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TRANSITAR EN EL SUR: Historias de siete hombres del Nariño andino

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TRANSITAR EN EL SUR

COLECTIVO ANDINXS

Decidí frenar mi desarrollo como mujer mediante el uso de

hormonas que inhiben la acción de las hormonas femeninas en

mi cuerpo, aquellas responsables de la menstruación y de otros

efectos característicos de la feminidad: la distribución de la

grasa, la voz, la textura del cabello, la piel y la ausencia de bello

facial o corporal exuberante. Traicionar mi propia feminidad

fue una decisión consciente. Detuve ese proceso de crecimiento

porque sentía que era necesario dejar de ser percibido como

mujer lo más pronto posible.

Mi cuerpo nunca llegó a ser el de una mujer adulta. Las

únicas veces que menstrué fueron quizás durante uno o dos

años, momentos marcados por el sufrimiento y la incomodidad.

Después, decidí detenerlo de inmediato, sin contemplar las

consecuencias. Como resultado, la distribución de mi grasa no

se desarrolló como lo haría en una mujer adulta, en una Loren

que nunca fui y nunca seré, aquella que la sociedad esperaba

de mí. Someterme a esos tratamientos desde temprano fue mi

renuncia a la feminidad, el inicio de mi tránsito hacia lo que soy

hoy.

En esos años, mi mente se negaba a abordar el malestar que

surgía de la decisión de transitar, aunque eso no significaba que

quisiera dejar de ser trans. Si lo hiciera, ¿significaría que estaba

equivocado? ¿Que siempre lo estuve? ¿Que dejaría de ser trans?

Si no lo digo, ¿soy más cis? ¿Soy más hombre? No mencionarlo

me proporcionaba una sensación de seguridad y privacidad

en mi vida profesional, pero también me obligaba a revelar mi

verdadero ser solo en los espacios más íntimos. Temía que los

demás no comprendieran la totalidad de mi historia y que, en

lugar de encontrar apoyo, me enfrentara a la transfobia.

Ahora lo veo de manera diferente. He llegado a concluir que

hablar de mi historia no borrará mi experiencia como hombre,

sino que reconocerá mi historia como Loren, quien también

soy. Además, reconozco que he superado la transfobia, incluso

siendo más joven, vulnerable e inexperto, como en mis primeros

años en Bogotá. Estoy en un lugar diferente, donde puedo

decidir compartir mi experiencia para desahogarme y calmar

mi mente. Quiero recordar que ese viaje, que se intensificó en la

universidad, puede llevar menos peso, donde ya no importen las

preguntas sin respuesta y donde pueda hablar desde mi verdad.

Jerónimo es mi ejemplo y siempre lo ha sido. Lo llevo en

mi corazón como un hombre que ha desafiado el sistema,

compartiendo su vida con una esposa que también es una mujer

trans, rompiendo los roles de género en nuestra ciudad, Pasto.

Su amor, un amor trans, es una apuesta política que me ha

inspirado profundamente. Encontrar a Jerónimo en Nariño me

ha dado fuerzas ya que al compararlo con mi propia historia,

encuentro similitudes que me reconfortan. Por ello, tener

una conversación con él fue realmente conmovedor; aquí me

permito compartir nuestro diálogo, marcado por la emoción y

la reivindicación de nuestras experiencias.

Desde un lugar formal, Jerónimo es abogado especializado

en Derecho Penal y Derecho Constitucional, además de ser

activista. En nuestra conversación, hacemos una crítica al

sistema binario sexo-género y nos proponemos reflexionar

sobre el patriarcado y el machismo que nos rodean.

Nuestro interés por los Estudios de Género nos une, y

creemos firmemente en la importancia de posicionar las

epistemologías locales. Consideramos que la deconstrucción

de nuestro rol de género es esencial para proponer nuevas

perspectivas de masculinidad, especialmente en lo que respecta

a las masculinidades trans desde el Sur global. Esta búsqueda de

transformación no es solo una cuestión académica; es un viaje

emocional y personal que nos invita a cuestionar y reimaginar

nuestras identidades y el mundo en el que habitamos.

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