el de los Estados Unidos, que durante
décadas fue visto como un símbolo de la democracia a pesar
de contener una “fractura originaria”, que excluyó (primero
de iure y luego de facto) a millones de personas negras.
políticos— 7 sino al contrario: salvo excepciones,
los populismos contemporáneos han surgido en
contextos donde el grueso de los partidos juegan
en la parte media de la cancha. Más que resultado
de un giro hacia el centro de todos los
partidos, esta moderación ideológica fue un producto
de la claudicación de la izquierda frente
a los postulados económicos de la derecha durante
las últimas décadas del siglo XX y narrativas
como la del “fin de la historia” luego del
colapso de la Unión Soviética. El ejemplo más
claro de este fenómeno es lo que ocurrió con
la Third Way de Anthony Giddens y Tony Blair:
un programa que ofrecía superar la división entre
izquierda y derecha, pero que acabó como
heredero y continuador del thatcherismo. Hoy
Blair es uno de los promotores más vocales del
antipopulismo.
El consenso al que apela la retórica anti-populista
es lo que autores como Mouffe (2007:
9-14) han llamado el mundo de la “post-política”:
una visión según la cual, gracias a la globalización
y la universalización de la democracia
liberal (y la economía de mercado), es posible
vivir en un mundo “sin enemigos”, en donde los
conflictos partisanos pertenecen al pasado y el
acuerdo puede obtenerse a través del diálogo
y la deliberación. Esta visión “post-política”, advierte
Mouffe, se convirtió en el “sentido común”
de las sociedades occidentales.
El problema de esta creencia en un consenso
racional universal es que simplemente oculta la
naturaleza esencialmente adversarial y agonística
de la política y lo político. Mouffe se pregunta:
¿qué sentido tienen palabras como diálogo
en el campo político si no hay opciones reales
disponibles y los participantes de la discusión
no pueden decidir entre alternativas claramente
diferenciadas? Se trata de un cuestionamiento
que apunta directamente al centro del discurso
anti-populista.
La retórica del consenso y la convergencia
programática transpartidista (Roberts, 2021:
5-6) de finales del siglo XX en torno a una agenda
—la del neoliberalismo— contribuyeron al
desarrollo de lo que la ciencia política bautizó
como el “partido cartel” (Katz y Mair, 2004 y
2018). Como es sabido, la tesis de la carteliza-
7 Me refiero aquí a la polarización ideológica o programática.
Para una visión alternativa de la polarización, vinculada a la
identidad y los afectos, no a la ideología o las políticas públicas,
véanse Iyengar et al. (2018) y Druckman y Levy (2021).
392

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
ción es que los partidos políticos, otrora vasos
comunicantes entre la sociedad y el Estado, habían
abandonado la primera para irse en brazos
del segundo. De forma análoga a lo que ha ocurrido
en los mercados, durante las últimas décadas
del siglo pasado un número de democracias
se convirtió en oligopolios de facto, en el que un
puñado de jugadores se ponía de acuerdo entre
sí para dar la impresión de que competían
mientras que, de hecho, cerraban la posibilidad
para que outsiders y posibles adversarios reales
entraran a la arena política. Al mismo tiempo,
actuaban como grupo a la hora de buscar incrementos
en los recursos públicos destinados a su
financiamiento.
Esta tendencia habría conducido a una situación
“en la que cada partido se iba distanciando
de los votantes a los que supuestamente
buscaba representar mientras que se vinculaba
de forma más cercana con los rivales contra los
que en teoría debía competir” (Mair, 2013: 83).
La argamasa de estos carteles fue el consenso
“post-político”: la cercanía de sus ofertas programáticas,
cada vez más parecidas entre sí.
Generalmente, este tipo de acuerdos permanecía
en la informalidad, denunciados a través
de neologismos como el “PRIAN” (México), “PP-
SOE” (España) o “UMPS” (Francia), haciendo referencia
a la unión de facto de las agendas de
los principales partidos del régimen. 8 En nuestro
país, el resultado de este proceso tuvo nombre
oficial: “Pacto por México”, un acuerdo político
que incluía a la presidencia y las dirigencias del
PRI, PAN y PRD firmado en 2012, en el marco
del regreso del PRI al gobierno de la mano de
Enrique Peña Nieto. El Pacto fue recibido como
un éxito democrático histórico. El propio presidente
Peña (2014) lo promovió como “una manera
para dar solución a los grandes problemas
nacionales, superando así una época marcada
por la polarización y la parálisis”. En realidad, el
acuerdo fue la prueba más transparente de la
existencia de un conjunto de partidos cuya convergencia
ideológica los volvía prácticamente
indistinguibles. Si usualmente se piensa en los
oligopolios como acuerdos implícitos que se
mantienen en las sombras, el Pacto por México y
las 11 reformas que generó mostraron hasta qué
8 Estos apelativos hacen referencia, respectivamente, al PRI
y al PAN, al Partido Popular y al Partido Socialista Obrero
Español, y a la Unión por un Movimiento Popular junto al Partido
Socialista francés.
punto el sistema de partidos de la transición a la
democracia mexicana funcionaba, en la práctica,
como un cartel cuyo programa era presentado
como producto de un consenso del que estaban
excluidas las mayorías.
La retórica de la racionalidad
Además del consenso, la defensa de la racionalidad
en la política es un elemento central de la
retórica anti-populista, que busca distinguirse
así de sus adversarios, a quienes ve como demagogos
manipuladores, siempre dispuestos
a sacar provecho del enojo o el miedo de las
mayorías, o bien como víctimas que, presas de
sus pasiones, son incapaces de distinguir lo que
realmente les conviene a través de la reflexión.
Detrás de esta retórica tan común hay una idea
simple pero peligrosa: para el anti-populismo
las emociones no tienen cabida en la vida pública.
Este planteamiento no sólo es falso, sino
que ha servido como una herramienta anti-democrática.
Desde los discursos anti-populistas la distinción
entre unos ciudadanos buenos y responsables,
que votan siguiendo una opinión informada,
y una muchedumbre ignorante, irracional
y manipulada que vota siguiendo lo que dictan
sus entrañas es una constante. Al hacer esta diferencia
basada en prejuicios y estereotipos, el
anti-populismo reproduce un mecanismo mediante
el cual se ha etiquetado históricamente a
poblaciones enteras como no aptas para participar
en el juego democrático por ser poco racionales
y se ha deslegitimado la soberanía popular.
Como explica Emmy Eklundh (2020a y
2020b), esta estrategia ha sido padecida por las
mujeres a lo largo de casi toda la historia humana.
A lo largo de varios siglos, recuerda Eklundh,
los defensores de la política racional se han referido
a ellas como “locas, histéricas y víctimas
de sus hormonas”. Durante un largo tiempo esta
misma estrategia fue aplicada también contra
quienes nacieron fuera de Europa. Hoy suele utilizarse
para hacer a un lado a los jóvenes. Todos
estos colectivos han sido juzgados como demasiado
emocionales para entrar al mundo de
la política: sus opiniones han sido vistas como
menos valiosas que las de los verdaderos ciudadanos
y, en ocasiones, como abiertas amenazas
para el orden y la democracia.
393

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
Algo similar pasa hoy con los políticos y votantes
populistas. En México, quienes votaron
por AMLO han sido llamados públicamente
“súbditos de un orate”, “feligresía irracional”,
“legión de idiotas”, “pejezombies”, “zoológico” y
“masa ignorante” (Gómez Bruera, 2021a y 2021b:
244). Su enojo y resentimiento son presentados
por sus críticos como un “peligro para México”.
Al igual que ha ocurrido en otros momentos de
la historia, la etiqueta de irracional se ha convertido
en una forma de vulnerar de forma más
o menos explícita la participación popular y la
igualdad política, principios fundamentales de
un régimen democrático, separando a las opiniones
legítimas de las que se juzgan como riesgosas.
Lo cuestionable de esta retórica no sólo es
que la apelación a la racionalidad sea utilizada
como una herramienta de exclusión, sino que
su mismo concepto es problemático. Filósofos
como Charles Mills (2017) han sostenido que la
idea misma de racionalidad está fundamentada
en prejuicios raciales y de clase, y resulta inseparable
de un contexto específico. Ni siquiera Kant
pudo escapar de estos sesgos, como muestran
sus opiniones sobre los negros y los indígenas
americanos: “esclavos naturales” para el filósofo
de Königsberg. 9 Al igual que la idea de separar
mente y cuerpo, hoy pretender hacer una distinción
tajante entre razón y emoción en política
es confundir planteamientos ideológicos con argumentación
científica. La democracia requiere
de ambas. Obviar este hecho sólo puede entenderse
como una forma de intentar excluir ciertas
posturas del juego democrático, como ocurre
en el discurso anti-populista. 10
Íntimamente vinculada a la retórica de la racionalidad
está la apelación anti-populista a la
tecnocracia, una forma de representación que
subraya la prominencia del expertise en la identificación
e implementación de soluciones (consideradas)
objetivas a los problemas sociales
(Caramani, 2017: 54). En el discurso anti-populista,
sólo los especialistas técnicos pueden
9 Si bien este tipo de opiniones no echa por tierra el valor del
proyecto ilustrado, sí demanda que se le mire también desde
otra perspectiva: la de quienes no fueron pensandos, en
primera instancia, como los destinatarios de este proyecto
universalista.
10 Para una defensa de la utilidad democrática de emociones
asociadas al populismo como el resentimiento y la rabia, véase,
además del trabajo de Eklundh (2020a y 2020b), la obra
de McLachlan (2010).
tomar buenas decisiones de política pública,
mientras que el pueblo es un actor poco inspirador
de confianza (por falta de tiempo, habilidad
o información) como para dejar en sus manos
cuestiones sustantivas. Desde esta perspectiva,
la complejidad de los desafíos de las sociedades
no llama a una mayor participación sino a una
delegación en expertos no sujetos a la “tiranía
de la aprobación popular”.
¿Hasta qué punto este discurso tecnocrático
es realmente apolítico? Como explican Katz y
Mair (2018), gobernar siempre implica cuestiones
tanto de preferencias como de técnica. La
manipulación de la distinción entre una y otras
puede ser una útil herramienta política, que
puede servir como una estrategia para incrementar
la influencia de los propios burócratas y
expertos. Al encuadrar una decisión como una
cuestión de técnica, señalan, “el tema es sacado
de la arena política y al experto se le otorga la
posición de privilegio en la que puede decidir,
mientras que las preferencias expresadas por la
ciudadanía son definidas como ingenuas o mal
informadas” (Katz y Mair, 2018: 162). En este
sentido, la retórica tecnocrática no sólo tiene un
trasfondo menos técnico y más político que lo
que se pretende, sino que avanza una visión de
la democracia en donde el demos tiene un espacio
de poder e influencia muy acotado.
Finalmente, el discurso de la racionalidad se
ha visto reforzado por la aparición del fenómeno
de las fake news y la postverdad. Desde la retórica
anti-populista, la postverdad y el populismo
están íntimamente vinculados y representan patologías
políticas que se refuerzan mutuamente.
Frente a ellas, las fuerzas anti-populistas —en la
política, en la academia y en los medios de comunicación—
tendrían de su lado a los hechos, la
racionalidad y el conocimiento experto. Examinando
este tipo de recursos retóricos en el caso
de Grecia, Galanopoulos y Stravakakis (2019)
encuentran una estrategia que busca, en última
instancia, convertir lo que originalmente era una
confrontación entre distintas alternativas políticas
en un debate epistemológico supuestamente
neutral entre la verdad y la mentira. En este
debate, el anti-populismo adopta una posición
de superioridad epistémica, que se sostiene en
la posesión de una racionalidad suprema y una
verdad presentada como única, neutral y apolítica.
394

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
La retórica de la normalidad
Un dilema adicional del anti-populismo es que,
como escribe Moffitt (2020b), su discurso fomenta
una atmósfera en la que cualquier político
que se desvía de la norma se gana el mote de
populista. El riesgo de esta deriva es que acaba
por deslegitimar todos los cuestionamientos al
orden político, sin tomar en cuenta su pertinencia
o valor. La retórica de la normalidad produce
así una política sin alternativas. Un escenario en
el que “todos los políticos son iguales” y es imposible
el cambio o la innovación.
En el centro de este discurso está la falta de
una definición clara sobre populismo, una categoría
polisémica que es utilizada como una
etiqueta útil para desestimar cualquier crítica al
establishment y, como se mencionó en la primera
sección de este texto, que tiene una fuerte
carga normativa. El discurso anti-populista es
deliberadamente omiso a las diferencias entre
sus rivales. Si bien existe una amplia literatura
empírica sobre las diferencias temporales 11 , regionales
e ideológicas 12 de las distintas encarnaciones
del populismo en el siglo XX y XXI, para
la retórica anti-populista son en esencia lo mismo.
En esa confusión, movimientos de izquierda
como La France Insoumise y de derecha como
el Tea Party son puestos en el mismo saco, partidos
vinculados a ideologías tan distintas como
el socialismo del PSUV venezolano o el nativismo
xenófobo de la Lega italiana son equiparados
y políticos con una definición de pueblo tan
radicalmente distinta en términos de su amplitud
como la de Evo Morales y Viktor Orbán se
presentan como indistinguibles.
11 La distinción entre distintas temporalidades en el populismo
es uno de los pocos consensos existentes entre sus estudiosos.
Un libro sobre el tema editado por El Colegio de México
a principios de siglo lleva un título elocuente al respecto:
Del populismo de los antiguos al populismo de los modernos
(Hermet et al., 2001). En general, se considera como populistas
clásicos a regímenes como los de Cárdenas en México,
Vargas en Brasil o Perón en Argentina, que compartían además
ciertas características ideológicas. Definir el neopopulismo
es una cuestión menos sencilla, pues abarca fenómenos
más diversos, desde un Fujimori, un Berlusconi o un Ménem
en los años 90, a un Chávez, un Trump o un Tsipras ya en el
siglo XXI.
12 Un referente útil para el análisis de estas diferencias ideológicas
y regionales entre populismos es el trabajo de Mudde
y Rovira (2013). Estos autores distinguen entre un populismo
de tipo incluyente, más propio de la experiencia de la
izquierda latinoamericana y otro de signo más excluyente,
que caracteriza a los partidos de derecha radical europeos.
La clave estaría en la manera en la que los populistas definen
al pueblo al que apelan.
El caso de López Obrador en México es un
buen ejemplo de las confusiones que genera un
discurso en el que ser populista pasa a designar
a algo que simplemente se sale de la normalidad.
En 2006, la campaña negativa contra el entonces
candidato a la presidencia se centró en
equipararlo tanto a los últimos gobiernos del PRI
(especialmente a José López Portillo, convertido
en sinónimo del manejo irresponsable de las
finanzas públicas) como al de Hugo Chávez. El
peligro para México era entonces la llegada de
un supuesto socialismo. Apenas una década después,
en su tercera campaña por la presidencia,
la comparación que se hizo de AMLO no fue ya
con una izquierda más o menos revolucionaria,
sino con el estadounidense Donald Trump, cuyo
gobierno estuvo marcado por la xenofobia, el racismo
y la misoginia, y por una política plutocrática.
Más que una utilidad analítica, este tipo de
comparaciones basadas en la anormalidad de la
afinidad populista cumplen una función eminentemente
despectiva. El riesgo es que, al hacerse
comunes, hacen ver a toda crítica al statu quo
como destructiva y peligrosa. De esta manera,
la retórica anti-populista no sólo presenta como
iguales a partidos y movimientos que no comparten
salvo un estilo de hacer política, sino que
descarta agravios y demandas legítimas que no
se han visto representadas de otra manera. En el
caso extremo, este discurso despoja a los populistas
de su humanidad, al recurrir a metáforas de
lo monstruoso o lo animal para subrayar lo anormal
(Stavrakakis y Galanopoulos, 2019). Las frecuentes
alusiones a AMLO por parte de influencers
opositores como la “bestia de Macuspana”
son un ejemplo de lo anterior.
Este discurso sobre la normalidad es un rasgo
vigente en el anti-populismo actual. En Grecia, el
triunfo del partido de centro-derecha Nueva Democracia
en 2019 luego del gobierno de la coalición
SYRIZA (Coalición de Izquierda Radical)
fue saludado como un paso de “vuelta a la normalidad”
(Galanopoulos, 2020). De igual modo,
el “regreso a la normalidad” fue uno de los ejes
de la campaña de Joe Biden para la presidencia
de los Estados Unidos de 2020: una normalidad
que implicaba la superación de la pandemia del
coronavirus, pero también el dejar atrás el populismo
de “los años de Trump” (Klassen, 2021).
Más recientemente en México, desde las páginas
de El Financiero el economista Manuel Molano
395

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
(2023) interpretaba las protestas contra el intento
de reforma política del gobierno de AMLO
como la reacción de una ciudadanía que “quiere
un país normal”.
La apelación a la normalidad tiene también
un marcado componente socio-cultural que
atraviesa todo el discurso anti-populista. Se trata
de lo que el politólogo Pierre Ostiguy (2009)
captura en sus conceptos de alta y baja política.
Para Ostiguy, la competencia política está
estructurada en dos espacios: en primer lugar,
en el conocido eje izquierda-derecha, que tiene
que ver con cuestiones económicas y distributivas.
En segundo lugar, en un eje que se superpone
a este último, que va de lo alto a lo bajo
y que tiene que ver con una cuestión de estilo:
desde el acento hasta el lenguaje corporal, pasando
por el registro verbal, la manera de vestir
o las preferencias gastronómicas.
De acuerdo con Ostiguy, los políticos en el
polo alto son bien portados, formales e institucionales.
Los políticos del polo bajo, en cambio,
son más campechanos y desinhibidos, pero también
más toscos o vulgares. En el planteamiento
de Ostiguy, el populismo es, en buena medida,
una politización del plano bajo de este eje
y el anti-populismo una reacción desde lo alto.
Piénsese, por ejemplo, en el lenguaje de Donald
Trump, en la afición del líder del United Kingdom
Independence Party Nigel Farage por las pintas
de cerveza o la dificultad del exministro del italiano
Movimento 5 Stelle, Luigi di Maio, para utilizar
correctamente el subjuntivo, y compárese
con una Hillary Cinton, un Tony Blair o un Mario
Draghi en términos de estilo.
En México, es habitual que las críticas hacia
AMLO se articulen en estos términos socioculturales:
su acento tabasqueño, el (mal) corte de
sus trajes o su gusto por los tamales de chipilín
son algunos ejemplos. En este sentido, la normalidad
a la que apela el anti-populismo equivale
a una política de lo alto: cosmopolita, educada,
institucional y pulcra, que mantiene distancia
con lo popular. Cualquier alternativa que se salga
de esa norma será criticada por quienes no
quieren a gente como esa en el gobierno. Se trata
de una visión elitista, no en términos de clase
o ideología, 13 pero sí culturales, que rechaza un
13 Hay derechistas en lo bajo y hay izquierdistas en lo alto. En
México, Ricardo Salinas Pliego sería un caso emblemático de
un millonario en lo bajo mientras que Marcelo Ebrard podría
representar versión alta de la izquierda.
estilo plebeyo en aras de un posicionamiento
patricio más o menos abierto.
La utilidad de la idea de este segundo eje ortogonal
al de izquierda y derecha es que permite
formar combinaciones y explicar con relativa
sencillez la existencia de populismos de izquierda
y derecha. Incluso, explica un caso tan sui
generis como el del peronismo en Argentina, un
movimiento populista que se ha movido de la
izquierda a la derecha constantemente durante
los últimos cincuenta años.
A su vez, la propuesta de Ostiguy permite
plantear la existencia de distintos tipos de
anti-populismo. Como señala el propio autor
(2009: 25), si bien el anti-populismo latinoamericano
suele provenir de la derecha en lo alto, en
el anti-populismo de Europa prevalece, dado el
carácter mayoritariamente nativista y autoritario
de los populistas en esa región, la izquierda
elevada.
Los usos de la nostalgia
Una última nota respecto a la retórica anti-populista
tiene que ver con los usos que hace de
la nostalgia. La idea de que los populistas son
políticos con ideas de otros tiempos está bien
establecida en nuestro imaginario. La referencia
a una Edad de Oro que brinde seguridad, legitimidad
e identidad ante los retos de un presente
en crisis es un recurso habitual de la retórica populista
(Elçi, 2021: 700), especialmente de la que
va unida a una ideología de derecha y nativista,
desde el Make America great again trumpista a
los slogans sobre resurrección del partido Justicia
y Desarrollo (AKP) de Recep Tayyip Erdogan
en Turquía. Lo interesante es que, a su manera,
la política anti-populista comparte esta visión
melancólica del mundo.
Como argumenta Jonathan Dean (2022), en
el centro del anti-populismo está un recuento
particular de la historia política reciente, acompañado
de un componente afectivo: “un profundo
sentido de anhelo melancólico por los tiempos
pre-populistas”. En el caso del Reino Unido,
objeto de estudio de este autor, la melancolía
anti-populista es particularmente acusada entre
los comentadores políticos y se manifiesta en un
compromiso normativo (y una nostalgia) por la
política del Third way de Blair o el triunfalismo
de los discursos del “fin de la historia”.
396

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
Este sentimiento de nostalgia y melancolía
anti-populista por un pasado reciente más moderado
y razonable es una característica extendida
en la política más allá del Reino Unido. Podemos
pensar, en clave mexicana, en la imagen
idealizada que algunos comentaristas, activistas
y políticos hacen de los años de la transición a
la democracia y del papel de algunos actores e
instituciones en dicho proceso, particularmente
de los organismos constitucionales autónomos y
las organizaciones de la sociedad civil.
Especialmente desde posiciones de centro-izquierda
y centro-derecha, como señala Dean
(2022), la ruptura del consenso post-democrático
se ha revelado profundamente desestabilizador.
Quizá la mayor crítica que puede realizarse
a estos planteamientos no es la distancia entre
este mundo que añoran los anti-populistas y el
que realmente existía, sino que ese estado de
cosas fue lo que provocó el ascenso del populismo
en primer lugar.
Populismo y anti-populismo:
la nueva fractura política
El estudio del anti-populismo y su retórica adquiere
una relevancia adicional ante la evidencia
de que la disputa entre los campeones del
consenso, la racionalidad y la normalidad y sus
rivales se ha convertido en un eje articulador
de la competencia política en las democracias
contemporáneas. A la división tradicional entre
izquierda y derecha se ha superpuesto una nueva
dimensión de conflicto, cada vez más protagónica,
que opone al populismo con el anti-populismo
en las elecciones. ¿Esta división puede
constituirse en un nuevo cleavage dentro de las
sociedades actuales, como lo han sido las fracturas
religiosas, de clase o entre centro y periferia?
La historia política reciente de escenarios tan diversos
como Europa Occidental, Estados Unidos
y América Latina parece sugerir que sí.
La polarización entre populismo y anti-populismo
se ha convertido en una característica
estructural de la política europea, que marca
la competencia electoral y los discursos en un
contexto caracterizado por una triple crisis: la financiera,
la de la Unión Europea y la migratoria
(Moffitt, 2018 y Stravakakis, 2018). La historia reciente
de Grecia y el gobierno de SYRIZA, o las
últimas dos elecciones presidenciales en Francia,
que enfrentaron a Emmanuel Macron y a Marine
Le Pen son algunos ejemplos de esta tendencia.
Se trata de algo ya advertido de forma preclara
por Katz y Mair (2018) en el último de sus estudios
sobre los partidos cartel. Para estos autores,
la dialéctica de la competencia partidista a
principios del siglo XXI en Europa estaba desembocando
en una situación en la que los partidos
cartelizados generaban un tipo de oposición
anti-sistémica en la forma de desafíos populistas
de distinto tipo. Partiendo de este planteamiento
de Katz y Mair, podemos argumentar que hoy,
los antiguos partidos cartelizados en torno al
proyecto neoliberal están caracterizados, también,
por compartir una retórica anti-populista
que los opone a los políticos y partidos que desafían
el consenso de finales del siglo en el XXI.
De acuerdo con Ostiguy (2009), la división
entre populismo y anti-populismo (o entre “lo
alto” y “lo bajo”, según su propia terminología)
no sólo es un eje complementario al de izquierda
y derecha sino que ya vertebra la competencia
partidista en contextos donde estas categorías,
más asociadas a la experiencia europea, han
dejado de ser centrales o no lo han sido nunca,
como Norteamérica. Por ejemplo, el caso de
las útimas dos elecciones presidenciales en los
Estados Unidos, donde el Partido Republicano,
capturado por el proyecto populista de Donald
Trump (Roberts, 2021; Ostiguy y Roberts, 2016)
se enfrentó a un Partido Demócrata liderado por
políticos anti-populistas como Hillary Clinton
y Joe Biden. Una declaración de la ex primera
dama estadounidense Michelle Obama resume
bien la dinámica de esta nueva forma de competencia
que replica, así sea involuntariamente, las
coordenadas de alta y baja política planteadas
por Ostiguy: “our motto is, when they go low,
we go high”.
En el caso latinoamericano, una región caracterizada
por partidos políticos poco institucionalizados
y tendientes a formas de competencia
más personalistas, la división entre populismo y
anti-populismo no es reciente, sino que ha tenido
un papel relevante en la dinámica política
desde hace décadas. El trabajo pionero de Cyr
y Meléndez (2018) contribuye a mostrar cómo
en contextos marcados por la inestabilidad y la
fluidez en sus sistemas de partidos, liderazgos
populistas como los de Hugo Chávez, Alberto
Fujimori o Álvaro Uribe (por mencionar a tres
397

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
personajes programáticamente muy distintos
entre sí) pueden servir para llenar el vacío de
representación y articular la competencia electoral.
Las predisposiciones (a favor y en contra)
hacia estas figuras políticas controversiales
formarían, de acuerdo con estos autores, cuasi-identidades
positivas y negativas que guían
las preferencias y el comportamiento político de
los votantes en sus respectivos países.
Así, los movimientos formados por populistas,
como el fujimorismo en Perú, el chavismo
en Venezuela o el uribismo en Colombia y sus
contra-movimientos (el anti-fujimorismo, el anti-chavismo
y el anti-uribismo) han trascendido
tanto las organizaciones de partidos formales
como a la propia gestión de estos presidentes.
Esta división sigue articulando la política en estos
países aun después de la propia desaparición
física de esos líderes (en el caso de Chávez)
o de su salida del escenario político (Fujimori) a
través de sus sucesores o descendientes. Esta
fractura es lo que, hablando de Argentina, lo que
el periodista Jorge Lanata (2023) bautizó como
“la grieta”, la polarización entre las diversas versiones
del populismo peronista (particularmente
el kirchnerismo) y sus adversarios que ha protagonizado
la política argentina de los últimos
años.
¿Qué implicaciones tiene para la democracia
este creciente protagonismo de la división populismo/anti-populismo
como eje de la competencia?
En la lectura de Moffitt (2018) sobre el
caso europeo, populismo y anti-populismo enarbolan
visiones radicalmente distintas de cómo
debe operar este régimen político. Ambas visiones
de la democracia son legítimas, pero quizá
sean incompatibles. Mientras que la visión de la
democracia avanzada por los populistas es una
de tipo popular y radical, la visión de los anti-populistas
es la de una democracia eminentemente
liberal. 14 En el centro de esta disputa está la evolución
de la democracia liberal como un régimen
híbrido que pone en balance dos componentes:
uno propiamente liberal y otro más de índole
popular o democrático: el primero enfatiza
elementos como el Estado de derecho, la protección
de las minorías, el equilibro de poderes
y el sistema de frenos y contrapesos, mientras
14 La célebre caracterización del populismo de Mudde y Rovira
(2017: 116) como una “respuesta iliberal pero democrática
a un liberalismo no democrático” es una elegante síntesis
de esta idea.
que el segundo destaca características como la
participación ciudadana, la toma de decisiones
siguiendo la regla de la mayoría y la soberanía
popular. Mientras que los populistas consideran
que es el componente democrático o popular de
la democracia el que ha perdido peso durante
las últimas décadas, para los anti-populistas es
el componente liberal el que debe predominar y
ser protegido. 15
En el contexto mexicano, la coyuntura política
tras las elecciones presidenciales de 2018 puede
leerse desde esta misma perspectiva. Más que
una interpretación anti-populista que encuadre
el momento actual del país como un conflicto
entre democracia o autoritarismo, lo que hoy
define a la competencia política mexicana, al
menos en el plano del discurso, es una disputa
entre dos visiones contrapuestas de democracia
(Morales Oyarvide, 2022 y 2021). Por un lado, la
visión de los partidarios del lopezobradorismo,
de tipo popular-radical, con su énfasis en los 30
millones de votos obtenidos por AMLO en 2018,
la importancia que se le asigna a las consultas
populares como formas de expresión de la voluntad
popular e incluso al sorteo como mecanismo
de selección de cargos públicos. Por el
otro lado, está la visión de la democracia del anti-obradorismo
en la oposición, en la forma de
sus múltiples versiones, que defiende un tipo de
democracia más liberal y elitista, donde la lógica
de los frenos y contrapesos a las mayorías resulta
fundamental. El conflicto en torno al papel
que los organismos constitucionales autónomos
(entre ellos el propio Instituto Nacional Electoral)
deben tener en la democracia mexicana ha
sido un escenario ideal para estudiar el despliegue
de estas dos ideas contrapuestas.
Ahora bien, la división entre populismo y anti-populismo
es una fractura política sui generis.
Por un lado, puede desembocar en lo que Roberts
(2021) llama “polarización institucional”:
un conflicto que se libra en torno a las reglas
que regulan el conflicto democrático mismo, con
15 Aunque es especialmente relevante para entender la política
contemporánea, esta división dista de ser nueva: ya está
presente, por ejemplo, en Dahl (2006) y en la distinción entre
“democracia Madisoniana” y “democracia populista” contenida
en su clásico A preface to democratic theory. Pensando
en Europa, Peter Mair (2009) la plantea en términos de la distinción
entre “gobiernos responsables” y “gobiernos representativos”.
Para un excelente (y visionario) recuento de la
redefinición de la democracia y del proceso de “ponderación
relativa” durante el siglo XX que favoreció al componente
liberal, véase Mair (2013).
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 387-404
el riesgo de abrir el camino al uso partisano de
instituciones diseñadas para evitar la concentración
de poder y, de este modo, inclinar el campo
de juego a favor de alguno de los contendientes.
Por el otro lado, utilizando el lenguaje de Mouffe,
como hace Moffitt (2018), es preocupante que
esta disputa adopte cada vez más una lógica antagónica
y no agonística, es decir, que tanto el
populismo como el anti-populismo tienden a ver
a sus rivales como enemigos y no como adversarios.
El encuadre de esta disputa política en términos
morales y normativos (una batalla entre el
bien y el mal, entre la verdadera democracia y el
autoritarismo o la reacción) contribuye a su profundización
por medio de estrategias que busca
cultivar miedo y odio y al establecimiento de
fronteras a nivel grupal basada en la simplificación,
la demonización del rival o en su deshumanización
(Stravakakis, 2014, 2018 y Stravakakis
et al., 2017). Se trata de un proceso impulsado
también por una polarización política que deja
de plantearse en términos ideológicos o de políticas
públicas y se convierte en una polarización
afectiva, basada en identidades y lealtades de
grupo (Iyengar et al., 2018).
La peligrosa deriva de esta disputa puede dimensionarse
si pasamos de la retórica a la praxis
anti-populista, que no ha estado exenta de tácticas
extremas para desplazar a sus adversarios
del poder. Baste pensar, por ejemplo, en la experiencia
de los gobiernos populistas de izquierda
latinoamericanos agrupados en la “marea rosa”
(Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales
en Bolivia y los Kirchner en Argentina), que
enfrentaron movilizaciones anti-populistas marcadas
por lo que podemos llamar una “lógica
destituyente” (Paramio, 2012). 16 En ocasiones,
estas movilizaciones han ido acompañadas de
estrategias que utilizan la ley y el aparato judicial
de forma política contra los políticos populistas,
lo que se conoce como lawfare. Por ejemplo, el
proceso de desafuero contra López Obrador en
2004. Con todo, el método más extremo que ha
tomado esta disputa ha sido el golpe de Estado.
Durante el siglo XXI, Baykan et al. (2021) contabilizan
17 intentos de golpes de Estado contra
gobernantes populistas, entre los que destacan
16 Por destituyente se entiende un tipo particular de movilizaciones
que busca poner fin al mandato de un cargo electo
antes de que se cumpla el plazo de su ejercicio.
casos como los de Venezuela (2002), Tailandia
(2006 y 2014), Turquía (2016) y Bolivia (2019).
Conclusiones
El populismo no puede entenderse sin el anti-populismo.
Y lo mismo ocurre al contrario. El
propósito de este texto ha sido llamar la atención
sobre uno de los elementos de esta pareja,
el anti-populismo, como un fenómeno sub-estudiado
y subrayar así la necesidad de su análisis
junto al de sus rivales. Pese a su relevancia en
la política actual, el anti-populismo ha recibido
escasa atención académica. Lo anterior obedece
a varias razones: una de ellas es el componente
normativo que aún carga la discusión en torno
a estos fenómenos, cargada de prejuicios y estereotipos.
Otra igual de importante es el que
el anti-populismo es una postura extendida también
en académicos y especialistas, lo que ha impedido
interrogarlo y problematizarlo.
Para contribuir a salir de esa inercia, este trabajo
ha ofrecido una definición de anti-populismo
a partir de un enfoque performativo-discursivo,
como un estilo de hacer política que
caracteriza a un conjunto heterogéneo (tanto
en términos ideológicos como de clase) de actores
que se oponen radicalmente al populismo,
lo encuadran en términos peyorativos como una
amenaza a la democracia (liberal) y buscan desacreditarlo.
El estilo anti-populista está basado
en conceptos como la respetabilidad, la técnica
y la moderación, y su objetivo es regresar a una
forma de hacer política vinculada al consenso
del establishment previo a la irrupción populista.
A partir de esta definición, he buscado estudiar
los principales elementos de su retórica, subrayando
la lógica excluyente y elitista que está
en el fondo de sus llamamientos a una política
del consenso, de la racionalidad y de la normalidad,
así como en los usos que hace de la nostalgia.
Desde esta perspectiva, el discurso del
consenso anti-populista, que se contrapone a la
lógica polarizadora de sus rivales, se revelaría
como una estrategia para negar el carácter inherentemente
adversarial y conflictivo de la política
y presentar acuerdos centrados en la convergencia
ideológica en torno al neoliberalismo
como universales. Por su parte, la retórica de la
racionalidad, que busca distinguirse de las apelaciones
populistas a las emociones y a los afec-
399

CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
tos, se mostraría como una herramienta utilizada
históricamente para excluir a ciertos colectivos
(como las mujeres y los jóvenes) del juego democrático
y para hacer pasar los desacuerdos
políticos por discusiones epistémicas aparentemente
neutrales o que requieren soluciones técnicas.
De forma similar, el discurso anti-populista
que califica despectivamente a cualquier político
que se desvía de la norma como populista
implica dilemas de índole democrático. El mayor
riesgo de su prevalencia es que acaba por deslegitimar
cualquier cuestionamiento al orden político
a priori, sin importar su pertinencia, y que
en casos extremos conlleva la deshumanización
de aquellos a los que se califica como “anormales”.
Finalmente, la principal crítica a los usos
discursivos de la nostalgia anti-populista es que,
paradójicamente, en su recuento idealizado del
pasado reciente, el anti-populismo no cae en la
cuenta de que el estado de cosas que añora fue
en buena medida lo que provocó el ascenso de
los populistas en primer lugar.
De igual modo, se ha presentado una reflexión
en torno a la división entre populismo y
anti-populismo como un nuevo eje de competencia
en la política contemporánea en donde lo
que está en juego, más allá de votos y escaños,
es qué concepción de la democracia es la hegemónica
a principios del siglo XXI: una que enfatiza
los elementos populares de este régimen
político u otra que subraya la importancia de
sus componentes de corte liberal. Esta disputa
adopta cada vez tintes más antagónicos y pone
en marcha una dinámica de polarización afectiva,
cargada de moralidad y con una lógica de
demonización del adversario de la que ambas
partes en conflicto, populistas y anti-populistas,
comparten responsabilidad.
Una conclusión de este trabajo es que, para
entender esta disputa, se requiere, en primer
lugar, reconocer la complejidad del populismo
como fenómeno y su papel en la política democrática,
potencialmente amenazante pero
también correctivo. Durkheim decía que el socialismo
era el “grito de dolor” de la sociedad
moderna: la respuesta ante los dramas de la alienación,
la explotación y la anomia causados por
un mundo nuevo, secular y capitalista. Como
sugiere el profesor John P. McCormick (2017),
el populismo es también un grito, el de la democracia
representativa: una reacción recurrente,
natural e inevitable a la indiscutible realidad de
que, aunque formalmente la mayoría de los gobiernos
se adhieren a los principios democráticos,
en realidad el pueblo no gobierna en ningún
sitio. Como tal, muchos de los agravios y reclamos
de quienes lo apoyan son legítimos, aun si
no se atienen a los estándares de la norma. De
igual modo, debe considerarse lo benéfico que
son para una democracia el conflicto y la diferencia,
cuando están bien regulados y tienen canales
institucionales por los cuales encauzarse,
una idea por mucho tiempo olvidada, pero que
existe al menos desde Maquiavelo. 17
Hoy, en lugar de dar la bienvenida a los populismos
inclusivos y progresistas y rechazar a los
de tipo excluyente y autoritario, los discursos
mayoritarios en la academia, los medios de comunicación
y la política institucional adquieren
frecuentemente una posición anti-populista a
priori. Al juzgar a todo proyecto populista como
una amenaza, el anti-populismo no sólo desestima
el potencial democratizante de los que
tienen un signo igualitarista, sino que sigue el
juego de aquellos reaccionarios que se presentan
como única alternativa real de las mayorías
frente a un statu quo cada vez más cuestionado,
como bien señala Stavrakakis (2018).
En este sentido, la trampa del anti-populismo
es que acabe —en su reacción indiscriminada—
por socavar las bases del pluralismo, la tolerancia
y la democracia que dice defender. Mientras
su oferta continúe siendo una vuelta acrítica al
pasado y busque detener a toda costa a sus rivales
o imitarlos sin entender sus reclamos, no
podrá salir de ella.
Este trabajo ha trazado apenas los contornos
del fenómeno anti-populista y los problemas
políticos que plantea. Tocará a investigaciones
posteriores ahondar en la dinámica particular
del anti-populismo en contextos particulares
como el de México: su historia específica, sus repertorios
de acción y sus implicaciones para la
trayectoria democrática del país. Un camino aún
poco transitado, pero cuya exploración es tan
fascinante como necesaria.
17 Véanse los primeros capítulos del Libro I de los Discursos
sobre la primera década de Tito Livio, especialmente el 4 y
el 6.
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Recibido: 11 de abril de 2023.
Aceptado: 9 de julio de 2023.
Publicado: 4 de septiembre de 2023.
César Morales Oyarvide
Es maestro en políticas públicas por la Universidad
de Chicago. Actualmente estudia el doctorado
en ciencia política en el Centro de Estudios
Internacionales de El Colegio de México, A.C. Su
línea de investigación está en la intersección entre
la teoría política, la política comparada y la
comunicación política. Entre sus más recientes
publicaciones destacan, como autor: “Democracia
en disputa: una lectura maireana de la política
en tiempos de AMLO”, Polis, 18 (2), Ciudad de
México, Universidad Autónoma Metropolitana,
pp. 69-96 (2022); como coautor: “Mexico’s Fourth
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Policy Brief Series, 1 (1), Atenas, Hellenic Association
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CÉSAR MORALES OYARVIDE, EL LADO MALO DE LOS CHICOS BUENOS.
NOTAS CRÍTICAS SOBRE ANTI-POPULISMO Y DEMOCRACIA
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212023144
DEMOCRACIA, AUTORREGULACIÓN
Y AUTONOMÍA:
LOS GRANDES DESAFÍOS
DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
DEMOCRACY, SELF-REGULATION
AND AUTONOMY:
THE GREAT CHALLENGES OF THE TOLUQUEÑO WRITERS CENTER
Gustavo Abel Guerrero-Rodríguez
orcid.org/0000-0001-7382-9192
Instituto Superior de Ciencias
de la Educación del Estado de México
México
gustavo.guerrero@isceem.edu.mx
María de Lourdes Alejandra
Ángeles Morales
orcid.org/0000-0001-9526-193X
Universidad Autónoma
del Estado de México
México
mangelesm362@alumno.uaemex.mx
Abstract
Centro Toluqueño de Escritores was founded as a citizen organization dedicated to offering
authors the opportunity to write and publish their literary works. This article examines
the usefulness and operational feasibility of the CTE, through his toriographical
revisionism. It is concluded that there is a climate of uncertainty due to its budgetary
limitations, the disagreement between the Toluca City Council and the Board of Directors
of the Center that hinders the realization of agreements, the carelessness of some of its
managers and particularly the lack of interest of most of the members of its Assembly,
made up of fellows and associates.
Keywords: Centro Toluqueño de Escritores; Literature; Historiographical Revisionism;
Editorial management.
Resumen
En 1983 fue fundado el Centro Toluqueño de Escritores (CTE) como un organismo ciudadano
dedicado a ofrecer a autores la oportunidad de escribir y publicar sus obras literarias.
Mediante el revisionismo historiográfico, este artículo examina la democracia, autorregulación
y autonomía del CTE. Se concluye que vive un clima de incertidumbre debido a sus
limitaciones presupuestales, la discordancia entre el Ayuntamiento de Toluca y la mesa
directiva del Centro que obstaculiza la concreción de acuerdos, así como el descuido y
desinterés de algunos de sus directivos y miembros de su Asamblea, conformada por los
becarios y asociados.
Palabras clave: Centro Toluqueño de Escritores; Literatura; Revisionismo Historiográfico;
Gestión editorial.
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
Apunte introductorio
El historiador está llamado a desempeñar un papel
eminentemente social por su responsabilidad
y compromiso ético de estudiar críticamente
los acontecimientos pasados e interpretar su
instrumentalización ideológica para, de esta manera,
propiciar —sí— un debate académico, pero
sobre todo arribar a la gran aspiración de quien
ejerce este noble oficio: comprender. Comprender
de dónde provienen las heridas abiertas del
presente, comprender las doctrinas, comprender
las prácticas establecidas y las sustituidas.
Comprender por qué somos como somos.
El 10 de mayo de 1983 —hace 40 años justamente—
fue fundado el Centro Toluqueño de
Escritores (CTE) como un organismo ciudadano
dedicado a ofrecer a autores locales en ciernes
y en vías de consagración la oportunidad de escribir
y publicar sus obras literarias.
En este contexto enunciado, este artículo
se propone examinar la democracia, autorregulación
y autonomía del CTE para valorar su
utilidad y viabilidad operativa, mediante el revisionismo
historiográfico, en virtud de que en el
presente vive un clima de incertidumbre debido
a sus limitaciones presupuestales, la discordancia
entre el Ayuntamiento de Toluca —su patrocinador
principal— y la mesa directiva del Centro
que obstaculiza la concreción de acuerdos,
así como la inactividad (por descuido, omisión o
desinterés) de algunos de sus directivos y de los
miembros de su Asamblea, conformada por los
asociados, becarios y ganadores de certámenes
a los que ha convocado el Centro a lo largo de
su existencia.
Para el sociólogo y politólogo Robert David
Putnam (1993), la base de la democracia es
la comunidad cívica, la cual se caracteriza por
su participación, igualdad política, solidaridad,
confianza y tolerancia. La autorregulación es,
por un lado, “la autoimposición de estándares
de calidad, así como de reglas y controles para
su cumplimiento, por parte de los mismos organismos
que deben cumplirlos” (Núñez Errazuriz
et al., 2003: 180), y por otro, significa que
las unidades de la red asociativa, en representación
de los intereses y valores de quienes la
constituyen, funcionan dentro de los canales
institucionales del Estado democrático. Pueden
formar coaliciones y entrar en conflicto, pero actúan
dentro de los límites de la constitución y
las leyes (Waisman, 2006: 63). El propio autor
establece la definición de autonomía: “La autonomía
se refiere al auto-gobierno, más que a
una independencia absoluta respecto al Estado.
Por supuesto, no hay motivo para asumir que las
organizaciones de la sociedad civil siempre tendrán
una orientación anti-gubernamental, o que
se negarán a participar en actividades gubernamentales
(Waisman, 2006: 63).
El análisis del Centro se ampara en el revisionismo
histórico como “línea de interpretación
polémica del pasado respecto a la ‘versión oficial’”
(Sevillano Calero, 2007: 183). La versión
oficial está alojada en las actas de las asambleas,
comunicados, comunicaciones entre los miembros
del CTE y entrevistas con algunos directivos
y exdirectivos, en los que es posible percibir
discordia, lo cual coloca en entredicho la continuidad
del CTE.
En este sentido, se invierte la cuestión de una
presunta culpabilidad colectiva para desideologizar
la historiografía oficiosa sobre el CTE bajo
una mirada revisionista. Si bien es cierto que,
como lo sostiene Sevillano Calero, la literatura
revisionista ha sido ignorada por el poder dominante
debido a que está desprovista de valor
científico y marcada por sesgos ideológicos,
“de poco sirve una ciencia social o histórica por
mucha verdad objetiva que busque si no contribuye
a mejorar el bienestar moral colectivo”
(2007: 189).
Planteamiento
En 1983 Alejandro Ariceaga era un joven escritor
de 33 años de edad. Ya estaba en galeras
su séptimo libro, Clima templado, que a la postre
se convertiría en su obra señera. Antes había
publicado Cuentos alejandrinos (1967), La otra
gente (1973), La identidad secreta del camaleón
antiguo (1980) y A corto plazo (1981). Además,
alternaba su oficio de narrador con el de
gestor cultural: en 1964 se sumó a la naciente
agrupación cultural tunAstral, que se había impuesto
“la audacia y exigencia a crear una verdadera
política cultural, ir creando espacios para
ampliar el horizonte de la cultura y las artes en
una nueva sensibilidad creativa, con público exigente”
(Monroy, 2014: 7), para encargarse de la
colección “Letras de hoy”, en coedición con la
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
Universidad Autónoma del Estado de México; y
en 1980 fundó el suplemento cultural toluqueño
Vitral, que coordinó casi una década.
El estilo literario de Ariceaga ha sido analizado
desde diversas trincheras del pensamiento:
académica, periodística, weblog y editorial. En
el primer caso, la literatura de Ariceaga
no tiene nada que ver con la imposición de una forma
de expresión sobre un contenido. Está del lado
de lo informe, de lo que es pura mutación, devenir.
El autor escribe para deshacer las formas, para
deshacer la gramática y para trazar otras relaciones
entre las materias del mundo. Él crea una salud,
y la salud como literatura consiste en inventar
un pueblo que falta. Ha creado un agenciamiento
colectivo de enunciación que no es la simple sumatoria
de varios yoes, es zona de indistinción donde
yo y tú no son posibles, donde solamente hay un
colectivo anónimo, un pueblo, una camada maldita
(Guerrero-Rodríguez, 2017).
En el segundo, “con un estilo propio y calidad
de pluma [Ariceaga] abordó el movimiento literario
de ‘la onda’. En sus obras se plantó como
un minucioso narrador, un tejedor de palabra
con gancho fino, evocativo y detractor de los
‘popis’” (Ramírez, 2022). En el tercero, Ariceaga
era “el más osado, el más dinámico en su manera
de escribir, el más desinhibido, el más fresco,
con una mayor chispa crítica, crítica ácida y a
veces despiadada con ese mundo que le tocó
vivir” (Letra Virtual, 2006). El editorial que tomamos
como ejemplo, a nuestro juicio, es el soporte
discursivo más elocuente, por la cercanía
del autor del preliminar de la reedición de Clima
templado y Ciudad tan bella como cualquiera,
José Luis Herrera Arciniega, con prácticamente
toda la obra alejandrina (Ariceaga, 2021).
En el caso de su labor como gestor cultural,
en las páginas preliminares del tomo I de Literatura
del Estado de México. Cinco siglos. 1400-
1900 (Ariceaga, 1993), el propio escritor toluqueño
describe las circunstancias y condiciones
literarias imperantes en las postrimerías de la
década de los setenta del siglo XX:
Son años difíciles. Quien desea publicar poemas,
textos, artículos, inquietudes literarias, tiene que
aproximarse a las publicaciones que en el Estado
de México son escasas, prescindir de un pago por
su trabajo intelectual. Algunas instituciones ofrecen
premios exiguos de vez en cuando. Esos jóvenes
quieren leer toda la literatura que aparece a
nivel nacional, quieren viajar para reafirmar la vocación
de la palabra escrita, acaso tienen el sueño imposible
de vivir de lo que escriben; pero la realidad
económica, que no incluye a la literatura como bien
de capital, les impide lograr esos ideales (Ariceaga,
1993, t. i: v).
Así, insuflado por el ánimo y la voluntad de
generar otro espacio literario en el que tuviera
cabida la creciente nómina de creadores —ya
nativos, ya avecindados en el Estado de México
y particularmente en Toluca— Ariceaga convenció
definitivamente al alcalde de Toluca, Jaime
Almazán Delgado (1982-1984) para fundar el 10
de mayo de 1983 el Centro Toluqueño de Escritores
(CTE), al amparo y auspicio de la administración
municipal. Adoptó la idea del modelo
del Centro Mexicano de Escritores (CME), fundado
en 1951 por Margaret Shedd y Alfonso Reyes,
con la asesoría de Leopoldo Zea y Rodolfo
Usigli, cuyo propósito era becar a aspirantes a
escritor con el apoyo de la Fundación Rockefeller,
“sólido esfuerzo ‘panamericano’ [que] podía
servir [a] las relaciones entre los países [México
y Estados Unidos]” (Schuessler, 2017).
Ariceaga —así se lo había hecho saber a Almazán
Delgado, de espíritu liberal y proclive a
las artes— acariciaba la idea de que el CTE se
convirtiera eventualmente en un semillero fecundo
de escritores cuya obra se elevara por
encima de la atmósfera doméstica mexiquense
y fuera reconocida tanto en México como allende
la fronteras. Si algunos de los nombres más
altisonantes de la literatura mexicana del siglo
pasado —Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Rosario
Castellanos y Juan José Arreola, por ejemplo—
habían sido becarios del CME, el CTE podría
emular el anhelo de la formación y la consagración
literaria en el ámbito mexiquense.
En esencia, los lineamientos del CTE se expresaban
en el pago periódico a los becarios
para escribir un libro y el ejercicio de la crítica,
mediante talleres, durante sesiones celebradas
algún día de la semana en las instalaciones que
había cedido en calidad de comodato el ayuntamiento.
De esta manera, se produciría una crítica
activa entre los becarios a fin de que tuvieran
una visión objetiva de su respectiva obra. Al tér-
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
mino del periodo la administración municipal se comprometería a editar y publicar los libros de los
escritores noveles.
De esta manera, el CTE comenzó a operar en el Edificio “A”, local 9, de la Plaza fray Andrés de
Castro, a unos cuantos pasos del Palacio Municipal, en el centro de Toluca. Paulatinamente, el Centro
generó estímulos a través del Ayuntamiento para becar a diversos escritores, algunos inéditos
y otros en ciernes (cuadro 1).
Cuadro 1
Becarios del CTE en la etapa de Alejandro Ariceaga (1983-1995)
Año Título Becario
Los amorosos
Marco Aurelio Chávezmaya
1983
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
La mordedura del caimán
Félix Suárez
Metumbe
José Alfredo Mondragón
Con diez años de menos
José Luis Herrera Arciniega
Cambio de luces
Francisco Paniagua Gurría
Surco de palabras
Benjamín Araujo
De oficios
Raúl López Camacho
Aglaura
Mauricia Moreno
Apóstrofe de lecturas
Francisco Javier Beltrán Cabrera
Retrato parcial
Roberto Fernández Iglesias
Pasos sobre el silencio
Rafael Figueroa
Los desterrados
Luis Alberto Reyes
El método infalible
Esteban Reynaud
Poética de Alfonso Reyes
Ana Tissera
Estuario Luminoso
Enrique Villada
Sur
Luis Antonio García Reyes
La princesa del palacio de hierro: mujer, novela y sociedad
Pilar Ramírez
Rey de nada
José Luis Herrera Arciniega
Un acercamiento a Nerval
Mihaela Adriana Comsa
Club Obrero. Fantásticas Nocturnidades en Toluca
Eduardo Osorio
Fantasmario
Jorge Luis González Santana
Inscripciones en la noche
Gustavo Michua y Michua
Los setenta segundos
Alberto Chimal
Átopos
Flor Cecilia Reyes
Carcaj de palabras
Elisena Ménez Sánchez
Enigma en estallidos
Enrique Sarmiento
Blasfematorio
Macarena Huicochea
Visión de Reyes
Maricruz Castro Ricalde
Sombra para espejos
Edna Ochoa
Salumbre
Juan Hinojosa
Batalla por el eco
Eduardo Osorio
Señales de viaje
Porfirio Hernández
Jorge Cuesta: Un mexicano en el exilio
Augusto Isla
La luna y 37’000,000 de libras
Alberto Chimal
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Continuación Cuadro 1
Año Título Becario
1991
1992
1993
1994
1995
El espacio deshabitado
Socialidad y vida cotidiana en la ciudad de Toluca
No me olvides
Colegio para señoritas y otros cuentos
El iracundo mar
Canciones para los piratas ausentes
La cama de las tinieblas
No quiero escribir no quiero
Side step
Razón y placer: Alfonso Reyes
Luz como insinuación
Encantados
El patio de mi casa
Memorias sensuales de Erot Méliès
Metadiscursos: Un recorrido por la crítica literaria latinoamericana
Fuente: elaboración propia con base en la Colección Becarios del Centro Toluqueño de Escritores.
Como puede verse, bajo la coordinación de
Alejandro Ariceaga el CTE impulsó la creación
literaria de jóvenes creadores y creadores con
cierta trayectoria, que posicionaron al Centro en
la escena de la tradición literaria mexiquense y
el reconocimiento público, pues baste señalar
que en 1984, a un año de fundación del CTE, tres
becarios obtuvieron la Presea Estado de México
“Sor Juana Inés de la Cruz”, dedicada a la lingüística
y la literatura: José Alfredo Mondragón,
Félix Suárez y Marco Aurelio Chávezmaya. Asimismo,
académicos, médicos, politólogos, entre
otros, vieron recompensados sus anhelos literarios
con una beca, que los colocaron en la mira
de la crítica literaria.
Asimismo, Ariceaga editó durante algunos
años la colección “Cuadernos del Centro Toluqueño
de Escritores”, de periodicidad mensual
(ver imagen 1), que congregaba a plumas amigas
del Centro: historiadores, cronistas, escritores,
críticos literarios, entre otros. A decir de uno
de los becarios, el actual cronista municipal de
Toluca, Francisco Javier Estrada, esta publicación
permite comprender la riqueza cronística
de la capital mexiquense:
Maricruz Castro Ricalde
Nelson Arteaga Botello
José Luis Herrera Arciniega
Virginia del Río
Celina García Garduño
Jorge Arzate Salgado
Manuel Calleros Pavón
Luis Humberto Crosthwaite
Víctor Manuel O. Camposeco
Maricruz Castro Ricalde
Porfirio Hernández
Luis López Rosales
Eduardo Osorio
Marco Aurelio Chávezmaya
Saúl Hurtado Heras
contar todo lo que le acontecía en su diario salir a
cazar animales o peces de río o mar para así alimentar
a la familia. O llegar al hogar y escuchar las
quejas de su mujer contándole las vicisitudes de la
vida familiar como dramas, comedia o a veces tragedia.
La Crónica es el primer género de la literatura
y para nuestra fortuna pasó de la crónica oral a
la escrita al paso de los siglos. Decir las cosas por
escrito aceleró aún más la mejoría de cada lengua
que ha inventado la humanidad para comunicarse
con lo más cercano o más lejano. Para comunicarse
con los otros y con el otro (Estrada Arriaga, 2023).
Imagen 1
Primeros cuatro números de Cuadernos
del Centro Toluqueño de Escritores
Esta característica del Cronista, que convierte en
oro todo lo que relata es una lección para este género
literario que es género de géneros y aún más,
es el primer género que la humanidad inventó para
Fuente: Los libros del doctor Sámano (s.f.).
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
En 1986 el escritor Eduardo Osorio obtuvo la
beca del CTE por su novela Club Obrero. Fantásticas
Nocturnidades en Toluca. Un año antes
había publicado su primer libro, Cuentos Breves
para Suicidas y Enamorados. De formación
periodista, Osorio trabajó desde muy joven en
medios locales, pero decidió probar fortuna en
otras regiones, como Guanajuato y Nuevo León.
Sin embargo, fue en Chihuahua donde permaneció
más tiempo y donde le fue reconocido su
mérito como reportero, pues le fue concedido el
Premio Estatal de Periodismo por la Asociación
Estatal de Periodistas Chihuahuenses (1982).
De regreso a su terruño, se abocó a la creación
literaria. Después de Club Obrero… siguió
robusteciendo la Colección Becarios del CTE
con el libro de ensayos Batalla por el Eco y el
libro de poesía El Patio de mi casa. Asimismo,
obtuvo en 1990 el premio nacional de novela Ignacio
Manuel Altamirano con El año en que se
coronaron Los Diablos.
Para Herrera Arciniega (2015), Osorio es uno
de los autores más persistentes del sistema literario
mexiquense. De acuerdo con este estudioso
y también creador literario, varios narradores
mexiquenses desarrollan temáticas relacionadas
con los problemas del Estado de México:
Conviene aclarar que tal interés no surge por consigna
o atavismo, sino que se trata de varios autores
que, poniendo siempre por delante sus preocupaciones
estéticas desde la literatura, indudablemente
han partido del contexto social que conocen, en
el que se criaron, por lo que reflejan una problemática
social producto de un acelerado, conflictivo y
en buena parte caótico proceso de transformación
y modernización que habría que comprender, con
todo y sus cuestionables consecuencias (Herrera
Arciniega, 2015: 7).
De esta manera, la obra de Eduardo Osorio
se sumaría al tipo de novela que critica la modernización
del Estado de México a través de su
industrialización, como Carlos Olvera, con Tolucanos
(1977), y Alejandro Ariceaga, con Clima
templado (1983). Después de El año en que se
coronaron Los Diablos otros autores explotarían
esta veta: Memorias sensuales de Erot Méliès, de
Marco Aurelio Chávezmaya (1996); La agonía de
la marmota, de Alonso Guzmán (2006) y La tahona,
de Mauricia Moreno (2007).
En un texto precedente, Herrera Arciniega
(2011) ya había esbozado la premisa de un sistema
literario mexiquense. De manera general,
no exhaustiva pero sí ilustrativa, pasa revista a
la tradición literaria del Estado de México con
base en una propuesta más histórica que estética
del crítico literario Antonio Candido de Mello
e Souza: expresión de la manifestación literaria,
configuración del sistema y consolidación.
Su criterio de articulación obedece al sentido
de pertenencia a la literatura mexiquense, incluidos
a los que, además de obras literarias, han
contribuido al impulso, fundación u organización
de instituciones gubernamentales o civiles
de fomento a la actividad literaria.
En ese segmento se inscribió Eduardo Osorio.
Luego de varios años al frente del CTE, Alejandro
Ariceaga decidió que ya era momento de
ceder la batuta de la coordinación del CTE a sangre
nueva, un tanto para cumplir otros compromisos
y seguir escribiendo, pues cuando estuvo
al frente del CTE sólo publicó dos títulos: Ciudad
tan bella como cualquiera (1985) y Bustrófedon
y otros bichos (1995), además de que le significó
una inversión considerable de tiempo encabezar
la conformación de Literatura del Estado de
México. Cinco siglos. 1400-1900, hercúlea labor
editorial vaciada en dos tomos que verían la luz
en 1993. El más indicado para sucederlo sería
alguien con quien compartiera no sólo ideales
similares, sino personalidades afines. Y él era
Eduardo Osorio, quien al describir a su amigo
cantaba también a sí mismo:
Coloquial, pletórico de ocurrencias como al desgaire
—ruptura con el mundo ya dicho, pleito personal
con la lógica formal: los principios del humor—,
exploratorio de giros verbales, juguetón y, sobre
todo, efectivo. Entre tantos trucos, la onomatopeya
como gag. Todo al servicio de la ironía que con
frecuencia sus lectores interpretan como humor
negro (Osorio, 2007: 8).
A lo largo de seis años bajo el mando de Ariceaga,
el CTE publicó ininterrumpidamente. En
1993, a propósito de la primera década de existencia
del Centro, le dio un primer giro de tuerca
al sistema hasta entonces empleado por el organismo:
organizó el Premio Nacional de Cuento
y Crónica “Décimo Aniversario del Centro Toluqueño
de Escritores”, cuyos ganadores fueron
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
Luis Humberto Crosthwaite y Víctor Manuel O.
Camposeco. Éste fue el primer intento de metamorfosis
del CTE, pues se preparaba para que a
las becas se le sumaran los premios, que cristalizaría
Osorio.
Así, en 1996 fue elegido como Coordinador
del CTE para darle continuidad al proyecto alejandrino
de gestión cultural: obtener recursos
para seguir brindado becas a fin de apoyar la
creación y la producción literaria de calidad; así
como promover y difundir la cultura a través de
talleres, cursos, cafés literarios, etcétera.
Para Herrera Arciniega, 1998 constituyó una
transformación trascendente para el Centro,
pues abandonaba el sistema de becas que durante
15 años habían otorgado a los ganadores
del concurso anual:
En 1998, se trató de un certamen, de un premio
literario, para escritores. Ya no se habló tanto, de
beca, como de premio. Quizá sea una cuestión de
matiz, que citamos para subrayar que el concurso
del CTE constituye una oportunidad de competencia
y no un mero atisbo de autores principiantes
—aun cuando lo normal es que haya cumplido
una función como plataforma de lanzamiento
para numerosos creadores, que vieron reforzada
su vocación al ser apoyados por este organismo
dependiente del Ayuntamiento de Toluca. Esto se
demostró en 1999,cuando obtuvieron el premio
escritores mexiquenses que ya contaban con obra
previa, y que en más de un caso, han recibido reconocimientos
nacionales en la rama de poesía, por
ejemplo (Herrera Arciniega, 2000: 116).
Sin embargo, no fue en 1998 cuando el CTE
dejó las becas para otorgar premios por obra
concluida: en 1997 convocó al Primer Concurso
Nacional de Ópera Prima en las categorías de
Ensayo y Narrativa. En el primer caso se adjudicó
el premio Berenice Romano Hurtado con el
ensayo Memoria y autobiografía: Una deconstrucción
del tiempo y el libro de cuentos Antología
de Miradas. A su vez, Gustavo Guerrero
obtuvo el premio por su novela El lugar de la
inmortalidad.
Eduardo Osorio tuvo fundamentos para darle
otro giro al auspicio de la creación literaria. Al
pasar revista por la historia del CTE, notó que
varios autores habían repetido como becarios,
incluido él mismo (cuadro 2), por lo que quiso
dar la oportunidad a escritores inéditos con la
convocatoria de 1997.
Cuadro 2
Autores que repitieron beca en el CTE
(1983-1990)
Becario
Número de becas
obtenidas
José Luis Herrera Arciniega 1983, 1986, 1991
Eduardo Osorio 1986, 1990, 1995
Alberto Chimal 1987, 1990
Maricruz Castro Ricalde 1989, 1991, 1994
Porfirio Hernández 1990, 1994
Fuente: elaboración propia con base en la Colección Becarios
del Centro Toluqueño de Escritores.
Gustavo Guerrero, a la sazón estudiante de la
carrera de Letras Latinoamericanas, una vez que
se alzó con el premio Primer Concurso Nacional
de Ópera Prima se tornó asiduo visitante de las
actividades realizadas por el Centro a invitación
expresa de Osorio. Al cabo de algunos meses, el
escritor Jorge Arzate Salgado, becario en 1992
con el poemario Canciones para los piratas ausentes
y a la sazón Programador de Actividades
del Centro (1996-1998), expresó a Osorio
su intención de no continuar como funcionario
del organismo, aunque seguiría siendo becario y
compareciendo en la medida de sus posibilidades
a reuniones de becarios, talleres, presentaciones
de libros, etcétera. Quería dedicarse más
a su obra personal y a seguir desarrollando su
carrera como investigador y académico universitario,
ya que estaba por realizar un posgrado
en Salamanca, España.
Así, Osorio pensó en Guerrero, a quien le
ofreció el cargo de Programador de Actividades
a partir de mayo de 1997, cuando su libro estaba
aún en prensa. Así comenzó una relación laboral
que se prolongaría casi 10 años.
A partir de 1998 los escritores ya no serían
estimulados mes a mes para concluir una obra literaria
al término del periodo de apoyo, sino que
se premiarían obras la concluidas. Sin embargo,
en las convocatorias emitidas entre 1998 y 2000
se omitió una cláusula que otros organizadores
de concursos literarios subrayan como requisito
de participación, como por ejemplo el Consejo
Editorial de la Administración Pública Estatal:
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AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
“No podrán participar personas que hayan obtenido este premio anteriormente” (CEAPE, 2023).
Así, José Luis Herrera Arciniega, Flor Cecilia Reyes y Raúl López Camacho (él, de manera consecutiva)
repitieron como ganadores del premio literario convocado por el Centro.
Cuadro 3
Ganadores de los certámenes literarios del CTE (1997-2000)
Año Título Becario
El lugar de la inmortalidad
Gustavo Guerrero
1997
1998
1999
2000
Memoria y autobiografía: Una deconstrucción del
tiempo
Berenice Romero Hurtado
Antología de miradas
Berenice Romero Hurtado
Escobas para el viaje
Lizbeth Padilla
Una historia familiar
Edgar Fernando Carbajal
Mil caballos de vapor
José Luis Herrera Arciniega
Archipiélago de signos
Felipe Vázquez
“Las estrellas perdidas”. Club para solteros
Verónica Olguín
Orillas del asfalto
Eduardo Villegas
Como un hilo de sangre es la poesía
Francisco Javier Estrada
Como una luz callada
Flor Cecilia Reyes
Cruz de relámpagos
Raúl Cáceres Carenzo
Cuentos breves
Abelardo Hernández Millán
El gol que desnuda
Raúl López Camacho
El responso del gato
Jesús Bartolo Bello López
Otilia nagual, alma de chiapaneca, hija de Poemario
Estela López
La gallina ciega
Mario Carrasco Teja
El secuestro del Señor Presidente
Raúl López Camacho
Fuente: elaboración propia con base en la Colección Becarios del Centro Toluqueño de Escritores.
Nudo
En las postrimerías del siglo XX México vivía
tiempos convulsos. El ocaso del sexenio de Carlos
Salinas de Gortari (1988-1994) fue manchado
de sangre por tres acontecimientos: el levantamiento
armado del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional el 1 de enero de 1994, que demandó
justicia y reivindicación de los derechos de
los pueblos indígenas de México; el magnicidio
del candidato del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) a la presidencia de México, Luis
Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de
1994 en Lomas Taurinas, un arrabal de Tijuana, y
el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, secretario
general del Comité Ejecutivo Nacional
del PRI el 24 de septiembre de 1994 en la Ciudad
de México.
Sucedió a Salinas en el cargo el priista Ernesto
Zedillo Ponce de León, que a días de tomar
posesión como jefe del Ejecutivo no pudo contener
el desbordamiento de la crisis económica
por la falta de reservas internacionales y devaluó
el peso más de 50 por ciento. A este hecho
se le sumó una administración opaca que terminó
por debilitar al PRI como partido del Estado
y el Partido Acción Nacional, principal partido
opositor, comenzó a ampliar la cobertura de sus
demarcaciones gobernadas y se perfiló como
sucesor natural del PRI en el ánimo del electorado.
Había sido fundado por el abogado Manuel
Gómez Morin en 1939, quien previamente había
elaborado las primeras leyes fiscales y hacendarias,
creó las estructuras del Banco de México y
del Banco Nacional de Crédito Agrícola y esbozó
el Seguro Social y el Banco de Crédito Popular
(Krauze, 2023).
De esta manera, el domingo 2 de julio de 2000
Vicente Fox Quesada, de la coalición Alianza
por el Cambio (PAN-PVEM), resultó ganador de
412

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la elección presidencial con 15 millones 989 mil
636 votos (42.52%), con lo cual se convirtió en
el primer presidente electo no emanado del PRI,
que había gobernado al país por más de 71 años
(INE, 2000). El efecto Fox se diseminó por toda
la república y muchas plazas gubernamentales,
otrora priistas, pasaron a manos de los panistas.
Desde el periodo posrevolucionario, el Ayuntamiento
de Toluca había sido encabezado por
políticos del PRI (de 1940 a 1948 por el Partido
de la Revolución Mexicana, antecesor del PRI).
Armando Garduño Pérez (1996-2000) fue el alcalde
número 23 de este instituto político antes
de que Acción Nacional ganara por primera vez
la alcaldía de la capital mexiquense y con ello se
produjera la alternancia en el poder municipal.
Garduño Pérez consintió la supervivencia del
CTE y respetó los acuerdos interinstitucionales
establecidos desde 1983. Inclusive, cuando
el organismo fue parte de la administración del
gobierno municipal, el coordinador y el programador
de actividades recibían un sueldo mensual
(ciertamente modesto) y aguinaldo 1 , para
que la estructura operativa del CTE siguiera funcionando.
Asimismo, el Centro era supervisado
y operado administrativamente por un funcionario
municipal designado por el alcalde, mientras
que las actividades sustantivas recayeron
en Eduardo Osorio, como coordinador, y Gustavo
Guerrero, como programador de actividades.
Este esquema de operación fue ejecutado
durante la administración del priista hasta que
llegó al poder municipal el panista Juan Carlos
Núñez Armas, quien ya había sido regidor en el
trienio del priista Enrique González Isunza (1991-
1993).
Mientras todavía despachaba como diputado
local, en lo que se resolvía su candidatura como
aspirante a la alcaldía de Toluca, Juan Carlos
Núñez Armas recibió en sus oficinas a Eduardo
Osorio, a quien le refrendó su apoyo al CTE
de llegar a la presidencia municipal. A su vez, el
coordinador del Centro solicitó a todos los aspirantes
políticos a la presidencia municipal que
se reunieran con la directiva y los becarios para
exponerles su plataforma política.
1 La actual estructura operativa no recibe ninguna remuneración
por decisión de la Asamblea. Vale la pena mencionar
que fue el gobierno municipal de Armando Garduño el que
renovó las instalaciones del CTE (1996-2000), las cuales desde
esa fecha no han sido retocadas, salvo un mural pintado
por el artista Rocco Almanza en el mezanine.
Una vez que el panista tomó posesión como
alcalde, comenzaron las pláticas entre el ayuntamiento
y el CTE para desincorporar al organismo
literario de la administración municipal.
Previamente, Osorio había sometido a consideración
de los becarios la posibilidad de constituirse
como asociación civil, lo cual aceptaron
los que respondieron al llamado, pues algunos
becarios jamás comparecieron a las instalaciones
del Centro ni expresaron por otro canal de
comunicación su parecer. La propuesta de Osorio
de desvincular al CTE del Ayuntamiento de
Toluca se debió a que veía alternancias en el futuro
en los gobiernos municipales, ante lo cual
no quería que el CTE fuera usado con fines políticos.
Eduardo Osorio estaba convencido de que el
futuro del CTE estaba en su emancipación administrativa
y operativa. Lo insuflaba la confianza
de que el Centro ya gozaba de una reputación
local y se estaba dando a conocer a niveles nacional
e internacional. En el primer caso, organizó
el primer festival de cuento brevísimo “Los
mil y un insomnios”, que congregó en distintos
foros estatales y nacionales a creadores, amas
de casa, estudiantes, académicos y público en
general a leer microtextos de su propia autoría.
Así lo sintetizó Osorio en su undécima edición:
el Festival es una pesadilla: lo escribió el insomnio...
Mil y una historias que desvelados, sonámbulos y
soñadores fueron contando a insomnes de mil y
un rancherías, escuelas, museos, casas de cultura y
otros países (Uruguay, Cuba, Argentina, Ecuador,
Perú, México), donde se ha cumplido el Festival de
Los Mil y un Insomnios que cada año organizó el
Centro Toluqueño de Escritores (Osorio, 2011).
Por otro lado, en el ámbito internacional Abelardo
Hernández Millán presentó su libro ganador
del certamen de 1999 Cuentos Breves en La
Habana a invitación de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba (UNEAC); le acompañó Gustavo
Guerrero, quien también presentó El lugar de
la inmortalidad, novela ganadora de 1997. Ambos
sufragaron sus propios gastos, pero representaron
al Centro para acordar convenios de
colaboración, entre ellos la invitación de Casa de
las Américas a formar parte de la Feria Internacional
del Libro de La Habana en 2001, que al
cabo no se concretó por insolvencia económica.
413

GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
Eduardo Osorio encomendó a Gustavo Guerrero
la redacción del acta constitutiva del Centro
y le dijo que se basara en el acta de la Unión
de Escritores Mexiquenses (UEMAC), gremio ya
extinto. Guerrero, sin embargo, puso en la mesa
la posibilidad de que el Centro se instituyera
como Sociedad Civil y no como Asociación Civil.
Su razonamiento era que si bien el CTE no
perseguía fines de lucro, una Sociedad Civil también
podía instituirse sin fines de lucro y, además,
le permitiría, si no lucrar, obtener recursos
económicos lícitos mediante la institución de organismos
paralelos que promovieran el recaudo
económico, en caso de que escasearan las donaciones,
como por ejemplo una sociedad civil
dedicada también a la enseñanza. Su propuesta
fue rechazada.
De acuerdo con el Artículo 79, Título III. Del
régimen de las personas morales con fines no
lucrativos, de la Ley del Impuesto Sobre la Renta,
son Personas Morales con fines no lucrativos
tanto asociaciones como sociedades civiles. En
el caso del Centro, bien pudiera haberse inscrito
en el inciso f de la fracción XXV, pues son Personas
Morales con fines no lucrativos:
Instituciones de asistencia o de beneficencia, autorizadas
por las leyes de la materia y organizadas
sin fines de lucro, así como las sociedades o asociaciones
civiles, organizadas sin fines de lucro y
autorizadas para recibir donativos en los términos
de esta Ley, dedicadas a las siguientes actividades:
[…] f) Promoción y fomento educativo, cultural, artístico,
científico y tecnológico (DOF, 2013).
Asimismo, el inciso a de la fracción XII de la
misma ley: “XII. Asociaciones o sociedades civiles,
organizadas sin fines de lucro y autorizadas
para recibir donativos, dedicadas a las siguientes
actividades: a) La promoción y difusión de
música, artes plásticas, artes dramáticas, danza,
literatura, arquitectura y cinematografía […]”
(DOF, 2013).
Luego de que no prosperó la propuesta de
constituir al Centro como S.C., tras algunas actualizaciones
y el añadido de artículos transitorios,
quedó lista el acta, que fue registrada ante
la notaría número 1 de Roque René Santín Villavicencio
en Toluca. Sólo acudieron a firmar 36
becarios, que adquirieron la personalidad jurídica
de Asociados, conforme lo establece la ley.
A partir de ese momento, el CTE dependería de
los donativos de sus miembros asociados, representados
en una Asamblea General. En la primera
reunión de asambleístas, previo a la firma ante
notario público, fueron elegidos Eduardo Osorio
como presidente, Gustavo Guerrero como secretario
general y Esteban Reynaud como tesorero.
Se había cumplido ya con las dos primeras
disposiciones: reunir el mínimo de asociados
formales y poseer un acta de creación y unos
estatutos aprobados por la administración pública.
A partir de su naciente personalidad jurídica,
estaban obligados a que su funcionamiento
interno se rigiera por principios democráticos y
legales y que existiera una contabilidad formal y
disponible para cualquier tipo de auditoría.
En el primer caso, como secretario general,
Gustavo Guerrero convocó a Asamblea ordinaria
o extraordinaria a todos los asociados e inclusive
a los becarios cuyo nombre no aparecía en el
acta constitutiva, pues estableció en un artículo
del acta que todos los becarios que por cualquier
razón no hubieran asistido ante notario
público a formalizar su nueva personalidad jurídica
podían comparecer en Asamblea para ser
votados como Asociados. Asimismo, comenzó
el registro de la historia escrita oficial del Centro
como depositario de las actas de Asamblea en
todos sus acuerdos, seguimiento y decisiones.
En el segundo caso, Esteban Reynaud se hizo
cargo de las finanzas endebles del CTE e inclusive
contrató a una contadora pública para que
llevara la contabilidad y eventualmente solicitara
su registro ante el SAT como persona moral
susceptible de donaciones y de exención del
ISR. Lo que no se había considerado fue que,
para efectos de eventualmente obtener la autorización
del Servicio de Administración Tributaria
(SAT) para recibir donativos en los términos
de esta Ley, se omitió integrar en un artículo la
leyenda “Esta organización es susceptible de
recibir donativos deducibles para efectos del
Impuesto Sobre la Renta”. La directiva cayó en
la cuenta de ello cuando la Fundación Herdez,
interesada en apoyar al Centro en su quehacer
filantrópico, requirió la autorización del SAT y
en vista de que los estatutos no consideraban
esta situación, no otorgó la facultad de recibir
donativos.
A pesar de este traspié legal, el CTE siguió
operando y convocando a concursos y reclutan-
414

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
do nuevos becarios. El CTE se mantenía gracias a
los esporádicos apoyos de instituciones públicas
gracias a las gestiones de Eduardo Osorio y a los
apoyos de ciudadanos que simpatizaban con la
vocación cultural del Centro. Esto último despertaba
desacuerdos entre algunos becarios y asociados,
pues a algunos benefactores se les adjudicaba
una filiación política, lo que generó tensiones
cuando se celebraba una Asamblea. Asimismo, se
sumaron al proyecto del Centro las ciudadanas
Rosa María y Martha Alicia Aguilar Sánchez para
hacerse cargo de labores secretariales y de atención
de la librería, trabajo por el cual recibían una
compensación monetaria simbólica.
Pese a todo pronóstico, el CTE sobrevivió
una vez ungido legalmente como Asociación Civil.
Ya como presidente municipal, Juan Carlos
Núñez Armas respetó el acuerdo al que se había
comprometido como candidato y no obstaculizó
la emancipación del Centro. También siguió
concediendo el apoyo municipal de pago por los
servicios de agua potable, luz eléctrica y comodato
del local de la plaza fray Andrés de Castro,
así como el envío de personal de limpieza una
vez a la semana.
De acuerdo con los estatutos, el periodo de
la mesa directiva —presidencia, secretaría general
y tesorería— era de dos años, con opción
a reelección, de tal suerte que Osorio, Guerrero
y Reynaud fueron reelectos por otro periodo.
Para el tercero, Gustavo Guerrero declinó postularse
como secretario para un tercer periodo y
fue postulada Laura Zúñiga Orta, recién becaria.
Para Herrera Arciniega,
Reyes hasta que finalmente Osorio y Olguín decidieron
ya no volver a postularse y dar a otros
becarios la oportunidad de darle continuidad a
la misión y visión del Centro. Para ello se convocó
a elecciones conforme a los estatutos y se
nombró a un comisionado electoral, José Falconi
(imagen 2).
Imagen 2
Convocatoria del CTE para la elección
de nueva mesa directiva (2009-2012)
se percibe un comienzo y un asentamiento creativos
similares a los de Guzmán, afirmación que también
abarca a Laura Zúñiga Orta, de Atlacomulco,
con su novela No tiene nombre el paraíso (2007).
No parece exagerado afirmar que Guzmán, Moreno
Hernández y Zúñiga Orta son representativos
del momento actual del sistema literario mexiquense,
así sea en la vertiente de la narrativa (Herrera
Arciniega, 2011: 13).
La nueva mesa directiva se integró, en este
sentido, con Eduardo Osorio (presidente), Laura
Zúñiga Orta (secretaria general) y Verónica Olguín
(tesorera). Al cabo de otro lapso de tiempo,
sustituyó a Zúñiga Orta 2 Luis Antonio García
2 De acuerdo con Zúñiga Orta, más que sustitución, Osorio y
Fuente: Centro Toluqueño de Escritores (2009).
Zúñiga tuvieron diferencias y Osorio, de manera unilateral y
sin consultar a la Asamblea, hizo el cambio (N. del E.).
415

GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
En este sentido, fueron electos el 13 de diciembre
de 2009 Porfirio Hernández Ramírez en
la presidencia, Edith Garciamoreno Chávez en la
Secretaría, Elisena Ménez Sánchez en la Tesorería,
y se eligió a Mihaela Comsa Ionescu, Xadira
Ramírez Romero, Benjamín Araujo Mondragón
y Raúl López Camacho como consejeros. De
acuerdo con un comunicado de prensa,
las propuestas de la nueva mesa directiva se resumen
en el fomento a la creatividad literaria, promoción
del Centro entre la sociedad y la financiación de
recursos para sus actividades de promoción cultural.
De acuerdo con sus asociados, la visión de esta propuesta
es posicionar al Centro como interlocutor de
la sociedad sobre temas de política cultural y educativa,
a través de su Premio Anual y sus actividades de
promoción y vinculación cultural (CTE, 2009).
Porfirio Hernández ingresó al Centro en 1990
con la obra Señales de viaje y en 1994 fue premiado
nuevamente con Luz como insinuación.
Estudió la licenciatura en Letras Latinoamericanas
en la UAEMéx. Se había dedicado al servicio
público, la radio, la edición de libros y el
periodismo; fue becario del Fondo para la Cultura
y las Artes del Estado de México en 1994 y
del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
en 2000; además de los libros premiados por el
CTE, publicó Ceniza del esquizo (1998) y Enebro
y jacinto (2000) y la crónica Paseo de San
Isidro: pasado y presente (1994). Al asumir la
presidencia del CTE se desempeñaba como jefe
de la Unidad de Relaciones Públicas del Instituto
Mexiquense de Cultura.
De carácter apacible, reposado y conciliador,
Porfirio Hernández elaboró un documento
durante su candidatura en el que consignó, en
principio, un diagnóstico del Centro:
Actualmente, el CTE atraviesa una fase de decrecimiento,
causada por los siguientes factores:
1. La participación aislada e intermitente de sus
asociados, quienes se han alejado de la participación
activa, constante y articulada en torno de los
objetivos del CTE.
2. La difusión focalizada de las actividades culturales
organizadas por el Centro, en detrimento del
interés general y creciente que pudieran suscitar
entre la población.
3. La falta de impulso a la profesionalización progresiva
de las actividades que organiza, en torno de un
plan anual con objetivos en el corto y el mediano
plazos, vinculado con las iniciativas de la sociedad y
con las políticas públicas de fomento cultural.
4. Un programa de trabajo no basado en proyectos
de recuperación de fondos, sustentabilidad financiera
y evaluación de impacto social.
Además, factores externos han incidido en la reducción
de la presencia del Centro:
1. La desorientación progresiva de políticas públicas
de fomento para la viabilidad de organizaciones
de la sociedad civil, en especial de las dedicadas
a la animación sociocultural.
2. La contracción económico-financiera gradual y
sostenida de organismos gubernamentales y privados,
fundaciones de segundo piso y otras organizaciones
sociales dedicadas a fomentar las expresiones
culturales.
3. Falta de vinculación entre organizaciones ciudadanas
que comparten objetivos comunes con el
CTE (Hernández, 2009a).
Por otro lado, consignó como propuestas:
1. Desarrollar un programa de recaudación de fondos
para garantizar la solvencia del premio anual
del CTE, el festival de cuento breve y los talleres de
narrativa y poesía.
2. Gestionar la capacidad del CTE para ser organización
donataria y poder expedir recibos deducibles
de impuestos.
3. Registrar el CTE en el Registro Nacional de Organizaciones
de la Sociedad Civil, para estar en condición
de recibir apoyo de programas federales.
4. Desarrollar un proyecto sustentable y exitoso
para la venta de libros del Centro. A través de dos
vías, in situ y de manera itinerante, la venta de libros
puede mejorar los ingresos regulares del Centro.
5. Fortalecer la producción editorial del Centro mediante
un esquema de vinculación y cooperación
con la cadena productiva del libro.
6. Iniciar un programa de actividades concurrentes
con los HH. Ayuntamientos de la Zona Metropolitana
de Toluca, el Instituto Mexiquense de Cultura
y la Universidad Autónoma del Estado de México,
entre otras instituciones de objetivos afines a los
de la asociación.
7. Iniciar en colaboración con el H. Ayuntamiento
de Toluca actividades de fomento y promoción de
la cultura local (Hernández, 2009a).
416

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
La gestión de Porfirio Hernández, Edith Garciamoreno
y Elisena Ménez Sánchez parecía
prometedora. Contra viento y marea el CTE había
respondido a los embates económico-financieros
que afectaban particularmente a las organizaciones
ciudadanas, mantenía su producción
editorial y seguía otorgando sus estímulos anuales
a los creadores literarios. Sus propuestas se
animaban a revertir la tendencia desintegradora
de la asociación civil, reintegrar a sus asociados
en torno a proyectos comunes y, sobre todo,
generar una base financiera que garantizara la
viabilidad de nuevas iniciativas.
Sin embargo, en su campaña por la presidencia
Porfirio Hernández fue cuestionado por un
becario, quien luego de conocer la plataforma
política que compartió el candidato, le respondió
vía correo electrónico con copia a 35 becarios
y asociados del Centro, unos días antes
de celebrarse la Asamblea (7 de diciembre de
2009), en el que interrogó: ¿por qué la iniciativa
privada no había sido tomada en cuenta,
cómo se consideraría el fondo del comercio, hacia
dónde iría el dinero de los recursos, cómo se
reforzaría la estructura del CTE?
Ese mismo día Porfirio Hernández respondió
vía correo electrónico, con copia para los
becarios y asociados involucrados, que el plan
de trabajo que propuso constituye la trama general
de lo que se podría hacer (y concluir) si
los asociados participan en conjunto, que se
eleve el nivel de diálogo. Posteriormente, el
10 de diciembre, Porfirio Hernández envió un
nuevo correo, en el que amplió su propuesta:
Meta 1
Desarrollar un
programa de
recaudación
de fondos
Tres vertientes:
Acción
a) Gestión múltiple de aportaciones
voluntarias que formen una bolsa
de emergencia, para pagar los gastos
cotidianos del Centro durante
los primeros tres meses del año.
b) Convenios de colaboración con instituciones
públicas, así como con
asociaciones civiles hermanas, a
partir de proyectos de trabajo. Presentaré
estos proyectos en la modalidad
de acciones de trabajo en la
primera asamblea general, porque
son, justamente, los que los asociados
han aportado.
c) Acciones convenidas con empresas
y fundaciones de segundo piso, una
vez que el Centro cuente con la cualidad
de ser donatario.
Meta 2
Gestionar que el CTE
sea organización donataria
y expida recibos
deducibles de
impuestos.
Meta 3
Registrar al CTE en
el Registro Federal
de Organizaciones
de la Sociedad Civil.
Meta 4
Desarrollar un
proyecto estratégico
para el crecimiento
de la librería
Meta 5
Fortalecer la producción
editorial del
CTE
Meta 6
Iniciar un programa
de actividades concurrentes
con instituciones
públicas de
fines semejantes
Acción
Solicitud inmediata de la asociación
ante la Secretaría de Hacienda
y Crédito Público, para
estar en capacidad de llevar a
cabo convenios de intercambio y
donación con el sector privado y
las fundaciones de segundo piso.
Acción
El registro se realiza ante la Secretaría
de Desarrollo Social, y
otorga el derecho de recibir estímulos
de orden federal.
Acción
a) Diagnóstico situacional de la
librería.
b) Diseño de un modelo de negocio.
c) Desarrollo de nuevas estrategias
de venta.
d) Remodelación del espacio.
e) Capacitación de personal.
Acción
a) Crear el programa editorial
2010
b) Desarrollar lineamientos.
c) Diseño de colecciones.
d) Propuesta de convenios de
coedición y colaboración
editorial.
Acción
Planear un programa de trabajo
semestral con un esquema
de financiación. La actividad se
centra en las instituciones públicas
porque con ellas es posible
sumar recursos, para extender la
actividad del Centro a todo el Estado
de México.
Meta 7
Acción
Propuesta de trabajo en coordinación
con el municipio. La focal-
Iniciar con el Ayuntamiento
de Toluca
ización en espacios públicos del
actividades de fomento
de la cultural
municipio dará presencia al CTE
en medios, con el fin de honrar el
local
nombre de la asociación.
Fuente: Hernández (2009b).
Después de esta discordia epistolar, comenzó
el periodo de Porfirio Hernández con el ánimo
de cristalizar sus proyectos. A dos días de
su toma de posesión, anunció la incorporación
de un nuevo becario, Alejandro León Meléndez,
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
cuyo proyecto Herpetario, cuentario se hizo
acreedor a la beca del Centro. Parecían soplar
vientos favorables con la incorporación del joven
creador, fundador del taller literario diezveintiocho.
No obstante, a seis meses de iniciada su gestión,
Rosa María y Martha Aguilar Sánchez, que
durante años se habían desempeñado como
asistentes del Centro, se retiraron. Esta situación
causó la molestia del asociado Abelardo
Hernández Millán, autor de Cuentos Breves, que
escribió el 28 de junio de 2010 que ya no acudiría
al CTE. En respuesta, Porfirio Hernández estableció
su postura ese mismo día:
Abelardo: “Indigna e irrespetuosa” no son los términos
que yo emplearía para describir la renuncia
de Rosa María y Martha Alicia Aguilar al Centro. El
jueves pasado ellas me adelantaron su intención. El
sábado me la confirmaron. Yo lamento su decisión,
se los dije, pero la respeto. Desde mayo, Martha
Alicia me había expresado su necesidad de separarse
del Centro. El dinero no le alcanzaba y ella
necesitaba nivelar sus ingresos, y para ello buscaba
ya otras alternativas. Le pedí unos días, pues su
decisión me resultaba sorpresiva, aunque entendía
que ninguna de sus decisiones mermaría su cariño
a la institución a la que sirvió durante los últimos
años. Aceptó; incluso me propuso algunas ideas
que vi con agrado, a fin de generar ingresos para el
Centro y para ella. Sin embargo, en los últimos días,
un malentendido surgido por la propuesta de que
una persona entrara a laborar al Centro en lugar
suyo, dio pie a que se sintieran agredidas. Me disculpé.
Pero la decisión de ambas estaba tomada. El
Centro Toluqueño de Escritores es una institución
que todos los días recibe innumerables muestras
de cariño, solidaridad y creatividad. Si sientes que
no tienes más a qué ir, Abelardo, te equivocas. Hoy
más que nunca se requiere tu presencia, como la
de todos los asociados, en el Centro. Te recuerdo
que tú votaste por renovar la mesa directiva, y eso
implicó también el compromiso de participar en el
destino del Centro Toluqueño de Escritores. Para
mí, esta decisión de Rosa María y Martha Alicia cierra
un ciclo en la vida del Centro, pero abre otro,
renovado, abierto a las transformaciones. Implicará
acuerdos, es cierto; requerirá empeño de todas
y todos, sin duda. El Centro requiere diálogo,
pero sobre todo trabajo. Nada es definitivo y para
siempre, pero la labor del Centro se acerca a esas
cualidades porque proviene de una tradición. Una
tradición que se transforma en el presente que nos
toca vivir. Ahí quiero verte, Abelardo, en la participación,
en la discusión, en el acrecentamiento
del alto valor de la libre asociación por un objetivo
común. El trabajo de Rosa María y Martha Alicia
Aguilar Sánchez es, a no dudarlo, parte del Centro
Toluqueño de Escritores, y como tal, lo agradezco
profundamente a ambas. De ninguna manera han
sido despedidas, que quede claro; Dionicio Munguía
sigue participando en el Centro. Sé que con la
partida voluntaria de ambas el Centro pierde idiosincrasia,
además de la pasión que dieron a la institución.
El lugar que se ganaron en la vida cultural
de la ciudad y del estado es incuestionable. Confío
en que su renuncia al Centro nos haga volver la vista
a la asociación civil, porque entre todas y todos
le damos vida. La responsabilidad de darle continuidad
es nuestra, porque, como cada una de las
decisiones que tomamos a diario, la hemos elegido
en este momento. Yo reitero mi compromiso con
el Centro Toluqueño de Escritores. Porfirio Hernández
Ramírez. Presidente (Hernández, 2010).
Esta situación precipitó que las actividades
del CTE se vieran temporalmente interrumpidas,
lo que causó reproches de algunos becarios. A
partir de este incidente, Porfirio Hernández no
volvió a establecer comunicación con los becarios
ni asociados. Todos los mensajes institucionales
fueron enviados por la tesorera, Elisena
Ménez Sánchez, que en 2012 sustituyó a Porfirio
Hernández en la presidencia del CTE, mientras
que Luis Antonio García Reyes se incorporó
como secretario general. Ménez Sánchez se había
integrado muy joven —frisaba los 18 años de
edad— a la quinta generación de becarios (1988)
con su poemario Carcaj de palabras. Su inclinación
literaria le venía de familia, pues su padre
era Omar Ménez Espinosa, cuya novela Las flechas
de Apolo obtuvo el Premio Internacional de
Narrativa “Ignacio Manuel Altamirano 2007”, y
su abuelo era el educador y narrador Guillermo
Ménez Servín (Herrera Arciniega, 2011), que firmaba
como “Monje Azul” en la revista Constelaciones.
Su plan de trabajo apuntó a cuatro objetivos:
organizar un remate de libros en la parte externa
de las instalaciones, a fin de recaudar fondos; organizar
presentaciones itinerantes en escuelas,
para contar con un auditorio amplio ante el cual
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
se diera lectura de obra y se asegurara, mediante
el contacto previo con los directores, la venta
de libros; activar las redes sociales del CTE y,
finalmente, la protocolización y actualización de
los nuevos estatutos, pues era imprescindible
resolver las divisiones intestinas sobre la personalidad
jurídica de los miembros del Centro.
Sobre este último, era menester realizar las
siguientes acciones:
1. Contratar los servicios de una contadora,
que revisaría el Acta Constitutiva, guiaría la
redacción de los nuevos estatutos, revisaría
los archivos fiscales y verificaría el libro de
Actas de Asambleas. Para este efecto fue
contratada la contadora pública Magdalena
Reyes.
2. Tramitar la solicitud del Testimonio original
ante el Archivo General de Notarías para
inscribir al CTE A.C. en el Instituto de la Función
Registral del Estado de México.
3. Tramitar el registro de la marca CTE ante
el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial
(IMPI).
Desenlace
El 17 de marzo de 2016 la presidenta del CTE,
Elisena Ménez Sánchez, convocó a Asamblea
Extraordinaria de becarios para abordar un único
tema en el orden del día: la continuidad del
Centro (CTE, 2016a).
Como era costumbre desde el periodo de
Eduardo Osorio, muy pocos becarios-asociados
comparecieron. En esta ocasión sólo respondieron
a la convocatoria Gustavo Guerrero, Alejandro
León Meléndez, Alfonso Vírchez, Raúl López
Camacho, Juan Luis Nutte, Juan Hinojosa Sánchez,
José Luis Herrera Arciniega, Luis Antonio
García Reyes, Sergio Ernesto Ríos, Elisena Ménez
Sánchez y Laura Zúñiga Orta. Elisena Ménez Sánchez
rindió ante la Asamblea legalmente constituida
su informe de labores nada alentador, pues
reflejaba números rojos en su operación administrativa
y una situación precaria que ponía en
riesgo la supervivencia del organismo. La entonces
presidenta se había quedado prácticamente
sola en el manejo del Centro y después fue
acosada en redes sociales e incluso en su lugar
de trabajo para que rindiera el informe citado y
dejara la presidencia en manos de Juan Hinojosa.
El acoso en redes empezó con comentarios de
“amigos” del Centro que cuestionaban por qué
el lugar estaba cerrado. El acoso en el lugar de
trabajo de Ménez Sánchez se dio en por lo menos
dos ocasiones en que, sin avisarle, acudieron
a buscarla para pedirle cuentas del Centro.
Durante su administración al frente del CTE,
Elisena Ménez Sánchez había intentado evitar la
extinción del Centro, cuyo funcionamiento languidecía
por falta de capital inclusive para gastos
elementales. Para allegarse de flujo monetario,
obsequió al Centro un acervo considerable
de su biblioteca personal, particularmente libros
editados por el Fondo Editorial del Estado de
México que el Consejo Editorial de la Administración
Pública del Estado de México (CEAPE) le
había donado por su trabajo como Coordinadora
de Corrección de Estilo Editorial y como correctora
de decenas de títulos. Asimismo, para
sufragar gastos inmediatos, puso de su bolsillo
capital 3 para solventar los costos de eventos y
actividades que organizaba el CTE.
3 De acuerdo con Jorge Arzate Salgado, son más de 20 mil
pesos, que aún se le deben.
Cuadro 4
Informe de Elisena Ménez Sánchez (17 de marzo de 2016)
Limitantes Solución Costos Beneficios
1. Carencia del
registro ante la
propiedad pública
Tramitarlo
personalmente o con
apoyo de algún notario
público, o bien, refundar
el CTE a partir de cero
El poder notarial ante René
Santín Villavicencio, quien
resguarda la documentación
del CTE, cerca de 60 mil pesos
El poder notarial con Teodoro
Sandoval Valdez, cerca de 15
mil o 20 mil
Refundar, a partir de cero, tal
vez los mismos 15 o 20 mil
pesos
Poder de acción legal, financiera
y funcional en todos los sentidos
(para solicitud de donaciones, para
la regulación y actualización ante
Hacienda, para solicitar pasantes
de servicio social o practicantes
profesionales con quienes poder
cubrir y coordinar diversas
actividades de la asociación, para
firmar convenios de coedición o
de contribución de acciones entre
asociaciones culturales…)
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
Continuación Cuadro 4
Limitantes Solución Costos Beneficios
2. Carencia de poder notarial Tramitarlo ante algún notario o refundar el CTE a partir de cero
3. Estatutos
obsoletos
4. Actualización del
comodato
5. Erogación por
pago de renta
ante la falta de
funcionamiento de la
imprenta
6. Deuda económica
con Elisena Ménez
Sánchez
Fuente: CTE (2016b).
Actualizarlos conforme
a lo requerido por
Hacienda, con
delimitaciones claras,
respecto a derechos y
obligaciones, tanto de
los asociados como de
los representantes
Llevarla a cabo, de
buena fe, con el riesgo
de que, por carecer de
poder notarial, se nos
niegue, o bien, llevarla a
cabo con poder notarial
de por medio
Venta inmediata de la
imprenta
Otro costo más ante notario
público, el registro de
propiedad pública y, en su
caso, el pago de deudas
pendientes ante Hacienda;
algún costo menor tendrá si
se refunda el CTE a partir de
cero
El costo implicaría lo
correspondiente a los gastos
de tramitación del poder
notarial, del registro ante la
propiedad pública y el registro
notarial de la actualización de
nuestros estatutos
Lo correspondiente a la
difusión de venta
Funcionalidad profesional y
comprometida de los integrantes
Certeza de permanecer con la
sede y tener la posibilidad de darle
mantenimiento al edificio para tener
un espacio digno donde realizar
nuestras labores y dónde ofrecer
nuestros servicios
Deja de haber erogación Se paga la
deuda pendiente en Zinacantepec
Pagarla $20 mil 100 pesos Se liberan de este compromiso
En este sentido, se propuso a la Asamblea
que se tomara una decisión vital: la extinción o la
continuidad. Luego de la deliberación de los asociados,
se propuso conformar una comisión de
transición, que quedó establecida así: Juan Hinojosa,
Juan Luis Nutte, Alejandro León Meléndez,
Raúl López Camacho, Gustavo Guerrero, Sergio
Ernesto Ríos y Elisena Ménez Sánchez.
Una vez adoptado el acuerdo, se procedió a
renovar la mesa directiva para el periodo 2016-
2020: Juan Hinojosa Sánchez fue electo como
presidente, Juan Luis Nutte como secretario general
y Alfonso Virchez como tesorero. La Asamblea
concluyó sus trabajos con la aspiración de
sus miembros de cobrar nuevos bríos y darle al
Centro un segundo aire, aunque el acta de esa
asamblea no fue entregada a todos los asistentes
para su respectiva firma y formalización.
De formación neurocirujano y psicólogo,
Juan Hinojosa Sánchez ingresó al CTE en la generación
de 1989 con su poemario Salumbre
que, de acuerdo con Sánchez López, “afirma su
circunstancia dentro del mundo que lo rodea o
la devela cuando ésta refleja cotidianamente todas
las contradicciones del ser” (Sánchez López,
2008: 9).
Acostumbrado más a recorrer caminos poéticos
y médicos que administrativos, se impuso
la tarea de sanear primero las finanzas del Centro
y posteriormente recuperar su vocación bajo
tres premisas: 1) Mantener su independencia, 2)
Impulsar los nuevos talentos literarios a través
de becas y premios y 3) Organizar actividades
como talleres, cursos, presentaciones de libros,
cafés literarios, entre otros (Hinojosa Sánchez,
2023).
En ese momento el presidente municipal de
Toluca era Fernando Zamora Morales (2015-
2018), con quien Hinojosa Sánchez quiso entrar
en contacto para regularizar las relaciones institucionales
entre el Centro y el Ayuntamiento,
particularmente en lo concerniente al contrato
de comodato que desde 1983 habían suscrito el
entonces alcalde Jaime Almazán Delgado y el
coordinador del CTE, Alejandro Ariceaga, mediante
el cual el Centro podía hacer uso de las
instalaciones municipales del local 9 del Edificio
“A” de la Plaza fray Andrés de Castro.
De acuerdo con Hinojosa Sánchez, Zamora
Morales envió a un funcionario municipal a entrevistarse
con él para atender su petición. A
través del enviado, le reiteró la disposición de
la administración toluqueña de seguir apoyando
al Centro con la renovación del comodato —que
nunca se firmó— y de hacerse cargo de la limpieza
del local, así como exentar al organismo
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
de los pagos de luz eléctrica y agua potable, lo
cual aceptó el dirigente. Sin embargo, le propuso
que el CTE añadiera a su denominación el
nombre de algún personaje ilustre. “Vistas así
las cosas, propuse ‘Nezahualcóyotl’ o ‘Ángel
María Garibay Kintana’. Lo que me propusieron
fue ‘Centro Toluqueño de Escritores Alfredo del
Mazo González’, por lo que negué una vez consultado
el asunto con mi directiva” (Hinojosa
Sánchez, 2023).
Después de este encuentro no hubo otro.
Posteriormente, la administración de Juan Rodolfo
Sánchez Gómez (2018-2021) ignoró al
Centro y no entabló ningún tipo de contacto. El
segundo encuentro de la directiva encabezada
por Hinojosa Sánchez con el ayuntamiento de
Toluca para normalizar los nexos institucionales
se produjo a principios de este año, con la administración
municipal de Raymundo Martínez
Carbajal (2021-2024). El coordinador de Cultura
y Turismo de Toluca, Jorge Fernando Fuentes
Zepeda, y el presidente del CTE se reunieron en
varias ocasiones en para llegar a un acuerdo institucional:
Me hizo saber que el ayuntamiento estaba en la
mejor disposición de apoyar al Centro. Que inclusive
apoyaría incorporando a su nómina a los
colaboradores que atienden la librería, realizan la
limpieza del local y supervisan las actividades cotidianas.
También me informó que el ayuntamiento
proponía absorber al Centro como una unidad municipal
y que le cediéramos parte de nuestras instalaciones
a la Coordinación de Cultura y Turismo. Le
respondí que esa decisión no dependía de mí, sino
de la Asamblea, a la cual consulté y cuya negativa
le hice saber al señor Fuentes posteriormente (Hinojosa
Sánchez, 2023).
La posición oficial del ayuntamiento, de
acuerdo con Jorge Fernando Fuentes Zepeda,
es seguir apoyando al Centro en la medida de
sus posibilidades. Aceptó que se le solicitó al
CTE que le cediera al ayuntamiento el mezanine
para que la coordinación estableciera sus oficinas
allí, pues “la anterior administración dejó un
adeudo considerable de la renta del local donde
despachaba Cultura y Turismo y tuvimos que
habilitar un espacio reducido en la biblioteca
‘José María Heredia’” (Fuentes Zepeda, 2023).
Negó sin embargo la intención del ayuntamiento
de absorber al CTE la municipalidad, aunque sí
ofreció la intención de incluir en la nómina local
a los dos colaboradores que atienden la librería.
Añadió que la misión del ayuntamiento es fortalecer
a las instituciones culturales y el apoyo
actual se sintetiza en que absorbe el pago de
servicio de agua potable (alrededor de 20 mil
pesos anuales), energía eléctrica (entre 5 y 15
mil pesos trimestrales) y la renuncia de rentar el
local 9 del edificio “A”, que representaría para la
tesorería municipal un ingreso de entre 80 y 120
mil pesos mensuales.
Durante el periodo de Sánchez Hinojosa, el
Centro disminuyó considerablemente su apoyo
a los creadores literarios, tanto por insolvencia
económica como por no concretar acuerdos
con el ayuntamiento de Toluca; asimismo, por
incomunicación entre directiva y la mayoría de
becarios y asociados, como puede apreciarse en
el cuadro 5. No obstante, ha obtenido recursos
para apoyar lo elemental.
Cuadro 5
Becarios del CTE en la etapa de Juan Hinojosa Sánchez (2016-2021)
Año Tipo de apoyo Autor apoyado Título
2017 Premio (Primer Certamen Nacional de Cuento
Breve “Los mil y un insomnios”)
Carmen Gamiño Biografía dormida en un
doblez
Premio Dán Lee Malviajes
2018 Desierto Desierto Desierto
2019 Desierto Desierto Desierto
2020 Desierto Desierto Desierto
2021 Desierto Desierto Desierto
Fuente: Centro Toluqueño de Escritores, A.C.
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AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
El 18 de mayo de 2021 el CTE denunció en
su cuenta oficial de Facebook 4 que su secretario
general en funciones, Juan Luis González Ortega,
cuyo nombre artístico es Juan Luis Nutte,
había defraudado la confianza de la Mesa Directiva
y de la Asamblea y exigía la pronta reparación
del daño. 5
El 5 de junio de 2021, en Asamblea Extraordinaria,
Juan Luis Nutte fue sustituido por el poeta
y académico Oliverio Arreola como secretario
general. Juan Hinojosa declaró a los medios que
los miembros de la mesa directiva hicieron sus
propuestas y al cabo Arreola fue elegido por
su trayectoria con más de 10 títulos publicados:
“Por el problema suscitado luego de las acciones
del compañero Nutte (Juan Luis González
Ortega), se eligió nuevo secretario, la asamblea
votó por la propuesta del compañero Oliverio
Arreola, quien es nuestro nuevo secretario” (La
Jornada Estado de México, 2021).
El 1 de julio de 2021 Oliverio Arreola creó un
grupo de WhatsApp para actualizar la información
que se generara en el CTE, confirmar los
teléfonos de los asociados y convocar por este
medio a Asambleas. En esta red social, Juan
Hinojosa Sánchez convocó a los socios activos
a Asamblea Extraordinaria el 24 de julio en la
sede del Centro. Sin embargo, al utilizar el término
“socios activos” provocó el resurgimiento
de diferencias entre los integrantes del CTE por
su tipo de membresía:
—¿Y [a] los no activos por qué nos excluyeron? —
preguntó una becaria.
—No están excluidos, pero de acuerdo con los estatutos,
sólo tienen voz y voto los socios activos,
es decir, aquellos que han ganado el premio literario
convocado por el CTE a lo largo de su historia —
respondió Juan Hinojosa, respuesta que a la luz jurídica
es incorrecta, ya que los socios son aquellos
4 De acuerdo con Laura Zúñiga Orta, la denuncia fue a todas
luces ilegal, puesto que había un acuerdo escrito con Juan
Luis González Ortega, en el que ambas partes se comprometían
a no ventilar la cuestión en redes sociales, cosa que
finalmente Juan Hinojosa y sus allegados hicieron sin consultar
a la Asamblea. Al ser consultado al respecto, Hinojosa
reconoce que se denunció públicamente a Nutte debido a
que incumplió el acuerdo al que habían llegado en la Coordinación
de Mediación, Conciliación y Justicia Restaurativa de
la Consejería Jurídica del Ayuntamiento de Toluca (N. del E.).
5 Los autores de este artículo omiten los detalles del caso
debido a que está abierto el litigio y a que las versiones de
ambas partes son opuestas, pues fueron entrevistados al respecto
tanto Juan Hinojosa como Juan Luis Nutte.
que firmaron el acta constitutiva de 2001, cuando
el Centro se convirtió en A.C. y en todo caso los
que han ganado cualquier premio literario convocado
por el organismo son becarios.
—Saludos cordiales. Pregunta: ¿la beca de invierno
para prosa poética es considerada como premio
literario del CTE? —terció otra becaria.
—Si el concurso fue convocado por el Centro y tú
lo ganaste, esto te da la calidad de socia —zanjó
Hinojosa.
Por causa de la pandemia, la Asamblea se
llevó a cabo de manera virtual, vía Zoom, para
abordar el asunto de Juan Luis Nutte, pero también
comenzó a escribirse otra división entre los
integrantes del Centro: la legitimidad de Oliverio
Arreola como secretario general.
En 2003, el poeta publicó Pasión de caza.
Para algunas fuentes, el poemario fue producto
del premio estatal convocado por el Centro Toluqueño
de Escritores (Pineda, 2017) o el CTE es
la casa editora (ELEM, s.f.). Lo cierto es que esta
situación provocó una discordia al tal punto que
fuera destituido Arreola. En su lugar fue electo
Sergio Ernesto Ríos.
A principios de noviembre de 2021 el CTE
convocó a Asamblea Extraordinaria, aunque no
a través del ya habitual canal de comunicación
WhatsApp, por lo que algunas becarias se cuestionaron
la función de esta red social, pues no
fueron convocadas a la asamblea en la que Oliverio
Arreola fue sustituido como secretario general
por Sergio Ernesto Ríos. La ex secretaria
del Centro, Laura Zúñiga Orta aprovechó el canal
para solicitar a Ríos abordar el asunto, pues
“decidieron que Oliverio no era becario y, por
lo tanto, secretario” (CTE, 2021). El flamante secretario
respondió: “La convocatoria y asamblea
la organizó el doctor Juan Hinojosa hace un par
de semanas. En esta asamblea fui propuesto y
votado como secretario. Y en el caso de Oliverio
ganó un premio, José María Heredia, que justo
Francisco Javier Estrada convocó y nos aclaró
que no tenía nada que ver con el CTE”.
Oliverio Arreola se enteró entonces de su revocación
por este canal. Comentó que los asuntos
del Centro Toluqueño de Escritores debieran
ser sólo de sus integrantes (legales y de derecho),
conforme la ley, el acta constitutiva y su
experiencia como abogado. Respecto a su revocación
sin ser convocado, añadió que desde
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
2006 en adelante, ningún becario que no esté
en el acta constitutiva puede tener un cargo
dentro de la institución.
A finales de 2021 el CTE lanzó sus convocatorias
para becar a noveles escritores de narrativa
y poesía (imagen 4). Así, 8 escritores jóvenes se
alzaron con la beca (cuadro 6) y al momento de
escribir este artículo ya concluyeron su tutoría
(Sergio Ernesto Ríos asesoró en poesía y Alonso
Guzmán en narrativa), pero no hay certeza
financiera de que sus proyectos sean publicados.
De acuerdo con Juan Hinojosa, la editorial
Diablura Ediciones se ofreció a editar los libros
de los becarios, pero no existe por el momento
ningún convenio de colaboración.
Imagen 4
Convocatoria Becas de Tutoría
para Narrativa Generación 2022
Fuente: CTE (2021).
Cuadro 6
Becarios del CTE en la etapa de Juan Hinojosa Sánchez (2022)
Año Tipo de apoyo Autor apoyado Título
Beca de tutoría en
narrativa 2022
Ana Hurtado Pliego (Toluca)
Anacaren Pérez Ramírez
(Ixtapaluca)
Claudia Elizabeth Mendoza
Cruz (Toluca)
Julio César Calleros
Rodríguez (Metepec)
Afrofonías
Los códigos de la expresión
Abismo
Algo sobre la sangre
2022
Jacqueline Cole García
(Metepec)
Nadando en un tacón
Beca de tutoría en
poesía 2022
Alexa Apsahra Ulloa
Martínez (Tepotzotlán)
América Nieto Monroy
(Toluca)
Alexei Sánchez González
(Toluca)
La vida es un sentimiento de estar triste
Mentirosa
Allí viene el metro
Fuente: Centro Toluqueño de Escritores, A.C.
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AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
Epílogo
Para Jorge Arzate Salgado, vale la pena hacer
una valoración de la contribución del CTE a la
literatura nacional, estatal y local; así como su
contribución a la cultura de Toluca como acto
moral y de justicia para el CTE. Para el becario,
esto es muy relevante porque la cuestión es estimar
al CTE como una institución valiosa y que
debería ser rescatada como patrimonio cultural
de Toluca. El Centro es la única institución cultural
que, a pesar de todo, ha resistido 40 años
como tal. Castro Ricalde (2001), por ejemplo,
realiza una revisión de la contribución de las escritoras
del Centro.
El presente artículo no pretende erigirse
como un tribunal de la historia del Centro Toluqueño
de Escritores, reivindicar los aspectos positivos
de su papel como organismo ciudadano
ni provocar limosnas de odio, sino actualizar la
discusión política y social en torno a su quehacer
y sus perspectivas. No hay, pues, ningún ánimo
justiciero, pues su concepto de asociación
civil es difuso en las ciencias sociales, y el hecho
de haber ingresado en el discurso político ha limitado
aún más su aplicabilidad en el campo de
la investigación académica.
Quizás la pregunta principal, después de este
recorrido histórico, es cómo asegurarse de la
existencia del Centro en una comunidad literaria
donde coexisten miembros que difieren, compiten
y comparten el espacio y el tiempo sociales
en los cuales determinan y realizan su realidad
social. En este sentido, es necesario comprender
las tensiones y contradicciones que genera y
puede alcanzar y soportar (Paredes, 2007).
Como se ha demostrado, la democracia en el
CTE ha acusado una participación limitada. De
hecho, el único proceso democrático conforme
a sus estatutos ha sido la elección de la mesa
directiva encabezada por Porfirio Hernández.
Sin embargo, una práctica democrática, aunque
condición necesaria, no es suficiente para una
asociación civil fuerte. La omisión de la convocatoria
para renovar su mesa directiva, un adeudo
desde 2020, impide la abolición de privilegios
adscriptivos.
En cuanto a su autorregulación, se han soslayado
la aportaciones de los contrapesos de
los actores directivos, fuerzas que involucrarían
a los miembros del CTE en la esfera de su acción
que impedirían la centralización del poder.
También es justo decir que no hay una auto-organización
de grupos voluntarios fuertes y autónomos
que contrabalancean a los directivos
del Centro.
Finalmente, en cuanto a su autonomía, es imposible
lograrla en tanto no se resuelva su concepción
jurídica y se establezca su sostenimiento
económico viable. Sus miembros son fuertes
pero constituyen unidades asociativas independientes
basadas en afectividades, ligadas por intereses
instrumentales o valorativos (Waisman,
2006: 63).
En resumen, se concluye lo siguiente:
1. La inexistencia de identidad de grupo. Al
investigar por qué los mexicanos se asocian y
participan en organizaciones civiles, Somuano
(2012) establece que aunque no hay una
teoría que explique las razones, debido a sus
variables psico-sociológicas, sí puede subrayarse
que la participación en organizaciones
ciudadanas depende del tiempo, del interés
en la comunidad y de la identidad de grupo.
Como se ha demostrado, la gran mayoría de
los miembros del Centro sólo se conformó
con ver su obra publicada y no participó jamás
en reuniones ni asambleas; además, nunca
ha habido una Asamblea en la que estuvieran
presentes todos los asociados y becarios
y otros esporádicamente intervienen de voz
pero no de obra en redes sociales o comunicaciones
internas.
2. La carente profesionalización de gestión
cultural de los directivos. No hay una planificación
estratégica con base en la prospectiva,
si bien se cuenta con algunos atisbos
que terminaron por no cuajar, como los de
Porfirio Hernández, Elisena Ménez Sánchez y
Juan Hinojosa. ¿Por qué no se consolidaron?
Su análisis sería tema de otro trabajo de investigación
que estudie el modelo de gobernanza
del gobierno local compartida con los
agentes culturales. Lo cierto es que hoy en
día, las estrategias prospectivas son resultado
de un riguroso proceso de reflexión anticipativa
con base en micro y macrocategorías
que respaldan el sistema de acción resultante
(Portillo y Contreras, 2013).
3. La dependencia del gobierno municipal.
En teoría, el Centro Toluqueño de Escrito-
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 405-428
res es independiente, pues así lo señalan los
estatutos. Sin embargo, en la práctica sigue
dependiendo para su subsistencia elemental
del ayuntamiento de Toluca, que ha preferido
no interferir en sus actividades. El CTE ha
sido huésped de diferentes visiones políticas
—PRI, PAN y Morena— y ninguna administración
ha refrendado el contrato de comodato,
que se constituye como una situación
de riesgo. Para revertir esta situación debe
haber una responsabilidad social corporativa
que genere rentabilidad económica y reputación
social sólida y ello implica la reanudación
de las conversaciones entre la asociación y
el ayuntamiento de Toluca para definir los
límites del patrocinio y del mecenazgo. La
imagen pública es consecuencia directa del
grado de asunción de responsabilidad social
y tanto Juan Hinojosa como Raymundo Martínez
Carbajal deben reconocer como norma
de cultura en sociedad que las organizaciones
deben acomodar su comportamiento a
los requerimientos sociales (Solano Santos,
2009).
4. La obsolescencia de sus estatutos. A partir
de un error de origen, el acta constitutiva del
Centro ha sido más que letra muerta. Incapaz
de operar administrativamente, el CTE se
debe imponer rigurosamente la actualización
de sus normas, que sean incluyentes, adecuadas
a los tiempos fiscales actuales y sobre
todo, bajo la supervisión de un agente profesional
y no un becario o asociado.
5. Seguir operando sin una clara intencionalidad
política. En este artículo se omitieron los
comentarios de becarios y asociados relacionados
con partidos políticos, lo cual ha causado
divisiones intestinas. La intencionalidad
política, sin embargo, no tiene que ver con
filiaciones partidistas, sino con la gestión de
las diferencias, que es la vocación de la política,
de acuerdo con nuestra experiencia. Ello
implica tomar una decisión, por lo pronto: la
aplicación de la norma elemental de toda asociación
civil, que es el cobro de membresía, lo
cual nunca ha sucedido. Éste es un ejemplo
de la inexistencia de intencionalidad política.
6. Saciedad semántica del CTE. La marca
ha sido reducida a una enunciación hueca,
sin significado ni capacidad de convocatoria.
En la mayoría de los casos, los becarios y
los asociados expresan sus buenos deseos y
su apoyo incondicional al centro, pero en la
práctica es una retórica vacía, sin hechos que
respalden los dichos.
El panorama expuesto exige la respuesta,
en principio, de sus asociados y becarios, para
que se cuestionen el rumbo que debe tomar el
Centro hacia una política cultural renovada, incluyente,
participativa, madura y responsable
de sus errores y tropiezos. Cabe preguntarse si
debe subvencionarse de nuevo al ayuntamiento,
renovar los órganos de decisión (en 2020 no se
convocó a elecciones) y figurar decididamente
en la vida pública o seguir contribuyendo a su
saturación semántica y con ello a su inevitable
extinción o interrupción total de actividades. El
panorama es complicado, pues de acuerdo con
el presidente actual, Juan Hinojosa Sánchez, no
ha sido posible convocar a elecciones por la ausencia
de su secretario general, Sergio Ernesto
Ríos, y de su tesorero, Alfonso Virchez.
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Aceptado: 16 de abril de 2023.
Publicado: 4 de septiembre de 2023.
Gustavo Abel Guerrero-Rodríguez
Es doctor en Humanidades: Estudios Literarios,
por la Universidad Autónoma del Estado de México.
Actualmente se desempeña como docente
investigador en el Instituto Superior de Ciencias
de la Educación del Estado de México (ISCEEM).
Sus líneas de investigación son: Metodología de
la Investigación Educativa, Psicoanálisis y literatura,
Pragma-dialéctica y Didáctica del Español.
Entre sus publicaciones más recientes destacan,
como autor: Del lamento al olvido, Ciudad
de México, FOEM (2023), Abecé de lo esquizo,
Ciudad de México, FOEM (2021); “Camada maldita
como literatura menor: el pueblo que hacía
falta”, Contribuciones desde Coatepec, núm.
32, Toluca, Universidad Autónoma del Estado
de México-Facultad de Humanidades, pp. 17-30
(2017); como coautor: “Los renglones torcidos
de la tesis: análisis conceptual”, Pálido punto de
luz. Claroscuros en la educación, núm. 149, Toluca,
Pálido punto de luz, pp. 1-19 (2023).
María de Lourdes Alejandra Ángeles Morales
Estudió la licenciatura en Historia en la Universidad
Autónoma del Estado de México (UAEMéx).
Sus líneas de investigación son: Historia, Historia
intelectual, Historia de la vida cotidiana y de la
educación, Historia del Arte e Historia y género.
Entre sus más recientes publicaciones destacan,
como autora: “La pintura mural en la capilla
de La Letanía en Dolores Hidalgo, Guanajuato.
Ejemplo del uso del grabado en la pintura del
siglo XVIII”, Pensamiento novohispano, núm. 20,
Toluca, UAEMéx-Instituto de Estudios Sobre
la Universidad, pp. 323-336 (2019); “La educación
socialista durante el Cardenismo en Toluca
(1934-1940)”, Revista ISCEEM. Reflexiones en
torno a la educación, núm. 29, Toluca, ISCEEM,
pp. 121-132 (2020); como coautora: Voces y Rostros
de Mujeres del Estado de México, Toluca,
Gobierno del Estado de México-Secretaría de
las Mujeres (2023).
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GUSTAVO ABEL GUERRERO-RODRÍGUEZ Y MARÍA DE LOURDES ALEJANDRA ÁNGELES MORALES, DEMOCRACIA,
AUTORREGULACIÓN Y AUTONOMÍA: LOS GRANDES DESAFÍOS DEL CENTRO TOLUQUEÑO DE ESCRITORES
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KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 429-444
DOI: http://dx.doi.org/10.22136/korpus212023143
FORTALEZAS Y DEBILIDADES
DE LOS REFERÉNDUMS EN EL AUGE
DE LA DEMOCRACIA DIRECTA EN MÉXICO
STRENGTHS AND WEAKNESSES
OF REFERENDUMS IN THE RISE
OF DIRECT DEMOCRACY IN MEXICO
Marco César Ojeda Castro
orcid.org/0000-0002-6559-0545
Universidad Autónoma de Occidente
México
marco.ojeda@uadeo.mx
Abstract
This article is part of the recent interest that has arisen in the country for direct
democracy and the holding of popular consultations on public issues since its
promotion since 2018 by the government of the Republic. For this, a comparative
study is made between the states of Sinaloa and Jalisco to analyze the strengths and
weaknesses of the referendums and plebiscites contemplated in their legislation. The
results of this research and its reform proposals seek to serve as support for future
studies on the laws in the country that also require strengthening its instruments for
citizen participation.
Keywords: Referendums; Plebiscites; Citizen Participation.
Resumen
El presente artículo se enmarca en el reciente interés surgido en el país por la democracia
directa y la celebración de consultas populares sobre temas públicos a partir
de su promoción desde 2018 por el Gobierno de la República. Para ello, se hace un
estudio comparativo entre los estados de Sinaloa y Jalisco para analizar fortalezas
y debilidades de los referéndums y plebiscitos contemplados en sus legislaciones.
Los resultados de esta investigación y sus propuestas de reformas buscan servir de
apoyo para futuros estudios sobre las legislaciones en el país que requieran también
fortalecer sus instrumentos de participación ciudadana.
Palabras clave: Referéndums; Plebiscitos; Participación Ciudadana.
429

MARCO CÉSAR OJEDA CASTRO, FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS REFERÉNDUMS
EN EL AUGE DE LA DEMOCRACIA DIRECTA EN MÉXICO
Introducción
México vive a partir de 2018 un resurgimiento de
la democracia directa con la realización de consultas
populares y referéndums promovidos por
el gobierno del presidente Andrés Manuel López
Obrador para que los ciudadanos expresen sus
opiniones sobre diversos temas, siendo el caso
más emblemático hasta el momento el referéndum
revocatorio celebrado el 10 de abril de 2022
en el que los mexicanos se pronunciaron sobre
la revocación de mandato o continuidad en el
cargo del Presidente de la República, realizado
por primera vez gracias a la reforma constitucional
de 2019 que incorporó este mecanismo
de democracia directa tanto en la Constitución
federal como en las estatales.
Previo a este resurgimiento, México ya había
dado unos primeros pasos en la legislación de
democracia directa, pero sólo aplicable al entonces
Departamento del Distrito Federal. Téllez
Cuevas (2021) cita que de 1977 a 1996 estuvo
vigente en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos la figura del referéndum
para que los ciudadanos de la capital del
país pudieran expresarse sobre leyes aprobadas
por la Asamblea de Representantes, disposición
que finalmente fue derogada ante su falta de
uso. Enseguida, en 1997 se incorporó la figura
del plebiscito en el Estatuto del Distrito Federal
para facultar al Ejecutivo a convocar a consultas
públicas sobre acciones del Gobierno de la Ciudad
de México (Carbonell, 2017).
Tras esos precedentes legales, la voluntad
actual del presidente López Obrador por alentar
el involucramiento del pueblo en la toma de
decisiones sobre temas nacionales o regionales
de importancia política, económica y social, ha
despertado el interés de actores políticos, académicos
y ciudadanos organizados sobre la necesidad
de fortalecer la democracia directa y
sus mecanismos que la hacen posible, como lo
es por excelencia la figura del referéndum en sus
tres tipos (constitucional, ad hoc y activado por
los ciudadanos), según la tipología definida por
Qvortrup (2017) y McKay (2023).
Ambos autores coinciden en que el referéndum
ad hoc también es conocido como plebiscito,
y su característica distintiva es que, por
lo general, es convocado por las autoridades
ante temas de su interés y en las condiciones
que los propios gobernantes fijan de manera
discrecional.
El estado de Sinaloa, objeto de esta investigación,
ha sido escenario de dos de estas consultas
organizadas en 2020 y 2021, ambas del
mismo tema, por la Secretaría de Gobernación y
otras dependencias federales sobre la construcción
de una planta de fertilizantes en la bahía de
Topolobampo, municipio de Ahome, registrándose
en la primera de ellas una alta participación
de casi 40 mil ciudadanos de la región colindante
que acudieron a emitir su voto y respaldaron
en su gran mayoría la edificación de la factoría.
En ese propósito de fortalecer la democracia
directa es necesario advertir, sin embargo, que
Sinaloa cuenta aún con un marco jurídico deficiente
que no alienta la participación ciudadana
al hacer muy difícil por los requisitos de ley que
los ciudadanos propongan y logren la realización
de referéndums o plebiscitos sobre temas
públicos de su interés, de ahí que las consultas
celebradas hasta el momento en el estado, siete
en total, hayan sido solamente promovidas por
las autoridades ejecutivas o legislativas (en su
tipo top down) y no surgidas desde la sociedad
(en su tipo bottom up).
Lo anterior se debe a que la legislación sinaloense
en la materia, la Ley de Participación Ciudadana
del Estado de Sinaloa, entre otras cosas,
condiciona a que los referéndums y plebiscitos
deben celebrarse de manera concurrente con la
elección constitucional de cada tres años, lo que
hace inviable tramitar algún asunto público cuya
resolución sea apremiante o al menos necesite
dirimirse antes de la siguiente jornada electoral.
Por ello, el autor de este artículo propuso en
su calidad de ciudadano, académico y miembro
del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia
y Tecnología (Conahcyt) una iniciativa de reformas
a dicha ley para eliminar la concurrencia
de los referéndums y plebiscitos con la elección
constitucional, y fijar un plazo de 90 días naturales
para su realización a partir de que las solicitudes
sean aprobadas por el instituto electoral
encargado de la organización de las consultas.
La iniciativa fue aceptada para su trámite legislativo,
recibió la primera lectura ante el pleno del
Congreso del Estado el 30 de junio de 2022, y se
encuentra a la fecha en el proceso de discusión
en comisiones.
430

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 429-444
Desde el punto de vista académico, en este
artículo se analizan las inconsistencias que presenta
la Ley de Participación Ciudadana del Estado
de Sinaloa confrontándola con la legislación
similar del estado de Jalisco a través del
método comparativo (Lijphart, 2014) que sugiere
la confrontación de por lo menos dos casos
que guarden similitudes y diferencias, y con la
técnica del análisis de contenido no frecuencial
(Piñuel Raigada, 2002), para comparar cinco categorías
de análisis entre ambas, como son: a)
porcentajes de firmas ciudadanas para activar
los referéndums y plebiscitos; b) porcentajes de
participación ciudadana requeridos; c) fechas
previstas para la celebración de las consultas; d)
previsión de referéndums constitucionales, y e)
efectos suspensivos de los actos de gobierno o
legislaciones recusadas. El resultado se muestra
en tablas comparativas con sus respectivas interpretaciones.
En la comparación se optó por Jalisco porque
entre las similitudes que tiene con Sinaloa
está el haber incorporado los mecanismos de
democracia directa del referéndum y plebiscito
a su Constitución y leyes secundarias prácticamente
en el mismo periodo que Sinaloa, con
una diferencia entre ambos de sólo seis años, de
1995 a 2001.
Además, como lo plantea Collier (1992), muchos
académicos están de acuerdo en que los
casos a confrontar en el método comparativo
deberían ser seleccionados en respuesta a los
requisitos analíticos de proyectos de investigación
particulares, más que con base en la proximidad
geográfica que, en el mejor de los casos,
es frecuentemente un pobre sustituto para la armonización
analítica. Por esta razón se seleccionó
a Jalisco, y no a entidades vecinas de Sinaloa,
como serían Sonora, Durango o Nayarit.
Con el resultado de este análisis se persigue
el objetivo de reflexionar, desde la óptica de la
academia y no de la política, sobre las debilidades
que muestra el marco jurídico de Sinaloa
en materia de participación ciudadana; advertir
sobre la necesidad de reformar la Ley de Participación
Ciudadana del Estado de Sinaloa en
aspectos puntuales que inhiben precisamente la
activación de los ciudadanos en los asuntos públicos;
y ser un elemento académico de apoyo
que sirva para futuros análisis y adecuaciones,
en su caso, a legislaciones similares del resto del
país que adolezcan de la misma problemática
aquí estudiada.
Ventajas y desventajas
de los referéndums
El origen de los referéndums está ligado al origen
mismo de la democracia en la era moderna,
al haber sido los primeros instrumentos de
participación ciudadana utilizados en las dos
primeras democracias surgidas en el siglo XVIII
a raíz de la Independencia de Estados Unidos en
1776 y de la Revolución francesa en 1789. Spencer
McKay (2023) señala como primer antecedente
del uso de los referéndums el registrado
en el estado de Massachusetts para aprobar en
1779 la Constitución de dicho estado americano,
y coincide con Liubomir Topaloff (2017) al indicar
que también en Francia durante los primeros
años de la proclamación de la República se utilizó
el referéndum para que los ciudadanos sancionaran
la nueva Constitución del país a partir
de 1792.
El referéndum fue así una primera manifestación
de que la soberanía reside en el pueblo
en toda democracia, y que es éste como depositario
de la soberanía el que debe sancionar en
última instancia la Constitución como ley suprema
de un país. Estas primeras prácticas dieron
paso a que hoy en día sean obligatorios los referéndums
constitucionales para que el pueblo
sancione cualquier reforma a su carta magna
en democracias occidentales. De esa manera,
según Matt Qvortrup (2017), se cumple el ideal
propuesto en 1885 por el teórico inglés Albert
Venn Dicey de concebir a los referéndums como
un auténtico veto del pueblo: “Este nombre es
bueno [veto del pueblo], nos recuerda que el
principal uso del referéndum es evitar la aprobación
de cualquier ley importante que no ordene
la sanción de los electores” (Dicey, 1982: cix).
Qvortrup (2017) y McKay (2023) señalan
que hay tres tipos de referéndums: los constitucionales,
los ad hoc y los promovidos por los
ciudadanos. En el caso de los primeros, éstos
se activan automáticamente ante reformas a la
Constitución, son obligatorios, y su propósito es
proteger a los ciudadanos de las prisas legislativas
de los representantes populares. Esta modalidad
es muy positiva y corresponde a ese ideal
de reconocer al pueblo como el verdadero so-
431

MARCO CÉSAR OJEDA CASTRO, FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS REFERÉNDUMS
EN EL AUGE DE LA DEMOCRACIA DIRECTA EN MÉXICO
berano. Sin embargo, los problemas comienzan
con el segundo tipo, con los referéndums ad hoc
o comúnmente llamados plebiscitos, los cuales
son convocados por la autoridad ejecutiva o legislativa
ante cualquier tema de interés general
y conforme a sus propios plazos, condiciones y,
sobre todo, intereses particulares.
Ciertamente, éste no es un problema nuevo.
Isser Woloch (2013) cita que esta tradición de
utilizar los plebiscitos para satisfacer intereses
particulares de los gobernantes inició en la misma
Francia desde los tiempos de Napoleón Bonaparte,
al someter a plebiscito en 1799 su continuación
como primer cónsul de la República a
pesar de que la Constitución se lo prohibía. El
voto a su favor fue tan abrumador, agregó Carl
Schmitt en 1928 en su obra Teoría constitucional,
porque los franceses sólo legitimaron una decisión
que ya había sido tomada por Napoleón:
El “sí” de los ciudadanos franceses en el plebiscito
napoleónico se explica por completo, independientemente
de la campaña del gobierno, por el hecho
de que en realidad era un hecho consumado y que
la decisión ya había sido tomada. Un “no” aquí habría
contenido una nueva decisión política de consecuencias
impredecibles. Era más fácil decir “sí”,
y por lo tanto la mayoría dijo “sí” (Schmitt, 2008:
305).
De esa manera, McKay (2023), Qvortrup
(2017), Topaloff (2017) y Juan J. Linz (2000)
coinciden en que los plebiscitos, o referéndums
ad hoc, suelen emplearse para legitimar al gobernante
o para ratificar decisiones ya tomadas,
dado que la autoridad tiene una gran libertad
para decidir qué temas someter a consulta,
cómo los plantea y la forma como se desarrollará
la votación con sus plazos y requisitos, lo que
arroja generalmente como resultado que la decisión
expresada por los ciudadanos sea la esperada
por la autoridad. En el referéndum, añade
Schmitt (2008), el resultado se construye desde
el modo de plantear la pregunta.
Otra de las críticas hechas a los referéndums
ad hoc es que son herramientas valiosas para
los partidarios del populismo, como los describe
Topaloff (2017):
[…] que han adoptado una retórica populista de
superioridad moral, denunciando la política tradicional
como “corrupta” y llamando a “devolverle el
poder al pueblo”. Se posicionan a sí mismos como
los únicos voceros auténticos “del pueblo” y describen
los referéndums como la única expresión
legítima de la voluntad popular soberana. Sobre la
marcha, también se adjudican a sí mismos el derecho
de decidir quién es parte del pueblo y quién no
(Topaloff, 2017: 134).
En esa lógica del populismo como forma
de gobierno, los referéndums ad hoc cumplen
la función de legitimar al gobernante y asegurar
su concentración de poder con el pretendido
respaldo popular, como lo afirman Mariano
Sánchez-Talanquer y Kenneth Greene (2021) en
ocasión del referéndum de revocación de mandato
promovido por el presidente de México,
Andrés Manuel López Obrador, y efectuado el
10 de abril de 2022: “Construyó una conexión
personal con muchos votantes, que profundiza
al concentrar la autoridad en el poder ejecutivo.
AMLO muestra mínimo interés en construir
un partido con una vida institucional propia que
pudiera limitar su poder personal” (Sánchez-Talanquer
y Greene, 2021: 65).
En cuanto a la tercera modalidad de los referéndums,
los convocados por los ciudadanos,
éstos corresponden al tipo bottom up que
surgen desde la sociedad hacia la autoridad y
la obligan a fuerza de firmas ciudadanas a someter
a consulta algún tema de interés público.
Entraña esta modalidad un empoderamiento
ciudadano y la manifestación por excelencia del
espíritu de la democracia directa, al mostrar el
pueblo organizado la suficiente fuerza para hacer
vinculantes sus demandas y orillar a la autoridad
a modificar planes o acciones de gobierno
conforme el sentir popular.
Yanina Welp y Uwe Serdült (2012), Daniel Zovatto
(2010) y David Altman (2005) sostienen
que ésta es la mejor forma de que los ciudadanos
puedan exigir a sus representantes un desempeño
eficiente del gobierno, manteniendo
un control social que va desde la inclusión en
la toma de decisiones públicas hasta los casos
extremos de revocación de mandato de autoridades
que incurran en incumplimientos o faltas
graves. Arthur Lupia y John Matsusaka (2004)
añaden que esto beneficia también al propio gobierno
porque esta calidad de ciudadanía educada
a través de la democracia directa conlle-
432

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 429-444
va a las autoridades representativas a gobernar
con mayor eficacia.
Sin embargo, en la discusión académica se
ha insistido también en no idealizar los referéndums
convocados por los ciudadanos como la
mejor expresión de la democracia, dado que
esta forma de participación también muestra
debilidades. John Higley e Ian McAllister (2002)
y John Parkinson (2003) ponen en duda que el
común del ciudadano consultado pueda tomar
decisiones con cierto nivel de cualificación educativa,
ya que en sociedades grandes como las
actuales una participación deliberativa adecuada
es extremadamente inverosímil para todos
aquellos a los que afecta la decisión colectiva, lo
que genera el riesgo de que los electores sean
manipulados por las élites políticas.
Estos cuestionamientos tampoco son nuevos.
Desde el siglo XX Walter Lippmann advertía
que los ciudadanos prestan poca atención a los
asuntos públicos y los dejan en manos de los expertos
políticos de los temas y de los responsables
de la administración pública, a quienes califica
como los ciudadanos “de dentro”, que son
los especialistas de la política y los profesionales
de la burocracia, los que poseen la experticia:
Sin embargo, los ciudadanos “de fuera”, y todos
lo somos en relación a prácticamente todos los
aspectos de la vida moderna, no disponemos de
tiempo, ni prestamos atención, ni mostramos interés,
ni tenemos el conocimiento necesario para formarnos
opiniones específicas al respecto. Es en los
“de dentro”, trabajando en las mejores condiciones
posibles, en quienes debe recaer la administración
diaria de la sociedad (Lippmann, 2003: 400).
Estos puntos de vista que Lippmann exponía
en su obra crítica La opinión pública, en 1922,
los compartía Carl Schmitt al sostener de igual
modo que es indiscutible que la masa de ciudadanos
a menudo no está adecuadamente instruida
y carece de la experticia necesaria para
formularse juicios acerca de temas especializados,
a pesar de que en un sistema democrático
se parte del supuesto de que el pueblo está capacitado
para tomar todas las decisiones políticas
por cuanto que es el verdadero soberano.
Pero al igual que lo afirmado por Lippmann,
el sentido de la crítica de Schmitt no radicaba
tanto en la capacidad de los ciudadanos, sino en
su voluntad de participar, lo que originaba a su
entender que sólo una minoría de personas estuviera
interesada en participar en los asuntos
públicos. “La opinión pública generalmente sólo
es transmitida por una minoría del pueblo activa
e interesada políticamente, mientras que la gran
mayoría de los ciudadanos facultados para votar
no están interesados en la política” (Schmitt,
2008: 304).
A este respecto, Robert Dahl (1992) responde
que el problema de la democracia no es ese,
porque sería un error pretender que en un sistema
democrático todos los ciudadanos participen
y que todos tengan la experticia para juzgar los
asuntos públicos, lo que resultaría imposible, sino
que lo necesario, en cambio, es que exista una
numerosa masa crítica de ciudadanos que encabecen
la interacción con las autoridades, planteen
los problemas públicos y estimulen al resto
de la sociedad a interesarse en la cosa pública.
La eficacia del proceso de aproximaciones sucesivas
no requiere que todos los ciudadanos estén
bien informados sobre cada asunto fundamental y
obren en consecuencia; un requisito de esta índole
sería tan imposible de cumplir en una Poliarquía
III como en una Poliarquía II. Lo que en cambio se
precisa es una “masa crítica” de ciudadanos bien
informados, lo bastante numerosa y activa como
para estabilizar y afianzar el proceso —“un público
atento”, según la expresión usada por Gabriel Almond
hace muchos años (1950, pp. 139, 228, 233)—
(Dahl, 1992: 407).
Esta “masa crítica” o “público atento” parte
por ello de la necesidad de superar esa insuficiencia
de la democracia, como lo es el fenómeno
de la “democracia delegativa” planteado por
Guillermo O’Donnell (1994), en la que, una vez
transcurrido el proceso electoral, el pueblo deja
gobernar a la autoridad como crea conveniente,
bajo la creencia de que se ha elegido a la mejor
opción que satisfará el interés general, principalmente
en los países subdesarrollados.
Por ello, otros autores como Alicia Ziccardi
(2010) y Joan Font (2004) consideran fundamental
el empoderamiento ciudadano para mantener
una interacción permanente con el Estado,
es decir, superar la fase meramente electoral de
la democracia representativa y complementarla
con una participación ciudadana constante a
433

MARCO CÉSAR OJEDA CASTRO, FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS REFERÉNDUMS
EN EL AUGE DE LA DEMOCRACIA DIRECTA EN MÉXICO
través de la deliberación e inclusión en los asuntos
públicos.
Esta falta de una mayor participación ciudadana
es otra de las debilidades que afecta a los referéndums
convocados por los ciudadanos, ya que
las autoridades ejecutivas o legislativas que acceden
a someter un asunto público activado en la
modalidad bottom up, por lo general fijan porcentajes
de participación elevados que hacen fracasar
los intentos vinculantes de los grupos promotores
acerca de los temas públicos planteados.
Qvortrup (2017) sostiene sobre el particular
que además de los países europeos de Suiza
y Liechtenstein, los únicos ejemplos exitosos
de legislaciones de nivel nacional propuestas y
aprobadas por el pueblo son tres iniciativas en
Uruguay y dos más en Hungría, y que la baja
tasa de éxito en estos referéndums bottom up
se debe generalmente a los altos requerimientos
de participación ciudadana.
Finalmente, expuestas estas ventajas y debilidades
de los tres tipos de referéndums (constitucionales,
ad hoc —también llamados plebiscitos—
y convocados por los ciudadanos), así
como del uso populista que se le puede dar
por algunos gobernantes, estos instrumentos
cumplen pese a ello su función de fortalecer la
democracia y muestran el camino de la participación
ciudadana en el que se debe seguir avanzando,
en el entendido de que lo logrado hoy en
día es la evidencia de los rezagos superados de
ayer. “Los referéndums, en su conjunto, tienden
a servir como una garantía democrática. A pesar
de sus muchos defectos, el referéndum es, en
suma, un mecanismo para el fortalecimiento de
la democracia” (Qvortrup, 2017: 151).
Método
Esta investigación pretende contribuir con un
estudio actualizado sobre la experiencia de Sinaloa
en materia de referéndums y plebiscitos,
que pudiera servir como apoyo para futuras
investigaciones nacionales en el tema de la democracia
directa, pero para lograr este objetivo
no basta con hacer un estudio endógeno de la
entidad, sino más bien tomar como referentes
otros estados y establecer una comparación que
nos permita determinar cuál es la situación que
guarda Sinaloa respecto a la implementación de
estos instrumentos de participación ciudadana.
Siguiendo el método comparativo propuesto
por Arend Lijphart (2014), que consiste en
el análisis de un pequeño número de casos a
comparar, por lo menos dos, que sin aspirar a
un análisis estadístico convencional sí permita la
comprensión del fenómeno a través del registro
de similitudes y diferencias entre los casos, se
optó por seleccionar al estado de Jalisco para
analizar su experiencia en referéndums y plebiscitos
con tal de confrontar la hipótesis de que
Sinaloa mantiene un marco jurídico deficiente
en estos instrumentos de participación ciudadana
a la luz de una comparación con otras entidades
del país con mejores condiciones.
Aníbal Pérez-Liñán (2008) destaca la importancia
en el método comparativo de analizar un
caso positivo junto con otro negativo, porque las
diferencias es lo que permite hacer inferencias
para explicar el fenómeno, más que las similitudes.
Por ello, y ante el conocimiento preliminar
que ubica a Jalisco como un caso positivo, se
optó por esta entidad del occidente del país que
entre las similitudes que tiene con Sinaloa está
el haber incorporado los mecanismos de democracia
directa del referéndum y plebiscito a su
Constitución y leyes secundarias prácticamente
en el mismo periodo que Sinaloa, con una diferencia
entre ambos de sólo seis años, de 1995 a
2001.
De esa manera, el método comparativo se
aplica al presente estudio mediante la técnica
de análisis de contenido no frecuencial de los
marcos jurídicos de Sinaloa y Jalisco en materia
de referéndums y plebiscitos, que como propone
José Manuel Piñuel Raigada (2002) es un
análisis más bien cualitativo y no cuantitativo,
que registra la presencia o ausencia de las categorías
estudiadas en los dos marcos jurídicos y
las compara en su contenido.
Dichas categorías que se identifican en las
legislaciones de ambos estados son cinco: porcentajes
de firmas ciudadanas para activar los
referéndums y plebiscitos; porcentajes de participación
ciudadana requeridos; fechas previstas
para la celebración de las consultas; previsión
de referéndums constitucionales, y efectos suspensivos
de los actos de gobierno o legislaciones
recusadas. El resultado se muestra en tablas
comparativas con sus respectivas interpretaciones.
434

KORPUS 21, VOL. 3, NÚM. 9, 2023, 429-444
Discusión de resultados
La incorporación de los referéndums en México
no es un esfuerzo homogéneo entre el gobierno
federal y los gobiernos de los estados, ya que
cada entidad comenzó, con apego a su soberanía,
a legislar paulatinamente sobre estos Mecanismos
de Democracia Directa (MDD) a pesar
de que no estaban previstos a nivel nacional en
la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos ni en sus leyes reglamentarias. Así,
aunque la Ley Federal de Consulta Popular fue
promulgada en 2014 y la reforma a la Constitución
en materia de revocación de mandato fue
aprobada en 2019, varias entidades del país ya
habían legislado sobre éstas y otras consultas
populares desde finales del siglo pasado.
Entre esos estados que se colocaron a la vanguardia
en el diseño de marcos jurídicos de participación
ciudadana se encuentra Jalisco, “una
de las primeras entidades en legislar sobre los
MDD con la alternancia política registrada en
su gobierno estatal en el año 1995, al arribar el
Partido Acción Nacional al poder” (Ojeda, 2021:
71). Por ello, resulta pertinente hacer un estudio
comparado entre las disposiciones legales en
materia de referéndum y plebiscito que mantiene
Jalisco con respecto a las presentadas por
Sinaloa, que también en 2001 incorporó estas
figuras de participación ciudadana en su Constitución
local.
Una primera diferencia que resulta ser la más
evidente en el tema del referéndum, es que Jalisco
sí cuenta con el referéndum constitucional,
para que la ciudadanía sancione las reformas a
su carta magna estatal, además de que dispone
de la opción de los referéndums municipales
para que la población interesada se inconforme
contra normas, reglamentos o acuerdos
emitidos por los ayuntamientos, lo que no está
presente en la legislación de Sinaloa al contar
únicamente con el referéndum estatal para inconformarse
contra nuevas leyes o reformas
emitidas por el Congreso del estado, sin aplicar
esta opción para las reformas a su Constitución
local.
Tabla 1
El referéndum. Comparación de los marcos jurídicos de Sinaloa y Jalisco
Requisitos Sinaloa Jalisco
Porcentaje de firmas de ciudadanos
requeridas para su activación
Porcentaje de participación ciudadana
para efectos de validez
Fecha de la jornada de consulta
Referéndum sobre reformas a la
Constitución
Efectos suspensivos
Para referéndum estatal, 2% del
listado nominal de electores.
No se contempla referéndums
municipales.
40% de los ciudadanos inscritos
en la lista nominal de electores.
Se realiza de manera simultánea
con la elección constitucional, el
primer domingo de julio de cada
tres años.
No se contempla el referéndum
para cambios en la Constitución
de Sinaloa, sólo en leyes estatales.
El trámite de la solicitud del
referéndum no suspende el acto
legislativo reclamado, por lo que la
norma sigue vigente.
Para referéndum estatal, 0.05% del listado
nominal de electores.
Para referéndums municipales, desde 2% del
listado en municipios de hasta 50 mil habitantes,
a 0.05% en municipios con más de 500
mil habitantes.
33% de los ciudadanos inscritos en la lista
nominal de electores tanto en referéndums
estatales como municipales.
Se realiza en los 90 días naturales posteriores
a la aprobación del referéndum por parte del
Consejo de Participación Ciudadana y Popular
para la Gobernanza del Estado de Jalisco.
Sí se contempla el referéndum para las reformas
constitucionales.
La Ley del Sistema de Participación Ciudadana
y Popular para la Gobernanza del Estado
de Jalisco no prevé que los actos legislativos
reclamados deban suspenderse o seguir vigentes,
pero acota el trámite del referéndum