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TRANSITAR EN EL SUR
COLECTIVO ANDINXS
Decidí frenar mi desarrollo como mujer mediante el uso de
hormonas que inhiben la acción de las hormonas femeninas en
mi cuerpo, aquellas responsables de la menstruación y de otros
efectos característicos de la feminidad: la distribución de la
grasa, la voz, la textura del cabello, la piel y la ausencia de bello
facial o corporal exuberante. Traicionar mi propia feminidad
fue una decisión consciente. Detuve ese proceso de crecimiento
porque sentía que era necesario dejar de ser percibido como
mujer lo más pronto posible.
Mi cuerpo nunca llegó a ser el de una mujer adulta. Las
únicas veces que menstrué fueron quizás durante uno o dos
años, momentos marcados por el sufrimiento y la incomodidad.
Después, decidí detenerlo de inmediato, sin contemplar las
consecuencias. Como resultado, la distribución de mi grasa no
se desarrolló como lo haría en una mujer adulta, en una Loren
que nunca fui y nunca seré, aquella que la sociedad esperaba
de mí. Someterme a esos tratamientos desde temprano fue mi
renuncia a la feminidad, el inicio de mi tránsito hacia lo que soy
hoy.
En esos años, mi mente se negaba a abordar el malestar que
surgía de la decisión de transitar, aunque eso no significaba que
quisiera dejar de ser trans. Si lo hiciera, ¿significaría que estaba
equivocado? ¿Que siempre lo estuve? ¿Que dejaría de ser trans?
Si no lo digo, ¿soy más cis? ¿Soy más hombre? No mencionarlo
me proporcionaba una sensación de seguridad y privacidad
en mi vida profesional, pero también me obligaba a revelar mi
verdadero ser solo en los espacios más íntimos. Temía que los
demás no comprendieran la totalidad de mi historia y que, en
lugar de encontrar apoyo, me enfrentara a la transfobia.
Ahora lo veo de manera diferente. He llegado a concluir que
hablar de mi historia no borrará mi experiencia como hombre,
sino que reconocerá mi historia como Loren, quien también
soy. Además, reconozco que he superado la transfobia, incluso
siendo más joven, vulnerable e inexperto, como en mis primeros
años en Bogotá. Estoy en un lugar diferente, donde puedo
decidir compartir mi experiencia para desahogarme y calmar
mi mente. Quiero recordar que ese viaje, que se intensificó en la
universidad, puede llevar menos peso, donde ya no importen las
preguntas sin respuesta y donde pueda hablar desde mi verdad.
Jerónimo es mi ejemplo y siempre lo ha sido. Lo llevo en
mi corazón como un hombre que ha desafiado el sistema,
compartiendo su vida con una esposa que también es una mujer
trans, rompiendo los roles de género en nuestra ciudad, Pasto.
Su amor, un amor trans, es una apuesta política que me ha
inspirado profundamente. Encontrar a Jerónimo en Nariño me
ha dado fuerzas ya que al compararlo con mi propia historia,
encuentro similitudes que me reconfortan. Por ello, tener
una conversación con él fue realmente conmovedor; aquí me
permito compartir nuestro diálogo, marcado por la emoción y
la reivindicación de nuestras experiencias.
Desde un lugar formal, Jerónimo es abogado especializado
en Derecho Penal y Derecho Constitucional, además de ser
activista. En nuestra conversación, hacemos una crítica al
sistema binario sexo-género y nos proponemos reflexionar
sobre el patriarcado y el machismo que nos rodean.
Nuestro interés por los Estudios de Género nos une, y
creemos firmemente en la importancia de posicionar las
epistemologías locales. Consideramos que la deconstrucción
de nuestro rol de género es esencial para proponer nuevas
perspectivas de masculinidad, especialmente en lo que respecta
a las masculinidades trans desde el Sur global. Esta búsqueda de
transformación no es solo una cuestión académica; es un viaje
emocional y personal que nos invita a cuestionar y reimaginar
nuestras identidades y el mundo en el que habitamos.
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