Edición impresa, sábado 23 de noviembre de 2024
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Opinión
HOY
SABADO, 23 DE NOVIEMBRE DE 2024
EDITORIAL
República
Dominicana y Haití
deben hablar y escucharse
Los gobernantes dominicanos nunca deben rehusar
acudir a una convocatoria de diálogo que hagan sus
colegas haitianos. No importa lo que haya ocurrido
en el pasado. Haití y la República Dominicana son
dos naciones que comparten una isla y están
obligadas, como se ha dicho una y otra vez, a
entenderse aunque mantengan sus diferencias y
aunque algunos historiadores y ciudadanos, de uno y
otro lado, permanezcan rumiando un pasado que los
ata, los congela y les nubla el pensamiento para
mirar el futuro con esperanza. Porque, ¿de qué otra
manera pueden existir estas dos naciones que no sea
una al lado de la otra?
El nuevo primer ministro de Haití, el
empresario Alix Didier Fils-Aimé, planteó un
diálogo “fraternal” entre Haití y República
Dominicana, propuesta que hizo en el marco de la
juramentación del nuevo ministro de la política
exterior haitiana. No había otro escenario más
adecuado para tal planteamiento. Expresa una
intención de cambio en los nexos que deben tener
los dos países.
Es verdad que la posibilidad de un diálogo luce
empedrado por las características estructurales de
ambas naciones y por las circunstancias
coyunturales que marcan la vida de Haití desde hace
varios años, recrudecidas después del asesinato del
presidente Moise y después de la presencia de
grupos pandilleros que prácticamente tienen el
control de Puerto Príncipe. Pero hay que hacer los
esfuerzos indispensables para que la conversación
pueda sostenerse y para que cada país exprese con
claridad sus puntos de vista y sus aspiraciones. Por
eso nos ha parecido un paso altamente positivo el
encuentro sostenido el miércoles, en Puerto Príncipe,
por nuestro embajador Faruk Miguel Castillo y el
ministro de Relaciones Exteriores haitiano, Jean-
Víctor Harvel Jean-Baptiste .
República Dominicana y Haití tienen muchos
intereses en común, y también dependencias mutuas.
Ambos nos necesitamos y ambos tenemos que ceder
en nuestras aspiraciones y necesidades. Hablemos,
pues, dialoguemos, escuchémonos y caminemos
juntos el trecho que tenemos que caminar.
FUNDADO EL
11 DE AGOSTO
DE 1981
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de Prensa (SIP)
Estado de derecho o
Estado fallido
“República Dominicana es un
país próspero donde las personas
viven dignamente, apegadas
a valores éticos y en el marco de
una democracia participativa
que garantiza el Estado social y
democrático de derecho y promueve
la equidad, la igualdad de
oportunidades, la justicia social,
que gestiona y aprovecha sus recursos
para desarrollarse de forma
innovadora, sostenible y territorialmente
equilibrada e integrada
y se inserta competitivamente en
la economía global”.
Así debería ser el país dentro de
cinco años; es decir, en 2030. Esta
visión fue planteada en la primera
Ley Orgánica del año 2012, con la
promulgación de la Ley 1-12 que
propuso la Estrategia Nacional
de Desarrollo (END). La estrategia
contempla ejes que, de llevarse
a cabo conforme a lo diseñado,
transformarían al país.
Los planes estratégicos son las
guías mediante las cuales se conducen
las instituciones. De no existir,
avanzaríamos sin rumbo y sin
obtener resultados medibles.
El concepto de planificación
estratégica tiene su origen en las
guerras, donde se planeaba la conquista
de territorios. Sin embargo,
en la década de 1990, desde la Universidad
de Boston y las empresas
privadas, se adoptó este enfoque
trascendiendo a las instituciones
públicas. Incluso las pequeñas
empresas comenzaron a trabajar
con planes que incluyen objetivos
a corto, mediano y largo
plazo. De los planes generales se
derivan ejes específicos, como los
contemplados en la Ley 1-12, que
define cuatro ejes fundamentales.
Sin embargo, la falta de institucionalidad
ha impedido que se avance
significativamente en ellos:
1. Estado social y democrático
de derecho.
2. Sociedad con igualdad de
derechos y oportunidades.
3. Economía territorial y sectorialmente
integrada, innovadora,
diversificada y plural.
4. Sociedad con cultura de producción
y consumo sostenible,
que gestiona con equidad y eficacia
los riesgos, protege el medio
ambiente y los recursos naturales,
y promueve una adecuada adaptación
al cambio climático.
Para construir esta visión de
país, se consultaron instituciones
públicas y privadas en una especie
de lluvia de ideas que proporcionaron
a los planificadores los insumos
necesarios para proyectar el
país que queremos hacia 2030.
Todo esto está vinculado con la
Agenda Global para el Desarrollo
Sostenible, cuya implementación
Altagracia Paulino
ha enfrentado tropiezos en América
Latina y el Caribe.
El Estado social y democrático
de derecho, tal como está definido
en la Constitución, debe fundamentarse
en los principios de
legalidad (tema
tratado en entregas anteriores),
la separación de poderes, la igualdad
ante la ley, la tutela judicial
efectiva, la transparencia y la jerarquía
de las leyes.
Si no nos apegamos a estos principios,
que también están desglosados
en la Estrategia Nacional
de Desarrollo, estaremos lejos de
construir el Estado ideal que todos
los buenos dominicanos sueñan,
inspirados en
el pensamiento de nuestros padres
fundadores.
Hay un dicho: “Cuando las barbas
de tu vecino veas arder, pon las
tuyas en remojo”. Y para muestra,
basta observar a nuestro vecino
país. Fue la primera potencia en
liberarse de la esclavitud, pero, a
pesar de ello, no ha logrado articular
un Estado funcional y hoy es
ejemplo de un Estado fallido.
Si no queremos ser degradados,
debemos redoblar los esfuerzos
para fortalecer las instituciones
que conforman el Estado. Es la
única y mejor manera de hacer realidad
el país que queremos, donde
nuestros hijos y nietos puedan
desarrollarse en libertad y en un
marco de equidad e igualdad de
oportunidades.” trabajemos por
y para la patria”.