La trama del camaleón segunda edicion digital revisada y corregida
Novela costarricense posmoderna y urbana. El tema transversal es la corrupción y la doble moral tanto en los medios de comunicación como en el poder político en los días de un tratado comercial que enerva a obreros y a empresarios. A raíz del descontento popular, los personajes hegemónicos llegan a la conclusión de que el malestar social se debe a que alguien está erosionando el prestigio de ellos a partir del rumor y no por el mal desempeño del sistema. De allí una tragedia social en clave de humor negro que parte a la sociedad en dos partes: los que odian de un lado y los que lo hacen desde el otro. Acaso es un reflejo de los tiempos que corren.
Novela costarricense posmoderna y urbana. El tema transversal es la corrupción y la doble moral tanto en los medios de comunicación como en el poder político en los días de un tratado comercial que enerva a obreros y a empresarios. A raíz del descontento popular, los personajes hegemónicos llegan a la conclusión de que el malestar social se debe a que alguien está erosionando el prestigio de ellos a partir del rumor y no por el mal desempeño del sistema. De allí una tragedia social en clave de humor negro que parte a la sociedad en dos partes: los que odian de un lado y los que lo hacen desde el otro. Acaso es un reflejo de los tiempos que corren.
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LA TRAMA DEL<br />
CAMALEÓN<br />
ADÁN VIVAS<br />
novela
Diseño de la portada a partir de collage en acrílico Tranquilidad,<br />
de Magdalena Vivas,<br />
Edición <strong>del</strong> autor.<br />
Corrección filológica Esteban Gutiérrez Vargas<br />
© Adán Vivas, 2023<br />
1a.ed. <strong>digital</strong>,2023<br />
2a. edición <strong>digital</strong> <strong>revisada</strong> y <strong>corregida</strong>, 2024<br />
Edición <strong>digital</strong> no venal. Prohibido estrictamente su uso comercial.<br />
Todos los derechos reservados. Se prohíbe la reproducción total<br />
o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por<br />
escrito <strong>del</strong> titular de los derechos.<br />
Hecho el depósito de ley.<br />
Correo: identidadesvivas@yahoo.es Cel. (506) 8849-96665<br />
Impreso en Costa Rica<br />
LATRAMA DEL CAMALEÓN<br />
ADÁN VIVAS
A MODO DE ACERCAMIENTO<br />
AL HECHO LITERARIO<br />
Vine a la ciudad a buscar a mi padre. Sé que no<br />
voy a encontrarlo acá, porque nunca pisó esta<br />
tierra. Cuando he entrevistado a tenderos, nadie<br />
sabe de él. Cuando pregunto en posadas, nunca se<br />
hospedó en ellas. Ni siquiera en las sodas<br />
recuerdan que llegase a desayunar de vez en vez.<br />
Sin embargo, voy sumando detalles. Es cuestión<br />
de tiempo y, para encontrar su pista, he sembrado<br />
el rumor de que mi padre, alguna vez, estuvo<br />
aquí.<br />
No voy a usar la hipérbole rulfiana <strong>del</strong> semental<br />
que engendra un pueblo, no. Ni siquiera voy a<br />
mentir. No voy a dar señas de identidad que no<br />
encajen con él. Solamente preguntaré quién lo<br />
conoció y alguien me dará posiblemente pistas<br />
falsas. Yo caminaré en laberintos circulares para<br />
juntar piezas y encontrarle sentido a la nada. Así<br />
ocurre: lo que parece deducirse está impregnado<br />
de intención, nada es objetivo. Uno viene y quiere<br />
creer la pista, pero si es muy tonta, la considera<br />
inválida. No obstante, esa persona, con tal de ser<br />
contada, te refiere otra vez a un nuevo espejismo.<br />
<strong>La</strong> consecuencia es que se va trenzando un relato,<br />
una ciudad, una <strong>trama</strong>.<br />
i
Pude haber venido a buscar oro o la piedra<br />
filosofal. Da lo mismo: esto funciona a partir de<br />
poner la inquietud en la mente de los otros. “Ah,<br />
aquí hay fortuna”, dirán a sí mismos y aportarán<br />
de su coleto variadas invenciones. Entonces<br />
despertará el imaginario colectivo y de forma<br />
lenta, el alud de historias se verá venir.<br />
¿Quién era mi padre? Cuando les cuento,<br />
construyo un recuerdo <strong>del</strong> que ellos se apoderan.<br />
Cuando yo regrese, tres años más tarde,<br />
posiblemente creerán haberlo conocido. Dirán<br />
que compartieron un café, que se levantaba<br />
temprano y lavaba a diario su carro, que gustaba<br />
de comer rosquillas de maíz con queso. <strong>La</strong> mitad<br />
de esas cosas serán aportes de ese estado ficcional<br />
permanente en el que vive la humanidad.<br />
Voy a seguir caminos, a tocar puertas y a volver<br />
mañana. Voy a darle cuerda a objetos inanimados<br />
para que se integren en mis pasos. De manera tal<br />
que me interese una mecedora vieja, un libro<br />
genealógico de impostados parentescos, el cráneo<br />
de una vaca ya secado por el excesivo sol. Es<br />
decir, voy a hacer creíble la historia de mi padre.<br />
Es posible que conforme el alud de datos crezca,<br />
los demás pobladores me vayan explicando el<br />
sino de ese padre ausente que digo buscar.<br />
Apelaré al cura por no encontrar su partida de<br />
nacimiento. Lo haré sentir que han cometido una<br />
ii
gran falta con la historia por extraviar el folio de<br />
su origen. Esa debilidad informativa hará posible<br />
que viaje al pasado para enlazar con los<br />
recuerdos, porque mi padre no es de acá.<br />
Entonces iré a buscar a los viejos, a las memorias<br />
vivas que creerán que hablo de alguno de sus<br />
amigos muertos. Le endilgarán a mi padre<br />
hazañas y pecados cometidos por varios de los<br />
ausentes y hasta se despedirán de mí con afecto<br />
por haberles revivido a sus pandillas.<br />
Bien, yo con todos estos recursos, estoy listo.<br />
Puedo sentarme en un monitor y digitar. Mi padre<br />
saldrá a la luz de forma novedosa; para mí,<br />
irreconocible. Acaso le tendré afecto y querré<br />
llenarlo de preguntas durante el proceso de<br />
escritura. Uno nunca sabe la relación que va a<br />
tener con un personaje y no se vale llenarla de<br />
prejuicios.<br />
Ahora, en cuanto yo termino de escribir, me<br />
desvinculo de lo hecho. Ya no estoy en ese pueblo<br />
buscando nada; no dialogo con las paredes como<br />
si fuesen oráculos. Nada pregunto, pues no estoy<br />
allí y hasta me da miedo releer el texto y sentir<br />
que le fallé a mis interlocutores: que les robé<br />
heroísmo o que los he deformado por simple<br />
hábito.<br />
iii
Ellos se quedan solos. Yo marcho al mundo<br />
cotidiano. Compro papas fritas, escucho la radio,<br />
miro noticias.<br />
A mi padre, lo volveré a buscar como siempre,<br />
por vicio. Entraré en un juego de lúdica, ése<br />
donde los espejos siempre suelen insultarnos.<br />
<strong>La</strong>s aficiones son así.<br />
Mi padre real está muerto desde hace cuarenta<br />
años. Fue bueno conmigo y yo, como<br />
adolescente, quién sabe.<br />
Entonces me quedan preguntas que las ficciones<br />
responden a medias. Claro que las voces están<br />
contaminadas. <strong>La</strong> mayoría son ecos de la<br />
sociedad y, sin embargo, en el fondo, resbala un<br />
susurro.<br />
Mi padre.<br />
Adán Vivas<br />
iv
SALUTACIÓN AL LECTOR<br />
Lector, entra por su propia cuenta y bajo propio<br />
riesgo, en la geografía de Malanga. Se lo hago<br />
saber porque no es territorio seguro: la<br />
corrupción, las mañas, el riesgo de que su propia<br />
sombra lo traicione. Acaso la geografía le parezca<br />
conocida, pero no es cierto, lo que ocurre es que<br />
es semejante al mundo contemporáneo, donde las<br />
cosas nunca son lo que parecen.<br />
No le haré firmar liberación de responsabilidad<br />
alguna, pues trata ahora con un irresponsable<br />
absoluto. Lo mío es contar la <strong>trama</strong> sin la menor<br />
preocupación si en el acto de seguir el hilo, el<br />
espectador sufre un desenlace gravoso.<br />
Es decir, lo mismo da si se rompe una pierna o<br />
se muere: el libro no va a desaparecer.<br />
Tampoco crea que pienso tratarlo mal. Nada<br />
más lejos: lo que ocurre es que hay realidades<br />
grotescas que pueden para algunos ser tema<br />
<strong>del</strong>icado.<br />
No contento con el daño provocado por su obra<br />
anterior, el autor ha decidido seguir rascando<br />
sobre carne herida. Podríamos, tal vez, acusarlo<br />
de sadismo. O asumir, sencillamente, que tiene el<br />
v
vicio de los perros cuando ven una jardinera:<br />
escarbar hasta lograr el destrozo.<br />
En este caso, son los días previos a la apertura<br />
comercial que exigieron los poderes fácticos: ese<br />
proceso terrorífico e impuesto por fuerzas<br />
exógenas y endógenas confabuladas bajo el<br />
eufemismo de “globalización”. <strong>La</strong>s fuerzas<br />
económicas <strong>del</strong> gran capital vinieron a retorcer<br />
las mentalidades de este rincón <strong>del</strong> mundo para<br />
instalar en ellas las nuevas estructuras ideológicas<br />
que hacen pasar esclavitud por desarrollo.<br />
En medio de ello, los que lograron sacar<br />
provecho tuvieron que deshacerse de paradigmas<br />
morales para sacar ventaja. Jugaron, conspiraron,<br />
se asociaron y se enquistaron acaso como nuevos<br />
ricos: seres exitosos que, sin explicar mucho, eran<br />
de repente adalides empresariales y de opinión.<br />
Ocurre que, en Malanga, la temporalidad es<br />
chiclosa. Los males permanecen y evolucionan a<br />
peor. Los quistes que nos dejaron esos días van<br />
creciendo hasta formas notorias de purulencia,<br />
pero el ojo promedio es conservador y se habitúa<br />
a las anormalidades. Ya lo decía en la primera<br />
novela de este ciclo: “Uno cree que va o viene,<br />
pero vegeta”.<br />
Y, sin embargo, Malanga es un mundo para<br />
repensarlo. Posiblemente para no copiar muchas<br />
vi
cosas de él y también para buscar los rescoldos de<br />
humanidad que pocos seres conservan, pero<br />
validan el esfuerzo de recorrer todos los caminos<br />
y escuchar todas las voces, incluso ésas que<br />
hablan desde un lugar de sumisión, donde les<br />
resulta imposible el disenso.<br />
Algunos referentes <strong>del</strong> primer volumen<br />
quedaron sembrados para desarrollarlos luego.<br />
Uno de ellos, es el maestro Koki Rojas. Un<br />
hombre que no logra satisfacerse en la docencia y<br />
acaba por ser el dueño de Ranas Rojas, un bar<br />
familiar.<br />
No obstante, como lo que recorro es una ciudad<br />
y no la intimidad de los seres humanos más allá<br />
de lo pudoroso, don Jorge es —en esta ocasión—<br />
puerta y salida de la novela. También es, en el<br />
interín, soplón <strong>del</strong> narrador porque como buen<br />
cantinero es confidente. Eso me ayuda a entender<br />
cosillas sueltas y a recoger tornillos y tuercas que<br />
pareciesen sobrar.<br />
Pero creo que en una ciudad nada sobra. Lo que<br />
ocurre es que no todo nos interesa en lo<br />
inmediato. Quién sabe si más a<strong>del</strong>ante un rastro,<br />
una huella, una marca de piel o un murmullo en<br />
el viento nos dan la pista para seguir la ruta de<br />
esta espiral que es Malanga, bastante más infinita<br />
que la vida <strong>del</strong> hombre.<br />
vii
Nada, pues sea bienvenido a intervenir e<br />
interpretar este caos hasta rascar y corroer todas<br />
las máscaras de lo cotidiano.<br />
viii
Dios, si existe, exagera.<br />
George Brassens
ALGUNOS ACTORES SATÉLITES
FOTOGRAFÍA DE UN HOMBRE<br />
DE BARRIO<br />
Koki Rojas, tabernero, tenía 67 años bien<br />
cumplidos el día de su muerte. Un infarto<br />
fulminante lo tiró de repente mientras esperaba en<br />
el aeropuerto para irse de Malanga para siempre.<br />
Y, sin duda, se fue, pero al cementerio sin<br />
nombre, donde en fosas comunes ponen los<br />
cuerpos que nadie reclama.<br />
Fue maestro, pero nunca llegó a gustarle la<br />
docencia, a pesar de que la ejerció con ahínco<br />
durante un buen rato. Encontró empleo en un<br />
colegio cuando apenas terminó la secundaria y se<br />
quedó allí como profesor de matemática. Cuando<br />
encontró plaza, fue en lo rural. Tuvo que<br />
agenciarse un cuartito en su nueva comunidad y<br />
el casero le vendía, aparte, la comida. Nunca tuvo<br />
paz: todo muy bien con los alumnos aplicados,<br />
pero con los conflictivos, una desgracia. Le<br />
incomodaba ver que no cumplían los trabajos o<br />
faltaban a clases o, de repente, tras cinco pruebas<br />
buenas, en el último, sonaban todos.<br />
“Todo es producto de la indiferencia de los<br />
párvulos”, murmuraba. “Quizás sea que no tengo<br />
facultades para enseñar”, se decía.<br />
1
Ocho años laboró en la secundaria de Valle<br />
Muerto y lo otro, que nunca asimiló, fue la<br />
incomodidad de las distancias. Los fines de<br />
semana, salir de madrugada para tomar el autobús<br />
para visitar a sus padres. Seis a ocho horas de<br />
viaje para regresar en la tarde <strong>del</strong> domingo. Todo<br />
en medio de una sociedad llena de carajillos sin<br />
porvenir o con el porvenir asegurado.<br />
Los primeros eran entre cinco y diez, pero le<br />
atrasaban toda la planificación de curso. Y entre<br />
los otros, hijos de ganaderos, pues ni se<br />
preocupaba. A veces les daba un empujón en la<br />
nota para evitar problemas con algún padre que<br />
pudiese tener influencias en la comunidad.<br />
Decidió irse <strong>del</strong> pueblo cuando pegó los<br />
chances, el segundo premio. Eran cuatro<br />
millones, pero suficiente para un tipo de<br />
costumbres ascéticas y sin deudas. Esperó a<br />
terminar el curso lectivo para poner la renuncia y<br />
se devolvió a la capital. Sus padres aún le<br />
mantenían una pieza, ordenadita y limpia, en la<br />
casa. Debería pensar en qué negocio meterse para<br />
que ese dinero le durase.<br />
Ya tenía veinticinco años. Nunca convidó a los<br />
padres de su suerte. Lo primero que intentó fue<br />
ser garrotero, pero carecía de cuero para eso.<br />
Prestaba puchitos de dinero con la confianza de<br />
que la gente de la comunidad le fuese puntual.<br />
2
Pistola: la mayoría no se interesaba en pagar y<br />
menos cuando el interés no era bajo. Y a Jorge le<br />
quedaba mal eso de llamar, de incomodar, de<br />
perseguir. Sencillamente, los retiraba de su<br />
entorno: si no pagan, no existen.<br />
Dado su primer traspié, no contó a sus íntimos<br />
porque no tenía tales y porque pensaba que la<br />
gente es normalmente abusiva: “si les das la<br />
mano, perdés la billetera” fue desde entonces su<br />
principal axioma. Ante sus padres, alegó que no<br />
tenía nombramiento y que iba a trabajar con el<br />
poquito dinero que pudo ahorrar.<br />
Asustado por su mala experiencia, pues ya<br />
había disipado casi cien mil pesos —en ese<br />
tiempo, mucha mosca— visitó una mañana su<br />
antiguo colegio, el Colegio de la Patria, allá cerca<br />
de la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente, para<br />
conversar con algunos de sus maestros. A la<br />
mayoría, no los pudo ver. Se habían pensionado<br />
la profesora de artes, la de filosofía, la de<br />
ciencias. <strong>La</strong> bibliotecaria también optó por<br />
retirarse al cumplir la edad. Así que encontró,<br />
nada más, al profesor de educación física, al cual<br />
respetaba muy poco. Recordaba lo bochinchero<br />
que era y la tendencia que tenía de irse a los<br />
golpes con los pupilos por cualquier nadería.<br />
Decepcionado, optó por visitar la soda<br />
esquinera, donde iban los jóvenes de su<br />
3
generación a fumar, con o sin uniforme. Ese lugar<br />
siempre lleno, más caótico que jubiloso, que le<br />
sacaba el hígado al director <strong>del</strong> cole.<br />
Conversando, hacia la hora cuando los chicos<br />
estaban en clase y, por ende, el local casi sin vida,<br />
supo de la suerte de algunas personas que<br />
trabajaron en el colegio y ya no estaban. Del<br />
infarto sufrido por Romero, el profesor de física<br />
mate; <strong>del</strong> accidente que dejó lisiada a doña<br />
Aurora, la coordinadora <strong>del</strong> comité de<br />
evaluación; de la marcha de don Fermín, director<br />
que tuvo múltiples demandas por hostilizar<br />
alumnos y <strong>del</strong> abandono de trabajo que hizo<br />
Caviedes, el viejo orientador que más de una vez<br />
se montó en la carreta, en tiempos cuando el<br />
alcoholismo no se validaba como enfermedad.<br />
De todo esto, tomó apunte Koki Rojas, no<br />
porque le fuese útil, sino para tener de qué hablar<br />
si topase con algún personaje de su generación.<br />
Siempre fue un desfasado, poco comunicativo.<br />
Es por eso que sorprende que haya puesto ese<br />
negocio que le deparó mucha fortuna, pero que le<br />
exigía soltar la lengua hasta con extraños.<br />
Al inicio, dudó en qué invertir su tiempo, pero<br />
compró algunas herramientas, decidido a ganarse<br />
la vida haciendo muebles. Hablamos de taburetes<br />
y mesitas sin ostentación alguna, funcionales.<br />
Bancas para colocar en el corredor de las casas;<br />
4
arandillas para que los niños no salgan a la calle;<br />
caballitos de palo, chorreadores para café que ni<br />
siquiera barnizaba y, chucherías que le diesen<br />
algún retorno mientras se acomodaba el futuro.<br />
Sin llegar a lograr el éxito, puede decirse que<br />
Rojas sobrevivió con el oficio. Logró un par de<br />
veces venderle taburetes a la Junta de Educación<br />
de la Escuela Salas, pero la tercera vez le lloraron<br />
para que los donase. Enfadado, pensó en retirarse<br />
<strong>del</strong> rubro cuanto antes. No tenía mucho<br />
inventario, así que habló con el almacén más<br />
cercano para consignarles durante un año los<br />
chunches que había hecho.<br />
Cuando llegó a saldar, le pagaron todo y casi lo<br />
convencen de seguir con el serrucho.<br />
Entretanto, sus padres disfrutaban de su buena<br />
cuchara y de tenerlo en casa. Cuando él cocinaba,<br />
las visitas se relamían de gusto. Ya fuese gallina,<br />
olla de carne o verduras asadas y crocantes, la<br />
virtud de su cuchara se estaba desperdiciando.<br />
Koki abre a las once y algunas personas pasan a<br />
almorzar. Los domingos no trabaja. Como Ranas<br />
Rojas está en el mismo terreno que su casa, sus<br />
dos perros deambulan por el patio, pero jamás<br />
ingresan. Tiene dos empleados: el bartender y la<br />
cocinera, por lo que algunas veces hay fila de<br />
comensales en espera.<br />
5
Sin embargo, su fuerte empieza a las cinco de la<br />
tarde con las borracheras <strong>del</strong> vecindario y de los<br />
empleados públicos.<br />
Recuerda que, cuando empezó, tenía taburetes<br />
y mesas hechas por sus propias manos. El germen<br />
de su próspero negocio fue la ley seca que se<br />
aplicaba en elecciones y durante Semana Santa.<br />
Alguien le<br />
propuso tomarse unos tragos en esos días, a<br />
puertas cerradas. Koki cambió la propuesta<br />
aclarando que no tomaba, pero vería con buenos<br />
ojos experimentar cómo funcionaría un bar.<br />
Colocó ocho taburetes y dos mesitas y fue<br />
llenazo. Bueno, ocho es nada… Vamos a decir<br />
que no quedaron taburetes libres.<br />
<strong>La</strong> olla de carne vino a ser ese toque que le<br />
faltaba al nuevo rancho. <strong>La</strong> rusticidad se<br />
compensaba con el sabor.<br />
Ante esa experiencia, se sintió optimista y todos<br />
los domingos recibía, tras candado, a varios<br />
comensales borrachines. Fue incorporando<br />
banquitos que estrechaban el viejo galpón.<br />
Cuando sus padres faltaron, recibió un dinerillo<br />
que le permitió extender el bar hacia el resto de la<br />
casa. Apenas reservó para sí cincuenta metros<br />
donde instaló una habitación, cocinita y baño.<br />
6
En el presente, deposita personalmente el<br />
monto de las ventas cada mañana en el incipiente<br />
Banco de las Garantías, creado por la oligarquía<br />
cafetalera. Como es cliente importante, lo atiende<br />
el gerente en su oficina y con café en mano.<br />
Tiene una rocola, con boleros de moda, en la<br />
que el usuario inserta una moneda y luego, con un<br />
botón, escoge la canción que, a continuación,<br />
empieza a chillar. Estamos en el germen <strong>del</strong><br />
karaoke, carente de efectos especiales.<br />
<strong>La</strong> fachada sigue siendo la de la casa paterna:<br />
un caserón de madera, tabloncillos pintados de<br />
amarillo con marcos blancos y piso hecho de<br />
tablones, junto a partes en concreto, teñidas con<br />
ocre rojo.<br />
A estas alturas, cuenta con dos congeladores<br />
para cerveza y un par para productos cárnicos.<br />
Suele cocinar, a veces, en forma descomunal y<br />
luego congela el producto. Así asegura que su<br />
sazón siga presente en el paladar <strong>del</strong> cliente.<br />
Frituras y demás están a cargo de la cocinera de<br />
turno: generalmente, ellas le duran un año y se<br />
van. Cosas de mejor sueldo, cree nuestro<br />
emprendedor.<br />
A la par de Ranas Rojas, están construyendo un<br />
edificio para consultorios médicos. Hay días que<br />
7
el polvo espanta a la clientela, pero han puesto<br />
mantas viejas para minimizar el impacto.<br />
Fútbol hay solamente en los programas<br />
deportivos. Los tertulianos que llegan hacia el<br />
mediodía paran la oreja, mientras maldicen a los<br />
periodistas o lanzan, entre sí, indirectas.<br />
A estas alturas, el bar ha cumplido más veinte<br />
años de vida legal. Lo cual, si sacamos cuentas,<br />
pone a Koki en el ocaso de su quinta década.<br />
Es adverso a ingerir licor, mas si llega algún<br />
cliente de la vieja guardia, de los que considera<br />
compinches, se pega sus tragos y lo invita. Jorgito<br />
piensa que así hace clientes, pero se engaña. El<br />
sujeto nada más volverá, años después, a explotar<br />
memorias de juventud y a emborracharse gratis.<br />
Y lo hará con dos o tres suertudos borrachines<br />
más que podrían, perfectamente, ser impostores.<br />
Koki es “ciudadano ejemplar”, como dice una<br />
canción de salsa, y es soltero. No se le conoce<br />
pareja estable y apenas dos o tres mujeres han<br />
tenido con él breves noviazgos. Eso quiere decir<br />
que no tiene hijos, ni herederos por lo que sus<br />
ganancias se acumulan en la cuenta, que engorda<br />
más y más.<br />
Es organizado. Tiene asegurado su local y la<br />
póliza es pagada puntualmente. Tiene un coche<br />
8
<strong>del</strong> año setenta y cuatro, un Datsun, <strong>del</strong> cual no<br />
ve motivos para quejarse.<br />
Éste es el hombre que años más tarde comprará<br />
un lote por el que supuestamente ha de pasar la<br />
carretera de circunvalación, bajo consejo <strong>del</strong><br />
gerente <strong>del</strong> banco. Desconoce Rojas que el<br />
gerente comisiona como corredor y le está<br />
cargando un fuerte sobreprecio a un terreno que<br />
no está en los proyectos de nadie.<br />
Koki construirá allí unas cuantas casas de<br />
medio ver que demorará mucho en alquilar.<br />
Cuando consigue hacerlo, ya ha descubierto que<br />
esa tierra no tiene futuro y que debe cobrar apenas<br />
la tercera parte de lo pretendido.<br />
Se resiste a vender, a pesar de todo. Eso sería<br />
admitir que Jacinto Retana, ese hijo<strong>del</strong>agranputa<br />
gerente, le ha tomado el pelo, a pesar de ser él, un<br />
cliente preferente.<br />
Un sujeto tan normal es Jorge que su orgullo se<br />
impone habitualmente sobre el sentido común.<br />
9
10
COMAS NEGRAS, S.R.L.<br />
Luego de que Lucas Lucifer cayese preso el<br />
pasado noviembre con veinte millones de los que<br />
no pudo explicar su procedencia, Comas Negras<br />
fue secuestrada por el personal que, dado que se<br />
quedó sin salario, ahora se atiene al mo<strong>del</strong>o<br />
cooperativo.<br />
—¿Quién está a cargo ahora? — pregunto al<br />
entrar.<br />
—Doña Petra, le buscan— la secretaria,<br />
eficiente, que quiere que me quite <strong>del</strong> mostrador.<br />
Una señora gordita, bajita y sin cejas, sale a mi<br />
encuentro:<br />
—¿En qué le sirvo? — Cuando me estrecha la<br />
mano, se hace notar su fuerza y mis huesos<br />
crujen.<br />
—Yo soy Vivas. Soy amigo de Lucas. Supe que<br />
cayó en desgracia. Iba a publicar con ustedes,<br />
pero con ese problema, he debido costear yo la<br />
impresión de mi novela anterior.<br />
—Bueno, pase a<strong>del</strong>ante y hablemos. Marina,<br />
dos vasos de agua con hielo.<br />
Me siento en la silla donde solía posar su<br />
humanidad la difunta Ana Rosella Costilla.<br />
11
Ocho cigarrillos reposan sobre el cenicero.<br />
Mejor dicho, sus colillas. <strong>La</strong> oficina apesta, en<br />
consecuencia, a paladar de muerto.<br />
—Verá, estoy trabajando otra novela. Se deriva<br />
de la anterior, Malanga. Creo que la primera pinta<br />
venderse bien, pero no tengo plata para publicar<br />
la <strong>segunda</strong>—. (Ese rollo mío de mendigar<br />
atención va a tener que verlo algún psicoanalista).<br />
Doña Petra, mal encarada, tipo rottweiler,<br />
nerviosa, me espeta: —¿Usted ya visitó la<br />
caridad?<br />
(¿Vieja hijueputa, ¿qué se está creyendo…?)<br />
Tengo ganas de tirarle un zapato de hierro en la<br />
frente, pero soy un apocado pacifista. Trato de<br />
omitir lo grotesco de la charla y le explico:<br />
—Yo sé que ustedes acceden a fondos públicos<br />
de Cultura y tienen patas adentro.<br />
—Mire, Vivas. Lo que pasa allí, a usted no le<br />
importa. Nosotros recibimos becas y fondos de<br />
cooperación y todas las chupetas que<br />
encontremos, porque así comemos. Si algo nos<br />
gustó de Lucas Lucifer, fue la idea de hacer<br />
dinero cochinamente, publicar cualquier cosa.<br />
Cuando se desdijo de esa meta, casi nos deja en<br />
media calle. De hecho, nosotros decidimos<br />
reportarlo a Hacienda porque quería publicar su<br />
12
Malanga y otras porquerías que él consideraba<br />
interesantes<br />
En ese momento, la luz <strong>del</strong> ventanal da sobre el<br />
rostro de la mujer y creo percibir que su nariz es<br />
ganchuda y tiene un enorme lunar peludo al borde<br />
de la fosa derecha. Me siento como el chavalo <strong>del</strong><br />
cuento de hadas, al que ya van a echar en la olla.<br />
Quisiera deshacerme de esta bruja de un sopapo.<br />
—Bueno, pues Isidro Pelapapas me recomendó<br />
que hablase con ustedes de nuevo. El maestro<br />
cree en mi trabajo y ambos sabemos que tiene<br />
modos de llegar a las palancas. Yo no puedo<br />
aportar un peso, pero sé dónde venden barato el<br />
pegamento de zapato que inhalaba Lucas. Eso<br />
ayudaría a bajar costos.<br />
—Nos estamos entendiendo— dice Petra, ya sin<br />
calentura y estira otra vez su mano para demoler<br />
la mía.<br />
En mi vaso de agua helada, flota una mosca. Me<br />
limito a sacarla y se la enseño.<br />
—Eso es suerte— comenta—. Usted tiene<br />
suerte.<br />
Creo entender, pero es mentira.<br />
13
LA PLAZA DEL VIEJO<br />
EXPRESIDENTE<br />
<strong>La</strong> plaza quedaba cuatrocientos metros al norte<br />
<strong>del</strong> bar de Koki, un poquito después <strong>del</strong> taller de<br />
Gonzaga. Era un territorio amplio, al que se le<br />
segregó poco menos de una hectárea para instalar<br />
una pileta chiquita con patos y pececillos.<br />
Corredores curvos y poyos de cemento estaban<br />
colocados estratégicamente para estimular<br />
caminatas interiores y algunas armazones de<br />
cemento complementaban la obra, funcionando<br />
bien para jugar rayuela o para que los peques se<br />
insertaran en túneles nada complicados y con<br />
varias salidas.<br />
De tal forma, si había poca gente entre semana,<br />
los sábados y domingos, en cambio, eran muy<br />
exitosos pues las familias pagaban para que los<br />
chicos dieran un breve paseo a caballo o<br />
comiesen manzanas con caramelo y palomitas.<br />
<strong>La</strong> oferta comercial se completaba con frasquitos<br />
de agua jabonosa para hacer burbujas y molinetes<br />
de viento.<br />
Igual, si no tenía plata ese día, la gente podía<br />
perfectamente ir a relajarse.<br />
El resto de la propiedad era potrero abierto y era<br />
estatal. Alguien había instalado, de buena fe,<br />
15
marcos de fútbol que la maleza, sin embargo,<br />
cubría. Los días de invierno se empozaba el agua<br />
y, en los de verano, corría el polvazal. Eso no era<br />
óbice para matar la fiebre en las mejengas<br />
improvisadas, ya fuese que las hicieran los<br />
chiquillos al salir <strong>del</strong> colegio o los obreros apenas<br />
terminada la jornada de trabajo, antes de que<br />
cayese la noche o mientras la luz que la luna<br />
reflejaba, hiciese posible el juego.<br />
Los vendedores de copos y de granizados<br />
hacían su agosto cada fin de semana. Es que el<br />
mercado entonces no era tan competido, pues los<br />
profesionales y los académicos no tenían la<br />
costumbre o necesidad de tener un segundo<br />
empleo para sostener su estilo de vida.<br />
<strong>La</strong> alegría habitual de la Plaza <strong>del</strong> Viejo<br />
Expresidente beneficiaba a todos.<br />
<strong>La</strong> excepción de la regla: cuando los profesores<br />
<strong>del</strong> colegio cercano mandaban a los estudiantes a<br />
la plaza para que resolviesen sus diferencias a<br />
piñazos. <strong>La</strong> cercanía de un colegio de hombres<br />
reflejaba, en consecuencia, los valores asumidos<br />
de esa masculinidad tóxica que sustituía el<br />
diálogo por la bravuconada. Más de una vez el<br />
contrincante de un chiquillo era su profesor,<br />
quien creyó advertir que hablaban mal de él.<br />
16
Esto tal vez no debe narrarse en pasado pues el<br />
machismo estúpido nunca ha abandonado<br />
Malanga. Con mayor frecuencia, se hace patente<br />
en instituciones de larga tradición fascista como<br />
la Iglesia, y en las escuelas pioneras <strong>del</strong> país que<br />
han desarrollado un misticismo enfermizo.<br />
Hecho este paréntesis, lo que quiero contar es<br />
que, en cosa de diez años, ocurrieron pequeños<br />
grandes cambios. Una ley traspasó la<br />
administración de las plazas <strong>del</strong> país a los comités<br />
cantonales de deportes para promover las<br />
prácticas deportivas. El optimismo inicial fue, a<br />
nuestro ver, muy cuestionable. En todo Malanga,<br />
estos sitios pasaron de ser espacios abiertos,<br />
aunque carentes de mantenimiento, a lugares<br />
cerrados con malla periférica y candados. Rara<br />
vez había allí acceso para las comunidades, pues<br />
el fútbol federado y otras disciplinas asociadas se<br />
fueron apoderando <strong>del</strong> lugar y de su agenda.<br />
As fue —hay que reconocerlo— cómo<br />
instalaron a la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente un<br />
par de buenas piscinas. A ellas, se podía acceder<br />
con una baja cuota e incluso recibir lecciones de<br />
natación. Tal vez sea la única actividad que no le<br />
cerró totalmente las puertas a la barriada.<br />
También hicieron una cancha de básquetbol<br />
bajo techo. A ese lugar sólo se podía acudir de<br />
espectador cuando había programado algún<br />
17
entrenamiento. Maldita la gracia de ir a ver. “En<br />
serio, ¿esto es de la comunidad?” se preguntaba<br />
la barra de adolescentes que, luego <strong>del</strong> cole, se<br />
reunía en alguna casa cercana a tragar cervezas<br />
que alguno compraba en el bar de Koki, bajo el<br />
pretexto de ser para algún pariente adulto.<br />
Asaltaban la nevera <strong>del</strong> anfitrión y la despensa y<br />
se sentaban sobre el murillo exterior de la casa a<br />
hablar paja.<br />
Pero no estaba cerrada la cancha el día que<br />
Felipe Barrios, apenas con ocho años y vago por<br />
vocación, se encontró con la maravilla <strong>del</strong> barreal<br />
sin vigilancia en pleno día. Juntó a sus amigos y<br />
fueron a patear bola. Eran apenas cinco carajillos<br />
de edades muy similares y se entretuvieron tres<br />
horas.<br />
Luego, cada uno volvió a su casa por su cuenta.<br />
Menos Felipe que vivía cerca y decidió quedarse<br />
un poco más.<br />
En la geografía <strong>del</strong> sitio, debemos anotar que la<br />
Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente medirá unos<br />
quinientos metros en cada uno de sus cuatro<br />
costados. <strong>La</strong> parte <strong>del</strong> playground está<br />
distanciada de la zona deportiva por una malla<br />
que lo cubre todo y tiene tres hileras de alambrado<br />
de púas que complementan su seguridad.<br />
18
Es por si alguien quiere robarse el puto zacate.<br />
O hacer mejenga a deshoras.<br />
Todo esto es un despropósito si consideramos<br />
que la cancha, a pesar de esa figura de los comités<br />
cantonales, no logra estar en buenas condiciones.<br />
Hay pozos enormes en las áreas, enormes<br />
problemas de calvicie en los costados, y modestos<br />
manchones de césped por aquí y por allá. Es cosa<br />
de imaginar un sujeto al que el fuego le ha<br />
chamuscado el coco. (Perdón, la figura es un<br />
tanto grosera).<br />
También divide la plaza, arteramente, la línea<br />
<strong>del</strong> tren que aprovecha entre las mallas de los dos<br />
sectores para cortar camino a la estación<br />
ferroviaria, tres kilómetros abajo. Si uno camina<br />
sobre los rieles, va a encontrar montones de<br />
basura, huesos humanos y animales, chapas de<br />
refrescos y cigarros. Muchos cigarros y botellas<br />
de alcohol de fricciones.<br />
Porque, además, la plaza tiene invasores. Son<br />
cuatro —y más, la cifra oscila— alcohólicos,<br />
hombres y mujeres que pernoctan allí; duermen<br />
cómo pueden y cagan dónde quieren. Hay partes<br />
<strong>del</strong> sitio que apestan a botadero, a pudrición. Y si<br />
los tipos andan por allí, puede ser que asalten vía<br />
cuchilla o botella rota.<br />
<strong>La</strong> ventaja de ser manada.<br />
19
Felipe ese día se queda hasta que cae la sombra.<br />
Casi dan las seis. Cuando quiere irse, a todo le<br />
han puesto candado. Afortunadamente, no están<br />
los borrachines, pero al joven le preocupa no sólo<br />
el cómo salir, sino la idea de hacer un papelón si<br />
un policía lo encuentra saltando sobre el alambre<br />
de púas.<br />
Barrios es flaco y menudo, pero es un tieso y a<br />
la hora de trepar la cerca, le tiemblan las manos y<br />
las quijadas. Ya se ve dando explicaciones de qué<br />
hace en ese lugar a deshoras.<br />
Sudando frío, logra trasponer la cerca y<br />
enseguida se aleja. A lo lejos, la pitoreta <strong>del</strong> tren<br />
le dice que todo anda bien.<br />
No volverá a esa cancha más. Siente, sin saber<br />
por qué, que ese sitio ha sido usurpado por algo<br />
más que los borrachos.<br />
Más tarde morirán los paseos en caballo y las<br />
actividades dominicales, pues unos cinco años<br />
a<strong>del</strong>ante, los callejones aledaños serán usados los<br />
fines de semana, bien para conciertos, bien para<br />
la feria <strong>del</strong> agricultor; la gente derivará su tiempo<br />
de ocio a actividades mucho más caras, aunque<br />
no pueda pagarlas.<br />
De por sí, las deudas también son una de las<br />
máscaras identitarias de Malanga.<br />
20
Aparentar se confunde con razón de vida. Si eso<br />
trae problemas familiares y broncas mayores es<br />
cosa que la gente no piensa ni discute. Por<br />
mientras, se le compra con sobreprecio a los<br />
polacos para tener un jean o una colcha nueva y<br />
hasta un espejo lindo para el baño.<br />
Jodidos o no, la cosa es estar a la moda.<br />
21
CUANDO LAS HORAS SE<br />
ALARGAN<br />
Mercedes Caballero Rojas es bonita, ojos gatos,<br />
<strong>del</strong>gada, apenas trigueña, pero carece de ganas<br />
para el estudio. Apenas hizo dos años de<br />
secundaria. Su madre se apoya en ella para las<br />
labores <strong>del</strong> hogar, pues sufre mucho por las<br />
várices, enormes como venas volcánicas, lo que<br />
es atroz para una mujer que apenas frisa los<br />
treinta y cinco años. Eso sin hablar de<br />
hipertensión y quistes ováricos que la tienen<br />
desmejorada habitualmente.<br />
En Valle Muerto no hay en esa época<br />
demasiados chances para el trabajo si no es en la<br />
agricultura. Sus dos hermanos mayores salen<br />
antes que el sol, junto a su padre, a limpiar lotes<br />
y a cuidar de la siembra y de las cosechas. Así<br />
que, antes de las once, ella debe tener listos los<br />
almuerzos y partir a pie montaña adentro y<br />
recorrer los kilómetros necesarios hasta dejarles<br />
los alimentos y el café humeante.<br />
Jason, de apenas seis años, es un enano llorón<br />
que gusta jugar con una pistola de palo que le hizo<br />
su padre. A veces logra acercarse a animalitos<br />
reales que no ven ni venir el culatazo que los<br />
quiebra. Porque, en esos tiempos, el rollo de los<br />
23
derechos animales no camina y los nenes son tan<br />
crueles como cualquier primate.<br />
Mercedes cuenta con quince años. Tiene el<br />
cabello lacio y rojizo y manos callosas de tanto<br />
acercarlas al fogón. Gusta de prender una flor<br />
celeste de tela sobre su cabello y pintar las uñas<br />
de sus pies. Eso sí, no sabe montar a caballo y no<br />
importa, porque sus padres nunca tuvieron<br />
caballos.<br />
<strong>La</strong> ruta pasa por la naciente que, muchos<br />
kilómetros abajo, se torna en una fuerza iracunda:<br />
el río Gambas. Sin embargo, en esas alturas de la<br />
montaña, es apenas un hilo de metro y medio de<br />
ancho y con una profundidad de diez centímetros<br />
que cae sobre las piedras, como si fuese la<br />
catarata de un jardín de diseñador. Aguas<br />
diáfanas con pequeños peces, cangrejos, pájaros<br />
y flora exuberante aportan pequeñas sutilezas al<br />
paisaje.<br />
Eso, más algún ganado errabundo, alguna<br />
gallina fugitiva y los perros de las fincas<br />
aledañas.<br />
Mercedes disfruta de la naturaleza sin prisa.<br />
Algunas veces, cuando llega con la comida, la<br />
regañan por la demora. Sus hermanos y su padre<br />
son machos y puntuales y no pueden callarse ante<br />
24
la ligereza. Eso no cambia que, inevitablemente,<br />
quince minutos o una hora, la niña llegue tarde.<br />
Excepción son los días de cielos desbocados.<br />
Con la ferocidad <strong>del</strong> agua, las laderas se tornan<br />
inestables y el trabajo pierde planificación. Los<br />
hombres entonces optan por acabar pronto ante la<br />
imposibilidad de sacar la tarea con buen rendimiento.<br />
Entretanto, la joven tejerá fundas de<br />
retazos y edredones de lana que luego su mamá le<br />
aconsejará vender entre los asistentes a la misa<br />
<strong>del</strong> domingo.<br />
Habrá sido apenas antes de cumplir los quince<br />
años cuando Mercedes, cierta tarde, no regresa<br />
<strong>del</strong> campo. Cuando dan las seis, sus padres hablan<br />
con el <strong>del</strong>egado policial para pedir ayuda. <strong>La</strong><br />
respuesta recibida es que hasta pasadas las<br />
cuarenta y ocho horas se puede registrar la<br />
denuncia.<br />
<strong>La</strong> historia no termina en tragedia, como<br />
veremos someramente después. Cuando ella por<br />
fin regresa, han transcurrido varios días. Sin<br />
embargo, en esa casa, luego de una tunda<br />
antológica el tema se torna tabú. <strong>La</strong> joven<br />
asumirá que robarse unos minutos para charlar en<br />
el barrio o ser invitada a comer un helado, podría<br />
—la próxima vez— salirle caro.<br />
25
Por algo se dirá después en el pueblo que<br />
Mercedes era una niña huraña y grosera. En algo<br />
le había marcado la paliza recibida en su regreso<br />
a casa y el dolor recurrente de su hombro<br />
izquierdo le recordaría el mal rato para el resto de<br />
sus días.<br />
Así que nosotros, viendo que la atmósfera es<br />
silencio y el silencio es violencia, tomamos nota<br />
y clasificamos el dato como apunte colateral.<br />
26
NADIE RECUERDA EL PASADO<br />
DE ESTA CALLE<br />
En esos días, Tranquilidad era un barrio con<br />
camino de grava que los conductores evitaban<br />
usar para acortar distancia. El costo de<br />
oportunidad podía perfectamente devenir en<br />
dañar la suspensión <strong>del</strong> coche o una llanta rota.<br />
Además, transitaban vacas, cerdos, cabras y<br />
gallinas que dificultaban el paso a capricho. Los<br />
lotes baldíos se sucedían entre sí y apenas había<br />
ocho viviendas sencillas en todo el vecindario.<br />
<strong>La</strong> iluminación era una farola a la entrada y otra<br />
a la salida de la pequeña comunidad.<br />
Podemos afirmar sin miedo que todos los<br />
habitantes de aquel momento eran oriundos de la<br />
barriada. Y sus padres también.<br />
Ni siquiera el autobús entraba al barrio. No<br />
había población suficiente, por lo que los<br />
interesados caminaban hasta dos kilómetros para<br />
tomar la cazadora, una vieja máquina GMC<br />
pintada en rojo y con edad desconocida, tanto<br />
que, al avanzar, temblaba incansablemente.<br />
Los vecinos tenían sueltos los perros fuera de la<br />
casa. Ante la poca visitación, se portaban<br />
hostilmente y amedrentaban a los desconocidos.<br />
27
Persecuciones a dentelladas y las consecuentes<br />
mordidas eran pan de cada día en Tranquilidad,<br />
pero la carencia de legislación al respecto<br />
mantenía indiferentes a los propietarios de los<br />
cánidos.<br />
Y el atacado nunca se atrevería a repetir la<br />
aventura de ingresar en la barriada.<br />
Un migrante chileno fue el primero de la nueva<br />
generación en comprar tierra y acoplarse al<br />
vecindario. Un terreno grande, entonces<br />
sembrado de café y con buen fondo hasta pegar<br />
con río. Éste corría unos veinticinco metros abajo<br />
y para llegar a su vera, la pendiente superaba los<br />
setenta grados. Así que eso no representaba,<br />
digamos, permeabilidad en la seguridad. Se veía<br />
ocasionalmente vagar individuos por allí, pero no<br />
subirían fácilmente la ladera.<br />
Rafael Pizarro se instaló allí con su familia:<br />
Lucía, Carlos, Mariano, Elba y dos golden<br />
retriever. Construyó un muro a orillas de la calle<br />
para asegurar su privacidad. Un par de obreros lo<br />
levantaron con rocas y cemento hasta una altura<br />
de tres metros.<br />
El hombre era un profesor universitario<br />
migrante. Un chileno que daba clases de filosofía<br />
y arte en la Universidad de Malanga. Supo de<br />
inmediato incorporarse al vecindario y<br />
28
participaba de las festividades propias: las fechas<br />
históricas y las manifestaciones religiosas. Hacia<br />
el mes de diciembre, era frecuente ver a la<br />
comunidad rezando en un galpón, construido en<br />
el costado <strong>del</strong> jardín de su casa, que también<br />
funcionaba como taller para esculpir, porque<br />
Pizarro era un hombre habilidoso y bon vivant:<br />
reformó su patio hasta lograr un hermoso jardín<br />
escultórico que, posiblemente, incidiese en la<br />
voluntad de migrar a este barrio de nueva gente<br />
acomodada, no por la vista desde calle, que está<br />
vetada por los muros, sino porque las visitas que<br />
recibía la familia provenían <strong>del</strong> mismo estrato<br />
social que el profesor universitario. Llegaron<br />
otras parejas con alto nivel de ingreso: eran<br />
empresarios o profesionales <strong>del</strong> derecho, de la<br />
economía, de la salud. Y la vida social <strong>del</strong> lugar<br />
fue girando en torno a la agenda que Pizarro<br />
desarrollaba en conjunto con sus vecinos amigos.<br />
Entonces, al irse poblando Tranquilidad,<br />
empezaron a decirle Alameda. No pasarían<br />
muchos años para que la vía fuese asfaltada y la<br />
iluminación artificial mejorase, merced a<br />
gestiones de un vecino diputado que truncó su<br />
vida en un accidente ocasionado por la falta de<br />
descanso. No hablamos <strong>del</strong> doctor Pocalengua,<br />
no. Ese tipo era incapaz de ayudar a nadie y llegó<br />
mucho después de la muerte de Pizarro y de que<br />
29
la familia de este buen hombre abandonase el<br />
barrio.<br />
Sin embargo, en esos tiempos de pioneros era<br />
infaltable el rezo <strong>del</strong> Niño con cimarrona y trío.<br />
También se apuntaban todos a las celebraciones<br />
de Semana Santa, a las fiestas nacionales, a<br />
cuanta expresión popular llevasen las agendas.<br />
Rafita tiraba la casa por la ventana con pan casero<br />
y comidas criollas.<br />
Así fue hasta que el profe murió de un infarto,<br />
unos diez años a<strong>del</strong>ante.<br />
El sucesorio llevó a romper la armonía familiar<br />
y a desocupar la casa que, poco a poco, empezó a<br />
ver reflejado el paso <strong>del</strong> tiempo. Que se sepa la<br />
Alameda parece haber olvidado a estos<br />
precursores.<br />
Antes que se derrumbase la mansión<br />
totalmente, apareció un nuevo propietario que la<br />
hizo reparar. Le levantó murallas aún más altas<br />
en el contorno e hizo cavar una piscina amplia y<br />
profunda.<br />
<strong>La</strong>s señoras de casa, las vecinas que se<br />
dedicaban a atender su familia, murmuraban<br />
durante el café vespertino, cuando se visitaban<br />
mutuamente que había llegado un maldito narco.<br />
30
Y no. Era el señor Policarpo que con sus<br />
enormes gafas oscuras disimulaba su rostro de<br />
iguana deshidratada: había encontrado la casa en<br />
un remate bancario y con una llamada se apoderó<br />
de la antigua Mansión Pizarro.<br />
ؙ—Perdone, narrador: ¿acaso Policarpo y narco<br />
no son la misma vaina? ¡Qué viejo desordenado<br />
es usted! Sería mejor si nos deja a nosotros contar<br />
la historia desde adentro.<br />
—Déle, pues. Yo voy a dormir la mona porque<br />
el vino me sienta mal.<br />
31
DIGAMOS QUE PORKY ES DE LA<br />
CASA<br />
Porky pasa hasta dos veces al día a Ranas Rojas.<br />
Solamente se ausenta los miércoles, día que no<br />
trabaja. Lleva consigo un viejo maletín de cuero,<br />
bastante atropellado y lleno de escarapelas,<br />
colgado sobre el torso. E invariablemente, los<br />
billetes de lotería que caracterizan su oficio.<br />
Lo que podemos decir de esta persona es que<br />
frisa los sesenta años, calza <strong>del</strong> 40, siempre con<br />
tenis y ya no fuma. Antes lo hacía, pero los años<br />
le enseñaron a cuidarse. A<strong>del</strong>gazó lo necesario,<br />
dejó las grasas saturadas, las golosinas y hasta el<br />
guaro.<br />
Lo único que no logró solucionar fue su<br />
alopecia. A cambio, se deja crecer lo poco que<br />
tiene sin mayor cuidado. Si usase gorra, hasta<br />
pensaríamos que es un rockero de los pesados.<br />
Koki Rojas juega el 46 a plana entera y eso es<br />
primordial. Es lo primero que separa. Luego va,<br />
mesa por mesa, y en casi todas coloca su medio<br />
entero o su fracción. El prestigio de ser un<br />
chancero con suerte —porque así lo atestigua el<br />
dueño <strong>del</strong> bar— le vuelve irresistible.<br />
Y todos contentos.<br />
33
Porky, por su parte, confirma que es una<br />
chanchada <strong>del</strong> narrador poner a Rojas como un<br />
sujeto mezquino con pocos empleados. En la<br />
versión <strong>del</strong> hombre, que es extremadamente serio<br />
como todo vendedor de lotería, hay dos<br />
cocineros, dos bartenders y dos saloneros en la<br />
planilla fija <strong>del</strong> lugar.<br />
Otra cosa es que el narrador haya pasado por el<br />
lugar durante Semana Santa, fechas cuando el<br />
propietario se dedica solamente a mantenimiento.<br />
Acaso, eso haya ocurrido y no un gesto de la<br />
naturaleza pérfida <strong>del</strong> autor, tan frecuente.<br />
<strong>La</strong>s horas ideales para hacer las rondas son las<br />
cuatro de la tarde y las ocho de la noche.<br />
Corresponde esto al flujo de potenciales clientes<br />
y también, al hecho comprobado muchas veces de<br />
que nadie está jumo tan temprano. Ya pasaditas<br />
las diez, Ranas Rojas suele experimentar cambios<br />
sutiles y, alguna que otra vez, hay que llamar a la<br />
policía por balazos o por gente que sale a darse de<br />
cuchilladas al parqueo.<br />
Nuestro pregonero de la suerte lo sabe y tiene<br />
como regla no llegar demasiado tarde a casa.<br />
Ahora que están saliendo nuevos juegos de azar,<br />
el riesgo de ser asaltado aumenta.<br />
El consuelo de Jorge respecto a los incidentes<br />
es decir que hasta en la zona universitaria pasan<br />
34
cosas parecidas. Por eso, dentro de la<br />
registradora, hay dos pistolas. Debajo de ella, un<br />
botón de alarma y siempre que puede, echa un ojo<br />
para verificar que los mejores cuchillos de cocina<br />
se mantengan disponibles cerca.<br />
Terminada su venta, Porky generalmente parte<br />
hacia el este por la noche. Si es de día, lo hace al<br />
sur.<br />
Esta vez se detiene ante su anfitrión y le espeta:<br />
— Patrón, ponga las noticiasؙ. Están debatiendo<br />
sobre el TLC. —Enseguida, tamborilea los dedos<br />
de la mano derecha sobre la barra y sale sin<br />
despedirse.<br />
Koki lo escucha, pero no hace caso porque trata<br />
de aguzar la oreja sobre un pleito de pareja en la<br />
mesa cuatro. ¡Qué cantidad de cochinadas se han<br />
hecho entre ambos y se siguen aguantando…!<br />
Después de todo, nuestro bar es un salón<br />
familiar. Digamos, un rancho típico, donde nada<br />
más falta un tiovivo para que toda la familia sea<br />
feliz.<br />
35
36
RONDA DE SERES AMAÑADOS
ENTRETELONES<br />
—García, sabe que tiene prohibido venir a estas<br />
oficinas. Hay una orden de restricción y está<br />
vigente.<br />
—Sabrá que uno llama y usted se niega. No me<br />
han liquidado y van cinco meses ya—. El aludido<br />
se sienta en el sillón donde van a recalar las<br />
visitas de Petra.<br />
—Mire que hay que ser muy descarado para<br />
venir luego de lo que Ud. hizo. Debiese estar en<br />
chirona, ladrón.<br />
—Vieja impostora, Ud. sabe que no es cierto.<br />
Ud. gestó el ardid para despedirme sin pagarme<br />
un cinco, pero no es así.<br />
Petra saca un Cohíba, lo corta y lo enciende.<br />
Como si fuese el infeliz jefe de Peter Parker,<br />
habla con insolencia:<br />
—Mejor, lárguese antes de que traiga la policía.<br />
Aparte de robar la plata de los compañeros, quién<br />
sabe qué más se habrá llevado.<br />
—Perdone, usted., pero me la voy a echar al<br />
pico. Sé que hay desfalcos en las finanzas de<br />
Comas Negras desde los días de Lucas. Y Ud. es<br />
peor—. García se levanta y derrama sobre la<br />
mesa el vaso de agua que reposa junto a Petra.<br />
39
Cuando va saliendo, paso a su lado con el<br />
primer capítulo de esta vaina.<br />
Yo, muy orondo, pensando que el mundo<br />
editorial es tan noble.<br />
40
HABLA LA QUE NUNCA MUERE<br />
No soy el narrador: soy la memoria. Estoy llena<br />
de baches y de datos superpuestos, de rumores<br />
que dicen y desdicen, pero también de pequeñas<br />
verdades que se sedimentan en el fondo de los<br />
relatos. Soy la suma de los narradores porque una<br />
ciudad está llena de voces y el escritor se limita a<br />
ecualizar: hace que las voces <strong>del</strong> tumulto se<br />
individualicen para hacerlas perceptibles.<br />
Los baches, sin duda, los va llenando el<br />
colectivo. Cada escritor no puede sino capturar<br />
fragmentariamente la vida de la ciudad. A veces,<br />
algunos personajes nos superan o esperan por la<br />
palabra que retrate mejor su tesitura.<br />
Una ciudad no es un coro que comparte la<br />
misma partitura. Cada sujeto canta la vida cómo<br />
puede. A veces, celebra. En otras ocasiones,<br />
guarda silencio y se humilla. Sin embargo, algo<br />
sucede dentro. Tal vez sea ésa la labor <strong>del</strong><br />
escribano: dar testimonio de lo que pasa en el<br />
silencio.<br />
Personajes colaterales como la chica <strong>del</strong><br />
supermercado no me dejan indiferente. ¿Es su<br />
vida mediática o exitosa? Supongo que no, pero<br />
es heroica. Ante la certeza de las carencias,<br />
trabaja. Saca el día a día para su sustento a pesar<br />
41
de que su condición social es un ancla amarrada<br />
al pie de una persona que lucha por salir de las<br />
aguas profundas.<br />
Porque no soy el narrador, ni el vendedor de<br />
chances, ni el político, ni el sociólogo o el<br />
burgués, no pueden matarme. Cuando uno de los<br />
ciudadanos desaparece, la ciudad pierde parte de<br />
sí misma, sin embargo están sus coetáneos, los<br />
<strong>del</strong> barrio, los de la oficina, que arman<br />
fragmentariamente las historias compartidas. En<br />
muchas ocasiones, se equivocan. No lo dudo.<br />
De eso se trata.<br />
Cuando camino por el bosque, marcho en<br />
silencio: quiero escuchar. Pretendo identificar las<br />
voces y los ruidos que me vienen de lejos. Trato<br />
de adivinar el sendero para avistar un pájaro. O si<br />
escucho un felino que ruge amenazante, me<br />
paralizo.<br />
De la misma forma, la ciudad nos manda<br />
señales de sus habitantes. De la mayoría de ellos<br />
acaso sepamos nada. Pasa que cada sujeto no<br />
suele mirar más allá de su burbuja y el rico<br />
desconoce <strong>del</strong> pobre y viceversa.<br />
Llegamos a tal confort que parece asombrarnos<br />
la presencia <strong>del</strong> otro.<br />
42
Somos, sin embargo, correlatos. Y como tales,<br />
compartimos escenario. Los hilos de nuestra<br />
<strong>trama</strong> se cruzan, se enredan y, a ratos, se<br />
revientan y alguien procura zurcirlos. Es entonces<br />
cuando detectamos que el otro, a pesar de su<br />
silencio o borrosidad, es importante.<br />
En la literatura es mitad verdad, mitad mentira<br />
todo. Un narrador omnisciente es probablemente<br />
la invención más perversa de un escritor. Asumir<br />
que se sabe todo, que todo se controla. Eso es<br />
fatalismo. Dejamos en el papel sujetos<br />
acartonados, carentes de deseo, de rabia, de<br />
humanidad. No importa cuánto enredemos la<br />
<strong>trama</strong>, habremos elaborado títeres.<br />
Por eso, es que el narrador que dice ser destino<br />
también miente. Debería dejar madurar a sus<br />
personajes, hacerlos pensar. Que deriven solos<br />
hacia un credo o hacia una razón bien articulada.<br />
Lo que pasa es que condenar es vicio humano,<br />
igual que los linchamientos.<br />
El narrador no escapa a ello. Es capaz de hacer<br />
morir a un personaje por puro efectismo.<br />
Entonces, podemos decir que esa voz tiene<br />
mucho de miserable.<br />
Tampoco veo heroísmo en la rebeldía mal<br />
canalizada. <strong>La</strong> forma en que ciertos ciudadanos<br />
se rebelan y dan muerte al chancero, ocurre<br />
43
mucho. Conmigo no pudieron, porque les di una<br />
pista falsa. Han creído que yo me escondía<br />
disfrazado de mercader de la suerte y eso nunca<br />
pasará.<br />
Entretanto, cometieron un asesinato. Acá no<br />
cabe decir que fue Fuenteovejuna, como en la<br />
obra de<br />
Lope, no. Hubo una conspiración de los sujetos<br />
que se sintieron desnudos por la escritura de ese<br />
tipo, Vivas.<br />
¿Esto pasaba desde antes? No sé, cada época<br />
tiene sus propias artes de mojigatería. ¿Desde<br />
cuándo han abandonado a las jóvenes<br />
embarazadas su grupo familiar? Eso no es nuevo.<br />
Tampoco lo es que un grupo de poder busque<br />
silenciar las disidencias, bien sea causando<br />
hambre o precariedad entre los subordinados o<br />
contratando rompehuelgas y lumpen matonil. Lo<br />
único que sé es que nadie mata la memoria.<br />
Sin embargo, tengo un hermano gemelo,<br />
instigador y doble cara: el rumor de mala leche.<br />
Su lengua corta vínculos y mancilla por capricho.<br />
Favor, ténganle distancia.<br />
44
YO COLABORO CON EL SEÑOR<br />
DIPUTADO A CUALQUIER HORA<br />
—¡El avión, el avión! — chilla como mono el<br />
enano Azuela, mientras corre despavorido hacia<br />
el granero.<br />
Inmediatamente, Antonio y Fernando acuden al<br />
campo con bidones de gasolina para humedecer<br />
los trapos que reposan en estañones de lata.<br />
Hecho esto, les dan fuego.<br />
Son las dos y media de la madrugada y el cielo<br />
tiene al sur un puñadito de estrellas, nada más. El<br />
resto, bien oscuro.<br />
Azuela se aproxima con el pick up a la orilla de<br />
la pista de aterrizaje, que apenas está definida por<br />
las llamas que funcionan como guía. Aparecen<br />
desde la casa central de la finca, cuatro hombres<br />
con así metralletas que bajan de otro jeep.<br />
Cinco o diez minutos más tarde, el Cessna<br />
aterriza. Procuro no aprender su matrícula ni<br />
señales pues no quiero problemas. Estoy en esto<br />
porque ando desempleado y, aunque es riesgoso,<br />
45
esto no paga mal. Me dará de comer unas<br />
semanas.<br />
Mi labor va a ser vigilar que ningún paquete se<br />
pierda. Son 650 quesos que se marcharán al norte,<br />
tan pronto la avioneta cargue.<br />
Por ahora, me limito a ver cómo retiran de la<br />
cajuela las bolsas de arroz que cubren los envoltorios<br />
de un kilo. Bolsas bastante estandarizadas<br />
y con el logo de un conejo con gafas impreso<br />
sobre la carátula, lo cual sirve para identificar a<br />
sus propietarios.<br />
El capitán baja para mear, pero antes deja<br />
indicado el acomodo de la carga para evitar<br />
inconvenientes. Luego, se aleja hacía la zona<br />
boscosa sin pensar que esto puede ser riesgoso,<br />
como en toda zona selvática durante la<br />
madrugada.<br />
Cuento seiscientos treinta y ocho paquetes y<br />
estoy desorientado. Ahora, ¿qué hago? Al<br />
diputado no va a gustarle que lo molesten con<br />
estas cosas, no vaya a caer por imprudencias. Así<br />
que conmino a Azuela a que revise dónde putas<br />
están los faltantes y el enano de mierda se<br />
devuelve al galpón en el carro. Entretanto, el<br />
piloto y los peones nuestros fuman y beben a la<br />
carrera, sentados en mecedoras de madera, un<br />
poquito retiradas de la luz.<br />
46
Son las tres y veinticinco cuando, por fin, el<br />
embarque queda listo. El Tatú de <strong>segunda</strong><br />
categoría ha encontrado los paquetes que faltaban<br />
enredados entre sacos de cincuenta kilos de arroz<br />
estibados al fondo <strong>del</strong> bodegón. Le demoró casi<br />
quince minutos volver.<br />
Otros dos muchachos se han hecho cargo de<br />
abastecer el combustible para tener a tope la<br />
avioneta. Ya nada falta para irse, el capitán choca<br />
las manos con todo el mundo y sube a bordo.<br />
Hasta que la avioneta despega, los ocho<br />
permanecemos allí, aunque queremos irnos<br />
pronto. <strong>La</strong> escena es algo bochornosa pues el<br />
lugar es inadecuado y uno no quiere explicarle a<br />
nadie lo que hace a deshoras en tal oscurana.<br />
Cuando ya no hay rastros <strong>del</strong> suceso, arrojamos<br />
tierra a los estañones para que el fuego se extinga.<br />
Enseguida, cada uno saca su moto y toma<br />
direcciones diferentes, de ser posible. Los que<br />
comparten ruta procuran ir distanciados entre sí<br />
y, si el camino no es tan oscuro, apagan los focos.<br />
Solamente Azuela, capataz, mano derecha <strong>del</strong><br />
dipu, se va en el pick up. Regresa la camioneta al<br />
galpón, pone candado y se va andando a su casita,<br />
ese pequeño rancho al lado atrás <strong>del</strong> inmueble.<br />
Yo, la verdad, me detengo a medio camino pues<br />
el miedo me hace vomitar.<br />
47
Una vez recuperado, quiero respirar profundo.<br />
Entonces, veo unos ojos rojos entre la hierba y<br />
acabo por mear mis pantalones.<br />
Trepo a la moto y arranco despacio. Tan pronto<br />
siento que he ganado distancia, corro como si<br />
fuese perseguido por el diablo.<br />
El miedo me dura toda la mañana siguiente.<br />
A ver si me desaparezco de estos rumbos,<br />
porque uno ocupa el dinero, pero cuida el pellejo.<br />
48
JOSÉ LUIS SE QUEDA EN<br />
TIERRA<br />
—Debería estar en el avión viajando hacia el<br />
Mundial, pero la agencia de viajes me estafó. A<br />
cientos, y a nosotros también. No estaban<br />
autorizados para vender los paquetes y trataron de<br />
armarlos por fuera y no pudieron. Se enjaranaron<br />
con el banco y entraron en mora. Su única<br />
respuesta fue cerrar puertas. El lunes nadie abrió<br />
el local y nadie supo localizar al dueño. Antes<br />
vivía por el Country Club. Todos lo sabíamos,<br />
pero nunca nos enteramos <strong>del</strong> momento cuando<br />
cambió de domicilio.<br />
Koki está lavando vasos en el fregadero<br />
mientras escucha a su interlocutor que cuenta su<br />
rabia en la barra, de forma altisonante. El<br />
consecuente ruido <strong>del</strong> cristal se mezcla con una<br />
salsa <strong>del</strong> Gran Combo que suena en la rocola. En<br />
el freidor, doña Pamela prepara unos tacos en el<br />
compartimento derecho. En el izquierdo, papas.<br />
—¿Cuánto habías pagado? —azuza Koki. Sabe<br />
que un bar sin conversa se muere rapidito.<br />
—Lo mío y lo de la doña, casi todo— responde<br />
José Luis—. Cuando terminó el campeonato <strong>del</strong><br />
90, de una vez tomamos el plan para el de ahora.<br />
49
He estado pensando en sacar un préstamo con la<br />
solidarista porque no es caro. <strong>La</strong> mujer no está de<br />
acuerdo y cree que mejor nos gastamos la plata<br />
en el abogado para la demanda contra Viajes de<br />
A Peseta por el Mundo, S. A.<br />
—Entiendo. Es difícil no caer en las redes de<br />
una empresa que parecía poderosa, omnipresente,<br />
estructurada. Hasta los programas y el canal que<br />
tenían en cable les daba prestigio. Igualito que<br />
pasó con la quiebra de las financieras. ¿Te<br />
acordás <strong>del</strong> carajo que captaba inversiones al<br />
cuarenta por ciento en colones?<br />
—También hubo políticos que captaban en<br />
dólares al 60% y pagaban anticipado. Una<br />
pirámide Ponzi, sin duda. Y la gente lo sabía. Allí<br />
había lavado o algo peor. Luego, estaba la gente<br />
llorando o se suicidaba porque ésa era su forma<br />
de vida: invertir un mediano dinerillo y vivir de<br />
los rendimientos. Con eso es que están<br />
desarrollando esos focos residenciales de lujo en<br />
Tranquilidad— José Luis se chupa los dedos,<br />
luego de morder su taco.<br />
Rojas cierra el grifo <strong>del</strong> agua y se seca las<br />
manos. Piensa que básicamente todo Malanga<br />
huele a estafa, a chorizo. Y eso no es piropo,<br />
porque el país no es una cocina.<br />
50
—Es mucha deuda— dice, pero ya se arrepiente<br />
de hacerlo. “Uno no opina de la vida de otro, regla<br />
de oro <strong>del</strong> cantinero”.<br />
—Fíjate que conocí el caso de una familia de<br />
esos lares, cuya hija estaba en un colegio privado.<br />
Tenía como compañera a la hija de una señora<br />
que vivía de los intereses que le pagaban los<br />
Hermanos Cuchufleta. Así se llamaba la trampa.<br />
Una vez le tocó a la muchacha acudir a la casa<br />
de esta señora. Voy a llamarla Fulana porque no<br />
voy a andar diseminando chismes que puedan dar<br />
problemas. Eran seis los carajillos de un colegio<br />
privado que tenían que desarrollar un proyecto<br />
para dos semanas después. <strong>La</strong> hija de esta mujer<br />
ofreció la casa para reunirse. El lugar era una<br />
hermosa quinta de montaña, allí donde casi nadie<br />
consigue permisos y la tierra es oro.<br />
Lo que cuentan es que cuando a los chicos les<br />
dio hambre, la señora se portó fría. Les mostró la<br />
llave de la manguera de jardín para que bebiesen<br />
y nada más. He omitido cosas de mi coleto porque<br />
yo traté a esa señora un par de veces y no tengo<br />
duda de su mezquindad. De otro modo, hubiese<br />
creído que la anécdota no pasa de ser mala leche<br />
de alguien que la tomó entre ojos—. José Luis,<br />
sabedor de contar verdades a medias para no<br />
ensuciarse mucho.<br />
51
—Bueno, los Cuchufleta se fueron <strong>del</strong> país.<br />
Gente que bien se informa acá chismorreaba que<br />
eran de la CIA y que, por eso, no les costó<br />
escapar. Al contrario, se habrían radicado en<br />
Estados Unidos bajo nuevas identidades y bien<br />
forrados de dinero. A mí, es que me gustan las<br />
conspiraciones porque son mitad verdad y mitad<br />
mentira, pues al final, aunque la narrativa sea<br />
incierta, el impacto siempre deja secuelas. Es<br />
posible que el creador <strong>del</strong> bulo no conozca todo<br />
lo que afirma, pero es agua que arrastra<br />
sedimentos: hay que colar basura, cribar la arena.<br />
Siempre quedan pistas—Koki le da la razón a sus<br />
clientes. Es automático.<br />
—Regálame hielo. Y otra birra y un taquito.<br />
Acá todo queda impune en las altas esferas.<br />
Recuerdo que, para entrar en esa pirámide, debías<br />
ir recomendado por otro miembro —eso dijo la<br />
radio—. Si no fuese dinero <strong>del</strong>ictivo ¿para qué<br />
salir con tales condiciones?<br />
<strong>La</strong>s mesas están llenas, pero la barra bastante<br />
despejada. Solamente un par de carajos, con<br />
corbata y camisa blanca, toman guaro, cinco<br />
taburetes a la izquierda, y les meten el diente a<br />
unas costillas asadas.<br />
Cuando atisba al viejo vendedor de lotería, José<br />
Luis lo llama y le paga dos enteros. Porky se<br />
embolsa el dinero en el lado izquierdo <strong>del</strong>antero<br />
52
<strong>del</strong> pantalón, chupa medio limón que encuentra<br />
en un plato y finalmente se echa un poco de sal<br />
en el dorso de la mano y la lame. El cantinero se<br />
queda pensando si este cabrón se robó un tapiz o<br />
qué putas hace porque acá no se vende tequila.<br />
—Voy a poner las noticias—. Koki oprime el<br />
botón de encendido y en la pantalla aparece Pablo<br />
Martínez, reporteando desde la Cuesta de las<br />
Vacas Flacas—. No soporto a ese hijueputa—<br />
dice el cantinero, pero no apaga la tele. Como al<br />
descuido, le acerca al cliente una tarjeta de<br />
presentación <strong>del</strong> abogado Venegas, que no es tan<br />
reconocido, pero la está pulseando de lo lindo.<br />
—Éste te hace precio, es un carajillo que busca<br />
clientes. Decíle que sós mi primo.<br />
Con desgano, José Luis guarda el cartoncillo en<br />
su saco. Lo hace por cortesía, pues tiene la certeza<br />
de que toda estafa en Malanga queda impune.<br />
Sobre todo si es de grandes dimensiones. Y<br />
quizás por otros motivos.<br />
Cuando damos la espalda, porque ya no nos<br />
interesa el escenario, ráfagas de balas nos<br />
sugieren que el periodista transmite en vivo. El<br />
parabrisas de la unidad móvil se astilla en el<br />
momento anterior a que dejemos de fisgar la<br />
escena.<br />
53
COSTA DEL LODO/PLAYA<br />
HUMO<br />
—En estos días llueve mucho, tanto como hace<br />
calor. Pensábamos salir mar adentro esta<br />
madrugada, pero no se pudo. El mar estaba<br />
picado y el cielo cargado de nubarrones. Fuimos,<br />
pues a jugar al fut un rato, pero aquello estaba<br />
resbaloso. El Pato se quebró la tibia y no tiene<br />
seguro. (Ninguno de nosotros lo tiene).<br />
Sin embargo, lo atendieron. Esa noche durmió<br />
en emergencias, sobre el corredor. A la mañana<br />
siguiente, lo subieron a cirugía y, dos días<br />
después, lo visitamos en su casa. Nos dieron<br />
aguadulce y alguien llevó algunas galletas de<br />
panadería.<br />
Por acá, siempre andamos descamisados porque<br />
esto es sofocante durante el día. Nada tiene de<br />
raro que un corredor tenga ocho personas y<br />
solamente una de ellas porte camiseta. Y está<br />
también lo fregado <strong>del</strong> oficio. Salir a pescar es<br />
casi embrutecedor: en medio de la nada, el sol y<br />
un montón de sujetos hacinados y en vigilia.<br />
Por suerte hay trabajo, aunque no haya<br />
derechos. Los noticieros cubren, por ejemplo, una<br />
desgracia. Un tipo que cae al mar y su cuerpo<br />
aparece al tercer día. Antes de buscarlo, todos<br />
55
sabemos que no está vivo: los milagros acá están<br />
vetados. Muchos creemos que un chantaje es la<br />
esperanza y un fraude, la política. Vivimos en<br />
covachas que tiemblan con la voz. Húmedas,<br />
infernales y chicas. Nuestras familias son<br />
numerosas y extensas. Nuestros padres, nuestros<br />
hermanos, nuestros hijos conviven en un único<br />
plano. Y los que pueden, aportan algo y no<br />
necesariamente dinero. Alguien trae bananos, un<br />
queso, unas cebollas o se gana unos pesos con el<br />
turismo.<br />
Hay que tener mucho cuidado con los jóvenes<br />
porque la tentación es grande. Los gringos buscan<br />
drogas, putas, esclavos. Y el hambre nos<br />
enceguece ante el dinero. Si las costumbres se<br />
adquieren, luego… ¿quién nos rescata?<br />
Yo he querido hacer mi propio botecillo para<br />
llevar turistas a pequeños viajes, pero me falta<br />
pericia. Tuve dos intentos fracasados: se<br />
hundieron. Y reunir plata para materiales es<br />
ajustar la tripa de toda la familia.<br />
¡Qué bueno que Ud. va a estar acá unos días! Se<br />
ve que es pudiente. Si le parece, mañana lo llevo<br />
a ver artesanías y ropa de la zona. Conozco<br />
lugares donde nos harán precio.<br />
Todo lo escucho mientras mastico unas papas<br />
rancias. Tampoco me ha gustado el pescado, pero<br />
56
nunca me ha fascinado. <strong>La</strong> cerveza la llevo por la<br />
mitad.<br />
—¿Dice Ud. que ya no hay zoológico ni<br />
piscinas públicas? ¿Qué le queda al turismo<br />
ahora?<br />
—Ya ve, tenemos las mejores cantinas. Buenas<br />
bocas y música salsa. Y la gente viene a matar su<br />
soledad con amor.<br />
Esa frase me supo a bolero. Y me gustan los de<br />
la vieja guardia, los cantores cubanos. Sin<br />
embargo, también sé que es música de ligue, de<br />
cabaret, de alcohol.<br />
Soy un saco de prejuicios.<br />
—Me gustaría comprar frutas al mayoreo. Unas<br />
cajas de marañones, zapotes, pejibayes. Es algo<br />
que en mi casa no dejo faltar. Y un par de cuadros<br />
de queso duro y salado.<br />
—Eso no se produce acá. Ha de ir tierra adentro,<br />
donde están los ganaderos y las fincas. En todo<br />
caso, podría comprar dulces, semillas y productos<br />
de la costa. Le van a gustar, todo fresquito.<br />
Contra el espejo, refleja la sierra de un pez que<br />
es habitual decorado de las marisquerías. Así<br />
mismo, hay algunos corales secos, arrinconados<br />
en una esquina <strong>del</strong> zaguán, hacia el fondo.<br />
57
—Entiendo que acá se produce mucho arte. ¿No<br />
ha pensado hacer o vender? He visto cosas lindas.<br />
—Ni me diga. Uno es bruto para el trabajo y<br />
punto. No busque oro en los árboles porque nunca<br />
dan.<br />
Igual, los que hacen talla o escultura, la pasan<br />
mal. Si uno puede salir, porque tiene parentela en<br />
Artificio, es mejor irse.<br />
Empiezo a entender que este lugar ha sido<br />
olvidado desde las políticas públicas y, lo que fue<br />
una belleza con alto potencial, ahora es una<br />
comunidad con playas mugrosas y alto<br />
desempleo. No sé qué decir porque es evidente<br />
que no se me ocurre solución.<br />
—Présteme diez mil pesos y se los rebaja de lo<br />
que me paga mañana. Soy un pirata cumplidor.<br />
Llego por Ud. a las ocho. Si quiere conseguir<br />
mercancía, la encontramos. Siempre hay de<br />
sobra.<br />
No supe qué ha querido decir. A regañadientes<br />
saco el billete y se lo entrego. Me despido con un<br />
gesto visual y subo al dormitorio.<br />
58
INNOMINADO VISTE DE TRAJE<br />
El cuerpo está reposando dentro de un ataúd de<br />
caoba. Nada raro que eso ocurra en una funeraria.<br />
Su traje es negro, con un alfiler de plata en la<br />
solapa y la camisa es blanca, impecable. Lo único<br />
es que nadie ha cerrado la caja y ninguno de los<br />
empleados reconoce el cuerpo. Dado que se<br />
miraba fresco, sin abotagar, casi elegante, el<br />
propietario optó por contratar una sesión de fotos<br />
profesional, para luego hacerla exhibir en las<br />
ventanas en alguna futura campaña de cadáveres<br />
elegantes. Fueron cuatro horas de sesión, con<br />
todos los cuidados. Los guantes de nitrilo se<br />
fueron a botar lejos, en basureros de un hospital<br />
de otra zona.<br />
Luego rezaron siete padrenuestros, pues don<br />
Arcadio padecía cierta cábala con ese número. Lo<br />
ligaba con la perfección, con los evangelios y con<br />
los siete sacramentos.<br />
Acto final, rompieron una parte <strong>del</strong> techo y <strong>del</strong><br />
cielo raso, treparon el cuerpo y arrojaron al<br />
cadáver desde lo alto. El cuerpo, al caer, se<br />
rompió el cuello y quedó espectacularmente<br />
atroz, como la niña de El Exorcista.<br />
59
En ese momento, el empresario entendió que<br />
debería enfriar las fotos —dos años, por lo<br />
menos— para ahorrarse problemas.<br />
Hacia la una, para atar cabos, todo el mundo fue<br />
instruido para que, cuando llegase la Policía<br />
Judicial, dijesen que acababan de encontrar el<br />
cadáver. Convino el viejo con sus empleados que<br />
el sujeto habría intentado entrar a robar en horas<br />
cuando todo el equipo estaba ocupado,<br />
atendiendo domicilios, porque con frecuencia, la<br />
gente no se va a morir en diferido, sino cuando le<br />
da la gana.<br />
Acto seguido, llamaron al 911 para sumar su<br />
reporte a las tragedias <strong>del</strong> día.<br />
El forense llegó a las dos y quince y, luego de<br />
saludar a Arcadio, le preguntó si no tendría unas<br />
horas extra para él. El hombre le contestó con un<br />
“claro”, chocaron manos e Hilario levantó la<br />
sábana:<br />
—Se desguabiló— dijo.<br />
Y Perogrullo sintió que lo usurpaban.<br />
60
PEQUEÑOS INCIDENTES QUE<br />
UN SOPLÓN ANOTA EN SU<br />
LIBRETA<br />
“Putas camiones”, piensa Juan, luego de que un<br />
salto de la cazadora le ha reventado un incisivo.<br />
Increíble que esta vaina sea la capital y esté llena<br />
de lotes baldíos. Y que, a pesar de todo, sea un<br />
lugar tan caro.<br />
Saca, de su mochila, el paquete de cigarrillos y<br />
enciende uno. Antes, ha abierto la ventanilla de la<br />
izquierda para que nadie lo joda.<br />
Viste ropa de oficinista, camisa blanca, manga<br />
larga, mocasines negros, corbata azul, lo que<br />
empata raro con su bolso de mezclilla. Lo que<br />
pasa es que el inicio de los noventa son años de<br />
ruptura y la juventud tiene menos rigidez en los<br />
patrones. De hecho, un par de años después<br />
estarán de moda los pantalones rotos y el ácido<br />
wash. Así que la única información que tenemos<br />
<strong>del</strong> personaje es que es oficinista o busca empleo.<br />
Investigar en esos tiempos es una hazaña, pero<br />
nos negamos a revelar quiénes son nuestros<br />
informantes. Por ahora, diremos que el agente X<br />
se oculta tras una espantosa columna sin<br />
aditamentos y con base cuadrada, una más de las<br />
61
que sostienen la mole de vidrios que es, en esos<br />
años, la papafrita Biblioteca Nacional.<br />
¿No es ése buen adjetivo para dicha institución?<br />
Vale recordar que una de sus últimas jerarcas<br />
decidió vender como papel de reciclaje<br />
toneladas de libros que nadie consultaba. Allí se<br />
fueron infinitudes de historia y de voces<br />
olvidadas. Entre ellos, un libro de mi abuelo,<br />
creo. Porque nadie iba a robarse un libro escrito<br />
por un señor que acá nadie conoce.<br />
Cuando el asunto se hizo público, se detuvo la<br />
maniobra, pero mucho material había sido<br />
destruido. No vale la pena recorrer la anécdota<br />
porque ya fue incluida en algún libro de esa<br />
época. Capaz y, si me voy por allí, me demandan<br />
por plagio.<br />
Junto a las cajetillas de cigarro (en plural porque<br />
son 4), Juan carga una cantidad ene de muestras<br />
de químicos que enseña al guarda de la entrada.<br />
Pasa sin problema y se dirige a los ficheros a ver<br />
qué putas lee hoy, cosa que pasa con alguna<br />
frecuencia. Su horario de trabajo como agente de<br />
ventas le pide productividad y no calendario.<br />
Sin embargo, hoy actúa diferente. Declina los<br />
libros y opta por ver los periódicos. En la pequeña<br />
salita, hay diez sillines forrados en vinil para que<br />
la gente haga allí su descanso y se informe. Se<br />
62
entera de un secuestrador de niños en la zona que<br />
en esos días se llama Tranquilidad, a secas. Se<br />
entera que viene el Papa en la gira regional,<br />
pasará por acá ydispondrán para él un coche<br />
blindado. Se entera de que la moneda, antes<br />
estable, empieza a dispararse y de que algunas<br />
casas comerciales están quebrando a raíz de este<br />
fenómeno.<br />
Nada pasa: regresarán en cosa de dos o tres<br />
años, bajo nombres nuevos y sin pagar lo<br />
pendiente.<br />
Hojea las tiras cómicas, los deportes, la<br />
cartelera de cine. Lo que lo hace detenerse es el<br />
mercado agrícola. Encuentra varias referencias a<br />
plagas: roya, langostas, hormigas. El moko <strong>del</strong><br />
banano, la roya <strong>del</strong> café, los gorgojos <strong>del</strong> frijol,<br />
etc.<br />
Por un segundo, se le cruza que ese escenario o<br />
es <strong>del</strong> Génesis o es <strong>del</strong> Apocalipsis. “Será que no<br />
era tan jetón el profeta”, piensa.<br />
Entonces se siente decidido. Se dirige al área de<br />
las colecciones, donde están los libros que se<br />
pueden usar en sala, sin necesidad de llenar<br />
boleta. Escoge los recovecos menos visibles para<br />
tomarlos, uno a uno, y depositar un chorrito de<br />
alguno de sus frasquitos de muestra. Nos<br />
confirma nuestro chismosatélite que, a pesar de<br />
63
ser un titipuchal de frascos, solamente hay seis<br />
variedades de ellos.<br />
Así que Juan opera en diversos corredores, en la<br />
zona más apartada y a diez libros de cada pasillo<br />
les deja caer un chorrito de sustancia. Son cositas<br />
que prueba, cuyas recetas vienen de un manual<br />
industrial que le heredó su viejo.<br />
Antes de retirarse, se lavará las manos con jabón<br />
en los baños <strong>del</strong> sótano, junto a la cafetería.<br />
Luego, seco y formal, la corbata atorada hasta el<br />
gañote, pasará<br />
ante el oficial que dará su visto bueno.<br />
Entonces, empezará su verdadero trabajo: vender<br />
enciclopedias, que nadie necesita.<br />
A pagos. Ese don de la labia siempre le trae<br />
beneficios.<br />
64
PORMENORES DE LA FAMILIA<br />
CABALLERO<br />
Mercedes regresó a casa una semana después. Era<br />
tarde de sábado y lluvioso, como tantos días en la<br />
región, y la familia esperaba avisos de la policía.<br />
<strong>La</strong> joven vino sola. Sin embargo, las autoridades<br />
no tenían personal ni presupuesto para atender<br />
posibles relajos o travesuras de menor. No<br />
decimos que así haya sido: no lo sabemos. No<br />
sabemos qué ocurrió en el interín de esos días,<br />
pero la niña fue recibida con rezongos de parte de<br />
su madre y a fuetazos de parte de su padre que<br />
creyeron ver en ella señales <strong>del</strong> diablo.<br />
<strong>La</strong> remitieron al dormitorio durante casi un mes.<br />
Su madre lloró desconsoladamente durante varios<br />
días, pero se resistió a visitarla en su habitación.<br />
Así la joven adquirió el hábito de dormir<br />
durante el día. Tenía intervalos de veinte minutos<br />
o una hora, que dedicaba a ver desde la ventana<br />
la colina. Luego entraba en el sopor por cuatro o<br />
cinco horas.<br />
Un año después, la familia se mudó a Artificio.<br />
Habrá sido cosa de esa mala experiencia de su<br />
niña en un pueblo de escasa seguridad o, tal vez,<br />
la necesidad de encontrar oportunidades. <strong>La</strong><br />
joven encontró trabajo en un puesto de verduras<br />
65
<strong>del</strong> mercado y sus tres hermanos fueron<br />
escolarizados.<br />
A los padres de Mercedes, tampoco les<br />
preocupaba mucho la educación de la nena. En el<br />
aula, los hermanos mayores destacaban por ser<br />
más grandes, y como consecuencia, más viejos.<br />
Jason y Carlos eran malos estudiantes, pero<br />
lograron completar la secundaria. Pedro, no.<br />
Se instalaron en una casita de madera, de dos<br />
habitaciones y techo carcomido, acorde a sus<br />
posibilidades. Era un barrio perimetral y no muy<br />
poblado, en el sur de la ciudad, Rincón de las<br />
Vacas Flacas. El padre encontró trabajo como<br />
operario de construcción; la madre, limpiando<br />
casas y planchando ajeno.<br />
Cuando los muchachos llegaban <strong>del</strong> colegio la<br />
casa estaba sola. Revolcaban las ollas y<br />
complementaban el arroz con lo que se pusiera en<br />
el camino. Tampoco podemos afirmar que<br />
comiesen mal, sino que improvisadamente.<br />
El resto <strong>del</strong> núcleo familiar aparecía tarde, casi<br />
de noche. Ya los muchachos habían hecho la<br />
tarea, aunque Jason no era tan puntual. Hacía los<br />
trabajos fáciles. A las labores complicadas les<br />
tenía pereza y trataba de colgarse de algún<br />
compañero que le prestase la materia. De allí que<br />
sus notas daban escalofríos.<br />
66
En la escuela y después en la secundaria no era<br />
un ángel. Robaba loncheras, relojes, calculadoras<br />
hasta los bienes que reposaban sobre el<br />
escritorio de la dirección, si lo llamaban a castigo.<br />
Eso le permitió hacer migas con el director que,<br />
para no joderlo, le ponía la nota mínima de<br />
conducta y un par de días de suspensión.<br />
A cambio, Jason visitaba compraventas de<br />
libros usados y le conseguía al docente algunos<br />
ejemplares de revistas para adultos en español,<br />
maltrechas y viejas.<br />
Jason se tomaba la vida en broma y cuando fue<br />
creciendo, empezó a llegar de noche, poco a poco<br />
más tarde. Y de adulto, ya muerto su padre, se<br />
desaparecía días enteros, sin aviso.<br />
67
PETRA CONSTRUYE SU<br />
REDECILLA DE PODER<br />
—Marina, usted tiene una cadena con crucifijo de<br />
oro, ¿cierto? —, dice Petra de un sopetón al<br />
ingresar esa mañana.<br />
—Así es, herencia de mi abuela. <strong>La</strong> viejita tenía<br />
mucha plata— sonrisa plena, dientes<br />
aceptablemente blancos, pero no parejos los de la<br />
secre.<br />
—Pues no la traiga más, no la use en ninguna<br />
parte por un tiempo. Me va a ayudar a<br />
deshacerme <strong>del</strong> desgraciado ése.<br />
—¿Quién? — dice la hoy pelirroja como si no<br />
supiera que la jefe le puso el ojo al García.<br />
—De ese chismoso inventacuentos. Intenta<br />
embarrarme en cosas sucias para que el Consejo<br />
me destituya. No le voy a dar ese gusto. Lo vamos<br />
a acusar de robar esa cadena y lo pongo en la calle<br />
y sin un cinco. <strong>La</strong> ley me lo permite. A vos te daré<br />
un aumento relativo: mientras más leal te portés,<br />
mejor te va.<br />
Marina pela los ojos de alegría. Casi siente que<br />
se orina de la emoción porque eso de ser el pelele<br />
<strong>del</strong> poder está al dedo dentro de sus aspiraciones.<br />
Ahora podrá ser un tanto más insolente con el<br />
69
esto de la cooperativa que, en esos días, apenas<br />
nace.<br />
Capaz que es tiempo de irse deshaciendo <strong>del</strong><br />
nabo de José Luis, que no termina de divorciarse<br />
y que le compra cosas bonitas, pero de <strong>segunda</strong><br />
mano.<br />
O, por lo menos, con un mejor ingreso, ella<br />
puede ser más exigente. Si el huevón no se pone<br />
las pilas, adiosito.<br />
El resto <strong>del</strong> día la sonrisa de oreja a oreja no se<br />
le borrará <strong>del</strong> rostro.<br />
Abajo, vienen ingresando al edificio una<br />
comarca de enanos panzones y barbudos. Son<br />
ocho autores que están preocupados porque van<br />
dos años sin que les liquiden un peso.<br />
Suben por las gradas como si fuesen nenes de<br />
kínder, en absoluto jolgorio y a empujones. No<br />
han pensado en usar el elevador porque en su<br />
lugar solamente hay tremendo agujero de lo que<br />
una vez fue tal. Algún cabrón empezó por<br />
arrancar las botoneras y las lámparas, y luego<br />
hizo lo mismo con las láminas y las cercas. Así se<br />
lo robó a poquitos y el casero dictaminó que no<br />
valía la pena invertir en reparar una estructura tan<br />
vieja que, si no se caía por sí misma, podía irse<br />
desmantelando cabo a cabo en la mochila de<br />
cualquier visitante carebarro.<br />
70
UNO SE INFORMA EN LAS<br />
MAÑANAS<br />
Koki se duerme tarde debido a su oficio, pero es<br />
puntual al levantarse. A las seis y cuarenta, aun<br />
en los fines de semana. Se ducha, desayuna un<br />
sanguche y un jugo de cajita y empieza a revisar<br />
las ventas <strong>del</strong> día anterior y el registro de las<br />
cuentas por pagar.<br />
Al filo de las siete enciende la radio mientras su<br />
trabajo continúa. Le hace gracia escuchar a <strong>La</strong><br />
dama de las pelucas pontificar sobre moral,<br />
corrupción y desarrollo. Una mujer prepotente,<br />
santurrona, predispuesta al regaño, sobre todo<br />
con aquellos que son vistos como intocables. Ella<br />
sabe que eso le da pedigrí y le gusta lucirse,<br />
aunque todos saben que ese desliz no pasa de la<br />
malacrianza. Asimismo, los políticos afectados<br />
por su mal genio suelen quedarse callados, pues<br />
entienden bien que la señora habla más de lo que<br />
debe, pero menos de lo que sabe. Lleva más de<br />
veinte años de ejercicio profesional y, merced a<br />
las patas necesarias, ha sabido agarrarse de redes<br />
de informantes que asustarían a cualquiera.<br />
Ese día, ella está haciendo, como es habitual,<br />
consideraciones contra el empleo público. Esa es<br />
una retórica fundamental de la derecha que todo<br />
periodista que quiera trepar debe asimilar con<br />
71
naturalidad. Cuando entrevista a alguno sobre el<br />
tema, suele ser un profesional de su mismo<br />
rebaño. El presidente de los industriales, por<br />
ejemplo, considera que hay que gravar todos los<br />
salarios, hasta los de los misceláneos. Y por qué<br />
no, tasar obligadamente los medicamentos<br />
genéricos.<br />
En ocasiones así, <strong>La</strong> dama de las pelucas es una<br />
seda. Cuando hace la entrevista, la redirige hacia<br />
lugares e investigaciones publicadas por la<br />
derecha académica. Koki conoce a varios de ellos<br />
y sabe que, más que intelectuales, son oráculos<br />
<strong>del</strong> capital que derraman su dogma. Así que, al<br />
señor Berreta, lo deja despotricar contra los<br />
llamados privilegios y cuando corresponde darle<br />
fuerza, lo apalanca.<br />
Y cada diez o veinte minutos va a la pausa. <strong>La</strong><br />
cortina de audio dice su nombre y, finalmente,<br />
reitera sus iniciales.<br />
<strong>La</strong> dama de las pelucas tiene nombre, Alejandra<br />
Arenas. Sin embargo, Koki prefiere aplicarle este<br />
mote desde los días cuando ella tuvo un cambio<br />
de look que la dejó bastante desmejorada.<br />
Los rumores dicen que fue infectada de piojos o<br />
que le hicieron un mal trabajo en el salón. No lo<br />
creo porque alguien así siempre visita las mejores<br />
72
estéticas. Mi hipótesis es que se está poniendo<br />
vieja y lucha contra la decrepitud temprana.<br />
—¡Qué horrible le sienta esa bola de disfraces!<br />
Cada semana cambia de peinado. Tiene que ser<br />
queusa peluca— comenta en la barra un hombre.<br />
Koki se limita al silencio, pero en su interior, le<br />
queda asentado el dato: la dama de las pelucas.<br />
Acaso es lo mismo que hace ella cuando pasa de<br />
atacar determinado tema a defenderlo con las<br />
pezuñas.<br />
<strong>La</strong> comunicadora intentó repararse un poco con<br />
un tinte en platino durante la primera semana.<br />
Después, optó por pelucas que cada quince días<br />
releva. Dicen que mantiene el cabello corto por<br />
razones de comodidad.<br />
<strong>La</strong> vedette periodística ha triunfado, es<br />
evidente. Antes, su programa era de una hora y en<br />
el presente ocupa dos, cada mañana. Tiene un<br />
equipo de trabajo de, al menos, tres profesionales<br />
más. Vende publicidad, tanto en la radio como en<br />
la web personal. Además, su éxito le ha abierto<br />
las puertas de la televisión, donde hace<br />
transmisión simultánea de su espacio radial.<br />
“Show”, piensa Koki porque semeja mucho el<br />
programa Caso Cagado: prepotencia,<br />
grandilocuencia, teatro.<br />
73
Bueno, reconocemos que, sin la parafernalia de<br />
los falsos policías, las sillas reventadas por el aire,<br />
los linchamientos <strong>del</strong> público, pero de que el<br />
formato se parece mucho, no queda duda.<br />
Esa misma mañana, Alejandra Arenas,<br />
entrevistará a un tipo que vive de la política, pues<br />
a pesar de su mediocridad tiene espuela de<br />
oportunista. El sujeto propone gravar los<br />
taburetes, mesas y sillas de losbares con un<br />
impuesto nominal que se pagaría mensualmente.<br />
Eso serviría para financiar algunos comedores<br />
escolares, dice. Sin embargo, es incapaz de ir más<br />
allá con proyecciones y cifras.<br />
Es un cuarentón de apellido Pocalengua. Ale lo<br />
entrevista al desgano y con la premisa de no<br />
abrirle el micrófono de gratis nunca más.<br />
Y así será. Pronto volverá va darle pelota, pues<br />
el señor, ya elegido diputado, le habrá hecho<br />
favores varios.<br />
Koki considera que el tipo no es confiable y<br />
seguramente lo que busca es vigencia política<br />
para volver a ser diputado. Recuerda que tiene<br />
causas pendientes por prevaricato y que cuando<br />
el río suena, capaz que trae un despiche.<br />
Antes de terminar la jornada, <strong>La</strong> dama de las<br />
pelucas se deja mostrar muy preocupada por<br />
asuntos sobre contratación pública. Afirma haber<br />
74
ecibido denuncias sobre licitaciones y que hay<br />
muchas empresas en quiebra debido a la<br />
concentración sospechosa de las adjudicaciones<br />
de carteles<br />
Promete volver con tiempo sobre ello. Acto<br />
final, la puta cortinita <strong>del</strong> programa suena por<br />
enésima vez y final. Cansa estar dos horas al<br />
micrófono, acechando hienas y Ale se desploma<br />
sobre el escritorio tan pronto se apaga la<br />
transmisión.<br />
A estas alturas, nuestro amigo está en la<br />
caminadora dándole duro a la gestión antibarriga.<br />
Demora sudando media hora, pero ya sabemos<br />
que de nada le sirve.<br />
75
LADRÓN QUE ROBA A LADRÓN<br />
En el supermercado Todo por Nada, Roxana<br />
remarca el precio de los atunes para luego colocar<br />
un ticket de oferta de los que dicen “antes” y<br />
“ahorre” sobre un papelito rojiamarillo que<br />
funciona como marca institucional para que el<br />
consumidor detecte oportunidades.<br />
Existe otro formato que ella no usa por ahora<br />
que dice “Compre dos, lleve tres”, que también<br />
tiene su trampa. A las dos unidades, que el<br />
consumidor sí paga, debe aumentarles el precio<br />
previamente para distribuir la carga de la<br />
generosidad. <strong>La</strong> joven es una empleada más de un<br />
gran conglomerado que tiene varios<br />
supermercados en el país, pero como el mo<strong>del</strong>o<br />
es incipiente son casi un monopolio.<br />
Con esto, queremos decir que gana mal; no le<br />
alcanza para estudiar ni tiene tiempo y las horas<br />
adicionales que deba trabajar no son discutibles,<br />
según disposición <strong>del</strong> patrono.<br />
Su papel es andar, de góndola en góndola,<br />
abasteciendo desde la trastienda lo que se va<br />
llevando la clientela, acomodarlo todo<br />
atractivamente, mantener limpio y remarcar. Esto<br />
77
sucede con frecuencia, pues hay que inventar<br />
promos para cada festividad y si el calendario trae<br />
73<br />
pocas alusiones, toca desorientar al consumidor<br />
cambiando el orden de los productos y<br />
presentarlos como novedosos.<br />
Todo por Nada, tiene un local chiquito en la<br />
Cuesta de los Ramírez, pero no podemos decir<br />
por ello que haya sido el primero de la cadena.<br />
Posee dos tiendas grandes en el casco urbano,<br />
convenientemente distanciadas entre sí, y tres<br />
más en las provincias. Una de sus estrategias es<br />
atraer proveedores a los que compra toda su<br />
producción. Para ello hay una cláusula de<br />
exclusividad, que la empresa vigila para que<br />
siempre se firme y se cumpla. En consecuencia,<br />
los oferentes se desentienden <strong>del</strong> resto <strong>del</strong><br />
mercado, pues tienen colocado su producto. Un<br />
día cualquiera, años más a<strong>del</strong>ante, la corporación<br />
les cambia las reglas <strong>del</strong> juego: les dice que ellos<br />
no los necesitan, pues también piensan producir.<br />
Si quieren continuar en el negocio, deben<br />
abastecer los abarrotes al precio que fija la<br />
gerencia de los supermercados (que suele ser<br />
precio ruinoso).<br />
Luego de este golpe bajo, algunos aceptan y<br />
otros declinan. No importa cuál sea la decisión,<br />
78
los proveedores probablemente queden heridos<br />
de muerte, pues tienen encima operaciones<br />
crediticias y dificultades amplias para reconstruir<br />
una red de distribución con que la que habían sido<br />
negligentes, pues nunca creyeron llegar a<br />
necesitarla.<br />
Así vemos sobrevivir —sobre todo a gente <strong>del</strong><br />
agro— a pequeños y medianos empresarios que<br />
entregan su cosecha por tres pesos, a sabiendas<br />
queno deben comer ni gastar mucho para cumplir<br />
con el banco otro mes, a ver hasta dónde llega la<br />
cobija.<br />
Algunos tratan de canalizar algún producto<br />
subterráneamente en restaurantes o intermediaros<br />
de ferias, pero el riesgo es mucho. Los contratos<br />
que realiza la corporación nunca dejan nada al<br />
azar y eso les garantiza que todo acto desertor sea<br />
penado.<br />
<strong>La</strong> joven Roxana ha escuchado de esto porque<br />
en las trastiendas se conversa mucho. Los<br />
proveedores se sinceran con los bodegueros y<br />
estos creen aprender algo de cómo funciona la<br />
cosa.<br />
Como contrapeso, debemos decir que el robo en<br />
tiendas está creciendo. Gente que sale por la ruta<br />
indebida y aprovecha, por ejemplo, una caja<br />
inactiva. Empleados que, a la hora de reportar<br />
79
inventarios, reportan faltantes que luego<br />
reclamarán al proveedor.<br />
Y nuevas modalidades, de vez en vez. <strong>La</strong><br />
dependienta recuerda el despido de Tere, que<br />
facturaba la quinta parte de lo que compraba un<br />
fulano, que resultó ser su pareja de hecho.<br />
Así que cuando nuestra amiga ve que doña Julia<br />
se empaca en el fustán media docena de atunes o<br />
unos paquetes de tallarines, se hace la tonta. Al<br />
fin de cuentas, en esa época no ha despertado el<br />
Gran Hermano con sus cámaras omnipresentes.<br />
Roxana trabaja en la sucursal <strong>del</strong> centro,<br />
ubicada a seiscientos metros norte <strong>del</strong> Hospital de<br />
la Luna, que cuenta con los mejores psiquiatras.<br />
(Eso último no es tan cierto, pero da caché,<br />
¿cierto?).<br />
Al llegar el fin de temporada, haya tratado de<br />
libre comercio o no, la joven quedará cesante, no<br />
por la omisión de vigilar el patrimonio de la<br />
empresa, sino porque es un simple número en la<br />
nómina.<br />
Está claro que esta escena no trata exactamente<br />
de la joven gondolera, es el modus operandi <strong>del</strong><br />
gran capital que hace <strong>del</strong> capital humano, un triste<br />
coleto<br />
80
.<br />
SEPA EL LECTOR CON QUÉ<br />
RASTRILLO SE RASCA<br />
77
GARCÍA EN VÍSPERAS DE QUE<br />
LE CORTEN EL RABO<br />
Lucas era un hijo de su madre, pero Petra es peor.<br />
Supe que hay autores que desde hace dos años no<br />
cobran sus derechos, aunque su obra se vendió<br />
toda. Una compañía que era de Lucas —pero no<br />
lo sabíamos— se encargaba de hacer paquetitos<br />
de quince libros al azar y les decían a los padres<br />
de familia que eran libros de texto <strong>del</strong> ciclo<br />
próximo. <strong>La</strong> gente caía embaucada porque hasta<br />
el método de pago se acomodaba para tentar:<br />
deducción de planilla para empleados públicos y<br />
de universidades. Lo curioso es que, al final, ni<br />
había libros ni había plata. <strong>La</strong> tal empresita no<br />
pagaba, sino en tractos muy distanciados, apenas<br />
como para tener tilinte la relación sin romperla. Y<br />
es que Lucas, además, tenía un socio en la Junta<br />
Directiva que bloqueaba todo intento de llamar a<br />
cuentas a su distribuidora.<br />
Petra nada tuvo que ver en eso, pero sé que les<br />
cobra a los autores por calendarizar sus<br />
publicaciones. Si quieres estar en los primeros<br />
veinte, paga. Por lo mismo es que los primeros<br />
títulos en el plan siempre son de autores con plata.<br />
No importa que sean vendibles o no. Para eso está<br />
el mecanismo que dejó instalado Lucas, aunque<br />
83
ya no esté tercerizado. Ahora es la cooperativa la<br />
que hace el trato directo con los asalariados y los<br />
embejuca con libros que todos sabemos que<br />
suelen tener cierta media de estupidez, tanta que<br />
ya han hecho fama. (Los autores que se creen<br />
faisanes en un mundo de pollos le andan lejos a<br />
Comas Negras).<br />
Y en ese rollo de vender como trapos viejos los<br />
libros de tinta fresca, es posible que unos pesos<br />
queden en el bolsillo de la nueva jefa y las cuentas<br />
cooperativas anden yermas como sembrar sandía<br />
en el desierto.<br />
Yo todavía me trato un poco con Marina, la<br />
secre. El único chance de acceder a datos es hacer<br />
como si no estuviese enojado con ella por<br />
cambiarme por un mensajero jovencito. Como si<br />
fuese a reconquistarla. Que un café, un detalle y,<br />
de pronto, un papelito que me llevo y fotocopio.<br />
Yo he estado dando quejas porque si los libros<br />
se venden como basura, los que atendemos<br />
librerías pasamos hambre. Nos quedamos sin<br />
inventario que trabajar y, en consecuencia, sin<br />
comisiones. Y hasta pasa que las tiendas, cuando<br />
se enteran que la gente compra paquetes<br />
directamente a la editorial, nos cierran las<br />
puertas.<br />
84
Si procuro recopilar datos es porque estoy en la<br />
mira de esta gerente —que nada sabe de<br />
negocios— y tengo que ver cómo putas me<br />
defiendo <strong>del</strong> ogro que manda. Yo miro desde la<br />
transparencia al personaje y me asusto. Ese<br />
cuento de que los héroes vencen al gigante es<br />
propio de los libros de invención, que son un saco<br />
de mentiras. En cambio, un uno contra uno es casi<br />
siempre asimétrico y el bravucón gana con saña.<br />
Dénse cuenta de que Petra tiene el poder porque<br />
alguien la colocó allí estratégicamente. No<br />
porque un fulano la denuncie van a botarla. Al<br />
contrario, luego se viene en contragolpe y está<br />
solo el que abrió la boca. Porque Marina es<br />
coqueta y todo, pero solidaria… pistola.<br />
85
JOSÉ LUIS, DEVORADOR DE<br />
PAPAS TOSTADAS<br />
—Me han citado acá para conversar de un<br />
contrato, eso creo yo. ¿Cómo van a hacerme<br />
esperar cuatro horas? He pedido permiso en el<br />
trabajo, señorita. Dígale a su jefe que me voy<br />
yendo.<br />
—No, don José Luis. Por favor, tenga<br />
paciencia. Le conviene. Lo que pasa es que don<br />
Erasmo tuvo que salir de urgencia para supervisar<br />
una exportación grande.<br />
—Bueno, voy a esperar veinte minutos. Me<br />
muero de hambre y no ando efectivo. Por lo<br />
menos, me diese un té…<br />
—Hecho, déme dos minutos y consigo algo que<br />
picar. Doña Melba, ayúdeme con un cafecito y un<br />
par de snacks para el caballero.<br />
Doña Melba es una mujer canosa que calza<br />
guantes de los que usa para lavar el sanitario.<br />
Tiene un par de aretitos de bolitas negras que han<br />
de pesar un plomo.<br />
—Enseguida. Sólo déjeme sacar la basura. Y se<br />
desaparece un par de minutos.<br />
Entretanto, la mujer de la recepción, con toda la<br />
parsimonia <strong>del</strong> mundo, entra en sesión de<br />
enderezado y pintura. Primero, la base, que aplica<br />
con una esponjita; luego una vaina que<br />
87
desconozco, pero que es líquida y pasa por todo<br />
el rostro y hay diez tubitos haciendo fila para el<br />
bricolaje.<br />
Así que guardo silencio, mientras siento que es<br />
divertido ver esto. Me parece una faceta íntima y,<br />
por lo tanto, es impúdico que la gente se<br />
enmascare <strong>del</strong>ante de los otros.<br />
Seguro que a ella le viene natural: ni siquiera<br />
me determina.<br />
Erasmo es un yupi, cercano a los cuarenta años.<br />
De esos chavalos que visten como si fuesen al<br />
campo de golf. Oigo que la joven lo saluda,<br />
mientras estoy tragando mis papitas encebolladas<br />
de cien gramos.<br />
Me han dado dos paquetitos, voy por el<br />
segundo. Hago esfuerzos por tragar de prisa y<br />
sacudir las migas de mi ropa.<br />
—Jefecito, el señor lo espera— dice la<br />
muchacha mientras se pinta el labio inferior. Es<br />
ver a una femme fatale <strong>del</strong> cine de los cincuenta.<br />
Ni la Monroe lo haría tan bien.<br />
—Pase, don José Luis. Usted es el arquitecto,<br />
¿cierto?<br />
Levanto el cuerpo de la silla e inflamo el pecho.<br />
—Sí, yo soy. Le he esperado un buen rato.<br />
—Tranquilo. Todo tiene su recompensa.<br />
Sígame.<br />
88
Entramos en el despacho gerencial. Estos tipos<br />
se dan la buena vida. Algunas pendejadas de arte<br />
abstracto, pero de gran formato, en el fondo de la<br />
sala comunican que allí se ejerce el poder.<br />
—En realidad, le tengo dos tareas, amigo. Sin la<br />
primera, no hay <strong>segunda</strong>. Y esta última, es la que<br />
tiene dinero, chorros de dinero.<br />
—Le escucho— modulo la voz para hacerme el<br />
corajudo, a la vez que me siento en un sillón que,<br />
aunque se ve esponjado, se resiste a hundirse bajo<br />
mi peso. Me gusta eso.<br />
—Primero, le voy a hablar de la <strong>segunda</strong> oferta.<br />
Queremos hacer un bodegón de diez mil metros<br />
cuadrados. <strong>La</strong>s frituras consumen mucho espacio.<br />
De hecho, dos mil metros han de estar escondidos<br />
bajo tierra como si fuese un refugio nuclear. Es<br />
que algunas materias primas necesitamos<br />
añejarlas. Por cosas de mantener el secreto<br />
profesional queremos que tenga la entrada<br />
velada.<br />
—Eso es un búnker.<br />
—Bien, llamémosle así. El terreno que tenemos<br />
para ello es plano y está a veinte kilómetros de<br />
acá. No necesitará de título, pero le pagaremos<br />
como a un graduado.<br />
—Oiga, yo soy…<br />
—Un hombre que no se tituló, pierda cuidado.<br />
Eso pasa mucho. Es su punto débil. Nosotros le<br />
pagaremos bien y a cambio nos va a colaborar.<br />
89
—Yo no arriesgo el pellejo. De mulo, le juro<br />
que no voy.<br />
—No sea idiota. Esos trabajos tienen otro perfil.<br />
Y no se le ocurra insinuar que acá movemos<br />
quesos, ¿clarinete?<br />
—Usted disculpe. Ha sido un exabrupto.<br />
Estupideces que me dejan escuchar los noticieros.<br />
¿Me regala un cigarro?<br />
Prendo el Marlboro y quiero ahogarme. Yo<br />
preferiría que me diese un L & M, algo menos<br />
rudo. Sigo sin entender la oferta. Si van a pagar<br />
bien, ¿para qué un impostor de arquitecto?<br />
—Verá, necesitamos que nos consiga datos de<br />
todo el entorno <strong>del</strong> diputado Policarpo<br />
Pocalengua. Sabemos que alguna vez usted hace<br />
trabajos informales para él.<br />
El enunciado me asusta. Me conocen, ¿de<br />
dónde? Padezco de bruxismo y Erasmo se da<br />
cuenta.<br />
—Ud. es leal. <strong>La</strong> vez que el maldito Azuela no<br />
hallaba los diez quesos, usted exigió que<br />
aparecieran.<br />
—No eran diez, eran muchos más.<br />
—Nos vamos entendiendo. Poli es nuestro<br />
amigo, pero necesitamos datos de su entorno. En<br />
estas cosas, toda lealtad es vigilada.<br />
—Debo dimensionar el riesgo. De gratis, no.<br />
90
—No le vamos a pagar por ello. Luego le da por<br />
enfiestar con la plata y nos <strong>del</strong>ata. Además, la<br />
construcción de la bodega queda para junio <strong>del</strong><br />
año que viene, pero será suya.<br />
—Y por mientras, ¿qué? Yo de mis fondos no<br />
pongo, no tengo.<br />
—Bueno, voy a daré quince mil pesos por mes.<br />
Vendrá a reportarme los jueves en la noche, luego<br />
de las ocho. Dejaré abierta la puerta de servicio<br />
de la planta baja.<br />
—No es suficiente. Eso no son viáticos, ni<br />
siquiera alcanza para un diario. Si no tiene plata,<br />
déme una buena dotación de papas tostadas.<br />
—No sea llorón. Veinte mil pesos y ya. Y no<br />
ande por ahí comprando nuestros snacks porque<br />
después terminan estableciendo nexos si algo<br />
pasa.<br />
—Me puedo llevar unas papas gratis, ¿no? —<br />
digo. Aprieta el botón <strong>del</strong> intercomunicador.<br />
—Roxana, por favor, consiga una canasta<br />
regalona para mi visita.<br />
—Gracias, ¡qué lindo gesto!<br />
El hombre se ríe.<br />
—¿Ya vio lo que hizo…? Con el escritorio, no.<br />
Con su camisa. <strong>La</strong> ceniza le ha dejado un bonito<br />
agujero. Allí cabe una foto pasaporte.<br />
91
Miro mi pechera y me da rabia. Quedo<br />
paralizado por la frustración.<br />
Erasmo se caga de risa y me dice:<br />
—Pronto las comprará por docena.<br />
Yo no sonrío. Sospecho que me le meto al tren.<br />
Tengo un frío en los huesos que me <strong>del</strong>ata un<br />
desastre a futuro.<br />
92
LOS TRES HERMANOS QUE SE<br />
HICIERON A SÍ MISMOS<br />
Los tres hermanos Valverde, grandes como eran,<br />
siempre fueron asaltantes de camino. Ejercían<br />
fuera de la ciudad, cada uno en su territorio, cerca<br />
de fincas cafetaleras o a la entrada de barriadas<br />
conflictivas. Livianos para correr, mal encarados<br />
y sin escuela, cada uno asumía su papel<br />
distintamente. Marcelo se sentaba sobre una<br />
piedra y, luego de ver pasar a su candidato,<br />
esperaba a que avanzara unos metros. Enseguida<br />
corría hacía él, le arrebataba la mercancía y le<br />
daba dos trompadas que lo dejaban en la luna.<br />
Hecho esto, se retiraba a la casita que compartían<br />
los tres, como los cerditos <strong>del</strong> cuento. El hogar<br />
tenía reventados casi todos los pilares y carecía<br />
de viga corona. Si no se derrumbaba, era por la<br />
liviandad de los materiales, mezcla de paja, viejas<br />
maderas y latas.<br />
Ernesto, por su parte, hacía rondas por las cuadras<br />
aledañas a Rincón de Plagas, un vecindario<br />
obrero precarista, integrado por poco más de<br />
doscientas familias sobre una finca <strong>del</strong> Estado. Se<br />
dedicaba a pedir una moneda, pero si no le<br />
atendían, reaccionaba amenazante. Con el<br />
tiempo, supo escoger a quién pedirle moneda y a<br />
quién arrebatar el bolso o la cartera. Su trato con<br />
93
el pulpero destacaba por ser amable y respetuoso,<br />
pero bajo el entendido de que no debía<br />
permanecer en el local porque espantaba a los<br />
clientes.<br />
<strong>La</strong> pulpería, en todo caso, era un espacio amplio,<br />
pero con mostradores altos que la gente nunca<br />
rodeaba. Quedaban libres, en el centro de ella, por<br />
lo menos veinte metros cuadrados para que la<br />
gente esperase a ser atendida, una a una, por el<br />
viejo. Aun así, el lugar, a determinadas horas <strong>del</strong><br />
día, era sofocante como una buseta sin ventanas<br />
abiertas.<br />
Y estaba Yorki, el mayor, que al final se las daba<br />
vendiendo drogas porque era más rentable que<br />
estar lastimando prójimos. Uno se ayuda con<br />
reputación de duro, pero la gente entonces quiere<br />
mudarse <strong>del</strong> barrio y hay menos gente a la que<br />
asaltar. “En cambio, la venta de drogas es la<br />
actividad <strong>del</strong> futuro” piensa Yorki. Ya hasta tiene<br />
a un par de tipejos que trafican y le rinden cuentas<br />
a él.<br />
Así se construye una red. “Ya me veo de aquí a<br />
diez años comprando políticos”, piensa<br />
optimistamente.<br />
De lo cual, ni una palabra a sus hermanillos.<br />
94
CUANDO SE EXTRAVIÓ<br />
RAMÍREZ<br />
“Tres semanas de estar fregado y no evoluciono.<br />
Ni para bien ni para peor. Todo el día la<br />
sensación de tener fiebre. A veces, debilidad en<br />
las piernas, dolor de cabeza, dolor de muela que<br />
no acaba de asentarse.<br />
Una sudoración atípica en los antebrazos me<br />
sugiere que es una joda metabólica. Cosas que<br />
uno se gana por el sobrepeso. Sin embargo, las<br />
pruebas de laboratorio son, por ahora, normales.<br />
Nada de diabetes o cosa parecida a<br />
enfermedades crónicas. Ni siquiera hipertenso.<br />
Estaría despreocupado si no fuera por mi<br />
historial de descompensaciones. Me parece<br />
ridículo que no respetar las horas de comida te<br />
pueda provocar fríos o mareos, pero cada dos o<br />
tres años, registro algún episodio. Eso desde que<br />
tenía veinticinco, más o menos. O le entraba a<br />
unas papas fritas o a una gaseosa, o seguía en<br />
ese camino a la somnolencia que es tan peligrosa<br />
cuando uno conduce donde sea”.<br />
Encontré el texto en una agendilla vieja en la<br />
casa de Francisco Ramírez, cuando entramos a<br />
revisarla. <strong>La</strong> allanamos porque los vecinos<br />
denunciaron no haberlo visto más. Con una pata<br />
95
de chancho, astillamos la puerta y todo estaba en<br />
orden, pero el sujeto no aparece. Ni siquiera<br />
sabemos si se ha ido porque ropa queda, no<br />
mucha, pero limpia.<br />
<strong>La</strong> nevera está abastecida, los lácteos han<br />
caducado. No hay mascotas en esta casa, ni<br />
vehículo alguno. Aunque el barrio comparta con<br />
él su apellido, no tiene parientes conocidos.<br />
Parece que le gustan los insectos, pues hemos<br />
encontramos multitud de álbumes con alfileres<br />
donde coloca mariposas, escarabajos, hormigas.<br />
Aparte, dos o tres adicionales que son dedicados<br />
a piedras de distintos colores.<br />
Nada valioso. Ni siquiera un electrodoméstico<br />
moderno. Ninguna herramienta eléctrica. Hay un<br />
puñado de libros, pero amontañados y<br />
derrumbados, como una colina de barro bajo una<br />
tormenta. Ahí hallo más apuntes.<br />
“Nada, que mis males siguen. Me he estado<br />
agravando, los síntomas se intensifican, los<br />
dolores son más fuertes y, aunque antes evité<br />
medicarme, ahora consumo ibuprofeno y una<br />
sola vez, he probado morfina. No pienso acudir a<br />
médicos porque no me gustan los procedimientos<br />
invasivos ni las cirugías. Pretendo morir antes de<br />
que eso ocurra. De hecho, me gustaría ser<br />
cremado y sin autopsia, pero el fallecido ya no es<br />
96
dueño de sí mismo. Desde el momento que el<br />
galeno declara la hora oficial <strong>del</strong> deceso, el<br />
cuerpo pertenece a la burocracia. Papeleos y<br />
bisturí, nadie va a defenderme de ello.<br />
Lo único que queda es la fuga. Morir fuera de<br />
la ciudad en algún lugar que sea autosuficiente,<br />
pero aislado. Eso requiere toda una logística y<br />
una capacidad financiera que no alcanzo a<br />
poseer. Es, en todo caso, para mí, un tema<br />
impostergable. Si pudiese vender de contado la<br />
propiedad, posiblemente las cifras alcancen para<br />
un año o dos.<br />
Pienso que no me queda más”.<br />
Yo diría que Francisco Ramírez es un hombre<br />
incómodo. Cualquiera de nosotros que caiga<br />
enfermo, buscará socorro científico a menos que<br />
cuestiones de la fe se lo impidan. Pero el<br />
entomólogo es, o era, ateo. Algún trauma tendrá<br />
con los hospitales, o alguna idea muy propia le<br />
presenta como una degradación <strong>del</strong> sujeto, los<br />
actos de control y disciplina que plantea la ciencia<br />
médica.<br />
“Creo que me toca cortar camino. Si quería<br />
preparar un libro de entomología, ya es tarde. Ni<br />
siquiera puedo <strong>del</strong>egar con tranquilidad el<br />
borrador, pues no sabemos el desempeño<br />
97
editorial. No creo que me queden meses. Lo único<br />
que se me ocurre es proteger lo que falte de<br />
inventariar y, a futuro, llamar a la universidad<br />
para que vengan por todo. Hay mucho<br />
a<strong>del</strong>antado, pero no seré yo quien termine esto”.<br />
Eso aparece páginas más <strong>del</strong>ante de una agenda<br />
vieja donde aparecen anotaciones, citas, horas de<br />
este año. Es clara la intencionalidad de legar sus<br />
archivos, cosa que no ha hecho. Podríamos decir,<br />
entonces, que tiene tareas pendientes y eso nos<br />
hace descartar el suicidio.<br />
No creo que Ramírez este muerto, ni siquiera<br />
que esté tan desaparecido, como dicen. Lo que<br />
pasa es que seguro vive su vida cómo le da la<br />
gana. Me parece terrible la invasión <strong>del</strong> espacio<br />
privado, la asomadera de los vecinos en los patios<br />
ajenos, el control de los pasos <strong>del</strong> otro. Si una<br />
persona, cualquiera, quiere irse a la playa, al<br />
infierno, a un monasterio o a la puta que lo parió,<br />
¿qué rollo juegan los demás? Son viles <strong>del</strong>atores<br />
de oficio, gente sin nada qué hacer que muere por<br />
controlar los movimientos <strong>del</strong> otro. Tan simple,<br />
porque el control es poder: como la vigilancia,<br />
oprime.<br />
Hemos decidido clausurar el perímetro<br />
indefinidamente.<br />
98
A la tarde, volveremos con perros para rastrear<br />
en la zona. Hay detrás de esta calle, barrancos y<br />
zacatales que estimulan la imaginación policial y,<br />
aunque no espero resultados, hay que ganarse el<br />
sueldo.<br />
Eso sí, no deja de asombrarme que un hombre<br />
docto no se preocupe por la cantidad de polvo que<br />
tiene el lugar. Hasta en los sillones, abunda. <strong>La</strong>s<br />
zonas de uso frecuente, como su escritorio, las<br />
manijas de las puertas y el espejo <strong>del</strong> baño, son<br />
las excepciones. Todo lo demás, cochino.<br />
Me dice doña Luz que el vecino nunca ha tenido<br />
doméstica. Que nadie lo visita. Que no pasa de<br />
dar un saludo silencioso, tímido: agacha la<br />
cabeza, mientras toca su sombrero negro, el de<br />
siempre.<br />
Un hombre sin palabras ha desaparecido.<br />
Si yo fuese un burócrata, estaría feliz de tramitar<br />
esto. Papeles, papeles, papeles. Comunicados de<br />
prensa, indicios, declaraciones.<br />
Mientras la ciudad ve desaparecer a su gente,<br />
también mira llegar a otros pobladores.<br />
Anónimos, aventurados, acostumbrados a la mala<br />
suerte de tener pocos recursos. Esos se pueden<br />
perder en el camino, por ejemplo, entre la<br />
montaña, apenas pasar la frontera.<br />
99
Casi nunca hay personas dispuestas a poner la<br />
denuncia. Son tantos los ausentes que a nadie<br />
importa su suerte, porque la oleada que llega<br />
repone a los migrantes que quedan inertes en el<br />
camino o que fallecen, sin registro.<br />
—Por hoy terminamos, Sara— dice el capitán y<br />
yo me limitó a tomar unos confites de menta que<br />
reposan en un tazón de vidrio.<br />
Para el camino.<br />
100
COSAS QUE PASAN CON UNA<br />
CABEZA DE CERDO<br />
Jefe me mandó a comprar una cabeza de cerdo<br />
grande para que doña Estebana haga tamales. Me<br />
da un asco infinito ver cómo envuelven eso en<br />
papel periódico y luego me lo echan en la bolsa<br />
de la compra, pero como chofer, me toca hacer de<br />
todo.<br />
Ver esa cosa es aciago. <strong>La</strong> piel rosa, los grandes<br />
molares, la pelambre. Mientras hago fila, me<br />
distraigo tratando de ver y escuchar la televisión<br />
que don Joaquín tiene en la esquinita, en alto. Lo<br />
que pasa es que el sonido es insuficiente y el<br />
barullo de la gente y la máquina de tajadear la<br />
carne y el ronroneo de los congeladores<br />
predominan sobre el ruido de los buses.<br />
Yo ya me sé los diálogos de rigor, pues también<br />
compro acá lo de mi casa, pero mi favorito es el<br />
hígado. <strong>La</strong>s demás carnes trato de no verlas.<br />
—Quincho, necesito un kilo de posta bien<br />
suavecita— dice la doña <strong>del</strong>ante de mí. <strong>La</strong> última<br />
que te compré estaba como un tronco.<br />
Quisiera no mirar esos cortes en los ganchos y,<br />
sin embargo, es el costo de comprar carne fresca.<br />
En el supermercado, en cambio, todo viene<br />
empacado, pero viejo. A la carne, le inyectan<br />
101
agua para suavizarla y eso le aumenta el peso.<br />
Pagás más por nada.<br />
102<br />
En El Matadero de Quincho, todo es fresco.<br />
<strong>La</strong> bolsa es pesada y la deposito en la parte de<br />
atrás <strong>del</strong> Range. Cuando estoy en esto, veo un<br />
oficial de tránsito que se detiene junto a mí y saca<br />
su libreta. Estoy estacionado en zona amarilla y<br />
ya sé las consecuencias. Cierro apresuradamente<br />
y lo saludo.<br />
—Hola, trabajo con el diputado Policarpo.<br />
—Está bien. Ya vi la placa de la Asamblea. No<br />
hay problema.<br />
Se me ocurre que, para congeniar y no parecer<br />
un cretino, debería regalarle un turrón de maní de<br />
los que siempre ando en el carro. No obstante,<br />
como veo que sigue su camino, yo sigo el mío. A<br />
bordo, enciendo y me dirijo a la casa de Jefe para<br />
dejarle a doña Estebana su encargo.<br />
Doña Estebana es el ama de llaves de la casa<br />
alterna. Jefe ha comprado un caserón en la<br />
Alameda de la Tranquilidad y lo restauró.<br />
Le sirve para escapaditas con noviecillas o<br />
viejas que vienen a pedir que les consiga empleo.<br />
Es algo incómodo ver esto de cerca. A veces, me<br />
hace llevar de compras a alguna güila que podría<br />
ser su nieta.
Don Poli —nadie le dice así, pero no está acá—<br />
es el cacique <strong>del</strong> Pacífico, el mayor de sus<br />
finqueros.<br />
Tiene muy buenos contactos y demasiados<br />
siervos. Como su chofer, yo conozco bastantes y<br />
algunos me asustan, a pesar de vestir de etiqueta.<br />
El licenciado se ve amable, pero tiene fama de<br />
agiotista, de despiadado.<br />
Es que hay negocios que no resuelve en público,<br />
creo. Me cuenta Déxter que todas las mañanas los<br />
reúne para estar al tanto de las cosas. Algunas no<br />
son cosas de gobierno; son favores de campaña.<br />
Si no son ilegales, los trata con su equipo. Si lo<br />
son, conserva solamente a Déxter y a Nicolás en<br />
el lugar, los sociólogos. Aunque no sean cosas de<br />
su carrera, no importa. Porque más que asesores,<br />
son manos ejecutantes.<br />
Ahora mismo, una de sus tareas es seguir de<br />
lejos a Noemi, la esposa de Jefe. Él cree que le<br />
están montando los cuernos y, además, la odia. <strong>La</strong><br />
cosa es documentar para divorciarse sin darle<br />
derechos. Entonces, el asesor se convierte en lo<br />
contrario de la Celestina, una vieja de patio con<br />
camarita Polaroid y todo.<br />
Lo curioso es que el viejo tampoco es un ángel.<br />
Es un tipo casi sesentón y anda en ésas; pelándole<br />
el diente a cualquier falda. Y como tiene dinero y<br />
103
sabe de hacer promesas, está hecho. Casi cada<br />
noche, tiene su amiguita de turno que me toca ir<br />
a recoger y a dejar en su casona <strong>del</strong> oeste. Y al<br />
amanecer, lo contrario. Poli le dice a doña Noemi<br />
que tiene encerronas de trabajo y, para no<br />
desentonar, de vez en cuando, duerme en casa.<br />
Qué terrible llegar a viejo con el alma<br />
desordenada. Imagino que no tiene cargo de<br />
conciencia y que el creerse intocable no le deja<br />
ver que siempre que uno desmadra su vida, todo<br />
el entorno familiar se desordena.<br />
Sus tres hijos, dicen, ya andan desorientados,<br />
rebeldes y la vez pasada, la señora tenía tremendo<br />
moretón en el ojo y la boca hinchada.<br />
Se cayó, según dice.<br />
104
VÍSPERAS DE NAUFRAGIO,<br />
AGUAS CALMAS<br />
—Uno termina enojándose y es por algo. Fíjate<br />
que le pedí a Chepo que cotizara el cambio de<br />
piso <strong>del</strong> apartamento y según él midió doscientos<br />
metros. Yo sé, porque no fue hace tanto que<br />
pintamos el lugar, que el área mide ciento veinte<br />
metros y, aparte de meterme un gol con las<br />
medidas, me estaba cobrando carísimo.<br />
—A vos nadie te queda bien. No te<br />
recomendaría a nadie por lo hijueputa que sós. A<br />
todo le buscás el pelo en la sopa. Deberías<br />
aprender el oficio y hacer vos tus propias<br />
cochinadas.<br />
ؙ—Seguí jodiendo y la próxima birra te la escupo<br />
sin que te des cuenta. Van a pasar la conferencia<br />
de prensa sobre el Tratado de Libre Comercio—.<br />
Venegas sube los pies sobre la mesa de café<br />
donde reposan los bocadillos—. Poné el canal…<br />
Vos, ¿con quién vas?<br />
—Me vale un carajo tomar partido. Si me dicen<br />
con el “Sí”, voy con ellos. Si me dicen que con el<br />
“No”, tengo cuidado. Se trata de cuidar el<br />
empleo,<br />
105
¿no ves la cacería de brujas en la puerta?<br />
Huevón, a esa mierda le echaste cebolla. ¡Qué<br />
asco!<br />
Mientras Déxter escupe sobre una servilleta,<br />
afuera pasa el bus y las luces <strong>del</strong> mismo se<br />
reflejan en la pared <strong>del</strong> fondo y la recorren. Es lo<br />
mismo cada cinco o diez minutos: estar en una<br />
esquina trae esa consecuencia.<br />
—Una desgracia eso de tanto chantaje. ¿Ésa es<br />
la democracia que somos? Para tal cosa, nos<br />
quedamos en la era de los gamonales. Igual de<br />
hijos de puta eran—. Venegas hala la mesita<br />
hacia sí y se atraganta de yuquitas.<br />
—¡Qué mal anfitrión, carajo! <strong>La</strong> comida es para<br />
las visitas, para mí. Tirá para acá esa mierda—.<br />
Déxter Serrano atrae hacia sí, de nuevo, la mesa<br />
y de camino deja un derrame de maní sobre la<br />
alfombra.<br />
Nos venden el TLC como la madre de todos los<br />
tomates. Que van a bajar los precios y llegarán los<br />
servicios de mejor calidad. ¿Sabés que no les creo<br />
nada? Imaginá qué va a pasar con pulperías y<br />
pequeños comercios cuando entren los grandes<br />
capitales, cuántos empleos se perderán para que<br />
nazca otro negocio que no garantiza reemplazar<br />
los trabajos. Sin embargo, vos sabés que mi jefe<br />
es la ambigüedad pura. Es como un muñeco<br />
106
porfiado. Hoy dice bien y mañana hace el mal sin<br />
remordimiento. Yo hablo de esto sólo en círculos<br />
de confianza. De una u otra manera, antes que el<br />
país mismo, están los negocios. Los empresarios<br />
están con los hilos <strong>del</strong> poder en sus manos.<br />
—Pues me dan ganas de esperar qué futuro nos<br />
aguarda antes que gastar el millón y pico que<br />
supuestamente me cuesta cambiar el piso. Ni que<br />
fuera a poner paladiana.<br />
—A la empresa de lácteos, llegó el ministro de<br />
trabajo y convocaron a todos los trabajadores al<br />
auditorio. Creyeron que iba a darles sensatez,<br />
pero iba a meterles miedo. A decir que, si no<br />
aprobaban esa vaina, muchos quedaríamos en la<br />
calle. Casi tres mil amenazados. Cuando los<br />
sindicalistas se le quisieron acercar, salió<br />
espantado, cubierto por sus matones.<br />
Venegas va por un poco de hielo. Lo que bebe<br />
es ron con gaseosa. Es asesor legal de la Leche<br />
con Grasa Tomasa, medio tiempo.<br />
—¿No sabés de nadie que venda saldos de piso?<br />
Se me ocurre que, si son baratos y hay que<br />
mezclar, lo hago. Luego hacemos pasar por arte<br />
el estrambótico resultado. Digo que contraté a un<br />
muralista de la universidad para que diseñara la<br />
carajada. Y como es un extra, cuando alquile<br />
cobro por los menos, setenta mil pesos más.<br />
107
—Desgraciado aquél que haga negocios con<br />
vos. Sós un desalmado, una rata. ¿Por qué no te<br />
dedicás al chorizo de los tugurios? Cuatro latas,<br />
un candado y que la gente se atienda sola. Y en<br />
un espacio de dos por dos, duermen uno encima<br />
de otro…<br />
—Te callás un momento porque ya va a hablar<br />
el jefe de los negociadores, el baboso ése. Otro<br />
resumen para no decirnos lo que se negocia<br />
realmente.<br />
—¿Viste? No quieren dejar títere con cabeza.<br />
<strong>La</strong> apertura eléctrica, las comunicaciones, los<br />
puertos. Y aunque nieguen que el agua, seguro<br />
que el agua va entre los sectores afectados. Mae,<br />
¿me puedo cocinar algo? Tengo filo.<br />
—Hay pollo en la nevera. Atendéte solo. Yo me<br />
pongo a preparar el caso de mañana que me toca<br />
la corte. Y cociná para dos, que tengo filo.<br />
Venegas percibe hace rato un tufo totalitario en<br />
la retórica <strong>del</strong> Estado: todo es miedo, todo es<br />
urgencia. Eso de que venga una mano derecha <strong>del</strong><br />
Gobierno norteamericano a forzar que todo<br />
“avance”, da vergüenza. Ha de sentirse igual que<br />
una bota militar sobre el pescuezo, seguramente.<br />
Comen con el desorden de los caníbales, sin<br />
sentarse a la mesa, mientras ven en el televisor un<br />
programa que regala electrodomésticos, ollas,<br />
108
vajillas. <strong>La</strong> señora de turno está dudando si<br />
cambiar la caja 6 grandota por la caja 4,<br />
chiquitilla.<br />
—¡Mirá que son infelices!, ¡cómo juegan con la<br />
gente! Cuando acabés de tragar, tomá un taxi<br />
porque no creo que alcancés el último bus de tu<br />
barrio.<br />
—Ando en coche, huevón. Recordá que soy<br />
asesor parlamentario. Vos, un comemierda.<br />
—Andá cagá, pedazo de vago.<br />
Mientras dice esta última palabra, ya está<br />
Venegas sentado frente a su máquina de escribir,<br />
maquinando cómo demorar o enredar los<br />
colochos donde se mete su clientela.<br />
109
CUALQUIER DÍA, UN GOLPE TE<br />
CAMBIA LA VIDA<br />
—Viejo, deberías irte bien desayunado. No tardo<br />
diez minutos en terminar de cocinar.<br />
—Sin duda, voy a llegar tarde. Nadie en casa<br />
me despertó y seguí una hora más pegado a la<br />
almohada. Yo tenía cita a las nueve con el<br />
dentista, pero nada, ahora me alisto y hago unas<br />
vueltas en el centro. Si puedo, paso a la clínica<br />
para que me agenden de nuevo.<br />
Fila<strong>del</strong>fo Funes termina de vestirse, se pone su<br />
gorra de los Dodgers y se lava los dientes. Luego,<br />
recoge el llavero y se despide de su mujer.<br />
Básicamente tiene pensado pagar recibos de los<br />
servicios públicos, comprar un par de<br />
tomacorrientes y pasar al mercado por la olla de<br />
carne de los miércoles. En eso gasta el tiempo,<br />
pues, aunque no está pensionado, el cierre <strong>del</strong><br />
Banco de los Chorizos lo ha dejado cesante.<br />
Antes de salir le hace un par de carantoñas a un<br />
pequinés inquieto e hijo de puta, como todo perro<br />
chico. Y, al pasar por el garaje, toma un paraguas.<br />
<strong>La</strong> parada se encuentra a cuatro cuadras, en la<br />
esquina de la plazoleta.<br />
111
<strong>La</strong> fila para el colectivo supera lo esperado.<br />
Habrá veinte personas, algo así. Ni siquiera es<br />
fila, es molote. <strong>La</strong> gente se agrupa bajo un<br />
inmenso palo de manga para protegerse <strong>del</strong> sol y<br />
de una llovizna tímida que alcanza a empapar.<br />
Fila<strong>del</strong>fo se da cuenta de que no anda nada para<br />
leer, así que se dedica a mirar de frente hacia la<br />
nada. Sin embargo, el horizonte está cortado por<br />
una carnicería y afuera hay estacionado un coche<br />
de lujo, un todoterreno. El chofer se estaciona en<br />
zona amarilla y entra. Demora tanto que ya no lo<br />
verá salir.<br />
Sobre el palo de manga descomunal, cuatro o<br />
seis ardillas se divierten mordisqueando la<br />
cosecha. Así que, intermitentemente, caen al<br />
suelo manguillos mordidos. Podemos decir, sin<br />
duda alguna, que eso no es asunto de atención<br />
para el señor Funes.<br />
Tiene una mano en el bolsillo derecho, mientas<br />
con la izquierda, sujeta un sobre de manila con<br />
los papeles necesarios para los trámites de hoy.<br />
Le molesta tanto que la tienda de carnes le tape el<br />
horizonte como el hecho frecuente de ver<br />
estacionar taxistas en la zona designada para los<br />
autobuses. Es posible que, si un camión no ve el<br />
suficiente espacio, siga de largo y toque esperar<br />
al otro.<br />
112
Otra media hora.<br />
Cosa que esta vez no pasa, pues cinco minutos<br />
antes que llegue la cazadora número once de la<br />
ruta <strong>del</strong> sur, ésa que suena a algo que se desarma,<br />
la ardilla más codiciosa hará de las suyas. Le pega<br />
una dentellada a una manga mora de dimensiones<br />
hiperbólicas, pintona, pero durísima, y ésta se<br />
precipita: atina sobre la mollera <strong>del</strong> renegado<br />
Fila<strong>del</strong>fo que, de inmediato, pierde la conciencia.<br />
Asimismo, pierde la billetera, el reloj, el sobre<br />
y la gorrita de beis. En Artificio, tener un<br />
problema de salud implica ser desvalijado.<br />
Cuando despierta, no sabe quién es y está en el<br />
servicio de emergencias <strong>del</strong> Hospital de la Luna,<br />
en espera de unas placas.<br />
Queda en observación por cuatro días. Hay una<br />
masilla sobre su cuello en la primera placa que<br />
hace prever un daño. En la <strong>segunda</strong> placa, tomada<br />
al tercer día, ya no se encuentra. El técnico<br />
sospecha que un chicle que dejó mal puesto era<br />
esa masa imprecisa que les preocupaba, pero lo<br />
calla.<br />
El hombre aún no sabe su nombre y habla poco<br />
y en inglés. Eso cree él, pero el enfermero piensa<br />
que algo se le atora en el gaznate y le aplica una<br />
Heimlich. Nada, continúa hablando raro. A veces,<br />
tararea. El sanitario se rinde pues supone que el<br />
113
golpe ha efectuado cambios metabólicos. Hasta<br />
una sombrita de pelo empieza a asomar sobre el<br />
cuero de su cabeza. Curioso, porque no tenía un<br />
pelo: ni real ni de tonto.<br />
Con el paso de los meses, veremos que su<br />
estatura aumenta un poquito y a<strong>del</strong>gaza. Cosa que<br />
no sabrán en el hospital porque, tan pronto es<br />
posible, Fila<strong>del</strong>fo se las pira. Entra a la habitación<br />
de un paciente, y mientras éste duerme, le roba la<br />
vestimenta que está a la mira de todos en una<br />
bolsa de plástico sobre el piso.<br />
Como no sabe quién es, no volverá a casa. Al<br />
contrario, deambula en la ciudad. Primero, cuida<br />
coches y, más tarde, vende seguros de vida. En el<br />
segundo oficio, le va pésimo pues no tiene ni<br />
machotes de contratos. No obstante, siempre<br />
encuentra cómo sobrevivir: ha visto a los<br />
mochileros que acechan las mesas de los<br />
restaurantes de hamburguesas y él los imita<br />
exitosamente.<br />
Sin embargo, la insatisfacción es tanta que,<br />
mientras baja de peso hasta ser un flaco alto y de<br />
cabello largo ensortijado, opta por comprar una<br />
guitarra y darse a la bohemia. En un hotel barato,<br />
al que le robaron las estrellas <strong>del</strong> rótulo, decide<br />
instalarse provisionalmente. Allí escribe<br />
canciones, pero cuando se mude de allí, no las<br />
llevará consigo. Le molesta cargar con el pasado.<br />
114
Se registra bajo el nombre de Pedro Rey Lizard.<br />
No sabemos por qué. El narrador piensa que<br />
está chalado, aunque sea inofensivo.<br />
115
ESOS DÍAS DE EQUIVOCADO<br />
MISTICISMO<br />
Cerca de la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente, estaba<br />
el Colegio de la Patria. Una institución liberal que<br />
fundó la oligarquía para que estudiasen los<br />
hombres <strong>del</strong> siglo XIX. Luego, partirían según la<br />
disposición monetaria de su familia a completar<br />
una profesión, de preferencia hacia Europa.<br />
O estudiaban en la Facultad de Derecho, la<br />
única que por esos tiempos funcionaba en<br />
Malanga.<br />
Para este efecto, el Colegio de la Patria fue<br />
puesto bajo la dirección de profesionales<br />
españoles y alemanes de prestigio. <strong>La</strong> disciplina<br />
que se desarrolló —según dice la historia o el<br />
mito, cómo quiera verse— fue rigurosa y<br />
castrense, y los muchachos se preparaban en<br />
clases de latín y griego. Dado que apenas existían<br />
dos o tres centros que podían graduar bachilleres<br />
según lo establecía la ley, el Colegio y otro par de<br />
instituciones educativas estatales fueron la punta<br />
de lanza de donde egresaron, en el siglo XIX, la<br />
mayor parte de las figuras políticas que<br />
merodearon o ejercieron el poder en la Malanga<br />
de la época agraria.<br />
117
De esa narrativa, se aferraban hacia los años<br />
finales <strong>del</strong> siglo XX los profesores de la<br />
institución para crear un misticismo que estaba<br />
bastante divorciado de la realidad. A estas alturas,<br />
todos los colegios otorgaban título de bachiller,<br />
luego de que los muchachos aprobasen todos los<br />
ciclos. El mo<strong>del</strong>o educativo había cambiado y<br />
fracasaba a nivel nacional: igual que ahora. Más<br />
de la mitad de los jóvenes no alcanza a concluir<br />
la educación secundaria. Inciden allí factores que<br />
van desde el miedo a las matemáticas a la miseria<br />
absoluta <strong>del</strong> núcleo familiar.<br />
Los estudiantes que acuden al Colegio de la<br />
Patria proceden de distintos estratos sociales,<br />
pero la mayoría tiene problemas económicos y<br />
muchos de ellos estarán trabajando antes de<br />
terminar su tercer período lectivo. A diferencia de<br />
la educación <strong>del</strong> siglo XIX ya no se estiliza<br />
enseñar lenguas clásicas ni se dan clases de<br />
agricultura: se prepara para el mercado. Un chico<br />
aprende, digamos, electricidad, carpintería,<br />
empastado de libros o contabilidad.<br />
Se trata de resolver con inmediatez el panorama<br />
de la clase media, de la cual alguna porción<br />
accederá a la educación superior y otra fracción<br />
menor se graduará. Con ello, se alimenta el mito<br />
de la dinámica social, aunque ya en los ochenta,<br />
está el movimiento reaccionario, formado por esa<br />
118
misma oligarquía que se educó gratis, tanto en<br />
estos colegios como en la Universidad de<br />
Malanga, objetando la función <strong>del</strong> Estado en la<br />
educación para buscar recovecos donde ir<br />
metiendo el interés <strong>del</strong> capital privado.<br />
A la postre, esta fricción puede ser parte <strong>del</strong><br />
desgaste <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o educativo que, a pesar de<br />
tener algunos pedagogos excepcionales, nos dejó<br />
instalados en el cráneo, como cuentos de hadas,<br />
estúpidos mitos fundacionales que negaban las<br />
contradicciones y fricciones que toda sociedad<br />
tiene y que debe reconocer para combatir.<br />
Nuestros maestros fueron, un tanto, loros<br />
entrenados que alababan a personajes<br />
acartonados que llamaron próceres. Nunca<br />
aprendimos a rascar la realidad, a buscar<br />
claroscuros en las palabras y menos, en las<br />
intenciones. Nos enseñaron a venerar un trapo de<br />
tal forma que, si lo izaban, debíamos paralizarnos<br />
en absoluta verticalidad. Nos enseñaron valores,<br />
pero jamás nos dijeron que la clase política y la<br />
aristocracia —que era formada por cuatro gatos y<br />
sus pulgas— estuviesen exonerados de ellos.<br />
Para mantener exultante esta ficción, al Colegio<br />
de la Patria se le permitía usar un uniforme<br />
distinto al de las demás instituciones públicas.<br />
Eso lograba que los educandos asumiesen que<br />
formaban parte de una institución centenaria, —<br />
119
o rancia— ejemplar, paradigma <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o<br />
liberal y cuya excelencia lo convertía al<br />
estudiante en un ser superior, diferente.<br />
Esto ha dado pie a diversos problemas de<br />
conducta que nunca se trataron de frente, pero<br />
que pasan por el machismo y la consecuente<br />
práctica de darse de golpes con jóvenes coetáneos<br />
de colegios aledaños. Alguna mentalidad facha<br />
anda por allí que parece cruzarse de misticismo,<br />
lo cual nada raro resulta.<br />
120<br />
El fascismo opera igual.<br />
En ese colegio pasó Jason parte de su<br />
escolaridad: cinco años. Otros dos los cursó antes<br />
en un colegio <strong>del</strong> común. Lo cual nada más<br />
alcanzó para que aprobase hasta el tercer año de<br />
secundaria, porque rebotó dos veces en primer<br />
año.<br />
Tuvo repetidos pleitos en la línea <strong>del</strong> tren, pues<br />
caminar los cuatrocientos hasta la plaza era<br />
innecesario. El muro <strong>del</strong> costado derecho <strong>del</strong><br />
colegio disimulaba bastante los acontecimientos.<br />
Le gustaba una chiquilla de un colegio cercano,<br />
pero era conservadora. Ella repelía la idea de<br />
hacer migas con un tipo desmesurado y matón.<br />
Eso llegó a oídos <strong>del</strong> joven cuando tenía quince<br />
años y fue la causa de su primera<br />
superborrachera. Robó un par de cajas de cerveza
Gallinero (la cerveza nacional, que tiene un<br />
inconfundible aroma a pajonal y sabor algo<br />
desabrido) que la clase había comprado para un<br />
baile futuro y, en comunión con dos amiguillos<br />
<strong>del</strong> barrio, se las acabaron.<br />
No tuvo que dar cuentas de nada porque el<br />
miedo que le tenían los compañeros era<br />
superlativo.<br />
El Colegio de la Patria opera de siete a tres de<br />
la tarde. Después de ello, hay algunas opciones<br />
extracurriculares. Una es entrar en los cuerpos de<br />
marcha; la otra, entrar en la banda. No hay puntos<br />
extra en tales actividades, pero algo aporta de<br />
status dentro de la comunidad pertenecer a<br />
cualquiera de los clubes.<br />
No sabemos cuál fue el momento en que Jason<br />
empezó a robarse las loncheras de dos o tres<br />
compañeros a los que odiaba. Lo cierto es que lo<br />
hacía a diario y, si no tenía hambre, arrojaba a la<br />
basura el contenido íntegro de cada una. Además,<br />
cuando cursaba primer año por tercera vez,<br />
empezó a romper el reglamento de vestimenta.<br />
Calcetines blancos y la corbata floja. Los<br />
profesores más tradicionales le enviaban boleta.<br />
Los jóvenes, preferían evitar los problemas y lo<br />
dejaban ser.<br />
121
El hecho de ser repitente le garantizaba el<br />
puesto de matón de la clase, pues era más viejo y<br />
más alto. Al llegar a cuarto, ya Jason tenía<br />
impresionante barba, pero se había mudado de<br />
institución. Se sentaba en el fondo de la clase para<br />
tomar apuntes, pero su esencia lo llevaba a formar<br />
una gavilla de cabrones que se la pasaban<br />
molestando en la clase. <strong>La</strong>nzaban papeles<br />
ensalivados, se robaban cartucheras y<br />
calculadoras que, de repente, iban a estrellarse en<br />
seco contra el pizarrón.<br />
Tener a esa pelota de bribones cerca era<br />
inquietante. Los demás compañeros no sabían si<br />
se les perdería algo, en broma o en serio. Porque<br />
si algo valía la pena, esa misma tarde irían a<br />
vender lo robado en la zona roja.<br />
122
EL CADÁVER EN FUGA<br />
Cuando llegamos a la Funeraria Rivera, el<br />
cadáver no estaba allí. Yo le pregunté al<br />
encargado dos veces y respondió lo mismo.<br />
—Nosotros nunca recibimos en planta:<br />
retiramos en el hospital o en la casa. Estoy seguro<br />
de eso.<br />
—Nos envía el Turco. No se haga.<br />
—Los ha podido enviar mi abuela en bote de<br />
remos...Me da igual. No es aquí.<br />
Aun así, los cuatro pusimos patas arriba la<br />
funeraria y revisamos cajón por cajón. Solamente<br />
había dos velaciones. En la Sala A, un juez<br />
muerto a los cuarenta y cuatro años, por propia<br />
mano, luego de que le investigasen por favorecer<br />
la libertad de un par de narcos. Su padre había<br />
ejercido la presidencia <strong>del</strong> Poder Judicial y ahora<br />
no tenía cara que poner ante su memoria (es que<br />
uno no debe suicidarse con Magnum, pedazo de<br />
idiota).<br />
Yo abrí la tapa para verificar el rostro y me<br />
pareció un pobre diablo. Tenía las cejas escasas y<br />
amarillas y un lunar con pelos en la mejilla<br />
izquierda. Claro, era difícil no ver el montón de<br />
remiendos que le pegaron en el rostro.<br />
123
—Puta, ¿cómo no pudieron pagarle<br />
maquillista?<br />
— le dije al Negro. Y cruzamos a la sala B. Era<br />
una jovencita en los veinte años y muy arreglada.<br />
<strong>La</strong> habían maquillado, pintado las uñas y vestido<br />
con colores alegres, demasiado alegres. Parecía<br />
que iba de parranda con sus amigas y que formaba<br />
parte de un círculo de gente nocturna.<br />
Posiblemente trataban de engañar a la tristeza que<br />
da morirse veinteañero. Como estaba tan a la<br />
vista, no revisamos mucho. No obstante,<br />
revolcamos la basura en el patio, los tablones<br />
acumulados en una bodega oculta. No<br />
dejamos títere con cabeza. Nada.<br />
Optamos por llamar al Turco, pero nos mandó<br />
vehementemente a comer mierda. Nos daba<br />
veinticuatro horas o nos haría buscar.<br />
Eso nos asustó, pero fingimos tranquilidad.<br />
—¿A quién se lo dieron? ¿Está seguro de eso?<br />
Si le hacemos caso, lo depositaron en la<br />
madrugada en el salón principal con total sigilo.<br />
Nadie estaba a esa hora. No obstante, el gerente<br />
que a estas alturas ya nos tiene miedo, ya<br />
sospecha algo, sigue en sus cinco y asegura que<br />
nada ha pasado.<br />
124
Así que no insistimos más, pero para matizar<br />
nuestro poder le digo mientras salimos:<br />
—Volveremos.<br />
No nos queda más que peinar la zona. Son cinco<br />
funerarias en total. Algunas son muy modestas y<br />
carecen de salas de velación. Igual, nos toca ir<br />
ataúd por ataúd y revisar bajo los mostradores.<br />
Uno nunca sabe.<br />
Nada en <strong>La</strong> Paz Maravillosa. Nada en Cinco<br />
Velas Azules. Nada en El Último Sendero.<br />
Falta nada más una, <strong>La</strong> Luz <strong>del</strong> Mundo. A ella<br />
nos dirigimos, aunque ya perdimos hasta la hora<br />
<strong>del</strong> almuerzo y la <strong>del</strong> café.<br />
Cuando llegamos, hay completo desorden. De<br />
hecho, está cerrado y afuera todavía hay cintas<br />
perimetrales en el suelo. Tratamos de averiguar lo<br />
acontecido y luego de caminar por acá y por allá,<br />
me dice el Negro que, a estas alturas, está pálido<br />
y descompuesto:<br />
—Era aquí, los idiotas se equivocaron de<br />
negocio. <strong>La</strong> cagaron en grande.<br />
Le digo a Cerdas que vaya sondee un poquito<br />
más, pues él tiene don de gentes. Nosotros,<br />
acostumbrados a lo salvaje, podemos enredar las<br />
cosas. En cambio, él mira una nena y de<br />
inmediato es pura simpatía, labia y servicio.<br />
125
Antes de que se lo pida, ya está cortejando a la<br />
maquilladora. Lo dejo solo para que trabaje a<br />
gusto. Los tres restantes vamos por una<br />
hamburguesa y nos veremos al ratito.<br />
—Mirá, te cayeron pelos de muerto en las<br />
papas— me dice Nacho, y es cierto. En mi<br />
bolsita, flota un colocho rubio que debe ser <strong>del</strong><br />
juez suicida. Me da asco, pero por jugar de duro,<br />
aparto la maldita sortija e igual como las papas.<br />
Están tan feas y pálidas que han de ser de yuca<br />
saborizada, jueputas.<br />
—Tremendo colocho tenemos. El Turco no va<br />
a admitir su error fácilmente. Y el cuerpo se lo ha<br />
llevado la Judicial hace unas horas. Cuando lo<br />
abran, estaremos listos todos. El Turco también,<br />
porque a huevo que lo canto.<br />
—Tenemos que asaltar la morgue—, dice el<br />
Negro.<br />
—Ni que fuéramos boinas verdes, huevón—<br />
comenta Nacho.<br />
—Yo no le veo salida —digo. Y es cierto.<br />
126
MI LUCHA POR EL PODER CON<br />
EL GHOSTWRITER<br />
Estoy en el sillón de la oficina de Petra mientras<br />
ella habla por teléfono. Por lo que puedo oír, está<br />
tratando de embaucar a algún posible<br />
inversionista.<br />
—Tené paciencia. Es pan comido. Nosotros<br />
conseguimos una cartita de recomendación para<br />
el libro y lo convertimos en lectura oficial.<br />
Venderemos miles.<br />
Yo miro al dios rata y siento la inquietud de<br />
prenderle una vela. Raro, porque no soy creyente<br />
de nada.<br />
Es una de las últimas adquisiciones de Petra,<br />
comprada por internet.<br />
Petra cuelga por fin.<br />
—Estoy tratando de conseguir otros diez<br />
millones. Le dije que serían para tirar su libro.<br />
Yo no capto bien el mensaje. Ya teníamos la<br />
plata.<br />
—Explicá.<br />
—Son métodos para tener holgura financiera.<br />
Le ofrecemos financiar algo que se venda y<br />
después tomamos esa plata para empujar otros<br />
127
contratos. De otra forma, la plata no nos<br />
alcanzaría.<br />
—Es muy peligroso, Petra.<br />
—Mirá, este oficio exige riesgos. Cada vez que<br />
sale un libro, no sabemos si será bienvenido. Uno<br />
está obligado a afinar estrategias. Mientras haya<br />
circulante, nada va a fallar.<br />
—Vine por otra cosa. El escritor fantasma que<br />
me asignaste es un majadero. Quiere hacerlo todo<br />
solo. A mis personajes los manejo yo.<br />
—Y, sin embargo, es ese despelote que hace<br />
con la <strong>trama</strong> lo que te da el sello de éxito. ¿Vos<br />
creés que alguien leería las mierdas<br />
convencionales de tus apuntes sin vomitar? Es en<br />
serio. Vos sós aburrido. En cambio, ese<br />
muchacho —que tampoco es gran cosa— es<br />
escabroso. El lector siempre está esperando tu<br />
próxima yeguada.<br />
—Tenés que aprender un poco de <strong>del</strong>icadeza.<br />
Yo te las banco porque te voy conociendo, pero<br />
sós groserísima.<br />
El rictus de Petra me quiebra de inmediato.<br />
—Lo admito —responde—. Sin embargo,<br />
estamos acá para vender. Tus observaciones y<br />
apuntes son—sólo a veces— acertados. Entendé<br />
128
que la seriedad, aparte de vender poco, termina<br />
por sacralizar el sistema y no es la idea. Hay que<br />
hacer que todo reviente para poder explorar por<br />
dentro lo que hay detrás de todo lo establecido.<br />
En ese sentido, me parecen una buena dupla.<br />
Crítica y humor, linda pareja.<br />
—Eso no es lo grave, Petra. Estoy seguro que<br />
me da pistas falsas, que me miente informes. Es<br />
más, creo que está insubordinando a Malanga en<br />
contra mía.<br />
—¿Hablás en serio? ¿Cómo se va a<br />
insubordinar un mundo narrado?<br />
—Dame un cigarro porque ni yo lo entiendo.<br />
Creo que, por vía <strong>del</strong> rumor, puede pasar. Es el<br />
arma que más temen las sociedades, ¿no?<br />
Displicente, Petra saca un habano y me lo<br />
entrega. Yo, cómo no sé encender una carajada de<br />
ésas, empiezo a moverlo entre los dedos como<br />
hacen los carajillos de los cuerpos de banderines<br />
con los mismos.<br />
—Ah, si eso es cierto, tenés que cuidarte. Son<br />
palabras mayores. Yo me cuidaría de que no me<br />
serruche el piso y de que no me envenene el café.<br />
Parece una lucha por tomar el control de lo<br />
imaginario. ¡Qué fregado tema! Ponélo a prueba,<br />
pedíle datos y los cruzás, marcálo de cerca. No<br />
129
vaya a ser que resulte un quinta columna que otro<br />
editor nos manda.<br />
Y en caso forzado, si no hay nada que hacer, nos<br />
lo echamos al pico. Eso entre nos, ¿ok?<br />
Vuelvo a ver los ojos <strong>del</strong> dios rata, al que mi<br />
ignorancia permite llamarle ratón Miguelito. Sus<br />
ojos hoy están celestes e intermitentes, pero<br />
cargados de malicia.<br />
—Se le está acabando la pila— le digo a Petra.<br />
Acto seguido, pido permiso a Petra para<br />
encender una vela. Ella saca dos, de color rojo,<br />
<strong>del</strong> escritorio. Cada uno enciende una.<br />
—Sobraron de la navidad pasada— comenta.<br />
130
EL PELIGROSO POCALENGUA,<br />
NUESTRO AMIGO<br />
En la gerencia, ubicada en el tercer piso <strong>del</strong><br />
edificio administrativo de Papas Fritas<br />
Industriales, S. A.<br />
—Mario, es bueno que hablemos <strong>del</strong> diputado<br />
Pocalengua. Es oficialista, pero cómo si no lo<br />
fuese…<br />
—Te escucho. No le veo nada malo. Es de los<br />
nuestros—. Se desparrama en el sillón mientras<br />
conversa.<br />
—Pues debes saber que su retórica es<br />
fuertemente opositora. Acordáte de que siempre<br />
promete gravar las zonas francas. Nos puede<br />
arruinar el tratado de libre comercio—. Erasmo,<br />
que fuma como una puta en Semana Santa,<br />
prende otro cigarrillo con la chinga <strong>del</strong> anterior.<br />
—Vos nunca te enterás de nada. Policarpo es de<br />
los nuestros. Es más, es ultraderechista. Sabés lo<br />
que es un infiltrado, ¿no? Pues este cabrón está<br />
allí para provocar disenso, distracción y hacer que<br />
el tiempo pase tanto que, para cuando decidan<br />
proceder, tengan encima el huracán. No los salva<br />
ni el alma de la Santa Gallina Ciega.<br />
—¿Estás seguro de ello?<br />
131
—Claro, el hermanillo es igual, una mosca<br />
muerta. Les encanta hablar de derecho y<br />
democracia, pero solamente para los sectores<br />
ricos. ¿No has oído a ambos pregonar que las<br />
minorías deben plegarse a las mayorías? ¿Querés<br />
algo más capitalista?<br />
—Si lo decís…Yo creo que deberíamos<br />
vigilarlo. Quién le visita al despacho, quién en la<br />
cama y lo mismo, en el teléfono—. Erasmo siente<br />
que un aire le enrojece el ojo izquierdo.<br />
—De acuerdo. Contratáte un tipo que haga el<br />
trabajo. Con dos semanas de espiar sabremos si<br />
es leal. Recordá enviar el contenedor al Pacífico,<br />
que hay que exportar el pinche cargamento hacia<br />
México este jueves. Queda espacio para mandar<br />
dos toneladas. Como hay un saldillo pendiente le<br />
mandamos mil cuatrocientos kilos y cuando<br />
aflojen, despachamos el resto.<br />
—Esperá. También quiero vigilar a la mujer. No<br />
sabemos por donde entra la plaga.<br />
—De acuerdo, Erasmo. Te digo más. ¿Cómo<br />
creés que Pocalengua va a traicionarnos si<br />
también es socio nuestro en lo ilícito?<br />
Sencillamente no puede. Si tomás presupuesto<br />
para jugar de Marlowe, que sea de los bonos<br />
familiares de fin de año de la planta de Papa<br />
Caliente.<br />
132
Afuera hay un sol de las mil putas, pero el aire<br />
acondicionado no lo deja manifestarse. Eso y las<br />
rejillas que tienen los ventanales para provocar<br />
sombra y evitar que los pájaros se estrellen contra<br />
los cristales.<br />
Funcionan tan bien que los pájaros siempre se<br />
parten la madre antes de tocar los vidrios: al pegar<br />
contra el aluminio se hacen bosta.<br />
Esta mañana, la conserje ha recogido,<br />
solamente en el perímetro, cuatro cadáveres de<br />
paloma.<br />
133
REDES DE MUTUA VIGILANCIA
GARCÍA PORTA NOTICIAS<br />
NUEVAS<br />
—Ah, Sr. Vivas. ¡Qué bueno que me lo topo en<br />
la calle! Le invito un café.<br />
Yo he visto ese rostro antes, pero me quedo<br />
tratando de evocarlo y nada me llega. No me<br />
molesto a pesar de la imprudencia de que un tipo<br />
me pare, de repente, en la calle, halándome <strong>del</strong><br />
hombro.<br />
—¿Lo conozco? —. Es pregunta de rigor.<br />
—Yo estaba en la fuerza de ventas de Comas<br />
Negras cuando usted pulseaba imprimir su<br />
Malanga. Solano era mi jefe, soy Lico García.<br />
Debo haberlo visto allí. De inmediato, accedo y<br />
nos vamos a una cafetería corronga que está sobre<br />
el boulevard donde caminamos.<br />
—Supongo que me ha hecho detener con algún<br />
propósito. Cuénteme.<br />
—Me echaron de la editorial a fines de año. No<br />
me liquidan, me acusaron de robo y fue un<br />
montaje de su amiga. Se lo digo para que se cuide.<br />
Petra es tan mala como fea.<br />
137
—Me cuesta creerle. Conmigo ha sido abrir<br />
puertas y contactos a la primera intención. Allí<br />
viene el salonero. Quiero un latte y un empare-<br />
dado de los de medio metro, bien tostado.No se<br />
preocupe, García. Yo invito.<br />
—En ese caso, sírvame igual.<br />
Este sujeto es fresco. Lo que pido vale más que<br />
un almuerzo popular y él, sin pena, lo duplica.<br />
Veamos qué diablos quiere.<br />
—¿Ud. sabe que Lucas paró en el tabo por<br />
Petra? Ella quería su puesto. Su amigo hizo una<br />
movida arriesgada por conseguir dinero para<br />
publicar su novela. Ella lo reportó con Hacienda<br />
y, con la ayuda de Isidro Pelapapas, se montó<br />
como mandamás. Es venenosa, le digo.<br />
—Bueno, ¿y…? Dígame qué es lo nuevo.<br />
—Mirá, está en la tele la periodista que está<br />
investigando los sobornos en la Asamblea.<br />
Lástima que nunca llegue a conclusión alguna.<br />
Es cierto. En la pantalla sale esa señora que me<br />
sirvió para mo<strong>del</strong>ar a Alejandra Arenas, pero<br />
nada de pelucas ni pelo corto. Tampoco de<br />
glamour: ella es fea hasta la honestidad.<br />
—Esa mujer me cae como un sapo. No me quite<br />
el tiempo porque pronto llueve.<br />
138
—Su café—. Es el salonero que trata de abrir<br />
campo en la mesa con dos platos enormes y las<br />
tazas de agua que hierve.<br />
Instintivamente, nos separamos un poco de la<br />
mesa. No vaya este hombre a realizar malamente<br />
una maroma y nos derrame encima lo que sea.<br />
—Usted debe saber que Lucas metía mano en<br />
las cuentas de la editorial. Petra lo hace peor: creo<br />
que usa la imagen de Comas para embolsarse<br />
dinero. Aún no pasa nada, pero cuando tenga que<br />
entregar cuentas, aparecerá el hoyo. Sé que lo ha<br />
convencido para meter allí el financiamiento que<br />
le dio el Ministerio de Cultura. No sea tonto.<br />
No estoy escuchando mucho porque estoy,<br />
diente y diente, destrozando mi emparedado que<br />
está buenísimo. Sé que es mucha glotonería, pero<br />
siento impulsos de pedirme un par más, para<br />
llevar.<br />
—Tengo que confesar que algo he oído. <strong>La</strong> he<br />
visto atraer capitales sin propósito porque parte<br />
<strong>del</strong> plan de publicaciones se atrasó: hay muchos<br />
errores en los borradores. No crea, estoy alerta<br />
porque mis amigos, casi todos, tienen leyendas<br />
negras con muchas editoriales. Sin embargo, esta<br />
vez pinta bien y lo que hago es no perderle pista<br />
ni a Petra ni a la empresa. Cada semana, voy a<br />
139
ondar, a preguntar por las pruebas o con algún<br />
cuento.<br />
—Y hace bien. ¿Sabé qué? Tengo doscientas<br />
cincuenta copias de Historia de Malanga que<br />
quiero vender. <strong>La</strong> edición es <strong>del</strong> año pasado.<br />
Necesito efectivo mientras me acomodo. Déme<br />
cincuenta mil pesos y son suyas.<br />
Me ha dado cierta conmiseración la situación de<br />
Lico. Ese día de milagro ando plata y pago en<br />
efectivo un a<strong>del</strong>anto de veinte mil. Le digo que<br />
pase el sábado a dejarme el resto.<br />
Sé de varios libreros que compran libros<br />
robados y puedo soltar a cuatro mil cada<br />
ejemplar.<br />
No es que uno sea cochino, no. Es que uno es<br />
solidario y, siempre que se pueda, da una mano al<br />
necesitado.<br />
140
REY LIZARD TIENE OTRA<br />
METAMORFOSIS<br />
No avanza Pedro Rey en su oficio de cantor<br />
callejero. Un tanto de desaseo se le nota en el<br />
rostro que se va tornando ligeramente verdoso.<br />
Prueba en diferentes esquinas. Se instala cerca de<br />
los parques y los policías lo corren. Se traslada a<br />
la orilla <strong>del</strong> Banco de las Garantías, oficinas<br />
centrales. Allí nadie lo jode, pero la recaudación<br />
no le da mucho y piensa en instalarse en otra<br />
parte. Además, las versiones de Morrison que<br />
canta son pésimas, irreconocibles, chifladas. Ni la<br />
guitarra, ni él logran la alquimia que llamamos<br />
arte.<br />
Una vez que otra, los perros callejeros se le<br />
pegan y le colaboran en los coros. Es cuando los<br />
propietarios de los negocios aledaños le lanzan<br />
agua con baldes. En protesta y con absoluta<br />
dignidad, opta por alejarse.<br />
Además, él no conoce nada de The Doors ni de<br />
sus letras. Opera desde el subconsciente. Así que<br />
las letras son guturales y desastrosas. Quien no<br />
habla inglés, lo cantará peor, ¿no?<br />
Otra cosa que le ha fallado es autonombrarse<br />
Lizard: nadie le dice así. Los sectores populares<br />
no llegan a escuchar bien la palabra y los que le<br />
141
toman afecto, para llamarlo, le dicen Lázaro. Los<br />
demás, que son muchos bribones, en lugar de<br />
echar unas monedas en el pañuelo, se le sientan a<br />
la par, a ver si la caridad alcanza para ambos.<br />
Cuando una moneda queda fuera <strong>del</strong> pañuelo, la<br />
recogen y se van. Lázaro, que ahora es huesudo y<br />
debilucho se hace un puño para no armar bronca<br />
y evitar que lo malquiebren.<br />
Ojo, el narrador nunca ha dicho que el hombre<br />
esté loco. Básicamente es extravagante,<br />
irresponsable, vividor.<br />
Casi tan grave como ser poeta. <strong>La</strong> ventaja de<br />
Rey es que no se toma en serio y está cavilando<br />
ya si cambiar de personaje.<br />
Así que, cuando escucha que Ranas Rojas<br />
quiere abrir espacios de música en vivo, se<br />
presenta allí.<br />
A estas alturas, ya pasaron dos años y pico <strong>del</strong><br />
accidente que le borró la identidad y su familia ha<br />
dejado de buscarlo. Por acá y por allá quedan<br />
cartelillos con su foto, datos y teléfono, mas<br />
nuestro hombre nunca ha visto al señor Funes ni<br />
a nadie que se lo recuerde.<br />
Es más, ya no se le parece: el sol lo ha<br />
bronceado, sobre todo en los brazos, y ahora usa<br />
espejuelos negros, como corresponde con las<br />
estrellas emergentes, descubiertas o no.<br />
142
Antes de acudir a ofrecer sus servicios<br />
artísticos, va a una tienda de ropa americana. <strong>La</strong><br />
validación de estas tiendas ocurrió con la crisis<br />
pasada, cinco años atrás. Ahora empiezan a<br />
proliferar. Compra de todo: unos mocasines, un<br />
saco de tweed parchado en las mangas y a<br />
cuadros, unos pantalones negros y una camisa<br />
blanca.<br />
Está dispuesto a hacer de tripas chorizo para<br />
dejar la mugre pensión que habita. Se dice que<br />
esta vez sí la pega.<br />
Y, al llegar a su cama, por primera vez en el día,<br />
arma un cigarrito muy pequeño.<br />
“Pa’ celebrar”, piensa.<br />
Ha nacido Paco Luciérnaga, el cantor de la<br />
noche.<br />
Y, sin embargo, no logra arrancar de sí la<br />
decadencia.<br />
143
OTROS TONTOS QUE SUMAN EN<br />
LA TRAMA<br />
Sin embargo, don Poli tampoco se queda quieto.<br />
Dos de sus asesores no son graduados, ni hacen<br />
análisis alguno: recaban información aquí y allá<br />
sobre los pares <strong>del</strong> político. Hacen fichas,<br />
grabaciones, guardan papeles de todo en un<br />
archivo al que solamente ellos y el jefe pueden<br />
acceder.<br />
Por eso, en las encerronas, guardan silencio.<br />
Gesticulan afirmativamente cuando parece <strong>del</strong><br />
caso hacerlo, pero ni siquiera pían. En las<br />
encerronas están desarmados, pero en cuanto<br />
llegan al automóvil que les han asignado, abren la<br />
guantera y se embuchan la escuadra. Y luego,<br />
como si fuesen el escuadrón <strong>del</strong> chisme, peinan la<br />
ciudad desde los suburbios a los malls.<br />
A veces, les toca el juego de las llamadas<br />
anónimas para evitar que un proyecto de ley<br />
avance o para que sea votado unánimemente por<br />
las bancadas opositoras. Eso les hace creerse el<br />
poder en la sombra y no un brazo ejecutor de la<br />
política de cloacas.<br />
Así se explica que este par de idiotas no estudie.<br />
Muchas veces les toca moverse en el inframundo<br />
a deshoras. Para no <strong>del</strong>atarse, deben correr<br />
145
iesgos y meterse droga que es un contento, ir de<br />
putas con presupuesto discrecional y, en<br />
ocasiones, hasta vender pastillas de colores. En<br />
esos momentos, no juegan como asesores<br />
presidenciales y han dejado en casa guardadas sus<br />
credenciales. Uno de ellos, el que llamaremos<br />
Nicolás Berreta, es macró de cuatro viejas <strong>del</strong><br />
centro de la ciudad; y el otro, al que<br />
denominaremos Déxter Espacio, tiene además de<br />
las adicciones químicas, el vicio de las galletas de<br />
linaza. Por algo anda siempre con caries activas y<br />
tomando sedantes.<br />
¿De dónde salieron? Pues nada, el jefe no es un<br />
santo y, en una fiesta narco, se encontró con estos<br />
cabrones. Como la cosa con los contrabandistas<br />
es el favor mutuo, le pidió consejo y permiso al<br />
traficante para reclutarlos a su servicio. Clovis<br />
Mesén le indicó que lo indemnizase con diez mil<br />
dólares, pues se llevaba los mejores hombres.<br />
Era una estafa, pero el señor Pocalengua nunca<br />
llegó a captar la jugada. Los dos tipos eran fuertes<br />
y malos a su manera. Eran incapaces de articular<br />
inteligencia y silencio y algunas de las cosas<br />
oscuras de la vida de Policarpo empezaron a<br />
filtrarse en los bares.<br />
Lo cual explica el alto salario asignado a su<br />
portavoz, la periodista Ana de los Dientes<br />
Blancos, eternamente metida en un zapato para<br />
146
desdecir la mala fama de su jefe y construir el<br />
contragolpe contra aquellos que hacían de esas<br />
leyendas negras, esporas sobre campo fértil.<br />
Afortunadamente, todo ello estaba amparado en<br />
el presupuesto de la Asamblea para el diputado<br />
más berrinchoso de la legislatura. Si le hubiese<br />
tocado cubrir de propios fondos tales salarios,<br />
preferiría abordar un avión con rumbo<br />
desconocido, de madrugada, como le pasaba y<br />
pasa a tantos políticos que se jalan tortas y<br />
amanecen en Brasil, donde nadie puede ser<br />
extraditado hacia Malanga, campeona de la<br />
democracia y de todas las formas de impunidad.<br />
Una de las tareas de Déxter Espacio Vargas y<br />
Nico Berreta es vigilar también hacia adentro. A<br />
sus compañeros de despacho, a sus núcleos<br />
familiares. Verificar que tengan deudas<br />
suficientes como para querer cuidar el trabajo.<br />
Que no sean perfectos, ni fieles. El que no tenga<br />
un desliz o un trapo sucio debe ser despedido de<br />
ipso facto, pues el que no las debe es<br />
potencialmente desleal y se puede echar al pico al<br />
equipo entero si llega a saber demasiado.<br />
Mientras los dos truhanes <strong>del</strong> tercer mundo<br />
hacen de las suyas e inventan reportes— pues no<br />
siempre hay información en la calle—, Jefe sigue<br />
haciendo lo de siempre: reuniéndose con<br />
inversionistas y con sobres, con gente tortera, con<br />
147
diplomáticos que defienden alguna transnacional<br />
que quiere agarrar una concesión o administrar un<br />
aeropuerto.<br />
También juega solitario y pierde muchas veces.<br />
Esto lo pone bravo y rebuznante, tanto que su<br />
secretaria debe llamar para cancelar toda la<br />
agenda <strong>del</strong> día. Entonces, Poli dice que le llamen<br />
al spa, donde lo atienden sin cita, lugar que ya<br />
sabemos que de spa nada tiene.<br />
¿A qué viene todo este cuento? El narrador nada<br />
más pretende marcar la cancha para que sepamos<br />
que Malanga es un territorio lleno de paranoia y<br />
vigilancia mutua. Tanto es así que él mismo<br />
intentó saber un poco de la vida privada de la<br />
familia Pocalengua y fue a tocar el timbre de la<br />
mansión. Los guardas no se dejaron convencer<br />
por un cabrón que alegaba la necesidad de<br />
ventilar la ropa sucia y establecer las mínimas<br />
verdades. Además, la presencia de tres tigres<br />
sueltos en los jardines de la Comarca de los<br />
Monos Alegres —así se llamaba la quinta que<br />
tiene el diputado al final de la Alameda de las<br />
Momias— le convencieron de que no podría<br />
hurgar demasiado.<br />
Así que, vencido, el narrador decide<br />
confundirse en la multitud e integrarse bajo una<br />
identidad postiza al mundo narrado. Por razones<br />
de prudencia, no revelaremos su nombre. Es más,<br />
148
aclaramos que sus identidades podrían ser<br />
múltiples y atemporales. Buscan básicamente<br />
sacar de mentira, verdad. Y viceversa. Los<br />
trapitos que tengan escondidos Poli y Noemi —<br />
los llamaremos en colectivo el matrimonio<br />
Polinomio— nos van a aparecer como rumores de<br />
las diversas líneas de investigación y evidencias<br />
que tal vez encontremos en situ.<br />
No me pregunten qué he querido decir.<br />
Tal vez no lo sé. Acaso nos vayamos, como las<br />
aves, por el caminillo de las migas de pan.<br />
No prometo ni papa.<br />
149
ACÁ PLANIFICAMOS A<br />
CABALLITO<br />
“Lo sospechaba, este Vivas es un degenerado que<br />
trata de poetizar a un tipo que hace abandono<br />
familiar. Ya me contaron de qué iba Malanga y es<br />
preocupante”. Petra, que es ultracatólica, agarra<br />
el borrador de la novela de Vivas con la misma<br />
rabia que asume ante la peor herejía.<br />
—Solano, venga acá.<br />
—Mande, buena señora—. Solano no es tan<br />
servil, pero le gusta burlarse de los seres que odia.<br />
—¿No me dijo Ud. que tenía en vista una<br />
contratación pública para imprimir leyes al Poder<br />
Judicial?<br />
—Sí, es un montón de plata. Son <strong>edicion</strong>es que<br />
hacen para regalar en capacitaciones y si sobran,<br />
las esconden en la última de las bodegas hasta que<br />
las ratas se las comen. <strong>La</strong> cosa es que hay dinero<br />
y deberíamos acudir a financiarnos, sin duda.<br />
—¿De cuánto hablamos, Johnny?<br />
—Son veinte millones de pesos. Necesitamos<br />
para producir, unos ocho—. Se rasca las rodillas<br />
y empieza a sentirse amable el agente de Comas<br />
Negras.<br />
151
—Pues vamos por ello—. Solano ve cómo<br />
Petrita querida vuelve su gordo pescuezo hacia el<br />
pasillo.<br />
—Marina, necesito al imbécil de Vivas acá,<br />
ojalá mañana.<br />
152
EL ARTE DE SORTEAR LA SUERTE DEL<br />
ENTORNO<br />
—Decíle a Carboncillo que necesito un kilo más<br />
de mota. En estos días se vende mucho—. Yorki<br />
recoge el entero <strong>del</strong> 17, que le guarda fielmente<br />
su chancero los martes, los viernes y los<br />
domingos. Mientras paga por los enteros, piensa<br />
que no logra deshacerse <strong>del</strong> vicio de jugar y que,<br />
por eso, siempre anda alcanzado de monedas. Ve<br />
al hombre de la suerte e instintivamente siente la<br />
necesidad de arrancarle la plana, pero nunca<br />
gana.<br />
“Tendré que tomar medidas drásticas para<br />
deshacerme de este mae”, se dice. Si un policía lo<br />
hubiese escuchado, estaría en problemas por<br />
aquello que reza “por la boca muere el pez”.<br />
Carboncillo es el nombre clave para que, si<br />
accidentalmente alguien escucha de más,<br />
convertir todo en una broma, una red de<br />
disparates. Porky lo sabe mejor que nadie, porque<br />
en su oficio, visita desde oficinas privilegiadas<br />
hasta antros donde lo que se ve nunca debe<br />
contarse y de inmediato lo olvida.<br />
De paso, se gana alguna propinilla por su<br />
servicio oral de mensajería. Como no deja huellas<br />
ni busca dejarlas, le tienen harta confianza. Y en<br />
153
su itinerario no se desvía mucho, pues el apodo<br />
citado alude a Nicolás Berreta, el asesor <strong>del</strong><br />
diputado Pocalengua.<br />
Éste es cliente y juega enteros dobles, por lo<br />
cual es redondo el negocio de correr chismes ida<br />
y vuelta. Cuando el falso politólogo anda en<br />
misiones, deja el dinero en la secretaría <strong>del</strong><br />
despacho legislativo. A veces, sólo a veces, la<br />
muchacha de turno —pues no duran más que<br />
unos meses— se tienta y le compra también unas<br />
fracciones.<br />
Eso a Porky le importa poco. En los bares vende<br />
en puta y muchos de sus clientes son de fuerte<br />
apuesta. Lo que se le pega lo coloca bajo la<br />
modalidad <strong>del</strong> gallo tapado y casi nunca devuelve<br />
fracciones a la empresa. Si anda fondeado y con<br />
reservas, juega el saldo él mismo. Una de cada<br />
cinco veces pega. Terminación, por lo menos.<br />
Eso sí, el hombre nunca se moja las manos. No<br />
recoge paquetes comprometidos ni lleva recados<br />
escritos que puedan integrarlo sin querer a un<br />
expediente policial. Sus negocios son, muchas<br />
veces, rápidos: no propicia el diálogo, pues le<br />
resulta natural caminar como si lo persiguiesen.<br />
Una inevitable prisa y su lotería colgando <strong>del</strong><br />
brazo nos pueden ayudar a reconocerlo, si lo<br />
vemos en los barrios capitalinos.<br />
154
Antes de subir hacia la oficina <strong>del</strong> Policarpo,<br />
Porky hace la ruta <strong>del</strong> mercado, donde también<br />
coloca sus fracciones. Esto le lleva treinta o<br />
cuarenta minutos, pues de tramo en tramo pica a<br />
ver qué venta logra. En la tienda de angelitos de<br />
yeso, un tipo pregunta por la señora Pocalengua:<br />
—Ya le dije que no la conozco. Acá nunca<br />
viene. Y no se le ocurra ofrecerme dinero a<br />
cambio, porque yo nunca vendería a nadie— dice<br />
la imaginera mientras pasa esmalte blanco sobre<br />
un perrito recientemente sacado de su molde.<br />
Dicho esto, la señora suelta un manazo sobre el<br />
mostrador de vidrio que hace vibrar los variados<br />
tiliches. Porky siente miedo de que algo se<br />
termine quebrando y se lo quieran endilgar.<br />
—¿Va a querer algo doña Marta? — asoma<br />
Porky la cabezota.<br />
<strong>La</strong> mujer contesta negativamente con un<br />
movimiento de cabeza.<br />
Cuando sale, el agente de la suerte decide<br />
esperar semioculto un poquito más a<strong>del</strong>ante.<br />
Quiere saber qué quiere el inquisidor y, si se<br />
puede, ganarse unas monedas.<br />
El personaje anónimo, vestido con una<br />
gabardina pajiza, lentes oscuros y guantes<br />
blancos, sale <strong>del</strong> local en dirección contraria <strong>del</strong><br />
155
lugar donde se ha estacionado Porky. Éste, que es<br />
bastante ambicioso, corretea tras él y lo ase <strong>del</strong><br />
brazo izquierdo.<br />
—Espere, necesito hablarle, pero no acá. Déme<br />
un teléfono. El tipo saca una tarjeta de<br />
presentación y la pone sobre la palma abierta <strong>del</strong><br />
colaborador.<br />
No diré el nombre de la sombra beige porque de<br />
eso se trata esto: es anónimo.<br />
Otras veces, tiene nombre (ya lo he dicho) pero<br />
nadie lo sabe porque las sombras son así. Pasan<br />
en medio de todo y no las determinamos. Es al<br />
final de un texto, cuando el lector logra descubrir<br />
si una palabra vale o le vienen tomando el pelo<br />
desde siempre.<br />
Porky, el incansable, sube al despacho <strong>del</strong> señor<br />
diputado Poli. Nada raro, porque también es<br />
chancero de todo el Parlamento. Es casi un<br />
monopolio humano. Donde nadie entra, entra él<br />
so pretexto <strong>del</strong> juego de azar que es epidemia<br />
universal.<br />
En esta ocasión, Berreta ha salido y le deja el<br />
dinero con la mujer de recepción. No es bonita,<br />
no es amable y apenas saluda. Lo importante es<br />
que le paga y él entrega la lotería a cambio.<br />
Mientras espera que la señora consiga cambio<br />
para darle el monto exacto, escucha:<br />
156
—Erasmo, cabrón, me llamó el mexicano desde<br />
Argentina. Dice que las papas llegaron bien pero<br />
que no iba suficiente aderezo. Decíme qué pasó.<br />
Un silencio de segundos que corresponde a la<br />
explicación que da la contraparte. Nuestro<br />
pregonero no la oye: ni que fuera Clark Kent, con<br />
superorejotas.<br />
—Voy a decirle que gire el saldo deudor. Esos,<br />
por plata, no lloran. Si hay tareas pendientes, las<br />
dejamos de lado. <strong>La</strong> prioridad es ese embarque.<br />
Policarpo Pocalengua, diputado de la res<br />
pública, cuelga en seco el teléfono y sonríe.<br />
Se siente Marlon Brando, padrino. <strong>La</strong> diferencia<br />
es que él maneja cosas feas desde lejos. Como el<br />
que lleva un avioncito a control remoto a campo<br />
abierto: si el juguete se precipita, él nunca ha<br />
estado allí.<br />
Cuando el legislador mira hacia afuera, ya<br />
Porky marcha lejos, en otros corredores.<br />
157
CÓMO BLANQUEAR LA<br />
MUERTE DE UN CADÁVER<br />
SALIDO DE UNA DIGRESIÓN<br />
APENAS PERDONABLE<br />
—Hablemos en privado, le dice Arcadio al<br />
forense esa tarde en su negocio.<br />
Con un pequeño gesto, Hilario asiente y lo<br />
sigue.<br />
—Verá, doctor. No me conviene este muerto.<br />
<strong>La</strong> gente no llega a la funeraria a quedar tendida.<br />
—Eso lo entiendo. Y por los hematomas, creo<br />
que esa caída no lo mató.<br />
—Sabía que no iba a engañarlo. Hicimos la<br />
teatralización de un robo, sobre todo para<br />
tranquilizar a los polis. Mire, lo encontramos ya<br />
muerto. Lo trajeron a botar aquí. El cajón ni<br />
siquiera es nuestro, ¿ve? Es de fabricación<br />
española.<br />
—Sus competidores, supongo. Habrán querido<br />
meterlo en líos de imagen.<br />
—Que yo sepa, todos somos decentes. Esto no<br />
ha debido pasar, pero una vez que están los<br />
hechos, nos jodimos. Necesito que este muerto<br />
159
sea accidental y que no pase a más. Ayúdeme y<br />
yo lo tendré en cuenta. El mes entrante, echo al<br />
médico que nos asiste y lo instalo a usted y le<br />
pago bien.<br />
—Mire, por esta vez lo haré. Sin embargo, no<br />
quiero problemas. A futuro, esto puede salir mal<br />
y la costumbre deja huella. No puedo a andar<br />
explicando por qué mis muertos caen por causa<br />
equivocada. Me da recelo esto, pero délo por<br />
hecho. Me lo llevaré rapidito. Si me da algo para<br />
el perito de la Judicial, lo convenzo de miopía<br />
ahorita mismo.<br />
Don Arcadio tiene la caja fuerte en la pared,<br />
detrás de un lienzo enorme que se llama <strong>La</strong><br />
consagración de las gallinas, hecho por un pintor<br />
<strong>del</strong> siglo XIX, imitador <strong>del</strong> claroscuro de fuertes<br />
tonos <strong>del</strong> maestro Velázquez, pero aplicado a los<br />
campos de batalla. Es un escenario casi de noche,<br />
donde se ve correr la sangre y empuñar los fusiles<br />
a decenas de heroicas aves de corral.<br />
Nada de extrañarse, este país está zafado desde<br />
siempre.<br />
Extrae dos fajos de billetes de mil: cincuenta<br />
mil pesos para cada uno.<br />
—Favor, no le cuente a nadie— le dice a<br />
Hilario.<br />
160
Éste se mete el dinero bajo el pantalón,<br />
prensado con la faja de cuero que ajusta un<br />
poquito.<br />
—Es un gusto ayudarle.<br />
161
COMPRAR CARNADA TIENE SU<br />
CIENCIA<br />
Estoy preparándome el desayuno, una mañana de<br />
junio, muchos meses después de haber intentado<br />
saber cómo contactar a doña Noemi Pocalengua.<br />
Suena el teléfono y me dicen:<br />
—Véame en la misa <strong>del</strong> domingo. Llevaré un<br />
conejito de peluche—. Hubiese jurado que la<br />
persona <strong>del</strong> mercado era un hombre y ahora la voz<br />
es nítida, pero corresponde a una mujer joven.<br />
Deduzco que el pregonero ha <strong>del</strong>egado a un<br />
familiar para venderme datos.<br />
En todo caso, ya se me fue el chance de transar<br />
unas orquídeas exóticas y caras que me<br />
ofrecieron en el mercado negro. Es más, perdí el<br />
contacto y no me gané un peso. No obstante,<br />
sabedor de que la mujer <strong>del</strong> diputado gasta a lo<br />
loco en especies exóticas que hagan su jardín más<br />
ostentoso, le confirmo que iré.<br />
Esa tarde, pero lejos de acá, matan a un<br />
comunicador radial cuyo eje comercial es<br />
denunciar casos de corrupción. <strong>La</strong> ejecución no<br />
es aún frecuente en Malanga, por lo que a todos<br />
nos inquieta. Es más, huele a cartel de drogas: un<br />
balazo entre los dientes, a quemarropa.<br />
163
Del difunto no puedo opinar, no sé qué<br />
incentivos le movieron, qué redes tenía. Tiempo<br />
después, un amigo me dirá que Mario tenía<br />
informantes en la cárcel, que conocía la vida<br />
ilícita de medio mundo.<br />
Me basta para entender que intentó caminar<br />
sobre lagartos. Cuando eso pasa, todos<br />
vaticinamos lo que resulta y acertamos.<br />
Salgo esa tarde al cine con mi amiga July a ver<br />
dibujos animados. Es que, en malas épocas, nos<br />
queda bien. Vemos otra boludez de Disney, de las<br />
que uno sabe el final: irremediablemente feliz.<br />
Luego, la acompaño a comprarse unas zapatillas<br />
bajitas.<br />
Después, la dejo en su casa y bajo caminando<br />
hasta mi apartamento. El portero no responde y<br />
no porto la llave. Es otro condómino quien me<br />
abre y me voy por los corredores para pedirle a<br />
don Joaquín que me abra el número 12, el mío.<br />
<strong>La</strong> misa es a las seis de la mañana, así que<br />
verifico tener efectivo y dejo la ropa lista. El<br />
despertador ha de sonar a las cuatro y veremos.<br />
No estoy dispuesto a pagar muy caro por datos<br />
caducos.<br />
Es más, no sé qué puedo venderle a la vieja loca<br />
ni si estará de buenas.<br />
164
Ayer, en un periódico sucio que lleva ya siete<br />
años de circular, a la señora Pocalengua le<br />
hicieron un escándalo de bragueta. <strong>La</strong> ligan con<br />
un bolerista, un bohemio de esos que tocan en la<br />
noche en cantinillas de medio ver. Increíbles<br />
lenguas viperinas habitan en Malanga. Me resisto<br />
a creer tales maledicencias, pero la verdad es que<br />
quiero saber más.<br />
El diputado, sospecho, andará de malas. <strong>La</strong><br />
señora no estará mejor.<br />
Capaz que llego simpaticón y me meten un<br />
balazo.<br />
165
MODUS OPERANDI: MENDIGAR<br />
CON ELEGANCIA<br />
Koki lleva ya quince años de tener el salón<br />
familiar y ha probado exitosamente a tener<br />
música en vivo. Los viernes, algún trovador; los<br />
sábados, un bolerista. Este último, con su voz<br />
aguardentosa garantiza llenazos y ventas cada<br />
quince días.<br />
El siguiente paso que debe dar este empresario<br />
es hoy. Se alista y llega en su pickup cerca <strong>del</strong><br />
Parlamento. Allí entra a un parqueo privado y<br />
luego camina hasta la casetilla <strong>del</strong> guarda. <strong>La</strong> fila<br />
de entrada da la vuelta a la esquina: unas cuarenta<br />
personas.<br />
Hora y media después ha logrado ingresar,<br />
previo cateo y entrega de sus datos. Ha dicho que<br />
se dirige donde una diputada de su provincia,<br />
cosa muy específica, pues al presente pocas<br />
mujeres hay en la política. Sin embargo, cuando<br />
pasa junto al despacho de ella ve veinte o más<br />
sujetos esperando atención. Lo mismo ocurrirá<br />
con los cuatro siguientes diputados vecinos.<br />
Se detiene en el jolgorio <strong>del</strong> diputado<br />
Pocalengua. Perdón, en su oficina. <strong>La</strong><br />
recepcionista de turno se llama Mirinda, toma<br />
datos y hace sentar en la sala de espera a cada<br />
167
sujeto que viene con alguna petición. Rojas<br />
saluda, dice su nombre, toma un caramelo de<br />
leche <strong>del</strong> mostrador y, mientras toma asiento,<br />
hinca el diente.<br />
Siente tentación de coquetearle a la secre, pero<br />
no sabe qué decirle. Se le ocurre una frase,<br />
“¿Sabés que tenés nombre de bebida gaseosa?”,<br />
mas no se atreve a soltarla porque presiente que<br />
no encajaría bien.<br />
Seis sujetos esperan antes que él y lo único que<br />
se le ocurre es mirar: un rato al techo; otro, al<br />
televisor apagado. Ocasionalmente, hace bizco<br />
para mirar las rodillas de Mirinda, sin resultar<br />
impertinente. Sin saber qué hacer, opta por tomar<br />
una revista de bordado.<br />
<strong>La</strong>s personas en la sala tienen pinta de agotadas.<br />
Generalmente, son desempleados que necesitan<br />
una carta de recomendación <strong>del</strong> señor político<br />
para intentar colocarse. No es que lo conozcan,<br />
no: es una enfermedad más de la mentalidad<br />
malanguense exigir referencias de partido.<br />
Solamente han transcurrido diez minutos<br />
cuando lo hacen pasar. Han saltado a los demás<br />
visitantes y es que Policarpo reconoce el nombre<br />
<strong>del</strong> dueño <strong>del</strong> bar que visita los sábados y elige<br />
tratarlo con deferencia para así reclamar algún<br />
favor en la atención más a<strong>del</strong>ante.<br />
168
Así que los nervios iniciales de Koki son<br />
desplazados poco a poco por una conversación<br />
fluida, casi de compadres. Él expresa lo que<br />
quiere y el diputado enfatiza que le va a ayudar,<br />
que recuerde eso. Que el fin de semana vuelve a<br />
Ranas Rojas y le gustaría saborear unas fajitas<br />
asadas. Que está a la orden, pero que por favor<br />
deposite una colaboración para el partido en<br />
efectivo ante la mujer que lo recibió.<br />
Cosas de ese estilo. Koki no esperaba otra cosa<br />
y venía preparado. Crecer en el mercado tiene un<br />
precio y es comprar favores. En todo caso, piensa<br />
que conseguir la declaratoria de interés turístico<br />
para su local le resarcirá, con creces, su esfuerzo.<br />
Es necesario hacer el paréntesis para ver que el<br />
diputado tiene conciencia y no es tan malo. No va<br />
a pedir dinero si no es en casos especiales:<br />
empresarios, becarios internacionales y cosas de<br />
las que no nos gusta hablar. No obstante, las<br />
cartas de recomendación las otorga sin cargo y<br />
agradecido, pues esos desconocidos son, casi<br />
siempre, pegabanderas que se quemaron al sol<br />
para darle su cuota de poder.<br />
Jorge toma otro caramelo y se retira. Cree haber<br />
reconocido al hombre <strong>del</strong> despacho entre su<br />
clientela de fines de semana, pero no lo afirmaría.<br />
Le cuesta retener rostros y la labor en el local es<br />
frenética.<br />
169
En los próximos días, una vez rubricado el<br />
certificado por la autoridad competente, podrá<br />
abrir Ranas Rojas las veinticuatro horas y sin<br />
restricciones para vender licor. Además,<br />
reforzarse como punto de interés para los<br />
extranjeros sugiere que el trabajo se multiplicará<br />
a lo bárbaro.<br />
Piensa en buscar refuerzos que atiendan el<br />
negocio. Él no desea ser esclavo de su dinero.<br />
Sin embargo, va contento de lo logrado.<br />
Policarpo piensa que es bueno ganarse el favor<br />
<strong>del</strong> cantinero, porque alguna que otra vez llega a<br />
Ranas con la amante de turno y la complicidad le<br />
viene urgente.<br />
170
UNO SALE CONTAMINADO DE<br />
MALAS IDEAS<br />
—¿Cómo le va, Petra? —Sin esperar invitación,<br />
tomo asiento.<br />
—Pase, Vivas. En un minuto estoy con usted—<br />
. <strong>La</strong> miro que asiente y gestualiza, pero su<br />
lenguaje corporal no permite al visitante sacar<br />
conclusiones.<br />
Tomo un volumen de la mesa, de formato media<br />
carta. Es pasta suave, grueso, con una ilustración<br />
de gaviotas distantes sobre fondo azul.<br />
Curiosamente, se llama <strong>La</strong> vida de los grillos,<br />
pero en la portada nada remite ni a la plaga ni a la<br />
tierra.<br />
—Le llamé porque tengo noticias. Fíjese que<br />
hemos cancelado parte <strong>del</strong> plan de publicaciones<br />
porque hay mucho que corregir en esos textos. No<br />
hablo de los suyos, no. Es una colección de libros<br />
de textos de primaria que vienen hiperpolitizados<br />
y los sindicatos ya se pararon. Alguien les dijo.<br />
<strong>La</strong> cosa es que pensamos que, siendo usted. tan<br />
conocido, es hora de publicar sus Obras<br />
Completas.<br />
Me quedo helado. ¿Conocido, yo, con dos<br />
poemarios que apenas se venden y una novela<br />
171
eciente que anda probando suerte? Esta mujer<br />
algo se trae.<br />
Petra Romero gesticula como si me mostrase el<br />
esplendor de <strong>La</strong>s Vegas. Acto seguido, me mira<br />
como si quisiese hipnotizarme.<br />
172<br />
<strong>La</strong> interrumpo:<br />
—Yo saqué una cita con el consejo de cultura<br />
<strong>del</strong> ministerio. Me la han dado para dentro de<br />
veinte días. Ahí veré si consigo que aprueben el<br />
libro que tengo sin terminar. Más que eso, me<br />
parece ambicioso.<br />
—Dígame, ¿en cuánto le cotizamos? Fue, creo,<br />
setecientos cincuenta mil los mil ejemplares.<br />
—Ajá, eso no está pegado <strong>del</strong> cielo. Otra cosa<br />
es que digan que un bombeta publica, con plata<br />
<strong>del</strong> Estado, sus Obras. Ni que fuese político.<br />
Usted sabe bien que soy opositor siempre.<br />
—¡Qué lástima! Nosotros solamente le<br />
queríamos ayudar. Imagínese la cantidad de<br />
puertas que se le abrirían con las Obras<br />
Completas…<br />
Pienso que definitivamente me toma el pelo. Un<br />
libro no abre puertas, jamás. Tal vez le ayude al<br />
flujo de caja y al prestigio de un docente que lo<br />
coloca como texto, pero yo nada tengo de<br />
educador. Y en este mierdero de planeta, todo el
mundo escribe y todos se alaban entre sí. He visto<br />
casos de editores que empalagan a novatos de<br />
lisonjas con la intención de hacer una edición<br />
fuera de sitio, tan exagerada que en veinte años la<br />
verá ponerse amarillenta. Los primeros dos o tres<br />
meses venderá unos veinte ejemplares. No más.<br />
Me matan las ganas de seguirle el juego. —<br />
¿Cuál es la propuesta? — digo, fingiendo total<br />
indiferencia.<br />
—Fácil. Creo que unos quince tomos se<br />
imprimen con diez millones. Poco más, poco<br />
menos.<br />
—Ni recogiendo hojas de la basura, reúno tanto<br />
escrito. Ud. me toma el pelo—. Se nota mi enojo<br />
en el tono.<br />
—No sea tonto. A Ud. lo queremos. Lo<br />
consideramos el próximo diamante… Bueno, por<br />
ahora es carbón y, según leo, medio bruto.<br />
—A ver, explíqueme—. Estoy a punto de<br />
marcharme e irme ante tanta insolencia, pero me<br />
sigo obligando a una serenidad que no se sostiene<br />
bien.<br />
—Sencillo: necesitamos recomendaciones de<br />
tres gurúes <strong>del</strong> medio criollo. Gente que<br />
recomiende la impresión, que diga la importancia<br />
de conservar su acervo bibliográfico.<br />
173
—No, no me entiende. ¿Por qué dice “medio<br />
bruto”? ¿Qué le molesta?<br />
—Bueno, su texto es extravagante. Uno no sabe<br />
hacia dónde va… Eso es lo de menos. Me aterró<br />
ver que usted hace casi un héroe de un personaje<br />
que abandona el seno familiar. Además, me<br />
parece que intenta plagiar el Zelig, de Woody<br />
Allen.<br />
Esto último me ha golpeado. Lo de los valores<br />
familiares me tiene sin cuidado. Sin embargo, me<br />
toca reconocer que no he inventado yo el<br />
arquetipo <strong>del</strong> <strong>camaleón</strong> en el arte.<br />
—Será cosa de reconocerlo—, digo.<br />
—Bueno, voy al punto. Cada carta de<br />
recomendación gurú pide un pago de cincuenta<br />
mil colones. No es para nosotros, no. Le pagamos<br />
a premios nacionales, a carambas que hayan<br />
publicado en el extranjero o dirigido un medio<br />
importante. Es el derecho de pernada de nuestro<br />
gremio, Ud. ya lo sabe.<br />
Es cierto lo que dice. Acá, uno compra<br />
recomendaciones o se matricula en los talleres de<br />
los grandes maestros. De igual forma, le sacan<br />
plata. Y el prestigio depende de que ellos<br />
levanten el dedo.<br />
No me gusta, pero asiento.<br />
174
De repente, el edificio empieza a vibrar y el<br />
sonido <strong>del</strong> tren lejano se va corporizando. El<br />
florero que Petra tiene sobre el archivo se<br />
derrumba.<br />
—Puta sal, tenemos que hacer un esfuerzo para<br />
salir de la periferia. O irnos a una zona industrial.<br />
Acá huele a aserradero, a caballos y a humo. Y<br />
sume que el tren pasa seis veces por día.<br />
—¿Ud. cree que podemos conseguir diez<br />
millones con el Ministerio? ¿De dónde putas saco<br />
tanta producción? Quiere una coima, ¿verdad?<br />
—Ud. es un grosero, Vivas. ¿Cómo se le ocurre<br />
decir eso? <strong>La</strong> idea es conseguir la plata, la<br />
guardamos y vamos publicando tomo a tomo.<br />
Bajo el pretexto de una seria curaduría, podemos<br />
tomar el tiempo que sea.<br />
Me suena. Eso sería quitarme de la cabeza la<br />
bronca de dónde publicar. Y Petra dice que me<br />
harán su estrella. Casi que quiero darle un beso,<br />
pero miro su nariz de patata y bajo a tierra.<br />
—Déjeme ver qué logro. A la reunión que tengo<br />
<strong>del</strong> Ministerio llevaré esta propuesta. Aunque<br />
creo que se matarán de risa.<br />
—Esto es serio, Vivas. Entienda que<br />
necesitamos ya las cartas. Al menos, un a<strong>del</strong>anto.<br />
175
Usted debe llevarlas a la cita para que,<br />
justamente, no parezca un payaso.<br />
Afortunadamente, ando la chequera. Les doy un<br />
giro de noventa mil colones, que es lo que puede<br />
cubrir mi saldo al momento. Enseguida, miro<br />
hacia la ventana y veo la mosca de la vez anterior,<br />
la <strong>del</strong> vaso pegando neciamente contra el vidrio.<br />
Está viva. No es obsesión mía. <strong>La</strong> reconozco<br />
por las patas largas en forma de grapa; la<br />
izquierda más corta que la otra.<br />
Quedamos de hablarnos. Salgo al lobby y una<br />
vendedora de cosméticos embroca sobre el<br />
escritorio su carterota. <strong>La</strong> línea se llama Pretty<br />
Hen y hace dos años empezó a llegar al país. Con<br />
el Tratado de Libre Comercio pretende establecer<br />
una gerencia regional para el sur <strong>del</strong> continente.<br />
<strong>La</strong> mujer abre una botella de perfume y de<br />
inmediato huele a pollo. A sopa de pollo primero.<br />
Luego baja la intensidad y se transforma en<br />
aroma a pollo frito.<br />
—Esta fragancia viene a romper paradigmas—,<br />
dice.<br />
Yo le creo. <strong>La</strong> botellita dice en letras de plata<br />
“Aroma de Pollo Sexy”.<br />
Al llegar a casa, el olor me sigue. Muerdo un<br />
pan y sabe a grasa. Decido bañarme con una<br />
176
mezcla de desinfectante de ropa y de detergente<br />
en polvo.<br />
Más de una hora.<br />
177
APOLOGÍA DE LA SOSPECHA O<br />
ALGO SE PUDRE SIEMPRE EN<br />
EL TERRITORIO DE MALANGA
EL NARRADOR EXTRAVÍA SU ÉTICA,<br />
PERO TAMPOCO LA ESTÁ BUSCANDO<br />
—He venido porque usted dice tener los hilos<br />
de la <strong>trama</strong>. Necesito información. No puedo<br />
pagarle mucho, pero podemos trocar datos—. El<br />
hombre entra en mi oficina sin avisar, pero yo lo<br />
reconozco y no siento peligro ante su presencia.<br />
—¿Cómo le va? Siéntese. Sin rencores, espero.<br />
—Supongo que no. No creo que mi vida sea<br />
culpa suya. No creo que usted pueda manipular<br />
nada. Sin embargo, estoy convencido de algo:<br />
usted es el rey de los chismosos.<br />
—¿Ya empezamos?<br />
—No malentienda. Como canal de datos, usted<br />
es muy valioso. Se ha pasado acechando a la<br />
gente: es casi ubicuo, diga la verdad o no.<br />
Entonces, ha de saber lo que necesito.<br />
—¿Café?<br />
—Sí, gracias. Con mucha leche, blanco.<br />
Tengo una maquinita a mano y mientras<br />
conversamos, preparo dos tazas.<br />
—A ver, cuénteme que le preocupa<br />
—Dejemos de un lado lo de la señora Arenas.<br />
Si usted me da información de Policarpo y de su<br />
181
chofer, no la defiendo más. Aunque la admiro, se<br />
lo dejo en claro.<br />
182<br />
—¿Qué le hizo Policarpo?<br />
—Me golpeó el carro. Ese golpe no baja de<br />
quinientos dólares. <strong>La</strong> joda es que tiene<br />
inmunidad.<br />
—Me parece bien. Es más, haré algo por usted.<br />
Escuché lo de las universidades de garaje.<br />
Cualquier día de estos lo hago aparecer titulado y<br />
con maestría y sin poner un pie en las aulas.<br />
—No me tome el pelo. Sabe que no es dios. Me<br />
ha estado espiando, desgraciado. No voy a negar<br />
que me falta el título, pero no logro creerle. Ud.<br />
es un tipo de lengua privilegiada. Es decir, un<br />
mentiroso. Quizás, hasta estafador.<br />
—¿Quién lo diría? Usted se ve apocado, pero es<br />
osado para insultar. Ni lo piensa.<br />
—Voy a hacer algo. Le voy a imprimir datos y<br />
fotos de Poli y sus enredos más feos. Al menos,<br />
los que le puedan interesar para su complot. Ya<br />
usted verá qué hacer. Eso de las computadoras es<br />
la vuelta de tuerca que necesitaba para estructurar<br />
mis fichas.<br />
Y, sin embargo, es un asco. Lo que imprime esa<br />
Citizen 190 son unas rayas discontinuas y en<br />
tonos grises. Decido regalar a José Luis las fotos
que tengo en la gaveta, pues aún conservo los<br />
negativos. Como las imágenes van desde el<br />
erotismo <strong>del</strong> Decamerón hasta la violencia de<br />
Calígula, reservo para mí las más fuertes.<br />
—Con eso tendrá suficiente. Y abra los ojos,<br />
hermano. Esa periodista, si le da la gana, destruirá<br />
a su patrón y lo dejará en la calle— digo esto,<br />
aunque sé que la relación de José Luis con Poli es<br />
lejanísima, tercerizada.<br />
El hombre me mira acurrucado sobre los<br />
documentos, con los ojos de un ratón en alerta.<br />
—Esté atento a lo que viene. Le va a interesar—<br />
me dice. Saca el llaverito <strong>del</strong> coche y con un gesto<br />
vago se despide—. Hoy lloverá mucho.<br />
En ese momento, se me ocurre que no he<br />
dibujado una puta nube desde que era carajillo.<br />
Busco un blog, unos carboncillos y enciendo la<br />
lamparita de mesa.<br />
Es raro porque las nubes me quedan cuadradas,<br />
cúbicas. Parece que estuviese trazando un vaso de<br />
whisky y empezase por elaborar los hielos.<br />
183
COSTA DEL LODO, VIDA<br />
DIFÍCIL<br />
El pirata me llevó de compras todo el día.<br />
Primero me mostró las artesanías, las que vendían<br />
en dólares. Uno se deja llevar por el colorido, y<br />
por eso, he comprado dos tucanes de balsa,<br />
adornos de pared. Asimismo, pequeñas tallas en<br />
restos de madera: una tortuga, un lagarto, un<br />
mono y un armadillo.<br />
No he querido fijarme en los precios.<br />
Algo que llevarle a mis sobrinos. Lo que hago<br />
es cargarlo a la tarjeta y la otra semana me<br />
preocuparé de ver cuentas. Ya voy pues con una<br />
bolsa llena de cachivaches que coloco en el<br />
asiento trasero.<br />
Luego me lleva donde un señor que trabaja<br />
artesanías de conchas y compro tres collares de<br />
pucas. Mi padre me traía de sus viajes carajadas<br />
hechas de conchitas y pegamento. Yo las<br />
destrozaba en un santiamén, pero me quedó la<br />
memoria <strong>del</strong> gesto. Así que luego de seleccionar<br />
lo mejorcito, pago sin conciencia <strong>del</strong> error que es<br />
derrochar.<br />
Finalmente me lleva donde un señor que pinta<br />
paisajes marinos en acrílico. Precios<br />
desorbitados, trabajos muy lindos. Pienso que eso<br />
185
no es para mí y declino y quiero irme. Sin<br />
embargo, esta gente tiene labia y sabe adobar las<br />
cosas y me ofrecen un quiebre de un veinte por<br />
ciento. Eso es nada si consideramos lo que parece<br />
estar sobrevaluada la imagen de una barcaza en<br />
llamas, que el hombre tenía tirada en el fondo de<br />
su taller. Valga decir que el hombre sabe mucho<br />
de la historia de su comunidad, la migración, el<br />
mestizaje, las tradiciones y las aventuras que<br />
cuenta bien valen al final pagar por un todo.<br />
Con razón, su casa es particularmente cómoda<br />
y no refleja la pobreza de la zona. Con razón,<br />
traen gente hasta acá, que es un rincón retirado<br />
<strong>del</strong> pueblo. Max Choropa se llama el artista.<br />
Creo que es una obra fuerte. Apenas para que<br />
esté en la pared al fondo <strong>del</strong> sofá marrón.<br />
A esta hora, ya corresponde el almuerzo y el<br />
guía me trae a un merendero en la playa. Pido una<br />
langosta y una cerveza. Él pide igual. Yo nunca<br />
sugerí invitarlo, pero lo asume.<br />
<strong>La</strong> verdad, como sin ganas. Me molestan los<br />
abusos de confianza, la gente parásita. Tengo<br />
claro que es un modus vivendi que, en<br />
determinadas condiciones, es estratégico para<br />
sobrevivir, pero no los quiero cerca.<br />
Apenas pruebo el plato. No sé si me gustó, no<br />
puedo recordar satisfacción alguna. El tipo, al<br />
186
darse cuenta de que estoy desganado, pregunta si<br />
también puede disponer de mi orden.<br />
Le digo que sí.<br />
Estoy pensando en volver al hotel para ver a mis<br />
compañeros de excursión. <strong>La</strong> mayoría son de mi<br />
vecindario y ya esto de la garrapata es demasiado.<br />
Salgo y dejo un billete no muy grande de propina.<br />
Antes de que yo llegue a la puerta, me toca<br />
corroborar que el pirata no asuma para él esa<br />
compensación por el servicio.<br />
—El billete es para la salonera— le digo.<br />
—A ellos les paga la empresa. Recuerde que<br />
Ud. paga impuesto de servicio. Es para eso—<br />
contesta la rata, enojado.<br />
Ya con el carro encendido, me cuenta que tiene<br />
clientes que vienen desde Artificio solamente<br />
para ver a una bruja. <strong>La</strong> mujer cobra una<br />
barbaridad según les vea la cara de acomodados.<br />
A él le da un quince por ciento.<br />
Le digo que quiero devolverme ya, que quedé<br />
de verme en la tarde con mis amistades.<br />
Es allí cuando me ofrece droga. Abre la<br />
gavetilla <strong>del</strong> dash y me muestra: cigarrillos,<br />
piedras, gramos. Eso me conmociona un poco y<br />
lo rechazo. Le digo que no quiero problemas.<br />
187
—De acuerdo— me dice. Cuando lleguemos al<br />
hotel, me paga la taxeada. Son trescientos<br />
dólares, en efectivo. Si usa tarjeta, cuatrocientos.<br />
Yo voy enojado. Es muy incómodo convivir<br />
con <strong>del</strong>incuentes cerca. A pesar de la rabia, hay<br />
que tener prudencia. Yo diría miedo. ¿De qué será<br />
capaz un bicho como éste si alguien le resiste la<br />
entrega <strong>del</strong> dinero?<br />
De camino, entiendo que la rata soy yo.<br />
Enjaulada, sin salida.<br />
A menos que pague.<br />
Puta vida, ¿quién regala artesanías de cincuenta<br />
dólares si, en la esquina <strong>del</strong> parque, cuestan diez?<br />
Ojalá, un día me encuentre a este tipo ya tieso,<br />
sobre la mesa de acero. Me voy a sacar el clavo.<br />
188
SÁBADO DE TARDE CLARA<br />
—Ayer vendí el mayor—le cuenta Porky a<br />
Koki—. Salió el 79. Un cliente <strong>del</strong> Ministerio de<br />
Trabajo se lo llevó doble. Un oficial mayor o algo<br />
así.<br />
—Pues me las debés. Yo con vos, de<br />
terminación no paso.<br />
—Capaz que tenés que comprar más lotería.<br />
Dáme una pizza para llevar. El licenciado que<br />
ganó sí me da propina por la suerte.<br />
—Eso tarda. Andá, sentáte.<br />
Es sábado y Ranas Rojas aún no tiene vitalidad.<br />
<strong>La</strong> gente aparece como a las tres y, cuando ya es<br />
de noche, se llena. El lugar ha prosperado tanto<br />
que ha sido imposible evitar que los traficantes<br />
lleguen al ahora Salón Turístico a transar. Lo<br />
único que se le vino a la mente al propietario fue<br />
construir un par de reservados grandes, que<br />
alquila bajo el perfil de salones multiuso, pero<br />
que siempre tiene separados para alguien. De<br />
forma tácita, casi como una deferencia, ha<br />
convenido con la gente peligrosa para que sus<br />
operaciones se hagan allí de manera que nadie<br />
vea, ni se ahuyente a las familias que también<br />
consumen su cuota.<br />
189
Por ahora, está la señora de la limpieza<br />
recorriendo esas zonas. El cocinero y su pinche se<br />
afanan en tener listos los mariscos y el canal de<br />
deportes transmite unos videos de aeróbicos que,<br />
para esa época, se miran con la morbosidad <strong>del</strong><br />
porno.<br />
Entretanto, Koki, viejo zorro ya de estos<br />
negocios, va a la trastienda y vierte sobre el<br />
ceviche de anoche, media botella de ginger ale.<br />
Eso lo refresca y evita que se desperdicie.<br />
De regreso al mostrador le dice a su equipo:<br />
—Quedó bastante de anoche. Preparen tres<br />
kilos menos. Vamos a ver si lo de hoy no es<br />
parrilla. <strong>La</strong> tarde está bonita y la gente le gusta<br />
para salir a la terraza.<br />
Otra vez anda por allí el perrito vagabundo, pero<br />
cuando el hombre le ofrece unos trocitos <strong>del</strong> viejo<br />
ceviche, declina y se va sin rumbo.<br />
190
LA FATIGA DE SER<br />
DETALLISTA<br />
Hilario está hasta las orejas de trabajo ese día y<br />
sale a las ocho de la noche. De ser posible, se<br />
escapará faltando veinte porque hay fútbol.<br />
Durante toda la tarde ha procesado a las víctimas<br />
de un incendio en una fábrica de hielo. Lejos de<br />
que, al derretirse, el agua facilitase contener el<br />
fuego, lo ha complicado. El dueño <strong>del</strong> local tiene<br />
la costumbre de almacenar hasta quince pichingas<br />
llenas de gasolina. Lo hace desde la década<br />
anterior, desde cuando hubo una crisis <strong>del</strong><br />
petróleo que provocaba filas de dos cuadras en las<br />
estaciones de servicio.<br />
Así que, antes de las cuatro, se acerca al cuerpo<br />
depositado en la morticería y apenas lo revisa.<br />
—¿No existe la palabra morticería? No jodan.<br />
¿Cómo llamar a un depósito de muertos sin que<br />
suene lúgubre? A mí, me gusta mucho. Suena a<br />
supermercado.<br />
Le vamos a decir al filólogo que mate ese<br />
párrafo. Sós un chancho y nunca perdés la<br />
costumbre de lanzar lodo sobre todo. Hasta sobre<br />
los santos difuntos.<br />
191
—Perdoná, pero no conozco difunto santo. Otra<br />
cosa es que nos perdonemos mutuamente los<br />
pecados por conveniencia. Yo no hablo de vos, si<br />
vos no contás de mí. Es ley <strong>del</strong> universo.<br />
Decía que Hilario, el forense, abonado un<br />
poquito por el favor <strong>del</strong> empresario fúnebre, se<br />
acerca al cuerpo y lo revisa someramente. No ve<br />
problema en hacer el ciego y dictamina las<br />
fracturas que resaltan a simple vista: cuello,<br />
vertebras, una pierna. Causa de muerte<br />
accidental: fracturas múltiples.<br />
Mayores problemas tiene con los fallecidos en<br />
el incendio. El dueño y cinco empleados, casi<br />
todos en los treinta años de edad. Busca en las<br />
uñas, en la ropa, algo que le indique que uno de<br />
esos pobres es el responsable de la conflagración<br />
de esa mañana.<br />
Eso es agotador.<br />
Así que, cuando dan las ocho menos cinco,<br />
nadie le ve el humo. Previamente, ha llamado por<br />
teléfono:<br />
—Hoy no voy al estadio. Estoy molido. Nos<br />
vemos en casa el domingo; lleven guaro.<br />
Casi un telegrafista el doc, con su poder de<br />
síntesis.<br />
192
Su asistente, que está embrocado sobre la<br />
máquina de escribir llenando informes, ve pasar<br />
al doctor Dodero Rana como alma que lleva el<br />
diablo.<br />
—Te va a dejar el bus— le dice éste y, con dos<br />
dedos sobre la ceja que apenas rozan la frente, se<br />
despide.<br />
Ha dejado luces apagadas y puertas cerradas. El<br />
hombre que teclea se irá en quince minutos.<br />
Aunque no haya llegado el médico <strong>del</strong> turno de la<br />
noche, por lo menos andan allí un celador y el<br />
técnico que le asiste.<br />
193
LAUDATORIO POR MERCEDES<br />
Mercedes, se supone, está muerta. Eso es lo que<br />
uno espera cuando se deja de hablar de alguien.<br />
Hubiese sido un reto mayor, un terreno insidioso<br />
y que no conozco. No sé cuánto dolor puede<br />
traerle al lector una historia que acaso haya<br />
vivido en carne propia. Perder a un ser por mano<br />
criminal se está volviendo moda. También ocurre<br />
con las agresiones sexuales. Son espacios donde<br />
la voz debe darse a la víctima y ella es la que debe<br />
acotar hasta dónde llega el tema.<br />
Asumo que por eso sobrevivió. No ha sido cosa<br />
que yo pretendiese salvarle: ella resistió sola.<br />
Me limito a reconocer que el horror existe y<br />
presentarlo ahora como nota al margen.<br />
Quisiera más seguridad, menos papeles y menos<br />
legislación con fines politiqueros. Los diputados<br />
parecen asumir retóricas en función de sus votos,<br />
pero no se hacen cargo de los resultados. <strong>La</strong> ley<br />
de violencia doméstica estaría muy bien si la<br />
protección a las víctimas fuese efectiva. Sin<br />
embargo, un papel no va a detener a un agresor:<br />
le va a alborotar y herir en su autoestima de<br />
macho al que el Estado le niega territorio. Así,<br />
creo, suma a la violencia ya establecida, la<br />
violencia misma que es blofear desde el poder<br />
con absoluta indiferencia.<br />
195
Me parece sentencia de muerte.<br />
No soy un escritor que reivindique a nadie,<br />
aclaro. Hubiese querido imaginar un personaje<br />
bueno, con oportunidades y crecimiento. No<br />
obstante, las circunstancias de ella son muy<br />
débiles. Es como soltar un perrito en altamar. No<br />
espera uno que flote indefinidamente.<br />
De ahí a condenar, mucho menos. Creo que la<br />
gente toma decisiones sobre su vida, se hunde, se<br />
levanta o renuncia. Nada más. Es posible que, en<br />
otro ejercicio de escritura, me tope con ella y no<br />
la reconozca. Si me pasa todo el tiempo con gente<br />
en el mundo inmediato, ¿cómo no va a sucederme<br />
en la narrativa?<br />
Uno es tan poca cosa emocionalmente que me<br />
cuestioné seriamente suprimir a Mercedes. Ya<br />
fuese borrar el texto o, sencillamente, desde mi<br />
supuesta omnisciencia, declarar que el personaje<br />
se diluye, desaparece.<br />
Decidí que no. Que me considere inútil para<br />
desarrollar la psique de una joven rural de vida<br />
esforzada en la ciudad no implica que ella<br />
fracase o no exista. Allí está, en el mercado, ya<br />
sea vendiendo fruta, carne, tortillas, yesos,<br />
juguetes de madera. Vaya uno a saber. Tal vez<br />
estudie de noche y consiga una profesión mejor<br />
pagada. Tal vez forme una identidad propia en<br />
196
esta urbe, donde todos los valores se copian y las<br />
caras se remedan entre sí.<br />
Recién que escribo este fragmento paso por<br />
Facebook y encuentro una denuncia anónima que<br />
habla de abusos sexuales y de violación a<br />
estudiantes de una universidad pública. No es<br />
azaroso el tema: quejas parecidas veo con<br />
frecuencia.<br />
Además, semanas después en las redes se hace<br />
viral la noticia de dos muchachas apaleadas por<br />
compañeros de trabajo porque supuestamente<br />
robaron. Eso sugiere que es directriz<br />
institucional la paliza. Y lo de robar no es cierto:<br />
el arqueo de caja les ha salido correcto y<br />
sencillamente se dice que las muchachas han<br />
pretendido hacer cambiar algunos billetes por<br />
menudo para dar vuelto. Un par de días más<br />
tarde, los propietarios insistirán sobre la<br />
afirmación de que las chicas son ladronas.<br />
—Ah, ¿sí? Y, ¿por qué las contratan? —<br />
preguntaría el sentido común.<br />
—Muy fácil, para esclavizarlas. Tienen<br />
hambre, viven en miseria y soportan cualquier<br />
trato.<br />
—Y el sistema judicial, ¿dónde está? —. El<br />
sentido común suele ser así, necio hasta el<br />
enfado.<br />
197
Pues no. Ciertos capitales están exonerados de<br />
explicarse. También lo están de proceder y<br />
solamente son perseguidos por linchamiento<br />
público. Entonces, posiblemente los clausuren y<br />
a los meses, vuelvan a abrir bajo una patente<br />
heterónima.<br />
Sí, como ese tipo portugués, el poeta Pessoa. <strong>La</strong><br />
diferencia es que el maestro tenía el nombre<br />
limpio.<br />
Me da miedo rascar la historia de Mercedes y<br />
descubrir dolor, lo confieso. Sin embargo, todo<br />
silencio es violencia. Eso lo aviso y hago el mea<br />
culpa: no quiero hablar de lo que no sé, pero no<br />
quiero que se calle. Lo que ocurre es que, en estas<br />
páginas, abundan la contradicción, la<br />
ambigüedad y la mentira. Quisiera separar de<br />
esta realidad tan común, esta infamia que tal vez<br />
la supera.<br />
Este texto ha sido escrito en dos tiempos. El<br />
incidente de las tiendas es la cuña que me faltaba<br />
para entender este personaje de lo que<br />
despectivamente solemos enunciar como<br />
“luchonas”.<br />
Los hijos de puta somos nosotros que nada<br />
respetamos. Que no tenemos idea lo que es tener<br />
la vida cuesta arriba.<br />
198
Repito, no he querido profundizar un tema que<br />
me supera. Sin embargo, quiero que salga a flote<br />
y que se procure el cambio. Esto se hace<br />
caminando. <strong>La</strong>s mujeres pueden copar las<br />
instituciones para hacerlo y no para vegetar.<br />
Porque ya sean hombres o mujeres, la burocracia<br />
si mira de lejos, es porque calla. Sin embargo,<br />
cuando hay silencio, uno se pregunta qué pasa<br />
tras las puertas.<br />
Así que esta vez quiero que el silencio sea<br />
escándalo por Mercedes, por todas las Mercedes<br />
que hacen de su vida, un rincón olvidado.<br />
Para pedirles que hablen, que griten, que vivan.<br />
—¿Es en serio, Vivas? No he visto texto más<br />
facilista y mojigato. Eso es, tirarle al naufrago,<br />
un yunque y sentirse solidario. Me extraña de vos<br />
que jugás de feminista y jeteás de haber leído el<br />
Nada, de Carmen <strong>La</strong>foret.<br />
Ya consideraré si debemos publicarlo,<br />
solamente para ponerte en la dimensión que te<br />
toca: lo patético—. Petra me lanza un<br />
encendedor y empuja hacia mí un cigarrillo sobre<br />
el planificador de su escritorio, pero yo no puedo<br />
reaccionar con tranquilidad. El mechero barato<br />
cae al suelo y opto por mostrarme indignado, de<br />
tal modo que hago el tonto giro y me retiro sin<br />
199
mirar hacia atrás, no vaya a caerme encima la sal<br />
de los que se arrepienten por escribir<br />
barbaridades que <strong>del</strong>atan la humana<br />
mediocridad.<br />
Después de esto, creo innecesario explicar el<br />
porqué aborrezco a los editores.<br />
200
UNA DE FAST FOOD<br />
Estoy recostado en el sofá, mirando las noticias<br />
de las siete de la noche, cuando llega Elena casi<br />
llorando:<br />
—Jose, golpearon el coche. Le hicieron<br />
tremendo camanance. Lo peor es que fue el coche<br />
de un diputado y esos tipos tienen inmunidad para<br />
todo. No nos va a pagar nada. A vos te echarán<br />
<strong>del</strong> trabajo.<br />
—Decíme quién es y yo me encargo. Es cosa de<br />
saber hablarles. Aunque sea, conseguiré que me<br />
cubra el golpe en abonos.<br />
—Pues su jefe es de apellido Pocalengua.<br />
Entiendo que es oficialista, ganadero y hasta<br />
peligroso.<br />
—Eso es un rumor que el narrador hijo de su<br />
madre, que anda por acá, sembró para sacar<br />
provecho. Desprestigia a todo el mundo y así<br />
garantiza que su novela circule. Es la táctica <strong>del</strong><br />
best seller. El aroma <strong>del</strong> trapo sucio es seductor<br />
en todos los mercados. Dejá que pida permiso en<br />
el trabajo para ir una mañana a charlar con él.<br />
Mientras voy a procurar que no se note la<br />
abolladura. Voy a parquear en un rincón, de modo<br />
201
que nadie deba rodear el coche para abordar. En<br />
todo caso, casi siempre viajo solo.<br />
¿Sabés que si tuviese plata me matriculo en una<br />
de esas universidades de garaje? Te dan el título<br />
en dos monazos y yo, la experiencia, la adquirí<br />
sobre el terreno. Entonces, pondría mi estudio y<br />
levantamos cabeza en tres años.<br />
Elena muerde una hamburguesa con queso que<br />
recién saca de una bolsa de papel. El kétchup le<br />
resbala sobre la barbilla hasta salpicar su blusa<br />
amarilla.<br />
—Te han faltado las hadas y los gnomos,<br />
cariño.<br />
—Vos tan bonita y tan cochina, ya te chorreaste.<br />
¿Dónde putas venderán una gota de glamour?<br />
Yo te la regalo.<br />
—Mirá, lo importante es que, en ese carro <strong>del</strong><br />
diputado, el chofer andaba con una o dos de esas<br />
chicas de la vida alegre. Yo le saqué fotos a la<br />
rubia: la nena despechugada, como si estuviese en<br />
vitrina. Y creo que hasta menor de edad. O es el<br />
chofer o es el dipuchorizo el que anda en cosas<br />
indebidas. En todo caso, creí mirar atrás,<br />
escondida, a una chiquilla morenita.<br />
202
—Dejáme que averigüe. Voy a ver si esa<br />
debilidad nos cambia el panorama. Esas fotos las<br />
llevo a revelar mañana y con copia.<br />
Y a mí, ¿me trajiste algo? Elena avienta de<br />
forma suave la bolsita de papel sobre la panza de<br />
José Luis: parece estar vacía.<br />
—Provecho, ponéle sal.<br />
203
CUANDO LA DAMA DE LAS<br />
PELUCAS SE INTERPUSO EN EL<br />
CAMINO<br />
<strong>La</strong> dama de las pelucas algo supo. Su aguzado<br />
instinto predatorio se lo dijo “acá hay plata”. Por<br />
algo, luego de nunca determinar al diputado<br />
Pocalengua, pidió intempestivamente una cita en<br />
su despacho y su asistente nunca cejó hasta<br />
obtenerla.<br />
Don Policarpo, cansado de la jodedera de la<br />
mujer, un día que le cayó café sobre su baraja,<br />
cedió por fin. No se le ocurrió pensar que el<br />
accidente fuese agüero de problemas. Tal vez no<br />
lo era porque ni le importó. Solamente le indicó a<br />
su nueva secretaria que pidiera le mandasen por<br />
escrito las preguntas.<br />
Ese día había hablado con Noemi de salir de<br />
vacaciones a Tierra Santa, perderse todo un mes<br />
juntos como una nueva luna de miel. <strong>La</strong> mujer en<br />
ese momento acicalaba sus uñas y un manchón de<br />
esmalte le chorreó entre los dedos.<br />
Poli, que no era tan bruto, no dijo nada. Ya algo<br />
olfatea desde hace rato, pero es incorpóreo. Sus<br />
muchachos no le traen la prueba de nada. Ha<br />
tomado sigiloso apunte de la salida de sitio de la<br />
señora para contarle a su equipo de rufianes<br />
205
asesores… Increíble llegar a tener tanto poder<br />
para que otros boludos le hurguen la vida privada<br />
bajo consentimiento.<br />
“Nunca se llega a ser libre de verdad”, pensó<br />
mientras tiraba de una ceja tan larga que le<br />
pinchaba el ojo izquierdo.<br />
<strong>La</strong> arrancó. Luego, se fue a la cafetería <strong>del</strong><br />
Parlamento por un postre y se olvidó <strong>del</strong> asunto.<br />
<strong>La</strong> cocinera le vio venir y volvió el rostro hacia el<br />
otro lado: aquel sujeto puritano le asqueaba. Trató<br />
de concentrarse en su tarea.<br />
Policarpo salió <strong>del</strong> salón clavando la cucharita<br />
plástica en el postre. Iba pensando en Ale y para<br />
qué era la entrevista. Como tenía dispuestos<br />
micrófonos por todas partes, dudó si hacerlos<br />
quitar o conservarlos activos en la cita. <strong>La</strong><br />
reunión sería dos días después a las cuatro de la<br />
tarde. Un poquito después terminaría la jornada<br />
laboral de los asesores y ella quedaría a solas con<br />
Ale y su equipo de técnicos. Todo sujeto a recibir<br />
el cuestionario con veinticuatro horas de tiempo.<br />
Ale tenía en plan averiguar de la vida comercial<br />
<strong>del</strong> político y cómo llegó a apoderarse de tantos<br />
terrenos <strong>del</strong> Pacífico, quiénes eran sus socios y<br />
cómo diablos su posición ideológica podía<br />
encajar en un partido tan conservador. Algo<br />
olfateaba la periodista de la impostura <strong>del</strong> gordo,<br />
206
pero no le importaba demasiado: igual era ella,<br />
tratando de ser oráculo y rufián, capaz de arruinar<br />
un prestigio que no se acomode a su plan de<br />
colaboración para el retiro de una mujer<br />
luchadora, paradigmática.<br />
Nada tonta, una de las cosas que hizo con<br />
tiempo fue integrarse en el círculo social de la<br />
señora de Pocalengua. A distancia, eso sí.<br />
Empezó por aparecer en el Country, con su novio.<br />
En realidad, un scort, porque la comunicadora, en<br />
su función de personaje mo<strong>del</strong>o, se resistía a tener<br />
una vida afectiva que le trajese puntos débiles o<br />
chismes. En todo caso, la prensa rosa, la<br />
chatarrera <strong>del</strong> corazón, aprovechó el chance para<br />
construir de diez granos de arena una torre de<br />
apartamentos y la farandulesca historia le molestó<br />
durante meses.<br />
Frecuentaba los mismos spas, salones de uñas,<br />
queserías, enotecas y viveros. Así que<br />
ocasionalmente se encontraban en las tiendas y en<br />
algún punto se fueron reconociendo lo necesario<br />
para hacerse un mohín de cortesía. <strong>La</strong> licenciada<br />
Arenas, avispada como pocas, notó también que<br />
un sujeto seguía de largo a la ricachona y que otro<br />
sujeto lo seguía a él. Se preguntó si aquello era<br />
una nueva estrategia de seguridad o paranoia.<br />
Afortunadamente, Ale nunca miró quién le<br />
enviaba flores a la siempre desocupada futura<br />
207
primera dama (porque, en sus adentros, Noemi<br />
juraba que ése era su destino).<br />
Hasta que un día, la vio en la cafetería <strong>del</strong><br />
country y le propuso hacer una entrevista en vivo.<br />
<strong>La</strong> mitad femenina de la pareja Polinomio no lo<br />
pensó dos veces, pues intuyó que eran las<br />
primeras estrellas <strong>del</strong> alba que anunciaban su<br />
éxito.<br />
208
LOS AMOS DE LA VIGILIA<br />
MORAL<br />
Leandro Berreta es el presidente <strong>del</strong> sindicato<br />
más poderoso <strong>del</strong> país: el de los empresarios. Ya<br />
sabemos que su hermano trabaja en el despacho<br />
de Poli. Bajo la denominación de Cámara<br />
Nacional de Choriceros se aglutinan allí los<br />
dueños de las grandes corporaciones, casi todas<br />
evasoras de impuestos y de toda erogación<br />
innecesaria, por ejemplo, la política social.<br />
De tal manera, podemos jurar que el<br />
mencionado es un hombre madrugador,<br />
cuidadoso <strong>del</strong> vestir y de las formas sociales hasta<br />
alcanzar una sofisticada parsimonia cuando<br />
habla. Lo que llamaríamos, un olímpico, un<br />
sabio. Al menos, desde el ojo nunca entrenado de<br />
los sujetos que odian la información, el disenso y<br />
toda lectura.<br />
Cuando suena el teléfono son las ocho y quince.<br />
Ya Leandro está en el sofá en actitud de espera,<br />
pero no contesta de inmediato. Antes cuenta hasta<br />
diez y mira su reloj para calcular cuánta<br />
exposición pública le va a permitir la señora<br />
periodista.<br />
209
—Buenos días, Don Leandro. ¿Qué propone<br />
Ud. sobre las políticas de seguridad? ¿Le<br />
preocupa la <strong>del</strong>incuencia?<br />
Berreta siente que lo agarran fuera de base.<br />
Nunca escucha el mentado programa y se limita<br />
a contestar a las inquisiciones de la señora, a la<br />
que da un buen estipendio para sostenerle como<br />
una punta de lanza en la opinión pública. Hasta se<br />
le olvida el nombre de la persona que le habla.<br />
—Buen día, Alicia. Un saludo a Ud. y a todos<br />
sus oyentes.<br />
—Mi nombre es Alejandra, Alejandra Arenas.<br />
Ud. anda despistado.<br />
—Así es, doña Ale. Me preocupa no llegar a fin<br />
de mes con el alto costo de la vida. Me preocupa<br />
la informalidad y el contrabando. También la<br />
existencia de tantas pandillas en la ciudad.<br />
Arenas sabe bien que gran parte <strong>del</strong><br />
contrabando y de la informalidad está ligada a los<br />
mismos grandes empresarios, pero sabe morderse<br />
la lengua porque para ello cobra y en efectivo.<br />
—¿Se dio cuenta de que se metieron a robar a<br />
una funeraria y el sujeto se rompió el cuello? Es<br />
el colmo.<br />
Leandro piensa que no le importa semejante<br />
dato. Si quiere ver estupideces, mira la tele o el<br />
210
streaming. Igual que Ale, se contiene. En esto hay<br />
que ser condescendiente. Sí o sí.<br />
—Pues nos están faltando policías y mano dura.<br />
Es muy duro decirlo, pero no vamos a salir de esto<br />
si soñamos con rehabilitar casos perdidos.<br />
<strong>La</strong> periodista, sin querer, reflexiona hacia<br />
adentro. “Así es. Somos casos perdidos. Los<br />
pillos menores y los de cuello blanco y los de<br />
coche último mo<strong>del</strong>o”.<br />
—Verdad que es imposible tener tranquilidad,<br />
don Leandro. El otro día andaba en un mall <strong>del</strong><br />
este y me pegaron un cadenazo. Ud. sabe que yo<br />
uso buenas joyas.<br />
El empresario cree recordar que alguna de esas<br />
joyas se la regaló él mismo. En parte, porque hay<br />
que comprar conciencias y, en parte, por flirteo.<br />
El personaje no me deja ver más allá en cuanto<br />
a la vida íntima. Me doy cuenta de que el<br />
desgraciado que me vendió un curso virtual de<br />
telepatía me estafó. No voy a dejar esto así, pero<br />
no es tema ahora.<br />
—¿Qué propone su gremio para prosperar en<br />
medio de esta zozobra? — Ale también recuerda<br />
algo con mojigatería y sonríe.<br />
—Nosotros queremos un aumento de las penas.<br />
Y queremos que la gente una vez encarcelada<br />
211
trabaje por la cuarta parte <strong>del</strong> salario mínimo. Eso<br />
nos daría competitividad como país y, a los reos,<br />
la posibilidad de no aburrirse durante su condena.<br />
—¿Y cómo va el clima con el TLC? — suelta<br />
la entrevistadora, sabedora de que ésa es la<br />
pregunta que levanta ronchas.<br />
—Es una gran esperanza. Imagínese a todo el<br />
mundo con trabajo, con mejores ingresos y con la<br />
posibilidad de escoger productos de primer<br />
mundo. Los opositores al tratado le hacen mucho<br />
daño al país. Yo los pondría en la categoría de<br />
traidores a la patria, de terroristas. Hace falta<br />
legislar para proteger a la población de estas<br />
ideologías regresivas.<br />
—Me dicen que, en la última manifestación de<br />
los sindicatos, la policía dio palo y se llevó a<br />
varios universitarios detenidos. ¿No cree que eso<br />
viola la libertad de prensa? —A lo interno, Ale se<br />
caga de risa pues las preguntas corresponden a un<br />
guión que la secretaria de Berreta le mandó la<br />
víspera.<br />
—Ya le contaba, doña Alejandra, que esos tipos<br />
son violentos. Un día de estos no funcionaban las<br />
bombillas de la oficina. Nos pasamos la mañana<br />
entera a oscuras. Luego nos dimos cuenta de que<br />
un tipo de ellos, un infiltrado, había accionado el<br />
212
apagador. Toda la mañana perdida por un sujeto<br />
que cree ser dueño de la verdad.<br />
Y hay sabotajes mayores. <strong>La</strong> vez pasada fuimos<br />
junto al presidente a colocar la primera piedra de<br />
la zona industrial 4821. Pues fíjese que se vino<br />
tremendo aguacero. Tuvimos que envolver al<br />
presidente en una lona impermeable para evitar<br />
que mojarse lo resfriara. Y eso sube los costos <strong>del</strong><br />
evento.<br />
En resumen, es necesario cuidar de las<br />
libertades, pero hay condiciones que cuidar. <strong>La</strong><br />
primera de ellas es que todos son libres de pensar<br />
como nosotros pensamos. De otro modo, deben<br />
ser condenados al silencio.<br />
Cuando termina la entrevista, el señor<br />
empresario no cuelga al teléfono.<br />
Está allí Alejandra, que suelta la confidencia.<br />
—Tengo casi cien nombres más para las listas<br />
negras. Almorcemos mañana.<br />
213
EL GERMEN DE UN MILAGRO<br />
TECNO DEL SIGLO XXI<br />
Ya dijimos que Juan vende enciclopedias. Visita<br />
oficinas públicas y camina estoicamente hasta<br />
parecer un peregrino. También referimos que<br />
visitó la Biblioteca Nacional, pero no hemos<br />
dicho que lo viene haciendo desde hace un par de<br />
años, cada tercer lunes sin obtener satisfactorios<br />
resultados.<br />
Porque leer es, para este muchacho, secundario.<br />
Lo que él hace es más de laboratorio y ante su<br />
inopia de recursos, usa los públicos sin permiso.<br />
Lo que procura, derramando sus goteros sobre<br />
libros viejos, es conseguir un elíxir de la<br />
restauración o algo que, al menos, les proteja de<br />
plagas. Su idea es salir de pobre o dar un gran<br />
golpe de suerte, merced a sus observaciones. En<br />
el peor de los casos, las páginas al revisarlas tres<br />
semanas después, se han podrido. En otras parece<br />
que se forma una pátina de polietileno sobre la<br />
hoja, pero no logra consistencia.<br />
Lo importante es que Juan no se rinde. Cada<br />
encuentro llega con nuevas mixturas, algunas de<br />
ellas no son más peligrosas que el agua de rosas.<br />
Y también, residualmente, para justificar su paso<br />
por los salones, pule los cuentos y poemas que ha<br />
hecho en su casa durante la víspera.<br />
215
Deberíamos decir que sus textos son totalmente<br />
cursis, detestables. Sin embargo, merecen respeto<br />
porque Juan lee mucha literatura nacional y está<br />
influenciado por los grandes <strong>del</strong> país. Eso se nota<br />
tanto en su escritura que dos o tres años después,<br />
cuando por fin se ha fatigado de gastar plata en<br />
químicos inútiles, participa en un concurso de<br />
poesía de la mayor editorial estatal y lo gana.<br />
Su voz empieza a tener repercusión según<br />
aumenta su repertorio. Cada año, un librito<br />
nuevo. De hecho, podemos apostar a que el<br />
muchacho llegará lejos dentro de la propia<br />
Malanga (que no es tan grande, pero cuenta).<br />
Lo que ha dejado su paso por la ciencia<br />
aficionada es cerca de cuatrocientos cincuenta<br />
volúmenes deteriorados y doscientos quince<br />
impregnados de una película de gomina que<br />
podría ser protectora ante las plagas.<br />
Sin embargo, entre estos últimos productos, hay<br />
poco más de una caja que si uno tiene suerte y los<br />
abre en el punto exacto, accede a páginas<br />
impolutas, blancas, vírgenes.<br />
Cualquiera diría que fueron insertadas a<br />
posteriori de la publicación. No obstante, están<br />
integradas a los cuadernillos y el tipo de papel<br />
viene a ser semejante.<br />
216
Es la fuente de la juventud para toda celulosa,<br />
pero el secreto pasará de largo a los ojos <strong>del</strong><br />
optimista, ya cansado.<br />
Parece ser esto el origen <strong>del</strong> papel fraudulento<br />
que en el siglo XXI va a inundar las instituciones<br />
estatales de Malanga. Alguien habrá notado la<br />
imposibilidad de las hojas injertadas que tenía un<br />
volumen de pasta dura llamado <strong>La</strong>s orejas de mi<br />
abuelo cortaban el viento, narrativa costumbrista<br />
que acá se considera paradigmática. Decimos<br />
esto porque el libro fue robado seguramente o el<br />
rumor de su defecto llegó a las bibliotecarias que<br />
lo mandaban a reparar sin darle el necesario<br />
seguimiento. Simplemente, la obra se esfumó.<br />
Dos o tres días después, alguno de los<br />
restauradores, cansado de lo mismo, devolvía a<br />
las góndolas el libro. No había disponibles más<br />
ejemplares de esa edición y el trabajo acumulado<br />
era demasiado para andar rastreando ejemplares<br />
en otras bibliotecas de la red.<br />
Ahora, como decimos Juana, podemos nombrar<br />
a su hermana. <strong>La</strong> otra versión es que el origen <strong>del</strong><br />
papel más polémico de la historia allá sido una<br />
mezcla de liquid paper y fresco de cas que<br />
permitía, a la vez que borrar el texto anterior vía<br />
acidez, reparar la consistencia de la hoja.<br />
217
Y la tercera, es que no se robaron el libro<br />
costumbrista. Se robaron un montón, poco a<br />
poco, hormiguísticamente, y estos textos fueron a<br />
parar a librerías de viejo. Allí habría sido donde<br />
llegó a manos de un viejo químico que, intrigado,<br />
lo diseccionó hasta robar el secreto.<br />
Todo puede ser. <strong>La</strong> verdad, qué putas nos<br />
importa. Lo que vale la pena decir es que Juan<br />
anda por círculos literarios y sin contar jamás sus<br />
tortas de joven. Es uno de los cuatro o cinco<br />
puntos cumbre de las letras locales, lo cual quiere<br />
decir que, a pesar de sus aportes, la riqueza<br />
merecida le fue usurpada por la suerte.<br />
Tal vez fuese innecesaria su presencia en esta<br />
<strong>trama</strong> si el narrador no estuviese convencido de<br />
que ha sido culpa de Juan (al menos, en lo moral)<br />
que tantos contratos de obra pública y otras<br />
prebendas otorgadas por el Estado se extraviasen<br />
sin dejar rastro.<br />
218
RAMÍREZ Y LA VIRTUD DE<br />
HACERSE HUMO<br />
El ciudadano Ramírez, que parecía estable y buen<br />
hombre, empezó a trabajar en una banca privada<br />
extranjera que llegó al país por los días que él<br />
terminaba sus estudios secundarios.<br />
Que se sepa, siempre fue un hombre<br />
responsable. Se hizo cargo de apoyar a sus<br />
padres, hasta que estos faltaron. Por razones de<br />
salud no llegaron a la vejez, pero decir que esto<br />
fue culpa de Ramírez es mala leche. Nadie sabe<br />
que un hombre va a infartar estando solo o que<br />
una señora medianamente robusta —su madre—<br />
sería presa <strong>del</strong> cáncer en pocos meses.<br />
Por lo demás, era puntual. Vestía como lo que<br />
era: un joven de clase media, de ajustado<br />
presupuesto. <strong>La</strong> comida no faltaba ni los enseres<br />
básicos <strong>del</strong> menaje doméstico. Había regalos para<br />
los viejos en cada cumpleaños y en las fechas<br />
festivas. Y hasta con su novia era, más que<br />
ahorrativo, codo.<br />
Casarse a los veintiséis años no cambió las<br />
cosas y, de hecho, esa estabilidad le fue<br />
perfilando ascensos. El ganar más le permitió no<br />
desatender a sus viejos y embarcarse en la compra<br />
219
de un carro usado. Lo único que no hizo Ramírez<br />
fue salir de casa, para ahorrarse un alquiler.<br />
Tuvieron tres hijos, que se sepa, y dentro <strong>del</strong><br />
matrimonio. Dos hombres y una mujer,<br />
distanciados entre sí por dos años. Hoy son<br />
adultos de edad media. El matrimonio decidió<br />
adecuar su presupuesto para darles educación<br />
privada, convencidos de la deficiencia <strong>del</strong><br />
sistema público.<br />
Su esposa, la economista Silvia Parazo,<br />
formaba parte <strong>del</strong> equipo negociador <strong>del</strong> tratado<br />
de libre comercio. Últimamente, dado que las<br />
rondas de negociación se habían intensificado, se<br />
encontraban poco. O nada.<br />
Lo que no supo la mujer es que los estados de<br />
cuenta de las tarjetas de su amado Ramírez<br />
estaban sobregiradas. Ella le conocía una, que<br />
llevaba al día, pero hubo tres más que nunca<br />
confesó. Algunos gastos eran, digamos,<br />
extracurriculares: nada de compras familiares o<br />
algo así. Sencillamente, facturas de servicios de<br />
restaurantes, de joyas, colonias, habitaciones.<br />
En realidad, este narrador tiene reticencias con<br />
la vida privada de cualquier pendejo. Le toca a<br />
usted, lector, ser pellizcado y deducir que, si<br />
huele a perro, camina como perro y ladra es un<br />
condenado zaguate.<br />
220
Esto explica que Ramírez saliese corriendo y<br />
nadie sepa de él. Ya no tiene crédito, su amante<br />
le sigue exigiendo lo que él es incapaz de producir<br />
y cada día se siente más propenso al suicidio.<br />
Por allí le llegan rumores de posibilidades de<br />
residir en Canadá y un par de meses antes,<br />
empieza a planear su fuga.<br />
Ni su mujer paralela llega a enterarse. Nunca<br />
más vuelve al país. Sus hermanos como<br />
presienten que hay una vergüenza inevitable en<br />
esta historia, evitan nombrarlo y cambian de<br />
tema. O de ser posible, saludan desde lejos, con<br />
una prisa sacada <strong>del</strong> bolsillo.<br />
221
PEQUEÑOS CONFLICTOS<br />
TEXTUALES<br />
No está contento Isidro Pelapapas con el<br />
personaje de Juan que he gestado como homenaje<br />
a su persona. He dado pistas para que sea<br />
reconocible y tampoco lo he hecho mal sujeto,<br />
pero acá la gente de letras acostumbra a la<br />
zalamería.<br />
Eso me queda fatal. Indirectas y bajonazos de<br />
piso me brotan con naturalidad, pero un<br />
cumplido, nunca. Procuro convencerlo de que<br />
puedo arruinar el personaje si me pongo a<br />
ornamentarlo: todo se me convierte en caricatura.<br />
En fin, creo que acá la figura de este hombre<br />
está bien posicionada y no necesita recurrir a<br />
truculencias para robar cámara. Es un peso<br />
pesado y su carrera de profesor universitario y<br />
agitador social terminan de apuntalarle el<br />
prestigio.<br />
Está dispuesto a conseguirme apoyo, en Cultura<br />
para el rollo de mis obras completas, pero estoy<br />
seguro de que se caga de risa de que yo, bombeta<br />
y medio, juegue a la consagración, cuando soy un<br />
absoluto iconoclasta y, además, de mérito<br />
dudoso.<br />
223
Isidro ha sido buena gente conmigo y eso lo<br />
salva de que, al crear su álter ego, yo no cometa<br />
una chanchada. Por ejemplo, contar que se robó<br />
una herencia de su novia de juventud y se compró<br />
un apartamento, luego la mando a volar. No, yo<br />
no voy a contar eso por simple moralismo.<br />
Y es que ya me lo dijo el otro día Petra:<br />
—Vivas, Ud. es un irrespetuoso. ¿Qué espera<br />
conseguir de los lectores si les toma el pelo o<br />
desvirtúa el texto mismo conforme avanza la<br />
escritura?<br />
—No sé —le digo—. Quizá, quiero un lector<br />
que se pellizque y vea, detrás de los sillones, las<br />
cochinadas que escondemos todos: los personajes<br />
y yo.<br />
Puede ser que ni me importe, pero uno tiene que<br />
hacerse el interesante.<br />
224
LA NOCHE NO HUELE A<br />
PELIGRO: ES POLLO FRITO<br />
El edificio junto al salón turístico ha sido<br />
concluido dos meses atrás, sin embargo, sigue<br />
completamente desocupado. Un rótulo<br />
monumental anuncia que se alquila, pues meses<br />
atrás su potencial inquilino, el médico hijo de los<br />
propietarios, se encontró con la muerte en la<br />
carretera y se besaron de frente.<br />
Así que el edificio terminó de levantarse, ya con<br />
desgano y con un luto que no luce la fachada, mas<br />
no alcanza a abandonar la casa paterna.<br />
Entretanto, viernes y sábado Ranas Rojas es un<br />
llenazo, gracias a la música, en vivo. Empieza a<br />
las nueve con un par de solistas teloneros, chicos<br />
emergentes, proclives a la trova. A eso de las<br />
diez, interrumpe algún comediante que durante<br />
veinte minutos asume como anfitrión y el cierre<br />
son dos horas seguidas <strong>del</strong> gran Paco Luciérnaga,<br />
incansable con sus covers de los boleros de la<br />
Matancera y <strong>del</strong> resto de los grandes boleristas<br />
cubanos y mexicanos.<br />
Los fines de semana se contrata servicio extra<br />
para el salón y debemos decir que no es cierto que<br />
el equipo base <strong>del</strong> salón turístico sea dos<br />
empleados. A estas alturas, Jorge cuenta con<br />
225
cuatro empleados de planilla, más el vigilante <strong>del</strong><br />
parqueo.<br />
Y este sábado no cabe ni siquiera una bicicleta<br />
más.<br />
Lo que hay es una noche bastante ennegrecida,<br />
pues la luna está menguante. Los perros que<br />
frecuentan el lugar son tres, pero no exceden de<br />
pasearse en el parqueo.<br />
El coche negro <strong>del</strong> diputado Pocalengua ocupa<br />
un campo cerca de la entrada y, a la par, un sedán<br />
gris corresponde a sus cuatro hombres de<br />
seguridad.<br />
Todos se sientan en el reservado <strong>del</strong> fondo en<br />
dos mesas. En una de ellas, seis personas: el<br />
matrimonio Polinomio más dos diputados, cada<br />
uno con su pareja. En la otra, los guardaespaldas<br />
que, sumados, son diez.<br />
<strong>La</strong> frugalidad está ausente de este sitio. Platos y<br />
botellas y vasos y tapas se superponen, a pesar de<br />
que el mesero va retirando el menaje vacío. Y el<br />
escándalo corta entre sí las palabras de modo tal<br />
que a dos metros se percibe un barullo como de<br />
maquinaria, nada más.<br />
Cerca <strong>del</strong> mostrador, los freidores están<br />
regurgitando aceite y las moléculas suben la<br />
pátina de los muros. El aroma de las frituras se<br />
226
derrama sobre los cuellos de los parroquianos. Ha<br />
de ser por ello que muchos hombres se inclinan<br />
junto a la oreja de su pareja, cautivados por tan<br />
estimulante situación.<br />
Paco Luciérnaga, luego de la primera media<br />
hora de cantar, hace un receso. Es cuando<br />
aprovecha Noemi para ir al tocador de damas,<br />
pero antes se desvía para pedirle una canción al<br />
cantor. En la barra, entre los tertulianos de Koki,<br />
se encuentra Déxter, el asesor que toma nota de<br />
todo.<br />
Y Nicolás vigila a Déxter desde una mesa de<br />
rincón. Porta gafas negras, una rienda de oro bien<br />
ostentosa y una de sus mujeres de la calle le<br />
acompaña. Se ha encajado una gorrita irlandesa<br />
negra para no ser reconocible.<br />
Paco mira el escenario a golpes de vista sin<br />
detenerse en nada. Si es que ha visto algo, esta<br />
vez deja intencionalmente pasar el detalle, pues<br />
sabe quién es la contraparte de esos afectos. Una<br />
persona a la que considera de cuidado.<br />
En la esquina opuesta <strong>del</strong> salón, hay una señora<br />
de la prensa harto conocida, que sale los sábados<br />
con su novio de alquiler. Básicamente viene a<br />
comer y a meterse tres tequilazos de ley, para<br />
controlar su metabolismo.<br />
227
Poli está cuchicheando de cerca con uno de los<br />
diputados, aunque ocasionalmente se distraen<br />
todos para ver el televisor gigante que tienen en<br />
el reservado, pues es sábado, noche de fútbol de<br />
la liga local. El clásico lo va ganando el equipo<br />
casa, 2 a 1, pero a este narrador no le da la gana<br />
decir quién juega de local esa noche (mierda, ni<br />
que fuese el Barça).<br />
Luego de unos problemillas con el feedback,<br />
don Paco dice unas palabras de dedicatoria tan<br />
enredadas que podemos jurar que está borracho<br />
perdido. Luego se despacha con No sé tú y, sin<br />
embargo, ahora su entonación es diáfana y de<br />
perfecta tesitura.<br />
En la mesa de la señora periodista, acompañada<br />
por el scort habitual, la mujer juega con el tipo a<br />
las manitas calientes, pero al oír a la luciérnaga<br />
criolla, se atraganta. Su novio le da unos<br />
golpecitos en la espalda, que son suficiente para<br />
desatarle un tic nervioso. Desde entonces y hasta<br />
que se retiren a casa, su ojo izquierdo va a<br />
parpadear como luz navideña.<br />
Terminada su ejecución, Paco Luciérnaga hace<br />
la reverencia de ley sin dejar de mirar en redondo:<br />
busca entre las mesas un cazatalentos que lo lance<br />
al estrellato.<br />
Esa noche, por lo menos, no aparece.<br />
228
En la mesa de los políticos, uno de ellos siente<br />
de repente que la cabeza le pesa demasiado, como<br />
si llevase un casco de moto, de esos que resienten<br />
el cuello en diez minutos.<br />
229
LAS CERCANÍAS DEL VÓRTICE
LO ABURRIDO DE MIRAR DE<br />
CERCA<br />
<strong>La</strong> verdad es que gano bien, porque nadie sin<br />
universidad gana lo que yo, pero eso de ser 24/7<br />
es matador. Ya quisiera yo que me llegue el retiro<br />
para poner un negocito propio, o por lo menos,<br />
vivir medianamente sin andar molido.<br />
Me falta una piña de años, más de cinco, para<br />
llegar a retiro. Para entonces, Poli no será<br />
diputado, y yo tal vez no tenga trabajo. Aparte de<br />
estar un poco entumecido por sentarme al<br />
volante, no puedo decir que me haya fregado la<br />
salud. Lo que pasa es que es cabrón, por ejemplo,<br />
esperar a Jefe al mediodía, mientras almuerza con<br />
algún empresario en la ciudad o donde le venga<br />
en gana.<br />
Puedo caminar sin alejarme. Digamos, dos<br />
cuadras. Buscar un alero que me haga sombra o<br />
hacer conversa con otros choferes. O escuchar<br />
radio, noticias, fútbol. <strong>La</strong> música en inglés no la<br />
entiendo ni la soporto. Y ya he recorrido medio<br />
país sin que me llegue a gustar <strong>del</strong> todo el arte de<br />
dormir en hoteles durante dos o tres días, por los<br />
negocios <strong>del</strong> patrón.<br />
Yo imagino que algo feo va a pasar antes de que<br />
don Poli deje el cargo. Veo gente rondando la<br />
233
mansión, a pesar de que está ubicada en un<br />
bordecito de la ciudad. Allí nadie necesita llegar<br />
a hacer nada: no hay industrias, ni comercio. Sin<br />
embargo, ves una camioneta de reparto de<br />
gaseosas, un vendedor de helados, una cuadrilla<br />
de electricistas que se estacionan por allí y fingen<br />
hacer su labor. Hombres de a pie que parecen<br />
estar esperando una cita en una plazoleta donde<br />
ni los niños juegan bola. Cosas así.<br />
Imagino un tiroteo o una bomba y me da ganas<br />
de zafar ya. Lo que pasa es que me quedo en la<br />
calle, si lo hago. Y sé que algo sabe don Policarpo<br />
de los riesgos de sus negocios. Y se mueve con<br />
cuatro matones que le cubren los pasos.<br />
También sé que el hombre desconfía de su<br />
pareja. Sus asesores me lo han dicho. Déxter y los<br />
otros. Parece que dos de ellos no se dedican a<br />
hacer labor política, sino tareas sucias, incluido el<br />
espionaje.<br />
El narrador estuvo conmigo la otra tarde que<br />
andábamos en una barriada canalla. Aprovechó<br />
que el diputado se alejó para llamarme aparte y<br />
ofrecerme dinero. Yo no iba a ser tan idiota:<br />
después me quedo en la calle. Quería saber de las<br />
debilidades carnales de ambos —marido y<br />
mujer— y si hay discusiones avanzadas de<br />
divorcio. Que con quién duerme cada uno. Le ha<br />
faltado preguntarme el color de la tanga de la jefa.<br />
234
Eso le pasa a uno por hablar con gente cochina.<br />
El poder económico no hace la decencia, pero da<br />
sombra. Si ya pagué la hipoteca y tengo mi carro<br />
particular de buen ver, se lo debo al empleo. Y<br />
hay un costo de oportunidad en esto: en este caso,<br />
hacer la vista gorda para todo.<br />
Estuvimos a punto de irnos a las manos. Me ha<br />
parecido un insolente. Ese narrador de mierda<br />
merece que le partan la madre: ya encontrará tata.<br />
Me dijo de todo lo que no se dice, se ha metido<br />
con mi madre y, al final, me ha dejado una<br />
amenaza tonta: “tu destino lo decido yo”.<br />
Comemierda, ni que fuera brujo. En todo caso,<br />
no creo en oscurantismos. Le pediré permiso a<br />
Jefe para andar mi propio chopo, el que me dejó<br />
papá. No quiero que me agarre desprevenido y<br />
sospecho que ese Vivas tiene amigos de bajo<br />
mundo.<br />
Ah, la señora ha cambiado, un tanto, la rutina.<br />
Antes, casi no salía de casa. Ahora va al gym, al<br />
country, al spa, de tiendas, a clubes de caridad. Y<br />
no va sola: se ha hecho amiga de una mujer de la<br />
radio bastante influyente, eso me parece una<br />
amenaza y se lo he contado al patrón.<br />
Recientemente ha aparecido otra mujer más<br />
joven que se ha integrado a su red <strong>del</strong> gym y que<br />
parece congeniar con ambas, mucho. Es más<br />
235
joven, calculo que tiene treinta y cinco años y<br />
buena figura. Sin embargo, no me engaña: es una<br />
arribista que no puede desprenderse de su innata<br />
vulgaridad y lo disimula con una pedantería que<br />
la high, por elegancia, evita.<br />
¿Será que la señora usa ese círculo para<br />
escaparse de parranda y ya le puso fecha de<br />
caducidad a Jefe?<br />
¿Será que todo pasa ante mis narices y yo tengo<br />
un poder que el pendejo narrador no alcanza?<br />
O que siempre todos necesitamos de otros ojos<br />
para ver lo que está velado por la distancia.<br />
En todo caso, ojo al Cristo que, si el mae es<br />
necio y sigue husmeando en la vida privada de<br />
todos, estoy seguro de que uno de los no asesores<br />
de la Asamblea se lo echa al pico para siempre.<br />
236
VIVAS CONFIESA LA<br />
DESCONFIANZA EN SUS<br />
PERSONAJES<br />
Dicen los lectores de la editorial que abuso de las<br />
tomaduras de pelo. No es cierto, yo trabajo con la<br />
información que recabo y suele pasar que es<br />
contradictoria. Además, no todo el relato pesa<br />
sobre mí. He secuestrado la voz interior de los<br />
personajes, merced a microchips que no son<br />
baratos y que Petra se niega a financiar.<br />
Eso, sin embargo, significa para mí un ahorro<br />
pues estoy seguro de que el dictado interior <strong>del</strong><br />
personaje es honesto. Otra cosa es que le falte<br />
información, pero eso le pasa a todo sujeto. Cree<br />
saber, cree ver y generalmente no logra observar<br />
lo suficiente. A veces, porque todo está oculto y<br />
la mayor de las veces porque le falta el ojo de la<br />
malicia, la lectura entre líneas.<br />
Cuando transcribí lo <strong>del</strong> cadáver que aparece en<br />
la funeraria, por ejemplo, se me desataron mil<br />
dudas. Usé la historia que me aportó un chofer de<br />
una empresa de exequias. No me encajaba mucho<br />
lo contado; que yo sepa nadie va a buscar un<br />
cajón para pasar la borrachera. No puedo jurar<br />
que tenga certeza sobre qué hacia el sujeto allí.<br />
237
Más fácil es que lo hayan sembrado. Una broma<br />
de iniciación, algo así.<br />
Hasta que, días después, hablé con Sesillo, el<br />
verdadero forense. Asegura que no denunció la<br />
irregularidad para evitarse un litigio. “El dueño<br />
de la funeraria es primo de políticos, no sé<br />
claramente de cuáles, pero no puedo tenerlos de<br />
enemigos”, me dice. El cadáver ya tenía una<br />
operación reciente a corazón abierto, de la que<br />
probablemente no sobrevivió. Habrá sido por eso<br />
que no aparece en los archivos de la morgue.<br />
Lo que finalmente me quiere afirmar Jesús, pero<br />
se resiste, es que el cadáver fue robado de una<br />
tumba. Igual que en la Edad Media, sigue<br />
pasando con algunos estudiantes de medicina<br />
que, para practicar y adquirir destrezas, se<br />
agencian cuerpos clandestinamente. Al sugerir la<br />
vía ilícita podemos tener seguridad de que el<br />
precio de un cuerpo es elevado. Arcadio<br />
posiblemente está en este nicho <strong>del</strong> mercado y<br />
vaya a saber si en otros, como la brujería.<br />
Han pasado meses desde que recibí esa<br />
información y mi lectura de la realidad puedo<br />
decir que es vergonzosamente lerda. Hasta ahora<br />
que me siento a revisar hojas pasadas, y que<br />
recuerdo el café con Hilario, se me ocurre que<br />
dedicarle dos paginitas ha sido subestimar ese<br />
relato. Es que me he dejado llevar por ese<br />
238
culebrón, ese terremoto de triángulos pasionales<br />
que anda entre las bocas de los malangueños.<br />
Tampoco le creo a Ramírez la idea de<br />
marcharse por sentirse enfermo. Si contrastamos<br />
eso con lo de su desastre financiero, llegamos a<br />
una conclusión simple: se marchó para no pagar.<br />
Ocurre con frecuencia.<br />
Valga decir que este pueblo es venenoso. En<br />
todo lee <strong>segunda</strong>s intenciones y puede ser que<br />
cuando un interlocutor cuenta su visión de<br />
mundo, te esté tomando el pelo. Acaso, como<br />
dicen por ahí, es gente que al hablar retrata sola<br />
su propia mezquindad.<br />
Petra, sin embargo, está contenta. Dice que las<br />
novelas necesitan de la maledicencia. Que la<br />
gente que sale bien parada es para las biografías<br />
de santos. Que cuando vuelva a encontrar un<br />
cadáver, lo diseccione y haga, con las tripas, una<br />
feria científica.<br />
Entretanto, tengo incomodidad sobre cómo<br />
ingresar a la casa de Noemi sin ser descubierto.<br />
Ya vi que Isabel y Ale se integraron<br />
sospechosamente a su círculo social, pero es que<br />
son mujeres y algo de natural se ve en ello. Si yo<br />
lo hago, van a pensar que quiero ligar a alguna y<br />
no es así.<br />
239
Además, no me queda claro si esas dos se<br />
acercan a la millonaria por simple roce o cargan<br />
con <strong>segunda</strong>s intenciones. Ya he dicho que lo que<br />
los personajes digan no me garantiza la verdad:<br />
es nada más lo que su mirada atrapa de lo que hay<br />
en el entorno.<br />
Lo que me parece estúpido es ese afán de<br />
vigilancia hacia adentro <strong>del</strong> señor Pocalengua. Es<br />
paranoia, sin duda. Es desgastante y, sin<br />
embargo, puede justificarse levemente. Una vez<br />
conocí a un señor con una decena de empleados.<br />
Tenía una distribuidora de productos: mercancía<br />
iba y venía, casi que con orden escaso. Una de sus<br />
manías era llamar a la oficina a sus empleados, de<br />
uno en uno, y a puerta cerrada, hablarles mal de<br />
los otros. Así cada uno se sentía el hombre de<br />
confianza y era un <strong>del</strong>ator seguro de sus pares.<br />
Claro, al viejo nadie lo quería, pero eso no le<br />
quitaba el sueño. Lo suyo era la empresa y los<br />
demás, circunstanciales.<br />
Se iban dos, contrataba otros y les daba la<br />
misma receta.<br />
A eso, en Malanga, le llaman tener espuela.<br />
240
LA OPORTUNIDAD LA PINTAN<br />
CALVA<br />
Berreta, el menor, el secuaz de Poli, sale de vez<br />
en vez con Isabel, una funcionaria de una oenegé<br />
dedicada a estudios sociológicos sobre la<br />
situación <strong>del</strong> país. Ella lleva un estilo de vida un<br />
tanto estirado para sus capacidades, pues gana tan<br />
bien lo permite su cargo de “asistente de<br />
dirección” —secretaria—, pero tiene hasta las<br />
cachas las tarjetas de crédito.<br />
Quizá por ello, quizá porque Berreta no es tan<br />
feo, la dama acepta la galantería <strong>del</strong> asesor<br />
parlamentario y no sabemos hasta dónde<br />
podemos decir que allí nazca un sentimiento. Lo<br />
que podemos afirmar, merced a que el guarda<br />
institucional lo ha visto, es que por allí se<br />
establece otra ruta más para el narcomenudeo.<br />
De tal manera que no toda persona que llega a<br />
la oficina de Isabel acuda en plan oficial. De<br />
preferencia, ella también se mueve con la<br />
información que Porky le da, fuera <strong>del</strong> horario de<br />
trabajo. Así que, aunque habita en el centro —en<br />
la Alameda de las Momias— la veremos con<br />
frecuencia, al sur, muy al sur, y en la Cuesta de<br />
las Vacas Flacas, conduciendo una moto, con<br />
espejuelos negros y otra forma de vestir.<br />
241
Acaso eso es lo que detiene al asesor de<br />
formalizar algo con su amiga. Hay prestigios que<br />
pueden contaminarlo todo y él, que se mira<br />
diputado a futuro, tiembla ante la idea de<br />
quemarse para siempre.<br />
<strong>La</strong> documentación recabada por Déxter Espacio<br />
sobre su compañero Nicolás Berreta no alcanza a<br />
mencionar lo de la droga, pero sí la amenaza<br />
romántica que se ve en el horizonte. No pinta bien<br />
que se vayan a derramar confidencias o queden<br />
rutas para que alguien investigue la procedencia<br />
<strong>del</strong> buen vivir holgado de esta muchacha, de los<br />
asesores <strong>del</strong> diputado y <strong>del</strong> político mismo.<br />
Lo que hace su compañero es invitarlo a unos<br />
tragos y sonsacarle. Berreta siente náuseas al ver<br />
a su compañero remojar galletas de linaza en el<br />
vasito de whisky, de la misma manera que hacía<br />
su abuelo con el café. “Este hijueputa no tiene<br />
sentido <strong>del</strong> decoro”, piensa. Y como pasa siempre<br />
en Malanga, tampoco lo expresa.<br />
Déxter Espacio supone que el entrenador de<br />
Noemi es quien le pone los cuernos al señor<br />
Pocalengua. Dedica casi una hora a defender sus<br />
conjeturas y dice que no puede matricularse en<br />
dicho gimnasio, pues es exclusivo de mujeres.<br />
—Vos tenés una amiga para este trabajo.<br />
Convencéla.<br />
242
El otro malentiende la situación y se pone a la<br />
defensiva:<br />
—Vos también tenés tu lado oscuro. No te<br />
<strong>del</strong>ato, no me <strong>del</strong>atás—. Cuando termina de<br />
hablar, muestra los dientes en señal de simio<br />
agresivo.<br />
—ؙ No hablo de tus putas. Sé que tenés una novia<br />
que trata de ascender socialmente. Pensá: le va a<br />
gustar rozarse con gente adinerada. Y de paso nos<br />
dice con quién se acuesta la mujer <strong>del</strong> jefe. Podés<br />
pagarle la mensualidad con los presupuestos<br />
discrecionales de la oficina.<br />
Berreta piensa que va a quedar altísimo si le<br />
ofrece de propia voluntad ese gesto a su chiquilla.<br />
Isabel no es tal: tiene casi cuarenta años, pero<br />
tiene intacta su frivolidad. Él está seguro de que<br />
dará brincos y dirá que sí. Lo que no sabe cómo<br />
abordar es el asunto de espiar a una señora que,<br />
de lejos, todos saben peligrosa.<br />
—Y comprále unos zarcillos de oro. Que sienta<br />
que la cuidás. Así te contará todo sin necesidad<br />
de que la interrogués.<br />
A falta de coca, Espacio remoja la última galleta<br />
en el whisky y traga. Luego vierte en el gaznate<br />
lo que queda de bebida, paladea el sedimento de<br />
galleta y traga hasta la última borona.<br />
243
TANTO APURO POR UN SUJETO QUE<br />
NO RESPIRA<br />
—Se llama Adriana y está loca. Cree que lo <strong>del</strong><br />
muerto es un trabajo vudú. Dice que, si ve que las<br />
cosas se ponen feas, renuncia y pone una estética<br />
en el garaje de su casa— Cerdas, feliz porque la<br />
mujer le ha dado pinitos.<br />
Esto me da risa. No es que sea superior, no: es<br />
que los mitos envenenan la percepción de todo el<br />
mundo. Yo, por ejemplo, necesito tomar cuatro<br />
vasos de agua cada vez que voy al tubo. Aunque<br />
esté satisfecho. Y me da temor ver un gato negro<br />
en la ventana.<br />
—Algo te habrá dicho, no te hagas el maje.<br />
¿Qué fue lo que pasó allí? Encontraron el cadáver<br />
al cambiar de turno. Los tipos que estaban de<br />
servicio andaban en ruta y no regresaron a la<br />
oficina. Habrán aprovechado para sembrarlo. Es<br />
lo que hace el Turco, ¿no?<br />
ؙ—Es lo que debieron haber hecho donde<br />
Rivera. Ese gerente se las sabe todas, aunque<br />
parece no matar una mosca. Tiene que ser el<br />
enlace con ellos.<br />
Lico es mi jefe, pero no está en nada. Nos<br />
madrugan y se queda quieto, y en esto hay plata<br />
en juego. Bastante plata.<br />
245
—Mirá, lo que crean los demás en este caso no<br />
nos afecta. Lo urgente es salvar el pellejo. Yo<br />
creo que ese difunto lleva coca o heroína— tercio<br />
yo, el Negro, para mostrar mi carisma.<br />
—Vamos a tener que comprar herramientas—<br />
dice Lico—. No queda más que ir a revolcar<br />
muertos a ver qué recuperamos.<br />
—Ojalá que no sea esta noche. Adriana está<br />
apuntada y pienso llevarla a bailar— dice Cerdas.<br />
—Báilame ésta— le responde Nacho y es<br />
innecesario que refiramos cuál es el gesto<br />
acompaña a sus palabras.<br />
246
TENEMOS UN ENEMIGO<br />
COMÚN Y UN CHORRO DE ENE-<br />
AMIGOS<br />
—Ya he encontrado mucha gente en Malanga<br />
mal dispuesta con un sujeto que se dice narrador.<br />
Lo han agarrado espiando tras el cortinaje de las<br />
salas; revisando los basureros para llevarse las<br />
facturas de consumo, tratando de saltarse muros<br />
mientras carga un rifle de dardos, etc.<br />
Lo que queda claro es que hay un bicho<br />
peligroso en el país y uno tiene que ser más<br />
discreto con su vida. Aun si uno es un tipo<br />
tranquilo, nunca decir una palabra que pueda<br />
malinterpretarse: este mandril se aprovecha <strong>del</strong><br />
odio latente para congraciarse con uno y<br />
enemistar al otro. Yo imagino que el potencial de<br />
broncas que hay ahora es cinco veces mayor que<br />
antes.<br />
—Es raro que la prensa lo ignore— conmina el<br />
abogado Venegas.<br />
—Me parece que forman parte de la misma<br />
<strong>trama</strong>. Ambos viven <strong>del</strong> rumor, de la puñalada<br />
entre gente noble. Porque este país tiene gente<br />
noble y mucha— alega Déxter.<br />
247
—¿Lograste pruebas contra la doña de<br />
Poli?¿Cómo va eso?<br />
—Pues nada contundente. Hay muchos abrazos<br />
con distinta gente, pero la gente de la política es<br />
así. Entiendo que ella se obsesiona con ser<br />
primera dama… Imagináte si no va a hacerse una<br />
melcocha con la gente.<br />
—Sabés que a vos también te siguen, ¿no? Hay<br />
un carro parqueado hace media hora sin ponerle<br />
monedas al parquímetro. Es el azul, el que tiene<br />
un foco roto.<br />
El asesor se aproxima a la cortina y verifica que<br />
hay un hombre, de gafas negras, dentro <strong>del</strong> coche:<br />
248<br />
—Y ahora, ¿qué hice?<br />
—Nada, las redes de poder funcionan así. <strong>La</strong><br />
mutua vigilancia se da siempre porque el poder<br />
tiene miedo. Lo que parece una fortaleza es un<br />
castillo de naipes y ellos no van a dejar que una<br />
carta se desacomode. Mientras seas sensato y<br />
pertenezcas a la grey, estás a salvo.<br />
—Ando unas fotos. Te las muestro brevemente<br />
y me dices a quién conocés y todo lo que sepás de<br />
ellos, ¿ok?<br />
—De acuerdo. Sin embargo, dile a Poli que<br />
necesito que me haga un favor en compensación.<br />
Es cosa seria. Un infeliz publicó un libro
hablando pestes de mí, como al despiste, y me<br />
dejó mal parado. Imaginó cómo sería yo cuando<br />
estuviese viejo y me convirtió en una rata. Es hora<br />
de cobrárselas.<br />
Déxter abre el sobre de manila para empezar a<br />
sacar, una a una, las imágenes. Se sienta en un<br />
sillón y empuña libreta y bolígrafo.<br />
Cuando el narrador ve esto, se da cuenta de que<br />
este aprendiz de político le va a tender una<br />
trampa. Quiere hacerse pasar por el escritor<br />
construyendo personajes y no es cierto. Acaso<br />
quiere hacerlo responsable de todo lo que se viene<br />
y es que faltan muy pocas semanas para el<br />
referéndum <strong>del</strong> tratado de libre comercio, que es<br />
lo mismo que decir un carnaval <strong>del</strong> odio.<br />
Ni por broma le pasa por la cabeza que media<br />
Malanga se lo quiera echar al pico.<br />
249
ES GRAN IDEA HIBERNAR EN<br />
VACACIONES<br />
—Mirá, Elena, revisá bien la despensa porque<br />
nos encerraremos un mes completo en casa sin<br />
prender siquiera las luces <strong>del</strong> salón.<br />
—Tranquilo, gordo. En Todo por Nada compré<br />
todo lo que pude. Y de paso, aproveché el<br />
desorden que se forma los días de pago para<br />
traerme cosillas gratis: navajillas, desodorantes,<br />
un par de quesos franceses. Iba a comprar<br />
lechugas, pero allí todo está marchito. Los<br />
vegetales no sirven ni para un licuado.<br />
—Bueno, tenemos dos días. A partir <strong>del</strong> viernes,<br />
ni siquiera pagamos los recibos. Ya regué la bola<br />
de que vamos para el Mundial y que tenemos<br />
tiquetes para la primera ronda. Luego hay que<br />
fajarse con el Photoshop y conseguir imágenes<br />
que sean chuzas. Le decimos a Martín que las<br />
suba a las redes, desde su apartamento en la U.<br />
—No me gusta esa idea. Recordá que tiene dos<br />
compañeros de apartamento. Podrían darse<br />
cuenta y nos dejan mal parados. No te abusés con<br />
el pan porque acaba de subir de precio y vienen<br />
malos días. Ve que estos mierdas están<br />
desregulando todo.<br />
251
—No jodás, Elena. Para eso trabajo. Lo que pasa<br />
es que pagar la U <strong>del</strong> carajillo es pesado. Y<br />
todavía el huevón no avanza—José Luis muerde<br />
su pan mientras las migas resbalan sobre el pecho<br />
de su camiseta azul, color patrio de la sele de los<br />
malangueños.<br />
—Imagináte si fuese una universidad privada. A<br />
nosotros nos salva que tiene beca. De otra<br />
manera, comemos un día sí y el otro no— la<br />
declaración de Elena carga algo que está entre la<br />
frustración y la ira.<br />
—Vendrán tiempos mejores. Por eso es que nos<br />
socamos la faja, ¿no? Lo importante es no perder<br />
pedigrí. ¿Qué dirían las gentes si se enteran de<br />
que no pudimos ir al Mundial y que hicimos lo<br />
mismo cuatro años atrás? Yo me quitaría el<br />
saludo en automático.<br />
—Pues sí, es que esa gente es como nosotros,<br />
mierdas. Todos asumimos venir de un dios<br />
blanco, cuya encarnación es una línea de nobleza.<br />
Cuidado y no somos primos hermanos de Chita.<br />
—<strong>La</strong> cagás cuando perdés la elegancia, Elena.<br />
Tenés que seguir el rol de ser pudiente. Limpia<br />
bien las joyas de tu abuela: las que estén feas las<br />
guardás para llevarlas a bañar cuando haya un<br />
peso. Vos hablás para que yo no coma porque vos<br />
sos una huevona anoréxica. Así cualquiera.<br />
252
—Pues quiero que me llevés al cine. Están dando<br />
películas divertidas ahora. Yo quiero reírme.<br />
—Andá y mirá la tele. Ya te dije que no hay plata.<br />
—Le volviste a dar de más a la zorra de Erica,<br />
¿verdad? Ese cuento de que el carajillo es hijo<br />
tuyo y hasta rubio ha salido, no encaja. Puta más<br />
feo que sós; asomáte al espejo, José.<br />
—No, de hecho, este mes no le deposito pensión.<br />
Capaz que en el juzgado se entera que no hemos<br />
salido <strong>del</strong> país… No lo sé, también podría alegar<br />
que si vamos a seguir a la Sele en el Mundial es<br />
porque nos sobran ingresos. Imagináte que me<br />
pidan cien mil más. ¿De dónde saco eso? — José<br />
Luis piensa que no le alcanza el presupuesto para<br />
los zapatos de Marina, pero no lo dice. Sólo mira<br />
las zapatillas de Elena y se pregunta si tendrá en<br />
el cuarto algunas nuevas que le pueda robar y no<br />
se dé cuenta pronto.<br />
—Tu problema, gordo. Si no querés perderme,<br />
conseguíte otro empleo. Vos me juraste que<br />
llegaríamos muy lejos y mirá donde estamos: a<br />
trescientos metros de la casa de mis papás.<br />
—Dejá que pase esta mala racha, Ele. El amigo<br />
<strong>del</strong> diputado me habló que ya casi están los<br />
permisos para construir el nuevo centro<br />
comercial. Consiguió unos barrancos en el este de<br />
la capital y allí quiere levantar un mall. No sé<br />
253
cómo supo que no soy arquitecto. Lo que me<br />
ofreció es pagarme la mitad de los honorarios<br />
profesionales, pero a cambio debo hacer algunos<br />
ajustes al proyecto. Sin embargo, eso es un<br />
montón de harina. Construiremos 8000 metros<br />
para empezar y luego uno queda enganchado para<br />
trabajar con gente así. Ah, el diputado es un<br />
mezquino y quiere ahorrarse cosillas. Por<br />
ejemplo, las aguas negras irán directo al río. Lo<br />
he aceptado sin ponerle peros porque necesitamos<br />
plata. Esas diez materias que nunca acabé me<br />
hacen falta ahora. No tendría que pesetearme.<br />
—Ojalá no estés hablando mierda, como siempre.<br />
José Luis se queda en silencio y veinte segundos<br />
después saca de su bolsillo un cigarrillo<br />
mentolado que enciende y chupa. Trata de no<br />
imaginar cómo será la cuarentena <strong>del</strong> Mundial<br />
junto a esta vieja bruja que tiene por mujer, todo<br />
por guardar el buen nombre de sujeto pudiente<br />
ante otros seres que también simulan poder<br />
monetario. Qué fiasco, ¡cómo se amarra uno<br />
mismo a los arquetipos de la modernidad!<br />
Gran batalla la que se ve venir en este aparta de<br />
sesenta metros cuadrados, provisto casi tan bien<br />
como un refugio atómico, pero con productos de<br />
pronto vencimiento.<br />
254
Ah, pero si Malanga se corona campeona<br />
regional, vale la pena.<br />
Salir al sol, oé, oé, oé… Mezclarse en la masa<br />
estúpida haciendo propia una victoria que no le<br />
pertenece.<br />
En nada.<br />
255
LA CRISIS DEL POLINOMIO<br />
Ya me olía raro esto. Hace rato viene mi mujer<br />
como amiga de la estrella de la prensa, quizá por<br />
unos dos años, y de pronto, Arenas me pide una<br />
cita. A Noemi la llevó una vez a la radio — para<br />
hacer el papelón, creía yo, pero no fue así— y le<br />
montó una imagen lo más sofisticada. Eso a pesar<br />
de que la señora no es diamante alguno: es bruta,<br />
a secas.<br />
Pues Alejandra tuvo el cuidado de guiarla, de<br />
hacerle sutiles consejos y, dada la ambición<br />
natural que mueve a mi cónyuge, encajó perfecto<br />
con todo. Cuando regresó a casa me dijo que<br />
quiere ser primera dama… Cómo le cuesta<br />
entender que soy un peón al que llaman diputado.<br />
El verdadero poder es de otros y, de antemano,<br />
tengo el camino cuesta arriba.<br />
Noemi desde entonces no se baja de la nube. Y<br />
la amistad con la comunicadora sigue y ahora han<br />
adherido otra muchacha, muy bonita. Yo digo<br />
que esto es como el rollo de Steinbeck en Tortilla<br />
Flat. Los amigos son las moscas que rondan las<br />
posesiones: si Noemi estuviese en un rol menor,<br />
(una cajera de supermercado, una agente de<br />
ventas, una maestra escolar) estoy seguro de que,<br />
de inmediato, le quitan el saludo.<br />
257
Pero no, donde hay alimento, hay moscas; ley<br />
de la vida. Estas dos mujeres no llegaron a<br />
encontrarse con ella en el gym por simple destino.<br />
“Han querido acercarse con el afán de un favor”,<br />
me dije de inmediato. Luego, me acostumbré y,<br />
creyéndome inmune, lo olvidé.<br />
Hace unas semanas esta cotorra, a la que Koki<br />
denomina como <strong>La</strong> dama de las pelucas, pidió<br />
una entrevista conmigo. Pensé que llegaría con<br />
cámaras y todo su staff y que sería puntual,<br />
aunque perdiésemos media mañana. Yo tendría<br />
que inventarme soluciones de desarrollo para mi<br />
provincia, a pesar de que ni me entero lo que<br />
ocurre en la vida cotidiana de las familias de la<br />
costa. Y básicamente sería un torneo de destrezas<br />
verbales, bajo la consideración de que, al ser la<br />
fulana buena amiga de mi esposa, no me llevaría<br />
a temas pantanosos.<br />
Hija de puta es lo que es, la tal Ale. Cerramos la<br />
puerta y hablamos en privado, pero estoy seguro<br />
de que si alguien se pegaba al sofá <strong>del</strong> lobby le<br />
llegaban las amenazas cristalinamente.<br />
Aunque mi señora nada sabe de los modos en<br />
que nos enriquecemos aceleradamente, sabe<br />
datos inconexos. Que hablo con regularidad con<br />
mexicanos y colombianos de vuelos, de<br />
contactos, de dinero. Ella se hace la desentendida,<br />
pero es maliciosa. Alguna vez ha debido contestar<br />
258
llamadas en mi ausencia y luego me dice sin<br />
adicionar comentarios:<br />
—Llamó el mexicano.<br />
También sabe, creo, que mis asesores se<br />
dedican más a escarbar en aguas sucias, que me<br />
hacen mandados y les <strong>del</strong>ego tareas que<br />
mantienen a raya a mis competidores.<br />
Sabe que, por lo menos, Déxter anda una<br />
Magnum. Sé que lo ha visto, mas nunca hace<br />
comentarios de esas cosas.<br />
Pues que, según Déxter, la comunicadora está<br />
perdidamente enamorada de mi mujer, pero ella<br />
le mantiene a raya. Que hay manoseos <strong>del</strong> tipo<br />
que es natural aceptado entre las damas, y no más<br />
allá. No ha logrado en estos seis meses<br />
documentar ni un puto beso entre ellas. O entre<br />
Noemi y cualquier otra persona.<br />
Ahora, durante un momento, pensé que la<br />
señora Pocalengua quería el divorcio. Entonces,<br />
sería una amenaza para mí, pues la gente<br />
vengativa no deja piedra en pie jamás. Estaría<br />
dispuesta a destruirme, me dije. Pensé en<br />
sacármela de encima, como hicimos con un par<br />
de hijos de su madre que se robaron diez kilos de<br />
una mercancía que salía esa misma noche.<br />
259
Pero ella es ambiciosa, no lo olvido. Si la<br />
mantengo engañada con llegar a ser la primera<br />
dama, la retengo unos años más y decido después.<br />
Nada más estoy obligado a tener claro de qué lado<br />
juega. Si ha filtrado información a Alejandra<br />
Arenas, punto final.<br />
Ahora, no puedo ordenarle cortar la amistad de<br />
tajo, ni siquiera amedrentarla. No sé hasta dónde<br />
la influencia de Alejandra Arenas incide sobre<br />
ella. Meterme en un escándalo de violencia<br />
doméstica es lo peor que me puede pasar, más<br />
ahora que pronto me tocará jugar el papel de<br />
Judas con el Tratado de Libre Comercio.<br />
Ale quiere seis millones, por ahora. “No sé qué<br />
vendrá después”, como dice la canción Viajera.<br />
Además, está eso de que convenza a Papas Fritas<br />
Industriales S. A. de comprar pauta publicitaria<br />
para su programa <strong>La</strong> batalla de la moral.<br />
Aparte, anda otro tipo, un desgraciado al que<br />
llaman narrador. Mis hombres de confianza lo<br />
han visto, pero es tan estúpido que no ha logrado<br />
ingresar a la casa y, ni siquiera, saludar a mi<br />
mujer. Me enteré que acá en Malanga se le tiene<br />
como un alacrán, un tipo rastrero. Habría<br />
difamado a más de uno, pero no entiendo cómo:<br />
se dice que habla mal de ellos en el futuro.<br />
¿Quién tiene facultades para saber lo que será?<br />
260
¿Cómo se puede ser tan imbécil de afirmar eso?<br />
Por ahora, lo que tengo claro es que quiere algo<br />
con mi mujer. Un par de trompadas bien pegadas<br />
y que lo vayan a tirar al monte y escarmienta.<br />
A Ale, le pagaré por ahora. <strong>La</strong> otra amiga de mi<br />
mujer se llama Isabel. Resultó ser la amante de<br />
uno de mis hombres de confianza. Él la colocó<br />
allí como quintacolumna para saber qué se trae<br />
entre manos mi esposa, esa cabrona.<br />
Qué ganas de darle un tiro. Yo sospecho que<br />
ella piensa igual. El amor es así: recíproco.<br />
261
LO QUE PASA CUANDO EL<br />
NARRADOR SE DEJA VER<br />
—Pase, hombre. ¿Cómo se siente? Estaba por<br />
salir al supermercado, pero eso puede esperar.<br />
—Usted sabe cómo me siento. Me viene<br />
espiando hace rato. Y su colega, el fantasma,<br />
también.<br />
—Supe que lo contrataron los paperos. Usted es<br />
imprudente. Que se dé cuenta Pocalengua que<br />
usted lo espía y se lo lleva puta. Y todavía se le<br />
ocurre ir a reclamarle porque ese chofer le ha<br />
golpeado el coche y se hace el tonto.<br />
—No me quedó de otra. Elena estaba muy<br />
molesta y no sabe de mi misión secreta. Ahora,<br />
vengo a darle detalles para que me dé dinero, pero<br />
a la vez, tengo mis reclamos.<br />
Prendo la grabadora y me siento. El hombre se<br />
dirige al lavabo y hace un cuenco con las manos<br />
para beber agua. Cinco veces.<br />
—Bueno, empecemos por donde se debe: el<br />
origen. <strong>La</strong> señora Arenas vino a este país siendo<br />
carajilla, junto a sus padres y hermanos. Se<br />
graduó de periodista en la Universidad Mayor de<br />
Malanga y don Fulgencio Calvatiesa fue su<br />
mentor. En segundo plano permaneció largo rato<br />
hasta que el maestro de la opinión, el defensor de<br />
263
la verdad ciudadana sufrió un latigazo al corazón<br />
que lo mató de inmediato.<br />
Si usted se fija bien, la señora siempre ha<br />
defendido al país. Sus opiniones calzan al dedillo<br />
con las emitidas en el programa matutino de las<br />
cámaras de medios. Es antisindicalista, católica,<br />
liberal y de duras opiniones. Sólo ella se atreve a<br />
regañar en público a ministros y a presidentes<br />
ejecutivos porque no se casa con nadie, ¿se da<br />
cuenta? Es sumamente valiente.<br />
Nada más una persona honesta puede hablar así;<br />
no cabe duda. Fíjese cómo ataca a aquellos<br />
infelices que hablan de violación de derechos<br />
laborales o boicotean al capital. Casi que los<br />
criminaliza. A mi ver, merecidamente. Les pone<br />
el dedo en la llaga sin pensar si se le van a poner<br />
chúcaros, no señor.<br />
Que usted sea un mezquino de pe a pa es otra<br />
cosa. Un maldito envidioso, un sonajas que<br />
piensa que los otros no pueden surgir por mérito<br />
propio. Ya leí unas paginillas suyas y hasta habla<br />
de mí. Yo, que no me meto con nadie, no merezco<br />
esas humillaciones. Elena y yo estamos furiosos<br />
y lo vamos a demandar por cochino. Lo<br />
dejaremos en la calle y en mal estado. Se lo<br />
prometo.<br />
264
¿De dónde saca usted esas cosas? Que nosotros<br />
no vacacionamos por limpios y nos escondemos<br />
para fingir que viajamos, eso es ofensivo.<br />
Nosotros pagamos planes y nos estafaron, es la<br />
verdad.<br />
Pregúntele a Porky, el vendedor de chanches:<br />
ése se entera de todo y, sin embargo, a nadie le<br />
cuenta.<br />
Volviendo al tema, una señora tan digna como<br />
Alejandra Arenas, no tiene precio. Hizo dinero<br />
porque trabajó desde chiquitilla. Dicen que en las<br />
vacaciones iba a coger café y lo que ganaba, lo<br />
ahorraba. Sus papás le dieron educación<br />
financiera y a punta de certificados a plazo, se<br />
levantó. Ahora tiene su cuota de poder, pero no<br />
es de la nada que surgió, como alega su merced.<br />
Mucho menos va a ser real que ande por allí<br />
extorsionando capitales o figurones políticos.<br />
Ella no necesita de eso.<br />
Me parece que usted es un vil rojo, un<br />
comeniños. No puede ver a nadie hacer dinero sin<br />
sentir envidia. Quiere instalar una dictadura de<br />
ésas donde la libertad de prensa y de empresa es<br />
cero.<br />
Mire, narrador, yo defiendo lo mío, mi patria,<br />
mis posesiones. A mis padres les costó mucho<br />
dejarnos algo y no pudieron hacerlo. Tenían una<br />
265
finquita chica, sembrada de banano y la bananera<br />
se las compró mal pagada. Sin embargo, eso no<br />
es culpa <strong>del</strong> mercado. Son inclemencias de la<br />
vida, que nos dejan desprovistos. Nada más.<br />
—A ver, José Luis. ¿Qué tiene usted que<br />
defender?<br />
¿Cuáles son sus posesiones? Que yo sepa, la<br />
mayor parte de su vida es mentira, es un impostor.<br />
Vive mal, presume de ejercer una profesión para<br />
la cual nunca logró certificarse, su nivel de vida<br />
es estripado: como el de una cucaracha dentro de<br />
la solapa de un libro. Y no viaja, ni se recrea o<br />
vacaciona. Tiene un amorío con esa secre que<br />
siente más pena que amor por usted y sospecho<br />
que Elena le pone los cuernos, hoy o mañana. Y<br />
hasta con el barrecaños, cabrón.<br />
—Cómo le dije, no nos vamos a dejar abrumar<br />
por un irresponsable que anda regando voces que<br />
luego acaban huracanando la comunidad. Igual<br />
que Elena y yo, Malanga se ha de levantar contra<br />
usted, enemigo de la moral, de la vida de bien.<br />
Repito, ¿de dónde ha salido usted? ¿No sufrirá<br />
acaso de los mismos males que dice denunciar?<br />
Esto no me está gustando nada. Que cualquier<br />
persona se subleve o conspire es bastante normal.<br />
Tal vez lo hace para mejorar su posición en la<br />
vida, por ganar algún espacio. Sin embargo, la<br />
266
sublevación de un personaje contra el narrador,<br />
me dice que rayo en lo patético o que no estoy<br />
muy seguro de mis afirmaciones, cosa que no<br />
pienso decirle al lector porque el que cuenta la<br />
historia asume la tarea <strong>del</strong> demiurgo, le cuadre a<br />
quién le cuadre.<br />
267
LO BUENA NOTA QUE ES<br />
ALEJANDRA ARENAS<br />
—Te digo que salí bufando. Ese nuevo fiscal<br />
interino es un idiota y, aunque le ofrecí su platita,<br />
no quiso pasarme detalles <strong>del</strong> puta expediente.<br />
Lore, vos a primera hora, en el programa de<br />
mañana, me conseguís al diputado Pocalengua. Y<br />
al presidente de la Corte Suprema, ese maldito.<br />
<strong>La</strong> vez pasada me reclamó porque lo cagué en<br />
público por estar nombrando familiares en todas<br />
partes—. Alejandra se pasa la mano sobre la<br />
melena para desahogar su enfado, mientras habla<br />
desde un teléfono beige de disco.<br />
<strong>La</strong> noche está bonita y los grandes ventanales<br />
de la casa permiten la vista de un jardín bien<br />
iluminado, donde yacen dos pastores alemanes<br />
cerca de la reja. <strong>La</strong> mujer no tiene tiempo para<br />
admirar una bella estampa que ya le es<br />
costumbre. Mientras toma asiento con un coñac<br />
en mano, con la otra sostiene el auricular para<br />
escuchar las quejas de su mano derecha, su<br />
asistente Lorena Malacerca.<br />
Entretanto, la periodista se quita los lentes, las<br />
argollas y la peluca. El narrador tiene miedo de<br />
que esto se ponga colorado y por eso hace que a<br />
Alejandra le dé un calambre mientras estira el<br />
brazo para bajar el zíper en su espalda.<br />
269
—Puta madre, ¡cómo duele! Mirá que yo sé que<br />
todo está a<strong>del</strong>antado. Este escándalo no tarda en<br />
ir a juicio y yo necesito deshacerme de los trapos<br />
sucios con claridad. Sé unos, pero son tan<br />
generales que no alcanzan más que a asustar para<br />
que nos compren publicidad los desarrolladores.<br />
Lo que necesito son copias de facturas,<br />
grabaciones, nada de rumores. Si es <strong>del</strong> caso, de<br />
aquí al sábado vas a la casa <strong>del</strong> señor mandamás<br />
y te lo cogés.<br />
No seás hipócrita. Sé lo calenturienta que sós<br />
sin necesidad de billetes. ¿Creés que no voy a<br />
investigar a mi equipo? Además, te doy mil<br />
dólares, pero le sacás favores para mí. Te voy a<br />
a<strong>del</strong>antar plata para que te compres un vestidito<br />
bien putón. Algo que ponga al borde de la muerte<br />
al doctor Casifiambre, viejo verde.<br />
Ahora, yo lo que quiero es salir impoluta.<br />
Solamente vamos a pautar a la inmobiliaria una<br />
quincena más. Después no diremos nada para que<br />
parezca que ellos se retiraron voluntariamente,<br />
pero será porque necesito que la mierda no nos<br />
pringue y que, sin embargo, el dinero no nos deje<br />
de llegar.<br />
Diay, sí. El mejor rubro <strong>del</strong> negocio de la<br />
información es el chantaje. Tenés un puño de<br />
datos duros: los sacás al aire y vendés publicidad.<br />
270
Ah, pero usálos para torcer brazos y te forrás. Mi<br />
mentor me enseñó las mañas.<br />
¡Estúpida!, ¿cómo se te ocurre decirme que algo<br />
más me habrá enseñado? Recordá que soy la<br />
transparencia, la moral, la gallina de la paz. De<br />
mí estás aprendiendo gratis también.<br />
Y se caga de risa.<br />
Al fondo, se puede ver con claridad tras los<br />
ventanales una lechuza que persigue un ratón<br />
mientras cruza entre los ángeles de la fuente que<br />
ornamenta el jardín<br />
271
JOSÉ LUIS EN LOS PASILLOS<br />
DEL SÚPER<br />
<strong>La</strong> verdad me da vergüenza contar que no tengo<br />
un peso. Nunca he ido a un Mundial ni lo haré en<br />
el futuro. Lo que pasa es que jetear es nuestra<br />
defensa contra el mundo. Los otros también lo<br />
hacen. Ernesto hace pasar el carro que sus jefes le<br />
asignan como propio; los obreros dicen ser<br />
albañiles y los muros los dejan cóncavos y a<br />
punto de caerse. Un carambas saca un premio<br />
amateur y dice que fue campeón mundial de algo,<br />
lo que sea. Un briboncillo que fue electo por<br />
desidia —cómo ocurre todo por acá— pretende<br />
ser presidente de un banco sin tener<br />
conocimientos menores de finanzas. Así las<br />
cosas, se trata de maquillar la nimiedad nuestra<br />
para parecer sobrados, abundantes.<br />
Me enteré <strong>del</strong> desastre de Viajes de A Peseta por<br />
el Mundo hace unas semanas. Estaban estrenando<br />
nuevo edificio apenas un mes atrás, pero ahora<br />
nadie aparecía en los horarios de oficina. En un<br />
par de noches, se llevaron el mobiliario. Nadie<br />
daba la cara hasta que el fulano hizo un video que<br />
subió a las redes para explicar que, por<br />
incumplimiento de proveedores, ellos acabaron<br />
en la ruina. Y después de eso, nadie —ni los<br />
periodistas— pudieron localizarlo nuevamente.<br />
273
En cambio, esos supuestos proveedores salieron<br />
a la luz pública a desmentir la afirmación <strong>del</strong><br />
empresario <strong>del</strong> fraude. Aclararon que ellos no<br />
podían dar crédito a quien carecía de solvencia.<br />
Era simplemente un asunto matemático porque<br />
nadie, en su sano juicio, hace negocios con una<br />
burbuja publicitaria. Allí quedó el tema y apenas<br />
están llegando las denuncias a la fiscalía.<br />
Nosotros no compramos porque no teníamos<br />
dinero, pero si la gente se entera de cosas así, se<br />
alejan de vos como de la lepra.<br />
Por eso es que siempre ando el carro limpiecito.<br />
Ser ordenado da la falsa idea <strong>del</strong> éxito o, por lo<br />
menos, genera un mínimo de respeto. No me<br />
pondría ropa gastada —solamente en los<br />
intervalos cuando se pone de moda—, ni entraría<br />
en una tienda de baratas. Prefiero comprarle al<br />
polaco que me consigue unas pocas prendas<br />
bonitas, aunque con un claro sobreprecio.<br />
Ahora, si no falto al bar es porque la vida social<br />
así lo exige. Uno tiene que hacerse ver. No<br />
pertenezco a círculos sociales de alto rango, pero<br />
puedo hacer valer mi filiación a una comunidad.<br />
En el momento que me borre de los tragos,<br />
empezarán a olvidarme o a darme por enfermo o<br />
fracasado. Así que ya lo he hablado con mi<br />
esposa, parte necesaria de las cuentas es separar<br />
la plata de los tragos. Por lo menos, cada quincena<br />
274
la traigo a ella. No siempre, porque gastamos más<br />
y cuando uno se sobregira, no sale de las tortas.<br />
Todo por Nada es un almacén de ésos, donde las<br />
ofertas se forman con productos a quince días de<br />
caducar. Toman tres macarrones, les ponen un<br />
cintillo amarillo y te ahorrás doscientos pesos. No<br />
esperaba toparme a Cerdas a esta hora, pues<br />
vengo temprano justo para no verme con nadie”.<br />
Lo saluda:<br />
—Y vos, Cerdas, ¿qué andas haciendo en este<br />
barrio? Entiendo que pusiste una fábrica de<br />
confitados, ¿de dónde sacaste plata? (Mentira, yo<br />
sé lo de tu oficio de cuatrero. Hasta me pregunto<br />
si las carnes de acá…)<br />
En ese momento se oye a<strong>del</strong>ante el chirrido de<br />
las llantas de múltiples patrullas, sirenas<br />
escandalosas que se apagan de repente y una<br />
tropelía de pasos que se concretan con la<br />
aparición de media docena de uniformados, con<br />
sus cintas de plástico amarillo, y nerviosos, como<br />
siempre, cierran el perímetro de congelados<br />
porque encontraron unos cuantos gatos, pelados,<br />
duros y empacados en el fondo <strong>del</strong> congelador.<br />
—Puta, mirá lo que pasa por comprar en<br />
supermercados de ofertas. Acá no vuelvo.<br />
275
Cerdas ni le da pelota, pero José Luis simula<br />
una arcada y, acto seguido, abandona el carrito en<br />
el centro <strong>del</strong> pasillo de enlatados.<br />
Regresará pocos días después cuando no vaya a<br />
toparse a algún conocido que lo trate como lo que<br />
es: un tipo con las pesetas contadísimas.<br />
276
ESTA ESCENA ES COSA DE<br />
SALVAJES<br />
Algo anda mal, porque mis personajes me salen<br />
un tanto idiotas. Eso de andar traficando con un<br />
cadáver a inicios de los años 90, es cosa de<br />
comedia negra, pero era innecesario. Tan simple<br />
como decir que en esa época no existen los<br />
escáneres y que para sacar un paquete de<br />
contrabando —de lo que sea— basta con mojar la<br />
mano <strong>del</strong> aforador. Lo digo yo que alguna vez<br />
intenté negocios y las cajas se pegaban en aduana<br />
cuando salía el semáforo en amarillo. (Eso es<br />
terminología de ellos).<br />
Hay dos temporalidades en la novela: la <strong>del</strong><br />
presente en que se escribe, durante la tercera<br />
década <strong>del</strong> siglo XXI. Sin embargo, el relato de<br />
José Luis es anacrónico, pues en una o dos<br />
ocasiones alude a las redes sociales antes de que<br />
fuesen fundadas y difundidas. Eso me preocupa<br />
poco o nada, siempre y que los lectores<br />
editoriales no detecten la pifia y salgan con sus<br />
pendejadas de sincronización y veracidad.<br />
Olvidan estos seres sin oficio —estos perezosos<br />
dictaminan un librito a partir de leer diez páginas<br />
<strong>del</strong> primer capítulo y una reseña ajena— que en<br />
la memoria el tiempo entrelaza las presencias<br />
hasta generar una nueva realidad donde lo que<br />
277
perdura son las simbologías y no las sustancias ni<br />
los hechos que han de constituir el esqueleto de<br />
lo narrado.<br />
Se supone que el Turco es un gran mafioso, pero<br />
es incapaz de la logística necesaria para no<br />
equivocar los canales de distribución. Eso hace<br />
sospechar que fue un hecho adrede el desviar el<br />
cadáver, pero, ¿quién fue el responsable? Si yo<br />
dijese saberlo, sería una total impostura.<br />
Yo, en todo caso, ando infiltrado recogiendo<br />
voces. Cuando no logro mucho de los testimonios<br />
de otros, pues me camuflo y espío la interioridad<br />
de algunos. Es el privilegio de ser una invención:<br />
algo tan elástico y ubicuo como le ronque al<br />
creador <strong>del</strong> texto.<br />
Son casi las once de la noche cuando <strong>La</strong> Banda<br />
<strong>del</strong> Turco —así la ha bautizado Nacho— empuja<br />
el portón de la morgue judicial, que no hace<br />
resistencia y chilla alargadamente.<br />
En consecuencia, el técnico de turno, que hacía<br />
su siesta sobre una de las planchas de metal, se<br />
despierta. Con toda la parsimonia, se encaja las<br />
pantuflas, se pone una bufanda y sale al lobby.<br />
Allí están cuatro hombres vestidos de negro y<br />
con medias de mujer que les cubren el rostro. Tan<br />
pronto lo ven, se abalanzan sobre él y Cerdas le<br />
deja caer sobre el cráneo un extintor, cuya fecha<br />
278
de vencimiento puede coincidir con la fecha de<br />
nacimiento de mi abuelo. Lo amarran, lo<br />
amordazan y lo meten en un cesto de ropa sucia<br />
—las ropas sucias de los difuntos y algunas<br />
piltrafas incendiadas— y enseguida se dirigen a<br />
revisar las cámaras de frío. Cómo no tienen idea<br />
de qué buscan, van a abrir cuerpo por cuerpo<br />
hasta cagarse <strong>del</strong> asco. Bueno, se limitan a<br />
pulmones y zonas <strong>del</strong> vientre, donde se supone<br />
las cavidades permiten esconder bienes.<br />
Lo amarran, lo amordazan y lo meten en un<br />
cesto de ropa sucia —las ropas sucias de los<br />
difuntos y algunas piltrafas incendiadas— y<br />
enseguida se dirigen a revisar las cámaras de frío.<br />
Cómo no tienen idea de qué buscan, van a abrir<br />
cuerpo por cuerpo hasta cagarse <strong>del</strong> asco. Bueno,<br />
se limitan a pulmones y zonas <strong>del</strong> vientre, donde<br />
se supone las cavidades permiten esconder<br />
bienes.<br />
Los charcos de fluidos y sangre dejan<br />
manchadas todas las superficies: desde las mesas<br />
de trabajo hasta el escritorio donde el forense<br />
hace el borrador de los informes. Dichosamente,<br />
la máquina de escribir está en la recepción por lo<br />
que podemos celebrar que no le caigan desechos<br />
de ninguna naturaleza.<br />
<strong>La</strong> mañana siguiente esto es tapa de prensa: una<br />
imagen de media plana en blanco y negro, donde<br />
279
se mira el más absoluto desorden, material y<br />
equipo médico roto y envuelto en trapos, difuntos<br />
con las tripas expuestas, chingas de cigarrillo,<br />
birras a medio vaciar e higiene cero.<br />
El caos había que aprovecharlo para vender. En<br />
la edición <strong>del</strong> 18 de julio, el titular de <strong>La</strong> Mención<br />
dice:<br />
280<br />
MISA NEGRA EN LA MORGUE<br />
<strong>La</strong> nota ilustrada con alguna simbología<br />
esotérica, tipo can<strong>del</strong>as negras y el pentáculo<br />
invertido que suele dibujar en el suelo los<br />
practicantes de estos <strong>del</strong>irios.<br />
Será malnacido el redactor, descalificar de tal<br />
forma el afán casi sobrehumano que pusieron<br />
estos muchachos para dar por cumplida su tarea.<br />
Sin embargo, los <strong>del</strong> Turco nada hallaron.<br />
Tenían la esperanza de encontrar drogas, joyas,<br />
arte precolombino, cualquier cosa que mereciese<br />
burlar la aduana. Ni supieron que habían<br />
destazado al innominado número 14 —eso decía<br />
el expediente de uno de los anónimos sujetos que<br />
cortaron a la brava en su expedición desesperada.<br />
Al día siguiente, ante el Turco, le dirán con los<br />
ojos fijos en el suelo:<br />
—Nada, jefe. Esa mercancía se perdió, no<br />
importa lo que sea. Perdónenos, dénos otra tarea.
—No había nada, muchachos. Esta vez nada<br />
pasa porque estaba evaluando la lealtad. Ese<br />
cadáver lo mandamos robar sanito para montar la<br />
prueba de iniciación. ¡Qué despiche hicieron!<br />
Son verdaderos carniceros. Cuando el diputado<br />
me pida un trabajo sin asco, serán mis preferidos.<br />
Han aprobado el entrenamiento y era urgente<br />
saber que podían hacerlo.<br />
Vamos a jugar en mercados más violentos. Ya<br />
demostraron que tienen vocación de matarifes.<br />
Les voy a dar mejor comisión por los trabajos. <strong>La</strong><br />
próxima vez no será con cuerpos muertos.<br />
281
LA NECIA PREMISA DE<br />
ENTENDER EL ODIO<br />
<strong>La</strong>s cosas no pasan de la noche a la mañana. Lo<br />
que ocurrió fue lo mismo que ocurre cuando la<br />
gota constante lastima la piedra: la erosiona, la<br />
deforma y lo hace sin miramientos. Nosotros<br />
sentíamos cierta incomodidad al oír hablar de<br />
nuestros pecados en todas partes. Ibas al cafetín y<br />
ahí estaban desde obreros hasta profesionales<br />
hablando de la deshonestidad y de la violencia de<br />
nuestros pares como si hablasen de fútbol.<br />
En la consulta médica, también. Si dejabas a la<br />
secretaria hilvanar dos frases, se decantaba por<br />
comentar la corrupción <strong>del</strong> gobierno de turno y<br />
también la de sus pares, el resto <strong>del</strong> personal de la<br />
clínica. No nos molestaba que fuese verdad o no.<br />
Lo que nos ponía mal era ver cómo erosionaban<br />
nuestra identidad aquellos que rompieron el tabú<br />
de hablar ante los demás lo que ocurre entre<br />
bambalinas.<br />
Es que faltar a la regla <strong>del</strong> silencio equivale a<br />
reventar un dique: no vas a saber las<br />
consecuencias hasta el final de la tragedia.<br />
Quizás por eso nos tornamos maliciosos.<br />
Acosadores <strong>del</strong> murmullo, de la vida íntima de<br />
los otros —de todos los otros— de las ideas<br />
283
inconvenientes, y también de la abulia. Porque<br />
cosas cómo, por ejemplo, no ser un patriota<br />
solamente puede significar que eres enemigo.<br />
Ahora, lo que hablábamos entre corrillos no<br />
debe repetirse tan holgadamente. Posiblemente<br />
nos dejaría expuestos como seres míseros,<br />
compuestos de complejos y odio, lo más parecido<br />
a esas figuras góticas tan de moda ahora que ha<br />
rescatado el cómic.<br />
No. Nosotros seguimos siendo protocolarios.<br />
Somos afirmativos ante la tradición, aunque a<br />
algunas disidencias les parezca primitiva. Es el<br />
caso de las corridas de toros, por ejemplo. ¿No<br />
cree usted lector que está lleno de inocencia el<br />
heroísmo el arte de destazar en vivo un<br />
semoviviente que está asustado, confundido y sin<br />
escapatoria? ¿No cree usted que allí se evoca un<br />
tanto a los sacrificios y ofrendas que suelen<br />
efectuar las religiones? Pues, para nosotros, eso<br />
es memoria y aquel que lo cuestione es comunista<br />
y ateo.<br />
Piense, por favor, en la gravedad <strong>del</strong> asunto.<br />
Nadie acostumbra a detenerse ante el espejo y<br />
enumerar sus taras: “soy un ladrón, un asesino, un<br />
tal por cuál”. Sencillamente, eso no pasa.<br />
Entonces, ¡por qué aguantar esa voz intrusa que<br />
viene a decirnos nuestras vergüenzas con la<br />
esperanza de arrancarnos el sueño?<br />
284
¿No le parece mala fe?<br />
Además, recuerde que siempre se habla <strong>del</strong><br />
pecado ajeno y, la verdad, eso resulta tolerable<br />
casi siempre. El fuego brota cuando la amenaza<br />
pasa <strong>del</strong> rumor a los hechos. Cuando, por<br />
ejemplo, un rico pierde un negocio porque se<br />
evidencia que pagó sobornos a funcionarios. Lo<br />
mismo si un periodista —un ser que vive <strong>del</strong><br />
prestigio y de la imagen— sabe que ha caído in<br />
fraganti haciendo lo mismo que denuncia de<br />
otros. Cosas como ésas suelen ser la línea roja que<br />
va de las palabras a los hechos.<br />
Y aunque un incendio forestal puede tener<br />
varios focos de origen, nosotros no vamos a decir<br />
lo que pasaba en la interioridad moral de aquella<br />
Malanga en transición, tan herida de sí misma y<br />
maltratada por la muerte <strong>del</strong> mito de su cacareada<br />
fraternidad.<br />
Iremos, nada más, al incidente de Porky porque<br />
resulta sintomático de los males que se desataron<br />
en Malanga, de los cuales culparemos siempre a<br />
las malas lenguas y a la mala leche de los otros,<br />
porque sepa usted que siempre el otro es el malo.<br />
Esto es una premisa universal infalible, a pesar<br />
de lo falaz. Porque otros factores como la<br />
desigualdad, la brecha <strong>digital</strong>, el sabotaje en la<br />
salud pública son temas que no han de abordarse<br />
285
jamás, so pena de ser considerado antipatriota,<br />
filibustero, gato negro.<br />
Que, de los huevos, la oligarquía tiene agarrada<br />
a la mentalidad popular, no lo dude. Así que, si<br />
pone un pie en Malanga, no sea bruto: siga el<br />
juego <strong>del</strong> mundo rosa: diga que ha pisado el<br />
paraíso.<br />
No tome, lector, esto como una confesión<br />
porque no lo es. Nada hay puro en este mundo y,<br />
mucho menos, la destilación <strong>del</strong> odio. Esta voz<br />
que hace el paréntesis no representa, aclaro, a<br />
nadie.<br />
Es nada más la filtración <strong>del</strong> cinismo que nos<br />
fue permeando la conciencia para hacer<br />
soportable ante el espejo aquella monstruosidad<br />
hacia la que hemos ido derivando.<br />
286
LA MUTUA SOSPECHA NUNCA<br />
ACABA
ESTO HUELE A SANATORIO<br />
—Todos quieren ser ángeles y se enfadan<br />
conmigo. Por eso, es que no doy la cara.<br />
Exponerse a una vorágine no es inteligente. En<br />
todo caso, no soy peor que Alejandra Arenas que<br />
informa o desinforma según le venga el pago.<br />
Yo, lo que hago es escarbar la mugre <strong>del</strong><br />
personaje. Nada cuesta admitir que todos<br />
tenemos lados oscuros. Tenemos miedo <strong>del</strong> otro,<br />
pero es increíble que confiemos, tan a ciegas, en<br />
nuestros propios demonios. Claro, el autoengaño<br />
es toda una cultura, que sirve para que la<br />
conciencia duerma sin dimensionar la naturaleza<br />
de nuestros actos o la pérdida fácil de nuestra<br />
dignidad.<br />
Me entero por Isabel de la muerte de estos<br />
hermanos Valverde y puedo decir que no estaba<br />
en mi <strong>trama</strong> que cayeran. Hay cosas que escapan<br />
al destino y el narrador es un constructor de<br />
destinos, pero no siempre le alcanza la lengua<br />
para tanto. Por eso es que se enojan conmigo.<br />
Ellos creen que ellos son lo que yo quiera y nada<br />
más.<br />
No es así. Lo <strong>del</strong> libre albedrío debe ser algo<br />
más que un discursillo de la religiosidad, pero no<br />
pasa cuando te resignas. Que cada uno acepte o<br />
289
no su rol, determina que se sienta amarrado,<br />
jodido.<br />
Yo pienso que, por vivir un rol que les da<br />
determinada satisfacción, han optado por<br />
traicionarse. Cada uno quiere una forma de vida<br />
que le dé prestigio, tanto por su ejercicio<br />
profesional como por su roce social y por su<br />
poder de compra. Somos lo que el otro mira, lo<br />
que el otro escucha de nosotros, la casa que<br />
habitamos.<br />
Bueno, si después de eso alguien les cuestiona<br />
que siguen siendo por dentro seres<br />
contradictorios, llega el enfado. No importa si los<br />
estoy parodiando o hablando en serio, no. <strong>La</strong><br />
fragilidad que sufren es por saber que han hecho<br />
de su fracaso interior, una marioneta de victoria y<br />
que esta sociedad tan proclive al autobombo de<br />
nombrarse liberal, es una fábrica de lambiscones.<br />
No creo ya que me dé tiempo de hablar con<br />
Noemi a fondo. Sé bien que no va a aceptar<br />
cuestionamientos ni bofetadas a la conciencia.<br />
Todos saben que ando por allí, pero lo normal es<br />
que no quieran confesarse y no me importa. Nada<br />
más lejos de mí que pretender salvar a nadie de sí<br />
mismo.<br />
Yo sé que algunos de ellos me están buscando,<br />
pero con malas intenciones. Aunque la verdad, la<br />
290
ebeldía debe tasarse como algo positivo, ése<br />
podría ser mi fin. Un narrador que no controla a<br />
sus marionetas deja la obra trunca y no importa el<br />
motivo: o está muerto o es tan imbécil que<br />
abandona.<br />
He querido salvarme de ser todopoderoso. Por<br />
eso suprimí de la narrativa la muerte de Espacio,<br />
uno de los secuaces de Pocalengua. El caso estaba<br />
cargado de malaleche y una noche que este<br />
hombre sale a correr por su barrio, se degüella<br />
accidentalmente con uno de cables de los postes<br />
eléctricos que se incrustan en diagonal contra el<br />
suelo, como haciendo tierra. Es una estructura tan<br />
dura que ha sido como una cuchilla sobre el<br />
cuello. El hombre muere desangrado.<br />
Bueno, yo con mi natural benevolencia, suprimí<br />
la escena con la esperanza de que siga vivo en<br />
alguna parte. Eso evidencia que soy magnánimo.<br />
Igual que hice con Mercedes, a la que me negué<br />
a construir un destino. Que lo haga sola y, si<br />
gusta, luego me lo cuente.<br />
—Puede pasar, señor Vivas— me indica<br />
Marina.<br />
Me levanto y un minuto después estoy sentado<br />
frente a Petra. Se quita los anteojos y me espeta:<br />
—¿Qué le pasa, Vivas? ¿Otra vez hablando<br />
solo?<br />
291
Me quedo estupefacto y, por pudor, niego con<br />
la cabeza.<br />
292
CORTÁTE LA LENGUA, KOKI<br />
Los cuatro meses de cierre fueron para Jorge un<br />
martirio. No por cosa de ingreso, sino por abulia.<br />
Se levantaba temprano para nada. Abría la puerta<br />
principal sólo para ver cúmulos de tierra por<br />
doquier y el polvo que se levantaba en el verano.<br />
Fue esa sensación de estancamiento lo que llevo<br />
a salir de la capital, rumbo a Playa Humo.<br />
Allí no se sintió bien con la realidad miserable<br />
inmediata que era toda la zona y en cosa de cuatro<br />
días, estaba cancelando el resto de la gira. Visitó<br />
lo que fue la casa de sus padres en Valle Muerto,<br />
pero al llegar se encontró el lugar tan abandonado<br />
que no pensó ni un segundo en habitarlo.<br />
Se refugió en un hotelillo barato de aguas<br />
termales que era tranquilo pasadas las nueve de la<br />
noche. De día, era otra cosa: un gentío desastroso,<br />
chillón, capaz de meterse a los restaurantes<br />
destilando aguas no precisables desde los<br />
pantaloncillos, chicos corriendo<br />
atropelladamente y una supuesta flora selvática<br />
que parecía ser artificial.<br />
Decide pues mirar televisión y, durante un mes,<br />
sale <strong>del</strong> cuarto a horas de comida nada más.<br />
Luego duerme como un sapo bajo la nieve: casi<br />
muerto.<br />
293
Ha de ser desde esas vacaciones que se le desata<br />
esa enfermedad metabólica que lo hace sentirse<br />
indigesto todo el tiempo y le dispara la presión<br />
arterial. Se acostumbra a hacer siestas a deshoras<br />
y de tal manera, algunas veces se desaparece <strong>del</strong><br />
mostrador de Ranas Rojas para dormitar en su<br />
apartamento.<br />
Eso no hará, sin embargo, mella alguna en su<br />
convencimiento de que los matasanos son<br />
peligrosos y que, si uno no quiere acortar la vida,<br />
debe evitar hacer filas en la clínica para que lo<br />
atiendan. A punta de brebajes y sales, daba por<br />
atendida la salud.<br />
Fue Jorge justamente el que observó que el<br />
vínculo que atraviesa la <strong>trama</strong>, aunque no lo<br />
mencionase el narrador, era el vendedor de lo<br />
lotería.<br />
Como pago a la intermediación de Policarpo<br />
para conseguir que Ranas fuese un salón turístico<br />
con venta de licor las veinticuatro horas, se lo<br />
dijo, en un cuchicheo de veinte segundos.<br />
—Es el mono que une el relato.<br />
Y Poli sonrió como si su papá se hubiese roto<br />
un diente. Cabrón más malo.<br />
294
MIGUELITO ES MI GURÚ DEL<br />
SUBCONSCIENTE<br />
—Saber que uno cuenta una historia, pero es<br />
manoseada por un equipo editorial, un filólogo,<br />
un editor, un lector que opina es desconsolador.<br />
¿Qué tal si intervienen y suprimen o modifican la<br />
historia? Ahora hay gente que se siente satisfecha<br />
por publicar en monstruos <strong>del</strong> mercado <strong>digital</strong>,<br />
aunque estos se reserven el derecho de manosear<br />
el texto para convertirlo en una mercancía eficaz.<br />
Claro, lo que pasa es que uno es soberbio.<br />
Posiblemente, otros piensen en el chance de<br />
recibir un poco de éxito y no en cuidar su ego.<br />
Será por eso que me desdoblo en una serie de<br />
seres enfermizos que me descalifican: sé que es<br />
una jugarreta mía para bajarme los humos, pero<br />
el hecho literario que dejo permanece intacto. Lo<br />
blindo de casi todo manoseo, aunque me doy el<br />
tupé de escuchar consejos que voy a acatar con<br />
disimulo. Y sí, contrato un filólogo porque en<br />
algún momento se me quemó un fusible y toda la<br />
gramática aprendida se trastocó hasta el exceso.<br />
Entonces, necesito un moderador, ¿sabés?<br />
Estaba en esa hora <strong>del</strong> sueño cuando el cuerpo<br />
se distiende y uno se siente pesado y como si<br />
fuese hecho de goma. El lugar era la oficina de<br />
Petra, pero era increíblemente azul y el ratón<br />
295
Miguelito.emanaba unas aureolas verdes de luz<br />
que, al desprenderse de su cuerpo, crecían como<br />
si se dispersaran. Tardé un buen rato en entender<br />
que eso era telequinesis.<br />
Luego de la muerte de Lucas, —cosa que cuento<br />
en otra página o novela, ya no recuerdo—Petra<br />
dijo haber comprado a Miguelito en redes, es un<br />
dios rata de la India. Para perderle el miedo, hace<br />
rato que le llamo Migue.<br />
Miguelito hablaba conmigo sin sonido alguno.<br />
—¿Para qué me decís eso? ¿Vos creés que no te<br />
conozco? Yo te publiqué cuando nadie te daba<br />
pelota, huevón.<br />
—Bueno, es que mis creaciones a veces<br />
confabulan demasiado. Me parece que <strong>trama</strong>n un<br />
golpe de Estado. Ese sujeto, Déxter, es un<br />
carnicero. En la de menos, me zafa la tabla y se<br />
queda él con la autoría.<br />
Aparte, todo salió mal. Vos no me publicaste.<br />
Tuve que robar un camión de chanchos y<br />
venderlo para publicar Malanga.<br />
—¿Te han dicho que sós el más patético de<br />
todos los monos?<br />
—Ajá, ¿y…?<br />
296
—Nada, que no podés perder la perspectiva de<br />
que vos estás fuera de la historia. Cada vez que<br />
entrás a averiguar la vida de otros, la cagás.<br />
Sembrás la histeria y distorsionás su ecosistema.<br />
Dejálos ser. Si Déxter pensase matarte, va y te<br />
<strong>del</strong>ata y no te salva ni el Padre Pío.<br />
—Ah, vos también seguís con mi joda sobre la<br />
gallinicidad, ¿no? Estás lucrando de mi estupidez,<br />
cabrón.<br />
—¡Qué bueno saber que me pagarás algo! —<br />
dice el ratón Miguelito, reencarnación lacaniana<br />
de Lucas Lucifer... — Que yo sepa de Malanga<br />
no me llegó ni un peso…<br />
—Seguro lo deposité en tu cuenta y no recuerdo<br />
¿Cómo vas a reclamarme algo si por rata casi<br />
quebrás la editorial? Si no aparece Petra, nos<br />
vamos al carajo.<br />
—Petra también es un síntoma, cabrón. Tomáte<br />
los antidepresivos y volvé a la realidad. Lo que he<br />
querido hacerte ver es que en Déxter tal vez has<br />
creado un elemento destructor. Tenéle cuidado a<br />
cualquier puñalada. Si él decide destruirte, no lo<br />
detenés ni cerrando de repente el relato. ¿Está<br />
claro?<br />
—Me alegra saber que los otros son los malos,<br />
297
¿sabés? Toda esa escoria narrativa nada tiene<br />
que ver conmigo. Soy un ente purificado, de otra<br />
dimensión.<br />
—Lo que pasa es que los seres humanos<br />
tenemos mucho de caricatura. Ni mejor, ni peor<br />
que nadie.Ni siquiera menos peligroso. ¿Acaso<br />
las palabras no son armas? En tu caso, dejarte<br />
escribir es como darle una metralleta a un<br />
chimpancé. Una desgracia.<br />
—Mirá, Lucas/Miguelito. Te estás pasando.<br />
Mejor dejáte de joder la vida y ayudá con la<br />
suerte. Necesito que estas carajadas se<br />
estructuren bien y que le dejen al lector algo más<br />
que tiempo perdido.<br />
Y a mí, las deudas en cero. ¿Vos sabés que a<br />
veces se me quiere quebrar la voluntad y mandar<br />
los escritos al mercado internacional, donde tanta<br />
basura se publica? Ya decía Quevedo: “Poderoso<br />
caballero es don Dinero”.<br />
Miguelito no me respeta en nada y se suelta con<br />
la misma crueldad que lo hacía el finado Lucas.<br />
Estoy seguro de que ese muñeco no es comprado<br />
en la red: Petra lo hizo con las cenizas <strong>del</strong> Luci.<br />
—Sós el rey de los jetones. Vos mandás eso a<br />
cualquier parte y te demandan por cochino. Tu<br />
escritura disfraza de humor las cosas que, en lo<br />
cotidiano, queremos que sean invisibles. Decíme<br />
298
de qué sirve eso. Mejor dormíte a fondo, cómo te<br />
gusta. Como si cayeras en un pozo negro donde<br />
la penumbra nunca cesa. Tal vez hallés en el<br />
sueño el sentido de las cosas.<br />
En ese mismo instante, la luminosidad amarilla<br />
de Miguelito cesa y se apaga. Lo siguiente es<br />
penumbra húmeda propia de un lugar inhabitado,<br />
casi diría que inexistente.<br />
Ha dado en el clavo con decir sueño. Allí<br />
mismo, en el sillón de visitas de la oficina de<br />
Petra, caigo como un ladrillo.<br />
Al poco rato, estoy roncando a puro gruñido.<br />
Cosa de la rinitis, babosos.<br />
299
UN MITO QUE SE MARCHA A<br />
CORRER MUNDO<br />
—Venga acá, don Pedro. Tenemos que hablar.<br />
Siéntese.<br />
—Dígame, don Jorge.<br />
—Luis, traénos dos Gallinero.<br />
Algo me veía venir. Son malas noticias.<br />
—<strong>La</strong> gente cree que usted es pésimo cantante.<br />
No podemos sostenerlo acá.<br />
Doña Aurora, la cocinera, paraba la oreja<br />
mientras fingía que limpiaba la barra.<br />
—Pues su local siempre está lleno.<br />
—Es por la comida; usted lo sabe.<br />
—Pero me va a liquidar con todos mis derechos.<br />
—¿Derechos…? Usted no es empleado mío. Si<br />
quiere, se dedica a cuidar coches en el patio, a la<br />
libre, para que no se muera de hambre.<br />
Tipo maldito este Koki. Ya casi tres años que<br />
soy la estrella <strong>del</strong> lugar y ahora me sale con esto.<br />
Si pudiese tomar venganza, lo haría. Lo que pasa<br />
es que no vale la pena purgar cárcel por cortarle<br />
el pescuezo.<br />
301
302<br />
—¿Usted ha oído hablar de Luis Miguel?<br />
—El carajillo de moda, sí.<br />
—Pues fíjese que un intelectual mexicano, muy<br />
prestigiado, lo acusa de no saber vocalizar.<br />
Imagínese lo que diría de usted. De hecho, tengo<br />
tres clientes que han empezado a sufrir de<br />
insomnio. No me han dicho que sea por venir a<br />
escucharle, pero empiezo a sospechar.<br />
—Mire, Jorge. Yo sé de mi oficio y usted <strong>del</strong><br />
suyo. No creo que pueda entender de arte alguno.<br />
Vamos a hacer esto: déme sesenta mil pesos, de<br />
aquí a quince días o lo llevo al Ministerio de<br />
Trabajo, y acaso más…<br />
—¿Quién se ha creído, Pedro? Ya sabe dónde<br />
está la puerta. Ni se le ocurra asomarse.<br />
Estoy fregado. Sé que este desgraciado es<br />
amigo de un diputado. Si me meto contra él, no<br />
me darán pelota. Lo mejor es que guarde mis<br />
coletos y me largue. Antes, me llevaré algo para<br />
el camino.<br />
—Voy a recoger mis cosas. No olvide que<br />
vendré a cobrar y hablo en serio.<br />
Me levanté y dejé a medio consumir la cerveza.<br />
Por el espejo, pude mirar a doña Aurora y a<br />
Luisillo algo compungidos y cuchicheando, en el<br />
fondo. Recogí la chaqueta y la cerveza y cuatro
olsas de papas tostadas. Los perros movieron al<br />
unísono las colas cuando pasé junto a ellos. Quise<br />
dar un portazo, pero las puertas estaban trabadas<br />
con candado al marco de la pared.<br />
Me fui rumiando venganza y convencido de<br />
tener que migrar a México, porque el talento<br />
nacional acá siempre es menospreciado.<br />
Debería cambiar de nombre y de estilo. Allá es<br />
ley tener rancheras en el repertorio. Y<br />
conseguirme un par de ponchos.<br />
Antes, si logro elucubrar algo, tomaré<br />
venganza.<br />
303
ISABEL, QUE NUNCA SALE DEL<br />
POZO<br />
“<strong>La</strong> verdad, mi economía es un desastre. Sigo con<br />
las tarjetas al tope, pagando una con la otra, y<br />
estirando el estilo de vida. Me parece que es una<br />
inversión que, tarde o temprano, dará frutos. Ya<br />
quiero yo salir de esa oficina <strong>del</strong> viejo acosador<br />
de mi jefe y, entonces, lo voy a denunciar. Por<br />
ahora, las condiciones y las facturas mandan.<br />
Ni yo pienso casarme ni Nico me lo propone.<br />
Mi mamá está incómoda con esa relación y se<br />
huele que algo sucio trae entre manos. Otra<br />
familia, no. Es que tiene muchos intereses y<br />
alguno de ellos, peligroso.<br />
Procuro llevarme muy bien con Noemi. Es claro<br />
que ella tiene el poder y yo elijo la función de<br />
acólita, pero es el contacto que necesito.<br />
Ya sea que su marido logre la candidatura y la<br />
presidencia, o nada más le den un hueso de<br />
ministro, todo en Malanga es asunto de palancas.<br />
Por eso gasto en ropa, en un carro bien cuidado,<br />
en el spa, en el gym. Es decir, me rozo<br />
convenientemente.<br />
Hablando de ella, ¡qué papel le toca! Ser mujer<br />
de un presuntuoso es el precio de medrar. Ella no<br />
es culta, pero es aparente. Y a cambio, soporta las<br />
305
orracheras de Policarpo y su total infi<strong>del</strong>idad. Lo<br />
peor, en su propia cara. El tipo se limita a darle<br />
pretextos de trabajo, sin que llegue a interesarle<br />
un pepino que su mujer le crea.<br />
Ella dice que un bofetón no es violencia. Que a<br />
veces ella hace algo malo y se merece una<br />
bofetada. Yo imagino que quién agrede no se<br />
detiene en la mejilla, pero nadie salva a otro de su<br />
infierno.<br />
¿Cómo arrastrar a un resignado si él opone su<br />
peso de forma equivocada?<br />
A veces, me siento fatigada. Eso que no estoy<br />
vieja, pero llevar una vida que todos los días tiene<br />
algo que hacer —entre el trabajo y la vida<br />
social— saca canas verdes. Amanece y uno, para<br />
despegarse de la cama, necesita despegarse con<br />
una espátula.<br />
Ojo, ya todo Malanga sabe <strong>del</strong> narrador, ese<br />
<strong>del</strong>incuente. Primero nos llegó el rumor de que<br />
nos había difamado a futuro. Eso nunca lo<br />
entendimos, pero nos daba la pista de su mala<br />
voluntad. Parece que anda tejiendo destinos a<br />
capricho o eso cree él. Es un irresponsable que<br />
vive de desacreditarlo todo: a las personas, la<br />
ciudad, nuestra identidad.<br />
No sé cuál es su nombre, solamente que es un<br />
orate. Cualquiera sabe que las máscaras en la<br />
306
sociedad son necesarias. A nadie le importa quién<br />
soy, sino quién represento ser. Esas<br />
codificaciones son las que permiten establecer<br />
aliados y enemigos. Y también traidores.<br />
Alejandra anunció, hace unos días, la existencia<br />
<strong>del</strong> narrador en <strong>La</strong> batalla de la moral. Lo<br />
conminó a dar la cara y de ninguna manera dio<br />
respuesta. Entiendo que piensa agarrarlo como<br />
tema hasta torcerle el brazo, ya sea encarándolo o<br />
denigrándolo.<br />
Ojo por ojo. Porque eso es lo que ese infeliz nos<br />
hace a todos los ciudadanos. Ya escuché que a<br />
todos nos mete en el desmadre y en el <strong>del</strong>ito.<br />
Todos somos cascos ligeros y todos nos<br />
vendemos y apuñalamos, con tanto fervor que<br />
esto es una contentera.<br />
Ahora, debo dejar claro que Alejandra es<br />
peligrosa. Es dogmática y un tanto tonta. O es su<br />
papel. Así son los dueños de la moral: cajoneros,<br />
cuadrados. Yo me pregunto si ese rol lo escoge<br />
por convicción o porque tuerce brazos y deja<br />
dinero señalar la mierda en el otro. En todos los<br />
otros.<br />
Afortunadamente, las instituciones nacionales<br />
son, entre sí, complacientes. Casi nunca veremos<br />
una voz como la <strong>del</strong> narrador que le levanta los<br />
chingos a la historia malanga para dejarnos a<br />
307
todos en ridículo ejercer desde los puestos de<br />
poder. Tal parece que algunos mundos, como el<br />
de las ciencias sociales, muchas veces tienen más<br />
de vida chic que de profundidad.<br />
Lo digo porque eso es lo que pasa a cada rato en<br />
mi trabajo. Auditorios llenos, canapés,<br />
champagne y profesionales que, como yo, estiran<br />
su ingreso para vestir bien y verse exitosos.<br />
Algunos hasta creen pertenecer a la clase política,<br />
pero no debemos engañarnos tanto: estamos en la<br />
periferia y somos el servicio.<br />
Nada más.<br />
Yo creo que esto está por estallar. Quizás sea<br />
porque el referéndum sobre libre comercio está<br />
tomando color de hormiga. Hay acoso laboral,<br />
estigma, disensos que se resuelven en insultos y<br />
un par de veces, en balazos.<br />
Por eso digo que el narrador es un maldito y no<br />
ayuda. Me di cuenta de que, de mí, habla pestes.<br />
Casi que me acusa de facilona, de frívola y de<br />
mano ligera. Ya quisiera yo que Nico lo ponga en<br />
su lugar. O lo haremos entre todos”.<br />
—Má, préstame plata para cargar diésel. No<br />
encuentro mi tarjeta.<br />
308
OTRO ELEMENTO SOCIAL QUE<br />
SE APUNTA EN LA VENGANZA<br />
Yorki fue de los primeros en escuchar el<br />
descontento que rodeaba al viejo chancero. No<br />
obstante, se resistía a creer que ese viejo, tan<br />
chusma como él, fuese capaz de articular una<br />
<strong>trama</strong> de mentiras que estaba pringando de drogas<br />
e ilícito a medio mundo.<br />
Cuando pasó por el bar de Koki, Ale estaba en<br />
la barra despachándose un burrito y los últimos<br />
sorbos de una Gallinero. Mientras compraba<br />
cigarros sueltos oyó decir:<br />
—Vas a ver que le corrigen la plana. A ese<br />
chismoso lo paran hoy.<br />
Luego, en la calle, conforme transaba por los<br />
barrios, supo la hora exacta y lugar de la<br />
intervención que le harían a Porky. Tampoco<br />
prestó atención demasiada a esto, pero el dato se<br />
le quedó cruzado en la cabeza.<br />
Cuando llegó al destartalado hogar, sus<br />
hermanos aún no regresaban. Durmió un ratito y,<br />
tan pronto se incorporó <strong>del</strong> muladar que era su<br />
cama, fue a lavarse la cara. Dos veces. Y se<br />
encajó encima un chorro de colonia barata hasta<br />
empapar su camisa.<br />
309
Al salir, recogió de la mesita de la sala una<br />
cuchilla hechiza, de las que el grupo familiar<br />
utiliza para trabajar. <strong>La</strong> escondió bajo el cinturón.<br />
Cuando llegó la hora, estaba mirando<br />
ventanales en el centro comercial más grande de<br />
los barrios <strong>del</strong> sur. Como nadie pagó por la pauta,<br />
averigüen ustedes cuál es: ése donde siempre hay<br />
coches tachados y dueños que bufan de la<br />
frustración.<br />
Dejó pasar veinte minutos y a pie se dirigió al<br />
Parque de las Semillas Yermas con el paso<br />
acelerado que era su impronta. Se dobló<br />
ligeramente un tobillo contra una de tantas aceras<br />
quebradas, pero mantuvo el paso.<br />
El Parque de las Semillas Yermas es un puto<br />
planché de concreto todo quebradizo y lleno de<br />
zacatillo que nace entre las grietas. Así que el<br />
nombre pomposo sólo hace referencia a un lugar<br />
olvidado, otro más de los que en la ciudad<br />
abundan. Está a unos meses de ser un lote baldío.<br />
Cuando Yorki llegó al lugar, había una<br />
multitud. Quizá cincuenta o hasta cien personas.<br />
Algunas con máscaras o capirotes, otras<br />
desprotegidas. Todas pateando y golpeando en<br />
torno a algo que no alcanza a ver.<br />
Yorki vio un par de viejas que lloraban sobre la<br />
acera, sentadas al borde <strong>del</strong> caño. Luego levantó<br />
310
la cabeza, contagiado por la vorágine <strong>del</strong><br />
momento y mientras se abría paso, ni siquiera se<br />
puso a valorar que destruiría a un mensajero clave<br />
en su negocio.<br />
Supo capear los movimientos endógenos de la<br />
turba y llegar hasta la víctima. Dejó que la inercia<br />
le llevase junto a él. Sacó la cuchilla y le pegó dos<br />
filazos en el vientre.<br />
—Me libro <strong>del</strong> vicio y de vos— susurró.<br />
<strong>La</strong> mano estaba ensangrentada, pero le fue fácil<br />
limpiarse el exceso sobre la ropa de otros<br />
agresores enardecidos. Luego regreso a casa; se<br />
quedó despierto y esperó las noticias.<br />
Sus hermanos regresaron al hogar antes de que<br />
pasaran el suceso, minutos antes de medianoche.<br />
—<strong>La</strong> gente está loca— les dijo. Malanga está<br />
llena de salvajes.<br />
311
LA EJECUTIVA DAMA DE LAS<br />
PELUCAS<br />
—Lo tenemos— me dijo una voz anónima. Cruza<br />
el Parque de las Semillas Yermas todos los días a<br />
las ocho de la noche. Estoy hay que resolverlo<br />
entre todos. Vamos a pararlo esta misma noche.<br />
Por unos minutos tuve un frío que me calaba<br />
hondo. Pensé en el desastre que dejan a su paso<br />
las hordas airadas, las hogueras. Sin embargo,<br />
uno no se escapa de esas cosas. <strong>La</strong> deslealtad te<br />
convierte en la siguiente víctima.<br />
Además, me estaba dañando el prestigio en<br />
serio. Ya había gente en la calle que comentaba<br />
en los cafetines que yo me dedicaba al chantaje,<br />
que le cubría trapos sucios a mis clientes, que<br />
tenía más de lo que merecía.<br />
Es decir, me acusaban de enriquecimiento<br />
ilícito, pero aún nadie ponía la denuncia.<br />
—Yo no puedo ir, pero mandaré un par de<br />
chavalos— recuerdo que dije. Y se me vino el<br />
hielo que he contado. Tuve que tragarme un<br />
whisky doble para que el alma me regresara al<br />
cuerpo.<br />
Recordé que, a la mañana siguiente, <strong>La</strong> batalla<br />
de la moral tendría como invitado a don<br />
313
Policarpo, ya para ese momento, mi amigo. Venía<br />
a promover su plan de reforma <strong>del</strong> Estado y a<br />
desplegar su consabida retahíla sobre ética. Yo no<br />
tenía nada preparado, pero sería fácil dejarlo<br />
discurrir sobre lo que le diera en gana. Me<br />
limitaría a darle algunos pies para que escogiera<br />
el camino que le fuese agradable.<br />
Don Poli estaba en campaña. Siempre lo estuvo.<br />
De hecho, no sólo me pagaba la cuota de silencio,<br />
sino me regalaba relojes y cuadros como<br />
agradecimiento por ser su relacionista pública no<br />
oficial.<br />
Iba a acostarme temprano para llegar<br />
descansada. No obstante, el televisor se quedó<br />
encendido todavía. Yo duermo, no con música de<br />
fondo, sino con pelis de acción que, aunque no las<br />
mire, me relajan.<br />
Pasaban el noticiero de las diez cuando me<br />
desperté para orinar.<br />
Había ocurrido el primer linchamiento.<br />
Pensamos que habíamos asegurado de alguna<br />
forma la paz.<br />
314
EL CIELO ES ROJO DE<br />
MADRUGADA<br />
Aún no amanece, pero contra el fondo de la<br />
noche, las llamas <strong>del</strong> fuego son un espectáculo<br />
impresionante. Para algunos, aterrador. En mi<br />
caso, me resulta estimulante. He visto varios<br />
hombres que ametrallan la fachada de Ranas<br />
Rojas sin razón alguna y también, a uno de ellos,<br />
derramar combustible en las zonas de madera.<br />
Luego, ha prendido un trozo de manta que hace<br />
arrojar sobre el territorio.<br />
El resultado es esto. En dieciocho minutos,<br />
Ranas Rojas no va más y su dueño es llevado de<br />
emergencia al Hospital de la Luna. Tiene varias<br />
quemaduras de segundo grado en los brazos y ha<br />
inhalado bastante humo, pero saldrá con vida de<br />
este trance.<br />
Afortunadamente, se dice que el local tiene<br />
seguro.<br />
Eso creíamos. Porque ninguna corporación va a<br />
pagar un seguro a narcotraficantes. Se ha<br />
encontrado en el lugar, tras un puñado de cajas de<br />
cerveza, múltiples cajas de polvo blanco con el<br />
logo <strong>del</strong> sombrerito con gafas. A más de uno se le<br />
ha paradoel pelo de pensar que este buen hombre<br />
fuese el cabecilla de una red de peligro.<br />
315
Algunos quieren embarrar al señor diputado<br />
Pocalengua, que solía socializar acá. Se<br />
equivocan, el famoso Jefe venía por jovencitas o<br />
chicas de oficio. Se pegó varias borracheras, eso<br />
sí. No obstante, andaba con su cuerpo de<br />
seguridad y su<br />
chofer, quienes —un par de veces, lo menos—<br />
ؙlosacaron en andas y sin sentido para tirarlo, aún<br />
maltrecho, frente a las hermosas piernas de doña<br />
Noemi, en las alfombras, junto al sofá.<br />
Ella lo dejaba pernoctar allí y, al día siguiente,<br />
no le dirigía la palabra. Cosas de códigos de<br />
venganza.<br />
No hay mucho que decir. Se nos ha derrumbado<br />
un ídolo, un hombre trabajador que se hizo a sí<br />
mismo.<br />
Los rumores ya andan ligando esto con la<br />
aprobación <strong>del</strong> TLC, pero no es cierto. <strong>La</strong> rabia<br />
que dejó ese oprobio es mucho más extensa, pero<br />
más discreta e imborrable.<br />
Lo que pasa acá es que posiblemente en la droga<br />
haya demasiada competencia.<br />
Ellos juegan al exterminio mutuamente.<br />
No se extrañe, lector, de encontrar que nos<br />
vamos pareciendo a esos Estados fallidos, donde<br />
316
día a día el sicariato se vuelve profesión de<br />
jóvenes.<br />
317
LOS ANTIHÉROES DIALOGAN<br />
EN LA NIEBLA DEL DESPACHO<br />
—Se nos fue la mano, Poli. Había que mandar el<br />
mensaje sin llegar a dejar a la policía<br />
alborotada— Ale, a pierna cruzada frente al<br />
escritorio de Poli.<br />
—<strong>La</strong> cagamos, Ale. Ahora van a decir que<br />
andan paramilitares por acá y van a buscar en<br />
todo lado. Ya sabés, de esto nunca hablamos.<br />
—Pues yo creo que Porky era el de los chismes,<br />
el que nos estaba jodiendo la vida. Ha sido una<br />
medida profiláctica—. Noemi, que está mirando<br />
desde el balcón hacia la calle lateral <strong>del</strong><br />
Congreso, donde van subiendo manifestantes.<br />
—Hoy me tocan los toros— dice Policarpo—.<br />
Me toca salir a vacilarlos un rato. Ahora, al<br />
mediodía bajo a sosegarlos.<br />
<strong>La</strong> conserje anda con su plumero sacudiendo el<br />
polvo de todo el mobiliario, pero esto no les<br />
preocupa. Los tres acostumbran mirar a la<br />
servidumbre despectivamente y, por lo tanto, no<br />
les resulta amenaza.<br />
—Ya he decidido pedirle a la diputada<br />
Aguacate que vote el TLC a favor. Eso terminará<br />
con esta payasada. Por ahora les diré que, cuando<br />
319
yo sea presidente, renegociamos todo. Casi que<br />
un total chantaje, ¿no?<br />
—Así me gusta. Sacar provecho de cada<br />
pellizco, pescar en la zozobra. Hay que saber leer<br />
los tiempos que corren. Por cierto, qué cagada<br />
para todos: nos quedamos sin chancero. Hay que<br />
regar la bola a ver quién viene.<br />
—Yo creo que todavía nos faltan sacrificios. No<br />
hay que dejar huella que nos meta en problemas.<br />
Luego cambiaremos la logística totalmente.<br />
Por cierto, no fui yo quien ordenó quemar Ranas<br />
Rojas. Si allí había algo que borrar, no lo había<br />
pensado todavía.<br />
—Oye, ¿no tenés por ahí papitas tostadas de<br />
nuestro patrocinador? — Ale, toda sonrisa, tan de<br />
costumbre malvada mujer de negocios,<br />
aprovecha el fin de esta secuencia para meter el<br />
spot.<br />
320
EL JOVEN FELIPE NO SABE DE<br />
QUÉ HABLA<br />
El mismo fin de semana que mataron a palos a ese<br />
chancero apodado Porky fue el referéndum <strong>del</strong><br />
TLC. Nos apostábamos los guías a las orillas de<br />
los centros de votación para que los fiscales nos<br />
diesen datos. Nos sentíamos victoriosos, aunque<br />
yo no pude votar porque me faltaba un año para<br />
la mayoría de edad.<br />
Iba, supuestamente, ganando el No. Durante<br />
semanas, los dirigentes hicieron reuniones<br />
comunales, activismo, mítines, tocaron puerta por<br />
puerta, se desvelaron. Creímos que la gente había<br />
entendido y nos sentíamos identificados en el<br />
entorno.<br />
Además, la mayoría de miembros de mesa de<br />
nuestro movimiento nos daba cifras alentadoras.<br />
En muchas mesas, barríamos por veinte o<br />
cuarenta votos. No obstante, en mesas donde no<br />
alcanzamos a tener fiscal, la cosa se presentaba<br />
distinta. Por ejemplo, trescientos votos para el Sí;<br />
para nosotros, diez.<br />
No obstante, sabíamos que el gran<br />
empresariado se había quitado la máscara y<br />
apelaba a técnicas fascistas. Desde la amenaza de<br />
perder el empleo, cuyo summum era entrar en<br />
321
listas negras, a la hostilidad entre familiares y<br />
entre el vecindario. <strong>La</strong> idea central parecía<br />
resumirse en “si no estás conmigo, eres mi<br />
enemigo”.<br />
Es decir, ya éramos otros. El resentimiento<br />
contenido, al fin se concretaba. Se odiaba a los<br />
<strong>del</strong> otro partido. Se odiaba al que opinaba. Todo<br />
disenso era comunista en un país donde la<br />
oligarquía nos adoctrinó para odiar el<br />
pensamiento social. Algunas veces, a un militante<br />
<strong>del</strong> No se le negaba la atención en los comercios,<br />
cuyos dueños eran estos ficticios demócratas.<br />
Recuerdo que hubo hasta un documento que<br />
comentaban azorados mis padres, un tal<br />
memorándum. Gente de la casta que, asesorada<br />
por sus satélites, enunciaba una estrategia de<br />
manipulación colectiva vía miedo. No sé quién la<br />
filtró, pero dio la vuelta por todas partes.<br />
Era un decálogo de cómo mentir y arrinconar.<br />
<strong>La</strong> premisa era no dejar nada a la suerte ni al<br />
sentido común de los ciudadanos. Bombardeo por<br />
todas partes, como Guernica. De eso se encargaba<br />
doña Alejandra y su programa y casi todo el<br />
periodismo malanguense.<br />
Yo creo que, por eso, como un pretexto, algunos<br />
inventaron la existencia de un tal narrador. Yo no<br />
le he visto: es nada más un rumor que corre.<br />
322
<strong>La</strong> cosa es que se salieron con la suya. Casi a la<br />
medianoche, llegó el dato: el Sí tenía un punto y<br />
pico de ventaja. Muchos lloramos y otros nos<br />
emborrachamos con rabia.<br />
Nuestra dirigencia, en un alarde de ingenuidad,<br />
decía que esperásemos. Que todavía faltaba que<br />
se votara en el Congreso. Yo sabía que allí todos<br />
ponen la mano y si la mojan, sirven. Más de un<br />
diputado llega, cuando es electo, en carreta y,<br />
cuando parte, va en carroza.<br />
Eso no lo explican ni los cuentos de hadas.<br />
Ah, y lo peor de esta estúpida jornada cívica:<br />
nos quedó naturalizado el odio. Ahora lo lucimos<br />
por las calles como un perro faldero.<br />
Yo no quiero tomar partido. No veo qué se gana<br />
que no sea estar en las listas negras.<br />
Le voy a pedir que me deje al margen de esta<br />
historia. Si le hago caso a Ud. y me junto con<br />
activistas, me quedo sin chance de nada.<br />
En cambio, espere y verá: voy a ser profesional<br />
y jefe, quizá ministro.<br />
Me guardé todo comentario para no herirlo. Tan<br />
joven este sujeto y desencantado. Será que ha<br />
descubierto que esta sociedad, cuando se le caen<br />
las máscaras, es crueldad pura. <strong>La</strong> barbarie nunca<br />
323
se fue con la llegada de la civilización: solamente<br />
fue maquillaje.<br />
No he querido decirle al carajillo que más<br />
a<strong>del</strong>ante caerá en el bote por pillo y asesino. Es<br />
que es muy duro lo de conocer el futuro. Me he<br />
limitado a decirle que tenga suerte.<br />
Soy un cínico sin remedio.<br />
324
UN FINAL SALPICADO EN<br />
LODOS ROJOS
LLEGANDO A LA ZONA DE<br />
CONFORT<br />
Hemos acordado con Petra financiar con la plata<br />
de Cultura las colecciones pendientes de Comas<br />
Negras. Entretanto voy escribiendo mis obras,<br />
jinetearemos ese fondo para sacar algunas obras<br />
de feminismos, que se venden bien. <strong>La</strong> editorial<br />
me pagará 18 % por derechos de autor y una cuota<br />
mensual <strong>del</strong> préstamo con un interés anual <strong>del</strong><br />
diez por ciento.<br />
Yo estimo que viviré varios años todavía, por lo<br />
cual no me preocupa el estiramiento de la deuda.<br />
Lo veré como un dinero accesorio para ir<br />
viviendo. Y como plus, año con año tendré un<br />
tomo nuevo de mis libros en circulación.<br />
A los dos nos conviene. Eso dinamiza los<br />
dineros, los pone a producir. Ella se quita de<br />
encima a autores majaderos, que pretenden ser<br />
publicados sin poner un peso.<br />
Ni que esto fuese la caridad.<br />
Ha sido gracias a la maña de Isidro que hemos<br />
logrado la aprobación <strong>del</strong> presupuesto para mis<br />
obras. Me ha dado las pautas para llenar el<br />
formulario <strong>del</strong> proyecto qué decir, cuánto<br />
327
extenderme, cómo planificar. Es que Pelapapas<br />
vive de estos subsidios desde años ya.<br />
Para él, es pan comido.<br />
Por cierto, ni se nota la ausencia de Lucas a<br />
estas alturas. He escuchado el rumor de que lo ha<br />
fulminado un cáncer de páncreas en pocas<br />
semanas. No pienso comprobarlo.<br />
<strong>La</strong> cárcel es un lugar que nunca piso.<br />
¿Qué se habrá hecho su socio, el recordado<br />
Eduardo Callejas? Se hizo humo. Tan pronto fue<br />
detenido nuestro editor demoníaco, seguramente<br />
se habrá sentido desligado de responsabilidades<br />
—era uña y carne con el otro— y se largó.<br />
Me recuerda a Rodolfo Cerdeño, quien años<br />
atrás dejó abandonada su utopía literaria para irse<br />
a sembrar maíz o mota, no lo sé, en una montañita<br />
de su país.<br />
El asunto es que todo va cuadrando. Petra se ha<br />
puesto plancha nueva de dientes y hasta se ve con<br />
otra condición social. Yo diría que podría pasar<br />
por profesora universitaria o socia <strong>del</strong> country.<br />
Espero que no se esté pasando por las verijas mi<br />
dinero.<br />
Bueno, el <strong>del</strong> Estado, pero ahora es mío.<br />
328
POLICARPO EN EL CUARTO DE<br />
MÁSCARAS<br />
El TLC se pegó en el Congreso. Falta un voto. No<br />
quiero darlo porque sería <strong>del</strong>atarme: un suicidio<br />
electoral. Sin embargo, el tiempo se acaba y la<br />
izquierda, que me cree uno de ellos, me apalanca<br />
para resistir.<br />
Si me paga la Embajada o el gran capital por<br />
jugar sucio, es cosa mía. Eso no saldrá jamás a la<br />
luz porque no existe: sin evidencias, al que abra<br />
la boca, lo demando. Pero me siento entrampado<br />
en un papel que va contra mi credo. Salgo a la<br />
opinión pública a hablar de ética, privilegios de<br />
los empleados públicos, denuncias, etc. Soy una<br />
caja de sorpresas ante los medios, pero en<br />
realidad, un títere cansado.<br />
El esfuerzo de esta negociación es enorme. Son<br />
cientos de chavalos jalando parejo con la directriz<br />
<strong>del</strong> encargado de negocios <strong>del</strong> norte. Debo<br />
admitir que la agenda es más de ellos que nuestra.<br />
Al final, nos vamos a volver colonia y miles de<br />
negocios malanguenses se irán a la mierda para<br />
que se instalen prósperamente las<br />
transnacionales.<br />
Ya se vio el fenómeno de la venta de las grandes<br />
panificadoras y de la quiebra de algunas. Fue con<br />
329
otro tratado semejante con economías mucho más<br />
poderosas que la nuestra. Antes conseguías veinte<br />
marcas de pan de molde. Ahora hay tres y dos de<br />
ellas son foráneas.<br />
Uno tiene claro eso. No voy a dejarme ir<br />
sentimentalmente. Soy neoliberal, lo mío es la<br />
eficiencia y la eficacia. Es decir, la ganancia <strong>del</strong><br />
productor. Todo lo demás es anécdota.<br />
Tendré que sacar mi as. Hay una diputada de la<br />
juventud que estaba preparando como mi<br />
sucesora en el rol de quintacolumnista en los<br />
movimientos sociales. Lo siento mucho, pero<br />
tendré que sacrificarla. Le daré instrucciones para<br />
que se deje de pendejadas y de repente quiebre el<br />
voto. Eso no le arruinará la carrera. En Malanga,<br />
cambiarse de partido es tan normal como<br />
mudarse la ropa interior.<br />
Supongo que eso costará unos pesos, pero la<br />
embajada <strong>del</strong> imperio puede pagar facturillas.<br />
Cinco millones, diez: no saldrán de mi buchaca.<br />
Lo único que me preocupa es cómo seguir en<br />
boga: lograr que los sectores sociales sigan<br />
creyendo que soy su abanderado. Aplicaré lo de<br />
la navaja de Ockham: la solución fácil. No haré<br />
nada, pero llenaré de palabras la televisión, la<br />
radio, la prensa. Seguiré con mi cháchara crítica,<br />
aunque por dentro, la deteste.<br />
330
“Yo no fui” es la manera más eficaz de<br />
exculparse.<br />
Al rato y las elecciones que vienen, sean las de<br />
mi triunfo.<br />
331
EL IMPOSTOR QUE ANDA POR<br />
DENTRO<br />
En sus horas libres, Déxter repasa sus colecciones<br />
de apuntes, las fotos que toma, los datos de los<br />
sujetos que retrata. Donde encuentra un vacío,<br />
imagina. Donde no hay conexión, la inventa.<br />
Luego saca el mataburros, que abre para<br />
verificar ciertas cosas. Tiene un chorro de errores<br />
que, poco a poco, corrige. Se pregunta cómo<br />
escribiría el narrador determinada <strong>trama</strong>.<br />
Y trata de imitarlo.<br />
En una de ésas, posiblemente decida que<br />
alguien me asesine. Creo que eso fue lo que pasó<br />
con Porky. El imbécil de Déxter pensó que la<br />
ubicuidad <strong>del</strong> vendedor lo hacía el enlace de las<br />
historias, su testigo. Ha intuido que ése era yo y<br />
se equivoca: porque yo muto, soy incorpóreo, me<br />
disfrazo y soy fugaz.<br />
Podría disfrazarme de pared, si me da la gana.<br />
Podría ser un observador en la mente de los otros<br />
y acaso lo he sido.<br />
Lo que no queda claro es cuántas veces la mano<br />
de Déxter ha interferido este texto para que sea lo<br />
que no es.<br />
333
Lo que uno hace es dejar que el azar derive, pero<br />
con cotas. Si ve el caos venir, interviene. <strong>La</strong><br />
incertidumbre puede retorcer los relatos con<br />
resultado desconocido.<br />
Sin embargo, sé muy bien lo que espero de esta<br />
<strong>trama</strong>: preguntas.<br />
334
LA OSADÍA DE ALEJANDRA<br />
ARENAS<br />
Al Policarpo lo tengo por los huevos, casi. Tengo<br />
datos de cómo opera su red en casi todas las<br />
etapas. Han comprado una fábrica en quiebra para<br />
legitimar el dinero. <strong>La</strong> mercancía sale siempre de<br />
noche, pero las modalidades de viaje son<br />
infinitas. En cajas de frutas, de macarrones, en<br />
camiones madereros. Siempre cambian de ruta.<br />
Los que caen y salen en la prensa no son de su<br />
red; son competidores.<br />
Lo que me viene a sugerir que en puestos de<br />
decisión <strong>del</strong> Gobierno ha de haber contactos.<br />
Alguien les da el visto bueno o les avisa <strong>del</strong><br />
camino despejado. Es posible que hasta los<br />
proteja y haga operativos para dejar un corredor<br />
libre para que ellos nunca pierdan. Los seis<br />
milloncitos que le he pedido se quedan cortos.<br />
Esto vale oro.<br />
Me apena la Noemi con su rollo de querer<br />
ascender. Como si no tuviese ya todo lo que<br />
necesita: autos, mansión, fincas, cabinas y hasta<br />
un yate (que todavía no conozco porque no ha<br />
habido chance para que me invite).<br />
Ella sabe que todo tiene un precio. Salir de la<br />
nada, de una barriada <strong>del</strong> sur, para venir a<br />
335
codearse con la gente más frívola le exige a<br />
cambio estar a la par de un orangután, como lo es<br />
su marido. Los escasos episodios de violencia<br />
doméstica —según cuenta ella— los acepta con<br />
un rango de piedad absurdo.<br />
Además, estoy segura de que ella no posee<br />
mayor fe: lo que sucede es que le viene bien el<br />
discurso religioso para tapar su naturaleza de<br />
agazapada, mosca muerta.<br />
He creído ver miradas lascivas de su chofer para<br />
con ella, pero yo, en eso de la seducción, paso de<br />
largo. Lo que no creo es que nunca le haya<br />
encajado los cuernos al marido. Un tipo que la<br />
trata como la mierda y que aparece en casa a<br />
deshoras o no llega. No puedo creerle cuando<br />
dice que no le guarda rencor.<br />
Respecto a esta jovencita, Isabel, no sé bien qué<br />
anda haciendo por acá. Parece que es novia de un<br />
asistente <strong>del</strong> Pocalengua. Mejor dicho, de un<br />
esbirro. Porque en la oficina de este diputado<br />
trabajan seres ignominiosos, que tienen doble<br />
vida; una de ellas en el bajo mundo.<br />
Posiblemente, el diputado, que ya no puede negar<br />
que esta viejo, se esté volviendo celoso, lo cual<br />
me parecería inocuo.<br />
El problema sería otro: que esté tratando de<br />
saber cuánta información es capaz de hacer<br />
336
pública Noemi en nuestras conversaciones.<br />
Cuántas pistas revela, incluso anécdotas. Ya a<br />
estas alturas estará enterado de que le he marcado<br />
la cancha y que pongo los datos bajo llave.<br />
Uno de sus hombres de la oficina estuvo preso<br />
por robo agravado. No hace más de tres años<br />
quedó en libertad. Es posible, creo yo, que esté<br />
vinculado con la muerte de dos ladronzuelos de<br />
apellido Valverde, que acribillaron el mes<br />
anterior en los callejones de barrio Garrobo.<br />
<strong>La</strong> verdad, todo el mundo sabe que tengo plata.<br />
Este oficio deja mucho si se sabe trabajarlo. Yo<br />
no debería meterme en esta aventura porque<br />
sobrepasa los esquemas <strong>del</strong> territorio de la<br />
tranquilidad.<br />
Pero me satisface. Es que soy profesional y eso<br />
me hace sentirlo. Además, si Policarpo es una<br />
mina, ¿para qué clausurarla? Mi ambición es<br />
recompensada en doble vía: prestigio informativo<br />
y dinero efectivo.<br />
Claro, hay que invertir a tiempo. Tendré que<br />
jugármela un poquito si quiero sacarle dinero a<br />
Policarpo sin que me mande un matón. O hacerle<br />
favores. <strong>La</strong> semana entrante lo entrevisto y voy a<br />
jugar con él ese rollo de futuro presidente. Una<br />
cosa por otra: él urge de relaciones públicas. Yo<br />
le blanqueo la imagen y todos ganamos hoy. Uno<br />
337
sabe que esto es un hormiguero, y cualquier día<br />
amanece la ciudad en ruinas.<br />
Será entonces cuando cada uno regrese a su<br />
pueblo, amo y señor de todo lo que haya logrado<br />
usurpar.<br />
“A trabajar, las vacas”, decía un candidato.<br />
Algo así.<br />
—Lorena, cotíceme, por favor, servicios de<br />
seguridad privada. Que sean dos custodios,<br />
veinticuatro horas.<br />
A ver si me sirve.<br />
338
UNO TIENE QUE FIJARSE EN<br />
PARADIGMAS<br />
—Ya en serio, José Luis. Van meses que no pegás<br />
ningún contrato y eso de ser supervisor o maestro<br />
de obras para una corporación no nos alcanza<br />
bien. A veces, no puedo comprar ni el mínimo de<br />
cremas y medicamentos que necesito para mi<br />
salud.<br />
—Tenés que entender que ese empleo es lo que<br />
nos da cierto status. El carro es de la compañía y<br />
tiene cuatro años y es de buen ver. Es como si me<br />
pagasen en especie.<br />
—Se me ocurre que deberíamos cometer un<br />
robo, un chantaje. Como la periodista ésa,<br />
Arenas. Ayer me topé a un sujeto que jura que<br />
Ale es una pécora y que tapando información<br />
sucia es que ha levantado cabeza.<br />
—Decime quién es y lo mato: nadie habla así de<br />
una paladina de la patria.<br />
—¿De dónde has sacado esa palabreja?<br />
—No lo tengo claro. Alguien me la incrustó en<br />
la jupa. Incluso creo saber que en treinta o<br />
cuarenta años estará en boga eso de corromper el<br />
lenguaje como herramienta de visibilización.<br />
339
Debo haberlo leído en Selecciones o en alguna<br />
putada similar.<br />
—Pues suena pendejo. No volvás a usar esas<br />
desinencias. ¿Te das cuenta de que no<br />
evolucionamos? Ocho años de matrimonio y<br />
sesenta metros cuadrados. El carro es ajeno, la<br />
hipoteca es nuestra y faltan doce años.<br />
Deberíamos seguir el ejemplo de ésa.<br />
—Elena, vos creés que es cierto lo de la<br />
periodista.<br />
—<strong>La</strong> he escuchado con calma y es<br />
contradictoria. Lo que dice hoy, lo desdice<br />
mañana y siempre apela a los valores patrios. Yo<br />
no tengo claro que defienda valor alguno. Me<br />
parece que tiene precio. Escuché alguna vez de<br />
gente así. Investigan los trapos de una compañía<br />
y luego les dicen: “si no compran publicidad,<br />
ventilamos el tema”. Y ya está: caen los cheques.<br />
Ya van a dar mi novela, dejáme verla. Vos<br />
podés irte a meter unas cervezas a Ranas Rojas.<br />
—Mirá que la sala está sucia. El sábado íbamos<br />
a invitar a tus viejos. Supongo que todavía querés<br />
celebrar el cumpleaños a tu madre—. Chepe mira<br />
sus propios calcetines sucios en el suelo, al borde<br />
<strong>del</strong> sofá. El cenicero, desbordado de colillas<br />
mentoladas, junto a un paquete verde de<br />
340
cigarrillos baratos—. Algún día pagaremos<br />
sirvienta.<br />
—Resuelvo el desorden mañana temprano.<br />
Cortá el diálogo que Carlos José hoy va a<br />
descubrir que su amada, Luciana Felipa, es su<br />
hermana gemela. Han sido separados al nacer<br />
porque su mamá se tiró <strong>del</strong> sexto piso <strong>del</strong> hospital<br />
por una depresión posparto y a Lu le quedan<br />
diecinueve minutos de vida porque tiene un<br />
enfisema nivel cuatro. Algo así. No me jodás por<br />
ahora.<br />
José Luis no se hace de rogar. Se encaja un<br />
pulóver y sale tranquilo. Está un tanto maldito de<br />
que le toquen a su angelita, Alejandra Arenas.<br />
Percibe que ha usado esa mierda <strong>del</strong> lenguaje<br />
inclusivo un par de veces y contra su voluntad.<br />
Será que sufre de dislexia, piensa. Y se preocupa.<br />
Aunque el portazo esté pasado de tono.<br />
341
COMO LAS OROPÉNDOLAS,<br />
COLGANDO<br />
—Hemos estado de gira, don Poli y yo, por la<br />
zona sur. Nada de comunidades y política, no:<br />
atender sus negocios. Este señor se mueve sobre<br />
el fuego, como el profeta Daniel. Quién sabe qué<br />
santo o maleficio lo protege que nadie lo toca. Es<br />
más: creo que nadie se le atraviesa sin que pague<br />
por ello.<br />
—<strong>La</strong> semana pasada me enteré de que<br />
encontraron en el Bosque de las Orquídeas,<br />
parque nacional, en una zona de permanente<br />
llovizna, un bulto suspendido de las ramas altas<br />
de un guácimo. De lejos, parecía un nido de<br />
enormes oropéndolas. Cuando lo bajaron,<br />
encontraron a una pareja, ambos como de treinta<br />
y cinco años, envueltos en, en un rollo entero de<br />
papel de estraza y forrados con cinta adhesiva.<br />
—No seás tonto, Koki. Ya se sabe que eso no<br />
ocurre porque sí: son señales que manda el<br />
crimen organizado. Yo hubiese estado tranquilo a<br />
pesar de ese espectáculo. Los cuerpos tenían<br />
enormes hematomas y fracturas y cuchilladas en<br />
el rostro. Eso implica que actuaron con saña, ¿no?<br />
Ha crecido mucho tu negocio. Ese cantante, sin<br />
embargo, el de los fines de semana, es espantoso.<br />
343
¿No habrás pensado en traer algún pianista?<br />
¿Son muy caros? Es que al tipo le falta carisma.<br />
Y a veces se queda dundo, como en Marte. Para<br />
mí que está chiflis.<br />
Bueno, Koki. Ahora que no hay nadie todavía,<br />
te cuento. Hace un mes tuve un choque con una<br />
muchacha insolente porque me descuidé para<br />
contestar el celular. Destrocé el búmper de su<br />
coche y los focos <strong>del</strong> mío. Me ha querido hacer<br />
un montón de matariles y yo, para evitarla, le hice<br />
ver que el carro tiene inmunidad, que nada podía<br />
hacer.<br />
Se limitó a preguntarme el nombre y a apuntar<br />
mi placa. Yo me di por satisfecho con ver que se<br />
apartaba <strong>del</strong> camino.<br />
Pues no. Ese fin de semana me cayó el marido<br />
a la Asamblea. Que iría a la prensa, que haría un<br />
escándalo. Que le diera, por lo menos, seiscientos<br />
cincuenta mil pesos.<br />
A Jefe le dio cólera. Lo mandó a la mierda. En<br />
tres minutos, sus asistentes sacaban al tipo a<br />
empujones. Y luego, la Seguridad <strong>del</strong> Congreso,<br />
a patadas.<br />
Días después, Ale —tu clienta periodista, sé que<br />
viene bastante— le contó a Poli que un fulano de<br />
X nombre la contactó para decirle de la<br />
inmoralidad que es la inmunidad de los<br />
344
congresistas. Incluso recordó que, en los ochenta,<br />
un legislador de Puerto Humo dio muerte con su<br />
carro a un adolescente y no pagó un peso.<br />
Ni siquiera fue a tribunales.<br />
Ale no le dio pelota y le dijo que a ella no le<br />
interesan los chismes. Como insistió, terminó por<br />
mandarlo a paseo y colgó.<br />
—Con esos cuentos, das sueño. Deberías<br />
montar una guardería. ¿Hay más?<br />
—Evidente que hay más. Esa pareja es la que<br />
encontraron en el Parque Nacional Bosque de <strong>La</strong>s<br />
Orquídeas. Yo sospecho <strong>del</strong> par de cabrones que<br />
tiene mi jefe para el trabajo sucio. Si los ves,<br />
visten impecables, como si fuesen abogados, pero<br />
son capaces de todo.<br />
—Igual que los abogados—, dice Koki.<br />
—Tan peligrosos como ellos— sentencia el<br />
chofer de Poli.<br />
345
PEQUEÑO DIÁLOGO DE<br />
EJECUTIVOS<br />
—¿Te diste cuenta de lo que hizo nuestro espía?<br />
Su mujer chocó el carro contra el Range de Poli y<br />
el imbécil, en lugar de dejar todo quieto para<br />
mantener distancia, le fue a reclamar al despacho.<br />
Quería buena plata… — Mario se afloja la<br />
corbata mientras sostiene el auricular apoyado<br />
entre el hombro y el cuello.<br />
—No le dés bola. Sé que hace esfuerzos para<br />
revolcar el cieno. Eso nos dará réditos pronto. Lo<br />
de hacer el almacén es la zanahoria para azuzar al<br />
caballo. Si nos llega a hacer falta, buscamos a un<br />
arqui titulado y que tenga manchitas de<br />
expediente. Alguien como nosotros—, la voz es<br />
de Erasmo, no hay duda.<br />
—Como tu alma, cabrón. Yo soy un tipo que<br />
cuida de mantenerse a resguardo. Un ejemplo de<br />
vida.<br />
—Deberías poner una secta, pendejo. Dejáme y<br />
le hablo al José Luis para que sea prudente. No<br />
nos vaya a arrastrar con su ineptitud.<br />
—Me parece que ya es tarde. Debemos tomar<br />
decisiones duras. Así trabaja esto. Vos lo<br />
enredaste, vos lo desarmás. El cómo, ni idea.<br />
347
Y cuelga. Saca de su saco, que cuelga <strong>del</strong><br />
respaldo <strong>del</strong> sillón ejecutivo, una bolsita llena de<br />
coca, una onza. Derrama un poquitín en la mesa<br />
y con la ayuda de una regla de madera, algo<br />
deteriorada, se pone a dibujar una inocente rayita<br />
blanca.<br />
De pronto, siente nostalgia por su vieja maestra<br />
<strong>del</strong> kínder, pero no logra visualizar su rostro y su<br />
nombre, mucho menos.<br />
348
MEA CULPA<br />
Se me a<strong>del</strong>antó ese hijo de vecino. <strong>La</strong> idea era<br />
terminar la novela efectivamente con el incendio<br />
de Ranas Rojas, pero nunca con drogas y<br />
basureando al legendario docente. Tuve que<br />
destruir unas cuantas cuartillas porque Déxter<br />
pretendía hacer pasar el bar por una bodega <strong>del</strong><br />
narco para que pareciese que, ante la amenaza de<br />
un pronto allanamiento, Jorge Rojas o sus<br />
enemigos habrían decidido acabar con todo.<br />
Véase que no soy el que escupe sobre los<br />
personajes. Hasta ahora he considerado a Jorge<br />
como un hombre de negocios con mucho dinero<br />
y escasas posesiones. Tiene la casita paterna,<br />
ubicada en un barrio sencillo, y nunca hizo cómo<br />
repararla. Tiene el terreno que le vendieron<br />
desconocidos al margen de una carretera que<br />
nadie planificó. Compró un rumor. Este error lo<br />
cargó por años. Dormía sedado con todo:<br />
pastillas, hojas, té, relajantes.<br />
Aun así, construyó allí un precario que lo volvió<br />
más rico. Tenía un ayudante que se encargaba de<br />
cobrar los alquileres. Él le daba un diez por ciento<br />
y la mejor de las casitas <strong>del</strong> asentamiento. Ni por<br />
broma se daba la vuelta por la zona y nadie sabía<br />
que Koki fuese el amo.<br />
349
No es cierto que estuviese tan comprometido<br />
con Policarpo como para guardarle droga. Se<br />
limitaba a otorgarle un saloncito privado grande,<br />
un reservado y, en cambio, el Pocalengua hacía<br />
unos facturones de puta madre que a veces<br />
pagaba con la caja chica <strong>del</strong> despacho. Luego<br />
justificaría el gasto como representación,<br />
dependiendo de qué tan limpio fuese el prestigio<br />
de sus invitados.<br />
El salón turístico no murió por los<br />
levantamientos contra el TLC. Ocurre que<br />
Malanga está educada en la pasividad como<br />
valor. Su población es hartamente pusilánime: se<br />
queja, pero soporta. Al contrario, gusta de señalar<br />
al que protesta como un peligro social.<br />
Una verdadera canallada sería achacar el<br />
incendio <strong>del</strong> bar al rencor de Pedro Rey Lizard. A<br />
esa hora llevaba 16 horas acampando afuera de<br />
una televisora local para inscribirse en el<br />
concurso de talentos que lo catapultaría al éxito.<br />
Si digo esto, es porque después de dos noches a<br />
la intemperie, logró audicionar y durante los<br />
siguientes seis meses fue estrella <strong>del</strong> concurso<br />
que lo catapultó fuera <strong>del</strong> país.<br />
Y salió vencedor.<br />
Un premio en efectivo, no gran cosa, y la<br />
promesa de brillar en la industria <strong>del</strong> canto. Esto<br />
350
contrasta con su suerte definitiva pues al llegar a<br />
México, donde debía capacitarse, nadie supo<br />
darle santo y seña de sus contactos y terminó por<br />
entrar al mundo <strong>del</strong> espectáculo por la puerta de<br />
servicio: como conserje.<br />
Una pena, digo yo. Capaz que era un<br />
incomprendido: me costaba mucho entender su<br />
dicción hasta cuando conversaba.<br />
Es una joda ese Déxter. Ha hecho decidir mal al<br />
querido Koki. Fíjense que el rol original<br />
establecía que el cantinero, en un repentino<br />
ataque de esquizofrenia, se levantaba una<br />
medianoche, cansado de todo y pirómano.<br />
Derramaba las garrafas de combustible de ley,<br />
como en las pelis, se quedaba llorando un ratito,<br />
y luego con parsimonia encendía la cocina. Unos<br />
minutos después, cuando la cocina se saliera de<br />
control, todito se iba al carajo.<br />
Y Koki se marchaba al olvido: luego de llegar<br />
al aeropuerto con la intención de radicarse en<br />
España, moría de muerte natural ese mismo día,<br />
como ya escribí al inicio de esta <strong>trama</strong>, minutos<br />
antes de abordar su vuelo. Era una idea honorable<br />
para sacarlo de escena, pero la verdad yo nunca<br />
vi el cadáver. Si hay algo sucio acá, viene pues de<br />
otro coleto.<br />
351
Petra dice que eso <strong>del</strong> ghostwriter es cosa de mi<br />
paranoia, que Déxter no existe más allá de mi<br />
doble moral. Eso, sin embargo, no lo acepto.<br />
Yo, por ejemplo, soy incapaz de escribir una<br />
escena como la de la pareja colgada de los árboles<br />
como un gran nido de oropéndolas. Quién me<br />
conozca, sabrá que, si veo una mosca, abro la<br />
ventana para que circule. Esto no se ve ni en las<br />
historias <strong>del</strong> maldito fiambre, Walt.<br />
¿Ven? Yo pensaba una catarsis, un cierre de<br />
espectáculo donde todo se fuera a la mierda y<br />
Jorge saliese ileso: sano y con su imagen de<br />
hombre trabajador, que hizo su fortuna sudando a<br />
chorros y sin polvos prohibidos.<br />
En cambio, este cabrón, el Déxter, que anda<br />
babeando tras Petra para hacer de mí el fantasma,<br />
ha maleado partes estratégicas de la novela para<br />
hacer de un drama, tragedia. Y de la comedia, un<br />
purgante.<br />
Malanga no es real, en tanto yo tampoco lo soy.<br />
Hemos sido una ficción integral que pretendía ser<br />
un espejo, pero posiblemente fracase porque tal<br />
vez no queremos ver las zonas dañadas que<br />
atravesamos en lo cotidiano.<br />
Suponiendo que Déxter sea mi otro yo, anda<br />
suelto e impune. El narrador, supongo, lo llamará<br />
352
a cuentas, tan pronto pueda. No se trata de dejar<br />
la insidia libre por el mundo.<br />
Confieso que estoy impregnado de carroña. Lo<br />
que consideraba sucio, ahora me parece un<br />
recurso de urgencia.<br />
Apunte aparte, la muerte de José Luis y su<br />
esposa, no se me puede achacar. Sin duda, se le<br />
metieron al tren al tratar de arrancarle plata a ese<br />
viejo. Si la decisión de su muerte fue mía, la<br />
escenografía <strong>del</strong> horror fue escrita por mi sombra.<br />
Repito, no soy mejor que Ale ni que Policarpo.<br />
Lo que pasa es que competir en tiempos<br />
modernos implica ser un salvaje. Todo el bagaje<br />
moral, que algunos de nosotros asumimos,<br />
funciona como lastre: nos detiene.<br />
Insisto, los personajes nunca acaban de<br />
liberarse. Tengo pena de todos ellos porque son<br />
el producto de la pugna entre Déxter y yo.<br />
Cuando decido dejar uno de ellos a la libre,<br />
también lo estoy abandonando, para que otra voz<br />
narrativa desguace su vida.<br />
Se me ocurre que lo mismo pasa con la<br />
condición humana: liberarse es algo que no<br />
sucede, pero se resiste con ahínco.<br />
Yo voy a cobijarme en aquello que dice que la<br />
realidad única no existe: existen las percepciones.<br />
353
Pilatos era un maestro de los tiempos modernos.<br />
Yo, su discípulo.<br />
fin<br />
354
<strong>La</strong> <strong>trama</strong> <strong>del</strong> <strong>camaleón</strong><br />
A MODO DE ACERCAMIENTO AL HECHO<br />
LITERARIO .................................................................... i<br />
SALUTACIÓN AL LECTOR ....................................... v<br />
ALGUNOS ACTORES SATÉLITES ........................... 8<br />
FOTOGRAFÍA DE UN HOMBRE DE BARRIO ... 1<br />
COMAS NEGRAS, S.R.L. ....................................... 11<br />
LA PLAZA DEL VIEJO EXPRESIDENTE ......... 15<br />
CUANDO LAS HORAS SE ALARGAN ............... 23<br />
DIGAMOS QUE PORKY ES DE LA CASA ........ 33<br />
RONDA DE SERES AMAÑADOS ............................ 37<br />
ENTRETELONES ................................................... 39<br />
HABLA LA QUE NUNCA MUERE ...................... 41<br />
YO COLABORO CON EL SEÑOR DIPUTADO A<br />
CUALQUIER HORA .............................................. 45<br />
JOSÉ LUIS SE QUEDA EN TIERRA ................... 49<br />
COSTA DEL LODO/PLAYA HUMO ................... 55<br />
INNOMINADO VISTE DE TRAJE ....................... 59<br />
PEQUEÑOS INCIDENTES QUE UN SOPLÓN<br />
ANOTA EN SU LIBRETA ...................................... 61<br />
PORMENORES DE LA FAMILIA CABALLERO<br />
.................................................................................... 65<br />
PETRA CONSTRUYE SU REDECILLA DE<br />
PODER ...................................................................... 69<br />
UNO SE INFORMA EN LAS MAÑANAS ............ 71<br />
SEPA EL LECTOR CON QUÉ RASTRILLO SE<br />
RASCA .......................................................................... 77
JOSÉ LUIS, DEVORADOR DE PAPAS<br />
TOSTADAS .............................................................. 87<br />
LOS TRES HERMANOS QUE SE HICIERON A<br />
SÍ MISMOS .............................................................. 93<br />
CUANDO SE EXTRAVIÓ RAMÍREZ .................. 95<br />
COSAS QUE PASAN CON UNA CABEZA DE<br />
CERDO ................................................................... 101<br />
VÍSPERAS DE NAUFRAGIO, AGUAS CALMAS<br />
.................................................................................. 105<br />
CUALQUIER DÍA, UN GOLPE TE CAMBIA LA<br />
VIDA........................................................................ 111<br />
ESOS DÍAS DE EQUIVOCADO MISTICISMO117<br />
EL CADÁVER EN FUGA ..................................... 123<br />
MI LUCHA POR EL PODER CON EL<br />
GHOSTWRITER ................................................... 127<br />
EL PELIGROSO POCALENGUA, NUESTRO<br />
AMIGO ................................................................... 131<br />
REDES DE MUTUA VIGILANCIA ........................ 117<br />
REY LIZARD TIENE OTRA METAMORFOSIS<br />
.................................................................................. 141<br />
OTROS TONTOS QUE SUMAN EN LA TRAMA<br />
.................................................................................. 145<br />
ACÁ PLANIFICAMOS A CABALLITO ............ 151<br />
EL ARTE DE SORTEAR LA SUERTE DEL<br />
ENTORNO .............................................................. 153<br />
CÓMO BLANQUEAR LA MUERTE DE UN<br />
CADÁVER SALIDO DE UNA DIGRESIÓN<br />
APENAS PERDONABLE ..................................... 159<br />
COMPRAR CARNADA TIENE SU CIENCIA .. 163
MODUS OPERANDI: MENDIGAR CON<br />
ELEGANCIA .......................................................... 167<br />
UNO SALE CONTAMINADO DE MALAS IDEAS<br />
.................................................................................. 171<br />
APOLOGÍA DE LA SOSPECHA O ALGO SE<br />
PUDRE SIEMPRE EN EL TERRITORIO DE<br />
MALANGA ................................................................. 171<br />
EL NARRADOR EXTRAVÍA SU ÉTICA, PERO<br />
TAMPOCO LA ESTÁ BUSCANDO .................... 181<br />
COSTA DEL LODO, VIDA DIFÍCIL ................. 185<br />
SÁBADO DE TARDE CLARA ............................ 189<br />
LA FATIGA DE SER DETALLISTA .................. 191<br />
LAUDATORIO POR MERCEDES ..................... 195<br />
CUANDO LA DAMA DE LAS PELUCAS SE<br />
INTERPUSO EN EL CAMINO ............................ 205<br />
LOS AMOS DE LA VIGILIA MORAL .............. 209<br />
EL GERMEN DE UN MILAGRO TECNO DEL<br />
SIGLO XXI ............................................................. 215<br />
RAMÍREZ Y LA VIRTUD DE HACERSE HUMO<br />
.................................................................................. 219<br />
PEQUEÑOS CONFLICTOS TEXTUALES ....... 223<br />
LA NOCHE NO HUELE A PELIGRO: ES<br />
POLLO FRITO ...................................................... 225<br />
LAS CERCANÍAS DEL VÓRTICE ........................ 231<br />
LO ABURRIDO DE MIRAR DE CERCA .......... 233<br />
VIVAS CONFIESA LA DESCONFIANZA EN SUS<br />
PERSONAJES ........................................................ 237<br />
LA OPORTUNIDAD LA PINTAN CALVA ....... 241
TANTO APURO POR UN SUJETO QUE NO<br />
RESPIRA ................................................................ 245<br />
TENEMOS UN ENEMIGO COMÚN Y UN<br />
CHORRO DE ENE-AMIGOS .............................. 247<br />
ES GRAN IDEA HIBERNAR EN VACACIONES<br />
.................................................................................. 251<br />
LA CRISIS DEL POLINOMIO ............................ 257<br />
LO QUE PASA CUANDO EL NARRADOR SE<br />
DEJA VER .............................................................. 263<br />
LO BUENA NOTA QUE ES ALEJANDRA<br />
ARENAS ................................................................. 269<br />
JOSÉ LUIS EN LOS PASILLOS DEL SÚPER .. 273<br />
ESTA ESCENA ES COSA DE SALVAJES ........ 277<br />
LA NECIA PREMISA DE ENTENDER EL ODIO<br />
.................................................................................. 283<br />
LA MUTUA SOSPECHA NUNCA ACABA ........... 283<br />
ESTO HUELE A SANATORIO ........................... 289<br />
CORTÁTE LA LENGUA, KOKI ......................... 293<br />
MIGUELITO ES MI GURÚ DEL<br />
SUBCONSCIENTE ................................................ 295<br />
UN MITO QUE SE MARCHA A CORRER<br />
MUNDO .................................................................. 301<br />
ISABEL, QUE NUNCA SALE DEL POZO ........ 305<br />
OTRO ELEMENTO SOCIAL QUE SE APUNTA<br />
EN LA VENGANZA .............................................. 309<br />
LA EJECUTIVA DAMA DE LAS PELUCAS .... 313<br />
EL CIELO ES ROJO DE MADRUGADA .......... 315
LOS ANTIHÉROES DIALOGAN EN LA NIEBLA<br />
DEL DESPACHO .................................................. 319<br />
EL JOVEN FELIPE NO SABE DE QUÉ HABLA<br />
.................................................................................. 321<br />
UN FINAL SALPICADO EN LODOS ROJOS ...... 319<br />
POLICARPO EN EL CUARTO DE MÁSCARAS<br />
.................................................................................. 329<br />
EL IMPOSTOR QUE ANDA POR DENTRO .... 333<br />
LA OSADÍA DE ALEJANDRA ARENAS .......... 335<br />
UNO TIENE QUE FIJARSE EN PARADIGMAS<br />
.................................................................................. 339<br />
COMO LAS OROPÉNDOLAS, COLGANDO ... 343<br />
PEQUEÑO DIÁLOGO DE EJECUTIVOS ......... 347<br />
MEA CULPA .......................................................... 349