Listín Diario 09-06-2024

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09.06.2024 Views

10 SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2024 10 cm La República Lecturas de domingo 5 cm 4 cm Enfoque: Internacional 3,5 cm 3 cm SERGIO RAMÍREZ CORTESÍA PARA LISTÍN DIARIO Daniel Ortega saluda con afecto al empresario chino Wang Ying. La más colosal de las mentiras El canal interoceánico se disuelve ahora en la bruma de la mentira más colosal inventada nunca en Nicaragua EN SEPTIEMBRE DE 2021, FUE EXPULSADO DE LA BOLSA DE VALORES DE SHANGHÁI, E INHABILITADO “PARA DESEMPEÑAR CUALQUIER FUNCIÓN ADMINISTRATIVA. La noche del viernes 14 de junio de 2013 se celebró en la Casa de los Pueblos, que se alza frente a la desierta plaza de la Revolución en Managua, una fastuosa ceremonia en la que el empresario chino Wang Ying se hizo acompañar de una rutilante comitiva para presentar el proyecto del siglo, el Canal Interoceánico que su empresa HKND, inscrita en Gran Caimán, construiría en Nicaragua en tiempo récord de cinco años, a un costo de 40 mil millones de dólares. El decreto presidencial 840 que le otorgaba la concesión por cien años para construir y operar el canal, había sido ratificado 72 horas después por la Asamblea Nacional, y publicada en el diario oficial en idioma inglés, sin tiempo para una traducción decente. El “Acuerdo Marco de Concesión e Implementación del Canal de Nicaragua”, mejor conocido como el tratado Ortega-Wang Ying, no establecía ninguna obligación para el concesionario, más que un magro pago anual de peaje. Nicaragua renunciaba a toda autoridad judicial, administrativa, laboral y de seguridad, migratoria, fiscal y monetaria en los territorios concedidos al canal, a favor de HKND. El concesionario también podía confiscar las tierras privadas que necesitara, y tomaría las públicas sin costo alguno. Las reservas del Banco Central quedaban en garantía de cualquier incumplimiento del estado. Los congregados aquella noche de gala eran todos estrellas refulgentes del mundo de los negocios trasnacionales. Bufetes de abogados de gran calibre en Estados Unidos, como McKinsey & Company, Kirkland & Ellis; firmas de cabildeo profesional expertas en doblegar voluntades en el senado y en la cámara de representantes, como McLarty & Associates, fundada por Henry Kissinger y Thomas MacLarty, jefe del staff de Clinton en la Casa Blanca, con una clientela que va desde la Paramount a la Nike, pasando por Wallmart y la General Electric. Y también estaba Bill Wild, de la Infin8Source, presentado por Wang Ying como jefe del proyecto, con su cuartel general establecido en el Two International Finance Center de Hong Kong, desde donde dirigiría un contingente de 4 mil técnicos y expertos dedicados a elaborar los diversos estudios de factibilidad, un costo de 900 millones de dólares. Para el año de 2019, el primer buque de 400.000 toneladas, capaces de cargas 18.000 contenedores, más grandes que los que puede admitir el canal de Panamá, estaría atravesando Nicaragua, convertida en el país más rico de Centroamérica,, con un crecimiento anual del 14%, según el vocero oficial de Wang Ying, el boliviano Ronald McLean, antiguo ministro de Finanzas del general Hugo Banzer. Entretanto, una pantalla mostraba un segmento del mapa de Nicaragua con la ruta del Gran Canal marcada en rojo. Sólo que el mapa estaba al revés. Poniéndolo al derecho, el trazo marcaba una ruta de 286 kilómetros de largo, 520 metros de ancho y 27.6 metros de profundidad, capaz de permitir el paso de los megabuques, pero también de convertir al Gran Lago de Nicaragua, parte de la ruta, en un colosal fangal. 50 mil obreros nicaragüenses trabajarían en las obras, ganando salarios nunca vistos. El Consejo Nacional de Universidades, bajo el control del régimen, anunció cambios drásticos en los planes de estudio, que deberían incluir el chino mandarín, y nuevas carreras técnicas como ecología, hidrología, ingeniería náutica. La agricultura debía orientarse a producir los alimentos preferidos por los chinos, que llegarían por legiones. En el paquete mágico venía también un ferrocarril interoceánico de alta velocidad, una autopista de costa a costa, ae- ropuertos internacionales, un puerto marítimo automatizado en cada extremo del canal, nuevas ciudades salidas de la nada, complejos hoteleros, áreas de turismo ecológico, zonas de libre comercio. Cuando las luces del salón se apagaron en la Casa de los Pueblos y se deshizo la tramoya, los altos ejecutivos transnacionales se montaron en sus aviones y se fueron de Nicaragua para nunca más volver. Como estrellas de primera magnitud, habían cobrado altos honorarios por hacer acto de presencia, y adiós. El 22 de diciembre del año siguiente Wang Ying volvió en un avión alquilado, al que había hecho pintar en el fuselaje las siglas HKND, para dar por inauguradas oficialmente las obras. El acto de celebró en una finca ganadera cerca de la desembocadura del río Brito en el océano Pacífico, sitio escogido como salida del canal, y vecino al lugar donde se construiría uno de los supuestos juegos de exclusas. Despojado del saco, Wang Ying se calzó el casco amarillo de protección para arrancar simbólicamente la primera de las retroexcavadoras que lucían en fila, listas para empezar a abrir la gran zanja que partiría en dos a Nicaragua. Lo que aquellas máquinas hicieron fue remozar un viejo camino rural. Los equipos eran propiedad del Ministerio de Transportes y Obras Públicas, lo mismo que el casco amarillo que se puso Wang Ying. Sobre aquel camino, otra vez abandonado, ha crecido el monte y en la época de lluvias es imposible de transitar debido a los lodazales. Unas cuantas vacas pastan allí donde hoy deberían estarse construyendo a ritmo febril las esclusas El impostor ideó la fantasía de sacar a bolsa las acciones de HKND para reunir los 50 mil millones de dólares. Nadie se apuntó a suscribirlas. En 2015 las acciones de Xinwei, su empresa de telecomunicaciones, sufrieron una caída del 57%, y la figura de Wang Ying, nada más que aire, se desinfló. En septiembre de 2021, fue expulsado de la bolsa de valores de Shanghái, e inhabilitado “para desempeñar cualquier función administrativa en las empresas que cotizan en bolsa durante diez años”, según publicó The Epoch Times.

10 cm 5 cm 4 cm Lecturas de domingo SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2024 11 La República 3,5 cm Primera Guerra Mundial 3 cm Hambre, soledad y muerte en un extraño refugio No parece tener mucho sentido construir una guarida en un lugar inaccesible, en uno de los picos más altos de una cadena montañas, para combatir al enemigo, pero ocurrió, aunque haya estado olvidado por un siglo ISRAEL VIANA MADRID, ESPAÑA TOMADO DE ABC Si las precarias trincheras que se hicieron durante la Primera Guerra Mundial eran, según los soldados supervivientes, un infierno sobre la tierra, imagínense lo que era vivir en los extraños refugios que había en las laderas verticales de los Alpes o las Dolomitas, a más de 3.000 metros de altitud, con temperaturas que podían llegar a los 35 grados bajo cero. Enclaves aislados en medio de la montaña a los que solo podía subir escalando con arneses y cuerdas, cargando pesados equipos a la espalda, en un ascenso que provocaba la muertes de muchos de los encargados de construirlos y habitarlos. Abajo, en las trincheras, donde habitaban el resto de combatientes, los soldados ya sufrían dolores impensables a causa del frío y la insalubridad. En ocasiones tenían que soportar la aparición de edemas rojos por el contacto con el agua, que mató a más hombres que las bombas. «Después de permanecer días y noches de pie en el cieno, los hombres perdían totalmente la sensibilidad en los pies. Estos, muy fríos y húmedos, se hinchaban al principio y, después, quedaban ‘muertos’. De pronto empezaban a arder como si los tocaran con atizadores al rojo vivo. Cuando llegaron los relevos, muchos no podían regresar a pie, tenían que ir a gatas o sus camaradas los tenían que llevar a cuestas. Así vi a centenares de ellos y, a medida que se prolongaba el invierno, a miles», contaba el corresponsal Phililip Gibbs. ¿Por qué se añadía, entonces, más sufrimiento a los soldados en aquellos extraños lugares de la montaña? Si a ras de tierra ya se había convertido en la guerra más devastadora de la historia hasta ese momento, ¿Cuál era la misión que tenían que cumplir los que allí permanecían semanas o meses? La respuesta está en lo que se conoce como la «Guerra blanca», nombre que recibió la lu- cha entre los soldados italianos y los austro-húngaros en la alta montaña, en condiciones climáticas extremas y en territorios casi imposible de transitar, donde la muerte por hipotermia fue el pan de cada día. Un frente hoy olvidado en las laderas y las cumbres de las cordilleras más altas que se creó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Fue tan amplio que se extendió desde el paso de Stelvio, a través de los Alpes orientales de Italia, y descendió por el valle del río Adigio hasta tocar las estribaciones de los Alpes para volver a subir, a continuación, a lo largo de las Dolomitas, la región montañosa de Comelico y los Alpes Cárnicos. A más de 3.900 metros Aquella versión gélida de la guerra llevó a los soldados al límite. Les obligaba a cavar trincheras y refugios en las rocas y a escalar paredes verticales que iban desde los 2.000 metros hasta lo más de 3.900 de la cima del Ortles, la montaña más alta de los Alpes orientales. Los combatientes de ambos bandos no solo tenían que llegar hasta allí, sino que también tenían que transportar grandes cantidades de material de guerra y piezas de artillería, para enfrentarse al enemigo entre glaciares, con medios inadecuados y mientras soportaban tormentas de nieve. De entre todos ellos, el refugio más conocido es Buffa di Perrada, ubicado en el Monte Cristallo, en Italia. Tras décadas de dudas sobre su origen, ‘The Sun’ y ‘The New York Post’ confirmaron que había sido construido por soldados italianos en la Primera Guerra Mundial, incrustado en una pared rocosa a más de 2.743 metros de altura. Se trata de un espacio muy pequeño que los combatientes usaron para almacenar suministros, obtener ventaja estratégica sobre los austrohúngaros, protegerse de las inclemencias del tiempo y descansar de la lucha. Hoy se puede acceder al lugar por una vía ferrata equipada con escaleras de acero, peldaños y cables integrados en la montaña. Sin embargo, los alpinistas más expertos advierten que el recorrido hasta el refugio es todavía muy peligroso. También se pueden encontrar varios refugios de guerra más. En esas condiciones, la guerra era más complicada que en el mar y los núcleos de población. En esa región todavía hoy las tormentas son frecuentes, no sólo en los meses más fríos. Además, no debemos olvidar que los inviernos de 1916 y 1917, en los que la Gran Guerra vivía uno de sus peores momentos, fueron los más nevosos del siglo, con precipitaciones totales que superaron los 16 metros. Esto hizo todavía más difícil que las tropas resistieran a esa gran altitud y los soldados se vieron obligados a excavar en la nieve para no quedar sepultados. La nieve no solo limitó los movimientos, sino que dejó a guarniciones enteras aisladas durante semanas, agravando el hambre que sufrían los soldados y sufriendo las dimensiones estrechas de estos extraños refugios. El hedor de la lana mojada, mezclada con el humo de las estufas y sin apenas alimentos, hacía la vida allí un verdadero ejercicio de supervivencia. De hecho, se calcula que durante la Guerra Blanca, dos tercios de los fallecidos eran víctimas de todos estos factores. Cuando el Ejército italiano abandonó estas montañas en 1918, el agua entró por el techo e inundó algunos de estos refugios. Se crearon bloques de hielo que condenaron al olvido las guaridas. Con la aceleración del cambio climático y sus efectos sobre las grandes nevadas de antaño, ha hecho que volvieran a aparecer algunos de ellos. Camas, sillas, linternas, postales, monedas, huesos de animales y cartas de familiares son algunos de los objetos que encontraron. «Es como una máquina del tiempo. Hemos encontrado en condiciones perfectas más de 300 objetos que pertenecían a una veintena de soldados», explicó el profesor de la Universidad de Bérgamo, Stefano Morosini. Aunque pueda parecer inverosímil, aseguró que la situación en las montañas de estos refugios fue clave, gracias a ser frontera entre Italia y Austria.

10 cm<br />

5 cm<br />

4 cm<br />

Lecturas de domingo<br />

SANTO DOMINGO, RD. DOMINGO 9 DE JUNIO DE <strong>2024</strong><br />

11<br />

La República<br />

3,5 cm<br />

Primera Guerra Mundial<br />

3 cm<br />

Hambre, soledad y muerte<br />

en un extraño refugio<br />

No parece tener mucho sentido construir una guarida en un lugar inaccesible, en uno de los<br />

picos más altos de una cadena montañas, para combatir al enemigo, pero ocurrió, aunque<br />

haya estado olvidado por un siglo<br />

ISRAEL VIANA<br />

MADRID, ESPAÑA<br />

TOMADO DE ABC<br />

Si las precarias trincheras<br />

que se hicieron durante<br />

la Primera Guerra<br />

Mundial eran,<br />

según los soldados supervivientes,<br />

un infierno sobre la<br />

tierra, imagínense lo que era vivir<br />

en los extraños refugios que<br />

había en las laderas verticales de<br />

los Alpes o las Dolomitas, a más<br />

de 3.000 metros de altitud, con<br />

temperaturas que podían llegar<br />

a los 35 grados bajo cero. Enclaves<br />

aislados en medio de la montaña<br />

a los que solo podía subir<br />

escalando con arneses y cuerdas,<br />

cargando pesados equipos a la<br />

espalda, en un ascenso que provocaba<br />

la muertes de muchos de<br />

los encargados de construirlos y<br />

habitarlos.<br />

Abajo, en las trincheras, donde<br />

habitaban el resto de combatientes,<br />

los soldados ya sufrían<br />

dolores impensables a causa del<br />

frío y la insalubridad. En ocasiones<br />

tenían que soportar la aparición<br />

de edemas rojos por el<br />

contacto con el agua, que mató<br />

a más hombres que las bombas.<br />

«Después de permanecer<br />

días y noches de pie en el cieno,<br />

los hombres perdían totalmente<br />

la sensibilidad en los pies. Estos,<br />

muy fríos y húmedos, se hinchaban<br />

al principio y, después,<br />

quedaban ‘muertos’. De pronto<br />

empezaban a arder como si<br />

los tocaran con atizadores al rojo<br />

vivo. Cuando llegaron los relevos,<br />

muchos no podían regresar<br />

a pie, tenían que ir a gatas o sus<br />

camaradas los tenían que llevar<br />

a cuestas. Así vi a centenares de<br />

ellos y, a medida que se prolongaba<br />

el invierno, a miles», contaba<br />

el corresponsal Phililip Gibbs.<br />

¿Por qué se añadía, entonces,<br />

más sufrimiento a los soldados<br />

en aquellos extraños lugares de<br />

la montaña? Si a ras de tierra ya<br />

se había convertido en la guerra<br />

más devastadora de la historia<br />

hasta ese momento, ¿Cuál era la<br />

misión que tenían que cumplir<br />

los que allí permanecían semanas<br />

o meses?<br />

La respuesta está en lo que se<br />

conoce como la «Guerra blanca»,<br />

nombre que recibió la lu-<br />

cha entre los soldados italianos<br />

y los austro-húngaros en la alta<br />

montaña, en condiciones climáticas<br />

extremas y en territorios<br />

casi imposible de transitar, donde<br />

la muerte por hipotermia fue<br />

el pan de cada día. Un frente hoy<br />

olvidado en las laderas y las cumbres<br />

de las cordilleras más altas<br />

que se creó con el estallido de la<br />

Primera Guerra Mundial. Fue tan<br />

amplio que se extendió desde el<br />

paso de Stelvio, a través de los Alpes<br />

orientales de Italia, y descendió<br />

por el valle del río Adigio hasta<br />

tocar las estribaciones de los<br />

Alpes para volver a subir, a continuación,<br />

a lo largo de las Dolomitas,<br />

la región montañosa de<br />

Comelico y los Alpes Cárnicos.<br />

A más de 3.900 metros<br />

Aquella versión gélida de la<br />

guerra llevó a los soldados al límite.<br />

Les obligaba a cavar trincheras<br />

y refugios en las rocas y<br />

a escalar paredes verticales que<br />

iban desde los 2.000 metros hasta<br />

lo más de 3.900 de la cima del<br />

Ortles, la montaña más alta de<br />

los Alpes orientales. Los combatientes<br />

de ambos bandos no solo<br />

tenían que llegar hasta allí, sino<br />

que también tenían que transportar<br />

grandes cantidades de material<br />

de guerra y piezas de artillería,<br />

para enfrentarse al enemigo<br />

entre glaciares, con medios inadecuados<br />

y mientras soportaban<br />

tormentas de nieve.<br />

De entre todos ellos, el refugio<br />

más conocido es Buffa di Perrada,<br />

ubicado en el Monte Cristallo,<br />

en Italia. Tras décadas de dudas<br />

sobre su origen, ‘The Sun’ y ‘The<br />

New York Post’ confirmaron que<br />

había sido construido por soldados<br />

italianos en la Primera Guerra<br />

Mundial, incrustado en una<br />

pared rocosa a más de 2.743 metros<br />

de altura. Se trata de un espacio<br />

muy pequeño que los combatientes<br />

usaron para almacenar<br />

suministros, obtener ventaja estratégica<br />

sobre los austrohúngaros,<br />

protegerse de las inclemencias<br />

del tiempo y descansar de la<br />

lucha.<br />

Hoy se puede acceder al lugar<br />

por una vía ferrata equipada con<br />

escaleras de acero, peldaños y cables<br />

integrados en la montaña.<br />

Sin embargo, los alpinistas más<br />

expertos advierten que el recorrido<br />

hasta el refugio es todavía<br />

muy peligroso. También se pueden<br />

encontrar varios refugios de<br />

guerra más.<br />

En esas condiciones, la guerra<br />

era más complicada que en<br />

el mar y los núcleos de población.<br />

En esa región todavía hoy<br />

las tormentas son frecuentes, no<br />

sólo en los meses más fríos. Además,<br />

no debemos olvidar que los<br />

inviernos de 1916 y 1917, en los<br />

que la Gran Guerra vivía uno de<br />

sus peores momentos, fueron los<br />

más nevosos del siglo, con precipitaciones<br />

totales que superaron<br />

los 16 metros. Esto hizo todavía<br />

más difícil que las tropas resistieran<br />

a esa gran altitud y los soldados<br />

se vieron obligados a excavar<br />

en la nieve para no quedar<br />

sepultados.<br />

La nieve no solo limitó los movimientos,<br />

sino que dejó a guarniciones<br />

enteras aisladas durante<br />

semanas, agravando el<br />

hambre que sufrían los soldados<br />

y sufriendo las dimensiones estrechas<br />

de estos extraños refugios.<br />

El hedor de la lana<br />

mojada, mezclada con el humo<br />

de las estufas y sin apenas<br />

alimentos, hacía la vida allí<br />

un verdadero ejercicio de supervivencia.<br />

De hecho, se calcula<br />

que durante la Guerra<br />

Blanca, dos tercios de los fallecidos<br />

eran víctimas de todos<br />

estos factores.<br />

Cuando el Ejército italiano<br />

abandonó estas montañas en<br />

1918, el agua entró por el techo<br />

e inundó algunos de estos<br />

refugios. Se crearon bloques de<br />

hielo que condenaron al olvido<br />

las guaridas. Con la aceleración<br />

del cambio climático y sus efectos<br />

sobre las grandes nevadas de<br />

antaño, ha hecho que volvieran<br />

a aparecer algunos de ellos. Camas,<br />

sillas, linternas, postales,<br />

monedas, huesos de animales y<br />

cartas de familiares son algunos<br />

de los objetos que encontraron.<br />

«Es como una máquina del tiempo.<br />

Hemos encontrado en condiciones<br />

perfectas más de 300<br />

objetos que pertenecían a una<br />

veintena de soldados», explicó<br />

el profesor de la Universidad<br />

de Bérgamo, Stefano Morosini.<br />

Aunque pueda parecer inverosímil,<br />

aseguró que la situación en<br />

las montañas de estos refugios<br />

fue clave, gracias a ser frontera<br />

entre Italia y Austria.

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