El capitán Barbilampiño y el pinguino granuja
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
A Cristina, mi compañera de vida.<br />
A Alba Ballano, mi alumna,<br />
que tantas cosas me ha enseñado.<br />
TQ<br />
EL CAPITÁN BARBILAMPIÑO Y EL PINGÜINO GRANUJA<br />
Primera edición: octubre, 2024<br />
© Texto: Txús Qu<strong>el</strong>com, 2023<br />
© Ilustraciones: Carlos Lluch, 2024<br />
© Editorial <strong>El</strong> Pirata, 2024<br />
Sabad<strong>el</strong>l (Barc<strong>el</strong>ona)<br />
info@editorial<strong>el</strong>pirata.com<br />
editorial<strong>el</strong>pirata.com<br />
Todos los derechos reservados.<br />
ISBN: 978-84-19898-44-9<br />
Depósito legal: B 15138-2024<br />
Imprimido en China<br />
<strong>El</strong> pap<strong>el</strong> utilizado en este libro procede de fuentes responsables.<br />
Editorial <strong>el</strong> Pirata apoya <strong>el</strong> copyright, que protege la creación de obras literarias y es, por tanto, un<br />
<strong>el</strong>emento importante para estimular la labor de los artistas y la generación de conocimiento. Os agradecemos<br />
que apoyéis a los autores comprando una edición autorizada de este libro y que respetéis las leyes<br />
d<strong>el</strong> copyright sin escanear ni distribuir de forma total o parcial esta obra, por ningún medio, sin permiso.<br />
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o<br />
escanear algún fragmento.
EL<br />
CAPITÁN<br />
BARBILAMPIÑO<br />
Y EL PINGÜINO GRANUJA<br />
Escrito por<br />
Txús Qu<strong>el</strong>com<br />
Ilustrado por<br />
Carlos Lluch
He aquí <strong>el</strong> Capitán <strong>Barbilampiño</strong>, un <strong>capitán</strong> de<br />
aqu<strong>el</strong>los que llevaban una gorra de marinero y<br />
una barba muy negra y larga. Y si tenía barba,<br />
¿por qué le llamaban <strong>Barbilampiño</strong>?, término que<br />
significa ‘sin barba’. Pues porque hasta los treinta<br />
años, cuando le salieron todos los p<strong>el</strong>os de golpe<br />
de un día para otro, había tenido las mejillas p<strong>el</strong>adas<br />
como <strong>el</strong> trasero de un mono. ¡Os lo aseguro!<br />
Pero como ya le habían bautizado como <strong>Barbilampiño</strong>,<br />
se quedó así.<br />
1<br />
Un día se había quedado descansando en su casa,<br />
de tanto que se había mareado durante su último<br />
viaje por <strong>el</strong> mar. La cabeza le daba tantas vu<strong>el</strong>tas<br />
que, en vez de dormir con una almohada, tenía que<br />
dormir con dos, cada una a un lado de la cabeza<br />
para tenerla inmóvil y sujetada. Así se recuperaba<br />
más rápidamente.<br />
Cuando se le pasó <strong>el</strong> mareo,<br />
empezó a asear todo lo que había<br />
traído de su último viaje: una<br />
estatuilla de una tribu africana,<br />
especias de la India, un sombrero<br />
chino y…<br />
4
¿DÓNDE ESTÁ<br />
EL PINGÜINO DE<br />
LA ANTÁRTIDA?
Se puso a buscarlo por todas partes hasta que…<br />
¡lo encontró instalado en su nevera! ¡Y ahora no le<br />
dejaba abrir la puerta ni para descong<strong>el</strong>ar espinacas!<br />
¡Qué <strong>granuja</strong>!
«¡Eh! ¿Pero cómo es que las cartas de navegación<br />
están tan desordenadas?», pensó <strong>el</strong> <strong>capitán</strong>.<br />
<strong>El</strong> Capitán <strong>Barbilampiño</strong> siempre las tenía ordenadas,<br />
así que pensó que la única opción posible<br />
era que, por la noche, cuando hacía más fresco, <strong>el</strong><br />
pingüino hubiera salido de la nevera a removerlas.<br />
Quizás quería intentar encontrar <strong>el</strong> camino de<br />
regreso a su casa.<br />
«Mmm… La mejor solución para evitar que vu<strong>el</strong>va<br />
a desordenarlas es poner algo pesado encima. ¡Así<br />
<strong>el</strong> pingüino no las podrá enredar!».<br />
<strong>El</strong> <strong>capitán</strong>, que era un hombre muy espabilado,<br />
encontró rápidamente lo que utilizaría: una tortuga.<br />
«Es una idea genial. Una tortuga pesa lo suficiente<br />
como para que <strong>el</strong> pingüino no pueda levantarla<br />
y desordenar de nuevo las cartas —pensó <strong>el</strong> <strong>capitán</strong>—.<br />
Además, tal vez, si lo intenta demasiado<br />
tercamente, la tortuga se enfade y lo muerda. Así<br />
seguro que dejará estar mis cartas».<br />
7
<strong>El</strong> <strong>capitán</strong> rebuscó entre las cosas que tenía en<br />
su baúl, pero no encontró ninguna tortuga, así que<br />
se puso <strong>el</strong> gorro y se dirigió calle arriba hasta llegar<br />
a la tienda de animales que había en la plaza.<br />
8
2<br />
BUENOS<br />
DÍAS TENGA.<br />
BUENOS<br />
DÍAS TENGA<br />
USTED.<br />
MIRE, VENÍA<br />
A COMPRARLE<br />
UNA TORTUGA.<br />
AH, PUES<br />
MUY BIEN HECHO.<br />
¿QUÉ TIPO<br />
DE TORTUGA<br />
QUIERE?
—¿Cómo que qué tipo de tortuga quiero?<br />
—Es que hay diferentes tipos, señor.<br />
—Pues no lo sé… Una que tenga caparazón, supongo<br />
—dudó <strong>el</strong> Capitán <strong>Barbilampiño</strong>.<br />
—¡Perfecto! Porque de las demás no me quedan.<br />
—Estamos de suerte, pues.<br />
—¿La quiere de mar, de río o de tierra?<br />
Al <strong>capitán</strong> se le iba poniendo una cara cada vez<br />
más extraña.<br />
—Uy, uy, de tierra, esto seguro. No quiero que me<br />
deje la casa mojada.<br />
—De tierra será, pues.<br />
—Perfecto. Póngame una, que me la llevo.<br />
—¿Y de dónde la quiere?<br />
—Bueno, pues de esta tienda… Por eso he venido.<br />
YO LE PREGUNTO<br />
SI LA QUIERE<br />
DE LA INDIA<br />
O DE GRECIA.<br />
INCLUSO<br />
LAS TENGO<br />
DE MÉXICO.
De Grecia<br />
De la<br />
India<br />
De México<br />
—Pues mire —dijo <strong>el</strong> <strong>capitán</strong>, algo desesperado—.<br />
No sabría decirle. Yo quiero una tortuga…<br />
¡Una tortuga normal! Nada más.<br />
—Hagámoslo de otra manera. ¿Para qué quiere<br />
la tortuga?<br />
—Para poner encima de mis cartas de navegación<br />
—dijo <strong>el</strong> <strong>capitán</strong>, satisfecho.<br />
—Lamento decirle que esto no será una buena<br />
idea, señor…<br />
—¡Ya lo creo que es una buena idea, señor tendero!<br />
La cuestión es que tengo un pingüino en<br />
11
casa, instalado en mi nevera, y <strong>el</strong> muy <strong>granuja</strong> me<br />
revu<strong>el</strong>ve todas las cartas de navegación. Yo lo que<br />
quiero es una tortuga para ponerla encima de las<br />
cartas y así conseguir que <strong>el</strong> pingüino no pueda<br />
removerlas. Y en caso de que <strong>el</strong> pingüino insista<br />
demasiado, que le plante cara. ¿Verdad que me ha<br />
entendido?<br />
—Lo entiendo. Debería haber empezado por ahí,<br />
<strong>capitán</strong>. Entonces lo que usted necesita no es una<br />
tortuga. Lo que realmente le hace falta a usted<br />
es un loro guacamayo de la s<strong>el</strong>va de<br />
Perú.<br />
12
—¿Un loro? —exclamó sorprendido <strong>el</strong> <strong>capitán</strong>—.<br />
¿Cómo me puede ayudar a mí un loro?<br />
—¡Pues es evidente! Todo <strong>el</strong> mundo sabe que los<br />
loros y los pingüinos no se llevan bien. Pasan todo<br />
<strong>el</strong> día discutiendo. Por eso los pingüinos viven en<br />
la Antártida y los loros en la s<strong>el</strong>va, para no estar<br />
demasiado juntos.<br />
—Ah, no lo sabía yo.<br />
—Si usted compra un loro, solo tendrá que ponerlo<br />
sobre las mantas de navegación…<br />
—Cartas, cartas. Son cartas de navegación.<br />
—Bueno, pues las cartas. La cuestión es que tendrá<br />
que ponerlo encima y, cuando <strong>el</strong> pingüino se<br />
acerque, empezarán a discutir.<br />
—¡Ya, pero quizás entonces sea <strong>el</strong> pingüino quien<br />
gane la discusión! ¡Me acabaría dejando revu<strong>el</strong>tas<br />
las cartas igualmente!<br />
—Lo dudo mucho, <strong>capitán</strong>. Es sabido por todos<br />
que los pingüinos tienen unos argumentos pobres.<br />
Como viven allí abajo d<strong>el</strong> planeta, tan retirados<br />
de todos, solo hablan entre <strong>el</strong>los, y todos se dan<br />
la razón unos a otros. Le puedo asegurar que su<br />
13
pingüino no podrá ganar la discusión a ningún<br />
loro que yo le venda!<br />
—¡No se diga más! Deme <strong>el</strong> loro más int<strong>el</strong>igente<br />
que tenga.<br />
Dicho y hecho. <strong>El</strong> tendero vendió uno de sus loros<br />
al <strong>capitán</strong>. Pero antes también le vendió un<br />
parche para que se tapara <strong>el</strong> ojo izquierdo, ya que<br />
aseguraba que los loros solo aceptan viajar a la<br />
espalda de alguien que lleve un parche, como los<br />
piratas.<br />
CRE-CRE<br />
CRE-CRE<br />
14
Aqu<strong>el</strong>la noche, <strong>el</strong> <strong>capitán</strong> siguió las instrucciones<br />
d<strong>el</strong> vendedor de la tienda de animales y se fue a<br />
dormir con la esperanza de que, al día siguiente,<br />
se encontraría al loro triunfante, con las cartas<br />
de navegación bajo custodia y bien ordenadas, y<br />
<strong>el</strong> pingüino abatido por la fuerza de los argumentos<br />
d<strong>el</strong> loro.<br />
Pero… no fue exactamente así.<br />
3<br />
En primer lugar, porque no pudo cerrar los ojos<br />
hasta que ya se hizo de día. Cierto fue que se pusieron<br />
a discutir, tal y como predijo aqu<strong>el</strong> maldito<br />
vendedor de loros: «Cre-cre» por aquí y «Cra-cra»<br />
por allá toda la noche. Lo que no hizo fue avisarle<br />
d<strong>el</strong> gran alboroto que formarían <strong>el</strong> travieso d<strong>el</strong><br />
pajarraco y <strong>el</strong> <strong>granuja</strong> d<strong>el</strong> pingüino. En fin, que <strong>el</strong><br />
<strong>capitán</strong> no pudo dormir lo más mínimo.<br />
CRA-CRA<br />
CRA-CRA
En segundo lugar, porque después de resignarse<br />
a que no podría dormir más, cuando se levantó, se<br />
encontró con que <strong>el</strong> loro estaba bien triste y de<br />
cara a la pared de una esquina de la habitación.<br />
Y las cartas de navegación… ¡estaban todas<br />
esparcidas por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o!
¡<strong>El</strong> muy <strong>granuja</strong> d<strong>el</strong> pingüino estaba tumbado en<br />
la nevera, tan tranquilo, con <strong>el</strong> parche d<strong>el</strong> Capitán<br />
<strong>Barbilampiño</strong> puesto en <strong>el</strong> ojo derecho y con un<br />
tocado de plumas de nativos americanos que se<br />
había hecho con las plumas d<strong>el</strong> loro! ¡Y encima<br />
se estaba bebiendo uno de los zumos de piña que<br />
tanto le gustaban al <strong>capitán</strong>!<br />
<strong>El</strong> <strong>capitán</strong> no se podía creer lo que sucedía y<br />
decidió ir a la tienda de animales a pedir explicaciones<br />
a ese estafador. Dejó al llorón d<strong>el</strong> loro en la<br />
esquina de la habitación, con <strong>el</strong> trasero p<strong>el</strong>ado de<br />
plumas, y se marchó sin desayunar lo más mínimo.
Nuestro <strong>capitán</strong> entró en la tienda de lo más<br />
enfadado, pero <strong>el</strong> tendero le dijo que <strong>el</strong> problema<br />
no era d<strong>el</strong> loro, sino d<strong>el</strong> pingüino. ¡Que era un sab<strong>el</strong>otodo,<br />
decía!<br />
Así que primero le propuso que le comprara otro,<br />
ya que dos cabezas piensan más que una. Pero<br />
justo después le recomendó que comprara un par<br />
porque, claro, <strong>el</strong> primer loro que compró ya estaba<br />
desmoralizado, y un loro con la moral baja solo<br />
sirve para emb<strong>el</strong>lecer la habitación.<br />
4<br />
¿SABE QUÉ?<br />
QUE USTED<br />
ES UN…<br />
¡ESTAFADOR!
—Yo vine aquí a comprar una mísera tortuga y salí<br />
con un loro guapilay de ve a saber dónde —continuó—.<br />
Y ahora, encima, no solo pretende que salga<br />
con otro, sino con dos. ¡Váyase usted por ahí!<br />
<strong>El</strong> <strong>capitán</strong> salió muy enfadado de la tienda mientras<br />
los loros contemplaban <strong>el</strong> espectáculo que<br />
estaba organizando y se preguntaban con cara de<br />
asombro qué estaba pasando (en <strong>el</strong> idioma de los<br />
loros, evidentemente).<br />
Una vez fuera, fue a sentarse en un banco de la<br />
plaza para pensar cómo podía vencer a ese maldito<br />
pingüino <strong>granuja</strong>.<br />
Como no había desayunado, la barriga empezó a<br />
hacerle ruido, así que se le ocurrió que podría ir a<br />
la panadería a comprar dos bolsas de galletas<br />
de almendras. Una se la comería él, que tenía<br />
mucha hambre, y la otra la pondría dentro de un<br />
envoltorio con las cartas.<br />
19
«Es bien sabido que los pingüinos odian las galletas<br />
de almendras, por eso nunca las comen allí<br />
donde viven. Si <strong>el</strong> pingüino hu<strong>el</strong>e las galletas de<br />
almendras, le vendrán náuseas. ¡No se querrá ni<br />
acercar a la bolsa! Además, si consigue taparse la<br />
nariz de algún modo, no podrá abrirla, ya que no<br />
tiene ni manos ni dedos. Esta vez le desmoralizaré.<br />
¡No podrá llegar a las cartas!».<br />
Así pues, <strong>el</strong> Capitán <strong>Barbilampiño</strong>, con mucha<br />
hambre, pero también orgulloso por su brillante<br />
y definitiva idea de que pondría fin a sus problemas<br />
pingüinísticos, se dirigió calle abajo hacia la<br />
panadería.<br />
20
BUENOS DÍAS<br />
TENGA, SEÑORA<br />
PANADERA.<br />
VENGO A<br />
COMPRARLE DOS<br />
BOLSAS DE GALLETAS<br />
DE ALMENDRAS.<br />
BUENOS<br />
DÍAS TENGA,<br />
CAPITÁN.<br />
5