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La trama del camaleón segunda edicion digital revisada y corregida

Novela costarricense posmoderna y urbana. El tema transversal es la corrupción y la doble moral tanto en los medios de comunicación como en el poder político en los días de un tratado comercial que enerva a obreros y a empresarios. A raíz del descontento popular, los personajes hegemónicos llegan a la conclusión de que el malestar social se debe a que alguien está erosionando el prestigio de ellos a partir del rumor y no por el mal desempeño del sistema. De allí una tragedia social en clave de humor negro que parte a la sociedad en dos partes: los que odian de un lado y los que lo hacen desde el otro. Acaso es un reflejo de los tiempos que corren.

Novela costarricense posmoderna y urbana. El tema transversal es la corrupción y la doble moral tanto en los medios de comunicación como en el poder político en los días de un tratado comercial que enerva a obreros y a empresarios. A raíz del descontento popular, los personajes hegemónicos llegan a la conclusión de que el malestar social se debe a que alguien está erosionando el prestigio de ellos a partir del rumor y no por el mal desempeño del sistema. De allí una tragedia social en clave de humor negro que parte a la sociedad en dos partes: los que odian de un lado y los que lo hacen desde el otro. Acaso es un reflejo de los tiempos que corren.

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LA TRAMA DEL<br />

CAMALEÓN<br />

ADÁN VIVAS<br />

novela


Diseño de la portada a partir de collage en acrílico Tranquilidad,<br />

de Magdalena Vivas,<br />

Edición <strong>del</strong> autor.<br />

Corrección filológica Esteban Gutiérrez Vargas<br />

© Adán Vivas, 2023<br />

1a.ed. <strong>digital</strong>,2023<br />

2a. edición <strong>digital</strong> <strong>revisada</strong> y <strong>corregida</strong>, 2024<br />

Edición <strong>digital</strong> no venal. Prohibido estrictamente su uso comercial.<br />

Todos los derechos reservados. Se prohíbe la reproducción total<br />

o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio, sin la anuencia por<br />

escrito <strong>del</strong> titular de los derechos.<br />

Hecho el depósito de ley.<br />

Correo: identidadesvivas@yahoo.es Cel. (506) 8849-96665<br />

Impreso en Costa Rica<br />

LATRAMA DEL CAMALEÓN<br />

ADÁN VIVAS


A MODO DE ACERCAMIENTO<br />

AL HECHO LITERARIO<br />

Vine a la ciudad a buscar a mi padre. Sé que no<br />

voy a encontrarlo acá, porque nunca pisó esta<br />

tierra. Cuando he entrevistado a tenderos, nadie<br />

sabe de él. Cuando pregunto en posadas, nunca se<br />

hospedó en ellas. Ni siquiera en las sodas<br />

recuerdan que llegase a desayunar de vez en vez.<br />

Sin embargo, voy sumando detalles. Es cuestión<br />

de tiempo y, para encontrar su pista, he sembrado<br />

el rumor de que mi padre, alguna vez, estuvo<br />

aquí.<br />

No voy a usar la hipérbole rulfiana <strong>del</strong> semental<br />

que engendra un pueblo, no. Ni siquiera voy a<br />

mentir. No voy a dar señas de identidad que no<br />

encajen con él. Solamente preguntaré quién lo<br />

conoció y alguien me dará posiblemente pistas<br />

falsas. Yo caminaré en laberintos circulares para<br />

juntar piezas y encontrarle sentido a la nada. Así<br />

ocurre: lo que parece deducirse está impregnado<br />

de intención, nada es objetivo. Uno viene y quiere<br />

creer la pista, pero si es muy tonta, la considera<br />

inválida. No obstante, esa persona, con tal de ser<br />

contada, te refiere otra vez a un nuevo espejismo.<br />

<strong>La</strong> consecuencia es que se va trenzando un relato,<br />

una ciudad, una <strong>trama</strong>.<br />

i


Pude haber venido a buscar oro o la piedra<br />

filosofal. Da lo mismo: esto funciona a partir de<br />

poner la inquietud en la mente de los otros. “Ah,<br />

aquí hay fortuna”, dirán a sí mismos y aportarán<br />

de su coleto variadas invenciones. Entonces<br />

despertará el imaginario colectivo y de forma<br />

lenta, el alud de historias se verá venir.<br />

¿Quién era mi padre? Cuando les cuento,<br />

construyo un recuerdo <strong>del</strong> que ellos se apoderan.<br />

Cuando yo regrese, tres años más tarde,<br />

posiblemente creerán haberlo conocido. Dirán<br />

que compartieron un café, que se levantaba<br />

temprano y lavaba a diario su carro, que gustaba<br />

de comer rosquillas de maíz con queso. <strong>La</strong> mitad<br />

de esas cosas serán aportes de ese estado ficcional<br />

permanente en el que vive la humanidad.<br />

Voy a seguir caminos, a tocar puertas y a volver<br />

mañana. Voy a darle cuerda a objetos inanimados<br />

para que se integren en mis pasos. De manera tal<br />

que me interese una mecedora vieja, un libro<br />

genealógico de impostados parentescos, el cráneo<br />

de una vaca ya secado por el excesivo sol. Es<br />

decir, voy a hacer creíble la historia de mi padre.<br />

Es posible que conforme el alud de datos crezca,<br />

los demás pobladores me vayan explicando el<br />

sino de ese padre ausente que digo buscar.<br />

Apelaré al cura por no encontrar su partida de<br />

nacimiento. Lo haré sentir que han cometido una<br />

ii


gran falta con la historia por extraviar el folio de<br />

su origen. Esa debilidad informativa hará posible<br />

que viaje al pasado para enlazar con los<br />

recuerdos, porque mi padre no es de acá.<br />

Entonces iré a buscar a los viejos, a las memorias<br />

vivas que creerán que hablo de alguno de sus<br />

amigos muertos. Le endilgarán a mi padre<br />

hazañas y pecados cometidos por varios de los<br />

ausentes y hasta se despedirán de mí con afecto<br />

por haberles revivido a sus pandillas.<br />

Bien, yo con todos estos recursos, estoy listo.<br />

Puedo sentarme en un monitor y digitar. Mi padre<br />

saldrá a la luz de forma novedosa; para mí,<br />

irreconocible. Acaso le tendré afecto y querré<br />

llenarlo de preguntas durante el proceso de<br />

escritura. Uno nunca sabe la relación que va a<br />

tener con un personaje y no se vale llenarla de<br />

prejuicios.<br />

Ahora, en cuanto yo termino de escribir, me<br />

desvinculo de lo hecho. Ya no estoy en ese pueblo<br />

buscando nada; no dialogo con las paredes como<br />

si fuesen oráculos. Nada pregunto, pues no estoy<br />

allí y hasta me da miedo releer el texto y sentir<br />

que le fallé a mis interlocutores: que les robé<br />

heroísmo o que los he deformado por simple<br />

hábito.<br />

iii


Ellos se quedan solos. Yo marcho al mundo<br />

cotidiano. Compro papas fritas, escucho la radio,<br />

miro noticias.<br />

A mi padre, lo volveré a buscar como siempre,<br />

por vicio. Entraré en un juego de lúdica, ése<br />

donde los espejos siempre suelen insultarnos.<br />

<strong>La</strong>s aficiones son así.<br />

Mi padre real está muerto desde hace cuarenta<br />

años. Fue bueno conmigo y yo, como<br />

adolescente, quién sabe.<br />

Entonces me quedan preguntas que las ficciones<br />

responden a medias. Claro que las voces están<br />

contaminadas. <strong>La</strong> mayoría son ecos de la<br />

sociedad y, sin embargo, en el fondo, resbala un<br />

susurro.<br />

Mi padre.<br />

Adán Vivas<br />

iv


SALUTACIÓN AL LECTOR<br />

Lector, entra por su propia cuenta y bajo propio<br />

riesgo, en la geografía de Malanga. Se lo hago<br />

saber porque no es territorio seguro: la<br />

corrupción, las mañas, el riesgo de que su propia<br />

sombra lo traicione. Acaso la geografía le parezca<br />

conocida, pero no es cierto, lo que ocurre es que<br />

es semejante al mundo contemporáneo, donde las<br />

cosas nunca son lo que parecen.<br />

No le haré firmar liberación de responsabilidad<br />

alguna, pues trata ahora con un irresponsable<br />

absoluto. Lo mío es contar la <strong>trama</strong> sin la menor<br />

preocupación si en el acto de seguir el hilo, el<br />

espectador sufre un desenlace gravoso.<br />

Es decir, lo mismo da si se rompe una pierna o<br />

se muere: el libro no va a desaparecer.<br />

Tampoco crea que pienso tratarlo mal. Nada<br />

más lejos: lo que ocurre es que hay realidades<br />

grotescas que pueden para algunos ser tema<br />

<strong>del</strong>icado.<br />

No contento con el daño provocado por su obra<br />

anterior, el autor ha decidido seguir rascando<br />

sobre carne herida. Podríamos, tal vez, acusarlo<br />

de sadismo. O asumir, sencillamente, que tiene el<br />

v


vicio de los perros cuando ven una jardinera:<br />

escarbar hasta lograr el destrozo.<br />

En este caso, son los días previos a la apertura<br />

comercial que exigieron los poderes fácticos: ese<br />

proceso terrorífico e impuesto por fuerzas<br />

exógenas y endógenas confabuladas bajo el<br />

eufemismo de “globalización”. <strong>La</strong>s fuerzas<br />

económicas <strong>del</strong> gran capital vinieron a retorcer<br />

las mentalidades de este rincón <strong>del</strong> mundo para<br />

instalar en ellas las nuevas estructuras ideológicas<br />

que hacen pasar esclavitud por desarrollo.<br />

En medio de ello, los que lograron sacar<br />

provecho tuvieron que deshacerse de paradigmas<br />

morales para sacar ventaja. Jugaron, conspiraron,<br />

se asociaron y se enquistaron acaso como nuevos<br />

ricos: seres exitosos que, sin explicar mucho, eran<br />

de repente adalides empresariales y de opinión.<br />

Ocurre que, en Malanga, la temporalidad es<br />

chiclosa. Los males permanecen y evolucionan a<br />

peor. Los quistes que nos dejaron esos días van<br />

creciendo hasta formas notorias de purulencia,<br />

pero el ojo promedio es conservador y se habitúa<br />

a las anormalidades. Ya lo decía en la primera<br />

novela de este ciclo: “Uno cree que va o viene,<br />

pero vegeta”.<br />

Y, sin embargo, Malanga es un mundo para<br />

repensarlo. Posiblemente para no copiar muchas<br />

vi


cosas de él y también para buscar los rescoldos de<br />

humanidad que pocos seres conservan, pero<br />

validan el esfuerzo de recorrer todos los caminos<br />

y escuchar todas las voces, incluso ésas que<br />

hablan desde un lugar de sumisión, donde les<br />

resulta imposible el disenso.<br />

Algunos referentes <strong>del</strong> primer volumen<br />

quedaron sembrados para desarrollarlos luego.<br />

Uno de ellos, es el maestro Koki Rojas. Un<br />

hombre que no logra satisfacerse en la docencia y<br />

acaba por ser el dueño de Ranas Rojas, un bar<br />

familiar.<br />

No obstante, como lo que recorro es una ciudad<br />

y no la intimidad de los seres humanos más allá<br />

de lo pudoroso, don Jorge es —en esta ocasión—<br />

puerta y salida de la novela. También es, en el<br />

interín, soplón <strong>del</strong> narrador porque como buen<br />

cantinero es confidente. Eso me ayuda a entender<br />

cosillas sueltas y a recoger tornillos y tuercas que<br />

pareciesen sobrar.<br />

Pero creo que en una ciudad nada sobra. Lo que<br />

ocurre es que no todo nos interesa en lo<br />

inmediato. Quién sabe si más a<strong>del</strong>ante un rastro,<br />

una huella, una marca de piel o un murmullo en<br />

el viento nos dan la pista para seguir la ruta de<br />

esta espiral que es Malanga, bastante más infinita<br />

que la vida <strong>del</strong> hombre.<br />

vii


Nada, pues sea bienvenido a intervenir e<br />

interpretar este caos hasta rascar y corroer todas<br />

las máscaras de lo cotidiano.<br />

viii


Dios, si existe, exagera.<br />

George Brassens


ALGUNOS ACTORES SATÉLITES


FOTOGRAFÍA DE UN HOMBRE<br />

DE BARRIO<br />

Koki Rojas, tabernero, tenía 67 años bien<br />

cumplidos el día de su muerte. Un infarto<br />

fulminante lo tiró de repente mientras esperaba en<br />

el aeropuerto para irse de Malanga para siempre.<br />

Y, sin duda, se fue, pero al cementerio sin<br />

nombre, donde en fosas comunes ponen los<br />

cuerpos que nadie reclama.<br />

Fue maestro, pero nunca llegó a gustarle la<br />

docencia, a pesar de que la ejerció con ahínco<br />

durante un buen rato. Encontró empleo en un<br />

colegio cuando apenas terminó la secundaria y se<br />

quedó allí como profesor de matemática. Cuando<br />

encontró plaza, fue en lo rural. Tuvo que<br />

agenciarse un cuartito en su nueva comunidad y<br />

el casero le vendía, aparte, la comida. Nunca tuvo<br />

paz: todo muy bien con los alumnos aplicados,<br />

pero con los conflictivos, una desgracia. Le<br />

incomodaba ver que no cumplían los trabajos o<br />

faltaban a clases o, de repente, tras cinco pruebas<br />

buenas, en el último, sonaban todos.<br />

“Todo es producto de la indiferencia de los<br />

párvulos”, murmuraba. “Quizás sea que no tengo<br />

facultades para enseñar”, se decía.<br />

1


Ocho años laboró en la secundaria de Valle<br />

Muerto y lo otro, que nunca asimiló, fue la<br />

incomodidad de las distancias. Los fines de<br />

semana, salir de madrugada para tomar el autobús<br />

para visitar a sus padres. Seis a ocho horas de<br />

viaje para regresar en la tarde <strong>del</strong> domingo. Todo<br />

en medio de una sociedad llena de carajillos sin<br />

porvenir o con el porvenir asegurado.<br />

Los primeros eran entre cinco y diez, pero le<br />

atrasaban toda la planificación de curso. Y entre<br />

los otros, hijos de ganaderos, pues ni se<br />

preocupaba. A veces les daba un empujón en la<br />

nota para evitar problemas con algún padre que<br />

pudiese tener influencias en la comunidad.<br />

Decidió irse <strong>del</strong> pueblo cuando pegó los<br />

chances, el segundo premio. Eran cuatro<br />

millones, pero suficiente para un tipo de<br />

costumbres ascéticas y sin deudas. Esperó a<br />

terminar el curso lectivo para poner la renuncia y<br />

se devolvió a la capital. Sus padres aún le<br />

mantenían una pieza, ordenadita y limpia, en la<br />

casa. Debería pensar en qué negocio meterse para<br />

que ese dinero le durase.<br />

Ya tenía veinticinco años. Nunca convidó a los<br />

padres de su suerte. Lo primero que intentó fue<br />

ser garrotero, pero carecía de cuero para eso.<br />

Prestaba puchitos de dinero con la confianza de<br />

que la gente de la comunidad le fuese puntual.<br />

2


Pistola: la mayoría no se interesaba en pagar y<br />

menos cuando el interés no era bajo. Y a Jorge le<br />

quedaba mal eso de llamar, de incomodar, de<br />

perseguir. Sencillamente, los retiraba de su<br />

entorno: si no pagan, no existen.<br />

Dado su primer traspié, no contó a sus íntimos<br />

porque no tenía tales y porque pensaba que la<br />

gente es normalmente abusiva: “si les das la<br />

mano, perdés la billetera” fue desde entonces su<br />

principal axioma. Ante sus padres, alegó que no<br />

tenía nombramiento y que iba a trabajar con el<br />

poquito dinero que pudo ahorrar.<br />

Asustado por su mala experiencia, pues ya<br />

había disipado casi cien mil pesos —en ese<br />

tiempo, mucha mosca— visitó una mañana su<br />

antiguo colegio, el Colegio de la Patria, allá cerca<br />

de la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente, para<br />

conversar con algunos de sus maestros. A la<br />

mayoría, no los pudo ver. Se habían pensionado<br />

la profesora de artes, la de filosofía, la de<br />

ciencias. <strong>La</strong> bibliotecaria también optó por<br />

retirarse al cumplir la edad. Así que encontró,<br />

nada más, al profesor de educación física, al cual<br />

respetaba muy poco. Recordaba lo bochinchero<br />

que era y la tendencia que tenía de irse a los<br />

golpes con los pupilos por cualquier nadería.<br />

Decepcionado, optó por visitar la soda<br />

esquinera, donde iban los jóvenes de su<br />

3


generación a fumar, con o sin uniforme. Ese lugar<br />

siempre lleno, más caótico que jubiloso, que le<br />

sacaba el hígado al director <strong>del</strong> cole.<br />

Conversando, hacia la hora cuando los chicos<br />

estaban en clase y, por ende, el local casi sin vida,<br />

supo de la suerte de algunas personas que<br />

trabajaron en el colegio y ya no estaban. Del<br />

infarto sufrido por Romero, el profesor de física<br />

mate; <strong>del</strong> accidente que dejó lisiada a doña<br />

Aurora, la coordinadora <strong>del</strong> comité de<br />

evaluación; de la marcha de don Fermín, director<br />

que tuvo múltiples demandas por hostilizar<br />

alumnos y <strong>del</strong> abandono de trabajo que hizo<br />

Caviedes, el viejo orientador que más de una vez<br />

se montó en la carreta, en tiempos cuando el<br />

alcoholismo no se validaba como enfermedad.<br />

De todo esto, tomó apunte Koki Rojas, no<br />

porque le fuese útil, sino para tener de qué hablar<br />

si topase con algún personaje de su generación.<br />

Siempre fue un desfasado, poco comunicativo.<br />

Es por eso que sorprende que haya puesto ese<br />

negocio que le deparó mucha fortuna, pero que le<br />

exigía soltar la lengua hasta con extraños.<br />

Al inicio, dudó en qué invertir su tiempo, pero<br />

compró algunas herramientas, decidido a ganarse<br />

la vida haciendo muebles. Hablamos de taburetes<br />

y mesitas sin ostentación alguna, funcionales.<br />

Bancas para colocar en el corredor de las casas;<br />

4


arandillas para que los niños no salgan a la calle;<br />

caballitos de palo, chorreadores para café que ni<br />

siquiera barnizaba y, chucherías que le diesen<br />

algún retorno mientras se acomodaba el futuro.<br />

Sin llegar a lograr el éxito, puede decirse que<br />

Rojas sobrevivió con el oficio. Logró un par de<br />

veces venderle taburetes a la Junta de Educación<br />

de la Escuela Salas, pero la tercera vez le lloraron<br />

para que los donase. Enfadado, pensó en retirarse<br />

<strong>del</strong> rubro cuanto antes. No tenía mucho<br />

inventario, así que habló con el almacén más<br />

cercano para consignarles durante un año los<br />

chunches que había hecho.<br />

Cuando llegó a saldar, le pagaron todo y casi lo<br />

convencen de seguir con el serrucho.<br />

Entretanto, sus padres disfrutaban de su buena<br />

cuchara y de tenerlo en casa. Cuando él cocinaba,<br />

las visitas se relamían de gusto. Ya fuese gallina,<br />

olla de carne o verduras asadas y crocantes, la<br />

virtud de su cuchara se estaba desperdiciando.<br />

Koki abre a las once y algunas personas pasan a<br />

almorzar. Los domingos no trabaja. Como Ranas<br />

Rojas está en el mismo terreno que su casa, sus<br />

dos perros deambulan por el patio, pero jamás<br />

ingresan. Tiene dos empleados: el bartender y la<br />

cocinera, por lo que algunas veces hay fila de<br />

comensales en espera.<br />

5


Sin embargo, su fuerte empieza a las cinco de la<br />

tarde con las borracheras <strong>del</strong> vecindario y de los<br />

empleados públicos.<br />

Recuerda que, cuando empezó, tenía taburetes<br />

y mesas hechas por sus propias manos. El germen<br />

de su próspero negocio fue la ley seca que se<br />

aplicaba en elecciones y durante Semana Santa.<br />

Alguien le<br />

propuso tomarse unos tragos en esos días, a<br />

puertas cerradas. Koki cambió la propuesta<br />

aclarando que no tomaba, pero vería con buenos<br />

ojos experimentar cómo funcionaría un bar.<br />

Colocó ocho taburetes y dos mesitas y fue<br />

llenazo. Bueno, ocho es nada… Vamos a decir<br />

que no quedaron taburetes libres.<br />

<strong>La</strong> olla de carne vino a ser ese toque que le<br />

faltaba al nuevo rancho. <strong>La</strong> rusticidad se<br />

compensaba con el sabor.<br />

Ante esa experiencia, se sintió optimista y todos<br />

los domingos recibía, tras candado, a varios<br />

comensales borrachines. Fue incorporando<br />

banquitos que estrechaban el viejo galpón.<br />

Cuando sus padres faltaron, recibió un dinerillo<br />

que le permitió extender el bar hacia el resto de la<br />

casa. Apenas reservó para sí cincuenta metros<br />

donde instaló una habitación, cocinita y baño.<br />

6


En el presente, deposita personalmente el<br />

monto de las ventas cada mañana en el incipiente<br />

Banco de las Garantías, creado por la oligarquía<br />

cafetalera. Como es cliente importante, lo atiende<br />

el gerente en su oficina y con café en mano.<br />

Tiene una rocola, con boleros de moda, en la<br />

que el usuario inserta una moneda y luego, con un<br />

botón, escoge la canción que, a continuación,<br />

empieza a chillar. Estamos en el germen <strong>del</strong><br />

karaoke, carente de efectos especiales.<br />

<strong>La</strong> fachada sigue siendo la de la casa paterna:<br />

un caserón de madera, tabloncillos pintados de<br />

amarillo con marcos blancos y piso hecho de<br />

tablones, junto a partes en concreto, teñidas con<br />

ocre rojo.<br />

A estas alturas, cuenta con dos congeladores<br />

para cerveza y un par para productos cárnicos.<br />

Suele cocinar, a veces, en forma descomunal y<br />

luego congela el producto. Así asegura que su<br />

sazón siga presente en el paladar <strong>del</strong> cliente.<br />

Frituras y demás están a cargo de la cocinera de<br />

turno: generalmente, ellas le duran un año y se<br />

van. Cosas de mejor sueldo, cree nuestro<br />

emprendedor.<br />

A la par de Ranas Rojas, están construyendo un<br />

edificio para consultorios médicos. Hay días que<br />

7


el polvo espanta a la clientela, pero han puesto<br />

mantas viejas para minimizar el impacto.<br />

Fútbol hay solamente en los programas<br />

deportivos. Los tertulianos que llegan hacia el<br />

mediodía paran la oreja, mientras maldicen a los<br />

periodistas o lanzan, entre sí, indirectas.<br />

A estas alturas, el bar ha cumplido más veinte<br />

años de vida legal. Lo cual, si sacamos cuentas,<br />

pone a Koki en el ocaso de su quinta década.<br />

Es adverso a ingerir licor, mas si llega algún<br />

cliente de la vieja guardia, de los que considera<br />

compinches, se pega sus tragos y lo invita. Jorgito<br />

piensa que así hace clientes, pero se engaña. El<br />

sujeto nada más volverá, años después, a explotar<br />

memorias de juventud y a emborracharse gratis.<br />

Y lo hará con dos o tres suertudos borrachines<br />

más que podrían, perfectamente, ser impostores.<br />

Koki es “ciudadano ejemplar”, como dice una<br />

canción de salsa, y es soltero. No se le conoce<br />

pareja estable y apenas dos o tres mujeres han<br />

tenido con él breves noviazgos. Eso quiere decir<br />

que no tiene hijos, ni herederos por lo que sus<br />

ganancias se acumulan en la cuenta, que engorda<br />

más y más.<br />

Es organizado. Tiene asegurado su local y la<br />

póliza es pagada puntualmente. Tiene un coche<br />

8


<strong>del</strong> año setenta y cuatro, un Datsun, <strong>del</strong> cual no<br />

ve motivos para quejarse.<br />

Éste es el hombre que años más tarde comprará<br />

un lote por el que supuestamente ha de pasar la<br />

carretera de circunvalación, bajo consejo <strong>del</strong><br />

gerente <strong>del</strong> banco. Desconoce Rojas que el<br />

gerente comisiona como corredor y le está<br />

cargando un fuerte sobreprecio a un terreno que<br />

no está en los proyectos de nadie.<br />

Koki construirá allí unas cuantas casas de<br />

medio ver que demorará mucho en alquilar.<br />

Cuando consigue hacerlo, ya ha descubierto que<br />

esa tierra no tiene futuro y que debe cobrar apenas<br />

la tercera parte de lo pretendido.<br />

Se resiste a vender, a pesar de todo. Eso sería<br />

admitir que Jacinto Retana, ese hijo<strong>del</strong>agranputa<br />

gerente, le ha tomado el pelo, a pesar de ser él, un<br />

cliente preferente.<br />

Un sujeto tan normal es Jorge que su orgullo se<br />

impone habitualmente sobre el sentido común.<br />

9


10


COMAS NEGRAS, S.R.L.<br />

Luego de que Lucas Lucifer cayese preso el<br />

pasado noviembre con veinte millones de los que<br />

no pudo explicar su procedencia, Comas Negras<br />

fue secuestrada por el personal que, dado que se<br />

quedó sin salario, ahora se atiene al mo<strong>del</strong>o<br />

cooperativo.<br />

—¿Quién está a cargo ahora? — pregunto al<br />

entrar.<br />

—Doña Petra, le buscan— la secretaria,<br />

eficiente, que quiere que me quite <strong>del</strong> mostrador.<br />

Una señora gordita, bajita y sin cejas, sale a mi<br />

encuentro:<br />

—¿En qué le sirvo? — Cuando me estrecha la<br />

mano, se hace notar su fuerza y mis huesos<br />

crujen.<br />

—Yo soy Vivas. Soy amigo de Lucas. Supe que<br />

cayó en desgracia. Iba a publicar con ustedes,<br />

pero con ese problema, he debido costear yo la<br />

impresión de mi novela anterior.<br />

—Bueno, pase a<strong>del</strong>ante y hablemos. Marina,<br />

dos vasos de agua con hielo.<br />

Me siento en la silla donde solía posar su<br />

humanidad la difunta Ana Rosella Costilla.<br />

11


Ocho cigarrillos reposan sobre el cenicero.<br />

Mejor dicho, sus colillas. <strong>La</strong> oficina apesta, en<br />

consecuencia, a paladar de muerto.<br />

—Verá, estoy trabajando otra novela. Se deriva<br />

de la anterior, Malanga. Creo que la primera pinta<br />

venderse bien, pero no tengo plata para publicar<br />

la <strong>segunda</strong>—. (Ese rollo mío de mendigar<br />

atención va a tener que verlo algún psicoanalista).<br />

Doña Petra, mal encarada, tipo rottweiler,<br />

nerviosa, me espeta: —¿Usted ya visitó la<br />

caridad?<br />

(¿Vieja hijueputa, ¿qué se está creyendo…?)<br />

Tengo ganas de tirarle un zapato de hierro en la<br />

frente, pero soy un apocado pacifista. Trato de<br />

omitir lo grotesco de la charla y le explico:<br />

—Yo sé que ustedes acceden a fondos públicos<br />

de Cultura y tienen patas adentro.<br />

—Mire, Vivas. Lo que pasa allí, a usted no le<br />

importa. Nosotros recibimos becas y fondos de<br />

cooperación y todas las chupetas que<br />

encontremos, porque así comemos. Si algo nos<br />

gustó de Lucas Lucifer, fue la idea de hacer<br />

dinero cochinamente, publicar cualquier cosa.<br />

Cuando se desdijo de esa meta, casi nos deja en<br />

media calle. De hecho, nosotros decidimos<br />

reportarlo a Hacienda porque quería publicar su<br />

12


Malanga y otras porquerías que él consideraba<br />

interesantes<br />

En ese momento, la luz <strong>del</strong> ventanal da sobre el<br />

rostro de la mujer y creo percibir que su nariz es<br />

ganchuda y tiene un enorme lunar peludo al borde<br />

de la fosa derecha. Me siento como el chavalo <strong>del</strong><br />

cuento de hadas, al que ya van a echar en la olla.<br />

Quisiera deshacerme de esta bruja de un sopapo.<br />

—Bueno, pues Isidro Pelapapas me recomendó<br />

que hablase con ustedes de nuevo. El maestro<br />

cree en mi trabajo y ambos sabemos que tiene<br />

modos de llegar a las palancas. Yo no puedo<br />

aportar un peso, pero sé dónde venden barato el<br />

pegamento de zapato que inhalaba Lucas. Eso<br />

ayudaría a bajar costos.<br />

—Nos estamos entendiendo— dice Petra, ya sin<br />

calentura y estira otra vez su mano para demoler<br />

la mía.<br />

En mi vaso de agua helada, flota una mosca. Me<br />

limito a sacarla y se la enseño.<br />

—Eso es suerte— comenta—. Usted tiene<br />

suerte.<br />

Creo entender, pero es mentira.<br />

13


LA PLAZA DEL VIEJO<br />

EXPRESIDENTE<br />

<strong>La</strong> plaza quedaba cuatrocientos metros al norte<br />

<strong>del</strong> bar de Koki, un poquito después <strong>del</strong> taller de<br />

Gonzaga. Era un territorio amplio, al que se le<br />

segregó poco menos de una hectárea para instalar<br />

una pileta chiquita con patos y pececillos.<br />

Corredores curvos y poyos de cemento estaban<br />

colocados estratégicamente para estimular<br />

caminatas interiores y algunas armazones de<br />

cemento complementaban la obra, funcionando<br />

bien para jugar rayuela o para que los peques se<br />

insertaran en túneles nada complicados y con<br />

varias salidas.<br />

De tal forma, si había poca gente entre semana,<br />

los sábados y domingos, en cambio, eran muy<br />

exitosos pues las familias pagaban para que los<br />

chicos dieran un breve paseo a caballo o<br />

comiesen manzanas con caramelo y palomitas.<br />

<strong>La</strong> oferta comercial se completaba con frasquitos<br />

de agua jabonosa para hacer burbujas y molinetes<br />

de viento.<br />

Igual, si no tenía plata ese día, la gente podía<br />

perfectamente ir a relajarse.<br />

El resto de la propiedad era potrero abierto y era<br />

estatal. Alguien había instalado, de buena fe,<br />

15


marcos de fútbol que la maleza, sin embargo,<br />

cubría. Los días de invierno se empozaba el agua<br />

y, en los de verano, corría el polvazal. Eso no era<br />

óbice para matar la fiebre en las mejengas<br />

improvisadas, ya fuese que las hicieran los<br />

chiquillos al salir <strong>del</strong> colegio o los obreros apenas<br />

terminada la jornada de trabajo, antes de que<br />

cayese la noche o mientras la luz que la luna<br />

reflejaba, hiciese posible el juego.<br />

Los vendedores de copos y de granizados<br />

hacían su agosto cada fin de semana. Es que el<br />

mercado entonces no era tan competido, pues los<br />

profesionales y los académicos no tenían la<br />

costumbre o necesidad de tener un segundo<br />

empleo para sostener su estilo de vida.<br />

<strong>La</strong> alegría habitual de la Plaza <strong>del</strong> Viejo<br />

Expresidente beneficiaba a todos.<br />

<strong>La</strong> excepción de la regla: cuando los profesores<br />

<strong>del</strong> colegio cercano mandaban a los estudiantes a<br />

la plaza para que resolviesen sus diferencias a<br />

piñazos. <strong>La</strong> cercanía de un colegio de hombres<br />

reflejaba, en consecuencia, los valores asumidos<br />

de esa masculinidad tóxica que sustituía el<br />

diálogo por la bravuconada. Más de una vez el<br />

contrincante de un chiquillo era su profesor,<br />

quien creyó advertir que hablaban mal de él.<br />

16


Esto tal vez no debe narrarse en pasado pues el<br />

machismo estúpido nunca ha abandonado<br />

Malanga. Con mayor frecuencia, se hace patente<br />

en instituciones de larga tradición fascista como<br />

la Iglesia, y en las escuelas pioneras <strong>del</strong> país que<br />

han desarrollado un misticismo enfermizo.<br />

Hecho este paréntesis, lo que quiero contar es<br />

que, en cosa de diez años, ocurrieron pequeños<br />

grandes cambios. Una ley traspasó la<br />

administración de las plazas <strong>del</strong> país a los comités<br />

cantonales de deportes para promover las<br />

prácticas deportivas. El optimismo inicial fue, a<br />

nuestro ver, muy cuestionable. En todo Malanga,<br />

estos sitios pasaron de ser espacios abiertos,<br />

aunque carentes de mantenimiento, a lugares<br />

cerrados con malla periférica y candados. Rara<br />

vez había allí acceso para las comunidades, pues<br />

el fútbol federado y otras disciplinas asociadas se<br />

fueron apoderando <strong>del</strong> lugar y de su agenda.<br />

As fue —hay que reconocerlo— cómo<br />

instalaron a la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente un<br />

par de buenas piscinas. A ellas, se podía acceder<br />

con una baja cuota e incluso recibir lecciones de<br />

natación. Tal vez sea la única actividad que no le<br />

cerró totalmente las puertas a la barriada.<br />

También hicieron una cancha de básquetbol<br />

bajo techo. A ese lugar sólo se podía acudir de<br />

espectador cuando había programado algún<br />

17


entrenamiento. Maldita la gracia de ir a ver. “En<br />

serio, ¿esto es de la comunidad?” se preguntaba<br />

la barra de adolescentes que, luego <strong>del</strong> cole, se<br />

reunía en alguna casa cercana a tragar cervezas<br />

que alguno compraba en el bar de Koki, bajo el<br />

pretexto de ser para algún pariente adulto.<br />

Asaltaban la nevera <strong>del</strong> anfitrión y la despensa y<br />

se sentaban sobre el murillo exterior de la casa a<br />

hablar paja.<br />

Pero no estaba cerrada la cancha el día que<br />

Felipe Barrios, apenas con ocho años y vago por<br />

vocación, se encontró con la maravilla <strong>del</strong> barreal<br />

sin vigilancia en pleno día. Juntó a sus amigos y<br />

fueron a patear bola. Eran apenas cinco carajillos<br />

de edades muy similares y se entretuvieron tres<br />

horas.<br />

Luego, cada uno volvió a su casa por su cuenta.<br />

Menos Felipe que vivía cerca y decidió quedarse<br />

un poco más.<br />

En la geografía <strong>del</strong> sitio, debemos anotar que la<br />

Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente medirá unos<br />

quinientos metros en cada uno de sus cuatro<br />

costados. <strong>La</strong> parte <strong>del</strong> playground está<br />

distanciada de la zona deportiva por una malla<br />

que lo cubre todo y tiene tres hileras de alambrado<br />

de púas que complementan su seguridad.<br />

18


Es por si alguien quiere robarse el puto zacate.<br />

O hacer mejenga a deshoras.<br />

Todo esto es un despropósito si consideramos<br />

que la cancha, a pesar de esa figura de los comités<br />

cantonales, no logra estar en buenas condiciones.<br />

Hay pozos enormes en las áreas, enormes<br />

problemas de calvicie en los costados, y modestos<br />

manchones de césped por aquí y por allá. Es cosa<br />

de imaginar un sujeto al que el fuego le ha<br />

chamuscado el coco. (Perdón, la figura es un<br />

tanto grosera).<br />

También divide la plaza, arteramente, la línea<br />

<strong>del</strong> tren que aprovecha entre las mallas de los dos<br />

sectores para cortar camino a la estación<br />

ferroviaria, tres kilómetros abajo. Si uno camina<br />

sobre los rieles, va a encontrar montones de<br />

basura, huesos humanos y animales, chapas de<br />

refrescos y cigarros. Muchos cigarros y botellas<br />

de alcohol de fricciones.<br />

Porque, además, la plaza tiene invasores. Son<br />

cuatro —y más, la cifra oscila— alcohólicos,<br />

hombres y mujeres que pernoctan allí; duermen<br />

cómo pueden y cagan dónde quieren. Hay partes<br />

<strong>del</strong> sitio que apestan a botadero, a pudrición. Y si<br />

los tipos andan por allí, puede ser que asalten vía<br />

cuchilla o botella rota.<br />

<strong>La</strong> ventaja de ser manada.<br />

19


Felipe ese día se queda hasta que cae la sombra.<br />

Casi dan las seis. Cuando quiere irse, a todo le<br />

han puesto candado. Afortunadamente, no están<br />

los borrachines, pero al joven le preocupa no sólo<br />

el cómo salir, sino la idea de hacer un papelón si<br />

un policía lo encuentra saltando sobre el alambre<br />

de púas.<br />

Barrios es flaco y menudo, pero es un tieso y a<br />

la hora de trepar la cerca, le tiemblan las manos y<br />

las quijadas. Ya se ve dando explicaciones de qué<br />

hace en ese lugar a deshoras.<br />

Sudando frío, logra trasponer la cerca y<br />

enseguida se aleja. A lo lejos, la pitoreta <strong>del</strong> tren<br />

le dice que todo anda bien.<br />

No volverá a esa cancha más. Siente, sin saber<br />

por qué, que ese sitio ha sido usurpado por algo<br />

más que los borrachos.<br />

Más tarde morirán los paseos en caballo y las<br />

actividades dominicales, pues unos cinco años<br />

a<strong>del</strong>ante, los callejones aledaños serán usados los<br />

fines de semana, bien para conciertos, bien para<br />

la feria <strong>del</strong> agricultor; la gente derivará su tiempo<br />

de ocio a actividades mucho más caras, aunque<br />

no pueda pagarlas.<br />

De por sí, las deudas también son una de las<br />

máscaras identitarias de Malanga.<br />

20


Aparentar se confunde con razón de vida. Si eso<br />

trae problemas familiares y broncas mayores es<br />

cosa que la gente no piensa ni discute. Por<br />

mientras, se le compra con sobreprecio a los<br />

polacos para tener un jean o una colcha nueva y<br />

hasta un espejo lindo para el baño.<br />

Jodidos o no, la cosa es estar a la moda.<br />

21


CUANDO LAS HORAS SE<br />

ALARGAN<br />

Mercedes Caballero Rojas es bonita, ojos gatos,<br />

<strong>del</strong>gada, apenas trigueña, pero carece de ganas<br />

para el estudio. Apenas hizo dos años de<br />

secundaria. Su madre se apoya en ella para las<br />

labores <strong>del</strong> hogar, pues sufre mucho por las<br />

várices, enormes como venas volcánicas, lo que<br />

es atroz para una mujer que apenas frisa los<br />

treinta y cinco años. Eso sin hablar de<br />

hipertensión y quistes ováricos que la tienen<br />

desmejorada habitualmente.<br />

En Valle Muerto no hay en esa época<br />

demasiados chances para el trabajo si no es en la<br />

agricultura. Sus dos hermanos mayores salen<br />

antes que el sol, junto a su padre, a limpiar lotes<br />

y a cuidar de la siembra y de las cosechas. Así<br />

que, antes de las once, ella debe tener listos los<br />

almuerzos y partir a pie montaña adentro y<br />

recorrer los kilómetros necesarios hasta dejarles<br />

los alimentos y el café humeante.<br />

Jason, de apenas seis años, es un enano llorón<br />

que gusta jugar con una pistola de palo que le hizo<br />

su padre. A veces logra acercarse a animalitos<br />

reales que no ven ni venir el culatazo que los<br />

quiebra. Porque, en esos tiempos, el rollo de los<br />

23


derechos animales no camina y los nenes son tan<br />

crueles como cualquier primate.<br />

Mercedes cuenta con quince años. Tiene el<br />

cabello lacio y rojizo y manos callosas de tanto<br />

acercarlas al fogón. Gusta de prender una flor<br />

celeste de tela sobre su cabello y pintar las uñas<br />

de sus pies. Eso sí, no sabe montar a caballo y no<br />

importa, porque sus padres nunca tuvieron<br />

caballos.<br />

<strong>La</strong> ruta pasa por la naciente que, muchos<br />

kilómetros abajo, se torna en una fuerza iracunda:<br />

el río Gambas. Sin embargo, en esas alturas de la<br />

montaña, es apenas un hilo de metro y medio de<br />

ancho y con una profundidad de diez centímetros<br />

que cae sobre las piedras, como si fuese la<br />

catarata de un jardín de diseñador. Aguas<br />

diáfanas con pequeños peces, cangrejos, pájaros<br />

y flora exuberante aportan pequeñas sutilezas al<br />

paisaje.<br />

Eso, más algún ganado errabundo, alguna<br />

gallina fugitiva y los perros de las fincas<br />

aledañas.<br />

Mercedes disfruta de la naturaleza sin prisa.<br />

Algunas veces, cuando llega con la comida, la<br />

regañan por la demora. Sus hermanos y su padre<br />

son machos y puntuales y no pueden callarse ante<br />

24


la ligereza. Eso no cambia que, inevitablemente,<br />

quince minutos o una hora, la niña llegue tarde.<br />

Excepción son los días de cielos desbocados.<br />

Con la ferocidad <strong>del</strong> agua, las laderas se tornan<br />

inestables y el trabajo pierde planificación. Los<br />

hombres entonces optan por acabar pronto ante la<br />

imposibilidad de sacar la tarea con buen rendimiento.<br />

Entretanto, la joven tejerá fundas de<br />

retazos y edredones de lana que luego su mamá le<br />

aconsejará vender entre los asistentes a la misa<br />

<strong>del</strong> domingo.<br />

Habrá sido apenas antes de cumplir los quince<br />

años cuando Mercedes, cierta tarde, no regresa<br />

<strong>del</strong> campo. Cuando dan las seis, sus padres hablan<br />

con el <strong>del</strong>egado policial para pedir ayuda. <strong>La</strong><br />

respuesta recibida es que hasta pasadas las<br />

cuarenta y ocho horas se puede registrar la<br />

denuncia.<br />

<strong>La</strong> historia no termina en tragedia, como<br />

veremos someramente después. Cuando ella por<br />

fin regresa, han transcurrido varios días. Sin<br />

embargo, en esa casa, luego de una tunda<br />

antológica el tema se torna tabú. <strong>La</strong> joven<br />

asumirá que robarse unos minutos para charlar en<br />

el barrio o ser invitada a comer un helado, podría<br />

—la próxima vez— salirle caro.<br />

25


Por algo se dirá después en el pueblo que<br />

Mercedes era una niña huraña y grosera. En algo<br />

le había marcado la paliza recibida en su regreso<br />

a casa y el dolor recurrente de su hombro<br />

izquierdo le recordaría el mal rato para el resto de<br />

sus días.<br />

Así que nosotros, viendo que la atmósfera es<br />

silencio y el silencio es violencia, tomamos nota<br />

y clasificamos el dato como apunte colateral.<br />

26


NADIE RECUERDA EL PASADO<br />

DE ESTA CALLE<br />

En esos días, Tranquilidad era un barrio con<br />

camino de grava que los conductores evitaban<br />

usar para acortar distancia. El costo de<br />

oportunidad podía perfectamente devenir en<br />

dañar la suspensión <strong>del</strong> coche o una llanta rota.<br />

Además, transitaban vacas, cerdos, cabras y<br />

gallinas que dificultaban el paso a capricho. Los<br />

lotes baldíos se sucedían entre sí y apenas había<br />

ocho viviendas sencillas en todo el vecindario.<br />

<strong>La</strong> iluminación era una farola a la entrada y otra<br />

a la salida de la pequeña comunidad.<br />

Podemos afirmar sin miedo que todos los<br />

habitantes de aquel momento eran oriundos de la<br />

barriada. Y sus padres también.<br />

Ni siquiera el autobús entraba al barrio. No<br />

había población suficiente, por lo que los<br />

interesados caminaban hasta dos kilómetros para<br />

tomar la cazadora, una vieja máquina GMC<br />

pintada en rojo y con edad desconocida, tanto<br />

que, al avanzar, temblaba incansablemente.<br />

Los vecinos tenían sueltos los perros fuera de la<br />

casa. Ante la poca visitación, se portaban<br />

hostilmente y amedrentaban a los desconocidos.<br />

27


Persecuciones a dentelladas y las consecuentes<br />

mordidas eran pan de cada día en Tranquilidad,<br />

pero la carencia de legislación al respecto<br />

mantenía indiferentes a los propietarios de los<br />

cánidos.<br />

Y el atacado nunca se atrevería a repetir la<br />

aventura de ingresar en la barriada.<br />

Un migrante chileno fue el primero de la nueva<br />

generación en comprar tierra y acoplarse al<br />

vecindario. Un terreno grande, entonces<br />

sembrado de café y con buen fondo hasta pegar<br />

con río. Éste corría unos veinticinco metros abajo<br />

y para llegar a su vera, la pendiente superaba los<br />

setenta grados. Así que eso no representaba,<br />

digamos, permeabilidad en la seguridad. Se veía<br />

ocasionalmente vagar individuos por allí, pero no<br />

subirían fácilmente la ladera.<br />

Rafael Pizarro se instaló allí con su familia:<br />

Lucía, Carlos, Mariano, Elba y dos golden<br />

retriever. Construyó un muro a orillas de la calle<br />

para asegurar su privacidad. Un par de obreros lo<br />

levantaron con rocas y cemento hasta una altura<br />

de tres metros.<br />

El hombre era un profesor universitario<br />

migrante. Un chileno que daba clases de filosofía<br />

y arte en la Universidad de Malanga. Supo de<br />

inmediato incorporarse al vecindario y<br />

28


participaba de las festividades propias: las fechas<br />

históricas y las manifestaciones religiosas. Hacia<br />

el mes de diciembre, era frecuente ver a la<br />

comunidad rezando en un galpón, construido en<br />

el costado <strong>del</strong> jardín de su casa, que también<br />

funcionaba como taller para esculpir, porque<br />

Pizarro era un hombre habilidoso y bon vivant:<br />

reformó su patio hasta lograr un hermoso jardín<br />

escultórico que, posiblemente, incidiese en la<br />

voluntad de migrar a este barrio de nueva gente<br />

acomodada, no por la vista desde calle, que está<br />

vetada por los muros, sino porque las visitas que<br />

recibía la familia provenían <strong>del</strong> mismo estrato<br />

social que el profesor universitario. Llegaron<br />

otras parejas con alto nivel de ingreso: eran<br />

empresarios o profesionales <strong>del</strong> derecho, de la<br />

economía, de la salud. Y la vida social <strong>del</strong> lugar<br />

fue girando en torno a la agenda que Pizarro<br />

desarrollaba en conjunto con sus vecinos amigos.<br />

Entonces, al irse poblando Tranquilidad,<br />

empezaron a decirle Alameda. No pasarían<br />

muchos años para que la vía fuese asfaltada y la<br />

iluminación artificial mejorase, merced a<br />

gestiones de un vecino diputado que truncó su<br />

vida en un accidente ocasionado por la falta de<br />

descanso. No hablamos <strong>del</strong> doctor Pocalengua,<br />

no. Ese tipo era incapaz de ayudar a nadie y llegó<br />

mucho después de la muerte de Pizarro y de que<br />

29


la familia de este buen hombre abandonase el<br />

barrio.<br />

Sin embargo, en esos tiempos de pioneros era<br />

infaltable el rezo <strong>del</strong> Niño con cimarrona y trío.<br />

También se apuntaban todos a las celebraciones<br />

de Semana Santa, a las fiestas nacionales, a<br />

cuanta expresión popular llevasen las agendas.<br />

Rafita tiraba la casa por la ventana con pan casero<br />

y comidas criollas.<br />

Así fue hasta que el profe murió de un infarto,<br />

unos diez años a<strong>del</strong>ante.<br />

El sucesorio llevó a romper la armonía familiar<br />

y a desocupar la casa que, poco a poco, empezó a<br />

ver reflejado el paso <strong>del</strong> tiempo. Que se sepa la<br />

Alameda parece haber olvidado a estos<br />

precursores.<br />

Antes que se derrumbase la mansión<br />

totalmente, apareció un nuevo propietario que la<br />

hizo reparar. Le levantó murallas aún más altas<br />

en el contorno e hizo cavar una piscina amplia y<br />

profunda.<br />

<strong>La</strong>s señoras de casa, las vecinas que se<br />

dedicaban a atender su familia, murmuraban<br />

durante el café vespertino, cuando se visitaban<br />

mutuamente que había llegado un maldito narco.<br />

30


Y no. Era el señor Policarpo que con sus<br />

enormes gafas oscuras disimulaba su rostro de<br />

iguana deshidratada: había encontrado la casa en<br />

un remate bancario y con una llamada se apoderó<br />

de la antigua Mansión Pizarro.<br />

ؙ—Perdone, narrador: ¿acaso Policarpo y narco<br />

no son la misma vaina? ¡Qué viejo desordenado<br />

es usted! Sería mejor si nos deja a nosotros contar<br />

la historia desde adentro.<br />

—Déle, pues. Yo voy a dormir la mona porque<br />

el vino me sienta mal.<br />

31


DIGAMOS QUE PORKY ES DE LA<br />

CASA<br />

Porky pasa hasta dos veces al día a Ranas Rojas.<br />

Solamente se ausenta los miércoles, día que no<br />

trabaja. Lleva consigo un viejo maletín de cuero,<br />

bastante atropellado y lleno de escarapelas,<br />

colgado sobre el torso. E invariablemente, los<br />

billetes de lotería que caracterizan su oficio.<br />

Lo que podemos decir de esta persona es que<br />

frisa los sesenta años, calza <strong>del</strong> 40, siempre con<br />

tenis y ya no fuma. Antes lo hacía, pero los años<br />

le enseñaron a cuidarse. A<strong>del</strong>gazó lo necesario,<br />

dejó las grasas saturadas, las golosinas y hasta el<br />

guaro.<br />

Lo único que no logró solucionar fue su<br />

alopecia. A cambio, se deja crecer lo poco que<br />

tiene sin mayor cuidado. Si usase gorra, hasta<br />

pensaríamos que es un rockero de los pesados.<br />

Koki Rojas juega el 46 a plana entera y eso es<br />

primordial. Es lo primero que separa. Luego va,<br />

mesa por mesa, y en casi todas coloca su medio<br />

entero o su fracción. El prestigio de ser un<br />

chancero con suerte —porque así lo atestigua el<br />

dueño <strong>del</strong> bar— le vuelve irresistible.<br />

Y todos contentos.<br />

33


Porky, por su parte, confirma que es una<br />

chanchada <strong>del</strong> narrador poner a Rojas como un<br />

sujeto mezquino con pocos empleados. En la<br />

versión <strong>del</strong> hombre, que es extremadamente serio<br />

como todo vendedor de lotería, hay dos<br />

cocineros, dos bartenders y dos saloneros en la<br />

planilla fija <strong>del</strong> lugar.<br />

Otra cosa es que el narrador haya pasado por el<br />

lugar durante Semana Santa, fechas cuando el<br />

propietario se dedica solamente a mantenimiento.<br />

Acaso, eso haya ocurrido y no un gesto de la<br />

naturaleza pérfida <strong>del</strong> autor, tan frecuente.<br />

<strong>La</strong>s horas ideales para hacer las rondas son las<br />

cuatro de la tarde y las ocho de la noche.<br />

Corresponde esto al flujo de potenciales clientes<br />

y también, al hecho comprobado muchas veces de<br />

que nadie está jumo tan temprano. Ya pasaditas<br />

las diez, Ranas Rojas suele experimentar cambios<br />

sutiles y, alguna que otra vez, hay que llamar a la<br />

policía por balazos o por gente que sale a darse de<br />

cuchilladas al parqueo.<br />

Nuestro pregonero de la suerte lo sabe y tiene<br />

como regla no llegar demasiado tarde a casa.<br />

Ahora que están saliendo nuevos juegos de azar,<br />

el riesgo de ser asaltado aumenta.<br />

El consuelo de Jorge respecto a los incidentes<br />

es decir que hasta en la zona universitaria pasan<br />

34


cosas parecidas. Por eso, dentro de la<br />

registradora, hay dos pistolas. Debajo de ella, un<br />

botón de alarma y siempre que puede, echa un ojo<br />

para verificar que los mejores cuchillos de cocina<br />

se mantengan disponibles cerca.<br />

Terminada su venta, Porky generalmente parte<br />

hacia el este por la noche. Si es de día, lo hace al<br />

sur.<br />

Esta vez se detiene ante su anfitrión y le espeta:<br />

— Patrón, ponga las noticiasؙ. Están debatiendo<br />

sobre el TLC. —Enseguida, tamborilea los dedos<br />

de la mano derecha sobre la barra y sale sin<br />

despedirse.<br />

Koki lo escucha, pero no hace caso porque trata<br />

de aguzar la oreja sobre un pleito de pareja en la<br />

mesa cuatro. ¡Qué cantidad de cochinadas se han<br />

hecho entre ambos y se siguen aguantando…!<br />

Después de todo, nuestro bar es un salón<br />

familiar. Digamos, un rancho típico, donde nada<br />

más falta un tiovivo para que toda la familia sea<br />

feliz.<br />

35


36


RONDA DE SERES AMAÑADOS


ENTRETELONES<br />

—García, sabe que tiene prohibido venir a estas<br />

oficinas. Hay una orden de restricción y está<br />

vigente.<br />

—Sabrá que uno llama y usted se niega. No me<br />

han liquidado y van cinco meses ya—. El aludido<br />

se sienta en el sillón donde van a recalar las<br />

visitas de Petra.<br />

—Mire que hay que ser muy descarado para<br />

venir luego de lo que Ud. hizo. Debiese estar en<br />

chirona, ladrón.<br />

—Vieja impostora, Ud. sabe que no es cierto.<br />

Ud. gestó el ardid para despedirme sin pagarme<br />

un cinco, pero no es así.<br />

Petra saca un Cohíba, lo corta y lo enciende.<br />

Como si fuese el infeliz jefe de Peter Parker,<br />

habla con insolencia:<br />

—Mejor, lárguese antes de que traiga la policía.<br />

Aparte de robar la plata de los compañeros, quién<br />

sabe qué más se habrá llevado.<br />

—Perdone, usted., pero me la voy a echar al<br />

pico. Sé que hay desfalcos en las finanzas de<br />

Comas Negras desde los días de Lucas. Y Ud. es<br />

peor—. García se levanta y derrama sobre la<br />

mesa el vaso de agua que reposa junto a Petra.<br />

39


Cuando va saliendo, paso a su lado con el<br />

primer capítulo de esta vaina.<br />

Yo, muy orondo, pensando que el mundo<br />

editorial es tan noble.<br />

40


HABLA LA QUE NUNCA MUERE<br />

No soy el narrador: soy la memoria. Estoy llena<br />

de baches y de datos superpuestos, de rumores<br />

que dicen y desdicen, pero también de pequeñas<br />

verdades que se sedimentan en el fondo de los<br />

relatos. Soy la suma de los narradores porque una<br />

ciudad está llena de voces y el escritor se limita a<br />

ecualizar: hace que las voces <strong>del</strong> tumulto se<br />

individualicen para hacerlas perceptibles.<br />

Los baches, sin duda, los va llenando el<br />

colectivo. Cada escritor no puede sino capturar<br />

fragmentariamente la vida de la ciudad. A veces,<br />

algunos personajes nos superan o esperan por la<br />

palabra que retrate mejor su tesitura.<br />

Una ciudad no es un coro que comparte la<br />

misma partitura. Cada sujeto canta la vida cómo<br />

puede. A veces, celebra. En otras ocasiones,<br />

guarda silencio y se humilla. Sin embargo, algo<br />

sucede dentro. Tal vez sea ésa la labor <strong>del</strong><br />

escribano: dar testimonio de lo que pasa en el<br />

silencio.<br />

Personajes colaterales como la chica <strong>del</strong><br />

supermercado no me dejan indiferente. ¿Es su<br />

vida mediática o exitosa? Supongo que no, pero<br />

es heroica. Ante la certeza de las carencias,<br />

trabaja. Saca el día a día para su sustento a pesar<br />

41


de que su condición social es un ancla amarrada<br />

al pie de una persona que lucha por salir de las<br />

aguas profundas.<br />

Porque no soy el narrador, ni el vendedor de<br />

chances, ni el político, ni el sociólogo o el<br />

burgués, no pueden matarme. Cuando uno de los<br />

ciudadanos desaparece, la ciudad pierde parte de<br />

sí misma, sin embargo están sus coetáneos, los<br />

<strong>del</strong> barrio, los de la oficina, que arman<br />

fragmentariamente las historias compartidas. En<br />

muchas ocasiones, se equivocan. No lo dudo.<br />

De eso se trata.<br />

Cuando camino por el bosque, marcho en<br />

silencio: quiero escuchar. Pretendo identificar las<br />

voces y los ruidos que me vienen de lejos. Trato<br />

de adivinar el sendero para avistar un pájaro. O si<br />

escucho un felino que ruge amenazante, me<br />

paralizo.<br />

De la misma forma, la ciudad nos manda<br />

señales de sus habitantes. De la mayoría de ellos<br />

acaso sepamos nada. Pasa que cada sujeto no<br />

suele mirar más allá de su burbuja y el rico<br />

desconoce <strong>del</strong> pobre y viceversa.<br />

Llegamos a tal confort que parece asombrarnos<br />

la presencia <strong>del</strong> otro.<br />

42


Somos, sin embargo, correlatos. Y como tales,<br />

compartimos escenario. Los hilos de nuestra<br />

<strong>trama</strong> se cruzan, se enredan y, a ratos, se<br />

revientan y alguien procura zurcirlos. Es entonces<br />

cuando detectamos que el otro, a pesar de su<br />

silencio o borrosidad, es importante.<br />

En la literatura es mitad verdad, mitad mentira<br />

todo. Un narrador omnisciente es probablemente<br />

la invención más perversa de un escritor. Asumir<br />

que se sabe todo, que todo se controla. Eso es<br />

fatalismo. Dejamos en el papel sujetos<br />

acartonados, carentes de deseo, de rabia, de<br />

humanidad. No importa cuánto enredemos la<br />

<strong>trama</strong>, habremos elaborado títeres.<br />

Por eso, es que el narrador que dice ser destino<br />

también miente. Debería dejar madurar a sus<br />

personajes, hacerlos pensar. Que deriven solos<br />

hacia un credo o hacia una razón bien articulada.<br />

Lo que pasa es que condenar es vicio humano,<br />

igual que los linchamientos.<br />

El narrador no escapa a ello. Es capaz de hacer<br />

morir a un personaje por puro efectismo.<br />

Entonces, podemos decir que esa voz tiene<br />

mucho de miserable.<br />

Tampoco veo heroísmo en la rebeldía mal<br />

canalizada. <strong>La</strong> forma en que ciertos ciudadanos<br />

se rebelan y dan muerte al chancero, ocurre<br />

43


mucho. Conmigo no pudieron, porque les di una<br />

pista falsa. Han creído que yo me escondía<br />

disfrazado de mercader de la suerte y eso nunca<br />

pasará.<br />

Entretanto, cometieron un asesinato. Acá no<br />

cabe decir que fue Fuenteovejuna, como en la<br />

obra de<br />

Lope, no. Hubo una conspiración de los sujetos<br />

que se sintieron desnudos por la escritura de ese<br />

tipo, Vivas.<br />

¿Esto pasaba desde antes? No sé, cada época<br />

tiene sus propias artes de mojigatería. ¿Desde<br />

cuándo han abandonado a las jóvenes<br />

embarazadas su grupo familiar? Eso no es nuevo.<br />

Tampoco lo es que un grupo de poder busque<br />

silenciar las disidencias, bien sea causando<br />

hambre o precariedad entre los subordinados o<br />

contratando rompehuelgas y lumpen matonil. Lo<br />

único que sé es que nadie mata la memoria.<br />

Sin embargo, tengo un hermano gemelo,<br />

instigador y doble cara: el rumor de mala leche.<br />

Su lengua corta vínculos y mancilla por capricho.<br />

Favor, ténganle distancia.<br />

44


YO COLABORO CON EL SEÑOR<br />

DIPUTADO A CUALQUIER HORA<br />

—¡El avión, el avión! — chilla como mono el<br />

enano Azuela, mientras corre despavorido hacia<br />

el granero.<br />

Inmediatamente, Antonio y Fernando acuden al<br />

campo con bidones de gasolina para humedecer<br />

los trapos que reposan en estañones de lata.<br />

Hecho esto, les dan fuego.<br />

Son las dos y media de la madrugada y el cielo<br />

tiene al sur un puñadito de estrellas, nada más. El<br />

resto, bien oscuro.<br />

Azuela se aproxima con el pick up a la orilla de<br />

la pista de aterrizaje, que apenas está definida por<br />

las llamas que funcionan como guía. Aparecen<br />

desde la casa central de la finca, cuatro hombres<br />

con así metralletas que bajan de otro jeep.<br />

Cinco o diez minutos más tarde, el Cessna<br />

aterriza. Procuro no aprender su matrícula ni<br />

señales pues no quiero problemas. Estoy en esto<br />

porque ando desempleado y, aunque es riesgoso,<br />

45


esto no paga mal. Me dará de comer unas<br />

semanas.<br />

Mi labor va a ser vigilar que ningún paquete se<br />

pierda. Son 650 quesos que se marcharán al norte,<br />

tan pronto la avioneta cargue.<br />

Por ahora, me limito a ver cómo retiran de la<br />

cajuela las bolsas de arroz que cubren los envoltorios<br />

de un kilo. Bolsas bastante estandarizadas<br />

y con el logo de un conejo con gafas impreso<br />

sobre la carátula, lo cual sirve para identificar a<br />

sus propietarios.<br />

El capitán baja para mear, pero antes deja<br />

indicado el acomodo de la carga para evitar<br />

inconvenientes. Luego, se aleja hacía la zona<br />

boscosa sin pensar que esto puede ser riesgoso,<br />

como en toda zona selvática durante la<br />

madrugada.<br />

Cuento seiscientos treinta y ocho paquetes y<br />

estoy desorientado. Ahora, ¿qué hago? Al<br />

diputado no va a gustarle que lo molesten con<br />

estas cosas, no vaya a caer por imprudencias. Así<br />

que conmino a Azuela a que revise dónde putas<br />

están los faltantes y el enano de mierda se<br />

devuelve al galpón en el carro. Entretanto, el<br />

piloto y los peones nuestros fuman y beben a la<br />

carrera, sentados en mecedoras de madera, un<br />

poquito retiradas de la luz.<br />

46


Son las tres y veinticinco cuando, por fin, el<br />

embarque queda listo. El Tatú de <strong>segunda</strong><br />

categoría ha encontrado los paquetes que faltaban<br />

enredados entre sacos de cincuenta kilos de arroz<br />

estibados al fondo <strong>del</strong> bodegón. Le demoró casi<br />

quince minutos volver.<br />

Otros dos muchachos se han hecho cargo de<br />

abastecer el combustible para tener a tope la<br />

avioneta. Ya nada falta para irse, el capitán choca<br />

las manos con todo el mundo y sube a bordo.<br />

Hasta que la avioneta despega, los ocho<br />

permanecemos allí, aunque queremos irnos<br />

pronto. <strong>La</strong> escena es algo bochornosa pues el<br />

lugar es inadecuado y uno no quiere explicarle a<br />

nadie lo que hace a deshoras en tal oscurana.<br />

Cuando ya no hay rastros <strong>del</strong> suceso, arrojamos<br />

tierra a los estañones para que el fuego se extinga.<br />

Enseguida, cada uno saca su moto y toma<br />

direcciones diferentes, de ser posible. Los que<br />

comparten ruta procuran ir distanciados entre sí<br />

y, si el camino no es tan oscuro, apagan los focos.<br />

Solamente Azuela, capataz, mano derecha <strong>del</strong><br />

dipu, se va en el pick up. Regresa la camioneta al<br />

galpón, pone candado y se va andando a su casita,<br />

ese pequeño rancho al lado atrás <strong>del</strong> inmueble.<br />

Yo, la verdad, me detengo a medio camino pues<br />

el miedo me hace vomitar.<br />

47


Una vez recuperado, quiero respirar profundo.<br />

Entonces, veo unos ojos rojos entre la hierba y<br />

acabo por mear mis pantalones.<br />

Trepo a la moto y arranco despacio. Tan pronto<br />

siento que he ganado distancia, corro como si<br />

fuese perseguido por el diablo.<br />

El miedo me dura toda la mañana siguiente.<br />

A ver si me desaparezco de estos rumbos,<br />

porque uno ocupa el dinero, pero cuida el pellejo.<br />

48


JOSÉ LUIS SE QUEDA EN<br />

TIERRA<br />

—Debería estar en el avión viajando hacia el<br />

Mundial, pero la agencia de viajes me estafó. A<br />

cientos, y a nosotros también. No estaban<br />

autorizados para vender los paquetes y trataron de<br />

armarlos por fuera y no pudieron. Se enjaranaron<br />

con el banco y entraron en mora. Su única<br />

respuesta fue cerrar puertas. El lunes nadie abrió<br />

el local y nadie supo localizar al dueño. Antes<br />

vivía por el Country Club. Todos lo sabíamos,<br />

pero nunca nos enteramos <strong>del</strong> momento cuando<br />

cambió de domicilio.<br />

Koki está lavando vasos en el fregadero<br />

mientras escucha a su interlocutor que cuenta su<br />

rabia en la barra, de forma altisonante. El<br />

consecuente ruido <strong>del</strong> cristal se mezcla con una<br />

salsa <strong>del</strong> Gran Combo que suena en la rocola. En<br />

el freidor, doña Pamela prepara unos tacos en el<br />

compartimento derecho. En el izquierdo, papas.<br />

—¿Cuánto habías pagado? —azuza Koki. Sabe<br />

que un bar sin conversa se muere rapidito.<br />

—Lo mío y lo de la doña, casi todo— responde<br />

José Luis—. Cuando terminó el campeonato <strong>del</strong><br />

90, de una vez tomamos el plan para el de ahora.<br />

49


He estado pensando en sacar un préstamo con la<br />

solidarista porque no es caro. <strong>La</strong> mujer no está de<br />

acuerdo y cree que mejor nos gastamos la plata<br />

en el abogado para la demanda contra Viajes de<br />

A Peseta por el Mundo, S. A.<br />

—Entiendo. Es difícil no caer en las redes de<br />

una empresa que parecía poderosa, omnipresente,<br />

estructurada. Hasta los programas y el canal que<br />

tenían en cable les daba prestigio. Igualito que<br />

pasó con la quiebra de las financieras. ¿Te<br />

acordás <strong>del</strong> carajo que captaba inversiones al<br />

cuarenta por ciento en colones?<br />

—También hubo políticos que captaban en<br />

dólares al 60% y pagaban anticipado. Una<br />

pirámide Ponzi, sin duda. Y la gente lo sabía. Allí<br />

había lavado o algo peor. Luego, estaba la gente<br />

llorando o se suicidaba porque ésa era su forma<br />

de vida: invertir un mediano dinerillo y vivir de<br />

los rendimientos. Con eso es que están<br />

desarrollando esos focos residenciales de lujo en<br />

Tranquilidad— José Luis se chupa los dedos,<br />

luego de morder su taco.<br />

Rojas cierra el grifo <strong>del</strong> agua y se seca las<br />

manos. Piensa que básicamente todo Malanga<br />

huele a estafa, a chorizo. Y eso no es piropo,<br />

porque el país no es una cocina.<br />

50


—Es mucha deuda— dice, pero ya se arrepiente<br />

de hacerlo. “Uno no opina de la vida de otro, regla<br />

de oro <strong>del</strong> cantinero”.<br />

—Fíjate que conocí el caso de una familia de<br />

esos lares, cuya hija estaba en un colegio privado.<br />

Tenía como compañera a la hija de una señora<br />

que vivía de los intereses que le pagaban los<br />

Hermanos Cuchufleta. Así se llamaba la trampa.<br />

Una vez le tocó a la muchacha acudir a la casa<br />

de esta señora. Voy a llamarla Fulana porque no<br />

voy a andar diseminando chismes que puedan dar<br />

problemas. Eran seis los carajillos de un colegio<br />

privado que tenían que desarrollar un proyecto<br />

para dos semanas después. <strong>La</strong> hija de esta mujer<br />

ofreció la casa para reunirse. El lugar era una<br />

hermosa quinta de montaña, allí donde casi nadie<br />

consigue permisos y la tierra es oro.<br />

Lo que cuentan es que cuando a los chicos les<br />

dio hambre, la señora se portó fría. Les mostró la<br />

llave de la manguera de jardín para que bebiesen<br />

y nada más. He omitido cosas de mi coleto porque<br />

yo traté a esa señora un par de veces y no tengo<br />

duda de su mezquindad. De otro modo, hubiese<br />

creído que la anécdota no pasa de ser mala leche<br />

de alguien que la tomó entre ojos—. José Luis,<br />

sabedor de contar verdades a medias para no<br />

ensuciarse mucho.<br />

51


—Bueno, los Cuchufleta se fueron <strong>del</strong> país.<br />

Gente que bien se informa acá chismorreaba que<br />

eran de la CIA y que, por eso, no les costó<br />

escapar. Al contrario, se habrían radicado en<br />

Estados Unidos bajo nuevas identidades y bien<br />

forrados de dinero. A mí, es que me gustan las<br />

conspiraciones porque son mitad verdad y mitad<br />

mentira, pues al final, aunque la narrativa sea<br />

incierta, el impacto siempre deja secuelas. Es<br />

posible que el creador <strong>del</strong> bulo no conozca todo<br />

lo que afirma, pero es agua que arrastra<br />

sedimentos: hay que colar basura, cribar la arena.<br />

Siempre quedan pistas—Koki le da la razón a sus<br />

clientes. Es automático.<br />

—Regálame hielo. Y otra birra y un taquito.<br />

Acá todo queda impune en las altas esferas.<br />

Recuerdo que, para entrar en esa pirámide, debías<br />

ir recomendado por otro miembro —eso dijo la<br />

radio—. Si no fuese dinero <strong>del</strong>ictivo ¿para qué<br />

salir con tales condiciones?<br />

<strong>La</strong>s mesas están llenas, pero la barra bastante<br />

despejada. Solamente un par de carajos, con<br />

corbata y camisa blanca, toman guaro, cinco<br />

taburetes a la izquierda, y les meten el diente a<br />

unas costillas asadas.<br />

Cuando atisba al viejo vendedor de lotería, José<br />

Luis lo llama y le paga dos enteros. Porky se<br />

embolsa el dinero en el lado izquierdo <strong>del</strong>antero<br />

52


<strong>del</strong> pantalón, chupa medio limón que encuentra<br />

en un plato y finalmente se echa un poco de sal<br />

en el dorso de la mano y la lame. El cantinero se<br />

queda pensando si este cabrón se robó un tapiz o<br />

qué putas hace porque acá no se vende tequila.<br />

—Voy a poner las noticias—. Koki oprime el<br />

botón de encendido y en la pantalla aparece Pablo<br />

Martínez, reporteando desde la Cuesta de las<br />

Vacas Flacas—. No soporto a ese hijueputa—<br />

dice el cantinero, pero no apaga la tele. Como al<br />

descuido, le acerca al cliente una tarjeta de<br />

presentación <strong>del</strong> abogado Venegas, que no es tan<br />

reconocido, pero la está pulseando de lo lindo.<br />

—Éste te hace precio, es un carajillo que busca<br />

clientes. Decíle que sós mi primo.<br />

Con desgano, José Luis guarda el cartoncillo en<br />

su saco. Lo hace por cortesía, pues tiene la certeza<br />

de que toda estafa en Malanga queda impune.<br />

Sobre todo si es de grandes dimensiones. Y<br />

quizás por otros motivos.<br />

Cuando damos la espalda, porque ya no nos<br />

interesa el escenario, ráfagas de balas nos<br />

sugieren que el periodista transmite en vivo. El<br />

parabrisas de la unidad móvil se astilla en el<br />

momento anterior a que dejemos de fisgar la<br />

escena.<br />

53


COSTA DEL LODO/PLAYA<br />

HUMO<br />

—En estos días llueve mucho, tanto como hace<br />

calor. Pensábamos salir mar adentro esta<br />

madrugada, pero no se pudo. El mar estaba<br />

picado y el cielo cargado de nubarrones. Fuimos,<br />

pues a jugar al fut un rato, pero aquello estaba<br />

resbaloso. El Pato se quebró la tibia y no tiene<br />

seguro. (Ninguno de nosotros lo tiene).<br />

Sin embargo, lo atendieron. Esa noche durmió<br />

en emergencias, sobre el corredor. A la mañana<br />

siguiente, lo subieron a cirugía y, dos días<br />

después, lo visitamos en su casa. Nos dieron<br />

aguadulce y alguien llevó algunas galletas de<br />

panadería.<br />

Por acá, siempre andamos descamisados porque<br />

esto es sofocante durante el día. Nada tiene de<br />

raro que un corredor tenga ocho personas y<br />

solamente una de ellas porte camiseta. Y está<br />

también lo fregado <strong>del</strong> oficio. Salir a pescar es<br />

casi embrutecedor: en medio de la nada, el sol y<br />

un montón de sujetos hacinados y en vigilia.<br />

Por suerte hay trabajo, aunque no haya<br />

derechos. Los noticieros cubren, por ejemplo, una<br />

desgracia. Un tipo que cae al mar y su cuerpo<br />

aparece al tercer día. Antes de buscarlo, todos<br />

55


sabemos que no está vivo: los milagros acá están<br />

vetados. Muchos creemos que un chantaje es la<br />

esperanza y un fraude, la política. Vivimos en<br />

covachas que tiemblan con la voz. Húmedas,<br />

infernales y chicas. Nuestras familias son<br />

numerosas y extensas. Nuestros padres, nuestros<br />

hermanos, nuestros hijos conviven en un único<br />

plano. Y los que pueden, aportan algo y no<br />

necesariamente dinero. Alguien trae bananos, un<br />

queso, unas cebollas o se gana unos pesos con el<br />

turismo.<br />

Hay que tener mucho cuidado con los jóvenes<br />

porque la tentación es grande. Los gringos buscan<br />

drogas, putas, esclavos. Y el hambre nos<br />

enceguece ante el dinero. Si las costumbres se<br />

adquieren, luego… ¿quién nos rescata?<br />

Yo he querido hacer mi propio botecillo para<br />

llevar turistas a pequeños viajes, pero me falta<br />

pericia. Tuve dos intentos fracasados: se<br />

hundieron. Y reunir plata para materiales es<br />

ajustar la tripa de toda la familia.<br />

¡Qué bueno que Ud. va a estar acá unos días! Se<br />

ve que es pudiente. Si le parece, mañana lo llevo<br />

a ver artesanías y ropa de la zona. Conozco<br />

lugares donde nos harán precio.<br />

Todo lo escucho mientras mastico unas papas<br />

rancias. Tampoco me ha gustado el pescado, pero<br />

56


nunca me ha fascinado. <strong>La</strong> cerveza la llevo por la<br />

mitad.<br />

—¿Dice Ud. que ya no hay zoológico ni<br />

piscinas públicas? ¿Qué le queda al turismo<br />

ahora?<br />

—Ya ve, tenemos las mejores cantinas. Buenas<br />

bocas y música salsa. Y la gente viene a matar su<br />

soledad con amor.<br />

Esa frase me supo a bolero. Y me gustan los de<br />

la vieja guardia, los cantores cubanos. Sin<br />

embargo, también sé que es música de ligue, de<br />

cabaret, de alcohol.<br />

Soy un saco de prejuicios.<br />

—Me gustaría comprar frutas al mayoreo. Unas<br />

cajas de marañones, zapotes, pejibayes. Es algo<br />

que en mi casa no dejo faltar. Y un par de cuadros<br />

de queso duro y salado.<br />

—Eso no se produce acá. Ha de ir tierra adentro,<br />

donde están los ganaderos y las fincas. En todo<br />

caso, podría comprar dulces, semillas y productos<br />

de la costa. Le van a gustar, todo fresquito.<br />

Contra el espejo, refleja la sierra de un pez que<br />

es habitual decorado de las marisquerías. Así<br />

mismo, hay algunos corales secos, arrinconados<br />

en una esquina <strong>del</strong> zaguán, hacia el fondo.<br />

57


—Entiendo que acá se produce mucho arte. ¿No<br />

ha pensado hacer o vender? He visto cosas lindas.<br />

—Ni me diga. Uno es bruto para el trabajo y<br />

punto. No busque oro en los árboles porque nunca<br />

dan.<br />

Igual, los que hacen talla o escultura, la pasan<br />

mal. Si uno puede salir, porque tiene parentela en<br />

Artificio, es mejor irse.<br />

Empiezo a entender que este lugar ha sido<br />

olvidado desde las políticas públicas y, lo que fue<br />

una belleza con alto potencial, ahora es una<br />

comunidad con playas mugrosas y alto<br />

desempleo. No sé qué decir porque es evidente<br />

que no se me ocurre solución.<br />

—Présteme diez mil pesos y se los rebaja de lo<br />

que me paga mañana. Soy un pirata cumplidor.<br />

Llego por Ud. a las ocho. Si quiere conseguir<br />

mercancía, la encontramos. Siempre hay de<br />

sobra.<br />

No supe qué ha querido decir. A regañadientes<br />

saco el billete y se lo entrego. Me despido con un<br />

gesto visual y subo al dormitorio.<br />

58


INNOMINADO VISTE DE TRAJE<br />

El cuerpo está reposando dentro de un ataúd de<br />

caoba. Nada raro que eso ocurra en una funeraria.<br />

Su traje es negro, con un alfiler de plata en la<br />

solapa y la camisa es blanca, impecable. Lo único<br />

es que nadie ha cerrado la caja y ninguno de los<br />

empleados reconoce el cuerpo. Dado que se<br />

miraba fresco, sin abotagar, casi elegante, el<br />

propietario optó por contratar una sesión de fotos<br />

profesional, para luego hacerla exhibir en las<br />

ventanas en alguna futura campaña de cadáveres<br />

elegantes. Fueron cuatro horas de sesión, con<br />

todos los cuidados. Los guantes de nitrilo se<br />

fueron a botar lejos, en basureros de un hospital<br />

de otra zona.<br />

Luego rezaron siete padrenuestros, pues don<br />

Arcadio padecía cierta cábala con ese número. Lo<br />

ligaba con la perfección, con los evangelios y con<br />

los siete sacramentos.<br />

Acto final, rompieron una parte <strong>del</strong> techo y <strong>del</strong><br />

cielo raso, treparon el cuerpo y arrojaron al<br />

cadáver desde lo alto. El cuerpo, al caer, se<br />

rompió el cuello y quedó espectacularmente<br />

atroz, como la niña de El Exorcista.<br />

59


En ese momento, el empresario entendió que<br />

debería enfriar las fotos —dos años, por lo<br />

menos— para ahorrarse problemas.<br />

Hacia la una, para atar cabos, todo el mundo fue<br />

instruido para que, cuando llegase la Policía<br />

Judicial, dijesen que acababan de encontrar el<br />

cadáver. Convino el viejo con sus empleados que<br />

el sujeto habría intentado entrar a robar en horas<br />

cuando todo el equipo estaba ocupado,<br />

atendiendo domicilios, porque con frecuencia, la<br />

gente no se va a morir en diferido, sino cuando le<br />

da la gana.<br />

Acto seguido, llamaron al 911 para sumar su<br />

reporte a las tragedias <strong>del</strong> día.<br />

El forense llegó a las dos y quince y, luego de<br />

saludar a Arcadio, le preguntó si no tendría unas<br />

horas extra para él. El hombre le contestó con un<br />

“claro”, chocaron manos e Hilario levantó la<br />

sábana:<br />

—Se desguabiló— dijo.<br />

Y Perogrullo sintió que lo usurpaban.<br />

60


PEQUEÑOS INCIDENTES QUE<br />

UN SOPLÓN ANOTA EN SU<br />

LIBRETA<br />

“Putas camiones”, piensa Juan, luego de que un<br />

salto de la cazadora le ha reventado un incisivo.<br />

Increíble que esta vaina sea la capital y esté llena<br />

de lotes baldíos. Y que, a pesar de todo, sea un<br />

lugar tan caro.<br />

Saca, de su mochila, el paquete de cigarrillos y<br />

enciende uno. Antes, ha abierto la ventanilla de la<br />

izquierda para que nadie lo joda.<br />

Viste ropa de oficinista, camisa blanca, manga<br />

larga, mocasines negros, corbata azul, lo que<br />

empata raro con su bolso de mezclilla. Lo que<br />

pasa es que el inicio de los noventa son años de<br />

ruptura y la juventud tiene menos rigidez en los<br />

patrones. De hecho, un par de años después<br />

estarán de moda los pantalones rotos y el ácido<br />

wash. Así que la única información que tenemos<br />

<strong>del</strong> personaje es que es oficinista o busca empleo.<br />

Investigar en esos tiempos es una hazaña, pero<br />

nos negamos a revelar quiénes son nuestros<br />

informantes. Por ahora, diremos que el agente X<br />

se oculta tras una espantosa columna sin<br />

aditamentos y con base cuadrada, una más de las<br />

61


que sostienen la mole de vidrios que es, en esos<br />

años, la papafrita Biblioteca Nacional.<br />

¿No es ése buen adjetivo para dicha institución?<br />

Vale recordar que una de sus últimas jerarcas<br />

decidió vender como papel de reciclaje<br />

toneladas de libros que nadie consultaba. Allí se<br />

fueron infinitudes de historia y de voces<br />

olvidadas. Entre ellos, un libro de mi abuelo,<br />

creo. Porque nadie iba a robarse un libro escrito<br />

por un señor que acá nadie conoce.<br />

Cuando el asunto se hizo público, se detuvo la<br />

maniobra, pero mucho material había sido<br />

destruido. No vale la pena recorrer la anécdota<br />

porque ya fue incluida en algún libro de esa<br />

época. Capaz y, si me voy por allí, me demandan<br />

por plagio.<br />

Junto a las cajetillas de cigarro (en plural porque<br />

son 4), Juan carga una cantidad ene de muestras<br />

de químicos que enseña al guarda de la entrada.<br />

Pasa sin problema y se dirige a los ficheros a ver<br />

qué putas lee hoy, cosa que pasa con alguna<br />

frecuencia. Su horario de trabajo como agente de<br />

ventas le pide productividad y no calendario.<br />

Sin embargo, hoy actúa diferente. Declina los<br />

libros y opta por ver los periódicos. En la pequeña<br />

salita, hay diez sillines forrados en vinil para que<br />

la gente haga allí su descanso y se informe. Se<br />

62


entera de un secuestrador de niños en la zona que<br />

en esos días se llama Tranquilidad, a secas. Se<br />

entera que viene el Papa en la gira regional,<br />

pasará por acá ydispondrán para él un coche<br />

blindado. Se entera de que la moneda, antes<br />

estable, empieza a dispararse y de que algunas<br />

casas comerciales están quebrando a raíz de este<br />

fenómeno.<br />

Nada pasa: regresarán en cosa de dos o tres<br />

años, bajo nombres nuevos y sin pagar lo<br />

pendiente.<br />

Hojea las tiras cómicas, los deportes, la<br />

cartelera de cine. Lo que lo hace detenerse es el<br />

mercado agrícola. Encuentra varias referencias a<br />

plagas: roya, langostas, hormigas. El moko <strong>del</strong><br />

banano, la roya <strong>del</strong> café, los gorgojos <strong>del</strong> frijol,<br />

etc.<br />

Por un segundo, se le cruza que ese escenario o<br />

es <strong>del</strong> Génesis o es <strong>del</strong> Apocalipsis. “Será que no<br />

era tan jetón el profeta”, piensa.<br />

Entonces se siente decidido. Se dirige al área de<br />

las colecciones, donde están los libros que se<br />

pueden usar en sala, sin necesidad de llenar<br />

boleta. Escoge los recovecos menos visibles para<br />

tomarlos, uno a uno, y depositar un chorrito de<br />

alguno de sus frasquitos de muestra. Nos<br />

confirma nuestro chismosatélite que, a pesar de<br />

63


ser un titipuchal de frascos, solamente hay seis<br />

variedades de ellos.<br />

Así que Juan opera en diversos corredores, en la<br />

zona más apartada y a diez libros de cada pasillo<br />

les deja caer un chorrito de sustancia. Son cositas<br />

que prueba, cuyas recetas vienen de un manual<br />

industrial que le heredó su viejo.<br />

Antes de retirarse, se lavará las manos con jabón<br />

en los baños <strong>del</strong> sótano, junto a la cafetería.<br />

Luego, seco y formal, la corbata atorada hasta el<br />

gañote, pasará<br />

ante el oficial que dará su visto bueno.<br />

Entonces, empezará su verdadero trabajo: vender<br />

enciclopedias, que nadie necesita.<br />

A pagos. Ese don de la labia siempre le trae<br />

beneficios.<br />

64


PORMENORES DE LA FAMILIA<br />

CABALLERO<br />

Mercedes regresó a casa una semana después. Era<br />

tarde de sábado y lluvioso, como tantos días en la<br />

región, y la familia esperaba avisos de la policía.<br />

<strong>La</strong> joven vino sola. Sin embargo, las autoridades<br />

no tenían personal ni presupuesto para atender<br />

posibles relajos o travesuras de menor. No<br />

decimos que así haya sido: no lo sabemos. No<br />

sabemos qué ocurrió en el interín de esos días,<br />

pero la niña fue recibida con rezongos de parte de<br />

su madre y a fuetazos de parte de su padre que<br />

creyeron ver en ella señales <strong>del</strong> diablo.<br />

<strong>La</strong> remitieron al dormitorio durante casi un mes.<br />

Su madre lloró desconsoladamente durante varios<br />

días, pero se resistió a visitarla en su habitación.<br />

Así la joven adquirió el hábito de dormir<br />

durante el día. Tenía intervalos de veinte minutos<br />

o una hora, que dedicaba a ver desde la ventana<br />

la colina. Luego entraba en el sopor por cuatro o<br />

cinco horas.<br />

Un año después, la familia se mudó a Artificio.<br />

Habrá sido cosa de esa mala experiencia de su<br />

niña en un pueblo de escasa seguridad o, tal vez,<br />

la necesidad de encontrar oportunidades. <strong>La</strong><br />

joven encontró trabajo en un puesto de verduras<br />

65


<strong>del</strong> mercado y sus tres hermanos fueron<br />

escolarizados.<br />

A los padres de Mercedes, tampoco les<br />

preocupaba mucho la educación de la nena. En el<br />

aula, los hermanos mayores destacaban por ser<br />

más grandes, y como consecuencia, más viejos.<br />

Jason y Carlos eran malos estudiantes, pero<br />

lograron completar la secundaria. Pedro, no.<br />

Se instalaron en una casita de madera, de dos<br />

habitaciones y techo carcomido, acorde a sus<br />

posibilidades. Era un barrio perimetral y no muy<br />

poblado, en el sur de la ciudad, Rincón de las<br />

Vacas Flacas. El padre encontró trabajo como<br />

operario de construcción; la madre, limpiando<br />

casas y planchando ajeno.<br />

Cuando los muchachos llegaban <strong>del</strong> colegio la<br />

casa estaba sola. Revolcaban las ollas y<br />

complementaban el arroz con lo que se pusiera en<br />

el camino. Tampoco podemos afirmar que<br />

comiesen mal, sino que improvisadamente.<br />

El resto <strong>del</strong> núcleo familiar aparecía tarde, casi<br />

de noche. Ya los muchachos habían hecho la<br />

tarea, aunque Jason no era tan puntual. Hacía los<br />

trabajos fáciles. A las labores complicadas les<br />

tenía pereza y trataba de colgarse de algún<br />

compañero que le prestase la materia. De allí que<br />

sus notas daban escalofríos.<br />

66


En la escuela y después en la secundaria no era<br />

un ángel. Robaba loncheras, relojes, calculadoras<br />

hasta los bienes que reposaban sobre el<br />

escritorio de la dirección, si lo llamaban a castigo.<br />

Eso le permitió hacer migas con el director que,<br />

para no joderlo, le ponía la nota mínima de<br />

conducta y un par de días de suspensión.<br />

A cambio, Jason visitaba compraventas de<br />

libros usados y le conseguía al docente algunos<br />

ejemplares de revistas para adultos en español,<br />

maltrechas y viejas.<br />

Jason se tomaba la vida en broma y cuando fue<br />

creciendo, empezó a llegar de noche, poco a poco<br />

más tarde. Y de adulto, ya muerto su padre, se<br />

desaparecía días enteros, sin aviso.<br />

67


PETRA CONSTRUYE SU<br />

REDECILLA DE PODER<br />

—Marina, usted tiene una cadena con crucifijo de<br />

oro, ¿cierto? —, dice Petra de un sopetón al<br />

ingresar esa mañana.<br />

—Así es, herencia de mi abuela. <strong>La</strong> viejita tenía<br />

mucha plata— sonrisa plena, dientes<br />

aceptablemente blancos, pero no parejos los de la<br />

secre.<br />

—Pues no la traiga más, no la use en ninguna<br />

parte por un tiempo. Me va a ayudar a<br />

deshacerme <strong>del</strong> desgraciado ése.<br />

—¿Quién? — dice la hoy pelirroja como si no<br />

supiera que la jefe le puso el ojo al García.<br />

—De ese chismoso inventacuentos. Intenta<br />

embarrarme en cosas sucias para que el Consejo<br />

me destituya. No le voy a dar ese gusto. Lo vamos<br />

a acusar de robar esa cadena y lo pongo en la calle<br />

y sin un cinco. <strong>La</strong> ley me lo permite. A vos te daré<br />

un aumento relativo: mientras más leal te portés,<br />

mejor te va.<br />

Marina pela los ojos de alegría. Casi siente que<br />

se orina de la emoción porque eso de ser el pelele<br />

<strong>del</strong> poder está al dedo dentro de sus aspiraciones.<br />

Ahora podrá ser un tanto más insolente con el<br />

69


esto de la cooperativa que, en esos días, apenas<br />

nace.<br />

Capaz que es tiempo de irse deshaciendo <strong>del</strong><br />

nabo de José Luis, que no termina de divorciarse<br />

y que le compra cosas bonitas, pero de <strong>segunda</strong><br />

mano.<br />

O, por lo menos, con un mejor ingreso, ella<br />

puede ser más exigente. Si el huevón no se pone<br />

las pilas, adiosito.<br />

El resto <strong>del</strong> día la sonrisa de oreja a oreja no se<br />

le borrará <strong>del</strong> rostro.<br />

Abajo, vienen ingresando al edificio una<br />

comarca de enanos panzones y barbudos. Son<br />

ocho autores que están preocupados porque van<br />

dos años sin que les liquiden un peso.<br />

Suben por las gradas como si fuesen nenes de<br />

kínder, en absoluto jolgorio y a empujones. No<br />

han pensado en usar el elevador porque en su<br />

lugar solamente hay tremendo agujero de lo que<br />

una vez fue tal. Algún cabrón empezó por<br />

arrancar las botoneras y las lámparas, y luego<br />

hizo lo mismo con las láminas y las cercas. Así se<br />

lo robó a poquitos y el casero dictaminó que no<br />

valía la pena invertir en reparar una estructura tan<br />

vieja que, si no se caía por sí misma, podía irse<br />

desmantelando cabo a cabo en la mochila de<br />

cualquier visitante carebarro.<br />

70


UNO SE INFORMA EN LAS<br />

MAÑANAS<br />

Koki se duerme tarde debido a su oficio, pero es<br />

puntual al levantarse. A las seis y cuarenta, aun<br />

en los fines de semana. Se ducha, desayuna un<br />

sanguche y un jugo de cajita y empieza a revisar<br />

las ventas <strong>del</strong> día anterior y el registro de las<br />

cuentas por pagar.<br />

Al filo de las siete enciende la radio mientras su<br />

trabajo continúa. Le hace gracia escuchar a <strong>La</strong><br />

dama de las pelucas pontificar sobre moral,<br />

corrupción y desarrollo. Una mujer prepotente,<br />

santurrona, predispuesta al regaño, sobre todo<br />

con aquellos que son vistos como intocables. Ella<br />

sabe que eso le da pedigrí y le gusta lucirse,<br />

aunque todos saben que ese desliz no pasa de la<br />

malacrianza. Asimismo, los políticos afectados<br />

por su mal genio suelen quedarse callados, pues<br />

entienden bien que la señora habla más de lo que<br />

debe, pero menos de lo que sabe. Lleva más de<br />

veinte años de ejercicio profesional y, merced a<br />

las patas necesarias, ha sabido agarrarse de redes<br />

de informantes que asustarían a cualquiera.<br />

Ese día, ella está haciendo, como es habitual,<br />

consideraciones contra el empleo público. Esa es<br />

una retórica fundamental de la derecha que todo<br />

periodista que quiera trepar debe asimilar con<br />

71


naturalidad. Cuando entrevista a alguno sobre el<br />

tema, suele ser un profesional de su mismo<br />

rebaño. El presidente de los industriales, por<br />

ejemplo, considera que hay que gravar todos los<br />

salarios, hasta los de los misceláneos. Y por qué<br />

no, tasar obligadamente los medicamentos<br />

genéricos.<br />

En ocasiones así, <strong>La</strong> dama de las pelucas es una<br />

seda. Cuando hace la entrevista, la redirige hacia<br />

lugares e investigaciones publicadas por la<br />

derecha académica. Koki conoce a varios de ellos<br />

y sabe que, más que intelectuales, son oráculos<br />

<strong>del</strong> capital que derraman su dogma. Así que, al<br />

señor Berreta, lo deja despotricar contra los<br />

llamados privilegios y cuando corresponde darle<br />

fuerza, lo apalanca.<br />

Y cada diez o veinte minutos va a la pausa. <strong>La</strong><br />

cortina de audio dice su nombre y, finalmente,<br />

reitera sus iniciales.<br />

<strong>La</strong> dama de las pelucas tiene nombre, Alejandra<br />

Arenas. Sin embargo, Koki prefiere aplicarle este<br />

mote desde los días cuando ella tuvo un cambio<br />

de look que la dejó bastante desmejorada.<br />

Los rumores dicen que fue infectada de piojos o<br />

que le hicieron un mal trabajo en el salón. No lo<br />

creo porque alguien así siempre visita las mejores<br />

72


estéticas. Mi hipótesis es que se está poniendo<br />

vieja y lucha contra la decrepitud temprana.<br />

—¡Qué horrible le sienta esa bola de disfraces!<br />

Cada semana cambia de peinado. Tiene que ser<br />

queusa peluca— comenta en la barra un hombre.<br />

Koki se limita al silencio, pero en su interior, le<br />

queda asentado el dato: la dama de las pelucas.<br />

Acaso es lo mismo que hace ella cuando pasa de<br />

atacar determinado tema a defenderlo con las<br />

pezuñas.<br />

<strong>La</strong> comunicadora intentó repararse un poco con<br />

un tinte en platino durante la primera semana.<br />

Después, optó por pelucas que cada quince días<br />

releva. Dicen que mantiene el cabello corto por<br />

razones de comodidad.<br />

<strong>La</strong> vedette periodística ha triunfado, es<br />

evidente. Antes, su programa era de una hora y en<br />

el presente ocupa dos, cada mañana. Tiene un<br />

equipo de trabajo de, al menos, tres profesionales<br />

más. Vende publicidad, tanto en la radio como en<br />

la web personal. Además, su éxito le ha abierto<br />

las puertas de la televisión, donde hace<br />

transmisión simultánea de su espacio radial.<br />

“Show”, piensa Koki porque semeja mucho el<br />

programa Caso Cagado: prepotencia,<br />

grandilocuencia, teatro.<br />

73


Bueno, reconocemos que, sin la parafernalia de<br />

los falsos policías, las sillas reventadas por el aire,<br />

los linchamientos <strong>del</strong> público, pero de que el<br />

formato se parece mucho, no queda duda.<br />

Esa misma mañana, Alejandra Arenas,<br />

entrevistará a un tipo que vive de la política, pues<br />

a pesar de su mediocridad tiene espuela de<br />

oportunista. El sujeto propone gravar los<br />

taburetes, mesas y sillas de losbares con un<br />

impuesto nominal que se pagaría mensualmente.<br />

Eso serviría para financiar algunos comedores<br />

escolares, dice. Sin embargo, es incapaz de ir más<br />

allá con proyecciones y cifras.<br />

Es un cuarentón de apellido Pocalengua. Ale lo<br />

entrevista al desgano y con la premisa de no<br />

abrirle el micrófono de gratis nunca más.<br />

Y así será. Pronto volverá va darle pelota, pues<br />

el señor, ya elegido diputado, le habrá hecho<br />

favores varios.<br />

Koki considera que el tipo no es confiable y<br />

seguramente lo que busca es vigencia política<br />

para volver a ser diputado. Recuerda que tiene<br />

causas pendientes por prevaricato y que cuando<br />

el río suena, capaz que trae un despiche.<br />

Antes de terminar la jornada, <strong>La</strong> dama de las<br />

pelucas se deja mostrar muy preocupada por<br />

asuntos sobre contratación pública. Afirma haber<br />

74


ecibido denuncias sobre licitaciones y que hay<br />

muchas empresas en quiebra debido a la<br />

concentración sospechosa de las adjudicaciones<br />

de carteles<br />

Promete volver con tiempo sobre ello. Acto<br />

final, la puta cortinita <strong>del</strong> programa suena por<br />

enésima vez y final. Cansa estar dos horas al<br />

micrófono, acechando hienas y Ale se desploma<br />

sobre el escritorio tan pronto se apaga la<br />

transmisión.<br />

A estas alturas, nuestro amigo está en la<br />

caminadora dándole duro a la gestión antibarriga.<br />

Demora sudando media hora, pero ya sabemos<br />

que de nada le sirve.<br />

75


LADRÓN QUE ROBA A LADRÓN<br />

En el supermercado Todo por Nada, Roxana<br />

remarca el precio de los atunes para luego colocar<br />

un ticket de oferta de los que dicen “antes” y<br />

“ahorre” sobre un papelito rojiamarillo que<br />

funciona como marca institucional para que el<br />

consumidor detecte oportunidades.<br />

Existe otro formato que ella no usa por ahora<br />

que dice “Compre dos, lleve tres”, que también<br />

tiene su trampa. A las dos unidades, que el<br />

consumidor sí paga, debe aumentarles el precio<br />

previamente para distribuir la carga de la<br />

generosidad. <strong>La</strong> joven es una empleada más de un<br />

gran conglomerado que tiene varios<br />

supermercados en el país, pero como el mo<strong>del</strong>o<br />

es incipiente son casi un monopolio.<br />

Con esto, queremos decir que gana mal; no le<br />

alcanza para estudiar ni tiene tiempo y las horas<br />

adicionales que deba trabajar no son discutibles,<br />

según disposición <strong>del</strong> patrono.<br />

Su papel es andar, de góndola en góndola,<br />

abasteciendo desde la trastienda lo que se va<br />

llevando la clientela, acomodarlo todo<br />

atractivamente, mantener limpio y remarcar. Esto<br />

77


sucede con frecuencia, pues hay que inventar<br />

promos para cada festividad y si el calendario trae<br />

73<br />

pocas alusiones, toca desorientar al consumidor<br />

cambiando el orden de los productos y<br />

presentarlos como novedosos.<br />

Todo por Nada, tiene un local chiquito en la<br />

Cuesta de los Ramírez, pero no podemos decir<br />

por ello que haya sido el primero de la cadena.<br />

Posee dos tiendas grandes en el casco urbano,<br />

convenientemente distanciadas entre sí, y tres<br />

más en las provincias. Una de sus estrategias es<br />

atraer proveedores a los que compra toda su<br />

producción. Para ello hay una cláusula de<br />

exclusividad, que la empresa vigila para que<br />

siempre se firme y se cumpla. En consecuencia,<br />

los oferentes se desentienden <strong>del</strong> resto <strong>del</strong><br />

mercado, pues tienen colocado su producto. Un<br />

día cualquiera, años más a<strong>del</strong>ante, la corporación<br />

les cambia las reglas <strong>del</strong> juego: les dice que ellos<br />

no los necesitan, pues también piensan producir.<br />

Si quieren continuar en el negocio, deben<br />

abastecer los abarrotes al precio que fija la<br />

gerencia de los supermercados (que suele ser<br />

precio ruinoso).<br />

Luego de este golpe bajo, algunos aceptan y<br />

otros declinan. No importa cuál sea la decisión,<br />

78


los proveedores probablemente queden heridos<br />

de muerte, pues tienen encima operaciones<br />

crediticias y dificultades amplias para reconstruir<br />

una red de distribución con que la que habían sido<br />

negligentes, pues nunca creyeron llegar a<br />

necesitarla.<br />

Así vemos sobrevivir —sobre todo a gente <strong>del</strong><br />

agro— a pequeños y medianos empresarios que<br />

entregan su cosecha por tres pesos, a sabiendas<br />

queno deben comer ni gastar mucho para cumplir<br />

con el banco otro mes, a ver hasta dónde llega la<br />

cobija.<br />

Algunos tratan de canalizar algún producto<br />

subterráneamente en restaurantes o intermediaros<br />

de ferias, pero el riesgo es mucho. Los contratos<br />

que realiza la corporación nunca dejan nada al<br />

azar y eso les garantiza que todo acto desertor sea<br />

penado.<br />

<strong>La</strong> joven Roxana ha escuchado de esto porque<br />

en las trastiendas se conversa mucho. Los<br />

proveedores se sinceran con los bodegueros y<br />

estos creen aprender algo de cómo funciona la<br />

cosa.<br />

Como contrapeso, debemos decir que el robo en<br />

tiendas está creciendo. Gente que sale por la ruta<br />

indebida y aprovecha, por ejemplo, una caja<br />

inactiva. Empleados que, a la hora de reportar<br />

79


inventarios, reportan faltantes que luego<br />

reclamarán al proveedor.<br />

Y nuevas modalidades, de vez en vez. <strong>La</strong><br />

dependienta recuerda el despido de Tere, que<br />

facturaba la quinta parte de lo que compraba un<br />

fulano, que resultó ser su pareja de hecho.<br />

Así que cuando nuestra amiga ve que doña Julia<br />

se empaca en el fustán media docena de atunes o<br />

unos paquetes de tallarines, se hace la tonta. Al<br />

fin de cuentas, en esa época no ha despertado el<br />

Gran Hermano con sus cámaras omnipresentes.<br />

Roxana trabaja en la sucursal <strong>del</strong> centro,<br />

ubicada a seiscientos metros norte <strong>del</strong> Hospital de<br />

la Luna, que cuenta con los mejores psiquiatras.<br />

(Eso último no es tan cierto, pero da caché,<br />

¿cierto?).<br />

Al llegar el fin de temporada, haya tratado de<br />

libre comercio o no, la joven quedará cesante, no<br />

por la omisión de vigilar el patrimonio de la<br />

empresa, sino porque es un simple número en la<br />

nómina.<br />

Está claro que esta escena no trata exactamente<br />

de la joven gondolera, es el modus operandi <strong>del</strong><br />

gran capital que hace <strong>del</strong> capital humano, un triste<br />

coleto<br />

80


.<br />

SEPA EL LECTOR CON QUÉ<br />

RASTRILLO SE RASCA<br />

77


GARCÍA EN VÍSPERAS DE QUE<br />

LE CORTEN EL RABO<br />

Lucas era un hijo de su madre, pero Petra es peor.<br />

Supe que hay autores que desde hace dos años no<br />

cobran sus derechos, aunque su obra se vendió<br />

toda. Una compañía que era de Lucas —pero no<br />

lo sabíamos— se encargaba de hacer paquetitos<br />

de quince libros al azar y les decían a los padres<br />

de familia que eran libros de texto <strong>del</strong> ciclo<br />

próximo. <strong>La</strong> gente caía embaucada porque hasta<br />

el método de pago se acomodaba para tentar:<br />

deducción de planilla para empleados públicos y<br />

de universidades. Lo curioso es que, al final, ni<br />

había libros ni había plata. <strong>La</strong> tal empresita no<br />

pagaba, sino en tractos muy distanciados, apenas<br />

como para tener tilinte la relación sin romperla. Y<br />

es que Lucas, además, tenía un socio en la Junta<br />

Directiva que bloqueaba todo intento de llamar a<br />

cuentas a su distribuidora.<br />

Petra nada tuvo que ver en eso, pero sé que les<br />

cobra a los autores por calendarizar sus<br />

publicaciones. Si quieres estar en los primeros<br />

veinte, paga. Por lo mismo es que los primeros<br />

títulos en el plan siempre son de autores con plata.<br />

No importa que sean vendibles o no. Para eso está<br />

el mecanismo que dejó instalado Lucas, aunque<br />

83


ya no esté tercerizado. Ahora es la cooperativa la<br />

que hace el trato directo con los asalariados y los<br />

embejuca con libros que todos sabemos que<br />

suelen tener cierta media de estupidez, tanta que<br />

ya han hecho fama. (Los autores que se creen<br />

faisanes en un mundo de pollos le andan lejos a<br />

Comas Negras).<br />

Y en ese rollo de vender como trapos viejos los<br />

libros de tinta fresca, es posible que unos pesos<br />

queden en el bolsillo de la nueva jefa y las cuentas<br />

cooperativas anden yermas como sembrar sandía<br />

en el desierto.<br />

Yo todavía me trato un poco con Marina, la<br />

secre. El único chance de acceder a datos es hacer<br />

como si no estuviese enojado con ella por<br />

cambiarme por un mensajero jovencito. Como si<br />

fuese a reconquistarla. Que un café, un detalle y,<br />

de pronto, un papelito que me llevo y fotocopio.<br />

Yo he estado dando quejas porque si los libros<br />

se venden como basura, los que atendemos<br />

librerías pasamos hambre. Nos quedamos sin<br />

inventario que trabajar y, en consecuencia, sin<br />

comisiones. Y hasta pasa que las tiendas, cuando<br />

se enteran que la gente compra paquetes<br />

directamente a la editorial, nos cierran las<br />

puertas.<br />

84


Si procuro recopilar datos es porque estoy en la<br />

mira de esta gerente —que nada sabe de<br />

negocios— y tengo que ver cómo putas me<br />

defiendo <strong>del</strong> ogro que manda. Yo miro desde la<br />

transparencia al personaje y me asusto. Ese<br />

cuento de que los héroes vencen al gigante es<br />

propio de los libros de invención, que son un saco<br />

de mentiras. En cambio, un uno contra uno es casi<br />

siempre asimétrico y el bravucón gana con saña.<br />

Dénse cuenta de que Petra tiene el poder porque<br />

alguien la colocó allí estratégicamente. No<br />

porque un fulano la denuncie van a botarla. Al<br />

contrario, luego se viene en contragolpe y está<br />

solo el que abrió la boca. Porque Marina es<br />

coqueta y todo, pero solidaria… pistola.<br />

85


JOSÉ LUIS, DEVORADOR DE<br />

PAPAS TOSTADAS<br />

—Me han citado acá para conversar de un<br />

contrato, eso creo yo. ¿Cómo van a hacerme<br />

esperar cuatro horas? He pedido permiso en el<br />

trabajo, señorita. Dígale a su jefe que me voy<br />

yendo.<br />

—No, don José Luis. Por favor, tenga<br />

paciencia. Le conviene. Lo que pasa es que don<br />

Erasmo tuvo que salir de urgencia para supervisar<br />

una exportación grande.<br />

—Bueno, voy a esperar veinte minutos. Me<br />

muero de hambre y no ando efectivo. Por lo<br />

menos, me diese un té…<br />

—Hecho, déme dos minutos y consigo algo que<br />

picar. Doña Melba, ayúdeme con un cafecito y un<br />

par de snacks para el caballero.<br />

Doña Melba es una mujer canosa que calza<br />

guantes de los que usa para lavar el sanitario.<br />

Tiene un par de aretitos de bolitas negras que han<br />

de pesar un plomo.<br />

—Enseguida. Sólo déjeme sacar la basura. Y se<br />

desaparece un par de minutos.<br />

Entretanto, la mujer de la recepción, con toda la<br />

parsimonia <strong>del</strong> mundo, entra en sesión de<br />

enderezado y pintura. Primero, la base, que aplica<br />

con una esponjita; luego una vaina que<br />

87


desconozco, pero que es líquida y pasa por todo<br />

el rostro y hay diez tubitos haciendo fila para el<br />

bricolaje.<br />

Así que guardo silencio, mientras siento que es<br />

divertido ver esto. Me parece una faceta íntima y,<br />

por lo tanto, es impúdico que la gente se<br />

enmascare <strong>del</strong>ante de los otros.<br />

Seguro que a ella le viene natural: ni siquiera<br />

me determina.<br />

Erasmo es un yupi, cercano a los cuarenta años.<br />

De esos chavalos que visten como si fuesen al<br />

campo de golf. Oigo que la joven lo saluda,<br />

mientras estoy tragando mis papitas encebolladas<br />

de cien gramos.<br />

Me han dado dos paquetitos, voy por el<br />

segundo. Hago esfuerzos por tragar de prisa y<br />

sacudir las migas de mi ropa.<br />

—Jefecito, el señor lo espera— dice la<br />

muchacha mientras se pinta el labio inferior. Es<br />

ver a una femme fatale <strong>del</strong> cine de los cincuenta.<br />

Ni la Monroe lo haría tan bien.<br />

—Pase, don José Luis. Usted es el arquitecto,<br />

¿cierto?<br />

Levanto el cuerpo de la silla e inflamo el pecho.<br />

—Sí, yo soy. Le he esperado un buen rato.<br />

—Tranquilo. Todo tiene su recompensa.<br />

Sígame.<br />

88


Entramos en el despacho gerencial. Estos tipos<br />

se dan la buena vida. Algunas pendejadas de arte<br />

abstracto, pero de gran formato, en el fondo de la<br />

sala comunican que allí se ejerce el poder.<br />

—En realidad, le tengo dos tareas, amigo. Sin la<br />

primera, no hay <strong>segunda</strong>. Y esta última, es la que<br />

tiene dinero, chorros de dinero.<br />

—Le escucho— modulo la voz para hacerme el<br />

corajudo, a la vez que me siento en un sillón que,<br />

aunque se ve esponjado, se resiste a hundirse bajo<br />

mi peso. Me gusta eso.<br />

—Primero, le voy a hablar de la <strong>segunda</strong> oferta.<br />

Queremos hacer un bodegón de diez mil metros<br />

cuadrados. <strong>La</strong>s frituras consumen mucho espacio.<br />

De hecho, dos mil metros han de estar escondidos<br />

bajo tierra como si fuese un refugio nuclear. Es<br />

que algunas materias primas necesitamos<br />

añejarlas. Por cosas de mantener el secreto<br />

profesional queremos que tenga la entrada<br />

velada.<br />

—Eso es un búnker.<br />

—Bien, llamémosle así. El terreno que tenemos<br />

para ello es plano y está a veinte kilómetros de<br />

acá. No necesitará de título, pero le pagaremos<br />

como a un graduado.<br />

—Oiga, yo soy…<br />

—Un hombre que no se tituló, pierda cuidado.<br />

Eso pasa mucho. Es su punto débil. Nosotros le<br />

pagaremos bien y a cambio nos va a colaborar.<br />

89


—Yo no arriesgo el pellejo. De mulo, le juro<br />

que no voy.<br />

—No sea idiota. Esos trabajos tienen otro perfil.<br />

Y no se le ocurra insinuar que acá movemos<br />

quesos, ¿clarinete?<br />

—Usted disculpe. Ha sido un exabrupto.<br />

Estupideces que me dejan escuchar los noticieros.<br />

¿Me regala un cigarro?<br />

Prendo el Marlboro y quiero ahogarme. Yo<br />

preferiría que me diese un L & M, algo menos<br />

rudo. Sigo sin entender la oferta. Si van a pagar<br />

bien, ¿para qué un impostor de arquitecto?<br />

—Verá, necesitamos que nos consiga datos de<br />

todo el entorno <strong>del</strong> diputado Policarpo<br />

Pocalengua. Sabemos que alguna vez usted hace<br />

trabajos informales para él.<br />

El enunciado me asusta. Me conocen, ¿de<br />

dónde? Padezco de bruxismo y Erasmo se da<br />

cuenta.<br />

—Ud. es leal. <strong>La</strong> vez que el maldito Azuela no<br />

hallaba los diez quesos, usted exigió que<br />

aparecieran.<br />

—No eran diez, eran muchos más.<br />

—Nos vamos entendiendo. Poli es nuestro<br />

amigo, pero necesitamos datos de su entorno. En<br />

estas cosas, toda lealtad es vigilada.<br />

—Debo dimensionar el riesgo. De gratis, no.<br />

90


—No le vamos a pagar por ello. Luego le da por<br />

enfiestar con la plata y nos <strong>del</strong>ata. Además, la<br />

construcción de la bodega queda para junio <strong>del</strong><br />

año que viene, pero será suya.<br />

—Y por mientras, ¿qué? Yo de mis fondos no<br />

pongo, no tengo.<br />

—Bueno, voy a daré quince mil pesos por mes.<br />

Vendrá a reportarme los jueves en la noche, luego<br />

de las ocho. Dejaré abierta la puerta de servicio<br />

de la planta baja.<br />

—No es suficiente. Eso no son viáticos, ni<br />

siquiera alcanza para un diario. Si no tiene plata,<br />

déme una buena dotación de papas tostadas.<br />

—No sea llorón. Veinte mil pesos y ya. Y no<br />

ande por ahí comprando nuestros snacks porque<br />

después terminan estableciendo nexos si algo<br />

pasa.<br />

—Me puedo llevar unas papas gratis, ¿no? —<br />

digo. Aprieta el botón <strong>del</strong> intercomunicador.<br />

—Roxana, por favor, consiga una canasta<br />

regalona para mi visita.<br />

—Gracias, ¡qué lindo gesto!<br />

El hombre se ríe.<br />

—¿Ya vio lo que hizo…? Con el escritorio, no.<br />

Con su camisa. <strong>La</strong> ceniza le ha dejado un bonito<br />

agujero. Allí cabe una foto pasaporte.<br />

91


Miro mi pechera y me da rabia. Quedo<br />

paralizado por la frustración.<br />

Erasmo se caga de risa y me dice:<br />

—Pronto las comprará por docena.<br />

Yo no sonrío. Sospecho que me le meto al tren.<br />

Tengo un frío en los huesos que me <strong>del</strong>ata un<br />

desastre a futuro.<br />

92


LOS TRES HERMANOS QUE SE<br />

HICIERON A SÍ MISMOS<br />

Los tres hermanos Valverde, grandes como eran,<br />

siempre fueron asaltantes de camino. Ejercían<br />

fuera de la ciudad, cada uno en su territorio, cerca<br />

de fincas cafetaleras o a la entrada de barriadas<br />

conflictivas. Livianos para correr, mal encarados<br />

y sin escuela, cada uno asumía su papel<br />

distintamente. Marcelo se sentaba sobre una<br />

piedra y, luego de ver pasar a su candidato,<br />

esperaba a que avanzara unos metros. Enseguida<br />

corría hacía él, le arrebataba la mercancía y le<br />

daba dos trompadas que lo dejaban en la luna.<br />

Hecho esto, se retiraba a la casita que compartían<br />

los tres, como los cerditos <strong>del</strong> cuento. El hogar<br />

tenía reventados casi todos los pilares y carecía<br />

de viga corona. Si no se derrumbaba, era por la<br />

liviandad de los materiales, mezcla de paja, viejas<br />

maderas y latas.<br />

Ernesto, por su parte, hacía rondas por las cuadras<br />

aledañas a Rincón de Plagas, un vecindario<br />

obrero precarista, integrado por poco más de<br />

doscientas familias sobre una finca <strong>del</strong> Estado. Se<br />

dedicaba a pedir una moneda, pero si no le<br />

atendían, reaccionaba amenazante. Con el<br />

tiempo, supo escoger a quién pedirle moneda y a<br />

quién arrebatar el bolso o la cartera. Su trato con<br />

93


el pulpero destacaba por ser amable y respetuoso,<br />

pero bajo el entendido de que no debía<br />

permanecer en el local porque espantaba a los<br />

clientes.<br />

<strong>La</strong> pulpería, en todo caso, era un espacio amplio,<br />

pero con mostradores altos que la gente nunca<br />

rodeaba. Quedaban libres, en el centro de ella, por<br />

lo menos veinte metros cuadrados para que la<br />

gente esperase a ser atendida, una a una, por el<br />

viejo. Aun así, el lugar, a determinadas horas <strong>del</strong><br />

día, era sofocante como una buseta sin ventanas<br />

abiertas.<br />

Y estaba Yorki, el mayor, que al final se las daba<br />

vendiendo drogas porque era más rentable que<br />

estar lastimando prójimos. Uno se ayuda con<br />

reputación de duro, pero la gente entonces quiere<br />

mudarse <strong>del</strong> barrio y hay menos gente a la que<br />

asaltar. “En cambio, la venta de drogas es la<br />

actividad <strong>del</strong> futuro” piensa Yorki. Ya hasta tiene<br />

a un par de tipejos que trafican y le rinden cuentas<br />

a él.<br />

Así se construye una red. “Ya me veo de aquí a<br />

diez años comprando políticos”, piensa<br />

optimistamente.<br />

De lo cual, ni una palabra a sus hermanillos.<br />

94


CUANDO SE EXTRAVIÓ<br />

RAMÍREZ<br />

“Tres semanas de estar fregado y no evoluciono.<br />

Ni para bien ni para peor. Todo el día la<br />

sensación de tener fiebre. A veces, debilidad en<br />

las piernas, dolor de cabeza, dolor de muela que<br />

no acaba de asentarse.<br />

Una sudoración atípica en los antebrazos me<br />

sugiere que es una joda metabólica. Cosas que<br />

uno se gana por el sobrepeso. Sin embargo, las<br />

pruebas de laboratorio son, por ahora, normales.<br />

Nada de diabetes o cosa parecida a<br />

enfermedades crónicas. Ni siquiera hipertenso.<br />

Estaría despreocupado si no fuera por mi<br />

historial de descompensaciones. Me parece<br />

ridículo que no respetar las horas de comida te<br />

pueda provocar fríos o mareos, pero cada dos o<br />

tres años, registro algún episodio. Eso desde que<br />

tenía veinticinco, más o menos. O le entraba a<br />

unas papas fritas o a una gaseosa, o seguía en<br />

ese camino a la somnolencia que es tan peligrosa<br />

cuando uno conduce donde sea”.<br />

Encontré el texto en una agendilla vieja en la<br />

casa de Francisco Ramírez, cuando entramos a<br />

revisarla. <strong>La</strong> allanamos porque los vecinos<br />

denunciaron no haberlo visto más. Con una pata<br />

95


de chancho, astillamos la puerta y todo estaba en<br />

orden, pero el sujeto no aparece. Ni siquiera<br />

sabemos si se ha ido porque ropa queda, no<br />

mucha, pero limpia.<br />

<strong>La</strong> nevera está abastecida, los lácteos han<br />

caducado. No hay mascotas en esta casa, ni<br />

vehículo alguno. Aunque el barrio comparta con<br />

él su apellido, no tiene parientes conocidos.<br />

Parece que le gustan los insectos, pues hemos<br />

encontramos multitud de álbumes con alfileres<br />

donde coloca mariposas, escarabajos, hormigas.<br />

Aparte, dos o tres adicionales que son dedicados<br />

a piedras de distintos colores.<br />

Nada valioso. Ni siquiera un electrodoméstico<br />

moderno. Ninguna herramienta eléctrica. Hay un<br />

puñado de libros, pero amontañados y<br />

derrumbados, como una colina de barro bajo una<br />

tormenta. Ahí hallo más apuntes.<br />

“Nada, que mis males siguen. Me he estado<br />

agravando, los síntomas se intensifican, los<br />

dolores son más fuertes y, aunque antes evité<br />

medicarme, ahora consumo ibuprofeno y una<br />

sola vez, he probado morfina. No pienso acudir a<br />

médicos porque no me gustan los procedimientos<br />

invasivos ni las cirugías. Pretendo morir antes de<br />

que eso ocurra. De hecho, me gustaría ser<br />

cremado y sin autopsia, pero el fallecido ya no es<br />

96


dueño de sí mismo. Desde el momento que el<br />

galeno declara la hora oficial <strong>del</strong> deceso, el<br />

cuerpo pertenece a la burocracia. Papeleos y<br />

bisturí, nadie va a defenderme de ello.<br />

Lo único que queda es la fuga. Morir fuera de<br />

la ciudad en algún lugar que sea autosuficiente,<br />

pero aislado. Eso requiere toda una logística y<br />

una capacidad financiera que no alcanzo a<br />

poseer. Es, en todo caso, para mí, un tema<br />

impostergable. Si pudiese vender de contado la<br />

propiedad, posiblemente las cifras alcancen para<br />

un año o dos.<br />

Pienso que no me queda más”.<br />

Yo diría que Francisco Ramírez es un hombre<br />

incómodo. Cualquiera de nosotros que caiga<br />

enfermo, buscará socorro científico a menos que<br />

cuestiones de la fe se lo impidan. Pero el<br />

entomólogo es, o era, ateo. Algún trauma tendrá<br />

con los hospitales, o alguna idea muy propia le<br />

presenta como una degradación <strong>del</strong> sujeto, los<br />

actos de control y disciplina que plantea la ciencia<br />

médica.<br />

“Creo que me toca cortar camino. Si quería<br />

preparar un libro de entomología, ya es tarde. Ni<br />

siquiera puedo <strong>del</strong>egar con tranquilidad el<br />

borrador, pues no sabemos el desempeño<br />

97


editorial. No creo que me queden meses. Lo único<br />

que se me ocurre es proteger lo que falte de<br />

inventariar y, a futuro, llamar a la universidad<br />

para que vengan por todo. Hay mucho<br />

a<strong>del</strong>antado, pero no seré yo quien termine esto”.<br />

Eso aparece páginas más <strong>del</strong>ante de una agenda<br />

vieja donde aparecen anotaciones, citas, horas de<br />

este año. Es clara la intencionalidad de legar sus<br />

archivos, cosa que no ha hecho. Podríamos decir,<br />

entonces, que tiene tareas pendientes y eso nos<br />

hace descartar el suicidio.<br />

No creo que Ramírez este muerto, ni siquiera<br />

que esté tan desaparecido, como dicen. Lo que<br />

pasa es que seguro vive su vida cómo le da la<br />

gana. Me parece terrible la invasión <strong>del</strong> espacio<br />

privado, la asomadera de los vecinos en los patios<br />

ajenos, el control de los pasos <strong>del</strong> otro. Si una<br />

persona, cualquiera, quiere irse a la playa, al<br />

infierno, a un monasterio o a la puta que lo parió,<br />

¿qué rollo juegan los demás? Son viles <strong>del</strong>atores<br />

de oficio, gente sin nada qué hacer que muere por<br />

controlar los movimientos <strong>del</strong> otro. Tan simple,<br />

porque el control es poder: como la vigilancia,<br />

oprime.<br />

Hemos decidido clausurar el perímetro<br />

indefinidamente.<br />

98


A la tarde, volveremos con perros para rastrear<br />

en la zona. Hay detrás de esta calle, barrancos y<br />

zacatales que estimulan la imaginación policial y,<br />

aunque no espero resultados, hay que ganarse el<br />

sueldo.<br />

Eso sí, no deja de asombrarme que un hombre<br />

docto no se preocupe por la cantidad de polvo que<br />

tiene el lugar. Hasta en los sillones, abunda. <strong>La</strong>s<br />

zonas de uso frecuente, como su escritorio, las<br />

manijas de las puertas y el espejo <strong>del</strong> baño, son<br />

las excepciones. Todo lo demás, cochino.<br />

Me dice doña Luz que el vecino nunca ha tenido<br />

doméstica. Que nadie lo visita. Que no pasa de<br />

dar un saludo silencioso, tímido: agacha la<br />

cabeza, mientras toca su sombrero negro, el de<br />

siempre.<br />

Un hombre sin palabras ha desaparecido.<br />

Si yo fuese un burócrata, estaría feliz de tramitar<br />

esto. Papeles, papeles, papeles. Comunicados de<br />

prensa, indicios, declaraciones.<br />

Mientras la ciudad ve desaparecer a su gente,<br />

también mira llegar a otros pobladores.<br />

Anónimos, aventurados, acostumbrados a la mala<br />

suerte de tener pocos recursos. Esos se pueden<br />

perder en el camino, por ejemplo, entre la<br />

montaña, apenas pasar la frontera.<br />

99


Casi nunca hay personas dispuestas a poner la<br />

denuncia. Son tantos los ausentes que a nadie<br />

importa su suerte, porque la oleada que llega<br />

repone a los migrantes que quedan inertes en el<br />

camino o que fallecen, sin registro.<br />

—Por hoy terminamos, Sara— dice el capitán y<br />

yo me limitó a tomar unos confites de menta que<br />

reposan en un tazón de vidrio.<br />

Para el camino.<br />

100


COSAS QUE PASAN CON UNA<br />

CABEZA DE CERDO<br />

Jefe me mandó a comprar una cabeza de cerdo<br />

grande para que doña Estebana haga tamales. Me<br />

da un asco infinito ver cómo envuelven eso en<br />

papel periódico y luego me lo echan en la bolsa<br />

de la compra, pero como chofer, me toca hacer de<br />

todo.<br />

Ver esa cosa es aciago. <strong>La</strong> piel rosa, los grandes<br />

molares, la pelambre. Mientras hago fila, me<br />

distraigo tratando de ver y escuchar la televisión<br />

que don Joaquín tiene en la esquinita, en alto. Lo<br />

que pasa es que el sonido es insuficiente y el<br />

barullo de la gente y la máquina de tajadear la<br />

carne y el ronroneo de los congeladores<br />

predominan sobre el ruido de los buses.<br />

Yo ya me sé los diálogos de rigor, pues también<br />

compro acá lo de mi casa, pero mi favorito es el<br />

hígado. <strong>La</strong>s demás carnes trato de no verlas.<br />

—Quincho, necesito un kilo de posta bien<br />

suavecita— dice la doña <strong>del</strong>ante de mí. <strong>La</strong> última<br />

que te compré estaba como un tronco.<br />

Quisiera no mirar esos cortes en los ganchos y,<br />

sin embargo, es el costo de comprar carne fresca.<br />

En el supermercado, en cambio, todo viene<br />

empacado, pero viejo. A la carne, le inyectan<br />

101


agua para suavizarla y eso le aumenta el peso.<br />

Pagás más por nada.<br />

102<br />

En El Matadero de Quincho, todo es fresco.<br />

<strong>La</strong> bolsa es pesada y la deposito en la parte de<br />

atrás <strong>del</strong> Range. Cuando estoy en esto, veo un<br />

oficial de tránsito que se detiene junto a mí y saca<br />

su libreta. Estoy estacionado en zona amarilla y<br />

ya sé las consecuencias. Cierro apresuradamente<br />

y lo saludo.<br />

—Hola, trabajo con el diputado Policarpo.<br />

—Está bien. Ya vi la placa de la Asamblea. No<br />

hay problema.<br />

Se me ocurre que, para congeniar y no parecer<br />

un cretino, debería regalarle un turrón de maní de<br />

los que siempre ando en el carro. No obstante,<br />

como veo que sigue su camino, yo sigo el mío. A<br />

bordo, enciendo y me dirijo a la casa de Jefe para<br />

dejarle a doña Estebana su encargo.<br />

Doña Estebana es el ama de llaves de la casa<br />

alterna. Jefe ha comprado un caserón en la<br />

Alameda de la Tranquilidad y lo restauró.<br />

Le sirve para escapaditas con noviecillas o<br />

viejas que vienen a pedir que les consiga empleo.<br />

Es algo incómodo ver esto de cerca. A veces, me<br />

hace llevar de compras a alguna güila que podría<br />

ser su nieta.


Don Poli —nadie le dice así, pero no está acá—<br />

es el cacique <strong>del</strong> Pacífico, el mayor de sus<br />

finqueros.<br />

Tiene muy buenos contactos y demasiados<br />

siervos. Como su chofer, yo conozco bastantes y<br />

algunos me asustan, a pesar de vestir de etiqueta.<br />

El licenciado se ve amable, pero tiene fama de<br />

agiotista, de despiadado.<br />

Es que hay negocios que no resuelve en público,<br />

creo. Me cuenta Déxter que todas las mañanas los<br />

reúne para estar al tanto de las cosas. Algunas no<br />

son cosas de gobierno; son favores de campaña.<br />

Si no son ilegales, los trata con su equipo. Si lo<br />

son, conserva solamente a Déxter y a Nicolás en<br />

el lugar, los sociólogos. Aunque no sean cosas de<br />

su carrera, no importa. Porque más que asesores,<br />

son manos ejecutantes.<br />

Ahora mismo, una de sus tareas es seguir de<br />

lejos a Noemi, la esposa de Jefe. Él cree que le<br />

están montando los cuernos y, además, la odia. <strong>La</strong><br />

cosa es documentar para divorciarse sin darle<br />

derechos. Entonces, el asesor se convierte en lo<br />

contrario de la Celestina, una vieja de patio con<br />

camarita Polaroid y todo.<br />

Lo curioso es que el viejo tampoco es un ángel.<br />

Es un tipo casi sesentón y anda en ésas; pelándole<br />

el diente a cualquier falda. Y como tiene dinero y<br />

103


sabe de hacer promesas, está hecho. Casi cada<br />

noche, tiene su amiguita de turno que me toca ir<br />

a recoger y a dejar en su casona <strong>del</strong> oeste. Y al<br />

amanecer, lo contrario. Poli le dice a doña Noemi<br />

que tiene encerronas de trabajo y, para no<br />

desentonar, de vez en cuando, duerme en casa.<br />

Qué terrible llegar a viejo con el alma<br />

desordenada. Imagino que no tiene cargo de<br />

conciencia y que el creerse intocable no le deja<br />

ver que siempre que uno desmadra su vida, todo<br />

el entorno familiar se desordena.<br />

Sus tres hijos, dicen, ya andan desorientados,<br />

rebeldes y la vez pasada, la señora tenía tremendo<br />

moretón en el ojo y la boca hinchada.<br />

Se cayó, según dice.<br />

104


VÍSPERAS DE NAUFRAGIO,<br />

AGUAS CALMAS<br />

—Uno termina enojándose y es por algo. Fíjate<br />

que le pedí a Chepo que cotizara el cambio de<br />

piso <strong>del</strong> apartamento y según él midió doscientos<br />

metros. Yo sé, porque no fue hace tanto que<br />

pintamos el lugar, que el área mide ciento veinte<br />

metros y, aparte de meterme un gol con las<br />

medidas, me estaba cobrando carísimo.<br />

—A vos nadie te queda bien. No te<br />

recomendaría a nadie por lo hijueputa que sós. A<br />

todo le buscás el pelo en la sopa. Deberías<br />

aprender el oficio y hacer vos tus propias<br />

cochinadas.<br />

ؙ—Seguí jodiendo y la próxima birra te la escupo<br />

sin que te des cuenta. Van a pasar la conferencia<br />

de prensa sobre el Tratado de Libre Comercio—.<br />

Venegas sube los pies sobre la mesa de café<br />

donde reposan los bocadillos—. Poné el canal…<br />

Vos, ¿con quién vas?<br />

—Me vale un carajo tomar partido. Si me dicen<br />

con el “Sí”, voy con ellos. Si me dicen que con el<br />

“No”, tengo cuidado. Se trata de cuidar el<br />

empleo,<br />

105


¿no ves la cacería de brujas en la puerta?<br />

Huevón, a esa mierda le echaste cebolla. ¡Qué<br />

asco!<br />

Mientras Déxter escupe sobre una servilleta,<br />

afuera pasa el bus y las luces <strong>del</strong> mismo se<br />

reflejan en la pared <strong>del</strong> fondo y la recorren. Es lo<br />

mismo cada cinco o diez minutos: estar en una<br />

esquina trae esa consecuencia.<br />

—Una desgracia eso de tanto chantaje. ¿Ésa es<br />

la democracia que somos? Para tal cosa, nos<br />

quedamos en la era de los gamonales. Igual de<br />

hijos de puta eran—. Venegas hala la mesita<br />

hacia sí y se atraganta de yuquitas.<br />

—¡Qué mal anfitrión, carajo! <strong>La</strong> comida es para<br />

las visitas, para mí. Tirá para acá esa mierda—.<br />

Déxter Serrano atrae hacia sí, de nuevo, la mesa<br />

y de camino deja un derrame de maní sobre la<br />

alfombra.<br />

Nos venden el TLC como la madre de todos los<br />

tomates. Que van a bajar los precios y llegarán los<br />

servicios de mejor calidad. ¿Sabés que no les creo<br />

nada? Imaginá qué va a pasar con pulperías y<br />

pequeños comercios cuando entren los grandes<br />

capitales, cuántos empleos se perderán para que<br />

nazca otro negocio que no garantiza reemplazar<br />

los trabajos. Sin embargo, vos sabés que mi jefe<br />

es la ambigüedad pura. Es como un muñeco<br />

106


porfiado. Hoy dice bien y mañana hace el mal sin<br />

remordimiento. Yo hablo de esto sólo en círculos<br />

de confianza. De una u otra manera, antes que el<br />

país mismo, están los negocios. Los empresarios<br />

están con los hilos <strong>del</strong> poder en sus manos.<br />

—Pues me dan ganas de esperar qué futuro nos<br />

aguarda antes que gastar el millón y pico que<br />

supuestamente me cuesta cambiar el piso. Ni que<br />

fuera a poner paladiana.<br />

—A la empresa de lácteos, llegó el ministro de<br />

trabajo y convocaron a todos los trabajadores al<br />

auditorio. Creyeron que iba a darles sensatez,<br />

pero iba a meterles miedo. A decir que, si no<br />

aprobaban esa vaina, muchos quedaríamos en la<br />

calle. Casi tres mil amenazados. Cuando los<br />

sindicalistas se le quisieron acercar, salió<br />

espantado, cubierto por sus matones.<br />

Venegas va por un poco de hielo. Lo que bebe<br />

es ron con gaseosa. Es asesor legal de la Leche<br />

con Grasa Tomasa, medio tiempo.<br />

—¿No sabés de nadie que venda saldos de piso?<br />

Se me ocurre que, si son baratos y hay que<br />

mezclar, lo hago. Luego hacemos pasar por arte<br />

el estrambótico resultado. Digo que contraté a un<br />

muralista de la universidad para que diseñara la<br />

carajada. Y como es un extra, cuando alquile<br />

cobro por los menos, setenta mil pesos más.<br />

107


—Desgraciado aquél que haga negocios con<br />

vos. Sós un desalmado, una rata. ¿Por qué no te<br />

dedicás al chorizo de los tugurios? Cuatro latas,<br />

un candado y que la gente se atienda sola. Y en<br />

un espacio de dos por dos, duermen uno encima<br />

de otro…<br />

—Te callás un momento porque ya va a hablar<br />

el jefe de los negociadores, el baboso ése. Otro<br />

resumen para no decirnos lo que se negocia<br />

realmente.<br />

—¿Viste? No quieren dejar títere con cabeza.<br />

<strong>La</strong> apertura eléctrica, las comunicaciones, los<br />

puertos. Y aunque nieguen que el agua, seguro<br />

que el agua va entre los sectores afectados. Mae,<br />

¿me puedo cocinar algo? Tengo filo.<br />

—Hay pollo en la nevera. Atendéte solo. Yo me<br />

pongo a preparar el caso de mañana que me toca<br />

la corte. Y cociná para dos, que tengo filo.<br />

Venegas percibe hace rato un tufo totalitario en<br />

la retórica <strong>del</strong> Estado: todo es miedo, todo es<br />

urgencia. Eso de que venga una mano derecha <strong>del</strong><br />

Gobierno norteamericano a forzar que todo<br />

“avance”, da vergüenza. Ha de sentirse igual que<br />

una bota militar sobre el pescuezo, seguramente.<br />

Comen con el desorden de los caníbales, sin<br />

sentarse a la mesa, mientras ven en el televisor un<br />

programa que regala electrodomésticos, ollas,<br />

108


vajillas. <strong>La</strong> señora de turno está dudando si<br />

cambiar la caja 6 grandota por la caja 4,<br />

chiquitilla.<br />

—¡Mirá que son infelices!, ¡cómo juegan con la<br />

gente! Cuando acabés de tragar, tomá un taxi<br />

porque no creo que alcancés el último bus de tu<br />

barrio.<br />

—Ando en coche, huevón. Recordá que soy<br />

asesor parlamentario. Vos, un comemierda.<br />

—Andá cagá, pedazo de vago.<br />

Mientras dice esta última palabra, ya está<br />

Venegas sentado frente a su máquina de escribir,<br />

maquinando cómo demorar o enredar los<br />

colochos donde se mete su clientela.<br />

109


CUALQUIER DÍA, UN GOLPE TE<br />

CAMBIA LA VIDA<br />

—Viejo, deberías irte bien desayunado. No tardo<br />

diez minutos en terminar de cocinar.<br />

—Sin duda, voy a llegar tarde. Nadie en casa<br />

me despertó y seguí una hora más pegado a la<br />

almohada. Yo tenía cita a las nueve con el<br />

dentista, pero nada, ahora me alisto y hago unas<br />

vueltas en el centro. Si puedo, paso a la clínica<br />

para que me agenden de nuevo.<br />

Fila<strong>del</strong>fo Funes termina de vestirse, se pone su<br />

gorra de los Dodgers y se lava los dientes. Luego,<br />

recoge el llavero y se despide de su mujer.<br />

Básicamente tiene pensado pagar recibos de los<br />

servicios públicos, comprar un par de<br />

tomacorrientes y pasar al mercado por la olla de<br />

carne de los miércoles. En eso gasta el tiempo,<br />

pues, aunque no está pensionado, el cierre <strong>del</strong><br />

Banco de los Chorizos lo ha dejado cesante.<br />

Antes de salir le hace un par de carantoñas a un<br />

pequinés inquieto e hijo de puta, como todo perro<br />

chico. Y, al pasar por el garaje, toma un paraguas.<br />

<strong>La</strong> parada se encuentra a cuatro cuadras, en la<br />

esquina de la plazoleta.<br />

111


<strong>La</strong> fila para el colectivo supera lo esperado.<br />

Habrá veinte personas, algo así. Ni siquiera es<br />

fila, es molote. <strong>La</strong> gente se agrupa bajo un<br />

inmenso palo de manga para protegerse <strong>del</strong> sol y<br />

de una llovizna tímida que alcanza a empapar.<br />

Fila<strong>del</strong>fo se da cuenta de que no anda nada para<br />

leer, así que se dedica a mirar de frente hacia la<br />

nada. Sin embargo, el horizonte está cortado por<br />

una carnicería y afuera hay estacionado un coche<br />

de lujo, un todoterreno. El chofer se estaciona en<br />

zona amarilla y entra. Demora tanto que ya no lo<br />

verá salir.<br />

Sobre el palo de manga descomunal, cuatro o<br />

seis ardillas se divierten mordisqueando la<br />

cosecha. Así que, intermitentemente, caen al<br />

suelo manguillos mordidos. Podemos decir, sin<br />

duda alguna, que eso no es asunto de atención<br />

para el señor Funes.<br />

Tiene una mano en el bolsillo derecho, mientas<br />

con la izquierda, sujeta un sobre de manila con<br />

los papeles necesarios para los trámites de hoy.<br />

Le molesta tanto que la tienda de carnes le tape el<br />

horizonte como el hecho frecuente de ver<br />

estacionar taxistas en la zona designada para los<br />

autobuses. Es posible que, si un camión no ve el<br />

suficiente espacio, siga de largo y toque esperar<br />

al otro.<br />

112


Otra media hora.<br />

Cosa que esta vez no pasa, pues cinco minutos<br />

antes que llegue la cazadora número once de la<br />

ruta <strong>del</strong> sur, ésa que suena a algo que se desarma,<br />

la ardilla más codiciosa hará de las suyas. Le pega<br />

una dentellada a una manga mora de dimensiones<br />

hiperbólicas, pintona, pero durísima, y ésta se<br />

precipita: atina sobre la mollera <strong>del</strong> renegado<br />

Fila<strong>del</strong>fo que, de inmediato, pierde la conciencia.<br />

Asimismo, pierde la billetera, el reloj, el sobre<br />

y la gorrita de beis. En Artificio, tener un<br />

problema de salud implica ser desvalijado.<br />

Cuando despierta, no sabe quién es y está en el<br />

servicio de emergencias <strong>del</strong> Hospital de la Luna,<br />

en espera de unas placas.<br />

Queda en observación por cuatro días. Hay una<br />

masilla sobre su cuello en la primera placa que<br />

hace prever un daño. En la <strong>segunda</strong> placa, tomada<br />

al tercer día, ya no se encuentra. El técnico<br />

sospecha que un chicle que dejó mal puesto era<br />

esa masa imprecisa que les preocupaba, pero lo<br />

calla.<br />

El hombre aún no sabe su nombre y habla poco<br />

y en inglés. Eso cree él, pero el enfermero piensa<br />

que algo se le atora en el gaznate y le aplica una<br />

Heimlich. Nada, continúa hablando raro. A veces,<br />

tararea. El sanitario se rinde pues supone que el<br />

113


golpe ha efectuado cambios metabólicos. Hasta<br />

una sombrita de pelo empieza a asomar sobre el<br />

cuero de su cabeza. Curioso, porque no tenía un<br />

pelo: ni real ni de tonto.<br />

Con el paso de los meses, veremos que su<br />

estatura aumenta un poquito y a<strong>del</strong>gaza. Cosa que<br />

no sabrán en el hospital porque, tan pronto es<br />

posible, Fila<strong>del</strong>fo se las pira. Entra a la habitación<br />

de un paciente, y mientras éste duerme, le roba la<br />

vestimenta que está a la mira de todos en una<br />

bolsa de plástico sobre el piso.<br />

Como no sabe quién es, no volverá a casa. Al<br />

contrario, deambula en la ciudad. Primero, cuida<br />

coches y, más tarde, vende seguros de vida. En el<br />

segundo oficio, le va pésimo pues no tiene ni<br />

machotes de contratos. No obstante, siempre<br />

encuentra cómo sobrevivir: ha visto a los<br />

mochileros que acechan las mesas de los<br />

restaurantes de hamburguesas y él los imita<br />

exitosamente.<br />

Sin embargo, la insatisfacción es tanta que,<br />

mientras baja de peso hasta ser un flaco alto y de<br />

cabello largo ensortijado, opta por comprar una<br />

guitarra y darse a la bohemia. En un hotel barato,<br />

al que le robaron las estrellas <strong>del</strong> rótulo, decide<br />

instalarse provisionalmente. Allí escribe<br />

canciones, pero cuando se mude de allí, no las<br />

llevará consigo. Le molesta cargar con el pasado.<br />

114


Se registra bajo el nombre de Pedro Rey Lizard.<br />

No sabemos por qué. El narrador piensa que<br />

está chalado, aunque sea inofensivo.<br />

115


ESOS DÍAS DE EQUIVOCADO<br />

MISTICISMO<br />

Cerca de la Plaza <strong>del</strong> Viejo Expresidente, estaba<br />

el Colegio de la Patria. Una institución liberal que<br />

fundó la oligarquía para que estudiasen los<br />

hombres <strong>del</strong> siglo XIX. Luego, partirían según la<br />

disposición monetaria de su familia a completar<br />

una profesión, de preferencia hacia Europa.<br />

O estudiaban en la Facultad de Derecho, la<br />

única que por esos tiempos funcionaba en<br />

Malanga.<br />

Para este efecto, el Colegio de la Patria fue<br />

puesto bajo la dirección de profesionales<br />

españoles y alemanes de prestigio. <strong>La</strong> disciplina<br />

que se desarrolló —según dice la historia o el<br />

mito, cómo quiera verse— fue rigurosa y<br />

castrense, y los muchachos se preparaban en<br />

clases de latín y griego. Dado que apenas existían<br />

dos o tres centros que podían graduar bachilleres<br />

según lo establecía la ley, el Colegio y otro par de<br />

instituciones educativas estatales fueron la punta<br />

de lanza de donde egresaron, en el siglo XIX, la<br />

mayor parte de las figuras políticas que<br />

merodearon o ejercieron el poder en la Malanga<br />

de la época agraria.<br />

117


De esa narrativa, se aferraban hacia los años<br />

finales <strong>del</strong> siglo XX los profesores de la<br />

institución para crear un misticismo que estaba<br />

bastante divorciado de la realidad. A estas alturas,<br />

todos los colegios otorgaban título de bachiller,<br />

luego de que los muchachos aprobasen todos los<br />

ciclos. El mo<strong>del</strong>o educativo había cambiado y<br />

fracasaba a nivel nacional: igual que ahora. Más<br />

de la mitad de los jóvenes no alcanza a concluir<br />

la educación secundaria. Inciden allí factores que<br />

van desde el miedo a las matemáticas a la miseria<br />

absoluta <strong>del</strong> núcleo familiar.<br />

Los estudiantes que acuden al Colegio de la<br />

Patria proceden de distintos estratos sociales,<br />

pero la mayoría tiene problemas económicos y<br />

muchos de ellos estarán trabajando antes de<br />

terminar su tercer período lectivo. A diferencia de<br />

la educación <strong>del</strong> siglo XIX ya no se estiliza<br />

enseñar lenguas clásicas ni se dan clases de<br />

agricultura: se prepara para el mercado. Un chico<br />

aprende, digamos, electricidad, carpintería,<br />

empastado de libros o contabilidad.<br />

Se trata de resolver con inmediatez el panorama<br />

de la clase media, de la cual alguna porción<br />

accederá a la educación superior y otra fracción<br />

menor se graduará. Con ello, se alimenta el mito<br />

de la dinámica social, aunque ya en los ochenta,<br />

está el movimiento reaccionario, formado por esa<br />

118


misma oligarquía que se educó gratis, tanto en<br />

estos colegios como en la Universidad de<br />

Malanga, objetando la función <strong>del</strong> Estado en la<br />

educación para buscar recovecos donde ir<br />

metiendo el interés <strong>del</strong> capital privado.<br />

A la postre, esta fricción puede ser parte <strong>del</strong><br />

desgaste <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o educativo que, a pesar de<br />

tener algunos pedagogos excepcionales, nos dejó<br />

instalados en el cráneo, como cuentos de hadas,<br />

estúpidos mitos fundacionales que negaban las<br />

contradicciones y fricciones que toda sociedad<br />

tiene y que debe reconocer para combatir.<br />

Nuestros maestros fueron, un tanto, loros<br />

entrenados que alababan a personajes<br />

acartonados que llamaron próceres. Nunca<br />

aprendimos a rascar la realidad, a buscar<br />

claroscuros en las palabras y menos, en las<br />

intenciones. Nos enseñaron a venerar un trapo de<br />

tal forma que, si lo izaban, debíamos paralizarnos<br />

en absoluta verticalidad. Nos enseñaron valores,<br />

pero jamás nos dijeron que la clase política y la<br />

aristocracia —que era formada por cuatro gatos y<br />

sus pulgas— estuviesen exonerados de ellos.<br />

Para mantener exultante esta ficción, al Colegio<br />

de la Patria se le permitía usar un uniforme<br />

distinto al de las demás instituciones públicas.<br />

Eso lograba que los educandos asumiesen que<br />

formaban parte de una institución centenaria, —<br />

119


o rancia— ejemplar, paradigma <strong>del</strong> mo<strong>del</strong>o<br />

liberal y cuya excelencia lo convertía al<br />

estudiante en un ser superior, diferente.<br />

Esto ha dado pie a diversos problemas de<br />

conducta que nunca se trataron de frente, pero<br />

que pasan por el machismo y la consecuente<br />

práctica de darse de golpes con jóvenes coetáneos<br />

de colegios aledaños. Alguna mentalidad facha<br />

anda por allí que parece cruzarse de misticismo,<br />

lo cual nada raro resulta.<br />

120<br />

El fascismo opera igual.<br />

En ese colegio pasó Jason parte de su<br />

escolaridad: cinco años. Otros dos los cursó antes<br />

en un colegio <strong>del</strong> común. Lo cual nada más<br />

alcanzó para que aprobase hasta el tercer año de<br />

secundaria, porque rebotó dos veces en primer<br />

año.<br />

Tuvo repetidos pleitos en la línea <strong>del</strong> tren, pues<br />

caminar los cuatrocientos hasta la plaza era<br />

innecesario. El muro <strong>del</strong> costado derecho <strong>del</strong><br />

colegio disimulaba bastante los acontecimientos.<br />

Le gustaba una chiquilla de un colegio cercano,<br />

pero era conservadora. Ella repelía la idea de<br />

hacer migas con un tipo desmesurado y matón.<br />

Eso llegó a oídos <strong>del</strong> joven cuando tenía quince<br />

años y fue la causa de su primera<br />

superborrachera. Robó un par de cajas de cerveza


Gallinero (la cerveza nacional, que tiene un<br />

inconfundible aroma a pajonal y sabor algo<br />

desabrido) que la clase había comprado para un<br />

baile futuro y, en comunión con dos amiguillos<br />

<strong>del</strong> barrio, se las acabaron.<br />

No tuvo que dar cuentas de nada porque el<br />

miedo que le tenían los compañeros era<br />

superlativo.<br />

El Colegio de la Patria opera de siete a tres de<br />

la tarde. Después de ello, hay algunas opciones<br />

extracurriculares. Una es entrar en los cuerpos de<br />

marcha; la otra, entrar en la banda. No hay puntos<br />

extra en tales actividades, pero algo aporta de<br />

status dentro de la comunidad pertenecer a<br />

cualquiera de los clubes.<br />

No sabemos cuál fue el momento en que Jason<br />

empezó a robarse las loncheras de dos o tres<br />

compañeros a los que odiaba. Lo cierto es que lo<br />

hacía a diario y, si no tenía hambre, arrojaba a la<br />

basura el contenido íntegro de cada una. Además,<br />

cuando cursaba primer año por tercera vez,<br />

empezó a romper el reglamento de vestimenta.<br />

Calcetines blancos y la corbata floja. Los<br />

profesores más tradicionales le enviaban boleta.<br />

Los jóvenes, preferían evitar los problemas y lo<br />

dejaban ser.<br />

121


El hecho de ser repitente le garantizaba el<br />

puesto de matón de la clase, pues era más viejo y<br />

más alto. Al llegar a cuarto, ya Jason tenía<br />

impresionante barba, pero se había mudado de<br />

institución. Se sentaba en el fondo de la clase para<br />

tomar apuntes, pero su esencia lo llevaba a formar<br />

una gavilla de cabrones que se la pasaban<br />

molestando en la clase. <strong>La</strong>nzaban papeles<br />

ensalivados, se robaban cartucheras y<br />

calculadoras que, de repente, iban a estrellarse en<br />

seco contra el pizarrón.<br />

Tener a esa pelota de bribones cerca era<br />

inquietante. Los demás compañeros no sabían si<br />

se les perdería algo, en broma o en serio. Porque<br />

si algo valía la pena, esa misma tarde irían a<br />

vender lo robado en la zona roja.<br />

122


EL CADÁVER EN FUGA<br />

Cuando llegamos a la Funeraria Rivera, el<br />

cadáver no estaba allí. Yo le pregunté al<br />

encargado dos veces y respondió lo mismo.<br />

—Nosotros nunca recibimos en planta:<br />

retiramos en el hospital o en la casa. Estoy seguro<br />

de eso.<br />

—Nos envía el Turco. No se haga.<br />

—Los ha podido enviar mi abuela en bote de<br />

remos...Me da igual. No es aquí.<br />

Aun así, los cuatro pusimos patas arriba la<br />

funeraria y revisamos cajón por cajón. Solamente<br />

había dos velaciones. En la Sala A, un juez<br />

muerto a los cuarenta y cuatro años, por propia<br />

mano, luego de que le investigasen por favorecer<br />

la libertad de un par de narcos. Su padre había<br />

ejercido la presidencia <strong>del</strong> Poder Judicial y ahora<br />

no tenía cara que poner ante su memoria (es que<br />

uno no debe suicidarse con Magnum, pedazo de<br />

idiota).<br />

Yo abrí la tapa para verificar el rostro y me<br />

pareció un pobre diablo. Tenía las cejas escasas y<br />

amarillas y un lunar con pelos en la mejilla<br />

izquierda. Claro, era difícil no ver el montón de<br />

remiendos que le pegaron en el rostro.<br />

123


—Puta, ¿cómo no pudieron pagarle<br />

maquillista?<br />

— le dije al Negro. Y cruzamos a la sala B. Era<br />

una jovencita en los veinte años y muy arreglada.<br />

<strong>La</strong> habían maquillado, pintado las uñas y vestido<br />

con colores alegres, demasiado alegres. Parecía<br />

que iba de parranda con sus amigas y que formaba<br />

parte de un círculo de gente nocturna.<br />

Posiblemente trataban de engañar a la tristeza que<br />

da morirse veinteañero. Como estaba tan a la<br />

vista, no revisamos mucho. No obstante,<br />

revolcamos la basura en el patio, los tablones<br />

acumulados en una bodega oculta. No<br />

dejamos títere con cabeza. Nada.<br />

Optamos por llamar al Turco, pero nos mandó<br />

vehementemente a comer mierda. Nos daba<br />

veinticuatro horas o nos haría buscar.<br />

Eso nos asustó, pero fingimos tranquilidad.<br />

—¿A quién se lo dieron? ¿Está seguro de eso?<br />

Si le hacemos caso, lo depositaron en la<br />

madrugada en el salón principal con total sigilo.<br />

Nadie estaba a esa hora. No obstante, el gerente<br />

que a estas alturas ya nos tiene miedo, ya<br />

sospecha algo, sigue en sus cinco y asegura que<br />

nada ha pasado.<br />

124


Así que no insistimos más, pero para matizar<br />

nuestro poder le digo mientras salimos:<br />

—Volveremos.<br />

No nos queda más que peinar la zona. Son cinco<br />

funerarias en total. Algunas son muy modestas y<br />

carecen de salas de velación. Igual, nos toca ir<br />

ataúd por ataúd y revisar bajo los mostradores.<br />

Uno nunca sabe.<br />

Nada en <strong>La</strong> Paz Maravillosa. Nada en Cinco<br />

Velas Azules. Nada en El Último Sendero.<br />

Falta nada más una, <strong>La</strong> Luz <strong>del</strong> Mundo. A ella<br />

nos dirigimos, aunque ya perdimos hasta la hora<br />

<strong>del</strong> almuerzo y la <strong>del</strong> café.<br />

Cuando llegamos, hay completo desorden. De<br />

hecho, está cerrado y afuera todavía hay cintas<br />

perimetrales en el suelo. Tratamos de averiguar lo<br />

acontecido y luego de caminar por acá y por allá,<br />

me dice el Negro que, a estas alturas, está pálido<br />

y descompuesto:<br />

—Era aquí, los idiotas se equivocaron de<br />

negocio. <strong>La</strong> cagaron en grande.<br />

Le digo a Cerdas que vaya sondee un poquito<br />

más, pues él tiene don de gentes. Nosotros,<br />

acostumbrados a lo salvaje, podemos enredar las<br />

cosas. En cambio, él mira una nena y de<br />

inmediato es pura simpatía, labia y servicio.<br />

125


Antes de que se lo pida, ya está cortejando a la<br />

maquilladora. Lo dejo solo para que trabaje a<br />

gusto. Los tres restantes vamos por una<br />

hamburguesa y nos veremos al ratito.<br />

—Mirá, te cayeron pelos de muerto en las<br />

papas— me dice Nacho, y es cierto. En mi<br />

bolsita, flota un colocho rubio que debe ser <strong>del</strong><br />

juez suicida. Me da asco, pero por jugar de duro,<br />

aparto la maldita sortija e igual como las papas.<br />

Están tan feas y pálidas que han de ser de yuca<br />

saborizada, jueputas.<br />

—Tremendo colocho tenemos. El Turco no va<br />

a admitir su error fácilmente. Y el cuerpo se lo ha<br />

llevado la Judicial hace unas horas. Cuando lo<br />

abran, estaremos listos todos. El Turco también,<br />

porque a huevo que lo canto.<br />

—Tenemos que asaltar la morgue—, dice el<br />

Negro.<br />

—Ni que fuéramos boinas verdes, huevón—<br />

comenta Nacho.<br />

—Yo no le veo salida —digo. Y es cierto.<br />

126


MI LUCHA POR EL PODER CON<br />

EL GHOSTWRITER<br />

Estoy en el sillón de la oficina de Petra mientras<br />

ella habla por teléfono. Por lo que puedo oír, está<br />

tratando de embaucar a algún posible<br />

inversionista.<br />

—Tené paciencia. Es pan comido. Nosotros<br />

conseguimos una cartita de recomendación para<br />

el libro y lo convertimos en lectura oficial.<br />

Venderemos miles.<br />

Yo miro al dios rata y siento la inquietud de<br />

prenderle una vela. Raro, porque no soy creyente<br />

de nada.<br />

Es una de las últimas adquisiciones de Petra,<br />

comprada por internet.<br />

Petra cuelga por fin.<br />

—Estoy tratando de conseguir otros diez<br />

millones. Le dije que serían para tirar su libro.<br />

Yo no capto bien el mensaje. Ya teníamos la<br />

plata.<br />

—Explicá.<br />

—Son métodos para tener holgura financiera.<br />

Le ofrecemos financiar algo que se venda y<br />

después tomamos esa plata para empujar otros<br />

127


contratos. De otra forma, la plata no nos<br />

alcanzaría.<br />

—Es muy peligroso, Petra.<br />

—Mirá, este oficio exige riesgos. Cada vez que<br />

sale un libro, no sabemos si será bienvenido. Uno<br />

está obligado a afinar estrategias. Mientras haya<br />

circulante, nada va a fallar.<br />

—Vine por otra cosa. El escritor fantasma que<br />

me asignaste es un majadero. Quiere hacerlo todo<br />

solo. A mis personajes los manejo yo.<br />

—Y, sin embargo, es ese despelote que hace<br />

con la <strong>trama</strong> lo que te da el sello de éxito. ¿Vos<br />

creés que alguien leería las mierdas<br />

convencionales de tus apuntes sin vomitar? Es en<br />

serio. Vos sós aburrido. En cambio, ese<br />

muchacho —que tampoco es gran cosa— es<br />

escabroso. El lector siempre está esperando tu<br />

próxima yeguada.<br />

—Tenés que aprender un poco de <strong>del</strong>icadeza.<br />

Yo te las banco porque te voy conociendo, pero<br />

sós groserísima.<br />

El rictus de Petra me quiebra de inmediato.<br />

—Lo admito —responde—. Sin embargo,<br />

estamos acá para vender. Tus observaciones y<br />

apuntes son—sólo a veces— acertados. Entendé<br />

128


que la seriedad, aparte de vender poco, termina<br />

por sacralizar el sistema y no es la idea. Hay que<br />

hacer que todo reviente para poder explorar por<br />

dentro lo que hay detrás de todo lo establecido.<br />

En ese sentido, me parecen una buena dupla.<br />

Crítica y humor, linda pareja.<br />

—Eso no es lo grave, Petra. Estoy seguro que<br />

me da pistas falsas, que me miente informes. Es<br />

más, creo que está insubordinando a Malanga en<br />

contra mía.<br />

—¿Hablás en serio? ¿Cómo se va a<br />

insubordinar un mundo narrado?<br />

—Dame un cigarro porque ni yo lo entiendo.<br />

Creo que, por vía <strong>del</strong> rumor, puede pasar. Es el<br />

arma que más temen las sociedades, ¿no?<br />

Displicente, Petra saca un habano y me lo<br />

entrega. Yo, cómo no sé encender una carajada de<br />

ésas, empiezo a moverlo entre los dedos como<br />

hacen los carajillos de los cuerpos de banderines<br />

con los mismos.<br />

—Ah, si eso es cierto, tenés que cuidarte. Son<br />

palabras mayores. Yo me cuidaría de que no me<br />

serruche el piso y de que no me envenene el café.<br />

Parece una lucha por tomar el control de lo<br />

imaginario. ¡Qué fregado tema! Ponélo a prueba,<br />

pedíle datos y los cruzás, marcálo de cerca. No<br />

129


vaya a ser que resulte un quinta columna que otro<br />

editor nos manda.<br />

Y en caso forzado, si no hay nada que hacer, nos<br />

lo echamos al pico. Eso entre nos, ¿ok?<br />

Vuelvo a ver los ojos <strong>del</strong> dios rata, al que mi<br />

ignorancia permite llamarle ratón Miguelito. Sus<br />

ojos hoy están celestes e intermitentes, pero<br />

cargados de malicia.<br />

—Se le está acabando la pila— le digo a Petra.<br />

Acto seguido, pido permiso a Petra para<br />

encender una vela. Ella saca dos, de color rojo,<br />

<strong>del</strong> escritorio. Cada uno enciende una.<br />

—Sobraron de la navidad pasada— comenta.<br />

130


EL PELIGROSO POCALENGUA,<br />

NUESTRO AMIGO<br />

En la gerencia, ubicada en el tercer piso <strong>del</strong><br />

edificio administrativo de Papas Fritas<br />

Industriales, S. A.<br />

—Mario, es bueno que hablemos <strong>del</strong> diputado<br />

Pocalengua. Es oficialista, pero cómo si no lo<br />

fuese…<br />

—Te escucho. No le veo nada malo. Es de los<br />

nuestros—. Se desparrama en el sillón mientras<br />

conversa.<br />

—Pues debes saber que su retórica es<br />

fuertemente opositora. Acordáte de que siempre<br />

promete gravar las zonas francas. Nos puede<br />

arruinar el tratado de libre comercio—. Erasmo,<br />

que fuma como una puta en Semana Santa,<br />

prende otro cigarrillo con la chinga <strong>del</strong> anterior.<br />

—Vos nunca te enterás de nada. Policarpo es de<br />

los nuestros. Es más, es ultraderechista. Sabés lo<br />

que es un infiltrado, ¿no? Pues este cabrón está<br />

allí para provocar disenso, distracción y hacer que<br />

el tiempo pase tanto que, para cuando decidan<br />

proceder, tengan encima el huracán. No los salva<br />

ni el alma de la Santa Gallina Ciega.<br />

—¿Estás seguro de ello?<br />

131


—Claro, el hermanillo es igual, una mosca<br />

muerta. Les encanta hablar de derecho y<br />

democracia, pero solamente para los sectores<br />

ricos. ¿No has oído a ambos pregonar que las<br />

minorías deben plegarse a las mayorías? ¿Querés<br />

algo más capitalista?<br />

—Si lo decís…Yo creo que deberíamos<br />

vigilarlo. Quién le visita al despacho, quién en la<br />

cama y lo mismo, en el teléfono—. Erasmo siente<br />

que un aire le enrojece el ojo izquierdo.<br />

—De acuerdo. Contratáte un tipo que haga el<br />

trabajo. Con dos semanas de espiar sabremos si<br />

es leal. Recordá enviar el contenedor al Pacífico,<br />

que hay que exportar el pinche cargamento hacia<br />

México este jueves. Queda espacio para mandar<br />

dos toneladas. Como hay un saldillo pendiente le<br />

mandamos mil cuatrocientos kilos y cuando<br />

aflojen, despachamos el resto.<br />

—Esperá. También quiero vigilar a la mujer. No<br />

sabemos por donde entra la plaga.<br />

—De acuerdo, Erasmo. Te digo más. ¿Cómo<br />

creés que Pocalengua va a traicionarnos si<br />

también es socio nuestro en lo ilícito?<br />

Sencillamente no puede. Si tomás presupuesto<br />

para jugar de Marlowe, que sea de los bonos<br />

familiares de fin de año de la planta de Papa<br />

Caliente.<br />

132


Afuera hay un sol de las mil putas, pero el aire<br />

acondicionado no lo deja manifestarse. Eso y las<br />

rejillas que tienen los ventanales para provocar<br />

sombra y evitar que los pájaros se estrellen contra<br />

los cristales.<br />

Funcionan tan bien que los pájaros siempre se<br />

parten la madre antes de tocar los vidrios: al pegar<br />

contra el aluminio se hacen bosta.<br />

Esta mañana, la conserje ha recogido,<br />

solamente en el perímetro, cuatro cadáveres de<br />

paloma.<br />

133


REDES DE MUTUA VIGILANCIA


GARCÍA PORTA NOTICIAS<br />

NUEVAS<br />

—Ah, Sr. Vivas. ¡Qué bueno que me lo topo en<br />

la calle! Le invito un café.<br />

Yo he visto ese rostro antes, pero me quedo<br />

tratando de evocarlo y nada me llega. No me<br />

molesto a pesar de la imprudencia de que un tipo<br />

me pare, de repente, en la calle, halándome <strong>del</strong><br />

hombro.<br />

—¿Lo conozco? —. Es pregunta de rigor.<br />

—Yo estaba en la fuerza de ventas de Comas<br />

Negras cuando usted pulseaba imprimir su<br />

Malanga. Solano era mi jefe, soy Lico García.<br />

Debo haberlo visto allí. De inmediato, accedo y<br />

nos vamos a una cafetería corronga que está sobre<br />

el boulevard donde caminamos.<br />

—Supongo que me ha hecho detener con algún<br />

propósito. Cuénteme.<br />

—Me echaron de la editorial a fines de año. No<br />

me liquidan, me acusaron de robo y fue un<br />

montaje de su amiga. Se lo digo para que se cuide.<br />

Petra es tan mala como fea.<br />

137


—Me cuesta creerle. Conmigo ha sido abrir<br />

puertas y contactos a la primera intención. Allí<br />

viene el salonero. Quiero un latte y un empare-<br />

dado de los de medio metro, bien tostado.No se<br />

preocupe, García. Yo invito.<br />

—En ese caso, sírvame igual.<br />

Este sujeto es fresco. Lo que pido vale más que<br />

un almuerzo popular y él, sin pena, lo duplica.<br />

Veamos qué diablos quiere.<br />

—¿Ud. sabe que Lucas paró en el tabo por<br />

Petra? Ella quería su puesto. Su amigo hizo una<br />

movida arriesgada por conseguir dinero para<br />

publicar su novela. Ella lo reportó con Hacienda<br />

y, con la ayuda de Isidro Pelapapas, se montó<br />

como mandamás. Es venenosa, le digo.<br />

—Bueno, ¿y…? Dígame qué es lo nuevo.<br />

—Mirá, está en la tele la periodista que está<br />

investigando los sobornos en la Asamblea.<br />

Lástima que nunca llegue a conclusión alguna.<br />

Es cierto. En la pantalla sale esa señora que me<br />

sirvió para mo<strong>del</strong>ar a Alejandra Arenas, pero<br />

nada de pelucas ni pelo corto. Tampoco de<br />

glamour: ella es fea hasta la honestidad.<br />

—Esa mujer me cae como un sapo. No me quite<br />

el tiempo porque pronto llueve.<br />

138


—Su café—. Es el salonero que trata de abrir<br />

campo en la mesa con dos platos enormes y las<br />

tazas de agua que hierve.<br />

Instintivamente, nos separamos un poco de la<br />

mesa. No vaya este hombre a realizar malamente<br />

una maroma y nos derrame encima lo que sea.<br />

—Usted debe saber que Lucas metía mano en<br />

las cuentas de la editorial. Petra lo hace peor: creo<br />

que usa la imagen de Comas para embolsarse<br />

dinero. Aún no pasa nada, pero cuando tenga que<br />

entregar cuentas, aparecerá el hoyo. Sé que lo ha<br />

convencido para meter allí el financiamiento que<br />

le dio el Ministerio de Cultura. No sea tonto.<br />

No estoy escuchando mucho porque estoy,<br />

diente y diente, destrozando mi emparedado que<br />

está buenísimo. Sé que es mucha glotonería, pero<br />

siento impulsos de pedirme un par más, para<br />

llevar.<br />

—Tengo que confesar que algo he oído. <strong>La</strong> he<br />

visto atraer capitales sin propósito porque parte<br />

<strong>del</strong> plan de publicaciones se atrasó: hay muchos<br />

errores en los borradores. No crea, estoy alerta<br />

porque mis amigos, casi todos, tienen leyendas<br />

negras con muchas editoriales. Sin embargo, esta<br />

vez pinta bien y lo que hago es no perderle pista<br />

ni a Petra ni a la empresa. Cada semana, voy a<br />

139


ondar, a preguntar por las pruebas o con algún<br />

cuento.<br />

—Y hace bien. ¿Sabé qué? Tengo doscientas<br />

cincuenta copias de Historia de Malanga que<br />

quiero vender. <strong>La</strong> edición es <strong>del</strong> año pasado.<br />

Necesito efectivo mientras me acomodo. Déme<br />

cincuenta mil pesos y son suyas.<br />

Me ha dado cierta conmiseración la situación de<br />

Lico. Ese día de milagro ando plata y pago en<br />

efectivo un a<strong>del</strong>anto de veinte mil. Le digo que<br />

pase el sábado a dejarme el resto.<br />

Sé de varios libreros que compran libros<br />

robados y puedo soltar a cuatro mil cada<br />

ejemplar.<br />

No es que uno sea cochino, no. Es que uno es<br />

solidario y, siempre que se pueda, da una mano al<br />

necesitado.<br />

140


REY LIZARD TIENE OTRA<br />

METAMORFOSIS<br />

No avanza Pedro Rey en su oficio de cantor<br />

callejero. Un tanto de desaseo se le nota en el<br />

rostro que se va tornando ligeramente verdoso.<br />

Prueba en diferentes esquinas. Se instala cerca de<br />

los parques y los policías lo corren. Se traslada a<br />

la orilla <strong>del</strong> Banco de las Garantías, oficinas<br />

centrales. Allí nadie lo jode, pero la recaudación<br />

no le da mucho y piensa en instalarse en otra<br />

parte. Además, las versiones de Morrison que<br />

canta son pésimas, irreconocibles, chifladas. Ni la<br />

guitarra, ni él logran la alquimia que llamamos<br />

arte.<br />

Una vez que otra, los perros callejeros se le<br />

pegan y le colaboran en los coros. Es cuando los<br />

propietarios de los negocios aledaños le lanzan<br />

agua con baldes. En protesta y con absoluta<br />

dignidad, opta por alejarse.<br />

Además, él no conoce nada de The Doors ni de<br />

sus letras. Opera desde el subconsciente. Así que<br />

las letras son guturales y desastrosas. Quien no<br />

habla inglés, lo cantará peor, ¿no?<br />

Otra cosa que le ha fallado es autonombrarse<br />

Lizard: nadie le dice así. Los sectores populares<br />

no llegan a escuchar bien la palabra y los que le<br />

141


toman afecto, para llamarlo, le dicen Lázaro. Los<br />

demás, que son muchos bribones, en lugar de<br />

echar unas monedas en el pañuelo, se le sientan a<br />

la par, a ver si la caridad alcanza para ambos.<br />

Cuando una moneda queda fuera <strong>del</strong> pañuelo, la<br />

recogen y se van. Lázaro, que ahora es huesudo y<br />

debilucho se hace un puño para no armar bronca<br />

y evitar que lo malquiebren.<br />

Ojo, el narrador nunca ha dicho que el hombre<br />

esté loco. Básicamente es extravagante,<br />

irresponsable, vividor.<br />

Casi tan grave como ser poeta. <strong>La</strong> ventaja de<br />

Rey es que no se toma en serio y está cavilando<br />

ya si cambiar de personaje.<br />

Así que, cuando escucha que Ranas Rojas<br />

quiere abrir espacios de música en vivo, se<br />

presenta allí.<br />

A estas alturas, ya pasaron dos años y pico <strong>del</strong><br />

accidente que le borró la identidad y su familia ha<br />

dejado de buscarlo. Por acá y por allá quedan<br />

cartelillos con su foto, datos y teléfono, mas<br />

nuestro hombre nunca ha visto al señor Funes ni<br />

a nadie que se lo recuerde.<br />

Es más, ya no se le parece: el sol lo ha<br />

bronceado, sobre todo en los brazos, y ahora usa<br />

espejuelos negros, como corresponde con las<br />

estrellas emergentes, descubiertas o no.<br />

142


Antes de acudir a ofrecer sus servicios<br />

artísticos, va a una tienda de ropa americana. <strong>La</strong><br />

validación de estas tiendas ocurrió con la crisis<br />

pasada, cinco años atrás. Ahora empiezan a<br />

proliferar. Compra de todo: unos mocasines, un<br />

saco de tweed parchado en las mangas y a<br />

cuadros, unos pantalones negros y una camisa<br />

blanca.<br />

Está dispuesto a hacer de tripas chorizo para<br />

dejar la mugre pensión que habita. Se dice que<br />

esta vez sí la pega.<br />

Y, al llegar a su cama, por primera vez en el día,<br />

arma un cigarrito muy pequeño.<br />

“Pa’ celebrar”, piensa.<br />

Ha nacido Paco Luciérnaga, el cantor de la<br />

noche.<br />

Y, sin embargo, no logra arrancar de sí la<br />

decadencia.<br />

143


OTROS TONTOS QUE SUMAN EN<br />

LA TRAMA<br />

Sin embargo, don Poli tampoco se queda quieto.<br />

Dos de sus asesores no son graduados, ni hacen<br />

análisis alguno: recaban información aquí y allá<br />

sobre los pares <strong>del</strong> político. Hacen fichas,<br />

grabaciones, guardan papeles de todo en un<br />

archivo al que solamente ellos y el jefe pueden<br />

acceder.<br />

Por eso, en las encerronas, guardan silencio.<br />

Gesticulan afirmativamente cuando parece <strong>del</strong><br />

caso hacerlo, pero ni siquiera pían. En las<br />

encerronas están desarmados, pero en cuanto<br />

llegan al automóvil que les han asignado, abren la<br />

guantera y se embuchan la escuadra. Y luego,<br />

como si fuesen el escuadrón <strong>del</strong> chisme, peinan la<br />

ciudad desde los suburbios a los malls.<br />

A veces, les toca el juego de las llamadas<br />

anónimas para evitar que un proyecto de ley<br />

avance o para que sea votado unánimemente por<br />

las bancadas opositoras. Eso les hace creerse el<br />

poder en la sombra y no un brazo ejecutor de la<br />

política de cloacas.<br />

Así se explica que este par de idiotas no estudie.<br />

Muchas veces les toca moverse en el inframundo<br />

a deshoras. Para no <strong>del</strong>atarse, deben correr<br />

145


iesgos y meterse droga que es un contento, ir de<br />

putas con presupuesto discrecional y, en<br />

ocasiones, hasta vender pastillas de colores. En<br />

esos momentos, no juegan como asesores<br />

presidenciales y han dejado en casa guardadas sus<br />

credenciales. Uno de ellos, el que llamaremos<br />

Nicolás Berreta, es macró de cuatro viejas <strong>del</strong><br />

centro de la ciudad; y el otro, al que<br />

denominaremos Déxter Espacio, tiene además de<br />

las adicciones químicas, el vicio de las galletas de<br />

linaza. Por algo anda siempre con caries activas y<br />

tomando sedantes.<br />

¿De dónde salieron? Pues nada, el jefe no es un<br />

santo y, en una fiesta narco, se encontró con estos<br />

cabrones. Como la cosa con los contrabandistas<br />

es el favor mutuo, le pidió consejo y permiso al<br />

traficante para reclutarlos a su servicio. Clovis<br />

Mesén le indicó que lo indemnizase con diez mil<br />

dólares, pues se llevaba los mejores hombres.<br />

Era una estafa, pero el señor Pocalengua nunca<br />

llegó a captar la jugada. Los dos tipos eran fuertes<br />

y malos a su manera. Eran incapaces de articular<br />

inteligencia y silencio y algunas de las cosas<br />

oscuras de la vida de Policarpo empezaron a<br />

filtrarse en los bares.<br />

Lo cual explica el alto salario asignado a su<br />

portavoz, la periodista Ana de los Dientes<br />

Blancos, eternamente metida en un zapato para<br />

146


desdecir la mala fama de su jefe y construir el<br />

contragolpe contra aquellos que hacían de esas<br />

leyendas negras, esporas sobre campo fértil.<br />

Afortunadamente, todo ello estaba amparado en<br />

el presupuesto de la Asamblea para el diputado<br />

más berrinchoso de la legislatura. Si le hubiese<br />

tocado cubrir de propios fondos tales salarios,<br />

preferiría abordar un avión con rumbo<br />

desconocido, de madrugada, como le pasaba y<br />

pasa a tantos políticos que se jalan tortas y<br />

amanecen en Brasil, donde nadie puede ser<br />

extraditado hacia Malanga, campeona de la<br />

democracia y de todas las formas de impunidad.<br />

Una de las tareas de Déxter Espacio Vargas y<br />

Nico Berreta es vigilar también hacia adentro. A<br />

sus compañeros de despacho, a sus núcleos<br />

familiares. Verificar que tengan deudas<br />

suficientes como para querer cuidar el trabajo.<br />

Que no sean perfectos, ni fieles. El que no tenga<br />

un desliz o un trapo sucio debe ser despedido de<br />

ipso facto, pues el que no las debe es<br />

potencialmente desleal y se puede echar al pico al<br />

equipo entero si llega a saber demasiado.<br />

Mientras los dos truhanes <strong>del</strong> tercer mundo<br />

hacen de las suyas e inventan reportes— pues no<br />

siempre hay información en la calle—, Jefe sigue<br />

haciendo lo de siempre: reuniéndose con<br />

inversionistas y con sobres, con gente tortera, con<br />

147


diplomáticos que defienden alguna transnacional<br />

que quiere agarrar una concesión o administrar un<br />

aeropuerto.<br />

También juega solitario y pierde muchas veces.<br />

Esto lo pone bravo y rebuznante, tanto que su<br />

secretaria debe llamar para cancelar toda la<br />

agenda <strong>del</strong> día. Entonces, Poli dice que le llamen<br />

al spa, donde lo atienden sin cita, lugar que ya<br />

sabemos que de spa nada tiene.<br />

¿A qué viene todo este cuento? El narrador nada<br />

más pretende marcar la cancha para que sepamos<br />

que Malanga es un territorio lleno de paranoia y<br />

vigilancia mutua. Tanto es así que él mismo<br />

intentó saber un poco de la vida privada de la<br />

familia Pocalengua y fue a tocar el timbre de la<br />

mansión. Los guardas no se dejaron convencer<br />

por un cabrón que alegaba la necesidad de<br />

ventilar la ropa sucia y establecer las mínimas<br />

verdades. Además, la presencia de tres tigres<br />

sueltos en los jardines de la Comarca de los<br />

Monos Alegres —así se llamaba la quinta que<br />

tiene el diputado al final de la Alameda de las<br />

Momias— le convencieron de que no podría<br />

hurgar demasiado.<br />

Así que, vencido, el narrador decide<br />

confundirse en la multitud e integrarse bajo una<br />

identidad postiza al mundo narrado. Por razones<br />

de prudencia, no revelaremos su nombre. Es más,<br />

148


aclaramos que sus identidades podrían ser<br />

múltiples y atemporales. Buscan básicamente<br />

sacar de mentira, verdad. Y viceversa. Los<br />

trapitos que tengan escondidos Poli y Noemi —<br />

los llamaremos en colectivo el matrimonio<br />

Polinomio— nos van a aparecer como rumores de<br />

las diversas líneas de investigación y evidencias<br />

que tal vez encontremos en situ.<br />

No me pregunten qué he querido decir.<br />

Tal vez no lo sé. Acaso nos vayamos, como las<br />

aves, por el caminillo de las migas de pan.<br />

No prometo ni papa.<br />

149


ACÁ PLANIFICAMOS A<br />

CABALLITO<br />

“Lo sospechaba, este Vivas es un degenerado que<br />

trata de poetizar a un tipo que hace abandono<br />

familiar. Ya me contaron de qué iba Malanga y es<br />

preocupante”. Petra, que es ultracatólica, agarra<br />

el borrador de la novela de Vivas con la misma<br />

rabia que asume ante la peor herejía.<br />

—Solano, venga acá.<br />

—Mande, buena señora—. Solano no es tan<br />

servil, pero le gusta burlarse de los seres que odia.<br />

—¿No me dijo Ud. que tenía en vista una<br />

contratación pública para imprimir leyes al Poder<br />

Judicial?<br />

—Sí, es un montón de plata. Son <strong>edicion</strong>es que<br />

hacen para regalar en capacitaciones y si sobran,<br />

las esconden en la última de las bodegas hasta que<br />

las ratas se las comen. <strong>La</strong> cosa es que hay dinero<br />

y deberíamos acudir a financiarnos, sin duda.<br />

—¿De cuánto hablamos, Johnny?<br />

—Son veinte millones de pesos. Necesitamos<br />

para producir, unos ocho—. Se rasca las rodillas<br />

y empieza a sentirse amable el agente de Comas<br />

Negras.<br />

151


—Pues vamos por ello—. Solano ve cómo<br />

Petrita querida vuelve su gordo pescuezo hacia el<br />

pasillo.<br />

—Marina, necesito al imbécil de Vivas acá,<br />

ojalá mañana.<br />

152


EL ARTE DE SORTEAR LA SUERTE DEL<br />

ENTORNO<br />

—Decíle a Carboncillo que necesito un kilo más<br />

de mota. En estos días se vende mucho—. Yorki<br />

recoge el entero <strong>del</strong> 17, que le guarda fielmente<br />

su chancero los martes, los viernes y los<br />

domingos. Mientras paga por los enteros, piensa<br />

que no logra deshacerse <strong>del</strong> vicio de jugar y que,<br />

por eso, siempre anda alcanzado de monedas. Ve<br />

al hombre de la suerte e instintivamente siente la<br />

necesidad de arrancarle la plana, pero nunca<br />

gana.<br />

“Tendré que tomar medidas drásticas para<br />

deshacerme de este mae”, se dice. Si un policía lo<br />

hubiese escuchado, estaría en problemas por<br />

aquello que reza “por la boca muere el pez”.<br />

Carboncillo es el nombre clave para que, si<br />

accidentalmente alguien escucha de más,<br />

convertir todo en una broma, una red de<br />

disparates. Porky lo sabe mejor que nadie, porque<br />

en su oficio, visita desde oficinas privilegiadas<br />

hasta antros donde lo que se ve nunca debe<br />

contarse y de inmediato lo olvida.<br />

De paso, se gana alguna propinilla por su<br />

servicio oral de mensajería. Como no deja huellas<br />

ni busca dejarlas, le tienen harta confianza. Y en<br />

153


su itinerario no se desvía mucho, pues el apodo<br />

citado alude a Nicolás Berreta, el asesor <strong>del</strong><br />

diputado Pocalengua.<br />

Éste es cliente y juega enteros dobles, por lo<br />

cual es redondo el negocio de correr chismes ida<br />

y vuelta. Cuando el falso politólogo anda en<br />

misiones, deja el dinero en la secretaría <strong>del</strong><br />

despacho legislativo. A veces, sólo a veces, la<br />

muchacha de turno —pues no duran más que<br />

unos meses— se tienta y le compra también unas<br />

fracciones.<br />

Eso a Porky le importa poco. En los bares vende<br />

en puta y muchos de sus clientes son de fuerte<br />

apuesta. Lo que se le pega lo coloca bajo la<br />

modalidad <strong>del</strong> gallo tapado y casi nunca devuelve<br />

fracciones a la empresa. Si anda fondeado y con<br />

reservas, juega el saldo él mismo. Una de cada<br />

cinco veces pega. Terminación, por lo menos.<br />

Eso sí, el hombre nunca se moja las manos. No<br />

recoge paquetes comprometidos ni lleva recados<br />

escritos que puedan integrarlo sin querer a un<br />

expediente policial. Sus negocios son, muchas<br />

veces, rápidos: no propicia el diálogo, pues le<br />

resulta natural caminar como si lo persiguiesen.<br />

Una inevitable prisa y su lotería colgando <strong>del</strong><br />

brazo nos pueden ayudar a reconocerlo, si lo<br />

vemos en los barrios capitalinos.<br />

154


Antes de subir hacia la oficina <strong>del</strong> Policarpo,<br />

Porky hace la ruta <strong>del</strong> mercado, donde también<br />

coloca sus fracciones. Esto le lleva treinta o<br />

cuarenta minutos, pues de tramo en tramo pica a<br />

ver qué venta logra. En la tienda de angelitos de<br />

yeso, un tipo pregunta por la señora Pocalengua:<br />

—Ya le dije que no la conozco. Acá nunca<br />

viene. Y no se le ocurra ofrecerme dinero a<br />

cambio, porque yo nunca vendería a nadie— dice<br />

la imaginera mientras pasa esmalte blanco sobre<br />

un perrito recientemente sacado de su molde.<br />

Dicho esto, la señora suelta un manazo sobre el<br />

mostrador de vidrio que hace vibrar los variados<br />

tiliches. Porky siente miedo de que algo se<br />

termine quebrando y se lo quieran endilgar.<br />

—¿Va a querer algo doña Marta? — asoma<br />

Porky la cabezota.<br />

<strong>La</strong> mujer contesta negativamente con un<br />

movimiento de cabeza.<br />

Cuando sale, el agente de la suerte decide<br />

esperar semioculto un poquito más a<strong>del</strong>ante.<br />

Quiere saber qué quiere el inquisidor y, si se<br />

puede, ganarse unas monedas.<br />

El personaje anónimo, vestido con una<br />

gabardina pajiza, lentes oscuros y guantes<br />

blancos, sale <strong>del</strong> local en dirección contraria <strong>del</strong><br />

155


lugar donde se ha estacionado Porky. Éste, que es<br />

bastante ambicioso, corretea tras él y lo ase <strong>del</strong><br />

brazo izquierdo.<br />

—Espere, necesito hablarle, pero no acá. Déme<br />

un teléfono. El tipo saca una tarjeta de<br />

presentación y la pone sobre la palma abierta <strong>del</strong><br />

colaborador.<br />

No diré el nombre de la sombra beige porque de<br />

eso se trata esto: es anónimo.<br />

Otras veces, tiene nombre (ya lo he dicho) pero<br />

nadie lo sabe porque las sombras son así. Pasan<br />

en medio de todo y no las determinamos. Es al<br />

final de un texto, cuando el lector logra descubrir<br />

si una palabra vale o le vienen tomando el pelo<br />

desde siempre.<br />

Porky, el incansable, sube al despacho <strong>del</strong> señor<br />

diputado Poli. Nada raro, porque también es<br />

chancero de todo el Parlamento. Es casi un<br />

monopolio humano. Donde nadie entra, entra él<br />

so pretexto <strong>del</strong> juego de azar que es epidemia<br />

universal.<br />

En esta ocasión, Berreta ha salido y le deja el<br />

dinero con la mujer de recepción. No es bonita,<br />

no es amable y apenas saluda. Lo importante es<br />

que le paga y él entrega la lotería a cambio.<br />

Mientras espera que la señora consiga cambio<br />

para darle el monto exacto, escucha:<br />

156


—Erasmo, cabrón, me llamó el mexicano desde<br />

Argentina. Dice que las papas llegaron bien pero<br />

que no iba suficiente aderezo. Decíme qué pasó.<br />

Un silencio de segundos que corresponde a la<br />

explicación que da la contraparte. Nuestro<br />

pregonero no la oye: ni que fuera Clark Kent, con<br />

superorejotas.<br />

—Voy a decirle que gire el saldo deudor. Esos,<br />

por plata, no lloran. Si hay tareas pendientes, las<br />

dejamos de lado. <strong>La</strong> prioridad es ese embarque.<br />

Policarpo Pocalengua, diputado de la res<br />

pública, cuelga en seco el teléfono y sonríe.<br />

Se siente Marlon Brando, padrino. <strong>La</strong> diferencia<br />

es que él maneja cosas feas desde lejos. Como el<br />

que lleva un avioncito a control remoto a campo<br />

abierto: si el juguete se precipita, él nunca ha<br />

estado allí.<br />

Cuando el legislador mira hacia afuera, ya<br />

Porky marcha lejos, en otros corredores.<br />

157


CÓMO BLANQUEAR LA<br />

MUERTE DE UN CADÁVER<br />

SALIDO DE UNA DIGRESIÓN<br />

APENAS PERDONABLE<br />

—Hablemos en privado, le dice Arcadio al<br />

forense esa tarde en su negocio.<br />

Con un pequeño gesto, Hilario asiente y lo<br />

sigue.<br />

—Verá, doctor. No me conviene este muerto.<br />

<strong>La</strong> gente no llega a la funeraria a quedar tendida.<br />

—Eso lo entiendo. Y por los hematomas, creo<br />

que esa caída no lo mató.<br />

—Sabía que no iba a engañarlo. Hicimos la<br />

teatralización de un robo, sobre todo para<br />

tranquilizar a los polis. Mire, lo encontramos ya<br />

muerto. Lo trajeron a botar aquí. El cajón ni<br />

siquiera es nuestro, ¿ve? Es de fabricación<br />

española.<br />

—Sus competidores, supongo. Habrán querido<br />

meterlo en líos de imagen.<br />

—Que yo sepa, todos somos decentes. Esto no<br />

ha debido pasar, pero una vez que están los<br />

hechos, nos jodimos. Necesito que este muerto<br />

159


sea accidental y que no pase a más. Ayúdeme y<br />

yo lo tendré en cuenta. El mes entrante, echo al<br />

médico que nos asiste y lo instalo a usted y le<br />

pago bien.<br />

—Mire, por esta vez lo haré. Sin embargo, no<br />

quiero problemas. A futuro, esto puede salir mal<br />

y la costumbre deja huella. No puedo a andar<br />

explicando por qué mis muertos caen por causa<br />

equivocada. Me da recelo esto, pero délo por<br />

hecho. Me lo llevaré rapidito. Si me da algo para<br />

el perito de la Judicial, lo convenzo de miopía<br />

ahorita mismo.<br />

Don Arcadio tiene la caja fuerte en la pared,<br />

detrás de un lienzo enorme que se llama <strong>La</strong><br />

consagración de las gallinas, hecho por un pintor<br />

<strong>del</strong> siglo XIX, imitador <strong>del</strong> claroscuro de fuertes<br />

tonos <strong>del</strong> maestro Velázquez, pero aplicado a los<br />

campos de batalla. Es un escenario casi de noche,<br />

donde se ve correr la sangre y empuñar los fusiles<br />

a decenas de heroicas aves de corral.<br />

Nada de extrañarse, este país está zafado desde<br />

siempre.<br />

Extrae dos fajos de billetes de mil: cincuenta<br />

mil pesos para cada uno.<br />

—Favor, no le cuente a nadie— le dice a<br />

Hilario.<br />

160


Éste se mete el dinero bajo el pantalón,<br />

prensado con la faja de cuero que ajusta un<br />

poquito.<br />

—Es un gusto ayudarle.<br />

161


COMPRAR CARNADA TIENE SU<br />

CIENCIA<br />

Estoy preparándome el desayuno, una mañana de<br />

junio, muchos meses después de haber intentado<br />

saber cómo contactar a doña Noemi Pocalengua.<br />

Suena el teléfono y me dicen:<br />

—Véame en la misa <strong>del</strong> domingo. Llevaré un<br />

conejito de peluche—. Hubiese jurado que la<br />

persona <strong>del</strong> mercado era un hombre y ahora la voz<br />

es nítida, pero corresponde a una mujer joven.<br />

Deduzco que el pregonero ha <strong>del</strong>egado a un<br />

familiar para venderme datos.<br />

En todo caso, ya se me fue el chance de transar<br />

unas orquídeas exóticas y caras que me<br />

ofrecieron en el mercado negro. Es más, perdí el<br />

contacto y no me gané un peso. No obstante,<br />

sabedor de que la mujer <strong>del</strong> diputado gasta a lo<br />

loco en especies exóticas que hagan su jardín más<br />

ostentoso, le confirmo que iré.<br />

Esa tarde, pero lejos de acá, matan a un<br />

comunicador radial cuyo eje comercial es<br />

denunciar casos de corrupción. <strong>La</strong> ejecución no<br />

es aún frecuente en Malanga, por lo que a todos<br />

nos inquieta. Es más, huele a cartel de drogas: un<br />

balazo entre los dientes, a quemarropa.<br />

163


Del difunto no puedo opinar, no sé qué<br />

incentivos le movieron, qué redes tenía. Tiempo<br />

después, un amigo me dirá que Mario tenía<br />

informantes en la cárcel, que conocía la vida<br />

ilícita de medio mundo.<br />

Me basta para entender que intentó caminar<br />

sobre lagartos. Cuando eso pasa, todos<br />

vaticinamos lo que resulta y acertamos.<br />

Salgo esa tarde al cine con mi amiga July a ver<br />

dibujos animados. Es que, en malas épocas, nos<br />

queda bien. Vemos otra boludez de Disney, de las<br />

que uno sabe el final: irremediablemente feliz.<br />

Luego, la acompaño a comprarse unas zapatillas<br />

bajitas.<br />

Después, la dejo en su casa y bajo caminando<br />

hasta mi apartamento. El portero no responde y<br />

no porto la llave. Es otro condómino quien me<br />

abre y me voy por los corredores para pedirle a<br />

don Joaquín que me abra el número 12, el mío.<br />

<strong>La</strong> misa es a las seis de la mañana, así que<br />

verifico tener efectivo y dejo la ropa lista. El<br />

despertador ha de sonar a las cuatro y veremos.<br />

No estoy dispuesto a pagar muy caro por datos<br />

caducos.<br />

Es más, no sé qué puedo venderle a la vieja loca<br />

ni si estará de buenas.<br />

164


Ayer, en un periódico sucio que lleva ya siete<br />

años de circular, a la señora Pocalengua le<br />

hicieron un escándalo de bragueta. <strong>La</strong> ligan con<br />

un bolerista, un bohemio de esos que tocan en la<br />

noche en cantinillas de medio ver. Increíbles<br />

lenguas viperinas habitan en Malanga. Me resisto<br />

a creer tales maledicencias, pero la verdad es que<br />

quiero saber más.<br />

El diputado, sospecho, andará de malas. <strong>La</strong><br />

señora no estará mejor.<br />

Capaz que llego simpaticón y me meten un<br />

balazo.<br />

165


MODUS OPERANDI: MENDIGAR<br />

CON ELEGANCIA<br />

Koki lleva ya quince años de tener el salón<br />

familiar y ha probado exitosamente a tener<br />

música en vivo. Los viernes, algún trovador; los<br />

sábados, un bolerista. Este último, con su voz<br />

aguardentosa garantiza llenazos y ventas cada<br />

quince días.<br />

El siguiente paso que debe dar este empresario<br />

es hoy. Se alista y llega en su pickup cerca <strong>del</strong><br />

Parlamento. Allí entra a un parqueo privado y<br />

luego camina hasta la casetilla <strong>del</strong> guarda. <strong>La</strong> fila<br />

de entrada da la vuelta a la esquina: unas cuarenta<br />

personas.<br />

Hora y media después ha logrado ingresar,<br />

previo cateo y entrega de sus datos. Ha dicho que<br />

se dirige donde una diputada de su provincia,<br />

cosa muy específica, pues al presente pocas<br />

mujeres hay en la política. Sin embargo, cuando<br />

pasa junto al despacho de ella ve veinte o más<br />

sujetos esperando atención. Lo mismo ocurrirá<br />

con los cuatro siguientes diputados vecinos.<br />

Se detiene en el jolgorio <strong>del</strong> diputado<br />

Pocalengua. Perdón, en su oficina. <strong>La</strong><br />

recepcionista de turno se llama Mirinda, toma<br />

datos y hace sentar en la sala de espera a cada<br />

167


sujeto que viene con alguna petición. Rojas<br />

saluda, dice su nombre, toma un caramelo de<br />

leche <strong>del</strong> mostrador y, mientras toma asiento,<br />

hinca el diente.<br />

Siente tentación de coquetearle a la secre, pero<br />

no sabe qué decirle. Se le ocurre una frase,<br />

“¿Sabés que tenés nombre de bebida gaseosa?”,<br />

mas no se atreve a soltarla porque presiente que<br />

no encajaría bien.<br />

Seis sujetos esperan antes que él y lo único que<br />

se le ocurre es mirar: un rato al techo; otro, al<br />

televisor apagado. Ocasionalmente, hace bizco<br />

para mirar las rodillas de Mirinda, sin resultar<br />

impertinente. Sin saber qué hacer, opta por tomar<br />

una revista de bordado.<br />

<strong>La</strong>s personas en la sala tienen pinta de agotadas.<br />

Generalmente, son desempleados que necesitan<br />

una carta de recomendación <strong>del</strong> señor político<br />

para intentar colocarse. No es que lo conozcan,<br />

no: es una enfermedad más de la mentalidad<br />

malanguense exigir referencias de partido.<br />

Solamente han transcurrido diez minutos<br />

cuando lo hacen pasar. Han saltado a los demás<br />

visitantes y es que Policarpo reconoce el nombre<br />

<strong>del</strong> dueño <strong>del</strong> bar que visita los sábados y elige<br />

tratarlo con deferencia para así reclamar algún<br />

favor en la atención más a<strong>del</strong>ante.<br />

168


Así que los nervios iniciales de Koki son<br />

desplazados poco a poco por una conversación<br />

fluida, casi de compadres. Él expresa lo que<br />

quiere y el diputado enfatiza que le va a ayudar,<br />

que recuerde eso. Que el fin de semana vuelve a<br />

Ranas Rojas y le gustaría saborear unas fajitas<br />

asadas. Que está a la orden, pero que por favor<br />

deposite una colaboración para el partido en<br />

efectivo ante la mujer que lo recibió.<br />

Cosas de ese estilo. Koki no esperaba otra cosa<br />

y venía preparado. Crecer en el mercado tiene un<br />

precio y es comprar favores. En todo caso, piensa<br />

que conseguir la declaratoria de interés turístico<br />

para su local le resarcirá, con creces, su esfuerzo.<br />

Es necesario hacer el paréntesis para ver que el<br />

diputado tiene conciencia y no es tan malo. No va<br />

a pedir dinero si no es en casos especiales:<br />

empresarios, becarios internacionales y cosas de<br />

las que no nos gusta hablar. No obstante, las<br />

cartas de recomendación las otorga sin cargo y<br />

agradecido, pues esos desconocidos son, casi<br />

siempre, pegabanderas que se quemaron al sol<br />

para darle su cuota de poder.<br />

Jorge toma otro caramelo y se retira. Cree haber<br />

reconocido al hombre <strong>del</strong> despacho entre su<br />

clientela de fines de semana, pero no lo afirmaría.<br />

Le cuesta retener rostros y la labor en el local es<br />

frenética.<br />

169


En los próximos días, una vez rubricado el<br />

certificado por la autoridad competente, podrá<br />

abrir Ranas Rojas las veinticuatro horas y sin<br />

restricciones para vender licor. Además,<br />

reforzarse como punto de interés para los<br />

extranjeros sugiere que el trabajo se multiplicará<br />

a lo bárbaro.<br />

Piensa en buscar refuerzos que atiendan el<br />

negocio. Él no desea ser esclavo de su dinero.<br />

Sin embargo, va contento de lo logrado.<br />

Policarpo piensa que es bueno ganarse el favor<br />

<strong>del</strong> cantinero, porque alguna que otra vez llega a<br />

Ranas con la amante de turno y la complicidad le<br />

viene urgente.<br />

170


UNO SALE CONTAMINADO DE<br />

MALAS IDEAS<br />

—¿Cómo le va, Petra? —Sin esperar invitación,<br />

tomo asiento.<br />

—Pase, Vivas. En un minuto estoy con usted—<br />

. <strong>La</strong> miro que asiente y gestualiza, pero su<br />

lenguaje corporal no permite al visitante sacar<br />

conclusiones.<br />

Tomo un volumen de la mesa, de formato media<br />

carta. Es pasta suave, grueso, con una ilustración<br />

de gaviotas distantes sobre fondo azul.<br />

Curiosamente, se llama <strong>La</strong> vida de los grillos,<br />

pero en la portada nada remite ni a la plaga ni a la<br />

tierra.<br />

—Le llamé porque tengo noticias. Fíjese que<br />

hemos cancelado parte <strong>del</strong> plan de publicaciones<br />

porque hay mucho que corregir en esos textos. No<br />

hablo de los suyos, no. Es una colección de libros<br />

de textos de primaria que vienen hiperpolitizados<br />

y los sindicatos ya se pararon. Alguien les dijo.<br />

<strong>La</strong> cosa es que pensamos que, siendo usted. tan<br />

conocido, es hora de publicar sus Obras<br />

Completas.<br />

Me quedo helado. ¿Conocido, yo, con dos<br />

poemarios que apenas se venden y una novela<br />

171


eciente que anda probando suerte? Esta mujer<br />

algo se trae.<br />

Petra Romero gesticula como si me mostrase el<br />

esplendor de <strong>La</strong>s Vegas. Acto seguido, me mira<br />

como si quisiese hipnotizarme.<br />

172<br />

<strong>La</strong> interrumpo:<br />

—Yo saqué una cita con el consejo de cultura<br />

<strong>del</strong> ministerio. Me la han dado para dentro de<br />

veinte días. Ahí veré si consigo que aprueben el<br />

libro que tengo sin terminar. Más que eso, me<br />

parece ambicioso.<br />

—Dígame, ¿en cuánto le cotizamos? Fue, creo,<br />

setecientos cincuenta mil los mil ejemplares.<br />

—Ajá, eso no está pegado <strong>del</strong> cielo. Otra cosa<br />

es que digan que un bombeta publica, con plata<br />

<strong>del</strong> Estado, sus Obras. Ni que fuese político.<br />

Usted sabe bien que soy opositor siempre.<br />

—¡Qué lástima! Nosotros solamente le<br />

queríamos ayudar. Imagínese la cantidad de<br />

puertas que se le abrirían con las Obras<br />

Completas…<br />

Pienso que definitivamente me toma el pelo. Un<br />

libro no abre puertas, jamás. Tal vez le ayude al<br />

flujo de caja y al prestigio de un docente que lo<br />

coloca como texto, pero yo nada tengo de<br />

educador. Y en este mierdero de planeta, todo el


mundo escribe y todos se alaban entre sí. He visto<br />

casos de editores que empalagan a novatos de<br />

lisonjas con la intención de hacer una edición<br />

fuera de sitio, tan exagerada que en veinte años la<br />

verá ponerse amarillenta. Los primeros dos o tres<br />

meses venderá unos veinte ejemplares. No más.<br />

Me matan las ganas de seguirle el juego. —<br />

¿Cuál es la propuesta? — digo, fingiendo total<br />

indiferencia.<br />

—Fácil. Creo que unos quince tomos se<br />

imprimen con diez millones. Poco más, poco<br />

menos.<br />

—Ni recogiendo hojas de la basura, reúno tanto<br />

escrito. Ud. me toma el pelo—. Se nota mi enojo<br />

en el tono.<br />

—No sea tonto. A Ud. lo queremos. Lo<br />

consideramos el próximo diamante… Bueno, por<br />

ahora es carbón y, según leo, medio bruto.<br />

—A ver, explíqueme—. Estoy a punto de<br />

marcharme e irme ante tanta insolencia, pero me<br />

sigo obligando a una serenidad que no se sostiene<br />

bien.<br />

—Sencillo: necesitamos recomendaciones de<br />

tres gurúes <strong>del</strong> medio criollo. Gente que<br />

recomiende la impresión, que diga la importancia<br />

de conservar su acervo bibliográfico.<br />

173


—No, no me entiende. ¿Por qué dice “medio<br />

bruto”? ¿Qué le molesta?<br />

—Bueno, su texto es extravagante. Uno no sabe<br />

hacia dónde va… Eso es lo de menos. Me aterró<br />

ver que usted hace casi un héroe de un personaje<br />

que abandona el seno familiar. Además, me<br />

parece que intenta plagiar el Zelig, de Woody<br />

Allen.<br />

Esto último me ha golpeado. Lo de los valores<br />

familiares me tiene sin cuidado. Sin embargo, me<br />

toca reconocer que no he inventado yo el<br />

arquetipo <strong>del</strong> <strong>camaleón</strong> en el arte.<br />

—Será cosa de reconocerlo—, digo.<br />

—Bueno, voy al punto. Cada carta de<br />

recomendación gurú pide un pago de cincuenta<br />

mil colones. No es para nosotros, no. Le pagamos<br />

a premios nacionales, a carambas que hayan<br />

publicado en el extranjero o dirigido un medio<br />

importante. Es el derecho de pernada de nuestro<br />

gremio, Ud. ya lo sabe.<br />

Es cierto lo que dice. Acá, uno compra<br />

recomendaciones o se matricula en los talleres de<br />

los grandes maestros. De igual forma, le sacan<br />

plata. Y el prestigio depende de que ellos<br />

levanten el dedo.<br />

No me gusta, pero asiento.<br />

174


De repente, el edificio empieza a vibrar y el<br />

sonido <strong>del</strong> tren lejano se va corporizando. El<br />

florero que Petra tiene sobre el archivo se<br />

derrumba.<br />

—Puta sal, tenemos que hacer un esfuerzo para<br />

salir de la periferia. O irnos a una zona industrial.<br />

Acá huele a aserradero, a caballos y a humo. Y<br />

sume que el tren pasa seis veces por día.<br />

—¿Ud. cree que podemos conseguir diez<br />

millones con el Ministerio? ¿De dónde putas saco<br />

tanta producción? Quiere una coima, ¿verdad?<br />

—Ud. es un grosero, Vivas. ¿Cómo se le ocurre<br />

decir eso? <strong>La</strong> idea es conseguir la plata, la<br />

guardamos y vamos publicando tomo a tomo.<br />

Bajo el pretexto de una seria curaduría, podemos<br />

tomar el tiempo que sea.<br />

Me suena. Eso sería quitarme de la cabeza la<br />

bronca de dónde publicar. Y Petra dice que me<br />

harán su estrella. Casi que quiero darle un beso,<br />

pero miro su nariz de patata y bajo a tierra.<br />

—Déjeme ver qué logro. A la reunión que tengo<br />

<strong>del</strong> Ministerio llevaré esta propuesta. Aunque<br />

creo que se matarán de risa.<br />

—Esto es serio, Vivas. Entienda que<br />

necesitamos ya las cartas. Al menos, un a<strong>del</strong>anto.<br />

175


Usted debe llevarlas a la cita para que,<br />

justamente, no parezca un payaso.<br />

Afortunadamente, ando la chequera. Les doy un<br />

giro de noventa mil colones, que es lo que puede<br />

cubrir mi saldo al momento. Enseguida, miro<br />

hacia la ventana y veo la mosca de la vez anterior,<br />

la <strong>del</strong> vaso pegando neciamente contra el vidrio.<br />

Está viva. No es obsesión mía. <strong>La</strong> reconozco<br />

por las patas largas en forma de grapa; la<br />

izquierda más corta que la otra.<br />

Quedamos de hablarnos. Salgo al lobby y una<br />

vendedora de cosméticos embroca sobre el<br />

escritorio su carterota. <strong>La</strong> línea se llama Pretty<br />

Hen y hace dos años empezó a llegar al país. Con<br />

el Tratado de Libre Comercio pretende establecer<br />

una gerencia regional para el sur <strong>del</strong> continente.<br />

<strong>La</strong> mujer abre una botella de perfume y de<br />

inmediato huele a pollo. A sopa de pollo primero.<br />

Luego baja la intensidad y se transforma en<br />

aroma a pollo frito.<br />

—Esta fragancia viene a romper paradigmas—,<br />

dice.<br />

Yo le creo. <strong>La</strong> botellita dice en letras de plata<br />

“Aroma de Pollo Sexy”.<br />

Al llegar a casa, el olor me sigue. Muerdo un<br />

pan y sabe a grasa. Decido bañarme con una<br />

176


mezcla de desinfectante de ropa y de detergente<br />

en polvo.<br />

Más de una hora.<br />

177


APOLOGÍA DE LA SOSPECHA O<br />

ALGO SE PUDRE SIEMPRE EN<br />

EL TERRITORIO DE MALANGA


EL NARRADOR EXTRAVÍA SU ÉTICA,<br />

PERO TAMPOCO LA ESTÁ BUSCANDO<br />

—He venido porque usted dice tener los hilos<br />

de la <strong>trama</strong>. Necesito información. No puedo<br />

pagarle mucho, pero podemos trocar datos—. El<br />

hombre entra en mi oficina sin avisar, pero yo lo<br />

reconozco y no siento peligro ante su presencia.<br />

—¿Cómo le va? Siéntese. Sin rencores, espero.<br />

—Supongo que no. No creo que mi vida sea<br />

culpa suya. No creo que usted pueda manipular<br />

nada. Sin embargo, estoy convencido de algo:<br />

usted es el rey de los chismosos.<br />

—¿Ya empezamos?<br />

—No malentienda. Como canal de datos, usted<br />

es muy valioso. Se ha pasado acechando a la<br />

gente: es casi ubicuo, diga la verdad o no.<br />

Entonces, ha de saber lo que necesito.<br />

—¿Café?<br />

—Sí, gracias. Con mucha leche, blanco.<br />

Tengo una maquinita a mano y mientras<br />

conversamos, preparo dos tazas.<br />

—A ver, cuénteme que le preocupa<br />

—Dejemos de un lado lo de la señora Arenas.<br />

Si usted me da información de Policarpo y de su<br />

181


chofer, no la defiendo más. Aunque la admiro, se<br />

lo dejo en claro.<br />

182<br />

—¿Qué le hizo Policarpo?<br />

—Me golpeó el carro. Ese golpe no baja de<br />

quinientos dólares. <strong>La</strong> joda es que tiene<br />

inmunidad.<br />

—Me parece bien. Es más, haré algo por usted.<br />

Escuché lo de las universidades de garaje.<br />

Cualquier día de estos lo hago aparecer titulado y<br />

con maestría y sin poner un pie en las aulas.<br />

—No me tome el pelo. Sabe que no es dios. Me<br />

ha estado espiando, desgraciado. No voy a negar<br />

que me falta el título, pero no logro creerle. Ud.<br />

es un tipo de lengua privilegiada. Es decir, un<br />

mentiroso. Quizás, hasta estafador.<br />

—¿Quién lo diría? Usted se ve apocado, pero es<br />

osado para insultar. Ni lo piensa.<br />

—Voy a hacer algo. Le voy a imprimir datos y<br />

fotos de Poli y sus enredos más feos. Al menos,<br />

los que le puedan interesar para su complot. Ya<br />

usted verá qué hacer. Eso de las computadoras es<br />

la vuelta de tuerca que necesitaba para estructurar<br />

mis fichas.<br />

Y, sin embargo, es un asco. Lo que imprime esa<br />

Citizen 190 son unas rayas discontinuas y en<br />

tonos grises. Decido regalar a José Luis las fotos


que tengo en la gaveta, pues aún conservo los<br />

negativos. Como las imágenes van desde el<br />

erotismo <strong>del</strong> Decamerón hasta la violencia de<br />

Calígula, reservo para mí las más fuertes.<br />

—Con eso tendrá suficiente. Y abra los ojos,<br />

hermano. Esa periodista, si le da la gana, destruirá<br />

a su patrón y lo dejará en la calle— digo esto,<br />

aunque sé que la relación de José Luis con Poli es<br />

lejanísima, tercerizada.<br />

El hombre me mira acurrucado sobre los<br />

documentos, con los ojos de un ratón en alerta.<br />

—Esté atento a lo que viene. Le va a interesar—<br />

me dice. Saca el llaverito <strong>del</strong> coche y con un gesto<br />

vago se despide—. Hoy lloverá mucho.<br />

En ese momento, se me ocurre que no he<br />

dibujado una puta nube desde que era carajillo.<br />

Busco un blog, unos carboncillos y enciendo la<br />

lamparita de mesa.<br />

Es raro porque las nubes me quedan cuadradas,<br />

cúbicas. Parece que estuviese trazando un vaso de<br />

whisky y empezase por elaborar los hielos.<br />

183


COSTA DEL LODO, VIDA<br />

DIFÍCIL<br />

El pirata me llevó de compras todo el día.<br />

Primero me mostró las artesanías, las que vendían<br />

en dólares. Uno se deja llevar por el colorido, y<br />

por eso, he comprado dos tucanes de balsa,<br />

adornos de pared. Asimismo, pequeñas tallas en<br />

restos de madera: una tortuga, un lagarto, un<br />

mono y un armadillo.<br />

No he querido fijarme en los precios.<br />

Algo que llevarle a mis sobrinos. Lo que hago<br />

es cargarlo a la tarjeta y la otra semana me<br />

preocuparé de ver cuentas. Ya voy pues con una<br />

bolsa llena de cachivaches que coloco en el<br />

asiento trasero.<br />

Luego me lleva donde un señor que trabaja<br />

artesanías de conchas y compro tres collares de<br />

pucas. Mi padre me traía de sus viajes carajadas<br />

hechas de conchitas y pegamento. Yo las<br />

destrozaba en un santiamén, pero me quedó la<br />

memoria <strong>del</strong> gesto. Así que luego de seleccionar<br />

lo mejorcito, pago sin conciencia <strong>del</strong> error que es<br />

derrochar.<br />

Finalmente me lleva donde un señor que pinta<br />

paisajes marinos en acrílico. Precios<br />

desorbitados, trabajos muy lindos. Pienso que eso<br />

185


no es para mí y declino y quiero irme. Sin<br />

embargo, esta gente tiene labia y sabe adobar las<br />

cosas y me ofrecen un quiebre de un veinte por<br />

ciento. Eso es nada si consideramos lo que parece<br />

estar sobrevaluada la imagen de una barcaza en<br />

llamas, que el hombre tenía tirada en el fondo de<br />

su taller. Valga decir que el hombre sabe mucho<br />

de la historia de su comunidad, la migración, el<br />

mestizaje, las tradiciones y las aventuras que<br />

cuenta bien valen al final pagar por un todo.<br />

Con razón, su casa es particularmente cómoda<br />

y no refleja la pobreza de la zona. Con razón,<br />

traen gente hasta acá, que es un rincón retirado<br />

<strong>del</strong> pueblo. Max Choropa se llama el artista.<br />

Creo que es una obra fuerte. Apenas para que<br />

esté en la pared al fondo <strong>del</strong> sofá marrón.<br />

A esta hora, ya corresponde el almuerzo y el<br />

guía me trae a un merendero en la playa. Pido una<br />

langosta y una cerveza. Él pide igual. Yo nunca<br />

sugerí invitarlo, pero lo asume.<br />

<strong>La</strong> verdad, como sin ganas. Me molestan los<br />

abusos de confianza, la gente parásita. Tengo<br />

claro que es un modus vivendi que, en<br />

determinadas condiciones, es estratégico para<br />

sobrevivir, pero no los quiero cerca.<br />

Apenas pruebo el plato. No sé si me gustó, no<br />

puedo recordar satisfacción alguna. El tipo, al<br />

186


darse cuenta de que estoy desganado, pregunta si<br />

también puede disponer de mi orden.<br />

Le digo que sí.<br />

Estoy pensando en volver al hotel para ver a mis<br />

compañeros de excursión. <strong>La</strong> mayoría son de mi<br />

vecindario y ya esto de la garrapata es demasiado.<br />

Salgo y dejo un billete no muy grande de propina.<br />

Antes de que yo llegue a la puerta, me toca<br />

corroborar que el pirata no asuma para él esa<br />

compensación por el servicio.<br />

—El billete es para la salonera— le digo.<br />

—A ellos les paga la empresa. Recuerde que<br />

Ud. paga impuesto de servicio. Es para eso—<br />

contesta la rata, enojado.<br />

Ya con el carro encendido, me cuenta que tiene<br />

clientes que vienen desde Artificio solamente<br />

para ver a una bruja. <strong>La</strong> mujer cobra una<br />

barbaridad según les vea la cara de acomodados.<br />

A él le da un quince por ciento.<br />

Le digo que quiero devolverme ya, que quedé<br />

de verme en la tarde con mis amistades.<br />

Es allí cuando me ofrece droga. Abre la<br />

gavetilla <strong>del</strong> dash y me muestra: cigarrillos,<br />

piedras, gramos. Eso me conmociona un poco y<br />

lo rechazo. Le digo que no quiero problemas.<br />

187


—De acuerdo— me dice. Cuando lleguemos al<br />

hotel, me paga la taxeada. Son trescientos<br />

dólares, en efectivo. Si usa tarjeta, cuatrocientos.<br />

Yo voy enojado. Es muy incómodo convivir<br />

con <strong>del</strong>incuentes cerca. A pesar de la rabia, hay<br />

que tener prudencia. Yo diría miedo. ¿De qué será<br />

capaz un bicho como éste si alguien le resiste la<br />

entrega <strong>del</strong> dinero?<br />

De camino, entiendo que la rata soy yo.<br />

Enjaulada, sin salida.<br />

A menos que pague.<br />

Puta vida, ¿quién regala artesanías de cincuenta<br />

dólares si, en la esquina <strong>del</strong> parque, cuestan diez?<br />

Ojalá, un día me encuentre a este tipo ya tieso,<br />

sobre la mesa de acero. Me voy a sacar el clavo.<br />

188


SÁBADO DE TARDE CLARA<br />

—Ayer vendí el mayor—le cuenta Porky a<br />

Koki—. Salió el 79. Un cliente <strong>del</strong> Ministerio de<br />

Trabajo se lo llevó doble. Un oficial mayor o algo<br />

así.<br />

—Pues me las debés. Yo con vos, de<br />

terminación no paso.<br />

—Capaz que tenés que comprar más lotería.<br />

Dáme una pizza para llevar. El licenciado que<br />

ganó sí me da propina por la suerte.<br />

—Eso tarda. Andá, sentáte.<br />

Es sábado y Ranas Rojas aún no tiene vitalidad.<br />

<strong>La</strong> gente aparece como a las tres y, cuando ya es<br />

de noche, se llena. El lugar ha prosperado tanto<br />

que ha sido imposible evitar que los traficantes<br />

lleguen al ahora Salón Turístico a transar. Lo<br />

único que se le vino a la mente al propietario fue<br />

construir un par de reservados grandes, que<br />

alquila bajo el perfil de salones multiuso, pero<br />

que siempre tiene separados para alguien. De<br />

forma tácita, casi como una deferencia, ha<br />

convenido con la gente peligrosa para que sus<br />

operaciones se hagan allí de manera que nadie<br />

vea, ni se ahuyente a las familias que también<br />

consumen su cuota.<br />

189


Por ahora, está la señora de la limpieza<br />

recorriendo esas zonas. El cocinero y su pinche se<br />

afanan en tener listos los mariscos y el canal de<br />

deportes transmite unos videos de aeróbicos que,<br />

para esa época, se miran con la morbosidad <strong>del</strong><br />

porno.<br />

Entretanto, Koki, viejo zorro ya de estos<br />

negocios, va a la trastienda y vierte sobre el<br />

ceviche de anoche, media botella de ginger ale.<br />

Eso lo refresca y evita que se desperdicie.<br />

De regreso al mostrador le dice a su equipo:<br />

—Quedó bastante de anoche. Preparen tres<br />

kilos menos. Vamos a ver si lo de hoy no es<br />

parrilla. <strong>La</strong> tarde está bonita y la gente le gusta<br />

para salir a la terraza.<br />

Otra vez anda por allí el perrito vagabundo, pero<br />

cuando el hombre le ofrece unos trocitos <strong>del</strong> viejo<br />

ceviche, declina y se va sin rumbo.<br />

190


LA FATIGA DE SER<br />

DETALLISTA<br />

Hilario está hasta las orejas de trabajo ese día y<br />

sale a las ocho de la noche. De ser posible, se<br />

escapará faltando veinte porque hay fútbol.<br />

Durante toda la tarde ha procesado a las víctimas<br />

de un incendio en una fábrica de hielo. Lejos de<br />

que, al derretirse, el agua facilitase contener el<br />

fuego, lo ha complicado. El dueño <strong>del</strong> local tiene<br />

la costumbre de almacenar hasta quince pichingas<br />

llenas de gasolina. Lo hace desde la década<br />

anterior, desde cuando hubo una crisis <strong>del</strong><br />

petróleo que provocaba filas de dos cuadras en las<br />

estaciones de servicio.<br />

Así que, antes de las cuatro, se acerca al cuerpo<br />

depositado en la morticería y apenas lo revisa.<br />

—¿No existe la palabra morticería? No jodan.<br />

¿Cómo llamar a un depósito de muertos sin que<br />

suene lúgubre? A mí, me gusta mucho. Suena a<br />

supermercado.<br />

Le vamos a decir al filólogo que mate ese<br />

párrafo. Sós un chancho y nunca perdés la<br />

costumbre de lanzar lodo sobre todo. Hasta sobre<br />

los santos difuntos.<br />

191


—Perdoná, pero no conozco difunto santo. Otra<br />

cosa es que nos perdonemos mutuamente los<br />

pecados por conveniencia. Yo no hablo de vos, si<br />

vos no contás de mí. Es ley <strong>del</strong> universo.<br />

Decía que Hilario, el forense, abonado un<br />

poquito por el favor <strong>del</strong> empresario fúnebre, se<br />

acerca al cuerpo y lo revisa someramente. No ve<br />

problema en hacer el ciego y dictamina las<br />

fracturas que resaltan a simple vista: cuello,<br />

vertebras, una pierna. Causa de muerte<br />

accidental: fracturas múltiples.<br />

Mayores problemas tiene con los fallecidos en<br />

el incendio. El dueño y cinco empleados, casi<br />

todos en los treinta años de edad. Busca en las<br />

uñas, en la ropa, algo que le indique que uno de<br />

esos pobres es el responsable de la conflagración<br />

de esa mañana.<br />

Eso es agotador.<br />

Así que, cuando dan las ocho menos cinco,<br />

nadie le ve el humo. Previamente, ha llamado por<br />

teléfono:<br />

—Hoy no voy al estadio. Estoy molido. Nos<br />

vemos en casa el domingo; lleven guaro.<br />

Casi un telegrafista el doc, con su poder de<br />

síntesis.<br />

192


Su asistente, que está embrocado sobre la<br />

máquina de escribir llenando informes, ve pasar<br />

al doctor Dodero Rana como alma que lleva el<br />

diablo.<br />

—Te va a dejar el bus— le dice éste y, con dos<br />

dedos sobre la ceja que apenas rozan la frente, se<br />

despide.<br />

Ha dejado luces apagadas y puertas cerradas. El<br />

hombre que teclea se irá en quince minutos.<br />

Aunque no haya llegado el médico <strong>del</strong> turno de la<br />

noche, por lo menos andan allí un celador y el<br />

técnico que le asiste.<br />

193


LAUDATORIO POR MERCEDES<br />

Mercedes, se supone, está muerta. Eso es lo que<br />

uno espera cuando se deja de hablar de alguien.<br />

Hubiese sido un reto mayor, un terreno insidioso<br />

y que no conozco. No sé cuánto dolor puede<br />

traerle al lector una historia que acaso haya<br />

vivido en carne propia. Perder a un ser por mano<br />

criminal se está volviendo moda. También ocurre<br />

con las agresiones sexuales. Son espacios donde<br />

la voz debe darse a la víctima y ella es la que debe<br />

acotar hasta dónde llega el tema.<br />

Asumo que por eso sobrevivió. No ha sido cosa<br />

que yo pretendiese salvarle: ella resistió sola.<br />

Me limito a reconocer que el horror existe y<br />

presentarlo ahora como nota al margen.<br />

Quisiera más seguridad, menos papeles y menos<br />

legislación con fines politiqueros. Los diputados<br />

parecen asumir retóricas en función de sus votos,<br />

pero no se hacen cargo de los resultados. <strong>La</strong> ley<br />

de violencia doméstica estaría muy bien si la<br />

protección a las víctimas fuese efectiva. Sin<br />

embargo, un papel no va a detener a un agresor:<br />

le va a alborotar y herir en su autoestima de<br />

macho al que el Estado le niega territorio. Así,<br />

creo, suma a la violencia ya establecida, la<br />

violencia misma que es blofear desde el poder<br />

con absoluta indiferencia.<br />

195


Me parece sentencia de muerte.<br />

No soy un escritor que reivindique a nadie,<br />

aclaro. Hubiese querido imaginar un personaje<br />

bueno, con oportunidades y crecimiento. No<br />

obstante, las circunstancias de ella son muy<br />

débiles. Es como soltar un perrito en altamar. No<br />

espera uno que flote indefinidamente.<br />

De ahí a condenar, mucho menos. Creo que la<br />

gente toma decisiones sobre su vida, se hunde, se<br />

levanta o renuncia. Nada más. Es posible que, en<br />

otro ejercicio de escritura, me tope con ella y no<br />

la reconozca. Si me pasa todo el tiempo con gente<br />

en el mundo inmediato, ¿cómo no va a sucederme<br />

en la narrativa?<br />

Uno es tan poca cosa emocionalmente que me<br />

cuestioné seriamente suprimir a Mercedes. Ya<br />

fuese borrar el texto o, sencillamente, desde mi<br />

supuesta omnisciencia, declarar que el personaje<br />

se diluye, desaparece.<br />

Decidí que no. Que me considere inútil para<br />

desarrollar la psique de una joven rural de vida<br />

esforzada en la ciudad no implica que ella<br />

fracase o no exista. Allí está, en el mercado, ya<br />

sea vendiendo fruta, carne, tortillas, yesos,<br />

juguetes de madera. Vaya uno a saber. Tal vez<br />

estudie de noche y consiga una profesión mejor<br />

pagada. Tal vez forme una identidad propia en<br />

196


esta urbe, donde todos los valores se copian y las<br />

caras se remedan entre sí.<br />

Recién que escribo este fragmento paso por<br />

Facebook y encuentro una denuncia anónima que<br />

habla de abusos sexuales y de violación a<br />

estudiantes de una universidad pública. No es<br />

azaroso el tema: quejas parecidas veo con<br />

frecuencia.<br />

Además, semanas después en las redes se hace<br />

viral la noticia de dos muchachas apaleadas por<br />

compañeros de trabajo porque supuestamente<br />

robaron. Eso sugiere que es directriz<br />

institucional la paliza. Y lo de robar no es cierto:<br />

el arqueo de caja les ha salido correcto y<br />

sencillamente se dice que las muchachas han<br />

pretendido hacer cambiar algunos billetes por<br />

menudo para dar vuelto. Un par de días más<br />

tarde, los propietarios insistirán sobre la<br />

afirmación de que las chicas son ladronas.<br />

—Ah, ¿sí? Y, ¿por qué las contratan? —<br />

preguntaría el sentido común.<br />

—Muy fácil, para esclavizarlas. Tienen<br />

hambre, viven en miseria y soportan cualquier<br />

trato.<br />

—Y el sistema judicial, ¿dónde está? —. El<br />

sentido común suele ser así, necio hasta el<br />

enfado.<br />

197


Pues no. Ciertos capitales están exonerados de<br />

explicarse. También lo están de proceder y<br />

solamente son perseguidos por linchamiento<br />

público. Entonces, posiblemente los clausuren y<br />

a los meses, vuelvan a abrir bajo una patente<br />

heterónima.<br />

Sí, como ese tipo portugués, el poeta Pessoa. <strong>La</strong><br />

diferencia es que el maestro tenía el nombre<br />

limpio.<br />

Me da miedo rascar la historia de Mercedes y<br />

descubrir dolor, lo confieso. Sin embargo, todo<br />

silencio es violencia. Eso lo aviso y hago el mea<br />

culpa: no quiero hablar de lo que no sé, pero no<br />

quiero que se calle. Lo que ocurre es que, en estas<br />

páginas, abundan la contradicción, la<br />

ambigüedad y la mentira. Quisiera separar de<br />

esta realidad tan común, esta infamia que tal vez<br />

la supera.<br />

Este texto ha sido escrito en dos tiempos. El<br />

incidente de las tiendas es la cuña que me faltaba<br />

para entender este personaje de lo que<br />

despectivamente solemos enunciar como<br />

“luchonas”.<br />

Los hijos de puta somos nosotros que nada<br />

respetamos. Que no tenemos idea lo que es tener<br />

la vida cuesta arriba.<br />

198


Repito, no he querido profundizar un tema que<br />

me supera. Sin embargo, quiero que salga a flote<br />

y que se procure el cambio. Esto se hace<br />

caminando. <strong>La</strong>s mujeres pueden copar las<br />

instituciones para hacerlo y no para vegetar.<br />

Porque ya sean hombres o mujeres, la burocracia<br />

si mira de lejos, es porque calla. Sin embargo,<br />

cuando hay silencio, uno se pregunta qué pasa<br />

tras las puertas.<br />

Así que esta vez quiero que el silencio sea<br />

escándalo por Mercedes, por todas las Mercedes<br />

que hacen de su vida, un rincón olvidado.<br />

Para pedirles que hablen, que griten, que vivan.<br />

—¿Es en serio, Vivas? No he visto texto más<br />

facilista y mojigato. Eso es, tirarle al naufrago,<br />

un yunque y sentirse solidario. Me extraña de vos<br />

que jugás de feminista y jeteás de haber leído el<br />

Nada, de Carmen <strong>La</strong>foret.<br />

Ya consideraré si debemos publicarlo,<br />

solamente para ponerte en la dimensión que te<br />

toca: lo patético—. Petra me lanza un<br />

encendedor y empuja hacia mí un cigarrillo sobre<br />

el planificador de su escritorio, pero yo no puedo<br />

reaccionar con tranquilidad. El mechero barato<br />

cae al suelo y opto por mostrarme indignado, de<br />

tal modo que hago el tonto giro y me retiro sin<br />

199


mirar hacia atrás, no vaya a caerme encima la sal<br />

de los que se arrepienten por escribir<br />

barbaridades que <strong>del</strong>atan la humana<br />

mediocridad.<br />

Después de esto, creo innecesario explicar el<br />

porqué aborrezco a los editores.<br />

200


UNA DE FAST FOOD<br />

Estoy recostado en el sofá, mirando las noticias<br />

de las siete de la noche, cuando llega Elena casi<br />

llorando:<br />

—Jose, golpearon el coche. Le hicieron<br />

tremendo camanance. Lo peor es que fue el coche<br />

de un diputado y esos tipos tienen inmunidad para<br />

todo. No nos va a pagar nada. A vos te echarán<br />

<strong>del</strong> trabajo.<br />

—Decíme quién es y yo me encargo. Es cosa de<br />

saber hablarles. Aunque sea, conseguiré que me<br />

cubra el golpe en abonos.<br />

—Pues su jefe es de apellido Pocalengua.<br />

Entiendo que es oficialista, ganadero y hasta<br />

peligroso.<br />

—Eso es un rumor que el narrador hijo de su<br />

madre, que anda por acá, sembró para sacar<br />

provecho. Desprestigia a todo el mundo y así<br />

garantiza que su novela circule. Es la táctica <strong>del</strong><br />

best seller. El aroma <strong>del</strong> trapo sucio es seductor<br />

en todos los mercados. Dejá que pida permiso en<br />

el trabajo para ir una mañana a charlar con él.<br />

Mientras voy a procurar que no se note la<br />

abolladura. Voy a parquear en un rincón, de modo<br />

201


que nadie deba rodear el coche para abordar. En<br />

todo caso, casi siempre viajo solo.<br />

¿Sabés que si tuviese plata me matriculo en una<br />

de esas universidades de garaje? Te dan el título<br />

en dos monazos y yo, la experiencia, la adquirí<br />

sobre el terreno. Entonces, pondría mi estudio y<br />

levantamos cabeza en tres años.<br />

Elena muerde una hamburguesa con queso que<br />

recién saca de una bolsa de papel. El kétchup le<br />

resbala sobre la barbilla hasta salpicar su blusa<br />

amarilla.<br />

—Te han faltado las hadas y los gnomos,<br />

cariño.<br />

—Vos tan bonita y tan cochina, ya te chorreaste.<br />

¿Dónde putas venderán una gota de glamour?<br />

Yo te la regalo.<br />

—Mirá, lo importante es que, en ese carro <strong>del</strong><br />

diputado, el chofer andaba con una o dos de esas<br />

chicas de la vida alegre. Yo le saqué fotos a la<br />

rubia: la nena despechugada, como si estuviese en<br />

vitrina. Y creo que hasta menor de edad. O es el<br />

chofer o es el dipuchorizo el que anda en cosas<br />

indebidas. En todo caso, creí mirar atrás,<br />

escondida, a una chiquilla morenita.<br />

202


—Dejáme que averigüe. Voy a ver si esa<br />

debilidad nos cambia el panorama. Esas fotos las<br />

llevo a revelar mañana y con copia.<br />

Y a mí, ¿me trajiste algo? Elena avienta de<br />

forma suave la bolsita de papel sobre la panza de<br />

José Luis: parece estar vacía.<br />

—Provecho, ponéle sal.<br />

203


CUANDO LA DAMA DE LAS<br />

PELUCAS SE INTERPUSO EN EL<br />

CAMINO<br />

<strong>La</strong> dama de las pelucas algo supo. Su aguzado<br />

instinto predatorio se lo dijo “acá hay plata”. Por<br />

algo, luego de nunca determinar al diputado<br />

Pocalengua, pidió intempestivamente una cita en<br />

su despacho y su asistente nunca cejó hasta<br />

obtenerla.<br />

Don Policarpo, cansado de la jodedera de la<br />

mujer, un día que le cayó café sobre su baraja,<br />

cedió por fin. No se le ocurrió pensar que el<br />

accidente fuese agüero de problemas. Tal vez no<br />

lo era porque ni le importó. Solamente le indicó a<br />

su nueva secretaria que pidiera le mandasen por<br />

escrito las preguntas.<br />

Ese día había hablado con Noemi de salir de<br />

vacaciones a Tierra Santa, perderse todo un mes<br />

juntos como una nueva luna de miel. <strong>La</strong> mujer en<br />

ese momento acicalaba sus uñas y un manchón de<br />

esmalte le chorreó entre los dedos.<br />

Poli, que no era tan bruto, no dijo nada. Ya algo<br />

olfatea desde hace rato, pero es incorpóreo. Sus<br />

muchachos no le traen la prueba de nada. Ha<br />

tomado sigiloso apunte de la salida de sitio de la<br />

señora para contarle a su equipo de rufianes<br />

205


asesores… Increíble llegar a tener tanto poder<br />

para que otros boludos le hurguen la vida privada<br />

bajo consentimiento.<br />

“Nunca se llega a ser libre de verdad”, pensó<br />

mientras tiraba de una ceja tan larga que le<br />

pinchaba el ojo izquierdo.<br />

<strong>La</strong> arrancó. Luego, se fue a la cafetería <strong>del</strong><br />

Parlamento por un postre y se olvidó <strong>del</strong> asunto.<br />

<strong>La</strong> cocinera le vio venir y volvió el rostro hacia el<br />

otro lado: aquel sujeto puritano le asqueaba. Trató<br />

de concentrarse en su tarea.<br />

Policarpo salió <strong>del</strong> salón clavando la cucharita<br />

plástica en el postre. Iba pensando en Ale y para<br />

qué era la entrevista. Como tenía dispuestos<br />

micrófonos por todas partes, dudó si hacerlos<br />

quitar o conservarlos activos en la cita. <strong>La</strong><br />

reunión sería dos días después a las cuatro de la<br />

tarde. Un poquito después terminaría la jornada<br />

laboral de los asesores y ella quedaría a solas con<br />

Ale y su equipo de técnicos. Todo sujeto a recibir<br />

el cuestionario con veinticuatro horas de tiempo.<br />

Ale tenía en plan averiguar de la vida comercial<br />

<strong>del</strong> político y cómo llegó a apoderarse de tantos<br />

terrenos <strong>del</strong> Pacífico, quiénes eran sus socios y<br />

cómo diablos su posición ideológica podía<br />

encajar en un partido tan conservador. Algo<br />

olfateaba la periodista de la impostura <strong>del</strong> gordo,<br />

206


pero no le importaba demasiado: igual era ella,<br />

tratando de ser oráculo y rufián, capaz de arruinar<br />

un prestigio que no se acomode a su plan de<br />

colaboración para el retiro de una mujer<br />

luchadora, paradigmática.<br />

Nada tonta, una de las cosas que hizo con<br />

tiempo fue integrarse en el círculo social de la<br />

señora de Pocalengua. A distancia, eso sí.<br />

Empezó por aparecer en el Country, con su novio.<br />

En realidad, un scort, porque la comunicadora, en<br />

su función de personaje mo<strong>del</strong>o, se resistía a tener<br />

una vida afectiva que le trajese puntos débiles o<br />

chismes. En todo caso, la prensa rosa, la<br />

chatarrera <strong>del</strong> corazón, aprovechó el chance para<br />

construir de diez granos de arena una torre de<br />

apartamentos y la farandulesca historia le molestó<br />

durante meses.<br />

Frecuentaba los mismos spas, salones de uñas,<br />

queserías, enotecas y viveros. Así que<br />

ocasionalmente se encontraban en las tiendas y en<br />

algún punto se fueron reconociendo lo necesario<br />

para hacerse un mohín de cortesía. <strong>La</strong> licenciada<br />

Arenas, avispada como pocas, notó también que<br />

un sujeto seguía de largo a la ricachona y que otro<br />

sujeto lo seguía a él. Se preguntó si aquello era<br />

una nueva estrategia de seguridad o paranoia.<br />

Afortunadamente, Ale nunca miró quién le<br />

enviaba flores a la siempre desocupada futura<br />

207


primera dama (porque, en sus adentros, Noemi<br />

juraba que ése era su destino).<br />

Hasta que un día, la vio en la cafetería <strong>del</strong><br />

country y le propuso hacer una entrevista en vivo.<br />

<strong>La</strong> mitad femenina de la pareja Polinomio no lo<br />

pensó dos veces, pues intuyó que eran las<br />

primeras estrellas <strong>del</strong> alba que anunciaban su<br />

éxito.<br />

208


LOS AMOS DE LA VIGILIA<br />

MORAL<br />

Leandro Berreta es el presidente <strong>del</strong> sindicato<br />

más poderoso <strong>del</strong> país: el de los empresarios. Ya<br />

sabemos que su hermano trabaja en el despacho<br />

de Poli. Bajo la denominación de Cámara<br />

Nacional de Choriceros se aglutinan allí los<br />

dueños de las grandes corporaciones, casi todas<br />

evasoras de impuestos y de toda erogación<br />

innecesaria, por ejemplo, la política social.<br />

De tal manera, podemos jurar que el<br />

mencionado es un hombre madrugador,<br />

cuidadoso <strong>del</strong> vestir y de las formas sociales hasta<br />

alcanzar una sofisticada parsimonia cuando<br />

habla. Lo que llamaríamos, un olímpico, un<br />

sabio. Al menos, desde el ojo nunca entrenado de<br />

los sujetos que odian la información, el disenso y<br />

toda lectura.<br />

Cuando suena el teléfono son las ocho y quince.<br />

Ya Leandro está en el sofá en actitud de espera,<br />

pero no contesta de inmediato. Antes cuenta hasta<br />

diez y mira su reloj para calcular cuánta<br />

exposición pública le va a permitir la señora<br />

periodista.<br />

209


—Buenos días, Don Leandro. ¿Qué propone<br />

Ud. sobre las políticas de seguridad? ¿Le<br />

preocupa la <strong>del</strong>incuencia?<br />

Berreta siente que lo agarran fuera de base.<br />

Nunca escucha el mentado programa y se limita<br />

a contestar a las inquisiciones de la señora, a la<br />

que da un buen estipendio para sostenerle como<br />

una punta de lanza en la opinión pública. Hasta se<br />

le olvida el nombre de la persona que le habla.<br />

—Buen día, Alicia. Un saludo a Ud. y a todos<br />

sus oyentes.<br />

—Mi nombre es Alejandra, Alejandra Arenas.<br />

Ud. anda despistado.<br />

—Así es, doña Ale. Me preocupa no llegar a fin<br />

de mes con el alto costo de la vida. Me preocupa<br />

la informalidad y el contrabando. También la<br />

existencia de tantas pandillas en la ciudad.<br />

Arenas sabe bien que gran parte <strong>del</strong><br />

contrabando y de la informalidad está ligada a los<br />

mismos grandes empresarios, pero sabe morderse<br />

la lengua porque para ello cobra y en efectivo.<br />

—¿Se dio cuenta de que se metieron a robar a<br />

una funeraria y el sujeto se rompió el cuello? Es<br />

el colmo.<br />

Leandro piensa que no le importa semejante<br />

dato. Si quiere ver estupideces, mira la tele o el<br />

210


streaming. Igual que Ale, se contiene. En esto hay<br />

que ser condescendiente. Sí o sí.<br />

—Pues nos están faltando policías y mano dura.<br />

Es muy duro decirlo, pero no vamos a salir de esto<br />

si soñamos con rehabilitar casos perdidos.<br />

<strong>La</strong> periodista, sin querer, reflexiona hacia<br />

adentro. “Así es. Somos casos perdidos. Los<br />

pillos menores y los de cuello blanco y los de<br />

coche último mo<strong>del</strong>o”.<br />

—Verdad que es imposible tener tranquilidad,<br />

don Leandro. El otro día andaba en un mall <strong>del</strong><br />

este y me pegaron un cadenazo. Ud. sabe que yo<br />

uso buenas joyas.<br />

El empresario cree recordar que alguna de esas<br />

joyas se la regaló él mismo. En parte, porque hay<br />

que comprar conciencias y, en parte, por flirteo.<br />

El personaje no me deja ver más allá en cuanto<br />

a la vida íntima. Me doy cuenta de que el<br />

desgraciado que me vendió un curso virtual de<br />

telepatía me estafó. No voy a dejar esto así, pero<br />

no es tema ahora.<br />

—¿Qué propone su gremio para prosperar en<br />

medio de esta zozobra? — Ale también recuerda<br />

algo con mojigatería y sonríe.<br />

—Nosotros queremos un aumento de las penas.<br />

Y queremos que la gente una vez encarcelada<br />

211


trabaje por la cuarta parte <strong>del</strong> salario mínimo. Eso<br />

nos daría competitividad como país y, a los reos,<br />

la posibilidad de no aburrirse durante su condena.<br />

—¿Y cómo va el clima con el TLC? — suelta<br />

la entrevistadora, sabedora de que ésa es la<br />

pregunta que levanta ronchas.<br />

—Es una gran esperanza. Imagínese a todo el<br />

mundo con trabajo, con mejores ingresos y con la<br />

posibilidad de escoger productos de primer<br />

mundo. Los opositores al tratado le hacen mucho<br />

daño al país. Yo los pondría en la categoría de<br />

traidores a la patria, de terroristas. Hace falta<br />

legislar para proteger a la población de estas<br />

ideologías regresivas.<br />

—Me dicen que, en la última manifestación de<br />

los sindicatos, la policía dio palo y se llevó a<br />

varios universitarios detenidos. ¿No cree que eso<br />

viola la libertad de prensa? —A lo interno, Ale se<br />

caga de risa pues las preguntas corresponden a un<br />

guión que la secretaria de Berreta le mandó la<br />

víspera.<br />

—Ya le contaba, doña Alejandra, que esos tipos<br />

son violentos. Un día de estos no funcionaban las<br />

bombillas de la oficina. Nos pasamos la mañana<br />

entera a oscuras. Luego nos dimos cuenta de que<br />

un tipo de ellos, un infiltrado, había accionado el<br />

212


apagador. Toda la mañana perdida por un sujeto<br />

que cree ser dueño de la verdad.<br />

Y hay sabotajes mayores. <strong>La</strong> vez pasada fuimos<br />

junto al presidente a colocar la primera piedra de<br />

la zona industrial 4821. Pues fíjese que se vino<br />

tremendo aguacero. Tuvimos que envolver al<br />

presidente en una lona impermeable para evitar<br />

que mojarse lo resfriara. Y eso sube los costos <strong>del</strong><br />

evento.<br />

En resumen, es necesario cuidar de las<br />

libertades, pero hay condiciones que cuidar. <strong>La</strong><br />

primera de ellas es que todos son libres de pensar<br />

como nosotros pensamos. De otro modo, deben<br />

ser condenados al silencio.<br />

Cuando termina la entrevista, el señor<br />

empresario no cuelga al teléfono.<br />

Está allí Alejandra, que suelta la confidencia.<br />

—Tengo casi cien nombres más para las listas<br />

negras. Almorcemos mañana.<br />

213


EL GERMEN DE UN MILAGRO<br />

TECNO DEL SIGLO XXI<br />

Ya dijimos que Juan vende enciclopedias. Visita<br />

oficinas públicas y camina estoicamente hasta<br />

parecer un peregrino. También referimos que<br />

visitó la Biblioteca Nacional, pero no hemos<br />

dicho que lo viene haciendo desde hace un par de<br />

años, cada tercer lunes sin obtener satisfactorios<br />

resultados.<br />

Porque leer es, para este muchacho, secundario.<br />

Lo que él hace es más de laboratorio y ante su<br />

inopia de recursos, usa los públicos sin permiso.<br />

Lo que procura, derramando sus goteros sobre<br />

libros viejos, es conseguir un elíxir de la<br />

restauración o algo que, al menos, les proteja de<br />

plagas. Su idea es salir de pobre o dar un gran<br />

golpe de suerte, merced a sus observaciones. En<br />

el peor de los casos, las páginas al revisarlas tres<br />

semanas después, se han podrido. En otras parece<br />

que se forma una pátina de polietileno sobre la<br />

hoja, pero no logra consistencia.<br />

Lo importante es que Juan no se rinde. Cada<br />

encuentro llega con nuevas mixturas, algunas de<br />

ellas no son más peligrosas que el agua de rosas.<br />

Y también, residualmente, para justificar su paso<br />

por los salones, pule los cuentos y poemas que ha<br />

hecho en su casa durante la víspera.<br />

215


Deberíamos decir que sus textos son totalmente<br />

cursis, detestables. Sin embargo, merecen respeto<br />

porque Juan lee mucha literatura nacional y está<br />

influenciado por los grandes <strong>del</strong> país. Eso se nota<br />

tanto en su escritura que dos o tres años después,<br />

cuando por fin se ha fatigado de gastar plata en<br />

químicos inútiles, participa en un concurso de<br />

poesía de la mayor editorial estatal y lo gana.<br />

Su voz empieza a tener repercusión según<br />

aumenta su repertorio. Cada año, un librito<br />

nuevo. De hecho, podemos apostar a que el<br />

muchacho llegará lejos dentro de la propia<br />

Malanga (que no es tan grande, pero cuenta).<br />

Lo que ha dejado su paso por la ciencia<br />

aficionada es cerca de cuatrocientos cincuenta<br />

volúmenes deteriorados y doscientos quince<br />

impregnados de una película de gomina que<br />

podría ser protectora ante las plagas.<br />

Sin embargo, entre estos últimos productos, hay<br />

poco más de una caja que si uno tiene suerte y los<br />

abre en el punto exacto, accede a páginas<br />

impolutas, blancas, vírgenes.<br />

Cualquiera diría que fueron insertadas a<br />

posteriori de la publicación. No obstante, están<br />

integradas a los cuadernillos y el tipo de papel<br />

viene a ser semejante.<br />

216


Es la fuente de la juventud para toda celulosa,<br />

pero el secreto pasará de largo a los ojos <strong>del</strong><br />

optimista, ya cansado.<br />

Parece ser esto el origen <strong>del</strong> papel fraudulento<br />

que en el siglo XXI va a inundar las instituciones<br />

estatales de Malanga. Alguien habrá notado la<br />

imposibilidad de las hojas injertadas que tenía un<br />

volumen de pasta dura llamado <strong>La</strong>s orejas de mi<br />

abuelo cortaban el viento, narrativa costumbrista<br />

que acá se considera paradigmática. Decimos<br />

esto porque el libro fue robado seguramente o el<br />

rumor de su defecto llegó a las bibliotecarias que<br />

lo mandaban a reparar sin darle el necesario<br />

seguimiento. Simplemente, la obra se esfumó.<br />

Dos o tres días después, alguno de los<br />

restauradores, cansado de lo mismo, devolvía a<br />

las góndolas el libro. No había disponibles más<br />

ejemplares de esa edición y el trabajo acumulado<br />

era demasiado para andar rastreando ejemplares<br />

en otras bibliotecas de la red.<br />

Ahora, como decimos Juana, podemos nombrar<br />

a su hermana. <strong>La</strong> otra versión es que el origen <strong>del</strong><br />

papel más polémico de la historia allá sido una<br />

mezcla de liquid paper y fresco de cas que<br />

permitía, a la vez que borrar el texto anterior vía<br />

acidez, reparar la consistencia de la hoja.<br />

217


Y la tercera, es que no se robaron el libro<br />

costumbrista. Se robaron un montón, poco a<br />

poco, hormiguísticamente, y estos textos fueron a<br />

parar a librerías de viejo. Allí habría sido donde<br />

llegó a manos de un viejo químico que, intrigado,<br />

lo diseccionó hasta robar el secreto.<br />

Todo puede ser. <strong>La</strong> verdad, qué putas nos<br />

importa. Lo que vale la pena decir es que Juan<br />

anda por círculos literarios y sin contar jamás sus<br />

tortas de joven. Es uno de los cuatro o cinco<br />

puntos cumbre de las letras locales, lo cual quiere<br />

decir que, a pesar de sus aportes, la riqueza<br />

merecida le fue usurpada por la suerte.<br />

Tal vez fuese innecesaria su presencia en esta<br />

<strong>trama</strong> si el narrador no estuviese convencido de<br />

que ha sido culpa de Juan (al menos, en lo moral)<br />

que tantos contratos de obra pública y otras<br />

prebendas otorgadas por el Estado se extraviasen<br />

sin dejar rastro.<br />

218


RAMÍREZ Y LA VIRTUD DE<br />

HACERSE HUMO<br />

El ciudadano Ramírez, que parecía estable y buen<br />

hombre, empezó a trabajar en una banca privada<br />

extranjera que llegó al país por los días que él<br />

terminaba sus estudios secundarios.<br />

Que se sepa, siempre fue un hombre<br />

responsable. Se hizo cargo de apoyar a sus<br />

padres, hasta que estos faltaron. Por razones de<br />

salud no llegaron a la vejez, pero decir que esto<br />

fue culpa de Ramírez es mala leche. Nadie sabe<br />

que un hombre va a infartar estando solo o que<br />

una señora medianamente robusta —su madre—<br />

sería presa <strong>del</strong> cáncer en pocos meses.<br />

Por lo demás, era puntual. Vestía como lo que<br />

era: un joven de clase media, de ajustado<br />

presupuesto. <strong>La</strong> comida no faltaba ni los enseres<br />

básicos <strong>del</strong> menaje doméstico. Había regalos para<br />

los viejos en cada cumpleaños y en las fechas<br />

festivas. Y hasta con su novia era, más que<br />

ahorrativo, codo.<br />

Casarse a los veintiséis años no cambió las<br />

cosas y, de hecho, esa estabilidad le fue<br />

perfilando ascensos. El ganar más le permitió no<br />

desatender a sus viejos y embarcarse en la compra<br />

219


de un carro usado. Lo único que no hizo Ramírez<br />

fue salir de casa, para ahorrarse un alquiler.<br />

Tuvieron tres hijos, que se sepa, y dentro <strong>del</strong><br />

matrimonio. Dos hombres y una mujer,<br />

distanciados entre sí por dos años. Hoy son<br />

adultos de edad media. El matrimonio decidió<br />

adecuar su presupuesto para darles educación<br />

privada, convencidos de la deficiencia <strong>del</strong><br />

sistema público.<br />

Su esposa, la economista Silvia Parazo,<br />

formaba parte <strong>del</strong> equipo negociador <strong>del</strong> tratado<br />

de libre comercio. Últimamente, dado que las<br />

rondas de negociación se habían intensificado, se<br />

encontraban poco. O nada.<br />

Lo que no supo la mujer es que los estados de<br />

cuenta de las tarjetas de su amado Ramírez<br />

estaban sobregiradas. Ella le conocía una, que<br />

llevaba al día, pero hubo tres más que nunca<br />

confesó. Algunos gastos eran, digamos,<br />

extracurriculares: nada de compras familiares o<br />

algo así. Sencillamente, facturas de servicios de<br />

restaurantes, de joyas, colonias, habitaciones.<br />

En realidad, este narrador tiene reticencias con<br />

la vida privada de cualquier pendejo. Le toca a<br />

usted, lector, ser pellizcado y deducir que, si<br />

huele a perro, camina como perro y ladra es un<br />

condenado zaguate.<br />

220


Esto explica que Ramírez saliese corriendo y<br />

nadie sepa de él. Ya no tiene crédito, su amante<br />

le sigue exigiendo lo que él es incapaz de producir<br />

y cada día se siente más propenso al suicidio.<br />

Por allí le llegan rumores de posibilidades de<br />

residir en Canadá y un par de meses antes,<br />

empieza a planear su fuga.<br />

Ni su mujer paralela llega a enterarse. Nunca<br />

más vuelve al país. Sus hermanos como<br />

presienten que hay una vergüenza inevitable en<br />

esta historia, evitan nombrarlo y cambian de<br />

tema. O de ser posible, saludan desde lejos, con<br />

una prisa sacada <strong>del</strong> bolsillo.<br />

221


PEQUEÑOS CONFLICTOS<br />

TEXTUALES<br />

No está contento Isidro Pelapapas con el<br />

personaje de Juan que he gestado como homenaje<br />

a su persona. He dado pistas para que sea<br />

reconocible y tampoco lo he hecho mal sujeto,<br />

pero acá la gente de letras acostumbra a la<br />

zalamería.<br />

Eso me queda fatal. Indirectas y bajonazos de<br />

piso me brotan con naturalidad, pero un<br />

cumplido, nunca. Procuro convencerlo de que<br />

puedo arruinar el personaje si me pongo a<br />

ornamentarlo: todo se me convierte en caricatura.<br />

En fin, creo que acá la figura de este hombre<br />

está bien posicionada y no necesita recurrir a<br />

truculencias para robar cámara. Es un peso<br />

pesado y su carrera de profesor universitario y<br />

agitador social terminan de apuntalarle el<br />

prestigio.<br />

Está dispuesto a conseguirme apoyo, en Cultura<br />

para el rollo de mis obras completas, pero estoy<br />

seguro de que se caga de risa de que yo, bombeta<br />

y medio, juegue a la consagración, cuando soy un<br />

absoluto iconoclasta y, además, de mérito<br />

dudoso.<br />

223


Isidro ha sido buena gente conmigo y eso lo<br />

salva de que, al crear su álter ego, yo no cometa<br />

una chanchada. Por ejemplo, contar que se robó<br />

una herencia de su novia de juventud y se compró<br />

un apartamento, luego la mando a volar. No, yo<br />

no voy a contar eso por simple moralismo.<br />

Y es que ya me lo dijo el otro día Petra:<br />

—Vivas, Ud. es un irrespetuoso. ¿Qué espera<br />

conseguir de los lectores si les toma el pelo o<br />

desvirtúa el texto mismo conforme avanza la<br />

escritura?<br />

—No sé —le digo—. Quizá, quiero un lector<br />

que se pellizque y vea, detrás de los sillones, las<br />

cochinadas que escondemos todos: los personajes<br />

y yo.<br />

Puede ser que ni me importe, pero uno tiene que<br />

hacerse el interesante.<br />

224


LA NOCHE NO HUELE A<br />

PELIGRO: ES POLLO FRITO<br />

El edificio junto al salón turístico ha sido<br />

concluido dos meses atrás, sin embargo, sigue<br />

completamente desocupado. Un rótulo<br />

monumental anuncia que se alquila, pues meses<br />

atrás su potencial inquilino, el médico hijo de los<br />

propietarios, se encontró con la muerte en la<br />

carretera y se besaron de frente.<br />

Así que el edificio terminó de levantarse, ya con<br />

desgano y con un luto que no luce la fachada, mas<br />

no alcanza a abandonar la casa paterna.<br />

Entretanto, viernes y sábado Ranas Rojas es un<br />

llenazo, gracias a la música, en vivo. Empieza a<br />

las nueve con un par de solistas teloneros, chicos<br />

emergentes, proclives a la trova. A eso de las<br />

diez, interrumpe algún comediante que durante<br />

veinte minutos asume como anfitrión y el cierre<br />

son dos horas seguidas <strong>del</strong> gran Paco Luciérnaga,<br />

incansable con sus covers de los boleros de la<br />

Matancera y <strong>del</strong> resto de los grandes boleristas<br />

cubanos y mexicanos.<br />

Los fines de semana se contrata servicio extra<br />

para el salón y debemos decir que no es cierto que<br />

el equipo base <strong>del</strong> salón turístico sea dos<br />

empleados. A estas alturas, Jorge cuenta con<br />

225


cuatro empleados de planilla, más el vigilante <strong>del</strong><br />

parqueo.<br />

Y este sábado no cabe ni siquiera una bicicleta<br />

más.<br />

Lo que hay es una noche bastante ennegrecida,<br />

pues la luna está menguante. Los perros que<br />

frecuentan el lugar son tres, pero no exceden de<br />

pasearse en el parqueo.<br />

El coche negro <strong>del</strong> diputado Pocalengua ocupa<br />

un campo cerca de la entrada y, a la par, un sedán<br />

gris corresponde a sus cuatro hombres de<br />

seguridad.<br />

Todos se sientan en el reservado <strong>del</strong> fondo en<br />

dos mesas. En una de ellas, seis personas: el<br />

matrimonio Polinomio más dos diputados, cada<br />

uno con su pareja. En la otra, los guardaespaldas<br />

que, sumados, son diez.<br />

<strong>La</strong> frugalidad está ausente de este sitio. Platos y<br />

botellas y vasos y tapas se superponen, a pesar de<br />

que el mesero va retirando el menaje vacío. Y el<br />

escándalo corta entre sí las palabras de modo tal<br />

que a dos metros se percibe un barullo como de<br />

maquinaria, nada más.<br />

Cerca <strong>del</strong> mostrador, los freidores están<br />

regurgitando aceite y las moléculas suben la<br />

pátina de los muros. El aroma de las frituras se<br />

226


derrama sobre los cuellos de los parroquianos. Ha<br />

de ser por ello que muchos hombres se inclinan<br />

junto a la oreja de su pareja, cautivados por tan<br />

estimulante situación.<br />

Paco Luciérnaga, luego de la primera media<br />

hora de cantar, hace un receso. Es cuando<br />

aprovecha Noemi para ir al tocador de damas,<br />

pero antes se desvía para pedirle una canción al<br />

cantor. En la barra, entre los tertulianos de Koki,<br />

se encuentra Déxter, el asesor que toma nota de<br />

todo.<br />

Y Nicolás vigila a Déxter desde una mesa de<br />

rincón. Porta gafas negras, una rienda de oro bien<br />

ostentosa y una de sus mujeres de la calle le<br />

acompaña. Se ha encajado una gorrita irlandesa<br />

negra para no ser reconocible.<br />

Paco mira el escenario a golpes de vista sin<br />

detenerse en nada. Si es que ha visto algo, esta<br />

vez deja intencionalmente pasar el detalle, pues<br />

sabe quién es la contraparte de esos afectos. Una<br />

persona a la que considera de cuidado.<br />

En la esquina opuesta <strong>del</strong> salón, hay una señora<br />

de la prensa harto conocida, que sale los sábados<br />

con su novio de alquiler. Básicamente viene a<br />

comer y a meterse tres tequilazos de ley, para<br />

controlar su metabolismo.<br />

227


Poli está cuchicheando de cerca con uno de los<br />

diputados, aunque ocasionalmente se distraen<br />

todos para ver el televisor gigante que tienen en<br />

el reservado, pues es sábado, noche de fútbol de<br />

la liga local. El clásico lo va ganando el equipo<br />

casa, 2 a 1, pero a este narrador no le da la gana<br />

decir quién juega de local esa noche (mierda, ni<br />

que fuese el Barça).<br />

Luego de unos problemillas con el feedback,<br />

don Paco dice unas palabras de dedicatoria tan<br />

enredadas que podemos jurar que está borracho<br />

perdido. Luego se despacha con No sé tú y, sin<br />

embargo, ahora su entonación es diáfana y de<br />

perfecta tesitura.<br />

En la mesa de la señora periodista, acompañada<br />

por el scort habitual, la mujer juega con el tipo a<br />

las manitas calientes, pero al oír a la luciérnaga<br />

criolla, se atraganta. Su novio le da unos<br />

golpecitos en la espalda, que son suficiente para<br />

desatarle un tic nervioso. Desde entonces y hasta<br />

que se retiren a casa, su ojo izquierdo va a<br />

parpadear como luz navideña.<br />

Terminada su ejecución, Paco Luciérnaga hace<br />

la reverencia de ley sin dejar de mirar en redondo:<br />

busca entre las mesas un cazatalentos que lo lance<br />

al estrellato.<br />

Esa noche, por lo menos, no aparece.<br />

228


En la mesa de los políticos, uno de ellos siente<br />

de repente que la cabeza le pesa demasiado, como<br />

si llevase un casco de moto, de esos que resienten<br />

el cuello en diez minutos.<br />

229


LAS CERCANÍAS DEL VÓRTICE


LO ABURRIDO DE MIRAR DE<br />

CERCA<br />

<strong>La</strong> verdad es que gano bien, porque nadie sin<br />

universidad gana lo que yo, pero eso de ser 24/7<br />

es matador. Ya quisiera yo que me llegue el retiro<br />

para poner un negocito propio, o por lo menos,<br />

vivir medianamente sin andar molido.<br />

Me falta una piña de años, más de cinco, para<br />

llegar a retiro. Para entonces, Poli no será<br />

diputado, y yo tal vez no tenga trabajo. Aparte de<br />

estar un poco entumecido por sentarme al<br />

volante, no puedo decir que me haya fregado la<br />

salud. Lo que pasa es que es cabrón, por ejemplo,<br />

esperar a Jefe al mediodía, mientras almuerza con<br />

algún empresario en la ciudad o donde le venga<br />

en gana.<br />

Puedo caminar sin alejarme. Digamos, dos<br />

cuadras. Buscar un alero que me haga sombra o<br />

hacer conversa con otros choferes. O escuchar<br />

radio, noticias, fútbol. <strong>La</strong> música en inglés no la<br />

entiendo ni la soporto. Y ya he recorrido medio<br />

país sin que me llegue a gustar <strong>del</strong> todo el arte de<br />

dormir en hoteles durante dos o tres días, por los<br />

negocios <strong>del</strong> patrón.<br />

Yo imagino que algo feo va a pasar antes de que<br />

don Poli deje el cargo. Veo gente rondando la<br />

233


mansión, a pesar de que está ubicada en un<br />

bordecito de la ciudad. Allí nadie necesita llegar<br />

a hacer nada: no hay industrias, ni comercio. Sin<br />

embargo, ves una camioneta de reparto de<br />

gaseosas, un vendedor de helados, una cuadrilla<br />

de electricistas que se estacionan por allí y fingen<br />

hacer su labor. Hombres de a pie que parecen<br />

estar esperando una cita en una plazoleta donde<br />

ni los niños juegan bola. Cosas así.<br />

Imagino un tiroteo o una bomba y me da ganas<br />

de zafar ya. Lo que pasa es que me quedo en la<br />

calle, si lo hago. Y sé que algo sabe don Policarpo<br />

de los riesgos de sus negocios. Y se mueve con<br />

cuatro matones que le cubren los pasos.<br />

También sé que el hombre desconfía de su<br />

pareja. Sus asesores me lo han dicho. Déxter y los<br />

otros. Parece que dos de ellos no se dedican a<br />

hacer labor política, sino tareas sucias, incluido el<br />

espionaje.<br />

El narrador estuvo conmigo la otra tarde que<br />

andábamos en una barriada canalla. Aprovechó<br />

que el diputado se alejó para llamarme aparte y<br />

ofrecerme dinero. Yo no iba a ser tan idiota:<br />

después me quedo en la calle. Quería saber de las<br />

debilidades carnales de ambos —marido y<br />

mujer— y si hay discusiones avanzadas de<br />

divorcio. Que con quién duerme cada uno. Le ha<br />

faltado preguntarme el color de la tanga de la jefa.<br />

234


Eso le pasa a uno por hablar con gente cochina.<br />

El poder económico no hace la decencia, pero da<br />

sombra. Si ya pagué la hipoteca y tengo mi carro<br />

particular de buen ver, se lo debo al empleo. Y<br />

hay un costo de oportunidad en esto: en este caso,<br />

hacer la vista gorda para todo.<br />

Estuvimos a punto de irnos a las manos. Me ha<br />

parecido un insolente. Ese narrador de mierda<br />

merece que le partan la madre: ya encontrará tata.<br />

Me dijo de todo lo que no se dice, se ha metido<br />

con mi madre y, al final, me ha dejado una<br />

amenaza tonta: “tu destino lo decido yo”.<br />

Comemierda, ni que fuera brujo. En todo caso,<br />

no creo en oscurantismos. Le pediré permiso a<br />

Jefe para andar mi propio chopo, el que me dejó<br />

papá. No quiero que me agarre desprevenido y<br />

sospecho que ese Vivas tiene amigos de bajo<br />

mundo.<br />

Ah, la señora ha cambiado, un tanto, la rutina.<br />

Antes, casi no salía de casa. Ahora va al gym, al<br />

country, al spa, de tiendas, a clubes de caridad. Y<br />

no va sola: se ha hecho amiga de una mujer de la<br />

radio bastante influyente, eso me parece una<br />

amenaza y se lo he contado al patrón.<br />

Recientemente ha aparecido otra mujer más<br />

joven que se ha integrado a su red <strong>del</strong> gym y que<br />

parece congeniar con ambas, mucho. Es más<br />

235


joven, calculo que tiene treinta y cinco años y<br />

buena figura. Sin embargo, no me engaña: es una<br />

arribista que no puede desprenderse de su innata<br />

vulgaridad y lo disimula con una pedantería que<br />

la high, por elegancia, evita.<br />

¿Será que la señora usa ese círculo para<br />

escaparse de parranda y ya le puso fecha de<br />

caducidad a Jefe?<br />

¿Será que todo pasa ante mis narices y yo tengo<br />

un poder que el pendejo narrador no alcanza?<br />

O que siempre todos necesitamos de otros ojos<br />

para ver lo que está velado por la distancia.<br />

En todo caso, ojo al Cristo que, si el mae es<br />

necio y sigue husmeando en la vida privada de<br />

todos, estoy seguro de que uno de los no asesores<br />

de la Asamblea se lo echa al pico para siempre.<br />

236


VIVAS CONFIESA LA<br />

DESCONFIANZA EN SUS<br />

PERSONAJES<br />

Dicen los lectores de la editorial que abuso de las<br />

tomaduras de pelo. No es cierto, yo trabajo con la<br />

información que recabo y suele pasar que es<br />

contradictoria. Además, no todo el relato pesa<br />

sobre mí. He secuestrado la voz interior de los<br />

personajes, merced a microchips que no son<br />

baratos y que Petra se niega a financiar.<br />

Eso, sin embargo, significa para mí un ahorro<br />

pues estoy seguro de que el dictado interior <strong>del</strong><br />

personaje es honesto. Otra cosa es que le falte<br />

información, pero eso le pasa a todo sujeto. Cree<br />

saber, cree ver y generalmente no logra observar<br />

lo suficiente. A veces, porque todo está oculto y<br />

la mayor de las veces porque le falta el ojo de la<br />

malicia, la lectura entre líneas.<br />

Cuando transcribí lo <strong>del</strong> cadáver que aparece en<br />

la funeraria, por ejemplo, se me desataron mil<br />

dudas. Usé la historia que me aportó un chofer de<br />

una empresa de exequias. No me encajaba mucho<br />

lo contado; que yo sepa nadie va a buscar un<br />

cajón para pasar la borrachera. No puedo jurar<br />

que tenga certeza sobre qué hacia el sujeto allí.<br />

237


Más fácil es que lo hayan sembrado. Una broma<br />

de iniciación, algo así.<br />

Hasta que, días después, hablé con Sesillo, el<br />

verdadero forense. Asegura que no denunció la<br />

irregularidad para evitarse un litigio. “El dueño<br />

de la funeraria es primo de políticos, no sé<br />

claramente de cuáles, pero no puedo tenerlos de<br />

enemigos”, me dice. El cadáver ya tenía una<br />

operación reciente a corazón abierto, de la que<br />

probablemente no sobrevivió. Habrá sido por eso<br />

que no aparece en los archivos de la morgue.<br />

Lo que finalmente me quiere afirmar Jesús, pero<br />

se resiste, es que el cadáver fue robado de una<br />

tumba. Igual que en la Edad Media, sigue<br />

pasando con algunos estudiantes de medicina<br />

que, para practicar y adquirir destrezas, se<br />

agencian cuerpos clandestinamente. Al sugerir la<br />

vía ilícita podemos tener seguridad de que el<br />

precio de un cuerpo es elevado. Arcadio<br />

posiblemente está en este nicho <strong>del</strong> mercado y<br />

vaya a saber si en otros, como la brujería.<br />

Han pasado meses desde que recibí esa<br />

información y mi lectura de la realidad puedo<br />

decir que es vergonzosamente lerda. Hasta ahora<br />

que me siento a revisar hojas pasadas, y que<br />

recuerdo el café con Hilario, se me ocurre que<br />

dedicarle dos paginitas ha sido subestimar ese<br />

relato. Es que me he dejado llevar por ese<br />

238


culebrón, ese terremoto de triángulos pasionales<br />

que anda entre las bocas de los malangueños.<br />

Tampoco le creo a Ramírez la idea de<br />

marcharse por sentirse enfermo. Si contrastamos<br />

eso con lo de su desastre financiero, llegamos a<br />

una conclusión simple: se marchó para no pagar.<br />

Ocurre con frecuencia.<br />

Valga decir que este pueblo es venenoso. En<br />

todo lee <strong>segunda</strong>s intenciones y puede ser que<br />

cuando un interlocutor cuenta su visión de<br />

mundo, te esté tomando el pelo. Acaso, como<br />

dicen por ahí, es gente que al hablar retrata sola<br />

su propia mezquindad.<br />

Petra, sin embargo, está contenta. Dice que las<br />

novelas necesitan de la maledicencia. Que la<br />

gente que sale bien parada es para las biografías<br />

de santos. Que cuando vuelva a encontrar un<br />

cadáver, lo diseccione y haga, con las tripas, una<br />

feria científica.<br />

Entretanto, tengo incomodidad sobre cómo<br />

ingresar a la casa de Noemi sin ser descubierto.<br />

Ya vi que Isabel y Ale se integraron<br />

sospechosamente a su círculo social, pero es que<br />

son mujeres y algo de natural se ve en ello. Si yo<br />

lo hago, van a pensar que quiero ligar a alguna y<br />

no es así.<br />

239


Además, no me queda claro si esas dos se<br />

acercan a la millonaria por simple roce o cargan<br />

con <strong>segunda</strong>s intenciones. Ya he dicho que lo que<br />

los personajes digan no me garantiza la verdad:<br />

es nada más lo que su mirada atrapa de lo que hay<br />

en el entorno.<br />

Lo que me parece estúpido es ese afán de<br />

vigilancia hacia adentro <strong>del</strong> señor Pocalengua. Es<br />

paranoia, sin duda. Es desgastante y, sin<br />

embargo, puede justificarse levemente. Una vez<br />

conocí a un señor con una decena de empleados.<br />

Tenía una distribuidora de productos: mercancía<br />

iba y venía, casi que con orden escaso. Una de sus<br />

manías era llamar a la oficina a sus empleados, de<br />

uno en uno, y a puerta cerrada, hablarles mal de<br />

los otros. Así cada uno se sentía el hombre de<br />

confianza y era un <strong>del</strong>ator seguro de sus pares.<br />

Claro, al viejo nadie lo quería, pero eso no le<br />

quitaba el sueño. Lo suyo era la empresa y los<br />

demás, circunstanciales.<br />

Se iban dos, contrataba otros y les daba la<br />

misma receta.<br />

A eso, en Malanga, le llaman tener espuela.<br />

240


LA OPORTUNIDAD LA PINTAN<br />

CALVA<br />

Berreta, el menor, el secuaz de Poli, sale de vez<br />

en vez con Isabel, una funcionaria de una oenegé<br />

dedicada a estudios sociológicos sobre la<br />

situación <strong>del</strong> país. Ella lleva un estilo de vida un<br />

tanto estirado para sus capacidades, pues gana tan<br />

bien lo permite su cargo de “asistente de<br />

dirección” —secretaria—, pero tiene hasta las<br />

cachas las tarjetas de crédito.<br />

Quizá por ello, quizá porque Berreta no es tan<br />

feo, la dama acepta la galantería <strong>del</strong> asesor<br />

parlamentario y no sabemos hasta dónde<br />

podemos decir que allí nazca un sentimiento. Lo<br />

que podemos afirmar, merced a que el guarda<br />

institucional lo ha visto, es que por allí se<br />

establece otra ruta más para el narcomenudeo.<br />

De tal manera que no toda persona que llega a<br />

la oficina de Isabel acuda en plan oficial. De<br />

preferencia, ella también se mueve con la<br />

información que Porky le da, fuera <strong>del</strong> horario de<br />

trabajo. Así que, aunque habita en el centro —en<br />

la Alameda de las Momias— la veremos con<br />

frecuencia, al sur, muy al sur, y en la Cuesta de<br />

las Vacas Flacas, conduciendo una moto, con<br />

espejuelos negros y otra forma de vestir.<br />

241


Acaso eso es lo que detiene al asesor de<br />

formalizar algo con su amiga. Hay prestigios que<br />

pueden contaminarlo todo y él, que se mira<br />

diputado a futuro, tiembla ante la idea de<br />

quemarse para siempre.<br />

<strong>La</strong> documentación recabada por Déxter Espacio<br />

sobre su compañero Nicolás Berreta no alcanza a<br />

mencionar lo de la droga, pero sí la amenaza<br />

romántica que se ve en el horizonte. No pinta bien<br />

que se vayan a derramar confidencias o queden<br />

rutas para que alguien investigue la procedencia<br />

<strong>del</strong> buen vivir holgado de esta muchacha, de los<br />

asesores <strong>del</strong> diputado y <strong>del</strong> político mismo.<br />

Lo que hace su compañero es invitarlo a unos<br />

tragos y sonsacarle. Berreta siente náuseas al ver<br />

a su compañero remojar galletas de linaza en el<br />

vasito de whisky, de la misma manera que hacía<br />

su abuelo con el café. “Este hijueputa no tiene<br />

sentido <strong>del</strong> decoro”, piensa. Y como pasa siempre<br />

en Malanga, tampoco lo expresa.<br />

Déxter Espacio supone que el entrenador de<br />

Noemi es quien le pone los cuernos al señor<br />

Pocalengua. Dedica casi una hora a defender sus<br />

conjeturas y dice que no puede matricularse en<br />

dicho gimnasio, pues es exclusivo de mujeres.<br />

—Vos tenés una amiga para este trabajo.<br />

Convencéla.<br />

242


El otro malentiende la situación y se pone a la<br />

defensiva:<br />

—Vos también tenés tu lado oscuro. No te<br />

<strong>del</strong>ato, no me <strong>del</strong>atás—. Cuando termina de<br />

hablar, muestra los dientes en señal de simio<br />

agresivo.<br />

—ؙ No hablo de tus putas. Sé que tenés una novia<br />

que trata de ascender socialmente. Pensá: le va a<br />

gustar rozarse con gente adinerada. Y de paso nos<br />

dice con quién se acuesta la mujer <strong>del</strong> jefe. Podés<br />

pagarle la mensualidad con los presupuestos<br />

discrecionales de la oficina.<br />

Berreta piensa que va a quedar altísimo si le<br />

ofrece de propia voluntad ese gesto a su chiquilla.<br />

Isabel no es tal: tiene casi cuarenta años, pero<br />

tiene intacta su frivolidad. Él está seguro de que<br />

dará brincos y dirá que sí. Lo que no sabe cómo<br />

abordar es el asunto de espiar a una señora que,<br />

de lejos, todos saben peligrosa.<br />

—Y comprále unos zarcillos de oro. Que sienta<br />

que la cuidás. Así te contará todo sin necesidad<br />

de que la interrogués.<br />

A falta de coca, Espacio remoja la última galleta<br />

en el whisky y traga. Luego vierte en el gaznate<br />

lo que queda de bebida, paladea el sedimento de<br />

galleta y traga hasta la última borona.<br />

243


TANTO APURO POR UN SUJETO QUE<br />

NO RESPIRA<br />

—Se llama Adriana y está loca. Cree que lo <strong>del</strong><br />

muerto es un trabajo vudú. Dice que, si ve que las<br />

cosas se ponen feas, renuncia y pone una estética<br />

en el garaje de su casa— Cerdas, feliz porque la<br />

mujer le ha dado pinitos.<br />

Esto me da risa. No es que sea superior, no: es<br />

que los mitos envenenan la percepción de todo el<br />

mundo. Yo, por ejemplo, necesito tomar cuatro<br />

vasos de agua cada vez que voy al tubo. Aunque<br />

esté satisfecho. Y me da temor ver un gato negro<br />

en la ventana.<br />

—Algo te habrá dicho, no te hagas el maje.<br />

¿Qué fue lo que pasó allí? Encontraron el cadáver<br />

al cambiar de turno. Los tipos que estaban de<br />

servicio andaban en ruta y no regresaron a la<br />

oficina. Habrán aprovechado para sembrarlo. Es<br />

lo que hace el Turco, ¿no?<br />

ؙ—Es lo que debieron haber hecho donde<br />

Rivera. Ese gerente se las sabe todas, aunque<br />

parece no matar una mosca. Tiene que ser el<br />

enlace con ellos.<br />

Lico es mi jefe, pero no está en nada. Nos<br />

madrugan y se queda quieto, y en esto hay plata<br />

en juego. Bastante plata.<br />

245


—Mirá, lo que crean los demás en este caso no<br />

nos afecta. Lo urgente es salvar el pellejo. Yo<br />

creo que ese difunto lleva coca o heroína— tercio<br />

yo, el Negro, para mostrar mi carisma.<br />

—Vamos a tener que comprar herramientas—<br />

dice Lico—. No queda más que ir a revolcar<br />

muertos a ver qué recuperamos.<br />

—Ojalá que no sea esta noche. Adriana está<br />

apuntada y pienso llevarla a bailar— dice Cerdas.<br />

—Báilame ésta— le responde Nacho y es<br />

innecesario que refiramos cuál es el gesto<br />

acompaña a sus palabras.<br />

246


TENEMOS UN ENEMIGO<br />

COMÚN Y UN CHORRO DE ENE-<br />

AMIGOS<br />

—Ya he encontrado mucha gente en Malanga<br />

mal dispuesta con un sujeto que se dice narrador.<br />

Lo han agarrado espiando tras el cortinaje de las<br />

salas; revisando los basureros para llevarse las<br />

facturas de consumo, tratando de saltarse muros<br />

mientras carga un rifle de dardos, etc.<br />

Lo que queda claro es que hay un bicho<br />

peligroso en el país y uno tiene que ser más<br />

discreto con su vida. Aun si uno es un tipo<br />

tranquilo, nunca decir una palabra que pueda<br />

malinterpretarse: este mandril se aprovecha <strong>del</strong><br />

odio latente para congraciarse con uno y<br />

enemistar al otro. Yo imagino que el potencial de<br />

broncas que hay ahora es cinco veces mayor que<br />

antes.<br />

—Es raro que la prensa lo ignore— conmina el<br />

abogado Venegas.<br />

—Me parece que forman parte de la misma<br />

<strong>trama</strong>. Ambos viven <strong>del</strong> rumor, de la puñalada<br />

entre gente noble. Porque este país tiene gente<br />

noble y mucha— alega Déxter.<br />

247


—¿Lograste pruebas contra la doña de<br />

Poli?¿Cómo va eso?<br />

—Pues nada contundente. Hay muchos abrazos<br />

con distinta gente, pero la gente de la política es<br />

así. Entiendo que ella se obsesiona con ser<br />

primera dama… Imagináte si no va a hacerse una<br />

melcocha con la gente.<br />

—Sabés que a vos también te siguen, ¿no? Hay<br />

un carro parqueado hace media hora sin ponerle<br />

monedas al parquímetro. Es el azul, el que tiene<br />

un foco roto.<br />

El asesor se aproxima a la cortina y verifica que<br />

hay un hombre, de gafas negras, dentro <strong>del</strong> coche:<br />

248<br />

—Y ahora, ¿qué hice?<br />

—Nada, las redes de poder funcionan así. <strong>La</strong><br />

mutua vigilancia se da siempre porque el poder<br />

tiene miedo. Lo que parece una fortaleza es un<br />

castillo de naipes y ellos no van a dejar que una<br />

carta se desacomode. Mientras seas sensato y<br />

pertenezcas a la grey, estás a salvo.<br />

—Ando unas fotos. Te las muestro brevemente<br />

y me dices a quién conocés y todo lo que sepás de<br />

ellos, ¿ok?<br />

—De acuerdo. Sin embargo, dile a Poli que<br />

necesito que me haga un favor en compensación.<br />

Es cosa seria. Un infeliz publicó un libro


hablando pestes de mí, como al despiste, y me<br />

dejó mal parado. Imaginó cómo sería yo cuando<br />

estuviese viejo y me convirtió en una rata. Es hora<br />

de cobrárselas.<br />

Déxter abre el sobre de manila para empezar a<br />

sacar, una a una, las imágenes. Se sienta en un<br />

sillón y empuña libreta y bolígrafo.<br />

Cuando el narrador ve esto, se da cuenta de que<br />

este aprendiz de político le va a tender una<br />

trampa. Quiere hacerse pasar por el escritor<br />

construyendo personajes y no es cierto. Acaso<br />

quiere hacerlo responsable de todo lo que se viene<br />

y es que faltan muy pocas semanas para el<br />

referéndum <strong>del</strong> tratado de libre comercio, que es<br />

lo mismo que decir un carnaval <strong>del</strong> odio.<br />

Ni por broma le pasa por la cabeza que media<br />

Malanga se lo quiera echar al pico.<br />

249


ES GRAN IDEA HIBERNAR EN<br />

VACACIONES<br />

—Mirá, Elena, revisá bien la despensa porque<br />

nos encerraremos un mes completo en casa sin<br />

prender siquiera las luces <strong>del</strong> salón.<br />

—Tranquilo, gordo. En Todo por Nada compré<br />

todo lo que pude. Y de paso, aproveché el<br />

desorden que se forma los días de pago para<br />

traerme cosillas gratis: navajillas, desodorantes,<br />

un par de quesos franceses. Iba a comprar<br />

lechugas, pero allí todo está marchito. Los<br />

vegetales no sirven ni para un licuado.<br />

—Bueno, tenemos dos días. A partir <strong>del</strong> viernes,<br />

ni siquiera pagamos los recibos. Ya regué la bola<br />

de que vamos para el Mundial y que tenemos<br />

tiquetes para la primera ronda. Luego hay que<br />

fajarse con el Photoshop y conseguir imágenes<br />

que sean chuzas. Le decimos a Martín que las<br />

suba a las redes, desde su apartamento en la U.<br />

—No me gusta esa idea. Recordá que tiene dos<br />

compañeros de apartamento. Podrían darse<br />

cuenta y nos dejan mal parados. No te abusés con<br />

el pan porque acaba de subir de precio y vienen<br />

malos días. Ve que estos mierdas están<br />

desregulando todo.<br />

251


—No jodás, Elena. Para eso trabajo. Lo que pasa<br />

es que pagar la U <strong>del</strong> carajillo es pesado. Y<br />

todavía el huevón no avanza—José Luis muerde<br />

su pan mientras las migas resbalan sobre el pecho<br />

de su camiseta azul, color patrio de la sele de los<br />

malangueños.<br />

—Imagináte si fuese una universidad privada. A<br />

nosotros nos salva que tiene beca. De otra<br />

manera, comemos un día sí y el otro no— la<br />

declaración de Elena carga algo que está entre la<br />

frustración y la ira.<br />

—Vendrán tiempos mejores. Por eso es que nos<br />

socamos la faja, ¿no? Lo importante es no perder<br />

pedigrí. ¿Qué dirían las gentes si se enteran de<br />

que no pudimos ir al Mundial y que hicimos lo<br />

mismo cuatro años atrás? Yo me quitaría el<br />

saludo en automático.<br />

—Pues sí, es que esa gente es como nosotros,<br />

mierdas. Todos asumimos venir de un dios<br />

blanco, cuya encarnación es una línea de nobleza.<br />

Cuidado y no somos primos hermanos de Chita.<br />

—<strong>La</strong> cagás cuando perdés la elegancia, Elena.<br />

Tenés que seguir el rol de ser pudiente. Limpia<br />

bien las joyas de tu abuela: las que estén feas las<br />

guardás para llevarlas a bañar cuando haya un<br />

peso. Vos hablás para que yo no coma porque vos<br />

sos una huevona anoréxica. Así cualquiera.<br />

252


—Pues quiero que me llevés al cine. Están dando<br />

películas divertidas ahora. Yo quiero reírme.<br />

—Andá y mirá la tele. Ya te dije que no hay plata.<br />

—Le volviste a dar de más a la zorra de Erica,<br />

¿verdad? Ese cuento de que el carajillo es hijo<br />

tuyo y hasta rubio ha salido, no encaja. Puta más<br />

feo que sós; asomáte al espejo, José.<br />

—No, de hecho, este mes no le deposito pensión.<br />

Capaz que en el juzgado se entera que no hemos<br />

salido <strong>del</strong> país… No lo sé, también podría alegar<br />

que si vamos a seguir a la Sele en el Mundial es<br />

porque nos sobran ingresos. Imagináte que me<br />

pidan cien mil más. ¿De dónde saco eso? — José<br />

Luis piensa que no le alcanza el presupuesto para<br />

los zapatos de Marina, pero no lo dice. Sólo mira<br />

las zapatillas de Elena y se pregunta si tendrá en<br />

el cuarto algunas nuevas que le pueda robar y no<br />

se dé cuenta pronto.<br />

—Tu problema, gordo. Si no querés perderme,<br />

conseguíte otro empleo. Vos me juraste que<br />

llegaríamos muy lejos y mirá donde estamos: a<br />

trescientos metros de la casa de mis papás.<br />

—Dejá que pase esta mala racha, Ele. El amigo<br />

<strong>del</strong> diputado me habló que ya casi están los<br />

permisos para construir el nuevo centro<br />

comercial. Consiguió unos barrancos en el este de<br />

la capital y allí quiere levantar un mall. No sé<br />

253


cómo supo que no soy arquitecto. Lo que me<br />

ofreció es pagarme la mitad de los honorarios<br />

profesionales, pero a cambio debo hacer algunos<br />

ajustes al proyecto. Sin embargo, eso es un<br />

montón de harina. Construiremos 8000 metros<br />

para empezar y luego uno queda enganchado para<br />

trabajar con gente así. Ah, el diputado es un<br />

mezquino y quiere ahorrarse cosillas. Por<br />

ejemplo, las aguas negras irán directo al río. Lo<br />

he aceptado sin ponerle peros porque necesitamos<br />

plata. Esas diez materias que nunca acabé me<br />

hacen falta ahora. No tendría que pesetearme.<br />

—Ojalá no estés hablando mierda, como siempre.<br />

José Luis se queda en silencio y veinte segundos<br />

después saca de su bolsillo un cigarrillo<br />

mentolado que enciende y chupa. Trata de no<br />

imaginar cómo será la cuarentena <strong>del</strong> Mundial<br />

junto a esta vieja bruja que tiene por mujer, todo<br />

por guardar el buen nombre de sujeto pudiente<br />

ante otros seres que también simulan poder<br />

monetario. Qué fiasco, ¡cómo se amarra uno<br />

mismo a los arquetipos de la modernidad!<br />

Gran batalla la que se ve venir en este aparta de<br />

sesenta metros cuadrados, provisto casi tan bien<br />

como un refugio atómico, pero con productos de<br />

pronto vencimiento.<br />

254


Ah, pero si Malanga se corona campeona<br />

regional, vale la pena.<br />

Salir al sol, oé, oé, oé… Mezclarse en la masa<br />

estúpida haciendo propia una victoria que no le<br />

pertenece.<br />

En nada.<br />

255


LA CRISIS DEL POLINOMIO<br />

Ya me olía raro esto. Hace rato viene mi mujer<br />

como amiga de la estrella de la prensa, quizá por<br />

unos dos años, y de pronto, Arenas me pide una<br />

cita. A Noemi la llevó una vez a la radio — para<br />

hacer el papelón, creía yo, pero no fue así— y le<br />

montó una imagen lo más sofisticada. Eso a pesar<br />

de que la señora no es diamante alguno: es bruta,<br />

a secas.<br />

Pues Alejandra tuvo el cuidado de guiarla, de<br />

hacerle sutiles consejos y, dada la ambición<br />

natural que mueve a mi cónyuge, encajó perfecto<br />

con todo. Cuando regresó a casa me dijo que<br />

quiere ser primera dama… Cómo le cuesta<br />

entender que soy un peón al que llaman diputado.<br />

El verdadero poder es de otros y, de antemano,<br />

tengo el camino cuesta arriba.<br />

Noemi desde entonces no se baja de la nube. Y<br />

la amistad con la comunicadora sigue y ahora han<br />

adherido otra muchacha, muy bonita. Yo digo<br />

que esto es como el rollo de Steinbeck en Tortilla<br />

Flat. Los amigos son las moscas que rondan las<br />

posesiones: si Noemi estuviese en un rol menor,<br />

(una cajera de supermercado, una agente de<br />

ventas, una maestra escolar) estoy seguro de que,<br />

de inmediato, le quitan el saludo.<br />

257


Pero no, donde hay alimento, hay moscas; ley<br />

de la vida. Estas dos mujeres no llegaron a<br />

encontrarse con ella en el gym por simple destino.<br />

“Han querido acercarse con el afán de un favor”,<br />

me dije de inmediato. Luego, me acostumbré y,<br />

creyéndome inmune, lo olvidé.<br />

Hace unas semanas esta cotorra, a la que Koki<br />

denomina como <strong>La</strong> dama de las pelucas, pidió<br />

una entrevista conmigo. Pensé que llegaría con<br />

cámaras y todo su staff y que sería puntual,<br />

aunque perdiésemos media mañana. Yo tendría<br />

que inventarme soluciones de desarrollo para mi<br />

provincia, a pesar de que ni me entero lo que<br />

ocurre en la vida cotidiana de las familias de la<br />

costa. Y básicamente sería un torneo de destrezas<br />

verbales, bajo la consideración de que, al ser la<br />

fulana buena amiga de mi esposa, no me llevaría<br />

a temas pantanosos.<br />

Hija de puta es lo que es, la tal Ale. Cerramos la<br />

puerta y hablamos en privado, pero estoy seguro<br />

de que si alguien se pegaba al sofá <strong>del</strong> lobby le<br />

llegaban las amenazas cristalinamente.<br />

Aunque mi señora nada sabe de los modos en<br />

que nos enriquecemos aceleradamente, sabe<br />

datos inconexos. Que hablo con regularidad con<br />

mexicanos y colombianos de vuelos, de<br />

contactos, de dinero. Ella se hace la desentendida,<br />

pero es maliciosa. Alguna vez ha debido contestar<br />

258


llamadas en mi ausencia y luego me dice sin<br />

adicionar comentarios:<br />

—Llamó el mexicano.<br />

También sabe, creo, que mis asesores se<br />

dedican más a escarbar en aguas sucias, que me<br />

hacen mandados y les <strong>del</strong>ego tareas que<br />

mantienen a raya a mis competidores.<br />

Sabe que, por lo menos, Déxter anda una<br />

Magnum. Sé que lo ha visto, mas nunca hace<br />

comentarios de esas cosas.<br />

Pues que, según Déxter, la comunicadora está<br />

perdidamente enamorada de mi mujer, pero ella<br />

le mantiene a raya. Que hay manoseos <strong>del</strong> tipo<br />

que es natural aceptado entre las damas, y no más<br />

allá. No ha logrado en estos seis meses<br />

documentar ni un puto beso entre ellas. O entre<br />

Noemi y cualquier otra persona.<br />

Ahora, durante un momento, pensé que la<br />

señora Pocalengua quería el divorcio. Entonces,<br />

sería una amenaza para mí, pues la gente<br />

vengativa no deja piedra en pie jamás. Estaría<br />

dispuesta a destruirme, me dije. Pensé en<br />

sacármela de encima, como hicimos con un par<br />

de hijos de su madre que se robaron diez kilos de<br />

una mercancía que salía esa misma noche.<br />

259


Pero ella es ambiciosa, no lo olvido. Si la<br />

mantengo engañada con llegar a ser la primera<br />

dama, la retengo unos años más y decido después.<br />

Nada más estoy obligado a tener claro de qué lado<br />

juega. Si ha filtrado información a Alejandra<br />

Arenas, punto final.<br />

Ahora, no puedo ordenarle cortar la amistad de<br />

tajo, ni siquiera amedrentarla. No sé hasta dónde<br />

la influencia de Alejandra Arenas incide sobre<br />

ella. Meterme en un escándalo de violencia<br />

doméstica es lo peor que me puede pasar, más<br />

ahora que pronto me tocará jugar el papel de<br />

Judas con el Tratado de Libre Comercio.<br />

Ale quiere seis millones, por ahora. “No sé qué<br />

vendrá después”, como dice la canción Viajera.<br />

Además, está eso de que convenza a Papas Fritas<br />

Industriales S. A. de comprar pauta publicitaria<br />

para su programa <strong>La</strong> batalla de la moral.<br />

Aparte, anda otro tipo, un desgraciado al que<br />

llaman narrador. Mis hombres de confianza lo<br />

han visto, pero es tan estúpido que no ha logrado<br />

ingresar a la casa y, ni siquiera, saludar a mi<br />

mujer. Me enteré que acá en Malanga se le tiene<br />

como un alacrán, un tipo rastrero. Habría<br />

difamado a más de uno, pero no entiendo cómo:<br />

se dice que habla mal de ellos en el futuro.<br />

¿Quién tiene facultades para saber lo que será?<br />

260


¿Cómo se puede ser tan imbécil de afirmar eso?<br />

Por ahora, lo que tengo claro es que quiere algo<br />

con mi mujer. Un par de trompadas bien pegadas<br />

y que lo vayan a tirar al monte y escarmienta.<br />

A Ale, le pagaré por ahora. <strong>La</strong> otra amiga de mi<br />

mujer se llama Isabel. Resultó ser la amante de<br />

uno de mis hombres de confianza. Él la colocó<br />

allí como quintacolumna para saber qué se trae<br />

entre manos mi esposa, esa cabrona.<br />

Qué ganas de darle un tiro. Yo sospecho que<br />

ella piensa igual. El amor es así: recíproco.<br />

261


LO QUE PASA CUANDO EL<br />

NARRADOR SE DEJA VER<br />

—Pase, hombre. ¿Cómo se siente? Estaba por<br />

salir al supermercado, pero eso puede esperar.<br />

—Usted sabe cómo me siento. Me viene<br />

espiando hace rato. Y su colega, el fantasma,<br />

también.<br />

—Supe que lo contrataron los paperos. Usted es<br />

imprudente. Que se dé cuenta Pocalengua que<br />

usted lo espía y se lo lleva puta. Y todavía se le<br />

ocurre ir a reclamarle porque ese chofer le ha<br />

golpeado el coche y se hace el tonto.<br />

—No me quedó de otra. Elena estaba muy<br />

molesta y no sabe de mi misión secreta. Ahora,<br />

vengo a darle detalles para que me dé dinero, pero<br />

a la vez, tengo mis reclamos.<br />

Prendo la grabadora y me siento. El hombre se<br />

dirige al lavabo y hace un cuenco con las manos<br />

para beber agua. Cinco veces.<br />

—Bueno, empecemos por donde se debe: el<br />

origen. <strong>La</strong> señora Arenas vino a este país siendo<br />

carajilla, junto a sus padres y hermanos. Se<br />

graduó de periodista en la Universidad Mayor de<br />

Malanga y don Fulgencio Calvatiesa fue su<br />

mentor. En segundo plano permaneció largo rato<br />

hasta que el maestro de la opinión, el defensor de<br />

263


la verdad ciudadana sufrió un latigazo al corazón<br />

que lo mató de inmediato.<br />

Si usted se fija bien, la señora siempre ha<br />

defendido al país. Sus opiniones calzan al dedillo<br />

con las emitidas en el programa matutino de las<br />

cámaras de medios. Es antisindicalista, católica,<br />

liberal y de duras opiniones. Sólo ella se atreve a<br />

regañar en público a ministros y a presidentes<br />

ejecutivos porque no se casa con nadie, ¿se da<br />

cuenta? Es sumamente valiente.<br />

Nada más una persona honesta puede hablar así;<br />

no cabe duda. Fíjese cómo ataca a aquellos<br />

infelices que hablan de violación de derechos<br />

laborales o boicotean al capital. Casi que los<br />

criminaliza. A mi ver, merecidamente. Les pone<br />

el dedo en la llaga sin pensar si se le van a poner<br />

chúcaros, no señor.<br />

Que usted sea un mezquino de pe a pa es otra<br />

cosa. Un maldito envidioso, un sonajas que<br />

piensa que los otros no pueden surgir por mérito<br />

propio. Ya leí unas paginillas suyas y hasta habla<br />

de mí. Yo, que no me meto con nadie, no merezco<br />

esas humillaciones. Elena y yo estamos furiosos<br />

y lo vamos a demandar por cochino. Lo<br />

dejaremos en la calle y en mal estado. Se lo<br />

prometo.<br />

264


¿De dónde saca usted esas cosas? Que nosotros<br />

no vacacionamos por limpios y nos escondemos<br />

para fingir que viajamos, eso es ofensivo.<br />

Nosotros pagamos planes y nos estafaron, es la<br />

verdad.<br />

Pregúntele a Porky, el vendedor de chanches:<br />

ése se entera de todo y, sin embargo, a nadie le<br />

cuenta.<br />

Volviendo al tema, una señora tan digna como<br />

Alejandra Arenas, no tiene precio. Hizo dinero<br />

porque trabajó desde chiquitilla. Dicen que en las<br />

vacaciones iba a coger café y lo que ganaba, lo<br />

ahorraba. Sus papás le dieron educación<br />

financiera y a punta de certificados a plazo, se<br />

levantó. Ahora tiene su cuota de poder, pero no<br />

es de la nada que surgió, como alega su merced.<br />

Mucho menos va a ser real que ande por allí<br />

extorsionando capitales o figurones políticos.<br />

Ella no necesita de eso.<br />

Me parece que usted es un vil rojo, un<br />

comeniños. No puede ver a nadie hacer dinero sin<br />

sentir envidia. Quiere instalar una dictadura de<br />

ésas donde la libertad de prensa y de empresa es<br />

cero.<br />

Mire, narrador, yo defiendo lo mío, mi patria,<br />

mis posesiones. A mis padres les costó mucho<br />

dejarnos algo y no pudieron hacerlo. Tenían una<br />

265


finquita chica, sembrada de banano y la bananera<br />

se las compró mal pagada. Sin embargo, eso no<br />

es culpa <strong>del</strong> mercado. Son inclemencias de la<br />

vida, que nos dejan desprovistos. Nada más.<br />

—A ver, José Luis. ¿Qué tiene usted que<br />

defender?<br />

¿Cuáles son sus posesiones? Que yo sepa, la<br />

mayor parte de su vida es mentira, es un impostor.<br />

Vive mal, presume de ejercer una profesión para<br />

la cual nunca logró certificarse, su nivel de vida<br />

es estripado: como el de una cucaracha dentro de<br />

la solapa de un libro. Y no viaja, ni se recrea o<br />

vacaciona. Tiene un amorío con esa secre que<br />

siente más pena que amor por usted y sospecho<br />

que Elena le pone los cuernos, hoy o mañana. Y<br />

hasta con el barrecaños, cabrón.<br />

—Cómo le dije, no nos vamos a dejar abrumar<br />

por un irresponsable que anda regando voces que<br />

luego acaban huracanando la comunidad. Igual<br />

que Elena y yo, Malanga se ha de levantar contra<br />

usted, enemigo de la moral, de la vida de bien.<br />

Repito, ¿de dónde ha salido usted? ¿No sufrirá<br />

acaso de los mismos males que dice denunciar?<br />

Esto no me está gustando nada. Que cualquier<br />

persona se subleve o conspire es bastante normal.<br />

Tal vez lo hace para mejorar su posición en la<br />

vida, por ganar algún espacio. Sin embargo, la<br />

266


sublevación de un personaje contra el narrador,<br />

me dice que rayo en lo patético o que no estoy<br />

muy seguro de mis afirmaciones, cosa que no<br />

pienso decirle al lector porque el que cuenta la<br />

historia asume la tarea <strong>del</strong> demiurgo, le cuadre a<br />

quién le cuadre.<br />

267


LO BUENA NOTA QUE ES<br />

ALEJANDRA ARENAS<br />

—Te digo que salí bufando. Ese nuevo fiscal<br />

interino es un idiota y, aunque le ofrecí su platita,<br />

no quiso pasarme detalles <strong>del</strong> puta expediente.<br />

Lore, vos a primera hora, en el programa de<br />

mañana, me conseguís al diputado Pocalengua. Y<br />

al presidente de la Corte Suprema, ese maldito.<br />

<strong>La</strong> vez pasada me reclamó porque lo cagué en<br />

público por estar nombrando familiares en todas<br />

partes—. Alejandra se pasa la mano sobre la<br />

melena para desahogar su enfado, mientras habla<br />

desde un teléfono beige de disco.<br />

<strong>La</strong> noche está bonita y los grandes ventanales<br />

de la casa permiten la vista de un jardín bien<br />

iluminado, donde yacen dos pastores alemanes<br />

cerca de la reja. <strong>La</strong> mujer no tiene tiempo para<br />

admirar una bella estampa que ya le es<br />

costumbre. Mientras toma asiento con un coñac<br />

en mano, con la otra sostiene el auricular para<br />

escuchar las quejas de su mano derecha, su<br />

asistente Lorena Malacerca.<br />

Entretanto, la periodista se quita los lentes, las<br />

argollas y la peluca. El narrador tiene miedo de<br />

que esto se ponga colorado y por eso hace que a<br />

Alejandra le dé un calambre mientras estira el<br />

brazo para bajar el zíper en su espalda.<br />

269


—Puta madre, ¡cómo duele! Mirá que yo sé que<br />

todo está a<strong>del</strong>antado. Este escándalo no tarda en<br />

ir a juicio y yo necesito deshacerme de los trapos<br />

sucios con claridad. Sé unos, pero son tan<br />

generales que no alcanzan más que a asustar para<br />

que nos compren publicidad los desarrolladores.<br />

Lo que necesito son copias de facturas,<br />

grabaciones, nada de rumores. Si es <strong>del</strong> caso, de<br />

aquí al sábado vas a la casa <strong>del</strong> señor mandamás<br />

y te lo cogés.<br />

No seás hipócrita. Sé lo calenturienta que sós<br />

sin necesidad de billetes. ¿Creés que no voy a<br />

investigar a mi equipo? Además, te doy mil<br />

dólares, pero le sacás favores para mí. Te voy a<br />

a<strong>del</strong>antar plata para que te compres un vestidito<br />

bien putón. Algo que ponga al borde de la muerte<br />

al doctor Casifiambre, viejo verde.<br />

Ahora, yo lo que quiero es salir impoluta.<br />

Solamente vamos a pautar a la inmobiliaria una<br />

quincena más. Después no diremos nada para que<br />

parezca que ellos se retiraron voluntariamente,<br />

pero será porque necesito que la mierda no nos<br />

pringue y que, sin embargo, el dinero no nos deje<br />

de llegar.<br />

Diay, sí. El mejor rubro <strong>del</strong> negocio de la<br />

información es el chantaje. Tenés un puño de<br />

datos duros: los sacás al aire y vendés publicidad.<br />

270


Ah, pero usálos para torcer brazos y te forrás. Mi<br />

mentor me enseñó las mañas.<br />

¡Estúpida!, ¿cómo se te ocurre decirme que algo<br />

más me habrá enseñado? Recordá que soy la<br />

transparencia, la moral, la gallina de la paz. De<br />

mí estás aprendiendo gratis también.<br />

Y se caga de risa.<br />

Al fondo, se puede ver con claridad tras los<br />

ventanales una lechuza que persigue un ratón<br />

mientras cruza entre los ángeles de la fuente que<br />

ornamenta el jardín<br />

271


JOSÉ LUIS EN LOS PASILLOS<br />

DEL SÚPER<br />

<strong>La</strong> verdad me da vergüenza contar que no tengo<br />

un peso. Nunca he ido a un Mundial ni lo haré en<br />

el futuro. Lo que pasa es que jetear es nuestra<br />

defensa contra el mundo. Los otros también lo<br />

hacen. Ernesto hace pasar el carro que sus jefes le<br />

asignan como propio; los obreros dicen ser<br />

albañiles y los muros los dejan cóncavos y a<br />

punto de caerse. Un carambas saca un premio<br />

amateur y dice que fue campeón mundial de algo,<br />

lo que sea. Un briboncillo que fue electo por<br />

desidia —cómo ocurre todo por acá— pretende<br />

ser presidente de un banco sin tener<br />

conocimientos menores de finanzas. Así las<br />

cosas, se trata de maquillar la nimiedad nuestra<br />

para parecer sobrados, abundantes.<br />

Me enteré <strong>del</strong> desastre de Viajes de A Peseta por<br />

el Mundo hace unas semanas. Estaban estrenando<br />

nuevo edificio apenas un mes atrás, pero ahora<br />

nadie aparecía en los horarios de oficina. En un<br />

par de noches, se llevaron el mobiliario. Nadie<br />

daba la cara hasta que el fulano hizo un video que<br />

subió a las redes para explicar que, por<br />

incumplimiento de proveedores, ellos acabaron<br />

en la ruina. Y después de eso, nadie —ni los<br />

periodistas— pudieron localizarlo nuevamente.<br />

273


En cambio, esos supuestos proveedores salieron<br />

a la luz pública a desmentir la afirmación <strong>del</strong><br />

empresario <strong>del</strong> fraude. Aclararon que ellos no<br />

podían dar crédito a quien carecía de solvencia.<br />

Era simplemente un asunto matemático porque<br />

nadie, en su sano juicio, hace negocios con una<br />

burbuja publicitaria. Allí quedó el tema y apenas<br />

están llegando las denuncias a la fiscalía.<br />

Nosotros no compramos porque no teníamos<br />

dinero, pero si la gente se entera de cosas así, se<br />

alejan de vos como de la lepra.<br />

Por eso es que siempre ando el carro limpiecito.<br />

Ser ordenado da la falsa idea <strong>del</strong> éxito o, por lo<br />

menos, genera un mínimo de respeto. No me<br />

pondría ropa gastada —solamente en los<br />

intervalos cuando se pone de moda—, ni entraría<br />

en una tienda de baratas. Prefiero comprarle al<br />

polaco que me consigue unas pocas prendas<br />

bonitas, aunque con un claro sobreprecio.<br />

Ahora, si no falto al bar es porque la vida social<br />

así lo exige. Uno tiene que hacerse ver. No<br />

pertenezco a círculos sociales de alto rango, pero<br />

puedo hacer valer mi filiación a una comunidad.<br />

En el momento que me borre de los tragos,<br />

empezarán a olvidarme o a darme por enfermo o<br />

fracasado. Así que ya lo he hablado con mi<br />

esposa, parte necesaria de las cuentas es separar<br />

la plata de los tragos. Por lo menos, cada quincena<br />

274


la traigo a ella. No siempre, porque gastamos más<br />

y cuando uno se sobregira, no sale de las tortas.<br />

Todo por Nada es un almacén de ésos, donde las<br />

ofertas se forman con productos a quince días de<br />

caducar. Toman tres macarrones, les ponen un<br />

cintillo amarillo y te ahorrás doscientos pesos. No<br />

esperaba toparme a Cerdas a esta hora, pues<br />

vengo temprano justo para no verme con nadie”.<br />

Lo saluda:<br />

—Y vos, Cerdas, ¿qué andas haciendo en este<br />

barrio? Entiendo que pusiste una fábrica de<br />

confitados, ¿de dónde sacaste plata? (Mentira, yo<br />

sé lo de tu oficio de cuatrero. Hasta me pregunto<br />

si las carnes de acá…)<br />

En ese momento se oye a<strong>del</strong>ante el chirrido de<br />

las llantas de múltiples patrullas, sirenas<br />

escandalosas que se apagan de repente y una<br />

tropelía de pasos que se concretan con la<br />

aparición de media docena de uniformados, con<br />

sus cintas de plástico amarillo, y nerviosos, como<br />

siempre, cierran el perímetro de congelados<br />

porque encontraron unos cuantos gatos, pelados,<br />

duros y empacados en el fondo <strong>del</strong> congelador.<br />

—Puta, mirá lo que pasa por comprar en<br />

supermercados de ofertas. Acá no vuelvo.<br />

275


Cerdas ni le da pelota, pero José Luis simula<br />

una arcada y, acto seguido, abandona el carrito en<br />

el centro <strong>del</strong> pasillo de enlatados.<br />

Regresará pocos días después cuando no vaya a<br />

toparse a algún conocido que lo trate como lo que<br />

es: un tipo con las pesetas contadísimas.<br />

276


ESTA ESCENA ES COSA DE<br />

SALVAJES<br />

Algo anda mal, porque mis personajes me salen<br />

un tanto idiotas. Eso de andar traficando con un<br />

cadáver a inicios de los años 90, es cosa de<br />

comedia negra, pero era innecesario. Tan simple<br />

como decir que en esa época no existen los<br />

escáneres y que para sacar un paquete de<br />

contrabando —de lo que sea— basta con mojar la<br />

mano <strong>del</strong> aforador. Lo digo yo que alguna vez<br />

intenté negocios y las cajas se pegaban en aduana<br />

cuando salía el semáforo en amarillo. (Eso es<br />

terminología de ellos).<br />

Hay dos temporalidades en la novela: la <strong>del</strong><br />

presente en que se escribe, durante la tercera<br />

década <strong>del</strong> siglo XXI. Sin embargo, el relato de<br />

José Luis es anacrónico, pues en una o dos<br />

ocasiones alude a las redes sociales antes de que<br />

fuesen fundadas y difundidas. Eso me preocupa<br />

poco o nada, siempre y que los lectores<br />

editoriales no detecten la pifia y salgan con sus<br />

pendejadas de sincronización y veracidad.<br />

Olvidan estos seres sin oficio —estos perezosos<br />

dictaminan un librito a partir de leer diez páginas<br />

<strong>del</strong> primer capítulo y una reseña ajena— que en<br />

la memoria el tiempo entrelaza las presencias<br />

hasta generar una nueva realidad donde lo que<br />

277


perdura son las simbologías y no las sustancias ni<br />

los hechos que han de constituir el esqueleto de<br />

lo narrado.<br />

Se supone que el Turco es un gran mafioso, pero<br />

es incapaz de la logística necesaria para no<br />

equivocar los canales de distribución. Eso hace<br />

sospechar que fue un hecho adrede el desviar el<br />

cadáver, pero, ¿quién fue el responsable? Si yo<br />

dijese saberlo, sería una total impostura.<br />

Yo, en todo caso, ando infiltrado recogiendo<br />

voces. Cuando no logro mucho de los testimonios<br />

de otros, pues me camuflo y espío la interioridad<br />

de algunos. Es el privilegio de ser una invención:<br />

algo tan elástico y ubicuo como le ronque al<br />

creador <strong>del</strong> texto.<br />

Son casi las once de la noche cuando <strong>La</strong> Banda<br />

<strong>del</strong> Turco —así la ha bautizado Nacho— empuja<br />

el portón de la morgue judicial, que no hace<br />

resistencia y chilla alargadamente.<br />

En consecuencia, el técnico de turno, que hacía<br />

su siesta sobre una de las planchas de metal, se<br />

despierta. Con toda la parsimonia, se encaja las<br />

pantuflas, se pone una bufanda y sale al lobby.<br />

Allí están cuatro hombres vestidos de negro y<br />

con medias de mujer que les cubren el rostro. Tan<br />

pronto lo ven, se abalanzan sobre él y Cerdas le<br />

deja caer sobre el cráneo un extintor, cuya fecha<br />

278


de vencimiento puede coincidir con la fecha de<br />

nacimiento de mi abuelo. Lo amarran, lo<br />

amordazan y lo meten en un cesto de ropa sucia<br />

—las ropas sucias de los difuntos y algunas<br />

piltrafas incendiadas— y enseguida se dirigen a<br />

revisar las cámaras de frío. Cómo no tienen idea<br />

de qué buscan, van a abrir cuerpo por cuerpo<br />

hasta cagarse <strong>del</strong> asco. Bueno, se limitan a<br />

pulmones y zonas <strong>del</strong> vientre, donde se supone<br />

las cavidades permiten esconder bienes.<br />

Lo amarran, lo amordazan y lo meten en un<br />

cesto de ropa sucia —las ropas sucias de los<br />

difuntos y algunas piltrafas incendiadas— y<br />

enseguida se dirigen a revisar las cámaras de frío.<br />

Cómo no tienen idea de qué buscan, van a abrir<br />

cuerpo por cuerpo hasta cagarse <strong>del</strong> asco. Bueno,<br />

se limitan a pulmones y zonas <strong>del</strong> vientre, donde<br />

se supone las cavidades permiten esconder<br />

bienes.<br />

Los charcos de fluidos y sangre dejan<br />

manchadas todas las superficies: desde las mesas<br />

de trabajo hasta el escritorio donde el forense<br />

hace el borrador de los informes. Dichosamente,<br />

la máquina de escribir está en la recepción por lo<br />

que podemos celebrar que no le caigan desechos<br />

de ninguna naturaleza.<br />

<strong>La</strong> mañana siguiente esto es tapa de prensa: una<br />

imagen de media plana en blanco y negro, donde<br />

279


se mira el más absoluto desorden, material y<br />

equipo médico roto y envuelto en trapos, difuntos<br />

con las tripas expuestas, chingas de cigarrillo,<br />

birras a medio vaciar e higiene cero.<br />

El caos había que aprovecharlo para vender. En<br />

la edición <strong>del</strong> 18 de julio, el titular de <strong>La</strong> Mención<br />

dice:<br />

280<br />

MISA NEGRA EN LA MORGUE<br />

<strong>La</strong> nota ilustrada con alguna simbología<br />

esotérica, tipo can<strong>del</strong>as negras y el pentáculo<br />

invertido que suele dibujar en el suelo los<br />

practicantes de estos <strong>del</strong>irios.<br />

Será malnacido el redactor, descalificar de tal<br />

forma el afán casi sobrehumano que pusieron<br />

estos muchachos para dar por cumplida su tarea.<br />

Sin embargo, los <strong>del</strong> Turco nada hallaron.<br />

Tenían la esperanza de encontrar drogas, joyas,<br />

arte precolombino, cualquier cosa que mereciese<br />

burlar la aduana. Ni supieron que habían<br />

destazado al innominado número 14 —eso decía<br />

el expediente de uno de los anónimos sujetos que<br />

cortaron a la brava en su expedición desesperada.<br />

Al día siguiente, ante el Turco, le dirán con los<br />

ojos fijos en el suelo:<br />

—Nada, jefe. Esa mercancía se perdió, no<br />

importa lo que sea. Perdónenos, dénos otra tarea.


—No había nada, muchachos. Esta vez nada<br />

pasa porque estaba evaluando la lealtad. Ese<br />

cadáver lo mandamos robar sanito para montar la<br />

prueba de iniciación. ¡Qué despiche hicieron!<br />

Son verdaderos carniceros. Cuando el diputado<br />

me pida un trabajo sin asco, serán mis preferidos.<br />

Han aprobado el entrenamiento y era urgente<br />

saber que podían hacerlo.<br />

Vamos a jugar en mercados más violentos. Ya<br />

demostraron que tienen vocación de matarifes.<br />

Les voy a dar mejor comisión por los trabajos. <strong>La</strong><br />

próxima vez no será con cuerpos muertos.<br />

281


LA NECIA PREMISA DE<br />

ENTENDER EL ODIO<br />

<strong>La</strong>s cosas no pasan de la noche a la mañana. Lo<br />

que ocurrió fue lo mismo que ocurre cuando la<br />

gota constante lastima la piedra: la erosiona, la<br />

deforma y lo hace sin miramientos. Nosotros<br />

sentíamos cierta incomodidad al oír hablar de<br />

nuestros pecados en todas partes. Ibas al cafetín y<br />

ahí estaban desde obreros hasta profesionales<br />

hablando de la deshonestidad y de la violencia de<br />

nuestros pares como si hablasen de fútbol.<br />

En la consulta médica, también. Si dejabas a la<br />

secretaria hilvanar dos frases, se decantaba por<br />

comentar la corrupción <strong>del</strong> gobierno de turno y<br />

también la de sus pares, el resto <strong>del</strong> personal de la<br />

clínica. No nos molestaba que fuese verdad o no.<br />

Lo que nos ponía mal era ver cómo erosionaban<br />

nuestra identidad aquellos que rompieron el tabú<br />

de hablar ante los demás lo que ocurre entre<br />

bambalinas.<br />

Es que faltar a la regla <strong>del</strong> silencio equivale a<br />

reventar un dique: no vas a saber las<br />

consecuencias hasta el final de la tragedia.<br />

Quizás por eso nos tornamos maliciosos.<br />

Acosadores <strong>del</strong> murmullo, de la vida íntima de<br />

los otros —de todos los otros— de las ideas<br />

283


inconvenientes, y también de la abulia. Porque<br />

cosas cómo, por ejemplo, no ser un patriota<br />

solamente puede significar que eres enemigo.<br />

Ahora, lo que hablábamos entre corrillos no<br />

debe repetirse tan holgadamente. Posiblemente<br />

nos dejaría expuestos como seres míseros,<br />

compuestos de complejos y odio, lo más parecido<br />

a esas figuras góticas tan de moda ahora que ha<br />

rescatado el cómic.<br />

No. Nosotros seguimos siendo protocolarios.<br />

Somos afirmativos ante la tradición, aunque a<br />

algunas disidencias les parezca primitiva. Es el<br />

caso de las corridas de toros, por ejemplo. ¿No<br />

cree usted lector que está lleno de inocencia el<br />

heroísmo el arte de destazar en vivo un<br />

semoviviente que está asustado, confundido y sin<br />

escapatoria? ¿No cree usted que allí se evoca un<br />

tanto a los sacrificios y ofrendas que suelen<br />

efectuar las religiones? Pues, para nosotros, eso<br />

es memoria y aquel que lo cuestione es comunista<br />

y ateo.<br />

Piense, por favor, en la gravedad <strong>del</strong> asunto.<br />

Nadie acostumbra a detenerse ante el espejo y<br />

enumerar sus taras: “soy un ladrón, un asesino, un<br />

tal por cuál”. Sencillamente, eso no pasa.<br />

Entonces, ¡por qué aguantar esa voz intrusa que<br />

viene a decirnos nuestras vergüenzas con la<br />

esperanza de arrancarnos el sueño?<br />

284


¿No le parece mala fe?<br />

Además, recuerde que siempre se habla <strong>del</strong><br />

pecado ajeno y, la verdad, eso resulta tolerable<br />

casi siempre. El fuego brota cuando la amenaza<br />

pasa <strong>del</strong> rumor a los hechos. Cuando, por<br />

ejemplo, un rico pierde un negocio porque se<br />

evidencia que pagó sobornos a funcionarios. Lo<br />

mismo si un periodista —un ser que vive <strong>del</strong><br />

prestigio y de la imagen— sabe que ha caído in<br />

fraganti haciendo lo mismo que denuncia de<br />

otros. Cosas como ésas suelen ser la línea roja que<br />

va de las palabras a los hechos.<br />

Y aunque un incendio forestal puede tener<br />

varios focos de origen, nosotros no vamos a decir<br />

lo que pasaba en la interioridad moral de aquella<br />

Malanga en transición, tan herida de sí misma y<br />

maltratada por la muerte <strong>del</strong> mito de su cacareada<br />

fraternidad.<br />

Iremos, nada más, al incidente de Porky porque<br />

resulta sintomático de los males que se desataron<br />

en Malanga, de los cuales culparemos siempre a<br />

las malas lenguas y a la mala leche de los otros,<br />

porque sepa usted que siempre el otro es el malo.<br />

Esto es una premisa universal infalible, a pesar<br />

de lo falaz. Porque otros factores como la<br />

desigualdad, la brecha <strong>digital</strong>, el sabotaje en la<br />

salud pública son temas que no han de abordarse<br />

285


jamás, so pena de ser considerado antipatriota,<br />

filibustero, gato negro.<br />

Que, de los huevos, la oligarquía tiene agarrada<br />

a la mentalidad popular, no lo dude. Así que, si<br />

pone un pie en Malanga, no sea bruto: siga el<br />

juego <strong>del</strong> mundo rosa: diga que ha pisado el<br />

paraíso.<br />

No tome, lector, esto como una confesión<br />

porque no lo es. Nada hay puro en este mundo y,<br />

mucho menos, la destilación <strong>del</strong> odio. Esta voz<br />

que hace el paréntesis no representa, aclaro, a<br />

nadie.<br />

Es nada más la filtración <strong>del</strong> cinismo que nos<br />

fue permeando la conciencia para hacer<br />

soportable ante el espejo aquella monstruosidad<br />

hacia la que hemos ido derivando.<br />

286


LA MUTUA SOSPECHA NUNCA<br />

ACABA


ESTO HUELE A SANATORIO<br />

—Todos quieren ser ángeles y se enfadan<br />

conmigo. Por eso, es que no doy la cara.<br />

Exponerse a una vorágine no es inteligente. En<br />

todo caso, no soy peor que Alejandra Arenas que<br />

informa o desinforma según le venga el pago.<br />

Yo, lo que hago es escarbar la mugre <strong>del</strong><br />

personaje. Nada cuesta admitir que todos<br />

tenemos lados oscuros. Tenemos miedo <strong>del</strong> otro,<br />

pero es increíble que confiemos, tan a ciegas, en<br />

nuestros propios demonios. Claro, el autoengaño<br />

es toda una cultura, que sirve para que la<br />

conciencia duerma sin dimensionar la naturaleza<br />

de nuestros actos o la pérdida fácil de nuestra<br />

dignidad.<br />

Me entero por Isabel de la muerte de estos<br />

hermanos Valverde y puedo decir que no estaba<br />

en mi <strong>trama</strong> que cayeran. Hay cosas que escapan<br />

al destino y el narrador es un constructor de<br />

destinos, pero no siempre le alcanza la lengua<br />

para tanto. Por eso es que se enojan conmigo.<br />

Ellos creen que ellos son lo que yo quiera y nada<br />

más.<br />

No es así. Lo <strong>del</strong> libre albedrío debe ser algo<br />

más que un discursillo de la religiosidad, pero no<br />

pasa cuando te resignas. Que cada uno acepte o<br />

289


no su rol, determina que se sienta amarrado,<br />

jodido.<br />

Yo pienso que, por vivir un rol que les da<br />

determinada satisfacción, han optado por<br />

traicionarse. Cada uno quiere una forma de vida<br />

que le dé prestigio, tanto por su ejercicio<br />

profesional como por su roce social y por su<br />

poder de compra. Somos lo que el otro mira, lo<br />

que el otro escucha de nosotros, la casa que<br />

habitamos.<br />

Bueno, si después de eso alguien les cuestiona<br />

que siguen siendo por dentro seres<br />

contradictorios, llega el enfado. No importa si los<br />

estoy parodiando o hablando en serio, no. <strong>La</strong><br />

fragilidad que sufren es por saber que han hecho<br />

de su fracaso interior, una marioneta de victoria y<br />

que esta sociedad tan proclive al autobombo de<br />

nombrarse liberal, es una fábrica de lambiscones.<br />

No creo ya que me dé tiempo de hablar con<br />

Noemi a fondo. Sé bien que no va a aceptar<br />

cuestionamientos ni bofetadas a la conciencia.<br />

Todos saben que ando por allí, pero lo normal es<br />

que no quieran confesarse y no me importa. Nada<br />

más lejos de mí que pretender salvar a nadie de sí<br />

mismo.<br />

Yo sé que algunos de ellos me están buscando,<br />

pero con malas intenciones. Aunque la verdad, la<br />

290


ebeldía debe tasarse como algo positivo, ése<br />

podría ser mi fin. Un narrador que no controla a<br />

sus marionetas deja la obra trunca y no importa el<br />

motivo: o está muerto o es tan imbécil que<br />

abandona.<br />

He querido salvarme de ser todopoderoso. Por<br />

eso suprimí de la narrativa la muerte de Espacio,<br />

uno de los secuaces de Pocalengua. El caso estaba<br />

cargado de malaleche y una noche que este<br />

hombre sale a correr por su barrio, se degüella<br />

accidentalmente con uno de cables de los postes<br />

eléctricos que se incrustan en diagonal contra el<br />

suelo, como haciendo tierra. Es una estructura tan<br />

dura que ha sido como una cuchilla sobre el<br />

cuello. El hombre muere desangrado.<br />

Bueno, yo con mi natural benevolencia, suprimí<br />

la escena con la esperanza de que siga vivo en<br />

alguna parte. Eso evidencia que soy magnánimo.<br />

Igual que hice con Mercedes, a la que me negué<br />

a construir un destino. Que lo haga sola y, si<br />

gusta, luego me lo cuente.<br />

—Puede pasar, señor Vivas— me indica<br />

Marina.<br />

Me levanto y un minuto después estoy sentado<br />

frente a Petra. Se quita los anteojos y me espeta:<br />

—¿Qué le pasa, Vivas? ¿Otra vez hablando<br />

solo?<br />

291


Me quedo estupefacto y, por pudor, niego con<br />

la cabeza.<br />

292


CORTÁTE LA LENGUA, KOKI<br />

Los cuatro meses de cierre fueron para Jorge un<br />

martirio. No por cosa de ingreso, sino por abulia.<br />

Se levantaba temprano para nada. Abría la puerta<br />

principal sólo para ver cúmulos de tierra por<br />

doquier y el polvo que se levantaba en el verano.<br />

Fue esa sensación de estancamiento lo que llevo<br />

a salir de la capital, rumbo a Playa Humo.<br />

Allí no se sintió bien con la realidad miserable<br />

inmediata que era toda la zona y en cosa de cuatro<br />

días, estaba cancelando el resto de la gira. Visitó<br />

lo que fue la casa de sus padres en Valle Muerto,<br />

pero al llegar se encontró el lugar tan abandonado<br />

que no pensó ni un segundo en habitarlo.<br />

Se refugió en un hotelillo barato de aguas<br />

termales que era tranquilo pasadas las nueve de la<br />

noche. De día, era otra cosa: un gentío desastroso,<br />

chillón, capaz de meterse a los restaurantes<br />

destilando aguas no precisables desde los<br />

pantaloncillos, chicos corriendo<br />

atropelladamente y una supuesta flora selvática<br />

que parecía ser artificial.<br />

Decide pues mirar televisión y, durante un mes,<br />

sale <strong>del</strong> cuarto a horas de comida nada más.<br />

Luego duerme como un sapo bajo la nieve: casi<br />

muerto.<br />

293


Ha de ser desde esas vacaciones que se le desata<br />

esa enfermedad metabólica que lo hace sentirse<br />

indigesto todo el tiempo y le dispara la presión<br />

arterial. Se acostumbra a hacer siestas a deshoras<br />

y de tal manera, algunas veces se desaparece <strong>del</strong><br />

mostrador de Ranas Rojas para dormitar en su<br />

apartamento.<br />

Eso no hará, sin embargo, mella alguna en su<br />

convencimiento de que los matasanos son<br />

peligrosos y que, si uno no quiere acortar la vida,<br />

debe evitar hacer filas en la clínica para que lo<br />

atiendan. A punta de brebajes y sales, daba por<br />

atendida la salud.<br />

Fue Jorge justamente el que observó que el<br />

vínculo que atraviesa la <strong>trama</strong>, aunque no lo<br />

mencionase el narrador, era el vendedor de lo<br />

lotería.<br />

Como pago a la intermediación de Policarpo<br />

para conseguir que Ranas fuese un salón turístico<br />

con venta de licor las veinticuatro horas, se lo<br />

dijo, en un cuchicheo de veinte segundos.<br />

—Es el mono que une el relato.<br />

Y Poli sonrió como si su papá se hubiese roto<br />

un diente. Cabrón más malo.<br />

294


MIGUELITO ES MI GURÚ DEL<br />

SUBCONSCIENTE<br />

—Saber que uno cuenta una historia, pero es<br />

manoseada por un equipo editorial, un filólogo,<br />

un editor, un lector que opina es desconsolador.<br />

¿Qué tal si intervienen y suprimen o modifican la<br />

historia? Ahora hay gente que se siente satisfecha<br />

por publicar en monstruos <strong>del</strong> mercado <strong>digital</strong>,<br />

aunque estos se reserven el derecho de manosear<br />

el texto para convertirlo en una mercancía eficaz.<br />

Claro, lo que pasa es que uno es soberbio.<br />

Posiblemente, otros piensen en el chance de<br />

recibir un poco de éxito y no en cuidar su ego.<br />

Será por eso que me desdoblo en una serie de<br />

seres enfermizos que me descalifican: sé que es<br />

una jugarreta mía para bajarme los humos, pero<br />

el hecho literario que dejo permanece intacto. Lo<br />

blindo de casi todo manoseo, aunque me doy el<br />

tupé de escuchar consejos que voy a acatar con<br />

disimulo. Y sí, contrato un filólogo porque en<br />

algún momento se me quemó un fusible y toda la<br />

gramática aprendida se trastocó hasta el exceso.<br />

Entonces, necesito un moderador, ¿sabés?<br />

Estaba en esa hora <strong>del</strong> sueño cuando el cuerpo<br />

se distiende y uno se siente pesado y como si<br />

fuese hecho de goma. El lugar era la oficina de<br />

Petra, pero era increíblemente azul y el ratón<br />

295


Miguelito.emanaba unas aureolas verdes de luz<br />

que, al desprenderse de su cuerpo, crecían como<br />

si se dispersaran. Tardé un buen rato en entender<br />

que eso era telequinesis.<br />

Luego de la muerte de Lucas, —cosa que cuento<br />

en otra página o novela, ya no recuerdo—Petra<br />

dijo haber comprado a Miguelito en redes, es un<br />

dios rata de la India. Para perderle el miedo, hace<br />

rato que le llamo Migue.<br />

Miguelito hablaba conmigo sin sonido alguno.<br />

—¿Para qué me decís eso? ¿Vos creés que no te<br />

conozco? Yo te publiqué cuando nadie te daba<br />

pelota, huevón.<br />

—Bueno, es que mis creaciones a veces<br />

confabulan demasiado. Me parece que <strong>trama</strong>n un<br />

golpe de Estado. Ese sujeto, Déxter, es un<br />

carnicero. En la de menos, me zafa la tabla y se<br />

queda él con la autoría.<br />

Aparte, todo salió mal. Vos no me publicaste.<br />

Tuve que robar un camión de chanchos y<br />

venderlo para publicar Malanga.<br />

—¿Te han dicho que sós el más patético de<br />

todos los monos?<br />

—Ajá, ¿y…?<br />

296


—Nada, que no podés perder la perspectiva de<br />

que vos estás fuera de la historia. Cada vez que<br />

entrás a averiguar la vida de otros, la cagás.<br />

Sembrás la histeria y distorsionás su ecosistema.<br />

Dejálos ser. Si Déxter pensase matarte, va y te<br />

<strong>del</strong>ata y no te salva ni el Padre Pío.<br />

—Ah, vos también seguís con mi joda sobre la<br />

gallinicidad, ¿no? Estás lucrando de mi estupidez,<br />

cabrón.<br />

—¡Qué bueno saber que me pagarás algo! —<br />

dice el ratón Miguelito, reencarnación lacaniana<br />

de Lucas Lucifer... — Que yo sepa de Malanga<br />

no me llegó ni un peso…<br />

—Seguro lo deposité en tu cuenta y no recuerdo<br />

¿Cómo vas a reclamarme algo si por rata casi<br />

quebrás la editorial? Si no aparece Petra, nos<br />

vamos al carajo.<br />

—Petra también es un síntoma, cabrón. Tomáte<br />

los antidepresivos y volvé a la realidad. Lo que he<br />

querido hacerte ver es que en Déxter tal vez has<br />

creado un elemento destructor. Tenéle cuidado a<br />

cualquier puñalada. Si él decide destruirte, no lo<br />

detenés ni cerrando de repente el relato. ¿Está<br />

claro?<br />

—Me alegra saber que los otros son los malos,<br />

297


¿sabés? Toda esa escoria narrativa nada tiene<br />

que ver conmigo. Soy un ente purificado, de otra<br />

dimensión.<br />

—Lo que pasa es que los seres humanos<br />

tenemos mucho de caricatura. Ni mejor, ni peor<br />

que nadie.Ni siquiera menos peligroso. ¿Acaso<br />

las palabras no son armas? En tu caso, dejarte<br />

escribir es como darle una metralleta a un<br />

chimpancé. Una desgracia.<br />

—Mirá, Lucas/Miguelito. Te estás pasando.<br />

Mejor dejáte de joder la vida y ayudá con la<br />

suerte. Necesito que estas carajadas se<br />

estructuren bien y que le dejen al lector algo más<br />

que tiempo perdido.<br />

Y a mí, las deudas en cero. ¿Vos sabés que a<br />

veces se me quiere quebrar la voluntad y mandar<br />

los escritos al mercado internacional, donde tanta<br />

basura se publica? Ya decía Quevedo: “Poderoso<br />

caballero es don Dinero”.<br />

Miguelito no me respeta en nada y se suelta con<br />

la misma crueldad que lo hacía el finado Lucas.<br />

Estoy seguro de que ese muñeco no es comprado<br />

en la red: Petra lo hizo con las cenizas <strong>del</strong> Luci.<br />

—Sós el rey de los jetones. Vos mandás eso a<br />

cualquier parte y te demandan por cochino. Tu<br />

escritura disfraza de humor las cosas que, en lo<br />

cotidiano, queremos que sean invisibles. Decíme<br />

298


de qué sirve eso. Mejor dormíte a fondo, cómo te<br />

gusta. Como si cayeras en un pozo negro donde<br />

la penumbra nunca cesa. Tal vez hallés en el<br />

sueño el sentido de las cosas.<br />

En ese mismo instante, la luminosidad amarilla<br />

de Miguelito cesa y se apaga. Lo siguiente es<br />

penumbra húmeda propia de un lugar inhabitado,<br />

casi diría que inexistente.<br />

Ha dado en el clavo con decir sueño. Allí<br />

mismo, en el sillón de visitas de la oficina de<br />

Petra, caigo como un ladrillo.<br />

Al poco rato, estoy roncando a puro gruñido.<br />

Cosa de la rinitis, babosos.<br />

299


UN MITO QUE SE MARCHA A<br />

CORRER MUNDO<br />

—Venga acá, don Pedro. Tenemos que hablar.<br />

Siéntese.<br />

—Dígame, don Jorge.<br />

—Luis, traénos dos Gallinero.<br />

Algo me veía venir. Son malas noticias.<br />

—<strong>La</strong> gente cree que usted es pésimo cantante.<br />

No podemos sostenerlo acá.<br />

Doña Aurora, la cocinera, paraba la oreja<br />

mientras fingía que limpiaba la barra.<br />

—Pues su local siempre está lleno.<br />

—Es por la comida; usted lo sabe.<br />

—Pero me va a liquidar con todos mis derechos.<br />

—¿Derechos…? Usted no es empleado mío. Si<br />

quiere, se dedica a cuidar coches en el patio, a la<br />

libre, para que no se muera de hambre.<br />

Tipo maldito este Koki. Ya casi tres años que<br />

soy la estrella <strong>del</strong> lugar y ahora me sale con esto.<br />

Si pudiese tomar venganza, lo haría. Lo que pasa<br />

es que no vale la pena purgar cárcel por cortarle<br />

el pescuezo.<br />

301


302<br />

—¿Usted ha oído hablar de Luis Miguel?<br />

—El carajillo de moda, sí.<br />

—Pues fíjese que un intelectual mexicano, muy<br />

prestigiado, lo acusa de no saber vocalizar.<br />

Imagínese lo que diría de usted. De hecho, tengo<br />

tres clientes que han empezado a sufrir de<br />

insomnio. No me han dicho que sea por venir a<br />

escucharle, pero empiezo a sospechar.<br />

—Mire, Jorge. Yo sé de mi oficio y usted <strong>del</strong><br />

suyo. No creo que pueda entender de arte alguno.<br />

Vamos a hacer esto: déme sesenta mil pesos, de<br />

aquí a quince días o lo llevo al Ministerio de<br />

Trabajo, y acaso más…<br />

—¿Quién se ha creído, Pedro? Ya sabe dónde<br />

está la puerta. Ni se le ocurra asomarse.<br />

Estoy fregado. Sé que este desgraciado es<br />

amigo de un diputado. Si me meto contra él, no<br />

me darán pelota. Lo mejor es que guarde mis<br />

coletos y me largue. Antes, me llevaré algo para<br />

el camino.<br />

—Voy a recoger mis cosas. No olvide que<br />

vendré a cobrar y hablo en serio.<br />

Me levanté y dejé a medio consumir la cerveza.<br />

Por el espejo, pude mirar a doña Aurora y a<br />

Luisillo algo compungidos y cuchicheando, en el<br />

fondo. Recogí la chaqueta y la cerveza y cuatro


olsas de papas tostadas. Los perros movieron al<br />

unísono las colas cuando pasé junto a ellos. Quise<br />

dar un portazo, pero las puertas estaban trabadas<br />

con candado al marco de la pared.<br />

Me fui rumiando venganza y convencido de<br />

tener que migrar a México, porque el talento<br />

nacional acá siempre es menospreciado.<br />

Debería cambiar de nombre y de estilo. Allá es<br />

ley tener rancheras en el repertorio. Y<br />

conseguirme un par de ponchos.<br />

Antes, si logro elucubrar algo, tomaré<br />

venganza.<br />

303


ISABEL, QUE NUNCA SALE DEL<br />

POZO<br />

“<strong>La</strong> verdad, mi economía es un desastre. Sigo con<br />

las tarjetas al tope, pagando una con la otra, y<br />

estirando el estilo de vida. Me parece que es una<br />

inversión que, tarde o temprano, dará frutos. Ya<br />

quiero yo salir de esa oficina <strong>del</strong> viejo acosador<br />

de mi jefe y, entonces, lo voy a denunciar. Por<br />

ahora, las condiciones y las facturas mandan.<br />

Ni yo pienso casarme ni Nico me lo propone.<br />

Mi mamá está incómoda con esa relación y se<br />

huele que algo sucio trae entre manos. Otra<br />

familia, no. Es que tiene muchos intereses y<br />

alguno de ellos, peligroso.<br />

Procuro llevarme muy bien con Noemi. Es claro<br />

que ella tiene el poder y yo elijo la función de<br />

acólita, pero es el contacto que necesito.<br />

Ya sea que su marido logre la candidatura y la<br />

presidencia, o nada más le den un hueso de<br />

ministro, todo en Malanga es asunto de palancas.<br />

Por eso gasto en ropa, en un carro bien cuidado,<br />

en el spa, en el gym. Es decir, me rozo<br />

convenientemente.<br />

Hablando de ella, ¡qué papel le toca! Ser mujer<br />

de un presuntuoso es el precio de medrar. Ella no<br />

es culta, pero es aparente. Y a cambio, soporta las<br />

305


orracheras de Policarpo y su total infi<strong>del</strong>idad. Lo<br />

peor, en su propia cara. El tipo se limita a darle<br />

pretextos de trabajo, sin que llegue a interesarle<br />

un pepino que su mujer le crea.<br />

Ella dice que un bofetón no es violencia. Que a<br />

veces ella hace algo malo y se merece una<br />

bofetada. Yo imagino que quién agrede no se<br />

detiene en la mejilla, pero nadie salva a otro de su<br />

infierno.<br />

¿Cómo arrastrar a un resignado si él opone su<br />

peso de forma equivocada?<br />

A veces, me siento fatigada. Eso que no estoy<br />

vieja, pero llevar una vida que todos los días tiene<br />

algo que hacer —entre el trabajo y la vida<br />

social— saca canas verdes. Amanece y uno, para<br />

despegarse de la cama, necesita despegarse con<br />

una espátula.<br />

Ojo, ya todo Malanga sabe <strong>del</strong> narrador, ese<br />

<strong>del</strong>incuente. Primero nos llegó el rumor de que<br />

nos había difamado a futuro. Eso nunca lo<br />

entendimos, pero nos daba la pista de su mala<br />

voluntad. Parece que anda tejiendo destinos a<br />

capricho o eso cree él. Es un irresponsable que<br />

vive de desacreditarlo todo: a las personas, la<br />

ciudad, nuestra identidad.<br />

No sé cuál es su nombre, solamente que es un<br />

orate. Cualquiera sabe que las máscaras en la<br />

306


sociedad son necesarias. A nadie le importa quién<br />

soy, sino quién represento ser. Esas<br />

codificaciones son las que permiten establecer<br />

aliados y enemigos. Y también traidores.<br />

Alejandra anunció, hace unos días, la existencia<br />

<strong>del</strong> narrador en <strong>La</strong> batalla de la moral. Lo<br />

conminó a dar la cara y de ninguna manera dio<br />

respuesta. Entiendo que piensa agarrarlo como<br />

tema hasta torcerle el brazo, ya sea encarándolo o<br />

denigrándolo.<br />

Ojo por ojo. Porque eso es lo que ese infeliz nos<br />

hace a todos los ciudadanos. Ya escuché que a<br />

todos nos mete en el desmadre y en el <strong>del</strong>ito.<br />

Todos somos cascos ligeros y todos nos<br />

vendemos y apuñalamos, con tanto fervor que<br />

esto es una contentera.<br />

Ahora, debo dejar claro que Alejandra es<br />

peligrosa. Es dogmática y un tanto tonta. O es su<br />

papel. Así son los dueños de la moral: cajoneros,<br />

cuadrados. Yo me pregunto si ese rol lo escoge<br />

por convicción o porque tuerce brazos y deja<br />

dinero señalar la mierda en el otro. En todos los<br />

otros.<br />

Afortunadamente, las instituciones nacionales<br />

son, entre sí, complacientes. Casi nunca veremos<br />

una voz como la <strong>del</strong> narrador que le levanta los<br />

chingos a la historia malanga para dejarnos a<br />

307


todos en ridículo ejercer desde los puestos de<br />

poder. Tal parece que algunos mundos, como el<br />

de las ciencias sociales, muchas veces tienen más<br />

de vida chic que de profundidad.<br />

Lo digo porque eso es lo que pasa a cada rato en<br />

mi trabajo. Auditorios llenos, canapés,<br />

champagne y profesionales que, como yo, estiran<br />

su ingreso para vestir bien y verse exitosos.<br />

Algunos hasta creen pertenecer a la clase política,<br />

pero no debemos engañarnos tanto: estamos en la<br />

periferia y somos el servicio.<br />

Nada más.<br />

Yo creo que esto está por estallar. Quizás sea<br />

porque el referéndum sobre libre comercio está<br />

tomando color de hormiga. Hay acoso laboral,<br />

estigma, disensos que se resuelven en insultos y<br />

un par de veces, en balazos.<br />

Por eso digo que el narrador es un maldito y no<br />

ayuda. Me di cuenta de que, de mí, habla pestes.<br />

Casi que me acusa de facilona, de frívola y de<br />

mano ligera. Ya quisiera yo que Nico lo ponga en<br />

su lugar. O lo haremos entre todos”.<br />

—Má, préstame plata para cargar diésel. No<br />

encuentro mi tarjeta.<br />

308


OTRO ELEMENTO SOCIAL QUE<br />

SE APUNTA EN LA VENGANZA<br />

Yorki fue de los primeros en escuchar el<br />

descontento que rodeaba al viejo chancero. No<br />

obstante, se resistía a creer que ese viejo, tan<br />

chusma como él, fuese capaz de articular una<br />

<strong>trama</strong> de mentiras que estaba pringando de drogas<br />

e ilícito a medio mundo.<br />

Cuando pasó por el bar de Koki, Ale estaba en<br />

la barra despachándose un burrito y los últimos<br />

sorbos de una Gallinero. Mientras compraba<br />

cigarros sueltos oyó decir:<br />

—Vas a ver que le corrigen la plana. A ese<br />

chismoso lo paran hoy.<br />

Luego, en la calle, conforme transaba por los<br />

barrios, supo la hora exacta y lugar de la<br />

intervención que le harían a Porky. Tampoco<br />

prestó atención demasiada a esto, pero el dato se<br />

le quedó cruzado en la cabeza.<br />

Cuando llegó al destartalado hogar, sus<br />

hermanos aún no regresaban. Durmió un ratito y,<br />

tan pronto se incorporó <strong>del</strong> muladar que era su<br />

cama, fue a lavarse la cara. Dos veces. Y se<br />

encajó encima un chorro de colonia barata hasta<br />

empapar su camisa.<br />

309


Al salir, recogió de la mesita de la sala una<br />

cuchilla hechiza, de las que el grupo familiar<br />

utiliza para trabajar. <strong>La</strong> escondió bajo el cinturón.<br />

Cuando llegó la hora, estaba mirando<br />

ventanales en el centro comercial más grande de<br />

los barrios <strong>del</strong> sur. Como nadie pagó por la pauta,<br />

averigüen ustedes cuál es: ése donde siempre hay<br />

coches tachados y dueños que bufan de la<br />

frustración.<br />

Dejó pasar veinte minutos y a pie se dirigió al<br />

Parque de las Semillas Yermas con el paso<br />

acelerado que era su impronta. Se dobló<br />

ligeramente un tobillo contra una de tantas aceras<br />

quebradas, pero mantuvo el paso.<br />

El Parque de las Semillas Yermas es un puto<br />

planché de concreto todo quebradizo y lleno de<br />

zacatillo que nace entre las grietas. Así que el<br />

nombre pomposo sólo hace referencia a un lugar<br />

olvidado, otro más de los que en la ciudad<br />

abundan. Está a unos meses de ser un lote baldío.<br />

Cuando Yorki llegó al lugar, había una<br />

multitud. Quizá cincuenta o hasta cien personas.<br />

Algunas con máscaras o capirotes, otras<br />

desprotegidas. Todas pateando y golpeando en<br />

torno a algo que no alcanza a ver.<br />

Yorki vio un par de viejas que lloraban sobre la<br />

acera, sentadas al borde <strong>del</strong> caño. Luego levantó<br />

310


la cabeza, contagiado por la vorágine <strong>del</strong><br />

momento y mientras se abría paso, ni siquiera se<br />

puso a valorar que destruiría a un mensajero clave<br />

en su negocio.<br />

Supo capear los movimientos endógenos de la<br />

turba y llegar hasta la víctima. Dejó que la inercia<br />

le llevase junto a él. Sacó la cuchilla y le pegó dos<br />

filazos en el vientre.<br />

—Me libro <strong>del</strong> vicio y de vos— susurró.<br />

<strong>La</strong> mano estaba ensangrentada, pero le fue fácil<br />

limpiarse el exceso sobre la ropa de otros<br />

agresores enardecidos. Luego regreso a casa; se<br />

quedó despierto y esperó las noticias.<br />

Sus hermanos regresaron al hogar antes de que<br />

pasaran el suceso, minutos antes de medianoche.<br />

—<strong>La</strong> gente está loca— les dijo. Malanga está<br />

llena de salvajes.<br />

311


LA EJECUTIVA DAMA DE LAS<br />

PELUCAS<br />

—Lo tenemos— me dijo una voz anónima. Cruza<br />

el Parque de las Semillas Yermas todos los días a<br />

las ocho de la noche. Estoy hay que resolverlo<br />

entre todos. Vamos a pararlo esta misma noche.<br />

Por unos minutos tuve un frío que me calaba<br />

hondo. Pensé en el desastre que dejan a su paso<br />

las hordas airadas, las hogueras. Sin embargo,<br />

uno no se escapa de esas cosas. <strong>La</strong> deslealtad te<br />

convierte en la siguiente víctima.<br />

Además, me estaba dañando el prestigio en<br />

serio. Ya había gente en la calle que comentaba<br />

en los cafetines que yo me dedicaba al chantaje,<br />

que le cubría trapos sucios a mis clientes, que<br />

tenía más de lo que merecía.<br />

Es decir, me acusaban de enriquecimiento<br />

ilícito, pero aún nadie ponía la denuncia.<br />

—Yo no puedo ir, pero mandaré un par de<br />

chavalos— recuerdo que dije. Y se me vino el<br />

hielo que he contado. Tuve que tragarme un<br />

whisky doble para que el alma me regresara al<br />

cuerpo.<br />

Recordé que, a la mañana siguiente, <strong>La</strong> batalla<br />

de la moral tendría como invitado a don<br />

313


Policarpo, ya para ese momento, mi amigo. Venía<br />

a promover su plan de reforma <strong>del</strong> Estado y a<br />

desplegar su consabida retahíla sobre ética. Yo no<br />

tenía nada preparado, pero sería fácil dejarlo<br />

discurrir sobre lo que le diera en gana. Me<br />

limitaría a darle algunos pies para que escogiera<br />

el camino que le fuese agradable.<br />

Don Poli estaba en campaña. Siempre lo estuvo.<br />

De hecho, no sólo me pagaba la cuota de silencio,<br />

sino me regalaba relojes y cuadros como<br />

agradecimiento por ser su relacionista pública no<br />

oficial.<br />

Iba a acostarme temprano para llegar<br />

descansada. No obstante, el televisor se quedó<br />

encendido todavía. Yo duermo, no con música de<br />

fondo, sino con pelis de acción que, aunque no las<br />

mire, me relajan.<br />

Pasaban el noticiero de las diez cuando me<br />

desperté para orinar.<br />

Había ocurrido el primer linchamiento.<br />

Pensamos que habíamos asegurado de alguna<br />

forma la paz.<br />

314


EL CIELO ES ROJO DE<br />

MADRUGADA<br />

Aún no amanece, pero contra el fondo de la<br />

noche, las llamas <strong>del</strong> fuego son un espectáculo<br />

impresionante. Para algunos, aterrador. En mi<br />

caso, me resulta estimulante. He visto varios<br />

hombres que ametrallan la fachada de Ranas<br />

Rojas sin razón alguna y también, a uno de ellos,<br />

derramar combustible en las zonas de madera.<br />

Luego, ha prendido un trozo de manta que hace<br />

arrojar sobre el territorio.<br />

El resultado es esto. En dieciocho minutos,<br />

Ranas Rojas no va más y su dueño es llevado de<br />

emergencia al Hospital de la Luna. Tiene varias<br />

quemaduras de segundo grado en los brazos y ha<br />

inhalado bastante humo, pero saldrá con vida de<br />

este trance.<br />

Afortunadamente, se dice que el local tiene<br />

seguro.<br />

Eso creíamos. Porque ninguna corporación va a<br />

pagar un seguro a narcotraficantes. Se ha<br />

encontrado en el lugar, tras un puñado de cajas de<br />

cerveza, múltiples cajas de polvo blanco con el<br />

logo <strong>del</strong> sombrerito con gafas. A más de uno se le<br />

ha paradoel pelo de pensar que este buen hombre<br />

fuese el cabecilla de una red de peligro.<br />

315


Algunos quieren embarrar al señor diputado<br />

Pocalengua, que solía socializar acá. Se<br />

equivocan, el famoso Jefe venía por jovencitas o<br />

chicas de oficio. Se pegó varias borracheras, eso<br />

sí. No obstante, andaba con su cuerpo de<br />

seguridad y su<br />

chofer, quienes —un par de veces, lo menos—<br />

ؙlosacaron en andas y sin sentido para tirarlo, aún<br />

maltrecho, frente a las hermosas piernas de doña<br />

Noemi, en las alfombras, junto al sofá.<br />

Ella lo dejaba pernoctar allí y, al día siguiente,<br />

no le dirigía la palabra. Cosas de códigos de<br />

venganza.<br />

No hay mucho que decir. Se nos ha derrumbado<br />

un ídolo, un hombre trabajador que se hizo a sí<br />

mismo.<br />

Los rumores ya andan ligando esto con la<br />

aprobación <strong>del</strong> TLC, pero no es cierto. <strong>La</strong> rabia<br />

que dejó ese oprobio es mucho más extensa, pero<br />

más discreta e imborrable.<br />

Lo que pasa acá es que posiblemente en la droga<br />

haya demasiada competencia.<br />

Ellos juegan al exterminio mutuamente.<br />

No se extrañe, lector, de encontrar que nos<br />

vamos pareciendo a esos Estados fallidos, donde<br />

316


día a día el sicariato se vuelve profesión de<br />

jóvenes.<br />

317


LOS ANTIHÉROES DIALOGAN<br />

EN LA NIEBLA DEL DESPACHO<br />

—Se nos fue la mano, Poli. Había que mandar el<br />

mensaje sin llegar a dejar a la policía<br />

alborotada— Ale, a pierna cruzada frente al<br />

escritorio de Poli.<br />

—<strong>La</strong> cagamos, Ale. Ahora van a decir que<br />

andan paramilitares por acá y van a buscar en<br />

todo lado. Ya sabés, de esto nunca hablamos.<br />

—Pues yo creo que Porky era el de los chismes,<br />

el que nos estaba jodiendo la vida. Ha sido una<br />

medida profiláctica—. Noemi, que está mirando<br />

desde el balcón hacia la calle lateral <strong>del</strong><br />

Congreso, donde van subiendo manifestantes.<br />

—Hoy me tocan los toros— dice Policarpo—.<br />

Me toca salir a vacilarlos un rato. Ahora, al<br />

mediodía bajo a sosegarlos.<br />

<strong>La</strong> conserje anda con su plumero sacudiendo el<br />

polvo de todo el mobiliario, pero esto no les<br />

preocupa. Los tres acostumbran mirar a la<br />

servidumbre despectivamente y, por lo tanto, no<br />

les resulta amenaza.<br />

—Ya he decidido pedirle a la diputada<br />

Aguacate que vote el TLC a favor. Eso terminará<br />

con esta payasada. Por ahora les diré que, cuando<br />

319


yo sea presidente, renegociamos todo. Casi que<br />

un total chantaje, ¿no?<br />

—Así me gusta. Sacar provecho de cada<br />

pellizco, pescar en la zozobra. Hay que saber leer<br />

los tiempos que corren. Por cierto, qué cagada<br />

para todos: nos quedamos sin chancero. Hay que<br />

regar la bola a ver quién viene.<br />

—Yo creo que todavía nos faltan sacrificios. No<br />

hay que dejar huella que nos meta en problemas.<br />

Luego cambiaremos la logística totalmente.<br />

Por cierto, no fui yo quien ordenó quemar Ranas<br />

Rojas. Si allí había algo que borrar, no lo había<br />

pensado todavía.<br />

—Oye, ¿no tenés por ahí papitas tostadas de<br />

nuestro patrocinador? — Ale, toda sonrisa, tan de<br />

costumbre malvada mujer de negocios,<br />

aprovecha el fin de esta secuencia para meter el<br />

spot.<br />

320


EL JOVEN FELIPE NO SABE DE<br />

QUÉ HABLA<br />

El mismo fin de semana que mataron a palos a ese<br />

chancero apodado Porky fue el referéndum <strong>del</strong><br />

TLC. Nos apostábamos los guías a las orillas de<br />

los centros de votación para que los fiscales nos<br />

diesen datos. Nos sentíamos victoriosos, aunque<br />

yo no pude votar porque me faltaba un año para<br />

la mayoría de edad.<br />

Iba, supuestamente, ganando el No. Durante<br />

semanas, los dirigentes hicieron reuniones<br />

comunales, activismo, mítines, tocaron puerta por<br />

puerta, se desvelaron. Creímos que la gente había<br />

entendido y nos sentíamos identificados en el<br />

entorno.<br />

Además, la mayoría de miembros de mesa de<br />

nuestro movimiento nos daba cifras alentadoras.<br />

En muchas mesas, barríamos por veinte o<br />

cuarenta votos. No obstante, en mesas donde no<br />

alcanzamos a tener fiscal, la cosa se presentaba<br />

distinta. Por ejemplo, trescientos votos para el Sí;<br />

para nosotros, diez.<br />

No obstante, sabíamos que el gran<br />

empresariado se había quitado la máscara y<br />

apelaba a técnicas fascistas. Desde la amenaza de<br />

perder el empleo, cuyo summum era entrar en<br />

321


listas negras, a la hostilidad entre familiares y<br />

entre el vecindario. <strong>La</strong> idea central parecía<br />

resumirse en “si no estás conmigo, eres mi<br />

enemigo”.<br />

Es decir, ya éramos otros. El resentimiento<br />

contenido, al fin se concretaba. Se odiaba a los<br />

<strong>del</strong> otro partido. Se odiaba al que opinaba. Todo<br />

disenso era comunista en un país donde la<br />

oligarquía nos adoctrinó para odiar el<br />

pensamiento social. Algunas veces, a un militante<br />

<strong>del</strong> No se le negaba la atención en los comercios,<br />

cuyos dueños eran estos ficticios demócratas.<br />

Recuerdo que hubo hasta un documento que<br />

comentaban azorados mis padres, un tal<br />

memorándum. Gente de la casta que, asesorada<br />

por sus satélites, enunciaba una estrategia de<br />

manipulación colectiva vía miedo. No sé quién la<br />

filtró, pero dio la vuelta por todas partes.<br />

Era un decálogo de cómo mentir y arrinconar.<br />

<strong>La</strong> premisa era no dejar nada a la suerte ni al<br />

sentido común de los ciudadanos. Bombardeo por<br />

todas partes, como Guernica. De eso se encargaba<br />

doña Alejandra y su programa y casi todo el<br />

periodismo malanguense.<br />

Yo creo que, por eso, como un pretexto, algunos<br />

inventaron la existencia de un tal narrador. Yo no<br />

le he visto: es nada más un rumor que corre.<br />

322


<strong>La</strong> cosa es que se salieron con la suya. Casi a la<br />

medianoche, llegó el dato: el Sí tenía un punto y<br />

pico de ventaja. Muchos lloramos y otros nos<br />

emborrachamos con rabia.<br />

Nuestra dirigencia, en un alarde de ingenuidad,<br />

decía que esperásemos. Que todavía faltaba que<br />

se votara en el Congreso. Yo sabía que allí todos<br />

ponen la mano y si la mojan, sirven. Más de un<br />

diputado llega, cuando es electo, en carreta y,<br />

cuando parte, va en carroza.<br />

Eso no lo explican ni los cuentos de hadas.<br />

Ah, y lo peor de esta estúpida jornada cívica:<br />

nos quedó naturalizado el odio. Ahora lo lucimos<br />

por las calles como un perro faldero.<br />

Yo no quiero tomar partido. No veo qué se gana<br />

que no sea estar en las listas negras.<br />

Le voy a pedir que me deje al margen de esta<br />

historia. Si le hago caso a Ud. y me junto con<br />

activistas, me quedo sin chance de nada.<br />

En cambio, espere y verá: voy a ser profesional<br />

y jefe, quizá ministro.<br />

Me guardé todo comentario para no herirlo. Tan<br />

joven este sujeto y desencantado. Será que ha<br />

descubierto que esta sociedad, cuando se le caen<br />

las máscaras, es crueldad pura. <strong>La</strong> barbarie nunca<br />

323


se fue con la llegada de la civilización: solamente<br />

fue maquillaje.<br />

No he querido decirle al carajillo que más<br />

a<strong>del</strong>ante caerá en el bote por pillo y asesino. Es<br />

que es muy duro lo de conocer el futuro. Me he<br />

limitado a decirle que tenga suerte.<br />

Soy un cínico sin remedio.<br />

324


UN FINAL SALPICADO EN<br />

LODOS ROJOS


LLEGANDO A LA ZONA DE<br />

CONFORT<br />

Hemos acordado con Petra financiar con la plata<br />

de Cultura las colecciones pendientes de Comas<br />

Negras. Entretanto voy escribiendo mis obras,<br />

jinetearemos ese fondo para sacar algunas obras<br />

de feminismos, que se venden bien. <strong>La</strong> editorial<br />

me pagará 18 % por derechos de autor y una cuota<br />

mensual <strong>del</strong> préstamo con un interés anual <strong>del</strong><br />

diez por ciento.<br />

Yo estimo que viviré varios años todavía, por lo<br />

cual no me preocupa el estiramiento de la deuda.<br />

Lo veré como un dinero accesorio para ir<br />

viviendo. Y como plus, año con año tendré un<br />

tomo nuevo de mis libros en circulación.<br />

A los dos nos conviene. Eso dinamiza los<br />

dineros, los pone a producir. Ella se quita de<br />

encima a autores majaderos, que pretenden ser<br />

publicados sin poner un peso.<br />

Ni que esto fuese la caridad.<br />

Ha sido gracias a la maña de Isidro que hemos<br />

logrado la aprobación <strong>del</strong> presupuesto para mis<br />

obras. Me ha dado las pautas para llenar el<br />

formulario <strong>del</strong> proyecto qué decir, cuánto<br />

327


extenderme, cómo planificar. Es que Pelapapas<br />

vive de estos subsidios desde años ya.<br />

Para él, es pan comido.<br />

Por cierto, ni se nota la ausencia de Lucas a<br />

estas alturas. He escuchado el rumor de que lo ha<br />

fulminado un cáncer de páncreas en pocas<br />

semanas. No pienso comprobarlo.<br />

<strong>La</strong> cárcel es un lugar que nunca piso.<br />

¿Qué se habrá hecho su socio, el recordado<br />

Eduardo Callejas? Se hizo humo. Tan pronto fue<br />

detenido nuestro editor demoníaco, seguramente<br />

se habrá sentido desligado de responsabilidades<br />

—era uña y carne con el otro— y se largó.<br />

Me recuerda a Rodolfo Cerdeño, quien años<br />

atrás dejó abandonada su utopía literaria para irse<br />

a sembrar maíz o mota, no lo sé, en una montañita<br />

de su país.<br />

El asunto es que todo va cuadrando. Petra se ha<br />

puesto plancha nueva de dientes y hasta se ve con<br />

otra condición social. Yo diría que podría pasar<br />

por profesora universitaria o socia <strong>del</strong> country.<br />

Espero que no se esté pasando por las verijas mi<br />

dinero.<br />

Bueno, el <strong>del</strong> Estado, pero ahora es mío.<br />

328


POLICARPO EN EL CUARTO DE<br />

MÁSCARAS<br />

El TLC se pegó en el Congreso. Falta un voto. No<br />

quiero darlo porque sería <strong>del</strong>atarme: un suicidio<br />

electoral. Sin embargo, el tiempo se acaba y la<br />

izquierda, que me cree uno de ellos, me apalanca<br />

para resistir.<br />

Si me paga la Embajada o el gran capital por<br />

jugar sucio, es cosa mía. Eso no saldrá jamás a la<br />

luz porque no existe: sin evidencias, al que abra<br />

la boca, lo demando. Pero me siento entrampado<br />

en un papel que va contra mi credo. Salgo a la<br />

opinión pública a hablar de ética, privilegios de<br />

los empleados públicos, denuncias, etc. Soy una<br />

caja de sorpresas ante los medios, pero en<br />

realidad, un títere cansado.<br />

El esfuerzo de esta negociación es enorme. Son<br />

cientos de chavalos jalando parejo con la directriz<br />

<strong>del</strong> encargado de negocios <strong>del</strong> norte. Debo<br />

admitir que la agenda es más de ellos que nuestra.<br />

Al final, nos vamos a volver colonia y miles de<br />

negocios malanguenses se irán a la mierda para<br />

que se instalen prósperamente las<br />

transnacionales.<br />

Ya se vio el fenómeno de la venta de las grandes<br />

panificadoras y de la quiebra de algunas. Fue con<br />

329


otro tratado semejante con economías mucho más<br />

poderosas que la nuestra. Antes conseguías veinte<br />

marcas de pan de molde. Ahora hay tres y dos de<br />

ellas son foráneas.<br />

Uno tiene claro eso. No voy a dejarme ir<br />

sentimentalmente. Soy neoliberal, lo mío es la<br />

eficiencia y la eficacia. Es decir, la ganancia <strong>del</strong><br />

productor. Todo lo demás es anécdota.<br />

Tendré que sacar mi as. Hay una diputada de la<br />

juventud que estaba preparando como mi<br />

sucesora en el rol de quintacolumnista en los<br />

movimientos sociales. Lo siento mucho, pero<br />

tendré que sacrificarla. Le daré instrucciones para<br />

que se deje de pendejadas y de repente quiebre el<br />

voto. Eso no le arruinará la carrera. En Malanga,<br />

cambiarse de partido es tan normal como<br />

mudarse la ropa interior.<br />

Supongo que eso costará unos pesos, pero la<br />

embajada <strong>del</strong> imperio puede pagar facturillas.<br />

Cinco millones, diez: no saldrán de mi buchaca.<br />

Lo único que me preocupa es cómo seguir en<br />

boga: lograr que los sectores sociales sigan<br />

creyendo que soy su abanderado. Aplicaré lo de<br />

la navaja de Ockham: la solución fácil. No haré<br />

nada, pero llenaré de palabras la televisión, la<br />

radio, la prensa. Seguiré con mi cháchara crítica,<br />

aunque por dentro, la deteste.<br />

330


“Yo no fui” es la manera más eficaz de<br />

exculparse.<br />

Al rato y las elecciones que vienen, sean las de<br />

mi triunfo.<br />

331


EL IMPOSTOR QUE ANDA POR<br />

DENTRO<br />

En sus horas libres, Déxter repasa sus colecciones<br />

de apuntes, las fotos que toma, los datos de los<br />

sujetos que retrata. Donde encuentra un vacío,<br />

imagina. Donde no hay conexión, la inventa.<br />

Luego saca el mataburros, que abre para<br />

verificar ciertas cosas. Tiene un chorro de errores<br />

que, poco a poco, corrige. Se pregunta cómo<br />

escribiría el narrador determinada <strong>trama</strong>.<br />

Y trata de imitarlo.<br />

En una de ésas, posiblemente decida que<br />

alguien me asesine. Creo que eso fue lo que pasó<br />

con Porky. El imbécil de Déxter pensó que la<br />

ubicuidad <strong>del</strong> vendedor lo hacía el enlace de las<br />

historias, su testigo. Ha intuido que ése era yo y<br />

se equivoca: porque yo muto, soy incorpóreo, me<br />

disfrazo y soy fugaz.<br />

Podría disfrazarme de pared, si me da la gana.<br />

Podría ser un observador en la mente de los otros<br />

y acaso lo he sido.<br />

Lo que no queda claro es cuántas veces la mano<br />

de Déxter ha interferido este texto para que sea lo<br />

que no es.<br />

333


Lo que uno hace es dejar que el azar derive, pero<br />

con cotas. Si ve el caos venir, interviene. <strong>La</strong><br />

incertidumbre puede retorcer los relatos con<br />

resultado desconocido.<br />

Sin embargo, sé muy bien lo que espero de esta<br />

<strong>trama</strong>: preguntas.<br />

334


LA OSADÍA DE ALEJANDRA<br />

ARENAS<br />

Al Policarpo lo tengo por los huevos, casi. Tengo<br />

datos de cómo opera su red en casi todas las<br />

etapas. Han comprado una fábrica en quiebra para<br />

legitimar el dinero. <strong>La</strong> mercancía sale siempre de<br />

noche, pero las modalidades de viaje son<br />

infinitas. En cajas de frutas, de macarrones, en<br />

camiones madereros. Siempre cambian de ruta.<br />

Los que caen y salen en la prensa no son de su<br />

red; son competidores.<br />

Lo que me viene a sugerir que en puestos de<br />

decisión <strong>del</strong> Gobierno ha de haber contactos.<br />

Alguien les da el visto bueno o les avisa <strong>del</strong><br />

camino despejado. Es posible que hasta los<br />

proteja y haga operativos para dejar un corredor<br />

libre para que ellos nunca pierdan. Los seis<br />

milloncitos que le he pedido se quedan cortos.<br />

Esto vale oro.<br />

Me apena la Noemi con su rollo de querer<br />

ascender. Como si no tuviese ya todo lo que<br />

necesita: autos, mansión, fincas, cabinas y hasta<br />

un yate (que todavía no conozco porque no ha<br />

habido chance para que me invite).<br />

Ella sabe que todo tiene un precio. Salir de la<br />

nada, de una barriada <strong>del</strong> sur, para venir a<br />

335


codearse con la gente más frívola le exige a<br />

cambio estar a la par de un orangután, como lo es<br />

su marido. Los escasos episodios de violencia<br />

doméstica —según cuenta ella— los acepta con<br />

un rango de piedad absurdo.<br />

Además, estoy segura de que ella no posee<br />

mayor fe: lo que sucede es que le viene bien el<br />

discurso religioso para tapar su naturaleza de<br />

agazapada, mosca muerta.<br />

He creído ver miradas lascivas de su chofer para<br />

con ella, pero yo, en eso de la seducción, paso de<br />

largo. Lo que no creo es que nunca le haya<br />

encajado los cuernos al marido. Un tipo que la<br />

trata como la mierda y que aparece en casa a<br />

deshoras o no llega. No puedo creerle cuando<br />

dice que no le guarda rencor.<br />

Respecto a esta jovencita, Isabel, no sé bien qué<br />

anda haciendo por acá. Parece que es novia de un<br />

asistente <strong>del</strong> Pocalengua. Mejor dicho, de un<br />

esbirro. Porque en la oficina de este diputado<br />

trabajan seres ignominiosos, que tienen doble<br />

vida; una de ellas en el bajo mundo.<br />

Posiblemente, el diputado, que ya no puede negar<br />

que esta viejo, se esté volviendo celoso, lo cual<br />

me parecería inocuo.<br />

El problema sería otro: que esté tratando de<br />

saber cuánta información es capaz de hacer<br />

336


pública Noemi en nuestras conversaciones.<br />

Cuántas pistas revela, incluso anécdotas. Ya a<br />

estas alturas estará enterado de que le he marcado<br />

la cancha y que pongo los datos bajo llave.<br />

Uno de sus hombres de la oficina estuvo preso<br />

por robo agravado. No hace más de tres años<br />

quedó en libertad. Es posible, creo yo, que esté<br />

vinculado con la muerte de dos ladronzuelos de<br />

apellido Valverde, que acribillaron el mes<br />

anterior en los callejones de barrio Garrobo.<br />

<strong>La</strong> verdad, todo el mundo sabe que tengo plata.<br />

Este oficio deja mucho si se sabe trabajarlo. Yo<br />

no debería meterme en esta aventura porque<br />

sobrepasa los esquemas <strong>del</strong> territorio de la<br />

tranquilidad.<br />

Pero me satisface. Es que soy profesional y eso<br />

me hace sentirlo. Además, si Policarpo es una<br />

mina, ¿para qué clausurarla? Mi ambición es<br />

recompensada en doble vía: prestigio informativo<br />

y dinero efectivo.<br />

Claro, hay que invertir a tiempo. Tendré que<br />

jugármela un poquito si quiero sacarle dinero a<br />

Policarpo sin que me mande un matón. O hacerle<br />

favores. <strong>La</strong> semana entrante lo entrevisto y voy a<br />

jugar con él ese rollo de futuro presidente. Una<br />

cosa por otra: él urge de relaciones públicas. Yo<br />

le blanqueo la imagen y todos ganamos hoy. Uno<br />

337


sabe que esto es un hormiguero, y cualquier día<br />

amanece la ciudad en ruinas.<br />

Será entonces cuando cada uno regrese a su<br />

pueblo, amo y señor de todo lo que haya logrado<br />

usurpar.<br />

“A trabajar, las vacas”, decía un candidato.<br />

Algo así.<br />

—Lorena, cotíceme, por favor, servicios de<br />

seguridad privada. Que sean dos custodios,<br />

veinticuatro horas.<br />

A ver si me sirve.<br />

338


UNO TIENE QUE FIJARSE EN<br />

PARADIGMAS<br />

—Ya en serio, José Luis. Van meses que no pegás<br />

ningún contrato y eso de ser supervisor o maestro<br />

de obras para una corporación no nos alcanza<br />

bien. A veces, no puedo comprar ni el mínimo de<br />

cremas y medicamentos que necesito para mi<br />

salud.<br />

—Tenés que entender que ese empleo es lo que<br />

nos da cierto status. El carro es de la compañía y<br />

tiene cuatro años y es de buen ver. Es como si me<br />

pagasen en especie.<br />

—Se me ocurre que deberíamos cometer un<br />

robo, un chantaje. Como la periodista ésa,<br />

Arenas. Ayer me topé a un sujeto que jura que<br />

Ale es una pécora y que tapando información<br />

sucia es que ha levantado cabeza.<br />

—Decime quién es y lo mato: nadie habla así de<br />

una paladina de la patria.<br />

—¿De dónde has sacado esa palabreja?<br />

—No lo tengo claro. Alguien me la incrustó en<br />

la jupa. Incluso creo saber que en treinta o<br />

cuarenta años estará en boga eso de corromper el<br />

lenguaje como herramienta de visibilización.<br />

339


Debo haberlo leído en Selecciones o en alguna<br />

putada similar.<br />

—Pues suena pendejo. No volvás a usar esas<br />

desinencias. ¿Te das cuenta de que no<br />

evolucionamos? Ocho años de matrimonio y<br />

sesenta metros cuadrados. El carro es ajeno, la<br />

hipoteca es nuestra y faltan doce años.<br />

Deberíamos seguir el ejemplo de ésa.<br />

—Elena, vos creés que es cierto lo de la<br />

periodista.<br />

—<strong>La</strong> he escuchado con calma y es<br />

contradictoria. Lo que dice hoy, lo desdice<br />

mañana y siempre apela a los valores patrios. Yo<br />

no tengo claro que defienda valor alguno. Me<br />

parece que tiene precio. Escuché alguna vez de<br />

gente así. Investigan los trapos de una compañía<br />

y luego les dicen: “si no compran publicidad,<br />

ventilamos el tema”. Y ya está: caen los cheques.<br />

Ya van a dar mi novela, dejáme verla. Vos<br />

podés irte a meter unas cervezas a Ranas Rojas.<br />

—Mirá que la sala está sucia. El sábado íbamos<br />

a invitar a tus viejos. Supongo que todavía querés<br />

celebrar el cumpleaños a tu madre—. Chepe mira<br />

sus propios calcetines sucios en el suelo, al borde<br />

<strong>del</strong> sofá. El cenicero, desbordado de colillas<br />

mentoladas, junto a un paquete verde de<br />

340


cigarrillos baratos—. Algún día pagaremos<br />

sirvienta.<br />

—Resuelvo el desorden mañana temprano.<br />

Cortá el diálogo que Carlos José hoy va a<br />

descubrir que su amada, Luciana Felipa, es su<br />

hermana gemela. Han sido separados al nacer<br />

porque su mamá se tiró <strong>del</strong> sexto piso <strong>del</strong> hospital<br />

por una depresión posparto y a Lu le quedan<br />

diecinueve minutos de vida porque tiene un<br />

enfisema nivel cuatro. Algo así. No me jodás por<br />

ahora.<br />

José Luis no se hace de rogar. Se encaja un<br />

pulóver y sale tranquilo. Está un tanto maldito de<br />

que le toquen a su angelita, Alejandra Arenas.<br />

Percibe que ha usado esa mierda <strong>del</strong> lenguaje<br />

inclusivo un par de veces y contra su voluntad.<br />

Será que sufre de dislexia, piensa. Y se preocupa.<br />

Aunque el portazo esté pasado de tono.<br />

341


COMO LAS OROPÉNDOLAS,<br />

COLGANDO<br />

—Hemos estado de gira, don Poli y yo, por la<br />

zona sur. Nada de comunidades y política, no:<br />

atender sus negocios. Este señor se mueve sobre<br />

el fuego, como el profeta Daniel. Quién sabe qué<br />

santo o maleficio lo protege que nadie lo toca. Es<br />

más: creo que nadie se le atraviesa sin que pague<br />

por ello.<br />

—<strong>La</strong> semana pasada me enteré de que<br />

encontraron en el Bosque de las Orquídeas,<br />

parque nacional, en una zona de permanente<br />

llovizna, un bulto suspendido de las ramas altas<br />

de un guácimo. De lejos, parecía un nido de<br />

enormes oropéndolas. Cuando lo bajaron,<br />

encontraron a una pareja, ambos como de treinta<br />

y cinco años, envueltos en, en un rollo entero de<br />

papel de estraza y forrados con cinta adhesiva.<br />

—No seás tonto, Koki. Ya se sabe que eso no<br />

ocurre porque sí: son señales que manda el<br />

crimen organizado. Yo hubiese estado tranquilo a<br />

pesar de ese espectáculo. Los cuerpos tenían<br />

enormes hematomas y fracturas y cuchilladas en<br />

el rostro. Eso implica que actuaron con saña, ¿no?<br />

Ha crecido mucho tu negocio. Ese cantante, sin<br />

embargo, el de los fines de semana, es espantoso.<br />

343


¿No habrás pensado en traer algún pianista?<br />

¿Son muy caros? Es que al tipo le falta carisma.<br />

Y a veces se queda dundo, como en Marte. Para<br />

mí que está chiflis.<br />

Bueno, Koki. Ahora que no hay nadie todavía,<br />

te cuento. Hace un mes tuve un choque con una<br />

muchacha insolente porque me descuidé para<br />

contestar el celular. Destrocé el búmper de su<br />

coche y los focos <strong>del</strong> mío. Me ha querido hacer<br />

un montón de matariles y yo, para evitarla, le hice<br />

ver que el carro tiene inmunidad, que nada podía<br />

hacer.<br />

Se limitó a preguntarme el nombre y a apuntar<br />

mi placa. Yo me di por satisfecho con ver que se<br />

apartaba <strong>del</strong> camino.<br />

Pues no. Ese fin de semana me cayó el marido<br />

a la Asamblea. Que iría a la prensa, que haría un<br />

escándalo. Que le diera, por lo menos, seiscientos<br />

cincuenta mil pesos.<br />

A Jefe le dio cólera. Lo mandó a la mierda. En<br />

tres minutos, sus asistentes sacaban al tipo a<br />

empujones. Y luego, la Seguridad <strong>del</strong> Congreso,<br />

a patadas.<br />

Días después, Ale —tu clienta periodista, sé que<br />

viene bastante— le contó a Poli que un fulano de<br />

X nombre la contactó para decirle de la<br />

inmoralidad que es la inmunidad de los<br />

344


congresistas. Incluso recordó que, en los ochenta,<br />

un legislador de Puerto Humo dio muerte con su<br />

carro a un adolescente y no pagó un peso.<br />

Ni siquiera fue a tribunales.<br />

Ale no le dio pelota y le dijo que a ella no le<br />

interesan los chismes. Como insistió, terminó por<br />

mandarlo a paseo y colgó.<br />

—Con esos cuentos, das sueño. Deberías<br />

montar una guardería. ¿Hay más?<br />

—Evidente que hay más. Esa pareja es la que<br />

encontraron en el Parque Nacional Bosque de <strong>La</strong>s<br />

Orquídeas. Yo sospecho <strong>del</strong> par de cabrones que<br />

tiene mi jefe para el trabajo sucio. Si los ves,<br />

visten impecables, como si fuesen abogados, pero<br />

son capaces de todo.<br />

—Igual que los abogados—, dice Koki.<br />

—Tan peligrosos como ellos— sentencia el<br />

chofer de Poli.<br />

345


PEQUEÑO DIÁLOGO DE<br />

EJECUTIVOS<br />

—¿Te diste cuenta de lo que hizo nuestro espía?<br />

Su mujer chocó el carro contra el Range de Poli y<br />

el imbécil, en lugar de dejar todo quieto para<br />

mantener distancia, le fue a reclamar al despacho.<br />

Quería buena plata… — Mario se afloja la<br />

corbata mientras sostiene el auricular apoyado<br />

entre el hombro y el cuello.<br />

—No le dés bola. Sé que hace esfuerzos para<br />

revolcar el cieno. Eso nos dará réditos pronto. Lo<br />

de hacer el almacén es la zanahoria para azuzar al<br />

caballo. Si nos llega a hacer falta, buscamos a un<br />

arqui titulado y que tenga manchitas de<br />

expediente. Alguien como nosotros—, la voz es<br />

de Erasmo, no hay duda.<br />

—Como tu alma, cabrón. Yo soy un tipo que<br />

cuida de mantenerse a resguardo. Un ejemplo de<br />

vida.<br />

—Deberías poner una secta, pendejo. Dejáme y<br />

le hablo al José Luis para que sea prudente. No<br />

nos vaya a arrastrar con su ineptitud.<br />

—Me parece que ya es tarde. Debemos tomar<br />

decisiones duras. Así trabaja esto. Vos lo<br />

enredaste, vos lo desarmás. El cómo, ni idea.<br />

347


Y cuelga. Saca de su saco, que cuelga <strong>del</strong><br />

respaldo <strong>del</strong> sillón ejecutivo, una bolsita llena de<br />

coca, una onza. Derrama un poquitín en la mesa<br />

y con la ayuda de una regla de madera, algo<br />

deteriorada, se pone a dibujar una inocente rayita<br />

blanca.<br />

De pronto, siente nostalgia por su vieja maestra<br />

<strong>del</strong> kínder, pero no logra visualizar su rostro y su<br />

nombre, mucho menos.<br />

348


MEA CULPA<br />

Se me a<strong>del</strong>antó ese hijo de vecino. <strong>La</strong> idea era<br />

terminar la novela efectivamente con el incendio<br />

de Ranas Rojas, pero nunca con drogas y<br />

basureando al legendario docente. Tuve que<br />

destruir unas cuantas cuartillas porque Déxter<br />

pretendía hacer pasar el bar por una bodega <strong>del</strong><br />

narco para que pareciese que, ante la amenaza de<br />

un pronto allanamiento, Jorge Rojas o sus<br />

enemigos habrían decidido acabar con todo.<br />

Véase que no soy el que escupe sobre los<br />

personajes. Hasta ahora he considerado a Jorge<br />

como un hombre de negocios con mucho dinero<br />

y escasas posesiones. Tiene la casita paterna,<br />

ubicada en un barrio sencillo, y nunca hizo cómo<br />

repararla. Tiene el terreno que le vendieron<br />

desconocidos al margen de una carretera que<br />

nadie planificó. Compró un rumor. Este error lo<br />

cargó por años. Dormía sedado con todo:<br />

pastillas, hojas, té, relajantes.<br />

Aun así, construyó allí un precario que lo volvió<br />

más rico. Tenía un ayudante que se encargaba de<br />

cobrar los alquileres. Él le daba un diez por ciento<br />

y la mejor de las casitas <strong>del</strong> asentamiento. Ni por<br />

broma se daba la vuelta por la zona y nadie sabía<br />

que Koki fuese el amo.<br />

349


No es cierto que estuviese tan comprometido<br />

con Policarpo como para guardarle droga. Se<br />

limitaba a otorgarle un saloncito privado grande,<br />

un reservado y, en cambio, el Pocalengua hacía<br />

unos facturones de puta madre que a veces<br />

pagaba con la caja chica <strong>del</strong> despacho. Luego<br />

justificaría el gasto como representación,<br />

dependiendo de qué tan limpio fuese el prestigio<br />

de sus invitados.<br />

El salón turístico no murió por los<br />

levantamientos contra el TLC. Ocurre que<br />

Malanga está educada en la pasividad como<br />

valor. Su población es hartamente pusilánime: se<br />

queja, pero soporta. Al contrario, gusta de señalar<br />

al que protesta como un peligro social.<br />

Una verdadera canallada sería achacar el<br />

incendio <strong>del</strong> bar al rencor de Pedro Rey Lizard. A<br />

esa hora llevaba 16 horas acampando afuera de<br />

una televisora local para inscribirse en el<br />

concurso de talentos que lo catapultaría al éxito.<br />

Si digo esto, es porque después de dos noches a<br />

la intemperie, logró audicionar y durante los<br />

siguientes seis meses fue estrella <strong>del</strong> concurso<br />

que lo catapultó fuera <strong>del</strong> país.<br />

Y salió vencedor.<br />

Un premio en efectivo, no gran cosa, y la<br />

promesa de brillar en la industria <strong>del</strong> canto. Esto<br />

350


contrasta con su suerte definitiva pues al llegar a<br />

México, donde debía capacitarse, nadie supo<br />

darle santo y seña de sus contactos y terminó por<br />

entrar al mundo <strong>del</strong> espectáculo por la puerta de<br />

servicio: como conserje.<br />

Una pena, digo yo. Capaz que era un<br />

incomprendido: me costaba mucho entender su<br />

dicción hasta cuando conversaba.<br />

Es una joda ese Déxter. Ha hecho decidir mal al<br />

querido Koki. Fíjense que el rol original<br />

establecía que el cantinero, en un repentino<br />

ataque de esquizofrenia, se levantaba una<br />

medianoche, cansado de todo y pirómano.<br />

Derramaba las garrafas de combustible de ley,<br />

como en las pelis, se quedaba llorando un ratito,<br />

y luego con parsimonia encendía la cocina. Unos<br />

minutos después, cuando la cocina se saliera de<br />

control, todito se iba al carajo.<br />

Y Koki se marchaba al olvido: luego de llegar<br />

al aeropuerto con la intención de radicarse en<br />

España, moría de muerte natural ese mismo día,<br />

como ya escribí al inicio de esta <strong>trama</strong>, minutos<br />

antes de abordar su vuelo. Era una idea honorable<br />

para sacarlo de escena, pero la verdad yo nunca<br />

vi el cadáver. Si hay algo sucio acá, viene pues de<br />

otro coleto.<br />

351


Petra dice que eso <strong>del</strong> ghostwriter es cosa de mi<br />

paranoia, que Déxter no existe más allá de mi<br />

doble moral. Eso, sin embargo, no lo acepto.<br />

Yo, por ejemplo, soy incapaz de escribir una<br />

escena como la de la pareja colgada de los árboles<br />

como un gran nido de oropéndolas. Quién me<br />

conozca, sabrá que, si veo una mosca, abro la<br />

ventana para que circule. Esto no se ve ni en las<br />

historias <strong>del</strong> maldito fiambre, Walt.<br />

¿Ven? Yo pensaba una catarsis, un cierre de<br />

espectáculo donde todo se fuera a la mierda y<br />

Jorge saliese ileso: sano y con su imagen de<br />

hombre trabajador, que hizo su fortuna sudando a<br />

chorros y sin polvos prohibidos.<br />

En cambio, este cabrón, el Déxter, que anda<br />

babeando tras Petra para hacer de mí el fantasma,<br />

ha maleado partes estratégicas de la novela para<br />

hacer de un drama, tragedia. Y de la comedia, un<br />

purgante.<br />

Malanga no es real, en tanto yo tampoco lo soy.<br />

Hemos sido una ficción integral que pretendía ser<br />

un espejo, pero posiblemente fracase porque tal<br />

vez no queremos ver las zonas dañadas que<br />

atravesamos en lo cotidiano.<br />

Suponiendo que Déxter sea mi otro yo, anda<br />

suelto e impune. El narrador, supongo, lo llamará<br />

352


a cuentas, tan pronto pueda. No se trata de dejar<br />

la insidia libre por el mundo.<br />

Confieso que estoy impregnado de carroña. Lo<br />

que consideraba sucio, ahora me parece un<br />

recurso de urgencia.<br />

Apunte aparte, la muerte de José Luis y su<br />

esposa, no se me puede achacar. Sin duda, se le<br />

metieron al tren al tratar de arrancarle plata a ese<br />

viejo. Si la decisión de su muerte fue mía, la<br />

escenografía <strong>del</strong> horror fue escrita por mi sombra.<br />

Repito, no soy mejor que Ale ni que Policarpo.<br />

Lo que pasa es que competir en tiempos<br />

modernos implica ser un salvaje. Todo el bagaje<br />

moral, que algunos de nosotros asumimos,<br />

funciona como lastre: nos detiene.<br />

Insisto, los personajes nunca acaban de<br />

liberarse. Tengo pena de todos ellos porque son<br />

el producto de la pugna entre Déxter y yo.<br />

Cuando decido dejar uno de ellos a la libre,<br />

también lo estoy abandonando, para que otra voz<br />

narrativa desguace su vida.<br />

Se me ocurre que lo mismo pasa con la<br />

condición humana: liberarse es algo que no<br />

sucede, pero se resiste con ahínco.<br />

Yo voy a cobijarme en aquello que dice que la<br />

realidad única no existe: existen las percepciones.<br />

353


Pilatos era un maestro de los tiempos modernos.<br />

Yo, su discípulo.<br />

fin<br />

354


<strong>La</strong> <strong>trama</strong> <strong>del</strong> <strong>camaleón</strong><br />

A MODO DE ACERCAMIENTO AL HECHO<br />

LITERARIO .................................................................... i<br />

SALUTACIÓN AL LECTOR ....................................... v<br />

ALGUNOS ACTORES SATÉLITES ........................... 8<br />

FOTOGRAFÍA DE UN HOMBRE DE BARRIO ... 1<br />

COMAS NEGRAS, S.R.L. ....................................... 11<br />

LA PLAZA DEL VIEJO EXPRESIDENTE ......... 15<br />

CUANDO LAS HORAS SE ALARGAN ............... 23<br />

DIGAMOS QUE PORKY ES DE LA CASA ........ 33<br />

RONDA DE SERES AMAÑADOS ............................ 37<br />

ENTRETELONES ................................................... 39<br />

HABLA LA QUE NUNCA MUERE ...................... 41<br />

YO COLABORO CON EL SEÑOR DIPUTADO A<br />

CUALQUIER HORA .............................................. 45<br />

JOSÉ LUIS SE QUEDA EN TIERRA ................... 49<br />

COSTA DEL LODO/PLAYA HUMO ................... 55<br />

INNOMINADO VISTE DE TRAJE ....................... 59<br />

PEQUEÑOS INCIDENTES QUE UN SOPLÓN<br />

ANOTA EN SU LIBRETA ...................................... 61<br />

PORMENORES DE LA FAMILIA CABALLERO<br />

.................................................................................... 65<br />

PETRA CONSTRUYE SU REDECILLA DE<br />

PODER ...................................................................... 69<br />

UNO SE INFORMA EN LAS MAÑANAS ............ 71<br />

SEPA EL LECTOR CON QUÉ RASTRILLO SE<br />

RASCA .......................................................................... 77


JOSÉ LUIS, DEVORADOR DE PAPAS<br />

TOSTADAS .............................................................. 87<br />

LOS TRES HERMANOS QUE SE HICIERON A<br />

SÍ MISMOS .............................................................. 93<br />

CUANDO SE EXTRAVIÓ RAMÍREZ .................. 95<br />

COSAS QUE PASAN CON UNA CABEZA DE<br />

CERDO ................................................................... 101<br />

VÍSPERAS DE NAUFRAGIO, AGUAS CALMAS<br />

.................................................................................. 105<br />

CUALQUIER DÍA, UN GOLPE TE CAMBIA LA<br />

VIDA........................................................................ 111<br />

ESOS DÍAS DE EQUIVOCADO MISTICISMO117<br />

EL CADÁVER EN FUGA ..................................... 123<br />

MI LUCHA POR EL PODER CON EL<br />

GHOSTWRITER ................................................... 127<br />

EL PELIGROSO POCALENGUA, NUESTRO<br />

AMIGO ................................................................... 131<br />

REDES DE MUTUA VIGILANCIA ........................ 117<br />

REY LIZARD TIENE OTRA METAMORFOSIS<br />

.................................................................................. 141<br />

OTROS TONTOS QUE SUMAN EN LA TRAMA<br />

.................................................................................. 145<br />

ACÁ PLANIFICAMOS A CABALLITO ............ 151<br />

EL ARTE DE SORTEAR LA SUERTE DEL<br />

ENTORNO .............................................................. 153<br />

CÓMO BLANQUEAR LA MUERTE DE UN<br />

CADÁVER SALIDO DE UNA DIGRESIÓN<br />

APENAS PERDONABLE ..................................... 159<br />

COMPRAR CARNADA TIENE SU CIENCIA .. 163


MODUS OPERANDI: MENDIGAR CON<br />

ELEGANCIA .......................................................... 167<br />

UNO SALE CONTAMINADO DE MALAS IDEAS<br />

.................................................................................. 171<br />

APOLOGÍA DE LA SOSPECHA O ALGO SE<br />

PUDRE SIEMPRE EN EL TERRITORIO DE<br />

MALANGA ................................................................. 171<br />

EL NARRADOR EXTRAVÍA SU ÉTICA, PERO<br />

TAMPOCO LA ESTÁ BUSCANDO .................... 181<br />

COSTA DEL LODO, VIDA DIFÍCIL ................. 185<br />

SÁBADO DE TARDE CLARA ............................ 189<br />

LA FATIGA DE SER DETALLISTA .................. 191<br />

LAUDATORIO POR MERCEDES ..................... 195<br />

CUANDO LA DAMA DE LAS PELUCAS SE<br />

INTERPUSO EN EL CAMINO ............................ 205<br />

LOS AMOS DE LA VIGILIA MORAL .............. 209<br />

EL GERMEN DE UN MILAGRO TECNO DEL<br />

SIGLO XXI ............................................................. 215<br />

RAMÍREZ Y LA VIRTUD DE HACERSE HUMO<br />

.................................................................................. 219<br />

PEQUEÑOS CONFLICTOS TEXTUALES ....... 223<br />

LA NOCHE NO HUELE A PELIGRO: ES<br />

POLLO FRITO ...................................................... 225<br />

LAS CERCANÍAS DEL VÓRTICE ........................ 231<br />

LO ABURRIDO DE MIRAR DE CERCA .......... 233<br />

VIVAS CONFIESA LA DESCONFIANZA EN SUS<br />

PERSONAJES ........................................................ 237<br />

LA OPORTUNIDAD LA PINTAN CALVA ....... 241


TANTO APURO POR UN SUJETO QUE NO<br />

RESPIRA ................................................................ 245<br />

TENEMOS UN ENEMIGO COMÚN Y UN<br />

CHORRO DE ENE-AMIGOS .............................. 247<br />

ES GRAN IDEA HIBERNAR EN VACACIONES<br />

.................................................................................. 251<br />

LA CRISIS DEL POLINOMIO ............................ 257<br />

LO QUE PASA CUANDO EL NARRADOR SE<br />

DEJA VER .............................................................. 263<br />

LO BUENA NOTA QUE ES ALEJANDRA<br />

ARENAS ................................................................. 269<br />

JOSÉ LUIS EN LOS PASILLOS DEL SÚPER .. 273<br />

ESTA ESCENA ES COSA DE SALVAJES ........ 277<br />

LA NECIA PREMISA DE ENTENDER EL ODIO<br />

.................................................................................. 283<br />

LA MUTUA SOSPECHA NUNCA ACABA ........... 283<br />

ESTO HUELE A SANATORIO ........................... 289<br />

CORTÁTE LA LENGUA, KOKI ......................... 293<br />

MIGUELITO ES MI GURÚ DEL<br />

SUBCONSCIENTE ................................................ 295<br />

UN MITO QUE SE MARCHA A CORRER<br />

MUNDO .................................................................. 301<br />

ISABEL, QUE NUNCA SALE DEL POZO ........ 305<br />

OTRO ELEMENTO SOCIAL QUE SE APUNTA<br />

EN LA VENGANZA .............................................. 309<br />

LA EJECUTIVA DAMA DE LAS PELUCAS .... 313<br />

EL CIELO ES ROJO DE MADRUGADA .......... 315


LOS ANTIHÉROES DIALOGAN EN LA NIEBLA<br />

DEL DESPACHO .................................................. 319<br />

EL JOVEN FELIPE NO SABE DE QUÉ HABLA<br />

.................................................................................. 321<br />

UN FINAL SALPICADO EN LODOS ROJOS ...... 319<br />

POLICARPO EN EL CUARTO DE MÁSCARAS<br />

.................................................................................. 329<br />

EL IMPOSTOR QUE ANDA POR DENTRO .... 333<br />

LA OSADÍA DE ALEJANDRA ARENAS .......... 335<br />

UNO TIENE QUE FIJARSE EN PARADIGMAS<br />

.................................................................................. 339<br />

COMO LAS OROPÉNDOLAS, COLGANDO ... 343<br />

PEQUEÑO DIÁLOGO DE EJECUTIVOS ......... 347<br />

MEA CULPA .......................................................... 349