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TRANSITAR EN EL SUR
COLECTIVO ANDINXS
Micropolíticas king en Preciado
Preciado ilustra su crítica al sistema binario de género y su
control sobre el cuerpo de los disidentes con ejemplos históricos,
como el caso de Herculine Barbin, una persona intersexual del
siglo XIX. Las memorias de Barbin revelan la violencia médica
y social que enfrentó, un sufrimiento que, trágicamente, la
condujo al suicidio. A través de su historia, Preciado muestra
cómo las estructuras de poder pueden despojar a los individuos
de su humanidad, convirtiendo sus cuerpos en campos de
batalla donde se libran las guerras de normas y expectativas
impuestas. En este contexto, su relato resuena como un eco
de las luchas contemporáneas, recordándonos que el cuerpo,
lejos de ser un mero objeto, es un espacio de resistencia y
reivindicación.
La nueva episteme de la sexualidad que Foucault denuncia obligará
a Herculine Barbie a elegir una única identidad sexual y, por tanto,
a restablecer la coherencia de los órganos, la identidad de género
(masculino o femenino) y la identidad sexual (heterosexual o
perversa) 24 .
Esto me recuerda que mi transformación personal a través del
uso de testosterona no es simplemente física; es un viaje hacia
una nueva forma de ser en el mundo. Hoy comprendo que cada
paso en mi transición es también un acto político, un eco de las
luchas históricas de disidentes que han usado sus cuerpos como
medio de denuncia.
En la teoría de Paul B. Preciado, se sostiene que tanto la
masculinidad como la feminidad son construcciones culturales,
ficciones que, aunque artificiales, se convierten en realidades
tangibles dentro de la estructura política de la sociedad.
Paul propone que los disidentes de género transforman su
realidad política y su subjetividad a través de la intervención
performática de género, la creación de espacios políticos queer
y las prácticas de intervención hormonal, como las que se
retratan de manera autobiográfica en Testo yonqui.
Desde esta perspectiva, Preciado revela cómo los discursos
binarios de género han instituido y perpetuado la transfobia,
junto con una industria en crecimiento que busca construir
prototipos de lo masculino y lo femenino. Este fenómeno es
doble: por un lado, se institucionaliza el tránsito de género
como un proceso que debe ser normado y medido; por otro, se
invisibilizan y someten las experiencias disidentes, reforzando
el rechazo, la vulneración y la violencia contra las personas
trans. En esta danza de opuestos, el reconocimiento de nuestra
humanidad se convierte en un acto de resistencia esencial.
Como hemos mencionado, Preciado, en Testo yonqui,
denomina “principio autocobaya” al proceso de intervenir
molecularmente el cuerpo, a través, por ejemplo, del uso de
testosterona. Este proceso permite prácticas de transformación
política mediante la experimentación molecular, pero también
está sometido a la regulación del sistema binario de género,
donde las ficciones de lo femenino y lo masculino se convierten
en normas del deber ser.
Esta regulación sugiere que el sujeto disidente que anhela
ser reconocido socialmente como hombre o mujer debe
someterse a una serie de procedimientos institucionalizados
en Europa desde el siglo XIX, como el consumo de hormonas
o la realización de intervenciones quirúrgicas. En su análisis,
Preciado subraya que este modelo de transición no solo erradica
la subjetividad anterior, sino que la marginaliza, convirtiéndola
en algo que debe ser “borrado”, “curado” o “eliminado”. Esta
visión es ampliamente presente en los diagnósticos de disforia
de género y en el discurso del “cuerpo equivocado”, revelando
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