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Centurion Argentina Autumn 2022

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|Lugares| Imágenes de la impecable finca y de Valentina de Santis junto a sus padres, Antonella y Paolo D urante décadas, el Lago de Como ha ido prosperando en un frágil equilibrio entre ser una marca de lujo con aspiraciones aristocráticas y gozar de una enorme popularidad. Se trata del Louis Vuitton de los destinos turísticos, un lugar extraordinario, encantador y siempre abarrotado de gente. Por eso, cada día que se pasa en sus orillas de laderas empinadas y arboladas está impregnado de glamour. Incluso en los alojamientos más sencillos, los huéspedes se seguirán sintiendo en Como, libres para disfrutar de las impresionantes vistas y cenar en cualquiera de las numerosas vinotecas familiares o en uno de los seis restaurantes con estrella Michelin de las inmediaciones. Los mejores hoteles son el máximo exponente de la sofisticación y tanto su decoración como los servicios pueden rivalizar con cualquier otro lugar a escala mundial. Por supuesto, en la cúspide de este santuario tan singular, lo que se valora por encima de todo no es algo material sino una experiencia, más concretamente el ambiente típico de la dolce vita, sórdido y romántico a partes iguales, que solo se puede vivir en una maravillosa fiesta de varios días de duración organizada en una casa. No es fácil conseguir una invitación a este tipo de eventos ni a las villas donde se celebran, pero el recién inaugurado Passalacqua brinda una aproximación muy fiel y, además, aporta algo totalmente inédito a Como. La idea de crear este alojamiento de 24 habitaciones fue de Valentina de Santis y sus padres, Paolo y Antonella, dueños de una de las principales propiedades del lago: el Grand Hotel Tremezzo. En una subasta de 2018, le compraron la finca de Passalacqua al banquero de inversiones estadounidense Jim Cantwell, quien ya había realizado una restauración exhaustiva de esta villa del siglo xviii y de sus terrenos durante las casi dos décadas que vivió acá; por lo tanto, el equipo del hotel, dirigido por Valentina, pudo destinar su presupuesto de renovación (unos 20 millones de euros) a pulir cada detalle de su paraíso hasta dejarlo tal y como lo imaginaba. Y, desde luego, Valentina ya tenía mucha práctica. A lo largo de la última década, el Grand Hotel ha seguido creciendo bajo su administración, incorporando alguna novedad cada temporada: en 2012, se añadió un piso completo con ocho suites en la azotea; en 2016, el balneario independiente T Spa de tres pisos; y, además, otros elementos como el beach club o el elegantísimo restaurante a orillas del agua con las mejores vistas del lago. En el Passalacqua, los nuevos detalles brillan con luz propia, no solo por la atención meticulosa que se les dedica, sino también por el amor que desprenden: cada candelabro de cristal de Murano hecho a la medida complementa la habitación en la que cuelga, las cortinas de encaje lucen imágenes nostálgicas de algunos monumentos de Como, y las cajas que sostienen los televisores retráctiles son la obra magna de un artesano local. Todo lo anterior lo encargó Valentina pensando en el hotel, pero la lista de estas piezas personalizadas es interminable y, lo que resulta aún más impactante, muchas de ellas están en armonía con la notable historia de la propiedad. Por ejemplo, la suite Bellini, donde el compositor homónimo escribió dos de sus óperas más conocidas, Norma y La Sonámbula, alberga un piano precioso en su increíble sala de música. «Cada rincón del Passalacqua se ha concebido y creado con el corazón —explica Valentina, a quien le parece imposible elegir el detalle que más le gusta—. Me sigue apasionando cada recoveco; todos son únicos y especiales». Una afirmación que suena a tópico, pues todos los hoteleros describirían de esta misma forma sus propiedades, pero en este caso es totalmente real: a las habitaciones se les asignan nombres en lugar de números y, por si fuera poco, no hay dos suites similares, ni mucho menos idénticas; algunas tienen balcones, otras cuentan con jardines y otras disponen de 14 CENTURION-MAGAZINE.COM ANTES DE RESERVAR Y REALIZAR CUALQUIER VIAJE, COMPRUEBE LAS ÚLTIMAS RECOMENDACIONES DEL GOBIERNO

grandes salones de doble altura con frescos en el techo. Esto causa problemas al equipo de reservaciones (¿qué pasa si llegan varias parejas que buscan habitaciones parecidas?), pero resulta esencial a la hora de fomentar el ambiente singular de esta escapada familiar. Al fin y al cabo, los toques personales son los que marcan la diferencia. Cuestiones como una esmerada atención a los deseos de cada persona, la insuperable red de conexiones y recomendaciones en toda la zona, o las sesiones semanales —gratuitas y abiertas para todos— con el pastelero, el sommelier y el fabricante de helados atraen a los huéspedes, en parte, porque se sienten mimados en este santuario que, a diferencia de otros hoteles del lago, es inaccesible para quienes no se alojan en él. Al igual que ocurre en muchas casas privadas, la cocina es el corazón del Passalacqua. Se trata de un lugar diáfano al que los huéspedes pueden entrar en cualquier momento, sea de día o de noche, si les apetece tomarse un aperitivo o charlar. Además, cada semana, el chef Mauro imparte una clase magistral en la que comparte platillos de autor y consejos improvisados. Se puede cenar, tanto de menú como a la carta, en cualquier zona de la propiedad y a cualquier hora y, de vez en cuando, el personal ofrece té y dulces de manera inesperada por si alguien tiene un poco de hambre. Cuando el tiempo lo permite, el mejor lugar para disfrutar de las delicias culinarias son los jardines, que constituyen el verdadero tesoro del Passalacqua. Ocho terrazas, de unos 20,000 metros cuadrados en total, descienden hasta el agua y proporcionan diferentes puntos de socialización y aislamiento, desde un estudio de fitness rodeado de olivares hasta un huerto del que se obtienen muchos de los ingredientes empleados en la cocina. Asimismo, existe un sistema de túneles bajo los jardines y, aunque se cerró hace tiempo, en el futuro podría formar parte de un balneario ampliado. Mientras que en Tremezzo o en Villa d’Este, situada a cinco minutos en auto del Passalacqua, la gente siente que está en una de las zonas más imponentes del lago, acá uno accede más bien a un club privado selecto, con un ambiente que se acerca mucho a la ansiada sensación de asistir a una fiesta en una casa (por supuesto, el resto de los huéspedes son desconocidos, al menos a la llegada). En este sentido, el enfoque cercano y generoso de la familia De Santis resulta fundamental. Su actitud efusiva y contagiosa se extiende por toda la propiedad: por un lado, Giulio, el director general, es un buen amigo de Valentina y guarda una profunda conexión con la familia y el lugar hasta tal punto que se casó en Tremezzo; por otro lado, Fabio, el jardinero y técnico de mantenimiento, desempeña el trabajo que durante décadas hicieron sus padres, asegurándose de que los terrenos florezcan sin interrupción y de que los árboles maduros (muchos de los cuales son variedades de los siglos xviii y xix) sigan produciendo las mismas pequeñas cantidades de aceite de oliva, mermelada y confitura. En un entorno turístico que sufre cambios desenfrenados e incesantes, la continuidad y el sentimiento familiar pueden suponer una escapada de lujo en sí mismo. passalacqua.it El comedor azul luce un candelabro de la firma florentina Il Bronzetto CENTURION-MAGAZINE.COM 15

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