Actas del CILELIJ México, 2016: Lo simbólico
"Érase una vez..." Comenzar un texto así ya da la impresión de que estamos entrando en una historia para niños. De alguna manera, esa fórmula simboliza un cuento de hadas, evocando con nitidez la situación de escuchar o leer una historia tradicional. Y yo decidí comenzar con ese ejemplo, que es un artificio narrativo puramente del lenguaje, justamente para destacar el hecho de que para hablar de lo simbólico en la literatura infantil, conforme me pidieron, me voy a centrar, ante todo, en el aspecto lingüístico. Y, entendiendo la literatura como el arte de la palabra, me limitaré por tanto a examinar aquello que está en su esfera, dejando para analistas más cualificados y críticos de ilustraciones y artes visuales cualquier consideración sobre las imágenes en los libros para niños.
"Érase una vez..." Comenzar un texto así ya da la impresión de que estamos entrando en una historia para niños. De alguna manera, esa fórmula simboliza un cuento de hadas, evocando con nitidez la situación de escuchar o leer una historia tradicional. Y yo decidí comenzar con ese ejemplo, que es un artificio narrativo puramente del lenguaje, justamente para destacar el hecho de que para hablar de lo simbólico en la literatura infantil, conforme me pidieron, me voy a centrar, ante todo, en el aspecto lingüístico. Y, entendiendo la literatura como el arte de la palabra, me limitaré por tanto a examinar aquello que está en su esfera, dejando para analistas más cualificados y críticos de ilustraciones y artes visuales cualquier consideración sobre las imágenes en los libros para niños.
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LO SIMBÓLICO<br />
Jueves 17 de noviembre
CONFERENCIA<br />
MAGISTRAL SOBRE<br />
LO SIMBÓLICO
La presencia <strong>del</strong> que no está<br />
Ana Maria Machado/Brasil<br />
símbolo es un término, un nombre o incluso una imagen que puede<br />
ser familiar en la vida cotidiana pero que posee connotaciones específicas<br />
más allá de su significado convencional y obvio” 1 .<br />
Nacida en Río de Janeiro en 1941,<br />
la escritora Ana Maria Machado fue<br />
presidenta de la Academia Brasileña<br />
de Letras (2011-2013). Considerada<br />
por la crítica como una de<br />
las autoras más completas y versátiles<br />
de su país, ha publicado 10<br />
novelas, 11 libros de ensayos y más<br />
de 100 títulos para niños, con traducciones<br />
en 20 países. Su obra es<br />
muy bien recibida por los lectores<br />
(ha vendido más de 20 millones<br />
de ejemplares) y por la crítica,<br />
de lo que dan muestra sus más de<br />
40 premios y distinciones, entre<br />
ellos el Hans Christian Andersen,<br />
el Casa de las Américas (Cuba), el<br />
Lifetime Achievement Award (Estados<br />
Unidos), el Príncipe Claus<br />
(Holanda), el Iberoamericano SM<br />
de Literatura Infantil y Juvenil, y en<br />
Brasil el Machado de Assis (el más<br />
alto premio nacional para conjunto<br />
de obra) y tres veces el Jabuti. Hizo<br />
su tesis de posgrado bajo la orientación<br />
de Roland Barthes y ha dado<br />
clases en la Sorbona, Berkeley,<br />
Oxford y la Universidad de Río de<br />
Janeiro. Su obra ha sido traducida<br />
y estudiada en varios países y docenas<br />
de sus libros se han publicado<br />
en castellano.<br />
Érase una vez...<br />
Comenzar un texto así ya da la impresión de que estamos<br />
entrando en una historia para niños. De alguna<br />
manera, esa fórmula simboliza un cuento de hadas,<br />
evocando con nitidez la situación de escuchar o leer<br />
una historia tradicional. Y yo decidí comenzar con ese<br />
ejemplo, que es un artificio narrativo puramente <strong>del</strong><br />
lenguaje, justamente para destacar el hecho de que<br />
para hablar de lo <strong>simbólico</strong> en la literatura infantil,<br />
conforme me pidieron, me voy a centrar, ante todo,<br />
en el aspecto lingüístico. Y, entendiendo la literatura<br />
como el arte de la palabra, me limitaré por tanto a<br />
examinar aquello que está en su esfera, dejando para<br />
analistas más cualificados y críticos de ilustraciones<br />
y artes visuales cualquier consideración sobre las<br />
imágenes en los libros para niños.<br />
Símbolo viene <strong>del</strong> griego Sym (junto) y bolon (colocar):<br />
colocar junto. Pero ¿qué es lo que se coloca junto<br />
en un símbolo? Algo que está presente, y algo que no<br />
lo está, pero que, a pesar de su ausencia, es referido o<br />
evocado. O según la definición que Carl Gustav Jung<br />
nos da en El hombre y sus símbolos: “<strong>Lo</strong> que llamamos<br />
Para él, es imposible definir o explicar de modo preciso lo que es un<br />
símbolo, pues su aspecto inconsciente más amplio escapa a las definiciones,<br />
y mientras la mente lo explora, es llevada a ideas que van<br />
más allá <strong>del</strong> control de la razón 2 .<br />
Sabemos que nuestras formas de percibir el mundo no se agotan<br />
con la razón. En verdad, van incluso más allá de los recursos sensoriales,<br />
intelectuales y emocionales de los que disponemos. Muchas<br />
veces recurrimos también a nuestra intuición y a aspectos inconscientes<br />
de nuestra percepción de la realidad, y es en esa área que<br />
surgen y se multiplican los más variados símbolos, ya sea en sueños<br />
individuales o en la creación artística, en los mitos, o en el lenguaje<br />
<strong>simbólico</strong> de las religiones y de la poesía.<br />
Jung dio a ese concepto un lugar privilegiado en su teoría, considerando<br />
que la actitud simbólica es importantísima, pues los símbolos<br />
promueven unión, ayudan a trascender oposiciones y a fomentar<br />
transformaciones energéticas; desarrollan un papel práctico fundamental<br />
en el proceso de individualización, pues son intentos<br />
naturales de reconciliar y reunir opuestos dentro <strong>del</strong> psiquismo, expandiendo<br />
la consciencia en la medida en que se consigan asimilar<br />
e integrar en ella los contenidos perdidos y recuperados, en el discurrir<br />
<strong>del</strong> proceso de reunir recuerdos infantiles y reproducir modos<br />
arquetípicos de comportamiento psíquico. Como no son neutros, su<br />
asimilación modifica la personalidad, de forma análoga al hecho de<br />
que ellos sufren modificaciones en ese proceso 3 .<br />
Quiero destacar ese aspecto desde el principio, porque sería imposible<br />
hablar <strong>del</strong> simbolismo en la literatura infantil sin traer a la<br />
memoria la contribución de Jung a la valorización <strong>del</strong> papel desarro-<br />
1 C. G. Jung (1977), Man and His Symbols, Nueva York, Dell, p. 3.<br />
2 Idem, p. 4.<br />
3 Idem, p. 90.<br />
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llado por el símbolo en la cultura y en la mente humana. Su libro El<br />
hombre y sus símbolos es lectura obligatoria para quien esté interesado<br />
en el tema.<br />
En verdad, Carl Gustav Jung no se ocupa específicamente de libros o<br />
relatos para niños o apropiados para ellos, como los cuentos de hadas.<br />
Sin embargo, muchos de sus seguidores trataron esta materia,<br />
comenzando por su discípula más próxima, Marie <strong>Lo</strong>uise von Franz,<br />
que le dedicó dos obras: La interpretación de los cuentos de hadas y <strong>Lo</strong><br />
femenino en los cuentos de hadas. Otro importante junguiano, el antropólogo<br />
y mitólogo Joseph Campbell, contribuyó enormemente y<br />
ejerció una gran influencia sobre esos estudios con su obra seminal<br />
El héroe de las mil caras 4 , en la que examinó detenidamente los mo<strong>del</strong>os<br />
y patrones de estructuras simbólicas que se repiten en las más variadas<br />
tradiciones culturales. Y su seguidor, el consultor de estudios<br />
cinematográficos Christopher Vogler, partió de esos análisis para escribir<br />
El viaje <strong>del</strong> escritor 5 , una guía para guionistas, dramaturgos y<br />
novelistas en la que se examina el universo <strong>simbólico</strong> tal como se manifiesta<br />
en los patrones existentes, que se repiten en la creación de<br />
narraciones. Es un libro interesantísimo que nos permite tener consciencia<br />
de los mo<strong>del</strong>os ocultos en las películas, libros, historias, juegos,<br />
series de televisión, y de la fuerza subyacente en ellos, que hace<br />
que permanezcan vivos con tanta intensidad que incluso muchas veces<br />
parece que estamos hablando de aventuras diversas, héroes variados<br />
y de circunstancias completamente diferente entre sí.<br />
Pero, en el campo más <strong>del</strong>imitado de los estudios sobre literatura<br />
infantil y juvenil, tal vez Bruno Bettelheim 6 haya sido el autor más<br />
famoso que ha contribuido en esa área a partir de la psicología, rehabilitando<br />
los cuentos de hadas originales, a partir de un análisis de<br />
algunas de esas historias. El libro de Bettelheim (en castellano Psicoanálisis<br />
de los cuentos de hadas) demuestra cómo esas narraciones son<br />
insustituibles en su papel de apoyar y liberar las emociones infantiles,<br />
4 J. Campbell (1949), The Hero with a Thousand Faces, Nueva York, Pantheon Books.<br />
5 C. Vogler (2006), A jornada do escritor, Ana Maria Machado (trad.), 2.ª edición, Río de Janeiro,<br />
Nova Fronteira.<br />
6 B. Bettelheim (1976), The Uses of Enchantment: The meaning and Importance of Fairy Tales,<br />
Nueva York, Alfred A. Knopf.<br />
precisamente por explorar el campo <strong>simbólico</strong> que les permite hablar<br />
de cuestiones profundas y complejas como si estuviesen narrando vivencias<br />
simples y cotidianas. Su estudio es muy conocido y no es el<br />
momento para detenernos mucho en él para esta audiencia que, ciertamente,<br />
lo conoce, pero vale la pena retener que Bettelheim muestra<br />
lo complejos que son los tormentos emocionales de la infancia, los<br />
sentimientos de fragilidad y desamparo de los pequeños, las espantosas<br />
percepciones de peligros externos amenazadores, las ansiedades<br />
que se apropian de los niños en cuanto al mundo exterior, a los<br />
extraños, a su futuro, a su propia identidad. El autor demuestra cómo<br />
las narraciones operan de forma poderosa para liberar a los pequeños<br />
lectores, en medio de la angustia que domina esa fase de la vida, aunque<br />
muchas veces esté oculta. Y justamente porque se mueven en el<br />
terreno de lo <strong>simbólico</strong>, pueden presentar un dinamismo notable que<br />
propicia transformaciones.<br />
Así, una madre sin paciencia e irritada, que en una historia puede aparecer<br />
simbólicamente transformada en una bruja o en una vieja extraña<br />
y terrorífica, puede un poco más tarde reaparecer transformada en<br />
un hada madrina que cuida y protege. O, en otra historia, el hermano<br />
menor medio bobo puede acabar revelándose más experto que los mayores<br />
o un gigante ante el cual todos se sienten impotentes. Y el más<br />
débil siempre consigue vencer gracias a sus propios recursos, al ejecutar<br />
tareas que parecían imposibles, muchas veces con la ayuda de objetos<br />
que ni él mismo sabía que eran mágicos y salvadores. O, incluso,<br />
la compasión ante el que sufre, la solidaridad espontánea y el altruismo<br />
al ayudar a quien lo necesita pueden revelarse útiles y traer buenas<br />
consecuencias cuando menos se espera.<br />
Tal vez el principal punto que Bettelheim destaca sea que los cuentos<br />
de hadas tienen significados más profundos de lo que aparentan. Bajo<br />
aquellos sentidos evidentes existen otros, ocultos. Detrás de lo que está<br />
presente y visible en el tejido narrativo existe algo que no se puede ver,<br />
las aparentes ausencias que, en verdad, son altamente significativas.<br />
Pero eso solo puede ocurrir, como él subraya, cuando son contados<br />
en su forma original, sin simplificaciones didácticas o intervenciones<br />
pedagógicas. Porque solo así se respeta su valor <strong>simbólico</strong>,<br />
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propiciando el acceso a su sentido más recóndito, por medio de un<br />
mecanismo narrativo eficiente para conseguir llamar la atención <strong>del</strong><br />
niño, entretenerle y despertar su curiosidad, estimulando su imaginación,<br />
ayudándole a desarrollar su mente y aclarar sus emociones,<br />
y también a reconocer sus dificultades y sugerir soluciones para los<br />
problemas que le perturban. Es una cuestión formal, no solo de contenido<br />
–y ese es un aspecto fundamental que no puede ser olvidado–.<br />
La forma en que los cuentos tradicionales son narrados tiene<br />
que ser capaz de transmitir, a la vez, sentidos abiertos y sentidos encubiertos,<br />
hablando simultáneamente a diferentes niveles de la personalidad<br />
humana. Para eso, señala Bettelheim: “El niño necesita,<br />
de modo muy particular, recibir sugerencias de forma simbólica sobre<br />
cómo hacer frente a sus problemas y crecer en seguridad hacia<br />
la madurez”.<br />
Destaco esa condición de forma simbólica. Solo funciona si es así, de<br />
esa forma, simbólica. Es decir, de forma artística, revestida de procedimientos<br />
estéticos. Explica Bettelheim: “<strong>Lo</strong>s cuentos de hadas, como<br />
todas las verdaderas obras de arte, poseen una riqueza infinita y una<br />
profundidad que trasciende, y mucho, todo aquello que el examen<br />
discursivo más completo y minucioso podría extraer de ellos”.<br />
Esa observación me hace volver a aquella explicación inicial de Jung<br />
sobre el concepto de símbolo, cuando hablaba de connotaciones específicas<br />
más allá de su significado convencional y obvio.<br />
Es importante destacar que Jung escoge utilizar esa palabra, connotaciones.<br />
Ese es un término ampliamente empleado por los estudiosos<br />
de lingüística y semiología desde que fue introducido y popularizado<br />
en esa área por su coterráneo y contemporáneo Ferdinand de Saussure<br />
7 , lingüista considerado el padre de la semiología, suizo cómo él,<br />
muerto en 1913, cuando Jung tenía cerca de 40 años. El concepto de<br />
connotación es generalmente definido por oposición al concepto de denotación,<br />
y se refiere a un uso específico <strong>del</strong> lenguaje, que merece la<br />
pena recordar aquí, antes de proseguir.<br />
7 Su obra más importante es Cours de Linguistique Générale, publicado en 1916.<br />
En la denotación, el sentido es explícito, indicativo, unívoco, próximo<br />
a lo que un poeta como Carlos Drummond de Andrade califica de<br />
estado de diccionario de las palabras. Por otro lado, en la connotación,<br />
el sentido es sugerido, más ambiguo, abierto, plural, múltiple,<br />
fluctuante, más conectado al lenguaje afectivo, al estilo, relacionado<br />
con las otras palabras de la frase o de la página; depende <strong>del</strong> contexto<br />
y de la lectura individual. Si recurrimos a otro gran lingüista,<br />
Roman Jakobson, podemos decir que la connotación se sitúa más en<br />
el terreno de la función que Jakobson califica de lenguaje poético,<br />
de expresión, que en el campo <strong>del</strong> lenguaje empleado en la comunicación.<br />
Obviamente, puede encontrarse en nuestras conversaciones<br />
cotidianas, pero su lugar por excelencia es el discurso literario.<br />
Entre las varias características de ese lenguaje poético, donde lo <strong>simbólico</strong><br />
se encuentra muy cómodo, está el hecho de que en la poesía,<br />
siempre según Jakobson, la elección de los términos a emplear no se<br />
da apenas por su significado, seleccionado entre las diversas opciones<br />
de una especie de menú vertical de sinónimos que se ofrecen,<br />
uno en sustitución <strong>del</strong> otro, como suele ocurrir cuando nos comunicamos.<br />
Por el contrario, el movimiento dominante en la selección de<br />
términos para el lenguaje poético se da a lo largo de un eje horizontal,<br />
que tiene en cuenta también la contigüidad, la vecindad de sonidos<br />
y sentidos, de ecos formales (como rimas, ritmos, aliteraciones,<br />
repeticiones) y de evocaciones semánticas o reverberaciones de alusiones.<br />
<strong>Lo</strong>s dos movimientos necesariamente se completan en el discurso<br />
literario y propician la creación de una fluidez simbólica, algo<br />
esencial en la literatura pero que no precisa darse en el lenguaje de<br />
la comunicación, pudiendo incluso entorpecerla en algunos casos al<br />
obstaculizar una claridad inmediata.<br />
De esa forma, el lenguaje poético, con su apertura a lo <strong>simbólico</strong>,<br />
es lo que caracteriza al discurso literario. O sea, marca todo aquello<br />
que constituye la literatura: los textos de sentido más inestables, no<br />
cerrados, con un lenguaje interno potencialmente plural.<br />
Ese uso específico <strong>del</strong> lenguaje posibilita que la literatura también<br />
pueda ser conceptuada, según hace Roger Chartier, como el conjunto<br />
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que engloba los textos abiertos a reapropiaciones múltiples 8 . Es algo<br />
misterioso, aún no elucidado, como él señala:<br />
Ante los hechos que hacen posible el arte, el misterio permanece. Aquí<br />
tenemos el problema de que hay dentro de las obras mismas algo, no sé<br />
cómo designarlo, que permite o que cancela las reapropiaciones en la<br />
larga duración. […] De esta manera, hallamos la idea de un texto inestable.<br />
Pero ¿por qué inestable? En su funcionamiento lingüístico puede<br />
posibilitar reapropiaciones múltiples, lo que permite construcciones de<br />
sentidos diversos.<br />
Cuando se habla de permitir reapropiaciones múltiples, queremos decir<br />
que el sentido de un texto literario no es cerrado ni único, y que el<br />
texto puede querer decir muchas cosas diferentes en épocas diversas<br />
o culturas variadas; suele decir cosas muy diferentes a personas diferentes,<br />
o incluso a la misma persona en diferentes momentos de su<br />
vida. De esa forma, una de las preguntas más comunes que se suele<br />
hacer cuando se quiere controlar la lectura ajena por medio de alguna<br />
forma de poder, o sea “¿cuál es el mensaje de ese texto?” (o “¿qué es lo<br />
que el autor está queriendo decir con eso?”), es una pregunta que no<br />
tiene sentido en literatura, porque no existe respuesta para eso. Quien<br />
transmite mensaje es Internet, no es la literatura. La literatura está<br />
solo explorando las posibilidades infinitas <strong>del</strong> lenguaje. Y el autor<br />
está solo escribiendo, no está queriendo decir nada, está creando una<br />
escritura con la esperanza de que cada lector continúe creando con su<br />
lectura e invente lo que quiera entender, sin preocuparse en descubrir<br />
lo que el autor quiso decir. La mayoría de las veces, ni siquiera quien<br />
lo escribió sabe eso de modo consciente.<br />
Aunque reconozca la necesidad de examinar los mecanismos, agentes<br />
y mediaciones de lectura que existen, y podemos añadir que en<br />
el caso de libros para niños esos intermediarios se multiplican exponencialmente,<br />
Chartier insiste en tener en cuenta esa particularidad<br />
misteriosa, fluida y plural <strong>del</strong> texto literario, porque ella obliga<br />
a considerar otros factores:<br />
8 R. Chartier (1999), Cultura escrita, literatura e historia: Conversaciones con Roger Chartier,<br />
<strong>México</strong>, FCE, p. 149.<br />
Es también una manera de aceptar una visión que evite un sociologismo<br />
reductor <strong>del</strong> proceso de construcción <strong>del</strong> canon, pues dicha visión<br />
remite a la estructura interna de las obras y al funcionamiento <strong>del</strong> lenguaje,<br />
y no únicamente a los dispositivos externos como la escuela, la<br />
crítica literaria, el mercado <strong>del</strong> libro, etc., que han operado para establecer<br />
esta selección canónica 9 .<br />
En el caso que nos interesa, el de la literatura infantil y juvenil, no<br />
tenemos solamente que hacer frente y seguir más allá de una visión<br />
crítica formada por el sociologismo reductor, sino, sobre todo, constituida<br />
por otras formas de reducción crítica que también existen<br />
y actúan, como pueden ser las intenciones pedagógicas, las mediaciones<br />
de la familia, los psicologismos superficiales sin bases científicas.<br />
O incluso las propuestas mercadológicas con sus modismos<br />
repetitivos, que dictan que un año será el turno de libros que hablen<br />
de los gnomos, otro de los dinosaurios, y después pueden venir<br />
los magos, los vampiros, las princesas, los animalitos graciosos,<br />
los libro-juegos, los viajes interplanetarios, etc. O sea, como las publicaciones<br />
destinadas a la lectura de los niños pasan por la mediación<br />
de los adultos, la distinción entre libros para niños y literatura<br />
infantil con frecuencia tiende a borrarse y a tratar los dos campos<br />
como si fueran uno solo. Sin embargo, aunque existan territorios comunes<br />
entre ellos, no siempre coinciden.<br />
La existencia de ese fenómeno a veces hace extremadamente difícil<br />
discutir un tema como este que nos ha sido propuesto, lo <strong>simbólico</strong><br />
en la literatura infantil y juvenil. No por dificultades de enfocar lo<br />
<strong>simbólico</strong>, sino por la necesidad de tener siempre presente que estamos<br />
hablando de literatura y no de publicaciones para niños en general.<br />
<strong>Lo</strong>s dos términos no son sinónimos.<br />
Podemos tener, por ejemplo, una bonita colección de libros en los<br />
que el personaje de un osito o conejito, ilustrado de forma antropomórfica<br />
y encantadora, es llevado al médico o al dentista, va a la escuela,<br />
aprende a cruzar la calle y vive otras situaciones de la rutina<br />
habitual de un niño, pero limitamos la presencia <strong>del</strong> simbolismo en<br />
9 Op. cit., p. 150.<br />
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toda la serie por la simple elección de que el animalito está simbolizando<br />
al lector, un niño pequeño, un ser que está en el mundo para<br />
aprender a comportarse, y nada más que eso. La mayoría de las veces,<br />
ese tipo de publicación no debería ser calificada como literatura<br />
infantil, aunque sea, efectivamente, un libro para niños que puede<br />
ser útil y tener un papel clave en la educación.<br />
Por otro lado, podemos también tener una serie como la de Beatrix<br />
Potter, en la que un conejito, ilustrado de forma encantadora y ambigua,<br />
realista pero vestido de modo antropomórfico, interactúa con<br />
otros animales en situaciones inestables, de conflicto y peligro, sufre<br />
consecuencias, tiene dolor de barriga, vive peripecias narradas<br />
con ironía en un lenguaje que hace cómplice al lector mientras nos<br />
hace acompañar de algún crecimiento interno <strong>del</strong> personaje inmerso<br />
en un mundo de sentidos un tanto complejos.<br />
O podemos tener otro conejo como el que Lewis Carroll nos trae en Alicia<br />
en el País de las Maravillas, vestido también como una persona,<br />
equipado con un reloj, apresurado como suelen estarlo los adultos,<br />
preocupándose apenas por sí mismo, sin prestar atención a la niña,<br />
¿o no? La propia Alicia después duda de haber oído al conejo decir que<br />
llegaba tarde, pero afirma que en aquel momento eso le pareció muy<br />
natural; en fin, ese conejo despierta la curiosidad de la niña y hace<br />
que ella se decida a seguirlo buceando en el agujero de su madriguera.<br />
O buceando en el subterráneo <strong>del</strong> inconsciente, una de las incontables<br />
lecturas de esa historia tan cargada de simbolismo.<br />
O aún podemos tener un libro entero sobre conejos que hablan,<br />
piensan y viven en sociedad, con la densidad de La larga jornada,<br />
de Richard Adams, también un magnífico ejemplo de una narrativa<br />
cargada de simbolismo, que niños y adultos pueden leer y apreciar<br />
de diferentes maneras. O, si en vez de fijarnos en el conejo de Alicia,<br />
analizamos el mundo al que nos conduce, bajo la tierra, podemos<br />
ver que su riqueza simbólica puede evocar en el lector otra maravillosa<br />
historia de subterráneos y niños, Otroso, de Graciela Montes,<br />
en la que el mundo <strong>simbólico</strong> también se hace infinito, venciendo<br />
fronteras domadas e indómitas, para resistir a todos los autoritarismos<br />
de los adultos y de los dictadores. O aún podemos recordar<br />
el mundo que se abre para quien traba conocimiento con el morador<br />
de otro agujero en el suelo, El Hobbit, tal como nos cuenta J. R. R.<br />
Tolkien. En fin, un paseo por algunos buenos libros de literatura infantil<br />
nos proporcionará incontables ejemplos de esa densidad simbólica<br />
que caracteriza al arte.<br />
Habiendo entendido que el lenguaje narrativo es fundamental en<br />
el desarrollo de las ambivalencias e inestabilidades que ayudan a<br />
construir el simbolismo, conviene también señalar que ese tipo de<br />
riqueza significativa en literatura corre siempre el riesgo de no funcionar<br />
y quedar extremadamente artificial cuando parte de un proyecto<br />
consciente de simbolización, como si fuera una receta. Es el<br />
caso de un autor que decida: “Esto va a representar aquello” o “Voy<br />
a hablar de A, para quedar en el lugar de B...”. Mientras que se trata<br />
de un procedimiento que puede funcionar muy bien en otros campos<br />
culturales, como el de la publicidad, por ejemplo.<br />
Cuando Volkswagen, hace algunas décadas, mostraba su coche por<br />
detrás, dibujado sobre un huevo, con un eslogan que aludía a la forma<br />
perfecta, recordándonos que solo la naturaleza lo haría mejor,<br />
intencionadamente comparaba a sus ingenieros con Dios o algo así.<br />
Funcionaba. En literatura, no funciona. La intención evidente de<br />
construir un símbolo en un texto literario en general menosprecia<br />
la inteligencia <strong>del</strong> lector, olvida el papel recreador de la lectura y<br />
reduce la potencialidad de la obra. <strong>Lo</strong> que ocurre es que, al actuar<br />
de esa forma, se instala un dirigismo que mata la actitud participativa<br />
que el arte es capaz de instaurar, y elimina el espacio de recreación<br />
que debe formar parte de la lectura.<br />
Por eso, ese procedimiento puede ser considerado autoritario y es muy<br />
raro en literatura, arte de la palabra, en que esas tentativas en general<br />
no sobreviven ni suelen atraer la consideración y el respeto de los críticos.<br />
A no ser, justamente, cuando esa distinción es olvidada en el caso<br />
de los libros para niños, pues ahí se confunde con el equívoco de creer<br />
que la obra infantil debe ser didáctica y con frecuencia se establece la<br />
confusión entre pedagogía y literatura. Para agravar la situación, ese<br />
engaño tiene una duración más larga que cuando se intenta hacer en<br />
los libros no-infantiles, ya que el poder de resistencia de los pequeños<br />
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lectores frente a la imposición adulta es bastante reducido; a lo sumo,<br />
los niños pueden decir que encuentran el libro aburrido y no lo eligen<br />
cuando se les permite decidir. Pero muchas veces son obligados a seguir<br />
a<strong>del</strong>ante y leer hasta el final.<br />
Sin embargo, cuando ese dirigismo se aleja, ¡qué maravillosas llegan a<br />
ser las buenas obras literarias! Con frecuencia, el simbolismo en la literatura<br />
infantil se apoya en el sentido <strong>del</strong> humor, situando a autor y lectores<br />
en un territorio común en el que es posible y divertido reírse de<br />
las situaciones y de los personajes que pretenden ser serios. O solo sonreír,<br />
percibiendo su lado cómico. Esa es una de las maneras más ricas<br />
y subversivas de desmantelar a los poderosos en la literatura infantil,<br />
haciendo que la autoridad y el poder simbolicen el ridículo, un resultado<br />
muchas veces alcanzado en las páginas de los libros por medio<br />
<strong>del</strong> amplio uso de metáforas, ironía y variados juegos verbales. Autores<br />
brasileños como Monteiro <strong>Lo</strong>bato, Ruth Rocha, Lygia Bojunga, Sylvia<br />
Orthof y Ziraldo siempre fueron maestros en el uso de ese procedimiento.<br />
Y el recurso fue igualmente adoptado con maestría por escritores argentinos<br />
como Graciela Montes, Ema Wolf, Graciela Cabal, María Elena<br />
Walsh y María Teresa Andruetto, así como por colombianos como Yolanda<br />
Reyes o Irene Vasco, por mexicanos como Francisco Hinojosa, por<br />
estadounidenses como Maurice Sendak o William Steig, y por ingleses<br />
como A. A. Milne o Kenneth Grahame. También es lo que encontramos<br />
en las descripciones exageradas y grotescas que caracterizan la obra de<br />
Roald Dahl, por ejemplo.<br />
Otras veces, esos procedimientos ayudan a componer una tesitura<br />
narrativa en la que el cuestionamiento <strong>del</strong> poder se reviste de sutiles<br />
maneras de dar énfasis a la imaginación y al mundo <strong>simbólico</strong><br />
<strong>del</strong> propio niño o <strong>del</strong> personaje pequeñito, frágil y aparentemente<br />
indefenso, que acaba revelándose más fuerte que todo y capaz de<br />
derrotar los peligros y amenazas de los poderosos, sin importar si<br />
esas terribles angustias son internas o externas. Esa manera de hacer<br />
frente a las emociones profundas por medio <strong>del</strong> relato es especialmente<br />
característica de la literatura infantil.<br />
Si me paro a examinar, como hago ahora, yo la reconozco en mi propia<br />
obra, sin que jamás haya tenido la intención de usarla de manera<br />
consciente. Pero la reconozco en lo que escribo, como una forma narrativa<br />
que da fuerza al personaje, ya sea por permitir que bucee en<br />
el interior de sí mismo (como en Bisa Bea, Bisa Bel o Raul pintado de<br />
azul, Ojos, penas y plumas, Del tamaño justo) o se revele un “domador<br />
de monstruos”, “aunque parezca mentira” (como en algunos de<br />
mis títulos). También está presente en otros autores, capaz de hacer<br />
al héroe guardar “un monstruo en el bolsillo” (como en la obra de<br />
Graciela Montes), ser capaz de accionar “la clave <strong>del</strong> tamaño” (como<br />
en Monteiro <strong>Lo</strong>bato), de enseñar a un papagayo a enfrentarse al “reyecito<br />
Mandón” (como en Ruth Rocha), de dominar a “un león en<br />
el prado” (como en el adorable libro de Margaret Mahy, ganadora<br />
<strong>del</strong> Andersen 2006) o de retornar vencedor de una incursión por<br />
“donde viven los monstruos” (Where the Wild Things Are), de Maurice<br />
Sendak (Premio Andersen 1972). <strong>Lo</strong>s ejemplos son interminables,<br />
de los clásicos a los contemporáneos, y nos quedaríamos todo<br />
el día recordando la fuerza de esos mundos imaginarios, de Alicia,<br />
de Lewis Carrol, a un Puente hacia Terabithia, de Katherine Paterson,<br />
de Peter Pan, de James Barrie, a Harry Potter, de J. K. Rowling,<br />
pasando por Tommi Ungerer y Helme Heine, por El pequeño Nicolás<br />
de Goscinny y Sempé, por la alta carga simbólica de los cuentos<br />
de hadas libertarios de Marina Colasanti, por la densidad poética de<br />
Bartolomeu de Campos Queirós, por aquella voz en las sombras, que<br />
Alan Garner menciona y nos trae en sus libros.<br />
Y no estamos hablando de poesía, cuyas palabras están totalmente hechas<br />
de hilos <strong>simbólico</strong>s, enraizados en la memoria y en la percepción<br />
de la realidad, pero capaces de vuelos por espacios ilimitados y absolutos<br />
hechos de ausencia y de aquello que no existe en el mundo real,<br />
pero tiene una existencia poderosa en la imaginación y en el arte.<br />
El hecho de trabajar con ese aspecto particular de la palabra, el lenguaje<br />
<strong>simbólico</strong> y poético, hace que la literatura se mueva de forma<br />
diferente a otros textos. Eso ocurre principalmente en el caso de la<br />
poesía y de la literatura infantil, cuando el pacto entre autor y lector<br />
presupone por parte de este una amplitud de acción y una libertad<br />
mucho mayores, por no ser un terreno predominantemente racional,<br />
pero que permite recurrir con más intensidad a mecanismos intuitivos,<br />
sensoriales y afectivos.<br />
454 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 455
En cierto modo, todo lenguaje siempre está destinado a alguien y<br />
pretende convencer al destinatario de algo, compartir alguna cosa<br />
con el otro. Pero los textos no <strong>simbólico</strong>s intentan convencer con argumentos,<br />
mientras los <strong>simbólico</strong>s anhelan convencer con revelaciones<br />
de significado, una especie de luz inesperada sobre aquello<br />
que no está dicho expresamente, pero está latente en la profundidad,<br />
moviéndose en el territorio de intercambio entre el texto y el<br />
lector que proporciona la lectura.<br />
Es ese uno de los más importantes papeles <strong>del</strong> arte, y muy especialmente<br />
de la narrativa: el de permitir la creación de sentido por<br />
medio <strong>del</strong> descubrimiento, como aprendemos con Jerome Bruner y<br />
todos sus estudios sobre el desarrollo de la psicología cognitiva, en<br />
una vida centenaria. Y ya habíamos aprendido con Hannah Arendt<br />
el poder de la narrativa para entender la experiencia, apropiarse de<br />
las posibilidades huidizas ofrecidas por la memoria y la imaginación,<br />
y alcanzar la comprensión de las cosas.<br />
Son esos aspectos diferentes que lo <strong>simbólico</strong> puede traernos en la literatura<br />
infantil y juvenil, no solo propiciando un desarrollo individual<br />
<strong>del</strong> joven lector, sino también su participación en una cultura,<br />
en la búsqueda de recomponer un equilibrio intuitivo para completar<br />
y solucionar la desestabilización o infracción <strong>del</strong> orden previsto,<br />
desequilibrio que caracteriza toda narrativa, mientras su lectura<br />
va tomando conocimiento de la estructura subyacente, que consolida<br />
las peripecias narradas y activamente mira hacia <strong>del</strong>ante, imaginando<br />
soluciones encaminadas a la resolución <strong>del</strong> conflicto. En<br />
palabras de Bruner: “La acción <strong>del</strong> relato no lleva tanto a recomponer<br />
el estado canónico, antes turbado, de las cosas, como a la intuición<br />
epistémica o moral de aquello que es inherente a la búsqueda de<br />
tal recomposición” 10 .<br />
en general, sino en especial para la erección de un complejo de leyes:<br />
el corpus iuris” 11 .<br />
Desde otro ángulo, sin ocuparse de la psicología cognitiva, pero partiendo<br />
de una mirada psicoanalítica junguiana, uno de los mayores estudiosos<br />
de mitos y narrativas legendarias, el ya mencionado Joseph<br />
Campbell, confirma la fuerza de esos relatos al examinar su permanencia<br />
en las más diferentes culturas y épocas, acentuando la importancia<br />
<strong>del</strong> papel <strong>simbólico</strong> que representan y la constancia de elementos y estructuras<br />
que en ellos se repiten por más que el relato en sí sea singular,<br />
un modo propio de interpretar el mundo, o los mundos posibles.<br />
De cualquier modo, al final de esta pequeña conversación sobre el<br />
tema, creo que merece la pena destacar un punto principal. <strong>Lo</strong> importante<br />
es señalar que lo <strong>simbólico</strong> en la literatura está en la esfera de<br />
la connotación y no se sitúa en el ámbito de la referencia, no se limita<br />
a denotar concretamente. En lugar de eso, justamente por no referirse<br />
directamente a nada, la narrativa literaria trabaja por medio de<br />
aquello que no está, manteniendo un contacto tenso entre lo familiar<br />
y lo posible, en el que la luz de lo imaginario ilumina a lo real, que no<br />
existe de verdad en el texto. Y esa ausencia, expresada por lo <strong>simbólico</strong>,<br />
permite que se instaure un trabajo creador por parte <strong>del</strong> lector, capaz<br />
de dar sentido a la cosas, extraer sus posibles significados dentro<br />
de una cultura o una vida, construir una identidad, tener una perspectiva<br />
sobre la existencia, enfrentarse a lo inesperado y a las expectativas<br />
truncadas, aplacar la angustia ante lo incontrolable.<br />
No es poca cosa. A final, todo eso prueba lo poderoso que es lo <strong>simbólico</strong><br />
en la literatura. Y los niños tienen derecho a compartir ese poder<br />
desde muy pronto.<br />
Y, más a<strong>del</strong>ante, añade, enfatizando la función social que puede ser<br />
desempeñada por lo <strong>simbólico</strong> en la literatura narrativa: “Con el<br />
tiempo, el compartir historias comunes crea una comunidad de interpretación,<br />
cosa de gran eficacia no solo para la cohesión cultural<br />
10 J. Bruner (2003), La fábrica de historias. Derechos, literatura, vida, <strong>México</strong>, FCE, p. 37.<br />
11 Ibidem, p. 45.<br />
456 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 457
A presença do que não está<br />
Ana Maria Machado/Brasil<br />
Era uma vez...<br />
Começar um texto assim já dá a impressão de que estamos entrando<br />
numa história para crianças. De alguma maneira, essa fórmula simboliza<br />
conto de fadas, evocando com nitidez a situação de escutar ou<br />
ler uma história tradicional. E eu resolvi começar com esse exemplo,<br />
que é um artifício narrativo puramente de linguagem, justamente para<br />
destacar o fato de que para falar no Simbólico da Literatura Infantil,<br />
conforme me pediram, vou focalizar, antes de mais nada, o aspecto linguístico.<br />
E, entendendo literatura como a arte da palavra, vou também<br />
me limitar a examinar aquilo que está em sua esfera, deixando para<br />
analistas mais qualificados e críticos de ilustrações e artes visuais qualquer<br />
consideração sobre as imagens nos livros para crianças.<br />
Símbolo vem do grego Sym (junto) + bolon (colocar): colocar junto.<br />
Mas o que se coloca junto num símbolo? Algo que está presente, e algo<br />
que não está – mas, apesar de ausente, é referido ou evocado. Ou, na<br />
definição que Carl Gustav Jung nos dá em “O Homem e seus símbolos”:<br />
“O que chamamos de símbolo é um termo, um nome ou mesmo<br />
uma imagem que pode ser familiar na vida cotidiana mas possui conotações<br />
específicas além de seu significado convencional e óbvio” 1 .<br />
Para ele, é impossível definir ou explicar de modo preciso o que seja<br />
um símbolo, pois seu aspecto inconsciente mais amplo escapa a definições<br />
e enquanto a mente o explora, é levada a ideias que vão além<br />
do controle da razão 2 .<br />
Sabemos que nossas formas de perceber o mundo não se esgotam<br />
com a razão. Na verdade, vão mesmo além dos recursos sensoriais,<br />
intelectuais e emocionais de que dispomos. Muitas vezes recorremos<br />
também à nossa intuição e a aspectos inconscientes de nossa<br />
percepção da realidade – e é nessa área que surgem e se multiplicam<br />
os mais variados símbolos, seja em sonhos individuais, seja na criação<br />
artística, nos mitos, ou na linguagem simbólica das religiões e<br />
da poesia.<br />
Jung deu a esse conceito um lugar privilegiado em sua teoria, considerando<br />
que a atitude simbólica é importantíssima pois os símbolos<br />
promovem união, ajudam a transcender oposições e a promover<br />
transformações energéticas. Desempenham um papel prático fundamental<br />
no processo de individuação, pois são tentativas naturais<br />
de reconciliar e reunir opostos dentro do psiquismo, expandindo<br />
a consciência na medida em que se consiga assimilar e integrar a<br />
ela os conteúdos perdidos e recuperados, no decorrer do processo<br />
de recoletar memórias infantis e reproduzir modos arquetípicos de<br />
comportamento psíquico. Como não são neutros, sua assimilação<br />
modifica a personalidade, de forma análoga ao fato de que eles sofrem<br />
modificações nesse processo 3 .<br />
Quero destacar esse aspecto logo no início porque seria impossível<br />
falar do <strong>simbólico</strong> na literatura infantil sem trazer à lembrança<br />
a contribuição de Jung à valorização do papel desempenhado pelo<br />
símbolo na cultura e na mente humana. Seu livro O Homem e Seus<br />
Símbolos é leitura obrigatória para quem se interessa pelo tema.<br />
Na verdade, Carl Gustav Jung não se ocupou especificamente de livros<br />
ou relatos para crianças ou por elas apropriados – como os contos<br />
de fadas. Porém muitos de seus seguidores trataram do assunto,<br />
a começar por sua discípula mais próxima, Marie <strong>Lo</strong>uise von Franz,<br />
que lhe dedicou duas obras: A Interpretação dos Contos de Fadas e O<br />
Feminino nos Contos de Fadas. Outro importante junguiano, o antropólogo<br />
e mitólogo Joseph Campbell, deu uma contribuição riquíssima<br />
e exerceu enorme influência sobre esses estudos, com sua obra<br />
seminal O Heroi de Mil Faces 4 , em que examinou detidamente os mo<strong>del</strong>os<br />
e moldes de estruturas simbólicas que se repetem nas mais<br />
diferentes tradições culturais. E seu seguidor, o consultor de estudios<br />
cinematográficos Christopher Vogler, partiu dessas análises<br />
1 Carl G. Jung (1977), Man and His Symbols, Nova York, Dell, p. 3.<br />
2 Idem, p. 4.<br />
3 Idem, p. 90.<br />
4 J. Campbell (1949), The Hero with a Thousand Faces, Nova York, Pantheon Books.<br />
458 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 459
para escrever A Jornada do Escritor 5 , um guia para roteiristas, dramaturgos<br />
e romancistas, em que examina o universo <strong>simbólico</strong> tal<br />
como ele se manifesta nos padrões existentes, que se repetem na<br />
criação de narrativas. É um livro interessantíssimo que nos permite<br />
ter consciência dos mo<strong>del</strong>os ocultos em filmes, livros, histórias, jogos,<br />
séries de televisão, e da força subjacente a eles, que faz com que<br />
permaneçam vivos com tanta intensidade, mesmo se parecem muitas<br />
vezes estar falando de aventuras diversas, herois variados e de<br />
circunstâncias completamente diferentes entre si.<br />
Mas, no campo mais <strong>del</strong>imitado dos estudos sobre literatura infantil<br />
e juvenil, talvez o mais famoso autor a contribuir para essa área<br />
a partir da psicologia tenha sido Bruno Bettelheim 6 , que reabilitou<br />
os contos de fadas originais, a partir de uma análise de algumas dessas<br />
histórias. O livro de Bettelheim (em português A Psicanálise dos<br />
Contos de Fadas) demonstra como essas narrativas são insubstituíveis<br />
em seu papel de apoiar e liberar as emoções infantis, justamente<br />
por explorarem o campo <strong>simbólico</strong>, o que lhes permite falar de questões<br />
profundas e complexas como se estivessem narrando ocorrências<br />
simples e comuns do cotidiano. Seu estudo é muito conhecido e<br />
não é o caso de nos determos muito nele para esta plateia que certamente<br />
o conhece, mas vale registrar que Bettelheim mostra como são<br />
complexos os tormentos emocionais da infância, os sentimentos de<br />
fragilidade e desamparo dos pequenos, as assustadoras percepções<br />
de perigos externos ameaçadores, as ansiedades que tomam conta da<br />
criança quanto ao mundo lá fora, aos estranhos, a seu futuro, sua própria<br />
identidade. O autor demonstra como as narrativas operam de forma<br />
poderosa para libertar os pequenos leitores, em meio à angústia<br />
que domina essa fase da vida, ainda que muitas vezes escondida. E<br />
justamente por se moverem no terreno do <strong>simbólico</strong> podem apresentar<br />
um dinamismo notável, que propicia transformações.<br />
Assim, uma mãe sem paciência e irritada, que numa história pode<br />
aparecer simbolicamente transformada numa bruxa ou numa velha<br />
5 C. Vogler (2006), A jornada do escritor, tradução de Ana Maria Machado, 2.ª edição, Rio de<br />
Janeiro, Nova Fronteira.<br />
6 B. Bettelheim (1976), The Uses of Enchantment: The meaning and Importance of Fairy Tales,<br />
Nova York, Alfred A. Knopf.<br />
estranha e assustadora, pode daí a pouco reaparecer transformada<br />
numa fada madrinha que cuida e protege. Ou, em outra história, o irmão<br />
menor meio bobo pode acabar se revelando mais esperto do que<br />
os mais velhos ou do que um gigante diante de quem todos se sentem<br />
impotentes. E o mais fraco sempre consegue vencer graças a seus próprios<br />
recursos, ao executar tarefas que pareciam impossíveis, muitas<br />
vezes com a ajuda de objetos que nem ele mesmo sabia que eram mágicos<br />
e salvadores. Ou ainda, a compaixão com quem sofre, a solidariedade<br />
espontânea e o altruísmo em ajudar quem precisa podem se<br />
revelar úteis e trazer boas consequencias quando menos se espera.<br />
Talvez o principal ponto que Bettelheim destaca seja que os contos de<br />
fada têm significados mais profundos do que aparentam. Debaixo daqueles<br />
sentidos evidentes existem outros, escondidos. Por trás do que<br />
está presente e visível no tecido narrativo há o que não está visível,<br />
as aparentes ausências que, na verdade, são altamente significativas.<br />
Mas isso só pode acontecer, como ele frisa, quando eles são contados<br />
em sua forma original, sem simplificações didáticas ou intervenções<br />
pedagógicas. Porque só assim têm seu valor <strong>simbólico</strong> respeitado, propiciando<br />
o acesso a seu sentido mais recôndito, por meio de um mecanismo<br />
narrativo eficiente em conseguir prender a atenção da criança,<br />
entretê-la e despertar sua curiosidade, estimulando sua imaginação,<br />
ajudando-a a desenvolver sua mente e clarear suas emoções, e também<br />
a reconhecer suas dificuldades e sugerir soluções para os problemas<br />
que a perturbam. É uma questão formal, não apenas de conteúdo<br />
– e esse é um aspecto fundamental, que não pode ser esquecido. A forma<br />
em que os contos tradicionais são narrados precisa ser capaz de, ao<br />
mesmo tempo, transmitir sentidos abertos e sentidos encobertos, falando<br />
simultaneamente a diferentes níveis da personalidade humana.<br />
Para isso, assinala Bettelheim: “A criança precisa, de modo muito<br />
particular, receber sugestões de forma simbólica sobre como lidar com<br />
seus problemas e crescer em segurança para a maturidade”.<br />
Chamo a atenção para essa condição – de forma simbólica. Só funciona<br />
se for assim, dessa forma, simbólica. Ou seja, de forma artística, revestida<br />
de procedimentos estéticos. Explica Bettelheim: “Os contos de<br />
fadas, como todas as verdadeiras obras de arte, possuem uma riqueza<br />
460 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 461
infinita e uma profundidade que transcende, e muito, tudo aquilo que<br />
o exame discursivo mais completo e minucioso poderia extrair <strong>del</strong>es”.<br />
Essa observação me faz voltar àquela explicação inicial de Jung sobre<br />
o conceito de símbolo, quando falava em conotações específicas<br />
além de seu significado convencional e óbvio.<br />
É importante destacar que Jung escolhe utilizar essa palavra, conotações.<br />
Esse é um termo largamente empregado pelos estudiosos de<br />
linguística e semiologia – desde que foi introduzido e popularizado<br />
nessa área por seu conterrâneo e contemporâneo Ferdinand de<br />
Saussure 7 , linguista considerado o pai da semiologia, suiço como<br />
ele, morto em 1913, quando Jung tinha cerca de 40 anos. O conceito<br />
de conotação é geralmente definido por oposição ao conceito de<br />
denotação e se refere a um uso específico da linguagem, que vale a<br />
pena recordar aqui, antes de prosseguirmos.<br />
Na denotação, o sentido é explícito, indicativo, unívoco, próximo ao<br />
que um poeta como Carlos Drummond de Andrade chama de estado<br />
de dicionário das palavras. Por outro lado, na conotação o sentido é<br />
sugerido, mais ambíguo, aberto, plural, múltiplo, flutuante, mais ligado<br />
à linguagem afetiva, ao estilo, relacionado às outras palavras<br />
da frase ou da página. Depende do contexto e da leitura individual.<br />
Se recorrermos a outro grande linguista, Roman Jakobson, podemos<br />
dizer que a conotação se situa mais no terreno da função que Jakobson<br />
chama de linguagem poética, de expressão, do que no campo da<br />
linguagem empregada na comunicação. Pode também ser encontrada<br />
em nossas conversas cotidianas, é claro, mas seu lugar por excelência<br />
é o discurso literário.<br />
Entre as várias características dessa linguagem poética, onde o <strong>simbólico</strong><br />
fica muito à vontade, está o fato de que nela, sempre segundo<br />
Jakobson, a escolha dos termos a serem empregados não se dá apenas<br />
pelo seu significado, selecionado entre as diversas opções de uma espécie<br />
de cardápio vertical de sinônimos que se oferecem, um em substituição<br />
ao outro, como costuma acontecer quando nos comunicamos.<br />
7 Sua obra mais importante é o Cours de Linguistique Générale, publicada em 1916.<br />
Pelo contrário, o movimento dominante na seleção de termos para a<br />
linguagem poética se dá ao longo de um eixo horizontal, que leva em<br />
conta também a contiguidade, a vizinhança de sons e sentidos, de ecos<br />
formais (como rimas, ritmos, aliterações, repetições) e de evocações<br />
semânticas ou reverberações de alusões. Os dois movimentos necessariamente<br />
se completam no discurso literário e propiciam a criação de<br />
uma fluidez simbólica, algo essencial à literatura mas que não precisa<br />
se dar na linguagem da comunicação, podendo mesmo atrapalhá-la<br />
em alguns casos por prejudicar uma clareza imediata.<br />
Dessa forma, a linguagem poética, com sua abertura para o <strong>simbólico</strong>,<br />
é o que caracteriza o discurso literário. Ou seja, marca tudo aquilo<br />
que constitui a literatura: os textos de sentido mais instáveis, não<br />
fechados, com uma linguagem interna potencialmente plural.<br />
Graças a esse uso específico da linguagem é que se torna possível<br />
que a literatura também possa ser conceituada, como faz Roger<br />
Chartier, como o conjunto que engloba os textos abertos a reapropriações<br />
múltiplas 8 . É algo misterioso, ainda não elucidado, como<br />
ele assinala:<br />
Ante los hechos que hacen posible el arte, el misterio permanece. Aquí<br />
tenemos el problema de que hay dentro de las obras mismas algo, no sé<br />
cómo designarlo, que permite o que cancela las reapropriaciones en la<br />
larga duración. […] De esta manera, hallamos la idea de un texto inestable.<br />
Pero ¿por qué inestable? En su funcionamiento linguístico puede<br />
posibilitar reapropriaciones múltiples, lo que permite construcciones<br />
de sentidos diversos.<br />
Quando se fala em permitir reapropriações múltiplas significa dizer<br />
que o sentido de um texto literário não é fechado nem único, e que o<br />
texto pode querer dizer muitas coisas diferentes – em eepocas diversas<br />
ou culturas variadas. Costuma dizer coisas muito diferentes a pessoas<br />
diferentes. Ou até à mesma pessoa em diferentes momentos de sua<br />
vida. Dessa forma, uma das perguntas mais comuns que se costuma<br />
8 R. Chatrier (1999), Cultura escrita, literatura e historia: Conversaciones con Roger Chartier,<br />
<strong>México</strong>, FCE, p. 149.<br />
462 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 463
fazer quando se quer controlar a leitura alheia por meio de alguma forma<br />
de poder, ou seja “qual a mensagem desse texto?” (ou “o que o autor<br />
está querendo dizer com isso”?) é uma pergunta que não faz sentido<br />
em literatura. Porque não existe resposta para isso. Quem transmite<br />
mensagem é a internet, não é a literatura. A literatura está apenas explorando<br />
as possibilidades infinitas da linguagem. E o autor está apenas<br />
escrevendo, não está querendo dizer nada, está criando uma escrita<br />
com a esperança de que cada leitor continue criando com sua leitura<br />
e invente o que quiser entender, sem se preocupar em descobrir o que<br />
o autor quis dizer. Na maioria das vezes, nem mesmo quem escreveu<br />
sabe disso de modo consciente.<br />
No entanto, reconhece a necessidade de examinar os mecanismos,<br />
agentes e mediações de leitura que existem – e podemos acrescentar<br />
que, no caso dos livros infantis, esses intermediários se multiplicam<br />
exponencialmente – Chartier insiste em tomar essa especificidade<br />
misteriosa, fluida e plural do texto literário, porque ela exige a consideração<br />
de outros fatores:<br />
Es también una manera de aceptar una visión que evite un sociologismo<br />
reductor <strong>del</strong> proceso de construcción <strong>del</strong> canon, pues dicha visión<br />
remite a la estructura interna de las obras y al funcionamiento <strong>del</strong> lenguaje,<br />
y no únicamente a los dispositivos externos como la escuela, la<br />
crítica literaria, el mercado <strong>del</strong> libro, etc., que han operado para establecer<br />
esta selección canónica 9 .<br />
No caso que nos interessa, o da literatura infantil e juvenil, não precisamos<br />
apenas enfrentar e continuar além de uma visão crítica formada<br />
pela redução do sociologismo, mas, acima de tudo, constituída<br />
por outras formas de redução crítica que também existem e agem,<br />
como intenções pedagógicas, mediações familiares, psicologias superficiais<br />
sem bases científicas.<br />
Ou mesmo as propostas de marketing com seus modismos repetitivos,<br />
que ditam que em um ano será o tempo de livros que falarão sobre<br />
gnomos, em outro dos dinossauros, e então poderão vir magos,<br />
9 Op. cit., p. 150.<br />
vampiros, princesas, animais engraçados, livros-jogos, viagens interplanetárias,<br />
etc. Ou seja, como as publicações destinadas à leitura<br />
de crianças passam pela mediação de adultos, a distinção entre<br />
livros infantis e literatura infantil costuma ser apagada e tratar os<br />
dois campos como se fossem um. No entanto, embora existam territórios<br />
comuns entre eles, eles nem sempre coincidem.<br />
A existencia desse fenômeno por vezes torna extremamente difícil<br />
discutir um tema como este que nos foi proposto, do <strong>simbólico</strong> na literatura<br />
infantojuvenil. Não por dificuldades de focalizar o <strong>simbólico</strong>,<br />
mas pela necessidade de termos sempre presente que estamos<br />
falando de literatura e não de publicações para crianças em geral.<br />
Os dois termos não são sinônimos.<br />
Podemos ter, por exemplo, uma coleção bem bonitinha de livros em<br />
que o personagem de um ursinho ou coelhinho, ilustrado de forma<br />
antropomórfica e encantadora, é levado ao médico ou ao dentista,<br />
vai à escola, aprende a atravessar a rua, e vive outras situações da<br />
rotina habitual de uma criança, mas limitarmos a presença do <strong>simbólico</strong><br />
em toda a série à simples escolha de que o animalzinho está<br />
simbolizando o leitor – uma criança pequena, um ser que está no<br />
mundo para aprender a se comportar, e nada além disso. Na maioria<br />
das vezes, esse tipo de publicação não deveria ser chamado de literatura<br />
infantil, embora seja, sim, um livro para criança que pode ser<br />
útil e desempenhar um papel na educação.<br />
Por outro lado, podemos também ter uma série como a de Beatrix<br />
Potter, em que um coelhinho ilustrado de forma encantadora e ambígua,<br />
realista mas vestido de modo antropomórfico, interage com<br />
outros animais em situações inestáveis, de conflito e perigo, sofre<br />
consequencias, tem dor de barriga, vive peripécias narradas com<br />
ironia numa linguagem que pisca cumplicidades ao leitor enquanto<br />
nos faz acompanhar algum crescimento interno do personagem inserido<br />
num mundo de sentidos um tanto múltiplos.<br />
Ou podemos ter outro coelho como o que Lewis Carroll nos traz em Alice<br />
no País das Maravilhas, também vestido como gente, equipado com<br />
um relógio, apressado como costumam ser os adultos, preocupado<br />
464 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 465
apenas consigo mesmo, sem dar atenção à menina – ou não? A própria<br />
Alice depois duvida de ter ouvido o coelho dizer que estava atrasado,<br />
mas afirma que na hora isso lhe pareceu muito natural – enfim, esse<br />
coelho desperta a curiosidade da menina e faz com que ela decida segui-lo<br />
mergulhando no buraco de sua toca. Ou mergulhando no subterrâneo<br />
do inconsciente, uma das inúmeras leituras dessa história tão<br />
carregada de simbolismo.<br />
Ou ainda podemos ter um livro inteiro sobre coelhos que falam, pensam<br />
e vivem em sociedade, com a densidade de A longa jornada, de<br />
Richard Adams, também um magnífico exemplo de uma narrativa<br />
carregada de simbolismo, que crianças e adultos podem ler e apreciar<br />
de variadas maneiras. Ou, se em vez de nos fixarmos no coelho<br />
de Alice, analisarmos o mundo a que ele conduz, debaixo da terra,<br />
podemos ver que sua riqueza simbólica pode evocar no leitor outra<br />
maravilhosa história de subterrâneos e crianças, Otroso, de Graciela<br />
Montes, em que o mundo <strong>simbólico</strong> também se torna infinito,<br />
vencendo fronteiras domadas e indômitas, para resistir a todos os<br />
autoritarismos dos adultos e dos ditadores. Ou ainda podemos lembrar<br />
o mundo que se abre para quem trava conhecimento com o morador<br />
de outro buraco no chão, o Hobbit, tal como nos conta J. R.<br />
R. Tolkien. Enfim, um passeio por alguns bons livros de literatura<br />
infantil nos dará incontáveis exemplos dessa densidade simbólica<br />
que caracteriza a arte.<br />
Tendo entendido que a linguagem narrativa é fundamental no desenvolvimento<br />
das ambivalências e instabilidades que ajudam a<br />
construir o simbolismo, convém também assinalar que esse tipo de<br />
riqueza significativa em literatura corre sempre o risco de não funcionar<br />
e ficar extremamente artificial quando parte de um projeto<br />
consciente de simbolização, como se fosse uma receita. É o caso de<br />
um autor que decida: “Isto vai representar aquilo” ou “Vou falar de<br />
“A, para ficar no lugar de B...”. Entretanto, trata-se de um procedimento<br />
que pode funcionar muito bem em outros campos culturais,<br />
como o da publicidade, por exemplo.<br />
Quando a Volkswagen, há algumas décadas, mostrava seu carro de<br />
costas, desenhado sobre um ovo, com um slogan que aludia à forma<br />
perfeita, lembrando que só a natureza faria melhor, intencionalmente<br />
comparava seus engenheiros a Deus ou algo assim. Funcionava. Em<br />
literatura, não funciona. A intenção evidente de construir um símbolo<br />
num texto literário em geral menospreza a inteligência do leitor,<br />
esquece o papel recriador da leitura e reduz a potencialidade da obra.<br />
O que acontece é que, ao se agir dessa forma, instala-se um dirigismo<br />
que mata a atitude participativa que a arte é capaz de instaurar, e elimina<br />
o espaço de recriação que deve fazer parte da leitura.<br />
Por isso, esse procedimento pode ser considerado autoritário e é<br />
muito raro em literatura, arte da palavra, em que essas tentativas<br />
em geral não sobrevivem nem costumam atrair a consideração e o<br />
respeito críticos. A não ser, justamente, quando essa distinção é esquecida<br />
no caso dos livros para crianças, pois aí se confunde com o<br />
equívoco de achar que obra infantil deve ser didática e com frequência<br />
se estabelece a confusão entre pedagogia e literatura. Para agravar<br />
a situação, esse engano tem duração mais longa do que quando<br />
ele é tentado nos livros não-infantis, já que o poder de resistência<br />
dos pequenos leitores frente à imposição adulta é bastante reduzido<br />
– no máximo, as crianças podem dizer que acham o livro chato e não<br />
o escolhem quando deixadas à vontade. Mas muitas vezes são obrigadas<br />
a seguir adiante e ler até o fim.<br />
No entanto, quando esse dirigismo se afasta, que maravilhas os bons<br />
livros literários podem trazer! Com frequencia, o simbolismo na literatura<br />
infantil se apoia no senso de humor, situando autor e leitores<br />
num território comum em que é possível e divertido rir das situações<br />
e dos personagens que se acreditam sérios. Ou apenas sorrir, percebendo<br />
seu lado cômico. Essa é uma das maneiras mais ricas e subversivas<br />
de desmantelar os poderosos na literatura infantil, fazendo<br />
com que a autoridade e o poder simbolizem o ridículo, um resultado<br />
muitas vezes alcançado nas páginas dos livros por meio do amplo<br />
uso de metáforas, ironia e variados jogos verbais. Autores brasileiros<br />
como Monteiro <strong>Lo</strong>bato, Ruth Rocha, Lygia Bojunga, Sylvia Orthof e Ziraldo<br />
sempre foram mestres no uso desse procedimento. E o recurso<br />
foi igualmente adotado com maestría por escritores argentinos como<br />
Graciela Montes, Ema Wolf, Graciela Cabal, Maria Elena Walsh e Maria<br />
Teresa Andrueto, bem como por colombianos como Yolanda Reyes<br />
466 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 467
ou Irene Vasco, e por mexicanos como Francisco Hinojosa, por americanos<br />
como Maurice Sendak ou William Steig, por ingleses como A. A.<br />
Milne ou Kenneth Grahame. Também é o que encontramos nas descrições<br />
exageradas e grotescas que caracterizam a obra de Roald Dahl<br />
por exemplo.<br />
Outras vezes, esses procedimentos ajudam a compor uma tessitura<br />
narrativa em que o questionamento do poder se reveste de sutis maneiras<br />
de dar ênfase à imaginação e ao mundo <strong>simbólico</strong> da própria<br />
criança ou do personagem pequenino, frágil e aparentemente indefeso,<br />
que acaba se revelando mais forte que tudo e capaz de derrotar<br />
os perigos e ameaças dos poderosos, e não importa se essas terríveis<br />
angústias são internas ou externas. Essa maneira de lidar com as<br />
emoções profundas por meio do relato é especialmente característica<br />
da literatura infantil.<br />
Se paro para examinar, como faço agora, eu a reconheço em minha<br />
própria obra, sem que jamais tenha tido a intenção de usá-la de maneira<br />
consciente. Mas a reconheço no que escrevo, como uma forma narrativa<br />
que dá força ao personagem, seja por permitir que mergulhe no<br />
interior de si mesmo (como em Bisa Bea, Bisa Bel ou Raul Pintado de<br />
Azul, Ojos, Penas y Plumas, Del Tamaño Justo) ou se revele um Domador<br />
de Monstros, Aunque Parezca Mentira (como em alguns de meus títulos).<br />
Também está presente em outros autores, capaz de fazer o heroi<br />
guardar Un Monstruo en el Bolsillo (como en la obra de Graciela Montes),<br />
ser capaz de acionar A Chave do Tamanho (como em Monteiro <strong>Lo</strong>bato),<br />
de ensinar um papagaio a enfrentar O Reizinho Mandão (como<br />
em Ruth Rocha), de dominar Um Leão na Campina (como no adorável<br />
livro de Margaret Mahy, ganhadora do Andersen 2006) ou de retornar<br />
vencedor de uma incursão por Donde viven los monstruos (Where<br />
the Wild Things Are), de Maurice Sendak (Premio Andersen 1972). Os<br />
exemplos são infindáveis, dos clássicos aos contemporâneos, e ficaríamos<br />
o dia inteiro relembrando a força desses mundos imaginários, da<br />
Alice de Lewis Carrol à Ponte para Terabithia, de Katherine Paterson,<br />
de Peter Pan de James Barrie a Harry Potter, de J. K. Rowling, passando<br />
por Tommi Ungerer e Helme Heine, pelo Pequeno Nicolau de Goscinny<br />
e Sempé, pela alta carga simbólica dos contos de fadas libertários da<br />
Marina Colassanti, pela densidade poética de Bartolomeu de Campos<br />
Queirós, por aquela voz nas sombras, que Alan Garner menciona e nos<br />
traz em seus livros.<br />
E nem estamos falando de poesia, cujas palavras são totalmente feitas<br />
de fios <strong>simbólico</strong>s, enraizados na memória e na percepção da<br />
realidade, mas capazes de voos por espaços ilimitados e absolutos<br />
feitos de ausência e daquilo que não existe no mundo real mas tem<br />
uma existência poderosa na imaginação e na arte.<br />
O fato de trabalhar com esse aspecto particular da palavra, a linguagem<br />
simbólica e poética, faz com que a literatura se movimente de<br />
forma diferente de outros textos. Isso ocorre principalmente no caso<br />
da poesia e da literatura infantil, quando o pacto entre autor e leitor<br />
pressupõe por parte deste uma amplitude de ação e uma liberdade<br />
muito maiores, por não ser um terreno predominantemente racional,<br />
mas permitir recorrer com mais intensidade a mecanismos intuitivos,<br />
sensoriais e afetivos.<br />
De certo modo, toda linguagem sempre se destina a alguém e quer<br />
convencer o destinatário de algo, compartilhar alguma coisa com<br />
o outro. Mas os textos não <strong>simbólico</strong>s tentam convencer com argumentos,<br />
enquanto os <strong>simbólico</strong>s almejam convencer com revelações<br />
de significado, uma espécie de luz inesperada sobre aquilo que não<br />
está dito expressamente, mas lateja na profundeza, movendo-se no<br />
território da troca entre texto e leitor proporcionada pela leitura.<br />
É esse um dos mais importantes papeis da arte, e muito especialmente<br />
da narrativa: o de permitir a criação de sentido por meio da<br />
descoberta – como aprendemos com Jerome Bruner e todos seus estudos<br />
sobre o desenvolvimento da psicologia cognitiva, em uma vida<br />
centenária. E já tínhamos aprendido com Hannah Arendt o poder da<br />
narrativa para entender a experiência, se apropriar das possibilidades<br />
fugidias oferecidas por memória e imaginação, e alcançar a compreensão<br />
das coisas.<br />
São esses aspectos diferentes que o <strong>simbólico</strong> pode nos trazer na literatura<br />
infantil e juvenil, não apenas propiciando um desenvolvimento<br />
individual do jovem leitor, mas também sua participação em uma<br />
468 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 469
cultura, na busca de recompor um equilíbrio intuitivo para completar<br />
e solucionar a desestabilização ou infração da ordem prevista, desequilíbrio<br />
que caracteriza toda narrativa, enquanto sua leitura vai<br />
tomando conhecimento da estrutura subjacente, que amarra as peripécias<br />
narradas e ativamente olha adiante, imaginando soluções que<br />
se encaminhem para a resolução do conflito. Nas palavras de Bruner:<br />
“La acción <strong>del</strong> relato no lleva tanto a recomponer el estado canónico,<br />
antes turbado, de las cosas, como a la intuición epistémica o moral de<br />
aquello que es inherente a la búsqueda de tal recomposición” 10 .<br />
E, mais adiante, acrescenta, enfatizando a função social que pode<br />
ser desempenhada pelo <strong>simbólico</strong> na literatura narrativa: “Con el<br />
tiempo, el compartir historias comunes crea una comunidad de interpretación,<br />
cosa de gran eficacia no sólo para la cohesión cultural<br />
en general, sino en especial para la erección de un complejo de<br />
leyes: el corpus iuris” 11 .<br />
E essa ausência, expressa pelo <strong>simbólico</strong>, permite que se instaure um<br />
trabalho criador por parte do leitor, capaz de dar sentido às coisas, extrair<br />
seus possíveis significados dentro de uma cultura ou uma vida,<br />
construir uma identidade, ter uma perspectiva sobre a existência, enfrentar<br />
o inesperado e as expectativas truncadas, aplacar a angústia<br />
diante do incontrolável.<br />
Não é pouca coisa. Afinal, tudo isso comprova como o <strong>simbólico</strong> na<br />
literatura é poderoso. E as criancas têm direito a compartir esse poder<br />
desde muito cedo.<br />
De outro ângulo, sem se ocupar da psicologia cognitiva, mas partindo<br />
de um olhar psicanalítico junguiano, um dos maiores estudiosos de<br />
mitos e narrativas lendárias, o já mencionado Joseph Campbell, confirma<br />
a força desses relatos, ao examinar sua permanência nas mais<br />
diferentes culturas e épocas, acentuando a importância do papel <strong>simbólico</strong><br />
que representam e a constância de elementos e estruturas que<br />
neles se repetem – por mais que o relato em si seja singular, um modo<br />
próprio de interpretar o mundo, ou os mundos possíveis.<br />
De qualquer modo, ao final desta pequena conversa sobre o tema,<br />
creio que vale a pena guardar um ponto principal. O importante é assinalar<br />
que o <strong>simbólico</strong> na literatura está na esfera da conotação e<br />
não se situa no âmbito da referência, não se limita a denotar concretamente.<br />
Em vez disso, justamente por não se referir diretamente a<br />
nada, a narrativa literária trabalha por meio daquilo que não está,<br />
mantendo um contato tenso entre o familiar e o possível, em que a<br />
luz do imaginario ilumina o real, que não existe de verdade no texto.<br />
10 J. Bruner (2003), La fábrica de historias. Derechos, literatura, vida, <strong>México</strong>, Fondo de Cultura<br />
Económica, p. 37.<br />
11 Ibidem, p. 45.<br />
470 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 471
PANEL<br />
LO SIMBÓLICO<br />
EN LA LIJ<br />
472 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 473
Escritor e investigador literario<br />
y licenciado en Periodismo en la<br />
Universidad de La Habana, ganó<br />
el Premio Alfaguara 2008 con<br />
Chiquita. Fue asesor <strong>del</strong> Programa<br />
Nacional de Lectura de Costa Rica,<br />
consultor de la Unesco para el Taller<br />
Modular de Promoción de Lectura,<br />
la Colección <strong>del</strong> Promotor de<br />
Lectura y Niños y Niñas <strong>del</strong> Maíz, y<br />
subdirector de investigación y capacitación<br />
de Fundalectura, en Colombia.<br />
Reside en EE. UU., donde<br />
con Sergio Andricaín creó la Fundación<br />
Cuatrogatos. Es autor de libros<br />
de ficción y su labor de investigación<br />
está recogida en Literatura<br />
infantil de América Latina (Unesco,<br />
1993), Panorama histórico de la literatura<br />
infantil y juvenil de América<br />
Latina y el Caribe (CERLALC,<br />
1994), y artículos publicados en<br />
revistas como Book bird, Lectura<br />
y Vida, Piedra Libre, Hojas de Lectura,<br />
Revista Latinoamericana de<br />
Literatura Infantil y Juvenil, Barataria,<br />
Casa de las Américas, En Julio<br />
como en Enero y Amigos <strong>del</strong> Libro.<br />
Es coautor de Escuela y poesía<br />
(Magisterio, 1997, con Sergio Andricaín),<br />
Por una escuela que lea<br />
y escriba (Taller de Talleres, 1998,<br />
con Beatriz Helena Robledo) y Lectura,<br />
comunicación y convivencia<br />
(Unicef, 2001, con Beatriz Helena<br />
Robledo).<br />
Presentación<br />
Antonio Orlando Rodríguez/Cuba-EE. UU.<br />
<strong>Lo</strong> <strong>simbólico</strong> se mueve, por derecho propio y con paso<br />
franco, por los territorios de lo testimonial y lo fantástico;<br />
va y viene de uno a otro, enriqueciéndolos con<br />
connotaciones a veces insospechadas, complejizándolos<br />
y propiciando múltiples lecturas.<br />
La literatura infantil y juvenil ha sido un terreno fértil<br />
para los símbolos desde tiempos remotos. Cuántas<br />
y qué disímiles interpretaciones han generado la caperuza<br />
de la niña engañada por el lobo, el huso con<br />
que se pincha la Bella Durmiente, el pájaro azul que<br />
persiguen con denuedo Mytyl y Tyltyl… Más cerca en<br />
el tiempo, y ya en nuestro ámbito lingüístico, en los<br />
años cuarenta Joaquín Gutiérrez hizo que un niño <strong>del</strong><br />
Atlántico costarricense se adentrara en la selva tratando<br />
de entender por qué la rosa tiene una vida tan<br />
efímera mientras el odioso caimán vive tantísimos<br />
años; a fines de los años setenta, Lygia Bojunga Nunes<br />
puso a una niña equilibrista en una cuerda floja<br />
y nos convidó a asomarnos, con ella, a las puertas<br />
que hallaba en su recorrido; y más recientemente,<br />
hace tres años, Verónica Murguía actualizó las figuras<br />
<strong>del</strong> unicornio y el dragón como representaciones de<br />
aspectos antagónicos de la naturaleza humana, para<br />
retratar una batalla de la que hemos sido testigos y protagonistas<br />
desde tiempos sin cuenta: el enfrentamiento entre el bien y el mal.<br />
Símbolos y más símbolos, parte de un rico legado cultural que se renueva,<br />
página a página, a través de la complicidad entre autores y<br />
lectores. Símbolos alegóricos y arquetípicos, que hablan de la construcción<br />
<strong>del</strong> yo, de la conquista de espacios y caminos personales, de<br />
la maduración sexual, de miedos insondables, de redención, de búsqueda<br />
de la inmortalidad y de la sabiduría. Pretender imponerles una<br />
única interpretación sería ir contra su propia naturaleza múltiple,<br />
fluida –fiel a hondas raíces, pero al mismo tiempo volátil.<br />
Mircea Eliade hablaba de la relación <strong>del</strong> hombre con símbolos “que<br />
le son impuestos desde fuera, le son dados, revelados; en una palabra,<br />
le preceden”. Pero –ahora cito a Carl Jung–: “El hombre también<br />
produce símbolos inconscientes y espontáneamente en forma<br />
de sueños”. En la literatura infantil y juvenil de hoy, los creadores<br />
continúan apelando, por una parte, a ese rico patrimonio de lenguaje<br />
<strong>simbólico</strong>, enraizado en el inconsciente colectivo, para nombrar e<br />
interpretar zonas de la realidad (de la realidad-real y de eso que llamamos<br />
fantasía); y por otra, acogen en sus obras símbolos que, en<br />
ocasiones, escapan a su voluntad consciente.<br />
<strong>Lo</strong>s escritores de Argentina, Chile, Colombia y Portugal que conforman<br />
este panel saben de símbolos y conocen de su valor en la escritura<br />
artística.<br />
Por ser este un territorio muy <strong>del</strong>icado, nunca me he atrevido a preguntarle<br />
a María Teresa Andruetto si el saxofón –ese instrumento<br />
musical desconocido para el protagonista de la novela Stefano, que<br />
propicia un giro en su vida– alguna vez simbolizó para ella, como<br />
creadora, lo mismo que para mí como lector. En su poemario El idioma<br />
secreto, María José Ferrada evoca el valor de la palabra femenina<br />
como legado <strong>simbólico</strong>, como continuo vital que comparte y transmite<br />
una concepción <strong>del</strong> mundo. En el relato <strong>Lo</strong>s agujeros negros, de<br />
Yolanda Reyes, una madre esconde a su hijo en un armario para ponerlo<br />
a salvo de los paramilitares, acción que luego el niño asociará,<br />
simbólicamente, con el viejo cuento de El lobo y los siete cabritos, en<br />
474 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 475
el que el cabrito más pequeño salva la vida al ocultarse en la caja <strong>del</strong><br />
reloj y se queda ahí “agazapado, sin respirar” y “esperó, temblando,<br />
hasta que sintió que las pisadas <strong>del</strong> lobo, blancas de harina, se perdían<br />
en el fondo <strong>del</strong> bosque”. Por último, Afonso Cruz, en su novela<br />
<strong>Lo</strong>s libros que devoraron a mi padre, alude metafóricamente a la obra<br />
literaria y la lectura, o al menos eso interpreto yo, como algo que<br />
nos alimenta y que a la vez se alimenta de nosotros, que nos transforma<br />
y nos hace otros en más de un sentido.<br />
<strong>Lo</strong>s invito a escuchar los acercamientos de estos cuatro autores al<br />
tema “<strong>Lo</strong> <strong>simbólico</strong> en la literatura infantil y juvenil”.<br />
476 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 477
La doncella que duerme<br />
María Teresa Andruetto/Argentina<br />
en las bocas espantadas de los súbditos hasta que nuevas bocas fueron<br />
encontrando misericordia en el lenguaje y cambiaron la palabra morir<br />
por dormir.<br />
Así es como la hija mancillada duerme.<br />
Duerme y duerme, no siente nada.<br />
Como si estuviera muerta.<br />
Nació en Córdoba, Argentina, y trabaja<br />
desde hace más de 30 años en<br />
la formación de lectores y en procesos<br />
de escritura creativa. Ha publicado<br />
novelas, poemas, cuentos,<br />
ensayos y numerosos libros para<br />
niños y jóvenes, entre ellos Stefano,<br />
El anillo encantado, Huellas en<br />
la arena, Miniaturas, El árbol de lilas,<br />
Había una vez, Campeón, Trenes,<br />
La durmiente, Veladuras, Benjamino,<br />
Zapatero pequeñito, El país<br />
de Juan, Caballito y Solgo. Ha obtenido,<br />
entre otros premios, el Iberoamericano<br />
SM de Literatura Infantil<br />
y Juvenil (2009), el Cultura<br />
de la Universidad Nacional de Córdoba<br />
(2012), el Hans Christian Andersen<br />
(2012) y el Konex de Platino<br />
(2014). Libros suyos han sido<br />
traducidos al portugués (por Marina<br />
Colasanti), italiano, chino, gallego,<br />
alemán, esloveno, coreano<br />
y turco. Reunió sus reflexiones en<br />
Hacia una literatura sin adjetivos<br />
(Comunicarte, 2009) y La lectura,<br />
otra revolución (Fondo de Cultura<br />
Económica, 2014).<br />
Una doncella llena de vitalidad, cierto día muere, se<br />
anestesia o adormece. <strong>Lo</strong> que la mata, insensibiliza<br />
o duerme es algo <strong>del</strong> orden <strong>del</strong> dolor: un pinchazo, un<br />
fruto o una astilla envenenada, una maldición. La despierta<br />
siempre algo o alguien que tiene que ver con el<br />
amor: amor de aquel que se aventura por la selva espesa,<br />
amor de quien es capaz de saltar vallas y sortear obstáculos,<br />
o su propia capacidad de amor hacia los otros.<br />
La oscilación entre vivir despierto o dormido alimenta<br />
muchos relatos que –provenientes de mitos que perdieron<br />
su carácter sagrado– han pasado a la tradición<br />
de lecturas para la infancia. En las versiones más conocidas<br />
de la Bella Durmiente, una princesa recibe, al<br />
nacer, una maldición, y aun cuando su padre intente<br />
burlarla, en cierto momento de su desarrollo algo la<br />
adormece por años hasta que el amor verdadero la despierta.<br />
En algunas versiones muy antiguas, el rey –el<br />
padre de la niña– mata a su mujer y se apropia de su<br />
hija, que se parece a la madre como una gota a otra gota<br />
de agua, de modo que es él mismo veneno y antídoto:<br />
transgrede el tabú, deja de ser padre y de ser hombre y<br />
se convierte en amo de la hija. Dominación, maltrato,<br />
abuso. Tal vez, el relato de lo sucedido aquel día corrió<br />
El símbolo de la doncella que cae en un sueño sobrenatural y despierta<br />
por la intervención de un amante está presente en las sagas<br />
islandesas (incluso en el Cantar de los nibelungos), en poemas occitano-catalanes<br />
muy antiguos e incluso más atrás, en una leyenda<br />
india llamada “Surya Bai”, además de ser el asunto central en la leyenda<br />
cristiana de los “Siete durmientes de Éfeso”, aunque en este<br />
caso quienes duermen son varones.<br />
Dormir como oposición a vivir atravesando el dolor. También como<br />
oposición a soñar. Dormir sin memoria. Olvidar. No sentir nada. No<br />
saber de dónde provienen el propio sufrimiento ni el propio regocijo.<br />
Ignorar y por lo tanto ser inmune también al dolor de los demás. Y si<br />
estamos tan dormidos, ¿qué puede despertarnos? El amor, los saltos<br />
de conciencia, el arte, son algunos caminos para hacer de la vida lo<br />
que Yourcenar dijo de la escritura: un ejercicio con los ojos abiertos.<br />
Vida-muerte-vida es también la secuencia cristiana <strong>del</strong> hijo de Dios, vida-muerte<br />
y resurrección para una vida más vasta que la pobre vida humana.<br />
Como dice Raúl Dorra, argentino en Puebla, en su libro Profeta<br />
sin honra, es la Magdalena, al asomarse al sepulcro y no ver el cuerpo<br />
<strong>del</strong> amado (porque está oscuro, porque han saqueado la tumba o porque<br />
el que había muerto se ha elevado), quien proclama la resurrección<br />
y así da origen al cristianismo. Si no está, es porque ha resucitado, y si<br />
ha resucitado, es el hijo de Dios.<br />
Vida-muerte-renacimiento. Mito agrario que se hunde en el comienzo<br />
de los tiempos y genera una savia que alimenta miles de versiones<br />
y derivas entre lo que vive y lo que muere y la necesidad que<br />
tiene lo vivo de morir para que la vida siga su curso (la bioantropología<br />
nos enseña que la muerte de las células es fundamental para<br />
478 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 479
conservar la vida de un organismo, y que cuando la célula se multiplica<br />
y no muere, es cuando enfermamos verdaderamente y morimos).<br />
La literatura popular supo convertir lo innominado, lo insoportablemente<br />
real, lo ominoso o lo inquietante, en fantasía; de esa combustión<br />
surge el género maravilloso. Por esa vía, el arte se ocupa de<br />
mostrar una realidad más real que aquella que encontramos en la<br />
vida e intenta dar sentido a la experiencia. Para acceder a esa realidad<br />
más real –esa realidad más compleja y totalizadora que puede<br />
expresar el arte–, es necesario decirle no al naturalismo en busca<br />
de un realismo que integre la hipérbole fantástica, la caricatura, lo<br />
grotesco…, como dijo Anatole Lunacharski, crítico de arte y ministro<br />
de Cultura ruso en los tiempos de Lenin. Una suerte de realismo inventivo<br />
donde el mito y el símbolo persisten a lo largo de los siglos y<br />
suscitan indignación o amor a la realidad, teniendo en cuenta que la<br />
realidad para nada es unívoca.<br />
Sometido a una ebullición que lo despega de lo pedestre, irreductible<br />
a lo unívoco y a lo literal, lo real vacila frente a lo extraño, lo cotidiano<br />
se suspende ante lo asombroso y lo natural se rinde ante el<br />
misterio. Entonces aparece una imagen encantada en la que cada<br />
cosa es otra cosa y otra cosa, y así tantas veces. Altamente condensada,<br />
la imagen se despliega como un oráculo y en su espejo cada<br />
uno de nosotros encuentra refractada una verdad personal. Bajo sus<br />
máscaras, afeites y veladuras, lo cotidiano se transforma, se despliega<br />
y reconstruye una y otra vez, viajando de una interpretación<br />
a otra, desde un episodio efectivamente real a su transformación en<br />
mito digno de fe o su dilución en leyenda.<br />
En la brevedad de los símbolos y los mitos, viven novelas enteras. Reinos<br />
complejos, múltiples, hechos de sucesos y emociones, de destino<br />
y contingencia. Pero si esos símbolos nos hablan no es por lo que<br />
dicen, sino por cómo se ha ido perfeccionado a través <strong>del</strong> tiempo ese<br />
modo de decir mejor algo. “Cada narración deberá dormir en mí, durante<br />
años si es necesario, hasta que encuentre su razón de ser, su<br />
cómo”, afirmaba Juan José Saer; de modo que, hablando de la escritura,<br />
también él habla <strong>del</strong> dormir y el despertar, en la búsqueda de un<br />
sentido que podría equipararse al sentido de la existencia. Así, sobre<br />
el sólido supuesto de la realidad, el relato <strong>simbólico</strong> se tiende como<br />
una doncella dormida, dispuesto a sedimentarse a sí mismo por años<br />
si fuera necesario, hasta que quien escribe (o la sucesión de bocas que<br />
narran) encuentra ese qué, esa forma capaz de despertarlo y despertarnos<br />
en la lectura o en la escucha.<br />
El realismo busca una verdad de la que lo <strong>simbólico</strong> quisiera desprenderse<br />
para ofrecer en lo narrado múltiples verdades. ¿Cómo quitar<br />
los rastros de mundo adherido a nosotros?, ¿cómo despojarnos<br />
para inventar? Todo hecho es, en un sentido profundo, incognoscible,<br />
y la certidumbre, podríamos decir parafraseando a Sartre, es una metáfora<br />
de la ceguera. La iluminación estará entonces en la capacidad<br />
de enfrentarnos a la incerteza y el símbolo está henchido de incertezas,<br />
como un llamado que proviene de lo oscuro. Símbolo: un lanzamiento<br />
que deriva de bollo, lanzar. Un llamado, susurro o grito que<br />
nos pide que miremos hacia lo desconocido para vislumbrar algo de<br />
otro orden, aquella verdad más verdadera que la verdad que habita<br />
en la superficie. Múltiples sentidos habitan en el corazón de la doncella<br />
que duerme su sueño increíble por años o por siglos. Duerme y<br />
despierta la doncella, pero ni dormidos ni despiertos imaginamos,<br />
sino en la somnolencia que supone cierto abandono de uno mismo.<br />
¿Abandono de qué?<br />
Del autoritarismo de lo literal y de lo unívoco.<br />
BIBLIOGRAFÍA<br />
Dorra, R. (1994), Profeta sin honra, <strong>México</strong>, D. F., Siglo xxi Editores.<br />
Pieiller, E., “Lunacharski, lúcido defensor de la libertad de creación. La<br />
breve primavera <strong>del</strong> arte y la revolución”, Le monde diplomatique (junio<br />
de <strong>2016</strong>), Buenos Aires.<br />
Saer, J. J. (1997), El concepto de ficción, Argentina, Seix Barral.<br />
480 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 481
La insistencia<br />
El uso de lo <strong>simbólico</strong> en la LIJ<br />
para nombrar el dolor y un recuerdo<br />
de mi tía, la triste<br />
María José Ferrada/Chile<br />
que parecieran reclamar su derecho a irrumpir en nuestro, a ratos adormecido,<br />
mundo.<br />
Como punto de partida, usaré dos libros de reciente aparición en<br />
Chile. Un diamante en el centro de la tierra, de Jairo Buitrago y Daniel<br />
Blanco, e Historia de un oso (adaptación de un cortometraje <strong>del</strong> mismo<br />
nombre), de Antonia Herrera y Gabriel Osorio.<br />
Dos libros que cuentan la historia de dos abuelos, dos exilios y dos<br />
familias quebradas por la dictadura. <strong>Lo</strong>s chilenos reconocemos el<br />
paisaje, sabemos que se trata de nuestra dictadura, pero bien podría<br />
ser cualquier otra. Lamentablemente, la historia nos ha enseñado<br />
que todas las dictaduras se parecen. Todas dejan abuelos tristes, territorios<br />
perdidos y familias rotas.<br />
Periodista y escritora, sus libros para<br />
niños se han publicado en Chile,<br />
España y Argentina. Ha sido distinguida<br />
con los premios de Poesía<br />
para Niños Ciudad de Orihuela, el<br />
Academia Chilena de la Lengua,<br />
el <strong>del</strong> Banco <strong>del</strong> Libro de Venezuela,<br />
el de la Fundación Cuatrogatos,<br />
el Marta Brunet <strong>del</strong> Consejo <strong>del</strong> Libro<br />
<strong>del</strong> Gobierno de Chile y el de Literatura<br />
Municipalidad de Santiago<br />
de Chile. Su libro Niños (Grafito<br />
Ediciones, 2014), dedicado a<br />
los niños ejecutados y desaparecidos<br />
durante la dictadura chilena,<br />
fue elegido para representar a Chile<br />
en el catálogo de IBBY Internacional<br />
en la categoría mejor autor.<br />
Actualmente trabaja como editora<br />
de contenidos de Chile para Niños,<br />
portal de la Biblioteca Nacional de<br />
Chile para la difusión y valoración<br />
<strong>del</strong> patrimonio.<br />
Las posibilidades de pensar lo <strong>simbólico</strong> en la literatura<br />
infantil son engañosas. Porque son muchas y, a<br />
la vez, una sola.<br />
Una sola porque parece imposible pensar la literatura,<br />
cualquier literatura, separada <strong>del</strong> lenguaje <strong>simbólico</strong>.<br />
Y muchas, en tanto que el lenguaje <strong>simbólico</strong> ha intentado,<br />
desde la primera palabra, desde el primer dibujo<br />
que se hizo al interior de una cueva, nombrar los<br />
distintos caminos por los que transita la experiencia<br />
humana.<br />
Ahí estaba, ahí sigue estando, el mundo para mostrarnos<br />
su belleza y su dificultad, y ahí estábamos, ahí seguimos<br />
estando los hombres, intentando dar cuenta.<br />
De entre todas las posibilidades, hoy me detendré especialmente<br />
en la capacidad <strong>del</strong> lenguaje <strong>simbólico</strong> para<br />
nombrar el dolor y de la insistencia de ciertos símbolos<br />
Han pasado 43 años desde que tuvieron lugar los hechos que retratan<br />
estos libros y su aparición nos muestra la necesidad que tenemos<br />
de volver a ellos, insistir, seguir nombrando desde las imágenes<br />
y las palabras.<br />
Dos preguntas<br />
Cuando recuperamos la democracia, una de las cosas que tuvimos<br />
que hacer fue aprender a hablar de “eso”. <strong>Lo</strong> primero que hicimos<br />
fue informes.<br />
Teniendo las cifras, los adultos pudimos saber cuántas lágrimas debíamos<br />
derramar, cuánto podíamos o no podíamos perdonar. Teniendo<br />
los nombres, podíamos ver qué tan cerca habían estado de nosotros,<br />
de nuestras familias. Bastaba buscar nuestro apellido en el listado y<br />
contar cuántas veces aparecía.<br />
Utilizando los informes, los listados y los análisis, podíamos hablar<br />
entre adultos.<br />
¿Pero qué pasaba con los niños? ¿Cómo hablábamos con ellos?<br />
Nos detuvimos en esa herramienta de contar, el lenguaje. Reparamos<br />
en que, como señala Teresa Guardans en sus Apuntes sobre el<br />
482 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 483
lenguaje <strong>simbólico</strong>, hay de dos tipos. Aquel lenguaje que nos permite<br />
acotar diferenciar, interpretar (ahí estaban nuestros informes) y<br />
aquel que nos permite poner de relieve el sentido, el valor de las cosas<br />
y recibir ya no la realidad, sino aquello que la realidad pueda o<br />
quiera decirnos.<br />
Nos acordamos entonces de la poesía y los cuentos. Comenzamos a<br />
escribirlos y dibujarlos muy tímidamente. Nacieron así libros como<br />
La composición, escrito por Antonio Skármeta e ilustrado por Alfonso<br />
Ruano, y la colección “Hablemos de”, compuesta por cuatro libros,<br />
a cargo de la editorial Ocho Libros.<br />
Repito: los escribimos, los dibujamos tímidamente. Basta comparar<br />
el pequeño corpus mencionado con la gran cantidad de libros<br />
para adultos de escritores chilenos en los que la dictadura aparece<br />
como escenario ineludible. Son tantos y abarcan registros tan diversos<br />
que han dado lugar a una categoría llamada la literatura de los<br />
hijos: aquellos que vivieron en el golpe de Estado mientras jugaban<br />
a la escondida o las muñecas.<br />
Sí, la literatura infantil fue y sigue siendo más temerosa. Tal vez<br />
porque sus autores ya sabían las preguntas que vendrían. Dos preguntas:<br />
¿Es este un libro para niños? ¿Otra vez el tema de la dictadura?<br />
Sé que a los autores de libros no les gusta responder este tipo de preguntas,<br />
así que intentaré buscar, en su nombre, una respuesta.<br />
Dos tipos de palabras<br />
Juan tiene una palabra: pájaro. Pero el pájaro de Juan no es solo el<br />
que aparece en su libro de ciencias naturales –la descripción científica<br />
<strong>del</strong> pájaro–, sino una palabra que guarda también el vuelo, el<br />
misterio, la presencia liviana de todos los pájaros que alguna vez<br />
han visto y nombrado otros como él.<br />
Juan pronuncia la palabra pájaro, y entonces esa palabra se abre y<br />
revolotea.<br />
(El pájaro de Diego es el canario amarillo que alumbraba la casa de<br />
su abuela. Es el pájaro y también los veranos de la infancia. El pájaro<br />
de María son todos los pájaros que mira en el parque cuando viene<br />
de vuelta <strong>del</strong> trabajo. <strong>Lo</strong>s pájaros son el descanso de los días. El<br />
cielo, el fin de la jornada).<br />
Así, Juan nota que el lenguaje <strong>simbólico</strong>, esas palabras que nombran<br />
y guardan, le permiten encontrarse con la experiencia de los<br />
otros y que, además, dentro de esas palabras hay un espacio para<br />
que él deposite lo que quiera decir.<br />
Juan se da cuenta de que las palabras, utilizadas simbólicamente,<br />
son una herencia de sentido que nos hemos traspasado unos a otros<br />
desde el día en que, arropados con pieles y hojas, comenzamos a<br />
emitir los sonidos con los que nombramos el mundo.<br />
Otra vez<br />
Ahora, considerando la existencia <strong>del</strong> pájaro de Juan, esa palabra<br />
que guarda, volvamos otra vez a nuestras preguntas: ¿Por qué nombrar,<br />
40 años después, la dictadura?<br />
¿Por qué publicar nuevos libros? ¿Por qué recuperar la historia de esos<br />
abuelos que en lugar de ser abuelos de cuento son abuelos tristes?<br />
Porque dentro <strong>del</strong> símbolo <strong>del</strong> abuelo caben las palabras dictadura,<br />
desaparecido, ausente y porque esa imagen, utilizada en un contexto<br />
<strong>simbólico</strong>, nos habla de todas las dictaduras, todos los desaparecidos<br />
y todos los ausentes que, así nombrados, ya no pertenecen a<br />
una época o a un país en particular, sino a todos los hombres.<br />
Nombramos y seguimos nombrando para abrir las palabras y ver a<br />
ese otro.<br />
Nombramos para primero imaginar y luego sentir su dolor.<br />
Seguimos nombrando, como si de un mantra se tratara, para darnos<br />
cuenta de que lo que queremos es que ya no le duela.<br />
484 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 485
Si a través de alguno de todos estos libros que he nombrado hoy, un<br />
niño o una niña son capaces de ver a ese otro y abrazarlo (los niños<br />
y las niñas saben que esa es la única forma que existe de detener un<br />
dolor), es probable que mañana lo recuerde; mañana, cuando sea él<br />
o ella el encargado de hacer girar el mundo.<br />
<strong>Lo</strong>s tristes<br />
En mi familia existía una tía. Éramos niños y, como niños, a veces<br />
éramos un poco malos. Así que le pusimos a la tía un sobrenombre:<br />
la triste.<br />
Y es que la triste siempre estaba contando tragedias. Si celebrábamos<br />
el cumpleaños <strong>del</strong> abuelo, recordaba que hacía dos años que<br />
se había muerto la abuela. Si una de las primas anunciaba su casamiento,<br />
la triste recordaba que, el mes pasado, la otra prima se había<br />
divorciado.<br />
La triste nunca nos dejaba estar contentos y por eso la odiábamos<br />
un poco.<br />
Un día, como pasa con las tías cuando están viejas, se murió.<br />
Y desde ese día en nuestras reuniones familiares comenzamos a hablar<br />
solo de cosas alegres. Nacimientos, casas nuevas, viajes y todas<br />
esas cosas divertidas.<br />
Un día me di cuenta de que la extrañaba. Porque la triste, con su listado<br />
de calamidades, nos recordaba que podíamos estar ahí junto a<br />
la mesa a pesar de ellas. Y que eso era lo bueno de tener una familia.<br />
Cuando escucho la pregunta sobre por qué escribir otro libro sobre<br />
la dictadura, pariente cercana a la pregunta de por qué no escribir<br />
libros más alegres, recuerdo a mi tía, la triste.<br />
La triste que sabía que el dolor es parte de la vida, también en la infancia.<br />
Y que, a pesar de eso, aún queda un poco de tarde, hay sol<br />
allá afuera y podemos seguir jugando.<br />
486 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 487
Escritora y educadora nacida en<br />
Bucaramanga, fue una de las fundadoras<br />
de Espantapájaros, proyecto<br />
pionero en el fomento de<br />
la lectura desde la primera infancia.<br />
Es autora de ensayos que recogen<br />
su investigación en torno a<br />
la formación de lectores y ha asesorado<br />
a varias organizaciones en<br />
el diseño de programas y directrices<br />
sobre políticas de infancia, lectura<br />
y literatura. Es columnista de<br />
El Tiempo de Bogotá, dirige la colección<br />
“Nidos para la Lectura” de<br />
Alfaguara y dicta el curso Escribir<br />
para Niños en el máster Libros y<br />
Literatura de la Universidad Autónoma<br />
de Barcelona y el Banco<br />
<strong>del</strong> Libro de Venezuela. Entre sus<br />
obras literarias figuran El terror de<br />
Sexto B (1994), premio Noveles<br />
Talentos de Fundalectura, seleccionada<br />
para el White Ravens de<br />
la Jugendbibliothek de Múnich y<br />
para la lista de <strong>Lo</strong>s Mejores Libros<br />
para Niños y Jóvenes <strong>del</strong> Banco<br />
<strong>del</strong> Libro de Venezuela; <strong>Lo</strong>s años<br />
terribles (2000), que obtuvo la<br />
beca de creación literaria <strong>del</strong> Ministerio<br />
de Cultura de Colombia<br />
y fue finalista en el Premio Norma-Fundalectura;<br />
Una cama para<br />
tres (2004), incluida también en<br />
White Ravens, y Pasajera en tránsito<br />
(2006), seleccionada por la revista<br />
Arcadia como uno de los 10<br />
mejores libros de ficción de 2007.<br />
El reino de los símbolos<br />
Yolanda Reyes/Colombia<br />
Mucho se ha dicho, desde innumerables perspectivas,<br />
disciplinas y saberes, sobre estos organismos vivos tan<br />
complejos que somos nosotros, los humanos. Genética,<br />
metabolismo, neurotransmisores; cuerpo solo, cuerpo<br />
y alma, ángeles y demonios, mortales, inmortales...<br />
El denominador común de todas las afirmaciones –falsas<br />
o verdaderas, o las dos cosas a la vez– es que expresan<br />
una interpretación acerca de quiénes somos,<br />
construida por nosotros mismos y formulada con lenguaje.<br />
Tomo como punto de partida este planteamiento<br />
<strong>del</strong> filósofo Michael Oakeshott para referirme a una<br />
de nuestras marcas de familia: la necesidad de dar significado<br />
al ciclo de nacimiento, maduración y muerte<br />
que compartimos con el resto de los organismos vivos.<br />
“Un ser humano es una ‘historia’ y define esa ‘historia’,<br />
para sí mismo a partir de sus respuestas a las<br />
vicisitudes con las que se encuentra […] No tiene un<br />
destino predeterminado: no existe una vida humana o<br />
un hombre perfecto y sustancial que le sirva de mo<strong>del</strong>o”,<br />
afirma Oakeshott, y señala que “no solo aprendemos<br />
los significados específicos que nos enseñan, sino<br />
la invitación misma a significar, a interpretar”.<br />
Esa invitación ha sido formulada a la familia humana desde hace<br />
mucho mucho tiempo, a través de innumerables textos. Y como no<br />
existe eso que llamamos en abstracto la naturaleza humana, sino<br />
hombres, mujeres, niños y niñas particulares, lanzados en épocas<br />
distintas a la tarea de inventar la vida, la literatura ha sido uno de<br />
los textos esenciales para albergar y transmitir no solo las innumerables<br />
interpretaciones sobre nuestras peripecias, sino el movimiento<br />
mismo de buscar/hacer significado.<br />
Si evocamos la poética de la infancia –desde las canciones de cuna y los<br />
libros con y sin páginas–, podemos ver que se trata de un movimiento<br />
de vaivén. Su estructura profunda es la misma: hay algo que está y<br />
hay algo que no está; algo que se esconde y que hay que jugar a aparecer.<br />
Sin embargo, y ahí está la paradoja, los niños descubren pronto<br />
(descubrimos) que, una vez aparecido el objeto de la búsqueda, no va a<br />
quedarse fijo. Esa constatación, a la vez dolorosa y placentera, mueve a<br />
los cachorros de la especie a aprehender lo que se va y quizás explica<br />
nuestra necesidad de llegar al mundo a hacer lenguaje o, permítanme<br />
el juego de palabras, a ser lenguaje. Capturar la huella que ha dejado la<br />
ausencia (plasmar la forma de esa ausencia) y fingir que podemos aprisionarla<br />
en un soporte imaginario, para operar con ella, para dejarla<br />
ir y recuperarla infinidad de veces a través de una repetición <strong>del</strong>iberada,<br />
es un movimiento que, pese a su complejidad, experimentamos<br />
muy temprano. Y la literatura es una puesta en escena –o puesta en<br />
voz, puesta en palabras– de esa experiencia. Como la huella que se<br />
queda en la almohada durante un tiempo breve, después de levantada<br />
la cabeza, buscamos en el texto literario las huellas de una voz que<br />
ha dejado marcadas las palabras: esos tonos, esas texturas que nos<br />
traen el rumor de una presencia. Sin embargo, desde las primeras experiencias<br />
literarias aprendemos que también el lenguaje es una materia<br />
movediza. Por eso el juego de vaivén se va volviendo cada vez<br />
más inestable: siempre hay algo que no se deja aprisionar, una fisura.<br />
Y en esa fisura habita el símbolo.<br />
Hans George Gadamer define la experiencia de lo <strong>simbólico</strong> como<br />
“un insoluble juego de contrarios, de mostración y ocultación” y<br />
la ilustra con una historia tomada de El banquete, de Platón, en la<br />
que se cuenta que los hombres eran originalmente seres esféricos,<br />
488 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 489
pero, debido a su mal comportamiento, fueron cortados en dos mitades<br />
por los dioses. Desde entonces, cada una de las dos mitades,<br />
que alguna vez fue un ser vivo completo, busca su complemento y<br />
el amor es el encuentro en el que se cumple la esperanza de hallarlo.<br />
El autor conjuga este relato con la etimología de la palabra símbolo,<br />
un vocablo técnico de la lengua griega cuyo significado era «tablilla<br />
de recuerdo» (tessera hospitalis), y cuenta que cuando un huésped se<br />
alojaba en una casa, el anfitrión partía en dos pedazos la tablilla: una<br />
mitad la conservaba para sí y la otra mitad se la daba a su huésped,<br />
de modo que, si al cabo de 30 o 50 años volvía un descendiente de ese<br />
huésped a la misma casa, pudieran reconocerse mutuamente juntando<br />
los pedazos. El símbolo era “una especie de pasaporte en la época<br />
antigua”, una “materialidad para reconocer a un antiguo conocido”.<br />
Es muy importante hacer énfasis en la precisión que hace Gadamer sobre<br />
el carácter de lo <strong>simbólico</strong> en el arte. “La obra de arte no es un mero<br />
portador de sentido, porque su sentido estriba en que ella está ahí, y<br />
vale y nos habla como obra”, afirma, y me parece esencial esa precisión<br />
para el tema que nos ocupa, pues lo <strong>simbólico</strong> en el texto literario<br />
no sustituye al significado, sino que lo representa. Y aquí cabe otra<br />
precisión sobre la forma de representar propia <strong>del</strong> arte, pues lo representado<br />
no desaparece, sino que permanece ahí, en la materialidad de<br />
la obra. Para ilustrarlo, pensemos en un ejemplo literario bastante conocido<br />
como Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak: no es que<br />
los monstruos sean simples portadores de un mensaje, como la estatua<br />
ecuestre que conmemora una batalla o como el texto didáctico que se<br />
vale de la personificación de unos animales para dar una lección, sino<br />
que esos monstruos siguen ahí, rugiendo sus rugidos terribles, cada<br />
vez que un lector abre el libro. Y al tiempo que Max emprende ese viaje<br />
desde la noche misma de su propia habitación –desde la noche terrible<br />
de su propia infancia–, la infancia <strong>del</strong> lector también se reactiva<br />
para embarcarse en esa odisea de lenguaje. Y siempre es la primera vez<br />
y el viaje no está esculpido en piedra ni se hace para alcanzar un significado<br />
intelectual inamovible, ni basta con reemplazar un pedazo de<br />
tablilla (la obra), por la otra (el mensaje), porque los dos pedazos están<br />
contenidos en esa estructura que no es <strong>del</strong> todo cerrada, ni para el autor<br />
ni para el lector; por eso siempre se puede encontrar algo distinto.<br />
Quizá la evocación de un orden íntegro posible, como el amor platónico<br />
al que se alude en El banquete, ayuda a explicar esa pulsión<br />
hacia la búsqueda que parece aún más importante que el punto de<br />
llegada. Y se me ocurre que emprendemos esos viajes literarios (a<br />
un lugar de la Mancha, a Ítaca, al reino de los monstruos y a tantos<br />
reinos literarios) para encontrar ese otro pedazo de la tablilla que<br />
nos falta: esa pieza que nos permite reconocernos como parte de la<br />
familia humana. Para volverla a perder y reencontrarla una y mil<br />
veces, para tomar parte en esa invitación al juego de significar, que<br />
es el juego de los niños y que es también el reino <strong>del</strong> arte: el reino de<br />
los símbolos.<br />
<strong>Lo</strong> que identifica la escritura literaria es ese espesor <strong>simbólico</strong> que<br />
se queda labrado en el lenguaje. Más allá <strong>del</strong> tema, de la trama, de<br />
las ideas, incluso de la historia –y, por supuesto, en contravía <strong>del</strong><br />
trabajo <strong>del</strong>iberado de “hacer símbolos” –, se trata de un entramado<br />
de varias capas que mantienen un frágil equilibrio entre lo que se<br />
deja escrito y lo que queda silenciado.<br />
Usar una lengua (o reinventarla) para tener una conversación con lo<br />
que aún no ha sido dicho es la esencia de esa invitación que nos ha<br />
hecho la literatura desde el comienzo de nuestra historia. En el fondo,<br />
se trata de una historia repetida que se reactiva en cada miembro<br />
de la especie, desde el recién llegado hasta el mayor de nuestros<br />
antepasados. O para decirlo con las palabras de Aidan Chambers:<br />
“El artista mira atentamente mientras pinta y el espectador mira<br />
atentamente lo que este ha pintado… Todo el arte, sí. La pintura. La<br />
escritura, la literatura, también… Por eso me gusta la historia <strong>del</strong><br />
arte. Es el estudio de cómo observar la vida con toda la atención. Es<br />
la historia <strong>del</strong> amor”.<br />
Escudriñarnos mutuamente y contarnos, una vez más, otra vez, como<br />
piden los niños, esas historias de familia que recibimos de los padres<br />
y que legamos a los hijos. Tiene razón Chambers: el arte, ese tratado<br />
escrito en cifra sobre la historia <strong>del</strong> amor. O sobre ese pedazo de la<br />
historia que siempre, por más que nos la cuenten, nos sigue haciendo<br />
falta.<br />
490 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 491
BIBLIOGRAFÍA<br />
Chambers, A. (2001), Postales desde tierra de nadie, Barcelona, Muchnik<br />
Editores.<br />
Gadamer, H. G. (1991), La actualidad de lo bello, Barcelona, Paidós.<br />
Oakeshott, M. (2009), La voz <strong>del</strong> aprendizaje liberal, Buenos Aires, Katz<br />
Editores.<br />
Sendak, M. (2005), Donde viven los monstruos, Bogotá, Alfaguara.<br />
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Escritor, ilustrador y músico portugués<br />
nacido en 1971, desde<br />
2008 ha publicado más de 20 libros,<br />
entre ellos la serie Enciclopédia<br />
da Estória Universal (Premio<br />
Camilo Castelo Branco); Os Livros<br />
que Devoraram o Meu Pai (Premio<br />
Maria Rosa Colaço); A Contradição<br />
Humana (Premio Autores de<br />
la Sociedad Portuguesa de Autores,<br />
White Ravens, mención especial<br />
<strong>del</strong> Premio Nacional de Ilustración,<br />
Lista de Honor <strong>del</strong> IBBY).<br />
Fue distinguido con el Premio de<br />
la Unión Europea de Literatura por<br />
A Boneca de Kokoschka, y con Jesús<br />
Cristo Bebia Cerveja recibió de<br />
la revista Time Out el premio Libro<br />
<strong>del</strong> Año, reconocimiento que también<br />
le otorgaron los lectores de<br />
Público. Su novela Para onde Vão<br />
os Guarda-chuvas también fue premiada<br />
por la Sociedad Portuguesa<br />
de Autores como mejor ficción narrativa.<br />
Como autor de libros ilustrados<br />
para niños ha sido reconocido,<br />
por ejemplo, con el premio<br />
Nacional de Ilustración. Colabora<br />
en la prensa periódica. Algunos de<br />
sus libros traducidos al castellano:<br />
Jesucristo bebía cerveza, El pintor<br />
debajo <strong>del</strong> lavaplatos, La muñeca<br />
de Kokoschka, <strong>Lo</strong>s libros que devoraron<br />
a mi padre, La contradicción<br />
humana y el primer volumen de la<br />
Enciclopedia de historia universal.<br />
<strong>Lo</strong> <strong>simbólico</strong><br />
Afonso Cruz/Portugal<br />
1. Una metáfora es una explicación transversal a un<br />
fenómeno que puede ser aplicada a varias manifestaciones<br />
que procedan de la misma esencia. Funciona<br />
como una ecuación matemática o una ley física.<br />
Podemos aplicar la ley de la gravedad a la caída de<br />
piedras o al orbitar de un planeta alrededor de una<br />
estrella. La metáfora tiene esas características, puede<br />
ser usada tanto para un encuentro en un café<br />
como para una tragedia interior o para el nacimiento<br />
<strong>del</strong> universo.<br />
“El descubrimiento literario más importante era, para<br />
Aristóteles, la metáfora” (Ernesto Sábato, Heterodoxia,<br />
1953).<br />
Hay una visión subterránea que recorre las venas <strong>del</strong><br />
mundo, y se deslumbra con paisajes invisibles, siempre<br />
debajo de la superficie, sin emerger, siempre en<br />
las profundidades.<br />
El símbolo es un paisaje de ese tipo. Es congregador,<br />
junta cosas, las une, las ata.<br />
—¿Por qué dibujas tantas rodillas?<br />
2. Al visitar una escuela, uno de los niños me hizo la siguiente pregunta:<br />
“¿Por qué dibujas tantas rodillas?”. Quedé confuso. “No sabía<br />
que dibujaba muchas rodillas”, empecé respondiendo. En realidad,<br />
cada vez que dibujo piernas o a una persona de cuerpo entero, inevitablemente<br />
dibujo rodillas. Curiosamente, no recuerdo haberlas dibujado<br />
sin contexto, sin el resto <strong>del</strong> cuerpo. Reflexionando un poco<br />
sobre eso, llegué a la conclusión de que las rodillas, de un modo sintético,<br />
simbolizan devoción, humildad, derrota, entrega. En la adoración,<br />
nos postramos derrotados, nos entregamos al objeto de la<br />
pasión. Nos aniquilamos en función <strong>del</strong> otro, de la cosa amada. Bajamos<br />
el cuerpo y nos aproximamos a la tierra, exponemos la cabeza, el<br />
cuerpo, mostrando toda nuestra vulnerabilidad. Son también un símbolo<br />
de derrota, pues caemos sobre ellas cuando nos rendimos. Y son<br />
fi<strong>del</strong>idad cuando nos entregamos a un ideal o a una persona.<br />
3. El dibujo muchas veces tiene una función heurística y permite un<br />
conocimiento más profundo y a la vez más inmediato de una persona<br />
o situación. Es una forma de comprender el mundo, de perseguir<br />
las líneas escondidas bajo las formas, de los accidentes y de la superficie,<br />
de capturar la imagen a través de líneas. Dibujamos sobre todo<br />
aquello que nos conmueve o que nos impresiona, y, en cierta medida,<br />
al pintar, el artista se coloca de rodillas en relación a lo que pinta,<br />
sea una realidad exterior o endógena. Dibujar puede ser una forma<br />
de adoración, de oración.<br />
Mis hijos tienen la costumbre de parar la película que estén viendo<br />
para dibujar algo que los haya impresionado. Cuando llegan a casa<br />
tras un fin de semana fuera, dibujan los acontecimientos que más les<br />
marcaron. Creo que es una forma de pensar (y de adorar o de amar),<br />
pero también una forma de, en cuanto a espectadores o sujetos, conocer<br />
la realidad, conquistarla. Cuando representan algo que les<br />
marca, intentan apropiarse de la experiencia a través <strong>del</strong> dibujo. A<br />
través <strong>del</strong> lápiz, capturan la realidad, la hacen arrodillarse, entregarse,<br />
mostrarse en su vulnerabilidad, con sus secretos expuestos. Dibujar<br />
es una especie de autopsia que se hace a la realidad.<br />
4. Autopsia significa literalmente ver por sí mismo. Santo Tomás pone<br />
los dedos en la llaga. Hay una intención dolorosa en el conocimiento,<br />
494 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 495
un rasgar el velo y la posibilidad de la muerte. Cuando abrimos un<br />
cuerpo para conocer las entrañas, podremos estar centrados en la<br />
muerte. Cuando conocemos un territorio, abrimos un cadáver, le retiramos<br />
la vida, el deseo y el misterio. Ponemos al territorio de rodillas,<br />
vulnerable. Viajar es una autopsia y una forma de mortificar<br />
el paisaje. Cosa que, de hecho, la técnica también hace, transforma<br />
un tejido de interacciones y de metamorfosis en un mundo de metal<br />
y números. La máquina fotográfica, al igual que el dibujo, puede<br />
ser un bisturí. Y el hecho de capturar instantes, átomos de tiempo,<br />
es objeto de superstición. Algunos pueblos no aceptan que les hagan<br />
fotografías. Hay varios motivos para eso, no son siempre los mismos.<br />
A veces sienten que hay una cultura <strong>del</strong> miserabilismo, que<br />
hace de la pobreza un espectáculo. No andarán, con certeza, lejos de<br />
la verdad.<br />
En Ghana, por ejemplo, tuve reacciones violentas por el uso de la cámara.<br />
Algunos pueblos sienten que la fotografía les roba el alma. En<br />
cierto sentido, en un ámbito más poético, tienen motivos para temer<br />
eso. Es, muchas veces, un tiempo muerto, sin fluidez, sin vida, que<br />
se nos quitó y es exhibido así, una impresión inorgánica de un instante.<br />
Cuando nos acordamos de algo, no nos acordamos con precisión.<br />
La memoria es un ser vivo que envejece con nosotros, cambia<br />
de opinión, cambia de color, enferma, se queja. <strong>Lo</strong> que recordamos<br />
de un episodio va cambiando a lo largo de la vida, va creciendo y<br />
convirtiéndose en otra cosa. La grabación impide ese viaje que la<br />
memoria hace: dijiste esto hace unos años, ahora no puedes cambiar<br />
de opinión, el paisaje era así y no como lo recuerdas y describes<br />
a tus hijos, etcétera.<br />
Hoy usamos la precisión <strong>del</strong> cirujano en la experiencia <strong>del</strong> viaje.<br />
Muchas veces negamos expresividad y plasticidad a la memoria y,<br />
más importante, imaginación (que es una de sus características más<br />
importantes). La precisión hace falta, pero también la libertad de<br />
nuestra alma. Cabe al viajero decidir lo que prefiere cuando habla<br />
con una persona o admira un paisaje: enamorarse o grabar aquel<br />
momento tal cual se da; la eterna lucha entre lo que está dentro y lo<br />
que está fuera, entre la subjetividad y la objetividad de la mayoría.<br />
5. Pero más allá de representar algo, de encarcelarlo, el dibujo nos<br />
ayuda a liberar la realidad, o sea, nos ayuda a crear, a construir la<br />
sociedad, a mejorar la vida. Un artista, así como un poeta o un bailarín,<br />
no es más fuerte o mejor cazador o más veloz, y su trabajo nos<br />
parece completamente inútil. Pero sabemos que los hombres pintan<br />
desde hace muchos miles de años. Siendo una inutilidad, ¿cuál es el<br />
motivo para que el dibujo y el arte lleven tanto tiempo con nosotros?<br />
Para Sartre, así como, en cierto sentido, para Rousseau, en lo que<br />
respecta al hombre, la existencia precede a la esencia. O sea, el hombre<br />
tiene libertad, no tiene una naturaleza definida. Un gato nace<br />
gato, es su esencia que precede a la existencia, pero un hombre puede<br />
escoger lo que quiera ser. La cultura aún hace eso, crea el mundo,<br />
coge la imaginación y la ficción, arranca de un espacio abstracto<br />
lo que no existe, moldea la potencia para que pueda ser transformada<br />
en acto, para que pueda existir. Para fabricar un zapato, necesitamos<br />
sacarlo de nuestra cabeza, de la imaginación; de un dibujo<br />
cualquiera que habitaba dentro de nosotros.<br />
6. Creo que muchos artistas dibujan de rodillas, en una especie de adoración,<br />
a la vez que hacen arrodillarse a la realidad ante la creación.<br />
No sé si dibujo muchas rodillas, pero puede ser que haya un motivo<br />
para que transmita esa sensación.<br />
La próxima vez que me pregunten eso, probablemente no me quedaré<br />
tan confundido.<br />
7. Me agrada imaginar que todo es una puerta hacia todas partes.<br />
Todo es símbolo, podemos cepillarnos los dientes y encontrar en esa<br />
acción tan sencilla una más subterránea, espesa, más profunda. En<br />
todo lo que hacemos, miramos o experimentamos, hay otra realidad<br />
a la espera de ser vislumbrada. El símbolo es eso: algo que colocamos<br />
en la vida que es capaz de unir sutilmente cosas dispares. De repente,<br />
la cima y la base se unen si, naturalmente, van de la mano por la<br />
calle. El símbolo es eso. Hace que asuntos u objetos contradictorios se<br />
den la mano. Se enamoren. Se hagan novios y creen un futuro, que se<br />
casen, para que se puedan divorciar. <strong>Lo</strong>s símbolos permiten todo eso.<br />
496 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 497
Un monstruo bajo la cama puede ser un cáncer de pulmón. Un pájaro<br />
volando puede ser la libertad y un árbol olvidado por el otoño<br />
puede ser la eternidad. La profundidad es total, es la última modalidad<br />
olímpica: salto en espesura.<br />
La vocación <strong>del</strong> símbolo no es ser hada o dragón, es ser una tarde paseando<br />
por el bosque o un entierro. Es la realidad que percibimos con<br />
la visión la que puede tomar el aspecto de un hada o de un dragón.<br />
Nada cotidiano está desprovisto de esta magia. El mundo está hecho<br />
de ella. <strong>Lo</strong> que nosotros vemos son las diferentes manifestaciones<br />
de esas entidades. Hay dragones de muchos tipos que aparecen frente<br />
a nosotros de muchas maneras: un asesino, una enfermedad, una<br />
catástrofe, una guerra. Es siempre el mismo dragón, con escamas<br />
diferentes, tamaños diferentes, ojos de otros colores, pero la misma<br />
monstruosidad que nos rodea y que forma parte de las historias.<br />
Cuando se habla a un público más amplio (porque solamente de eso<br />
se trata cuando decimos que escribimos para niños: lo hacemos para<br />
todos, no excluimos a nadie), optamos por símbolos, precisamente<br />
por su universalidad. Son el lenguaje de toda la gente, que está más<br />
allá de los idiomas, son el discurso prístino, el mismo que hablan las<br />
serpientes y los pájaros.<br />
8. Chesterton tiene una frase famosa:<br />
“Fairy tales do not tell children the dragons exist. Children already<br />
know that dragons exist. Fairy tales tell children the dragons can be<br />
killed”.<br />
“<strong>Lo</strong>s cuentos de hadas no dicen a los niños que los dragones existen.<br />
<strong>Lo</strong>s niños ya saben que los dragones existen. <strong>Lo</strong>s cuentos de hadas<br />
dicen a la niños que los dragones pueden ser vencidos”.<br />
Fue en el desván de mis abuelos que comencé a viajar, no solo por<br />
los libros que allí había, sino también por los objetos. En ese desván<br />
había de todo y yo vivía en un desvelo constante: ampliadores de fotografía,<br />
zapatos de los años veinte, una capa de Coimbra, teléfonos<br />
antiguos, coches de latón, Spitfires de madera (tres), baúles con<br />
ropa (uno de ellos con un traje de minhota), una vajilla, revistas <strong>del</strong><br />
Caballero Andante, un hacha de bombero con el respectivo cinturón,<br />
lanzas indígenas, partes de avión, algunas hélices, televisiones<br />
viejas, juegos de mesa, fotografías y máquinas fotográficas (incluyendo<br />
una máquina espía de la Segunda Guerra Mundial), una guitarra<br />
de fado, muebles de los años cincuenta, figuras de porcelana<br />
<strong>del</strong> belén, los poemas de mi tío-abuelo Emanuel (que eran escritos<br />
en recibos, facturas y hojas de acta), postales. La luz diáfana que entraba<br />
por las tejas transparentes y el olor a moho lo impregnaban<br />
todo. Por la noche tenía miedo de ir allí.<br />
En el centro <strong>del</strong> desván había un extraño aparato formado por un<br />
saco de arena, una cuerda que lo sujetaba y pasaba por una polea,<br />
unas tiras de tejido en la otra punta servían para prenderlo al cuello.<br />
Por debajo de la polea, un banco almohadillado. Creo que este extraño<br />
conjunto, que más parecía un aparato de tortura medieval, le<br />
servía a mi abuelo para ejercitar la espalda y el cuello. Nunca le vi<br />
hacerlo, pero le vi subir al desván con los tirantes bajados y la camiseta<br />
interior de tirantes.<br />
Aquel desván era una especie de mundo onírico. Quedaba por encima<br />
de nosotros, como un cielo, era caótico y extraño y misterioso.<br />
Aún hoy, cuando subo aquellas escaleras, tengo la sensación de estar<br />
entrando en un mundo mágico que todavía huele exactamente<br />
como olía en mi infancia, iluminado de la misma manera.<br />
La muerte de mi abuelo fue la primera en dañarme seriamente y,<br />
por primera vez, sentí la dualidad cartesiana que un cadáver nos<br />
impone: lo que yo veía <strong>del</strong>ante de mí era un cuerpo, no era mi abuelo<br />
y había una distancia absoluta entre la forma/materia y la persona,<br />
el espíritu. Lloré e imaginé que él había subido las escaleras<br />
<strong>del</strong> desván, lentamente, con los tirantes bajados, la camiseta interior.<br />
Allí encima estaba el mundo confuso de los sueños, de los<br />
objetos que él encarnaba y lo encarnaban, y aquel lugar ganó una<br />
nueva capa, semejante a la de un cementerio, un silencio que entraba<br />
con los rayos de sol que atravesaban los vidrios de las ventanas<br />
y hacían bailar el polvo y me daban una especie de certeza en<br />
la eternidad de las cosas y de las personas, por ser tan efímeras en<br />
sus manifestaciones.<br />
498 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 499
Dicen que para escribir basta haber tenido una infancia. Yo intento<br />
tener infancias cuando escribo, porque una idea es una infancia<br />
que se nos aparece: es un momento en el que la realidad muestra<br />
una nueva perspectiva bajo una luz diferente, un mundo nuevo aún<br />
intacto por la consciencia, por los sentidos. De repente, nos acontece<br />
la mirada ingenua, inocente, y miramos hacia el mundo con el<br />
asombro que nunca deberíamos dejar de tener.<br />
9. Uno de los viajes más largos que hice fue hasta el hospital de<br />
Abrantes. Mi madre se estaba muriendo. Se tarda más o menos una<br />
hora desde mi casa hasta el hospital de Abrantes y es eso lo que<br />
determina el viaje más largo de todos y, hasta ahora, el más doloroso.<br />
Porque es sencillo contabilizar. Las galaxias más lejanas quedan<br />
más cerca que el hospital de Abrantes. No hay nada tan lejano<br />
como un cadáver. Hay una sensación extraña de vacío, de que algo<br />
lo abandonó y tal vez por eso tantos crean en la existencia <strong>del</strong> alma,<br />
la cosa huidiza que da vida a las personas, que las hace respirar y<br />
amar y cocinar y pasear.<br />
Del otro lado <strong>del</strong> mundo nacen canguros, en los confines <strong>del</strong> universo<br />
se acaba el espacio y el tiempo, pero allí, en el hospital de Abrantes,<br />
se acostaba, en una cama, el lugar más distante <strong>del</strong> universo: la<br />
muerte de quien amamos.<br />
Panel <strong>Lo</strong> <strong>simbólico</strong><br />
Afonso Cruz<br />
1. Uma metáfora é uma explicação transversal para um fenómeno<br />
e que pode ser aplicada em várias manifestações que procedam da<br />
mesma essência. Funciona como uma equação matemática ou uma<br />
lei física. Podemos aplicar a lei da gravidade em pedras a cair ou<br />
num planeta a orbitar uma estrela. A metáfora tem essas características,<br />
pode ser usada para um encontro num café assim como para<br />
uma tragédia interior ou para o nascimento do universo.<br />
“A mais importante das descobertas literárias era, para Aristóteles,<br />
a metáfora.” (Ernesto Sábato, Heterodoxia)<br />
Há uma visão subterrânea que percorre as veias do mundo, e se deslumbra<br />
com paisagens invisíveis, sempre abaixo da superfície, sem<br />
vir à tona, sempre em profundidade.<br />
O símbolo é uma paisagem desse tipo. É congregadora, alia coisas,<br />
une-as, ata-as.<br />
–Porque desenhas tantos joelhos?<br />
2. Ao visitar uma escola, uma das crianças fez-me a seguinte pergunta:<br />
Porque desenhas tantos joelhos? Fiquei confuso. Não sabia que desenhava<br />
muitos joelhos, comecei por responder. Na verdade, cada vez<br />
que desenho pernas ou uma pessoa de corpo inteiro, inevitavelmente<br />
desenho joelhos. Curiosamente, não me lembro de os ter desenhado<br />
sem contexto, sem o resto do corpo. Reflectindo um pouco sobre<br />
isso, cheguei à conclusão de que os joelhos, de um modo sintético,<br />
simbolizam devoção, humildade, derrota, entrega. Na adoração, prostramo-nos<br />
derrotados, entregarmo-nos ao objecto da paixão. Aniquilamo-nos<br />
em função do outro, da coisa amada. Baixamos o corpo e<br />
aproximamo-nos da terra, expomos a cabeça, o corpo, mostrando toda<br />
a nossa vulnerabilidade. São também um símbolo de derrota, pois caímos<br />
sobre eles quando nos rendemos. E são fi<strong>del</strong>idade quando nos entregamos<br />
a um ideal ou a uma pessoa.<br />
500 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 501
3. O desenho muitas vezes tem uma função heurística e permite um<br />
conhecimento mais profundo e ao mesmo tempo mais imediato de<br />
uma pessoa ou situação. É uma maneira de compreender o mundo,<br />
perseguir as linhas escondidas por debaixo das formas, dos acidentes<br />
e da superfície, prender a imagem através de traços. Desenhamos<br />
sobretudo aquilo que nos comove ou que nos impressiona, e, em certa<br />
medida, ao pintar, o artista coloca-se de joelhos em relação ao que<br />
pinta, seja uma realidade exterior ou endógena. Desenhar pode ser<br />
uma forma de adoração, de oração.<br />
Os meus filhos têm o costume de parar um filme que estejam a ver para<br />
desenhar algo que os tenha impressionado. Quando chegam a casa depois<br />
de um fim-de-semana fora, desenham os acontecimentos que mais<br />
os marcaram. Creio que é uma maneira de pensar (e de adorar ou de<br />
amar) mas também, uma maneira de, enquanto espectadores ou sujeitos,<br />
fixarem a realidade, conquistarem-na. Quando representam algo<br />
que os marca, tentam apropriar-se da experiência através do desenho.<br />
Através do lápis, capturam a realidade, fazem-na dobrar os joelhos, entregar-se,<br />
mostrar-se na sua vulnerabilidade, com os seus segredos expostos.<br />
Desenhar é uma espécie de autópsia que se faz à realidade.<br />
4. Autópsia significa literalmente ver por si próprio. São Tomé põe os<br />
dedos na ferida. Há uma intenção dolorosa no conhecimento, um rasgar<br />
de um véu e a possibilidade da morte. Ao abrir um corpo para lhe conhecer<br />
as entranhas poderemos estar a debruçarmo-nos na morte. Ao<br />
conhecer um território abrimos um cadáver, retiramos-lhe a vida, o desejo<br />
e o mistério. Pomos o território de joelhos, vulnerável. Viajar é uma<br />
autópsia e uma forma de mortificar a paisagem. Coisa que, aliás, a técnica<br />
também faz, transforma um tecido de interacções e de metamorfoses<br />
num mundo de metal e números. A máquina fotográfica, tal como<br />
o desenho, pode ser um bisturi. E o facto de capturar instantes, átomos<br />
de tempo, é objecto de superstição. Alguns povos não aceitam que lhes<br />
tirem fotografias. Há vários motivos para isso, não são sempre os mesmos.<br />
Por vezes sentem que há uma cultura do miserabilismo, que se faz<br />
da pobreza um espectáculo. Não estarão com certeza longe da verdade.<br />
No Gana, por exemplo, tive reações violentas em relação ao uso da máquina.<br />
Alguns povos sentem que a fotografia rouba a alma. Em certo<br />
sentido, num âmbito mais poético, têm motivos para temer isso. É,<br />
muitas vezes, um tempo morto, sem fluidez, sem vida, que nos foi tirado<br />
e é exibido assim, uma impressão inorgânica de um instante.<br />
Quando nos recordamos de algo, não nos recordamos com precisão.<br />
A memória é um ser vivo que envelhece connosco, muda de opinião,<br />
muda de cor, adoece, reclama. O que nos lembramos de um episódio<br />
vai mudando ao longo da vida, vai crescendo e tornando-se outra coisa.<br />
A gravação impede essa viagem que a memória faz: disseste isto há<br />
uns anos, agora não podes mudar de opinião, a paisagem era assim e<br />
não como a recordas e descreves aos teus filhos, etc.<br />
Hoje, usamos a precisão do cirurgião na experiência da viagem.<br />
Muitas vezes, recusamos à memória expressividade e plasticidade<br />
e, mais importante, imaginação (que é uma das suas características<br />
mais importantes). A precisão faz falta, mas a liberdade da nossa<br />
alma também. Cabe ao viajante decidir o que prefere quando conversa<br />
com uma pessoa ou admira uma paisagem: apaixonar-se ou<br />
gravar aquele momento tal qual ele se dá. A eterna luta entre o que<br />
está dentro e o que está fora, entre a subjectividade e a objectividade<br />
da maioria.<br />
5. Mas além de representar algo, de o encarcerar, o desenho ajuda-nos<br />
a libertar a realidade, ou seja, ajuda-nos a criar, a construir a sociedade,<br />
a melhorar a vida. Um artista, assim como um poeta ou um bailarino,<br />
não é mais forte ou melhor caçador ou mais veloz, e o seu trabalho<br />
parece-nos completamente inútil. Mas sabemos que os homens pintam<br />
há muitos milhares de anos. Sendo uma inutilidade, qual o motivo<br />
para o desenho – e a arte – andar há tanto tempo connosco?<br />
Para Sartre, bem como, em certo sentido, para Rousseau, no que respeita<br />
ao homem, a existência precede a essência. Ou seja, o homem<br />
tem liberdade, não tem uma natureza definida. Um gato nasce gato,<br />
é a sua essência que precede a existência, mas um homem pode escolher<br />
o que quiser ser. A cultura faz isso mesmo, cria o mundo, pega<br />
na imaginação e na ficção, arranca de um espaço abstracto o que não<br />
existe, molda a potência para que possa ser transformada em acto,<br />
para que possa existir. Para que um sapato seja feito, precisámos de o<br />
502 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 503
etirar das nossas cabeças, da imaginação. De um desenho qualquer<br />
que nos habitava.<br />
6. Creio que muitos artistas desenham de joelhos, numa espécie<br />
de adoração, ao mesmo tempo que fazem a realidade ajoelhar-se à<br />
criação.<br />
Não sei se desenho muitos joelhos, mas pode ser que haja um motivo<br />
para que dê essa sensação.<br />
Da próxima vez que me perguntarem isso, provavelmente não ficarei<br />
tão confuso.<br />
7. Agrada-me imaginar que tudo é uma porta para todo o lado. Tudo<br />
é símbolo, que podemos escovar os dentes e encontrar nessa acção<br />
tão simples uma mais subterrânea, espessa, mais profunda. Em<br />
tudo o que fazemos, olhamos ou experimentamos, há uma outra realidade<br />
à espera de ser vislumbrada. O símbolo é isso: algo que colocamos<br />
na vida que é capaz de unir subtilmente coisas díspares.<br />
De repente o cima e o baixo unem-se naturalmente, andam de mãos<br />
dadas pela rua. O símbolo é isso. Faz com que assuntos ou objectos<br />
contraditórios dêem as mãos. Se apaixonem. Se tornem namorados<br />
e se desejarem um futuro, que se casem, para que se possam divorciar.<br />
Os símbolos permitem isso tudo.<br />
Um monstro debaixo da cama pode ser um cancro do pulmão. Um<br />
pássaro a voar pode ser a liberdade e uma árvore esquecida pelo outono<br />
pode ser a eternidade. A profundidade é total, é a derradeira<br />
modalidade olímpica: salto em espessura.<br />
A vocação do símbolo não é ser fada ou dragão é ser uma tarde a<br />
passear no bosque ou um enterro. É a realidade que, com visão, percebemos<br />
poder tomar o aspecto de uma fada ou de um dragão. Não<br />
há quotidiano nenhum desprovido desta magia. O mundo é feito<br />
<strong>del</strong>a. O que nós vemos são as diferentes manifestações dessas entidades.<br />
Há dragões de muitos tipos e que aparecem à nossa frente<br />
de muitas maneiras: um assassino, uma doença, uma catástrofe,<br />
uma guerra. É sempre o mesmo dragão, com escamas diferentes,<br />
tamanhos diferentes, olhos de outras cores, mas a mesma monstruosidade<br />
que nos cerca e que faz parte das histórias. Quando se<br />
fala para um público mais abrangente (porque é somente disso que<br />
se trata quando dizemos que escrevemos para crianças: fazemo-lo<br />
para todos, não excluímos ninguém) optamos por símbolos, precisamente<br />
pela sua universalidade. São a linguagem de toda a gente,<br />
que está para lá das línguas, são o discurso prístino, o mesmo que<br />
falam as serpentes e os pássaros.<br />
8. Chesterton tem uma frase famosa:<br />
Fairy tales do not tell children the dragons exist. Children already<br />
know that dragons exist. Fairy tales tell children the dragons can be<br />
killed.”<br />
“Os contos de fadas não convencem as crianças de que os dragões<br />
existem. Os contos de fadas dizem às crianças de que podem ser<br />
vencidos.”<br />
Foi no sótão dos meus avós que comecei a viajar, não só pelos livros<br />
que lá havia, mas também pelos objectos. Nesse sótão havia de<br />
tudo e eu vivia num desvelamento constante: ampliadores de fotografia,<br />
sapatos dos anos vinte, uma capa de Coimbra, telefones antigos,<br />
carros de lata, spitfires de madeira (três), arcas com roupas<br />
(uma <strong>del</strong>as com um fato de minhota), louças, revistas do Cavaleiro<br />
Andante, um machado de bombeiro com o respectivo cinto, lanças<br />
indígenas, partes de avião, algumas hélices, televisores velhos,<br />
jogos de mesa, fotografias e máquinas fotográficas (incluindo uma<br />
máquina espiã da Segunda Guerra Mundial), uma guitarra de fado,<br />
móveis dos anos cinquenta, bonecos de louça do presépio, os poemas<br />
do meu tio-avô Emanuel (que eram escritos em recibos, facturas<br />
e folhas de acta), postais. A luz diáfana que entrava pelas telhas<br />
transparentes e o cheiro a mofo impregnavam tudo. À noite tinha<br />
medo de lá ir.<br />
No centro do sótão havia um estranho aparelho formado por um saco<br />
de areia, um fio que o prendia e passava por uma roldana, umas tiras<br />
de tecido na outra ponta e que serviam para prender ao pescoço.<br />
504 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 505
Por baixo da roldana um banco almofadado. Acho que este estranho<br />
conjunto, que mais parecia um aparelho de tortura medieval, servia<br />
para o meu avô ginasticar as costas e o pescoço. Nunca o vi fazê-lo,<br />
mas vi-o subir para o sótão com os suspensórios em baixo e camisola<br />
interior de alças.<br />
Aquele sótão era uma espécie de mundo onírico. Ficava por cima de<br />
nós, como um céu, era caótico e estranho e misterioso. Ainda hoje,<br />
quando subo aquelas escadas, tenho a sensação de estar a entrar<br />
num mundo mágico que ainda cheira exactamente como cheirava a<br />
minha infância, iluminado da mesma maneira.<br />
mais perto do que o hospital de Abrantes. Não há nada tão longínquo<br />
quanto um cadáver. Há essa sensação estranha de vazio, de que<br />
algo o abandonou e talvez por isso tantos acreditem na existência<br />
da alma. A coisa fugidia que anima as pessoas, que as faz respirar e<br />
amar e cozinhar e passear.<br />
Do outro lado do mundo nascem cangurus, nos confins do universo<br />
acaba-se o espaço e o tempo, mas ali, no hospital de Abrantes, deitava-se,<br />
numa cama, o lugar mais distante do universo: a morte de<br />
quem amamos.<br />
A morte do meu avô foi a primeira a magoar-me seriamente e, pela<br />
primeira vez, senti o dualismo cartesiano que um cadáver nos impõe:<br />
o que eu via à minha frente, era um corpo, não era o meu avô<br />
e havia uma distância absoluta entre a forma/matéria e a pessoa, o<br />
espírito. Chorei e imaginei que ele tinha subido as escadas do sótão,<br />
lentamente, suspensórios em baixo, camisola interior. Lá em cima,<br />
era o mundo confuso dos sonhos, dos objectos que ele encarnava e o<br />
encarnavam, e aquele lugar ganhou uma outra camada, semelhante<br />
à de um cemitério, um silêncio que entrava com os raios de sol que<br />
atravessavam os vidros das janelas e faziam dançar o pó e me davam<br />
uma espécie de certeza na eternidade das coisas e das pessoas,<br />
por serem tão efémeras nas suas manifestações.<br />
Dizem que para escrever basta ter tido uma infância. Eu tento ter infâncias<br />
quando escrevo, porque uma ideia é uma infância que nos<br />
acontece: é um momento em que a realidade mostra uma nova perspectiva<br />
sob uma luz diferente, um mundo novo ainda intocado pela<br />
consciência, pelos sentidos. De repente, acontece-nos o olhar ingénuo,<br />
inocente, e olhamos para o mundo com o assombro que nunca<br />
devíamos deixar de ter.<br />
9. Uma das viagens mais longas que fiz foi até ao hospital de Abrantes.<br />
A minha mãe estava a morrer. Demora-se mais ou menos uma<br />
hora de minha casa até ao hospital de Abrantes e é isso que determina<br />
a viagem mais longa de todas e, até agora, a mais dolorosa.<br />
Porque é simples de contabilizar. As galáxias mais longínquas ficam<br />
506 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 507
Coloquio 9<br />
Pensar la LIJ para la<br />
primera infancia:<br />
hallazgos y posibilidades<br />
508 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 509
Presentación<br />
Alma Carrasco Altamirano/<strong>México</strong><br />
la literatura para la primera infancia, a través de sus muy personales<br />
apropiaciones de la experiencia de la lectura”.<br />
A partir de dos ejemplos, Tengo miedo, de Ivar Da Coll, y Al otro lado,<br />
de Maurice Sendak, María Emilia comparte situaciones de lectura<br />
con niños pequeños, invitando a cada lector adulto a dejarse sorprender<br />
por cada niño.<br />
Profesora investigadora de la Benemérita<br />
Universidad Autónoma<br />
de Puebla, psicóloga, maestra en<br />
Ciencias <strong>del</strong> Lenguaje y doctora<br />
en Educación. Integrante de Red<br />
de Cultura Escrita y Comunidades<br />
Discursivas y socia <strong>del</strong> Consejo<br />
Mexicano de Investigación<br />
Educativa. En 2001 creó el Consejo<br />
Puebla de Lectura, organización<br />
de la sociedad civil que presidió<br />
hasta diciembre de 2012. Desde<br />
ese espacio impulsa trabajos de<br />
intervención e investigación de<br />
lectura en la primera infancia, en<br />
el marco de las acciones de servicios<br />
de la bebeteca con libros Lee<br />
Antonia. Dirige la serie Lectura y<br />
Escritura de la colección Somos<br />
Maestros de SM y una serie de acceso<br />
abierto: Lectura, Escritura e<br />
Innovación.<br />
“La poesía es un lugar de experiencia vital para los niños<br />
pequeños. […] es esencial producir y defender intimidades<br />
colectivas capaces de habitar y a la vez crear lo poético”,<br />
MARÍA EMILIA LÓPEZ<br />
La particularidad <strong>del</strong> lector está en el centro de la reflexión<br />
de María Emilia: traer a los niños pequeños al<br />
centro de nuestra conversación para intentar entender<br />
sus muy personales apropiaciones de la experiencia de<br />
lectura. En el boom <strong>del</strong> libro ilustrado se ha descuidado<br />
a la literatura, a la poesía, como puntualiza Graciela<br />
en respuesta a la provocación de María Emilia, y afirma<br />
Ivar: “Una de las claves que estoy seguro es indispensable<br />
para crear un texto literario, ya sea para adultos<br />
o niños, la metáfora […] entender que un lector infantil<br />
merece absoluto respeto, sobre todo si quiero entregarle<br />
un libro que de algún modo llegue a ser parte entrañable<br />
de su existencia”.<br />
Para hablar de los ejes de esta mesa, María Emilia se perfila<br />
por el lector. “Y quisiera traer a los niños lectores,<br />
porque son ellos los únicos capaces de mostrarnos los límites,<br />
las riquezas, los hallazgos y las posibilidades de<br />
Las participaciones de la mesa girarán entonces sobre la importancia<br />
de los buenos relatos y la poesía a partir de las experiencias de promoción<br />
de lectura y de creación de libros para niños. Entre otros ejes<br />
de discusión, se analizarán los géneros y formatos ilustrados <strong>del</strong> libro<br />
infantil de literatura y sobre el papel de varios actores: autores, ilustradores<br />
y editores como responsables de producir buenos libros para<br />
niños y mediadores ante el reto de acercar buenos libros a los niños;<br />
ello nos llevará a reflexionar sobre las políticas de lectura para la primera<br />
infancia.<br />
510 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 511
Se formó en Letras, Educación y<br />
Psicología, y se especializó en el<br />
trabajo integral con la primera<br />
infancia. Es directora <strong>del</strong> jardín<br />
maternal de la Facultad de Derecho<br />
de la Universidad de Buenos<br />
Aires, y autora y coordinadora <strong>del</strong><br />
Programa de Lectura y Biblioteca<br />
en la Primera Infancia (premio<br />
Pregonero 2014) de dicha institución.<br />
Asesoró el Programa de<br />
Fortalecimiento a la Educación<br />
Temprana y el Desarrollo Infantil<br />
para la Reforma de Educación Inicial<br />
de la Secretaría de Educación<br />
Pública de <strong>México</strong> entre 2009 y<br />
2013. Asesoró y diseñó material<br />
de trabajo y formación sobre primera<br />
infancia y lectura para el<br />
Instituto de Bienestar Familiar de<br />
Colombia, Fundalectura, el Ministerio<br />
de Cultura de Colombia y el<br />
Ministerio de Educación de Brasil.<br />
Profesora de posgrado en diversas<br />
instituciones, actualmente dirige<br />
el diplomado anual Arte, Juego y<br />
Lectura en la Primera Infancia en<br />
la Biblioteca Vasconcelos. Es escritora,<br />
autora de numerosas publicaciones,<br />
entre ellas el libro Un<br />
pájaro de aire. La formación de los<br />
bibliotecarios y la lectura en la primera<br />
infancia. Dicta seminarios y<br />
conferencias de sus especialidades<br />
en varios países.<br />
El encanto de una melodía<br />
Hallazgos, traiciones y riquezas de la literatura<br />
para la primera infancia<br />
María Emilia López/Argentina<br />
Introducción<br />
Cuando recibí la invitación para escribir esta ponencia<br />
(que agradezco especialmente), me pregunté durante<br />
varios días de qué hablar, porque bajo el tema<br />
“pensar la LIJ para la primera infancia: hallazgos y<br />
posibilidades”, se me abren infinitas líneas de trabajo.<br />
Entonces, comencé a pensar por qué la LIJ para<br />
la “primera” infancia; ¿vale la pena discriminar por<br />
edades a los niños cuando hablamos de libros?, ¿de<br />
qué clase de hallazgos debería dar cuenta?, ¿puedo<br />
pensar en los libros para los más pequeños sin dar<br />
cuenta de las experiencias de los lectores?, ¿cuántos<br />
modos de ser lector existen en la primera infancia?<br />
Decidí expandirme por algunos de esos territorios que<br />
me hacen pensar en el enorme valor de leer con los<br />
más pequeños, de allí que mi propuesta de hoy no estará<br />
centrada únicamente en los libros para la primera<br />
infancia, sino sobre todo en los niños lectores, en<br />
las mediaciones y los descubrimientos que ese trabajo<br />
nos trae aparejados y en algunos aspectos de las políticas<br />
públicas de lectura.<br />
El pensamiento infantil<br />
Hay una deuda social acerca de los saberes sobre la primera infancia.<br />
Sin un reconocimiento más amplio de los modos en que los<br />
bebés y los niños pequeños sienten y piensan, es muy difícil dar visibilidad<br />
al proceso lector.<br />
Cuando la madre o el padre tienen información y experiencias acerca<br />
de lo que significa para su hijo un juego de lenguaje, la mirada<br />
conjunta, la presencia de un libro o de los relatos, cambia radicalmente<br />
la posibilidad de acceso <strong>del</strong> niño al universo de la lectura. <strong>Lo</strong><br />
mismo ocurre con los bibliotecarios y los maestros, aunque el riesgo<br />
que corren estos actores es quedar presos de algunos “saberes” que<br />
se estereotipan, y que organizan la experiencia de lectura alrededor<br />
de determinados ejes, sin dar espacio a la propia sensibilidad, a la<br />
observación de los niños, a una relación dialógica en la que los pequeños<br />
tengan libertad para expresar sus hallazgos, y los adultos, la<br />
posibilidad flexible de seguirlos y leer sus procesos como lectores,<br />
que serán singulares, siempre.<br />
Se “piensa” desde que se nace. El proceso mismo de entrar en la<br />
cultura es, para los niños, un acto de lectura y pensamiento que<br />
permite relacionar y asociar, y así dar significado a los hechos y experiencias<br />
que los rodean. <strong>Lo</strong>s niños son por naturaleza rizomáticos,<br />
sus modos de abordar el mundo están ligados a todos los registros<br />
sensibles y sensoriales, en simultáneo. Pensemos, sin ir más lejos,<br />
en el lenguaje: entrar en el campo <strong>del</strong> significado de la palabra es un<br />
ejercicio de máxima extensión, desde lo expansivo y desde lo profundo.<br />
Para comprender el significado, cuando se está organizando<br />
el mundo al mismo tiempo que se construye el aparato para pensar,<br />
es necesario un gran ejercicio de selección, recombinación, metaforización,<br />
y todo eso ocurre entre el nacimiento y los dos años de<br />
edad. Esto nos da una idea <strong>del</strong> niño muy distinta de la que muchas<br />
veces imprime la escuela, la sociedad, en general; transmisión de<br />
conocimientos, formatos o planeaciones graduales, en las que es el<br />
adulto quien decide cómo realizar la progresión (de contenidos, de<br />
tareas, de destrezas). Pero la mente <strong>del</strong> niño no se construye linealmente,<br />
sino que lo hace en un entrecruzamiento indisciplinable de<br />
experiencias y estímulos.<br />
512 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 513
<strong>Lo</strong> mismo ocurre con los libros y la lectura. Y traigo con fuerza a la<br />
escuela, a los jardines de niños, a los espacios de lectura para la primera<br />
infancia, porque son ellos los que unen de forma sistemática<br />
a los más pequeños con los libros. Toda relación con la lectura es intersubjetiva,<br />
es decir, nace de la relación entre dos: al principio hay<br />
un adulto dador de palabras, partenaire indispensable como diccionario<br />
<strong>simbólico</strong>; con el ingreso en los ámbitos institucionales hay<br />
otro que selecciona, elige los materiales y pone en disponibilidad su<br />
voz para narrar, su mirada compartida; en la escuela o el jardín de<br />
infantes propiamente dicho hay un maestro que administra no solo<br />
la selección, sino el tiempo de la lectura, los ritmos y algo más: también<br />
confiere al acto de leer un sentido, que puede ser creador y lúdico,<br />
ligado a la ensoñación y a la libertad, o utilitario y pragmático,<br />
ligado al servicio de la enseñanza.<br />
Lectores infantiles singulares<br />
El problema de pensar al niño pequeño como un lector poco competente,<br />
y obteniendo en consecuencia la “sistematización” de los<br />
niveles de complejidad, como si la lectura fuese únicamente un proceso<br />
biológico en el que podemos medir por franjas etarias las capacidades<br />
de los niños y, en consecuencia, diseñar libros “adecuados”<br />
para tal edad, etc., es un obstáculo pesado para pensar la literatura<br />
en términos de posibilidades en la primera infancia.<br />
La complejidad que cada niño puede abordar depende de la experiencia,<br />
no solo de la edad biológica. Cuando veo esas “adecuaciones”,<br />
ya sea desde las publicidades editoriales como desde los<br />
autores mismos, o de parte de los mediadores, siempre me parecen<br />
poco representativas de las posibilidades reales de los niños.<br />
La lectura es un proceso cultural, también en el caso de los muy pequeños,<br />
por eso no podemos generalizar cuáles son los mejores libros<br />
“para la primera infancia”. <strong>Lo</strong>s mejores libros son tales por sus<br />
características estéticas, por su valor artístico, por el trabajo de extrañamiento<br />
sobre el lenguaje, sobre la imagen, y pierden parte de<br />
esa grandeza cuando tratan de hacer adecuaciones de forma para<br />
adaptarse a un “supuesto” lector pequeño, al que casi siempre se le<br />
menosprecian sus cualidades y su sensibilidad estética.<br />
Y quisiera traer a los niños lectores, porque son ellos los únicos capaces<br />
de mostrarnos los límites, las riquezas, los hallazgos y las posibilidades<br />
de la literatura para la primera infancia a través de sus<br />
muy personales apropiaciones de la experiencia de la lectura.<br />
Voy a detenerme en dos libros interesantes, polémicos en algún<br />
punto. Compartiré con ustedes algunas situaciones de lectura con<br />
esos libros, que seguramente para muchos adultos no deberían estar<br />
en el sector de la biblioteca para la “primera infancia” por sus temas<br />
o por algunas resoluciones narrativas, textuales o gráficas.<br />
El primero de ellos es Tengo miedo, de Ivar Da Coll: En una sala que<br />
reúne a niños de dos y tres años en un jardín infantil 1 estamos leyendo<br />
por primera vez el libro Tengo miedo 2 , de Ivar Da Coll. Sus<br />
ilustraciones son muy bellas, tiernas, pero a la vez muestran parte<br />
de la realidad social colombiana (y de muchos otros países). El relato<br />
literario se dedica a problematizar los miedos nocturnos de Eusebio,<br />
comunes con los de muchos niños; el relato plástico pareciera<br />
desplegar otras razones posibles de sus miedos, no explícitas, ligadas<br />
a los desplazamientos, secuestros, pérdidas, construyendo historias<br />
paralelas.<br />
Cuando las maestras leyeron por primera vez el libro, se inquietaron,<br />
aunque a una de ellas le gustó especialmente. Inquietudes mediante,<br />
lo leyeron con los niños, que se entregaron rápidamente a la aventura.<br />
Pero hay una ilustración especialmente complicada en la que Eusebio<br />
va enumerando las características de todos los monstruos a los que les<br />
teme: los que tienen cuernos, los que son transparentes, los que tienen<br />
colmillos, los que vuelan en escoba y en la nariz les nace una verruga,<br />
“los que se esconden en lugares oscuros y solo dejan ver sus ojos<br />
brillantes…”, y aquí, en esta parte <strong>del</strong> relato, la ilustración muestra a<br />
un monstruo enorme que le roba el hijito a un papá que se ve diminuto<br />
(o disminuido) frente al poder <strong>del</strong> monstruo; el hijo secuestrado estira<br />
los brazos hacia el padre, sin éxito. Esta escena no se resuelve en<br />
el texto ni en la ilustración, concluye así, y las maestras <strong>del</strong> grupo se<br />
1 Jardín maternal de la Facultad de Derecho-Universidad de Buenos Aires, Argentina.<br />
2 I. Da Coll (2012), Tengo miedo, Bogotá, Babel.<br />
514 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 515
se comparte con los que sienten igual de intensamente la relación<br />
con ese objeto artístico. Una de las tres maestras <strong>del</strong> grupo es la más<br />
interesada en este libro: ella también dice “Me encanta”, como dice<br />
Juan cuando quiere leer Tengo miedo (“¿Me leés el libro que me encanta?”),<br />
y los niños la buscan especialmente a ella en el momento<br />
de su lectura 3 .<br />
Y entonces, ¿es este un buen libro para niños pequeños? ¿Hay temas<br />
que los niños no deberían leer? ¿<strong>Lo</strong>s niños pequeños necesitan historias<br />
siempre cercanas a sus vidas? ¿Qué nos enseñan estos niños<br />
acerca <strong>del</strong> canon literario para la primera infancia?<br />
Ivar Da Coll, Tengo miedo.<br />
preguntaban: “¿Qué va a ocurrir con esto cuando lo leamos?”. En la<br />
primera lectura, ese hecho pasó aparentemente desapercibido; en la<br />
segunda, Lucía se preocupó y lo dijo: “Mirá, le está robando el hijito”.<br />
Todos los niños comentaron preocupados esa escena, preguntaban<br />
qué iba a ocurrir. Las maestras hicieron un silencio de respuesta, que<br />
no significa no apoyar el diálogo; fue un silencio en parte provocado<br />
por la sorpresa, en parte por el temor, en parte por la confianza en que<br />
los niños iban a poder pensar por sí mismos. Y así fue que Juan, lector<br />
ya enamorado de este libro desde la primera lectura, les dijo a sus<br />
compañeros: “No se preocupen, se lo podemos devolver”, e hizo el gesto<br />
de tomar entre sus manos al hijito raptado por el monstruo y lo devolvió<br />
al padre impreso en la página. La situación se distendió. De allí<br />
en a<strong>del</strong>ante, cada vez que leen este libro, ellos, los niños, suman esta<br />
escena, le dicen a su maestra que espere antes de dar vuelta a la hoja, y<br />
repiten: “No te preocupes, te vamos a devolver al hijito”; hacen el gesto<br />
con las manos y siguen a<strong>del</strong>ante. Este libro ya tiene una escena más,<br />
escrita por un pequeño grupo de lectores comprometidos (debemos<br />
avisárselo a Ivar Da Coll: su texto fue revisitado por otros escritores).<br />
Alrededor de Tengo miedo se conformó una pequeña comunidad de<br />
lectura. Hay un subgrupo de niños que está enamorado <strong>del</strong> libro<br />
y cada uno de ellos reclama la presencia de los otros tres o cuatro<br />
cuando se dispone a leerlo, como si fuera un placer que crece cuando<br />
Sin dudas, esta resolución que encontraron los niños nos habla de<br />
una enorme capacidad para construir sentido a través de la lectura<br />
desde muy temprano. Nos muestra también cómo ellos son capaces<br />
de metabolizar sus emociones, posibles angustias, conflictos, y desarrollar<br />
formas propias de expresión y significación. La buena literatura<br />
es un volcán de emociones en suspenso, siempre; no importa<br />
el color de la emoción: las hay más felices, humorísticas y diáfanas,<br />
las hay oscuras y perturbadoras, las hay puramente estéticas 4 .<br />
En la literatura para adultos no dudaríamos en habilitar toda la<br />
gama de colores, pero con la primera infancia el universo parece<br />
restringirse, olvidamos que los niños se hicieron “mentales” a fuerza<br />
de lidiar con los obstáculos de la separación temprana, buscando<br />
su lugar personal en un mundo de significados que los preceden,<br />
intentando regular sus temores y ansiedades como para poder salir<br />
a explorar el mundo a pesar de la incertidumbre que provoca su<br />
aún frondosa ignorancia. Y desde el punto de vista estético, precisamente<br />
por pasar la mayor parte de su vigilia en estado de juego, sus<br />
habilidades son extraordinarias, como nunca más en la vida: desmesurado<br />
apetito por la novedad, confianza extrema en la ficción,<br />
3 M. E. López (<strong>2016</strong>), Un mundo abierto. Cultura y primera infancia, Bogotá, CERLALC.<br />
4 Me resulta interesante establecer una diferencia entre la emoción estética y la emoción<br />
sentimental. Por lo general, la idea de “emoción” aparece asociada únicamente a los<br />
sentimientos cuando hablamos de libros para niños, y en ese sentido muchos libros ponen<br />
de relieve el tema –cercano y sensible a las vidas reales de los niños– por sobre la forma,<br />
u olvidan que hay otro tipo de emociones igualmente intensas, legítimas y necesarias,<br />
que provienen de lo puramente estético.<br />
516 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 517
Maurice Sendak,<br />
Al otro lado.<br />
Maurice Sendak,<br />
Al otro lado.<br />
imaginación sin censuras. Algo de esa materialidad sobrevive en los<br />
poetas, en los artistas. María Negroni lo dice de esta manera: “Como<br />
los niños, los poetas intuyen el vínculo exacto entre curiosidad y<br />
memoria, melancolía y resistencia, aventura y tolerancia. Y lo que<br />
buscan es nada menos que liberar las cosas de su destino utilitario y<br />
al lenguaje de sus taras más odiosas: quedarse en su propio coto de<br />
caza, donde es posible seguir siendo un pequeño príncipe. La poesía<br />
es la continuación de la infancia por otros medios” 5 .<br />
Estos lectores de tres años de los que hablo no son iguales a otros<br />
lectores de la misma edad, son singulares, y esa singularidad está<br />
en gran parte emparentada con sus experiencias cotidianas: leer<br />
mucho, libremente, con los adultos acompañantes, habitar el silencio<br />
de sentido, gozar <strong>del</strong> permiso para preguntar, decir, aportar, curiosear…,<br />
leer libros interesantes y complejos, leer todos los géneros,<br />
jugar con el lenguaje. Estoy hablando de libros, de selección, de exploración,<br />
de mediaciones o intervenciones.<br />
5 M. Negroni (2014), Pequeño mundo ilustrado, Buenos Aires, Caja Negra.<br />
El otro libro sobre el que quisiera compartir situaciones de lectura<br />
es Al otro lado, de Maurice Sendak, que se publicó originalmente en<br />
1981, y en español, por Kalandraka, en 2015. Forma parte de la trilogía<br />
compuesta por Donde viven los monstruos y La cocina de noche.<br />
Un libro muy inquietante.<br />
Sumé este libro a la biblioteca <strong>del</strong> centro infantil que dirijo pensando<br />
en que los niños adoran a su autor, que sus libros son los más<br />
requeridos para el préstamo, que el libro en sí mismo me pareció<br />
una gran exploración estética, un viaje hacia el extrañamiento, algo<br />
que la literatura infantil no debería perder como horizonte. Al poco<br />
tiempo, los niños de tres años se enamoraron <strong>del</strong> libro; ahora discuten<br />
por ver quién se lo lleva a su casa, tuvimos que comprar más<br />
ejemplares de lo previsto. Como ustedes verán, Aída –la niña protagonista–<br />
tiene encima una serie de condimentos que muchos adultos<br />
considerarían no “aptos” para la primera infancia.<br />
Una niña cuyo padre se hizo a la mar cuida a su hermana bebé mientras<br />
su madre, ensimismada o deprimida, mira ausente hacia la nada.<br />
518 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 519
Aída toca su cuerno mágico para arrullar al bebé, pero no lo mira.<br />
Aprovechando ese vacío visual, llegan los duendes y se llevan al bebé,<br />
y dejan en su lugar uno de hielo. Cuando Aída lo advierte, sale por la<br />
ventana en busca de su hermanita, pero distraídamente comete un<br />
grave error: sale <strong>del</strong> revés, y allí comienza una serie de sucesos oníricos<br />
y con reminiscencias épicas, a través de los cuales la niña logra<br />
salvar a su hermana <strong>del</strong> casamiento con otro duende. El padre, desde<br />
el mar, sugiere a Aída que cante y encante a los duendes. <strong>Lo</strong>s duendes<br />
bailan tan feroces que acaban convertidos en arroyos. Aída salva a la<br />
pequeña y logra regresar a casa, donde la espera su madre con una<br />
carta <strong>del</strong> padre: dice que algún día volverá, y le pide que mientras tanto<br />
cuide a su hermana.<br />
Dos mundos: el de la vida cotidiana, el que se puede controlar, y el<br />
otro lado, donde la imaginación estalla. Como en Donde viven los<br />
monstruos 6 pero con tintes más extremos, duendes sin rostro, madres<br />
inútiles y padres ausentes, ¿puede ser este un buen libro para niños<br />
pequeños?<br />
Vuelvo a los niños de tres años: es muy interesante el proceso de lectura<br />
que están realizando: lejos de asustarse, se meten en la ficción<br />
con todo su ser, se compenetran. <strong>Lo</strong> leen con detenimiento, las ilustraciones<br />
los mantienen un buen rato en cada página; los adultos<br />
leemos el texto tal como está escrito, y dejamos abierto el tiempo de<br />
la lectura de las imágenes. En esa demora, ellos conversan y agregan<br />
significado al relato, preguntan, escriben historias paralelas en<br />
base a lo que ven. Luego, el rapto de la hermanita aparece en sus<br />
juegos dramáticos; muchas otras situaciones que vive Aída, también.<br />
Con cajas construyen la casa de Aída, y salen a “otro mundo”<br />
a través de una ventana. Se cubren con telas como los duendes, toman<br />
prestada de la ficción la riqueza imaginaria que necesitan para<br />
ampliar sus órbitas de experiencia. Piden leer una y otra vez la historia<br />
de Aída. Todo parece indicar que este es un buen libro para la<br />
primera infancia.<br />
6 Por una cuestión de extensión, no es posible explayarnos aquí sobre las relaciones entre estos<br />
tres libros de Sendak: Donde viven los monstruos, La cocina de noche y Al otro lado, pero queda<br />
pendiente un análisis minucioso, tanto desde el punto de vista <strong>del</strong> relato como desde<br />
la ilustración.<br />
Varias cuestiones vienen a mi cabeza al pensar en su pertinencia,<br />
respaldando el gusto de los niños: sin duda, la calidad estética de la<br />
ilustración, el riesgo que toma su autor cuando se introduce en estos<br />
temas, la profundidad <strong>del</strong> relato, sus múltiples capas, las zonas<br />
misteriosas que nunca terminan de develarse, la cercanía con la libertad<br />
imaginaria de los más pequeños, los rastros de la Odisea en<br />
el viaje marítimo, en sus “encantamientos”.<br />
Pero así como para los niños el libro fue considerado una elección<br />
muy acertada, para los padres no fue tan fácil. Generó dudas, incertidumbres,<br />
preguntas que acompañamos intensa y amorosamente.<br />
Algunos puntos para conversar que me surgen a partir de esta experiencia,<br />
que hacen a los procesos de lectura, al canon, a la idea misma<br />
de “primera infancia”, son las siguientes: ¿Cómo se administra<br />
la emoción?, ¿es legítima esa administración? ¿Por qué los adultos<br />
creemos que siempre hay que dejar “tranquilos” a los niños desde el<br />
punto de vista de la emoción o la curiosidad?, ¿por qué limitar las<br />
emociones? ¿No es acaso un derecho de la infancia la exploración<br />
de todo lo que nos rodea, incluida la interioridad psíquica? ¿Hay derecho<br />
a negarle a un niño un libro que a los ojos <strong>del</strong> adulto es “escabroso”?,<br />
¿no es eso quitarle el derecho a la experiencia? (y aquí<br />
podríamos agregar cada uno de los matices que no se consideran aptos<br />
para la primera infancia, ligados al lenguaje, a los tratamientos<br />
plásticos, etcétera).<br />
El papá de Matías se pregunta por qué será que su hijo tiene pesadillas<br />
si ellos no lo dejan ver cosas violentas en la televisión. Aparece<br />
aquí cierta negación <strong>del</strong> mundo interno <strong>del</strong> niño: si el afuera no provee<br />
algo tenebroso, el niño no es capaz de producirlo por sí mismo.<br />
Pero los niños tienen dentro de sí, por su misma condición de humanos,<br />
todos los ingredientes necesarios para la percepción sensible,<br />
y consecuentemente accionan psíquicamente con todo ello.<br />
Con estos ejemplos no quiero decir que todo lo potente de la literatura<br />
para la primera infancia pasa por los libros “inquietantes”, por supuesto<br />
que no, sino mostrar qué precarios pueden ser los límites acerca<br />
de lo “adecuado” y poner sobre la mesa una serie de interrogantes<br />
520 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 521
sobre los criterios con los que seleccionamos, editamos o escribimos<br />
los libros para los más chicos.<br />
Nuevas tendencias y caminos para esta etapa<br />
Pensando en la producción de libros dedicados a los niños de entre<br />
cero y seis años, me resulta importante problematizar lo siguiente:<br />
que la presencia <strong>del</strong> álbum, género en el que siguen produciéndose<br />
grandes libros, no nos haga olvidar la importancia de los buenos relatos<br />
y de la poesía.<br />
Analizando la producción de libros para los más pequeños, los álbumes<br />
ganan no solo en cantidad, sino también en desarrollo estético.<br />
¿A qué se debe esta diferencia entre géneros? ¿Por qué se agotan los<br />
relatos? ¿Por qué en muchos casos el lenguaje y las tramas narrativas<br />
están tan ligadas a lo cotidiano? ¿Y qué ocurre con la poesía, que<br />
no solo es escasa sino que muestra tan poca experimentación? (claro<br />
que hay excepciones, pero con ellas no alcanza). ¿Cómo pensamos<br />
el acceso de los niños a la metáfora? Estas preguntas están lejos<br />
de ser retóricas, me las hago genuinamente como lectora, como educadora,<br />
como bibliotecaria y como editora.<br />
¿Es por desconfianza en la habilidad narrativa e interpretativa de los<br />
niños? ¿Es por desconocimiento acerca de la enorme necesidad de relatos<br />
que tienen los más pequeños? ¿Hay algo <strong>del</strong> ocaso <strong>del</strong> lenguaje?<br />
Esto último no ocurre en la literatura para adultos, allí el lenguaje sigue<br />
estando en estado de excepción.<br />
Voy hacia la poesía, ese “atajo lingüístico” por excelencia, como la<br />
llama Fabio Morábito, quien dice, además:<br />
Según los lingüistas, en los balbuceos anteriores al aprendizaje <strong>del</strong> idioma<br />
materno el niño es capaz de proferir los sonidos de todas las lenguas, suprema<br />
capacidad que pierde para siempre tan pronto como empieza a hablar.<br />
A cambio de proveernos de lenguaje, el idioma materno suprime aquellos<br />
sonidos que le son ajenos, como si en el niño tuviera lugar una lucha entre<br />
todos los idiomas y aquel que se corona vencedor procediera de inmediato<br />
a abolir la menor huella de los otros. Así, el feliz interludio en que el niño<br />
ensaya todas las posibles emisiones de sonido se termina con su ingreso al<br />
mundo <strong>del</strong> habla. Pero algo en nosotros no olvida la dicha de esos balbuceos,<br />
cuando tal vez fuimos creativos como nunca. La poesía, con su ruptura<br />
de la uniformidad semántica y poética, es la mayor tentativa de revivir<br />
esa libertad articulatoria, ese paraíso <strong>del</strong> que fuimos expulsados por el idioma<br />
que hablamos. […] Un poema es una ruptura de la dicción acostumbrada,<br />
un balbuceo liberador, la reminiscencia de un idioma –el verdadero<br />
idioma materno– proveedor de todas las articulaciones posibles 7 .<br />
Forma, ritmo, metáfora, melodía, abanico sonoro: estados de excepción<br />
de la lengua, hebras <strong>del</strong> juego que trasladan el lenguaje de su<br />
puro uso fáctico al territorio de la creación, desmenuzándolo y abatiéndolo<br />
para hacerlo renacer en versos e imágenes metafóricas. En<br />
ese sentido, podemos decir que la poesía es un lugar de experiencia<br />
vital para los niños pequeños.<br />
Creo indispensable trabajar sobre una mayor confianza en la metáfora,<br />
en la potencia de la ficción cuando pensamos en la producción<br />
editorial, en los libros de las bibliotecas o los centros infantiles.<br />
Lectura, escritura y espacios compartidos<br />
en la primera infancia<br />
A partir de una experiencia sostenida en el tiempo con diversidad de<br />
lectores, y especialmente con los niños que asisten al jardín maternal<br />
de la Facultad de Derecho (UBA), donde desarrollamos un programa de<br />
lectura y biblioteca muy intenso para bebés y niños pequeños y sus familias,<br />
puedo dar cuenta de cómo incide este modo de acompañamiento<br />
de la lectura literaria (en el que podría incluir una buena selección<br />
de libros, amplia y con criterio exploratorio, la disponibilidad de los<br />
adultos para acompañar a los niños a leer, la libertad en los modos de<br />
apropiación de la lectura, el préstamo a domicilio muy fluido, las instancias<br />
compartidas con los padres) en los procesos de alfabetización<br />
convencional. No se trata de un uso de la literatura para la alfabetización,<br />
al contrario: leemos por placer, por curiosidad, por necesidad<br />
poética; pero aún desde ese lugar idílico y lúdico, la lectura literaria<br />
produce profundos conocimientos alfabetizadores, sin buscarlos ni incentivarlos,<br />
lo cual constituye otra muestra de la inteligencia infantil<br />
7 F. Morábito (2014), El idioma materno, <strong>México</strong>, Sexto Piso.<br />
522 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 523
y de la potencia de la literatura. Es otro signo de que los niños nunca<br />
dejan de trabajar intelectualmente (rizomáticamente), aun cuando<br />
los adultos lean sus juegos o experiencias literarias como meros<br />
esparcimientos.<br />
<strong>Lo</strong>s frutos de la investigación sobre esta población de pequeños lectores<br />
pueden ser una herramienta útil para enfatizar la necesidad<br />
de mantener unida la lectura literaria temprana, ligada al juego, al<br />
placer, al vínculo amoroso con el adulto, con la lectura escolar. La importancia<br />
de la continuidad entre esas experiencias es fundamental<br />
para garantizar en los niños el deseo de leer y, sobre todo, para<br />
mantener viva la función poética, función vital para el acto de imaginar<br />
y para el despliegue de la propia subjetividad. En un mundo<br />
dominado por la “hiperprosa” 8 , como diría Edgard Morin, donde la<br />
racionalización prima por sobre las emociones, regido por lo monetario,<br />
encerrado en un sistema de ideas comprobables, que descompone<br />
los elementos sensibles factibles de convertirse en modos de<br />
percepción <strong>del</strong> mundo o en fábrica de lo imaginario; en un mundo<br />
donde imperan estos modos subjetivos encadenados a la lógica de la<br />
razón es esencial producir y defender intimidades colectivas capaces<br />
de habitar y a la vez crear lo poético. <strong>Lo</strong>s niños pequeños necesitan<br />
estos espacios en la escuela, y si atendemos a algunas políticas<br />
públicas de lectura que se perfilan en nuestros países, lejos estamos<br />
de garantizar estas continuidades entre el juego y la lectura, entre la<br />
literatura y el aprendizaje de la lengua escrita.<br />
Por último, quisiera dedicar algunas palabras a las bibliotecas públicas<br />
con proyectos sistemáticos para la primera infancia. Este<br />
tipo de intervención cultural está creciendo notablemente en nuestros<br />
contextos, y eso es algo para celebrar. Resta seguir explorando<br />
e investigando de qué modos producir un acercamiento hacia las<br />
familias, que los padres encuentren en las bibliotecas un lugar de<br />
expansión, una compañía para sostener los aspectos más poéticos<br />
de la crianza. Y que los libros salgan a la calle, que el préstamo sea<br />
una cosa de todos los días, que los niños sientan la pertenencia y el<br />
derecho a la lectura como algo propio. Y que los bibliotecarios salgan<br />
a buscar a sus lectores: muchos no se acercarán por sí mismos,<br />
porque tantos años de exclusión no son gratuitos, porque la sociedad<br />
no ayuda a advertir la necesidad de lenguaje de los bebés, porque<br />
el espacio común aún no es tan común. Ese derecho a compartir<br />
debería ser entrenado.<br />
Si no llegan libros, si los libros están fuera <strong>del</strong> alcance de los niños,<br />
si las mediaciones de los adultos tienden al control formativo <strong>del</strong><br />
pequeño lector, si no hay libertad para elegir, si se cierra la puerta al<br />
desparpajo, al tiempo detenido, si toda lectura tiene un fin utilitario<br />
o es diseccionada en función de sus promesas de enseñanza, el lector<br />
niño se retrae, se cierra, porque ya no es libre y debe renunciar<br />
al juego, y ese precio es demasiado alto para sus impulsos de vida.<br />
Busca donde puede los espacios de libertad, se aísla <strong>del</strong> adulto que<br />
ordena. Pero perder la literatura como espacio de libertad es perder<br />
un territorio inconmensurable, muy difícil de reemplazar.<br />
8 E. Morin (2000), Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa.<br />
524 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 525
Ha dedicado su vida a escribir e<br />
ilustrar libros para niños. Hasta<br />
ahora ha publicado más de treinta<br />
libros y ha sido coautor de otros<br />
tantos. Su trabajo es muy conocido<br />
en Iberoamérica y en todo el<br />
mundo. En 2014 ganó el premio<br />
Iberoamericano SM de Literatura<br />
Infantil y Juvenil y ha sido candidato<br />
a los premios Hans Christian<br />
Andersen y Astrid Lindgren<br />
Memorial.<br />
Comentarios a<br />
“El encanto de una melodía”,<br />
de María Emilia López<br />
Ivar Da Coll/Colombia<br />
Este texto de María Emilia, cuidadosamente elaborado<br />
a partir de su experiencia, así como de su conocimiento<br />
y formación, resulta motivante, inspirador, además de<br />
ser un escrito que nos obliga a hacer serias reflexiones<br />
acerca de nuestras profesiones, ligadas a la LIJ, ya sea<br />
como padres, maestros, bibliotecarios, promotores de<br />
lectura, autores e ilustradores. Reflexiones de las que<br />
deberían surgir preguntas tales como: ¿Hemos entendido<br />
la libertad implícita en la literatura? ¿Sabemos leer<br />
un texto, comprendiendo desde el placer que otorga<br />
hasta las reflexiones que como individuo puedo hacer<br />
en relación al mismo? ¿Existe un verdadero compromiso<br />
ético, por parte de autores e ilustradores, con los textos<br />
e imágenes creados para los libros infantiles? ¿Hay<br />
una preocupación seria por hacer análisis crítico de las<br />
obras que se producen para los pequeños? Si preguntas<br />
de esta índole están ausentes en nosotros, es bastante<br />
probable que formemos parte de este grupo de “adaptadores”,<br />
quienes están más cerca de la idea equivocada<br />
de lo que deben ser o no los libros infantiles.<br />
Mi primera impresión al leer este planteamiento de María<br />
Emilia, y sobre lo que escasas veces, particularmente<br />
en mi caso, he oído mencionar muy poco en distintas charlas y congresos,<br />
es el señalamiento que hace acerca de la particularidad <strong>del</strong><br />
lector. Partiendo de esta base, dirige su mirada al niño en una perspectiva<br />
distinta; por cierto, bastante respetuosa y opuesta a la que<br />
generalmente tienen los adultos con relación a ellos, y sobre todo<br />
en el caso que nos ocupa, es decir, cuando se habla de literatura infantil.<br />
Por regla general, en las discusiones y charlas acerca de la<br />
LIJ, obviamente se habla de libros, de autores y creadores, de profesionales<br />
en torno al tema, pero muy pocas veces <strong>del</strong> lector. Suena<br />
incongruente, pero me atrevo a asegurar que lo que más debería importar<br />
es lo que menos se tiene en consideración.<br />
De un tiempo al presente, aquellos libros para niños que entonces<br />
se llamaban libros ilustrados fueron designados bajo el nombre de<br />
álbumes ilustrados, y esta designación fue dada por críticos especializados<br />
que vieron el valor, no solo estético, que creadores como<br />
Maurice Sendak, Arnold <strong>Lo</strong>bel o Chris van Allsburg daban a las ilustraciones,<br />
sino además la calidad literaria de las historias escritas<br />
por ellos. Esta denominación, álbum ilustrado, luego se asignó a<br />
tantos libros que existen en la actualidad y que no cumplen ninguna<br />
de estas características: no poseen gran calidad estética y, aún<br />
más grave, lo único que consiguen las imágenes que intentan narrar<br />
es acompañar textos que, en muchos casos, carecen de calidad<br />
literaria. Es aquí donde María Emilia habla de libros que son concebidos<br />
para ser adecuados, nuevamente esa idea distorsionada <strong>del</strong><br />
lector niño.<br />
No es posible que pensemos que bellas imágenes (en algunas ocasiones<br />
afortunadas) tengan el poder de desplazar o suplir falencias<br />
en el aspecto literario que debe tener una narración. Da la sensación<br />
de que, en general, hemos descubierto una fórmula elemental que<br />
creemos que resuelve y supera la dificultad que implica crear una<br />
historia para niños, porque, tal y como lo señala María Emilia, hemos<br />
olvidado la esencia de la buena literatura, el sentido poético. Y<br />
este sentido se origina en la metáfora.<br />
Una de las claves de la metáfora es que permite acceder a significados<br />
universales; expone claramente el hilo de una historia y a su<br />
526 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 527
vez ofrece un significado más profundo, revelador y que activa el<br />
pensamiento <strong>del</strong> lector (para un ejemplo concreto acerca de lo que<br />
es un libro álbum con las características mencionadas, recomiendo<br />
la lectura de La isla, de Armin Greder, de la editorial Lóguez).<br />
Y como crear metáforas no es sencillo, algunos autores han tomado<br />
un atajo, que más bien es el resultado no solo de su incomprensión<br />
de este concepto, sino además <strong>del</strong> desconocimiento <strong>del</strong> lector niño.<br />
Me refiero al empleo de símbolos; confunden símbolo con metáfora<br />
y el resultado son libros con pretensión de ser literatura y a los que<br />
finalmente, quien nos interesa, es decir, el lector, no les prestará<br />
mayor atención o en el mejor de los casos dirá, como en la historia<br />
de Andersen de El traje nuevo <strong>del</strong> emperador, que uso como ejemplo<br />
de metáfora y que se ajusta a lo que he expuesto en estas notas:<br />
—¡No lleva nada encima! –dijo el niño pequeño.<br />
—¡No lleva nada encima! –gritó por fin la gente.<br />
Y el emperador se dio un buen susto, pues estaba convencido de que<br />
tenían razón, pero pensó: «Tengo que terminar el desfile». Y continuó<br />
aún más orgulloso, con los chambelanes llevando unos faldones<br />
inexistentes.<br />
528 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 529
Colombiana naturalizada chilena,<br />
es pedagoga con un máster en<br />
Promoción de la Lectura de la Universidad<br />
de Alcalá, España. Desde<br />
hace tres décadas ha llevado a<br />
cabo programas relacionados con<br />
la promoción de la lectura dirigidos<br />
a diferentes grupos de edad.<br />
Trabaja especialmente en comunas<br />
vulnerables. Actualmente desarrolla<br />
el proyecto La Lectura como<br />
Intervención Transformadora<br />
en Aysén (Patagonia chilena). Dedica<br />
gran parte de su vida a trabajar<br />
con niños de la primera infancia<br />
en el taller La Lectura desde el<br />
Vientre. Junto a profesionales de<br />
la educación y las ciencias sociales<br />
creó en Chile Lectura Viva, corporación<br />
de fomento de la lectura<br />
reconocida en el país por su labor<br />
en la formación de mediadores.<br />
En convenio con el Ministerio de<br />
Educación de Chile diseña y ejecuta<br />
un diplomado dirigido a los<br />
jefes técnicos pedagógicos de las<br />
escuelas chilenas. Participa como<br />
ponente en seminarios, congresos<br />
nacionales e internacionales. Entre<br />
sus proyectos destaca uno de<br />
animación a la lectura y creatividad<br />
literaria con niños y jóvenes<br />
ciegos. Es miembro de IBBY Chile.<br />
Pensar la LIJ para<br />
la primera infancia: hallazgos<br />
y posibilidades<br />
María Graciela Bautista/Colombia<br />
Agradezco esta oportunidad para compartir ideas con<br />
María Emilia, Ivar y Alma, y para visibilizar la primera<br />
infancia como una etapa merecedora de los mejores<br />
nutrientes para el espíritu, entre ellos la literatura<br />
infantil. Gracias, María Emilia, por el reto que nos pusiste<br />
con tu ponencia.<br />
Comentaré desde mi experiencia de varias décadas de<br />
trabajo en fomento de la lectura con niños y también<br />
en la formación de mediadores de lectura con padres,<br />
profesores, bibliotecarios, educadoras de párvulos y<br />
otros. Esta tarea la he realizado con el equipo de Lectura<br />
Viva-Corporación de Fomento de la Lectura, fundada<br />
en Chile hace 13 años, junto a un grupo de profesionales<br />
de la pedagogía, las artes y las ciencias sociales.<br />
Me referiré a la importancia de la lectura en la primera<br />
infancia y al género que más tempranamente puede<br />
comenzar la relación de los niños con la literatura: la<br />
poesía.<br />
Es necesario señalar que trabajo, en la gran mayoría<br />
de los casos, con niños de familias pertenecientes a<br />
comunidades vulnerables, cuyas oportunidades para su desarrollo<br />
integral suelen ser insuficientes.<br />
Como dice María Emilia, el desarrollo no se construye en una progresión<br />
lineal: posee un componente biológico, pero también otro muy<br />
importante que es la experiencia de cada niño. Esta experiencia, en<br />
gran medida, son las oportunidades que le brinda un adulto. Pero en<br />
las familias con quienes he trabajado, las experiencias de lectura y<br />
las de vínculo con el lenguaje son escasas. Muchas veces el niño llega<br />
al jardín infantil sin haber escuchado una canción de cuna, ni haber<br />
disfrutado <strong>del</strong> placer que significa una lectura en voz alta, ni haber tenido<br />
oportunidad de manipular un libro. Y en la institucionalidad <strong>del</strong><br />
jardín, escuela o biblioteca se encuentra con la rigidez de los programas<br />
y formalidades, que no consideran las singularidades <strong>del</strong> niño y<br />
buscan el logro de objetivos curriculares dirigidos a instrumentalizar<br />
la lectura y que los aleja <strong>del</strong> verdadero placer que otorga el lenguaje.<br />
Se afirma con frecuencia que lo importante es leer, aunque sea cualquier<br />
cosa. ¿Por qué, entonces, se vincula la formación de lectores y<br />
el desarrollo infantil con la literatura? ¿Es posible formar lectores a<br />
partir de textos informativos o libros de imágenes? Claro que es posible.<br />
Incluso, en muchos casos, los libros de imágenes o ciertos textos<br />
informativos pueden ser especialmente útiles para la iniciación<br />
de un lector. Pero ¿cuáles son los textos que dan cabida a todos los<br />
temas posibles, a todos los asuntos posibles, a todo cuanto el hombre<br />
pueda pensar, sentir, temer, anhelar, imaginar? ¿Cuáles son los<br />
textos que comprometen más íntegramente a la persona: su razón,<br />
su imaginación, sus sensaciones y sus emociones? ¿Cuáles son los<br />
textos que fuerzan al idioma a dar el máximo de sí como instrumento<br />
de expresión, incluso de expresión de lo que es casi inexpresable?<br />
En términos generales, los textos literarios son los idóneos para la<br />
iniciación lectora, y sobre todo para el desarrollo <strong>del</strong> niño. Y ello es<br />
así por dos razones. La primera es que es en las formas literarias donde<br />
el idioma alcanza los más altos niveles de riqueza, la mayor amplitud<br />
de matices, de posibilidades expresivas, involucrando no solo<br />
el pensamiento, sino también la emocionalidad, la sensorialidad y la<br />
imaginación. Y todo ello con el ingrediente de la experiencia estética.<br />
530 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 531
La segunda razón es que la naturaleza lúdico-estética de la literatura supone<br />
una esencial amenidad, ya que el juego artístico literario es una invitación<br />
a jugar; a jugar el juego más complejo y rico de la mente: el de<br />
la imaginación, es decir, la producción de imágenes mentales provocada<br />
por las palabras. <strong>Lo</strong>s libros de imágenes ofrecen también un juego ameno<br />
y estimulante, pero sobre la base de imágenes físicas ya dadas. Pueden<br />
ser muy enriquecedores como expresión artística visual, pero lo que<br />
quiero señalar aquí es el valor y la importancia <strong>del</strong> lenguaje verbal por<br />
sí solo como provocador de ideas, emociones e imágenes mentales. Es<br />
por esto que destaco la literatura para la iniciación y el desarrollo lector.<br />
Entonces, ¿cuáles son los textos adecuados para los niños? ¿Existen<br />
temas no apropiados? Considero que lo único que se puede generalizar<br />
sobre selección de textos y su empleo en el proceso de formación<br />
de lectores, para no arriesgarse a menoscabar las capacidades de los<br />
niños ni caer en la censura, es privilegiar el valor lúdico-estético de<br />
los materiales. Con este criterio se apunta en dos direcciones: la calidad<br />
artística y el poder de atracción de dichos materiales. Ambos<br />
factores son esenciales para el placer de la lectura, para la formación<br />
de lectores, e inciden de manera positiva y trascendente en el<br />
desarrollo de los niños.<br />
Entre los géneros literarios, los principales para la formación de lectores<br />
son la narrativa y la poesía. Ambos géneros satisfacen dos de<br />
las necesidades más esenciales <strong>del</strong> ser humano ligadas a la palabra:<br />
la necesidad de las historias y la necesidad de los juegos verbales especialmente<br />
sonoros. <strong>Lo</strong>s niños, desde el principio, gustan espontáneamente<br />
de los juegos rítmicos verbales y los poemas, y en cuanto<br />
pueden seguir el hilo de una historia, gustan de los cuentos.<br />
El éxito de estos géneros en la preferencia infantil radica en su naturaleza<br />
y su función lúdico-estética; es la naturaleza y la función de<br />
todo arte y de todo lenguaje artístico, pero, en el caso de la poesía y<br />
los cuentos, estos ofrecen un especial relieve para los niños.<br />
Si el lenguaje verbal es la más compleja de todas las elaboraciones, ¿qué<br />
diremos <strong>del</strong> lenguaje poético? Hay una gran distancia entre un uso verbal<br />
puramente operativo, o de pura información factual, y un uso verbal<br />
poético, cuyos sonidos e imágenes crean un sutil y amplio espectro de<br />
apropiaciones y construcciones de sentido, movilizando la emotividad e<br />
involucrando un placer particular, el placer estético.<br />
El lenguaje de la madre, frecuente o escaso, articulado y cadencioso,<br />
fragmentario y espasmódico, comienza a dejar huellas en el feto. Luego,<br />
en la familia, hay conversación habitual o no hay más que frases<br />
operativas. Se juega frecuentemente con las palabras o no se juega.<br />
Hay canciones y juegos rítmicos verbales o no. Hay libros o no. Se lee<br />
poesía en voz alta o no. Y todo esto lo encontramos también en el jardín<br />
infantil o no.<br />
532 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 533
Coloquio 10<br />
El cómic y la novela gráfica:<br />
creación y circulación<br />
534 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 535
El cómic y la narrativa gráfica:<br />
creación y difusión<br />
Daniel Rabanal/Argentina<br />
“importaban” dibujantes y guionistas de Europa para trabajar en sus<br />
plantillas y los semanarios, quincenarios y mensuarios, que se contaban<br />
por decenas, tenían tiradas que hoy serían impensables para casi<br />
cualquier medio gráfico. Un solo ejemplo de esto fue la revista semanal<br />
Patoruzú, exclusivamente dedicada a la publicación de historietas<br />
tanto de humor como de aventuras, que tiraba unos 300.000 ejemplares,<br />
más de un millón al mes.<br />
Nació en Buenos Aires, en 1949.<br />
En los setenta se dedicó al periodismo,<br />
trabajo que alternó con la<br />
ilustración hasta que, a partir de<br />
la década de los ochenta, se dedicó<br />
exclusivamente a ella y a la historieta.<br />
Ha ilustrado más de 50 libros<br />
de literatura infantil y juvenil<br />
de diferentes autores, como María<br />
Elena Walsh, Beatriz Ferro, Yolanda<br />
Reyes e Irene Vasco, y cinco de<br />
su autoría. Como historietista publicó<br />
sus trabajos en diversos medios<br />
de Argentina, Colombia e Italia.<br />
En este último país recibió en<br />
1996, en el Festival de Lucca, el<br />
Premio Yambo por su historieta<br />
«Las aventuras de gato», publicada<br />
en El Espectador de Bogotá, y<br />
en 1987 había sido seleccionado<br />
para la muestra oficial de la Feria<br />
de Bolonia. De 1989 a 2009 radicó<br />
en Colombia, donde hizo historietas<br />
para las revistas Soho, Número,<br />
Dini, Espantapájaros, y también<br />
realizó la página de humor gráfico<br />
de la revista Cambio durante 10<br />
años hasta su cierre. Actualmente<br />
vive en Buenos Aires.<br />
En los últimos 30 años, es mucho lo que se ha escrito<br />
y dicho sobre la historieta en ensayos, artículos, simposios<br />
y congresos especializados. Y otro tanto ha sucedido,<br />
desde hace unos 20, con respecto a la novela<br />
gráfica. Tanta teorización y discusión al respecto solo<br />
puede significar una cosa: el interés y la relevancia<br />
que el medio adquirió en estas últimas décadas, interés<br />
que, paradójicamente, se da de modo simultáneo<br />
con la retracción de la poderosa y extendida industria<br />
editorial que la sostuvo a lo largo de su historia.<br />
Tal vez resulte interesante hacer algunas indagaciones<br />
acerca, precisamente, de esta paradoja.<br />
Un poco de historia reciente<br />
Mi infancia y adolescencia, transcurridas ya hace más<br />
de medio siglo, tuvieron en la historieta uno de sus<br />
sostenes fundamentales.<br />
La década de los cincuenta en Argentina fueron años<br />
de esplendor para el medio, años en los que se consolidó<br />
el país como una de las importantes tradiciones<br />
historietísticas mundiales. Las editoriales de entonces<br />
A las decenas de publicaciones nacionales se sumaban las “mexicanas”,<br />
que era el nombre con el que identificábamos a las también decenas<br />
de títulos y colecciones de la editorial Novaro que llegaban a<br />
Argentina.<br />
En ese tiempo, poco se teorizaba o se escribía sobre la historieta, y<br />
cuando se hacía era algo reducido a ínfimos grupos de especialistas.<br />
La historieta estaba allí, en los quioscos, y era devorada por nosotros,<br />
los pibes, que nada sabíamos acerca de sus autores o sus desvelos.<br />
Naturalmente, había de todo: malo, regular y bueno. Y había para<br />
todos los gustos y todas las edades. Para colmo, las historietas eran<br />
muy baratas, apenas unas monedas que prácticamente cualquiera<br />
podía juntar. Y si no alcanzaba para comprar todo lo que se quería,<br />
el quiosquero nos dejaba leerlas “de prestado” sentados en algún<br />
umbral próximo a su puesto de ventas.<br />
Así, en medio de ese mundo de historietas y de muchísimos títulos<br />
de la colección “Robin Hood” de literatura juvenil, pasé los momentos<br />
más memorables de esa etapa de mi vida. Pero aquí debo consignar<br />
un dato muy relevante: en ese tiempo no había televisión. Fue<br />
recién en la década de los sesenta en la que la televisión comienza a<br />
transformarse en un fenómeno masivo en Argentina.<br />
A partir de entonces, como es fácil suponer, las cosas empezaron a<br />
cambiar para la historieta. Una a una, fueron cerrando todas las editoriales<br />
dedicadas al medio. Primero las más pequeñas, después las<br />
otras, que por su fortaleza pudieron resistir unos años más. La editorial<br />
Frontera, que había publicado El eternauta entre 1957 y 1959,<br />
536 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 537
cerró en 1963; Patoruzú, de la editorial Dante Quinterno, desapareció<br />
en 1977; la editorial Novaro, de <strong>México</strong>, llegó hasta 1984.<br />
Hoy es casi un lugar común suponer a la televisión como la causante<br />
de esta extinción casi masiva, pero lo cierto es que fue apenas uno<br />
entre muchos otros factores. Muchas cosas y muy profundamente<br />
cambiaron en esos años.<br />
A mediados de la década de los setenta, la crisis <strong>del</strong> petróleo se tradujo<br />
en un encarecimiento de entre el 25 y el 30 % <strong>del</strong> papel de periódico<br />
en el mundo, y esto hizo insostenible una industria que en<br />
buena medida estaba basada en lo económico y masivo de sus productos.<br />
Las únicas que pudieron resistir este cimbronazo fueron las<br />
pertenecientes a las tres grandes tradiciones historietísticas mundiales:<br />
la estadounidense, la franco belga y la japonesa, gracias al<br />
tamaño y fortaleza de sus mercados. Todas las otras, importantes en<br />
cuanto a la calidad y trascendencia de su producción pero de mercados<br />
más reducidos, sucumbieron inexorablemente: Italia, España y<br />
Reino Unido en Europa, y <strong>México</strong> y Argentina en Iberoamérica.<br />
Pero tampoco el encarecimiento <strong>del</strong> papel fue un motivo excluyente<br />
para que esto sucediera. La crisis <strong>del</strong> petróleo en los años setenta,<br />
junto con la declaración de la inconvertibilidad <strong>del</strong> dólar y su devaluación<br />
entre 1971 y 1973, acabaron con tres décadas de crecimiento<br />
mundial de la economía y dieron origen a la reconversión <strong>del</strong> capitalismo,<br />
inaugurando la era neoliberal.<br />
No es este el marco indicado para hacer un análisis <strong>del</strong> neoliberalismo,<br />
pero sí es necesario al menos convenir en la profundidad de<br />
los cambios socioculturales <strong>del</strong> conjunto de la humanidad que esta<br />
mutación <strong>del</strong> capitalismo ha implicado. Y la historieta, como medio<br />
de expresión masivo y popular, no podía quedar al margen de esas<br />
transformaciones.<br />
Trataremos entonces de analizar un poco qué es lo que ha sucedido<br />
con la historieta, en qué punto estamos, cómo llegamos a él y, fundamentalmente,<br />
dejar planteados algunos interrogantes para seguir<br />
a<strong>del</strong>ante con la discusión.<br />
La historieta en los tiempos <strong>del</strong> neoliberalismo<br />
Todo el mundo sabe, con bastante aproximación, de qué hablamos<br />
cuando hablamos de historieta, de modo que no vamos a dar vueltas<br />
alrededor de definiciones más o menos rebuscadas. Tampoco me<br />
parece necesario ahondar acerca <strong>del</strong> término “novela gráfica”. Sabemos<br />
de las muchas discusiones que hay al respecto y, a pesar de tener<br />
mis propias ideas sobre el punto, creo que es una denominación<br />
ya lo suficientemente difundida como para poder aceptarla con la<br />
presunción de que, también con bastante aproximación, todos sabemos<br />
de qué se habla cuando hablamos de “novela gráfica”.<br />
En términos generales, la historieta es un medio de expresión y comunicación,<br />
como lo son la literatura, el cine, la pintura, la música,<br />
etc. También debemos decir que se trata de un medio relativamente<br />
reciente –aquí vamos a pasar por alto las simpáticas referencias que<br />
van desde las pinturas rupestres hasta el tapiz de Bayeux, pasando<br />
por la columna de Trajano como precursores de la historieta– y que,<br />
como otros medios de expresión, ha sufrido y sufre cambios tanto<br />
en su formulación como en su estatus.<br />
En las últimas décadas, y aún hoy, se habla muchísimo <strong>del</strong> proceso<br />
de aceptación cultural que ha vivido la historieta casi como si se<br />
tratara de un fenómeno inusual. El cine, para no ir demasiado lejos,<br />
pasó por lo mismo: de ser considerado un entretenimiento casi vulgar<br />
para las clases incultas, alcanzó en su momento un indiscutido<br />
estatus artístico y cultural. Algo similar, si no idéntico, ocurrió con<br />
el jazz, una forma musical considerada en sus orígenes como marginal<br />
y hasta lumpen. De manera tal que no debería ser tan sorprendente<br />
este recorrido.<br />
Más allá de la discusión, siempre necesaria, acerca de lo que debe<br />
considerarse “alta cultura” y “baja cultura” o “cultura popular”, es<br />
indudablemente un dato positivo el hecho de que el medio haya dejado<br />
de ser estigmatizado como algo limitado al público infantil o el<br />
iletrado.<br />
Por cierto que habría que preguntarse quiénes y desde dónde estigmatizan<br />
o revalúan la historieta, pero como muchos otros aspectos<br />
538 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 539
de fundamental importancia para poder abarcar la comprensión <strong>del</strong><br />
medio, este es un tema fuera <strong>del</strong> alcance de esta charla.<br />
Este proceso de revaluación de la historieta se desarrolla alrededor<br />
de dos ejes, indisolublemente vinculados entre sí y cruzados también<br />
por fuertes contradicciones, que a su vez están condicionados<br />
por los cambios que se van produciendo en la sociedad.<br />
Por un lado, tenemos un proceso propio de la evolución <strong>del</strong> medio,<br />
de sus autores, un proceso que tiene ya muchos años y que es previo<br />
al quiebre de los años setenta.<br />
En los orígenes de la historieta tal como la conocemos, efectivamente<br />
estaba enfocada principalmente a ese público infantil e iletrado<br />
<strong>del</strong> que hablábamos y orientada casi exclusivamente al humor. Tuvieron<br />
que pasar varias décadas hasta que, alrededor de 1930, apareciera<br />
la aventura como un género fundamental y apuntando a un<br />
público de mayor edad aun cuando esto no le hiciera perder fuerza<br />
al humor o la historieta infantil.<br />
Debemos tener en cuenta, sin embargo, que siempre, y a lo largo<br />
de toda su historia, hubo autores que trascendieron los límites señalados<br />
para esos formatos, influyendo y siendo influidos por la<br />
“alta cultura” y el “público serio”. Solo dos ejemplos entre los muchos<br />
que pudieran señalarse: Krazy Kat (1913-1944), de George Herriman,<br />
que por su fineza y vanguardismo fue la primera historieta<br />
considerada “arte serio” por la intelectualidad de su tiempo, y Mafalda<br />
(1964-1973), de Quino, en otro registro, que ha sido y es considerada<br />
por su contenido ideológico y de crítica social.<br />
Este proceso interno de recategorización tuvo otro punto culminante<br />
en la década de los sesenta, en el marco de los movimientos contraculturales<br />
tanto estadounidenses como europeos.<br />
El movimiento Underground en los Estados Unidos, con Robert Crumb<br />
como su exponente mayor, marcó un claro despegue de la historieta<br />
como medio comercial y masivo y su transformación en una herramienta<br />
aguda y ácida de cuestionamiento al sistema, al tiempo que<br />
instala, particularmente en la obra de Crumb, la temática autobiográfica<br />
en el medio.<br />
En Europa, de forma paralela a todo el movimiento que precedió y<br />
acompañó al “mayo francés”, también se produce un salto por sobre<br />
la tradición historietística centrada en los temas infantiles y juveniles,<br />
principalmente <strong>del</strong> género de aventuras, y aparecen Barbarella<br />
(1962), de Jean-Claude Forest, y Las aventuras de Jo<strong>del</strong>le (1966), de<br />
Guy Peellaert y Pierre Bartier, heroínas erotizadas que proclamaban<br />
el feminismo y la libertad sexual.<br />
Por esos mismos años, otro tanto ocurría en Argentina, aunque en el<br />
marco de las particularidades propias tanto de la historieta como de<br />
la historia nacionales, generándose una rica discusión intelectual,<br />
que de alguna manera perdura aún, entre los defensores de la incorporación<br />
<strong>del</strong> medio al podio de la alta cultura y quienes postulaban<br />
la necesidad de reivindicar su carácter popular y, en buena medida,<br />
marginal. Y en esos años, Héctor Oesterheld trabajaba incansablemente<br />
desde su editorial Frontera forzando en más de un sentido el<br />
género de aventura hasta dar origen a El eternauta.<br />
Para entonces, seguir hablando de la historieta como un medio dirigido<br />
exclusivamente a los niños y los iletrados ya era un anacronismo.<br />
<strong>Lo</strong> que quiero decir con esto es que siempre en la historia de la historieta<br />
hubo autores que se “salieron <strong>del</strong> molde” tratando de darle<br />
una vuelta más de tuerca al medio para expresarse libremente a<br />
través de él y de manera desinteresada respecto de los resultados<br />
comerciales. Volviendo a Krazy Kat, habría que señalar que nunca<br />
en sus 20 años de publicación tuvo demasiada aceptación por parte<br />
<strong>del</strong> público, y si se mantuvo fue gracias a que Randolph Hearst, el<br />
propietario <strong>del</strong> periódico en el que se publicaba, era un fanático admirador<br />
de Herriman…, y fueron estos autores los que jalonaron el<br />
medio hacia su revaluación.<br />
El hecho es que a partir de los sesenta, y más específicamente de los setenta,<br />
el número de autores que escogió este camino se incrementó notablemente,<br />
y esto ocurrió al tiempo, y no es improbable que también a<br />
540 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 541
causa, de la crisis de la industria editorial de la historieta. <strong>Lo</strong>s autores<br />
<strong>del</strong> mundo desarrollado pudieron agruparse y asociarse en editoriales<br />
independientes desde las cuales hacer lo suyo. En nuestros países fue<br />
más difícil (como todo), pero aun así siguieron a<strong>del</strong>ante con su obra.<br />
Un buen ejemplo de este proceso es la que para muchos resulta el<br />
pico más alto y al tiempo una obra fundacional de la novela gráfica<br />
contemporánea: Maus, de Art Spiegelman. Spiegelman comenzó con<br />
Maus en 1978, publicándola de manera serial en su propia revista,<br />
RAW, y la finalizó en 1991. La historieta, un conmovedor relato histórico<br />
biográfico de casi 300 páginas, como casi todos lo saben, fue<br />
la primera en ganar un Premio Pulitzer en 1992.<br />
Unos años después, la tradición franco-belga nos dio otra cumbre de<br />
la novela gráfica con Persépolis, de Marjane Satrapi, que apareció entre<br />
2000 y 2003. Para entonces, el concepto “novela gráfica” ya estaba<br />
plenamente instalado en el medio.<br />
Y ahora es el momento de hablar <strong>del</strong> otro eje de este proceso de revalorización<br />
de la historieta: la industria editorial.<br />
Pero antes quiero hacer un paréntesis para hablar de lo que no se ha<br />
hablado hasta el momento: el manga.<br />
No me he referido a esta importantísima tradición por el sencillo hecho<br />
de no sentirme autorizado. Japón, a pesar de su neta incorporación<br />
a partir de la posguerra al mundo capitalista occidental, ha<br />
seguido siendo muy poco permeable en cuanto a las corrientes culturales,<br />
y el manga, acaso la tradición historietística hoy más fuerte<br />
en el mundo entero, es una historieta que prácticamente no he frecuentado<br />
salvo rarísimas excepciones. Conozco los impresionantes<br />
datos de su industria editorial, pero nunca pude ser seducido por él.<br />
Por otra parte, cabe señalar que su historia es muy distinta respecto<br />
de las otras corrientes historietísticas y, por lo tanto, también lo son<br />
sus circunstancias actuales.<br />
En Japón siempre hubo manga dirigido a segmentos bien diferenciados<br />
y definidos de público, al punto de tener nombre propio según<br />
cada orientación. Igualmente la masividad de su industria es incomparable<br />
con cualquiera de occidente. Al respecto, solo valdrán un par<br />
de referencias:<br />
El semanario Shonen Jump, en 1995, tenía una circulación de<br />
6.500.000 ejemplares.<br />
Y, en promedio, las revistas de manga japonesas tienen entre 200 y<br />
900 páginas.<br />
Cifras que no necesitan comentarios.<br />
Por estas razones, y más allá de reconocer la indudable y poderosa<br />
penetración <strong>del</strong> manga en las últimas décadas en nuestro medio, lo<br />
excluyo de este análisis.<br />
Volvamos entonces a la cuestión de la industria editorial vinculada<br />
a la historieta, una industria que supo ser muy poderosa y difundida<br />
hasta la ya mencionada crisis de los años setenta. A partir de esa<br />
crisis quedó prácticamente reducida a los tres grandes centros productores,<br />
y aun en esos casos, gracias a fuertes reconversiones, <strong>del</strong><br />
mismo modo que sucedió con casi todo el sistema productivo. La incorporación<br />
y expansión masiva de los medios digitales que facilitaban<br />
la diversificación en la innovadora potencia industrial de los<br />
videojuegos y la asociación con la industria <strong>del</strong> entertainment, principalmente<br />
en los Estados Unidos, son una evidencia de esos cambios<br />
de adaptación a la nueva etapa <strong>del</strong> capitalismo. Algo que en<br />
todas las ramas de la producción acompañó y facilitó este proceso de<br />
reconversión fue la concentración en unas pocas empresas de grandes<br />
áreas <strong>del</strong> quehacer económico. Esto, naturalmente, fue dejando<br />
en el camino, en el caso que nos ocupa, a innumerables pequeñas y<br />
medianas editoriales, e incluso a no pocas que habían llegado a ser<br />
verdaderamente importantes.<br />
Al mismo tiempo, el sistema generaba profundos cambios en las características<br />
<strong>del</strong> consumo. Cuando dejó de ser posible seguir produciendo<br />
revistas de bajo precio que garantizaban un consumo masivo,<br />
el producto barato dejó de ser atractivo desde el punto de vista <strong>del</strong><br />
542 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 543
marketing. De acuerdo a los nuevos paradigmas <strong>del</strong> consumo, resultan<br />
más seductores los productos más sofisticados. Un buen ejemplo<br />
de esto nos lo da la industria automotriz: los vehículos pequeños<br />
y los utilitarios perdieron la carrera a manos de los 4x4.<br />
Si la industria de la historieta quería conservar algo de su potencial,<br />
estaba obligada también a reconvertirse. Y así, entre otras transformaciones,<br />
montándose en una evolución que ya claramente se venía<br />
dando en el interior mismo <strong>del</strong> medio, es como termina de consagrarse<br />
el formato “novela gráfica”. La historieta también se hace más sofisticada,<br />
“ingresa” al mundo de la “alta cultura”, ya no es más algo<br />
para niños y gente inculta. Ahora se vende en las librerías, salió finalmente<br />
de los quioscos y viene con tapa dura. Y, por supuesto, como<br />
corresponde, es mucho más cara…<br />
Ciertamente, que la que aquí llamamos industria editorial no es una<br />
sola ni todas son lo mismo, como tampoco lo son los autores y sus<br />
intereses y capacidades. Hay, sin lugar a dudas, un sistema dominante<br />
y hegemónico que impone la mayor parte de las condiciones,<br />
pero también hay un flujo de corrientes paralelas, independientes y<br />
a veces claramente contradictorias de ese sistema dominante. Y, en<br />
el caso de la historieta, es precisamente desde allí de donde ha surgido<br />
y sigue surgiendo lo mejor de estas últimas décadas.<br />
Vuelvo nuevamente a los dos ejemplos que ya había mencionado:<br />
Maus y Persépolis.<br />
<strong>Lo</strong> primero que hay que decir de estas dos obras es que tanto Spiegelman<br />
como Satrapi las hicieron, como se hacen el arte o la literatura<br />
serias, movidos por la necesidad de expresarse, al margen de cualquier<br />
tipo de consideración económica o de marketing. <strong>Lo</strong> segundo<br />
para decir es que fueron tomadas por la gran industria editorial solo<br />
después de haber alcanzado un alto grado de reconocimiento en un<br />
cierto público. Spiegelman trabajó 13 años en su Maus y la fue publicando<br />
en su propia editorial, su propia revista, una editorial y revista<br />
absolutamente independiente que publicaba solo lo más selecto<br />
y vanguardista de la historieta norteamericana y europea de esos<br />
años. Satrapi publicó su Persépolis por primera vez en L’Association,<br />
una cooperativa de dibujantes de París muy poco conocida antes de<br />
la aparición de su obra.<br />
Persépolis y Maus son solo dos casos entre muchos otros conocidos y,<br />
seguramente, muchísimos más todavía por conocer, pero son dos claros<br />
ejemplos de lo que deberíamos entender hoy cuando hablamos<br />
de novela gráfica o de esta historieta revaluada. Arte serio, sí, ahora<br />
sin comillas, porque en efecto existe un arte serio y otro que no lo<br />
es. Existe un arte, como una literatura, una música y una historieta,<br />
producidos para el consumo, el entretenimiento y la estupidización<br />
de las masas, y para producir ganancias y aún más ganancias para<br />
unos pocos, los verdaderos dueños <strong>del</strong> gran negocio de la cultura.<br />
Pero también existe el arte, como la literatura, la música y la historieta,<br />
producidos para expresarse, para comunicar ideas y sentimientos,<br />
arte que conmueve y que nos transforma. Y que este arte exista no dependerá<br />
jamás de la decisión de marketing de los dueños <strong>del</strong> poder<br />
económico, dependerá exclusivamente de la necesidad de sus autores<br />
y <strong>del</strong> compromiso con sus ideas de los editores o los productores.<br />
No hay temas específicos para la novela gráfica, como no los hay para<br />
la novela a secas. No hay extensiones predeterminadas ni formatos<br />
definidos. Si algo fundamental ha generado este nuevo formato de la<br />
historieta es un enorme grado de libertad para el autor, algo mucho<br />
más importante que la jerarquía que pareciera otorgarle al medio y a<br />
los que trabajan en él. Tampoco hay, en verdad, un público puntual<br />
al cual dirigirse independientemente de los eventuales intereses <strong>del</strong><br />
autor o la editorial. La novela gráfica, aun a riesgo de repetirme, es<br />
una forma más de comunicar, de expresar, de abrir universos. Y para<br />
esto no hay fórmulas, solo compromiso y trabajo. Las fórmulas pueden<br />
funcionar para la realización de los “productos” culturales, para<br />
los predefinidos por el marketing, no para el arte.<br />
Hacer las cosas de esta manera no es fácil, y nunca lo fue, pero sabemos<br />
que no es imposible. Naturalmente, no todos los que trabajemos<br />
en este medio alcanzaremos ese grado de excelsitud, pero todos deberíamos<br />
entregarnos a la tarea de perseguirlo, conscientes de que<br />
el placer está más en esa búsqueda que en el arribo a la meta. Y en el<br />
caso de la historieta, esto vale tanto para autores como para editores.<br />
544 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 545
En el camino, con absoluta seguridad, habrá que hacer otras cosas,<br />
eso que algunos llaman concesiones, porque mientras tanto hay que<br />
vivir, mantener familias y, ¿por qué no?, darse también algunos gustos<br />
de esos que nos propone el sistema, pero también en esas concesiones<br />
deberíamos jugarnos todo lo que tenemos para que no lo sean<br />
tanto y para que sirvan para ir construyendo ese incierto camino hacia<br />
lo que queremos alcanzar.<br />
Podemos pasar un agradable rato viendo Iron Man 2 (o 9, o 16), pero<br />
si vemos Solaris, de Tarkovsky, saldremos <strong>del</strong> cine con algo que no<br />
teníamos al entrar. Igualmente, está muy bien leerse cualquiera de<br />
las novelas gráficas de Marvel (los que puedan) para distraerse un<br />
poco, pero con Persépolis vamos a ganar emociones y conocimientos<br />
que no imaginábamos.<br />
De esto se trata.<br />
546 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 547
El cómic y la novela gráfica:<br />
creación y circulación<br />
John Naranjo/Colombia<br />
<strong>Lo</strong>s títulos clásicos de cómic estaban casi proscritos <strong>del</strong> mercado. Maus,<br />
de Art Spiegelman, Persépolis, de Narjan Satrapi, e incluso los clásicos<br />
Astérix y Obélix y Tintín, circulaban de forma periférica y a precios prohibitivos.<br />
La producción local se podía ver en publicaciones web y fanzines<br />
y en muy pocos emprendimientos profesionales como la Revista Larva.<br />
John Naranjo y su esposa Carolina<br />
Rey son fundadores de Rey<br />
Naranjo Editores, de la que él actualmente<br />
es director editorial. Su<br />
primer libro como editor, La fascinante<br />
historia de las palabras, de<br />
Ricardo Soca, fue merecedor <strong>del</strong><br />
premio <strong>Lo</strong>s Mejores <strong>del</strong> Banco <strong>del</strong><br />
Libro, además de una amplia y positiva<br />
recepción de público y crítica<br />
en Colombia e Iberoamérica.<br />
En 2014, otro libro de Rey Naranjo,<br />
La chica de polvo, de Jung Yumi,<br />
obtuvo el premio Bologna Ragazzi<br />
en la categoría New Horizons, y el<br />
cómic Gabo, memorias de una vida<br />
mágica, de varios autores, fue<br />
seleccionado en el catálogo White<br />
Ravens de la Biblioteca Internacional<br />
de la Juventud de Múnich y se<br />
ha traducido a más de 17 idiomas<br />
y publicado en 25 países. Otros<br />
reconocimientos que ha recibido<br />
la editorial son el Lápiz de Acero<br />
Azul 2013, máximo galardón de<br />
diseño en Colombia; el premio al<br />
mejor diseño editorial en la categoría<br />
de cómic de la Feria <strong>del</strong> Libro<br />
de Buenos Aires, y dos premios de<br />
excelencia en diseño de la Society<br />
for News Design.<br />
A comienzo de la década de los setenta, la Unesco (Organización<br />
de las Naciones Unidas para la Educación y<br />
la Cultura) promovió un concepto de ley para favorecer<br />
la lectura y al sector editorial. Esto derivó en lo que en<br />
cada uno de nuestros países se llamó “Ley <strong>del</strong> Libro”,<br />
que en Colombia se estrenó en 1973 y que actualmente<br />
está vigente como la Ley 22 de 1993. En dicha ley<br />
se aboga por unas preferencias fiscales para las editoriales<br />
y se les exime de impuestos como el de la renta<br />
y <strong>del</strong> IVA (Impuesto <strong>del</strong> Valor Agregado). Desafortunadamente,<br />
en dicha ley quedó consignado un parágrafo<br />
que excluyó al cómic como producción cultural, lo que<br />
hizo de la historieta un género contracultural y marginal.<br />
Sin embargo, personajes como Copetín, Tucano,<br />
Makú o Calarcá dan cuenta de la historia <strong>del</strong> cómic<br />
colombiano. Historietistas como Jorge Peña, Ernesto<br />
Franco o Bernardo Rincón han sido creadores que, pese<br />
a las adversidades, han publicado su trabajo en periódicos<br />
y revistas como El Tiempo, El Espectador y Acme.<br />
Un análisis aparte debe realizarse en cuanto a la caricatura<br />
política, la cual siempre ha gozado de buena salud<br />
desde los tempranos años de la prensa impresa a<br />
comienzos <strong>del</strong> siglo xx.<br />
El panorama <strong>del</strong> cómic cambió en 2013, cuando la Corte Constitucional<br />
modificó la Ley <strong>del</strong> Libro gracias a la presión de editores y dibujantes.<br />
Desde entonces, el mercado ha gozado de una presencia<br />
masiva de cómic, principalmente comercial, con origen en la adquisición<br />
de derechos de los grandes grupos de edición española.<br />
A pesar de que los mayores beneficiarios de este panorama <strong>del</strong> cómic<br />
han sido las empresas extranjeras con libros importados, se ha vivido<br />
un auge en la producción local, en el interés por el cómic de parte <strong>del</strong><br />
público, las autoridades y los prescriptores en las bibliotecas, y en las<br />
instituciones relacionadas con la difusión de la lectura. En cuanto a la<br />
producción local, se puede destacar a la revista Larva, la Editorial Robot,<br />
Rey Naranjo Editores y, de forma más reciente, Cohete Cómic.<br />
Nacida de la reunión de autores, editores e historietistas en 2006,<br />
la revista Larva ha logrado consolidarse como un espacio de conjunción<br />
entre la producción, la difusión y la educación <strong>del</strong> cómic. Su revista<br />
impresa ha sido vitrina de muchos autores de todo el mundo y<br />
su festival Entreviñetas, que ya va en su séptima edición, es uno de<br />
los más importantes de la región y goza de un gran prestigio internacional.<br />
<strong>Lo</strong>s impulsores de Larva crearon Editorial Robot, proyecto<br />
dirigido por Álvaro Vélez “Truchafrita”, historietista de Me<strong>del</strong>lín,<br />
y Pablo Guerra, autor bogotano. “La gacetilla Robot” se imprime en<br />
mimeografía desde 2003 y, mano a mano, Truchafrita reparte cómics<br />
de autores nacionales, principalmente de Me<strong>del</strong>lín. Entre ellos cabe<br />
destacar a Juan Pablo Marín, Luis Tobón, Nomás y Eme A Noreña, entre<br />
muchos otros editados en 128 ediciones. Quien quiera explorar<br />
la arqueología reciente <strong>del</strong> cómic colombiano, deberá remitirse a “la<br />
gacetilla Robot”, “decana de las gacetillas colombianas”.<br />
Rey Naranjo nació en 2010. Desde sus inicios ha tenido una fuerte inclinación<br />
a la producción gráfica. Su primer libro de cómic fue la edición<br />
548 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 549
para Colombia de Chico y Rita, la novela gráfica basada en la película de<br />
Fernando Trueba y Javier Mariscal, nominada al Premio Óscar de Animación<br />
en 2011. Desde su inicio, el cómic era una de las líneas en las<br />
que quería incursionar, siendo así que, en el mismo año de su fundación,<br />
empezó a trabajar en la novela gráfica biográfica sobre Gabriel García<br />
Márquez, Gabo: memorias de una vida mágica. De forma paralela y<br />
gracias a la invitación de diversos actores <strong>del</strong> sector, como La Casa de la<br />
Historia, de Diana Uribe, El Cómic en Línea, el autor y editor Pablo Guerra,<br />
y Daniel Jiménez, de la revista Larva, se unió a la iniciativa de cambiar<br />
la Ley <strong>del</strong> Libro para incluir al cómic. Para esto fue un detonante<br />
importante el apoyo de la opinión pública y dos demandas que ya cursaban<br />
en la Corte Constitucional, máximo rector de la Constitución de la<br />
República. De forma sorpresiva, el cambio se dio en muy poco tiempo, a<br />
menos de seis meses de iniciar la campaña mediática. Con el respaldo<br />
de las autoridades y sin las trabas impositivas, Rey Naranjo ha desarrollado<br />
un programa de cómic basado en producción nacional. La biografía<br />
de García Márquez en cómic en la actualidad circula en más de 24<br />
países y en más de 17 idiomas. Editores de Grecia, Rusia, España, Perú y<br />
Brasil, entre otros, han adquirido los derechos y han editado el libro con<br />
un éxito considerable. Otros libros de cómic destacables por su éxito comercial<br />
y por su impacto dentro de la cultura de la historieta son Tumaco,<br />
un libro silente para niños que ha sido adquirido en Corea y Bulgaria<br />
y que ha sido merecedor de una mención en la selección de libros silentes<br />
más importante <strong>del</strong> mundo, como lo es el Silent Books: Final Destination<br />
Lampedusa. Cabe destacar el Premio New Horizons de la Feria<br />
<strong>del</strong> Libro de Bolonia otorgado en 2014 por su libro La chica de polvo, de<br />
la autora coreana Jung Yumi. Centrada en la difusión de la cultura iberoamericana,<br />
Rey Naranjo ha editado biografías en cómic de Juan Rulfo<br />
(Una vida gráfica), Jorge Luis Borges (El laberinto infinito) y tiene en preparación<br />
una biografía de Pablo Neruda. En cuanto a adquisiciones, en<br />
su catálogo cuenta con el autor australiano Simon Hanselmann (Magia<br />
blanca), Jorge Alderete (Black is Beltza) y Paolo Castaldi (Maradona), entre<br />
otros. Con plena consciencia <strong>del</strong> desarrollo de la cultura de la historieta<br />
en Colombia y <strong>del</strong> desarrollo <strong>del</strong> cómic como lenguaje expresivo,<br />
Rey Naranjo produce y edita contenidos imprescindibles.<br />
En cuanto a Cohete Cómic, es un sello que nace bajo la tutela de Laguna<br />
Libros, editorial independiente fundada en 2007. En <strong>2016</strong>, para<br />
la Feria <strong>del</strong> Libro de Bogotá, ha presentado cuatro títulos que, de la<br />
mano <strong>del</strong> editor y autor Pablo Guerra, muestran una gran actividad y<br />
un profundo conocimiento de la historieta como lenguaje.<br />
Mención aparte merece Power Paola, historietista de padres colombianos,<br />
nacida en Ecuador, que vivió en Australia y que ahora reside en Argentina.<br />
Ha logrado un lenguaje universal con un dibujo desenfadado<br />
e historias muy bien estructuradas, de una gran sensibilidad y humor.<br />
Su ópera prima, Virus Tropical, circula en diversos países como Argentina,<br />
en Editorial Común, y en Francia, y pronto será llevada al cine.<br />
El cómic no es un género, es un lenguaje. Dentro de esta forma de expresión<br />
podemos encontrar desde cómic para preescolares hasta contenidos<br />
eróticos para adultos. Este medio mezcla las imágenes y textos<br />
breves para contar una historia. El cómic de superhéroes, este sí un<br />
subgénero dentro <strong>del</strong> cómic, ha sido históricamente muy exitoso entre<br />
el gran público y ahora sustenta la industria cinematográfica estadounidense.<br />
Se tiende a pensar que el cómic “son” superhéroes, pero con<br />
esto se desconocen otras manifestaciones como la novela gráfica, que<br />
no es más que un cómic largo, el cartoon, casi siempre un chiste desarrollado<br />
en una viñeta, la tira cómica, que es una historia desarrollada<br />
en unas pocas viñetas…; estas últimas han tenido una gran acogida en<br />
periódicos y revistas.<br />
El desarrollo <strong>del</strong> cómic en Colombia ha sido desigual. Desde productos<br />
periféricos contraculturales que se manifiestan en fanzines, blogs<br />
y redes sociales, hasta una incipiente industria que pareciera que tiene<br />
más productores que lectores. Con poco espacio en las librerías, las<br />
cuales a su vez son menos de 250 para una población de 44 millones<br />
de habitantes, y un Estado que en la actualidad pretende gravar los libros<br />
con IVA y hacer pagar renta a las empresas editoriales, buscando<br />
una “competitividad” que solo favorece a los grandes grupos multinacionales.<br />
Sin embargo, existe una cantidad de historietistas, autores,<br />
dibujantes y editores que buscan resonancia en un mercado que lee<br />
poco. Son los desafíos para la historieta colombiana que, al igual que<br />
la de <strong>México</strong> o Argentina, poco cuenta con políticas claras para su desarrollo<br />
y no se ha logrado dar con la clave para que la lectura se propague<br />
en todas las esferas de la sociedad.<br />
550 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 551
Es miembro <strong>del</strong> consejo editorial<br />
de Sexto Piso, donde también<br />
funge como director comercial. Ha<br />
publicado en The Guardian, Clarín,<br />
Reforma y el periódico Más por<br />
Más, entre otros medios. Es editor<br />
de la sección de letras en la publicación<br />
cultural Frente.<br />
Novela gráfica en Sexto Piso<br />
Diego Rabasa/<strong>México</strong><br />
A pesar de la inmensa tradición de gráfica popular que<br />
hay en <strong>México</strong>, y a pesar de que muchos escritores y artistas<br />
confiesan haberse iniciado como lectores a través<br />
de historietas de puesto de periódico, el impulso<br />
que la novela gráfica y el cómic adquirieron en los últimos<br />
años fuera de los mercados que siempre los han<br />
cultivado (Francia, Bélgica, Japón y Estados Unidos)<br />
tardó mucho en llegar a <strong>México</strong>, y, cuando finalmente<br />
lo hizo, se topó con tres obstáculos fundamentales (que<br />
por supuesto no son exclusivos <strong>del</strong> entorno mexicano):<br />
los prejuicios de lectores que inevitablemente lo reducen<br />
a un género menor o de carácter infantil, el desconocimiento<br />
<strong>del</strong> género en canales comerciales y de<br />
promoción, y el elevado costo de producción para un<br />
mercado reducido.<br />
Aunque historietas como El libro vaquero cuentan con<br />
algunos de los tirajes más elevados en toda la industria<br />
editorial <strong>del</strong> país (cientos de miles de ejemplares<br />
publicados semanalmente), la novela gráfica no encontró<br />
un lugar en el mercado mexicano hasta hace<br />
pocos años. La falta de atención o el conservadurismo<br />
de la mayoría de los sellos editoriales ha hecho<br />
que buena parte de lo que se produce en el país tenga<br />
que circular de manera underground a través de colectivos como Joc<br />
Dog. Ni siquiera los grandes iconos de la novela gráfica en el mundo<br />
han tenido una circulación extensa en <strong>México</strong>. Títulos como Persépolis<br />
o Maus eran conocidos solo por iniciados y por algún que otro<br />
lector aventurero, y cuando llegaron a <strong>México</strong> sellos como Astiberri<br />
o el extinto Sins Entido, los libreros solían confinar sus extraordinarios<br />
títulos a las secciones infantiles o juveniles o a estantes escondidos<br />
y arrumbados.<br />
Sexto Piso inició su exploración <strong>del</strong> género con adaptaciones de<br />
grandes clásicos de la literatura universal, como En busca <strong>del</strong> tiempo<br />
perdido o Moby Dick. <strong>Lo</strong> novedoso <strong>del</strong> lenguaje y <strong>del</strong> formato de<br />
los libros tuvo un impacto comercial inmediato, lo cual nos motivó<br />
para hacer una incursión más profunda en la novela gráfica. <strong>Lo</strong><br />
que podría parecer una estrategia premeditada fue más bien resultado<br />
de nuestra ignorancia en ese campo. No obstante, en la distancia<br />
podemos apreciar la buena fortuna con la que contamos. Tanto a<br />
los canales comerciales como a los circuitos de difusión les fue más<br />
sencillo aproximarse a estas adaptaciones, que sentían de alguna<br />
manera más próximas al reino de la literatura que si hubiéramos comenzado<br />
con novelas gráficas de autor por artistas desconocidos en<br />
nuestro país. Estas adaptaciones, que abandonamos poco después,<br />
tras encontrar el vastísimo y muy rico universo disponible en el género,<br />
abrieron brecha en muchos sentidos y fueron fundamentales<br />
para lo que vino más a<strong>del</strong>ante.<br />
Otro golpe de efecto importante en el impulso <strong>del</strong> género fue la aportación<br />
decisiva de Juan Villoro con el guion de La calavera de cristal.<br />
El hecho de tener a uno de los autores mexicanos más reconocidos<br />
incursionando en el cómic ayudó a eliminar muchas de las barreras<br />
y prejuicios existentes. El trabajo que hicieron a cuatro manos Villoro<br />
y Bef nos abrió la puerta para explorar más colaboraciones de<br />
ese tipo, con las cuales pudimos atraer a nuestro catálogo y a la novela<br />
gráfica a escritores muy importantes, como Yuri Herrera, Fabrizio<br />
Mejía Madrid, Paco Ignacio Taibo II, Lydia Cacho o Luigi Amara.<br />
Si bien es cierto que la larga y fértil tradición gráfica mexicana siempre<br />
nos ha provisto de muy talentosos artistas y dibujantes, también<br />
lo es que muchos de ellos carecen de las capacidades narrativas<br />
552 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 553
necesarias para lograr una obra de hondo calado. Esta fórmula de libros<br />
a cuatro manos nos ha dado algunos de los títulos más vendidos<br />
en la historia de la editorial. El éxito comercial de algunos ha<br />
sido fundamental para lograr la apertura de espacios en librerías y<br />
otros circuitos culturales. A casi 10 años de haber publicado nuestra<br />
primera novela gráfica, podemos decir con mucha satisfacción que<br />
el entorno se ha modificado sustancialmente, y hoy son pocas las<br />
librerías que no les dedican espacios importantes a los libros ilustrados,<br />
la novela gráfica, el cómic y los libros de humor. En esta especie<br />
de cruzada, ha sido importantísima la labor que hemos hecho<br />
editoriales independientes como Almadía, Resistencia, La Caja de<br />
Cerillos, La Cifra o Sexto Piso, que hemos adoptado el género con<br />
mucho más entusiasmo que grandes empresas editoriales, que en<br />
teoría tendrían una capacidad económica mucho mayor y, por ende,<br />
mayores posibilidades de hacerlo crecer.<br />
En diversos foros he oído a Bef decir que la misión de todos los acólitos<br />
<strong>del</strong> género debe ser llegar a un grado tal de madurez que un lector<br />
pueda elegir en una mesa de novedades entre la nueva novela<br />
de, digamos, Emiliano Monge, y la nueva novela gráfica de Patricio<br />
Betteo. Aún falta recorrer mucho camino para que la novela gráfica<br />
pierda su condición de género minoritario o de nicho, pero cada vez<br />
más lectores se arrojan a ella tras descubrir la obra de autores como<br />
Guy Delisle o Craig Thompson. La visión utópica de Bef ya no suena<br />
tan <strong>del</strong>irante como hace un lustro.<br />
Al mismo tiempo, la publicación de grandes maestros de la novela<br />
gráfica, como Tardi o Peter Kuper, nos ha permitido crear un estándar<br />
de calidad importante para el desarrollo de nuestros propios libros.<br />
Quisiera hacer hincapié en un proyecto que hemos trabajado<br />
desde hace cinco años: la novela gráfica dedicada a la vida <strong>del</strong> Che<br />
Guevara, realizada por el monero José Hernández a partir <strong>del</strong> guion<br />
de Jon Lee Anderson. Hernández es cineasta de profesión, lo que le<br />
ha permitido aproximarse de forma muy natural a la novela gráfica.<br />
Un exhaustivo trabajo de investigación iconográfica le permitió<br />
dotar a la obra de un realismo realmente impactante. Publicamos el<br />
primer tomo de la saga en 2015 con muchas expectativas, y, aunque<br />
los resultados no han sido malos (4.000 ejemplares vendidos en<br />
un año), su circulación aún no ha alcanzado lo previsto. De forma<br />
muy significativa, el proyecto ha despertado un interés más grande<br />
en el extranjero que en nuestro país. La editorial británica Faber<br />
and Faber (que, por cierto, nunca antes había publicado el trabajo<br />
de un mexicano) compró los derechos para el Reino Unido, Penguin,<br />
para Estados Unidos, Companhia das Letras, para Brasil, e incluso<br />
una editorial china ha comprado los derechos de traducción para su<br />
mercado.<br />
554 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 555
Coloquio 11<br />
La LIJ en Internet:<br />
posibilidades de difusión<br />
y análisis<br />
556 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 557
Presentación<br />
La LIJ en Internet: posibilidades de difusión<br />
y análisis<br />
Ramón F. Llorens García/España<br />
de Internet. <strong>Lo</strong>s nuevos lectores viven en continua interconexión, participan<br />
en comunidades virtuales y habitan en plena cibercultura; cabría<br />
plantearse si, como afirma Han, aunque el tejido digital favorezca<br />
la comunicación simétrica, en realidad se trata de un enjambre digital,<br />
una nueva masa que consta de individuos aislados. Son ellos quienes<br />
se desplazan por la telaraña de la red, por el ciberespacio gibsoniano:<br />
la pantalla de cualquier dispositivo conectado a Internet –ordenador,<br />
teléfono móvil, tableta, videoconsola…– se convierte en “una garza de<br />
origami”, en una sucesión de textos que se van desplegando y replegando,<br />
según el deseo <strong>del</strong> lector.<br />
Ramón F. Llorens García es licenciado<br />
y doctor en Filología Hispánica,<br />
profesor de Didáctica de la<br />
Lengua y la Literatura en la Universidad<br />
de Alicante, Departamento<br />
de Innovación y Formación<br />
Didáctica. Es máster en Formación<br />
<strong>del</strong> Profesorado de Educación Secundaria<br />
y en Investigación Educativa.<br />
Ha escrito artículos para<br />
numerosas revistas especializadas<br />
en Didáctica de la Lengua y<br />
es director de tesis universitarias,<br />
trabajos de fin de grado y de fin de<br />
máster. Ha sido coordinador de diversas<br />
obras colectivas y es autor<br />
de los libros El bloqueo <strong>del</strong> castillo<br />
de Catapún (2011), Cuentos y memorias:<br />
Azorín, José Martíne Ruiz<br />
(2000), El último Azorín: 1936-<br />
1967 (1999), Azorín y el fin de siglo<br />
(1998) y <strong>Lo</strong>s libros de viajes de<br />
Miguel de Unamuno (1991).<br />
Desde sus comienzos, Internet ha sido un excelente instrumento<br />
socializador de la cultura y, como parte de ella,<br />
ha potenciado singularmente la difusión de la literatura<br />
infantil y juvenil. Bibliotecas virtuales, digitalización<br />
de revistas en papel o revistas electrónicas fueron algunas<br />
de las primeras experiencias de la web 1.0, la web<br />
clásica con la que todo empezó; más tarde, con la web<br />
2.0, algunas de las anteriores se adaptaron, surgieron<br />
nuevas: <strong>del</strong> blog al booktuber. Desde la web clásica, la<br />
1.0, hasta la web 3.0 que anunció Tim O’Reilly –tras declarar<br />
obsoleto el concepto de web 2.0 en 2011–, como el<br />
futuro de Internet, “una web de sensores”, en la que lo<br />
importante serían los dispositivos, la literatura infantil<br />
y juvenil siempre ha estado presente con un espacio<br />
en Internet propio y respetado. La LIJ ha seguido los<br />
tres principios orientadores <strong>del</strong> ciberespacio que había<br />
señalado Lévy en 2007: la interconexión, la creación<br />
de comunidades virtuales y la inteligencia colectiva, y<br />
se ha sumado a la cibercultura –wikis, redes sociales,<br />
blogs, juegos en línea…–. En <strong>2016</strong> pueden cotejarse los<br />
aciertos de aquellos principios de Lévy con la realidad<br />
La literatura infantil y juvenil se ha adaptado a los tiempos modernos.<br />
Como señala Alberto Chimal, los juegos electrónicos con los<br />
que él creció le permitían tener el punto de vista <strong>del</strong> personaje desde<br />
la misma acción; hoy, estudiamos las posibilidades que los videojuegos<br />
nos ofrecen para la educación literaria de los jóvenes; los fan<br />
fiction y las comunidades virtuales en torno a la LIJ, como señala<br />
Gonzalo Oyarzún, son numerosos y permiten el intercambio de opiniones<br />
con el autor, compartir textos, fragmentos o la continuación<br />
de historias escritas por el autor…; las nuevas figuras, youtubers o<br />
booktubers, acercan la literatura a los jóvenes. El intercambio de<br />
papeles entre emisor y receptor es constante.<br />
<strong>Lo</strong>s nuevos lectores ya no son neófitos, han crecido con la lectura<br />
multitarea, consultan las wikis, escriben y leen en los blogs, en las redes<br />
sociales; publican fotografías al instante desde móviles, ordenadores<br />
o tabletas, en los que escuchan música o ven películas; juegan<br />
en línea con usuarios de otros continentes… La tarea <strong>del</strong> mediador<br />
debe consistir en que el lector nuevo, atraído por los estímulos de una<br />
época en la que, afirma Han, “lo pulido, pulcro, liso e impecable es la<br />
seña de identidad porque ni daña ni ofrece resistencia”, no se pierda<br />
entre los pliegues de la “garza de origami” y aproveche los conocimientos<br />
que posee para fi<strong>del</strong>izar su hábito lector, contribuir a su<br />
educación literaria y desarrollar un espíritu crítico en una época que<br />
lo necesita.<br />
558 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 559
Finalista <strong>del</strong> Premio Internacional<br />
Rómulo Gallegos en 2013 con la novela<br />
La torre y el jardín (2012), ha<br />
obtenido entre otros los premios<br />
nacionales Colima de Narrativa<br />
2014, por su antología personal<br />
Manda fuego, y San Luis Potosí de<br />
Cuento 2002, por el libro de cuentos<br />
Estos son los días. También ganó<br />
el premio de teatro para niños<br />
de la FILIJ por El secreto de Gorco<br />
(1997). Otros de sus libros son la<br />
novela <strong>Lo</strong>s esclavos (2009); los libros<br />
de minificción Historia siniestra<br />
(2015), El gato <strong>del</strong> Viajero <strong>del</strong><br />
Tiempo (2014), El Viajero <strong>del</strong> Tiempo<br />
(2011) y 83 novelas (2010); los<br />
libros de cuentos <strong>Lo</strong>s atacantes<br />
(2015), El último explorador (2012),<br />
La ciudad imaginada (2009), Grey<br />
(2006) y Gente <strong>del</strong> mundo (1998,<br />
reeditado en 2014) y el manual de<br />
narrativa Cómo empezar a escribir<br />
historias (2012). Profesor y tallerista<br />
literario desde 1993, es conocido<br />
por su trabajo de creación y difusión<br />
de la narrativa de imaginación<br />
fantástica y de la escritura por medios<br />
digitales.<br />
Juegos electrónicos: la LIJ en<br />
la era de la conexión perpetua<br />
Alberto Chimal/<strong>México</strong><br />
Voy a comenzar con algo que parece un rodeo pero no<br />
lo es.<br />
Cuando tenía diez o doce años, la gran amenaza para<br />
la educación de los niños no era Internet, al que le faltaba<br />
más de una década para volverse popular, sino<br />
los videojuegos: otra tecnología “distractora” de aparición<br />
muy reciente y que se entendía, más que como<br />
un medio nuevo y distinto, como algo muy similar a la<br />
televisión, el blanco favorito de muchos educadores<br />
y padres de familia, al menos desde los años sesenta.<br />
En mi ciudad natal los llamábamos juegos electrónicos y<br />
debíamos ir a jugarlos a ciertos locales especiales y a un<br />
paso de ser clandestinos: espacios pequeños que podían<br />
haber sido una farmacia o una papelería y, en cambio, se<br />
dedicaban a eso. Debíamos también persuadir a algún<br />
adulto para que nos acompañara y para que nos diese<br />
dinero. Más que la pantalla y los controles, la característica<br />
esencial de las máquinas de juego de aquel tiempo<br />
era la de las máquinas de juego de cualquier época: la<br />
ranura por la que se depositaban monedas o fichas para<br />
comprar tiempo de juego, turnos, oportunidades: vidas.<br />
Muchos de ustedes deben recordar esa máquinas: con el tiempo, en<br />
el centro de <strong>México</strong> se les llamó chispas o maquinitas, y empezaron a<br />
ser importadas directa y masivamente de los países en los que se producían<br />
los juegos, pues en esto, como en tantas otras cosas, empezamos<br />
con desventaja, como consumidores y no como productores.<br />
Pero en aquellos días tempranos se los encontraba con dificultad, y<br />
si no eran aparatos enormes y de aspecto carísimo –parte de los lujos<br />
en sitios caros que ostentaban más o menos impunemente lo poco<br />
que les importaban las normas contra las importaciones–, eran máquinas<br />
como las que a mí me tocaba ver en mi ciudad: adaptaciones<br />
improvisadas de las primeras consolas de juego para televisión, que<br />
existían desde los años setenta pero, por mucho tiempo, solo pudieron<br />
ser compradas por familias de muchos recursos. <strong>Lo</strong>s juegos programados<br />
en muchas de ellas –el uso de programas intercambiables<br />
vino después– ofrecían imágenes rudimentarias y casi siempre monocromáticas<br />
que invitaban a recordar las tomas más espectaculares<br />
de películas como La guerra de las galaxias. Esto no es una casualidad:<br />
aquellas imágenes fueron el ejemplo más cercano de una representación<br />
inmersiva para los niños de mi generación. Ofrecían la<br />
promesa de participar en una experiencia nueva, diferente de la absorción<br />
pasiva de las imágenes de la televisión, y no solamente porque<br />
había palancas y botones con los que afectar lo que sucedía en la<br />
pantalla: además, el punto de vista al que invitaban era otro. No se<br />
veía al avión maniobrar en el interior de un canal estrecho: se imaginaba<br />
pilotar el avión, y estar encargado de una misión, y tener que<br />
defenderlo de muchos atacantes con maniobras veloces o disparando<br />
armas. No es una coincidencia que imágenes de pilotos manipulando<br />
palancas, timones y otros instrumentos de control fueran populares<br />
en el cine y la televisión de entonces. No eran solamente una fantasía<br />
masculina de poder, sino también el material con el que muchas personas<br />
que se iniciaban en los nuevos medios podían construir fantasías<br />
de acción y de existencia en otros lugares, con otras identidades.<br />
Hoy es común hablar de juegos en primera o tercera persona, de<br />
acuerdo con cómo representan lo que un personaje ve y escucha; entonces<br />
no lo era y para casi todos nosotros resultó imposible expresar<br />
lo que significaba acercarse, aunque fuera así, a una perspectiva diferente<br />
de la nuestra, a un otro, por superficial y efímero que fuera.<br />
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Y ahora, además de reconocer que, efectivamente, el tiempo que<br />
nos tomaba ir a los juegos electrónicos era tiempo que no dedicábamos<br />
a leer, reconozco también lo siguiente: casi ninguna de las<br />
personas que vivieron en esa era de rupturas diminutas de las perspectivas<br />
convencionales resultó afectada por ellas de manera significativa.<br />
No es solo que estuviesen limitadas, por el sexismo de<br />
los medios dominantes, a los espectadores <strong>del</strong> sexo masculino: en<br />
su mayor parte estuvieron limitadas también a las fantasías de poder<br />
que esos mismos medios promovían en películas y series, y que<br />
de cualquier manera correspondían a los modos socialmente aceptados<br />
de formación y comportamiento de los adolescentes de aquel<br />
tiempo. Numerosos adultos que hoy tienen hijos adolescentes e incluso<br />
mayores no serían capaces de relacionar sus primeras experiencias<br />
con esas tecnologías y las que tuvieron sus descendientes<br />
con otras, más avanzadas. La posibilidad de comunicación existe,<br />
pero no se percibe.<br />
Algunos tuvimos más suerte, pero se debió al azar de la vida y no a<br />
que hubiera estímulo alguno por quienes controlaban la tecnología que<br />
nos fascinaba. En mi caso, ya era un lector de años cuando los juegos<br />
electrónicos se pusieron de moda y ya estaba en el camino hacia la escritura.<br />
Además, tuve al menos una experiencia formativa real y relacionada<br />
con los videojuegos.<br />
Tuvo lugar a mediados de los años ochenta, antes de que una de las<br />
múltiples crisis económicas de aquel tiempo acabara <strong>del</strong> todo con<br />
las aspiraciones de mejora económica de mi familia de clase media.<br />
Un tío nos llevó a mi hermano y a mí a un centro vacacional en una<br />
playa mexicana. Era un sitio al que los turistas mexicanos podían<br />
ir, pero que estaba pensado principalmente para turistas estadounidenses<br />
o, por lo menos, de habla inglesa: todos los carteles, señalamientos,<br />
folletos, instructivos y menús estaban en inglés, el sistema<br />
de sonido <strong>del</strong> hotel daba sus avisos en inglés, las actividades recreativas<br />
se llevaban a cabo en inglés. En un momento le pregunté a mi<br />
tío por qué no se hablaba en español. “No sé bien cómo es la cosa,<br />
pero esto es territorio estadounidense”, me explicó él, no sé ya con<br />
qué tono de voz. Todos los mexicanos que trabajaban allá eran empleados<br />
de bajo nivel.<br />
<strong>Lo</strong> que me pasó a mí directamente fue en un centro de cómputo que<br />
había allá, abierto a los huéspedes y en el que se daban, en inglés,<br />
clases de computación. Se usaban computadoras Atari conectadas<br />
a televisores o monitores a color; supongo que la intención era dar<br />
lustre al sitio, en aquel tiempo en el que la informática se entendía<br />
como una disciplina arcana que representaba enormes posibilidades<br />
de bienestar económico y se creía que la tecnología digital jamás<br />
sería empleada sino por unos pocos elegidos.<br />
Yo no iba a aprender BASIC o <strong>Lo</strong>go, que en cualquier caso no habría<br />
ni comenzado a entender durante nuestro paquete turístico de cuatro<br />
días y tres noches. Tampoco iba a navegar por la red porque, recuérdese,<br />
aún no había red por la que navegar ni herramientas para<br />
hacerlo. Iba a jugar Star Raiders: un videojuego de ocho bits creado<br />
a fines de los años setenta para las primeras computadoras Atari.<br />
Si mal no recuerdo, se cargaba en las computadoras desde un disco<br />
flexible, tras haberlo adaptado de la versión original en cartucho.<br />
Tan solo entrar en el cuarto climatizado y acercarse a los aparatos<br />
–las unidades de disco, los teclados, las palancas de control– daba<br />
una sensación extraña, la impresión de estar ingresando en un mundo<br />
distinto <strong>del</strong> habitual. Y luego estaba el juego mismo: era un simulador<br />
de combate en el espacio, nada que en principio no se hubiera<br />
sugerido mil veces en juegos que ya conocía, pero para mí fue el primero<br />
que no mostraba jamás la nave espacial que uno pilotaba desde<br />
fuera: todo lo que se veía era la simulación de un campo de estrellas<br />
como se habría visto desde dentro de la nave. Moverse con los controles<br />
era mover el campo estelar para sugerir que la nave giraba sobre<br />
sí misma, aceleraba o se detenía. Era posible dispararles a los malos,<br />
por supuesto, pero para hacerlo había que aprender a maniobrar así<br />
y también atender a una gran cantidad de avisos y otras informaciones<br />
que se veían en la pantalla, en inglés, por supuesto. Era frustrante<br />
y muy difícil. Era una maravilla.<br />
Jugué muchas veces a lo largo de dos días. En general, los otros huéspedes<br />
que iban al centro de cómputo eran todos de habla inglesa y<br />
hablaban entre sí sin hacerme caso. La tarde <strong>del</strong> segundo día noté<br />
que me había quedado solo en la sala fría cuando oí una voz que hablaba<br />
en mal español y me decía: “¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere?”.<br />
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Era la de una instructora a la que veía siempre ocupada, dando clases<br />
de no sé qué software. Se me quedó mirando con cara de que yo<br />
no tenía nada que hacer allí. Me puse de pie, me fui y me sentí tan<br />
avergonzado que nunca regresé.<br />
Si hubiera sabido cómo, podría haberle dicho que era un huésped y<br />
que tenía tanto derecho de estar allí como cualquiera, pero no sabía<br />
cómo hacerlo. Y probablemente tampoco me hubiera atrevido, porque<br />
solo después, pensando en lo ocurrido, me di cuenta de que su prejuicio<br />
estaba también, hasta cierto punto, en mí. Yo me sentía como un<br />
intruso. Yo estaba intimidado por la forma en que se conducían los<br />
habitantes “de primera” de aquel mundito artificial, y observar sus<br />
entretenimientos, o querer participar en ellos, era para mí una transgresión.<br />
<strong>Lo</strong>s videojuegos, pues, fueron además mi puerta de entrada<br />
para conocer directamente qué se siente al vivir una situación de desigualdad<br />
debida al racismo: un racismo soterrado, que muy probablemente<br />
no se reconocía como tal, y que no estaba lejos de mi vida<br />
cotidiana pero que, en aquel contexto, vi claramente por primera vez.<br />
Nunca antes me había sentido relegado, marginado, en mi propio país;<br />
luego me ha vuelto a pasar en muchas ocasiones.<br />
Me interesaba contar esto aquí porque, como se ve, esas experiencias<br />
de descubrimiento a las que me refiero, y que de varias formas marcaron<br />
mi desarrollo como persona y como escritor, están todas mediadas<br />
por la tecnología digital. A ellas habría que agregar una más,<br />
negativa en cierto modo y relacionada más estrictamente con mis intereses<br />
creativos: aunque me gustaban los juegos electrónicos, las<br />
historietas, la televisión y el cine, como a la mayoría de los niños y<br />
adolescentes en mis circunstancias, me gustaba también leer, como<br />
ya dije, y parte de lo que me inclinó finalmente por la escritura como un<br />
interés creativo fue mi impaciencia con las posibilidades de todos los<br />
otros medios. Algunos eran tan remotos que ni siquiera parecían vedados;<br />
otros estaban comenzando apenas, como los juegos al estilo de<br />
Star Raiders, y de todas maneras provenían también de sitios inalcanzables.<br />
Las nuevas tecnologías y la creación se tocaban en la escritura<br />
y sobre todo en la escritura: en las posibilidades <strong>del</strong> procesador de<br />
palabras, como se le llamaba, de los primeros y muy tempranos hipertextos,<br />
de los primerísimos archivos digitales, que empecé a descubrir<br />
años después, cuando no circulaban aún de nodo a nodo de una red<br />
pero sí de disco en disco, como manuscritos robados de un monasterio,<br />
copiados y vueltos a copiar.<br />
Si estas experiencias fueron posibles en aquel tiempo, son posibles<br />
ahora, aunque la tecnología al alcance de los jóvenes de ahora sea<br />
distinta y tenga una relación distinta con ellos. A pesar de la indignación<br />
que despiertan a veces, las herramientas y juguetes digitales<br />
de hoy no son la causa única ni la más importante por la que algunas<br />
(o muchas) personas no leen libros; por el contrario, la insistencia en<br />
la imagen más que en el texto de muchos medios y obras <strong>del</strong> presente,<br />
así como en las experiencias sin mediación aparente <strong>del</strong> lenguaje,<br />
son síntomas de tendencias más amplias, de fecha anterior, y que no<br />
están limitadas a niños y jóvenes.<br />
Además, no es posible negar que la lectura no es un hábito desterrado<br />
de todas partes por Snapchat, ni la literatura una práctica abandonada<br />
por entero en favor de Pokémon Go, como dicen a veces muchas<br />
de esas personas de mi edad que se han olvidado de sus propios deslumbramientos<br />
digitales. De hecho, varios de los lugares más interesantes<br />
<strong>del</strong> presente tecnológico son aquellos en que las novedades de<br />
hoy se relacionan con una categoría literaria –la literatura infantil y<br />
juvenil (LIJ)–, cuya presencia era más difusa en el pasado.<br />
Es importante no olvidar este otro cambio: el hecho de que seamos<br />
conscientes de muchas vertientes literarias, mercados editoriales,<br />
prácticas de escritura y de lectura que ya hubiéramos querido los niños<br />
y adolescentes que llegamos a la lectura entre los setenta y los ochenta.<br />
Recordemos cuán limitada era la variedad de obras pensadas para<br />
nosotros, si se compara con la que está disponible hoy. Además de textos<br />
clásicos, unas veces disponibles en versiones fieles pero otras en resúmenes<br />
fuertemente censurados y edulcorados, había unas cuantas<br />
obras y colecciones específicamente para lectores jóvenes, casi siempre<br />
relacionadas con libros de texto, y cierto número de lecturas que se podían<br />
abrir paso hacia nosotros desde la literatura “adulta”. Nada más.<br />
Todo es distinto ahora, y la tecnología digital, que en los últimos 30<br />
o 40 años se ha vuelto no solamente más compleja sino más rica,<br />
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ha permitido a muchos de sus usuarios establecer nuevas formas de<br />
contacto con el lenguaje, la escritura, la lectura y la literatura.<br />
Algunas son fáciles de ver y sus efectos están presentes por todas<br />
partes. Por ejemplo, la publicación por Internet fue la primera modificación<br />
crucial de nuestro presente digital, seguida por la popularización<br />
<strong>del</strong> libro electrónico. Aunque este no parece estar extendiéndose<br />
como se predecía hace algunos años, tampoco da señales de que vaya<br />
a desaparecer, <strong>del</strong> mismo modo que el retorno a una situación como<br />
la que existía antes de la popularización de los navegadores de Internet,<br />
a mediados de los noventa, no parece posible sin una catástrofe<br />
global de por medio. La situación actual señala no una desaparición<br />
de las tecnologías ya existentes para consignar el pensamiento humano,<br />
sino un reacomodo: un cambio en su jerarquía y la frecuencia<br />
de su empleo.<br />
Otros efectos de las tecnologías digitales <strong>del</strong> presente son menos obvios<br />
y no fueron previstos. Entre los que más afectan la difusión, escritura<br />
y recepción de la LIJ está la normalización de la cultura <strong>del</strong><br />
consumo de nicho, es decir, la popularización de las subculturas<br />
de fans y geeks de los productos de entretenimiento, y en especial<br />
de aquellos de difusión global desde los países de habla inglesa.<br />
Esta se ha logrado por la comunicación digital, que ha permitido la<br />
creación y mantenimiento de incontables foros y comunidades virtuales<br />
en los que los aficionados a prácticamente cualquier obra literaria<br />
o audiovisual pueden encontrarse, discutir sus intereses y<br />
darse a notar como grupos de consumidores importantes para las<br />
empresas o individuos que tengan la propiedad de aquello que les<br />
gusta. Gracias a esta nueva visibilidad, grupos e intereses que en<br />
otra época no habrían sido tomados en cuenta lo son en la actualidad,<br />
y entre estas comunidades hay, por supuesto, muchas dedicadas<br />
a obras y autores de LIJ, desde figuras ineludibles como J. K.<br />
Rowling y su serie de Harry Potter hasta artistas o escritores de circuitos<br />
indies, que venden sus obras por cuenta propia y, de hecho,<br />
suelen valerse de Internet para ello. Asimismo, el grado de involucramiento<br />
de los aficionados se manifiesta en línea por medio de<br />
reseñas, comentarios y prácticas derivadas, como el fan art, la fanfiction,<br />
el cosplay y otras.<br />
Otro efecto importante es el cruce de la cultura de los aficionados<br />
con la búsqueda de atención en línea de grandes poblaciones: la<br />
vida en línea como una extensión de la vida “real”, y como una experiencia<br />
constante –una conexión perpetua– que sirve para buscar<br />
y encontrar pequeñas dosis de satisfacción inmediata a lo largo de<br />
cada día. Aunque el fenómeno afecta, como sabemos, a toda la población<br />
humana con acceso a la comunicación en línea y a redes sociales,<br />
los usuarios jóvenes de las nuevas tecnologías son quienes<br />
más y con mayor habilidad emplean las redes y aplicaciones disponibles<br />
para documentar los detalles de su vida cotidiana y asentar<br />
sus deseos, insatisfacciones y fantasías.<br />
<strong>Lo</strong>s jóvenes también son quienes mejor emplean la red para el pasatiempo<br />
favorito de las muchas culturas <strong>del</strong> espectáculo de occidente:<br />
“seguir” a las celebridades de su preferencia, que suelen mantenerse<br />
todo el tiempo activas en línea y que en muchos casos deben su fama<br />
exclusivamente a esa actividad. Estas últimas, los famosos de Internet,<br />
representan un ideal de éxito para millones de personas, y en especial<br />
destaca su empleo <strong>del</strong> vídeo por Internet, que representa hoy la<br />
abrumadora mayoría <strong>del</strong> tráfico de información en línea en cualquier<br />
momento.<br />
Quienes usan sobre todo el vídeo son los llamados youtubers, frecuentemente<br />
criticados, pero cuya influencia no se puede negar. Importan<br />
al discutir nuestros temas por dos razones. Por una parte,<br />
varios de ellos han publicado libros, estimulados por editoriales deseosas<br />
de aprovechar su fama, y –sin importar lo que se opine de los<br />
textos resultantes– se han convertido en celebridades <strong>del</strong> mundo<br />
editorial, más frecuentados que cualquier autor <strong>del</strong> canon literario.<br />
Por otra parte, existe una porción comparativamente pequeña de<br />
creadores de vídeo que se dedican a los libros. De algunos de estos<br />
booktubers se ha dicho que solamente buscan la celebridad y, en efecto,<br />
algunos de ellos comienzan comentando libros y luego, a medida<br />
que se hacen de un público que se interesa en ellos con independencia<br />
de lo que comentan, van dejándolos de lado. Otros, sin embargo,<br />
se mantienen centrados en la divulgación de los textos y fandoms<br />
que les interesan, y comunican a la sociedad <strong>del</strong> entretenimiento<br />
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constante y la poca atención con la lectura, e incluso con la lectura<br />
más allá de la LIJ.<br />
Esta comunicación puede parecer poca cosa para algunos de quienes<br />
nos formamos en un tiempo diferente y experimentamos con<br />
mayor o menor dificultad la transición entre la cultura literaria exclusivamente<br />
impresa, a través de sus escasas incursiones en los<br />
medios masivos <strong>del</strong> siglo pasado, y la cultura de las tecnologías digitales.<br />
<strong>Lo</strong>s críticos mencionan con frecuencia la frivolidad de muchos<br />
modos actuales de leer, la tendencia a la adoración acrítica y el<br />
rechazo de opiniones adversas, etc. Hay mucho de verdad en estas<br />
críticas, pero algo es innegable: así como los cambios tecnológicos<br />
que nos han llevado a la situación presente parecen irreversibles,<br />
los modos actuales de relacionarse con la escritura y el lenguaje no<br />
volverán a ser los que eran en el siglo xx.<br />
Probablemente, el pasado que imaginamos ahora, incluso, tiene mucho<br />
más de fantasía de lo que quisiéramos admitir: en los años setenta<br />
y ochenta ya se daba por sabida la pérdida <strong>del</strong> lugar privilegiado<br />
que la lectura había tenido antes y se recordaba el siglo xix como el<br />
apogeo de la lectura novelesca, de las publicaciones periódicas, etc.<br />
En cualquier caso, debemos evitar la idealización <strong>del</strong> pasado, igual<br />
que la satanización <strong>del</strong> presente. Esto no representa eludir la crítica<br />
sino separarla, en la medida de lo posible, de los prejuicios debidos a<br />
los límites de nuestra percepción de lo inmediato.<br />
Para ilustrar esta cuestión, puede servir la consideración de un pequeño<br />
escándalo ocurrido en 1985, alrededor de la aparición de El<br />
amor en los tiempos <strong>del</strong> cólera, de Gabriel García Márquez. Como en<br />
ese mismo año se anunció que García Márquez había cambiado la<br />
máquina de escribir por la computadora para redactar sus libros,<br />
durante meses la prensa hispanoamericana de la época dedicó espacio<br />
a la reacción de los colegas <strong>del</strong> escritor. Todas las declaraciones<br />
recogidas eran entre furiosas y escandalizadas… y todas, invariablemente,<br />
parecen ridículas ahora, cuando los procesadores de textos<br />
son una herramienta común y las aplicaciones para aparatos<br />
móviles han ido mucho más allá de las posibilidades de esas rudimentarias<br />
computadoras de escritorio. Pero los colegas de entonces<br />
no podían prever los cambios que aquellas tecnologías iban a traer.<br />
Desde el rotundo “A mí no me interesan”, dicho con enojo por Salvador<br />
Elizondo, hasta las especulaciones sobre cómo el “aparato electrónico”<br />
perjudicaría la escritura de García Márquez o escribiría las<br />
novelas por él –puro pensamiento mágico–, lo que se revela es una<br />
incomprensión grande y, la verdad, inevitable.<br />
Y antes de sentirnos superiores o más avisados que aquellos declarantes,<br />
conviene recordar que la transición digital, probablemente,<br />
todavía está lejos de terminar. Para hacernos una idea de lo lentamente<br />
que una tecnología puede asentarse en una cultura y modificarla,<br />
recordemos que hay más de un siglo entre los primeros libros<br />
de caballería impresos y difundidos masivamente y la aparición de la<br />
primera parte <strong>del</strong> Quijote de Cervantes, a la vez parodia de aquellas<br />
historias y consolidación de la novela como el género que entendemos<br />
ahora, definitivamente separado de sus precursores medievales.<br />
Es posible que la transición actual termine por convertir en grandes<br />
géneros formas de escritura que aún no tienen nombre y acaso no se<br />
han inventado siquiera: formas de escritura que no conoceremos.<br />
Las culturas literarias <strong>del</strong> presente, y entre ellas las que reconocen a<br />
la LIJ como una vertiente de gran importancia, están pues en un estado<br />
inestable, de cambio constante, y esos cambios, que tantas veces<br />
nos parecen difíciles de comprender o aceptar, en ocasiones sí<br />
merecen ser motivo de preocupación. Pero ninguno puede ser ignorado<br />
ni menospreciado: todos son parte de nuestro presente y necesitamos<br />
lidiar con ellos, querámoslo o no.<br />
Uno de los grandes retos de este presente está en el hecho de que en<br />
las redes proliferan no solo las publicaciones efímeras, descuidadas,<br />
que tanto hacen rabiar a la crítica literaria tradicional, sino también<br />
la lectura frívola que ya mencionaba: esa que hace a un lado toda reflexión<br />
y toda sutileza no puede penetrar más allá de la superficie<br />
de ningún texto, y en muchos casos se ofrece <strong>del</strong>iberadamente como<br />
provocación, con el único fin de convocar tantas respuestas inmediatas<br />
e igualmente irreflexivas como sea posible. Esta forma de leer<br />
pobremente, o de no leer en absoluto, facilita numerosos conflictos<br />
a causa de prejuicios, incomprensión e intolerancia. Por ejemplo,<br />
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todos hemos sabido de casos de censura y ataques contra libros y autores<br />
por interpretaciones sesgadas o malintencionadas que cierto<br />
número de lectores o espectadores en línea, convertidos en el equivalente<br />
de una turba, aceptan sin chistar y a veces sin siquiera enterarse<br />
de nada más que <strong>del</strong> encabezado de un artículo sensacionalista.<br />
La situación es aún peor en países como <strong>México</strong>, que según datos de<br />
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos tiene<br />
uno de los más bajos niveles de comprensión lectora <strong>del</strong> hemisferio,<br />
incluso entre adultos con educación superior. Parece claro que<br />
el sueño de la red como herramienta para impulsar de modo masivo<br />
el contacto entre diferentes culturas y el acceso universal al conocimiento<br />
–uno de los ideales de los primeros tiempos <strong>del</strong> uso generalizado<br />
de Internet– no se cumplió: por el contrario, la mayor parte<br />
de la población en línea ha formado una serie de comunidades muy<br />
diversas pero también muy cerradas, mal comunicadas, y en las que<br />
pesan mucho lo inmediato y lo banal.<br />
¿Cómo combatir los efectos nocivos que alcanzamos a percibir en<br />
esta situación? Es necesario abordarlos como parte de las experiencias<br />
reales de la juventud y la niñez actuales, sin prejuicios ni condescendencias.<br />
A partir de que los comprendamos, será posible<br />
representarlos en la ficción y construir a su alrededor imágenes de<br />
los intereses, las aspiraciones y las preocupaciones de quienes deseamos<br />
que sean nuestros lectores. Las vidas de estos son igual de<br />
complejas que las de generaciones anteriores, e igual de abiertas a<br />
nuevas posibilidades a partir de sus contactos con la tecnología que<br />
va creándose a su alrededor.<br />
Algunas obras de gran éxito integran ya elementos de la cultura de<br />
masas de la actualidad, como la serie <strong>Lo</strong>s juegos <strong>del</strong> hambre, de Suzanne<br />
Collins, que crea un mundo de pesadilla obsesionado con el<br />
culto de la celebridad fabricada, como lo está nuestra propia sociedad<br />
<strong>del</strong> espectáculo. De la misma forma, nuevas herramientas tecnológicas<br />
ofrecen, a la vez que medios de expresión, fuentes de<br />
contenido, como se dice ahora. Solo las plataformas de escritura<br />
como Wattpad, que aúnan la facilidad de publicación de los manejadores<br />
de contenido tradicionales con la interacción y la satisfacción<br />
inmediata de una red social, se han convertido en un semillero<br />
de obras exitosas que después hacen la transición a la imprenta y representan<br />
una pequeña revolución en el ámbito editorial, al que han<br />
agregado una nueva casta de famosos que suelen ser al mismo tiempo<br />
muy rentables y muy difíciles de fijar en los medios tradicionales,<br />
ocultos como suelen estar por nombres de usuario de apariencia<br />
críptica para los no iniciados.<br />
Sin embargo, es posible ir más allá de la paráfrasis de tendencias actuales<br />
y <strong>del</strong> hábito, por desgracia muy frecuente, de endiosar la tecnología<br />
por sí misma, o de suponer que sus efectos se limitan a lo<br />
que se difunde y comenta masivamente. Por el contrario, donde más<br />
puede nutrirse la LIJ de materiales pertinentes para los lectores de<br />
hoy no es en el conjunto limitado de las experiencias comunales, estandarizadas,<br />
que facilitan los medios, sino en las incontables experiencias<br />
individuales, íntimas, de la juventud que no solo recibe,<br />
consume, sigue, sino que sueña e incluso crea por medio de las tecnologías<br />
actuales; que acepta de manera cotidiana formas de participación<br />
y relación que antes hubieran sido impensables. Podemos<br />
contar sobre algo más que el uso de los nuevos objetos reales o intangibles:<br />
podemos contar sobre las nuevas formas de pensar que<br />
acompañan, con ellos, a la vida y al acto mismo de figurar historias.<br />
Al parejo de la cerrazón de muchos sectores, otros –y en especial<br />
porciones importantes de los niños y jóvenes de muchos países occidentales–<br />
están formándose en un presente con nuevas ideas sobre<br />
los roles de género, la responsabilidad individual y colectiva, la violencia<br />
y la tolerancia, y necesitan arte que los acompañe en sus propios<br />
caminos: sus propios juegos electrónicos, sus propias formas<br />
de abordar las constantes de la vida humana. Esto también es crucial.<br />
Como sabemos bien, el presente, incluso más allá de nuestra<br />
especialidad, parece un tiempo inquietante e incierto. Pero, justamente<br />
por eso, la LIJ hace falta más que nunca: porque debe proporcionar,<br />
al menos, parte de la imaginación indispensable en todo<br />
tiempo de crisis para figurar nuevas maneras de vivir y superar las<br />
dificultades de cada momento.<br />
570 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 571
Nació en Córdoba, Veracruz. Fundó<br />
en 2004 Ediciones El Naranjo,<br />
que ha publicado más de 100<br />
títulos de narrativa, historia, arte<br />
y poesía para niños y jóvenes.<br />
El Naranjo ha estado nominada<br />
en tres ocasiones al Premio al Mejor<br />
Editor para Niños <strong>del</strong> Año que<br />
otorga la Feria de Bolonia y sus libros<br />
han recibido más de 100 recomendaciones<br />
y reconocimientos,<br />
entre los que destacan una<br />
mención en la categoría New Horizons<br />
de los premios Bologna Ragazzi<br />
(2013), la inclusión de tres<br />
títulos en el catálogo White Ravens<br />
y de otro libro en la Lista de Honor<br />
de IBBY (<strong>2016</strong>). Historiadora<br />
de formación, ha sido profesora y<br />
ha ocupado cargos de responsabilidad<br />
en algunas instituciones<br />
gubernamentales. Es autora de<br />
obras de gastronomía y coautora<br />
<strong>del</strong> libro de texto para educación<br />
primaria Conoce nuestra Constitución,<br />
de la Secretaría de Educación<br />
Pública. Ha coordinado más de 80<br />
publicaciones de arte y alrededor<br />
de 300 sobre educación, historia,<br />
gastronomía y arqueología.<br />
Libros e Internet: nuevos<br />
caminos y oportunidades<br />
Ana Laura Delgado/<strong>México</strong><br />
A diferencia de Alberto Chimal, mi acercamiento a la<br />
tecnología fue mucho más tardío, por razones generacionales<br />
obvias. Sin embargo, así pude ver desde fuera el<br />
rápido crecimiento que tuvieron el uso de la computadora<br />
y la difusión de Internet, hasta el boom de los dispositivos<br />
móviles. Eso no me detuvo para incorporarme,<br />
aunque confieso que con muchos tropiezos, al mundo digital.<br />
A pesar de esa resistencia inicial, que seguramente<br />
también vivieron otros colegas, ese mundo se convirtió<br />
en parte de mi vida cotidiana y en una herramienta profesional<br />
que me ofreció ventajas irrenunciables.<br />
La tecnología es ahora fundamental en mi actividad<br />
como editora, pero la red me permite, en lo cotidiano<br />
y en cualquier instante, romper la distancia y trabajar<br />
con ilustradores, escritores y otros editores para generar<br />
proyectos. Si esta posibilidad era inconcebible hace<br />
unas décadas, ahora nuestra labor se ha vuelto dependiente<br />
de Internet y no podemos imaginarnos sin ella.<br />
La comunicación por Internet también nos ofrece posibilidades<br />
infinitas para la difusión, para la creación<br />
de redes de trabajo con lectores –antes inimaginable–<br />
y para la generación de contenidos más frescos que acerquen los libros<br />
a más personas que puedan interesarse en ellos.<br />
Una de estas posibilidades es el acercamiento que los lectores pueden<br />
lograr con los autores, y viceversa. La relación afectiva, intelectual<br />
y emocional que el joven lector ha tenido con el libro puede<br />
manifestarse y prolongarse, a través de las redes, al autor mismo,<br />
algo impensable hace un tiempo. Para las nuevas generaciones de<br />
autores de LIJ, es muy enriquecedor conocer de primera mano, mediante<br />
el diálogo directo, las reacciones y opiniones de los lectores<br />
de sus libros, y para el lector, saber que el autor está al alcance a través<br />
de las redes y que forma parte de su red, convierte la experiencia<br />
de lectura en una de amistad.<br />
El espectro <strong>del</strong> libro crece a través de estos medios de una manera<br />
a veces sorprendente. Un maestro entusiasta de los proyectos lectores<br />
puede descubrir un libro en un país diferente a su lugar de origen,<br />
entablar comunicación con el autor, ponerse de acuerdo con<br />
él para dar una conferencia por Skype en el aula o, según las posibilidades,<br />
arreglar la visita presencial para que mantenga con los<br />
alumnos una charla en torno al libro leído, y luego la relación puede<br />
seguir retroalimentándose a través de publicaciones en Facebook,<br />
Instagram, Twitter u otras plataformas.<br />
Ahora el mundo se acerca por medio de las redes, y más, si cabe,<br />
desde la perspectiva de la animación a la lectura en la literatura infantil<br />
y juvenil, porque buena parte de este fenómeno acontece en<br />
los ambientes educativos, que cada vez con más rapidez han incorporado<br />
las tecnologías de la información a los espacios que antes se<br />
cerraban a ellas por considerarlas frívolas o banales.<br />
En los procesos lectores, se ha impuesto la efectividad de las redes,<br />
y cada vez proliferan más las actividades transmedia: un proyecto<br />
que empieza en blog, sigue por Facebook, continúa por Twitter y<br />
prosigue en YouTube.<br />
<strong>Lo</strong> cierto es que en la actualidad, a través de recursos como estos,<br />
tanto autores como lectores tienen muchas más posibilidades de<br />
572 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 573
encontrarse, fortalecerse, enriquecerse y hacer avanzar la difusión<br />
de la literatura.<br />
Desde el punto de vista comercial, durante mucho tiempo el dolor de<br />
cabeza de las editoriales –sobre todo las pequeñas e independientes<br />
como Ediciones El Naranjo– fue cómo hacer una campaña de marketing<br />
sin contar con el presupuesto de un gigante de la edición.<br />
Las redes han democratizado este panorama y en muchos países han<br />
sido las editoriales pequeñas e independientes las que despertaron<br />
primero a la nueva era de oportunidades que las redes sociales ofrecen.<br />
Ellas han dinamizado esos espacios, convirtiéndose en proveedoras<br />
de cultura al tiempo que promueven sus libros. En el camino,<br />
han conformado un lenguaje propio que aporta una manera alternativa<br />
de hacer leer y apreciar sus libros. Así como las personas “comunes<br />
y corrientes” han adoptado las redes sociales en gran parte<br />
porque las hace lucir frescas y atractivas, al modo de las celebridades<br />
cinematográficas y televisivas, los libros, incluso los más complejos,<br />
pueden entregarse de una manera fresca y atractiva para cautivar<br />
al lector: es uno de los diálogos posibles entre la cultura literaria y<br />
la cultura de la imagen. La imagen nunca sustituirá a la literatura<br />
(aquello de que “una imagen dice más que mil palabras” es eso, una<br />
imagen), pero puede transportar sus propuestas de una manera muy<br />
efectiva.<br />
Las tecnologías de la información son un medio extraordinario para<br />
todos los participantes <strong>del</strong> proceso editorial. Autores, editores, ilustradores,<br />
mediadores y el lector, destinatario final, compartimos características,<br />
porque todos somos seres de este tiempo. ¿El medio es<br />
el mensaje, como dijo Marshall McLuhan? El mensaje es el mensaje<br />
y el medio es el medio, como diría Aristóteles según el principio de<br />
identidad, pero pocas veces en la historia de la comunicación humana<br />
el medio ha brindado al mensaje tantas posibilidades de llegar a<br />
su destinatario y engrandecerse en el camino.<br />
Por otra parte, como directora de una editorial infantil y juvenil, no<br />
puedo olvidar que el público para el que estoy produciendo contenidos<br />
es esa generación que nació o creció con Internet. Entonces<br />
tengo que pensar en libros que puedan destacar ante ellos y que les<br />
resulten atractivos frente a las posibilidades que les ofrecen los dispositivos<br />
electrónicos.<br />
Cada vez más personas en el mundo hablan y se entienden en el lenguaje<br />
de las redes sociales, al igual que los ámbitos laborales y de<br />
negocios. En ese lenguaje es posible saber qué se quiere y qué se necesita.<br />
Es posible, para una editorial, conocer al autor o ilustrador<br />
idóneo para tal o cual proyecto a través de la presentación que el<br />
creativo hace de sí mismo en la red.<br />
574 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 575
Nacido en Santiago de Chile, tiene<br />
estudios de Literatura, Bibliotecología<br />
y Documentación. Actualmente<br />
es responsable <strong>del</strong> Sistema<br />
Nacional de Bibliotecas Públicas<br />
de Chile y profesor de la Escuela<br />
de Bibliotecología de la Universidad<br />
Tecnológica Metropolitana<br />
en la cátedra de Diseño y Evaluación<br />
de Proyectos y de Bibliotecas<br />
Públicas. Es presidente <strong>del</strong> Programa<br />
Iberoamericano de Bibliotecas<br />
Públicas Iber bibliotecas, red<br />
de cooperación que busca generar<br />
sinergias y potenciar recursos en<br />
una plataforma de beneficio común.<br />
Fue el director fundador de<br />
la Biblioteca de Santiago, en cuyo<br />
diseño, implementación y habilitación<br />
participó. Se ha desarrollado<br />
profesionalmente en diferentes<br />
áreas de la bibliotecología, tanto<br />
en el ámbito académico como en<br />
empresas públicas y privadas, bibliotecas<br />
y centros de documentación<br />
especializados. Cuenta con<br />
publicaciones en libros y revistas,<br />
impresas o digitales, de diversos<br />
países.<br />
Un elefante rosado con puntos<br />
verdes está flotando sobre la sala<br />
Gonzalo Oyarzún/Chile<br />
Existen voces alarmantes sobre el escaso gusto por la<br />
lectura entre niños y jóvenes; que los niños ya no leen<br />
y que, si lo hacen, tienen escasa comprensión de esas<br />
lecturas. Profesores, bibliotecarios, académicos, periodistas<br />
y hasta políticos suelen poner voces de alerta<br />
en periódicos, discursos o congresos como este.<br />
Otros, dentro de los que me incluyo, rebatimos esas<br />
ideas argumentando que nunca antes en la historia<br />
de la humanidad hubo tan altas tasas de escolaridad,<br />
existencia de bibliotecas, editoriales y autores de los<br />
más diversos tipos, géneros y lenguas. Y que, dada<br />
esa evidencia, es altamente probable que se tiene que<br />
estar leyendo más.<br />
Confrontadas ambas opiniones, la discusión deriva entonces<br />
en el cómo se lee ahora, cuánto es por obligación<br />
y cuánto por placer, cuál es el nivel de comprensión y si<br />
la lectura fragmentada, propia de estos días, se puede<br />
equiparar a la lectura continua, placentera y silenciosa.<br />
Entramos en un debate entre una lectura de antes, indeterminada<br />
en el tiempo, y otra agitada y desbaratada,<br />
que sería la de ahora.<br />
Sea cual fuere el resultado en ese debate, estadísticas más, mediciones<br />
menos, hay una realidad que parece estar en un universo paralelo.<br />
Porque mientras nos enfrascamos en estas discusiones, un<br />
elefante rosado con puntos verdes está flotando sobre la sala y no<br />
nos damos cuenta. Nos pasa por encima, es una realidad tan impresionante<br />
como irrefutable y parece no tomar en cuenta nuestro<br />
marco conceptual en la denominación de las cosas y las acciones relacionadas<br />
al libro, la escritura, la lectura y las bibliotecas.<br />
La lectura ha cambiado porque la escritura ha cambiado. O, mejor<br />
dicho, utilizando la terminología económica, las formas de producción<br />
y de creación <strong>del</strong> pensamiento humano, sea para la ficción o<br />
no, han cambiado. Hoy es posible que un autor como el chileno Jorge<br />
Baradit publique una crónica en tiempo real de la historia de Chile<br />
de hace 40 años utilizando Twitter. Mediante mensajes de 140<br />
caracteres, Baradit narró el minuto a minuto <strong>del</strong> momento histórico<br />
en que se produjo el golpe de Estado en Chile que finalizó con<br />
el Gobierno de Salvador Allende, <strong>del</strong> mismo modo en que lo hiciera<br />
Alwyn Collinson, un graduado de historia de la Universidad de<br />
Oxford, al relatar en la misma red social los hechos ocurridos en la<br />
Segunda Guerra Mundial.<br />
La premiada poeta chilena María José Ferrada y el ilustrador Rodrigo<br />
Marín Matamoros están publicando un libro, La infancia de Max<br />
Bill, en Instagram. La escritora, también chilena, Francisca Solar<br />
utilizó una aplicación de teléfono para publicar cada día un cuento<br />
durante 100 días, el cual republicaba en el resto de sus redes sociales.<br />
Como ya es habitual en este tipo de trabajos, esas historias<br />
verían también la luz en un libro impreso, el cual se llama, naturalmente,<br />
100 días escribiendo.<br />
<strong>Lo</strong>s casos se multiplican y es posible encontrar miles de experiencias<br />
literarias utilizando blogs, sitios web, Facebook y hasta Snapchat. El<br />
caso más impresionante es Wattpad, el mayor sitio a nivel mundial<br />
en el que los escritores publican novelas, cuentos, crónicas, relatos<br />
y poemas en la medida en que los van creando, muchas veces utilizando<br />
una aplicación en la que escriben directamente desde el teléfono<br />
móvil. En nuestros países es habitual publicar un libro de poesía<br />
576 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 577
y que tenga un tiraje alrededor de los mil ejemplares y una novela<br />
exitosa alcance los cincuenta o cien mil ejemplares si se trata de un<br />
superventas, aunque en ocasiones puede superar las doscientas mil<br />
copias, si es que se trata de casos excepcionales. En Wattpad podemos<br />
encontrar libros de poesía con dos o tres millones de lecturas y novelas<br />
juveniles con nueve, quince o más de veinticinco millones de lecturas.<br />
Se trata principalmente de jóvenes que leen a jóvenes.<br />
Al mismo tiempo, lectores y escritores opinan, comparten, reescriben.<br />
La enorme explosión de autores de literatura infantil y juvenil ha<br />
multiplicado tanto los formatos como las temáticas cubiertas, pero<br />
también han modificado la forma en que dichos autores se relacionan<br />
con sus lectores. Ya no solo hacen presentaciones, dan una<br />
charla y firman libros. Cada vez más, autores y lectores se entrelazan<br />
en talleres donde producen en conjunto nuevas versiones de<br />
una misma obra, crean exposiciones o producen un libro completamente<br />
nuevo. A su vez, los autores conversan e interactúan con sus<br />
lectores por redes sociales, generando nuevos contenidos. La situación<br />
puede ser más o menos interactiva dependiendo de cada caso.<br />
Pero los lectores no se sientan a esperar que el autor tome la iniciativa.<br />
Ellos interactúan en sus comunidades, comparten textos, fragmentos,<br />
versiones, impresiones. Juegan libremente con los textos e<br />
incluso los reescriben; de allí los largamente conocidos fanfiction,<br />
o más simplemente fanfic, obras creadas por los lectores a partir de<br />
un libro que ellos han leído, generando una nueva narrativa. Esta<br />
tendencia, que es de antigua data en la historia de la literatura, hoy<br />
ha recobrado especial fuerza con el uso de las nuevas tecnologías.<br />
Es que los nativos digitales, huelga decirlo, no le temen al ambiente<br />
donde nacieron; más bien prefieren perturbar sus propias fronteras.<br />
<strong>Lo</strong> que pasa es que hoy un muchacho, armado de un teléfono móvil,<br />
es capaz de leer un libro de más de 400 páginas sin dificultad. Y, al<br />
mismo tiempo, es capaz de escribir otro, de las mismas dimensiones<br />
también, usando el pequeño teclado “qwerty” que tiene ese mismo<br />
dispositivo, sin que sea una barrera, y con altas probabilidades de<br />
llegar a ser leído por miles de personas.<br />
¿Qué hacer entonces en un escenario tan diverso como inmanejable?<br />
La verdad es que ya no hablamos <strong>del</strong> futuro. Daniel Goldin señala<br />
que “la historia <strong>del</strong> libro, conforme avanza, se convierte en una<br />
historia de la lectura” 1 . Mientras nosotros debatimos sobre la importancia<br />
<strong>del</strong> libro en la educación de nuestros niños, una nueva<br />
realidad se ha instalado y ya está aquí entre nosotros, aunque no la<br />
veamos o la neguemos; es una realidad plagada de conversaciones,<br />
vídeos, pantallas, juegos, códigos y nuevos lenguajes. Es por ello<br />
que algunas bibliotecas públicas han decidido abrir las puertas y las<br />
posibilidades para que todo esto ocurra, dejando que sean los niños<br />
y jóvenes (aunque también los adultos) quienes tomen el timón de<br />
su propia experiencia de lectura y escritura; una experiencia que, si<br />
se deja el suficiente espacio libre para que ocurra, puede ir desde el<br />
disfrute íntimo y pasivo de cada persona a la construcción activa y<br />
comunitaria de un colectivo, en un rango en donde todas las opciones<br />
son posibles, aceptadas y alentadas.<br />
Cada vez más las bibliotecas, especialmente las públicas, son y deben<br />
ser lugares de experimentación de los sentidos en un concepto<br />
amplio, laboratorios para las sensaciones, oportunidad para leer,<br />
escribir, cocinar, olfatear y comer, un lugar para escuchar y para<br />
cantar, una ventana al asombro. Es el caso de DOKK 1, también conocida<br />
como MediaSpace, la biblioteca pública y centro cultural de<br />
Aarhus, Dinamarca, la cual se propone como el punto de acceso a<br />
la información para todos los ciudadanos, en la mayor cantidad de<br />
medios posibles. Ellos diseñaron un espacio de sesenta mil metros<br />
cuadrados en donde el mundo físico y el mundo virtual coexisten<br />
armoniosamente y en donde se trabaja en relación a las necesidades<br />
de las personas, en cercanía a ellas, creando redes, experiencia,<br />
aprendizaje, reflexión y comunicación. En este sentido, la biblioteca<br />
ya no es más una colección de libros que sus usuarios van a leer;<br />
DOKK 1 busca ser un portal <strong>del</strong> conocimiento, una herramienta de<br />
búsqueda, una interfaz <strong>del</strong> usuario, un filtro y un agente inteligente<br />
al mismo tiempo.<br />
1 R. Chartier et al. (1999), Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier,<br />
<strong>México</strong>, FCE, p. 272.<br />
578 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 579
Néstor García Canclini hace referencia a los nuevos lectores como internautas,<br />
aludiendo, especialmente en el caso de niños y jóvenes, a<br />
un actor multimodal que lee, ve, escucha y combina materiales diversos<br />
2 . Y esto no se remite solamente a los países más ricos; las experiencias<br />
en algunas bibliotecas de Iberoamérica o África dan cuenta<br />
de ello, como ocurre en Ghana, Kenia, Guatemala, Colombia o Chile.<br />
El caso más reciente ocurrido en Chile es el de la Biblioteca Pública<br />
Digital www.bpdigital.cl, la cual ha irrumpido muy violentamente<br />
en la escena combinando formatos, documentos, lecturas y libros<br />
de muy diferentes tipos, accediendo a los usuarios sin limitaciones<br />
geográficas, abordándolos según sus tipos de lectura. Gracias a la<br />
fuerte penetración de la telefonía celular en Chile, con más de dos<br />
aparatos por persona, y la irrupción de los teléfonos inteligentes<br />
(74 %), además de una tasa de navegación en Internet utilizando<br />
dispositivos móviles que supera el 50 %, el diseño de esta biblioteca<br />
es vista casi como un fenómeno natural para los nativos digitales,<br />
convirtiéndola desde este año en la tercera biblioteca pública que<br />
más libros presta en Chile.<br />
impreso cohabitó desde siempre con la oralidad, sin desplazarla ni<br />
eliminarla. Y cada vez más vamos a ir de la una a la otra, sintiéndonos<br />
más cómodos y menos infieles. Y, al mismo tiempo, tendremos<br />
la posibilidad, si así lo deseamos, de elegir solo uno de los formatos,<br />
remitirnos en exclusiva a una de las experiencias lectoras que para<br />
nosotros resulte más placentera y provechosa.<br />
En cualquier caso, cuando queramos tener un panorama o una visión<br />
más amplia de la escena lectora, debemos aceptar que se trata siempre<br />
de una realidad más compleja que la que percibimos, donde la lectura<br />
incorpora nuevas acepciones, pero, por sobre todo, nuevas formas<br />
de percepción, y tan múltiple como diversa es la comunidad en la que<br />
habitamos. Cada uno de nosotros tiene la libertad de optar por la forma<br />
de lectura que más le acomode. Eso sí, lo que ya no podemos hacer<br />
quienes trabajamos en el mundo <strong>del</strong> libro y la lectura es negar ese<br />
enorme elefante rosado con puntos verdes que nos pasa por encima.<br />
Hoy, con una biblioteca como esta, existen posibilidades enormes<br />
para entender la lectura; con una biblioteca pública digital será posible<br />
conocer en profundidad y con enorme detalle las practicas lectoras:<br />
quiénes leen, cuánto leen, por cuánto tiempo, cuántos libros<br />
se leen completos y cuántos no, cuántos se leen varias veces, en qué<br />
horarios según tipo de libros, género, edad, ubicación geográfica.<br />
Las posibilidades pueden llegar a ser sorprendentes; lo importante<br />
es, como siempre, saber qué queremos lograr con ello.<br />
¿Conclusión o punto de partida?<br />
El mundo es muy ancho como para que se pueda recorrer por un solo<br />
camino; la vida es muy breve como para privarnos a priori de algún<br />
ámbito de experiencias. La lectura en formato digital, con sus nuevas<br />
prácticas e interacciones, ha llegado para quedarse. Muy probablemente<br />
cohabite con los formatos impresos, así como el libro<br />
2 N. García Canclini (2007), Lectores, espectadores e internautas, Barcelona, Gedisa.<br />
580 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 581
Coloquio 12<br />
La LIJ y la narración oral<br />
582 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 583
Presentación<br />
La literatura infantil y juvenil<br />
y la narración oral<br />
Gabriela Ro<strong>del</strong>la de Oliveira/Brasil<br />
Contar historias siempre fue una práctica humana. A través de nuestros<br />
cuerpos, de nuestra voz, de las imágenes pintadas en las cavernas,<br />
de los pictogramas tallados en las piedras, de los ideogramas<br />
pintados en sedas, de los alfabetos inscritos en papiros y pergaminos,<br />
palabras negras en el papel y luminosas en la pantalla <strong>del</strong> ordenador,<br />
la historia de las narrativas se confunde con la propia historia <strong>del</strong> ser<br />
humano.<br />
Nuestras narrativas forman parte de un inmenso abanico de posibilidades<br />
de la existencia humana, expresión de nuestras semejanzas<br />
y diversidades y de la inconmensurabilidad de nuestros sentimientos.<br />
Todas las culturas nos ofrecen historias que explican el cosmos<br />
y la Tierra; el origen de los hombres y su relación con lo desconocido;<br />
narrativas que nos hablan de la infinita trama de la vida y de la<br />
muerte. Esas historias, metáforas existenciales de la humanidad, se<br />
utilizan como comparación para que podamos entender un poco <strong>del</strong><br />
universo y otro tanto de nosotros mismos.<br />
En mi relación personal con la literatura, mis abuelas tuvieron un<br />
papel fundamental. Mi abuela materna me acunaba contando historias<br />
de la tradición oral en lengua portuguesa. Aún hoy recuerdo<br />
el ritmo y la melodía de su voz cuando narraba la historia <strong>del</strong><br />
mono de cola larga, que lo intercambiaba por los más diversos objetos<br />
a lo largo de su recorrido y que yo siempre le pedía que repitiera<br />
una y otra vez, antes de dormirme. Su voz dulce, la colocación especial<br />
de las palabras y su propuesta de organización de un sentido al<br />
caos <strong>del</strong> mundo hacían que yo me sintiera lo suficientemente segura<br />
para entregarme al sueño.<br />
A mi abuela paterna le gustaba contar la historia de la lechuza y<br />
sus hijitos, los más bonitos <strong>del</strong> bosque, devorados por el despistado<br />
gavilán, que no los reconoció debido a su fealdad. Hacer frente a<br />
las diferentes miradas, la de la madre lechuza y la <strong>del</strong> gavilán hambriento,<br />
era algo que compartíamos divertidamente nosotras dos.<br />
Fue de esa abuela, poco antes de que falleciera, de la que recibí, con<br />
cerca de 14 años, los primeros libros de literatura adulta de mi biblioteca<br />
personal: Marguerite Yourcenar, Steinbeck, Chejov y Dostoievski.<br />
Ciertamente, la relación que establecí con la literatura en<br />
mi vida y el hecho de haber optado por la investigación sobre la recepción<br />
<strong>del</strong> texto literario entre los niños, jóvenes y profesores están<br />
ligados a las narrativas orales contadas por mis abuelas.<br />
António Cândido, al defender la fruición <strong>del</strong> arte y de la literatura en<br />
todas las modalidades y en todos los niveles como un derecho inalienable<br />
<strong>del</strong> ser humano, apunta que –yo lo cito– “la literatura es el<br />
sueño despierto de las civilizaciones. Por lo tanto, así como no puede<br />
haber equilibrio psíquico sin soñar durante el sueño, tal vez no haya<br />
equilibrio social sin la literatura. De este modo, ella es el factor indispensable<br />
de humanización y, siendo así, confirma al hombre en su<br />
humanidad”. Para el profesor y teórico de la literatura, esta debe ser<br />
siempre entendida en su sentido más amplio, y de ese sentido forman<br />
parte las narrativas populares, los cuentos folclóricos, las leyendas,<br />
los mitos, los poemas, los romances... Y para que ese derecho se realice,<br />
es preciso que todos puedan leer y escuchar literatura.<br />
La importancia de la lectura es unánime entre nosotros. Diversos programas<br />
y políticas públicas en todos nuestros países fueron y son<br />
puestos en marcha para el fomento de la alfabetización y la formación<br />
de lectores desde su más tierna infancia. En ese contexto, aumenta<br />
cada vez más la importancia dada a la lectura literaria y a las<br />
posibles relaciones entre las narrativas orales y los textos literarios<br />
escritos.<br />
¿Cuáles serían, entonces, esas relaciones entre literatura y oralidad?<br />
Más específicamente, ¿cuáles son las relaciones entre la narrativa<br />
oral y la literatura infantil? ¿Sería la narrativa oral capaz de promover<br />
la lectura en los niños y de llevar a la formación de jóvenes lectores?<br />
Esa narrativa, ¿garantizaría el acceso a la literatura escrita y<br />
a la cultura letrada?, ¿proporcionaría diálogos interculturales para<br />
tal acceso?<br />
584 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 585
Las historias son nuestra manera de dar un sentido a nuestras vidas.<br />
Claudio Ledesma nos hablará sobre los orígenes de las narrativas orales<br />
y sobre la importancia <strong>del</strong> narrador en las sociedades primitivas,<br />
antiguas, medievales, iberoamericanas y modernas, pues siempre fue<br />
y continúa siendo fundamental para que nuestras memorias puedan<br />
permanecer y para que sobrevivamos a la dureza y sequedad de la<br />
existencia.<br />
Gerardo Cirianni abordará las relaciones entre la narrativa oral y la<br />
entrada en el mundo de la escritura y de la lectura; las relaciones<br />
entre quien escucha y lee y la polifonía de voces constituyentes <strong>del</strong><br />
texto literario; las relaciones entre los textos escritos y su potencial<br />
oralidad; las articulaciones entre el habla y la escritura; la penetración<br />
en nuestra experiencia de la palabra <strong>del</strong> otro.<br />
Así como, en su defensa <strong>del</strong> derecho a la literatura, António Cândido<br />
vislumbra esa necesidad humana universal de ficción y de fantasía,<br />
el semiólogo Umberto Eco también identifica en nuestra necesidad<br />
de fabulación un impulso aún más orgánico, que él califica de “función<br />
biológica”. Y, con tantas fuerzas históricas, psicológicas y naturales<br />
conduciéndonos a la literatura, ¡vamos a ella!<br />
586 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 587
Narración oral y diálogos<br />
interculturales para el acceso<br />
a la cultura escrita<br />
Claudio Ledesma/Argentina<br />
acostumbraba a contar historias y concluir diciendo: “Te la he contado<br />
para acortar la noche”.<br />
Al pasar la sociedad de la etapa de la barbarie a la <strong>del</strong> pastoreo, el narrador<br />
se convirtió también en el custodio de la tradición de la tribu.<br />
Egresado de la Escuela Nacional<br />
de Arte Dramático y experto en LIJ,<br />
ha representado a Argentina en los<br />
festivales internacionales de cuentacuentos<br />
de Bolivia, Cuba, Colombia,<br />
Chile, España, <strong>México</strong>, Perú y<br />
Uruguay. Es director <strong>del</strong> Festival<br />
Internacional de Cuentacuentos<br />
Palabra Mía, organizador de las<br />
Jornadas Internacionales de Literatura<br />
Infantil y Juvenil de Argentina<br />
y, desde 2008, director <strong>del</strong><br />
encuentro internacional de cuentacuentos<br />
Cuenta Habana. Desde<br />
2013 conduce el programa radial<br />
Juglaría. Ha recibido los premios<br />
ConArte (La Habana, 2011), Pregonero<br />
(otorgado por la Fundación<br />
El Libro de Buenos Aires, 2011<br />
y 2013), El Cochero Azul (otorgado<br />
por la Cátedra Dora Alonso de<br />
Cuba, 2014), Precursor (otorgado<br />
por el festival Avellaneda Cuenta,<br />
2015) y Hacedor (otorgado por<br />
el Encuentro Internacional de Escuelas<br />
y Talleres de Contadores de<br />
Historias Oíd Mortales, 2015). Ha<br />
publicado Olga y los pájaros, de<br />
Ediciones Sherezade.<br />
El ser humano es narrativo por naturaleza, necesita<br />
contar para darle sentido a su existencia. La narración<br />
oral se remonta a los orígenes de las sociedades.<br />
Este viejo oficio es la cuna primera de toda estructura<br />
cultural de la humanidad. En efecto, debió de ser la<br />
primera manifestación artística surgida después <strong>del</strong><br />
lenguaje articulado, a causa de los pocos elementos y<br />
materiales que precisa: en principio, solamente la palabra,<br />
el cuerpo y la voz.<br />
El contador de cuentos en todo tiempo y lugar encontró<br />
quien lo escuchara, satisfaciendo así esas necesidades<br />
básicas <strong>del</strong> individuo y de la sociedad. Esto se<br />
explica porque este tipo de actividad responde a una<br />
apetencia emocional innata en cada hombre.<br />
En las primeras evoluciones de las sociedades primitivas,<br />
los narradores eran quienes conservaban y<br />
transmitían la historia y hechos relevantes de sus comunidades.<br />
En la comunidad nómada, por ejemplo,<br />
los hombres más importantes de la tribu eran el jefe,<br />
el guerrero y el narrador, que en las largas noches<br />
La primera noticia escrita sobre la narración de cuentos proviene de<br />
una colección de papiros egipcios que se conoce con el nombre de<br />
“Cuentos de los Magos”. La mayoría de los eruditos están de acuerdo<br />
en que data <strong>del</strong> año 4000 a. C.<br />
<strong>Lo</strong>s romanos y los gitanos eran grandes difusores <strong>del</strong> cuento; los<br />
primeros, por sus incursiones guerreras y de conquistas, y los segundos,<br />
por su renuencia a la palabra escrita, característica que los<br />
acompaña hasta hoy.<br />
<strong>Lo</strong>s cruzados constituyen el tercer gran contingente de difusores de<br />
cuentos. En Grecia e Islandia surgieron respectivamente las figuras<br />
<strong>del</strong> trovador eólico y <strong>del</strong> escaldo escandinavo, ambas intérpretes de<br />
la poesía épica.<br />
Paralelamente a todos estos movimientos, se desarrollan dos escuelas<br />
diferentes de narradores: los ollams, en Irlanda, y los bardos, en<br />
Gales, contadores de cuentos o leyendas históricas.<br />
<strong>Lo</strong>s trovadores y los juglares de la Edad Media, entre los siglos x y<br />
xv, tomaban las plazas de los pueblos por asalto, ganándose la vida<br />
con sus relatos y romances. <strong>Lo</strong>s cantares de gesta, en la península<br />
ibérica, eran largas narraciones en verso referentes a las hazañas de<br />
los héroes populares nacionales.<br />
<strong>Lo</strong>s sacerdotes mayas narraban la historia sagrada de su pueblo. Al<br />
llegar a Santo Domingo, en el siglo xvi, las crónicas españolas registraron<br />
el contar de los indígenas, bailando y cantando, denominado<br />
areyto.<br />
Antes de la llegada de los europeos, en América la literatura era<br />
básicamente de tradición oral. Aún hoy, en las tribus que habitan,<br />
588 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 589
existe la figura <strong>del</strong> chamán, que cumple otros papeles además <strong>del</strong><br />
de contar. Es a través de ellos que se enseña a los niños la historia y<br />
las costumbres de su pueblo y los conocimientos necesarios para la<br />
vida adulta y para convivir con la naturaleza.<br />
Modernamente, este oficio artístico, con normas y técnicas transmisibles<br />
a todos, se remonta a finales <strong>del</strong> siglo xix, sobre todo en los<br />
países sajones, pasando luego a los iberoamericanos.<br />
Concretamente en Chile, contar cuentos es una tradición que se ha<br />
mantenido en nuestros pueblos hasta hoy. El cuentero popular de<br />
las zonas rurales tiene aún mucha vigencia e importancia, aunque<br />
sin técnicas conscientes, ingenuo e intuitivo. En Tierra <strong>del</strong> Fuego,<br />
los onas narraban alrededor de fogatas. En Venezuela existen numerosas<br />
tradiciones narradoras. <strong>Lo</strong>s guajiros acostumbraban a cantar<br />
extensas narraciones mitológicas, y en la tribu de los yanomami<br />
también contaban historias de tradición oral.<br />
En África occidental, el narrador recibe el nombre de griot. En este<br />
continente se dice que, cuando un anciano muere, una biblioteca<br />
arde. El escritor Madou Hampaté Ba (Mali, 1900-Costa de Marfil,<br />
1991), especializado en recuperación y transmisión cultural africana,<br />
escribe:<br />
<strong>Lo</strong>s pueblos de raza negra, sin desarrollar la escritura, han desarrollado<br />
el arte de la palabra de una manera muy especial. A pesar de no estar escrita,<br />
su literatura no es menos bella. Cuántos poemas, cuántas epopeyas,<br />
cuentos históricos y heroicos, fábulas, mitos y leyendas admirables se<br />
han transmitido a través de los siglos, fielmente llevados por la memoria<br />
prodigiosa de los hombres de la oralidad, apasionadamente enamorados<br />
de un lenguaje bello y de la poesía. Yo soy un diplomado de la gran universidad<br />
de la palabra enseñada bajo la sombra de los baobabs.<br />
En África existe un personaje típico: el narrador de historias, conocido<br />
como anansi, el hombre araña, con cabeza y tronco de humano,<br />
pero con patas de araña, capaz de relatar muchas historias ancestrales.<br />
Quince Duncan Moodie (1940), narrador costarricense de origen<br />
afroamericano, escribe:<br />
<strong>Lo</strong>s cuentos de anansi tienen una gran importancia al identificar un<br />
legado común africano en donde prevalece la tradición oral. En este<br />
ámbito de la oralidad se enmarcan los relatos de la araña. Es decir, la<br />
memoria ha servido de vehículo para determinar la identidad que ha<br />
transmitido huellas de africanía, identidad plasmada o transmutada en<br />
los relatos de la araña, mediante consignas que permiten identificar su<br />
origen: la tradición oral (cuentos a la luz de la luna), una araña junto a<br />
animales parlantes, travesuras, enseñanzas y la fórmula que reza: “Érase<br />
una vez cuando el tiempo era tiempo”, algo que sugiere, por ejemplo,<br />
la presencia de estos cuentos desde mucho años y la vigencia de las experiencias<br />
culturales a través de la palabra y el transcurso irremediable<br />
<strong>del</strong> tiempo.<br />
En las islas de Madagascar existen palabras mágicas para cerrar un<br />
cuento. <strong>Lo</strong>s narradores concluyen diciendo: “Angano, angano, arira,<br />
arira. Izaho pitantara, ianareo pitsent sitra”, que quiere decir: “Es<br />
un cuento, es un cuento. Si es mentira, es mentira. Yo soy el narrador<br />
y a ustedes les encanta”.<br />
En Asia existen dos géneros principales: el rakugo, de historias cortas<br />
y humorísticas, y el kodan, de relatos extensos y de carácter histórico.<br />
El escritor español Víctor Giménez, en su libro Cuentos, leyendas y<br />
fábulas de la India, escribe:<br />
En la India, crisol de algunas de las filosofías más elaboradas de la especie<br />
humana, amalgama de tradiciones y culturas, fundición de etnias<br />
y razas, la tradición educativa se ha basado siempre en la transmisión<br />
oral. Mediante la palabra se han transmitido creencias cuyo origen linda<br />
con la aparición <strong>del</strong> lenguaje, conceptos abstractos de una altura tal<br />
que justo ahora empezamos a comprobar científicamente, códigos morales<br />
y legales sobre los que se han sustentado todas las organizaciones<br />
sociales vigentes hasta la fecha. Nada hay, pues, de extraño en el hecho<br />
de que su tradición narrativa, en lo que a cuentos, leyendas y fábulas se<br />
refiere, sea una de las más ricas <strong>del</strong> mundo.<br />
El halka marroquí permite contar incorporando al mismo tiempo todos<br />
los personajes y utilizando todos los recursos que tiene el actor.<br />
590 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 591
En España, el juglar-bululú es un actor que va contando los elementos<br />
narrativos <strong>del</strong> texto interpretado y que sabe diferenciar claramente,<br />
vocal y gestualmente, a los personajes que van apareciendo, en una actitud<br />
que se confunde con la personificación <strong>del</strong> teatro normativo. Este<br />
actor realiza múltiples y sucesivas identificaciones y vuelve sistemáticamente<br />
a sus actitudes y modos de narrador oral: “Ahora habla el<br />
juez”, “ahora habla el escribano”, “ahora habla la dueña”, “ahora habla<br />
el doctor”. Su característica fundamental es que siempre tiene en<br />
cuenta al público y su entorno. No tiene espectadores, sino interlocutores<br />
que están <strong>del</strong>ante de él. <strong>Lo</strong>s mira, se gira en redondo para que todos<br />
lo puedan escuchar y ver. Puede incluso repetir un pasaje si cree que un<br />
sector <strong>del</strong> público no se ha enterado, o detenerse en el momento más<br />
interesante para improvisar según la situación. Luego vuelve al hilo de<br />
una narración que no ha memorizado, sino que ha aprehendido para<br />
poder manipularla según su necesidad.<br />
Ninguno es mejor que el otro, todos ellos lo hacen distinto. La persona<br />
que narra siempre lo hace porque lo disfruta, porque, al hacerlo,<br />
goza. Es una manera de dar, de comunicarse, de compartir con los<br />
otros. Esto nos hace sentirnos más felices.<br />
El cuento oral<br />
El cuento oral tiene la virtud de acercar a las personas y unirlas en<br />
un sentimiento común. <strong>Lo</strong>s pueblos antiguos lo sabían y narraban<br />
cuentos al caer la tarde, casi siempre alrededor de una fogata, porque<br />
el fuego aparece siempre cuando se cuenta un cuento, ya sea en<br />
forma de fogón o de brasero.<br />
En el campo se cuentan los cuentos junto a la cocina de leña, en noches<br />
de viento y aguacero. En todas las culturas, los cuentos han<br />
sido patrimonio de las mujeres que lavaban la ropa en el río o cardaban<br />
la lana. Mientras trabajaban en grupo, se entretenían contando<br />
cuentos. En el poema “En el fondo <strong>del</strong> lago”, de Diego Dublé Urrutia,<br />
leemos: “Soñé que era muy niño, que estaba en la cocina escuchando<br />
los cuentos de la vieja Paulina”.<br />
Numerosos estudiosos <strong>del</strong> folclore han recopilado estos cuentos orales,<br />
entre ellos Fi<strong>del</strong> Sepúlveda, quien los publicó en el libro Cuentos<br />
folclóricos para niños. Allí están “La tenquita y la escarcha”, “La flor<br />
Lililá”, entre otros.<br />
A Gabriela Mistral, precursora de la LIJ, siendo niña, le gustaban las<br />
narraciones que le contaban los campesinos de su aldea natal, en<br />
el valle <strong>del</strong> Elqui. Sentada alrededor <strong>del</strong> brasero o en el corredor de<br />
una casa de campo, escuchaba cuentos que la iniciaron en el arte de<br />
la palabra y la imaginación. Más tarde, recordaría esas viejas fábulas<br />
campesinas. En un mundo rural son los ancianos quienes transmiten<br />
esos cuentos con palabras mágicas, como un conjuro antes de<br />
iniciarlo: «Estera y esteritas para secar peritas…, estera y esterones<br />
para secar orejones…, no le echo más matutines para dejarlos para<br />
los fines…, ni se los dejaré de echar porque de todo ha de llevar…,<br />
pan y pan para los monjes de San Juan…, pan y vino para los monjes<br />
capuchinos…, pan y cebada para los que no saben nada».<br />
La niña Lucila abre sus ojos asombrados y escucha atenta aquellas<br />
historias legendarias que se narraban en el valle <strong>del</strong> Elqui, en medio<br />
<strong>del</strong> follaje de las higueras mágicas de la noche de San Juan. Desde<br />
entonces, le quedó el gusto por el relato popular.<br />
Ella misma lo cuenta:<br />
Mi madre no sabía contar o no le gustaba hacerlo. Mi padre sabía contar,<br />
pero sabía él demasiadas cosas desde su buen latín hasta su noble dibujo<br />
decorativo; era hombre extraordinario y yo prefiero acordarme de los<br />
contadores corrientes. Dos o tres viejos de aldea me dieron el folclore <strong>del</strong><br />
Elqui –mi región–, y esos relatos con la historia bíblica que me enseñara<br />
mi hermana […] fueron toda, toda mi literatura infantil. Después he leído<br />
cuantas obras maestras <strong>del</strong> género infantil andan por el mundo. Yo quiero<br />
decir que las narraciones folclóricas de mis cinco años y las demás que<br />
me han venido después son las mejores para mí, son eso que llaman “la<br />
belleza pura” los profesores de estética, las más embriagantes como fábula<br />
y las que yo llamo clásicas por encima de todos los clásicos.<br />
Gabriela Mistral comprende, años más tarde, la importancia de esos<br />
contadores de cuentos, encantadores de alma que fascinaron con la<br />
palabra oral en un mundo donde no había libros. Suplieron la falta<br />
592 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 593
de bibliotecas con una verdadera biblioteca oral. Fue ella quien inició<br />
en <strong>México</strong> “la hora <strong>del</strong> cuento”, para que hubiese un momento<br />
<strong>del</strong> día en que la maestra relatara o leyera un cuento a los niños por<br />
el simple placer de contarlo. Comprendía que ahí radicaba el arte de<br />
la imaginación.<br />
En La pasión de leer, Gabriela Mistral escribe:<br />
La primera lectura de los niños sea aquella que se aproxima lo más posible<br />
al relato oral <strong>del</strong> que viene saliendo; es decir, a los cuentos de viejas<br />
y los sucedidos locales. Folclore, mucho folclore, todo el que se pueda,<br />
que será el que se quiera. Se trata <strong>del</strong> momento en que el niño pasa de<br />
las rodillas mujeriles al seco banco escolar, y cualquier alimento que se<br />
le allegue debe llevar color y olor de aquellas leches de anteayer.<br />
Me gusta pensar que los cuentos nos protegen de los ogros y de las<br />
brujas, precisamente porque nos hablan de ogros y de brujas. <strong>Lo</strong>s<br />
cuentos, como amuletos, son escudo contra la deseperanza, el desconsuelo,<br />
lo absurdo y la vulgaridad. <strong>Lo</strong>s cuentos amparan y nos<br />
ayudan a rebelarnos contra la estupidez y la acelerada vida. Vivimos<br />
en un mundo apurado, que nos atropella con imágenes rápidas,<br />
mediáticas y ya digeridas. La narración oral nos obliga a parar un<br />
poco esta sociedad tan veloz y completar el cuento con nuestra imaginación<br />
y nuestra propia historia.<br />
594 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 595
Nacido en Buenos Aires, es maestro,<br />
y desde hace más de 20 años<br />
trabaja en varios países proponiendo<br />
formas de acercamiento a la cultura<br />
escrita. Su interés principal<br />
ha sido escuchar y ayudar a otros a<br />
que escuchen y se expresen de manera<br />
oral y escrita. En talleres realizados<br />
en diferentes ambientes,<br />
propone caminos para la conversación,<br />
la narración, la lectura en<br />
voz alta y la escritura libre de riesgo,<br />
esto es, la que los seres humanos<br />
pueden ejercer sin temor a los<br />
errores o a las limitaciones derivadas<br />
de su ejercicio. Ha compartido<br />
espacios de lectura y escritura<br />
con maestros, bibliotecarios, promotores<br />
culturales e interesados<br />
en el fortalecimiento de la cultura<br />
escrita en Cuba, República Dominicana,<br />
Centroamérica, Panamá,<br />
Paraguay y Chile, pero en <strong>México</strong><br />
y Argentina es donde ha intercambiado<br />
más experiencias y propuesto<br />
ideas para que el derecho<br />
a leer y escribir sea real. Es autor o<br />
coautor de obras dirigidas a alentar<br />
el derecho la escritura. Participó<br />
en “Podemos Leer y Escribir”,<br />
de CERLALC-Unesco, y también en<br />
los planes nacionales de lectura de<br />
la Secretaría de Educación Pública<br />
de <strong>México</strong> y <strong>del</strong> Ministerio de Educación<br />
de Argentina. Su último libro<br />
es Al centro <strong>del</strong> aula, manual de<br />
apoyo para el uso de las bibliotecas<br />
escolares en Yucatán.<br />
Contar para leer<br />
Gerardo Cirianni/Argentina<br />
“Juan sacaba la palabra <strong>del</strong> saco de palabras suyas y la ataba<br />
en el aire con un gesto y aquello cautivaba, adormecía”,<br />
El Cuentero,<br />
ONELIO JORGE CARDOSO<br />
“Y yo ni más ni menos –dijo la ventera–, porque nunca tengo<br />
buen rato en mi casa sino aquel que vos estáis escuchando<br />
leer; que estáis tan embobado que no os acordáis de reñir por<br />
entonces”,<br />
Don Quijote de La Mancha,<br />
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA<br />
“Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y en Zapotlán<br />
el Grande leí a Bau<strong>del</strong>aire, a Walt Whitman y a los principales<br />
fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con<br />
otra centenera de otros nombres más o menos ilustres… Y<br />
oía canciones y los dichos populares y me gustaba mucho la<br />
conversación de la gente de campo”,<br />
Confabulario,<br />
JUAN JOSÉ ARREOLA<br />
Todos sabemos contar, todos tenemos tiempo para hacerlo.<br />
Pero, por múltiples circunstancias, hemos aprendido<br />
o nos hemos dejado convencer de que no sabemos<br />
hacerlo y de que nunca hay tiempo para contar. Promover la reinstalación<br />
frecuente de la narración oral para todos y en todo tipo de<br />
realidades sociales y culturales para recuperar la confianza en las experiencias<br />
personales, en las capacidades de cada uno, en la legitimidad<br />
<strong>del</strong> uso <strong>del</strong> lenguaje propio, en el derecho de apropiarse <strong>del</strong> de los<br />
otros ( cercanos o distantes), es un proyecto posible y necesario.<br />
Recuperar ese modo de decir tan especial importa para nuestra existencia<br />
en general; también para nuestra existencia como lectores.<br />
Abordaré acá la cuestión de la incidencia de la narración oral en<br />
nuestros vínculos con la lectura.<br />
Escuchar y escucharse<br />
Leer es una forma de mirar y de escuchar. Para construir vínculos con<br />
el texto, el lector tiene que poder escuchar las voces que le llegan desde<br />
la escritura. Pero escuchar no es fácil. Para hacerlo, hay que ponerse<br />
en el lugar <strong>del</strong> otro; es necesario entender sus motivos, sus preocupaciones.<br />
También hay que reconocer sus gustos, sus modos de decir.<br />
A fin de poder escuchar la escritura, ese modo de decir de las palabras<br />
que llegan de otro espacio y de otro tiempo, siempre es bueno entrenarse<br />
en escuchar las palabras más cercanas, las de los que nos rodean. Es<br />
probable que, si nos damos tiempo para escuchar a los otros y nos damos<br />
tiempo para decidir qué les queremos contar a esos otros, descubramos<br />
que nuestro entorno nos cuenta más de lo que suponíamos y<br />
que nosotros también tenemos más que decir de lo que imaginábamos.<br />
Pero escuchar y escucharse en prácticas de narración oral supone un<br />
ejercicio diferente <strong>del</strong> de escucharse desde la oralidad cotidiana.<br />
<strong>Lo</strong> que escuchamos y decimos todos los días suele tener dos diferencias<br />
notables respecto de lo que escuchamos y decimos cuando nos<br />
leen una historia o cuando nos decidimos a narrar. En lo cotidiano, los<br />
recursos <strong>del</strong> lenguaje que compartimos son exclusivamente los que se<br />
usan entre los miembros de nuestro entorno; rara vez utilizamos palabras<br />
inusuales para mostrar o explicar acontecimientos habituales.<br />
La otra diferencia importante respecto de la oralidad narrativa es<br />
que las intervenciones de las personas que están participando en<br />
596 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 597
una conversación suelen interrumpirse con preguntas y respuestas<br />
de los interlocutores que buscan acotar una demanda, aclarar<br />
una duda, enfatizar una orden, reafirmar el sentido de lo dicho, etc.<br />
Desde luego que todo esto ocurre cuando nos cuentan o contamos,<br />
pero, en la oralidad cotidiana, estas maneras de escuchar y decir<br />
ocurren más fragmentadas, pues el objetivo prioritario <strong>del</strong> habla de<br />
todos los días es referir experiencias, plantear interrogantes, solicitar<br />
ayuda; es decir, construir vínculos a través de necesidades específicas<br />
apoyándonos en el uso de la palabra.<br />
Narración y lectura<br />
La importancia social y emocional de la narración de historias resulta<br />
evidente para todos. Cualquiera sabe lo que nos ha aportado<br />
como disfrute, lo que nos ha permitido compartir y lo que nos ha<br />
mostrado respecto de la espiritualidad de quienes las han hecho<br />
para nosotros con dedicación y frecuencia. <strong>Lo</strong> que quiero plantear<br />
acá es de qué manera se vinculan la narración oral y la lectura; y de<br />
qué modo una potencia a la otra, e incluso a la escritura, si las personas<br />
están ya alfabetizadas.<br />
Si queremos narrar frecuentemente a un grupo, el repertorio de las<br />
historias que nos han llegado por la tradición oral se agotaría en<br />
poco tiempo. Explorar las posibilidades que nos brindan algunos<br />
textos para transformarlos en relatos orales será imprescindible. Si<br />
estamos trabajando en proyectos de lectura con otros promotores y<br />
nos reunimos a compartir y seleccionar materiales que consideremos<br />
idóneos para proyectar narraciones, las experiencias serán más<br />
ricas.<br />
Si el punto de partida de lo que puede convertirse en una narración<br />
oral fue la lectura de un texto escrito, la recuperación de algunas palabras<br />
<strong>del</strong> texto al relato oral ocurrirá de manera natural. Por otra<br />
parte, esas palabras resonarán como pertinentes en el auditorio,<br />
pues estarán al servicio de la historia; esto es de lo que cuenta un<br />
personaje, de lo que una circunstancia justifica o de lo que un paisaje<br />
requiere. Por ejemplo, en la historia de un rey que busca desesperado<br />
un peluquero en el que pueda confiar –pues al rey le falta una<br />
oreja y no quiere que nadie se entere–, no sonará rebuscado, para el<br />
auditorio, escuchar de boca <strong>del</strong> narrador que el rey busca un peluquero<br />
discreto. Discreto no es un término que se utilice con facilidad<br />
en cualquier círculo de hispanohablantes. La expresión –que no sea<br />
chismoso– es la que probablemente hubiera surgido desde la oralidad<br />
referencial a la que aludí anteriormente. La aceptación <strong>del</strong> calificativo<br />
discreto ocurre en el marco de la historia y sus personajes y,<br />
desde luego, queda incorporada a las posibilidades discursivas <strong>del</strong><br />
hablante y de los oyentes.<br />
Pero la historia es de ida y vuelta. El que narra lo hace desde sus recursos<br />
como hablante y los pone en común con el auditorio. Esos<br />
recursos, sin duda, son compartidos parcialmente por los que participan<br />
de la narración; pero la experiencia que cada persona tiene<br />
con el lenguaje, tanto en el plano de la comprensión como de la expresión,<br />
es siempre original. Por eso, el sello personal, las estrategias<br />
de argumentación, los caminos que cada uno recorre al contar<br />
la historia para explicitar y fijar los significados que intenta trasmitir,<br />
aportan nuevos recursos de habla a los participantes.<br />
El reconocimiento <strong>del</strong> discurso propio, de los otros cercanos y de los<br />
otros distantes (en la medida en que la historia que se cuenta se<br />
haya recuperado de un texto escrito) posibilita una articulación espontánea<br />
<strong>del</strong> habla con los discursos de la escritura; ayuda a reconocer<br />
las características <strong>del</strong> habla propia y <strong>del</strong> entorno en el que<br />
estamos inmersos. Todo esto, junto a las marcas que muestran el sello<br />
personal de cada hablante, evidencia que el lenguaje nos constituye.<br />
Pero preparar, contar y escuchar historias influye, de muchas<br />
otras maneras, en entender qué es leer y en la preparación para enfrentar<br />
nuevos y distintos modos de hacerlo.<br />
Un lector que no repite, sino que se busca en el texto; que abre la<br />
trama a lo que ha vivido; que matiza desde sus valores, desde su estética,<br />
las palabras que arriban a su vida a partir de las hojas impresas,<br />
es alguien que aprende que debe dar y darse tiempo para<br />
que todo eso sea posible; es alguien que se esfuerza en escuchar voces<br />
que, sin voluntad de escucha, se perderían; es alguien capaz de<br />
detenerse en un detalle para abrir un paréntesis por el que penetre<br />
una imagen nueva, un tono supuesto, una sensación sugerida.<br />
598 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 599
Percibimos en la pérdida de las pausas, de la valoración de la palabra<br />
ajena, muchos de los problemas de la lectura que se observan<br />
especialmente en áreas urbanas de nuestras sociedades contemporáneas.<br />
Prepararse para contar y disponerse a escuchar una historia<br />
es predisponerse de otra manera a la recepción de las palabras de<br />
los otros y hacer lugar para que ellas penetren en nuestra experiencia<br />
y, de ese modo, puedan ser traducidas, puedan ser leídas.<br />
Paso a paso: una historia mía y de los otros<br />
Para seleccionar un texto que luego se transformará en una historia<br />
que merezca ser contada a otros, el lector narrador tiene que incluirse<br />
e incluir a los destinatarios de su trabajo. El texto elegido deberá<br />
motivarlo hasta tal punto que esté seguro de que podrá reescribir<br />
interiormente esa historia. Esa reescritura dará lugar a una nueva<br />
obra que recuperará elementos argumentales de la historia original,<br />
pero ya no será la misma: será la historia reinventada por el narrador.<br />
Pero nada de esto tendrá sentido si no ha pensado en los destinatarios,<br />
si no ha considerado la pertinencia <strong>del</strong> relato oral que ha<br />
de preparar, no solo en términos argumentales, sino en la modalidad<br />
que adquirirá en función <strong>del</strong> lenguaje elegido, de las voces seleccionadas,<br />
de los recursos gestuales y corporales escogidos.<br />
Tema, usos lingüísticos, gestos, movimientos, etc., deberán coincidir<br />
con el gusto <strong>del</strong> narrador y con la percepción que este tenga<br />
de cómo ocurrirá la recepción de la historia entre los miembros <strong>del</strong><br />
grupo a los que pretende contarla. En la narración oral podemos distinguir<br />
dos características opuestas: por un lado, la fugacidad de la<br />
versión, y por el otro, la fortaleza <strong>del</strong> discurso que se construye colectivamente.<br />
Las historias que hemos escuchado siempre son irrepetibles.<br />
Aunque la narre la misma persona y se esfuerce en contarla de<br />
manera idéntica, la historia nunca será la misma. Esta imposibilidad<br />
ocurrirá, incluso, si el narrador se propone utilizar exactamente las<br />
mismas palabras. Una pausa, un gesto, un tono, un matiz en la personalidad<br />
de un personaje, presentarán una historia distinta. Si los narradores<br />
cambian, si el auditorio cambia, si los vínculos previos con<br />
la historia cambian, las versiones diferirán más aún. Por eso señalo<br />
que la levedad y la fugacidad constituyen la característica esencial<br />
<strong>del</strong> acontecimiento narrativo.<br />
Por otro lado, cuando una historia arraiga en una colectividad, cuando<br />
los personajes y sus simbolismos tienen cabida en la historia de<br />
una comunidad, la narración adquiere una fortaleza que la hace inmune<br />
al tiempo. Las versiones se irán modificando, sin duda, pero a<br />
lo largo de las generaciones podrá reconocerse una historia, los personajes<br />
que la integran y las circunstancias que los vinculan.<br />
A lo largo de la historia, podemos reconocer cómo muchos relatos pasaron<br />
de boca en boca, de país en país, e incluso de la oralidad a la escritura,<br />
nuevamente a la oralidad y de nuevo a la escritura; de modo<br />
que la recepción que hoy podemos tener de ellos ocurra después de<br />
aportes y mutilaciones de innumerables personajes y circunstancias.<br />
El historiador Robert Darnton, en su ensayo <strong>Lo</strong>s campesinos cuentan<br />
cuentos: el significado de Mamá Oca, explica cómo El gato con botas<br />
o Barba Azul, entre otros cuentos, fueron tomados por los hermanos<br />
Grimm <strong>del</strong> relato oral de una amiga y vecina, quien, a su vez, los había<br />
escuchado de los labios de su madre, de origen francés, que había arribado<br />
a Alemania víctima de la persecución religiosa de Luis XIV. Pero<br />
aparentemente esta señora no había tomado estos relatos de la tradición<br />
popular, sino que los había leído en libros escritos por Marie D.<br />
Aulnoy o por Charles Perrault cuando los cuentos de hadas se pusieron<br />
de moda en los círculos elegantes <strong>del</strong> París de finales <strong>del</strong> siglo xvii.<br />
Según Darnton, Perrault sí tomó los materiales de la tradición popular,<br />
probablemente, de labios de la nodriza de su hijo, pero los retocó,<br />
para que se adaptaran al gusto de los nobles franceses. De este modo, el<br />
historiador nos muestra cómo un relato pasa <strong>del</strong> ambiente campesino<br />
francés al mundo imaginario en el que Perrault intentó también incluir<br />
a los niños. Esto refleja como un texto es impreso, regresa a la tradición<br />
oral y vuelve a ser escritura, viajando de un país a otro y redefiniéndose<br />
de uno a otro grupo según los valores éticos y estéticos de cada uno.<br />
Interminables idas y vueltas<br />
Las conclusiones de Robert Darnton las podemos trasladar a nuestras<br />
experiencias narrativas y a nuestras observaciones sobre el quehacer<br />
con la palabra de infinidad de personas que se dedican con<br />
pasión a esta posibilidad que tenemos los seres humanos. Por medio<br />
de la narración, conocemos y damos a conocer múltiples realidades<br />
600 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 601
y simultáneamente nos conocemos a nosotros mismos. A lo largo de<br />
nuestra experiencia como narradores, volvemos a veces a una historia<br />
que nunca es la misma. En ocasiones, con cambios casi imperceptibles;<br />
en otras, ingresan nuevos invitados a poblar un paisaje que puede cambiar<br />
de clima por obra y gracia de la entonación, de la prolongación o<br />
la disminución de un silencio, o por un acento que da fuerza o debilita<br />
una expresión. Y esas idas y vueltas no se dan para satisfacer caprichos<br />
estéticos, sino que ocurren para generar novedosas perspectivas de un<br />
relato que siempre estará ávido de renovados alimentos.<br />
En definitiva...<br />
<strong>Lo</strong>s personajes de una historia se relacionan de cierta manera y sus<br />
acciones se encadenan en un horizonte común que da sentido a sus<br />
actos. Para que lo que expresan sea creíble, será preciso que utilicen<br />
cierto lenguaje y que la atmósfera en la que ocurren los acontecimientos<br />
acompañe los modos y los dichos de quienes llevan la voz<br />
cantante. Todo ocurre con naturalidad porque personajes, tipo de<br />
discurso y encadenamientos de sucesos resultan armónicos, sin voces<br />
ni actos ni gestos que desafinen. ¿No es esto también lo que ocurre<br />
cuando leemos, en especial cuando leemos literatura?<br />
En una sociedad como la mexicana, tan alejada de la cultura escrita<br />
tal y como la conciben los pertenecientes habituales al mundo de la<br />
LIJ, tan diversa en oralidades y en concepciones sobre lo que se espera<br />
de la comunicación por medio de la palabra, es indispensable explorar,<br />
descifrar el nexo posible que puede haber entre las lenguas orales<br />
y sus representaciones en formas diversas de cultura escrita, aunque<br />
los productos resultantes no puedan ser cabalmente apreciados por los<br />
que ya están plenamente inmersos en la cultura escrita.<br />
Por eso valoramos y nos entusiasmamos con los parentescos indudables<br />
entre la narración oral y la lectura, parentescos que nos hablan<br />
de la transición de un lenguaje a otro, <strong>del</strong> lenguaje oral al lenguaje<br />
escrito, pero de una oralidad muy particular, de una oralidad que ha<br />
crecido en estructuras más complejas, más ricas, una oralidad que ha<br />
desarrollado un proyecto consciente de comunicación y de expresión,<br />
una oralidad que sabe de dónde viene y que tiene decisiones claras<br />
respecto de adónde quiere llegar.<br />
602 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 603
Es promotora de la narración oral<br />
en Perú. Entre 1986 y 1990 animó<br />
proyectos de lectura en bibliotecas<br />
barriales en Nantes (Francia)<br />
y participó como narradora en espectáculos<br />
y festivales de cuentos.<br />
Desde 2000 organiza y codirige<br />
el festival peruano de narración<br />
oral “Déjame que te Cuente”.<br />
Como autora de literatura infantil<br />
y juvenil ha publicado libros en<br />
Editorial Norma, Graph Ediciones<br />
y con el Ministerio de Educación<br />
peruano, estos últimos traducidos<br />
a las lenguas quechua, ashaninka<br />
y aymara. En su libro No se acaban<br />
las palabras comparte su experiencia<br />
y reflexiones como narradora<br />
oral. Ha participado como<br />
invitada oficial en encuentros y<br />
festivales de narración oral en Argentina,<br />
Brasil, Bolivia, Colombia,<br />
Cuba, Chile, España, Francia, <strong>México</strong>,<br />
Paraguay, El Salvador y Perú.<br />
En la Casa de la Literatura Peruana<br />
es consultora en temas de patrimonio<br />
oral, mediación cultural,<br />
libros, lectura y literatura infantil<br />
y juvenil.<br />
Comentarios a las ponencias<br />
de Claudio Ledesma<br />
y Gerardo Cirianni<br />
Cucha <strong>del</strong> Águila/Perú<br />
Iniciaré la presentación <strong>del</strong> tema que nos ocupa refiriéndome<br />
a tres aspectos claves de la narración oral: la narración<br />
oral como la capacidad de todas las personas de<br />
usar un lenguaje propio y la narración diferenciada <strong>del</strong><br />
acto cotidiano de narrar en el caso de Gerardo Cirianni;<br />
la narración como arte milenario y sus diversos formatos<br />
según las culturas que hace Claudio Ledesma.<br />
Gerardo Cirianni señala la capacidad y el tiempo que potencialmente<br />
tenemos todos para usar un lenguaje propio,<br />
reivindicando así nuestro derecho de hacer uso de<br />
una palabra libre, cargada de sentido, que todos podemos<br />
ejercitar para dar una dimensión narrativa a nuestra<br />
existencia. En ese sentido, el referirse a la narración<br />
oral como acto diferenciado de la oralidad cotidiana me<br />
parece también necesario, ya que la oralidad cotidiana<br />
tiene sus reglas y la práctica de la oralidad narrativa,<br />
como él menciona, obedece a otra dinámica, principios<br />
y funciones 1 .<br />
1 Aunque se encuentran narradores orales contemporáneos que conciben<br />
la práctica de la narración ligada a la conversación, como el gallego Celso<br />
Luego, situar la narración oral como arte y oficio milenario, y sus<br />
diversos formatos según las culturas, es fundamental, debido a las<br />
grandes transformaciones ocurridas en lo que se refiere a los espacios<br />
físicos, a los tiempos y a preocupaciones de nuestra sociedad<br />
contemporánea. En tiempos de globalización, de una sociedad tecno-económica<br />
y consumista, en donde el valor de la experiencia ha<br />
perdido vigencia, es fácil sucumbir a las tentaciones <strong>del</strong> olvido. Hacer<br />
referencia a los orígenes, a la historia y a la diversidad de prácticas<br />
culturales nos da la clave para entender lo que se hace hoy en el<br />
oficio de la narración oral, también para identificar lo que desaparece,<br />
lo que se transforma o se reinventa.<br />
Quiero resaltar dos anotaciones de la relación entre narración oral y<br />
lectura que hacen ambos ponentes: la escucha frecuente de relatos,<br />
el tiempo de escuchar y escucharse que permiten hacernos lectores<br />
de literatura. El tiempo y la quietud para frecuentar, detenerse,<br />
“adueñarse” <strong>del</strong> tiempo, es hoy uno de los retos más grandes que<br />
necesitamos para escuchar y leer.<br />
Claudio nos ilustra con el testimonio de Gabriela Mistral, y Gerardo, con<br />
ese proceso de apropiación de los textos escritos por un narrador oral<br />
que “reescribe” el texto oralmente en un proceso atento y cuidadoso.<br />
Sin riesgo a equivocarme, diría que la mayoría de personas, especialmente<br />
narradores orales y educadores, comparten la certeza de<br />
que las relaciones entre narración oral, lectura y LIJ son bondadosas.<br />
También me entusiasma ese parentesco que se establece entre<br />
ellas; sin embargo, en la práctica, ese parentesco no se da sin tensiones<br />
y me parece importante señalar algunas de ellas.<br />
El contexto en que surge la narración oral en la sociedad contemporánea<br />
es diferente al tradicional en lo que se refiere a los espacios, el tiempo<br />
y las funciones que se le otorgan. Marcan también esa diferencia el<br />
F. Sanmartín, quien, como otros narradores gallegos, viene de la narración tradicional que<br />
se da en bares o tabernas. O como las experiencias compartidas por los hermanos Kouyate,<br />
descendientes <strong>del</strong> linaje de Griots, en Burkina Faso, y por Mimi Barthelemy sobre las veladas<br />
de narración en espacios comunitarios o en los velorios en Haití, donde interrupciones y<br />
comentarios de los que escuchan eran y son componentes claves de la narración.<br />
604 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 605
nacimiento de la literatura escrita y, mucho más tarde, el surgimiento<br />
de esa nueva categoría en la literatura: la literatura infantil y juvenil 2 .<br />
Observando entonces esta relación, no desde el discurso de lo que debería<br />
ser o podría ser (y que ya corresponden a algunas buenas prácticas,<br />
como las que señalan Claudio y Gerardo), sino desde las prácticas<br />
y los contextos en donde se desarrolla la narración oral, señalaría: la<br />
instrumentalización de la narración oral para la difusión de la LIJ, las<br />
versiones orales de la literatura escrita, las versiones escritas de las narraciones<br />
orales, la categoría LIJ en contexto de narraciones orales tradicionales,<br />
los debates en torno a lo <strong>simbólico</strong> y al lenguaje olvidado 3 .<br />
La instrumentalización de la narración oral para la difusión<br />
de la LIJ<br />
Esta se viene dando, en los últimos años, asociada a las necesidades<br />
editoriales de promocionar el libro como artefacto cultural y a<br />
la mercantilización de la LIJ; la LIJ sometida a fines pedagógicos o<br />
en clave de valores y que los narradores orales adhieren y difunden.<br />
La noción de “narración oral para fomentar la lectura” nos invita<br />
a preguntarnos: ¿Cuándo la narración oral es un evento cultural y<br />
cuándo una estrategia de fomento a la lectura?<br />
Las versiones orales de obras literarias de LIJ<br />
Gerardo ha hecho referencia a la apropiación, por parte de muchos de<br />
nosotros, de los textos escritos. Pero desde mi punto de vista, hoy, así<br />
como la comida rápida ha invadido nuestras mesas, también estamos<br />
2 Puesto que se habrá discutido durante el coloquio sobre lo que es la LIJ, entiendo que los<br />
asistentes al coloquio ya compartimos una definición de literatura infantil y juvenil. De no<br />
ser así, cito un párrafo <strong>del</strong> libro de Gemma Lluch Cómo analizamos reatos infantiles y juveniles.<br />
Ella nos dice lo que se entiende por literatura infantil y juvenil: “La gran mayoría entendemos<br />
que este tipo de textos es una comunicación literaria o paraliteraria que se establece entre<br />
un adulto y un lector infantil y juvenil. También una literatura que, además de proponer<br />
un entretenimiento artístico al lector, busca a menudo crear una competencia lingüística<br />
narrativa literaria o ideológica. Aunque podríamos proponer definiciones más pragmáticas y<br />
diríamos que será todo aquello que se publica en colecciones de literatura infantil y juvenil<br />
y que, por tanto, el editor y el comprador deciden lo que es”, p. 14.<br />
3 Uso el término haciendo referencia a la obra de Erich Fromm El lenguaje olvidado. Introducción<br />
a la comprensión de los sueños, mitos y cuentos de hadas.<br />
tentados de hacer “el fast food” de los cuentos literarios; se hace una<br />
nueva versión, a veces muy pobre, por cierto, y no necesariamente esa<br />
labor cuidadosa que él describe. Por eso surgen interrogantes y debates<br />
sobre los derechos de autor, no solo refiriéndose a lo económico, sino al<br />
respeto de su obra. Aunque existen obras que por el lenguaje empleado,<br />
ya sea por su cercanía al lenguaje oral o la estructura narrativa que<br />
presentan, dicen más o menos cómo están escritas; de igual manera, los<br />
cuentos acumulativos o retahílas que no plantean mayores dificultades.<br />
Las versiones escritas de textos orales<br />
Las hay escritas por escritores. Son muy difundidos entre los narradores<br />
orales los textos de Henry Gougaud, Clarissa Pinkola Stess, Eduardo<br />
Galeano, entre otros, sin contar los clásicos de Grimm, Perrault,<br />
etc.; en Perú, los traducidos <strong>del</strong> quechua por José María Arguedas. Hay<br />
versiones escritas de relatos orales y colecciones preparadas por editoriales,<br />
como la colección “Pueblos Originarios”, de ediciones Amanuta<br />
de Chile, o la coedición “Latinoamericana de Cuentos” con sus diferentes<br />
títulos, algunos escritos por narradores orales como la colección “À<br />
Petit Pétons”, de Didier Jeunesse, y “Parole de Conteurs”, de Syros Jeunesse,<br />
en Francia.<br />
La observación de Gerardo sobre la necesidad de “explorar y descifrar<br />
los nexos posibles que puede haber entre las lenguas orales y<br />
sus representaciones en formas diversas de la cultura escrita, aunque<br />
los productos resultantes no puedan ser cabalmente apreciados<br />
por los que ya están plenamente inmersos en la cultura escrita”, se<br />
refiere, supongo, a las versiones escritas por representantes de comunidades<br />
alejadas de la cultura escrita y que pueden no responder<br />
a los formatos de edición y de narrativas convencionales, por lo que<br />
su circulación es más restringida y menos difundida.<br />
La categoría LIJ en contexto de narraciones orales<br />
tradicionales<br />
La LIJ es una construcción cultural producto de las transformaciones<br />
ocurridas en nuestra sociedad; es un concepto también de la sociedad<br />
letrada y una categoría ausente en las prácticas de los narradores orales<br />
tradicionales de sociedades como las nuestras. Por eso, en nuestros países<br />
iberoamericanos, donde la oralidad y la diversidad lingüística son<br />
606 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 607
aún importantes, las tensiones entre la oralidad y la escritura, en donde<br />
predomina un entendimiento de la supremacía de lo escrito, son múltipes.<br />
En las comunidades quechuas, aymaras, en la Amazonía (kukamas,<br />
huitotos, shipibos, ashaninkas) y otras tantas naciones, narran su<br />
cosmovisión a través de símbolos que expresan sus verdades, y en esos<br />
contextos no están relacionadas con lo que se reconocería como LIJ.<br />
<strong>Lo</strong>s debates en torno a lo <strong>simbólico</strong>: el lenguaje olvidado<br />
<strong>Lo</strong>s debates en torno a las interpretaciones de los cuentos tradicionales,<br />
a la huella que han dejado personajes como brujas, príncipes,<br />
princesas, madrastas, sapos, hadas, etc., al rol que juegan en la formación<br />
de los niños y jóvenes, son de actualidad. Tanto la literatura<br />
escrita como la narración oral actualizan temas, se proponen mo<strong>del</strong>os<br />
“reales”, contextualizados, se abordan los temas abiertamente,<br />
los personajes tradicionales son vistos con sospecha, se deconstruyen<br />
héroes y heroínas. Sí están ocurriendo transformaciones, pero<br />
¿qué tanto son transformaciones necesarias y qué tanto estaremos<br />
perdiendo la capacidad de emplear y entender el lenguaje <strong>simbólico</strong><br />
de los relatos? Gran pregunta aún sin respuestas definitivas.<br />
La narración oral es una puerta de entrada privilegiada para la lectura<br />
literaria; la frecuentación <strong>del</strong> lenguaje <strong>simbólico</strong> que encontramos<br />
en la literatura es necesaria para sentirnos parte de una misma<br />
comunidad y de un destino compartido entre todos los humanos. Las<br />
estructuras narrativas y el uso estético de la palabra, los universos<br />
y problemáticas que se comparten, el vocabulario que se emplea, la<br />
conciencia <strong>del</strong> lenguaje literal y <strong>simbólico</strong> que empleamos los narradores,<br />
son fundamentales. En ese sentido, el entusiasmo por la palabra<br />
oral y escrita no es suficiente. Es importante qué se narra, qué se<br />
da a leer y seguir reflexionando en esas relaciones entre oralidad y escritura,<br />
más aún en países como los nuestros. Cuestionar las relaciones<br />
de jerarquía que se establecen entre ambas, seguir profundizando<br />
y mejorando esa relación de ida y vuelta 4 . Reconocer y potenciar los<br />
aportes de cada una de ellas para el enriquecimiento de la LIJ, es un<br />
buen augurio.<br />
4 Como lo viene haciendo Colombia en su Plan de Lectura, Escritura y Oralidad, que se<br />
desarrolla en algunos municipios.<br />
608 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 609
Contar para leer<br />
Ana Cristina Dubeux Dourado/Brasil<br />
Las narrativas, sean escuchadas o leídas, alientan nuestra posibilidad<br />
de transitar entre mundos, entre realidades distintas, haciéndonos<br />
aptos para tomar decisiones que van a constituir los hilos de<br />
nuestra propia historia. Como dice Cirianni, todos somos capaces de<br />
contar. Pero esa habilidad depende, en gran parte, de la posibilidad<br />
que experimentamos, en la infancia, de estar en contacto, de forma<br />
intensa e interactiva, con las historias.<br />
Historiadora por la Universidad<br />
Federal de Pernambuco (1985),<br />
tiene las maestrías en Historia<br />
Social, por la Univeridad de Essex<br />
(1988), en Literaturas Modernas<br />
y Contemporáneas, por la Universidad<br />
Blaise Pascal-Clermont Ferrand<br />
(2004), y en Libros y Literatura<br />
para Niños y Jóvenes, por<br />
la Universidad Autónoma de Barcelona<br />
(2011), y el doctorado en<br />
Teoría de la Literatura, por la Universidad<br />
Federal de Pernambuco<br />
(2007). Con una larga trayectoria<br />
en coordinación y acompañamiento<br />
de proyectos y programas<br />
sobre derechos de niños y adolescentes,<br />
educación y promoción de<br />
la lectura en organizaciones de la<br />
sociedad civil, trabajó en el Ministerio<br />
de Cultura como asesora técnica<br />
<strong>del</strong> Plan Nacional <strong>del</strong> Libro y<br />
la Lectura y después como coordinadora<br />
general de lectura. Actualmente<br />
es asesora <strong>del</strong> Proyecto<br />
Paralapracá, <strong>del</strong> Instituto C&A<br />
y la organización Avante, y realiza<br />
consultorías en temas de educación<br />
y cultura de la infancia.<br />
A partir de la exposición de Ledesma y Cirianni, se<br />
presentan informaciones valiosas referentes a los orígenes<br />
de los cuentos populares. La fuerza de la trama<br />
de historias como los cuentos de hadas o los cuentos<br />
míticos reside, muchas veces, en su tradición oral,<br />
en la composición de una narrativa que va tejiéndose<br />
con un movimiento que implica una cierta cadencia,<br />
que se sustenta sobre una intriga envolvente y que retoma<br />
arquetipos y mitos que permanecen por siglos y<br />
siglos en la historia de la humanidad.<br />
Las dos perspectivas aquí presentadas hablan de la<br />
importancia de la narrativa en procesos individuales<br />
y colectivos de construcción de sentidos y de reconocimiento<br />
de identidades. Es el contacto con la palabra<br />
lo que teje los primeros hilos de nuestra inserción social<br />
y, a medida que el niño bucea en los sentidos de<br />
las narrativas, va siendo capaz de descifrar los símbolos<br />
que constituyen el patrimonio <strong>del</strong> lenguaje. En ese<br />
proceso, la literatura –o la narrativa literaria– ocupa<br />
un papel central, pues reúne elementos lúdicos sin<br />
los cuales la aproximación con la alteridad y con la<br />
experiencia <strong>del</strong> otro se transformarían en un esfuerzo<br />
racional y, posiblemente, artificial.<br />
Es a partir de las narrativas que vamos también dando sentido a<br />
nuestras vidas y, como dice Bruno Bettelheim, en Psicoanálisis de<br />
los cuentos de hadas, la tarea más difícil en la educación de los niños<br />
es hacerles encontrar un sentido a sus vidas. Las narrativas literarias<br />
han ido evolucionando a lo largo <strong>del</strong> tiempo. En muchos de<br />
los cuentos tradicionales se hace hincapié en los procesos de crecimiento<br />
o en rituales de iniciación que llevan a lo que Bettelheim<br />
destaca como el descubrimiento de los recursos propios para vencer<br />
los obstáculos de la vida. Sin embargo, estar <strong>del</strong>ante de dificultades<br />
va cobrando también nuevos sentidos que no siempre están presentes<br />
en la estructura de la narrativa común de los cuentos tradicionales.<br />
En las historias actuales, se perciben cambios en los papeles<br />
sociales de los niños en la sociedad y existen otras organizaciones<br />
familiares. Son diferentes las situaciones de identificación y de diferenciación<br />
<strong>del</strong> sujeto. <strong>Lo</strong>s niños, al escuchar historias, van construyendo<br />
sentidos esenciales para la comprensión de sí mismos y de<br />
la realidad en la que están inmersos. Como afirma Clifford Geertz,<br />
citado por Diana y Mário Corso en el libro A psicanálise na Terra do<br />
Nunca: ensaios sobre a fantasia:<br />
Crecer entre narrativas –las propias, las de los profesores, compañeros,<br />
padres, cuidadores y varios otros tipos a quienes Saul Bellow tildó, cierta<br />
vez, sarcásticamente, de “profesores de la realidad”– es el escenario<br />
esencial de la educación: “Vivimos en un mar de historias”. Aprender a<br />
nadar en ese mar, a construir historias, entender historias, clasificar historias,<br />
verificar historias, percibir el verdadero sentido de las historias y<br />
usar las historias para descubrir cómo funcionan las cosas y lo que son,<br />
es en lo que consiste, en el fondo, la escuela, y además de ella, toda la<br />
“cultura de la educación”. El quid de la cuestión, lo que el aprendiz aprende,<br />
no importa lo que el profesor enseñe, es “que los seres humanos dan<br />
610 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 611
sentido al mundo contando historias sobre él –usando el modo narrativo<br />
para construir la realidad–”. Las historias son herramientas, “instrumento[s]<br />
de la mente en pro de la creación de sentido”.<br />
<strong>Lo</strong> que me gustaría abordar aquí es fruto de la observación de prácticas<br />
de mediación de lectura, a lo largo de años y años de convivencia<br />
con niños que escuchan historias. Muchas de esas historias son narradas<br />
oralmente, otras son leídas con el apoyo <strong>del</strong> medio impreso.<br />
Pero la reacción <strong>del</strong> niño que sigue al desenrollar esas historias sucede,<br />
inicialmente, a partir de expresiones orales espontáneas que<br />
no siempre son tenidas en cuenta de forma privilegiada por el contador<br />
de historias. Si no escuchamos a los niños cuando ellos interaccionan<br />
con las historias narradas, ¿cómo conseguiremos hacer<br />
posible el aprendizaje de la escucha que, por su parte, es la base<br />
para que ellos construyan sus propias narrativas?<br />
Es cierto que al contador de historias –o al mediador de lecturas– le corresponde<br />
cumplir su papel, que sería el de dar comienzo, desarrollo y<br />
fin a una narrativa. Pero hoy, con la difusión de la “rueda de historias”<br />
en las escuelas, muchas veces con niños pequeños, cabe ampliar el debate<br />
sobre las prácticas de narración de historias que, al mismo tiempo<br />
que permitan el contacto con el repertorio de textos literarios, estimulen<br />
la formación de personas capaces de apreciar esas historias. Para<br />
los niños, ese aprendizaje implica interacción y participación y, a los<br />
educadores les corresponde, también, aprender a escuchar a aquellos<br />
que están en la posición de oyentes de las historias, o sea, los niños.<br />
Desde 2007, vengo trabajando en diferentes procesos de formación<br />
de mediadores de lectura y educadores que utilizan la lectura literaria<br />
en espacios educativos diversos, dentro y fuera de las escuelas.<br />
En esas formaciones, partimos de la priorización de algunos ejes importantes<br />
para la creación de “ambientes letrados”, que contribuyan,<br />
desde la primera infancia, al desarrollo de la intimidad de los<br />
niños con los libros, considerado el primer paso importante para su<br />
formación lectora. <strong>Lo</strong>s ejes priorizados son: la forma en la que se organizan<br />
los espacios para la lectura, la diversificación de estrategias<br />
de mediación, la organización y exposición <strong>del</strong> acervo y la gestión<br />
participativa de proyectos y espacios de lectura.<br />
<strong>Lo</strong>s resultados de una formación continua, centrada en los ejes arriba<br />
citados, han sido bastante relevantes. Bibliotecas comunitarias y<br />
bibliotecas escolares están siendo apoyadas por instituciones como<br />
el Instituto C&A, fundación de responsabilidad social de la empresa<br />
C&A Modas. Hablo específicamente de los proyectos “Placer por<br />
Leer” y “Paralapracá” 1 , <strong>del</strong> Instituto C&A, por haberme posibilitado<br />
el seguimiento de innumerables experiencias en Brasil, responsables<br />
de promover la centralidad de la lectura literaria con niños,<br />
desde una edad bien temprana.<br />
La inversión en proyectos sociales de lectura, sea por parte de instituciones<br />
de la sociedad civil, sea por parte de los Gobiernos, exige<br />
estrategias de gran alcance. Por eso, al hablar de las experiencias<br />
que vengo siguiendo en los proyectos creados por el Instituto C&A,<br />
dispongo de elementos concretos para comprobar que la formación<br />
continuada de mediadores de lectura, la distribución de acervo de<br />
calidad, la compraventa de equipamientos y mobiliario para adecuar<br />
los espacios y el desarrollo de sistemas de monitorización y<br />
gestión, son elementos que contribuyen a las iniciativas sostenibles<br />
de formación de lectores.<br />
Sin embargo, incluso ofreciendo, por cierto tiempo, una política de<br />
apoyo a proyectos sociales y educativos, las instituciones privadas<br />
tienen un papel limitado en su alcance, sobre todo en lo que se refiere<br />
a garantizar, de forma permanente, la formación de profesores<br />
y de mediadores de lectura. Podemos tener avances concretos en<br />
la distribución de libros de calidad y de muebles o equipamientos<br />
que estructuren los espacios de lectura, además de introducir conceptos<br />
y metodologías innovadoras que están provocando cambios<br />
significativos en las prácticas de mediación de lectura. Pero una acción<br />
pedagógica que haga de la literatura un universo efectivamente<br />
“habitado” por lectores que construyan y compartan sentidos en sus<br />
relaciones con los libros es un proceso de construcción continua y colectiva,<br />
que depende de varios elementos cargados de subjetividad.<br />
1 Véanse: www.paralapraca.org.br, http://www.institutocea.org.br/what-we-do/education/ y<br />
www.paralapraca.org.br<br />
612 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 613
Volviendo a la centralidad de la acción de formarnos en cuanto a<br />
mediadores de lectura –y de formar también a los lectores– en ciertas<br />
habilidades de escucha, es importante resaltar que es común observar<br />
educadores que, aun habiendo pasado por varios procesos de<br />
formación, presentan cierta dificultad en romper con la lógica “contenidista”<br />
y “utilitaria” <strong>del</strong> trabajo con la lectura literaria. Permanece<br />
aún, en muchas prácticas de narración de historias, contaçao,<br />
como las llamamos en Brasil, una cierta ansiedad sobre el aprendizaje<br />
de la “moral” o de la “verdad” de una determinada historia.<br />
Cuando el niño expone una información que se desvía de la trama<br />
original, la profesora en general corrige la información, mostrándose<br />
menos interesada en los posibles sentidos construidos por el<br />
niño que podrían conducir incluso a otras narrativas.<br />
Por otro lado, están los profesores con una mayor apertura para dejar<br />
que nuevos sentidos aparezcan en las intervenciones orales de los niños.<br />
En esos grupos está presente la dinámica de que el contenido se<br />
redefine y es construido colectivamente y se sintoniza con las contribuciones<br />
de la “teoría de la recepción” sobre el trabajo que cada lector<br />
ejecuta en su apropiación de un determinado texto. En ese abordaje<br />
se amplían las posibilidades de que los niños de edad precoz aprendan,<br />
desde temprano, a entrar en el juego de la literatura, tanto para<br />
aproximarse a los sentidos de la narración como para crear sus propios<br />
sentidos y compartir en la “rueda de historias” las experiencias<br />
narradas de forma literaria.<br />
Gerardo Cirianni destaca la importancia de la recuperación de la confianza<br />
en la experiencia personal a fin de alimentar la capacidad de<br />
narración de cada individuo. Creo que la puesta en práctica de escucha<br />
de niños en la escuela o en otros espacios educativos puede contribuir<br />
bastante en ese proceso. Como ejemplo, traigo la experiencia<br />
de la ciudad de Reggio Emilia, en Italia, que hoy posee una red de<br />
escuelas de educación infantil fundamentadas en las ideas de <strong>Lo</strong>ris<br />
Malaguzzi. En Reggio Emilia se practica lo que se llama “pedagogía<br />
de la escucha”, que implica la creación de un contexto, en la escuela,<br />
“en el que se aprende a escuchar y a narrar, en el que el sujeto se<br />
siente legitimado para exponer sus teorías y narrar sus interpretaciones<br />
sobre una determinada cuestión”, cito según Carla Rinaldi.<br />
El énfasis dado a espacios escolares donde la oralidad se hace presente<br />
va en contra de una cultura escolar tradicional demasiado centrada<br />
en el aprendizaje de la escritura. La extrema valorización de<br />
la alfabetización y la introducción precoz de los códigos escritos de<br />
manera mecanizada aún permanecen como marcas de nuestro contexto<br />
escolar. La escritura debería aparecer para registrar algo que<br />
tiene sentido, pues, como dice Paulo Freire: “La lectura <strong>del</strong> mundo<br />
precede a la lectura de la palabra”.<br />
El niño “lee el mundo” a partir de experiencias con los lenguajes<br />
más diversos: sonoros, gráficos, narrativos, corporales, implicando<br />
todos los sentidos. Y es a partir de esa multiplicidad de lenguajes<br />
que los niños bucean en la experiencia de escuchar historias. Saber<br />
cómo crear momentos en los que el niño se desarrolla como oyente<br />
de historias, al mismo tiempo que continúa alimentando su mundo<br />
interno y sus habilidades propias para la construcción de nuevos<br />
sentidos, es el gran desafío <strong>del</strong> educador o mediador de lectura.<br />
Para terminar, cito a Yolanda Reys, para que nos acordemos de las<br />
dos ofrendas tal vez más relevantes, entre todas las que entregamos<br />
a los niños por medio <strong>del</strong> acceso a la lectura, que serían: “[...] El pasaporte<br />
para iniciar el recorrido y para aprender lo que le será necesario<br />
a lo largo de la vida...” y “[…] la facultad para elegir, para<br />
explorar opciones, para formar juicios y criterios, para hacer frente<br />
a las pesadillas y los sueños y para inventar su propia historia en<br />
ese territorio donde confluyen las historias de los otros: de todos nosotros,<br />
los humanos”.<br />
614 <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA <strong>CILELIJ</strong>/ACTAS Y MEMORIA 615
A propósito de la oralidad narrativa<br />
Comentario de Gerardo Cirianni/Argentina<br />
Las palabras de Claudio nos recuerdan algo que sabemos pero que muchas<br />
veces olvidamos. Narrar está en nuestra naturaleza, narrar es inseparable<br />
de la palabra consensuada, de la experiencia comunitaria,<br />
de la pertenencia, de la memoria colectiva. Por eso, la acción de narrar<br />
se extiende a lo largo y lo ancho <strong>del</strong> tiempo y el <strong>del</strong> espacio social: no<br />
hay pueblo que no narre, no hay sitio donde no se haya hecho.<br />
Y como la sustancia de la narración es la oralidad, la misma resulta<br />
natural, pues es la lengua oral la única lengua natural, la que no deja<br />
a nadie afuera, la forma de expresión que nos incluye a todos; por lo<br />
tanto, su ausencia es, sin duda, indicativa de un problema de carácter<br />
individual o colectivo.<br />
La presencia tardía de la palabra escrita en la historia humana ha generado<br />
nuevas discusiones y algunas confusiones, en particular cuando<br />
la palabra se vincula a la narración de historias, pues la narración<br />
de historias nos pone en contacto de manera inmediata con el concepto<br />
de literatura. Allí se han originado algunos huracanes de conflicto<br />
respecto de si hay literatura oral o de si la literatura necesariamente<br />
está asociada a la lengua escrita.<br />
Me parece que la reseña que plantea Claudio aclara esta discusión y la<br />
deja en el territorio de lo vanal. La palabra oralidad narrativa, me atrevo<br />
a decirlo sin lugar a duda, ha sido la madre de todas las literaturas y<br />
lugar donde, mucho después, los más destacados representantes de la<br />
cultura escrita han abrevado para desarrollar esas arquitecturas lingüísticas<br />
extraordinarias que se tradujeron en poemas, cuentos y novelas. Y<br />
como este encuentro se desarrolla en <strong>México</strong>, viene a cuento recordar<br />
las profundas resonancias de oralidad de obras cumbres de la literatura<br />
mexicana como La muerte de Artemio Cruz o o el mismísimo Pedro Páramo<br />
para reconocer y disfrutar las voces <strong>del</strong> pueblo mexicano contando<br />
desde la entonación de la palabra que identifica que lo identifica.<br />
En el caso de los pueblos que no tienen escritura, la mayoría de las lenguas<br />
no la tienen y todas fueron lenguas orales hasta no hace más de<br />
cuatro o cinco mil años; la narración ha sido, como dice Claudio, guardiana<br />
de la memoria y refugio de la sabiduría. Y ese resguardo que<br />
pro veía el relato oral no solo hacía más placentera la vida, sino<br />
que alertaba sobre peligros u orientaba la conducta. <strong>Lo</strong> que contaban<br />
los cuentos sirvió, en muchos casos, para prever y para permitir que<br />
viejos dolores no volvieran a flagelar la vida cotidiana. Esto fue así porque<br />
el relato oral no solo representó una fuente de placer, de distensión,<br />
de gozo, sino de normativas de conductas, de valores comunes,<br />
de intercambios materiales y espirituales correspondidos, e incluso<br />
una herramienta de <strong>del</strong>iberación para alcanzar patrones de conducta<br />
aceptados por la mayoría mucho antes de que la votación fuera el<br />
camino por el cual una mayoría impone su punto de vista al conjunto<br />
de un colectivo social. Para muestra, un botón: Homero y su Illíada<br />
y su Odisea, estas obras cumbres de la literatura de Occidente fueron,<br />
mucho antes que escritura, oralidad narrativa. De ahí su estructura<br />
formulaica, herramienta fundamental para apoyar su memorización,<br />
como nos los cuenta con maestría insuperable Walter Ong.<br />
Contar también ha sido siempre un recurso a partir <strong>del</strong> cual se prueba<br />
el lenguaje, no solo como vehículo de comunicación, sino también<br />
de expresión, de apreciación y potenciación de las posibilidades estéticas<br />
<strong>del</strong> lenguaje. Cuando Arreola, en su prólogo <strong>del</strong> Confabulario,<br />
nos cuenta que, además de haber leído tempranamente a Bau<strong>del</strong>aire,<br />
le gustaban las canciones populares y escuchar hablar a la gente<br />
<strong>del</strong> campo, nos está diciendo sin ninguna duda que no lo hacía solo<br />
para enterarse de sus preocupaciones o para abastecerse de ideas que<br />
luego pudiera eventualmente transformar en cuentos escritos, sino<br />
para disfrutar <strong>del</strong> canto de las voces de su pueblo, Zapotlán el Grande,<br />
que, como él cuenta, de tan grande luego se lo transformaron en<br />
Ciudad Guzmán. Y ese comentario también tiene que ver con lo mismo,<br />
porque sin duda Ciudad Guzmán comenzó a tener nuevas entonaciones<br />
que de a poco fueron dejando atrás las voces rurales para<br />
abundar en los nuevos timbres y ritmos urbanos. Otras historias orales<br />
que, sin duda, reflejaron luego los nuevos cuentos de su obra.<br />
Cuando nosotros tomamos un relato escrito y lo leemos en voz alta<br />
sin mencionar al autor, solemos descubrir rápidamente si se trata<br />
de Rulfo o de Fuentes, de Asturias o de Cardoza y Aragón de Borges o<br />
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de Cortázar, de Ciro Alegría o de Arguedas, para solo nombrar cuatro<br />
pares de conciudadanos. <strong>Lo</strong>s reconocemos porque por ellos navegan<br />
formas expresivas que tienen una entonación que podemos traducir<br />
porque las podemos oír. Y allí no define la nacionalidad, por eso<br />
doy el ejemplo de los pares nacionales, sino los ritmos que los caracterizan,<br />
las formas de enunciación que los han encumbrado, sus<br />
matices, sus colores, su sentido <strong>del</strong> humor; en definitiva, sabemos<br />
quiénes son por cómo suenan, y en el cómo suenan reside el ancestro<br />
narrador.<br />
Así que agradecer a la palabra hablada, reconstruida en su dimensión<br />
de relato oral, es disfrutar de nuestra identidad, pues ella representa<br />
nuestro espejo, nos dice quiénes somos y nos recuerda<br />
quiénes hemos sido.<br />
Por eso, luego de este encuentro, las palabras de Claudio y las de todos<br />
nosotros resonarán mas allá de estos días, volverán nuevamente<br />
en relatos de lo que hemos vivido, y tal vez con algunas de las experiencias<br />
compartidas podamos contar una historia el día de mañana<br />
que nos haga regresar a estos días para reírnos, para cuestionarnos,<br />
para impulsarnos a tener nuevos encuentros que nos ayuden a seguir<br />
pensando en estos temas.<br />
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