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Labuerda • Agosto de 2008<br />
abusar de este calificativo, como<br />
señuelo para hacer más atractivo el<br />
producto.<br />
Existe una gradación de la rareza,<br />
establecida por Pedro Salvá, un<br />
librero y bibliófilo valenciano del<br />
siglo XIX, que aún se mantiene<br />
vigente: En primer lugar,<br />
figuran los libros que se<br />
sabe o se sospecha que<br />
fueron impresos, pero<br />
de los que no se conoce<br />
ningún ejemplar; siguen<br />
a continuación aquellos<br />
otros de los que existe<br />
uno o muy pocos ejemplares;<br />
vienen después<br />
los libros que sólo muy<br />
de tarde en tarde aparecen<br />
en el mercado y<br />
así sucesivamente, hasta<br />
acabar con los libros que<br />
ya no son “raros”, sino<br />
simplemente “escasos”,<br />
por corresponder a ediciones<br />
cortas o agotadas.<br />
<strong>El</strong> interés del texto<br />
Los libros antiguos no se<br />
consideran propiamente<br />
textos para leer de corrido,<br />
como si fueran una<br />
novela moderna. Aún<br />
así, el tema, la lengua en<br />
la que están escritos y su autor no<br />
son indiferentes. Al contrario que<br />
en siglos anteriores, actualmente ni<br />
las personas cultas son capaces de<br />
leer el latín y mucho menos el griego,<br />
salvo poquísimas excepciones.<br />
Por ello, siempre serán preferibles<br />
los libros en castellano (o en otro<br />
idioma que conozcamos) y de autor<br />
o tema de interés: literatura, historia<br />
universal o local, ciencias, viajes,<br />
etc. También para determinadas<br />
profesiones (médicos, abogados,<br />
arquitectos, etc.) pueden resultar<br />
interesantes los libros que tratan de<br />
sus respectivas materias.<br />
En cambio, los libros piadosos,<br />
muy abundantes en otras épocas<br />
en las que la religión estaba mucho<br />
más presente en la vida cotidiana<br />
(devocionarios, novenas, sermones,<br />
misales...), carecen casi de valor, a<br />
no ser que tengan bellos grabados o<br />
una encuadernación de calidad. Así<br />
“Un bibliófilo”. Litografía francesa del siglo XIX.<br />
pues, seguro que el valor sentimental<br />
que para nosotros puede tener<br />
un libro de oraciones, heredado de<br />
nuestra bisabuela, supera con creces<br />
el económico.<br />
La encuadernación<br />
Una buena encuadernación, a ser<br />
posible de la misma época de la<br />
edición del libro, hace más bello<br />
el ejemplar y aumenta su valor. Se<br />
utilizan materiales diversos (pergamino,<br />
pasta española, etc) y existen<br />
diferentes estilos, según los gustos<br />
predominantes a lo largo de los<br />
– 7 –<br />
siglos, desde la sobria y austera<br />
encuadernación “jansenista” a la<br />
barroca “à la dentelle”, por ejemplo.<br />
También existen encuadernaciones<br />
modernas, realizadas por maestros<br />
artesanos de prestigio (en España<br />
destacan, entre otros,<br />
Brugalla, Bueno,<br />
Cortés, Palomino,<br />
etc.) que son en sí<br />
mismas auténticas<br />
obras de arte.<br />
Para todas ellas, antiguas<br />
y modernas, hay<br />
un tipo especial de<br />
coleccionista, al que<br />
le interesa más el continente<br />
que el contenido<br />
de los libros, que<br />
se convierten así en<br />
puros objetos artísticos,<br />
sin relación con<br />
la lectura.<br />
<strong>El</strong> papel, la tipografía<br />
y las ilustraciones<br />
¿Por qué un libro del<br />
siglo XVI parece en<br />
ocasiones recién salido<br />
de la imprenta y<br />
por el contrario un<br />
ejemplar de finales<br />
del XIX se presenta casi siempre<br />
amarillento, quebradizo y lleno de<br />
manchas? Por el papel. Un papel de<br />
buena calidad permite una mejor<br />
impresión del texto y de las ilustraciones<br />
y asegura su conservación.<br />
La tipografía, entendida como el<br />
arte de crear bellas impresiones de<br />
letras con formatos elegantes y en<br />
composiciones armónicas, es un<br />
valor que perdura a través de los<br />
siglos. Algunos diseños tipográficos<br />
de los primeros tiempos de la<br />
imprenta nos asombran hoy por su<br />
modernidad. Determinados impresores,<br />
que fueron también tipó-