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TRANSITAR EN EL SUR
COLECTIVO ANDINXS
de esa comunidad universitaria. Esta situación me marcó
profundamente y quedó grabada en mí para siempre. Al
elegir estudiar Historia, decidí que, después de cinco años, me
convertiría en historiador; así fue. Tal vez me caracterizo por
tomar decisiones que parecen radicales para la sociedad: mi
transición, mis tatuajes, mi carrera y mi vida en Bogotá. Estas
elecciones fueron fundamentales para el inicio de mi adultez y
afectaron profundamente mi salud mental.
Con el tiempo, experimenté irritabilidad y violencia,
enfrentando espacios donde fui vulnerado y lastimado. También
las relaciones tóxicas y el alcohol formaron parte de etapas que
se llevaron mucho consigo cuando desaparecieron. A pesar de
haber superado estos obstáculos gracias a las duras lecciones
aprendidas en mis vagabundeos por Bogotá, los recuerdos
permanecen: la llaga del trauma, el silencio y la soledad siguen
siendo parte de mí.
Durante mis primeros años en Bogotá, ignoré mi identidad
de género como un mecanismo de defensa para seguir adelante,
pero esta alternativa solo intensificó mi ansiedad, depresión y
estrés generalizado. Estas consecuencias se vieron exacerbadas
por antecedentes familiares paternos relacionados con lo que
ellos llaman “nerviosismo”, que yo denominaría ansiedad, así
como por el alcoholismo presente entre los hombres de mi
familia.
A pesar de esto, debo reconocer el papel fundamental que jugó
la familia de mi madre, Dary Díaz, quien me brindó su apoyo y
me enseñó casi todas mis habilidades interpersonales. Ella ha
sido una voz de aliento constante. Gracias a su idiosincrasia
como personas tambeñas, criadas en un entorno sereno, pude
comprender que es posible vivir con mayor calma, alejándome
de la ansiedad y el estrés de la ciudad, de la universidad, de la
discriminación.
Después de hablar con Jerónimo por videollamada mientras
él estaba en Pasto, comparé mi rol como hombre en la sociedad
al inicio de mi vida en Bogotá con el proceso que vivió Jerónimo
al comenzar su carrera como abogado y cuando era deportista
en una escuela de artes mixtas. Durante nuestra conversación,
compartimos nuestras experiencias: su carrera en Derecho, su
relación con el alcohol y cómo todo esto lo vivió desde Pasto.
Revelamos las complejidades de esos momentos cruciales en
nuestras vidas y cómo el rol de género impactó nuestra salud
mental.
Discutimos cómo las dinámicas de nuestro rol como
hombres en la sociedad impactaron diversas áreas de nuestras
vidas, influyendo en nuestro bienestar emocional y mental. En
mi caso, esto ocurrió durante la universidad, donde profundicé
en temas de género, política y geografía, elementos que me
ayudaron a enfrentar y reconocer mi propio pasado.
Durante esos años, vivía atrapado en el día a día, sumido en
la depresión, el estrés y la ira. Me preguntaba constantemente
por qué me sentía así, por qué ignoraba mi pasado y vivía
en piloto automático. Ahora, siento que esa lucha ha sido un
constante hilo en mi vida, atravesando mis experiencias, mis
pensamientos y la forma en que me relaciono con los demás.
Reflexionar sobre mi identidad de género se convirtió en
una medusa que devoraba mi mente. Me sumergí en el deseo de
entender las razones detrás de mis emociones, enfrentándome
a un proceso doloroso y catártico de reconciliación con mi
identidad. Asumir mi cispassing en la sociedad, identificándome
como AFAN, como un “king” o como un anarquista del género,
también implicó un sentimiento de traición. Me sentía traidor
a la masculinidad por no cumplir con ciertos estándares de
virilidad y a la feminidad porque renuncié a ella, transformándola
a través de procesos corporales que impactaron mi ser.
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