Abanico Rodio
Abanico es la revista digital de GAUDIUM GROUP. Brindamos contenido diferente, tratamos temas de importancia mundial, entregamos a nuestros lectores conocimientos no muy fáciles de acceder y tratamos de iluminar en algo el mundo actual que vive en las tinieblas.
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Como dice el título de esta sección, vamos desde el principio. Para hacerlo, volvemos al
libro, Pablo Escobar - Más Allá de Narcos, escrito por Shaun Attwood. Attwood, en el
Capítulo 4 de su obra, habla sobre la historia de la cocaína. Basándonos en este capítulo,
hemos hecho un breve resumen para que conozcas los orígenes del problema.
Asa Candler lo compró por $2300 dólares, treinta y ocho años después, esa inversión
pasó a valer $50 millones de dólares y fue renombrada como Coca Cola. Popular entre
miembros del movimiento antialcohólico, les animaba a protestar contra el alcohol.
Lo único que te pedimos amigo lector, es que no solo leas estas líneas como historia,
como algo pasado y que no se volverá a repetir nunca. Lee, y de vez en cuando vuelve
al presente, a lo que ha venido sucediendo en Ecuador en los últimos meses, en el
problema sanitario que atravesamos, en los aconteceres actuales. Tal vez solo tengas
que cambiar los nombres de algunas personas, entidades, países, gobiernos (o no) y si
unes los puntos, te darás cuenta que el modus operandi es exactamente el mismo, es
tan igual, que da escalofríos.
Por miles de años, los nativos sudamericanos mascaban la hoja de coca, de la misma
manera que los ingleses disfrutaban del té. La hoja, combinada con un poco de una
substancia alcalina, se masticaba hasta por cuarenta y cinco minutos y el estímulo que
se recibía era muy similar al tomar café. Los habitantes de estas tierras consideraban
a la coca un regalo divino y solo la realeza y los sacerdotes podían consumirla. Al poco
tiempo, la población se dio cuenta que cortaba el apetito, incrementaba la resistencia y
curaba el mal de altura. Además, servía para propósitos medicinales y como anestésico.
En el siglo diecinueve, químicos europeos se enfocaron en las hojas de coca con la
esperanza de desarrollar nuevas drogas. Usando hojas importadas a Alemania, Albert
Niemann extrajo el alcaloide primario en 1859 y llamó a esta sustancia cristalina
cocaína. Niemann destruyó el regalo de los dioses y lo convirtió en una droga adictiva.
En 1863 llegó a Norteamérica como un ingrediente anónimo en el vino Vin Mariani.
Este vino consistía en hojas de coca molidas con vino tinto de Burdeos. En la etiqueta se
podía leer que fortificaba, refrescaba la mente y el cuerpo y ayudaba a los enfermos de
influenza. Al poco tiempo, este vino se hizo famoso a nivel mundial. Lo recomendaban
doctores, reyes, políticos, actores, escritores, líderes religiosos. Se dice que el Papa León
XIII nunca salía del Vaticano sin un Vin Mariani bajo sus ropajes.
Se convirtió en una cura milagrosa, muchos se auto administraban. La Asociación de
la Fiebre del Heno se aferró a la cocaína porque contraía los vasos sanguíneos. Muchos
remedios contra el asma contenían cocaína. Ya en 1890 estaba en todas partes. La usaba
Sherlock Holmes, los heridos de la Guerra Civil norteamericana y Sigmund Freud.
Freud publicó en 1885 un artículo titulado, Über Coca, en él decía que se podía usar
cocaína para los depresivos y los adictos a la morfina. Al mismo tiempo, Karl Koller,
un colega de Freud, experimentaba con cocaína y sacaba conclusiones sorprendentes,
convirtiéndose en una celebridad. La utilizó como anestésico para la cirugía de ojos. Tras
conocer de los buenos resultados, todos los especialistas la empezaron a usar como
anestésico. De pronto la cocaína curaba la fiebre, asma, adicciones y todas las condiciones
imaginables. Se vendía en pastillas para chupar, cigarrillos, medicamentos para la tos y
curas para el resfriado. Los bares ofrecían shots de whisky con cocaína. En Norteamérica,
su precio subió de $2,50 a $13 dólares el gramo. El principal productor, Merck, aumentó
la producción de cincuenta gramos en 1879 a treinta kilos en 1885.
A pesar de que los profesionales certificaban que la cocaína era completamente
segura, para 1885, los efectos secundarios eran evidentes, especialmente en doctores,
químicos, farmacéuticos, dentistas y sus esposas, algunas de ellas terminaron en el
manicomio. Un amigo de Freud, al que él recomendó usar cocaína para tratar su adicción
a la morfina, terminó adicto a las dos y con episodios de psicosis. Se concluyó que la
cocaína no curaba la adicción a la morfina. Un doctor predijo que se convertiría en la
tercera plaga de la humanidad, junto al alcohol y el opio.