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El Oro de los Incas

Novela infantil, para niños de más de 10 años

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EL ORO DE LOS INCAS<br />

ESCRITO POR<br />

JORDI ORTIZ<br />

ILUSTRADO POR<br />

JAVI CHALER


EL ORO DE LOS INCAS<br />

ESCRITO POR<br />

JORDI ORTIZ<br />

ILUSTRADO POR<br />

JAVI CHALER


¡Hola! ¿Cómo estáis?<br />

Siempre me han gustado<br />

las CIVILIZACIONES<br />

antiguas.<br />

¡Y ahora sé más que nadie<br />

porque puedo visitarlas<br />

con toda la pandilla!<br />

<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

LA PANDILLA SE PRESENTA<br />

Pues yo opino todo lo<br />

contrario: la MÁQUINA<br />

DEL TIEMPO es el peor<br />

invento <strong>de</strong> la historia.<br />

Pero no voy a <strong>de</strong>jar<br />

so<strong>los</strong> a mi prima<br />

Cristina y a mis<br />

amigos Víctor e Ibis.<br />

¡Ji, ji!<br />

¡Cali y yo no<br />

paramos <strong>de</strong> jugar!<br />

CRISTINA<br />

¿Sabíais que Cali es el<br />

único ORNITOSAURIO<br />

que aún vive? ¡Es mitad<br />

dinosaurio y mitad pájaro!<br />

¡Eh! ¿Qué tal?<br />

Sí, ya sé que, <strong>de</strong> vez en<br />

cuando, nos metemos<br />

en algún LÍO.<br />

VÍCTOR<br />

CELONI<br />

Pero es que viajar<br />

en el tiempo es el mejor<br />

invento <strong>de</strong> toda la historia.<br />

•4•<br />

CALI<br />

•5•<br />

IBIS


Hum. Hace muchos años que<br />

trabajo en SECRETO para<br />

reunir la colección <strong>de</strong> objetos<br />

más importante <strong>de</strong>l mundo.<br />

Los Exploradores son un equipo<br />

formidable y podrían conseguirlo,<br />

pero Maléfico Durador no<br />

piensa permitírselo.<br />

Tengo todo el tiempo<br />

<strong>de</strong>l mundo para hacer<br />

fracasar <strong>los</strong> planes<br />

<strong>de</strong> Zapatóstenes.<br />

¡Ja, ja, ja, jaaa! ¡Jo, jo!<br />

<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

… Y NOSOTROS TAMBIÉN<br />

Los Exploradores están muertos<br />

<strong>de</strong> miedo. ¡Jo, jo! ¡Saben que<br />

no podrán DESCUBRIRME<br />

y que, en cualquier momento,<br />

<strong>los</strong> aplastaré! ¡Ju, ju, ju!<br />

PROFESOR<br />

ZAPATÓSTENES<br />

MALÉFICO<br />

DURADOR


EL ORO<br />

DE LOS<br />

INCAS


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

VOLANDO AL IMPERIO INCA<br />

C<br />

eloni dormía PROFUNDAMENTE tumbado bocarriba en la<br />

playa <strong>de</strong> Cadaqués. Tan profundamente que nada ni nadie<br />

hubiera podido <strong>de</strong>spertarlo. Llevaba puestos un bañador y unas<br />

gafas oscuras. Se había embadurnado todo el cuerpo con crema<br />

para protegerse <strong>de</strong>l sol. Dentro <strong>de</strong> una MOCHILA que sujetaba<br />

con la mano izquierda, tenía la ropa y el calzado. Por un lado <strong>de</strong><br />

la mochila, sobresalía un bocadillo <strong>de</strong> tomate y queso <strong>de</strong> cuatro<br />

palmos <strong>de</strong> largo, envuelto con papel, que se había llevado por si le<br />

entraba hambre.<br />

Cuando aquella mañana, a primera hora, Cristina le había propuesto<br />

ir al HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO, Celoni se había<br />

negado rotundamente:<br />

—Ni hablar, prima. No pienso caminar dos horas <strong>de</strong> ida y dos más<br />

<strong>de</strong> regreso solo porque quieres consultar unos libros.<br />

—Víctor también vendrá —insistió la chica—. Y seguro que Gertrud<br />

te preparará un super<strong>de</strong>sayuno.<br />

—No me convencerás. Tengo cosas que hacer.<br />

—¿Qué cosas?<br />

—Dormir.<br />

Celoni soñaba con PASTELES <strong>de</strong> catorce pisos <strong>de</strong> alto, batidos <strong>de</strong><br />

chocolate <strong>de</strong> tres litros y bolsas <strong>de</strong> patatas fritas <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un<br />

autobús. De pronto, oyó:<br />

—¡… LONI! ¡… ELOS! ¡… ADOS!<br />

•11•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

Parecía la voz <strong>de</strong> Víctor, pero como si viniera <strong>de</strong> muy lejos. Al mismo<br />

tiempo, se oía un VENTILADOR. Pero <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser un ventilador<br />

gigante porque hacía mucho ruido.<br />

Celoni estaba muy orgul<strong>los</strong>o <strong>de</strong> su sueño. Era tan real que notaba<br />

las ráfagas <strong>de</strong> aire frío. Celoni sonrió. Le encantaban esa clase <strong>de</strong><br />

sueños.<br />

De repente, cayó la oscuridad. Las nubes <strong>de</strong>bían haber tapado el<br />

sol, aunque Celoni no recordaba haber visto ninguna nube antes<br />

<strong>de</strong> dormirse.<br />

Entonces volvió a oír aquellas palabras, más fuertes, pero igual <strong>de</strong><br />

ininteligibles:<br />

—¡… LONI! ¡… ELOS! ¡… ADOS!<br />

<strong>El</strong> viento y el ruido eran cada vez más intensos. Habrían <strong>de</strong>spertado<br />

a cualquier otro que no fuera Celoni. Y él habría continuado<br />

durmiendo si no hubiera recibido un golpe repentino y doloroso en<br />

la BARRIGA. Se incorporó dando un bote y le saltaron las gafas <strong>de</strong><br />

sol. Abrió <strong>los</strong> ojos y vio a Cali sentada en su barriga. Exclamó:<br />

—¡Mecachis! ¿Qué hace aquí esta gallina?<br />

Cali gritó con la voz <strong>de</strong> Víctor:<br />

—¡CELONI! ¡LOS CARAMELOS TIEMPARADOS!<br />

<strong>El</strong> chico abrió, rápidamente, un bolsillo <strong>de</strong> la mochila y sacó un puñado<br />

<strong>de</strong> carame<strong>los</strong> <strong>de</strong> regaliz que, enseguida, se puso en la boca. A<br />

continuación, miró a un lado y a otro. La gente huía en <strong>de</strong>sbandada,<br />

como si estuviera escapando <strong>de</strong> algún peligro.<br />

Entonces lo comprendió. Delante <strong>de</strong> él, un HELICÓPTERO aterrizó<br />

suavemente. Lo pilotaba Archi, el mayordomo escocés que trabajaba<br />

para el profesor Zapatóstenes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que fue salvado <strong>de</strong> morir<br />

en el siglo xvii, con el chaleco <strong>de</strong> siempre <strong>de</strong> rayas verticales negras<br />

y rojas. En el asiento <strong>de</strong>l copiloto iba Víctor, que le hacía señales<br />

para que subiera a bordo. Detrás estaba Ibis. Junto a la niña, había<br />

un asiento vacío. Celoni se levantó a toda prisa y or<strong>de</strong>nó a Cali:<br />

•12•<br />

•13•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

Celoni subió, por primera vez en su vida, a un helicóptero y Cali<br />

saltó al regazo <strong>de</strong> Ibis. Archi, muy EDUCADAMENTE, preguntó:<br />

—¿La señorita y <strong>los</strong> señoritos se han tomado <strong>los</strong> carame<strong>los</strong> tiemparados?<br />

Espabila o te<br />

quedarás aquí.<br />

Víctor levantó el pulgar para confirmar que todos lo habían hecho.<br />

Entonces, el mayordomo sacó una pizca <strong>de</strong> polvos ver<strong>de</strong>s paralizantes,<br />

<strong>los</strong> llamados POLVOS TIEMPARADOS, <strong>de</strong>l bolsillito <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong>l chaleco y otra pizca <strong>de</strong> polvos naranjas <strong>de</strong>l olvido <strong>de</strong>l bolsillito<br />

izquierdo. Separó <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos y la corriente <strong>de</strong> aire <strong>de</strong> las aspas <strong>de</strong>l<br />

helicóptero <strong>los</strong> esparció enseguida.<br />

Al instante, todos, excepto él mismo y <strong>los</strong> Exploradores, quedaron<br />

inmóviles en posiciones bastante ridículas. Los polvos <strong>de</strong>l olvido<br />

garantizaban que, cuando <strong>los</strong> Exploradores regresaran <strong>de</strong> su misión<br />

y esparcieran <strong>los</strong> POLVOS DESTIEMPARADORES, nadie recordaría<br />

aquel inci<strong>de</strong>nte tan raro.<br />

<strong>El</strong> helicóptero <strong>de</strong>spegó. Mientras se vestía con la ropa que llevaba<br />

en la mochila, Celoni preguntó:<br />

—¿Adón<strong>de</strong> vamos?<br />

•15•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—Volamos hacia el HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO —respondió<br />

Archi.<br />

Víctor le aclaró:<br />

—<strong>El</strong> profesor Zapatóstenes ha <strong>de</strong>cidido, <strong>de</strong> repente, que ya estaba<br />

todo a punto para la MISIÓN. Nos vamos al Imperio inca <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

un rato.<br />

—¿Y Cristina? —preguntó Celoni—. ¿Por qué no ha venido con vosotros?<br />

—Pues… <strong>El</strong> caso es que hay un pequeño problema —insinuó Víctor.<br />

DIRECTOS AL FRACASO<br />

—¡Ji, ji! —se rio Ibis—. Cristina y Abuelóstenes no se ponen <strong>de</strong><br />

acuerdo.<br />

—¿Y cómo es eso? —se extrañó Celoni.<br />

Archi se volvió para <strong>de</strong>cir:<br />

—Lamento tener que confirmar las palabras <strong>de</strong> sus amigos. La señorita<br />

Cristina y el profesor Zapatóstenes tienen un DESACUERDO<br />

fundamental sobre el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la próxima misión. <strong>El</strong> profesor<br />

había previsto que viajaran a Cusco, la capital <strong>de</strong>l Imperio inca,<br />

pero la señorita Cristina preferiría visitar MACHU PICCHU.<br />

¡Viaja al pasado!<br />

<strong>El</strong> Reloj <strong>de</strong>l Tiempo te transporta<br />

hasta las Bibliocronohistorias.<br />

Granito.<br />

Exploradores, ¿sabéis <strong>de</strong> qué<br />

material están construidos<br />

<strong>los</strong> edificios <strong>de</strong> Machu Picchu?<br />

<strong>El</strong> arqueólogo<br />

Hiram Bingham os<br />

<strong>de</strong>scubrirá <strong>los</strong> secretos<br />

<strong>de</strong> esa ciudad<br />

en la pág. 158.<br />

•16•<br />

•17•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—¿Cóóómo? No sé ni pronunciarlo.<br />

—¡MACHU PICCHU! —exclamó Cali con la voz <strong>de</strong> Archi.<br />

—Vale. A mí me da igual un sitio u otro, pero… Archi, ¿te importaría<br />

darte la vuelta y sujetar <strong>los</strong> CONTROLES <strong>de</strong>l helicóptero? Estoy<br />

haciendo todos <strong>los</strong> esfuerzos <strong>de</strong>l mundo para no mirar hacia abajo<br />

y solo me falta ver que este trasto vuela solo.<br />

—Naturalmente, señorito Celoni.<br />

Nadie dijo nada más hasta que el helicóptero aterrizó <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />

casita <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra que ocultaba la entrada al HIPERMEGASUPER-<br />

BIBLIOMUSEO. Una vez que estuvieron <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l enorme edificio,<br />

bajaron por la escalera que <strong>los</strong> llevaba, directamente, al duodécimo<br />

sótano. Archi anunció, <strong>de</strong> forma completamente innecesaria:<br />

Entraron a la cocina todos juntos. Cristina estaba medio escondida<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las pilas <strong>de</strong> libros que cubrían la mayor parte <strong>de</strong> la enorme<br />

mesa redonda. Estaba completamente CONCENTRADA en lo<br />

que estaba leyendo.<br />

¡Oh! ¡Qué rápido<br />

habéis llegado!<br />

¿Es que habéis<br />

venido volando?<br />

—Estamos en el duodécimo SÓTANO, señorita y señoritos. Si son<br />

tan amables <strong>de</strong> seguirme, <strong>los</strong> acompañaré hasta la cocina. Si no<br />

me equivoco, allí estará la señorita Cristina. Y confío en que la cocinera<br />

les podrá ofrecer algo para recuperarse <strong>de</strong>l viaje.<br />

—¡Pues clarrro que les podrrré ofrrrecerrr algo! —exclamó Gertrud,<br />

con su característico acento alemán, que había salido al encuentro<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> Exploradores con una gran sonrisa en la boca y una<br />

ban<strong>de</strong>ja repleta <strong>de</strong> porciones <strong>de</strong> tarta <strong>de</strong> chocolate y mermelada<br />

<strong>de</strong> albaricoque con nata—. ¡No vas a querrrerrr que <strong>los</strong> mate <strong>de</strong><br />

hambrrre! Aquí tenéis mi <strong>de</strong>liciosa tarrrta Sacherrr.<br />

•18•<br />

•19•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

Celoni intentó contestar con la boca llena y esparció migas <strong>de</strong> la<br />

TARTA por todas partes.<br />

—Glup. Lo siento. Que sepas que estoy completamente en contra.<br />

No soporto la altura. Total, que me ha entrado hambre. ¿Puedo<br />

comerme otro pedazo, Gertrud? Oh, por cierto, Archi me ha contado<br />

que querías convencer al profesor para ir a un lugar que no sé<br />

cómo se llama. ¿Lo has conseguido?<br />

La expresión <strong>de</strong> Cristina se entristeció un poco.<br />

—No. Iremos a CUSCO, como estaba previsto. No sé cómo se me ha<br />

pasado por la cabeza sugerirle un cambio en la misión. <strong>El</strong> profesor<br />

sabe muy bien lo que hace. Visitar Machu Picchu habría sido un<br />

sueño, pero no po<strong>de</strong>mos usar la Máquina <strong>de</strong>l Tiempo para hacer<br />

turismo.<br />

Mientras su prima hablaba, Celoni se entretenía mirando las ilustraciones<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> libros sobre <strong>los</strong> incas que estaban sobre la mesa,<br />

especialmente las que representaban a personas. <strong>El</strong> chico frunció<br />

las cejas, pero no dijo nada.<br />

Al cabo <strong>de</strong> poco rato, Gertrud golpeó la MARMITA con un cucharón<br />

y reclamó:<br />

—¿Alguien podrrría aparrrtarrr todos esos librrros?<br />

Víctor y Celoni ayudaron a Cristina a apilar todos <strong>los</strong> libros, <strong>de</strong><br />

cualquier manera, en un lado <strong>de</strong> la mesa. Archi se ofreció:<br />

—No se preocupe, señorita Cristina. Yo me encargaré <strong>de</strong> guardar<strong>los</strong><br />

en su sitio. Oh, una elección EXCELENTE —aseguró el mayordomo<br />

al leer el título <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> libros más voluminosos—. Sótano<br />

ciento veinticinco, si no me equivoco.<br />

—Efectivamente, Archi. Decimoséptimo pasillo a la izquierda y,<br />

<strong>de</strong>spués, la sala que hay entrando por la tercera puerta <strong>de</strong>l fondo,<br />

la que tiene una calavera <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una jaula.<br />

Víctor y Celoni se miraron. Este último murmuró:<br />

—Están chalados esos dos.<br />

Gertrud mandó a <strong>los</strong> chicos sentarse alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la mesa y puso<br />

un bol <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra humeante frente a cada uno. En un plato pequeño<br />

estaban <strong>los</strong> cuatro GUISANTES TRADUCTORES. Cada Explorador<br />

se puso uno <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la oreja. Gertrud explicó:<br />

—Cada bol contiene trrrece grrranos <strong>de</strong> maíz sacados <strong>de</strong> una<br />

mazorrrca cosechada en la última noche <strong>de</strong> luna llena. A<strong>de</strong>más,<br />

hay setenta y un altrrramuces. Y todo está dispuesto sobrrre una<br />

crrrema <strong>de</strong> cacahuetes. Con eso, hablarrréis quechua a la perrrfección.<br />

Celoni dijo, con la boca llena:<br />

—Supongo que el QUECHUA es la lengua que hablaban <strong>los</strong> incas.<br />

•20•<br />

•21•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—La principal —aclaró Cristina—. Todos <strong>los</strong> pueb<strong>los</strong> conquistados<br />

por <strong>los</strong> incas tenían que apren<strong>de</strong>r quechua aunque su propia lengua<br />

fuese otra.<br />

Cuando <strong>los</strong> Exploradores se hubieron terminado las legumbres<br />

hablalenguas, Gertrud les abrió la puerta que había bajo las escaleras<br />

que subían al entrepiso <strong>de</strong> la cocina y <strong>los</strong> hizo entrar al<br />

PROBADOR.<br />

—Ya os he prrreparrrado la rrropa. Solo tendrrremos que hacerrr<br />

unos ajustes. Perrro me parrrece que irrréis muy elegantes.<br />

De pronto, oyeron:<br />

—¡¡¡ESTÁN CHALADOS!!!<br />

Y, a continuación, Cali y Ralf salieron <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> un baúl lleno <strong>de</strong><br />

cascos <strong>de</strong> motorista, <strong>de</strong> caballero medieval, <strong>de</strong> astronauta y <strong>de</strong> todas<br />

clases. <strong>El</strong> ornitosaurio perseguía al pavo mientras este gritaba:<br />

—¡Gluglú!<br />

grupo. <strong>El</strong> <strong>de</strong> Víctor, ver<strong>de</strong>, como la naturaleza, porque no se lo podía<br />

dominar. <strong>El</strong> <strong>de</strong> Celoni, rojo, porque a veces tenía muy mal genio.<br />

—¿Y el mío? —preguntó Ibis.<br />

—Es amarrrillo con una cabeza <strong>de</strong> jaguarrr <strong>de</strong>lante. A <strong>los</strong> incas,<br />

forrrzosamente, tiene que gustarrrles el amarrrillo porrrque es el<br />

colorrr <strong>de</strong>l orrro y <strong>de</strong>l maíz. Y allí hay a montones, tanto <strong>de</strong> lo uno<br />

como <strong>de</strong> lo otrrro.<br />

—¡Ji, ji! ¡Me encanta!<br />

—La rrropa <strong>de</strong> las chicas —explicó Gertrud— está tejida con lana<br />

<strong>de</strong> vicuña, que estaba rrreserrrvada a <strong>los</strong> perrrsonajes más imporrrtantes<br />

<strong>de</strong>l imperrrio. Los chicos tienen que<br />

conforrrmarrrse con lana <strong>de</strong> alpaca y <strong>de</strong> llama.<br />

Para completar la INDUMENTARIA, pasaron<br />

un rato más eligiendo sombreros, calzado y<br />

mochilas.<br />

Gertrud <strong>los</strong> persiguió para echar<strong>los</strong> <strong>de</strong>l PROBADOR.<br />

—¡Si os agarrro, os <strong>de</strong>splumarrré a <strong>los</strong> dos!<br />

Gertrud había preparado túnicas, más bien discretas, y ponchos<br />

con motivos geométricos para llevar sobre las túnicas. En cada<br />

poncho predominaba un color diferente. <strong>El</strong> <strong>de</strong> Cristina era púrpura,<br />

el color más importante para <strong>los</strong> incas, porque ella era la LÍDER <strong>de</strong>l<br />

•22•<br />

•23•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—Ya solo falta un <strong>de</strong>talle. Crrristina, suéltate el pelo. Voy a hacerrrte<br />

dos trrrenzas bien larrrgas y bien grrruesas. Este pelo tuyo tan<br />

larrrgo va a darrr mucho que hablarrr.<br />

Celoni parecía ENFURRUÑADO <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía un rato. Cuando Gertrud<br />

terminó <strong>de</strong> peinar a Cristina, preguntó:<br />

—¿Y ya está?<br />

—¿A qué te refieres? —le preguntó su prima.<br />

TITANOSTROMBUS GALEATUS<br />

—Me parece que tendrías que explicarte —sugirió Víctor.<br />

—Está clarísimo —dijo Celoni—. Aunque nos vistamos como <strong>los</strong> incas,<br />

no nos PARECEMOS a el<strong>los</strong> ni por casualidad. ¿Qué pensarán<br />

<strong>de</strong> una chica rubia como Cristina? ¿O <strong>de</strong> un pelirrojo como yo? ¡No<br />

tenemos caras <strong>de</strong> incas, sino <strong>de</strong> europeos! ¡Nos <strong>de</strong>scubrirán en<br />

cuanto nos vean!<br />

—Yo soy egipcia —matizó Ibis.<br />

Víctor se rascó la cabeza y supuso:<br />

Solo tenéis<br />

que miraros.<br />

Podéis <strong>de</strong>cirme que no<br />

soy ningún experto,<br />

pero os aseguro que<br />

esta misión va directa al<br />

FRACASO más absoluto.<br />

—<strong>El</strong> profesor habrá pensado en eso. A lo mejor ha previsto que nos<br />

hagamos pasar por EXTRANJEROS.<br />

Entonces oyeron al profesor Zapatóstenes, que acababa <strong>de</strong> llegar.<br />

—Hum. Qué conversación tan interesante. ¡¡¡ARCHIBALD!!!<br />

—Estoy aquí mismo, profesor. ¿Quién cree que empuja la silla <strong>de</strong><br />

ruedas?<br />

—Ah, bien. Archibald, llévame a la SALA DEL PERGAMINO para concretar<br />

<strong>los</strong> <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la misión y po<strong>de</strong>r resolver las inquietu<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l joven Celoni. Después, consigue una pluma <strong>de</strong> Ralf mientras<br />

Gertrud va a buscar a Otto.<br />

•25•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—Ralf está jugando con Cali —dijo Ibis.<br />

—Soy consciente <strong>de</strong> ello, señorita Ibis. La algarabía que están formando<br />

resuena por todo el HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO.<br />

Los Exploradores salieron <strong>de</strong>l PROBADOR siguiendo a Archi y al<br />

profesor. Atravesaron la cocina y entraron en la SALA DEL PER-<br />

GAMINO por la puerta que les quedaba a mano <strong>de</strong>recha. Cuando<br />

Archi se fue a cumplir el encargo <strong>de</strong>l profesor, Gertrud llegaba con<br />

la pecera <strong>de</strong> Otto, el calamar. Poco más tar<strong>de</strong>, se oían las exclamaciones<br />

<strong>de</strong> Ralf repetidas numerosas veces por Cali.<br />

—¡Gluglú!<br />

—¡GLUGLÚ! ¡GLUGLÚ! ¡GLUGLÚ!<br />

Archi regresó con una pluma <strong>de</strong> pavo en la mano y un ARAÑAZO<br />

en la cara. Cali entró tras el mayordomo sin<br />

hacer ruido, corrió hacia Ibis y saltó a sus<br />

brazos.<br />

<strong>El</strong> mayordomo obe<strong>de</strong>ció y todos pudieron contemplar el PERGA-<br />

MINO pegado a la parte interior <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la sala don<strong>de</strong> se<br />

<strong>de</strong>tallaban las veintiuna misiones que el profesor había previsto.<br />

Las dos primeras estaban tachadas.<br />

<strong>El</strong> profesor dio un golpe con el <strong>de</strong>do a la pecera para asustar a Otto,<br />

que inmediatamente expulsó un chorro <strong>de</strong> tinta para escon<strong>de</strong>rse. <strong>El</strong><br />

sabio mojó la punta <strong>de</strong> la pluma en la pecera y tachó la tercera línea:<br />

LAS OLIMPIADAS DE GRECIA<br />

—Hum. Perfecto. Ya po<strong>de</strong>mos concentrarnos en <strong>los</strong> incas. Ejem. <strong>El</strong><br />

joven Celoni ha hecho una observación muy interesante. Y el joven<br />

Víctor ha respondido con mucho acierto. Pues bien, eso ya está<br />

previsto en mi PLAN. No os haréis pasar por extranjeros, sino por<br />

viajeros <strong>de</strong> una zona lejana <strong>de</strong>l imperio, a más <strong>de</strong> dos mil quinientos<br />

kilómetros <strong>de</strong> la capital. Nadie sabrá qué rasgos tienen <strong>los</strong> habitantes<br />

<strong>de</strong> esa zona tan remota.<br />

—Cierra la puerta —or<strong>de</strong>nó<br />

el profesor Zapatóstenes a<br />

Archi.<br />

¡Viaja al pasado!<br />

<strong>El</strong> Reloj <strong>de</strong>l Tiempo te transporta<br />

hasta las Bibliocronohistorias.<br />

Curaca.<br />

Exploradores, ¿sabéis cómo<br />

llamaban <strong>los</strong> incas al gobernador<br />

<strong>de</strong> una comunidad?<br />

La alpinista Annie<br />

Smith Peck os aclarará<br />

cómo estaba dividido<br />

el territorio <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

en la pág. 161.<br />

•26•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

Celoni hizo una mueca. La explicación no lo convencía <strong>de</strong>l todo.<br />

Preguntó:<br />

—¿Y se tragarán que en ese lugar haya gente rubia y pelirroja?<br />

—¡¡¡ARCHIBALD!!!<br />

—No es necesario que grite, profesor. La SALA DEL PERGAMINO es<br />

muy pequeña y yo sigo aquí. Quería preguntarme si creo en la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que LOS EXPLORADORES DEL TIEMPO consigan<br />

hacerse pasar por auténticos incas, y mi respuesta es que no<br />

tengo ni la más mínima i<strong>de</strong>a, aunque la explicación que usted ha<br />

elaborado parece bastante verosímil.<br />

Víctor y Celoni se miraron con cara <strong>de</strong> no enten<strong>de</strong>r nada. Ibis hacía<br />

rato que se entretenía haciendo COSQUILLAS a Cali. Fue Cristina<br />

quien aclaró:<br />

Era la fiesta más importante<br />

para <strong>los</strong> incas. Se celebraba<br />

cada año en honor <strong>de</strong>l dios<br />

Inti, el dios <strong>de</strong>l Sol. Y en un día<br />

y un lugar muy especiales,<br />

¿verdad, profesor?<br />

—Hum. Cómo complicas las cosas. ¿Me estás dando la razón o no?<br />

—Indudablemente, profesor.<br />

—Ah, bien. Hum, no tenéis que preocuparos. Cuando lleguéis a<br />

Cusco, habrá MILES <strong>de</strong> personas llegadas <strong>de</strong> todo el imperio,<br />

vestidas <strong>de</strong> formas diferentes y con apariencias muy diversas.<br />

No llamaréis la atención más que cualquier otro visitante <strong>de</strong> una<br />

provincia lejana. He elegido el momento oportuno para que paséis<br />

<strong>de</strong>sapercibidos.<br />

—¿Y cuál es ese momento? —preguntó Víctor con impaciencia.<br />

—<strong>El</strong> festival <strong>de</strong>l Inti Raymi <strong>de</strong>l año 1487.<br />

¡Efectivamente!<br />

¡¡¡ARCHIBALD!!!<br />

—Sí, profesor. La señorita Cristina no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rlo. Estoy<br />

<strong>de</strong> acuerdo con usted.<br />

—Hum. No he dicho nada. Sin embargo, es lo que quería <strong>de</strong>cir. Grrr.<br />

Siempre vas un paso por <strong>de</strong>lante. Pues sí, Cristina tiene razón. Cada<br />

solsticio <strong>de</strong> invierno, comienza el Inti Raymi en el CORICANCHA.<br />

Celoni miró a su prima y le suplicó:<br />

—Una traducción, por favor.<br />

•28•<br />

•29•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—<strong>El</strong> SOLSTICIO <strong>de</strong> invierno es el día que el sol brilla durante menos<br />

tiempo y la noche es más larga. Como Cusco está en el hemisferio<br />

sur, cae hacia finales <strong>de</strong> junio. Y Coricancha es el lugar más sagrado<br />

<strong>de</strong>l imperio. Es el Templo <strong>de</strong>l Sol.<br />

—Ahora sí se entien<strong>de</strong> —dijo Celoni—. ¿Y qué vamos a buscar en<br />

ese Templo <strong>de</strong>l Sol?<br />

—Un gasterópodo <strong>de</strong> la especie Titanostrombus galeatus —reveló<br />

el profesor Zapatóstenes con una sonrisa <strong>de</strong> satisfacción.<br />

Archi creyó conveniente añadir:<br />

—<strong>El</strong> nombre corriente con el que se <strong>de</strong>nomina ese objeto es PUTU-<br />

TU.<br />

Víctor y Celoni <strong>de</strong>sviaron la mirada hacia Cristina, que les explicó:<br />

—Un pututu es una caracola que <strong>los</strong> mensajeros <strong>de</strong>l Imperio inca<br />

hacían sonar para anunciar que llegaban a algún sitio. Medirá<br />

unos veinte centímetros <strong>de</strong> lado. Como un palmo <strong>de</strong> Celoni.<br />

—Ejem. Eso es —confirmó el profesor—. Y no tendréis problemas<br />

para encontrar mensajeros en Cusco, porque es el origen o el <strong>de</strong>stino<br />

<strong>de</strong> todos <strong>los</strong> mensajes <strong>de</strong>l imperio. Así que, si no tenéis más<br />

dudas, po<strong>de</strong>mos pasar a la SALA DEL RELOJ.<br />

Antes <strong>de</strong> cruzar la puerta con el rótulo RELOJ DEL TIEMPO, Archi<br />

le entregó a Víctor una tea y una cerilla.<br />

—Por si el Túnel <strong>de</strong>l Tiempo <strong>los</strong> <strong>de</strong>ja en algún lugar a oscuras.<br />

Recuer<strong>de</strong> que la cerilla no pue<strong>de</strong> entrar en la época <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

porque es un objeto extraño en su CULTURA. Tanto si la necesitan<br />

como si no, <strong>de</strong>berá encen<strong>de</strong>rla antes <strong>de</strong> abandonar el Túnel<br />

<strong>de</strong>l Tiempo y <strong>de</strong>jar que se queme hasta que se haya convertido en<br />

cenizas.<br />

—De acuerdo, Archi. ¿Po<strong>de</strong>mos irnos ya? —preguntó con impaciencia.<br />

Archi se montó en la bicicleta que daba energía a la Máquina <strong>de</strong>l<br />

Tiempo. Esperaba la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l profesor Zapatóstenes para empezar<br />

a pedalear. Los Exploradores estaban frente al LAVAVAJILLAS<br />

que tenía que llevar<strong>los</strong> a un lugar y un tiempo muy lejanos. Víctor<br />

era el primero. Detrás <strong>de</strong> él, Cristina. A continuación, Ibis, que llevaba<br />

a Cali en brazos. Por último, Celoni.<br />

<strong>El</strong> profesor hizo la señal a Archi para que empezara a pedalear.<br />

Varias luces se encendieron. Gertrud les recordó:<br />

—Solo tenéis setenta y dos horrras parrra rrregrrresarrr, trrres<br />

días. No os entrrretengáis ni un minuto más.<br />

•30•<br />

•31•


Naturalmente, en el HIPERMEGASUPERBIBLIOMUSEO, esas setenta<br />

y dos horas pasarían enseguida: para <strong>los</strong> que se quedaban<br />

allí solo serían quince minutos.<br />

En el momento en que el profesor Zapatóstenes bajaba la puerta<br />

<strong>de</strong>l lavavajillas, Ralf entró CORRIENDO en la sala. Cali saltó al suelo<br />

y <strong>los</strong> dos animales comenzaron a perseguirse.<br />

—¡Cali! —gritó Ibis—. Ya nos vamos. ¿Vienes o no?<br />

Cali se dio la vuelta y saltó por encima <strong>de</strong> varios <strong>de</strong> <strong>los</strong> aparatos<br />

que controlaban la Máquina <strong>de</strong>l Tiempo para regresar con su amiga.<br />

Ralf la persiguió hasta que Gertrud lo levantó sujetándolo por<br />

la cola.<br />

—¡Gluglú!<br />

—Vamos a tenerrr una charrrla tú y yo.<br />

Por don<strong>de</strong> habían pasado Cali y Ralf había un RASTRO <strong>de</strong> plumas<br />

<strong>de</strong> ornitosaurio y pavo. <strong>El</strong> profesor Zapatóstenes, un poco contrariado,<br />

or<strong>de</strong>nó:<br />

—¡A<strong>de</strong>lante, Exploradores! ¡<strong>El</strong> Templo <strong>de</strong>l Sol os espera!<br />

Cuando Celoni hubo entrado en la Máquina <strong>de</strong>l Tiempo, el profesor<br />

Zapatóstenes cerró la puerta <strong>de</strong>l lavavajillas y giró el Reloj


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

<strong>de</strong>l Tiempo. La ARENA empezó a caer y, <strong>de</strong> esta forma, comenzó<br />

la cuenta <strong>de</strong> <strong>los</strong> quince minutos. Entonces, oyeron el ruido <strong>de</strong> algo<br />

pequeño que caía al suelo.<br />

Clinc, clinc, clinc, clinc.<br />

Como <strong>los</strong> Exploradores ya estaban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Túnel <strong>de</strong>l Tiempo,<br />

no era necesario que Archi continuara pedaleando. Se bajó <strong>de</strong> la<br />

bicicleta, se agachó y recogió una pieza circular que vio en el suelo.<br />

—¡Una RUEDECILLA <strong>de</strong> control! —exclamó el profesor Zapatóstenes.<br />

Con <strong>los</strong> ojos abiertos como platos, miró hacia el cuadro <strong>de</strong><br />

sincronización, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> Cali y Ralf la habían hecho caer.<br />

—¿Es grrrave, prrrofesorrr?<br />

—¿Que si es grave? No puedo imaginar una CATÁSTROFE mayor.<br />

Ahora mismo, no hay forma <strong>de</strong> saber adón<strong>de</strong> han ido. ¡Están perdidos<br />

en el Tiempo!<br />

A LA LUZ DE LAS ANTORCHAS<br />

Celoni se quejaba continuamente.<br />

—¡Mecachis!<br />

Y Cali, encaramada en la mochila <strong>de</strong>l chico, repetía sus quejas.<br />

—¡MECACHIS!<br />

—Hemos tenido mala suerte —intentó tranquilizarlo Víctor, que<br />

era quien iluminaba el camino con la tea encendida—. ¿Quién podía<br />

imaginar que el Túnel <strong>de</strong>l Tiempo nos <strong>de</strong>jaría en el FONDO <strong>de</strong><br />

un pozo?<br />

—¡Es que nos hemos remojado hasta más arriba <strong>de</strong> las rodillas! —<br />

continuó protestando Celoni—. Y, por si fuera poco, aquí afuera<br />

nos estamos pringando <strong>de</strong> barro. Por suerte, no hace frío. Si no,<br />

ya hubiéramos pillado un resfriado.<br />

—Nadie se resfría por tan poca cosa —lo contradijo Víctor.<br />

—¡Ji, ji! Jugar con el barro es divertido. ¡Ven, Cali!<br />

¡Te echo una carrera hasta aquel pedrusco!<br />

Cali intentó bajar <strong>de</strong> la mochila <strong>de</strong> Celoni planeando,<br />

pero terminó estampada en el suelo, y Celoni, SALPI-<br />

CADO <strong>de</strong> barro.<br />

•34•<br />

•35•


<strong>El</strong> oro <strong>de</strong> <strong>los</strong> incas<br />

—¡Mecachis! Y qué CALOR que hace. Estoy sudando. ¿No <strong>de</strong>cíais<br />

que era el nosequé <strong>de</strong> invierno, el día más frío <strong>de</strong>l año?<br />

—<strong>El</strong> día más corto —rectificó Cristina—. Pero es verdad que tendría<br />

que estar haciendo mucho frío. Incluso podríamos estar bajo cero.<br />

Es raro.<br />

Llevaban un buen rato caminando por una calle no muy ancha,<br />

pero extraordinariamente recta y larga; tan larga que, a la luz <strong>de</strong><br />

la tea, no podían ver el final. Se dirigían hacia el RESPLANDOR que<br />

brillava, lejos, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Cristina supuso:<br />

—Aquello será el centro <strong>de</strong> Cusco. Tiene lógica porque, durante el<br />

Inti Raymi, <strong>de</strong>be haber centenares o miles <strong>de</strong> ANTORCHAS en el Coricancha<br />

para que la gente pueda ver bien a…<br />

—¿Te pasa algo, prima? —preguntó Celoni—. No pareces muy convencida<br />

<strong>de</strong> lo que dices.<br />

—Es que no me imaginaba Cusco <strong>de</strong> esta manera. Mirad a <strong>los</strong> lados<br />

<strong>de</strong>l camino. Son CANALES <strong>de</strong> agua. Supongo que, por eso, hay barro<br />

por todas partes. Es como si Cusco estuviera construida sobre<br />

un lago o un río. Y hay huertos y jardines flotando en <strong>los</strong> canales.<br />

No sabía que <strong>los</strong> incas…<br />

Vaya, es como si<br />

estuviéramos en…<br />

Pero no pue<strong>de</strong> ser.

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