Revista Andalucía Management 2024
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“Mi negocio vuela con
OPINIÓN
33
las herramientas de
gestión adecuadas”
Rodrigo Tena Arregui
Notario y autor de “Huida de la
responsabilidad” (Deusto, 2024)
Soluciones ERP que se
adaptan a tus necesidades
Una visión
distorsionada de
la responsabilidad
sage.es
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El que el antónimo
de “responsable” sea
“irresponsable” no ayuda mucho
en esta época en la que el vicio
dominante no estriba tanto en
el defectuoso cumplimiento
de nuestras obligaciones
(tal como define la RAE este
último término) como en no
reconocer ninguna distinta de
las que resultan del sistema
que enmarca nuestra principal
actividad. Verdaderamente,
parece bastante inapropiado
calificar de irresponsables
a aquellos que cumplen
escrupulosamente la ley y
las múltiples regulaciones
aplicables, atienden fielmente
sus promesas y los pactos que
suscriben, desempeñan sus
cargos conforme a lo que se
espera de ellos, respetando
los correspondientes códigos
éticos y, salvado todo lo
anterior, ejercitan su actividad
en su propio interés, confiando
en que al hacerlo conforme
a las reglas del sistema se
generen beneficios para
todos. Sin embargo, hay que
reconocer que el actual estado
de cosas pone de manifiesto
la radical insuficiencia de este
planteamiento. El mundo está
como está no por la actuación
de los irresponsables, sino por
la particular manera en la que
los responsables enfocamos
nuestra tarea.
Esa manera alcanza a todos
los sectores de actividad, ya
sea profesional, empresarial,
funcionarial, laboral y, por
supuesto, política. El fiel
cumplimiento de los requisitos
formales y procedimentales
del correspondiente sistema
funciona como patente
de corso que legitima la
maximización del interés
individual, con resultados
poco satisfactorios, al menos
medidos en términos de interés
general. No obstante, y pese a
lo que pudiera parecer, ha sido
en el mundo de la empresa
donde se está generando un
mayor esfuerzo por superar
este planteamiento. Cada vez
son menos los que creen que
la única responsabilidad del
empresario es incrementar el
beneficio del accionista (puesto
que del resto se debería ocupar
la autoridad pública), y cada
vez más los que tiene muy
presentes los intereses de sus
stakeholders y entienden la
RSC como algo más que mero
marketing. Aun así, es necesario
ir más lejos en el cambio de
paradigma y reconocer sin
ambages que existe un orden
de la realidad que impone
obligaciones más allá de las
establecidas por la regulación
positiva y por los incentivos que
dominan cada sistema.
Están pasando cosas muy serias
en muchos países y casi siempre
el liderazgo político forma más
parte del problema que de la
solución. No solo los ciudadanos
individualmente considerados
deben dar un paso para cubrir
el vacío, sino que también las
personas jurídicas tienen un
importante papel que cumplir.
Al fin y al cabo, las empresas son
protagonistas muy relevantes
de la comunidad local, nacional
y a veces global. Benefician a
esas comunidades y también
se benefician de ellas, por lo
que su responsabilidad no
puede limitarse a la cuenta de
resultados. Afirmaba el filósofo
Hans Jonas que el imperativo
categórico de la responsabilidad
consiste en “actuar de tal
forma que los efectos de tu
acción sean compatibles con
la permanencia de una vida
auténticamente humana
sobre la tierra”. Escapar del
paradigma mental que domina
nuestra actual concepción de
la responsabilidad constituye el
primer paso para ello.