Views
1 year ago

Centurion Mexico Autumn 2022

  • Text
  • Autumn
  • Arte
  • Momento
  • Yate
  • Nueva
  • Caja
  • Forma
  • Metros
  • Estilo
  • Centurion
  • Reloj

|Reflexiones| Cuando no

|Reflexiones| Cuando no conocemos a la persona, no les podemos vender nada hasta no saber cuál es su verdadera motivación – Louise Hayward H ace poco asistí a una cena organizada por una galería de arte para homenajear a uno de sus artistas estelares. Frente al protagonista se sentaba un reputado coleccionista con intención de comprar uno de sus cuadros. El vino fluía tanto como la conversación y todo parecía estar en orden hasta que, de repente, el ambiente se enfrió cuando la esposa del coleccionista decidió pedir algo fuera del menú. El artista, encargado de elegir la comida (pescado y verduras a las brasas, apto para cualquier tipo de intolerancia), no se tomó bien que se cuestionara su elección. Después de todo, quizás no estaba rodeado de gente que apreciaba su abstracción austera. La sustanciosa venta de seis dígitos nunca se llegó a cerrar. «Los deseos del artista son muy importantes — aclara Stefan Ratibor, director general de la prestigiada galería Gagosian (y no de la galería antes mencionada)—. A algunos les molesta más que a otros, pero su satisfacción y buena voluntad son fundamentales para nuestro éxito». Ratibor considera que comprar y vender arte es «una colaboración a tres bandas entre el artista, el galerista y el coleccionista; es una relación de confianza y seguridad. Las grandes innovaciones pueden surgir de aquí». Y también se pueden forjar amistades para toda la vida. Aun así, obtener arte de primera categoría en el mercado primario no es solo una cuestión de dinero. ¿Cómo se convierte uno en coleccionista? «Hay que hablar con la gente —apunta—. Todos los galeristas están abiertos al diálogo. Les puedes decir: “¿quieres que vayamos a comer y te cuento lo que quiero hacer? Esto es lo que me gusta; mi idea es esta; y así podrías ayudarme”». Si el galerista cree que el aspirante a coleccionista ofrece lo que «parece ser un buen hogar, siente pasión por esa obra, desea quedársela, vivir con ella, disfrutarla y la considera algo más que una simple inversión, llamaría al artista para decirle que existe alguien interesado en adquirirla y explicarle por qué razón es una buena idea. Así de sencillo. Pero antes lo consultamos con los artistas». Louise Hayward de la Lisson Gallery Un criterio similar es el que sigue Louise Hayward, directora general de la Lisson Gallery: «Cuando no conocemos a la persona, no les podemos vender nada hasta no saber cuál es su verdadera motivación. No obstante, «existen factores que ayudan» a causar una buena impresión. En realidad, lo que los artistas quieren es que sus creaciones se contemplen, por lo que siempre es un punto a su favor que estén dispuestos a prestarlas a exposiciones. Como también lo son las conexiones con los museos. «Si el coleccionista es un mecenas o patrono, es un claro indicio de que su interés es sincero y de que se comprometerá a apoyar al artista durante mucho tiempo y a construir un legado a su alrededor». Ahora bien, no tiene por qué tratarse de una gran institución; el hecho de que exista una conexión con una pequeña pero influyente organización sin fines de lucro (Hayward menciona las galerías londinenses Chisenhale Gallery y South London Gallery) puede indicar que alguien «está realmente interesado en apoyar el ecosistema cultural». Eso sí, no hay que dar por sentado que una forma de conseguir un cuadro es ofrecerse a comprarlo para un museo. «Creo que la gente puede pensarse demasiado las conexiones FOTOGRAFÍA © LISSON GALLERY 40 CENTURION-MAGAZINE.COM

institucionales —señala Ratibor— La elección de lo que acaba en un museo debe ser del museo». Y es que, como explica Glenn Scott Wright, codirector del Victoria Miro, «si el patrono de un museo es el que se adelanta a estas deliberaciones, quizás ponga a la institución en una tesitura difícil». Llámelo diligencia debida, pero vale la pena haber hecho los deberes. Un buen ejemplo es Valeria Napoleone. En el último cuarto de siglo, esta coleccionista ha reunido más de 450 obras de mujeres artistas. No obstante, antes de hacerse con la primera (una fotografía de Carol Shadford), dedicó «dos años a visitar galerías y estudios y aprender a navegar por el mundo del arte», admite. Napoleone posee una iniciativa filantrópica —la plataforma Valeria Napoleone XX Contemporary Art Society que aglutina proyectos destinados a aumentar la representación de las mujeres artistas en las instituciones públicas—, y forma parte de numerosos consejos de administración, lo que la convierte en una coleccionista ideal a los ojos de la mayoría de las galerías. Otra opción es contratar a un asesor. «Lógicamente, de este modo obtendríamos asesoría externa sobre planificación fiscal o inversiones — destaca Scott Wright—. Un buen asesor artístico es una forma de acceder a obras de arte muy solicitadas. Si ya tenemos un historial con ellos, [tendremos la seguridad de que] sus clientes también son buenos». «O siempre está la posibilidad de participar en una subasta», sugiere Ratibor. De este modo, uno adquiere lo que realmente desea, sin necesidad de impresionar a nadie, porque «simplemente vas y levantas la mano. No existe ningún control». Los controles de blanqueo de dinero se quedan a un lado, «no necesitas que nadie te investigue o apruebe, y bien por ellos. Es muy importante tener un mercado de subastas dinámico — añade—. Personalmente, prefiero vender a alguien que no sea claramente un especulador, pero no es un delito obtener un beneficio». En cualquier caso, para un artista puede resultar perjudicial que los precios de sus creaciones alcancen cifras astronómicas. El pintor Peter Doig confesó sentirse físicamente enfermo al enterarse de que su Friday 13th había alcanzado los £5.7 millones en una subasta celebrada en 2007 en Sotheby’s. «No sentí disgusto, sino náuseas. Que alguien se gastara esa cantidad en un cuadro mío [...] me impactó por la presión a la que esto me sometía: estaba creando obras que valían un millón de dólares», afirmaba poco después. En comparación con lo que ganó el consignador, Charles Saatchi, su recompensa fue más bien escasa. Incluso hoy en día, el canon del denominado derecho de participación del artista, que solo se paga por las compras realizadas en la UE y el Reino Unido, tiene un límite de €12,500. No es de extrañar que las galerías protejan a sus artistas. «El mercado está extremadamente activo en estos momentos —constata Hayward—, con muchos artistas muy jóvenes, cuyo trabajo se adquirió por US,000 o US,000 y ahora se vende por más de un millón de dólares. Un artista que está iniciando su FOTOGRAFÍA MICHAEL SINCLAIR Transposed Lime Butterfly (2019) de Anthea Hamilton adorna una pared de la casa que un coleccionista de Valeria Napoleone posee en Londres CENTURION-MAGAZINE.COM 41

CENTURION